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La belleza se describe comúnmente como una cualidad de los entes que hace que estas sean placenteros de percibir.

Tales entes
pueden incluir paisajes, atardeceres o amaneceres, cielos nocturnos, personas, animales, plantas, obras de arte, etc. Belleza es
una noción abstracta ligada a numerosos aspectos de la existencia humana. La belleza se estudia dentro de la disciplina filosófica
de la estética, además de otras disciplinas como la historia, la sociología y la psicología social. La belleza se define como la
característica de una cosa que a través de una experiencia sensorial (percepción) procura una sensación de placer o un
sentimiento de satisfacción.1 Proviene de manifestaciones tales como la forma, el aspecto visual, el movimiento y el sonido,
aunque también se la asocia, en menor medida, a los sabores y los olores. En esta línea y haciendo hincapié en el aspecto
visual, Tomás de Aquino define lo bello como aquello que agrada a la vista (quae visa placet).2Una dificultad para entender la
belleza se debe al hecho de que tiene aspectos tanto objetivos como subjetivos: es vista como una propiedad de las cosas pero
también como dependiente de la respuesta emocional de los observadores. Se ha argumentado que la capacidad del sujeto
necesaria para percibir y juzgar la belleza, a veces conocida como el "sentido del gusto", puede entrenarse y que los veredictos de
los expertos coinciden a largo plazo. Esto sugeriría que los estándares de validez de los juicios de belleza son intersubjetivos, es
decir, dependientes de un grupo de jueces, en lugar de completamente subjetivos o completamente objetivos. Las concepciones
de la belleza apuntan a captar lo que es esencial en todas las cosas bellas. Las concepciones clásicas definen la belleza en
términos de la relación entre el objeto bello como un todo y sus partes: las partes deben estar en la proporción correcta entre sí y
así componer un todo armonioso integrado. Las concepciones hedonistas incluyen la relación con el placer en la definición de
belleza al sostener que hay una conexión necesaria entre el placer y la belleza, por ejemplo, que para que un objeto sea bello es
necesario que cause placer desinteresado. Otras concepciones incluyen definir los objetos bellos en términos de su valor, de una
actitud amorosa hacia ellos o de su función.

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