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El Plan Reencuentro del Teatro con el Pueblo, la cristalización de la identidad en

políticas culturales aplicadas a las artes escénicas.

Las industrias culturales han jugado un papel importante en la historia de la


consolidación de la identidad nacional de los países latinoamericanos. Primero la
industria de periódicos en el Siglo XIX y la del libro en las primeras décadas del siglo
XX. Piénsese, por ejemplo, en el aporte de los millones de ejemplares de los Clásicos
de la Literatura Universal” publicados por José Vasconcelos, director de la Secretaría
de Educación Pública mexicana hacia 1920, que a la vez que proporcionaron un
incremento repentino en la producción y en el empleo editorial, también contribuyeron
a la formación de los nuevos ciudadanos incorporados a la sociedad postrevolucionaria.
El auge de la radio y la música popular en hacia 1930, el cine en las décadas de 1940 y
1950 y luego la televisión a partir de 1960 también cumplieron el doble beneficio de
crear empleo y generar el imaginario cultural de la nación. Tango, samba, son y
ranchera transpiran ritmos y movimientos asociados indeleblemente a la argentididad,
la brasileñidad, la cubanidad y la mexicanidad.
Dentro de la denominada concepción popular de la cultura el gobierno comunal, junto a
las autoridades del TMGSM, diseñaron un proyecto que permitiera (según sus dichos)
recuperar parte de la deteriorada identidad nacional. Este ambicioso plan contaba con
graves fallas teóricas de concepción y los resultados alcanzados pueden calificarse
como insignificantes. De todas maneras, se trataba de la primera experiencia de este tipo
encabezada por nuestra institución.
El quién soy, largo proceso de pensarse a sí mismo, nos enfrenta en el transcurso de su
búsqueda, con un espejo que desnuda el nosotros. Cada elemento que nos conforma se
descubre. El presente-pasado, la naturaleza que se niega a desaparecer o simplemente lo
normal-anormal de nuestras relaciones aparece.
Indagar lo que constituye la identidad nacional (en especial a través de una sola
herramienta, como el teatro) nos obliga a plantear el quiénes somos en el espacio tiempo
de ahora. Introspección que nos sumerge en el conjunto de hechos, que con su
interacción, circunstancian el decurso de la sociedad y vinculan lo interno y lo externo
del uno y los otros. Nos introduce en el proceso paulatino y constante de construirse.

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Desentraña la particular manera como se expresa y mira desde aquí el entorno. Nos
reconoce y nos redescubre.
Pero el ser no es una esencia. Somos el resultado de una conjunción práctica, enclave
que une la posibilidad y la imposibilidad, la subyugación y el sometimiento entre
postulados y restricciones del medio sociocultural y la satisfacción existencial.
La interrogante, esa identidad-identificación del quién soy contemporáneo, se ubica en
la disyuntiva de un sistema que genera como arquetipo: la imposibilidad, el
reduccionismo, y, como actual síntesis el olvido del ser. Su rescate o recuperación, que
se han antepuesto al futuro, como propuesta de un paradigma valorativo que discrimina
a favor del pasado que fue, en contra del ahora que es, cae, irresoluble, en la anacrónica
analítica, en el absurdo que obvia por engañosa transparencia, el cúmulo de
acontecimientos que nos han transformado y nos constituyen. No consiste en el
abandono de la historia. Huir de ella, mediante prejuicio o la valoración, es huir de
nosotros mismos. De igual manera es un grave error crear artificialmente
pseudomitologías o promover una historieta diagramada de acuerdo a necesidades
ideológicas. Desmembrar el decurso histórico en interrogante como hecho, situará el
presente.
Pero en el año 1975 nos encontrábamos muy lejos de esta concepción. El plan
desarrollado entonces giraba en torno de fundamentos de una política cultural
autodefinida como de restablecimiento de la justicia cultural. Adscriptos en la llamada
línea "nacional y popular" se proponía canalizar los principios existenciales del pueblo y
devolverle su propia producción cultural transformada en arte.
Pretendía, además, acabar con los espacios públicos teatrales que consideraba
transformados en ámbitos de "elites", como supuesta consecuencia natural de la práctica
de un repertorio fundamentalmente extranjero que no consultaba ni se correspondía
"con la escala de valores morales que sostiene el pueblo".
Siguiendo este razonamiento era diáfano el motivo que alejaba a las masas obreras de
los espectáculos. Para revertir este proceso el Teatro, como institución, no debía
clausurar su labor en las salas sino que, en un proceso doble, conjugar la definida
orientación nacional y popular de sus producciones en la sede (se insistía en las "raíces
en la filosofía cristiana, el humanismo latino y el nacionalismo cultural" como
parámetros de programación), con una acción hacia la comunidad por medio de una

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orgánica diagramación de elencos que giren durante el año. Estos elencos entrelazarían
preferentemente los barrios y los núcleos más alejados del centro.
Para optimizar su capacidad operativa el plan fue sectorizado en el área barrial, la
sindical, la educacional y la parroquial. El proyecto articulaba con diferentes
organismos de acuerdo a los ámbitos de acción citados. Radio Nacional colaboró con
los recitales y actos musicales.
En el espacio educacional se realizó con el aporte del Ministerio de Educación de la
Nación y del Consejo Nacional de Educación. También participó la Subsecretaría de
Cultura de la Nación en lo referente a obras dramáticas para estudiantes secundarios,
parcialmente puestas en escena en el Teatro Cervantes.
La tarea se extendió entre mayo y noviembre de 1975.
La escasa o nula calidad de la programación, sumada a desinteligencias organizativas
conspiraron con la eficacia de este programa.
Recordemos algunas de estas piezas.
Romances de muerte y vida de Adolfo Casablanca;"Mi tierra y su gente, ballet de Nelly
Moretón; Copla, paisaje y hombre, de diferentes autores; El cura Brochero de W:
Giménez; Saineteando de René Cossa; Viaje a la costa de J.R.Young; Luz, poesía y
folklore de Mariela Reyes ; Canto al Restaurador de Hardoy, Araujo, Brondo y Lucena;
Eva Perón y Mi Cristo roto de ramón Cué S.J., entre otras.
También participaban las obras que animaban las salas del Complejo T.M.G.S.M.,
como He visto a Dios de Defilippis Novoa y la excelente versión de El inglés de Juan
Carlos Gené.
La continuación de este emprendimiento durante el año 1976 estaba asegurada. De
hecho la temporada estival, con teatro infantil se desarrolló hasta marzo de 1976. La
ruptura del orden constitucional interrumpió esta experiencia fallida.
El desafío fue fascinante porque la comunidad participó del hecho teatral levantando
escenarios, armando escenografías, poniendo luces, distribuyendo la publicidad del
espectáculo y por sobre todas las cosas, entrando en un contacto directo con el Teatro
Municipal General San Martín.
Diez unidades pilotos en sendos barrios, brindando alternadamente otros tantos
espectáculos, tendieron a demostrar a pueblo que se habla su mismo lenguaje, que se

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conjuga en su mismo pensamiento, que se comparten sus mismos sentimientos. Es
decir, que el T.M.G.S.M. es el pueblo mismo, operando artísticamente.
La totalidad del Plan de Reencuentro cubrió un espectro que se extendió desde el 1 de
marzo hasta el 20 de noviembre de 1975, con 25 espectáculos que totalizaron 620
funciones.
Trabajaron en ellas 122 actores, 25 directores, 6 coreógrafos, 42 técnicos, 24 bailarines
y 47 autores e intérpretes musicales para recrear a 27 autores nacionales.
El plan se desarrolló en seis áreas:
Area barrial
En diez Unidades Piloto se dieron, entre el 10 de mayo y el 30 de noviembre, 178
funciones con una asistencia de 45.161 espectadores, presentándose 17 espectáculos en
la Asociación Vecinal José Soldatti, el Club Bonorino, el Ateneo Popular de Versailles,
el Club José Mármol, el Teatro Cultural General Manuel Savio (Ex Lugano I y II), el
Instituto de Detención de Villa Devoto, los Clubes Glorias Argentinas, Estudiantes de
Buenos Aires y Colegiales y el Teatro Los Andes.

Area barrial complementaria


Dada la repercusión de la iniciativa en distintas áreas de la comunidad, y los numerosas
solicitudes de funciones, se destinaron algunos espectáculos a diferentes Asociaciones
de Bien Público y Municipios del Gran Buenos Aires. Se enviaron 18 espectáculos a 63
espacios, totalizando 40.313 espectadores.

Area escolar primaria


Se ofrecieron 7 espectáculos, realizándose 120 funciones en 101 escuelas de la Capital
Federal, en coordinación con el Consejo Nacional de Educación y para 42.521
espectadores.

Area escolar secundaria


En la sala Sarmiento, del Jardín Zoológico Municipal y en coordinación con la
Dirección Nacional de Enseñanza Media Superior, la Superintendencia de Enseñanza
Privada y el Consejo Nacional de Educación Técnica, se presentaron 3 obras en 100

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funciones con la asistencia de contingentes de 197 institutos educacionales que
totalizaron 14.989 espectadores.

Area parroquial
Un espectáculo sacro durante la Semana Santa realizado en atrios de diferentes templos
católicos romanos contó con la asistencia de 10.200 espectadores.
Otros 13 espectáculos congregaron a 29.920 personas en 53 parroquias y colegios
religiosos de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, totalizándose 74 funciones.

Area sindical
En 4 sindicatos de trabajadores se presentaron 16 espectáculos en 24 funciones, con una
concurrencia de 6.262 espectadores.

El tema de la identidad social ha sido históricamente objeto de una intensa reflexión


antropológica que ha guiado apasionados debates y discursos que pretenden llegar a
definir acertadamente su configuración. En el marco de la vida cotidiana, el desarrollo
de la identidad social supone la construcción de un yo y de un otro generalizado, ya que
es la conciencia posible que refleja la pertenencia a una colectividad. En este sentido, en
la medida en que existe un “yo”, existe un “otro”, de la misma manera que a un
“nosotros”, le corresponde un “ellos”. El problema estriba en que la propia noción de
identidad es tremendamente escurridiza y por tanto, si no se le somete a una rigurosa
formalización conceptual, su utilización en el marco de una investigación termina
siendo una vaga expectativa teórica.
La identidad no forma parte de la esencia de los grupos humanos ni es una característica
objetiva de las personas. Es sencillamente un aspecto de las relaciones interpersonales o
sociales que se dan en un tiempo y en un espacio bien definidos. La identidad es el
conjunto de criterios y estereotipos sociales que las personas utilizan en la vida
cotidiana para definirse (étnica, social o genéricamente, entre otras) las unas a las otras
y, en base a esto, normar las relaciones sociales que entablan.
La cultura implica no disociarla nunca de los sujetos sociales que la producen, la
emplean o la consumen, se concluye que no existe cultura sin sujeto ni sujeto sin
cultura. Dicho de otro modo, todas las manifestaciones culturales tienen por tanto, que

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referirse siempre a un espacio de identidad. De esta manera la construcción de
identidades sociales forma parte de la cotidianidad individual y colectiva de todo ser
humano.
El concepto de identidad, relativamente reciente en el campo de las ciencias sociales,
posee un carácter multivocálico y “polisémico que alude a fenómenos múltiples, ya que
no hay un ser sino formas del ser” .A esto se debe que su uso indiscriminado confunda
diferentes manifestaciones del ser social. Pues como es bien sabido, de su comprensión
se desprenden varias interpretaciones, ya que, por un lado, todo individuo tiene un gran
número de identidades cuya importancia varía según el contexto y la situación en que se
encuentren y por otro, las identidades, como construcciones históricas que son, cambian
a lo largo del tiempo. En este proyecto, hijo de las concepciones conservadoras de
nuestro país priman los criterios de cristalización y ese falso interés por lo tradicional
que deviene de una ideología de derechas. Staiff culminó este proyecto en el año 1976 y
potenció en su segunda gestión la comunicación de la Institución con las entidades
intermedias, especialmente las escuelas, a través de la potenciación del Área de Acción
Externa.

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