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DESIGUALDAD SOCIOECONÓMICA.

Las encuestas de ingresos y gastos obtienen por muestreo estadístico, estimaciones sobre
los promedios de los ingresos y gastos por hogares en un periodo predefinido, por ejemplo
en la semana o mes anterior a la encuesta. Los hogares se definen como el conjunto de
personas que habitan bajo un mismo techo, y pueden constar de una o más familias,
nucleares o extendidas. De la muestra se obtienen promedios por hogares, que se extrapolan
después a la población conjunta y es en esta forma como suele aparecer la información
difundida al público. Las estimaciones de ingresos y gastos medios se obtienen de acuerdo
con una clasificación de los hogares por estratos de ingresos definidos en varias formas, por
ejemplo por intervalos directos de

ingreso, o por intervalos medidos por múltiplos del salario mínimo. Otra forma muy
frecuente y útil de disponer la información es por deciles de hogares, que son grupos que
contienen cada uno 10% del total de hogares, dispuestos en orden creciente de ingresos
medios: el primer decil contiene 10% de los hogares más pobres, el segundo decil lOOJo de
los hogares siguientes al primero en niveles de ingreso, y así hasta llegar al décimo decil,
que contiene lOOJo de la población de mayores ingresos. La diferencia más importante
entre las clasificaciones por estratos de ingreso y por deciles es que en los primeros los
intervalos de ingresos son fijos y la población que comprende cada uno es variable,
mientras que en la clasificación por deciles sucede lo contrario.

Estas cifras muestran que el grueso del ingreso de los hogares pro- viene de ingresos por
trabajo. Las fuentes no salariales, de acuerdo a la encuesta, representan 30% del ingreso
total. Sin embargo, las pro- porciones del cuadro anterior muestran discrepancias enormes
cqn res- pecto a la información de las cuentas nacionales, que registran para ese año que las
remuneraciones a los asalariados eran 38.8% del PIB, proporción considerablemente menor
a la de la encuesta. Aun si del PIB se descuentan las partidas pertinentes para convertirlo en
ingreso personal disponible, la proporción anterior no excede de 50, que es aun muy
inferior a 70% que registra la encuesta. Este tipo de discrepan- cias entre las encuestas y la
contabilidad del ingreso nacional, han lle- vado a numerosos autores e instituciones a
realizar

minuciosas tareas de imputación de gastos en especie y a aplicar procedimientos para dis-


tribuir la discrepancia.

México es uno de los países más desiguales de América Latina. Aunque en los últimos años
se registraron algunas mejoras en la distribución del ingreso, relacionadas sobre todo con
las remesas y la diversificación de actividades en el medio rural, la situación sigue siendo
crítica. La desigualdad en México es un fenómeno complejo y multifuncional, que se
relaciona y se retroalimenta con la discriminación ética, de género y de lugar de residencia.
Tras elaborar un diagnóstico del estado de la desigualdad, el artículo analiza las diferentes
generaciones de programas sociales, desde los intentos de construcción de un Estado de
Bienestar hasta los nuevos programas de transferencia de renta, y concluye que, para
enfrentar el problema, es necesario avanzar hacia la universalidad de los derechos sociales.
Labores, roles y condiciones de los hombres y mujeres:
(México prehispánico)

Su desempeño era en las artes culinarias, la educación de los hijos, las labores manuales y
la reproducción biológica. Según su clase social, la mujer mexica ejercía diferentes roles:
Las tributarias eran explotadas como trabajadoras domésticas y como reproductoras; las
nobles estaban destinadas a la función procreativa, las actividades domésticas y textiles; las
mujeres muertas en parto eran elevadas a guerreras, explica María J. Rodríguez Shadow,
investigadora del INAH.
De las figurillas recuperadas en la mayoría de los sitios mesoamericanos, en su gran
mayoría excavados y puestos en valor por el Instituto Nacional de Antropología e
Historia (INAH), predomina en 90% la representación de la mujer, lo cual —consideran
la mayoría de los especialistas— es un reconocimiento a su capacidad reproductiva y, por
tanto, de perpetuar la especie.

Las evidencias arqueológicas, junto con las documentales, revelan la abundancia de


representaciones que se hacían de las madres en la época prehispánica, tanto en pictografías
de códices y en figurillas de arcilla. Sin embargo, en el contexto de sociedades
prehispánicas bélicas, como la mexica, las mujeres tenían un papel de subordinación.

La investigadora de la Dirección de Etnología y Antropología Social (DEAS) delINAH,


María J. Rodríguez Shadow, refiere que siempre ha estado presente el debate sobre la
situación social de las féminas en la antigüedad, pero, en su opinión, hay evidencias
incontrovertibles sobre la posición de subordinación femenina en las sociedades guerreras
de Mesoamérica.

La autora de los libros La mujer azteca y Las mujeres mayas de antaño, indica que, para
la cultura mexica el mayor interés era la expansión del territorio mediante invasiones, y
con este propósito, los niños debían ser preparados para el combate.

Por lo anterior, la posición de las mujeres era secundaria, al no estar integradas a dichas
actividades, mediante las cuales se conseguía el prestigio y el poder. Había un
reconocimiento de la madre como legitimadora de los linajes gobernantes, a través de la
procreación, pero no una valoración igualitaria de las actividades que llevaban a cabo
mujeres y hombres.

La sociedad mexica creó un panteón basado en dioses varones jerarquizados y


subordinados al dios guerrero Huitzilopochtli, y las deidades femeninas, a todos ellos.

En ese sentido, las actividades de las madres en la época prehispánica se circunscribían —


como describen los cronistas y se observa en el registro arqueológico—, a las artes
culinarias, la educación de los hijos, las labores manuales y, por supuesto, la reproducción
biológica. Las mujeres infértiles eran vilipendiadas, porque al formar parte de una sociedad
agrícola y bélica, se necesitaba fuerza de trabajo para ampliar el pago de tributo al tlatoani,
y tener un ejército numeroso para extender el imperio tenochca.

Lo ideal eran las familias numerosas y, de preferencia, con varios hijos varones. Las
madres se encargaban de enseñar a los vástagos a conducirse conforme a su género y su
clase social; a las niñas se les aconsejaba no mirar directo a los ojos, mantener la vista
recogida. La formación educativa era parte de esa labor ineludible que tenían las féminas
considerando la división genérica del trabajo.

Rodríguez Shadow cita que, en el Códice Mendocino, en cuyas pictografías se observa la


manera cómo se realizaba la educación de los infantes, las madres aparecen mostrando a las
niñas los castigos a recibir si omitian deberes o fallaban en su comportamiento. También
les enseñaban a hilar, tejer, hacer la comida, entre otras labores culturalmente asignadas a
su género y a su edad.

Se les aleccionaba sobre la sumisión que debían mostrar, su lugar en la producción, el


respeto a las normas morales y privilegios clasistas, el reconocimiento de la superioridad
masculina, de la autoridad marital, de la brutalidad militar. En general, la aceptación del
orden establecido, señala la especialista en su libro La mujer azteca.

Según su clase social, la mujer mexica ejercía diferentes roles. Las tributarias eran
explotadas como trabajadoras domésticas al servicio del grupo en el poder, y como
reproductoras; las nobles estaban destinadas a la función procreativa, sin que por ello
pudieran descuidar las actividades domésticas y las labores textiles. Asimismo, aquellas
muertas en el parto, eran elevadas a guerreras.

Su relativo aislamiento y la carencia de una formación semejante a la de los hombres,


limitaron su acceso a la autoridad y el poder. No ocupaban cargos políticos, ello sólo
ocurrió en algunas sociedades mayas y de forma esporádica.

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