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Sobre el Decreto 70/23 y el Régimen de la Ley 26.122
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Por Alejandro Díaz Lacoste
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Extracto de una publicación realizada por Thompson & Reuters, Revista Jurídica La Ley, el día
3/1/24.
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El autor es abogado. Ex profesor de Derecho Constitucional Profundizado; Garantías
Constitucionales en el Proceso Penal; Derecho Constitucional Económico; de Introducción al Conocimiento
Científico en la UBA y de Postgrados en la Universidad del Museo Social Argentino y la Universidad de
Belgrano. Ex investigador con dedicación semi-exclusiva del Instituto Ambrosio L. Gioja de la Facultad de
Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Premio a la Investigación Científica por la Secretaria de Ciencia y
Técnica de la Nación. Especialización en Derecho Penal y Magister en Derecho Penal por la Universidad de
Belgrano. Diplomatura en Derecho Penal por igual Universidad de Belgrano. Ex Abogado Inspector de la
Suprema Corte de Justicia de Provincia de Buenos Aires. Egresado de la Escuela Judicial del Consejo de
Magistratura. Docente, ensayista e investigador. Contacto: diazlacoste@yahoo.com.ar
pequeña Comisión Bicameral -conformada, se dice, de manera
proporcional a las representaciones políticas en el parlamento-.
En caso de rechazo, no se habla más de la norma mediante la cual
el Poder Ejecutivo pretendió “legislar”. En caso de aceptación,
sin embargo, la ley vigente ha previsto una modalidad que, a
nuestro juicio, es en sí misma inconstitucional; pues vulnera el
principio de división de poderes, el procedimiento de sanción de
las leyes y los artículos 30 y 31 de la Constitución Nacional.
De este modo, sea cual sea nuestra ponderación sobre los
fines del decreto presidencial, sus probabilidades de convertirse
en ley de la Nación transitan por los déficits de la ley 26.122.
En este sentido, para nosotros, el problema no está tanto en
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el ejercicio de una facultad de emergencia , o si están dadas las
“circunstancias excepcionales” y/o la satisfacción de sus ambiguos
recaudos de orden discrecional –esto es, la apreciación de qué son
dichas “circunstancias excepcionales” que imposibiliten el
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derrotero del procedimiento de sanción ordinaria de las leyes- ; o
si se advierte “la necesidad y urgencia de tan sustancial reforma”
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que “resulta atentatoria al principio de división de poderes y
del régimen republicano de Gobierno” (sic, autores varios y los
numerosos amparos que se están presentando en la justicia); sino
en la forma en que esta facultad es controlada por un pequeño
grupo de legisladores y, más luego, su aprobación por una sola de
las Cámaras de Honorable Congreso de la Nación; desvirtuando así,
doblemente, su sistema constitucional de sanción de las leyes.
Veamos paso a paso las premisas de nuestra afirmación;
prestando de antemano un reconocimiento a Néstor P. Sagúes que
advirtió hace muchos años una parte de este problema 6.
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El Colegio Público de la Capital Federal(CPACF) entendió que el instrumento no se ajustaría a “los
parámetros excepcionales establecidos en la Constitución para su dictado” y que “el enorme volumen y
alcance del texto del decreto que incluye la derogación de una innumerable cantidad de leyes del Congreso
y la modificación de otras tantas, algunas incluso que contemplan un régimen general, no puede ser
efectuada por un instrumento excepcional y de interpretación restrictiva como un decreto de necesidad y
urgencia”. Ver link a http://www.diariojudicial.com, nota del 25 de diciembre de 2023.
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Con buena perspectiva, el defensor del Pueblo bonaerense, Guido Lorenzino, impugnó
judicialmente el decreto 70/2023 ante los tribunales federales platenses. El escrito tiene un peso enorme –
señala Pagina 12 en su edición del 27 de diciembre-, “… en primer lugar, porque representa al distrito de
mayor envergadura de la Argentina y al 40 por ciento de la población nacional…” El decreto 70/23 es
manifiestamente inconstitucional -se afirma en la página 14, reseña el diario- porque el Poder Ejecutivo
usurpó atribuciones por fuera de las causas expresa y restrictivamente enumeradas por la Constitución
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Poder Ciudadano, 23 de diciembre 2023, se expidió expresamente indicando la necesidad de
respetar la división de poderes por parte del Poder Ejecutivo.
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Sagües, Néstor Pedro – “Los Decretos de necesidad y urgencia: derecho comparado y derecho
argentino”. Publicado en LL. 1985-E-798 y artículos conexos a la misma temática, que adelante citamos.
plebiscito que se anuncia por la Presidencia de la Nación. De tal
suerte, no hay que desplazar por sí misma a la idea de legitimidad
de su contenido; que coincide, a grandes rasgos, con la plataforma
electoral anunciada al conjunto de sus electores. Es dado
recordar, sin embargo, la esencia del caso Verrocchi (Fallos
322:1726, del año 1999), en el cual la Corte Suprema de la Nación
consideró que ciertas normas emitidas por el Poder Ejecutivo en el
año 1996, mediante las cuales se suprimían asignaciones familiares
a los trabajadores, fueron inconstitucionales. Estas
disposiciones pretendían derogar una ley y afectaban el derecho de
protección integral de la familia y el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales; y se originaron en un
DNU. Y en igual sentido, recordemos lo sustancial del caso
“Tobar” (Fallos 325:2059, año 2002); fallo en el cual se mantuvo
la inconstitucionalidad de la rebaja de las remuneraciones de los
empleados públicos, también dispuesta por un DNU del Poder
Ejecutivo de turno.
De todos modos, al final del camino judicial que se está
iniciando, nos encontraremos con precedentes enjundiosos del
máximo tribunal, tales como “Consumidores Argentinos, Asociación
para la Defensa, Educación e Información del Consumidor s/
Amparo”; caso en que también se rechazó la pretensión del Poder
Ejecutivo de modificar una ley por intermedio del dictado de un
decreto de necesidad y urgencia, el número 558/02, firmado por
Eduardo Duhalde, que modificó la ley 20.091 de entidades de
seguros.
En dicho fallo, la Corte Suprema confirmó la sentencia que
hizo lugar a una acción de amparo promovida con el objetivo de que
se declare la inconstitucionalidad del decreto de necesidad y
urgencia 558/02 -que introdujo modificaciones a la ley 20.091 de
entidades de seguros y su control-, “… pues dichas reformas
incorporadas por el Poder Ejecutivo no traducen una decisión de
tipo coyuntural destinada a paliar una supuesta situación
excepcional en el sector, sino que, por el contrario, revisten el
carácter de normas permanentes modificatorias de leyes del
Congreso Nacional….”. Se agregó allí, como definitorio para
resolver, que la Corte Suprema, para amparar los intereses vitales
de la comunidad, debe ejercer su evaluación “… respecto de la
circunstancias de excepción cuando ellas son invocadas
unilateralmente por el Presidente de la Nación para ejercer
facultades legisferantes que por regla constitucional no le
pertenecen (arts. 44 y 99, inc. 3º, pfo 2º de la Constitución…)”.
Argibay, por su parte, no se andaba con “chiquitas”: en su
voto consideró directamente que “… cualquier disposición de
carácter legislativo emitida por el Poder Ejecutivo debe reputarse
prima facie inconstitucional, presunción ésta que sólo puede ser
abatida por quien demuestre que se han reunido las condiciones
para aplicar la única excepción admitida en la Constitución a la
prohibición contenida en el art. 99, inc. 3º de dicho texto.”
Acerca de estos contenidos, y su bondad o no para el estado
actual de la República, no nos proponemos emitir juicios de valor.
Solo nos adentraremos en la forma jurídica adoptada y su
invalidez.
El eje por lo tanto no es una cuestión de legitimidad; sino
de deliberación democrática, tratando de ponderar –no este puntual
DNU-sino la constitucionalidad misma del régimen de aprobación de
los decretos de necesidad adoptado por el gobierno del año 2006.
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Art. 23 de ley 26.122.
La ley 26.122, por otra parte, es la norma reclamada por el
art. 99 inciso 3, parágrafo cuarto in fine de la Constitución
Nacional: “una ley especial, sancionada con la mayoría absoluta de
la totalidad de los miembros de cada Cámara regulará el trámite y
los alcances de la intervención del Congreso”.
Sin embargo, es moneda corriente la auto asignación por el
Poder Ejecutivo de tareas legislativas, camufladas bajo
reglamentos, normas especiales y/o de decretos; en especial, los
autodenominados de “decretos de necesidad y urgencia” como el que
tenemos en tratamiento; a los cuales, la Constitución de 1994 les
otorgó un régimen especial, luego de años de excesos.
Estas supuestas garantías y condiciones legales, en rigor, no
sirven de nada. Los decretos se multiplican como agua, y su
validez o invalidez no es debidamente sujeto de control por el
Congreso.
Todos sus recaudos, en efecto, ya eran y han quedado en letra
muerta cuando se sancionó la “ley especial” destinada a regular el
trámite y los alcances de la intervención del Congreso.
Pues mediante la ley 26.122 –como sostenemos con énfasis- el
propio Congreso de la Nación resignó su facultad de dictar las
leyes de la Nación conforme al procedimiento reglado por los arts.
77 y siguientes de la Constitución de la Nación Argentina en los
casos en que el Poder Ejecutivo haya ejercido la opción de dictar
un DNU.
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Nino Carlos Santiago, “Fundamentos de Derecho Constitucional”, (Capitulo sobre “La organización
del poder”), Pág. 529
sanción de las leyes prevista por los arts. 77 y cc de la
Constitución Nacional.
La decisión final, por todo ello, estará solo en manos de la
Corte Suprema de Justicia –con los tiempos institucionales que
ello conlleva, excepto el recurso per saltum-.
La Constitución debe defenderse, no hay duda. Y es resorte de
los juristas elegir los procedimientos más eficaces.
Resta a las fuerzas políticas, no a los teóricos del derecho,
encauzar el régimen legal y constitucional de una democracia que
preconiza: dentro de la ley todo, fuera de la ley, nada.