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Los chicles son un producto que ha estado presente en nuestra cultura desde

hace siglos. Sin embargo, pocos son conscientes de la cantidad de


contaminación que estos generan. Los chicles están hechos de una goma
sintética que no es biodegradable, lo que significa que pueden permanecer en
el medio ambiente durante mucho tiempo.
Muchos son desechados de forma incorrecta y terminan pegados a suelos,
alcantarillas y, finalmente, en los ríos y océanos. Una vez allí, los chicles pueden
tardar años en descomponerse, lo que causa un grave impacto en el medio
ambiente. Además, los chicles pueden ser confundidos por los animales
terrestres y acuáticos como alimentos, lo que puede causar obstrucciones
intestinales e incluso la muerte.

La mayoría de los chicles modernos contienen una base de goma sintética que
se elabora a partir de materiales derivados del petróleo, como el butadieno y el
estireno. Estos materiales se someten a un proceso de polimerización para
producir una sustancia elástica que se utiliza como base para los chicles.
El veterinario Javier Hermoso de Mendoza Aranda explica que si los animales
ingieren chicle “pueden sufrir problemas digestivos por obstrucción o
intoxicarse por ftalatos, unos compuestos que están presentes en la goma
sintética y ocasionan alteraciones hormonales”.
Es importante que tomemos medidas para reducir la contaminación causada
por los chicles. Una forma de hacerlo es educar a la población sobre la
importancia de no tirar los chicles en la calle.
En definitiva, la contaminación causada por los chicles es un problema real y
grave que debe ser abordado. Todos deberíamos tomar medidas para reducir
nuestro impacto en el medio ambiente, empezando por educarnos sobre la
importancia de no tirar chicles en la calle. Si todos trabajamos juntos, podemos
proteger nuestro planeta y garantizar un futuro más sostenible para las
próximas generaciones.

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