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El Imperio Romano: Un Legado que Definió la

Antigüedad
El Imperio Romano, cuyo auge y caída resonaron a través de los siglos, es
una epopeya histórica que dejó una impronta duradera en el desarrollo de la
civilización. Su travesía comenzó con la República Romana, establecida en
el 509 a.C., y se transformó en un imperio bajo el gobierno de Augusto en
el 27 a.C. La expansión territorial, la Pax Romana y los avances en
arquitectura, ingeniería y derecho caracterizaron su apogeo.

La República Romana, nacida de las luchas internas y la expulsión de la


monarquía, desarrolló un sistema político basado en la participación
ciudadana. Sin embargo, las guerras civiles y las tensiones
socioeconómicas condujeron a la ascensión de líderes militares, como Julio
César, quien se convirtió en dictador perpetuo en el 44 a.C. Su asesinato
llevó a la instauración del Principado por Augusto, marcando el inicio del
Imperio Romano.

La expansión territorial fue una constante durante los primeros siglos de la


era imperial. Desde Britannia hasta Mesopotamia, el dominio romano se
extendió, creando una red cultural y comercial sin precedentes. La Pax
Romana, un periodo de relativa estabilidad y prosperidad, permitió el
florecimiento de la ciencia, el arte y la arquitectura.

La arquitectura romana se destaca por sus monumentos emblemáticos,


como el Coliseo, el Panteón y el Arco de Constantino. Los ingenieros
romanos construyeron una red de carreteras que conectaban el vasto
imperio, facilitando el comercio y la comunicación. El derecho romano,
codificado en el Corpus Iuris Civilis por Justiniano, influyó en los sistemas
legales europeos durante siglos.
Sin embargo, las semillas de la decadencia se sembraron internamente.
Crisis económicas, corrupción y luchas de poder debilitaron las estructuras
fundamentales. Las invasiones de los bárbaros, como los visigodos y los
vándalos, precipitaron la caída del Imperio Romano de Occidente en el 476
d.C.

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