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Fuentes: Rebelión
Si el país no llega al arco contrario tenemos que hacer cambios, aunque sea al
presidente.
-Diego Armando Maradona
Ventana fanoniana
Asomarse y ver que es una ciudad semejante a otra que conocíamos hasta el
aburrimiento, con sus improvisados diseños arquitectónicos, sus líos del tránsito y esa
pátina social de gran aldea y pequeña ciudad. Es Esmeraldas, el nombre portentoso de
este espacio urbano que difiere de recuerdos de conquistas violentas o episodios
fundacionales arbitrarios. Ese nombre ha sido el identificador de un marketing simbólico,
convertido en mineral de una química civilizatoria del Pacífico, muy distinta a esas
antropologías coloniales, porque el territorio se apropió de esa nomenclatura y por siglos
la enarboló como señal preciosa de sus resistencias. Ahora es signo de victimismos
periodísticos (a falta de mejores análisis) y signo de abandono por no se sabe quién. En
todo ello faltan respuestas de la comunidades esmeraldeñas urbanas y rurales. O están
demoradas. Pero hoy es cualquier día de lunes a viernes, casi indistinguibles por las
mismas razones del día anterior, de la semana pasada o del año anterior, por esa
contradicción imposible: animación parecida a inmovilidad. Ahí están, trozos de calles con
sus caminantes tempraneros o las motocicletas petardeando potenciales amenazas. La
ventana no engaña porque es la misma urbe, pero en otro tiempo de crisis. De crisis como
causa y efecto, porque es imposible invisibilizar el altísimo desempleo y esa mínima
estatalidad malhechora. Las muchas carencias populares compensadas con el recorrido
de toda la cancha de la creatividad individual o familiar porque la subsistencia exige. El
epígrafe de Maradona no consuela por nada. Y tampoco perdona el reblandecimiento
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Ecuador de por allá, de esa sociedad mayor (como decía el maestro Juan García) y este
Esmeraldas de acá, nuestro, opaco mineral socio-cultural, por ahora. Es descorazonador
mirar en las paredes esos dibujos de corazones atravesados con flechas, antes fue
simbolismo de amor, pero en esta exactitud temporal cabe extenderlo a esta sensación de
atropello. Y esa melodía preciosa de Sting nos llega como ambiental de bálsamo, como
alquimia sentimental de nuestra contraseña geográfica y mineral. La forma de mi
corazón3, conocemos esa imagen del supuesto recinto de las vainas sublimes, pero como
va este infortunio social más bien es la de una bala que suprime sus brincos. Thank
you, Sting, for perpetuating the shape of peace. En esas horas muertas por las
preocupaciones repasé rutinariamente algunos filmes, entre otros, El profesional,
protagonizada por Jean Reno, Gary Oldman y Natalie Portman, aquella melodía cierra la
película. Los profesionales de esta historia esmeraldeña son unos pibes culicagaos que
presumen de ser sicarios cinematográficos (hitman), frenteros de adrenalina temprana e
hijos de la maldición. Ellos están a las órdenes de unos tales duros de las bandolas que
no les fue difícil tostarle la sesera con la fantasía de poseer poder de vida o muerte (con
un arma) y una motocicleta para presumir de Evel Knievel por estas calles. Y en esta
vorágine son más de 180 personas, asesinadas a balazos, en la ciudad y provincia
esmeraldinas, hasta este jueves 13 de abril de 2023.
Estrategia necropolítica: creación de enemigos oportunos
La ciudadanía como objeto de derechos para personas barriales y parroquiales, en esta
República del Ecuador (casi bicentenaria), está en riesgo cierto. Al menos en Esmeraldas
y más para las comunidades afroecuatorianas, peor aún con estos Gobiernos de la
derecha decimonónica. Esclerótica hasta en sus dichos, hechos y apariencias. (Y no es
un disfraz político). Incluso por fuera del territorio provincial nuestra gente esmeraldeña es
castigada por el karma fatal de la discriminación racial abierta u oculta. Estaba ahí y
vuelve a usarse el retrato lombrosiano sociológico-racial del peligro, las barriadas
maldecidas como marginales, son convertidas en imaginarias calle luna, calle sol4, con
énfasis en “mide bien tus palabras o no vales ni un kilo (centavo)”. El liderazgo
afroecuatoriano se desgañita advirtiendo sobre la repetición de las historias trágicas
(linchamientos y las estúpidas actitudes sospechosas para encarcelar sin más), la
respuesta es la frivolidad de los agentes estatales. Carlos Fernández Liria nos ahorra
palabras: “El ciudadano (ecuatoriano, JME) se define por la independencia civil, por el “no
tener que pedir permiso a otro para existir”5. El metabolismo de la sociedad esmeraldeña,
considerando su diversidad cultural y sus conformaciones históricas, tiene paradigmas y
paradojas. Aquellas comprenden escenarios políticos cambiantes y continuos, desde la
colonización europea hasta este día de malos presagios, se podrían reunir en: procesos
cimarrónicos (anticolonialistas, antirracista y republicanos) seguidos de cambios que no
siempre fueron (o son) raigales; demoras políticas perjudiciales (décadas gobernados por
caciques políticos conservadores) y recuperaciones increíbles (básicamente por el
liderazgo de la izquierda plural). Esta ha sido y es la tierra verde, su nomenclatura
colonialista para geolocalizar el objeto de la angurria, con sus aletargamientos y sus
saltos liberadores de comunidades lideradas por mujeres y hombres anónimos para
siempre en la historiografía ecuatoriana. Esta violencia social producirá y dejará
consecuencias, además de las tragedias familiares, en Esmeraldas. Y en el Ecuador. Los
oráculos del Gobierno de GASLM culpan al narcotráfico en abstracto, sin especificar
grupos promotores del comercio ilegal, origen mafioso y lavanderías del money. ¿O es
que no tienen información creíble? ¿O apenas es un bluf? ¡Vaya usted a saber y
entender! Sin dudas, el clandestinaje comercial de narcóticos también está involucrado en
este revoltijo de violencia social, pero no es todo. En Esmeraldas el entramado
de bans6 tiene su complejidad. Las hay con ramificaciones nacionales o solo establecidas
en barrios de la ciudad; de pocos o muchos miembros; afiliadas e independientes de las
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grandes o pequeños grupos barriales en formación; están aquellas que tienen armamento
considerable y aquellas con pocas armas e inclusive artesanales; unas tienen jefatura
consolidada y otras malandros aprendices de bandulos; están las que territorializan sus
acciones y marcan calavera (amenazas de muerte) a cambio de un pago y las errantes
que atracan en cualquier lugar de la ciudad; y las organizadas como pequeño ejército
matonil con supuestos indómitos, por influencia del cine clase B y el
nivel profesional del killer-gerente. La narrativa del Gobierno de G. Lasso y sus aliados de
ocasión siembran dudas y el embarre se ve venir. Y eso es movida política por medios
perversos, para sostener su telos7 económico de rapiña. Están diseñando un ‘enemigo
político’ manchado de lo que sea. “…en el choque de civilizaciones solo puedes saber
quién eres si sabes a quién odias”, Vandana Shiva comentó este diagnóstico en una
entrevista8, publicada en El Salto, para explicar las ideas de Samuel Huntington.
Cambiando a ‘choque político’ en vez de ‘civilizaciones’ resume el volumen de ideas. Y
continúa: “Así que se creó una política de identidad basada en la negatividad. Tienes que
encontrar enemigos, y el ascenso de la derecha busca enemigos y destruye las
libertades colectivas indivisibles”. Esta violencia social podría servirles a sus propósitos de
absoluta hegemonía política y arranche de los bienes públicos ecuatorianos.
Necroeconomía como resultado de la necropolítica. Axê, Achille Mbembe.
“Los ángeles de Machín”
Me ocurre como lector de otras feroces realidades catalizar una mezcolanza de
sentimientos contradictorios, criterios livianos desde la distancia cómoda y ese balance
antropológico cultural para justificar (o satisfacer la condena) de la violencia social en las
ciudades de otros países. Y si se comenta esas lecturas en grupo, la tertulia compite por
ofrecer soluciones de exterminio despiadado a la carta. Ahora la violencia la tenemos aquí
mismo, en la vereda, junto a la banca del parque, a veces en el umbral de la casa, en el
bus asaltado por unos muchachos gatillos alegres o somos testigos del tiroteo al domicilio
de quienes se la juegan no atendiendo las exigencias de extorsionadores. Vemos mucha
juventud afroecuatoriana torcida. Descarriada. Duele y encabrona escribirlo, pero es así. Y
ya pueden enlistar aquello que se les ocurra a las autoridades estatales desde la atalaya
del cargo inútil o los diagnósticos desdeñosos de la hegemonía social. ¿La culpa como
pedrada? Sí, achaquen a las familias disfuncionales esmeraldeñas (con las madres en el
banquillo de la condena) y a la falta de chalecos blindados en vez de cuadernos y libros
para la niñez escolar. Así lo piensan y así lo proclaman. Así vomita la derecha ecuatoriana
para justificar las catastróficas consecuencias de su gobernanza en Esmeraldas.
¿Sus genialidades? Más de la mismo: patrullajes policiaco-militares que poco resuelven lo
de fondo. Sin embargo, las preguntas están en la punta de la lengua y en la piel de la
necesidad. ¿Qué hay con el desempleo mortal? ¿Y qué con el deterioro del sistema
educativo provincial esmeraldeño? ¿Para cuándo la inversión pública en la ciudad verde?
¿Acaso aquello no es parte del menú de estos problemas? Estas babilonias9 gobernantes
consumen sus falsas delicias: la muchachada lumpezca si no nace se hace por descuido
familiar, a pesar de que tienen todo resuelto. ¡Eso creen como sentencias definitivas!
Ahora sabemos lo que es sentirse “como los ángeles de Machín”10.
Las sombras de cada día
Este opaco cielo invernal de Esmeraldas, en estos días de abril, no tiene nada del color
de ese mineral tan codiciado, mejor habría que asociarlo con la diferenciación social o
racial, porque el andarele cromático habitual del firmamento no soportaría esta hilacha de
realidad adversa. Abril suele tener tardes mezclada de colores húmedos y corridas de
nubes para asegurar la libertad del esplendor vespertino. Es jueves o martes, cada
episodio diario crepuscular tiene su singularidad, un compromiso arcano con el optimismo
comunitario esmeraldeño. A la sociedad de clientis11 de la fresca bendita aún tiene ese
deleite no capturado por la violencia. A esta hora pacífica de tarde silente y a la vez
5
ruidosamente colorida confirma la certeza del Poeta: “El día tiene sombras hacia adentro,
y hay que andarlo, caramba, pisando el corazón abierto en luz. Un ¡ay! Anda rodando por
las calles…”12 Esa opacidad cotidiana es en este hoy, también en los días anteriores y es
innegable en los próximos. Es una percepción personal pesimista, porque la naturaleza
esmeraldina suele transcurrir con su propio currulao. La cambiante escenografía del fondo
de la tarde no distrae del vacío de caminantes impuesto a las calles y a las esquinas de
parla y salmodia rumbera. Aun las canchas tienen ese aire de cementerio imprevisto por
la ausencia de peloteros, basquetbolistas o voleibolistas. Es callado lamento en procesión
por estas calles de Dios. La garúa del fatalismo no escampa en nuestros barrios, además
tiene sus brujos tribales malafesivos. Sin dudas. Los profetas de todas las variantes del
pentecostalismo están en su papayal, aprovechan los efectos anímicos de la violencia
social para decir que esto estaba previsto, en la Biblia, para esta ciudad. (No se ría). La
malos tiempos son buenos para el negocio apocalíptico. El miedo vende porque alguien
compra el reflejo de sus temores. Casi lo predican: “¡resignación, purga del Altísimo!” Hay
que hacer de tripas corazón, para con paciencia responder que el desempleo es sanción
terrenal del Gobierno de GASLM, igual la estampida de médicos de los hospitales, el
empeoramiento de la educación ministerial, ninguna propuesta recreacional a niñez y
juventud esmeraldeñas y que continuará el descenso de matrícula en el bachillerato.
Mientras tanto, el sistema bancario está boyante y se le premia con rebaja de impuestos.
¿Hallaron una huaca en la Plaza Grande de Quito, acaso?
Breves antecedentes del actual gobierno privado indirecto
Disculpen la redundancia para nada viciosa y sí juiciosa. Ahora mismo el Ecuador es el
país del caos institucional absoluto, de una preconcebida ineficiencia gubernamental y del
cuenteo mediático de los medios tradicionales para convertir la devastación social y
político en insólita maravilla ecuatoriana (¿habrá quién crea esas adonadas falsedades?).
Las mafias, pequeñas y grandes, con hambre del verde washingtoniano buscaron y
hallaron su tierra prometida en este desbarajuste. Antes el ambiente político mermaba las
posibilidades de afinque y crecimiento (literalmente: la culpa era de Correa). Hasta que
comenzó el desmadre institucional empujado por el Gobierno del Boltaire, y casi toda la
clase política ecuatoriana de todos los pelajes ideológicos, ahora continúa con este de
GASLM. Las mezcla de circunstancias calamitosas pusieron de cogollo las oportunidades
a los capos mafiosos, quienes elevaron el profesionalismo malvado, ya
son capiruchos (capos + duchos). Esta desmesurada violencia social era efecto previsto
del caos institucional. Nada quedó por fuera o restó crecimiento al hampa multinacional.
Absolutamente nada, desde las series y filmes mistificadores del bandidaje
narcotraficante, pasando por toda una discografía glorificadora, hasta el desobligo social
del conjunto de instituciones estatales ecuatorianas, incluyan la podrición de conciencias y
se tendrá un binomio circunstancial perfecto: laberinto institucional más corrupción
laberíntica. Sí, los buenos servidores públicos son más, pero tienen la peor de las
elecciones: plata o plomo. O como dicen por las calles esmeraldeñas: bola-de-verde o
verde-de-plomo. No hay líneas rojas todas ya fueron cruzadas o se cruzan en los
vecindarios marginalizados. Este jazzman se devuelve a Achille Mbembe y su descripción
del gobierno privado indirecto (del Ecuador). Este de GASLM lo es y trágico para las
barriadas de Guayaquil, Esmeraldas, Machala y más ciudades. “La idea de gobierno
privado indirecto apunta a esa forma de gobierno de la deuda, que desarrolla por fuera
de todo marco institucional una tecnología de la expropiación en países dependientes
económicamente, privatizando lo común y descargando la responsabilidad de todo
mal en los individuos («ha sido vuestra culpa»)” 13.Cualquier parecido con el de
GASLM no es una maldita coincidencia.
Tópico: esa otra tesorería de esa otra nación
6
El tope de violencia social en Esmeraldas correspondiente a estos dos últimos años, 2022
y 2023, aun se explicarían como ciclos crecientes y sucesivos, todos con el dramatismo
de lo inesperado. (“El golpe que no ves venir ese es el que te patarribea”, advertía Angelo
Dundee a Muhammad Ali). Un ciclo se diferencia de otro no solo por la cantidad de
asesinados sino por el avance organizativo de las bandolas, por el conocimiento de la
sociedad esmeraldeña para sus fechorías, por el afincamiento territorial abusivo, por la
improvisación de bandas de pocos miembros que explotan la mala fama de cualquiera de
las más publicitadas, sean los Tigers o Los Lobos, por citar estas dos, o son sus
subsidiarias, podrían ser principiantes o quieren demostrar berraquera a los pesados.
Esta construcción de organicidad criminal no encuentra más resistencia u oposición que la
propia habilidad y audacia del malandrinaje juvenil. No hay contención, prevención o
atención de las instituciones estatales. Nunca mejor dicho: Esmeraldas es ciudad y
provincia periférica. O marginal, según cierta sociología etnocentrista. U olvidada por los
de allá arriba y mal comprendida y atendida por nosotros, mujeres y hombres, de acá
abajo. Y está esa economía clandestina producida por dineros mal habidos o importados
de otros países que los poseedores quieren “¿blanquear?”, “¿lavar?”, “¿legalizar?”
Escojan la denominación en el boquilleo mediático. Nada que no sea conocido por las
conversas, porque barrio chico equivale a infierno grande. No hay mayores dificultades en
transfundir esa papelería verde al sistema circulatorio monetario del Ecuador, apenas se
crean los sistemas callejeros circulatorios, las ofertas de préstamos rápidos y discretos o
las compras y ventas. Y ya. O sea convertirlo en dinero efectivo y afectivo por las
calamidades diarias de la gente y mediante el negocio de lo que sea por trasmano. El
único requisito es la palabra empeñada, un plazo inamovible y un cobrador de áspera
diplomacia. “De algo se ha de vivir”, es la resignación de los enredados.
Resultado de los malos cambios
Han dulcificado la palabra para escamotear lo angustioso de la extorsión alevosa e
innegociable: paga o paga. El precio del abuso descarado no contempla rebaja o
postergación. Vacuna así dulcifican a la extorsión que comienza con una misiva exigiendo
pago por garantía de seguridad no solicitada o por prevención contra ellos mismos,
continúa con disparos a los ventanales si no hay respuesta satisfactoria para los bandidos
y concluye con secuestro y asesinato o la huida precipitada del extorsionado y su familia.
No hay sigilo en la fechoría, para nada, también es un mensaje amenazador al vecindario
para que sepa, y muy bien, cuál podría ser su próximo destino. Esa dulcificación
semántica no oculta la depredación bandidezca ni la neurosis del vecindario. Ese
infortunio de unos lleva una pregunta supersticiosa para otros: “¿cuándo seré yo el
próximo vacunado o la próxima vacunada?” La gente sabe que ya no es el mismo barrio,
aunque lo parezca algo está cambiando para mal, es perceptible, ojalá no sea definitivo
ese cambalache social. Cierra la abarrotería, desaparece la oferta de servicios
elementales, el profesional de relativo éxito huye despavorido después del artificio
explosivo colocado en la puerta de su casa; la calle es mundo de sospechas y se
complica para peor la convivencia. Es triste e incapacitante este tiempo de violencia. No
obstante, hay un creciente rencor popular aún represado, porque los malhechores por
mérito criminal o nerviosismo disparan, asesinan y por sortilegios vuelven más
bravucones. Claro y fuerte, las bandas criminales no son guerrillas ni siquiera se parecen
(carecen de subjetividad ideológica), pero han realizado actuaciones parecidas al atacar
Unidades de Protección Comunitaria (UPC) o enfrentarse a grupos de policías o de
militares. O buscar una inquietante simpatía falseando sus propósitos. Una cosa es
clarísima por más torcidos que sean: son de la vecindad, del barrio, del saludo habitual y
hasta del familiaje simbólico (“primo”, “tío”, “brother”, “hermano” o “ñaño”).
Pesimismo denso e intenso en la provincia verde
7
Bad News Is Coming14 se rotula la plegaria blues de Luther Allison y nos rebaja el hervor
anímico colectivo. Y no se detienen las noticias nefastas, a una mala le sucede otra peor.
Es aguacero detestable que moja sin excepción a los habitantes de barrio adentro y barrio
afuera de Esmeraldas. Es un invierno húmedo y enrojecido, no hay dudas. Hasta los
espacios gentrificados son parte de este diluvio de desgracias. O recordando a Joaquín
Sabina, para este paisaje urbano esmeraldeño, todas las calles tienen esa dejación de
pesada melancolía, porque ese algo cultural y social destacable está perdido o se está
perdiendo en forma irremediable. Este jazzman se ha extraviado de alguna de las “vías
más andadas” (Antonio Preciado dixit), porque no hay pistas confiables para hebras de
optimismo. Los actores de las calles son diferentes pero descargan desquiciadas razones
sobre esta violencia: los predicadores pentecostales culpan a los transeúntes de la
maldad social y claman por arrepentimiento de no sé qué faltas pecaminosas; las señoras
con autoridad aconsejan estar en casa antes de la última hora de la tarde; alguien sugiere
al auditorio involuntario y pensativo responder al terror criminal con el terror policial; Piero
cantaría que “las cosas se cuentan sola, apenas hay que saber mirar”15; el coronel de la
policía equivoca el análisis sociológico responsabilizando a las familias esmeraldeñas de
este desmadre violento; el Gobierno de GASLM y comparsa vuelven al ensalivado ácido:
“la culpa es de Correa”. Los asesinatos continúan en la provincia del color verde, en la
Regla de Osha-Ifá es significado de ‘vida en plenitud’. O sea el verde esmeralda ya es
una ironía en estos tiempos nocivos para nuestras comunidades. Quizás ya estamos en la
estación dolorosa de que “aquí no es bueno el que ayuda sino el que no jode”. Quizás no.
La teoría del caos en Ecuador
En el alto Gobierno ecuatoriano cuatro palabras están a flor de labios: “guerra contra la
delincuencia”. Más o menos la misma charada publicitaria de otros países en iguales
circunstancias y con gobiernos de temperatura ética parecida. Pero el de Quito, Ecuador,
es un enigma: argumenta saber aquello que no sabe y calla la verosimilitud de las
desventuras de la calle. Está emperrado en el ‘narcotráfico’ como la explicación primera y
última de todos los problemas criminales del país. No hay más. Este jazzman también
cree que la “guerra contra el narcotráfico” fue una guerra inventada para joder a
determinados grupos sociales empobrecidos de U. S. A., porque las montañas de dólares
se quedan en los creadores del relato de la “guerra”, los Estados Unidos de América. Acá
abajo se saben las historias y biografías de los narcotraficantes hasta sus apodos, sus
gustos y disgustos, “pero no sabemos nada de sus contrapartes en los Estados Unidos.
La DEA, la CIA, el FBI han hecho un embargo narrativo”16. Los patriarcas de los
Gobiernos de América Latina jamás le vieron “la cara a la verdad” (Gabriel García
Márquez, en El otoño del patriarca) y ahora nos tienen en esta guerra de narrativas como
explica Juan Villoro. “Hay que entender que el combate al narcotráfico es también
una lucha de narrativas, y eso me parece sumamente significativo. En la medida en que
se le achacan a un narcotraficante todos los crímenes, esto puede permitir que otras
personas sigan delinquiendo, con esas mismas características, porque el presunto
culpable ya fue detenido”17. Preciso retrato social y político del Ecuador de estos
momentos. La corriente mediática, adscrita al Gobierno de GASLM, hace la lavandería
cerebral e intenta crear imaginarios por fuera de la calculada indolencia del Gobierno.
Esas redes múltiples de desinformación violentan la verdad de las causas mediante la
espectacularidad del suceso. Embolatar y desfigurar fueron estrategias goebbelianas para
otros propósitos. Desaparecer o darle glamour suficiente al hecho criminal en los espacios
gentrificados, pero detallarlos hasta la náusea si ocurre barrio adentro es abundar solo en
una vaina moral y no en el resultado de las miserias políticas. Unos asesinatos tienen
prensa conmovida hasta el lagrimeo y mientras en otros se consagra la brutalidad del
hecho. Para esa tribu, garante ideológica de privilegios, la violencia viene de allá, de ese
horizonte empobrecido e inmoral, por eso ellos abundan en exigencias de leyes
8
duras, manos duras y autoritarios hombres duros. Los miserables versus “la gente de
bien”, esa es la fantasía ofertada. Un país sobre otros país. Un país llora sus familiares
asesinados y otro cuenta las ganancias económicas de la tragedia. Es la ley de la
mariposa. Cualquier perturbación, por mínima que sea, en un sistema determinista no
lineal, producirá diferencias mayores en sus estados posteriores. Es una apreciación
personal de la teoría del caos. Del caos en el Ecuador, por favor.
Notas:
1 Los condenados de la Tierra, Frantz Fanon, Rosario-Santa Fe-Argentina, Editorial
Último Recurso, 2007, p-37.
2 Canto coral fúnebre y apesadumbrado afropacífico colombo-ecuatoriano.
3 Shape of My Heart, canción de Sting. Su nombre es Gordon Matthew Thomas Sumner,
músico británico.
4 En los barrios de guapos no se vive tranquilo
Mide bien tus palabras o no vales ni un kilo.
Camina pa’lante no mires para el’lao.
Calle Luna, calle Sol, melodía de Willie Colon.
5 La crítica de la economía política en España: un diálogo con Carlos Fernández Liria, de
Álex Álvarez Taylor, publicado en Sin Permiso, del
31/03/2023. https://www.sinpermiso.info/textos/la-critica-de-la-economia-politica-en-
espana-un-dialogo-con-carlos-fernandez-liria
6 Bandas, en el habla de la Nación Rastafari.
7 El propósito o el objetivo de algo, pensado y construido por aquello.
8 El ecofeminismo tiene que ser antifascista, entrevista a Vandana Shiva por Patricia
Reguero Ríos, de El Salto. Tomado de: https://rebelion.org/el-ecofeminismo-tiene-que-ser-
antifascista/
9 ‘La corrupta clase gobernante’, según la Nación Rastafari.
10 Hace referencia a la canción de Joaquín Sabina, Así estoy yo sin ti. “Oscuro como un
túnel sin tren expreso/ Negro como los ángeles de Machín/ Febril como la carta de amor
de un preso”. Hace referencia al compositor cubano Antonio Machín (1903-1977) y su
canción, muy conocida, Angelitos negros.
11 Clase plebeya, proletaria, barriobajera. Elija la semántica abrileña.
12 Poema Guerrero, Antonio Preciado, del libro De sol a sol, Quito, LIBRESA, 1998, p.
116.
13 Entrevista con Achille Mbembe, filósofo camerunés, por Amador Fernández-Savater,
Pablo Lapuente Tiana y Amarela Varela, publicada en eldiario.es, junio, 2016. (Las frases
en negrita corresponden al autor). https://www.eldiario.es/interferencias/achille-mbembe-
brutaliza-resistencia-visceral_132_3941963.html
14 Malas noticias están llegando, de Luther Allison, compositor e intérprete.
15 Las cosas se cuentan solas
Solo hay que saber mirar.
Las cosas se cuentan solas, país,
solo hay que saber mirar.
Versos de la canción Coplas de mi país, de Piero Antonio Franco De Benedictis y José
Tcherkaski.
16 Juan Villoro: «Lo más grave del gobierno de López Obrador es que mucha gente cree
que es la izquierda, lo cual desprestigia este ideario», escrito por Manuel Roche,
publicado en Jot Down. https://www.jotdown.es/2023/04/juan-villoro-entrevista/
17 Juan Villoro, Óp. Cít.
Fuentes: Rebelión - Imagen: Galo Galecio, xilografía de la serie "Bajo la línea del
Ecuador"
«El terror y el asesinato se convierten en medios para llevar a cabo el telos de la Historia
que ya se conoce» [1] (Achille Mbembe)
La otra vez escuchaba estos versos de Hendrix B[6], eran de una canción de la campaña
electoral de Francia Márquez Mina: “Al mediodía el sol salió, la vida al campo al fin volvió,
porque las balas no florecen…” La tarde se agotaba en un lento oscurecimiento, la ciudad
antes parecía renovarse con cada ciclo diurno, pero por estos días y hace bastante
meses, tiene esa sensación de desolación urbana impensable. El desasosiego está en
cualquier conversa, aunque sea de fútbol. Esmeraldas tuvo su tradición vespertina
del sentarse a la fresca, en grupos o el solitario que no podía ser tal porque cada
transeúnte a más del saludo deja algún comentario o un “Dios se lo pague” por algún
apoyo que las buenas almas prefieren olvidar con prontitud. Me gusta esa melodía
electoral afropacífica y aunque las balas no florecen, hay flores en las tumbas de los
cientos de asesinados en los últimos meses en Esmeraldas, sin importar sus causas.
Antes los papeles eran lanzados por las ventanas o metidos por debajo de las puertas
eran los de novios tímidos, aún los hay o quizás siempre los habrá, ahora son mensajes
de muerte de los extorsionadores. Vacunas, las llaman. Hay quien paga hasta donde
puede y luego huye. Hay quien se niega entonces le tirotean la casa, a un familiar o a una
amistad, al final huye. Y estuvieron quienes se negaron de manera radical, ahora están
muertos o sufriendo los efectos de los balazos. El epitafio social y desalmado es “de
repente andaba en cosas raras”. Por eso algunos prefieren enterrar a sus familiares
asesinados, tragarse espeso y áspero el dolor y callar. Y callar. El miedo acorrala, El
llanto de una madre hace más eco que una bala[7]. Por acá, en Esmeraldas, ahora
sabemos el significado de ser acorralado por el miedo. Estar dentro de un estado de
neurosis colectivo. Mientras tanto la gente parecería que se quedó sin respuestas
republicanas, acciones ciudadanas o exigencias políticas al Gobierno nacional para
preservar la vida de mujeres y hombres esmeraldeños. ‘Angustia’ es el nombre del corral
psicológico.
Esmeraldas: tierra de sol
Para estas desdichas sociales autoridades y medios de comunicación se apresuran a un
lenguaje cool idiota, dizque para desacelerar la neurosis popular y prolongada. Los
asesinados son ‘fallecidos’; las masacres son ‘ajustes de cuenta’; la extorsión es vacuna;
y esta es grandiosa: “en pleno centro de la ciudad” o sea que la violencia debería ser
únicamente barrio adentro, en los barrios marginales o en los suburbios sin Dios ni ley. El
racismo está ahí. Se les dificulta hablar de las buenas nuevas de Esmeraldas, pero
gastan cantidad de saliva e imágenes contando con detalles la violencia social. Ya se
sabe, el racismo está en esos detalles. Se está elaborando un lenguaje perpetrador de
culpas y disculpas históricas y perpetuador de la presunción social de la violencia. Ocurrió
en las ciudades de la costa pacífica de Colombia y por acá empieza a repetirse. El
“andaba en vainas raras” del otro lado de la raya, por acá es “en qué cosas andaría”. Y
entonces, ¿qué es la violencia en este momento puntual en Esmeraldas? Una amenaza
cinética constante e indiscernible para la existencia individual y colectiva. Exacto, porque
si no es la vida que se pierde o es arrebatada porque falla el intercambio material exigido
con amenazas, entonces afecta a los componentes fundamentales de toda existencia.
Esa cinesis es tiempo de neurosis colectiva y es tenacidad social para soportar la
ineficiencia del Gobierno de G. Lasso, además comprender el creciente poder engañoso
de las bandas criminales porque parecería que tienen control e impunidad, por sus
acciones más o menos descubiertas. Eso es cinética cultural. Cierto, incomprensión de
aquello que ha sucedido o puede suceder en la puerta de la casa, camino a la abarrotería,
mientras se espera el bus o tomando café en un bar. Esa amenaza es sombra indeseable
y desorganizadora del ánimo. Al final, son los síntomas de muchas y diferentes causas,
pequeñas y grandes, cercanas y lejanas. Neurosis caótica.
Esmeraldas: bella perla a orillas de un mar arrullador
12
El título de provincia marginal poblada por «negros» es una condena histórica, la clase
política esmeraldeña (con pocas excepciones) es inútil a la enésima potencia, Esmeraldas
es la provincia de todos los extractivismos, caída espectacular de la matrícula escolar. Y
en ese contexto, la violencia social. ¿Cómo pudo multiplicarse por cinco la cantidad de
asesinados de 2021 a 2022?
Por otra parte, la administración cotidiana de
este aparato de poder coactivo tiende ahora a la
descentralización y la privatización: de ahí la aparición
de camarillas locales que aprovechan para
enriquecerse ilícitamente y ajustan cuentas personales 1.
Necropolítica, Achille Mbembe.
Escenificación del slum
Violencia insufrible en el Ecuador, pero son dos ciudades que aceleran el récord
necrológico: Guayaquil y Esmeraldas. No es mala suerte ni astros desalineados. O algún
germen alocado en el organismo de alguna gente esmeraldeña, por ahí se cargan con
eso de nuestra “idiosincrasia” o que es “cultural”. Tienen rótulo autoritario de ‘analistas de
no sé qué’ para cosechar grandilocuentes idioteces. Esa sociología cartomántica y de
destino manifiesto solo pone folclor a la tragedia que padece la provincia de Esmeraldas,
con su capital en el ranking de las ciudades a las cuales se recomienda pasar de largo y
aprisa. Esta violencia social no comenzó de repente por un milagro al revés de las
circunstancias geoeconómicas. Mientras en el 2021, se asesinaron unas 81 personas, en
el transcurrir del 2022, ya son más de 430. Equivale a 48,79 por cada 100 000 habitantes.
La media nacional está por los 15,48, es decir, creció tres veces más desde el 2017. Es
violencia social en toda línea, lugar y desesperanza. La explicaciones de las autoridades
gubernamentales dan para desencanto y pesimismo por toneladas; y el capítulo final será
una pronta emigración masiva hacia no se sabe dónde. En la ciudad de Esmeraldas, los
anuncios de Coca Cola o de cigarrillos perdieron ubicuidad frente a los anuncios de “se
vende” o “se alquila”, están por todos lados. Gritan el desánimo con letras cambiadas. Las
tiendas barriales, aparte de las rejas de barrotes de hierro de media pulgada, la atención
tiene el sello de la desconfianza si eres cliente desconocido. El vaya con Dios suena a
final premonitorio en las despedidas y las tardanzas ponen los nervios de punta. Las
noches son de ruidosos motociclistas desaforados o de tiroteos anunciadores de las
trágicas estadísticas. O es el aviso estrepitoso de los dueños del asfalto. Los barrios se
quedan sin peloteros callejeros antes de las seis de la tarde y las conversas en las
esquinas son de otros tiempos mejores. El resguardo obliga para no ser daño colateral.
¡Maldito eufemismo! Hasta las misas son a una hora más temprana y a ritmo medido para
no fallar en el encierro obligado. A las siete de la noche la desolación urbana da para un
alabao larguísimo y existencial. La rabia popular está entripada. Aún.
Slum en estos pésimos tiempos políticos
Son nuestras vidas que únicamente importan a quienes vivimos por acá, en Esmeraldas.
Dolorosa hipérbole, pero ajustada a estos pésimos tiempos políticos del Ecuador.
Yordano2 sugiere cantando: “Oye conciencia mejor te escondes con la paciencia”. Vale
para Esmeraldas, porque joden los del poder cimero y joden los del poder slum. Parece
un viaje interminable, en el cual cada mañana es el comienzo desde el mismo y repetido
punto de partida. ¿Ninguna estructura estatal vio llegar esta violencia social? Si la
respuesta es negativa, entonces se cumple la sentencia de barrio adentro: “sirven para
maldita sea la cosa”. O sí sabían, pero razonaron: “es en Esmeraldas, tierra de negros y
negras”. Entonces, tiene razón el epígrafe de Achille Mbembe. Allá (los que tienen el
15
catalejo político al revés) creen que las siete plagas bíblicas es retórica descuidada. Una
maldición de cumplimiento obligatorio, como predican en los parques esmeraldeños
algunos asesinos de la fe cristiana. Pero hagamos la cuenta de los factores causales:
desempleo como nunca antes, los resultados de aprovechamiento escolar son para la
rabia o el desconsuelo lagrimeado, la inversión pública es goteo insignificante, el título de
provincia marginal es una condena histórica, la clase política esmeraldeña (con las obvias
excepciones) es inútil a la enésima potencia, Esmeraldas es la provincia de todos los
extractivismos (incluya el económico en un país dolarizado), caída espectacular de la
matrícula escolar (al menos 4 de cada 10 adolescentes no estudian el bachillerato). Ahora
sí, la violencia social. La contabilidad no es consecutiva, pero si es combinación
fenomenológica en diferentes proporciones dañinas que sostienen esta violencia. De 81
asesinatos en el 2021 a 430 de este octubre de 2022. Eso es necropolítica. Insisto. O
asesinan por causas que muy pocos saben, salvo una que otra explicación policial que
apenas satisface y más bien aumenta la incertidumbre. ¿Cómo pudo multiplicarse por
cinco la cantidad de asesinados? La mayoría absoluta de los asesinados son jóvenes,
muy jóvenes, de no más de veinte años. Muchos de aquellos son quienes faltaron al
bachillerato. Y ya jamás volverán.
Malos cambios formaron este slum
La descripción musical de otras geografías sociales urbanas de las Américas, no por falta
de nuestros propios y buenos análisis con frases y cifras, describen a Esmeraldas; a esas
canciones, reminiscences of blues, se las escucha como complemento emocional o
quizás como fastidioso pesimismo porque a esta ferocidad social la sentimos empautada
y de complicadísimo retorno a los perdidos años de paz. Empacha la abundancia de
razones, todas válidas y todas advertidas a los Gobiernos ecuatorianos hasta que ocurrió
esta catástrofe social. Y ahora mismo se sufre con asesinatos a velocidad despiadada.
Los límites, para respetar la vida de cualquiera de nosotros y nosotras, son lejanos. “Oiga
señor si usted quiere su vida, evitar es mejor o la tiene perdida”, advierte Willie Colon, con
la voz prestada de Héctor Lavoe, suena muy cercano y para ya mismo. Aunque el cabreo
por el encierro preventivo se domestica escuchando Esto es América de Franco de Vita y
este verso profético: “no es solo Beverly Hills y las estrellas de cine ni las películas de
guerra que nos ponen a diario, esa película que abajo la tenemos en vivo, basta salir a la
cancha a ver si regresas vivo”. Es melodía se titula: Esto es América. O
sea slum antiguamente verde. O esta advertencia de Rubén Blades: cuida’o en el barrio,
cuida’o en la acera, cuida’o en la calle, cuida’o donde quiera… Y así se continúa con
Yordano, Gabylonia, Promedio 20 para quedarse con Herencia de Timbiquí. Estos versos
aplican para la realidad colombiana y para la nuestra: “Y como consecuencia de esos
malos cambios, en nuestro paraíso se acabó la paz”. La paz se consumió a tiro limpio.
Tragedias en ambos lados de la raya (frontera colombo-ecuatoriana) fue el resultado de
cambios desastrosos con el repetido discurso del progreso. El hermano Begner Vásquez
Angulo describió la tragedia de las comunidades afrocolombianas y de rebote estético
también describe aquella que padecen las nuestras. “Esos malos cambios” que acabaron
con la paz ecuatoriana y esmeraldeña fueron empujados por el clan agrio que gobernó al
Ecuador el último lustro y aún gobierna. Por desgracia, aún.
Beats mortales del slum
La violencia social perturba “la ternura de las cosas conocidas” 3, apreciadas y vividas, en
estas geografías urbanas de todos los sentimientos. Son nuestras barriadas con sus
antiguos nombres que resumen historias y beat4 cultural. La longitud ribereña del río
Esmeraldas, totalmente urbanizada con nombres dispares como Arenal, Puerto
Limón o Santa Martha (antes muy bien llamado El Pampón); o los barrios de las zonas
altas: Mina de Piedra, Barrio Lindo o Guacharaca. La mayoría de sus habitantes son
jovencísimos y el curso acelerado para ser tiguerón, chone-killer o gangster es impartido
16
apelando a la subjetividad casi palpable del ‘futuro negado’ más el descalabro absoluto de
todos los niveles (local, provincial y nacional) del Estado ecuatoriano. Futuro negado es
cualquier explicación al destino de estas vidas jóvenes de rumbo desacertado y mortal en
doble vía, para ellos y para la víctima circunstancial. Ausencia de Estado es el peso
muerto del estancamiento desocupacional, educacional y emocional.
Juventud underdog revirada a las difusas y bien publicitadas opciones, ofertadas en vano
por las instituciones estatales; del nivel territorial que sean. La inteligencia emocional de
estos jóvenes es artimaña para ser la fiera más temida del vecindario primero y de la
ciudad en ruta criminal progresiva. Después ya se verá hasta donde alcanza la vida. La
probabilidad del abuso físico en cualquier lugar público, para el despojo, desgasta
el swing emocional cooperativo en nuestras comunidades urbanas esmeraldeñas,
devolviendo las conversaciones a unas nostalgias que, por la intención del tono voz,
parecería haber transcurrido una largura imprecisa de décadas. El pasado de pocas
acciones dañinas se convierte en ideal: “¡antes esto no ocurría…!”. Frase que refuerza el
descrédito y perjudica el buen deseo. El principal componente del ruido urbano es el
petardeo incesante de las motocicletas, de noche crece el mal presagio. Jóvenes
importadores, vía cinematografía basura, de costumbres de otras realidades convalidando
hasta el menosprecio a la vida, no interesa si es la propia o la de los demás. Jóvenes sin
revalidar su provenir, todo es ahora sin el nunca, porque siempre es el ‘ahora’. Por ahí
andan, exhibiendo un poder otorgado por el temor y la preocupación ciudadanas. Son
centenares (o quizás miles, en perspectiva) de jóvenes en sus ruidosas motocicletas,
gorras de pelotero, bravuconería de malos del solar que, por una distorsión romántica, se
convierten en buenos malvados. Mejor dicho sicarius. Ese es el genérico: sicario. Son
respetados y odiados al braveo de la 9 mm o la mini uzi. También fusiles AR-15 o de otra
signatura. Más actúan que exigen, en el desvalijamiento apresurado, la colaboración es la
diferencia mínima entre un balazo mortal y el lamento resignado por la pérdida. ¿Quiénes
son los jefes de estos jóvenes? ¿Cuándo comenzaron a organizar esta pesadilla?
¿Cuántos realmente son? Ni siquiera la Policía Nacional sabe algo de este entramado
criminal, sus oficinas de ¿inteligencia? están tan desinteligenciadas que sirven para nada.
¡Qué fallo!
Agarrar al diablo por el rabo en el slum
Por ahora, hay más preguntas que respuestas. ¿Cuándo fue que esta juventud
esmeraldeña agarró al diablo por el rabo? ¿Cuándo fue que la barriada juvenil pasó de
estado chilling imperfecto al heat up funesto? Y de yerba buena a yerba mala, ¿en qué
tiempo? No fue en 100 horas como la broma necia de aquel candidato e infortunado
presidente de la República después. Ahora mismo, por cierto. La violencia no comenzó el
27 de enero de 2018, con el atentado en el cuartel de la policía, en San Lorenzo del
Pailón; el asesinato de los periodistas de Diario El Comercio, en marzo del 2018; y el
asesinato de tres militares ecuatorianos, en abril del 2018, en la zona fronteriza con
Colombia. No por repetida esta información esa evaluación es incorrecta. La violencia
mordió, fuerte y voraz, a Esmeraldas, por el norte de la provincia, comenzó, quizás a
mediados de la década de los ’90 del siglo pasado. El extractivismo más o menos pacífico
de siglos escaló en violencia, expulsión del territorio de la gente negra hacia cualquier
lugar del país, reforzó la desorganización social orientada a impedir respuestas
cimarronas, malvadas alianzas de las instituciones estatales con mineros y palmicultores
en el despojo territorial individual y comunitario y si no era suficiente, los asesinatos de
líderes. El empobrecimiento acelerado, deliberado y preparado con acción y devoción al
racismo. O sea la ideología del capitalismo. El racismo es productor de violencia y según
la resistencia sube en la escala mortal.
El extractivismo mutó a extrahección. Eduardo Gudynas la definió: “La extrahección es
cuando el proceso extractivista envuelve violación de derechos y violencia contra los
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seres humanos que habitan en las comunidades afectadas”5. De esa violencia apenas se
informó en los medios informativos ecuatorianos privados, con alguna excepción y como
pedrada a la luna. Ningún canal de televisión, inclusive los públicos, cuando los hubo.
Silencio. Absoluto silencio. Al revés, la tribu de etnógrafos, etnólogos, sociólogos,
antropólogos y demás expertos en negritud e indigenismo desembarcaba a explicarnos
“nuestra pobreza”. Y tras la tribu de logos la “cooperación internacional para del
desarrollo”. Pero también llegaron aquellos y aquellas, de otras provincias y de otros
países, que estudiaron, supieron y difundieron en cuanto foro social o académico les fue
posible, la violencia operativa de los racismos histórico y ambiental para destruir a las
comunidades afroecuatorianas. Arriesgaron sus vidas por algo que parece sencillo: la
solidaridad militante.
De esmeralda con oro a slum
Un día de aquellos, a finales de los años 90 del siglo pasado, la gente de las
comunidades negras del norte esmeraldeño oscureció con una realidad y amaneció con
otra muy distinta. Se dice suave, pero fue (aún lo es) trágico para miles de personas. El
territorio ancestral gestionado por mujeres y hombres, sin las angurrias capitalistas y más
bien con la prevención ecológica de propietario transitorio, se volvió crucigrama de
complicados intereses para repetir la historia de la Ecuadorian Land Company Limited,
aquella vez (a mediados del siglo XIX) se habló de “terrenos baldíos” cedidos para pagar
a Inglaterra la deuda de la independencia, en la parte que le correspondió a la recién
nacida República del Ecuador. Ahora por el engaño cómplice del Estado ecuatoriano o por
el abuso de bandidos de hablar extraño eran convertidos en territorios yermos poblados
por seres invisibles. Y ocurrió que metieron a las comunidades en laberintos de tribunales
que hacían cosas higiénicas con las leyes, trajeron abogados que hasta desconocían la
toponimia esmeraldeña en disputa, aquellos confundían todo pero ganaban pleitos;
empresas palmicultoras con engañosos anglicismos e inesperados dueños alevosos
(recién llegados, por cierto) de antiguos y nuevos lavaderos de oro de las comunidades
negras. Y si el cimarronismo pasaba de tibio a radical, entonces sacaban lo malafesivo de
la ideología de la piel y acarreaban colonos de otras provincias para “que trabajaran la
tierra”. El goteo mortal fue lento, con dolientes sin tener adónde acudir, porque los
matarifes eran fantasmas que no hacían buuuu sino ¡bang, bang! De ese despojo
Julianne A. Hazlewood escribió: “(usan) un sistema de asesinos a sueldo que amenazan
con violencia e incluso con la muerte a gente que se rehúsa a vender sus tierras; […] 6” Y
si la resistencia se fortalecía, afinaban la perversidad: “(prestan) dinero a través de grupos
armados ilegales –que la gente local rumora son paramilitares y/o Águilas Negras de
Colombia, asociados con el narcotráfico y lavado de dinero a través de las plantaciones
de palma aceitera- quienes se apropian de tierras de gente que no pudo pagar sus
deudas”7. Jamás se informó al país sobre esta tragedia de las comunidades negras e
indígenas de Esmeraldas. Jamás supieron de este despojo violento. Y no es raro que así
hay ocurrido, por favor.
Antecedentes históricos del slum
Los Mau Mau después de unos cuantos enfrentamientos con otras pandillas urbanas en
ciernes o grupos estudiantiles radicalizados quedaron para leyenda urbana, fue a finales
de los 70 del siglo pasado. A mediados de los 90, volvieron las pandillas, pero esta vez sí
hubo asesinatos sin que hasta ahora se sepa cuántos jóvenes perecieron en
enfrentamientos, en venganzas insólitas, en negativas de asaltados a entregar bienes o
porque empezaron a disputarse áreas barriales a tiro limpio. También ocurrieron
muertes misteriosas de algunos líderes potenciales o bandidos juveniles que empezaron a
faenar por la libre. ¿Quién los mató? Nunca se sabrá, aunque hay la sospecha. La
provincia, en especial su capital, padecía el peor y más largo desastre institucional de sus
gobiernos locales. En los municipios se alternaban alcaldes del desaparecido partido
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roldosista y del partido socialcristiano, pero juntos no hacía ni medio malo. Parafraseando
al hermano Tego Calderón: “eran un chin de nada”. Entre 1997 y 1998, parecía que el fin
del mundo había comenzado por la ciudad de Esmeraldas: las calles como superficie
lunar por la cantidad inverosímil de cráteres y atestadas de basura que se recogía casi
nunca, el desempleo altísimo e irremediable, lluvias interminables que dejaban a la ciudad
como una Venecia de desagrado por la pestilencia del colapsado sistema de
alcantarillado, el catastrófico fenómeno de El Niño con múltiples deslizamientos de
laderas y destrucción de viviendas, ocurrió el incendio de largura kilométrica por rotura a
la vez del oleoducto y poliducto con decenas de muertos (la ciudad carecía de organismos
de respuestas a emergencias) y comenzó la formación de grupos juveniles violentos.
¡Qué escenario político y social el de aquella década! Esta violencia social del 2021 y
2022 es por causas históricas que antes fueron aliviadas en sus asperezas más
perniciosas, atenuadas e inclusive en proceso de reducción a un mínimo controlable. Por
gestiones oportunas desde diferentes niveles del Estado ecuatoriano. A mediados del año
2000 asume la alcaldía Ernesto Estupiñán Quintero y con la valiosa contribución del
obispo Eugenio Arellano Fernández revirtieron una situación que ya empezaba a ser
incontrolable. El primero con ofertas ciertas de empleo a cientos de jóvenes de las
barriadas y el segundo con un trabajo social casi incansable. Más adelante la inversión en
obra pública del presidente Rafael Correa contribuyó a voltear la página. Y pudo ser
definitiva, pero llegó la plaga neoliberal del 2018 para acá y de vuelta al abismo. Y por ahí
rumbo al desbarrancadero.
Notas:
1 Necropolítica, Achille Mbembe, España, Editorial Melusina, S. L., 2011, p. 95.
2 Nombre artístico del cantante ítalo-venezolano Giordano Di Marzo Migani. La referencia
es a Por estas calles, compuesta y catada por Yordano.
3 David Remnick, Rey del mundo, biografía sobre Muhammad Ali, p. 195.
4 Golpe o pulsación que marca el ritmo de todo el grupo musical. También es sinónimo del
tempo y, en ocasiones, del swing. Buen beat significa tener buen ritmo, en el jazz.
5 Del «extractivismo económico» al «extractivismo epistémico» y al «extractivismo
ontológico»: una forma
destructiva de conocer, ser y estar en el mundo, Ramón Grosfoguel, Tabula Rasa. Bogotá
– Colombia, No.24: 123-143, enero-junio 2016, p. 123.
6 Más allá de la crisis económica: CO2lonialismo y geografías de esperanza, Julianne A.
Hazlewood, Íconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 36, Quito, enero 2010, pp. 81-95
© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador. Cita de la
página 89.
7 Op. Cit., p. 89-90.
¿Pero qué es un slum? La primera definición publicada fue acuñada por el presidiario y
escritor James Hardy Vaux, que en 1812 escribió el Vocabulary of the Flash
Language donde es sinónimo de tráfico (racket) o comercio ilegal (criminal trade)1
tierra. Nosotros sabemos que eso lo dicen los que nos miran desde afuera, pero sin
vernos. En cambio, nosotros estamos seguros que el verde de Esmeraldas es el resultado
de unas filosofías, el producto de unas doctrinas, la suma de un conjunto de prácticas
culturales que se cumplen, se obedecen, …”4 Por estos meses han violentado el verde a
sangre.
Slum: entre compasión y vainas raras
Por estos tiempos de sustos urbanos, este jazzman lo piensa bien bonito si no estaremos
ya en punto problemático de que En los barrios de guapos no se vive tranquilo. Mide bien
tus palabras o no vales ni un kilo5. Cada asesinado tiene o tenía su mala vida, se resume
con una pregunta malafesiva: “¿en qué vainas raras andaría?” Y son cientos los
asesinados contabilizados. Acaso, ¿todos andarían en vainas raras? ¿Es así para todos
matados? No, no es así, están los asesinados porque no aceptaron la paga extorsiva,
porque les salió el cimarrón puntual a la hora del asalto, están quienes impidieron el
abuso pandillero en su calle, quienes estuvieron en el sitio y momento equivocados,
quienes son llamados víctimas colaterales y muchos casos trágicos que no se saben. Y
claro, están quienes andan torcidos, aquello que buscan encuentran. Por estas calles la
compasión ya no aparece, presagio cantado por Yordano. A veces sí. Hay una frase que
se escurre por ahí: “reseteo social”. Sin definición propicia, solo dicha como contribución
al aguaje palabrero inoperante de las autoridades de todos los niveles del Estado
ecuatoriano. O la escucharon por allá y creen que sirve para apaciguar angustias. ¿Qué
es eso de reseteo social en Esmeraldas? ¿Más empleo? ¿Mejor educación pública?
¿Unas autoridades locales y provinciales que sean más o menos aquello que deberían
deben ser? Es innegables que es necesario el recomenzar político para avanzar a una
paz social; es ‘para ayer’, dicen los gerentes efectistas. Pero sin olvidar o ignorar que se
perdieron los desafíos sociales de la provincia y ciudad de Esmeraldas por nuestros
errores políticos como ciudadanía, en la ruta etimológica de nuestras comunidades
urbanas y no digamos de la subalterna clase política situada en Esmeraldas (no
esmeraldeña, por favor). Po-lí-ti-ca. Afirmativo, Πολιτικά o sea asuntos de la ciudad.
Cuestión de la ciudadanía de Esmeraldas más que de las espelmas chorreantes y las
invocaciones por la paz, sin ignorar su validez catártica, pero sin ningún efecto po-lí-ti-co
en la provincia y en la ciudad. Cabe, entonces, un malhaya nostálgico: ¡es notoria la
ausencia de tirapiedras clásicos!
Rabia y caligueva en el slum
El miedo colectivo a ese enemigo inidentificado favorece el victimismo popular. Las
preocupaciones son en voz alta y se previene a los acelerados para que no se gradúen de
héroes. Sí, pero muertos, más exactamente, asesinados. Cuando algún encorbatado
boquisuelto habla de “guerra a la delincuencia” o “narco-delincuencia”. Algunos sueltan
palabrotas de inconformidad, este jazzman se incluye. Los frentes de esa “guerra” pasan
exactamente por la vereda de nuestras viviendas, por las canchas y parques, por las
unidades educativas, por las unidades de policía comunitaria (upc) y hasta por las
iglesias. En las calles de mi ciudad, peor si están desoladas, todos y todas somos
‘malhechores’ (mientras no se pruebe lo contrario), desconfianza es el principal
contaminante social, hasta donde alcanza la vista y no se ve una puerta salvadora si esa
fuera la necesidad urgente, ni siquiera la abarrotería barrial es refugio salvador por la reja
de hierro, el swing esmeraldeño de otros años está arruinado. Duele en el alma admitirlo,
pero no caben los cununeos y tuntuneos del silencio.
Las autoridades, sin importar el horóscopo partidista y los grados de ineptitud clamorosa o
la carencia de vocación de servicio público, exigen que no se comente nada de estos
tiempos violentos, porque ahuyenta el turismo y se complica aún más la economía local.
Shsss, amagan desesperarse. De acuerdo, pero, ¿cómo nos hacemos los desentendidos
si rabia y caligüeva (o al revés) están justo ahí, en la punta de la lengua? Carajo, ¿no
22
hablar de la noche significa que no hay oscuridad? Son esas boberías tribales del
otoñal régimen del encuentro. Y sus contagios. Ya saben, piden carabelas de
inversionistas en los puertos de palos internacionales y esta clase gobernante tiene la
guita a veinte mil leguas de viaje en avión. Igual es por acá. Hasta el turismo urbano va
muy poco a Las Palmas o a las playas cantonales. La ineficiencia de los niveles de
gobierno instala en Esmeraldas ese desconsuelo de la derrota irremediable: “pudo ser
peor”. Dicen.
Ciudad abandonada simbólicamente
Año 2022, hasta esta fecha son once meses de incertidumbres colectivas. En las
interpretaciones cabalísticas de la gente de tabaco curao y lecturas enrevesadas de
naipes es un año muy malo. Malísimo para la menguante ciudad esmeraldas. Está en
crisis el histórico feng shui cultural jalador de turistas por buenas vibras sandungueras.
Pero estas líneas comenzaron a escribirse un lunes octubrino presionado por los estragos
emocionales de las semanas anteriores y el distante final por los mensajes inconsistentes
del Gobierno. Esta ciudad asombra por su pacífica apariencia: calles desoladas, bien
iluminadas, si aquello no bastara una luna, sin estorbos de nubes, impera en un cielo que
parece distinto aunque es el mismo de todas las noches urbanas. Ni un alma en las
calles. Resignación es el nombre de quietud. Se cumple el toque de queda sin acuerdo
previo y con el rigor inconfeso del temor. De repente, el petardeo de las motocicletas o el
rumor de algún carro a velocidad peligrosa perturban el espeso silencio. Sí, ya son meses
de esta impensable imposición jamás decretada por alguna ubicua autoridad invisible, son
muchos los inconformes pero la mortandad criminal obliga a la prudencia del encierro
temprano. La arruinada economía local presiona a creer ahí donde más se padece en una
súbita coyuntura milagrosa para muchas familias esmeraldeñas. Me recuerda la melodía
de Eric Clapton, Tears in heaven6. “Más allá de la puerta, hay paz, estoy seguro, y sé que
no habrá más lágrimas en el cielo”7. El drama tiene sus canciones, parecen escritas para
cualquier día de estos recién vivido. Es cierto el acertijo de Joaquín Sabina: “porque el
amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren” 8. Todas las odas
discursivas de amor por la ciudad y provincia de Esmeraldas ahora la están
desmoronando sentimentalmente Casa Adentro. Al menos en el reconcomio cultural y
existencial. Y se quiebra hasta en esos mínimos cívicos simbólicos. La pomposidad
amorosa de los discursos políticos es vacía. Vacía y sin fondo. Está ciudad fue vaciada de
toda referencia histórica por el conjunto de sus autoridades en los últimos lustros, en este
presente de dificultades no hay ese algo emblemático asible. Ese signo, imagen o
representación que prodigue el ánimo de la ciudadanía. Queja + resignación. En esta
ciudad esmeralda jamás se iza una sola bandera provincial ni siquiera en los edificios
públicos; escolares y colegiales saben más de lejanías que de aquello que tienen a un
jeme de la nariz. Si la ciudadanía también es una construcción cultural, además de
política, entonces ya se sabe el destino. Pero lo aquí escrito es solo el botón falta la
camisa. Ahí están las rasgaduras y los parches que determinan nuestra ciudadanía en
crisis. En la tercera década del siglo XXI malvivimos una ciudadanía restringida a un
territorio mínimo y riesgoso. La ciudad es territorio comanche, el guiño es a Arturo Pérez-
Reverte, pero en versión propia. ¿Es recuperable nuestro derecho a la paz total? Por
ahora es solo un quejumbroso deseo colectivo. Los vaivenes retóricos solo obtienen más
de lo mismo. Intranquilidad. Angustia. Rabia. Las seis de la tarde es límite del día y para
habitar el espacio público.
La plusvalía de la incertidumbre en ciudad esmeralda
La violencia o la paz del territorio esmeralda se origina, según aquello que se quiera, en la
economía con los adjetivos que sean. Aquellas otras explicaciones sobre este periodo
violento corresponden al folclor idiota provenientes del racismo, díganlas quienes las
digan, sean caciques académicos o picos de oro mediáticos. Entienda, señor Gobierno,
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es el flujo de dinero y cuánto de ese flujo reduce el desasosiego familiar en las barriadas
esmeraldeñas, rebaja tensiones sociales por el goteo de posibilidades para la población
esmeraldeña y apacigua la insolvencia perpetua de quienes quieren pero la tienen
imposible. La ciudad esmeralda es de tamaño medio, hay distanciamientos considerables
entre los extremos norte y sur, a lo ancho es el quebradero geológico y la trepada a las
lomas donde están los barrios altos. Es más bien una ciudad de geografía harto irregular y
alargada. Con unas cifras sociales y económicas de pavor. La pobreza por ingresos es del
52,9 % y la extrema pobreza es del 25.3 %9. ¿Allá en el alto Gobierno ecuatoriano alguien
se preocupa por eso? (¡Qué pregunta necia!) ¿Sabían que la oferta de transporte público
supera la demanda, en la ciudad esmeralda? Hay buses, busetas para escolares y
empleados, taxis cooperados e informales, camionetas y rapid-motos; además está
el delivery. Cada posibilidad comercial o de servicios tiene decenas de ofertantes en
competencia porque no hay otra, incluyendo la simple venta de golosinas. La ciudad
esmeralda involuciona a slum, no es ‘cultural’, es el dinero circulante escaso en la clásica
oferta y demanda del capitalismo disfuncional. El flujo de dinero, cuando hay y es lícito, es
un lento goteo para disputa y quienes no quieren ese diario de arranche laboral o se
hartan de suplicar su oferta, buscan rutas menos legales y encuentran aquello que
buscan: un patrón. Los patrones son quienes tienen los fierros y los prestan o alquilan
para faenar al prójimo en calles, abarrotes, restaurantes, bares o convertir celebraciones
sociales en miedosa gritería. Ellos organizan el miedo urbano, vespertino y nocturno,
convirtiéndolo en plusvalía de rapiña. Es imitación a destiempo del condado
de Manhattan, descrito por Henry Fiol. Pero en esta es versión: “…donde perro come
perro y por cualquier chuchería te matan”. La otra delincuencia, la de más arriba en la
escala económica y social ecuatoriana, llamada (por algo será) de cuello blanco hace más
o menos lo mismo, pero con otro libreto partidista.
De vuelta a los años ’90 del siglo pasado
¿Cómo definir ghetto para ciudad esmeralda? Cualquier definición en estas circunstancias
se distancia de las repetidas para otras realidades. Está en la percepción de la ciudadanía
del territorio esmeraldeño afectada por las actuaciones inhábiles e ineficaces de todos los
niveles de Gobierno. Acaso son sus equivalencias reflexivas, las tragedias sociales
padecidas y la indignación popular aún controlada para el tránsito a slum. O al revés es el
reciclaje del partidismo político aciago para la gente esmeraldeña, por su dependencia
viciosa de las oligarquías de los dos polos económicos ecuatorianos. Bipolaridad histórica
y nefasta para Esmeraldas. La estrategia de culpar a la víctima es ideológica y es un
ejercicio despolitizante de los mismos grupos dueños del partidismo local esmeraldeño.
¿Quiénes gobiernan realmente los cantones y la provincia? ¿A qué poderes externos
políticos y empresariales responden sus ejecutorias? Simple y sencillo de saber. (Nuestro
respeto a las excepciones que las hubo y las hay). Y así hemos llegado a este descalabro
económico y social, peor que el de los años ’90 del siglo pasado. Un país adrede a la
deriva y la provincia en ruta de colisión continua con el iceberg delincuencial. El territorio
provincial es mercado para la extorsión de cualquiera sin importar su nivel de ingresos,
territorio franco para trasladar narcóticos y mano de obra para el control territorial (sin
importar el tamaño). Y el lavado del dinero sucio acercan a las economías legales e
ilegales en el territorio esmeralda, por los operativos financieros que sean; hay
habladurías de no sé qué. Vale repetir: el ejercicio del poder violento es económico y el
control político es discreto. Hay un run-run-run… El control abusivo convierte a los jefes
bandidos en gravitantes autoridades clandestinas que piratean la dinámica económica de
barrios (territorios), sectores comerciales y ofertas de diferentes servicios. La amenaza y
la aplicación expedita de actos violentos son ejes del dominio emocional colectivo. Ya se
sabe: el poder violento del bandidaje organizado controvirtiendo al monopolio de la fuerza
dominante del Estado ecuatoriano.
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