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Leysis Olano
La primera vez que oyó la palabra puta fue cuando su madre encontró a su
padre muy feliz gozando en la cama de su secretaria, sin duda cabía tener
cualquier otro oficio y también ser una puta, había que ir con cuidado,
podía tocarte cualquier tipo de esposa despechada y acabar siendo la puta
secretaria calva.
No había elegido ser así, era su camino, nunca fue muy inteligente pero
había tenido lo que quería con solo pedirlo. Pero dedicarse a lo que se
dedicaba era mucho más: la adrenalina, el poder de controlar todo
aquello, de sentirse dueña de sus carnes y sus deseos, estar siempre
hermosa y llena de olores, era magnífico; aunque como cualquier trabajo
tuviese sus contratiempos con ellos era la reina.
Ese día esperaba su mejor cliente. Vestido cliché, como ella; no se pintó
los labios de rojo, sino marrón, color de moda. El pelo debía ser largo y los
tacones negros, estaba casi establecido. Aretes grandes y medias finas,
podía regresar sin ellas.
Quiso ser ella, renacer en otra época y con otro nombre, otra familia y
otro cerebro, más astuto y valiente, más capaz. Saber montar a caballo y
rebelarse contra todos, incluso contra ella misma; solo quería eso, le
hubiese impedido acabar como acabó, ser como era y estar allí. Si fuese
esa mujer podría conformarse y ser feliz. Le hubiese impedido irse aquella
tarde a follar con el ministro, pero no, ella era una puta cualquiera con un
nombre común, que no dejaba escapar un día de trabajo.