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Helmántica 1950 Volumen 1 N.º 1 4 Páginas 339 361 Las Últimas Anagnorisis de La Odisea
Helmántica 1950 Volumen 1 N.º 1 4 Páginas 339 361 Las Últimas Anagnorisis de La Odisea
A N A G N () K I S I S D I: L A E R T E S
L R[:CONOCIMIENTO I ) E L PAI)RE
Ulises «se acerca ya a su padre. Este sigue con Ia cabeza gacha cavando Ia
planta» nueva a m b i e n t a c i ó n de Ia escena -y su hijo j u n t o a él Ie dice por fin:
¡Oh anciano, no te f a l t a experiencia para cuidar el huerto. ¡Qué bien cnidado
está! No haycosa n i n g u n a — n i planta, ni higuera, ni vid, ni olivo, ni peral, ni nia-
ci/o—que esté descuidado en él. Pero te voy a decir una cosa, y tú no Ia llaves a
mal. Tu persona es Ia que no está bien cuidada, sino que j u n t o con Ia triste veje/
estás malamente marchito e i n d i g n a m e n t e vestido. No será ciertamente por no
trabajar, por Io que tu amo no te cuida. Ni hay nada de esclavo en tí para los
que ven tu cara y tu estatura. Porqne pareces un rey. Te pareces a uno que des-
pués de lavarse y comer d u r m i e r a b l a n d a m e n t e . Que este es el derecho de los
ancianos...»
Todo ello se basa enun contraste: ¡El huerto tan bien cuidado,
y tú tan mal! Y el encanto está en Ia oportunidad con que toma
pie del oflcio que está haciendo «no eres inexperto en cultivar el
huerto», en el elogio que hace del buen hortelano con Ia enumera-
ción de las seis cosas bien cultivadas-*ni planta, ni higuera, ni vid,
ni olivo, ni peral, ni macizo está descuidado*—, en el contraste emo-
tivo— «sólo tú no estás bien cuidado*^emocion que nace del con-
traste entre las cosas y Ia persona y de tales cosas y tal persona—es
su huerto, y es su padre.., —y es el padre de quien tanto sabemos
que ha sufrido, y de cuyos sufrimientos es un símbolo esa dejadez
y ese mismo cuidado distraidor de sus penas... Es su padre a quien
dejó tan joven y a quien encuentra tan viejo... Por eso su primera
palabra es ésta: -¡Oh anciano!» Anciano más que por los años por
los pesares.--<Vejez bien triste es Ia tuya. ¡Qué ajado y marchito
estás! Como tus vestidos»...
Y luego Ia inconsciencia que sirnula de quién es y el doble sen-
tido con que nos Io vadiciendo.^Notienestúfachadeesclavo,
pareces más bien un rey... uno de esos que se lavan y comeri y des-
cansan blandamente... que tal es el derecho de Ios ancianos»... An-
ciano al principio, ancianidad en medio y ariciano al fin... La vejez,
*¡qué aviejado, qué envejecido está!...* esto es Io que más suele im-
presionar a los que ven a una persona después de mucho tiempo, y
esto es Io que más refleja sus pesares... Por eso el poeta Io repite
tres veces, porque esto es Io que más impresionó al hijo al ver por
vez prirnera después de veinte años asu padre...
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*P F T-
La contestación de Laertes.
Todos estos sentimientos, reforzados por otros que integrati Ia
tragedia interior del anciano, son los que aparecen en Ia contesta-
ción de Laertes: --Y el padre--dice el poeta para hacernos sentir to-
do el encanto de Ia prueba—le contestó derramando lágrimas-.
¿Lágrimas por qué? Por el recuerdo, por el cariño, por Ia admira-
ción deí hijo. Lágrimas por no haberle vuelto a ver y darle ya por
perdido... ¡teniéndole presente! Lágrimas de gratitud para tan buen
amigo...
«Forastero, ciertamente has llegado a Ia tierra por que pregun-
tas,pero l a t i e n e n hombresinsolentes y libertinos... Ls el puñal
que lleva clavado en su alma, En lugar de su hijo, los canallas.., Por
«Pero, ea, dime esto y dímelo de verdad:¿Cuánlos años hace que hospedas-
te a aquel tu huésped i n f e l i z — a nii h i j o — s i es que algún día existió—desgracia-
do? Que allá—lejos d e s u s seres q u e r i d o s y d e s u p a t r i a — a l l á e n e l m a r l e c o -
niieron los peces o cn tierra fué pasto de las fieras y de las aves. Ni Ie lloró su
madre, amortajándole, ni su padre que Ie engendramos. Ni su esposa de rica
dote, Ia prudente Penèlope, pudo hacer sus lamentaciones aníe el lecho de su
esposo, como es debído, después de cerrarle los ojos, que éste es el tributo de
los muertos.» I;s Ia noche que ensombrecía el alma del anciano—la ausencia de
su hijo. Noche cerrada que aparece aquí con todos los trazos más negros revela-
dores de su convicción completa de que estaba ya mnerto. Por eso "infeliz, si al-
guna ve/ existió, desgraciado, que m u r i ó lejos, quién sabe dónde, devorado por
los peces o por las fieras-...
Después de estas negras lintas de inedia noche, tras las que to-
davía late una Iu/. crepuscular de Ia esperan/a, va el poeta a apagar
aun esta tenuísima lux, para que Ia negrura sea Io más intensa y es-
té así perfectamente preparado el contraste con Ia diafanísima Iu/.
de Ia manifestación.Por esopregunta: *Dimc con toda verdad.
¿Quién eres tú y de dónde? ¿Dónde está tu ciudad y tus padres?
¿Dónde ancla tu rápida nave, Ia que te trajo acá a tí y a tus compa-
ñeros? ¿ü has venido como pasajero en nave ajena y te han desem-
barcado y se han ido?» Esta pregunta sobre Ia personalidad y pro-
cedencia del forastero es natural y necesaria v su armoni/acion sirve
j w
Dc Ia noche al dia.
Por cso dice el poeía que l'lises de tantos recnrsos Ie contestó: «Yo te Io voy
a decir íodo con toda verdad. Soy de Alibas, donde vivo en ínclita casa, hijo del
rey Aíeidas, hijo de Polipemón. Mi noinhre es Lpérilo. Pero algún dios me ha
traído errante desde Sicasia a acá contra su v o l u n t a d . Y mi nave me ancla hacia
el campo lejos de Ia ciudad. Pero por Io de Ulises este es ya eI q u i n t o año, que
de allí se fue y salió de mi patria el iníeli/. A u n q u e los pájaros Ie eran íavuia-
b!es, a Ia derecha, y confiado en ellos Ie despedí, y confiado se marchó t a m b i é n
él, Y el corazón nos decía qne todavía nos habíamos de e n c o n t r a r como huéspe-
des y nos habíamos de dar preciosos regalos»...
que inuadió su alma como nube negra, tan negra que no tenía ya
nada de luz. -El ánimo de UIises se conmovió, en sus narices sin-
tió ya Ia aguda picazón del do!or al ver a su querido padre. Le be-
só echándosele al cuello de un salto y Ie dijo: *Aqucl soy yo, yo
mismo, padre, por quien tú preguntas: hc venido a los veinte años
a Ia patria tierra. Pero deja tu llanto y tus tristes lamentos. Porque
te dirá una cosa,-aunque urge Ia prisa—: A los pretendientes Ios
he matado en nuestros palacios, vengando Ia dolorosa afrenta y
sus malas obras».
Hemos llegado a Ia cumbre de Ia anagnórisis, o mejor dicho, de
Ia manifestación de Ulises. EI poeta Ia ha preparado entrcstiempos
oavanccs: 1."Yohospedc a Ulises.-2. 0 ¿Cuánto tiempohace?—
3.0 Cinco años... Los tres van en avance de negra noche o de nube
negra... hasta exinguirse Ia más íénue luz de Ia esperanza. Entonces
viene cl climax con Ia desconsoladora reacción del anciano que se
c u b r e d e c e n i z a y g i m e y lloradesesperado o desesperanzado yla
conmovedora reacción deI hijo que no pudiendo aguantar más Ie
besa y abraza y Ie dice: *Yo soy, yo mismo, padre, aquel por quien
preguntas>... concentrando cn sí Ias dos corrientes del cariño y
amor hacia el hijo y gratitud aI extraño quc se habían despertado
intensísimas cn el corazón deI anciano. Y para cortar de raíz todo cl
dolor deI anciano y acabar con toda su tragedia interna, no sola-
mente ha vuelto suhijo, sino que ha matado también a todos los pre-
tendientes. ¿Puede haber ya cosa que Ie dé pena? Así ha preparado
el poeta maravillosamente cl contraste y así ha pasado de Ia media
noche al medio día. Pero así como los quc pasan de Ia oscuridad a
Ia Iuz no pueden ver claramente al principio sino que tardan un
poco hasta que se hacen los ojos, así Ie pasó al buen anciano ante
tan grande y tan inesperada noticia.
Lt? anagnórisis.
Por eso Laertes Ie contestó diciendo: ^Si ya eres de veras Ulises,
mi hijo que has venido aquí, dame alguna señal ahora evidente, para
que crea». Está tan cambiado, hace tantotiempo que se fué... que eI
buen anciano no Ie reconoce y pide una señal y una señal mani-
fiesta...
<i;nlonces Ic contesta el m g e n i o s o * U l i s e i : ' L a c i c a l r i / p m i i e i x > e s l a , m i r a l a
con tus ojos, que me hizo en el Parnaso un jabalí con sus blancos dientes cuan-
La idealización de Laertes.
Así termina propiamente Ia anagnorisis de Laertes, y se oye ya
el timbre del cuadro siguiente; «Mucho temo quesevenguen ahora
Y dimc con toda verdad para que yo Io sepa: ¿Lo sabe ya bien Ia
prudente Penélope que has vuelto tú acá f o mandamos un mensa-
jero?-- Y Ie contestó así el tan ocurrente UIises: O anciano, ya Io
sabe, ¿qué tienes tú que preocuparte de esto? Así dijo, y él se sentó
a su vez cn pulido banco. De Ia misma manera !os hijos de Dolio
rodeando al ilustre Ulises Ie daban Ia bienvenida y Ie cogían las
manos, y por orden se iban sentando j u n t o a Dolio, su padre...*
Así termina Ia anagnórisis, con esta puesta de sol vespertino que
se va hundiendo insensiblemente en el mar o en Ia llanura extin-
guiendo paulatinamentesu luz. Todo es delicado y plácido, conesa
placidez de atardecer: Ia llegada dc Dolio ysiis hijos que se quedan
parados al ver a Ulises, las - d u l c e s > palabras de éste invitándolos a
sentarse a comer con él, Ia delicadeza de estar esperando por ellos
para empezar a comer, el cariño y respeto a Ia vez del anciano que
coge Ia mano dc Ulises y Ia besa en Ia muñeca, Ia efusiva felicita-
ción con quc Ie saluda y Ia delicadísima solicitud del buen criado
que enseguida se acuerda de su ama... ¿Lo sabe ya?
Si Ia vieja siciliana recuerda a Euriclea, el viejo Dolio recuerda
a Eumeo, y sus breves intervenciones evocan torrentes de poesía quc
i n u n d a n como en remanso estos últimos jugosísimos versos. Es Ia
última vez que se nombra a P e n e l o p c , y l a i n g e n u a p r e g u n l a d e l
abuelo nos hace evocar también las poeticísimas entrevistas de Uli-
ses con ella. Por eso cuánta poesía encierra aquel solo brevísimo
verso: -ü anciano, ya Io sabe, ¿qué tienes tú quc preocuparte de
eso?» Verso que dijo Uíises con Ia sonrisa cn los labios y Ia grati-
tud cn su corazón....
Finalmente con qué expresión de rayo verde presenta el poeta a
los hijos de Dolio saludando también a Ulises—pero no hablan—y
cogiéndole de Ia mano—pero no se Ia besan y sentándose junto a
su padre... Así se va extinguiendo Ia iuz de Ia anagnórisis: Luz in-
tensísima en Ia de Laertes y Ulises, luz rncnos intensa en Ia de Do-
lio y Ulises. Entre Ia luz intensísima y Ia luz más tenue ha mediado
ía escena de Ia idealización, como para dar tiempo a que se amorti-
guase Ia luz y para separar con elementos de variedad las dos anag-
nórisis conforme a Ia c o s t u m b r e d e I 1 o m e r o , p a r a q u e l a s e g u n d a
no patine sobre Ia primera sino que coja al lector como de nuevo.
Despidámonos ya de esta bellísima anagnórisis final deI poe-
ma. Cinco han sido las anagnórisis: primera Ia deTelémaco, segun-
da Ia de Euriclea, tercera Ia dcl porquerizo y eI boyero, cuarla Ia de
CUAUR(.) TKRCERO
«Oídme ya ahora a mí, ítacenses, Io que voy a decir: Por vuestra cobardía,
amigos, han sucedido estas cosas. Porque no me hicisteis caso a mí, ni a Mentor,
pastor de pueblos, para contener a vuestros hijos en sus locuras. Gran villanía
cometieron con sus libertades indignas, destrozando las haciendas y desconside-
rando Ia esposa de un hombre real. V creían que él ya no iba a volver!... Ahora
ya hágase así: hacedme caso a Io qne digo: No vayamos, no sea que alguno se
encuentre con el mal que se busra^>...
Lu $nlld(l. -Así dijo, pero dIos se levantaron con gian alboroto, más de Ia
mitad. Los otros se quedaron allí reunidos. Mas a Ia mayoiía no les había gusta-
do el consejo de Aliterses, sino que seguían a Eupites. Y enseguida corrieron a
«Entonces Atenas dijo a Zeus Cronióu: O padre uuestro, Cronida, el más al-
to de los que mandan: d i i n e a mí que te pregunto: ¿Qué plan se te oculta alioia
por dentro? ¿Vas a encender otra vez Ia guerra fatal y el t e r r i b l e Fragor de Ia lu-
cha o vas a poner amistad e n t r e ambas partes? Y Zeus amoníouador de nubes
contestó: Hija mía, por qué me preguntas a mí csto y me interrogas? ¿Qué, no
eres tú misma Ia que ideaste este plan, a saber, que Uíises tomase vengau/a de
e l i o s a Ia v u e l t a ? I i a / . como quieras. Y t e v o y a i n d i c a r Io más conveniente.
Puesto que ya se ha vengado de los p r e t e n d i e n t e s e! d i v i n o Ulises, j u r e n uua
paz f i r m e y él reine para siempre y nosotros íes demos olvido de Ia m u e r t e de sus
hijos y hermanos. Y ellos se ameu m u t u a m e n t e como antes, y rique/.a y pa/
abundauíe les sea-. Así d i c i e n d o animó a Atenas a Io que ya autes deseaba, y
bajó de las crestas del Olimpo volando-.