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aludiendo también a Nietzscbe o a Hegel o a Kant.

Es decir, los pares


y los referentes son singularmente filósofos o pensadores que han
li
abierto el horizonte histórico y que antes o ahora nos han obligado a
hacer explícitos nue-stros esquemas y fundamentos. No se trata de
invocar la filosofia de la histQria, sino de obligar al hiswriador a ave-
liguar qué filoso:fa de la misma emplea explicita o implicitamente. DE INGLATERRA A FRANCIA
La segunda cuestión significativa de ese diagnóstico es el peso cre-
ciente que en los esludios actuales tiene la dimensión na.'Tativa, la
conciencia dei a ue se oõlíga el mvestigador al operar con teX-
tos y ai ordenarsúitácÍicamente esas pala ras, r e a trama ue
presenLación req ·ere. o no signi ca necesanamente que histo-
na y novela coinc1dan o se confundan, como Hayden White llega a
soslener y como Munslow destaca. No es eso lo que nos interesa aho-
ra, lo que nos importa es la operacíón narrativa a que se enfrentan los
historiadores de hoy al volver a tratar su material en términos pro-
piamente textuales, haciéndose conscientes de las convenciones que
rigen la puesta en orden de los documentos y la p resentación de la GENERACIONES DE EUROPA
obra histórica. La tercera cuestión que, finalmente, destaca en la intro-
d ucción de Munslow es el peso dado a la historia culturaL Como hemos podido observar, el objeto de esta reconstrucción Y
Esta especialidad, dice nuestro autor, regresa, pero con nuevas de este ensayo es un grupo de historiadores que, de entrada,
formas, con nuevos supuestos, con nuevos oficiantes. Es ésta una his- ser extraordinariamente heterogêneo: un británico, dos norteamenca-
teria cultural en la que se registran todos esos cambios que hemos nos, un italiano y un francês. Parece, pues, que ta1es
mencionado: la conciencia de los recursos epistemológicos, la rele- geográficas, tan d istantes, podrían dificultar una comprens1on cohe-
vancia prestada a lo narrativo no como omamento ·sino como herra- rente de todos eUos. Sin embargo, como advertíamos, hemos supues-
mienta para ordenar y dar significado. Pero, sobre lodo, en lo que to que existe un colegio invisible en el que se desarrolla esta histeria
ahora nos imeresa, Munslow coincide, en este caso, con la hipótesis 'cultural. Había unos indícios mírumos, extraídos de! presente, que
que sostenemos: frente a la selva, frente a la retahíla de objetos cul- nos permitían mantener fundadamente esta suposición .. De.l_o que se
turales innumerables y peligrosamente irrelevantes, propone unas trata ah6ra es de rastrear el recorrido que lleva a la const.Itucwn de ese
pocas lecturas provechosas. Propone una selección de.textos con que grupo, sin, por otra parte, suponerles a sus miembros más
completar su brevísimo diagnóstico, unos textos que van de Burke a que las que podamos documentar. En ningún caso 9ueremos engue-
Ginzburg, de Damton a Chartier, apelando igualmente al ejemplo tarlos como si fueran pertenecientes a una generac1ón concreta, u?a
pionero de Natalie Zemon Davis. Ésa es la red, ése es el espacio pro- oeneración entendida ai modo orteguiano o a la manera en que la h1s-
piamente virtual sobre e! que etigir los fundamentos de la histeria iritelectual o llteraria a a concebido. Eso significa que si emplea-
cultural que viene haciéndose desde hace tres décadas, ésos son los mos dicba voz )Q hacemos en un sentido puramente cronológico o
autores que han dictaminado acerca de los objetos relevantes. De descriptivo, como una cohorte, como un grupo gue integra de mane-
hecho, consideramos este aspecto tan importante que, a lo largo de ra flexible a individues de edad próxima._Si no lo hiciéramos así .se
las páginas succsi,·as, procuraremos mostrar cómo esos temas se nos podría reprochar justamente que sus SUS
incorporao en el seno de la disciplina y cómo ellos los tratan y los tintas tradiciones y sus diferentes trayectonas mvahdan esa aproxJ-
presentan, compartiendo o no sus supuestos y las consecuencias que mación. Siendo, pues, conscientes de todo ello, partiremos de esa
de todo esto se derívan. variedad que los separa para reconstruir el espacio al. .lle-
gan, físico o intelectual, y para adentramos e n ese colcgw mvlS!ble
en el gue finalmente ingresan. .
Senalaba Peter Burke en «Los íntelectuales, un csboz.o de retrato
coléctivoy, que uno de los métodos obvios que hay para abordar e! tema

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consiste en hablar.sobre. ellugar gue aquéllos en ·Ja historia. Es sobre todo el relato de Cm·lo Levi titulado Cristo se par6 en. Éboli.
decir, aftadía con una expresión remotamente nieLZscheana, no tenemos evocación de su propia vivencia como deportado en e! Mezzogiomo
esencia, pues lo que somos depende de lo que fuimos, pretendamos o profundo.
no romper con 1a .tradición a la que pcrtenecemos. En suma, concluía, En cualquier caso y más allá de estos desgraciados y particulares
puesto que las identidades s-ociales son construcciones, lo que somos desenlaces personales, todos vivieron su juventud o su primera
depende de lo. que fuimos.,. .o.--:eomo po4.:ía.mos aiiadir madurez en esa larga década de los sesenta. Y esto es álgo muy
por nuestra parte- de lo que otros piensan que fuimos. importante puesto que la generación anterior de historiadores babía
En ese sentido y ante todo, hay que destacar un hecho biográfico tenido vivencias bien distintas, de las que se derivan modos diferen-
que no es trivial, porque acabC'. formando la identidad académica y tes de abordar el mundo y también la disciplina. Hablamos de la
vital de estes historiadores. Peter Burke nació en Londres en 1937· generación de Eric J. Hobsbawm y E. P. Thompson, la ·de Georges
en 1939, Robert Darnton en Nueva York y Carla Ginzburg en Duby y Jacques Le Goff. entre otros. Nacidos entre 1917 y 1924,
y, finalmente, Roger Chartier venía ai mundo en Lyon en· l945. Así. todos ellos se vieron marcados directamente por los efectos de la Pri-
pues, y a pesar de esa distancia temporal y de la lejanía geográfica, mera Mundial, por las consecuencias de la Revolución de
· forman parte de una misma época, una circunstancia que habría de octubre, pbr el auge de los fascismos , por la crisis de 1929, y además
facilitar indudablemente unas vivencias semejantes, incluso comu- vivieron la gran contienda de! 39 de forma totalmente distinta, inclu-
nes, afectadas por el estallido del conflicto mundial, por la recons- so participando en ella. Quiere eso decir que la madurez de estos últi-
trucción de Europa, por el Pla.n Marshall y por la Guerra Fria. En mos llega en un contexto bien diferente: Hobsbawm y Thompson son
efecto, algunos de ellos se vieron marcados por las trágicas vicisitu- testigos maduros dellevantamiento dei Telón de acero, dei declive de
des de esta contienda, por la furia vesánica del nazismo, como son los la Gran Bretafía como centro económico y metrópoli impelia!; Duby
casos de los padres de Darnton y Ginzburg, que murieron bajo cir- y Le Goff, por su parte, asisten a ese convulso período de la histeria
cunstancias muy distintas, aunque igualmente dolorosas. francesa en que la República aspira a erigírse en potencia atómica, al
Uno, Byron Damton, faJieció en Nueva Guinea en 1942 ejercien- tiempo que, en pocos afios, se desangrará sucesivamente en Indochi-
do su profesión como corresponsal de! New York Times en el frente, na y en Argelia. Es la época en que se inicia la descolonización y es
como aún recuerda este periódico al evocar supropia historia y como cl momento c n que Europa pierde la hegemonía que históricamente
ha rememorado su hijo. En una entrevista que le hiciera Jeremy Adel- había tenido y es la etapa misma de su refundación.
man, Damton repite lo que este hecho fatal supuso para un nino de Y es en ese período también cuando Burke, Ginzburg o Darnton,
tres aõos: «Nací e! 1Ode mayo de J939. Esto significa que en el mis- por ejemplo, comienzan a vivir los primeros trastornos de un mundo
mo día de mi nacimiento Alemania había invadido Bélgica y el mun- en cambio acelerado. Es e! momento en que se dan las tempranas
do parecía venirse abajo. Dos aiíos después, mi padre murió en el contestaciones juveniles, el existencialismo de los cafés humeantes y
frente de! Pacífico. No lo mataron los alemanes, pero [...] en mi men- de las cavas de! jazz en París, e! neorrealismo italiano, los Angry
te, la de un nino de tres anos de edad, eran los a!emanes quienes lo Young Men, la generación beat o Elvis y la explosión dei roclc. De
habían matado e incluso e! mismo Hitler probablemente lo había hecbo, como el propio Hobsbawm admite, csa línea divisaria separa
hecho». Desde entonces, aquel nino llamado Robe11 se vería envuel- en efecto a ambas generaciones. Él, que ba sido crítico musical ade-
to en el mundo del periodismo como si fatalmente estuviera obliga- más de historiador, lo seiiala tajantemente en su autobiografía: «)'O,
do a reponer la falta de aquel cronista que además fuera su padre. En desde luego, no pertenezco a la generación del rock». Pero esos afias
el otro caso, Leone Ginzburg, cofundador de la editorial Einaudi y cincuenta son también cl período en que se hacen manitiestos los
activo antifascista, sería, primero, depenado a los Abruzos y, final- efectos de la guerra de Corea, deJ maccartismo, del Informe Kru-
mente, secuestrado por los nazis y encarcelado en la prisión romana schev ai XX Congreso de! PCUS, de la ocupación de Hungria, del
de Civitavecchia, de la que ya no saldría con vida. Tanto su viuda, lanzamiento del Spumik. de la revolución caslrista, de la edificación
Natalia Ginzburg, como su hijo varón han dejado testimonios fre- de! Muro de Berlí11, de la crisis de los misiles. dei asesinato de John
cucntes dei trastomo y de! desgaiTO que esa falaliàac', les provocá. En F. Kennecly, de la prosperidad material y dei consumi5mo. Estas cir-
buena medida, como el mismo Cru·lo Ginzbt•.rg ha admitido en reite- cunsi.<lnc:as históricas se coJTesponden con lo que sociólogos e histo-
radas ocasiones. sus grandes referentes de posguerra se han der.ominado l<l americanización del mundo, es ·.:iecir, la
asodar; casi freudianamente a la experienci:· t.raumátic<L del padre, extcn:;ióP <l!'nnción de sus -val(1rcs como mncieío domiMtntc. Aigo

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gue se hace explídto con el cine, pero también con la implantación LA CULTURA POPULAR Y EL MARXISMO BRTI;\NJCO
de la televisión en Europa. Así pues, Burke, Darnton, Ginzburg y
Cha1tier empiezan a desarrollar su primera actividad profesional cuan- Entre esas dos generaciones, entre el Hobsbawm que nace en 1917
do la hegemonía de los Estados Unidos no es sólo atómica, sino tam- y e! Chrutier.que. lo hace en 1945, hay alguien que podemos ver como
bién cu ando se matelializa ·con la difusión universal de la cultura de engarce, una personc, que aglutina tradiciones y geografías dis-
masas y con la expansión de la sociedad de consumo., es decir, a pares. Nos referimos a Natalie Zemon Davis, una investigadora que
comienzos de los anos sesenta. · adnúte su intensa relación con Robert Damton, con la mayoría de los
Paradójicamente, al tiempo que la hegemonía norteamericana se grandes historiadores franceses y que seiíala, por ejemplo, la complici-
bace presente en Eu:.opa, e! marxismo se extíende entre el mundo dad que le une. a Carlo Ginzburg o la cercanía a Peter Burkc. Nacida en
académico. Antes y después dei Informe Kruschev, antes y después la ciudad de Detrolt en 1928, su biograíía es sobradamenti conocida o,
de la convulsión que supuso la revelación de los crímenes estalinis: al menos, nos es accesible a través de sus declru·aciones a Denis Crou-
tas, rnuchos intelectuales profesaron esta ideología, alimentada origi- zet o a través de su breve autobiografia intelectual (A Life of Learning).
nariamente por e! ambiente antifascista de la guerra. En eíecto, como Pero ahora sólo interesa destacar su temprano compromiso con
nos recordaba François Furet, la filosofía marxista no habría de ser ciertos grupos radicales norteamericanos, próximos eri algún caso a!
verdaderamente influyente en las universidades europeas hasta des- marxismo europeo que contemporáneamente se imponía en algunas
pués de 1945. En Francia y en Inglaterra, el comunismo se impuso universidades àe nuestro continente. Ahora bien, los Estados Unidos de
primero como un fenómeno que despertaba e! interés o la simpatía los anos cincuenta no facilitaban, precisamente, actitudes de este tipo.
entre los escritores, como prueban entre otros los ejemplos de A1lCiré Por eso, la trayectoria contestata,ria .de la historiadora, paralela a Ia de
Gide o Stephen Spender, y sólo tras la contienda, ya en la posguena, su esposo, Chand.ler Davis, le supondría un grave contratiempo perso-
llegaría a las aulas o se extendería sensiblemente entre los estudian- nal, !legando a tener retirado el pasaporte por supuestas connivencias
tes y profesores. E! ejemplo .mil veces repetido es, sin duda, e! de con el comunismo, a juicio del famoso Conúté de Actividades Antia-
Mamice Dobb, quien entre los venerables muros de! Trinity ColJege mericanas. En todo caso, no nos interesa recuperar esa fase inquisito-
de Cambridge formada a una generación de estudiosos fuertemente rial de su experiencia, aungue fuera un lastre de la época con el que
influídos por El capital. Es común recordar a este propósito el céle- tuvo que cargar, con el que le tocó vivir. Así pues, más allá de aquella
bre caso de los comunistas británicos que espiaron a favor de la acusación, infu!ldada como otras tantas, lo que nos resulta verdadera-
URSS y se suele citar, como es lógico, a Anthony Blunt, Kim Philby mente significativo es la relación expresa e incluso anterior que ella
y a sus otros correlígionaríos. adnúte haber tenido con las ideas de Marx.
E! ambiente político facilitaba estas cosas y un joven marxista de El marxismo fue para ella, como adnúte en su A Life
entonces, Eric Hobsbawm, admite hoy en su autobiografia que aun of Learning, una «revelación» temprana, desde su época de estudiante.
cuando no hizo labor de zapa, habóa aceptado esa responsabilidad si No es eÀ.'trafío, pues, que cuando e lia empezó a publicar regulrumente sus
se le hubiera encomendado. El marxismo era ciertamente atractivo trabajos acadénúcos, mostrara un evidente compromiso con la historia
para unos estudiantes que veían en esta ideología un modo de impug- social que ahora denomina «clásica)) y que, a su juicio, intentaba repen-
nar e! propio mundo b_urgués en el que vivian. En efecto, en la uni- sar a pa1tir de sus investigaciones empíricas las ideas de Marx, pero tam-
versidad inglesa de posguerra, estas ideas se imponían entre los happy bién de Weber. De hecho, cuando hoy revisa lo gue entonces aportó,
few, entre unos pocos jóvenes luego decisivos, como fueron Eric subraya su preocupación por las clases populares de! pasado más o
Hobsbawm, E. P. T bompson o Christopher Hill. Por su parte, en la menos remoto, por el día a día de los trabajadores de la Europa moder-
universidad francesa de aguellos mismos anos, e! marxismo se exten- na, por los senti.mientos de aguellos obreros, que no tienen por qué iden-
dió hasta alcanzar cambién a jóvenes historiadores venidos en este tificru·se con los de nuestro tiempo. De ese modo, cuando investigue a
caso de la Resistencia o de ia izquierda política. Es decir, mientras e! mediados de los anos sesenta sobre estas fonnas de trabajo y de relación
mundo cambiaba vertiginosamente y Europa salía de un conflicto san- personal no las juzg:ará corno meras supervivencias precapitalistas, no las
griento, mientras la cultura y la riqueza empezaban a adoptar la forma apreciru·á como atavismos que desapru·ecen con la industTialización. sino
y la entonación americanas, algunos de sus universitarios simpatiza- como maneras de existir que tenían sentido para guienes las vivieron.
ban con el marxismo o, a! menos, se acercaban a su concepción, inte- Además, ella investigaba sobre Francia y era sobre el pasado de
resados por los posibles fundamentos de una historía social. ese país acerca de, lo que trataba. pero la historiografía gala par exce-

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Ese primer aspecto, el del rescate de lo popular, está evidentemen- sino que formaba parte del contexto intelectual de los anos cincuenta
te presente en Rebeldes primitivos. Cuando se publicó, un estudio de en la Gran Bretafia. Y ello, por dos razones suficientemente conocidas.
estas características rompía con ciertos esquemas propíos del comu- La ptimera, por la aproximación que historiadores y antropólogos
nismo y de la historia radical popular que hasta enionces se había desa- habían emprendído desde que E. E. Evans-Pritchard postulara las a...fi-
§1\rrollado. Particulannente, la histeria de Hobsbawm apelaba a formas mutuas y la colaboración que podían prestarse. En cambio, en
hacer política ue no pasaban necesariamente por el partido o por el el continente y por aquellas mísmas fechas, la antropología de Claude
# sm lCato organizado. No las presentaba, sin comot'ases de un Lévi-Strauss marcaba una distancia infranqueable entre el estudio sin-
'.:fi estadio superior, sino que cada manifestación de la resistencia popular crónico y estructural de los etnólogos, de un lado, y el relato de] pro-
debía entenderse en s! misma y en e! contexto en que se étlnmbró. Y ello ceso consciente presentado por los historiadores, çlel otro.
no ocurría en épocas remotas, sino precisamente a partir de la Revolu- La segunda razón de la huella que esta disciplina tenía en la obra
ción francesa, en la circunstancia de la adaptación -decía- al moderno de Hobsbawm debemos hallarla en la renovada búsqueda del primi-
capitalismo. Esas gentes del Ochocientos deseaban conseguir una socie- tivo. Desde el fin de la Segunda Gue1Ta Mundial, la etnología britá-
dad buena y justa, pero esa esperanza no se concretaba necesariamen- nica habria ido resígnáridose a la evidencia de que el salvaje puro,
te en revoluciones extremas, sino que con frecpencia aquéllas se con- prístino e incontaminado, era ya una rareza. El propio Evans··Pritc
tentaban con reformas menores y con la conección de lo que juzgaban chard invitó precisamente a rastrear su impronta entre los <<primiti-
como abusos. Es decir, eran unos revolucionarias - afiade Hobsbawm- vos» dei sur. Esto, que puede parecer una especie de paternalismo
modestos y trémulos, probablemente como cualquiera de nosotros, anglosajón, tuvo, sin embargo, resultados muy interesantes que se
como todos los seres humanos que se ven arrojados al mundo çon materializaron al menos en dos objetos: los pueblos del Mediterráneo
recursos escasos. Es decir, no eran guías de la revolución ni erau líde- y los campesinos. E n efecto, de esa llamada s'urgirán, junto con otras
res de movimientos sociales organizados. Eran, en definitiva, gente aportaciones, la denominada antropología del Mediterráneo y los lla-
rnenuda sobre quienes el historiador volcaba su mirada y su simpatia. mados Peasant Studi.es. La obra de Hobsbawm se inserta en dicha cir-
Así pues, los protagonistas ei'an personas que no sabían leer rú escribir, cunstancia y es una manera peculiar de atender a esos requerimien-
de los que en contadas ocasiones se conocía su nombre, personas, pues, tos, por entonces tan extrafios entre los historiadores continentales. Si
que, por lo común, tenían dificultades para expresarse y a las que el his- este autor se ocupaba principalmente de Italia y de Espafia, de los
totiador dificilmente entiende. Por tanto, lo que en otro momento anarquistas andaluces y de los mafiosos del Mezzogiorno, era lógico
hubíera sido considerado como una serie inconexa de curiosidades, que su enfoque tuviera esa perspectiva antropológica y que, por ejem-
como una mera nota a pie de página -afíade Hobsbawm- , era entonces plo, citara un libro que por entonces fue decisivo, un líbro después
reivindicado como objeto privilegiado óel análisis. traducido como Gente de la Sierra, de Julian Pitt-Rívers.
]3n la lección de Hobsbawm hay dos enseiíanzas posibles.t..gue Pero, más aliá de estos datos, J:iabía otra enseiíanza aprovechable
no Sõrí exclusivas, sino que se apreciarán en otros historiadores, y en aquel volumen de Hobsbawm. La identificábamos antes como una
que nos inr.eresa destacar por la influencia que tendrán. La primera, la perspectiva gramscíana, una perspectiva muy significativa, audaz y
,gue e,?dríamos denominar perspe_Eiva La renovadora en el contexto del marxismo de los anos cincuenta,. Ha de
lla aremos enfoque gramsciano. z.Hay gun t1po e etnología en la repararse en que en e se momento se está en plena fase de desestali-
obra de o s awm y, por extensión, en los textos de otros colegas que rúzacíón, en un período en que se hace evidente la crisis de un mar-
después seguirán? A juicio de este autor, la mayoría de los historiados xismo ortodoxo, esclerótico. Dos hechos tan significativos como el
provienen dei medio urbano e intelectual, cosa que les habría impedi- Informe K.ruschev al XX Congreso de] PCUS en 1956 y la inva<;ión
do comprender -literalmente, comprender- a indivíduos que son tan soviética de Hungría agravaban esa circunstancia. El asunto es sufi-
distintos de ellos, de extracción campesina u ocupados en tareas cientemente conocido y la efervescencia de los intelectuales británi-
manuales. Por esa razón, al estudiar las agitaciones y revuelta.s popula- cos, también. Entre finales de los afíos cincuenta y p1incipios de los
res, las han presentado como atavismos inexplicables o como mera sesenta, muchos militantes prestigiosos abandonalÍan las filas del
antesaJ.a de la modemidad. Y eso les ha ocutTido a todos los investiga- Partido Comunista y otros se distanciarían del modelo hasta entonces
dores, a todos menos a los antropólogos, concluye rotundamente, al dominante. Habrá iniciativas para la creación de una Nuev a Izquier-
verse precisados a tratar con sociedades precapitalistas, ágrafas, primi- da; habrá esfuerzos varios para la publicación de revistas críticas que
tivas. Esta defensa enfática de la etnología no era una rareza entonces, revisen el legado de lvf.arx, que reformulen sus categorias con el fin

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de abordar la historia británica; habrá una gran agitación cuyos prin- erce de! mundo, del a el de las clases y de los con-
cipales artífices intelectuales serán Raymond Williams, Eric Hobs- sensos posibles son resu ta o e esa dirección
bawm, E. P. Thompson, entre otros. Pcro habrá también e) descubri- - A su manera y con una cronología diferente, Gramsci también
miento de Antonio Gramsci, un autor que estará presente e ntre estos tendrá impacto en Raymond Williams, aunque eso ocurr<t un poco
esmdiosos, un filósofo cuyo ·Modern Prince and Other Writings se más tarde. En cualquier caso, Gramsci aparecerá en Williams, por lo
había publicado en Londres en 1957. Como se sabe, los Quaderni del menos a partir de las críticas que T hompson le dirigió. Como decía-
carcere habían sido la gran revelación del mundo culrural italiano de mos, en 1958 publicaba Cultura y sociedad, un exten5o recorrido por
posguerra, una obra de gran libcrtad intelectual hecha e n las peores las fases constitutivas dei jdeario británico contemporáneo, por los
t.:ondi,;iones, er! !as prisiones y bajc la lejana sombra autores más significativos que habrían contribuído a fOijnr la imagi-
de Stalin, y que después edita!Ía Einaudi. Los ecos de esta aportación nación de los ing leses en época reciente. A su modo de ver, la idea
marxista renovadora llegaron, por supuesto, a la Gran Bretafía y, por moderna de culUlra se habría desarrollado en el contexto de la revo-
lo que el mismo Hobsbawm revela en su autobiografia, el primer lució n industrial, de ahí que su uso estuviera unido al de otros voca-
conocimiento fue posible gracias a Piero Sraffa, el académico italia- blos propios de aquella época, como arte, industria, clase o democra-
no afincado en Cambridge. j,Cuá! es la huella apreciable de Gramsci cia. Ahora bien, serian los poetas románticos, de Blake y Wordsworth
en Rebeldes primitivos? hasta Shelley y Keats, qu ienes habrían iniciado la reflexión sobre su
El ejemplo de Grarnsci le sirve para defender la legitirnidad de su significado. Así pues, lo que WiUiams se proponía en Cultura y socie-
estudio sobre el campesinado rebelde, para mostrar la pugnaz lucha a dad era descdbir una tradición literaria inglesa: la gue, partiendo de
que se enfrentaron los antepasados para hacer explícita su oposición ai aqueJlOS .P!Í!!Je!OS escntores_... ha.§!a ofrec1d0 un conjunto de
estado de cosas, para dar expresión a sus levantamientos, para hacer "SÕ'6fe}]Ragel salvador de la cultura en la sociedad industrial.
madurar aquello que estaba sólo fennentando. Estas metáforas son ese empeno, Williams no hacía sino segmr los pasos dei críti-
gramscianas y las toma en préstamo Hobsbawm aludiendo con ello a los co !iteraria Frank Raymond Leavis, guien en su The Grear Tradition
procesos de rebeldía y a la expresión que les da forma y voz. Gramsci (1948) ya había recopilado diversos textos literarios para buscar una
" ..... \ reflex.ionó sobre la cultura popular. sobre el sentido común.Sobre la alternativa cultural, la de aquella mejor Inglaterra dei pasado, que
religión como espacio de ex resión de luch c so ue er- hiciera frente a la deshumanización industrial. Más aún, al margen
,f-""7 rru e cs1gnar as realidades de la gente cmTiente, de esa que él llamó las dei conservadurismo que caracterizaba a Leavis y del radicalismo de
: • Cfãses subalternas. A ese Gramsc1 1indió homenaje Hobsbawm. Pero Williams, este último le seguía en algunos aspectos. De todos modos,
hay otro Gramsci: está también el autor de los Quademi de! carcere que continuar la tradición leavisiana no era tan extraii.o. Un ano ant.es, en
se ocupa de1 concepto de hegcmonía, que reelabora la entera histeria 1957, había visto la luz el texto de Richard Hoggart The uses o.f Lite-
social y política de la ltalia contemporánea proponiendo entenderia en ra.cy, y en ese volumen también existía aquel sentimiento ele nostal-
esa clave. El poder no es sólo dominación. e! col.!!!:ol de aparatos gia presente en Leavis. Ahora bien, en esta ocasión, lo que se contra-
\ Í coerc itivos; el poderes también el logro de la beoemonía, una ponía era la cultura de la clase trabajadora de preguen·a frente a la
} je consenso que otorga legitimidad a guienes cullura de masas de posguerra. Se evocan, pues, los viejos recursos
Precisamente concebida así, es dirección intelectual y moraL es gestión morales dcl pasado comunitario con la esperanza de que con ese
de un proyecto común que aúne a las clases sociales. los intereses y los capital la cultura popular pueda resistir las presiones de la masifica-
agregados distintos bajo una misma tutela y proyecto. Esta idea está ción. Evidentemente, lo que le separa de Leavis es que en él no exis-
marcadamente presente en E. P. Thompson y lo estará en Raymond te desdén hacia lo popular, sino todo lo contrario, un claro apoyo a la
Williams, en autores para quienes la pregunta acerca de la socicdad bli- cultura de la clase trabajadora. En ese sentido, guizá no sea baladí
tánica es sobre todo la interrogación acerca de su cultura, de guiénes recordar que tanto Hoggart como Williams provenían de csa misma
ejerc ieron la hegemonía y gué palabras, qué universo léxico. quê repre- clase y que ambos, como también le ocurrió a E. P. Thompson, se
sentaciones dei n'Íundo se impusieron. Esta tesis, precisamente, será habían dedicado a la educación de adultos.
de discusión temprana entre el propio Tbompson y su más con- Asf pues. que Williams mostrara algunos puntos en comú n con
r..-, . tumaz polemista: Perry Anden>on. y es una noción cuya vir- Lcavis y sobre todo con Hoggart no era nada extrai'io, como también
.,\:t 1c,.): ; tualidad es ia de hacer análisis de la eolíticay-ãcla socie-- eran lógicas sus desavenencias. Una de las más evidenles frente a
.'.' •,
·\ ,.. ...
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--------- ------ culturaiâlmenos en el seõilCíõdê
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Leavis Quiú fuera su defensa de la cultura de los hombres y mujeres
.!,.:' '-':"
40 41
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corrientes, por lo que rechazaría la fórmula de este último consisten- rre con la clase cuyas creencias y sentimientos sobreviveu
te ilustrada a masa degradada. Cierto es, como a pesar de su devaluacióri:
afíadà Williams, ue. la cultura popular se puede calificar de mala, Pues bien, será este asunto e! que provoque la crítica de Thomp-
_Eero no _ u e ideri"fíficar cÕi11ããe1ãCiãse ttabaJadora, ues una son, pues. a su juicio, Williams infravaloraba esta cuestión. El objeto
t:osa son los b1enes de consumo masivo y otra lo que a ente hace de la controversia será, en definitiva, el papel que convendria reser-
con Por eso mismõ.lãnõstalgia del pasado es sustituida Põ;- varle a las clases e n la propia definíción cultural, a los usos que los
una mirada optimista hacia e! futuro, una confianza en la cultura diferentes sectores sociales bacen de los recursos que la sociedad pone
como agente transformador, democrático. Esta idea está ya presente a su clisposición. Para Thompson, e! concepto que maneja Williams
en su obra de 1958. En e:ae libro, la noción de cultura se presentaba cuando se refiere a la cultura es excesivamente laxo, amplio, omni-
como proceso, como un desenvolvímiento, y no meramente como el comprensivo, de modo que las diferencias se desvaneceo, pues no
depósito de los productos más elevados de una sociedad, no como las atiende suficientemente a la experiencia vital que acompaiia a cada
grandes elaboraciones y obras de un genio particular. Las individua- grupo. En.cualquier caso, esas pegas o reproches que Thompson for-
lidades venían a ser aquí una especie de condensaciones de las líneas mula contra Williams eu 1961, en dos reseiias sucesivas aparecidas en
ele fuerza que una sociedad estimula. Así pues, en su condición de la New Left Revíew, podemos vedas hoy como matic:es que el paso de!
proceso, la cultura nos ofrecería un mapa con cuya ayuda podríamos tiempo ha difumínado. De hecho, la convergencia en las posiciones de
explorar la naturaleza de los cambios que condensa. De ahí su impor- ambos fue lo que finalmente sucedió y convinieron en atacar el núcleo
tancia, pues tal mapa no sólo registraría los usos del lenguaje, las mismo de una tesis marxista obsoleta o poco útil para el estudlo de la
palabras que ho mbres y mujeres emp!ean para dar sentido a sus expe- cultura: aquella que separaba la base de la superestructura, aquella que
riencias, sino las tensiones que se producen entre su modo de vida y establecía un abismo entre el ser social y la conciencia. A la post:re,
los cambios acaecidos. _ . =-- son sus críticas a la tradición marxista lo que hace más perdurable ese
Poco tiempo después, eq-1'96i Williams p longaba su estudio con modo compartido de enfrentar los fenómenos culturales.
un texto titulado «El análisis uido dentro de! volumen Esto mismo se ve claramente en la publicación, en 1963, de La.for-
La Larga revolución, cuyo objeto era la clarificación de los sentidos y mación de la elas e obrera en Inglaterra. i,Qué es lo significativo de este
valores implícitos en una fomia particular de vida. Es decir, abunda aquí libra? Como se admite corrientemente, este volumen, dei que todo ya se
en su idea de la cultura como proceso ampliándola hasta concebida ha dicho, es un clásico de la historiografia, una de esas obras que supe-
como f01ma de existencia, una forma de existencia dotada de institn- ra las limitaciones del contexto o circunstancia en que fue alumbrado,
ciones. Desde ese unto de vista, la cultura es el conjunto de las des- una de esas obras en las que forma y fondo son indiscemibles. En efec-
cri ciones a través de las cuales una socieda otor a senttdo a las expe- to, el modo mismo ·de escritura liene una dimensión propiamente !itera-
riencias ello cristaliza en etermmado tioo de instituciones "o & ria, un domínio del significante que no esmero ejercicio de estilo sino
es.12ecíficas. Vistos ast, e arte o as o tteranas, por ejemplo, una manera de hacer historia comprensiva. Se trataba, en este ponto, de
no serían tanto el recinto exímio de la gran creación, sino un modo par- dos cosas. Por un lado, hace ver al!ector la dimensión social y el espa-
ticular de dar expresión a dicbas expetiencías. Pues bien, esas mismas cio en que se dieron cambias históricos decisivos, dándole esa fuerz.a
instituciones culturales serían el objeto de análisis de los doscientos: vivificadora de quien con la palabra nos lleva hasta allí, hasta ellugar de
anos de que se ocupa. El asunto clave será, sin duda, la hegemonía, los los hechos. (.De qné bechos? De todo aquel proceso en que se vjeron
modos de imponer una ideología, una concepción de! mundo, una involucradas las c] ases populares inglesas. Por eso, por otro lado, la for-
manera de ver las cosas. Desde esta perspectiva, el análisis de la cultu- ma de escritura es fuertemente connotativa y a la vez parece dar la voz
ra supone comprender lo que ésta expresa, la experiencia real a través a o padecieron aquella experiencia colectiva. De
de la cual la viven. Es dccir, se trata de reconstruir lo que Raymond esa m(nera, Thompson la lradición marxista, que habíamos vis-
Williams denmrunaba originariamente la «structure of feeling», !os to expresamente sobre el
valores compartidos por una determinada sociedad o grupo. A su modo papel de la cultura popular en la constitución de la clase oorera. Es decir,
de ver, la «eslructura de sentirnientos» de un período es el conjunto de se pregurifa por cómo las trad1ciones populares del Setecient.os ínfluye-
maneras de pensar y sentir que son comunes y que permiten la comWli- ron en la formación de un sector social nuevo, e! de los asalruiados, cuya
cación. Igualmente, la que pertenece a un grupo determinado puede. por presencia es el factor más significativo de la vida política británica en
esé'l misma razón, oponerse a la cultura dominante, y eso es lo que ocu- las primeras décadas dei siglo xrx. Por todo ello, Thompson afirma que

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de las clases si no es como una (fJr- abordar el estuóio de la cultura. De un lado, la especialidad que se ha
aermJda por los propios ifia:ivlduos y sus múl- convenido en Uamar los- Cultural Studies. De otro, lo que, para enten-
llples expenenc1as. Para cuando eso fue dicho, una afirmación de estas demos, se llama desde que Thompson la definiera así, la HisiOiy_from
características era absolutamente renovadora, un alivio frente ai deter- Below. En el primer caso, la fecha más significativa es la que se
minismo economicísta que el marxismo más 01todoxo imponía, frente corresponde con la creación en 1964 de! Cemre for Contemporary
al esquematismo dei estudio dei ser social. Para cuando esto fue subra- Cultural Srudies, en Birmingham. Su objeto, como es previsible des-
yado, cultura popular aparecfa como ese fem1ento dei que hablara pués de lo que hemos indicado, eran las formas, las prácticas y las
Gramsc1 en donde se gestan las ideas y las posiciones ideológicas. instituciones culturales, así como sus relaciones con ·Ia sociedad y el
Hobsbav;m b::.bfa empezado Rebeldes primitivos díciendo: <<Bando- cambio social. Sn prime r director fue precisamente Richard Hoggart.
leres y salteadores de caminos preocupao a la policia, pero también cuya obra The Uses of LiJ.eracy (1957) conf01maba, junto con las de
debe?"an preocupar al historiador». Pues bien, Thompson sigue esa mis- Williams y Thompson. el referente básico de este nuevo materialis-
ma lmea y se propone, como tantas veces se ha reproducido, «rescatar mo cultural que ento.nces se alumbraba. Por otra parte. aquel que le
al humilde tejedor de medias y calcetines, al jomalero luddita, ai obre- sucedió es quien, finalmente, le daría el impulso definitivo. Nos refe-
de los más anti?uados telares». así como a otros menudos protago- rimos a Sruru.t Hall, otro miembro activo de aquellos marxistas blitá-
de un cambio que ellos mismos percibían sin saber aún qué Jes nicos. i,Qué aspectos centraron la investigación de este instituto?
1ba a deparar el futuro. Así pues, los rebeldes de Hobsbawm y los arte- Desde luego, el arte y la literatura 'a no selian los únicos objetos
sanes de Thompson puede que mostraran actitudes atrasadas o retró- de estudJO: tam 1en as formas po ulares o degradadas de la cultlíí-ã,
gradas frente ai progreso indust1ial, pero sus aspiraciones tenían senti- incluso las manifestaciones 111 ·eriores a que se entrega lq gente . .Des-
do pa_ra e_llos mismos, y merecen ser recogidas a partir de su propia oeese cenu·o, por ejemplo, co6ra rá especlãt lmportaricta erãriállsis
expenenc1a. Lo que resultaba más odioso para Thompson era el tono a de la televisión, los usos de la programación. E n este sentido. será
menudo condescendiente con que los histoliadores o los sindicalistas particulmmente importante el ejemplo de Antonio Gramsci, a qu ien
poste1iores trataban a esos humildes antepasados. Cada uno de nosotros tanto preocupó, como vimos, el sentido común de las clases subal-
no sabe en qué va a parar todo esto y sei contemplado por aJouien de ternas o la religión como domínio cultural en el que se libran las bata-
otra generación con un juicio suficiente y envanecido es una la;eración. lias de legitimidad y de sentido de los campesinos, de los anesanos e
En Thompson habrá siempre una especie de piedad por los luchadores incluso de los asalaríados. Pero también serán decisivas las nuevas
por las causas perdidas, por los caminos muertos y por los vencidos: aportaciones àe la semiólica conlemporánea, la que Umberto Eco,
la postre serán modos de afrontar con coraje la existencia. Afíos des- por ejemplo, desru.Tollará desde los aiíos sesenta. Entre otros muchos,
pués, en 1974, y en una breve nota sobre una biografia de Mary Wolls- dos textos suyos serán influyentes: Apocalípticos e integrados, una
tonecraft - que leemos ahora en su Agenda para una hisloria radical- obra cuya edición original data de 1965 y «i,Perjudica el público a la
nu:stro reiteraba esa posición: <<Y por lo que a su vida televisión?» , una célebre ponencia de 1971. Ocupado e l conti-
refiere: se que yo no la hubiese vívido tan bien, y considero una anu- nente en analizar procesos comunicativos las
gancia que cualquier biógrafo dé por supuesto, con tanta facil idad, que manifestaciones de la cultura de masas ue, en aquel contexto de cre-
\ se haber vivido mejor>>. Lo significativo es, desde Juego, esa Cimtento económico y de estabilidad social, reocu a an e interesa-
compas10n_ por el luchador, pero es también la certidumbre de gue los an a pesar e su es re 1eve arl1St1co o es ético. Nos referimos a
humanos s1empre estamos combatiendo a escasos de recursos, y_ os cómics, pero nos referimos nuevamente a la televisión, a los best
.t-
ft,Cj
sea, no es más que un liviano
tl Jctones y de prestamos, una pequena defensa contra las
sellcrs populares, etcétera. De Eco se recibirá, entre otras cosas,
algún concepto decisivo. como fue el de codificación (y su contra-
..--
la
y ãe muette.
-....._ ____...--=---....•
parte, la descodificación): no hay uso cultural que no pase previa-
mente por su reguiación, por unas instrucciones que obligan. Pera
esas instrucciones no siempre serán correctamente interpretadas (es
Los EsTUDJOS CULTURA LES Y LA H ISTORIA DESDE A'BA.IO lo que este autor liamará descodificación aberrante) ni tampoco serán
universales. Por eso _acabé:!!siendo
. De:: este ::omexto y de esas críticas, de estas posiciones y de esas se c.:>ditican o se descodifican los Qroductos culturales: de ahí que cobre
Jn\'CSl1gacwnes. nacerán enfoque!: paralelos aunque diferenres para enesle campo una importaociã decisiva la idea de comutiídãêf.---
---- ------- ... - ..
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Esa noción· eslaba presente, por supuesto, en Raymond Williams, toria contra los fundamentos del modelo estructurahsta, ese que babía
en aquel Williams de Cultura y sociedad, como también era central en llegado de Paris, y sobre todo contra e! híbrido, el marxismo althusse-
Thompson, cuya noción de comunidad nwral será muy operativa para riano, que tanto rechazo !e provocaba a este historiador. Lo que é1 repu-
entender cómo los valores informan e! empleo de los recursos y la asig- di aba de Althússer era la desaparición del sujelo, la irrelevancia de ia
nación de sentido que se !e da al presente y ai cambio. No es extrafío que, experiencia individual y colectiva, el determinismo _fatal a que parecía
andando el tiempo, este concepto se precisara en el seno de los estudios estar abocado el agente histórico.
culturales, dando lugar a lo que Stanley Fish llamó comunidades inter- Por otro, esas vêcíndades de los Cultural Studies con los estructu-
pretativas. A la postre, la discusión básica que a lo largo de los anos ralistas le llevaron incluso a rechazar sin reservas el epíteto de culrura-
motive a los diferentes estudiosos de este campo será precisamente é..<;a: lista, que i:an a menudo se le adjudica a Thompson. Esta designación.,
(,hasta qué punto la vida es sobre todo un acto interpretativo de unas que se aplicaba genéricamente a la tradición historiog&fica marxista
1:egias que nos vienen irn.puestas por la cultura a la qÜe pertenecemos? de la que él fonnaba parte, era a la vez csa otra vertiente posible de
j,Ü, por el contrario, hay una descodificación cornunitaria o individual aquellos estudios. Nada tengo que ver con todo eso, parecía responder
que pueda ser creativa o aberrante? (,Hasta qué punto bay resistencia ante Thompson, distancíándose así de una perspectiva en la que la e.-"pe-
I •
las emisiones televisivas del novecientos o ante los dictados de! poder de! riencia de! sujeto quedaba reducída a ser sólo la confirmación de pro-
Setecientos? Estas preguntas pueden fonnularse siguiendo el trayecto cesos más vastos qt'!e lo sobrepasan. No nos importao la justeza o la
imaginaria que llevaría de Gramsci a Eco (aunque también podrfan aso- pettinencia de estas críticas, ni siquiera nos interesa abora hacer una
ciarse a otros autores a lejados de esta tradición, como Hans Georg Gada- evaluación de las significativas aportaciones que desde los Cultural
mer), pero estas demandas pueden igualmente plantearse localizándose Studies se han hecho al análisís ele la televisión, de la cultura de masas.
en un ámbito algo distinto: en la zona de! esnucturalismo. En efecto, del Nos importaba, por el contrario, apuntar el rico debate en el que Gran
continente no sólo llegàba a Binningham la influencia de estos eminen- Bretafía se involucra desde los anos sescma a la ahora de examinar las
tes italianos, sino también el ejemplo de los estructuralistas de los anos form-as y las instituciones de la ideología, de la cultura, ele las clases.
sesenta. por eso, Stuart Hall hablaba de los dos paradigmas Justamente por eso, la vertiente que seguiremos es aguella que llevará,
de los Cultural Studies. De un lado, lo que se llamó el culturalismo, esa ahora sí, a la historia cultural: una perspectiva que Thompson apadrínó
verticnte que se origina en Willíams y que hace de la experiencia de! rotulándola como History from Below.
sujeto la c lave dei análisis. De otro, lo que postuló el estructuralismo: los (,Qué entendía este historiador por Historio desde abajo? Este tex-
injividuos no son agentes activcis que puedan acometer la empresa del to de Thompson apareció publicado en 1966 en el Times Litemry
significado, sino que pertenecen a una audiencia o a un agregado deter- Supplement y ahora puede leerse en la Obra esencial que la viuda
minado por regias y estructuras de las que forman parte incluso sin saber- editó anos después -de su muerte. Es algo así como un examen de lo
lo. i\sí se entenderá que una figura como la de Louis Althusser tenga que entonces estaba ya hecho, al fiempo que un manifiesto del curso
presencia en las discusiones que en aquellos afios mantuvieron estes histórico que é! proponia. Sin descartar el estudio de las formas orga-
investigadores y que, incluso hoy, su apelación no sea extrai'ía. nizativas (partidos y Trade Uníons), se trataba de hacer investigacio-
Sin embargo, no es este desarrollo, el de los Esrudios culturales, el nes acerca de las clases populares y de los modos de vida implícitos
que a nosotros nos interesa, pues, aun siendo muy significativo, no fue que los trabajadores dei pasado llevaron. Se trataba, definitiva, de
el ámbito en que trabajaron y trabajan los investigadores que hacen his- averiguar de quê manera se materializó la existencia de los obreros,
toJia cultural. De hecho, uno de los. reparos que se suele hacer al gru- con qué medios afrontaron las estrecheces y con qué valores revistie-
po originaria de Bírmingham y a sus derivaciones es el escaso peso de ron sus acciones. Habla expresamente de cultura popular y, por tan-
la historia, como referente y como discipíina, o ai menos su predilec- to, habla de las experiencias y de las tradiciones que llegan hasta c1a-
ción exclusiva por e l. siglo XX, ese momento en que se impone la cul- ses menesterosas. De hecho, según afirma, se habría ido produciendo
tura de masas. Además, no hay que olvidar que esa inclinación que un desplazamiento del interés que antafío se otorgaba a las insti.tu-
hemos prcsentado· abreviadamente fue vista de inmediato con reticen- ciones dei laborismo, así como a sus dirigentes y a sus
cias por los historiadores, y en especial por Thompson. Dos ejemplos hacia Ia cultura de los trabajadores. En la práctica, afíadía Thompson,
bastarán, Lanto para la vertiente estructural.ista como para la dimensión eso habría supuesto dejar de tomar como punto de partida fechas c.la-
ct.:lturalista. Por un lado, la Miseria de la ieoría, de Thompson, publi- ve, las de J789 o 1832, para retroceder en el tiempo buscando los iní-
cada orig inariamente en 1978, es antes que nada una inmensa requisi- cios de esos cambies visibles, incluso aparatosamente visibles.

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De ese modo, ei objeto se modificaba y ahora la atención se fija- británico de finales de los cincuenta, o aunque pudiéramos haber ras-
ría sobre la ética puritana, la disciplina laboral, los desórdenes, las treado eso mismo en otras tradiciones historiográ'ficas nacíonales, lo
costumbres o el folClore, es decir, e! programa de lo que él mismo cierto es que ese texto de Natalie Zemon Davis se toma, ahora sí,
estaba haciendo o haría. AI tomar estos temas como materia de estu- como e! punto de partida. Por tanto, las alusiones a Williams, a Hobs-
dio, no sólo se altera la cronología evidente de la época contemporá- bawm o a Thompson, que t:an sucintamente hemos presentado, sólo
nea, esas fechas que servirían de marco obvio, universal e indiscuti- teiúan una función instrumental: la de marcar el camino hacia el pri-
do. sino también e! espacio. Dichos objetos requieren, decía Thompson, mero de los libras en el que es obligado detenerse. .
un espíritu comparativo, un contraste de los cursos de acción y de los
resultados culturales para así examinar la índole local o general de
esas circunstancias. Por eso, en la propuesta de este historiador hay NATALTE ZEMON DAVIS: EL MENU PEUPLE Y LAS MUJERES
un acercamiento a las ciencias sociales, puesto que de ellas vendrían
el estímulo de hacer preguntas nuevas sobre temas viejos y el acica- Volvamos, pues, a esta autora y reparemos en ese libro. De entrada
te de mirar de manet-a distinta asuntos ya conocidos. De hecho, conviene precisar su contenido literal, pucs los trabajos que incluye
Thompson advertfa que algunos de los trabajos más valiosos sobre la varían según la versión. El texto original fue publicado en 1975 y sobre
clase obrera estaban apareciendo en revistas en las que se propugna- esa edición se compuso la fra ncesa de 1979, aunque con un título dis-
ba ese acercamiento interdisciplinario, y citaba en concreto la Eco- tinto (Les cultures du peuple: rituels, savoirs et résistance au XVI' sie-
nomic History Review. cle) que acentuaba la parte de estudio de! ritual festivo que contiene. Lo
Recordemos ahora que este breve e.xcursus que hemos realizado mismo ocurrió, por ejemplo, con la edición italiana del aõo siguiente,
sobre la histmiografía marxista partía de una· pregunta bien concreta. que seguía en encabezamiento y contenido a la gala .(Le culture dei
t.Por gué Natalie Zemon Davis había publicado en Gran Bretafía uno popolo. Sapere, rituali e resistenze nella Francia del Cinquecenro). Más
de sus primeros trabajos sobre .Francia y, más en C0)1Creto, en esa curioso es el caso espano!, pues esta edición recupera e! epígrafe otigi-
revista? t.Qué clima h:isLoriográfico había entre los ingleses que pro- nal (Sociedad y cultura enla Francia moderna) y, sin embargo, modi-
piciaba la investigación sobre las clases populares y la difusión de fica su contenido. En cualquíer caso, la versión castellana, aparecida en
este tipo de estudios? Natalie Zcmon Davis publicaba su «A Trade 1993 retira los capítulos tercero y quinto, uno de cuyos objetos son las ·
Union in Sixteenth-Century France» en 1966, c! mismo afio en que mujeres, y los sustituye por otros tantos que, aparecidos anteriormente,
aparecía el texto de Thompson sobre la Histeria desde abajo. Retome- en 1984, estudian temas ya presentes en el rnismo ejemplar. Sin embar-
mos, pues, por un instante a este último. go, el Jector dispone de aquellos textos suplimidos, puesto que ambos
decía en 1966, y repetiría más adelante, que la historia habían sido recopilados previamente, en 1990, por James S. Amelang y
.9e la por la. gue justamente se orientaba Natalie Mary Nash en ellibro espano! titulado Historia y género: las mujeres
podía enri uecer ·e apelando a lãs ciencias sociales. en la Europa moderna y contemporánea.
Sin embargo, aunque pudieran invocarse la soc10logta o la antropo- El volumen de Natalie Zemon Davis es ai tiempo uno y varias
logia, eso no significaría que la importación de categorías de estas libras. Es una sola obra, con sentido pleno en sí mismo. porque la
disciplinas vecinas fuera producliva. Esa idea, persistente en sus tra- autora lo quiso así. porque decidió entregar a la imprenta en 1975 una
bajos, la reiterará, por ejemplo, diez anos después en «Folklore, serie de ensayos gue entrelazados dieran conocimiento de sus inves-
antropología e histolia social», y de manera aún más contundente ai tigaciones. Su objeto era el estudio de la sociedacl y sobre todo de la
sostener que la etnologia só!o era para él un modo de localizar nue- cultura de aquella Francia de los albores de la Edad hilva-
vos objetos, una manera de ver problemas antiguos con ojos uuevos. nado todo ello con un método común. El resultado es, además, un
é!? Cuando sostenía esto en 1976 decía no estar solo, puesto texto colmado de contenidos que ofrecía y ofrece aún un buen núme-
que había alguien con quien compartía semejantes preocupaciones. ro de sugerencías que ya entooces sorprendieron. Sín embargo, es
Citaba expresamente a Keith Thomas y a Natalie Zemon Da vis, pero asimísmo, en los diversos escritos que incluye, una fuente de obras
sobre todo el libro que un afio ames esta autora había publicado: potenciales. unas que se materializaron con otros contenidos en libros
Sociedad y cultura en la Francia Moderna. En efecto, quizá sea éste posteriores y ou·as que quedaron en el camino y que no se consuma-
e! momento clave de constirución de esta histeria cultural que abora ro!l, bien por clecisión de la historiadora o bien porque las vías que
tratamos. A pesar de que hayamos podido remontamos ai marxismo siguió truncaron su volunlad primigenia. Eso es evidente ai menos eu

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lo que respecta a los capítulos primero, segundo y cua1to. Natalie anos del Seiscientos. Ante todo,.§.!:!... volunt ad de des.Plegar e! análisis
Zemon Davis indica en un par de ocasiones que su esrudio de las . a pattir de casos. La idea de esta historiadora norteamericana no es:-
huelgas, de la pobreza y de la vida festiva en la sociedad lionesa de aunque lo fuera en un principio, completar una monografía sobre la
mediados dei sigla dieciséis formaban parte entonces de un proyecto ciudad de Lyón, sino relatamos algo más general: a lo largo dei volu-
aplazado que habría de conc·luir con un libra sobre aquella ciudad men, la Francia moderna; en cada capítulo, un problema europeo par-
francesa: incluso nos avanza su título, que coincide con e! que puso ticular, casi siempre relacionado con o entreverado de las disputas
al primero d e los ensayos del volumen citado, Strikes and Salvation religiosas. Y para ello, en lugar de emprender una gran investigación,
at Lyon. Las razones que le llevaron a modificar esa pretc nsión adopta una posición más modesta y acude a ejemplos escogidos que
cial nos son desconocidas, pero esa declarada intencíón otorga a los le pennitan hacer aflorar esa complejidad. Ésta es, por otra parte, una
primeros artículos una coherenc ia propia, hasta el punto de que fórmula que utiliza en todo el volumen: su investigación parte de
podríamos segregados de la obra finalmente impresa para tomados casos concretos y no pretende abordar su objeto de forma sistemáti-
como un breve volumen aparte. ca, es decir, no toma la apariencia de la monografia sino que
Sin embargo. esa posible operadón no por legítima resultaria la viste 'con el ropaje de breves investigaciones que ensayan formas
menos problemática, al menos si la lleváramos a esas últimas diversas de enconrrarse con esa variada sociedad.
cuencias. Ello no sólo porque estaríamos invirtiendo e! deseo unita- En el primer ensayo, por ejemplo, el que !leva por título precisa-
rio de la autora, sino por dos razones aiiadidas: por un lado, porque mente «Huelgas y salvación en Lyon» aquello que estudia son las rela-
cada uno de esos textos, a pesar de su ligazón, tiene entidad propia, ciones que se establecen entre el movimiento de la refonn a protestan-
al menos aquella que viene marcada por una distinta cronología en la te y e! abanico de fuerzas sociales que están presentes en esa ciudad
elaboración, aspecto este que nos permite advertir la evolución segui- francesa, en particular en su floreciente industi.ia tipográfica. Por otra
da por la historiadora en el tratamiento de un mismo mundo ; por otro, parte, su punto de vista es claramente heterodoxo, al menos si consi-
es evidente que, más a liá dei contexto espacial en el que sitúa sus deramos que ese estudio sobre las huelgas se publicó por primera vez
diversas investigaciones, todo el volumen se configura como una en 1965. Así, la autora rechaza una interpretación fuerte dei término de
sucesión de instantáneas que se complementan entre sí para compo- clase, a pesar de que el tipo de manifestación que analiza parezca pro-
ner finalmente un retrato de conjunto de aquel tiempo y aqueila meter una posición tradicional. En cambio, dejándose llevar por la
sociedad. Desgajar, pues, una parte de ese todo seria contravenir las complejidad de lo que esrudia y por las demandas del contexto, Zemon
instrucciones de lectura y forzar en exceso nuestra interpretaci6n Davis seõala con clatidad que cual uier movimiento social, una huel-
activa como destinatarios. ga por ejemplo, tiene su zstonc1dad y que no E emos im oner ai ·
iCuál es el objeto declarado dellibro? Una suerte historia des- pasado conceptos prqpios de nuestras uc as contemporáneas. De este
de abajo, ai modo, pues, de lo que Thompson había defendido, una rnõcfõ,éuando ella habla de! siglo >..'VI lo que hace es mostramos deter-
historia desde abajo que trata de la sociedad rural pero sobre todo de minados acontecimientos y circunstancias a través de los cuales aflo-
la urbana (especialmente artesanos y gente humilde, el Ilamado menu ran actitudes pruticulares, sin olvidar que grupos sociales como los q ue
peuple en general) a través de diversas manifestaciones culturales. De analiza, los tipógrafos lioneses, tenían expectativas propias en lo que a
ese modo, sus formas de vida y de agrupamiento colectivo se entien- su empleo se refiere y Juchaban por materializarias.
den como instrumentos y recursos, maneras en las que esa gente se Puede que todas esas ideas nos recuerden determinados ecos de lo
relacionaba con el mundo que Je envolvfa. Y en consecuencia el his- que hemos visto que anticipó cl marxismo británico, pero latalie
toriador puede estudiar una reunión, un rito o una algarada con pro- Zemon Davis no explícita en ningún caso esa conexión. De hecho, en
vecho semejante ai que se obtendría cuando se analiza ·un panfleto, e! apabullante aparato crítico que acompafía a toda la obra, no hay refe-
un d ietario o un sermón. Más aliá de esa novedosa premisa, Natalie rencias a esos autores ni en éste ni en el siguiente capítulo, esclito en
Zemon Davis seõalaba en la introducci6n al volumen que los dos pri- esta ocasión en 1968 y dedicado también a los movimiemos religiosos
meros textos de Sociedad y cultura presentan un rasgo compartido, a de la reforma protestante, aunque centrado ahora en el socorro a los
saber: mostrar los tipos de experiencia social que ayudaron a formar pobres. En este caso se investigao de nuevo actitudes, ahor·a las que
la conciencia protestante, algo que incluso podríamos predicar para suscita la miseria y también con la pretensión de abrir e! campo analí-
e! tercero de los ensayos. Pero hay mucbos otros elementos que es tico a pattir de un ejemplo concreto: estudiar Lyón para observar los
conveniente resaltar en su forma de reconstruir aquellos turbulentos cambias producidos en la sensibilidad europea en relación con la men-

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dicidad y el acto caritativo. Aunque el tema que abordaba no era exac- que vivían en las ciudades. Mujeres cuya condición natural era el
tamente nuevo, dado que ya había alguna bibliografia sobre el particu- matrimonio, ya fueran cónyuges o" viudas; desposadas en una o en
lar, derivada en parte de la histmia de la Ig lesia y del c ristianismo, lo posteriores ocasiones. Madres de família que pasaban buena parte de
cierto es que le daba ai objeto una orientación cultural. Se trataba de sus vidas teniendo hijos, pues tras el primer vástago cada dos o tres
verificar de qué modo se representaron los europeos de aquel tiempo a afios daban a luz nuevamente. En ese contexto, Zemon Davis conclu-
los pobres, a los mendicantes y, en general, a los menesterosos que con ye que ambos credos religiosos mantuvie1·on su situ·ación y que, por
su sola presencia interpelaban la concienc ia de! creyente. tanto, no se puede afirmar de forma tajante que ninguna de e sas con-
EJ capítulo tercero mantiene el trasfondo que se advierte con mayor fesiones fuera mejor en este sentido. No obstante , es c ierto que los
c menos intensidad a lo largo de todo el volumen: el mundo de ta refor- protestantes promovieron una suerte de desexualización de la socie-
ma y su interacción con la mayoría católica. Además, puede leerse dad, algo así como una roayor apertura en las formas de comunica-
como complemento de! ensayo que abre ellibro. Si en aquella ocasión .ción y en ciertos lugares religiosos, en los que las mujeres selÍan
se analizaba cómo los distintos grupos sociales asumieron el cooteni- aceptadas. Pero el reverso fu e su ascetismo, una austeridad que impi-
do de la refonna protestante, en este tercer capítulo («City Women and dió q ue los laicos compartieran esa vida festiva y recreativa de la que
Religious Cbange», de 1973, según la versióh original, y traducido en gozaban los católicos. làmbién clausuró la vida monástica, una alter-
Historia y Género como «Mujeres urbanas y cambio religioso»), lo que nativa respetable al modelo familiar. Asimismo, la desaparición de
ta autora aíiade es una perspectiva muy poco cultivada por aquellos las santas como referente ejemplar para ambos sexos eliminó un
anos, la de la diferencia de sexos. En ese sentido, conviene anotar, amplio espacio de afeclo y actividad. Finalmente, al hacer desapare-
como ella misma ha recordado en A Life ofLearning, el auge del movi- cer una identidad y una organización separadas para las inujeres en la
rniento feminista a princípios de los setenta y e! hecho de que en 1971 vida religiosa las hizo más vulnerables a la sujeción en todas las esfe-
ella rnisma organizara en Toronto, junto a Jili Ker Conway, el primer ras. Por todo elJo es diffcil concluir que la reforma protestante facili-
curso sobre historia de las mujeres que se impartía en Canadá (Society tara carobios más rápidos y creativos que los que podía suscitar e!
and Sexes in Early Modern Europe and in America). De hecho, anade mundo católico. Más bien debería decirse que ambas formas religio-
Zemon Davis, muy pocos habían sido los estudiosos que habían inten- sas contribuyeron a su modo a la transformación de los roles sexua-
tado anal izar de forma sistemática el papel de las rnujeres, y mucho les y que cada una f uncionó como correctivo de su oponente .
menos en cuantci al objeto que ella trataba: el cambio religioso produ- Además de ese análisis de la cultura religiosa, estas conclusiones
ciclo durante el siglo XVI. Con todo, la autora preseota en ese tercer pueden verse como la concreción de un programa más general sobre
capítulo tres de las hipótesis que se habían ido elaborando a lo largo de! la histori;t de las mujeres, algo que no conviene dejar de lado, dadas
tiempo. En primer lugar estarían aquellos que, como Max Weber o la trascendencia del objeto y las repercusiones que tendría en la inves-
Keith Thomas, habían creído ver en el calvinismo algunos aspectos tigación posterior. Como hemos indicado, ella fue una de las p1imeras
atractivos para las mujeres de aquel petiodo. En segundo término, algu- historiadoras que se ocupó expresamente de este tema a princípios de
nos historiadores, léase Lawrence Stone o Robert Mandrou, se habrían los setenta, primero en Canadá y después en Berkeley. De hecho, su
centrado en la forma de vida previa a la conversión religiosa. Para estos trabajo en e! citado seminario cauadiense se materializaría en un tex-
autores se debería subrayar e! hecho de que existiera un sentimiento de to presentado en la segunda Berksh.ire Conference on Women HistOJ)',
encarcelamiento e inutilidad frente ai cual el compromiso religioso que se celebró en 1974. Ese ensayo se publicaria poco tiempo después
habría funcionado corno válvula de escape. Finalmente, ella mencio- en la revista Feminist Swdies y se convertiría en un referente, en un
naba a quienes se babfan preocupado por las consecuencias que para clásico, de lo que hoy conocemos como histmiografía dei género. En
las mujeres tuvo la reforma, cuyo argumento central habría sido e! de ese texto Natalie Zemon Davis subrayaba la ímpottancia de poder
que se produjo una significativa mejora de la vida familiar para este comprender adecuadamente la sexualidad en e! pasado. Pf'xa ello
grupo. Como ocun·e en otros capítulos. en los que la autora presenta adoptaba de nuevo una perspectivu antropológica, que era la que !e
dislinLas alternativas para compreocler su objeto ele análisis, Nar.alie preocupaba· en aquellos aí'íos. Ese enfoque habría de permitir desen-
Zemon Davis se declara insatísfecha con las tres opciones e intenta res- tranar las ftmciones y e! simbolismo sexuales en distintas épocas y
ponder de otro modo a los interrogantes que se phmtea. Así pues c:ualquier hisrcri<.dor debe.ría adquirir e! hábito
«Mujeres trata, en efecto, nc dt'i çonjumo de las muje- na!:\:.,,; -dic·::. )(teralmentc:·- de te.ner cn cuenta consecuencias de!
de la Francia de aquel tiempo. más de las gét:e 1-... co11 la inisrna facilidacl c:or; la que toma en que

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I
se derivao de la clase social. De ese modo, el investi_gador tendría que su alcance (físicos, sociales, culturales) para vivir y manifestarse. Y final-
!
•J!
reconsiderar bajo esa mirada buena parte de son capi- mente, junto a la inspiración de la renovada htstona social bDtánica,
tales en su quehacer orclinario y que se han tomàCIDêomo evidentes al otro de los usos provechosos que se permite cs e l que proviene de las a
margen de vicisitud de las mu·eres: el oder, la estructura social, Ia enseiíanzas de la antropología, en particular la obra deA111old van Gen-
prop1edad, los símbolos y la perio ización. Es cietto que todos es os nep, un referente que ella dice haber descubierto duranre su estancia en
argumentos puedenparecer hoy rouy maruaos, archisabidos y acepta-
dos dentro de la academia. Pero esas palabras dichas entonces, a prin-
la Universidad de Toronto a finales de los scscnta. Esta última elección
es, por otra parte, lógica si atendemos al objeto de ese escrito concreto,
ii
I,
cípios de los setenta, eran una programa muy renovador, un plan de el estudio de la vida festiva.
trabajo que después, sobre todo cn la siguiente década, iría.11 desan:-o- Pero, como decíamos y en consonancia con lo antetjor, en este
llando muchas otras historiadoras, tomando a Natalie Zemon Davis cuarto ensayo también cambia e! tono del texto. A diferencia de los g
como una de las pioneras. :I
Sin embargo, a pesar de la importancia de este objeto, su libro, ·li
Sociedad y cultura, iba más aliá e introducía otros aspectos culturales dado e! objeto que tral.a: los usos sociales y políticos del trastorno lj
que conviene continuar tratando, especialmente porque también éstos carnavalesco y la organizacíón festiva, sobre todo en á:lación con la l,
la convierten cn un referente historio gráfico. Retomemos, pues, eJ hilo socialización de los más jóvenes. Así, repasa brevemente Ias aporta-
de la lectura y adentrémonos en el cuarto (tercero en la edíción espa- ciones de E. K. Chambers y la escuela !iteraria, de J. Huizinga y su • l
fiola) de los capítulos que lo componen. Su contenido es especialmen- Homo lu.dens, de Keith Thomas, de Victor Tumer y de Mijaíl Bajtin,
te significativo, puesto que el tono cambia y también las referendas para concluir que son estos últimos y en particular los antropólogos
que lo acompafían. Si bien la documentación utilizada continúa siendo los que más le interesan. De. ese modo, el referente plivilegiado resul-
enorme, como corresponde a una práctjca bastante habitual en ella, en ta ser Van Gennep por el gran número de estudios que .realizó sobre
este texto las alusiones historiográficas perfilan nn ensayo diferente. En la sociedad francesa, pero su uso es sobre todo instrumental, como
«Las razoncs de! mal gobierno», escrito en 1971 y publicado en Past fuente del folclore francés. No obstante, ai margen de esta última
and Present. como «The Reasons of Misrule», hay varios aspectos a elección, conviene detenerse en alguno de los otros referentes utili-
destacar en este sentido. Por un lado, el uso de cierta historiografia zados, de consecuencias teóricas más evidentes para la investígación
francesa annalista, aunque no tanto la que era central en aquellas que esta historiadora proponía.
fechas, sino más bien algunos autores que no representaban la pers- Uno de ellos es Keith Thomas, que precisamente en ese ano de
pectiva dominante de Braudel: Philippe /uies y sobre todo Robert 1971 pub],icaría su obra capital, Religion and the Decline of Magic,
Mandrou, es decir; historiadores vinculados al estudio de las mentali- eventualidad que impidió a Zemon Davis un uso provechoso de ese
dades. Por otro, la apuesta clara por los grandes referentes de la histe- volumen. Para lo que aquí interesa, deberíamos sefialar que Thomas es
ria social inglesa: E. P. Thompson y Eric Hobsbawm. uno de esos autores que podrían incluirse dentro de la reconstrucción.
En cse sentido, su interés por estos historiadores anglosajones se que Uevamos a cabo de la historia cultural, y ello por múltiples razo-
sitúa en dos planos distintos y ambos están presentes en el conjunto de nes. Por un lado, aunque no formó parte dei grupo de los historiadores
su obra. Ante todo, y siguiendo los dictados thompsonianos, su especial marxistas britânicos, tuvo como tutor a Christopher Hill, de! que siem-
atención ai contexto. En segundo término, afinnando que ese contexto pre se sintió cercano, y él mismo desempei'íó idéntica tarea en relación
no determina el comportamiento, que de las condiciones rnateriales de con Peter Burke. Así, este último lo ha seí'ialado en reiteradas ocasio-
esos grupos populares que investiga no se pueden deducír actitudes nes como su maesu·o y en todo momento ha reconocido la deuda con-
necesa.rias frente a determinados acontecimientos y circutistancias. De traída con aquél en su formación. Por otra parte, Keith Thomas fue uno
becho, Natalie Zemon Davis insiste eu que n on dimensiones tales de los historiadores que más tempranamenlc comprendieron la necesi-
fOmo la propiedad, e l poder o Qrestigio las Q_ue ella .QE_oyecta en sus dad de intensificar los intercambios con la antropología. Como hemos
lado otros variables, apuntado, en 1961, e! antropólogo brítánico E. E. Evans-Pritchard
desde la edad ai sexo. es_deçk, que había díctado una célebre conferencia sobre «Antropología e historia»,
!Tiinan igualmente la En suma, en donde argumentaba la semejanza de ambas disciplinas; en I 963,
_rescatar la célebre Hum.an Agency, Thoma.s publicaba e.n Past and Present un texto titulado «Historia y
campesinos como actores que usan los diferentes recursos que tJenen a anu·opología» en el que subrayaba las posíbílidades de colaboración

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entre ambas, tesis que defenderia cn los anos sucesivos y que se mate- pios de los setenta, su impac to fue inmediato, sobre todo gracias ai
rializada en su libro de 1971. Además, la conexión entre el etnólogo y trabajo de difusión realizado desde mediados de los sesenta por Julia
el hist.otiador no es una simple hipótesis, pues fue la lectura dei texto K.risteva y, después, por Tzvetan Todorov. Asf pues, el uso temprano
de Evans-Pritchard lo que originó el ensayo de Thomas. Parece lógico, que de él hace Natalie Zemon Davis resulta muy significativo para
pues, que Zernon Davis, aunque no cite esos textos, cstablezca una definir el tipo de investígación que la historiadora se propone. En par-
alianza natural con la obra de Keith Thomas, puesto que ambos com- ticular, lo que a elia le interesa es la interpretación bajtiniana de la
parten esa aproximación a la antropología. obra de Rabelais, una interpretación que la relaciona con las formas
j,Qué proponía ese texto de 1963? Thomas observaba que existia un culturales populares y no con los valores burgueses, una interpreta-
en amba!: y que el 1·esultado era claramente el acer- ción que toma la vida festiva como el reverso temporal de lo cotidia-
camiento. Así, el provecho que podríamos obtener de las lccturas antro- no, como una forma de imaginar algo distinto, ai margen de que esa
pológicas consistiria en que estos estudiosos no se conformarían con el transgresión refuerce o ayude a trastocar los valores comunitarios.
acopio de datos que les pemúte su trabajo de campo, al que seguiria una lQué es lo que hacía atractivo a un autor que en principio parecía
síntesis descriptiva, sino que tendetían a la generalización, a la interpre- tan distante? (,Qué es lo que hace que su recepción haya sido tan afor-
tación de los hechos, a su estudio en el marco de un determinado siste- tunada en ámbitos cullurales tan distintos? Cuando, entre otros,
ma social. Con cse estímulo, los historiadores irían dejando atrás su espe- Todorov y K.risteva lo dan a conocer en Europa, Occidenle está inmer-
cialización fragmentaria (histeria econórnica, militar, política, etcétera) so en esa crisis que sigue a las convulsiones sociales dei sesenta y
en beneficio de una .investigación en la que los acontecimientos se estu- ocho, al proceso descolonizador y, en suma, muchos de sus intelec-
diarían en relación con la sociedad como un todo. De esta manera, en ese tuales están reconsiderando el papel que !e corrcsponde. E! conflicto
empeno, el historiador tendría mucho que aprender dei antropólogo, espe- social y la impugnación del mundo burgués eran dos tradiciones que
cialmente del análisis detallado que éste ofrece de fenómenos más o reforzaban esa perspectiva. En aquet momento, uno de los problemas
menos comparables. Y los beneficios se extenderían aún más. Los antro- que despertaba mayor interés era el de la idenlidad, la identidad obre-
pólogos dan explicaciones paradójicas, no se dejan !levar por nuestro sen- ra, popular, colonial, el de la definición de sus límites. Bajtin podía
tido común para comprender el pasado y así evitan que éste funcione verse, pues, como un teórico que había defendido la idea misma de
como documento que validaría las razones dei presente. Finalmente, el alteridad, como un analista que estudiaba las identidades en conflic-
acercarniento a la antropología pennitiría ensanchar e! campo de estudio to. Puestos a definir qué fuera ese hecho, los europcos descubrían que
de la histeria acadén-úca, en pruticular en todo lo que se refiere a los diver- el otro no estaba fuera de ellos, sino que e! extrafio era una parte de
sos comportarnientos y actitudes sociales, es decir, a los aspectos más sí mismos. Por tanto, el diálogo entre las culturas, y también entre el
inmediatos de la experiencia humana. Así pues, concluía Keith Thomas, pasado y' e! presente, así como la pluralidad de voces que resuenan
es fácil advertir que los objetos y los métodos de la etnología nos mues- en cada una de aquéllas, esta ban en su interior. Bajtin se convertía
tran lo que podría ser el programa de nuestra disciplina, y lo hacen mucho de ese modo en el referente que, dentro de los estudios culturales,
mejor de lo que podemos apreciru· en las revistas históricas. mejor podía servir para la reflexión sobre esa alteridad. (,Cuáles e ran
Si esa perspectiva antropológica no era habitual en aquellos aiios, los aspectos concretos de su investigación que se difundieron en
menos aún lo era el uso que Zemon Davis hacía en el citado volurnen aquellos aí'ios y que en Natalie Zemon Davis estaban presentes ele
de las ideas de Mijaíl Bajtin. Como se sabe, aungue este autor escri- fonna temprana?
bió en 1940 La'Cirtii(;:;;jiõj)u!ar en la Edad Media y el Renacimien- La principal aportación de este autor, procedente del fom1ali smo
to, su célebre texto sobre Rabelais. no sería hasta 1965 cuando apa- ruso, es la del dialogism o. Estudiando en concreto la obra de D os-
reciera publicado en ruso y habrían de transcurrir otros lres anos para toievsló, este analista subrayaba la polifonía narrativa, es decir, la
que v iera la luz una versión inglesa. Sin embargo, esa traducción no plura!idad de voces que compiten en su obra para hacerse oír, para
Je penniM una difusión rápida. En las décadas de los sesenta y los impone r una versión de los hechos. Esta percepción de las cosas tras-
setenta, la crítica' literaria anglosajona, y en particular la americana. ciende la obra del novelista ruso y define la dirección seguida por la
obsesionada con e! estructuralismo y la deconstrucción, de naFativa contemporánea, en la que esa polifonía se expresa por
modo que Bajtin apenas tuvo eco. De hecho, su recepción no fue medio de perspectivas encontradas -e! denominado perspectivismo-.
masiva hasta que en 198 t aparecie ra The Dialogic lmagin.ation. En por medio de pun:.os de vista diferentes. El descubrimiento permite
cambio, en Francia, donde sus obras e mpezaron a editarse a princi- advertir que las voces contrapuestas encarnao concienc!as en conflic-

56 57
to y, por tanto, aluden a la dificultad de definir el mundo de manera manifestaciones festivas funcionaban al modo de los ritos de paso des-
unívoca, universal. La otra aportación bajtiniana, en conexión con lo critos por Van Gennep y, como tales, nos muestran sobre todo la forma
anterior, es la que se materializa en su obra sobre Rabelais, que es la con la que una comunidad campesina mantenía su orden y su identi-
que expresamente utiliza Natalie Zemon Davis. (.En qué consistiria? dad. Por lo que a las ciudades se refiere, la composición era distinta y
Más aliá de la investigacióa histórica y !iteraria que está en su base, la present.ación más compleja. La mayor alfabetización enriqueci6 esas
e! aspecto más sobresaliente de su gran obra era el que dedicaba al bufonadas ampliando su vettiente üteraria y tealral, con un vocabula-
estudio de la cultura popular y, en particular, a aquellas de sus mani- rio mucho más variado. Además, e! control que los jóvenes ejercían en
festaciones que tenían un sesgo disolvente: la risa, la :fiesta y el car- el mundo rural dejó paso a una organización en la que el protagonismo
naval. Esas fonnas Ct!lturales, aunque no fueran cotidianas, ponían en era espacial (e! barrio o e! vec.indario) o profesional (gtupos ele rutesa-
crisis la gravedad enfática de! poder y burlaban las restricciones que nos). La razón es obvia. Ei crecimiento urbano (su diferénciación, su
las instituciones imponían a las clases populares y a la vida que las desorden) nos explica cómo a la hora de interpretar la cíudad era más
atraviesa: así, la risa seria expansión e impugnaría las coerciones de cohere.nte e informativa una agrupación de ese tipo que otra que estu-
ese mismo poder represar. Estas manifestaciones críticas, de acuerdo víera basada exclusivamente en la edad. Ahora bien, en sentido último
con Bajtin, mostraban la posibilidad de una rebeldía subterránea, no difieren en exceso, pues también en la urbe aquello que se pretende
común e incluso multítudinaria, manifestaciones más habituales en es mantener el orden tradicional. Si en e! campo un motivo recurrente
._t esa cultura popular que el enfrentamiento abierto o la lucha política de las cencerradas es regular e! mercado matrimonial, en la ciudad lo
(/;' expresa. Así pues, _!.o que a Zemon Davis le interesa son dos cosas: serán cualguier alteración del orden y la justicia vecinales (quizá un
L/$ dei carnaval como segunda vida y su función robo pero también un matrimonio extravagante) e incluso el desoróen
\ ,.qif. destructora renovadora; or otro, el ue Ba'tin estudie formas cul- político de los poderosos. En suma, pues, pari:r Natalie Zemon Davis,
{1.,·) tura es populares. or esa razón, no le interesa tanto la celebrada obra el propósito de.esta crítica social, y en ocasiones polftica, adquióa los
. '9 /.V- ' ae-amzinga (Homo ludens) puesto que su análisis del elemento lúdi- perfiles de destrucción y renoYación que seõalara en su momento Mijaíl
. ;rz_(}" co centra en la alta . Bajtin. Y junto a ello, su capacidad de transformación, semejante a la
. . .'A. .t.n todo caso, lo que la h1stonadora norteamericana analizaba era que Hobsbawn percibiera en ciettos movimientos milenarístas, su adap-
. ir- e! juego carnavalesco, ese juego bajtiniano, y lo que recbazaba, en tación a las necesidades de la sociedad rural y t.arnbién a la mayor com-
"Çl Clara sinlonía con los referentes utilizados, era que pudiera presen- plejidad urbana, en la que los jóvenes dejaron paso a artesanos, merca-
tarse exclusivamente como una secularización de tradiciones perdi- deres, abogados o simplemente vecinos.
das en e! tiempo o como una simple válvula de seguridad que des- Este artículo de Natalie Zemon Davis, que como decíarnos apare-
viada la atención de los problemas sociales. La clave, para ella, se ci é en 1971, debe ser considerado como uno de los primeros pasos
resume en dos preguntas decisivas: lgué clase de agrupaciones son dados por la historiografia occidental de aquellos aüos en la larga
las que organízan estos juegos carnavalescos?, lCuáles son sus pre- serie de estudios dedicados al carnaval y a la cencen·ada, esas formas
lensiones? Como es evidente, la mirada etnológica que ba escogido culturales de rebeldía que iban más aliá o estaban más acá de la lucha
le conduce a determinados resultados, pero ello no quiere decir que sus por e! poder. Era una sensibitidad muy caracter1stica de aqueilos aõos
alejen, por causa de aquella premisa, de lo que hemos en que el sesenta y ocho había puesto de relieve la revolución cultu-
pod1do perc1b1r en los ensayos precedentes. De hecho, como ocunía ral, pero era tarnbién un momento en que ciertos marxistas reconsi-
con los ripógrafos, las llamadas abadias de mal gobiemo, nombre que se deraban e! papel de la Jucha política, de las clases populares, de! par-
daba a los grupos que se encargaban de organizar cencerradas y otros tido, y recuperaban formas alternativas de oposición ·que en otros
acws lúdicos, respondeu a una dinámica semejante aunque bajo otras ticmpos babrían parecido anacrónicas o fracasadas. Por otra parte,
condiciones. ese objeto nos permite entender de algún modo por qué muchos his-
En la sociedad mral de la Francia del Quiniemos, esas asociaciones toriadores encontraron en la antropología, como dijeran Tbompson o
eran ptincipalmehte juveniles y sus burlas, escarnios y licencias de Thomas, un estímulo para la historiografia: temas de estudio, pero
todo tipo no eran tanto expresiones de rebelión como recursos al servi- también métodos y perspectivas.
cio de la comunidad en general y de los jóvenes en particular: en suma, A diferencia de! ensayo anterior, con el que comparte un objeto
un tratamiento carnavalesco de la realidad. De esta manera. cualquier similar (ahora, e! significado de los símbolos en ese mundo lúdico),
.deri\'ación en violencia o desorden era un accidente, en tanto que esas el quinto de los capír.ulos dei vo]umen, «Women on Top», que fue

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publicado en Historia y género como «Un mundo ai revés: las muje- celebradas fue ia de la mujer en el poder (la woman-on-top), figura
res en el poder», se escribió ex projeso para la edición de 1975 y este que también tiene que ver con la inversión sexual, una forma de
hecho refuerza aún más determinadas constantes que hemos vistO representación cultural muy ex tc ndida en la literatura, en el arte y en
con anterioridad. Por un iado, hemos de sefialar e! uso provechoso de él mundo festivo. En ocasiones, la inversión suponía disfrazarse dei
perspectivas procedentes de otras disciplinas, en particular otra vez la sexo opuesto, pero también podía ser simplemente asumir los roles
anu'Opología (Van Gennep, Turner, Leach), pero también la sociolo- contrari es. P ues bien, éste es el objeto de! ensayo de Natalie Zemon
gía de la religión (Weber, Le Brass), sin olvidar a autores como Bajtin. Davjs, el estudio de ese juego de inversión sexual, en particular aquel
Como ella misma ha reconocido en A Life oj Learning, la década de que se basa en la imagen de la mujer discola. Para entenderlo, para
los setenta, que pasó en buena parte en Berkeley. fue la etapa en la escudrifíar este mundo a! revés, la autora parte de dos perspectivas
que leyé de forma compulsiva a los etnólogos, sin atender a sus múl- distintas. Por un lado, acude a las sugerencias ofrecidas por los antro-
tiples y variadas disputas, buscando respuestas distintas a Ias que !e pólogos, en particular a los estudios de Victor Turner sobre los ritua-
ofrecían sus hábitos de historiadora social. /\.hora bien, por otro lado, les de reversión dei estatus. Por otro, la autora recutre a las fuentes
no podemos olvidar el uso continuado de Ias reflexiones producidas !iterarias y a través de ellas nos mueslra el tipo de licencias que se
en el seno dei denominado marxismo británico, sobre todo los textos permitían. Sin olvidar que las diversas imágenes de tl·astomo sexual
de E . P. T hompson. Y, finalmente, tampoco podemos desatender la que estaban disponibles para las gentes de la ciudad, que podían
vertiente de género (feminista), algo con lo que habitualmente se aso- observarias en el teatro o en los libros, también estaban presentes y
cia a Natalie Zemon Davis. de modo diverso en las costumbres y en las fies tas populares.
Como en otras ocasiones, la autora utiliza en este capítulo dos Así, mientras que los rituales purificadores o los. elementos mági-
recursos para presentar su argumento. Por un lado, detaliar el contexto cos tenían escasa presencia en la literatura, cobraban una gran impor-
en el que se sitúa su objeto de investigación. Por otro, mostrar las diver- tancia en las festividades populares, junto con las funciones carnava-
sas interpretaciones que se han elaborado para, partiendo de ellas, lescas de mofarse de - o enmascarar- la verdad. Mientras que los
negarias o al menos proponer una cmTección significativa. En cuanto a escritos o las obras representadas incluían a menudo la imagen de la
lo primero, Zemon Davis inicia su texto recordándonos que el femeni- mujer actuando como un hombre o disfraz.ándose como tal, la inver-
no fue el sexo desordenado por excelencia y que, en parte, esta visión sión festiva privilegiaba al varón que asumía el papel de la
se basaba en las creencias sobre su propia psicología. Ya fueran los desordenada. Además, ese intercambio de roles se ha de relacJOnar
médicos que segufan la teoda de los humores o aquel!os otros que con las rnayores licencias que se permitían en la inversión carnava-
abrazaban nociones mecanicistas, todos concluían que la mujer era de lesca, licencias que eran usadas para decir la verdad. En todo caso,
temperamento frágil e inestable y que, por tanto, su inferioridad debía cabe senalar a este propósito que las mujeres tenían menos oportuni -
auibuirse a la naturaleza. Por eso mismo, sus desórdenes la podían con- dades que los hombres a la hora de participar en sus propias ti.estas de
duci.r a las artes demoníacas de la brujería. Así pues, una mujer dísco- inversión. De hecho, las confraternidades para jóvenes casaderas eran
la era un peligro y eran necesarios remedios que lo conjurasen: las ense- prácticamente inexistentes, y cuando aparecían estaban ligadas a la
fíanzas religiosas, e! trabajo honesto y, eu última instancia, las leyes. devoción religiosa.
Todo este arsenal explicaría que la sujeción se hiciera gradualmente (.Cómo influía esa inversión !iteraria y festiva en los roles sexua-
más profunda entre los siglas XVT y xvm y gue en esta última centuria les? Para los antropólogos y los historiadores de la literatura, no haría
muchas mujeres hubieran perdido parte de la personalidad e indepen- sino reforz.ar la esttuctura jerárquica de la sociedad de aquel tiempo.
dencia legales que con anteri oridad babían disftutado. Eso no signifi- Sin negar esta perspectiva tradicional, Natalie Zemon Davis afiade
ca, por otra parte, que no tuvieran un acceso informal ai poder o que no otras dimensiones. La conclusión que extrae es que ese mundo tra-
jugaran un papel en el ámbito económico, pero el carácter de esas rela- vestido olorga a la mujer. como persona y como madre, el derecho a
ciones se hizo más conflictivo. levantarse y a decir la verdad. y esa figura sirve para iegitimar tam-
Con rodo, dichas creencias sobre el temperamento femenino no bién el comportamiento desobediente de los varones. Por un lado, e l
só!o estaban en relación con la conducta de hombres y mujeres. Tenían disfraz liberaba a los hombres de la responsabilidad de sus actos y
que ver asimismo con los diversos usos del simbolismo sexual, e! quizá también del miedo a una vcnganza ultrajante para su virilidad.
cual si bien nos dice algo sobre la expcriencia social también refleja Ai fin y al cabo, s61o eran comportándosc de forma desor-
contradicciones en su interior. En ese contexto, una de las figuras más denada. Por otro. wnfiaban ai poder sexuaL a la energía de la mujer

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díscola y a las licencias que se le concedían, la defensa de la fertili- estas acontecimientos públicos acababan en disturbíos, ya fuera una
dad y de los intereses comunitarios en general, así como la denuncia misa, una prédica y sobre todo cualquier manifcstación callejera, en
de la injusticia. De ahí que esta figura fuera tan popular dentro deJ particular las procesiones y las fiestas. De ese modo se comprende
variado mundo de los rituales festivos. inejor el sentido que subyacía en esas charadas y motines, esto es, su
Un tenor parecido se obse!"\'a en el capítulo sexto, «Los ritos de la relación con los valores que identificao a una comunidad, algo tan
violencia», que vio la luz originariamente en 1973 en la revista Past importante que, por eso mismo, a menudo su defensa se manifiesta
and Present como «The Rites of Violence». En principio, los referen- de forma muy violenta, pero una violencia que, vista así, tiene menos
tes son los mismos y se mantiene incólume esa perspectiva antropoló- que ver con lo patológico que con lo normal.
gica, pero hay un matiz ligeramente distinto, un énfasis mayor en la Los capítulos séptímo y octavo, como el quinto, fueron escritos
histeria social británica y en E. P. Thompson en pruticular. ·En ese sen- para completar Sociedad y cultura, es decir, están datados en 1975. No
tido, conviene insistir en un aspecto que consideramos central. En
1971, en el mismo número de Past and Present cn el que la historia-
dora publicaba su texto «The Reasons of Misrule» se incluía otro ensa-
I conviene despreciar este hecho. En aquel momento, Natalie Zemon
Davis había publicado suficientes ensayos, muchos de eltos sobre la
· ciudad de· Lyon, como para poder cenar e) volumen sin tener que ela-
yo que marcaria durante afios ia forma de entender a Ias comunidades borar nuevos materiales. Si lo hubiera hecho así, habría·cumplido con
preindustliales: e! teJÇto de Thompson sobre la economía moral de la aquella plimera pretensión de estudiar por entero la urbe francesa. Que
multitud. Esa coincidencia estrecharía las relaciones entre ambos ini-
ciándose con ella una relación epistolar en tomo a la simultaneid;d de
sus respectivos temas a pesar de la distancia. Así ai menos lo sefiala
II. esta otra opción no significa que los ot.ros textos no tuvieran
entidad suficiente, sino acaso que la autora quería completar. los reta-
zos anteliores con otros que no fueran recunentes, que aportaran ele-
esta historiadora en respuesta a Denis Crouzet Por esa razón, dos anos mentos nuevos. Y así es, puesto que los dos últimos trabajos tratan de
después, Natalie Zemon Davis utiliza profusamente esta nueva pers- un aspecto no abordado previamente y que, vístos desde el presente,
pectiva, de la que se sentirá cercana a lo largo de su posterior trayecto-
ria académica y profesíonal. Por si esto fuera poco, en 1972, el propio
I son de una clara modemidad historiográfica: las relaciones entre las
culturas oral y escrita. En ese sentido, es lógico que haya una nueva
Thompson había publicado en Annales su conocido artículo sobre la olientación y que la referencía a la historiografia marxista británica sea
cencerrada, que llevaba por tín1lo <-Rough music: Le charivari anglais>,, sustituida, en este caso, por los estudiosos franceses, de Robert Man-
en el que usaba profusa y elogíosamenre «The Reasons o0v1isrule». En d.rou a Jacques Le Goff, pasando por MauriceAgulbon, Jacques Revel
cualquier caso, el objeto que perseguía Naralie Zemon Davis era dis- o los primeros trabajos de su compatriota Robert Darnton.
tinto ai de aquellos que como este autor -Georges Rudé, Eric Hobs- E! primero de estos dos últimos ensayos se mantiene dentro de la
bawn, Charles Tilly o Emmanuel Le Roy Ladu1ie- habían estudiado la cronologia que ya hemos repasado y se plantea de nuevo una pre-
violencia de la multitud en el contexto de los motines relacionados con gunta, en este caso la referida a la manera cómo la imprenta penetró
e! precio del grano y del pan o con los impuestos. en la vida popular de aquel siglo. Y la respuesta es de nuevo comple-
En consonancia con sus anteriores investigaciones, es el elemen- ja, porque no toma e! libro y ai pueblo como dos entidades evidentes,
to religioso lo que le sirve de hilo, es decir, busca comprender el sino que descompone ambos objetos para hurgar en las múltiples
motín religioso como tipo de àisturbio colectivo. Y de nuevo otra idea relaciones que se establecieron entre una cosa y la otra. Así, en el
ahora reforzada por el citado estudio de T hompson. Cató- caso de Ia cultura campesina, que era y siguió siendo básicamente
licos y protestantes se movían por la defensa de una doctrina verda- oral, lo esc1ito se abrió paso gracias a las veladas, las reuniones noc-
por la del cuerpo social que consideraban co1Tecta y jui- tumas que se acostumbraban a celebrar sobre todo en inviemo, aun-
CIOsa, pero tamb1én por la creenc1a de que su actitud era legítima y que la influencia de la lectura en voz alta fuera limitada y aunque el
d.e que no hacían otra cosa que sustituir al gobiemo inerme. En oca- peso de los relatos verbales la transformara. No ocurría lo rnismo en
Siones ocupaban el papel que le bubiera correspondido a un magis- las ciudades, en donde el acceso allibro era habitual y en donde
trado y a veces suplían la inacción de la autoridad eclesiástica, pero cualquier reu nión festiva de amigos o parientes podía dar pie a entrar
de uno u otro modo defendían su economía moral. Por esa mísma en el mundo impreso, sin olvidar espacios privilegiados para ese
razón, e! desencade.nante de las protestas no es unívoco, no es e! pre- menester como los talleres de imprenta o las asambleas religiosas que
CJO del grano, por c1tar e! motivo al que se suele apelar. Más bien hav promovían secretamente los protestantes. Ahora bien, aunque la
que referirse a los propios rituales religiosos. pues la mayoría mayor parte de esta literatura primitiva difundía hacia abajo ideas

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elaboradas por quienes estaban en el centro dei poder político o reli- servicio de la causa moderna. De este modo, la entrada de lo popular
gioso, Zemon Davis advierte que no hay que minimizar la influencia en la gran literatura se produce sacándolo de su contexto y morali-
de aquella otra que escribieron grupos más cercanos a la gente humil- zándolo, eliminando todo aquello que contradice los nuevos presu-
de. Esos pocos textos, y sobre todo su contacto con los productos puestos.
impresos, afianzaron en las clases populares tanto su realismo como Además, y a pesar de ese esfuerzo, e! siglo xvm verá el punto más
sus sueõos, tanto su identidad como su capacidad. de criticarse a sí bajo en el interés de las personas culta<> por ese otro mundo. Y es iógi-
mismas y a los demás. Es decir, no recibieron pasivamente esas lec- co que así fuera, porque los philosophes tenían como bandera incul-
turas, sino que se convirtieron en intérpretes activos. Las razones de car la razón, difundir la Cultura con mayúsculas y Inchar contra la
esa actitud independiente hay q•.le buscarias en aquello que la histo- superstición y el fanatismo. El proverbio que la gente común utiliza-
riadora norteamericana senala con reiteración. La fuerza de la cultu- ba profusamente no era, pues, más que una sucesi6n de ídeas defec-
ra oral y de los diversos modos cómo el pueblo (ya sean los campe- tuosas, falsas asociaciones y errores de todo tipo que era necesario
sinos, los anesanos o ese menu peuple, esa gente humilde que poblaba erradicar. Si ellos los utilizaban o estudiaban era s6lo porque necesi-
las ciudades, a quienes se refiere una y otra vez para rescatar una taban comprerider ellenguaje del pasaçlo y porque se habían de diri-
designación histórica) se organiza socialmente son suficientes para gir a esas gentes anticuadas, ingenuas e incultas que los usaban. Con
resistir cualquier intento de corrección desde arriba, pues ellos pose- eso !legamos a princípios del Ochocientos, cuando cuajó esa idea
eu sus propios valores sobre el mundo y se manifiestan de variadas latente en los reformadores según la cual el pueblo estaba aún en un
formas para defenderias. estado primitivo que necesitaba ser mudado en progreso: el pueblo
Distinto es el último de los capítulos que componen Sociedad y cstaba equivocado, atrasado, pero valía la pena darle .lecciones. Ade-
cultura, y ello aunque e! objeto sea similar al que le precede. En esta más, puesto que e! progreso baría desaparecer aquel mundo, era
ocasión se adopta una mirada que no había aparecido con anteriori- necesario recopilarlo, describirlo antes de que fuera demasiado tarde.
dad, puesto que se privilegia una perspectiva diacrónica. La forma En resumen, este texto de Natalie Zemon Davis propone varias lec-
cómo la literatura afronta y recoge la sabiduría proverbial y los eno- turas. Por un lado. mostrar la crecJenle dtsfancta que se fue creando
res populares -pues éste es el objeto dei último capítulo- se estudia p;pular, básicamente oral, y la cultura escrita de las_
abora a través de distintos cortes cronológicos que vau desde e! siglo xv otro, y a la vez, enseíi.arnos que el uso de esas
hasta princípios de! XIX. Pero en todos los casos bajo una misma ópti- colecciones como fuentes para el estudio de aguel mundo ha de
ca: la manera cómo las personas ilustradas recogían y presentaban Ja hacerse con tiento, precisamente por el alejamiento y la descontex-
infonnación relativa a esos dichos populares. Hasta el siglo xv1, pro- tualización con que los productos impresos trataron a sus referentes
verbios y costumbres fueron tomados por nobles y clérigos como orales. De todo ello se deduce finalmente la dificultad a la que se
parte de su mundo y no parece que fueran relegados pues nadie esta- enfrentan quienes, como ella indica, pretendeo ser «historiadores de
bleció entonces un monopolio exclusivo sobre la sabidutía. Todo esto la cultura popular de la Europa preindustrial».
cambiá en el Quinientos, cuando el interés por esas manifestaciones Visto desde hoy, el libro de ]iaJ:alie. Zemon Davis puede ser juz-
aumentá, pero bajo un nuevo prisma: interesaba más el estud'io de la gado muy favorableménte -ccmio un clásico de los setenta gue aún
lengua francesa que la culrura popular, de forma que las colecciones conserva vigencia. Entre otras cosas, ayudó a introducir y a difundir
que se publicaban venían a marcar la distancia que existía entre unos perspectivas, enfoques y objetos históricos _gue por entonces
y otros. Les interesaban sus recursos lingüísticos en lo que pudieran évtdentes o que s mip!IDTíente se ignoraban, como es el caso del géne:-t!
contribuir a dar forma y lustre a la lengua de! reino, pero no su sus-
trato de actitudes y creencias. Por eso se adaptaban al buen gusto cor-
ro. Ayudó también a hacer más fluida la relactón de la OlSCtp1ína con
'râ'antropología. al tomarla como estímulo analítico, como acicate \
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tesano, eliminando todo lo que se consideraba impropio, con lo que interpretativo: una forma de mirar los objetos, de hacerlos manifies- ·
sus funciones sociales primarias quedaban silenciadas. La actitud tos, más aliá de los hábitos y de los temas comunes del historiador.
ilustrada hacia lo popular se lomó más crítica aún a lo largo dei siglo '\'VII. Pero, además, Sociedad y cultura esbozaba igualmente una fonna de
acentuando la distancia social. hasta el punto de que se imprimió un escritura que. después, se impondría entre los mejores autores de la
menor número de obras de este tipo. Y sin embargo es a fines dei Seis- histmia cultural: aquella que hace de! tono narrativo su modo de cap-
cie ntos cuando publica Charles Perrault su celebérrima obrh, pero tar al lector. aquctla que. hacc del acto de comunicación un momento
éstu no es sino un intento de rehacer la tradíci6n oral para poncrla ai clave de !a investigacióP E r. los agradecimientos que acompnnar. al

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volumen, Natalie Zemon Davis rinde tributo a su esposo por haberle III
aconsejado economía en la expresión y por haberle exigido que prac-
ticara el arte de la persuasión. A hora bien, ellibro sólo esbozaba esta
preocupación propiamente !iteraria, esta atención ai relato y ai domj-
nio de lo escrito. i, POr qué razón? Porque este hecho narrativo se con-
sumaría y se llevaóa hasta sus últimas consecueocias más tarde, EL TALLER PARISINO
cuando la propia autora enfrentara la posibilidad literal de contar una
historia, de tratar un caso particular en el que aunar imaginación y
pruebas, documentación y evocacióu, algo que ya estaba presente
entre aquellos grandes historiadores de los que Zemon Davis se sen-
tía muy cercana: Thompson y Hobsbawm.
i,Natalie Zemon Davis? La influencia del marxismo británico entre
los historiadores culturales que hemos identificado (Davis, Burke,
Darnton, Ginzburg o Chartier) no se reduce a esta autora nOiteameri-
cana, aunque pueda ser ella e! engarce entre dos generaciones de inves-
tigadores de diferente edad: es e!la quien mejor y más tempranamente
se vincula a dicha tradición. En realidad, el cambio que los Hobsbawm, PARfS, CAPITAL DEL SIGLO XX
Williams o Thompson favorecido afecla a una generalidad de
autores y a varias generaciones de estudiosos. Asf pues., que algunos de Los historiadores que hemos escogido reúnen la circunstancia
los historiadores culturales no rindan un homenaje expreso a esos pio- común de haberse inspirado en la historiografia francesa e incluso de
neros o no los reconozcan como sus maestros no significa que estén tan haber tomado la Francia moderna como objeto principal de sus inves-
alejados de lo que aquéllos hicieron. Evidentemente, en los anglosajo- tigaciones. Este último aspecto no es meramente circunstancial o irre-
nes esa influencia es mayor. Sirva como ejemplo que Peter Burke levante, puesto que el estudio de esta cultura les ha obligado a com-
recordará de manera explícita a Raymond Willíams al parafrasear el partir o a discutir los presupuestos de la disciplina, los objetos particulares
rótulo de uno de sus libros (Culture and Society) en el epígrafe que que tratan y su relevancia o los procedimientos metodológicos que uti-
daba título a otro de los suyos (Culture and Society in Renaissance lizao. En otros casos, quizá esa coincidencia de historiadores no obli-
ltaly). Ahora bien, ese clima de fondo que reinaba en la historiografía gue a enfrentarse y a asumir las discusiones propias dei país investiga-
britânica en los aiios sesenta y setenta no es suficiente para entender a do. En cambio, eso no ba ocurrido entre aquellos que, procediendo de!
dicho grupo de hist01iadores culturales. De hecho, hay un indicio fun- mundo anglosajón o de otros lugares, se ban adentrado en la cultura
damental en la obra de Natalie Zcmon Davis que nos puede ayudar a francesa. La razón es evidente. De existir una esctiela historiográfica,
raslrearlo. Como hemos visto, el objeto de estudio estaba localizado con sus centros de invesligación, revistas, promoción, difusión, etcéte-
expresamente en Francia. i,Por qué una historiadora norteamericana se ra, ésta seria, sin duda, la de los Annales. Las razones de este éxito son
ocupaba de temas europeos? En realidad, ese becho no era tan excep- múltiples y sobradamente conocidas, puesto que existen numerosos
cional, a pesar de la condición pionera de esta investigadora, y sus cole- estudios sobre su significado, su trayectoria, sus disúntas épocas y su
gas también tomarían la sociedad y la cultura fnmcesas como objeto de peso dentro de la disciplina. Pero un par de cosas han sido decisivas
estudio, como marco general de sus análisis o como estímulo historio- en el conocimiento internacional de esta corriente.
gráfico de sus respectivas investigaciones. Pero és te es otro asunro, por- La primera, la creación de la Sección VI de la École des Hautes
que Paós y su revolución historiográfica serán absolutamente decisivas Études, que a partir de 1975 afíadiría a ese nombre el predicado en
en el desmroUo de la histeria cultural. Sciences Sociales (EHESS), y por tanto el apoyo institucional recibi-
do de! Estado galo para la investigación y difusión de las obras his-
tóricas. El segundo aspecto ha sido la tarea de promoción de la cul-
t'Jra francesa en e! extranjero. Y ello se ha logrado con distintos
medios: la subvención de traducciones a otras lenguas, las becas de
viaje y de intercarnbio de universitruios. :a implantación de distintos
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