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Es un espacio de trabajo y producción grupal, en el cual todos aportan, todos dudan y todos

construyen un saber no acabado. El o la Facilitadora da estímulos disparadores, destraba,


desestructura, opina. Su lugar no es el centro, ya que se integra a un protagonismo general.
Una vez que la o el coordinador propone una consigna, sugiere los tiempos, ofrece materiales,
comienza el vuelo y el revuelo del grupo. Los grupos se ponen en movimiento, se va del
silencio al parloteo, del parloteo al silencio. Cada uno descubre cómo su propuesta se
transforma al cruzarse con la del otro o la otra y como las ideas se enriquecen.
Los modos de participación varían, está quien puede poner el cuerpo, quien sigue con la
mirada, quien quiera dirigir la batuta o la o el que cree que no tiene nada para aportar. Todo
se coloca sobre la mesa: generosidad, timidez, respeto, intolerancia, placer, prejuicios,
esquematismos. En un taller a veces se escribe y a veces no, también se baila, se dramatiza,
se canta, se arman afiches, se dibuja, se improvisa una publicidad, un teleteatro, porque todo
esto vale mientras el objetivo esté claro.

Escuchar y ser escuchado o escuchada, que afloren la reflexión más profunda o el disparate
más absurdo, que haya juego, capacidad inventiva,
Flexibilidad. En un taller, lo que una o uno hace, lo que cada uno o una dice es para las o los
demás, y lo es a los fines de una mejor integración, intercambio y comunicación.
Que desde un abordaje no tradicional, se pueden desprender claramente un marco teórico, una
concepción de aprendizaje o una crítica con propuestas alternativas. Que en la evaluación no
importa sólo el producto final sino lo que pasó durante el proceso, cuáles ideas se desecharon,
qué caminos se recorrieron, qué marchas y qué contramarchas.
El taller siempre es productivo, porque al final no sólo se obtienen nuevos conocimientos
para optimizar las labores sino que también deja la emoción y la experiencia del trabajo
creativo en equipo.

Bienvenido, bienvenida y
Gracias por tu participación
NUESTRO MIEDO MÁS HONDO

Nuestro miedo más hondo, no es que seamos insuficientes.

Nuestro miedo más grande es que seamos poderosos,

Más grande allá de lo que podemos imaginar.

Es nuestra luz y no nuestra oscuridad lo que nos asusta.

Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, bien parecido, talentoso y
fabuloso?

En realidad... ¿quién eres para no ser todo aquello?

Al mundo no le sirve que tu te sientas pequeño.

No tiene nada de iluminado el encogerse para que los demás

se sientan inseguros cuando están cerca de ti.

A cada uno de nosotros nos dieron el objetivo de brillar

al igual que lo hacen los niños.

Y conforme permitamos que brille nuestra propia luz,

inconscientemente le damos permiso a las demás personas para que hagan lo


mismo.

¡Al irnos liberando de nuestros miedos,

nuestra presencia automáticamente ilumina a los demás!

Entre más alto sea tu puesto, más humilde debes ser

escucha pacientemente para que los demás te escuchen,

armoniza y nunca critiques

cuando tengas dudas, analiza con tu inteligencia y

decide con tu corazón


trata a todos en su individualidad y

entrega reconocimientos generosamente

respalda tus palabras con tus acciones

cuando tengas alguna dificultad con algún miembro de la tribu

has un trato en el que ambos ganen

elige una derrota legítima

en lugar de una victoria falsa

nunca digas una mentira y sé siempre veraz,

sé fiel a ti mismo y nunca te atrevas a traicionarte

que tu trato sea cordial y generoso

has sentir a cada persona singular e importante

trata al éxito y al fracaso como a dos impostores,

nunca acabarás de triunfar y nunca te debes dar por vencido

a pesar de la adversidad, tus logros te darán satisfacción

y nunca dejes de soñar en lo que aún tienes por conquistar

pon tu fe en el creador

y tu corazón que esté alerta a la necesidad de todos tus semejantes

finalmente, recuerda sé generoso,


lucha contra toda injusticia y ama

y funde tu ser con la belleza de la creación

Aprende a dar libertad y encontrarás la libertad


Nelson Mandela

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