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Desentraña la particular manera como se expresa y mira desde aquí el entorno. Nos
reconoce y nos redescubre.
Pero el ser no es una esencia. Somos el resultado de una conjunción práctica, enclave
que une la posibilidad y la imposibilidad, la subyugación y el sometimiento entre
postulados y restricciones del medio sociocultural y la satisfacción existencial.
La interrogante, esa identidad-identificación del quién soy contemporáneo, se ubica en
la disyuntiva de un sistema que genera como arquetipo: la imposibilidad, el
reduccionismo, y, como actual síntesis el olvido del ser. Su rescate o recuperación, que
se han antepuesto al futuro, como propuesta de un paradigma valorativo que discrimina
a favor del pasado que fue, en contra del ahora que es, cae, irresoluble, en la anacrónica
analítica, en el absurdo que obvia por engañosa transparencia, el cúmulo de
acontecimientos que nos han transformado y nos constituyen. No consiste en el
abandono de la historia. Huir de ella, mediante prejuicio o la valoración, es huir de
nosotros mismos. De igual manera es un grave error crear artificialmente
pseudomitologías o promover una historieta diagramada de acuerdo a necesidades
ideológicas. Desmembrar el decurso histórico en interrogante como hecho, situará el
presente.
Pero en el año 1975 nos encontrábamos muy lejos de esta concepción. El plan
desarrollado entonces giraba en torno de fundamentos de una política cultural
autodefinida como de restablecimiento de la justicia cultural. Adscriptos en la llamada
línea "nacional y popular" se proponía canalizar los principios existenciales del pueblo y
devolverle su propia producción cultural transformada en arte.
Pretendía, además, acabar con los espacios públicos teatrales que consideraba
transformados en ámbitos de "elites", como supuesta consecuencia natural de la práctica
de un repertorio fundamentalmente extranjero que no consultaba ni se correspondía
"con la escala de valores morales que sostiene el pueblo".
Siguiendo este razonamiento era diáfano el motivo que alejaba a las masas obreras de
los espectáculos. Para revertir este proceso el Teatro, como institución, no debía
clausurar su labor en las salas sino que, en un proceso doble, conjugar la definida
orientación nacional y popular de sus producciones en la sede (se insistía en las "raíces
en la filosofía cristiana, el humanismo latino y el nacionalismo cultural" como
parámetros de programación), con una acción hacia la comunidad por medio de una
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orgánica diagramación de elencos que giren durante el año. Estos elencos entrelazarían
preferentemente los barrios y los núcleos más alejados del centro.
Para optimizar su capacidad operativa el plan fue sectorizado en el área barrial, la
sindical, la educacional y la parroquial. El proyecto articulaba con diferentes
organismos de acuerdo a los ámbitos de acción citados. Radio Nacional colaboró con
los recitales y actos musicales.
En el espacio educacional se realizó con el aporte del Ministerio de Educación de la
Nación y del Consejo Nacional de Educación. También participó la Subsecretaría de
Cultura de la Nación en lo referente a obras dramáticas para estudiantes secundarios,
parcialmente puestas en escena en el Teatro Cervantes.
La tarea se extendió entre mayo y noviembre de 1975.
La escasa o nula calidad de la programación, sumada a desinteligencias organizativas
conspiraron con la eficacia de este programa.
Recordemos algunas de estas piezas.
Romances de muerte y vida de Adolfo Casablanca;"Mi tierra y su gente, ballet de Nelly
Moretón; Copla, paisaje y hombre, de diferentes autores; El cura Brochero de W:
Giménez; Saineteando de René Cossa; Viaje a la costa de J.R.Young; Luz, poesía y
folklore de Mariela Reyes ; Canto al Restaurador de Hardoy, Araujo, Brondo y Lucena;
Eva Perón y Mi Cristo roto de ramón Cué S.J., entre otras.
También participaban las obras que animaban las salas del Complejo T.M.G.S.M.,
como He visto a Dios de Defilippis Novoa y la excelente versión de El inglés de Juan
Carlos Gené.
La continuación de este emprendimiento durante el año 1976 estaba asegurada. De
hecho la temporada estival, con teatro infantil se desarrolló hasta marzo de 1976. La
ruptura del orden constitucional interrumpió esta experiencia fallida.
El desafío fue fascinante porque la comunidad participó del hecho teatral levantando
escenarios, armando escenografías, poniendo luces, distribuyendo la publicidad del
espectáculo y por sobre todas las cosas, entrando en un contacto directo con el Teatro
Municipal General San Martín.
Diez unidades pilotos en sendos barrios, brindando alternadamente otros tantos
espectáculos, tendieron a demostrar a pueblo que se habla su mismo lenguaje, que se
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conjuga en su mismo pensamiento, que se comparten sus mismos sentimientos. Es
decir, que el T.M.G.S.M. es el pueblo mismo, operando artísticamente.
La totalidad del Plan de Reencuentro cubrió un espectro que se extendió desde el 1 de
marzo hasta el 20 de noviembre de 1975, con 25 espectáculos que totalizaron 620
funciones.
Trabajaron en ellas 122 actores, 25 directores, 6 coreógrafos, 42 técnicos, 24 bailarines
y 47 autores e intérpretes musicales para recrear a 27 autores nacionales.
El plan se desarrolló en seis áreas:
Area barrial
En diez Unidades Piloto se dieron, entre el 10 de mayo y el 30 de noviembre, 178
funciones con una asistencia de 45.161 espectadores, presentándose 17 espectáculos en
la Asociación Vecinal José Soldatti, el Club Bonorino, el Ateneo Popular de Versailles,
el Club José Mármol, el Teatro Cultural General Manuel Savio (Ex Lugano I y II), el
Instituto de Detención de Villa Devoto, los Clubes Glorias Argentinas, Estudiantes de
Buenos Aires y Colegiales y el Teatro Los Andes.
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funciones con la asistencia de contingentes de 197 institutos educacionales que
totalizaron 14.989 espectadores.
Area parroquial
Un espectáculo sacro durante la Semana Santa realizado en atrios de diferentes templos
católicos romanos contó con la asistencia de 10.200 espectadores.
Otros 13 espectáculos congregaron a 29.920 personas en 53 parroquias y colegios
religiosos de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, totalizándose 74 funciones.
Area sindical
En 4 sindicatos de trabajadores se presentaron 16 espectáculos en 24 funciones, con una
concurrencia de 6.262 espectadores.
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referirse siempre a un espacio de identidad. De esta manera la construcción de
identidades sociales forma parte de la cotidianidad individual y colectiva de todo ser
humano.
El concepto de identidad, relativamente reciente en el campo de las ciencias sociales,
posee un carácter multivocálico y “polisémico que alude a fenómenos múltiples, ya que
no hay un ser sino formas del ser” .A esto se debe que su uso indiscriminado confunda
diferentes manifestaciones del ser social. Pues como es bien sabido, de su comprensión
se desprenden varias interpretaciones, ya que, por un lado, todo individuo tiene un gran
número de identidades cuya importancia varía según el contexto y la situación en que se
encuentren y por otro, las identidades, como construcciones históricas que son, cambian
a lo largo del tiempo. En este proyecto, hijo de las concepciones conservadoras de
nuestro país priman los criterios de cristalización y ese falso interés por lo tradicional
que deviene de una ideología de derechas. Staiff culminó este proyecto en el año 1976 y
potenció en su segunda gestión la comunicación de la Institución con las entidades
intermedias, especialmente las escuelas, a través de la potenciación del Área de Acción
Externa.