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Vía Crucis 2022, la cruz multiplicada

"Señor, detén la mano de Caín. Ten lástima del mundo"

Primera estación: JESÚS ES CONDENADO A MUERTE

Los poderosos no tienen misericordia ni con la gente, ni con las naciones, ni con
la tierra. Usan el poder para su beneficio, oprimen a los que deberían regir con
justicia y rectitud, expolian las riquezas naturales y determinan el futuro de los seres
humanos. Y muchas veces eso significa la muerte. Así ocurrió con Jesús. Pilato, que
era un gobernante sin escrú pulos, decretó su muerte como había decretado antes la
de muchos otros. Hoy nos estremecemos por la condena a muerte de millones de
inocentes en todo el mundo; la condena de personas cuya vida se ve truncada sin
salida, sin misericordia.

-Señ or, detén la mano de Caín.

-Señ or, ten lá stima del mundo.

-Señ or, sana nuestras heridas.

Segunda estación: JESÚS CARGA CON LA CRUZ

El confinamiento durante meses, la soledad durante años, el silencio siempre, el


cansancio de la sociedad.Son cruces que nos aturden. Y la cruz de la enfermedad
tiñ e de amargura y limitació n nuestros días y nuestras horas. Y la cruz del pueblo que
pierde gente, servicios y vida. La cruz de la plaza vacía.
Bajo el peso de la cruz nos sentimos heridos, fatigados, nos cansa la vida. Y nos ahogan
las preguntas sin respuesta. Y cae sobre nosotros la cruz del silencio.

-Señ or, ten lá stima de nuestras cruces.

-Señ or, ten lá stima del mundo.

-Señ or, sana nuestras heridas.

Tercera estación: JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ

En el principio dijo Dios a la primera pareja: “Someted el mundo y dominadlo”. Dios


nombra al ser humano administrador de su obra maravillosa, de su paraíso,
donde todo era armonía, destinado al bien de su criatura má s perfecta. Pero el ser
humano se ha hecho dueño de la Creación, la ha tomado entre sus manos sin
respetar los límites de la creatura; y ha querido, durante demasiado tiempo,
exprimirla demasiado. La ha dañ ado, la ha herido sin compasió n, quizá s de muerte; ha
actuado con un corazó n insaciable, llevado de la avaricia y el afá n de poseer y
acumular. Y no cesa el ser humano en su egoísmo, en su ataque contra la
naturaleza.

-Señ or, haz que amemos tu Creació n.

-Señ or, ten lá stima de la humanidad.

-Señ or, sana nuestras heridas.

Cuarta estación: JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE EN EL CAMINO DE LA CRUZ

Madres de Ucrania, madres del Sáhara, madres con hijos en paro. Madres
marcadas por las adicciones de sus hijos. El corazó n de las madres sufre de modo
especial por sus hijos. Quieren salir al encuentro, abrazar, proteger, besar. ¡Cuá nto
desgarro en los corazones de las madres del mundo! ¡Cuá nto dolor insoportable que
solo aguanta el amor increíble de una madre! Este dolor tiene que ser semilla de un
mundo nuevo, fecundo, lleno de vida.

-Señ or, acoge el corazó n herido de las madres del mundo.

-Señ or, ten lá stima de la humanidad.

-Señ or, sana nuestras heridas.

Quinta estación: JESÚS ES AYUDADO POR EL CIRINEO

Caín es la expresió n del hombre que dañ a al hombre. Es la presencia del mal en el
mundo. Desolació n y sufrimiento sembrados por el ser humano. Pero Dios no nos
hizo para el mal, sino capaces del bien. Hay muchas manos tendidas para
socorrer al que se hunde; para partir el pan; o abrir la puerta de una casa para el que
acude, frá gil, herido. Hay proyectos de progreso para las naciones o los pueblos. Hay
quien organiza caravanas de ayuda, quien visita a los enfermos, quien alza la voz
contra las injusticias. No faltan cirineos en nuestro mundo para aliviar las terribles
cruces.

-Señ or, danos un corazó n valiente que ayude y acoja.

-Señ or, ten lá stima de la humanidad.

-Señ or, sana nuestras heridas.


Sexta estación: LA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS

Una mujer en la calle, entre la multitud horrorizada que sufre por Jesú s; y la multitud
que reclama su muerte. La mujer se adelanta para ser consuelo y gesto de
misericordia en medio de la crueldad desatada. ¡Cuánto precisan nuestro mundo y
la Iglesia encontrar en sus caminos difíciles la presencia de la mujer! En la Iglesia
muchas mujeres nos recuerdan que el Dios de la vida, el Dios creador, el Dios salvador
es má s madre que padre. Ellas son las que riegan la fe familiar en la catequesis; las que
acompañ an con la oració n; son el rostro de la caridad activa en nuestras comunidades;
las que cuidan del templo; las que hacen realidad una Iglesia sinodal, compañ era de
camino, dialogante, compasiva.

-Señ or, que cuidemos la presencia de la mujer en la Iglesia.

-Señ or, ten lá stima de la humanidad.

-Señ or, sana nuestras heridas

Sèptima estación: JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

El agua, contaminada; los bosques, quemados; las tierras, esquilmadas. Y los mares,
con auténticos continentes de plá stico dentro. ¡La Creación entera se estremece,
herida de muerte! Los científicos avisan del colapso inminente, buscan soluciones,
crean productos que ayuden a remediar la terrible agonía de lo creado.

Pero seguimos imparables, inconscientes. No ponemos límite a la herida de la


naturaleza, encerrados en nuestro confort y nuestro consumismo. El hombre no se
siente hermano de las criaturas, sino dueñ o despó tico y caprichoso.

-Señ or, ten lá stima de tu jardín destrozado.

-Señ or, ten lá stima de la humanidad.

-Señ or, sana nuestras heridas.

Octava estación. JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN

¡Cuá ntas lá grimas solidarias y de impotencia en nuestro mundo! Al ver los pueblos
destrozados por la guerra, la gente huyendo, el hambre hundiendo en la indignidad al
ser humano. Lá grimas que hay que consolar. Lá grimas que piden otras lá grimas
hermanas, un abrazo que ponga calor en el alma fría.

Hay que consolar a las que cuidan durante añ os a enfermos incurables, a los que ven a
sus seres queridos convertirse en sombras silenciosas; a los que sienten su casa vacía
y las calles sin juegos y sin el trajín de los trabajadores que van y vienen. Hay que
consolar al pueblo, como nos pide Dios.

-Señ or, calma nuestras lá grimas.

-Señ or, ten lá stima de la humanidad.

-Señ or, sana nuestras heridas.

Novena estación: JESÚS CAE POR TERCERA VEZ

La caída de Jesús, agotado, deshecho, era inevitable. También nuestra caída es


inevitable: el mundo no puede más. Para sostener en el tiempo nuestro ritmo de
vida, el consumo de materias primas, el despilfarro de recursos, harían falta dos o tres
planetas como el nuestro. Pero no hay má s que un planeta. El remedio es reducir
nuestro consumo; decrecer; reducir actividades, organizar de otra manera nuestras
sociedades, trazar otras prioridades. Debemos conservar lo que hay y regenerarlo.
Pero insistimos en la destrucción del planeta, insistimos en nuestra propia
destrucción.

-Señ or, cambia nuestra mirada obstinada y egoísta.

-Señ or, ten lá stima de la humanidad.

-Señ or, sana nuestras heridas.

Décima estación: JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS.

Sin tierra, sin casa, sin escuela, sin agua limpia, sin futuro. Tantas naciones del
mundo miran sus manos y están vacías. Han sido despojadas y abandonadas.

Lo mismo pasa en nuestros pueblos: cada vez con menos niñ os, sin bancos, sin
servicios, sin oportunidades para los jó venes, sin empuje. Nuestros pueblos han sido
despojados, vaciados. Tierras vaciadas, eriales donde es difícil sembrar la semilla del
futuro y la esperanza. Tierras despojadas, pueblos despojados, personas despojadas.
Sus miradas piden dignidad y humanidad para acercarnos.

-Señ or, ten lá stima de los despojados.

-Señ or, ten lá stima de la humanidad.

-Señ or, sana nuestras heridas.


Décimoprimera estación: JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ

El enfermo incurable; el parado cró nico; el deprimido que no ve nunca luz al final de
su tú nel; el anciano en soledad; el pueblo silencioso y vacío; la sociedad pasiva y
callada; la política alejada del pueblo y de sus carencias. Cruces que a diario nos
sangran por dentro, nos anclan en ellas para morir lentamente, en una agonía
cruel en la que nos falta el aire de la esperanza. Impotentes, retenidos, clavados a esa
cruz que nos destruye y nos reduce a la nada. Tristes cruces de nuestro mundo.

-Señ or, ten lá stima de los crucificados de nuestro mundo.

-Señ or, ten lá stima de la humanidad.

-Señ or, sana nuestras heridas.

Décimosegunda estación: JESÚS MUERE EN LA CRUZ

¡Cuántos muertos inocentes, olvidados, a lo largo de la historia! Muertos en viajes


sin final a falsos paraísos, huyendo del hambre. Muertos en su puesto de trabajo.
Muertos en la irresponsabilidad de la carretera. En las epidemias.

También se mueren los pueblos. Se perdieron costumbres, tradiciones, ritos


entrañ ables de la historia interna y sencilla de nuestros pueblos. Se vendieron casas y
tierras, se cerraron trabajos y oportunidades. Y nos ronda la pregunta de si se muere
también el futuro y la esperanza; la pregunta por nuestro mañana.

-Señ or, no olvides a tantos muertos ignorados.

-Señ or, ten lá stima de la humanidad.

-Señ or, sanas nuestras heridas.

Décimotercera estación: JESÚS ES PUESTO EN BRAZOS DE SU MADRE

Entregan el cuerpo muerto de Jesús a su madre, a sus discípulos, a algunos


amigos. ¡Cómo lo abrazarían, cómo llorarían sobre él! ¡Cómo ansiamos y
necesitamos nosotros también el abrazo! ¡Có mo necesitamos sentir que no
estamos solos, ni abandonados, ni olvidados! Que contamos en la historia de la familia,
de la calle, del pueblo. Que somos importantes para la sociedad o la Iglesia.
Necesitamos que nos acojan cuando estemos perdidos o angustiados. Necesitamos
llorar con otros, sentirnos hermanos de lágrimas. Necesitamos que nos bajen de
nuestras cruces y que un abrazo nos conforte.

-Señ or, que no falte un abrazo al que baja de la cruz.


-Señ or, ten lá stima de la humanidad.

-Señ or, sana nuestras heridas.

Décimocuarta estación: JESÚS ES SEPULTADO

En el sepulcro no había solamente un cuerpo muerto. Había también una


semilla de vida, una promesa de Resurrecció n. Cuando corrieron la losa no dejaron
allí solo muerte y silencio. También dejaron allí las primeras raíces de la esperanza
nueva, definitiva.

Necesitamos la fuerza de nuestras raíces para un mañana nuevo. Las raíces de un


humanismo que pone al ser humano en el centro; y que se esfuerza en construir un
mundo justo y abierto, al tiempo que cuida de la naturaleza. Las raíces de una fe que
da sentido a la vida, al esfuerzo cotidiano, al trabajo e incluso a la muerte. Las raíces
de una resurrecció n que cambia nuestro luto en cá nticos de alegría. El cuerpo muerto
de Jesú s es semilla de vida eterna. Que nuestras muertes y carencias nos traigan vida
plena.

-Señ or, siembra de resurrecció n nuestras muertes diarias.

-Señ or, ten lá stima de la humanidad.

-Señ or, sana nuestras heridas.

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