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Como un golpe de borrador de felpa, suave, sobre el negro pizarrón de la memoria. Solo que la tiza ha
rayado por demás, y si bien por un rato puede hacerse desaparecer el blanco de las letras, queda para
siempre la inscripción profunda
Luisa Valenzuela
3Podemos remitirnos a la Shoá como paradigma universal del trauma histórico a partir
del cual, a manera de prisma podemos percibir otros genocidios, como propone
Annette Wieviorka y retoma Andreas Huyssen. Constatamos así que se desarrolló un
importante debate acerca de la irrepresentabilidad del Mal a partir de la famosa
afirmación de Adorno referida a la Shoá, refutada luego por Didi Huberman a partir de
su trabajo con fotografías. Si relacionamos el genocidio nazi con el que tuvo lugar en la
Argentina durante la dictadura militar cuya violencia tuvo antecedentes en años
anteriores, apreciamos que las narrativas que han tenido lugar en la Argentina
durante, después de la dictadura y en la actualidad, desmienten el supuesto carácter
indecible e impensable de la violencia y el horror.
4Muchas escritora argentinas han abordado desde sus palabras, con diferentes
recursos y estrategias narrativas, una mirada sobre la dictadura. Se han concentrado
en la memoria de la historia ficcionalizándola para repensarla y reescribirla desde la
subjetividad de género. Buscan conmover los pilares culturales y políticos revisando y
construyendo una visión « otra ». Se trata de otro modo de situarse para resistir,
intranquilizar, desacomodar desde la visión y la experiencia de protagonistas
femeninas. Sus escrituras interrogan, critican, releen, reinterpretan, denuncian la
barbarie, como modo de asumir una postura ética que impida su repetición.
5Resulta interesante relacionar estos enfoques con los relatos sobre el terrorismo de
Estado durante la dictadura en la Argentina. Los componentes de perversión, sadismo
e ideología están presentes en la selección del corpus de textos narrativos que hemos
incluido, que no agotan la producción y se prestan también a recorrer otros caminos
interpretativos.
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Las autoras de quienes se analizarán aquí sus obras escriben durante el transcurso de
la represión que llevó a cabo la dictadura militar. Son Noemí Ulla cuyo cuento
«Cuentas» fue escrito en 1974, tiene el honor de ser el primero, según mis registros,
en abordar el tema y fue publicado mucho después en La viajera perdida que salió
junto con Ciudades en 1983 en el mismo tomo. «Cuentas» mereció un premio en
Montevideo, en el semanario Marcha, cuyo jurado estaba constituido por Juan Carlos
Onetti, Mercedes Rein y Jorge Ruffinelli. Luego fue incluido en una antología preparada
por la misma autora: Una lección de amor y otros cuentos (2005). Angélica Gorodischer
escribió En el subsuelo en algún momento que la autora no recuerda con precisión, lo
guardó celosamente y aun permanece inédito1. Luisa Valenzuela escribe «Cambio de
armas » en 1977 con la intención de completar una novela de la cual este relato sería
el tema de apertura. En el 79 tuvo que dejar la Argentina, lugar que ya resultaba
peligroso, y camino a Nueva York (donde residió entre 1979 -1989) hizo una escalada
en México donde estuvo a punto de publicar el cuento en La Semana de Bellas
Artes dirigido por Gustavo Sainz. Pero finalmente la censura cayó sobre la publicación y
el relato recién fue publicado en 1981 en Ediciones del Norte, primero en español y
luego en versión inglesa. Nunca fue publicado en la Argentina, a pesar de haber sido
traducido a varios idiomas. Su edición de Cuentos completos y algo más fue impreso en
México en Editorial Alfaguara. Las tres escritoras debieron transitar por los tiempos
oscuros de la censura y la prohibición que obligó a recluir sus textos en la
clandestinidad y el anonimato hasta el advenimiento de la democracia. La censura
inquisitorial practicada por el estado de facto militar provocó el miedo, la quema de
libros, el anonimato y el silencio. La represión a la cultura constituye una forma de
represión política que produce un daño colectivo pero también a la subjetividad de
cada individuo. La desaparición del cuerpo de las personas se corresponde con el
proyecto de desaparición sistemática de símbolos, discursos, imágenes y tradiciones,
afirman Hernán Invernizzi y Judith Gociol. Resulta dramático recordar que la
circulación de los libros argentinos en América Latina y España entre 1962 y el 70
constituyó un boom coincidente con el de la literatura latinoamericana. Luego tuvieron
lugar las persecuciones, jaqueos, y clausuras de editoriales como EUDEBA (Editorial
Universitaria de Buenos Aires), CEAL (Centro Editor de América Latina), por ambas
transitó Boris Spivacov, La Flor de Daniel Divinski y otras. Y finalmente Griselda
Gambaro escribió Ganarse la Muerte, publicada por editorial de la Flor (1976), novela
que fue prohibida y sacada de circulación. Para la fecha de su prohibición Daniel
Divinski ya estaba en prisión a disposición del Poder Ejecutivo. Fue liberado cuatro
meses después gracias al apoyo de editoriales extranjeras y a una invitación con pago
de pasaje a la Feria de Franckfurt. Pasó casi todo su exilio en Venezuela. Griselda
Gambaro se refugió tres meses después de la prohibición del libro, en España. Relata
que al principio sufrió una especie de shock y que nadie la convocaba para publicar ni
estrenar obras de teatro: «Me fui porque no podía trabajar en esa atmósfera de miedo
y de peligro. Ahora que pasaron tantos años siento que tuve que atravesar una
circunstancia dolorosa, pero pagué un costo mínimo en comparación a lo que pasaron
otros» (Invernizzi-Gociol, p. 220). Los argentinos habían empezado a irse del país en
forma masiva en la etapa de la Triple A y luego durante el golpe del 76, estimándose
en alrededor de dos millones de personas durante el Proceso.
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7Las escritoras mencionadas debieron guardar sus escritos para mejores épocas
sufriendo el insilio o el exilio, como tantos otros y otras, convirtiéndose en outsiders,
marginales y a veces en perseguidas. Aquellas a las que podemos aplicar la frase de
Walter Benjamin cuando expresa que se trata de «cepillar la historia a contrapelo ».
MUJERES Y ESCRITURA
Las escritoras nos enfrentan a personajes femeninos cuya condición de mujeres las
convierte especialmente en víctimas del maltrato y ensañamiento de sus
secuestradores, agravando e intensificando el sometimiento y la agresión de los cuales
son objeto, pero que en las circunstancias por las que transitan, se intensifican y
empeoran. Aun a riesgo de profundizar el estereotipo de la debilidad femenina frente
a la fuerza arbitraria masculino-militar, pero así operó el sistema de género, afirma
Graciela Saprissa ya que la crueldad se ensaña en el cuerpo de estas mujeres que
sufren torturas, violaciones y sufrimientos de un sadismo inimaginable. Una
interesante investigación de Ana María Amar Sánchez (2010) aborda múltiples textos
que se preguntan por las formas en que se asume una derrota política y se interroga
sobre cómo la literatura ha representado la situación del perdedor, qué tipo de
estrategias para sobrevivir propone y qué imágenes de ellos construye. La categoría de
víctima, precisa La Capra, no es una categoría psicológica, sino social, política y ética.
Casi todas las mujeres que estuvieron detenidas se han reconocido como víctimas de la
violencia sexual. Esta intervención de los cuerpos, afirma María Sondereguer, directora
del Centro de Derechos Humanos de la Universidad Nacional de Quilmes, se inscribe
en un procedimiento disciplinario, tienen una función domesticadora. En los cuerpos
se inscribe la disputa política. Francine Masiello hace la relación entre cuerpo, censura
y resistencia: «… la escritura de la oposición… devuelve al cuerpo al centro del discurso
de manera que puede hablar la verdad sobre su propia opresión. Mostrando los
abusos a que ha sido sometido, el cuerpo expone pues las estrategias del régimen y
obtiene una nueva identidad» (Masiello: 1987). Sin embargo, los relatos elegidos no se
encuadran dentro de un naturalismo que haría insoportable su lectura, sino, su forma
de representación simbólica recorre otros caminos.
9Estos personajes mujeres pueden homologarse al «homo sacer» del que habla
Giorgio Agamben. Quizás podríamos denominarla, si se me permite, «femina sacer»
aplicando la denominación utilizada por el filósofo italiano para quien es eliminable,
suprimible o aniquilable refiriéndose a los marginados extremos, los desechables cuya
muerte no entraña en la práctica consecuencia jurídica alguna. Se trata de alguien al
que cualquiera puede matar sin cometer homicidio. El «homo sacer» no es solamente,
en su origen, una oscura figura del derecho romano arcaico asociado con la sacralidad,
sino también la cifra para comprender la Biopolítica contemporánea. Se define solo
por haber entrado en una simbiosis íntima con la muerte, pero sin pertenecer todavía
al mundo de los difuntos. Lo mismo puede decirse del «musulmán» del campo de
concentración de Auschwitz, denominación que después se hizo extensiva a otros
lager, aquel que había eliminado para siempre la posibilidad de distinguir entre el
hombre y el no hombre. Primo Levi lo define así:
(…) los hundidos, los cimientos del campo; ellos, la masa anónima, continuamente
renovada y siempre idéntica, de no-hombres …Se duda en llamarlos vivos: se duda en
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llamar muerte a su muerte, ante la que no temen porque están demasiado cansados
para comprenderla (Levi, p.96)
10Son los muertos-vivos, que pueden existir en una porción del territorio que es el
campo de concentración que se sitúa fuera del orden jurídico, en un espacio absoluto
«de excepción». En este vacío en el que la ley solo está vigente como una ficción, todo
parece «normal». La expresión de Benjamín en su octava tesis de la historia puede ser
aplicada a estos personajes mujeres, víctimas de exceso de poder, cuando afirma que
la tradición de los oprimidos nos enseña que el «estado de excepción» en cual vivimos
es la regla. Agamben retoma el concepto de Benjamin y lo articula con la noción
foucaultiana de Biopolítica, es decir la política que incluye la «nuda vida», la vida
natural del ciudadano y la pone a disposición del poder político. Para tal fin hay que
anular al Otro/Otra, cosificarlo, disciplinar sus cuerpos. La Biopolítica conduce al
homicidio, y a toda forma de muerte indirecta: la tortura, la crueldad, la violación. En
la dialéctica dominadores/dominados los cuerpos femeninos de las protagonistas de
los relatos se convierten en el lugar de la degradación. Las escritoras han podido
transgredir las barreras de la censura externa e interna y verbalizar la crueldad de la
represión dando voz a la resistencia y a la opresión sexual y estatal.
físicamente hasta quedar estéril. Sin embargo sus palabras no se detienen en los
sufrimientos del cuerpo, no hay un relato del horror que la ha inutilizado para ser
madre, sino por el contrario, el cuento lo rodea, lo bordea y sugiere sin nombrarlo, sin
describirlo, «porque no hay palabras para eso, no tiene nombre». Hay una ética del
relato que impide a Ulla transponer este umbral, pero significativamente este silencio
grita más fuerte que una descripción minuciosa. La mujer se sumerge en un estado,
«femina sacer», en el que no sabe si está viva o muerta y su calvario se centra en la
obsesión por hacer cuentas de hojas, caras, objetos, y que le permiten eludir la
realidad.
Aquí no, es la muerte lenta, estudiada, medida… aunque ahora deba padecer este mal que me deja tan postrada
– son muy graves los castigos de aquí – que de a ratos no sé si estoy viva o muerta. Sí sé que nunca más podré tener
hijos porque he quedado estéril, Pedro no lo sabe y me pregunto si lo sabrá algún día. Si saldrá él de donde está, si
saldré yo, o si estaré sacando cuentas como cuando me quedo idiota después del paseíto. (p.30)
13Esta misma obsesión y a pesar de la primera persona, se crea una distancia con el
lector que rompe con la supuesta empatía que este podría sentir por la víctima.
15En otros cuentos escritos con posterioridad como Memoria y olvido (2007) la autora
vuelve sobre el tema de la dictadura de una manera distinta. Ya no existe el peligro de
la censura y se puede decir de otra manera. Un ex exiliado político, Marcial Basilika, de
visita en el país y la protagonista, hija de desaparecidos, caminan por Buenos Aires
disfrutando del recorrido por los barrios, recordando historias de treinta años atrás,
registrando el paso del tiempo en los cambios de la ciudad y en el lenguaje e
intentando comprender la historia de la Argentina, aunque sin conseguirlo. En El
Proemio (1994) una joven mujer, a su regreso al país, encuentra un modo de vida en el
relato testimonial repetido y en la comercialización de sus sufrimientos pasados
puestos en exhibición, de tal manera que este procedimiento anula todo margen a la
imaginación. Otros cuentos como «Anáforas» (1994) dedicado a Antonio Di Benedetto,
quien fue secuestrado y sufrió un período de cárcel entre 1976 y 1977 antes de dejar el
país, y «Tarde de Ensayo» (2003) recrean el tema de la dictadura. Ambos se relacionan
también con el amor, los encuentros y desencuentros amorosos y están construidos a
través de sugestivos diálogos en los que, como en otros cuentos, la incompletud del
sentido incita la tarea al lector.
19Narrado con una oscilación de voces entre la primera del personaje principal, la de
Blanca, la hermana y una tercera, el cuento pone en palabras sin descripciones
innecesarias, las consecuencias de la perversión de sus victimarios, del «paseíto» como
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lo denomina la protagonista del relato «Cuentas» y que deben haber sido repetidos y
constantes:
En fin, es una manera de decir. Tengo todos estos inconvenientes y el asunto de la piel que no termina
de curarse y dice el dermatólogo que es largo pero que va a andar bien. Pero es feo. Me incomoda
cuando hago pis y cuando hago otras cosas. Una vez Dorita me dijo sos joven, che, tenés que volver a
casarte y yo casi me desmayo. ¿ Casarme con eso espantoso que tengo entre las piernas ? De pensar en
tener relaciones me quiero morir, cómo va a pretender andar un hombre por ahí por mis intimidades
con esa especie de carne viva que tengo, ay no, qué horror, y el dolor y la vergüenza, no, por supuesto
que no. ¿Cómo habrá sido de terrible el accidente que me hirió en tantas partes de mi cuerpo, cómo
habrá sido ? (Gorodischer: En el subsuelo)
El desencadenante del recuerdo lacerante que le provoca la muerte, son los maullidos
ininterrumpidos e intolerables de Toñita, una gata en celo, que de repente se
transforman en: «…en cien, mil, millones de voces, risas, música estridente, filo,
chirridos, ahogos, alambre de púas, vómito y sangre…» («En el subsuelo»).
22Sapriza se pregunta si existió una tortura específica hacia las mujeres y si es una
tortura donde se pone de manifiesto, al extremo, la asimetría de poderes de varones y
mujeres. Se ponen en cuestión las relaciones entre poder, cuerpo, género femenino e
ideología. Allí tuvo lugar el abuso sexual, la violación de los cuerpos donde la
masculinidad de los torturadores se afirmaba en su poder absoluto de producir dolor y
sufrimiento. Reducían a la mujer a ser una víctima pasiva, a un cuerpo para ser
penetrado. El «terrorismo sexual», como lo denomina Carole Sheffield, constituye un
delito contra la integridad sexual que se asienta en la violencia política y se aprovecha
de la vulnerabilidad de las mujeres multiplicada por la extrema indefensión y el
aislamiento.
23Recordemos que ya el siglo XVIII el célebre jurista italiano Cesare Beccaria (De los
delitos y las penas, 1764), había planteado una vehemente condena contra la tortura y
la pena de muerte. Afirma que todo ciudadano deber ser sometido a la sentencia de
un juez sin que medien apremios físicos y tormentos porque sino el dolor se convierte
en crisol de la verdad, como si el criterio de esta verdad residiera en los músculos y en
los nervios de un desgraciado. La Historia nos enseña que nada justifica la violación de
los Derechos Humanos y cuando se viola la ética, el precio a pagar es muy alto.
Ninguna forma de violencia tiene justificación moral porque quebranta un principio
fundamental de la ética sustentado en Kant que recomendaba tratar a los seres
humanos no como medio sino como fin.
fantástico y lo maravilloso. Kalpa Imperial (1983/84) está escrito con una clara postura
antimimética, sin embargo, se lee como una metáfora de la dictadura militar argentina
disfrazada de otra cosa. Lo empezó a escribir en el 78 y después de cinco largos años
de trabajo, lo publicó con el advenimiento de la democracia. Narra aquí los avatares de
un Imperio muy vasto donde tienen lugar conjuras de militares conspiraciones de
súbditos o cortesanos. La violencia física y simbólica es desplegada en todas sus
versiones. Se impone entonces la reflexión sobre el aspecto subversivo del género.
Donde pongo la palabra pongo mi cuerpo…Pienso que debemos seguir escribiendo sobre los horrores
para que no se pierda la memoria y vuelva a repetirse la historia. (1993)
27Se pregunta en sus ensayos cuál es la función de la literatura en una realidad tan
dolorosa y caótica por la que atraviesa el país. Define la misión del escritor como la
encarnación de la memoria colectiva, dice Jorgelina Corbatta y cita a Valenzuela
cuando opina que el escritor no trata de imponer su propia verdad, sino que a veces
resulta el transmisor de aquello que está flotando en el aire y que muy pocos alcanzan
a percibir.
Recordemos los 30.000 desaparecidos y los recién nacidos que fueron privados de su
identidad y que de a poco y con mucho esfuerzo están siendo recuperados.
Lo abyecto es simplemente una frontera, un don repulsivo que el Otro… deja caer para que « yo » no
desaparezca en él y encuentra en esta sublime alienación una existencia desposeída. Por lo tanto, un
goce en el que el sujeto se sumerge, pero donde el Otro, en cambio, le impide zozobrar, haciéndolo
repugnante. Ahora se comprende por qué tantas víctimas fascinadas, cuando no dóciles y
complacientes. (p. 18)
Esta abyección está marcada por la relación ambigua de abyección y repulsión entre
victimario y víctima, que mantiene a la última en condición de abyecta. Sin embargo,
Laura rechaza los insultos de su amo internamente y ese límite es el que le permite
desplazarse de su condición de abyecta para que tenga lugar el cambio de armas.
33Otros libros tratan el tema del abuso de poder. En Cola de lagartija (1983) escribe
sobre el Brujo, – José López Rega – personaje nefasto que fue secretario privado de
Perón en Madrid y luego ministro de Bienestar Social durante el tercer gobierno
peronista, astrólogo, mago y creador de la Triple A. En Aquí pasan cosas raras (1975)
transmite lo que oye en los cafés de Buenos Aires sobre la creciente ola de violencia
bajo el gobierno de Isabel Perón y de López Rega; Novela negra con argentinos (1991)
y Realidad Nacional desde la cama (1990) continúan la temática. En Simetrías (1993)
reaparece la violencia sexual ejercida por los militares hacia las mujeres. En este
cuento que, aunque es posterior al recorte cronológico que hemos planteado, arroja
luz sobre la situación de las presas. Está narrado con alternancia de voces de las
víctimas, de los verdugos y de una tercera persona. Aquí, como en el cuento
comentado, los militares consideran a las mujeres como una posesión, pueden
reventarlas como cucarachas, como «arrastradas que son», porque están en su poder,
pero en el fondo las admiran por callar a pesar de todas las humillaciones. Les ponen
las mejores ropas, las hacen maquillar, peinar y las obligan a acompañarlos a los
mejores restaurantes entre una sesión y otra, «salidas punitivas» las denominan, a la
vuelta de las cuales las devuelven al horror.
DE LO PÚBLICO Y LO PRIVADO
Muy diferentes son los recursos de expresión que Griselda Gambaro elige para
denunciar el terrorismo de Estado. Más conocida como dramaturga, metier en el que
es sumamente prolífica y exitosa, también ha hecho importantes contribuciones en el
ámbito de la narrativa. Su distancia del realismo y su proximidad con el teatro de la
crueldad y del absurdo se hace presente en sus obras teatrales, pero también puede
ser reconocida en sus novelas. Osvaldo Pelletieri, el recientemente malogrado crítico
teatral argentino, se ha referido a un «absurdo referencial», especie de transición
entre el absurdo y el realismo. Existe también un rasgo de humor negro que conmueve
hondamente al lector. Sin embargo, Gambaro ha declarado que en su teatro la
inspiración no es europea, sino que viene del grotesco criollo, esa mezcla de risa y
llanto tan característica de algunos de nuestros autores, como el de Discépolo para
mencionar alguno.
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Todo tema pide su disfraz: una elaboración literaria, algo que el escritor agrega a su cosecha par
sutilizar, limar o acentuar aspectos de los personajes de la historia. Sin estos disfraces no existe la
literatura. Con la crueldad, además, pasa lo mismo que con la tortura: no se la puede abordar
literalmente porque es demasiado espantosa: quema, enmudece, eclipsa. Yo opté por trabajar el tema
con humor otros eligieron la tragedia. Son caminos diferentes para una misma denuncia. (Entrevista
Diario Los Andes, 2002)
Sin embargo, estos disfraces no fueron suficientes para los censores de la dictadura
que prohibieron la novela, mientras su editor, Daniel Divinski, permanecía en la cárcel.
El Informe que la Dirección de Publicaciones elaboró sobre la obra, la califica como
asocial, obra que socava los valores morales de la población y que divide la sociedad
en torturadores y torturados y en civiles y militares. El Informe está firmado por el
coronel retirado Jorge Méndez y refrendado por Harguindeguy en decreto 1101 del
26/04/77. Reconoce el modus operandi de la subversión-terrorista que prepara el
terreno propicio para la captación ideológica. No obstante, le reconoce, a pesar de la
obscenidad que le observa, muy buen nivel literario, pero por esta misma razón, de
alta peligrosidad. (Invernizzi y Gociol)
37Como dijimos con anterioridad, la escritora salió para su exilio en España al poco
tiempo. Fundamenta su producción con el lazo que la une a la sociedad y con el deseo
de sacudirla, lo que nos recuerda la famosa reflexión de Roberto Arlt acerca de que la
literatura debe ser como «un cross a la mandíbula» del lector.
El arte no tiene sentido si no se considera que se dirige a una sociedad de la que su discurso se alimenta.
Escribir para divertirme o para divertir a unos pocos de mi entorno no me interesa… personalmente creo
que en América Latina no podemos darnos el lujo de un arte de transitoriedad vacía, complaciente. Son
otros los valores. Yo tengo otros al menos». (Cosentino, 2008)
Mi idea era más bien, parodiar esa imagen estereotipada de la mujer sumisa, opaca, tan cara a cierta
dramaturgia argentina. Personajes que empiezan a vivir con el pie izquierdo y no pueden ir contra el
destino. La vida de Cledi oscila entre la resignación y el llanto. (Entrevista Diario Los Andes, 2002)
A los quince años y después de un dudoso accidente y muerte de sus padres, Cledi es
llevada por una vecina al «Patronato», un hospicio de huérfanos que cumple funciones
opuestas a sus supuestos fines. En vez de proteger a los niños, los aniquila. Hay un
guardia armado en la puerta, los niños más incapaces o recién nacidos son tirados en
las plazas, en los zaguanes, algunos depositados en las vías del ferrocarril.
Cledi encuentra la violencia, el golpe, la sangre, el acoso sexual del director y de la Sra.
Davis a quien suponemos una monja por su vestimenta, y la posterior violación por
una vieja empleada del Patronato. Se acuerda un casamiento con Horacio, joven
dominado por sus padres, los Perigorde. El director vende a Cledi en provecho propio,
así como los derechos de filmación de un canal de TV que intenta registrar el momento
de la consumación del matrimonio. Al principio hay un período de felicidad, tienen dos
hijos, hasta que el marido se queda sin trabajo y se trasladan a vivir a casa de sus
padres. Al poco tiempo se produce un cambio de roles incestuoso en el que Cledi pasa
a ser la esposa de su suegro y la Sra. Perigorde la mujer de su hijo, quien acepta las
nuevas normas. La joven se somete, pero llora continuamente, con un llanto que
atraviesa toda la novela. Pasa a convertirse en la «sirvienta» de la casa. El Sr Perigorde
venga su impotencia en los cada vez más intensos castigos corporales infligidos a Cledi,
a quien el verdadero marido aconseja el conformismo:
La sabiduría de las vacas, por ejemplo, que rumian el campo, comen el pasto no demasiado verde, gozan
lo que tienen, no pretenden más. Aun en el matadero y antes, en los bretes y en el asfixiante viaje y
sediento viaje, en los camiones pisoteando sus propios excrementos, ¿quién podría quitarles los días
pasados bajo el sol? La apacibilidad de los ojos, el mundo deslizándose afuera, ... (p. 118)
(…) el motivo de la muerte de los chicos se ignoraba. Nadie quería compromisos. Y era comprensible.
Solo algunos inconscientes, por lo general muchachos, cuando moría alguien, inexplicablemente, de un
síncope en la comisaría, o muchos, acribillados a balazos en una fuga, hacían manifestaciones en la calle,
alborotaban hasta que les rompían los huesos. ¿Y no era lógico en cierta forma? ¿Qué justificación hay
para el escándalo? Pretextos para el caos, a río revuelto, ganancia de pescadores. Los tiempos habían
cambiado. La muerte ya no otorgaba a nadie certificado de santidad. (p.181)
44Otras obras dramáticas vuelven sobre el tema de la dictadura: Acuerdo para cambiar
de casa (1971) ; Antígona furiosa (1986) ; La casa sin sosiego ( 1991) y Atando
cabos (1991).
46Somos cuerpos sexuados, afirma Cristina Zurutuza, por lo tanto la identidad humana
se constituye alrededor de un cuerpo cuya subjetividad interacciona sexuadamente
con el medio y tiñe todos los vínculos que va construyendo a lo largo de una vida. Así,
la sexualidad, siempre glosando a la misma autora, no es un asunto biológico, sino una
construcción social, histórica y culturalmente situada, construida y reconstruida
durante toda una vida. Por eso es que las amenazas a la sexualidad dada la integridad
de cada ser humano, atacan el núcleo de la identidad.
47Hemos señalado los efectos psíquicos y emocionales, no solo físicos que han
padecido las protagonistas de estas ficciones. La ficción exhibe lo que las propias
damnificadas en la realidad, se niegan a contar, relegándolo al silencio. Los abusos
sexuales cometidos en el marco del terrorismo de Estado aun no reciben el
tratamiento jurídico adecuado. Esta faceta no se ha visto reflejada en los procesos por
[Escriba texto]
49Las escritoras que hemos abordado construyen una memoria como fundamento de
una identidad genérica y subjetiva plasmada en la literatura de un período conflictivo
de la Argentina, cuyas circunstancias cercanas les obligaron a esconder, guardar,
preservar sus textos de la censura y exponerse a prohibiciones. Sus memorias
narrativas si bien trabajan sobre el pasado, se constituyen en modos de pensar hacia el
futuro porque, en su versión tanto individual como en su repercusión colectiva,
constituyen el fundamento de la identidad de un pueblo y una nación. Como bien
expresa Homi Bhabha toda nación es inseparable de la forma en que se la construye
discursivamente.
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