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Mi nombre es Rebeca.

Desde el primer momento que


sabían de mi existencia fui una niña muy amada y
eso me hace sentir ¡Muy feliz!

Mis padres me cuentan que


cuando me vieron por primera vez,
se dieron cuenta que su vida estaba
completa, mis ojos, mis manos toda yo era
perfecta, siempre que los escucho me siento muy dichosa.

Recuerdo perfectamente que a mis 4 años cada vez que me sentía triste mis
padres se acercaban y me decían:

- Corazón, ¿Qué te sucede, puedes contarlo?, papá


y mamá no son adivinos y me ponía enojada.
Ellos hacían rugidos de un león y
empezaban a correr detrás mío por toda
la casa. Sabían que me encantaba que
hagan esos ruidos ¡Me divertía
muchísimo!

Luego, te tanto correr me sentaba en la entrada de mi casa, mis padres


igualmente cansados, me decían:

- Corazón ¿ya nos quieres contar? Yo sin titubear les contaba y ellos le
daban tanta importancia así sea lo más tonto que les dijera. Gracias a
ellos sé que lo que me pasa a mi es importante y siempre contare con
ellos.

Todos mis recuerdos son mágicos, ellos nunca


me dejaron siempre estuvieron para mí, me
escuchaban, jugaban conmigo, me consolaban, me
enseñaron las mejores y más valiosas cosas que se
requieren en esta vida. En fin, ellos saben que
hicieron de mi la persona más feliz del mundo. Hoy
a mis 15 años puedo decir que tengo los mejores padres
de mi mundo y que los amo y respeto con todas mis fuerzas.

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