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El club de los maricones | larry stylinson, ziam (lirry/ziall/nosh) |

by liliumpumilum

Harry encuentra bastante complicado lidiar con su relación con Liam ahora que él está en la
universidad. Nuevos amigos que celar, nuevas dudas que plantearse, y sobre todo, un nuevo
chico que lo obliga a preguntarse si, realmente, Liam es su amor verdadero.
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pairings. larry / ziam / nosh | extra: lirry / ziall / zouis
warnings: smut, drogas, cuernos, drama

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Capítulo 1: El Club

Se veía bastante ridículo vestido así, si es que su opinión siquiera importaba a esta altura. En
principio, no era del tipo de usar camisa, ni mucho menos saco (y no, Liam, no importaba que lo
lleve abierto de modo informal) por lo que el look, de por sí, no iba con él. Los jeans
acostumbraba usarlos, sí, pero ese modelo en particular, ajustado y oscuro, conservaba aún la
etiqueta de cuando Gemma se lo regaló, porque le hacían ver los muslos gordos, creía Harry. Se
sentía más como un niño al que le ponen un traje para hacerlo ver adorable que como un novio
que vas a presentar a tus amigos universitarios.

—No lo dices en serio —protestó al ver a su novio acercarse con un corbatín en la mano —, no
me voy a poner eso.

—Vamos, Haz —protestó Liam ya un poco cansado de tanto revuelo—. Sólo por esta vez... Por
mí, ¿sí?

Después, sacó los labios hacia afuera —una mezcla de pedirle un beso y sencillamente hacer
puchero— y frunció el ceño como si su vida dependiera de que tan adorable pudiera verse en ese
momento.

—Yo estoy usando una corbata —insistió ante el impenetrable silencio de Harry—, ¿Cuándo fue
la última vez que me viste usar una?
Y si Harry estaba a punto de rendirse por su gesto de cachorrito mojado, esa frase, sin embargo,
sólo logró soltarle la lengua.

—Exactamente —murmuró en un tono bastante cínico.

La respuesta pasiva de Liam con su confundida expresión de "hice algo mal y no estoy seguro
qué fue" lo ofendieron al mismo tiempo que lo ablandaron. Suspiró y le arrebató el corbatín de las
manos en un gesto firme, pero no violento. Ambos se conocían lo suficiente para saber que ese
enojo era fingido.

—¿Es una cosa de chicos universitarios? —balbuceó mientras se anudaba el moño que le
restaba más años de los que le sumaba—, ¿Saco y corbata y escuchar Jazz en un bar pulgoso?

—A Zayn le gustan estas cosas... Es su día —se excusó Liam.

Probablemente a él también se le ocurrían una decena de cosas más interesantes para hacer un
sábado por la noche.

Se acercó a Harry, quien ahora, con el moño listo, se miraba frente al espejo. Lo abrazó por la
espalda y se buscaron el uno al otro la mirada en el cristal. Liam sonrió y apoyó la cabeza sobre
su hombro y Harry tuvo que esforzarse demasiado para no sonreír también.

—Sí, pero es tu amigo, no el mío —protestó el más joven, haciendo de cuenta que no estaba
enternecido por la caricia y el abrazo de su novio, camuflando sus celos con el más infantil de los
enojos.

La mirada oscura de Liam lo leía como un libro abierto. Llevaban la cantidad de tiempo juntos
para ambos saber cuándo presionar y cuándo no, con qué cosas tomarse el pelo mutuamente y
cuales sólo abrirían una caja de pandora de temas inconclusos. Liam sabía que ese no era el
momento para decir "si no te invitara estarías toda la noche mordiéndote las uñas preguntándote
qué hago con mis amigos universitarios", y Harry sabía que si continuaba con su escenita de
celos no haría más que hacer notar cada vez más lo mucho que la relación entre ambos había
cambiado en lo que iba del año. Por ahora, le bastaba con eso, con ese par de ojos marrones
escudriñándolo en el espejo, con tener su atención para él, sólo para él.

—Bien, bien —reconoció ofendido de tener tan poca fuerza de voluntad. Corrió la mirada, y se
separó dramáticamente del abrazo de su novio—. Iré a tu estúpida convención de maricones
—agregó aparentando rudeza.

—Dios mío... —suspiró Liam, y puso los ojos en blanco.

—Espero que hayas entrado a los blogs de moda últimamente, porque dudo que discutamos otra
cosa esta noche —insistió, sólo porque era demasiado divertido pelear con él: siempre picaba. Y
porque quizá a Harry le gustaba demasiado verlo enojado y rudo.

—Eres tan homofóbico...

Harry abrió tanto los ojos y tan de golpe, que Liam no pudo evitar sonreír.

—Soy gay, Li, por si no lo habías notado. Dudo que pueda ser homofóbico. Y como parte del
gremio estoy moralmente autorizado a burlarme de los míos —se encogió de hombros, haciendo
de cuenta que no veía la expresión frustrada de Liam. Mientras se ponía las zapatillas, explicó—:
es como los judíos, sólo ellos pueden hacer chistes sobre el holocausto.

—Tú haces chistes sobre el holocausto y no eres judío —protestó Liam, y ante la carcajada
estrepitosa de Harry se vio obligado a agregar—, Y dicho sea de paso, ¡son de muy mal gusto!

—Tienes que admitir que son graciosos —le dijo mientras le abría la puerta caballerosamente.
Cuando pasó, le acarició el cabello con brusquedad y ternura al mismo tiempo: era simplemente
divertido pelear con él.

—No, no lo son —respondió su novio tajante, aunque en su mirada había más paciencia que
reproche.

—Entran un negro, un judío y un mendigo a un bar...


—Harry... No —rogó Liam, y se adelantó al pasillo mientras Harry apagaba la luz del cuarto.

—El mozo se acerca y les dice... —continuó, levantando la voz para que su novio, que se tapaba
los oídos y repetía lalala como loco, lo oyera—. El mozo se acerca y les dice "retírense por favor".

El bar era mucho más snob de lo que Harry se lo imaginaba. En parte lúgubre, rústico, pero
también formal y exclusivo. La gente que comía allí era simplemente ridícula: vestían ropa de los
treintas, enormes anteojos de pesados marcos oscuros y se sentaban en incomodísimas
posiciones, como si un fotógrafo indie anduviera retratando gente a escondidas. Solo, en una
mesa, un veinteañero fumaba de una pipa, y Harry apostaría en que debía haber googleado cómo
hacerlo. Hashtag pedante.

El club de los maricones se encontraba prácticamente al lado del escenario. Harry reconoció la
mesa porque apenas entraron, Zayn se puso de pie y los llamó con un gesto de la mano. Era un
chico de pelo oscuro y rasgos angulares, de quien Harry no dudaría si le dijera que era modelo.
Hasta se vestía como uno, con la campera de cuero y los pantalones rotos y ajsutados.

Para su alivio, la gente de la mesa se veía mucho menos insoportable que la del resto del lugar, y
Haz se imaginó que él y Liam no eran los únicos que pisaban ese bar por primera vez esa noche.

Los asientos vacíos estaban al otro extremo de donde se sentaba el cumpleañero, pero Liam
parecía conocer bastante bien a los que estaban a su alrededor: Niall, un irlandés rubio y con
cara de recién salido de la cama, en seguida se puso a conversar con ellos, y especialmente con
Harry, ayudándolo a distraerse esos momentos en los que su novio estaba ocupado hablando de
la facultad.

Las conversaciones todas se interrumpieron de golpe con el agudo chillido del micrófono. La
banda se había subido quién sabe cuándo al escenario sin ser vistos y ahora preparaban el
cablerío para empezar a tocar.
Harry trató de corazón encontrar esa música interesante, poder abstraerse en ella como hacía el
resto de la mesa, como lo hacía Liam, con los ojos cerrados y la cabeza moviéndose lentamente
al compás, pero en cambio jugueteaba incómodo con el vaso, mirando alrededor. Sólo había una
persona en esa mesa que parecía tan aburrida como él.

Harry lo observó detenidamente, admirando el descaro de aquel chico que abiertamente


bostezaba a la banda, o jugaba con su celular, como si no le importara si el resto de la mesa
pensara que era estúpido por no escuchar esa música. Porque, Harry odiaba a esa banda, pero
aun así se esmeraba en poner cara de gusto, en, de vez en vez, seguir el ritmo de las baterías
con el dedo, hacer de cuenta que entendía por qué estaba toda esa gente allí, escuchando a la
banda que a sus oídos era la más aburrida, vacía, y poco talentosa banda que él hubiese
escuchado.

Otra canción terminó, y la mesa respondió con un aplauso cerrado —Harry incluido. El chico de
obvio aburrimiento palmeó un par de veces, para darles el gusto, y volvió a su celular. Zayn, el
cumpleañero, le dijo algo al oído que lo hizo sonreír. Justo cuando Harry se volteó hacia Liam,
para comentarle algo sobre la banda, para que pareciera que les había prestado atención, justo
en el preciso instante en el que posó sus ojos en Liam, sintió la mirada azul e intensa de aquel
extraño fija en su perfil.

Al principio le incomodó un poco, y hasta llegó a preguntarse si acaso el chico se había dado
cuenta de lo mucho que lo había mirado durante el número de la banda, o peor, si quizá Zayn le
había hecho un comentario al respecto. Era el tipo de rumor que no quería que llegara a oídos de
su novio, sobre todo en ese último tiempo en que las cosas estaban tan... raras.

Pero en seguida la sonrisa de Liam, sus palabras, sus expresiones —especialmente esa sonrisa
tan alegre, con los ojos bien cerrados, que lo caracterizaba— lo distrajeron. A veces Harry
pensaba que Liam se le estaba escabullendo de las manos, que ahora que iba a la universidad se
rodearía de gente con sus mismos intereses, más inteligente, más guapa, más interesante que él:
un tonto chico de colegio secundario, que apenas si se podía despertar por las mañanas porque
se quedaba hasta la madrugada jugando videojuegos en su cuarto. Harry siempre se detenía a
pensar en eso, en lo mucho que Liam había cambiado, en sus nuevos amigos, en los lugares a
los que salía, en que había empezado a beber, en que hablaba de cosas que él no entendía,
miraba el noticiero, y hasta leía por las noches (Harry le había intentado obligar a leer su copia de
cuentos de Edgar Allan Poe básicamente desde que se conocieron).

Al lado suyo, Harry se sentía aún como un niño. Torpe, inquieto, siempre aburrido, siempre
pidiéndole más. Y Liam se lo concedía porque, bueno, porque lo quería, pensaba Harry. Pero era
triste pensar que a ya no le gustaba estar con él, que ya no se divertían juntos, que sólo le daba
el gusto para mantenerlo entretenido. Exactamente eso había ocurrido la noche anterior: Liam
quería dormir pero se quedó jugando videojuegos con Harry para que no se pusiera triste; y había
pasado de vuelta esa tarde cuando lo invitó a acompañarlo al cumpleaños más aburrido sobre la
faz de la tierra y Harry dijo que sí sólo porque no quería que vaya solo.

La cabeza de Harry estaba llena de oscuros pensamientos últimamente, y sin embargo, allí, en
ese preciso momento, con esa risa tan sincera, con ese humor tan inocente, Liam parecía el
mismo de siempre, y Harry se sintió mejor. Como si nada hubiese cambiado y como si nada fuera
a cambiar.

No habían pasado ni tres canciones, cuando el chico al que Harry había estado mirando dejó
todas las sutilezas de lado y se fue a la barra, ganándose una mirada sorprendida y luego una
sonrisa de Zayn. Harry sintió el impulso de pararse e ir detrás suyo, para tener por lo menos
alguien con quien hablar mientras el resto escuchaba música, pero no lo hizo.

Si, sin embargo, se volteó varias veces sobre su hombro, observó que hablaba con la barwoman,
mientras ella le preparaba los tragos. Tenía una sonrisa muy bonita, pensó Harry, mucho más
accesible que aquella expresión de hastío que tenía mientras jugaba con el celular en la mesa.

Vio el gesto de la chica, vio la mano que lo señalaba, y la sonrisa contenida de ella, pero por
algún motivo no se dio cuenta de lo que significaba hasta que fue demasiado tarde. Cuando él
volteó la cabeza, cuando lo miró, por segunda vez en la noche, con sus brillantes ojos azules
—de un azul tan profundo que se comían los colores del resto de la habitación, absorbiendo cada
vestigio de luz, cada rastro de los reflectores— Harry no supo qué hacer.

Quizá fue apenas una milésima de segundo, quizá dos minutos, pero por un instante, Harry se
quedó allí, quieto, devolviéndole la mirada mientras las mejillas se pintaban cada vez de un color
más raro. Sentía el verde, y el violeta, cruzándole por la cara. Oía la carcajada ruidosa,
tintineante, de aquel muchacho, aun cuando lo único que realmente podía oírse en ese lugar era
el estruenduoso bajo, el rechinche de los platillos y la voz desafinada del cantante.
Torpemente, después, se giró al escenario, con los ojos abiertos de par en par, casi en shock, y
mordiéndose los labios porque... ¡Cómo había hecho eso! El mensaje que acababa de dar era...
Parecía un adolescente caliente, insinuándose y... EN SERIO, no era así. No era así, se repitió
Harry.

Sentía que tenía la palabra DELITO escrita en todo el rostro, que si Liam lo miraba, le bastaría un
segundo para saber que Harry escondía algo.

Pero, se dijo, había sido un error. Harry lo miraba porque estaba aburrido, porque estaba
pensando en ir a buscar un trago, o porque estaba mirando justo el cuadro detrás de él y de la
barwoman, que parecía muy bonito. Sí, eso era mejor, pensó, Harry no lo miraba a él, ni a su
sonrisa, que era tan distinta del rostro de hastío de hace unos minutos. No miraba ni sus rasgos,
ni sus gestos, ni sus modos. Harry miraba a todo en la habitación menos a él.

No tenía nada por lo que sentirse culpable.

—¿Chicos, puedo traerles algo para beber? —dijo el extraño mientras apoyaba una mano detrás
de la silla de Liam, y la otra detrás de la de Harry—. ¿Un trago? ¿Un vaso de leche tibia? —El
tono amistoso se volvió irónico al dirigirse a Harry, y el azul que se había comido a toda la
habitación y a todos sus colores, casi que le comió sus ojos también, cuando lo miró.

—No seas así, Louis —le regañó Zayn desde el otro lado de la mesa.

—Te sorprendería lo mucho que puede beber —Intentó defenderlo Liam. "Intentó" siendo la
palabra clave.

Louis, así era su nombre, sonrió mostrando los dientes y palmeó la espalda de Liam mientras reía
estrepitosamente. Era una risa picante, molesta, se dijo Harry, mientras se mordía la lengua para
no decir otra cosa.

Louis ya no lo miraba, y en cambio miraba a Liam, pero Harry aún sentía los ojos azules fijos en
él.
—Hey, quizá tu estés tranquilo con tu "corrupción de menores" —bromeó—, pero yo no quiero ir
preso por darle de beber a un niño.

Esa noche, Harry tenía ganas de irse a su casa. De encerrarse en su cuarto, hundirse en el
colchón y dormir. El problema es que quería llevarse a Liam con él, y Liam no estaba dispuesto a
irse.

—¿Podemos irnos ahora? —le había preguntado varias veces, siempre después de que Louis
volviera a burlarse de él, o de que le hiciera un coscorrón, como si se tratara de un niño. Liam
siempre respondía con una mirada triste, con un ruego por disculpas, y con un suave meneo de la
cabeza.

—Es su cumpleaños, Harry, no son ni siquiera las 2. Puedes ir si quieres —Pero Harry no iba a
irse solo. Se sentiría como si estuviera dando el brazo a torcer, como si todas las burlas y las
carcajadas estrepitosas hubiesen ganado la contienda, como si estuviera diciendo que sí, que
tenía razón, que era un niño y que no entendía de esas cosas de grandes chicos universitarios.

Pero sobre todo, no iba a irse porque entonces Liam se quedaría allí, solo, con un montón de
chicos tremendamente atractivos, con extensos vocabularios, y que no necesitaban que nadie
fuera por ellos a la barra.

Así que, cuando Zayn admitió finalmente que ese bar era horrible, y que mejor seguir la fiesta en
su casa, Harry no tuvo más opción que seguir a Liam hasta allí también.

—¿Estás seguro de que no se pasó tu hora de dormir? —bromeó Louis fumando afuera del bar,
cuando él, el irlandés, Liam y Harry esperaban a que los demás terminaran de juntar sus cosas, y
a Harry otra vez las mejillas se le encendieron de todos colores.

—Ja, Ja —respondió irónico, y como no se le ocurría nada más ingenioso que decir, se resignó a
acercarse a Liam y dejar que su abrazo lo calme todo.
—Ya déjalo Lou —dijo Zayn quien al parecer había oído el brevísimo intercambio mientras se
ponía la campera al salir del bar—, compórtate, si me haces el favor.

Harry le sonrió tímidamente, para agradecerlo, pero el moreno apenas si le dedicaba una
compungida sonrisa a Liam. Si era posible, se sintió aún peor: por un lado, subestimado, tratado
como un crio, como nada más que el apéndice rechoncho y menor de edad de Liam; pero a la vez
impotente, porque no había forma en que alguien en la escuela lo trataría así y se saliera con la
suya, y sin embargo en ese momento.... Y no es que Harry fuera un tipo violento, porque no le
darían los músculos si quisiera serlo. Pero era de lengua rápida y sabía cómo dejar a los matones
pataleando en el aire, humillados. Con Louis, sin embargo, no sabía qué decir. Era como si el tipo
tuviera un comodín en su contra, y por mucho que él quisiera negarlo, Harry estaba bastante
seguro que sabía qué era. Esa cosa que no pero sí había pasado cuando por curiosidad él no
había podido quitarle los ojos de encima.

Se sintió un poco mejor después, cuando Liam tomó su mano, y caminaron par a par. Cuando
Niall se acomodó al otro lado y habló con él de música, y le preguntó sobre qué pensaba hacer
cuando terminara el colegio.

Niall era su favorito hasta ahora, era amable, directo, divertido y le encantaba la música. Está
bien, había disfrutado esa banda pedante y horrible, pero por lo que Harry recuperaba de las
varias conversaciones que había tenido con él en la noche, también le gustaban muchas bandas
que Harry adoraba. Por lo menos no le recordaba cada dos oraciones que no pertenecía allí, y
eso era más de lo que podía decir del resto de los integrantes del "club".

El departamento de Zayn era pequeñísimo. Apenas una habitación —cuya puerta el dueño de
casa se apresuró a cerrar apenas llegaron todos—, el baño, y un living-cocina-comedor-sala de
estudio en el que todos se acomodaron pronto.

Liam y Harry se sentaron rápido en el sillón, y el resto de los invitados se acomodaron en las
sillas y las mesas restantes, mientras Zayn y Louis traían la bebida y un chico llamado Josh se
encargaba de la música. Fue un poco extraño, al principio. La habitación estaba llena de humo y
silencio, y de golpe nadie sabía qué hacer ni cómo comportarse, pero apenas la ronda de tragos
empezó, las cosas se alivianaron.

Zayn les trajo bebidas a Liam y a Harry (¡alcohólicas! ¡para los dos!), y en seguida se arrodilló al
lado del sillón y le murmuró algo al oído al mayor. Harry sentía otra vez esa sensación que se
había vuelto tan común en tan poco tiempo, esa cosa caliente que le trepaba de la boca del
estómago hasta la garganta, esa ansiedad en las manos, esas ganas de tomar a Liam por las
mejillas y besarlo en frente de todo el mundo para que quede claro que tenía novio.

Lo ponía de más nervioso la forma en la que su novio lo miraba, un poco avergonzado, mientras
Zayn le hablaba al oído. ¿Qué le estaría diciendo? ¿Por qué lo hacía en frente de todo el mundo?
Bueno, sí, Harry era más joven, o un "niño" como diría Louis, pero no era estúpido, y sólo porque
él aún no estaba en confianza y no sabía qué decir para detenerlo, no significaba que Zayn podría
tranquilamente besar su lóbulo o lo que fuera que estaba haciendo para que Liam tuviera las
mejillas así de rojas.

El sillón se hundió bruscamente al otro lado, justo antes de que alguien lo tomara por los hombros
y le murmurara al oído

—¿Celoso?

Sin verlo, Harry podía adivinar la sonrisa altanera en su rostro. Intentó hacer de cuenta que su
aliento no le había puesto la piel de gallina, y se acomodó en el sillón alejándolo un poco.

Sabía que debía decir algo, voltearse, mirar a ese chico a los ojos y decirle que deje de
molestarlo, que era un hombre grande, por dios, que qué ganaba de torturarlo. Pero cuando abrió
la boca, lo primero que se le vino a la lengua fue "sé que crees que te estaba mirando pero en el
bar sólo estaba checando el cuadro en la pared detrás de la barwoman así que, ahí lo tienes, no
tienes nada en contra mía", o en otras palabras, un discurso demasiado defensivo y desesperado
como para sacarlo realmente de aprietos. Si no fuera porque estaba Liam siendo murmurado por
un moreno ridículamente atractivo, hasta se iría del sillón, de la habitación, de la casa, porque
sentía el calor de su cuerpo apenas a unos milímetros de distancia, su aliento bien cerca de su
cuello, y la mirada azul clavada en su perfil, y todo lo que mil veces juraría que no había pensado
cuando estaba en el bar, probablemente lo estaba pensando ahora.

—No estés celoso, apuesto a que hablan de ti —insistió Louis—. Liam te está mirando, ves, está
mirándote a ti y a mí como si quisiera matarme. Me pregunto que estará pensando... —Dejó
escapar una suave carcajada, mucho más agradable que la que hacía cuando se burlaba de él—.
¿Crees que piensa que estoy coqueteando contigo?
Harry sintió el cuerpo entero de Louis acomodarse detrás suyo en el sillón, y sus dedos apoyarse
en la tela de su camisa, a la altura de su cintura en la espalda. Se imaginó que lo estaba mirando
fijamente, pero en vez de devolverle la mirada parpadeó un par de veces y mantuvo la mirada fija
como si se tratara de la única ruta segura en el medio de un accidente de trenes. Intentó olvidarse
de Zayn que seguía hablándole al oído, y concentrarse en su mirada oscura, en sus labios
entreabiertos. Fue como si de golpe recordara que aquel era Liam. Liam. Zayn podría estar
diciéndole cualquier cosa al oído, quizá una trivialidad, quizá alguna insinuación, pero era Liam
quien lo escuchaba, y él jamás haría algo que le hiciera daño a Harry.

Entonces, sintió otra vez el tirón en la camisa, los dedos de Louis lo habían pellizcado y esta vez
sí se volteó y se encontró de lleno con la mirada azul expectante. Tragó saliva, y una sonrisa se
dibujó en los labios de aquel muchacho.

—Me pregunto qué haría si estuviera coqueteando contigo.

Harry se echó un poco hacia atrás. Se acomodó de forma tal que la mano de Louis no pudiera
juguetear en su espalda, en que la distancia entre sus rostros fuera la suficiente para que no
resultara sospechoso.

Porque, aunque en realidad no había nada de lo que sospechar, si acaso la escena se veía como
se sentía, si el resto de las personas pudieran ver el aliento de Louis caliente en su cuello, la
mirada fija e inmutable, la forma en la que aquel chico se relamía los labios antes de sonreír,
Harry sabía que despertaría sospechas.

Miró otra vez a Liam, y se sorprendió un poco al verlo ponerse de pie, seguido de Zayn.

—Vuelvo en un segundo —le dijo a Harry agachándose lo suficiente para hablarle en el oído. El
aliento de Liam no era tan caliente, sino más bien tibio, y eso lo calmó un poco.

Sobre todo lo calmó el "Ouu" que vino después, cuando Liam le dio un suave tirón de cabello a
Louis, y le hizo el gesto con los dedos de que lo estaba vigilando. Louis estalló en carcajadas,
ruidosas, como siempre, y Harry volvió a respirar normalmente.

Se alejó un poco de él, como si se sintiera un poco más desprotegido ahora que Liam se había
ido, pero después de eso, sin siquiera mirarlo, Louis se puso de pie y se alejó, y Harry se quedó
allí, callado, parpadeando como un tonto sin saber bien qué hacer.

—Louis es así, no le prestes atención —dijo Niall y se sentó al lado de Harry en el sillón.

Era agradable estar así, con alguien que respetara su espacio personal.

El irlandés le dio un largo sorbo a su lata de cerveza, y Harry lo imitó.

—Él y Zayn han sido amigos desde siempre, y yo conocí primero a Zayn. Al principio Louis me
hacía el trabajo imposible, en esa época Zayn y yo teníamos algo y Louis es bastante celoso,
supongo, así que cada vez que intentábamos tener tiempo a solas, Louis lograba inmiscuirse.

—¡Qué molesto! —dijo Harry, pero Niall en vez de asentir empezó a reírse.

—Supongo, sí... Pero en serio, él es así. Solía odiarlo, recuerdo, porque me avergonzaba en
frente de Zayn y a mí eso me sacaba de quicio, o empezaba a hablar de sus ex, y Zayn no sabía
dónde meterse. Pero en serio, es sólo su forma de ser. En el fondo es un ángel.

—No parece uno —comentó, quizá hablando más por la cerveza que por realmente desearlo. No
le gustaba mostrarse débil, ni ofendido, especialmente por alguien que se había esmerado en
burlarse de él llamándolo un niño toda la noche.

—Cuando Zayn y yo cortamos, apareció en mi casa, de la nada... No recordaba siquiera haberle


dicho alguna vez dónde vivía, pero se las ingenió para encontrarme —explicó el rubio y le dio un
nuevo sorbo a su bebida—. Es un ángel en serio, ¡Estaba tan preocupado! Creo que sigo siendo
parte de este grupo por él, que me traía a las rastras cuando yo realmente no quería venir, y se
burló tan cómodamente de la situación, de nuestro rompimiento, que nadie se lo tomó tan en serio
y ahora está todo bien.

Harry se encogió de hombros y volvió a beber de su lata. Sentía que debía darle la razón, que
después de lo que Niall le había contado, de hecho debía ser un tipo agradable, ese Louis. Pero
no podía quitarse de encima la sensación de molestia, como si todavía tuviera su aliento caliente
pegado en el oído, y le picara el cuello donde su respiración le hizo cosquillas.

Liam volvió apenas unos minutos después, y le pidió a Harry que le hiciera lugar detrás suyo.
Tenía una estúpida sonrisa pintada de oreja a oreja, y los párpados pesados como si hubiese
bebido el doble de lo que había bebido en toda la noche en esos pocos minutos.

Mientras Harry hablaba con Niall, Liam le acariciaba los rulos y charlaba con ese chico Josh. Los
tragos pasaban, y cada vez era más fuerte la música que las voces. El único que seguía haciendo
ruido era Louis, quien bailaba con cualquiera que estuviera dispuesto a levantarse de la silla para
acompañarlo.

Tenía una forma bastante agradable de moverse, a veces errática, a veces suave. Era de la
misma estatura que Harry, pero tenía las piernas más cortas, o quizá más anchas, y sus pies eran
pequeñísimos en comparación. Todo en Louis era pequeño, pensó, sus manos aferrándose a la
cintura de Zayn eran chiquitas, delicadas. Sus ojos eran pequeños también, aunque brillantes, y
sus labios eran delgados arriba y regordetes abajo, como los de una muñeca.

Niall le preguntó algo de su celular, y Harry tuvo que reincorporarse un poco, alejándose del
abrazo de Liam, y de aquella posición que le permitía tan bien observar el baile de Louis. Ahora
que estaba sentado, ahora que la burbuja de la caricia de Liam se había roto, todos los ruidos se
dejaban oír más fuertes, la música y el golpeteo de aquel chico que usaba la mesa como batería,
o la conversación entre Josh y Liam a la que Harry no le había prestado la más mínima atención
hasta ahora. Si se esforzaba, hasta podía oír...

—¿Por qué me llevas tú de la cintura? —protestaba Zayn, entre carcajadas, y Louis se reía, con
los ojos cerrados, orgulloso de hacer enojar a su amigo.

Harry tenía el celular en la mano, y escuchaba todo lo que Niall le decía cuando le pedía que
configure esa aplicación que acababa de descargar, pero le costaba mucho trabajo bajar la
mirada. Apenas lograba hacerlo de a segundos, porque cada vez que alguno de los dos hablaba,
no podía controlarse y volvía a levantar la cabeza.

—Porque eres delgadito y delicado, como una chica —se burlaba Louis, y Harry pensó que
estaba equivocado, porque él era mucho más delicado, porque tenía manos pequeñas, y una
sonrisa femenina, mientras que Zayn tenía barba y ropas más rudas, pero Niall interrumpió sus
pensamientos otra vez, y Harry volvió a mirar el celular, exagerando una sonrisa mientras
conversaba con él.

—Eso es estúpido, yo debería guiar —protestó Zayn otra vez, y la respuesta de Louis logró que
Harry volviera a levantar la mirada, aunque realmente quería seguir mirando el celular y
responder a Niall quien en cualquier momento perdería la paciencia.

—Créeme, cariño, quieres que yo guíe —flirteó Louis. Luego los dos se rieron y Zayn empezó a
hacer un baile exageradamente sexual, y Louis lo palmeó en el trasero, y Harry ya no pudo quitar
la mirada.

No del baile, que era ridículo. Ni siquiera de la escena. De Louis. Mordiéndose los labios,
rosados. De la forma en que cerraba los ojos, de la sonrisa que se asomaba en su boca.

Harry tragó saliva y volvió a mirar el celular, empezando a configurar la aplicación. Levantó la
mirada un segundo, y los dos ya no bromeaban sino que habían vuelto a bailar al estilo del vals,
aunque la música era más bien punk. Miró el celular y configuró la fecha, y le explicó a Niall que
debía poner la localidad para que la hora se configure automáticamente, y cuando levantó la
mirada otra vez, Zayn estaba más cerca de Louis y los dos sonreían, pero no parecía que
estuvieran bromeando. Sintió las mejillas calientes y el corazón latiendo rápido y volvió a mirar el
celular, e intentó concentrarse en lo que Niall decía, y lo miró a él y la forma en que sonreía,
amablemente, dándole las gracias, pero no pudo controlarse y volvió a mirar a Louis. Y Zayn le
murmuraba algo al oído, y Louis que antes miraba hacia abajo levantó la mirada y sus ojos y los
de Harry se encontraron fijamente. Y Louis sonrió, y le murmuró algo a Zayn al oído sin quitarle la
mirada de encima.

Harry se preguntó si acaso se veía tan tonto como se sentía.

Entonces se dio cuenta de que tenía la boca abierta y la cerró. Tragó saliva y sintió el pecho
moviéndose cuando ahogó un suspiro, pero aunque lo intentó no pudo correr la mirada.

Louis lo miraba aún fijamente, y sonreía, mientras Zayn le murmuraba quien sabe qué al oído.

—Harry —lo llamó Niall.


Se volteó y se encontró con una mirada que se parecía mucho a la de su madre cada vez que él
acababa de hacer algo estúpido. Otra vez sus mejillas rojas, y el calor en su cuerpo. Sonrió,
intentando seguir la conversación, hacer de cuenta que no sabía por qué Niall lo miraba así.

Esta vez no levantó la mirada, pero de reojo, mientras hablaba con el irlandés, observó como
Louis y Zayn se metían en su cuarto, y ese suspiro que había ahogado en su pecho se convirtió
en una enorme pelota, pesada y molesta.

Harry tenía este detalle acerca de su personalidad. Es que, no era celoso, en serio. No le
molestaba que otros tipos miraran a su novio, no se le ocurría pedirle a Liam que le diera
explicaciones de dónde andaba o con quién hablaba, y jamás había revisado su celular sin su
permiso. Pero necesitaba su atención, necesitaba la constante validación de que Liam lo quería,
sobre todo desde que había empezado la Universidad. Y eso probablemente no era sano
tampoco, pero era lo máximo que Harry podía dar.

Quizá eran su mirada redonda y oscura, o el poder ver en sus gestos esa picardía, ese doble
sentido siempre oculto para la mayoría de las personas que conocían. Liam siempre que lo
miraba parecía que quería decirle algo, y si Harry se acercaba aunque fuera sólo para darle un
abrazo, de sus labios siempre salía una confesión secreta, casi silenciosa. Desde un "ese suéter
te sienta bien" a "vamos a algún lugar donde puedas quitártelo". Y si Harry necesitaba algo
además de esa mirada, era oír esas cosas dichas por Liam, sólo para él.

Sabía que no era del todo normal ser tan posesivo sobre él, pero en serio, cada vez que Liam
miraba a alguien más, Harry sentía que algo dentro de él lo mordía. No eran celos, en serio, sino
más bien que lo extrañaba. Que extrañaba el modo en el que Liam lo miraba, como si fuera el
único hombre en el mundo.

Lo peor es que ahora, sumado a eso, había otras cosas que le molestaban. Le molestaba cuando
Liam hablaba de cosas que él no entendía, o cuando mencionaba gente que no conocía. Le
molestaba que hubiese empezado a beber con sus nuevos amigos y que ya no le gustara
compartir videojuegos con él. Le molestaba que lo mirara de ese modo lastimoso en el que lo
miraba a veces, cada vez que Harry le hacía una de esas escenitas que le salían tan bien. Y
Harry realmente intentaba estar a la altura de las circunstancias, tratar de entender de los libros y
las películas que veía ahora, tratar de memorizar los nombres y las historias de sus amigos,
contener esas ganas que lo acorralaban de decirle que por favor, deje de hacer todo lo que
estuviera haciendo, y que lo mirara a él. Pero era cada vez un poco más difícil.

Esa noche Liam casi ni lo había mirado. Sí, chequeaba de vez en cuando que todo estuviera bien,
que Harry siguiera charlando con Niall o con quien fuera, que se estuviera divirtiendo, que no
estuviera asesinando con su mirada a cualquiera que osara cruzar palabra con su novio. Pero no
lo había mirado, como solía hacerlo.

Y esa noche, a Harry, no le molestó. No tanto, al menos.

Es que estaba distraído hablando con Niall, que entendía mucho de guitarras y de música, y
vigilando disimuladamente la puerta del dormitorio de Zayn que llevaba cerrada casi una hora.

Harry se preguntó si nadie más se había dado cuenta de que los dos estaban solos allí adentro, o
si acaso era cosa de hombres universitarios hacer de cuenta que nada pasa cuando dos chicos
se encierran en un cuarto a follar. Porque eso estaban haciendo, ¿no?

—Harry —lo llamó Niall por décima vez, intentando capturar su atención.

Él le devolvió su mirada verde, y volvió a sonrosarse, como si el irlandés pudiera leer en sus
pensamientos las imágenes mentales de Louis y Zayn que Harry acababa de hacerse (Créeme,
cariño, quieres que yo guíe).

—¿Qué? —preguntó, con su mejor cara de póker.

Niall entonces sonrió, y bajó la mirada. Meneó la cabeza lentamente, de un modo que hizo a
Harry sentirse incómodo. Era como si estuviera dándose por vencido en él, y al mismo tiempo eso
le pareciera divertido.

—Liam, te está llamando —le explicó cuando levantó la mirada, y Harry se volteó sólo para
encontrarse con su novio esperándolo con los sacos de los dos, cómodamente sentado arriba de
la mesa.

Cuando le sonrió, a Harry esa extraña bola que llevaba en el pecho se le transformó en
mariposas, y aunque intentó contener los labios estos también dibujaron una sonrisa. Como si un
montón de preocupaciones que ni sabía que tenía acabaran de esfumársele del cuerpo.

Liam no dijo nada, sólo hizo un suave gesto con la cabeza, como si fuera hora de irse, y Harry
asintió, obediente. Se despidió con Niall con un fuerte apretón de manos, y prometió que asistiría
al recital del irlandés dentro de dos semanas. Después se despidió de Josh y del resto de los
chicos —no podía recordar el nombre de ellos— y se quedó parado un segundo, como si
esperara otro saludo más. Fue apenas un instante, porque entonces recordó que Louis seguía
encerrado en el dormitorio con Zayn, y le dio tanta vergüenza quedarse allí esperando su saludo
que salió apresurado del departamento.

Bajaron los dos torpemente por un pasillo escalera, el alcohol los había vuelto un poco bruscos,
pero lograron cruzarlo sin caerse. Cuando Harry puso un pie en el último escalón, y abrió la
puerta que daba a la calle, Liam se trepó a su espalda, juguetonamente.

—Te extrañaba, Haz —confesó, y ese abrazo se sintió como se sentía su mirada redonda y
oscura cada vez.

—Estuviste conmigo todo el tiempo —rió Harry, pretendiendo que no le temblaban las piernas de
pura alegría, porque estaban solos otra vez, porque Liam era de nuevo sólo suyo.

Caminaron casi una cuadra así, trepados el uno encima del otro, turnándose para que ninguno se
cansara, riéndose y bromeando y falseando escenas de celos que no eran realmente sinceras
("no sabía que tenías un fetiche por los acentos extranjeros, Harry"), y en el medio de las rondas,
y vueltas, y abrazos y breves persecuciones, sus manos se hallaron tímidamente, y los dos
intentaron respirar con lentitud, calmarse un poco, para que el camino a casa fuera más largo y
más tenue.

Hicieron unas pocas cuadras de la avenida principal tomándose las manos, y cuando doblaron en
la primera esquina camino a casa de Harry, Liam le apretó con fuerza y lo llamó a un rincón en la
acera, donde lo besó.
Sabía a alcohol, y a saliva amarga, pero Harry lo lamió como si fuera el más delicioso helado de
frutillas. Lamió su lengua con la que forcejeó brutalmente, le clavó las uñas en la cintura mientras
lo besaba y lo acercó a él para que sintiera como lo había puesto. Para que recordara que a Harry
le valían mierda sus amigos universitarios, o sus libros de estudio, y que lo quería igual de
desesperadamente como lo había querido desde los primeros besos húmedos en el cuarto de su
casa.

No se oía nada, esa noche. Ni los autos pasaban por esa cortada tan poco concurrida. Apenas el
ruido de saliva y de la respiración de Liam, agitada, cada vez que los dos rozaban las pelvis
contra el otro.

—¿Vienes a casa esta noche? —le preguntó Harry mientras tomaba con más fuerza a Liam por la
cintura y lo acercaba a sí mismo. Su cuerpo entero tembló, hasta el suspiro que salía de su boca
tiritó en el aire, en el cuello de Harry.

—Mierda, Haz... —murmuró.

—¿Vienes? —insistió el de rulos, y sus manos recorrieron el breve camino de la cintura al culo,
para apretarlo fuerte, para acercarlo aún más.

Liam sólo respondió con un beso en el cuello y alejándose bruscamente. Harry, entonces, sonrió:
su novio tenía las mejillas rojas, los ojos apenas abiertos, los labios despegados, húmedos y
cansados, y el pecho se le abría y cerraba agitadamente por su respiración. Conocía los
síntomas, ese era un sí.

Volvieron a tomarse de la mano, pero esta vez caminaron rápido. En el camino Liam murmuró mil
y un razones por las que no podía quedarse, que tenía que volver temprano a su casa, que
mañana tenía que estudiar, que Anne estaba durmiendo y que era una falta de respeto. Las
siguió murmurando incluso después de atravesar la puerta principal, y mientras se sacaba los
zapatos en el hall para no mojar el parqué.

Recién hizo silencio cuando Harry se lo pidió con un nervioso shhh y los dos subieron en medias
y puntitas de pie los escalones hacia el cuarto de Harry.
La puerta hizo clic, y Harry tanteó en la oscuridad para encontrar a Liam. Cuando finalmente lo
encontró, sonrió, y de algún modo, sin luz, pudo ver la sonrisa nerviosa de su novio también.

Le quitó la camisa lentamente, mientras le besaba la mejilla y la boca y le decía lo mucho que lo
quería y lo feliz que lo hacía tenerlo sólo para él otra vez, y Liam se disculpó, como siempre, por
estar ocupado, por no pasar a visitarlo tan seguido como debería, mientras le acariciaba las
mejillas y lo miraba profundamente. Harry siempre se preguntaba cómo hacían los ojos de Liam
para brillar en la oscuridad cuando eran tan oscuros, pero siempre se distraía antes de encontrar
una respuesta.

Y es que Liam mirándolo en la oscuridad sólo significaba que sus manos lo estaban acariciando,
o desvistiendo, que de su boca salían las confesiones que más lo hacían sonrosar, que se
estaban desnudando, que ya podía adivinar sus besos.

Apenas desabrochó el último botón de su camisa, y le ayudó a quitársela, Liam lo besó casi
violentamente, y lo empujó sobre el colchón. La cama hizo un sucio rechinar contra el suelo, pero
ninguno de los dos le prestó atención. Harry sintió la lengua de Liam húmeda, desesperada, en su
cuello y su oreja. Sus manos hicieron un trabajo mucho más rápido desabotonando su camisa, y
bastó un simple tirón del lado apropiado del corbatín para que este estuviera desatado.

Se sentaron y Harry se quitó la camisa, sólo para que Liam volviera a empujarlo sobre el colchón
y lo besara, esta vez no en el cuello, sino en las clavículas y la línea que bajaba recta hasta el
ombligo, mientras con sus manos le abría la hebilla del cinturón y lo tocaba justo allí.

Harry amaba los besos de Liam, esos besos sobre todo, pero en este momento no quería esperar
más. Acarició su cabello, su mejilla y llegó al mentón. Suavemente lo incitó a levantar la mirada.
Los ojos redondos de Liam, brillaron, otra vez.

Quizá porque sus ojos se habían acostumbrado a la oscuridad, o porque el cielo estaba más claro
—se acercaba el amanecer—, algo pasó para que Harry pudiera ver cada gesto de su novio, esa
sonrisa que adivinaba exactamente lo que él quería decirle aunque de sus labios no salió ni una
palabra.

Así que Liam escaló otra vez, beso a beso hasta su cuello, y con torpeza y desesperación los dos
se quitaron los pantalones y las medias, y quedaron desnudos el uno sobre el otro, refregándose
el sudor y la saliva.

Harry estaba entumecido de puro placer y ansiedad, así que cuando sintió el frío lubricante en su
piel, no pudo hacer más que dejar ir un suspiro ronco y suave, como un ronroneo. Liam seguía
hablándole al oído, pero sus murmullos eran incomprensibles. Su voz también estaba escondida
bien en la garganta y sólo se oía un sonido gutural indescifrable.

Lo sintió empujándose lentamente, y le hundió las uñas en la espalda, dejándole y a mucha


honra, rasguños para que el mundo viera. Sus labios volvieron a encontrarse, y otra vez lengua y
saliva y movimientos lentos, mientras Liam entraba cada vez más profundamente, y los tobillos de
Harry se enredaban en su espalda.

Cuando estuvo completamente adentro, Harry mordió el labio de Liam con fuerza, para ahogar un
suspiro, pero él no se quejó. En cambio empezó a moverse adentro suyo y cuando Harry abrió los
ojos se encontró con la mirada oscura brillando sobre él, como siempre, aunque de un modo
distinto.

Liam se movió más y Harry le hundió las uñas aún más. Cerró los ojos, porque la mirada de Liam
era más de lo que podía soportar, y se concentró en el placer de sentirlo dentro, y de cómo a
veces por las embestidas su miembro se rozaba contra el vientre de Liam y le daba escalofríos y
ganas de gritar.

Pero no gritó, se mordió el labio, y empujó a Liam aún más dentro suyo con sus piernas. Y Liam
se hundió aún más en él, pero no iba más rápido como Harry quería pero no se atrevía a
decírselo.

No es que no fuera placentero. Mierda, lo era. Pero Harry quería más, Liam siempre lo dejaba con
la sensación de querer más, quizá por eso era adictivo. Porque Harry quería más rápido, y más
fuerte, y no le importaba si dolía un poco, o si se mordería los labios tan fuerte que estos
sangraban. Pero Liam era delicado y amable, y cada vez que Harry abría los ojos, su mirada
brillaba sobre él como un par de lunas personales.

Aun así se sentía bien, el movimiento lento y profundo dentro. La respiración de Liam en su
cuello, y en sus labios y en su oreja, sus besos firmes pero ansiosos, los "te amo" murmurados y
su boca que a veces parecía a punto de gruñir y otras sonreía amablemente. Se sentía bien
sobretodo que Harry podía saber el momento exacto en que Liam perdía la cordura, porque lo
veía en su mirada un segundo antes de que él empezara a moverse, finalmente, rápido y fuerte.
Porque recién entonces se daba por vencido y cerraba los ojos y se dejaba llevar por esas
sensaciones sin importarle ni la falta de control, ni el rechinar de la cama.

Y Harry se sentía también siendo dueño de esa sensación que entonces también él se dejaba
llevar y le mordía el cuello para ahogar el último gemido al mismo tiempo que Liam temblaba
dentro suyo por última vez.

Entonces, Liam se desplomaba encima, y Harry era una almohada que se movía arriba y abajo
por la respiración agitada. Sentía un beso tímido en su pecho, escuchaba una broma estúpida
sobre que estaba todo pegajoso, y Harry buscaba la mano de su novio en el colchón para tomarla
entre sus dedos, le chistaba un shhh y cerraba los ojos.

Siempre se despertaba al día siguiente con una nota amorosa en la mesita de luz, tapado hasta el
cuello con una sábana y con la ausencia de Liam a su lado en el colchón. Anne nunca entraba a
su cuarto para ahorrarse el mal trago, pero Liam aun así se escabullía siempre antes del
amanecer, y le dejaba a Harry la ropa ordenada arriba de una silla —como si eso no fuera la
mayor prueba de delito, como si Anne no se daría cuenta de que algo raro había pasado porque
Harry nunca (nunca) ordenaba la ropa antes de acostarse.

Esa mañana cuando Harry se despertó, en la nota de la mesita de luz había dos disculpas en vez
de una. La primera, como siempre, por haber tenido que irse, y la segunda, adelantada, porque
estaría muy ocupado hasta el miércoles que tenía un examen.

Harry aún así sonrió ante el "te amo" y las promesas de hacer algo el miércoles a la noche ("así
que piensa que quieres aser" escribió Liam, que a pesar de ser alumno universitario tenía una
ortografía espantosa). La besó, como un tortolito cualquiera, y la guardó en el cajón en donde
guardaba cada nota que Liam le había dejado. Era como un pequeño recuento de cada vez que
habían tenido sexo, realmente, porque siempre había sido en ese dormitorio, y Liam siempre se
había escabullido después mientras Harry dormía.

En ese cajón había papeles y tintas de todos tipos y colores. Harry podía hacerse una idea
bastante clara de cada vez precisamente por la nota. Las primeras veces las notas eran siempre
en hojas cuadriculadas de matemática, escritas en lápiz, como una especie de conmemoración a
sus primeros meses de noviazgo, cuando no se atrevían a decir que estaban juntos y entonces
hacían de cuenta que Liam le daba clases de apoyo de matemática.

Después venían las notas en hojas rayadas, o en la parte de atrás de las entradas al cine, o en
pedazos de revistas, o en tickets del bar donde habían parado a tomar algo. Las últimas eran las
notas en papel amarillento —reciclado, decía la tapa del cuaderno—, escritas en aquella lapicera
de tinta negra que la mamá de Liam le había regalado cuando empezó la facultad.

La caligrafía había mejorado con los años, pero no demasiado, y siempre las firmaba del mismo
modo.

Te amo —Liam.

Y Harry siempre sonreía al leerlo, y murmuraba "yo también", aunque después se sintiera un
idiota por eso.

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Capítulo 2: La Curiosidad

Liam estaba muy ocupado esa semana, al menos hasta el miércoles, había dicho, así que Harry
aprovechó su aburrimiento y exceso de tiempo libre para salir con sus amigos del colegio. Nunca
había encajado demasiado en su curso: el año anterior se la pasaba en los recesos con su novio
y sus compañeros, y su partida del colegio había sigo difícil de tragar. Pero había sido para mejor,
finalmente.

Sobre todo porque, cuando empezó ese año y él empezó a pasar tiempo con sus compañeros,
todos lo veían como este interesante chico que sale con gente adulta, y que sabe de primera
línea cómo es cursar el último año de preparatoria. Lo cual era obviamente una mentira, y como
tal, fue pronto fue desbaratada, pero para ese entonces él ya se había hecho un par de nuevos
amigos.

Ashley era definitivamente su preferida. Habían sido amigos en la primaria y se habían


distanciado un poco en los primeros años de secundaria (una conversación dramática una noche
llevó a Harry a confesar que todos en su familia bromeaban con que sería su novia, y eso lo
aterrorizaba porque... bueno, él no quería una novia), pero volver a los viejos tiempos había
resultado ser mucho más fácil y natural de lo que cualquiera de los dos esperaba. Su sentido del
humor se había vuelto más filoso y picante que cuando eran críos, pero ella todavía podía hacerlo
reír y tenía esa capacidad infinita de no dejar que Harry nunca se quedara serio. Solía decirle que
Liam era muy guapo y que si ella fuera hombre Harry debería darse por vencido con él.

También hablaba con un chico, Stan, que era bastante reservado pero muy amable. Era el único
hombre en el curso que no se sorprendía cuando Harry lo tocaba, y a quien nunca había
sorprendido callándose de golpe cuando él entraba al salón, por lo que le estaba eternamente
agradecido. Se había mudado a la ciudad hacía un par de años, y aunque infinitamente
carismático, no había logrado hacer muchos amigos. Ashley siempre le decía que no había
capitalizado correctamente su status de chico nuevo, y que ahora era sólo uno más del curso sin
nada que lo hiciera sobresalir.

—Como yo, o Harry —explicaba la rubia, y Harry la miraba con cara de: "¿a mí por qué me
metes?, es su autoestima la que estabas destruyendo". Stan sólo sonreía y se encogía de
hombros.

—Estoy bien así —Y lo estaban. La pasaban bien juntos.

Ese día, Stan había propuesto que salieran a tomar algo, porque él acababa de cumplir los 18 y si
Harry no se ponía a sonreír como un niño de cinco años, todos asumirían que él y Ashley eran
mayores también. Además, dijo, tenía un amigo universitario que siempre hablaba de ese bar, y
Stan llevaba meses queriendo conocerlo.

Era una noche de lunes, así que Harry tuvo que pedir colaboración de su hermana mayor y
escaparse después de la cena sin que su madre se enterara. Cuando se encontró con Ashley en
la plazoleta de la esquina, tenía las palmas raspadas de bajar por el árbol junto a su ventana, y se
había torcido un tobillo (apenas un tirón, nada más). Ashley rodó los ojos.

—¿Por qué no les dijiste que te quedabas en casa a estudiar? Yo dije que estaba en la tuya.

—¡Estás loca! ¿Y si llaman?


Ella se encogió de hombros.

—La cuestión es salir. Después, ¿quién te quita lo bailado? ¿Verdad?

La casa de Stan era la que quedaba más lejos. Hubiesen tomado un taxi, pero ninguno de los dos
tenía mucho dinero y no tenían idea de cuánto saldrían los tragos en ese lugar, así que optaron
por caminar. Durante el camino Harry se gastó en piropos para con su amiga, que se veía
especialmente bonita con el pelo rubio recogido y ese vestido floral. ("Viniendo de uno de tu
clase, significa un montón" bromeó ella y Harry estalló en carcajadas porque: ¡chistes de mal
gusto! Los amaba).

Quizá estaban un poco distraídos por la charla, pero bien podía ser que nunca habían ido a esa
casa, y que todas en el barrio tenían la numeración escrita bien pequeña y al lado de la puerta.
Ashley y Harry debieron pasar al menos unas 5 veces en frente del lugar hasta que finalmente se
dieron cuenta de que era ahí. No fue mérito suyo, realmente; Stan había abierto la puerta para
sacar la basura y se divirtió un buen rato escuchándolos quejarse de lo irresponsable que era no
poner le número a las casas, antes de llamarlos e invitarlos a pasar.

Mientras se vestía, charlaron con su madre y la ayudaron a secar los platos. Al parecer
funcionaban bien juntos, porque ella no pudo contenerse de preguntar si eran novios. Harry nunca
había enfrentado gente que lo discriminara por ser como era —en su cara, por lo menos—, pero
no iba a arriesgarse porque la gente mayor podía ser un poco más conservadora. Tuvieron que
esforzarse mucho para no estallar en carcajadas mientras explicaban que eran solo amigos.

—¡Mejor aún! Una chica tan bonita como tú sería una excelente nuera —guiñó el ojo.

Stan, que acababa de cruzar la puerta de la cocina, se puso rojo como un tomate y se apresuró a
sacar a todos de la casa. No habían encendido el motor siquiera cuando Ashley lo mencionó:

—Tenemos la bendición de tu madre —bromeó, llevándose una mano al corazón.

Stan sólo rió, pero Harry podía ver ese gesto en su rostro que significaba que le daría
sencillamente igual si en ese momento la tierra se abriera y lo tragara entero.

El bar quedaba lejos, en la otra punta de la ciudad, pero Stan tenía un flamante carnet de
conducir, así que llegaron en seguida, y aunque los tres pusieron sus mejores caras de adultos
para entrar, les temblaban las rodillas como si alguien, apenas abrieran la puerta, los señalaría y
gritaría "¡Estudiantes!" al verlos.

Era temprano, y no había mucha gente, aún. Ashley eligió una de las mesas del costado, debajo
de uno de los faroles, porque el resto del bar era lúgubre y oscuro. No encajaba con las mesas
modernas y las copas estrambóticas, pensó Harry, pero ya estaban allí así que mejor dejar de
mirar el lugar como si fuera una pocilga.

Como no había mucha gente y la música no estaba tan fuerte, pudieron conversar un buen rato, y
aunque al principio estaban un tanto incómodos, dos botellas de cerveza y tres appletinnis
después (Ashley decía que la cerveza engordaba), ya estaban a las carcajadas los tres. Ni se
habrían dado por enterados de que las lámparas se apagaron si no fuera por el griterío divertido
de las otras mesas que ahora sí estaban todas llenas.

Cuando las luces volvieron a encenderse, y parpadeantes, la mayoría se pusieron de pie y fueron
a la pista, y poco a poco el lugar fue cobrando sentido. Las rústicas paredes de madera reflejaban
azul y rojo, y ya ni los vasos ni la moda de la gente del lugar, parecían extraños.

—Ahora sí que parece un lugar divertido —dijo Stan, finalmente diciendo lo que los tres habían
pensado toda la noche: el bar, cuando llegaron, era moribundo y aburrido.

—¿Deberíamos ir a la pista? —preguntó Ashley mirando alrededor. Apenas si quedaban un par


de mesas con gente y esa gente eran parejas metiéndose las lenguas hasta la garganta.

—A mí me faltan un par de cervezas más para bailar —advirtió Harry, y bebió de un saque lo que
quedaba en el vaso.
Pese a las quejas de la rubia, juntaron algo más de dinero y fue a comprar otra cerveza. En el
camino, observó a la gente bailando y notó, alegremente, que había chicos bailando con chicas
pero también chicas bailando con chicas y chicos bailando con chicos. Sintió un renovado afecto
por Stan al darse cuenta de lo considerado que era realmente, al pensar en un lugar en donde los
tres pudieran estar cómodos, y pensó en que podía pagarlo dejándolo un tiempo a solas con Ash,
porque era obvio que el chico tenía el crush más grande del mundo con ella.

Pero, aunque se tomó un appletini y esperó varios minutos antes de volver —con un nuevo
appletini y una botella de cerveza en la mano—, Ash y Stan no estaban solos. Dos chicos estaban
sentados de espaldas a la pista, y aunque Harry sólo pudo reconocer a Zayn, le bastó un
segundo para darse cuenta quien era el otro, y sus sospechas fueron confirmadas un instante
después.

No pudo oír lo que Stan había dicho, apenas si le vio los labios moviéndose y cómo lo señalaba,
porque la música estaba fuerte. Además después, cuando Louis se dio vuelta, aunque fue sólo un
segundo –en serio, porque después de verlo con sus enormes ojos azules, se giró para
comentarle algo a Zayn al oído—, Harry casi que no pudo oír más nada. Ni la música.

—Harry —le dijo Stan cuando llegó a la mesa y dejó la botella y el trago encima—. Harry, él es
Louis, un amigo y ¿Zayn? —preguntó porque al parecer recién ahora se enteraba de su nombre.

Zayn asintió, divertido, y aunque trataba de no sonreír Harry podía ver la sonrisa dibujándosele en
los labios, y lo hizo poner nervioso.

—¿Siquiera tienes la edad para estar aquí, Harry? —le preguntó Louis arqueando la ceja, y Zayn
ahora sí sonrió, agachando la cabeza.

—Dale un respiro, Lou —Harry conocía la frase de memoria a esta altura.

Estaba otra vez sin palabras, y mierda, odiaba estar así. Odiaba no atinar a hacer más que
ponerse colorado y nervioso cada vez que Louis se burlaba de él. Odiaba que hubiese pasado lo
que iba de la semana imaginando respuestas ingeniosas a cada uno de sus insultos y que ahora
estuviera en blanco de vuelta.
—¡No seas así con él! —protestó Stan, aunque sonreía (del mismo modo en que lo hacía Zayn,
como diciendo "¡aquí vamos de nuevo!").

—No te preocupes, estoy acostumbrado —dijo intentando no ver a Louis, porque no quería notar
su expresión cuando lo viera rojo de vergüenza. Ante la mirada curiosa de sus compañeros, debió
agregar—: Son amigos de Li.

Ashley, entonces, quizá porque se dio cuenta de que Harry estaba incómodo, quizá porque
sinceramente pensaba que Liam era muy guapo, empezó a hablar de él y de qué suertudo que
era Harry por tenerlo. Él aprovechó esa distracción para traerse una silla y, dándoles la espalda,
maldecir por lo bajo contra su maldita suerte (¿Por qué a él? En serio). La pequeñita mesa que
habían elegido al llegar estaba ocupadísima, y hacerse paso hasta el lado de Ashley era
realmente imposible, así que se conformó con sentarse junto a Stan, aunque eso significara estar
entre él y Louis. Quizá se comportaría estando él allí.

Se sirvió un vaso de cerveza y empezó a beber sonriendo y asintiendo cada vez que el extenso
monólogo de Ashley lo merecía (ahora estaba en la parte donde halagaba sus hombros y su
espalda). Medio vaso después, Harry podía decir que estaba en control otra vez de su cuerpo. Ya
no tenía las mejillas rojas, ni le temblaban las rodillas, y podría hablar y hacer algún comentario
gracioso si se le ocurriera alguno, si no estuviera esperando otro comentario del tipo a su lado.

Se había decidido por su broma de siempre, que a Ashley le faltaba un pene para ser un peligro
para su relación con Liam, pero entonces Louis se le adelantó y acercándose un poco a él, como
si le hablara al oído, (aunque no realmente, porque fue casi un grito) le preguntó:

—¿Tu novio sabe que estás aquí?

Harry observó a Ashley seguir hablando, a los gritos, porque la música estaba muy fuerte. Vio que
Stan la miraba, embobado, como siempre, y que Zayn se reía de la charla con la rubia sin
prestarle ni a él ni a Louis la más mínima atención. Había escuchado la voz de Louis gritada pero
parecía que nadie más lo había hecho, y se preguntó si esa había sido la intención de Louis, si él
no quería que nadie más que Harry oyera esa pregunta.

—¿O estás escondiéndote? —insistió acercándose ahora un poco más.


—No estoy escondiéndome —respondió, girando también un poco la cabeza para hablarle al
oído. Era rudo responder hablando a la mesa cuando los demás estaban conversando de otra
cosa—, pero no le avisé, porque está estudiando.

—¿En serio? ¿Estudiando? —dijo e hizo una pausa. Harry observó la media sonrisa dibujársele
en los labios con mucha más atención de la que le gustaría demostrar. Odiaba ser tan consciente
de todo lo que hacía, odiaba que al acercarse Louis tragó saliva, y que notó la palma sobre su
espalda tibia y firme—. Es gracioso, porque nos dijo que vendría esta noche.

—¿Qué? —Harry se alejó ahora de Louis, miró alrededor, un poco nervioso y otro poco enojado.
Cuando miró a Louis otra vez él parecía entre divertido y frustrado.

—Así que, tú sabes, si te estás escondiendo... —insinuó encogiéndose de hombros y se giró a


Zayn para entrometerse de nuevo con la conversación de la mesa.

Harry lo miró sin decir nada un buen rato, incapaz de saber si le estaban tomando el pelo o si
Liam en serio estaría allí en un rato. ¿Era eso algo que pasaba seguido? ¿Liam le decía que
estaba ocupado y en verdad salía con sus amigos? Harry era un tipo cool, no haría una escena si
su novio prefería pasar tiempo con otra gente. Es decir, sí, haría una escena, porque era Harry,
pero no estaría realmente haciendo una escena. ¡Además! ¡A Liam le encantaban las escenas!
Siempre se reía y presionaba un poco más para que Harry hiciera sus usuales comentarios
celosos, era una cosa que hacían, desde, como, siempre. ¿Por qué no se lo diría? ¿Estaba
realmente cambiando tanto?

Podría haberle mandado un mensaje, o llamarlo por teléfono, y preguntarle, porque sería la cosa-
madura que hacer, pero en cambio llamó a Louis tocando su hombro y volvió a acercarse a él.

—¿En serio? ¿Viene hoy? —preguntó.

Media sonrisa, otra vez.

—Así que estás escondiéndote.


—No me estoy escondiendo, él se está escondiendo —protestó Harry—, Me dijo que estaría
ocupado hasta el miércoles —Realmente no debería hablar del asunto con el chico cuyo hobby
era torturarlo y humillarlo públicamente, aparentemente.

—No quiero entrometerme en sus problemas de pareja, no soy un fisgón —dijo con exagerado
sarcasmo, y Harry se sonrosó un poco—, pero puedo llevarte con él si quieres.

—Claro... ¡Claro que quiero! —respondió y se puso de pie. Debió haber sospechado algo cuando
vio la sonrisa pícara en labios de Louis, y quizá lo hizo, aunque hizo de cuenta que no.

—Ya venimos— dijo Louis, mirando a Zayn (Harry estaba seguro de que lo había visto guiñar un
ojo), pero el moreno sólo respondió moviendo la cabeza de lado a lado y suspirando para ahogar
la sonrisa.

Ashley miró a Harry y luego a Stan, y luego a Harry otra vez, confundida. Él sólo corrió la mirada
sin hablar, porque ese no era el lugar ni el modo de contar que su novio le había mentido acerca
de lo ocupado que estaría esa semana.

La mano de Louis reposó en su cintura el primer trayecto y cuando tuvieron que cruzar la pista lo
apretó por el pliegue de la camiseta, mientras lo guiaba entre la gente. Harry estaba nervioso,
histérico, no podía dejar de pensar ni en la mano de Louis, ni en su sonrisa pícara, ni en la mirada
sospechosa de Ashley (¡como si Harry fuera a engañar a Liam con Harry! ¡Como si Louis estaría
con Harry de todas formas!), ni en la críptica expresión de Zayn al verlos irse juntos.

No podía dejar de pensar, tampoco, en la mirada azul de Louis, y en lo ruidoso que era, y en esa
noche en el departamento de Zayn cuando se escabulló, con el dueño de casa, a su dormitorio. El
alcohol le sugirió que ese era un momento excelente para preguntarle qué habían hecho esa
noche —aunque ya estaba bastante seguro— pero antes de que cualquier palabra saliera de su
boca, ya estaban en la entrada del bar. Afuera la música retumbaba como eco, pero la noche se
sentía silenciosa.

—Justo a tiempo— dijo Louis empujando a Harry por la cintura para ponerlo delante de él.
Sin embargo, una vez que lo acomodó donde quiso, no quitó la mano de allí, ni dejó de apretar el
pliegue de su remera. Harry podía jurar que con su pulgar le acariciaba la espalda, aunque
probablemente estaba imaginándolo. Alguien se acercaba bajando la calle, pero no era Liam.

—No lo veo, sólo veo a Niall —murmuró Harry. Podía adivinar la sonrisa en boca de Louis aún sin
verlo, le bastaba con oír su voz, divertida, murmurada otra vez en su oído, aunque esta vez no
había música fuerte de excusa.

—¿No es Niall tu novio? —dijo y apoyó el mentón en su hombro. Harry lo miró y se encontró con
esa sonrisa que era demasiado adorable para ser tan malvada, y con que los ojos azules brillaban
en la noche como si fueran jodidas estrellas caídas del cielo. Louis era demasiado lindo y no era
justo, porque por dentro era definitivamente horrible. Continuó hablando, sin dejar de sonreir—:
Parecías tan entretenido la otra noche, hablando con él, jugando con su celular.

—Liam es mi novio —explicó, aunque no era que Louis no lo supiera.

—¿En serio? —fingió sorpresa—. Bueno, Liam está estudiando, así que no viene esta noche.

Harry suspiró. Era realmente muy, muy, muy estúpido.

—Vas a ser un chico alto, Harry. Ya tienes mi estatura y ni siquiera terminaste la escuela...
—murmuró Louis y luego agregó, divirtiéndose demasiado con eso que era como tortura para
Harry—, me gustan los chicos altos.

Pero Harry no respondió. Simplemente se quedó allí, viendo a Niall acercarse, y diciéndose, por
dentro, que era estúpido, el monarca de los estúpidos, que no podía creer que se había dejado
humillar de ese modo.

El beso en la mejilla de Louis interrumpió todos sus pensamientos. El estúpido-estúpido-estúpido


que se repetía se convirtió en un zumbido brillante taladrándole la cabeza. Louis palmeó su
espalda y se despidió guiñándole un ojo y diciendo que lo esperaría adentro, que quería dejarlo
un rato a solas con su no-novio Niall, y luego se fue.
Harry escuchó la puerta cerrarse y entonces soltó un suspiro y se relajó un poco. La mejilla le
ardía del beso y de la vergüenza.

—Hey —dijo Niall, y le puso la mano en el hombro a modo de consuelo—. ¿Estás bien?

—Sí —dijo Harry, pero negó con la cabeza—. Soy tan estúpido.

Cuando levantó la mirada, notó que los ojos de Niall también eran azules pero no se parecían en
nada a los de Louis. Eran más suaves, y un tono más opacos, y sobre todo no lo miraban como si
pudiera ver a través de cada una de sus defensas.

El irlandés entonces le señaló el alfeizar del ventanal para sentarse, y los dos se pusieron uno al
lado del otro.

—Sabes, Louis es un buen chico —comenzó el irlandés, y después de la carcajada casi demente
de Harry, tuvo que insistir (aunque riendo también)—: Lo es, en serio lo es.

Puso la mano sobre la espalda de Harry, lo palmeó compasivamente. Harry suspiró y se encorvó
un poco más, ahora casi mirando el suelo.

—Pero Liam también es un gran chico —agregó. Harry levantó la mirada, no muy seguro de que
era lo que Niall le insinuaba—. Y no creo que sea justo hacerle esto.

—¿Hacerle qué? No estoy haciéndole nada —protestó Harry.

—Lo sé, lo sé —se apresuró a interrumpirlo Niall—, pero, cómo explicarlo... Louis es un gran
chico, en serio, lo es. Pero él... ¿Tiene una idea bastante rara de lo que es divertido? Y cuando se
le pone algo en la cabeza, no hay forma de quitárselo y...

—¿Qué? —Harry que no entendía lo que estaba insinuando. Fue el turno ahora del irlandés de
suspirar, de buscar las palabras que quería decir.
—Verás, sé que no estás engañando a Liam, ¿Si? Sólo digo que... No deberías hacerlo.

—Sé eso.

—Lo sabes ahora —murmuró el rubio—, pero...

Harry se puso de pie, frustrado.

—No entiendo que quieres decirme: No soy estúpido, sé lo afortunado que soy de tener a Liam,
sé que es listo y guapo y divertido y generoso, y... Y jamás lo engañaría.

—Bien —dijo Niall y se puso de pie también, sonriente—. Entonces olvida lo que dije, ¿sí?

Harry abrió y cerró la boca un par de veces, confundido y enojado. Realmente se sentía estúpido
esa noche. El irlandés lo tomó por el hombro y lo guió de nuevo adentro del bar, bromeando en el
camino que Harry era muy pequeño para estar allí esa noche, aunque no sonó tan hostil ni
molesto como cuando Louis lo hacía.

Cuando llegaron a la mesa en la que Stan y Ashley estaban, Louis y Zayn se pusieron de pie, y
después de que Niall se presentó los tres se disculparon hacia la pista de baile. Harry se sonrosó
cuando Louis le sonrió, y le murmuró un "nos vemos" al oído –Porque la música esta fuerte,
Harry, se repitió para tranquilizarse, no es como te murmure porque está buscando algo— y
después de saludar a Niall y Zayn se desplomó sobre la silla, cansado.

Pasó el resto de la noche negándose a responder cualquier pregunta que le hacía Ashley, y
apreciando el silencio comprensivo de Stan al respecto. Una hora y varias cervezas después,
Harry estaba bailando con sus amigos en la pista, y aunque miraba alrededor en cada
oportunidad que tenía, no había rastros de Louis, ni de Zayn ni de Niall.

X
sigue en pie lo de esta noche? No me escribes desde el domingo :(

despues del exmn juro tener mas tiempo, si?

deceame suerte!!

te extraño xx

Harry releyó los mensajes por novena vez en el día. O décimo novena, o algo así. Barajó la
posibilidad de responderle, aunque fuera seis horas después, pero aunque intentó escribirle de
quinientos modos distintos, siempre terminaba cerrando la tapa del celular frustrado e
insultándose en voz baja. Finalmente decidió que no tenía sentido responderle, porque arruinaría
la sorpresa.

No le había costado trabajo convencer a Gemma de que lo ayude a elegir ropa que lo hiciera ver
"adulto", ella sólo había pedido a cambio que la dejase quejarse tranquila de lo vieja que estaba,
de que Harry ya no era un niño y de que no había forma de hacerlo lucir viejo con esos rulos
adorables.

—¿Debería cortarme el pelo? —preguntó un poco avergonzado después de que su hermana le


repitiera lo mismo por décima vez en la noche. Gemma sonrió, meneando la cabeza de lado a
lado antes de contestar.

—¿Estás loco, Haz? ¡Son tu encanto! No puedes quitarte los rulos, y mucho menos por un tipo.

—No es un tipo, es Liam —respondió él, y el rojo se asentó entonces definitivamente en sus
mejillas. El beso de su hermana, después, no ayudó a que se vaya.

—Liam es un tipo —le explicó mientras se decidía por la camiseta más apropiada—. Y además,
creo que a él le gustan tus rulos también. Siempre le gustaron; lo dice todo el tiempo.

Gemma se acercó a su hermano frente al espejo, y acomodó en su pecho ahora una camiseta,
luego otra, viendo cual quedaba más adulta en él.

—Esta —murmuró decidiéndose finalmente por la remera oscura de los ramones—. Ahora a
buscar un jean que no te haga ver como un adolescente punk y estaremos bien.

Luego levantó la vista a su hermano otra vez.

—¿Recuerdas el año pasado, en la pileta? —se burló entre carcajadas—, dijo que parecías bebé
tarzán.

—No quiero parecer bebé Tarzán —protestó Harry y se puso la remera de los ramones como su
hermana se lo ordenó—. Quiero parecer adulto Tarzán, o como sea.

—Bueno, adulto tarzán también tiene rulos —explicó. No pasó ni un segundo antes de que Harry
abriera la boca, otra vez, para quejarse. Su hermana se encogió de hombros, puso los ojos en
blanco y suspiró. Listo, pensó Harry, la había sacado de quicio—. Si tanto te molestan puedes
usar un gorro, eso le daría un toque universitario a tu look —se burló.

Así que Harry se puso un gorro, la remera de los ramones, y un par de jean que no lo hacían ver
como un adolescente punk y se fue al campus, a esperar a Liam cuando saliera de su examen.

Ahora que estaba allí, sin embargo, se dio cuenta de que lo que Gemma veía en la facultad de
Humanísticas definitivamente no era lo mismo que Liam veía en su facultad de Ingeniería. Allí las
remeras o eran lisas, o tenían bromas nerd escritas, pero al menos la mayoría usaban converse,
como él, y además el propósito estaba logrado: no se veía como un niño. Todavía nadie le había
preguntado qué hacia allí o si estaba perdido.

Cansado de estar parado, se acercó a uno de los bancos cerca de la entrada del edificio, sacó de
nuevo su celular del bolsillo (y juró que no releería el mensaje de Liam) y se puso a jugar a los
videojuegos. Iba por el nivel 16 cuando escuchó la voz familiar de su novio.

—Aún no me respondió, ¿crees que está enojado conmigo? —preguntó Liam, y Harry levantó la
mirada disimuladamente para ver donde estaba.
Él y Zayn estaban parados cerca de la entrada. Liam acababa de guardar su celular en el bolsillo,
y parecía como un cachorrito perdido, pero esta vez, Harry, en vez de ir con él a decirle que deje
de preocuparse, que todo estaba bien, aprovechó el anonimato de la muchedumbre para
observar un poco más. No pretendía ponerse en novio espía y acosador, es sólo que había algo
reconfortante de saber que hasta en la facultad Liam pensaba en él. Hablaba de él.

—No está enojado, Li —dijo Zayn después de darle otra pitada al cigarro—. Debe estar ocupado,
con sus amigos, no lo sé... ¿Que dijeron que harían esta noche?

—Dije que iríamos al cine.

—Entonces supongo que tiene las entradas en el bolsillo y estará en tu casa en una hora
—adivinó Zayn, y Harry tuvo que darle un poco de crédito: tenía las entradas en el bolsillo—.
¿Dónde está Louis?

—Convenciendo a la profesora de que le suba un punto —dijo Liam rascándose la cabeza.

—10 libras a que lo logra.

Liam se rio.

—Lo conozco, ¿recuerdas? Busca a otro tonto para sacarle dinero —le dijo y estuvo a punto de
sacar el celular del bolsillo, para chequear otra vez si Harry había respondido, pero Zayn se
adelantó y le ofreció una pitada.

—Vas a necesitar el dinero para comprar palomitas, ¿eh? —bromeó Zayn mientras Liam fumaba.

Liam fumaba.

Harry podría haber gritado en ese mismo momento si no fuera porque por el pasillo salió Louis,
con una barba de tres días que no llevaba el lunes y una sonrisa orgullosa en el rostro.

—Hey —lo saludó Zayn—, ¿Aún tienes un 6.75?

—Nop, un 8 redondo —respondió contento, ganándose un suspiro de su amigo—. Comparte eso,


Payno —le dijo extendiendo la mano para que Liam le dé el cigarro.

—¿Qué somos, niños? —protestó Zayn y sacó la caja de marlboro del bolsillo, para ofrecerle uno
nuevo a su amigo—. Puedo costearme invitarle unos cigarros a mis amigos.

—Supongo que no tenemos quince ya, eh? —bromeó Louis.

Era raro porque viéndolo así, las cosas que habían dicho Niall sonaban menos ridículas. Louis se
veía amable, casi angelical. Se le arrugaban los ojos y mostraba los dientes al reír y no había ni
un dejo de maldad en sus gestos.

Aún con el cigarro en la boca —que Zayn había encendido haciendo alguna broma en voz baja,
que Harry no pudo oír, pero que hizo que Liam se ahogara con el humo—, se veía puro, rayando
lo inocente. Parecía imposible que fuera el mismo tipo que se burlaba de él, que le tomara el pelo,
y cuyo beso en la mejilla se había sentido caliente, casi picante.

—Así que, Li —dijo Louis después de un par de profundas pitadas—. ¿Vienes a casa de Niall?

Pero Liam simplemente negó con la cabeza.

—Tiene una cita con su novio, ¿recuerdas? —le explicó Zayn exagerando los gestos mientras
tomaba el cigarro que Liam le devolvía.

—Si es que eso sigue en pie.

—Oh dios, Liam, apuesto a que está en su casa pensando que ponerse —le dijo Louis y palmeó
su espalda comprensivamente.

Harry podría haberse quedado observando como un bobo todo el día. Observando como Liam
fumaba y como Zayn se reía, y como Louis era en verdad una persona amable, pero empezaba a
sentirse un poco incómodo de escucharlos hablar de él, y además, la función empezaba en una
hora y media y el cine no estaba tan cerca.

—¿Así que, todavía no respondió? —preguntó Louis ante el silencio de Liam, y él sacó el celular
del bolsillo otra vez, sin darse por enterado de la mirada de reproche que Zayn le daba a su mejor
amigo en el momento.

—Nop —corroboró.

El mensaje llegó mientras Liam volvía a guardar el celular y Zayn le convidaba una nueva pitada.
Elbip-bip los tomó a los tres por sorpresa, y el cigarro cayó al suelo ante la queja de Zayn
("¡Cuidado! ¡Eh!") y la carcajada ruidosa de Louis.

—¿Qué te puso? —preguntó leyendo sobre el hombro de Liam, pero él no dijo nada. Parpadeó
sin dejar de mirar la pantalla ni por un segundo, sonrosándose a cada minuto, y ante la pregunta
de Zayn fue Louis quien respondió, leyendo en voz alta, con una sonrisa formándose en sus
labios.

¿Desde cuándo fumas?

Y entonces, cuando los tres miraron alrededor con rostros confundidos, fue la carcajada de Harry
la que delató en seguida su presencia.

Liam tenía los ojos más bonitos del mundo, pensó Harry, cuando sus miradas se encontraron otra
vez, después de casi una semana y los dos sonrieron al verse. Zayn y Louis no pudieron
contenerse de poner los ojos en blanco y mirar para otro lado.

Harry se puso de pie, y se sacudió la tierra del jean, buscando una excusa para no mirar a Liam
mientras se acercaba, porque definitivamente no se veía como un adulto sonriendo tontamente a
su novio. Pero a Liam eso no parecía importarle, porque con sonrisa tonta y todo se acercó a él
mirándolo fijo.

—Pensé que estabas enojado —dijo antes de saludarlo con un beso en la mejilla, muy, muy cerca
de la boca—. No respondiste mi mensaje, ni me escribiste —protestó.

—No quería distraerte —murmuró Harry, un poco avergonzado. Había sido un poco eso, otro
poco que no sabía si Louis y Zayn le habían contado que lo habían visto, y no sabría que decir al
respecto.

—Te dije que no estaba enojado —dijo Zayn acercándose, seguido por Louis. Los dos saludaron
a Harry con un apretón de manos, y él casi que se quedó esperando, un segundo, por un gesto
hostil, una burla, un comentario. Pero en cambio, Louis le sonrió amablemente, y Zayn le
preguntó si había comprado las entradas para el cine ya.

—Las tengo en el bolsillo —admitió, un poco avergonzado. Y Louis rió mirando el suelo, mientras
Zayn repetía te lo dije y Liam sonreía.

Harry sabía que no debería prestarle atención a eso en ese momento, pero Louis jugaba con el
cierre de su chaqueta, mientras sonreía en silencio, y no pudo evitar preguntarse qué estaba
pensando, qué lo tenía así.

—¿No es esta la primera vez que vienes al campus? —dijo Liam, capturando su atención.

—Sí, de hecho —asintió un poco avergonzado, porque era como si todos alrededor se estuvieran
enterando ahora, pese al gran esfuerzo que él había hecho de vestirse como un adulto, de que
estaba aún en el colegio.

—¡Me parecía! Déjame que te muestre un poco —le pidió y chequeó en el reloj el tiempo que les
quedaban antes de la película—. Quiero mostrarte donde tomo mis clases, y donde están los
dormitorios para los chicos que no son de aquí, y el bar...

—No le muestres el dormitorio de Louis, lo asustarás —bromeó Zayn—. Nosotros deberíamos


irnos, Niall nos espera.

Se despidieron tan cordialmente como lo habían saludado, y Harry los vio partir murmurando
entre ellos, Louis con el brazo cruzado por el hombro de Zayn. Tuvo que esforzarse para volver la
mirada a Liam, porque había algo en Louis ese día que era extremadamente cautivante (se veía
suavecito, echado sobre su amigo, mientras se perdían por el campus), pero lo hizo y la sonrisa
se le dibujó inmediatamente en los labios. Se veía cansado, pero honestamente igual de bonito
que siempre.

Liam tomó su mano y lo guió por lo caminos del campus, mientras explicaba lo bien que le había
ido en el examen (era realmente bueno con eso de los números, compensaba un poco con sus
faltas de ortografía), lo rica que era la comida en el café, lo cómodo que era estudiar debajo de
los árboles de la mini reserva ecológica del campus y lo justo que era que la parada del colectivo
estuviera a una cuadra del campus y a una cuadra de su casa también.

Harry escuchaba, en silencio, sin hacer más que sonreír y acotar con tímidos "Ya veo", o "Eso es
lindo", y demás. Le encantaría poder concentrarse más en él y en lo que le decía, y aunque le
dolía sentirse así, y lo hacía sentir culpable, en serio, aunque intentaba —realmente lo
intentaba—, no podía dejar de pensar en esa sonrisa silenciosa de Louis, en lo amable que se
mostraba con los demás, en lo guapo que lo hacía ver esa barba de tres días.

—Y este es el dormitorio de Louis —dijo Liam señalando una ventana de cortinas cerradas.

La mínima mención del nombre valió para que Harry soltara finalmente las palabras que venía
guardando, a mucha honra y con mucho esfuerzo.

—Se comportaba distinto hoy, casi amable —comentó exagerando un gesto de fastidio.

Liam se rio ante el comentario de su novio y se encogió de hombros antes de hablar.

—Siempre está así después de los exámenes, cansado, tú sabes.

—¿Así que no es malvado cuando está cansado? —preguntó Harry poniendo demasiado énfasis
en la palabra malvado.

—Louis no es malvado, es sólo que le encanta molestar a las personas —explicó Liam volviendo
a tomar la mano de Harry y llevándolo ahora hacia otra parte del campus.

—Pensé que esa era la definición de malvado —murmuró Harry.

—No, verás, porque a los malos les gusta lastimar a las personas, a él sólo le gusta molestar
—explicó, y en seguida volvió a reír, contagiándole la sonrisa a Harry—, esa es su explicación de
hecho, muchas personas preguntan lo mismo.

Harry se aferró a la mano de Liam con un poco más de fuerza, y apoyó la cabeza en su hombro
aprovechando aquel breve momento de soledad. Cruzando el césped, de los dormitorios a la
entrada, y a las siete y veinticinco de la tarde, no había mucha gente allí. Liam lo besó, y se sintió
como si el verano brotara nuevamente en sus labios.

—Le agradas, si eso te preocupa —explicó y besó su frente también—. No te molestaría si no le


agradaras.

Y entonces Harry se sintió aún peor de lo que se había sentido en esos días. Peor de lo que se
sintió el martes por la mañana, luego de haberse encontrado con Louis, Zayn y Niall la noche
anterior; peor de lo que se sintió todo el día sin responder el mensaje de su novio; peor de lo que
sintió cuando miraba a Liam pero en realidad también miraba a Louis y a esa barbita que...
Mierda, se veía bien.

Peor que todo eso porque Liam intentaba reconfortarlo, porque era su novio, porque estaba
preocupado por él, porque quería que esté tranquilo, y sin embargo cuando le dijo que a Louis le
agradaba, a Harry el corazón le dio un vuelco, y latió muy fuerte, y las mejillas se le encendieron
en rojo cereza y casi sonrió, aunque se contuvo.

Peor, porque en ese momento, Harry ni siquiera podía pensar en Liam, ni aunque estuviera
tomando su mano ni aunque estuviera reposando la cabeza en su hombro. Peor porque en ese
momento, en lo único en lo que Harry podía pensar era en Louis.
x

Esa era una noche para pensar en Niall. En Liam, en todo caso. No en Louis. No era el concierto
de Louis, ni Harry era su invitado. Era el concierto del irlandés, y había invitado a Liam ("Trae a
Harry, por favor" le había pedido), y sin embargo, la cabeza de él estaba llena de Louis. De la
frente a la nuca y de adentro hacia afuera: Louis.

Que Louis iba a estar allí, que quizá no se había afeitado y tenía barba otra vez, o llevaría el
mentón y las mejillas limpias, como nuevas. Que estaría vestido a lo snob como la primera vez
que lo vio, o casual, como cuando lo encontró en la facultad de Liam. Que quizá se comportaría
como un imbécil, o aprendería a tratarlo como trataba a la gente que le caía bien, como Zayn,
Liam y Niall. Quizá, pensó Harry, había pasado algún tipo de prueba sin saberlo. Quizá Louis lo
había aprobado. Quizá ahora le sonreiría como le sonreía a los demás, charlaría campantemente,
no se burlaría de su edad, o sus rulos, o su cara de infante.

Bueno, eso no pasó. Louis recibió a los tortolitos al grito de "llegó la niñera", e hizo por veinteava
vez un chiste porque Harry estaba rompiendo el toque de queda, y que le diría a su mamá. Para
colmo Harry había estado con fiebre esa semana, y estaba tomando antibióticos, así que mientras
todos bebían licores y cerveza, él estaba con su triste vaso lleno de coca cola y burbujas.

Así que Harry estaba un poco decepcionado, porque las cosas no eran tan excitantes como
parecían en su cabeza, porque Louis no le había hecho ninguna de las bromas para las que Harry
había planeado una respuesta y porque, sobre todo, no le estaba prestando mucha atención en lo
absoluto. Había un asiento perfectamente vacío al lado de Harry, opuesto a Liam, y sin embargo
Louis se había sentado del otro lado de la mesa, al lado de Zayn, y al lado un par de chicas que
Harry no conocía.

No estaba tan mal de todas formas, porque entonces Louis no podría molestarlo (no iba a
ponerse a gritar mientras Niall tocaba), y se ahorraría las bromas estúpidas. Además, las chicas
eran amables, y no paraban de mencionar la adorable pareja que hacían, lo cual: bien, Harry
necesitaba recordarlo. Muy en el fondo, sin embargo, lo que le gustaba a Harry es que así en esa
posición, con las sillas y la mesa situadas de ese modo, con lo oscuro del bar y el ruido de la
música, Harry podía mirar a Louis todo lo que quisiera, y no se notaba: podía observar como
sonreía, achinando los ojos, como echaba la cabeza atrás para reír, como siempre quebraba la
muñeca, en un gesto muy femenino, al reposar el brazo. Louis era un chico muy fácil de mirar,
especialmente en un lugar tan oscuro, porque todo en el brillaba, sus ojos, su sonrisa, su piel.
Harry podría sólo sentarse a admirar como era por horas, a intentar descifrarlo, si no fuera porque
era definitivamente raro.

No se hubiese dado cuenta de que la banda había empezado a sonar si no fuera por él. Es decir,
Liam le había dicho que Niall subía al escenario, y Harry le había respondido que sí, y que estaba
ansioso, pero realmente no le había prestado atención. Y la música sí, era muy buena, pero él
estaba distraído por otras cosas (por Louis y su sonrisa y sus posturas y sus ojos). Y entonces,
cuando la música empezó, la carcajada estrepitosa se transformó en una sonrisa calma como un
charquito escondido de la lluvia y sus propios dedos se entrelazaron sobre la mesa, moviéndose
torpemente al ritmo de la música.

Ese Louis se parecía al Louis de la facultad, al que le había saludado amablemente, el que lo
había tratado tan amablemente. Era difícil creer que fuera el mismo que se burlaba y hablaba
fuerte y se encerraba en el dormitorio con Zayn en una fiesta.

Se veía como un gatito, quedándose dormido, pensó Harry.

Porque Louis era masculino y delicado al mismo tiempo. Era inmensamente guapo, sí, y sexy
—aunque Harry odiaba esa palabra—, pero sobre todo era un misterio que lo tenía muriendo de
curiosidad. Harry sólo quería hablar con él, conocerlo, entender. Porque había algo hostil a veces,
pero también increíblemente tierno, en la forma en que lo trataba. Porque esa noche en el bar, se
había burlado y lo había humillado, haciéndolo dudar se novio por simple diversión, pero también
llevándolo suavemente de la cintura, reposando la cabeza en su hombro, besando su mejilla.
Harry se preguntaba cómo se sentiría eso sin todo lo demás, como se sentiría esa atención sin el
comentario burlón.

Quería entender también como todo tomaba sentido, como encajaba Louis cruel, con Louis
suave, con el Louis que mencionaba Niall, con el que se había metido en el cuarto con Zayn, y
con lo que Liam había dicho de él. Sobre todo quería entender qué era lo que tenía Harry para
ganar esa atención, y por qué si le irritaba tanto estaba ahora desesperado por un poco de ella.

¿Por qué Louis tenía toda su atención también?

Y no debía pensar en eso, porque en el fondo sabía que él no sería capaz de engañar a Liam.
Porque lo amaba, con locura, lo celaba, y lo extrañaba, y mierda, follar con él era fantástico. Eso
era amor, y Harry sabía que debía cuidarlo.

Esa cosa, con Louis, eso era sólo curiosidad, y no importaba lo que dijera el dicho, Harry estaba
seguro de que era inofensivo. ¿Y qué si había dedicado incontables minutos de su vida a
imaginarse escenarios, posibles respuestas a todas preguntas? ¿Y qué si se había imaginado
charlas, y situaciones posibles en las que Harry pudiera quitarse todas esas dudas?

Pero entonces en su imaginación se dibujaban también confesiones y cosas que excedían el


estricto interés académico, y se sentía mal, culpable, y le mandaba a Liam un mensaje diciéndole
lo mucho que lo quería, y él le respondía con su horrible ortografía y una carita sonriente, y con
cientos de promesas de cosas por hacer. Entonces Harry suspiraba y se decía que eso tenía que
ser amor, aunque nadie lo había preguntado, aunque no tenía por qué preguntárselo. Tenía que
serlo porque Liam lograba sacarlo de sus crisis existenciales con nada más que una smiley face
en un mensaje de texto.

La banda de Niall tocaba una canción demasiado lenta para el ambiente. Era bonita, su voz sobre
todo, llevando la letra desesperada, y Harry por un momento pensó que algo estaba mal con él
porque era como si el mundo se moviera en cámara lenta. Louis se pasaba la mano por el
cabello, y tenía los ojos cerrados y era difícil controlar su mente.

A Harry los escenarios de su cabeza lo llevaron muchos años adelante, a una vida sin Liam, a un
encuentro inesperado en la calle con Louis, a una invitación sutilmente indecente que él aceptaría
porque estaba soltero, de todas formas, y porque si no podía aceptar una invitación de Louis
siquiera en su mente, eso era muy triste.

Pero otra vez se acordó de Liam, y de qué no habría un futuro en el que no estén juntos, porque
lo de ellos era para siempre, eso se decían todo el tiempo, y todos parecían estar de acuerdo.
Sus familiares, sus amigos, todos habían dicho "era hora" cuando empezaron a salir, y
mencionaban incesantemente cuánto envidiaban su relación. Porque se veían adorables juntos.
Harry y Liam jamás cortarían. Estaban destinados a terminar juntos. Y entonces el escenario de la
cabeza de Harry se volvía incómodo, molesto, porque aún en el futuro, si se cruzaban en
cualquier esquina, si Louis le hacía una invitación, Harry tendría que decir que no.

¿Por qué eso le hacía picar el pecho por dentro, de todas formas? ¿Por qué importaba tanto, si
no era real? "¿Por qué tengo que seguir pensando en Liam?" se preguntó Harry, intentando
borrarlo a toda costa de su mente, al menos por un momento. Y sabía que estaba un poco, un
poquito mal, pero Louis era tremendamente atractivo, especialmente cuando ladeaba la cabeza
de lado a lado al ritmo de la música, cuando sonreía de ese modo tan natural.

Los escenarios de su cabeza se derrumbaron todos, ya no había ni Liam, ni tiempo, así que Harry
no sabía ni cuándo, ni dónde, ni cómo pero había una cama y en su mente Louis y él estaban en
ella. Y Louis era un poquito más petiso que él pero estaba encima porque: créeme, quieres que
yo guíe.

Debió saber que ahora era demasiado tarde, debió pensarlo antes de dedicarse a mirarlo así, a
pensar en él de esa manera, pero ahora era inútil intentar pensar en otra cosa. Harry intentó,
como pudo, concentrarse en el escenario. En Niall, en su canción, en el ruido de la guitarra,
gentil, ligero, o en la batería de Josh que acompañaba con delicadeza, con la misma que él
miraba al rubio.

Pero el corazón le latía rápido y le apretaban los pantalones. Tragó saliva, apoyó la cabeza en el
hombro de su novio e intentó a toda costa relajarse. Intentó pensar en cachorros, en osos
marinos bebés, y en chocolates. Intentó que la música lo envolviera, cerrando los ojos. Intentó
pensar en Liam, intentó que al menos fuera él en la cama, sus manos en su cuello, sus labios en
su boca.

Pero en cambio pensó de vuelta en Louis, en lo guapo que está esa noche, en sus ojos azules,
en su sonrisa, en su boca que puede imaginarla chupándole el cuello, la oreja, los labios... Harry
abrió los ojos porque quizá sería un poco más difícil imaginarse esas cosas con los ojos abiertos,
fijos en el entorno, en la gente que iba y venía, en los tragos y en la música, y en los pocos
bailarines en la pista. Pero su mirada verde no prestó atención a nada de eso, porque Louis ya no
movía la cabeza de lado a lado, y en cambio lo miraba fijamente.

Y antes de que sonriera para el costado, Harry pudo ver una pista de la lengua en la comisura de
los labios.

Estaba asustado, en pánico, pero no corrió la mirada. Los ojos de Louis eran azules y estaban
encendidos como los reflectores en el escenario; apenas si podía verse algo más que él en ese
lugar tan oscuro.

Era difícil hasta ver el contorno de las sillas, y las mesas. A ojos de Harry era como si Louis
estuviera suspendido en el espacio, mirándolo fijamente, sonriendo para el costado y rascándose
el cuello lenta y suavemente, casi como si se lo estuviera acariciando allí en el rincón debajo de la
oreja, rozando apenas los cabellos de la nuca.

Y Harry no pudo evitar volver a fantasear, imaginarse que Louis se levantaba para ir al baño, y él
iba detrás de él, y en el pasillo oscuro era tumbado contra la pared y besado apasionadamente.
No, desesperadamente, sin mediar palabras, porque... ¡Puta madre! Las palabras eran las que
volvían tan incómodo todo. Las que le recordaban que de Louis no sabía más que el nombre y
aún así le temblaban las rodillas cuando estaba a punto de verlo, de que tenía a Liam al lado y
que no podía siquiera mirarlo, de que no sabía ni por qué pensaba tanto en Louis y ni siquiera si
él pensaba apenas un poco en él.

Las palabras sobraban, molestaban, así que Harry ni siquiera pensó en ellas.

Pensó en Louis besándolo, acorralándolo contra la pared, y se imaginó a él bajando la caricia de


su espalda a su culo —ese magnífico culo que no pudo evitar notar—, apretarlo, acercarlo más a
él, y besarlo también, en la boca pero más en la mejilla y en el cuello. Pensó también que
entonces la mano de Louis dejaría de acariciar su cintura, de tironear de su camisa, y que le
desabrocharía el pantalón y lo tocaría encima de la ropa interior.

Y la mirada de Louis era tan intensa, estaba tan fija en él esa noche, que era como si pudiera
sentir sus manos, tocándolo, aunque en realidad era la suya propia, rozándolo encima del
pantalón, debajo de la mesa de ese bar, mientras la banda tocaba en el escenario.

Harry se rozaba y apenas si podía parpadear, respirar, moverse al mismo tiempo.

Sabía que lo que hacía estaba mal, porque... ¡Estaban en un bar! Con gente a su lado; con Liam
a su lado, sobre todo. Pero no, no pienses en Liam ahora, se dijo, esto es inofensivo, sólo soy yo,
no hay nadie más. Era mentira: Louis estaba; en su cabeza y frente suyo, mirándolo fijamente con
una sonrisa húmeda de tanto relamerse los labios.

Sintió un cosquilleo desenfrenado y se mordió, con fuerza, ahogando un suspiro, y dejando una
línea roja marcada a fuego en su boca. El cosquilleo le trepaba de la ingle al vientre y cada vez
Harry tenía que cerrar los ojos y concentrarse para no ceder al instinto de retorcerse y suspirar.
La mirada de Louis estaba igual, pero ahora a Harry le ponía las mejillas rojas, porque sabía que
él podía verle desde los dientes clavados en el labio inferior, y el pecho moviéndose
agitadamente, hasta el movimiento del brazo que delata el de la mano, anunciándolo a gritos.
Louis podía ver todo de él, su cuerpo y su mente y el trono que ocupaba en ella desde que se
habían conocido, y eso lo hacía sentir muy, muy desnudo.

Era como un sueño, un sueño muy caliente, porque Harry era incapaz de razonar, de pensar en lo
extraño de la situación, en el poco sentido que tenía. Sólo se dejaba llevar, sin importarle si
tendría el pantalón manchado, o si Louis sabría desde allí y para siempre que en un bar, mientras
Niall tocaba la guitara, en frente de todos sus amigos, él se masturbó pensando en él.

Mientras él lo miraba.

Su mano se movió más rápida, apenas un poco más rápida, porque ya estaba allí de todas
formas, pero ¿podía Liam sentir el temblor de su cuerpo, ya que estaba apoyado sobre él?
¿Podía sentir el sudor y el miedo y la culpa? ¿Podría al verlo, cuando encendieran las luces,
descubrir lo que acababa de pasar? ¿Podría reconocer los movimientos del orgasmo de su novio
esa noche? ¿Y le preguntaría muchas cosas y Harry podría responderle sin tartamudear?

Pero justo, justo, cuando llegó al climax, la canción terminó y entre el barullo de gente poniéndose
de pie, aplaudiendo, nadie notó que en la oscuridad de ese bar había un chico temblando de
placer en una silla, agachando la cabeza para que su espectador de ojos azules no viera la cara
que estaba haciendo en ese momento.

Ni que el chico frente suyo, no había encontrado las fuerzas dentro para ponerse de pie y aplaudir
también, como hacía el resto de los comensales. No encontraba siquiera las fuerzas para cerrar
la boca, ni para pensar correctamente, ni para hacer una broma, en serio.

—¿Te sientes bien, Haz? —La voz de Liam era como un centenar de pequeñas agujas en el
pecho—. ¿Te volvió la fiebre? —Y ahora era su tacto también que dolía, sobre su frente—.
¿Quieres que te lleve a casa?"

—Sí, por favor —pidió.


Alrededor de ellos, en la mesa, durante el breve intervalo de canción a otra, todos hablaban, pero
lo único que Harry escuchaba era la ausencia de esa voz, de esa carcajada. No debía mirar, no
debía, pero lo hizo: el asiento de Louis estaba vacío, y eso, pensó Harry, ni quemaba ni se sentía
como un millón de agujas, sino peor, como si alguien le estuviera sacando algo de adentro, a la
altura de la boca del estómago, de un brutal arrancón.

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Capítulo 3: El Beso

-Así que... ¿Hacemos algo esta noche? -preguntó Harry apenas la profesora salió del salón.
Stan frunció el ceño. Buscaba algo en su mochila, pero se detuvo para mirar a Ashley y hacerle
un gesto confundido, que ella capturó inmediatamente. Se volvió a Harry, mientras se sentaba en
la mesa del banco a su lado.
-¿No saliste con nosotros el viernes pasado?
Harry se encogió de hombros, mientras jugaba con las hojas del libro de texto.
-¿Y? -balbuceó sin levantar la mirada.
-Tú nunca sales con nosotros -explicó Ashley (como si él no lo supiera)-, y menos los fines de
semana.
Carraspeó mientras seguía doblando y desdoblando las páginas, a duras penas controlando el
instinto de rascarse el cuello en el asiento, o de levantar la mirada. Llevaba una especie de
marca, lo sabía, y había logrado ocultarla esas últimas semanas, pero Ashley era buena en eso
de leer a los hombres y lo atraparía en seguida si se descuidaba.
-¿Estás bien? ¿Con Liam? -preguntó encorvándose sobre él sin bajarse del banco. Era gracioso,
en cierto sentido, porque Ashley solía hacer eso de tomar la postura más misteriosa de todas, y
ser incapaz al mismo tiempo de bajar lo suficiente la voz para que nadie escuche.
-Sí, claro -mintió. El silencio después lo hizo transparente.
-¿Está enojado contigo?
-No. No lo creo... -respondió. Ni Ashley ni Stan dijeron nada esta vez-. Es sólo que no lo he visto
en unas semanas.
Ashley estaba a punto de empezar a hacer esa cosa en la que hablaba a los gritos de su vida

personal, como para que se enterara todo el salón. Harry lo sabía porque casi que se había
abalanzado sobre él y estaba preparando la boca para un millón de preguntas.
Pero justo entonces la puerta volvió a abrirse, la profesora entró pidiendo disculpas, tomó su libro
y siguió la clase en donde la había dejado. Y Harry, que nunca prestaba atención, de golpe tenía
la mirada fija en el pizarrón.
Logró escabullirse de Ashley el primer recreo, porque tenía que devolver unos libros en la
biblioteca. En el almuerzo se escondió atrás del gimnasio a comer solo, fingiendo una llamada de
su madre como excusa. Después de la última clase, se quedó conversando con el profesor,
aunque realmente no tenía nada que preguntarle.
Pensó que se había librado de ella, pero cuando salió del colegio, lo esperaba junto a Stan, con
los brazos cruzados y mirada de reproche.
-Yo no puedo salir esta noche -Se apresuró a decir Stan, antes de que Ashley le escupiera todas
las cosas que se había dedicado a planear los últimos recesos-. Tengo que cuidar a mi
hermanita, y... Bueno, pensé, podrían venir a casa, los dos.
Harry realmente no quería tener esa discusión con Ash, pero tampoco quería quedarse en su
casa, o en ningún lugar en donde Liam pudiera ir a buscarlo. Siendo honestos, ni siquiera creía
poder aguantar otra sesión de preguntas al respecto con su madre y su hermana.
-Podríamos pedir pizzas, jugar videojuegos -continuó Stan, y Harry asintió.
-Suena excelente para mí.
-O podrías ir a buscar a tu novio y resolver cualquiera

sea el problema que tengan -los interrumpió Ashley. Harry la miró, y trató de sonreír, en serio,
pero en cambio vino una mueca triste y extraña.
Cualquier otra persona hubiese acariciado su espalda, le hubiese abrazado, o al menos
murmurado que todo estaría bien antes de darle algún consejo. Liam hubiese hecho eso, todo
eso. Ashley era distinta. Se corrió el flequillo mientras rodaba los ojos dramáticamente, suspiró, y
emprendió el camino a casa. Stan y Harry la siguieron sin hacer preguntas, porque siempre se
iban juntos de todas formas. El silencio era firme y helado, pero Ashley lo quebró en un instante.
-¿Sabes? Si rompes con tu novio, no se dice más... Me consigo un pene y voy tras él, ¡Te lo
advierto!
Harry estalló en carcajadas, logrando por un momento olvidarse de todo. De la noche en el bar,
de Liam y su mirada preocupada, del intentar alejarse a Louis de la mente mientras su novio lo
besaba más tarde esa noche. Por un segundo se olvidó de la culpa, la vergüenza, las dudas.
Harry seguía discutiendo amistosamente con su amiga cuando se despidieron en la esquina de
siempre, acompañados por las carcajadas de Stan.
-Vas a necesitar más que un pene para robarme a mi novio -bromeaba y Ashley le devolvía la
sonrisa, mordiéndose la lengua para no preguntar más de lo que debía.
No, ni ella ni Stan eran del tipo de palmearle la espalda y dar consejos, pero estaba agradecido
por tenerlos para él. Una noche fuera de su casa, videojuegos y peleas absurdas eran todo lo que
necesitaba en ese momento.
x
Un par de horas

después, Ashley, Harry, Stan y Paula -su hermana menor-, comían palomitas de maíz mientras
miraban una comedia familiar. A esa altura, Paula ya estaba obsesionada con Harry, con sus
rulos, y con sus chistes. Hasta había dicho, durante una escena muy romántica de la película, que
cuando ella fuera grande se iba a casar con él, y que iban a vivir en una casa con muchos
juguetes y mascotas.
Harry era demasiado dulce como para romperle el corazón a la pequeña, así que había decidido
que aunque nunca había estado en el closet, bien podía meterse de vez en cuando si era para
que Paula siguiera sonriendo. Así, Liam era su mejor amigo, y Ashley estaba dispuesta a
conseguirse un chupetín (porque "pene" no es una palabra que la madre de Stan estaría muy
contenta de oír repetida por Paula) para robárselo.
-¿Y a Liam le gustan tanto los chupetines? -preguntó Paula, inocente. Ashley empezó a reírse
aún antes de la respuesta de Harry.
-Los ama -bromeó, y Stan casi se atragantó intentando contener la carcajada cuando el timbre
sonó. Era simplemente inapropiado atender al tipo de la pizza riendo como un desquiciado, pero
por suerte pudo controlarse y mientras buscaba la billetera e iba a la puerta, se perdió el resto de
la conversación.
-Entonces deberías conseguirte muchos chupetines, miles -le dijo a Ashley la niña-, y así Liam se
enamoraría de ti.
-Creo que le parecería muy raro -dijo Ashley apretando los labios, disimulando la sonrisa-, creo
que le gustan de uno a la vez.
-¡Y no cualquier chupetín! -Harry se reía mientras

hablaba -, tiene que ser enorme. Realmente grande -explicó mostrándole con las manos a
Ashley-. Lo sé por experiencia personal.
-Sí, claro, señor humilde -respondió.
Seguía buscando la analogía perfecta para decirle a Harry que si ella iba a ponerse un implante
para conquistar a Liam, bien podría ser más grande que eso, cuando Paula abrió los ojos bien
grandes, mirando algo por encima de los hombros de ambos. Ashley se giró y al notar que había
visitas, le tocó la rodilla a su mejor amigo, para que se contenga de decir algo inapropiado.
-¡Lou-Lou! -exlamó la niña mientras corría hacia él abierta de brazos.
-Hola, preciosa -dijo él y se agachó para alzarla.
Tenía la expresión más dulce en el rostro, suave, relajada. Como si recién saliera del cama. Harry
aprovechó esa distracción para recobrar la compostura, y por lo menos quitarse esa rara mueca
del rostro, ya que no había nada que pudiera hacer para dejar de tener las mejillas rarísimas.
Ashley miró a Harry, con la misma expresión que lo había mirado aquella vez que se cruzaron a
Louis y Zayn en el bar, y luego meneó la cabeza de lado a lado. A Harry le recordaba a Niall, y le
ponía los pelos de punta.
-No sé si me recuerdas, soy Ash -dijo extendiéndole la mano para el saludo.
-¡Como el tipo de pokémon! -bromeó Louis, y sin bajar a Paula de sus brazos le devolvió el
saludo-, Ash, de Ashley, sí recuerdo. ¿La novia de Stan, cierto?
Stan le dio un codazo no muy disimulado, que hasta Paula notó pues procedió a soltar un largo

discurso sobre cómo los juegos de manos son juegos de villanos y otros versitos que le habían
enseñado en el jardín de infantes.
Harry iba a decir algo. Saludarlo, quizá. Pero al abrir la boca ni una palabra se asomó, su lengua
anudada como si fuera un crío al que hubiesen descubierto haciendo travesuras. No es que Louis
estuviera esperando su saludo, ni siquiera lo miraba.
-Lo siento, Stan, no sabía que estabas con amigos -dijo después de un momento, mientras
dejaba a Paula en el suelo-, nos veremos otro día.
Paula ni siquiera le dio lugar a su hermano mayor para convencerlo de quedarse. Se llevó las
manos a la cintura y frunciendo el ceño miró a Louis, genuinamente ofendida. Era adorable, hasta
Harry se sonreía.
-¿No vas a saludar a Harry? -protestó-, él va a ser mi esposo. Tiene rulos, mira -Se puso en
puntitas y tironeó dulcemente de su pelo.
Harry se moría de ganas de esconderse debajo del sofá y gritar hasta que se le desgarrara la
garganta; cavar un pozo bajo la alfombra y enterrarse a dormir hasta que todo eso acabara, hasta
que el tiempo se diera la vuelta sobre sí mismo y pudiera esa noche en el bar tomar otra decisión.
Pero cuando Louis lo miró y le regaló esa media sonrisa, mientras con una mano le ofrecía el
saludo y con la otra se rascaba la nuca, no atinó a más que suspirar, tragar saliva, y responder el
saludo.
-Futuro señor Paula -había bromeado Louis. Y Harry había respondido titubeante y con las
mejillas enrojecidas.
-Harry tiene su mejor amigo que se llama Liam y Ashley quiere que sea su novio -comenzó

Paula, demasiado joven para entender lo que la mirada extraña de Harry le rogaba y el verdadero
significado de lo que estaba contando-. Sólo tiene que conseguirse un chupetín muy, muy grande,
porque Liam ama los chupetines y Harry no lo visita hace muchos días.
Ashley y Stan estaban riendo como idiotas mucho antes de que Paula terminara la frase. Para
cuando dijo inocentemente que Liam amaba los chupetines, a Stan le dio un retorcijón tan fuerte
en la panza que tuvo que salir de la habitación.
Una hora después Louis había inventado mil y un excusas para irse, pero ni Paula ni Stan lo
dejaban partir. Paula porque Louis siempre la malcriaba, y jugaba con ellas videojuegos estúpidos
con los que ni su hermano mayor le daba el gusto -Harry sospechaba que lo hacía por una propia
fascinación por los juegos de dragones y hadas, a juzgar por el entusiasmo que ponía en cada
partida-, y Stan porque lo había visto hecho un estropajo cuando le abrió la puerta y si estaba en
su casa, y no con sus compañeros, un viernes por la noche, era porque realmente no tenía donde
ir.
Se lo había comentado entre susurros mientras servían las pizzas, y Harry había aceptado
mientras lo oía que quizá estaba muriendo de vergüenza pero había algo que lo mantenía en esa
habitación. Había algo en Louis que era magnético, que le hacía sentir que si parpadeaba se
perdería de algo maravilloso.
Intentaba no ser raro, no mirarlo insistentemente -considerando toda la situación del bar la otra
noche-, mantenerse lo suficientemente alejado para no cometer otro error.

Louis parecía colaborar con su plan secreto de crear una cierta distancia entre ellos, porque
desde ese incómodo saludo no había vuelto a dirigirle la palabra.
Su futura esposa al parecer había dejado atrás su relación, demasiado fascinada con Louis y el
bendito juego de hadas en el que los dos estaban inmersos. Era bueno porque Louis estaba tan
distraído que, de vez en cuando, Harry podía mirarlo y empezar a juntar las piezas de un
rompecabezas que no recordaba cuándo había empezado a armar.
Este Louis se parecía bastante al que había conocido en la Universidad ese día que fue a saludar
a Liam. Tenía la misma pereza, la misma sonrisa humilde y bonita, y una ternura inexplicable que
se mostraba cada vez que hacía un chiste bobo e inocente con respecto a las hadas en el juego.
Paula tenía una favorita, y Louis se había dedicado a destrozarla del modo más infantil de todos -
empezando por el vestido-, sólo para discutir un rato y hacerla reír. Era lindo, como eso que le
había contado Liam: le gusta molestar -Harry sonrió al recordarlo, porque había logrado juntar
otras dos piezas de Louis, pero Liam, y la culpa, y todo el evento del bar.
Iba y venía entre esas emociones. Un rato espiaba a Louis y Paula, otro rato charlaba con Stan y
Ashley para olvidar que era el novio más horrible del mundo. Sin embargo, cerca de las 11,
cuando Paula se quedó dormida, él de golpe no tuvo más excusas. No pudo hacer más que
participar a duras penas de conversaciones con Louis, que hacer de cuenta que no tenía ganas
de largarse a llorar, o de volver el tiempo atrás,

o de que Louis se fuera.


Porque Harry podría irse, inventar una excusa -¡Tenía 17 años! ¡Y una madre sobreprotectora!
Pero aunque ese momento era una agonía, aunque la culpa se sentía espesa y oscura, no quería
irse. No quería perder esa oportunidad de ver a dónde lo llevaba ese camino, cómo terminaba el
rompecabezas. Si pudiera, le bastaría con poder mirar a Louis sin recordar su mirada azul esa
noche en el bar, poder empezar de cero, dejar todo lo demás atrás.
Como el ambiente era incómodo, muy incómodo, y ya casi no quedaba hielo para la gaseosa,
Harry aprovechó que Stan había empezado a buscar un nuevo juego de video para ir a la cocina
y estar solo un rato. Necesitaba averiguar qué significaba eso. Eso. Que odiara a Louis, que le
pusiera los pelos de punta, que le hacía sentir culpable, y raro, y sencillamente mal, que se
arrepintiera de cada interacción que había tenido con él y que sin embargo no pudiera quitarle los
ojos de encima. Que estuviese muriendo por otra oportunidad, por otro universo en el que las
cosas fueran distintas.
-¡No voy a jugar un juego de fútbol! -protestó Ashley desde el comedor-, ¿dónde está Harry de
todas formas? -Y luego, un tono más bajo-: ¿puedes fijarte si necesita algo?
Harry pensó que sería Stan quien entrara a la cocina. Buscó una excusa para irse, porque
definitivamente nada de eso estaba bien, nada en su comportamiento y definitivamente nada en
su cabeza; podría decir que se sentía descompuesto... ¡Que la pizza le había caído mal! ¡Qué...!
Louis entró a la cocina

mirando el suelo y otra vez masajeándose la nuca. Harry apenas podía verle el rostro, pero veía
su boca fruncirse y moverse de modos extraños mientras buscaba las palabras.
La mirada de Louis siempre lo ponía nervioso, pero era aún más raro cuando no lo miraba para
nada, pensó Harry.
-Tu amiga me dijo que... -comenzó, pero Harry lo interrumpió:
-La escuché -balbuceó.
¿Que si necesitaba algo? Volver el tiempo atrás, eso necesitaba, pero no podía decirlo. De
hecho, no podía decir nada más. Estaba allí parado, al lado de la heladera, mirando a Louis de
pie estático junto a la puerta, sin mirarlo y sin decir nada.
Harry no podía evitar preguntarse quién era ese Louis, el de la mirada gacha y los labios
cerrados. Era parecido al que había visto en la facultad, al que estaba en el bar escuchando,
como un gatito quedándose dormido. Casi idéntico, pero no igual.
Definitivamente no era el otro, el de las bromas, y los ruidos, y los gestos exagerados. El de los
comentarios rudos, y de los bailes subidos de tono con Zayn.
En el fondo, tenía la respuesta para esa pregunta, aunque realmente no lograba ponerla en
palabras. En cambio se le venían recuerdos de muchas cosas, y allí parado en silencio, sin
moverse, ni hablar, Harry empezó a armar a esa persona que Louis era a veces.
No podía ponerle ni un nombre a su actitud, ni encontraba realmente una explicación, pero
escuchaba en algún lugar en el fondo de su cabeza que Louis es un buen chico y que sólo tiene
una idea bastante rara de lo que es divertido,

como había dicho Niall. Pero también que a los malos les gusta lastimar a las personas, y a Louis
sólo le gustaba molestar, como le había dicho Liam.
Sobre todo que "Le agradas, si eso te preocupa."
-Lo siento -dijo finalmente, después de casi un minuto de filoso silencio.
-¿Qué? ¿Por qué te disculpas? Porque yo... -Louis se atoraba con las palabras, movía las manos
de modos extraños. Ese Louis era nuevo, era otro completamente, y era al mismo tiempo
fascinante y terrorífico.
-Por eso... Por el bar -explicó, esperando que no necesitara decir más porque la simple idea de
entrar en detalles lo hacía retorcerse de vergüenza.
-Oh, okay. Estamos hablando de eso. Okay... ¿De eso, no? -balbuceó Louis y finalmente levantó
la mirada: violenta y tibia, un río de verano-. Fue raro.
Harry asintió, incapaz de interrumpir su monólogo nervioso esta vez. Incapaz de correr la mirada.
-Porque... ¿Por qué harías eso, verdad? Porque fue eso... ¿Lo fue? No es que lo imaginé, no es
que estuvo en mi mente... Realmente pasó.
Harry asintió, otra vez y el silencio empezó a pintar la habitación, a trepar húmedo y rancio por las
paredes.
-¿Tenía fiebre? -se excusó, y tuvo que apretar los párpados para no desmayarse de vergüenza.
-Claro... Fiebre -Louis asintió.
Cada vez que los dos callaban se oían las risas en el comedor, a Stan y Ashley jugando quien
sabe que juego. Se oía hasta el reloj de la cocina sacudiendo las agujas. Se sentía distante, casi
imaginado.
-Es

decir, entiendo que... Yo también fui adolescente, y las hormonas...


Harry se cubrió el rostro con las manos, y no sabía que era lo que quemaba si la piel de sus
palmas o de la cara, o el cuerpo entero estaba colorado de vergüenza.
-Es decir, yo tengo 19 y todavía, tú sabes. Es decir...
Era como tener una conversación incómoda, incomodísima, con un profesor. Y él se sentía como
un idiota.
Louis abrió la boca una vez más, pero esta vez no dijo nada. Sacudió la cabeza de lado a lado,
suspiró, y caminó hacia el mesón. Sentado arriba, movía las piernas inquietas.
-Es sólo que no lo entiendo -murmuró-, porque tú...
-Lo sé. Yo no lo entiendo tampoco -Lo interrumpió. Sabía a dónde iba el desvarío de Louis, que
en cualquier momento mencionaría a Liam y realmente no quería hablar de eso.
El silencio se sentía como un alivio esta vez. Harry comenzaba a creer que había sido codicioso,
que pretender de Louis todos sus secretos y sus palabras, pretender averiguar en dónde
desembocaba ese camino, era sólo una trampa, que debería simplemente ocultar todo eso en el
fondo de su mente y seguir con su vida. Era hora de admitir que Louis sería siempre sólo un
extraño, que nada podía surgir entre ellos que no fuera incómodo, violento, culposo.
¿Y qué si se sentía honesto? ¿Y qué si Harry sentía que había despertado algo en él que había
olvidado que existía? ¿Y qué si Louis era jodidamente adorable cuando jugaba con Paula en el
sillón? ¿Y qué si el Louis frente a sus ojos ahora era distinto a todos los otros que había

conocido? ¿Y qué si lo hacía sentir especial, como si sólo él pudiera conocerlo de ese modo?
Todo esto era mucho más de lo que le correspondía, y tarde o temprano iba a terminar en
desastre.
-¿No podemos...? -murmuró Louis-. No lo sé... ¿Resolverlo de alguna forma?
Movía las manos nerviosamente, pero su mirada seguía fija en el suelo. Harry no dijo nada, de
vuelta tildado, incapaz de mirar otra cosa que no fuera el dibujo que sus dedos marcaban en la
tela del jean, de adivinar qué gestos se formaban en sus labios. Louis suspiró, y levantó la
mirada.
-¿No podemos besarnos y así tú...? -Louis suspiró, a Harry el corazón le trepó hasta la garganta-.
Así te sacas... Lo que sea que...
De vuelta, silencio.
A Harry se le venían a la cabeza recuerdos de cientos de escenarios inventados: eso, ese
momento, allí mismo, era idéntico y tan distinto a tantas cosas que él había imaginado, que Harry
se sentía como en un extraño deja vú.
El corazón le latía fuerte, y la mente era un solo remolino de miedo, vergüenza, alegría y...Culpa.
-Tengo novio -explicó, como si Louis no lo supiera-. Está Liam
Trató de que sonara como una afirmación, clara, segura. En cambio sonó como una pregunta, o
un ruego, o unas disculpas. Louis sonrió, y asintió, mirando el suelo. Después, cuando levantó la
mirada, sus ojos azules estaban distintos, se debatían entre decepción, y orgullo. O un poco de
ambos.
Harry le devolvió la mirada, sin decir nada, y sonrió. Sonrió porque aunque aún se sentía un poco
confundido, y asustado,

y un poquito, poquitín, arrepentido


Louis lo estaba mirando, con sus brillantes ojos azules, otra vez, y Harry no podía evitar
preguntarse si quizá no estaría el cielo al final de ese camino.
x
Harry se levantó esa mañana más tarde de lo habitual. Se vistió como pudo, se calzó las
zapatillas de lona sin fijarse en que estaban sucias, y bajó corriendo hasta la cocina maldiciendo
por dentro el reloj despertador que no había sonado.
Su mamá estaba sentada en el desayunador, con una taza de té frente a ella y el diario
reposando en el mesón.
-¿Harry? -lo saludó, y él si apenas pudo responder de lo ajetreado que estaba preparándose el
cereal-. ¿A dónde vas?
-A la escuela -respondió él con un tono ciertamente irónico, ¿a dónde más podría estar yendo un
lunes?
Anne sonrió.
-Estás en vacaciones.
Cierto. Ese lunes comenzaba un breve receso, y volvería recién la semana siguiente a clases.
¿Cómo podía haberlo olvidado? Si la noche anterior se había quedado despierto hasta la
madrugada aprovechando precisamente que podría dormir hasta cualquier hora.
Se terminó de preparar el cereal y se sentó en el desayunador junto a su madre. Ya estaba
despierto de todas formas.
-¿El receso de Liam comenzó también? Podrán verse, ahora que tiene tiempo libre.
Ni el tono casual, ni el modo en que su madre revolvía el café, disimuló la pregunta que intentaba
hacerle. Era la tercera semana consecutiva en la que Harry no hablaba con él: aún no reunía las
fuerzas para volver a dirigirle la palabra.
-Debe

estar estudiando -respondió, evasivamente. Anne ya no volvió a hacer otra pregunta, pero bastó
una simple mirada para que su hijo soltara la lengua-, Y tampoco sé si quiero verlo...
-¿Han peleado, Harry? -preguntó-, ¿te hizo algo?
-¿Eh? ¡No! No...
Se rascó la cabeza, mirando fijamente su otra mano, sobre el desayunador, que reposaba un
poco inquieta junto a la cuchara. La empezó a mover nerviosamente, a medida que hablaba,
porque era la primera vez que decía en voz alta algunas de las cosas que le estaban pasando.
-Él no hizo nada, él es genial, como siempre...
Anne lo miraba callada, probablemente debatiéndose entre opinar y ganarse una escena
adolescente de su hijo, o guardar silencio y dejarlo continuar en esa extensa agonía sin sentido.
-¿Tú le hiciste algo? -Ganó el coraje.
Harry ahora masajeó su frente, cerró los ojos, con pesadez.
-Sí... No... No lo sé -respondió, ahogando un suspiro-. Realmente no quiero hablar de eso.
Anne asintió. Miró el reloj, ya casi era la hora en la que debía irse a trabajar, y Harry seguía allí,
un poco roto, con un tazón de cereales lleno y la cara escondida detrás de su mano.
-Bueno, deberías hablarlo, bebé. Con Liam, al menos -aconsejó, pero Harry seguía escondido
detrás de su mano, y todo lo que ella podía ver era como se mordía el labio, como el masajeo
constante en la frente le dejaba los dedos blancos-. Al menos conversarlo contigo mismo,
francamente.
Harry sabía que era difícil hablar con él todavía. Quizá la edad complicaba todo, quizá era que
estaba
demasiado avergonzado de lo que era para mirarla a los ojos, que sabía que estaba grande para
ese tipo de actitudes pero al mismo tiempo, que no había respuesta que ella pudiera darle que
sanara todo, como cuando era pequeño.
-Quizá al menos averiguar qué es lo que quieres hacer.
Harry entonces quitó la mano, y miró a su mamá. Ella sonrió, y fue como si le palmeara la
espalda, como si le estuviera prometiendo que todo estaría bien. Así que él asintió, aceptando el
consejo que tan justamente ella le había dado, porque al fin de cuentas esa era la respuesta:
debía dejar de esconderse de esos pensamientos, debía averiguar de una vez por todas que era
lo que le estaba pasando.
Su mamá tuvo que irse apurada apenas unos minutos después, y Harry lo agradeció porque si se
quedaba seguramente se confiaría y abriría la boca de más.
Sentía un montón de palabras, preguntas, emociones agolpándose en su garganta, en su lengua,
y para evitar soltarlas con Gemma, cuando ella se despertara, se puso los auriculares y salió a
correr. Era una mañana fresca, para la época.
La gente iba y venía por las calles desinteresada de él, de su presencia, del desastre que era su
cabeza. Apurados con sus trámites, con sus trabajos, con sus obligaciones, no se detenían a
preguntarse qué era esa angustia que el chico de rulos, que corría por la bicisenda, llevaba
tallada en la mirada.
Quizá era culpa de Harry, que apenas si podía sostenerle la mirada a los transeúntes, que los
evitaba como si todos ellos fueran Liam y le fueran a hacer un centenar de preguntas.
Todavía

le daba miedo verlo. Pensar que tarde o temprano lo tendría en frente y tendría que darle una
explicación, un resumen detallado, con excusas y razones por las que no le hablaba hacía casi un
mes. Le daba miedo tener que verlo porque no sabía qué decir, o cómo mentir. Ni siquiera sabía
qué estaba pasando(le), qué estaba ocultando.
Lo único que sabía es que todavía se preguntaba si había hecho bien en rehusarse al beso de
Louis. Peor aún sabía que ese ofrecimiento era algo que no quería que Liam oyera jamás, que
quería guardar en su cajón, en el mismo en el que guardaba las notas de su novio, cada vez que
despertaba con su ausencia en la cama.
Después de eso, no sabía nada. O casi nada. Poco más que el nombre.
Los músculos de las piernas decidieron agotarse justo frente a la biblioteca. Harry estaba
transpirado, cansado, y triste. Al celular le quedaba un octavo de batería, aunque honestamente,
llevaba sin cargarlo casi tres días -trataba de no mirarlo mucho, de hacer de cuenta que no sabía
de los mensajes, ni de las llamadas perdidas.
Miró la biblioteca, erguida blanca y pulcra frente a él. Miró la gente entrando y saliendo, recordó
que las fechas de los exámenes estaban a la vuelta de la esquina en la universidad, y descubrió
chicos de la edad de su novio, y mayores, entrando desesperados en busca de concentración,
silencio, y respuestas.
Miró la biblioteca y supo que ese era el lugar en donde Liam debía estar ahora, estudiando,
preparándose, para los exámenes que posiblemente tendría la semana entrante. La miró apenas
si un segundo y supo

que de todos los lugares en donde Liam podía estar, debía estar, en ese, podría jurarlo, no
estaba.
Así que se quitó los auriculares, guardó el celular mejor en el bolsillo, y entró.
Adentro el susurro de la gente era más ruidoso de lo que esperaba. El ir y venir por los pasillos,
los ringtones desubicados seguidos de la mirada punitiva del resto de las personas.
Probablemente era la quietud del lugar, de todos modos, la que volvía tan fuerte el ruido de todo
lo demás, la que permitía que hasta el pasar de las hojas se dejara oír, de vez en cuando.
Quizá esa misma quietud logró que la mirada azul le aturdiera, en su perfil.
Al girarse y verlo, el pecho se le trepó a la garganta, y las rodillas se derritieron por sus piernas, y
Harry podría jurar que la voz se le había ido, a algún lugar en otro mundo.
Louis medio que sonreía, pero no realmente. Lo miraba en silencio detrás de los marcos negros
de sus lentes, y apenas si atinó a saludarlo con un gesto de la cabeza.
La invitación no había sido formal, pero sin voz, sin rodillas, y con el pecho latiéndole detrás de la
lengua, Harry se acercó a la mesa en la segunda hilera viniendo de la ventana.
Se acercó a él, mirándolo casi rogándole por una explicación, pero en vez de decir nada se sentó
del lado opuesto de la mesa, y apoyó cabeza, brazos, y dignidad sobre la firme madera.
-¿Buscas a Liam?-preguntó Louis.
Harry se mordió la lengua, para no llorar. Sin levantar la mirada, aún oculto detrás del pantalón de
buzo y el matorral de rulos, negó con la cabeza.
-¿Me

buscas a mí? -insistió, y si se hubiese atrevido a levantar la mirada, Harry lo hubiese visto cerrar
los ojos pesadamente, arrepentido del humor que le brotaba incontrolablemente.
Esta vez, Harry no negó con la cabeza. Pero tampoco dijo nada más, por un buen rato.
Estaba incómodo, pero no tanto como otras veces. No tanto como para querer irse. Lo suficiente
para guardar silencio casi media hora más.
Cuando finalmente levantó la mirada, las orbes azules se dirigían estrictamente a las hojas
amarillas de un libro viejo. Un veloz movimiento denunció que habían notado su presencia, eso y
la breve sonrisa. Pero Louis volvió a concentrarse en el libro, hasta terminar el párrafo, y luego
miró a Harry, otra vez.
Iba a hablar, pero él se adelantó.
-¿Exámenes la semana que viene?
Louis sonrió otra vez.
-Yo sí. Liam rendía hoy -explicó. Sonrió compasivamente al verle a Harry los gestos
comprimírseles de pura culpa y agobio.
-¿Crees que le ira bién? -preguntó, porque no podía pensar en lo demás. No podía pensar en el
bar, en la fiesta, en la casa de Stan. Louis todavía tenía esa mirada compasiva mientras asentía,
y Harry supo que mentía, pero prefirió hacer de cuenta que le creía.
No quería hablar de Liam, no con Louis, al menos. Se sentía aún peor que todo lo demás, que las
dudas, y el miedo, y la confusión, y los recuerdos febriles de aquel viernes por la noche.
Y del otro, en la cocina.
Harry se maldijo, otra vez, por desear tanto que las cosas fueran distintas. Que hubiese conocido
a Louis de

otro modo, en otro mundo. Por desear tan desesperadamente que Liam no existiera en ese plano
de cosas, que nada fuera de esa biblioteca existiera en el mundo.
Que pudiera decirle simplemente que sí, que quería besarlo, averiguar qué mierda era eso que lo
carcomía por dentro, que le calcinaba los huesos, y le hacía cosquillas en el estómago, segundos
antes de que la culpa le presionara el pecho, y la angustia le transformara el rostro y los gestos.
Qué era ese impulso que le caminaba por los brazos, las piernas, la boca, cuando estaba junto a
él.
A esta altura, pensó, se conformaría con un abrazo. Con oír su voz tranquila, su risa cantarina,
otra vez, aunque estuviera hablando con otra persona -con Zayn, seguramente. Le bastaba poder
tenerlo para él una tarde entera y que le explicara qué estaba leyendo, qué estaba estudiando, a
donde quería ir de vacaciones, cómo bebía su té y qué música llevaba él en el ipod. Que le
relatara todo, desde el jardín, hasta el ahora, y por qué le divertía tanto jugar con Harry, y por qué
ya no lo hacía más.
Sobre todo qué era esa mirada menos celeste que la de antes, más azul profunda, de océano, o
de noche. Qué era eso que tenía en los ojos cuando lo miraba ahora, por qué le sonreía tan
apaciblemente, y ya no con burla, socarronería, maldad.
Quién era el chico que se burlaba, y quién era este, y qué pensaban los dos de él. Sobre todo,
pensó Harry, quería saber qué había pensado cuando Harry le respondió que no, que no podía
besarlo, que tenía un novio. Que estaba Liam.
En la cúspide

de las cosas que Harry quería de Louis, había una pregunta que le taladraba los tímpanos como
si su otro yo le gritara al oído las mismas palabras repetidas desde hacía una semana.
Lo que Harry más quería saber era si la propuesta aún estaba en pie.
Pero la voz otra vez se había mudado de planeta, y el escozor, y la ansiedad, lograron que Harry
se arrodillara en la silla, se acercara al centro de la mesa, moviéndose cautelosa pero
osadamente, como un gato. Y la única pregunta que hacía era esa mirada verde, fija en los orbes
azules, mientras se acercaba. Tan desafiante como asustado.
Louis tampoco tenía ya voz, ni respuestas, realmente. Porque aunque no dijo que no, y aunque
no se movió, cerró los ojos, dejó a Harry allí sólo, a la deriva, en ese lugar muerto y lúgubre que
era la biblioteca cuando Louis no lo miraba. Y como Harry ya no tenía ni siquiera coraje para
hacer preguntas, cerró los ojos también.
Se acercó los breves centímetros que quedaban para depositar lentamente, y casi pidiendo
disculpas, un beso suave y silencioso, en la comisura de los labios de Louis.
Después las cosquillas le salieron de la panza a cada centímetro de su piel, y Harry dejó ir un
suspiro, que en el silencio frío de la biblioteca, se oyó acompañado por el suspiro de Louis.
Al principio, Louis no le devolvió el beso. Se quedó allí inmóvil, sintiendo el aliento caliente sobre
su piel, el tacto suave de sus labios. Harry también estaba paralizado allí, aunque le temblaban
los codos de tanto mantener esa posición incómoda.
Después de un instante, Harry tuvo que preguntarse

si debía alejarse y dejar de pasar tamaña vergüenza, porque estaba allí quieto como un idiota
dándole un beso a alguien que obviamente no quería devolvérselo. Por otra parte, pensó también,
Louis seguía tan quieto y tan inmóvil como él.
Pero los brazos le dolían y el rostro le quemaba de vergüenza, y estaban en una biblioteca. No
era el lugar para hacer eso.
Harry retrocedió lentamente, aún incapaz de abrir los ojos. Y entonces, cuando apenas si se
había alejado unos milímetros, Louis finalmente le devolvió el beso.
Y no fue ni tan suave, ni tan seco como había sido el beso de Harry.
Podía sentir los bordes de sus dientes, la humedad de su lengua apenas tocando su labio inferior,
y después, cuando Harry abrió la boca también, pudo probar sus labios, acariciarle la lengua,
saborear su aliento que quemaba.
Harry había leído alguna vez que la parte más sensible del cuerpo humano eran los labios, pero
nunca realmente se había dado cuenta de lo cierto que era eso hasta ese momento. Podía hasta
sentir los temblores de Louis, los suspiros ahogados, y el aliento tibio de él le quemaba la boca.
El corazón le latía rápido, tan rápido como se movía su boca y la de Louis. Mientras más se
acercaba, más Louis lo mordía, suavemente, y más él mordía a Louis. Sus dientes se chocaron,
un par de veces, pero, sinceramente, no había tiempo siquiera para reírse en ese momento. Harry
sólo podía pensar en lo bonito que se sentía esa boca sobre la suya, en que si cerraba los ojos
bien fuerte prácticamente podía ver el final del camino, y que era

tan soleado y fresco como un día de verano.


Un día de verano tan real como inaccesible, porque más besaba a Louis y más sabía que iba a
terminar tarde o temprano. Era eso lo que le hacía doler el pecho y le presionaba la garganta
como si alguien estuviera ahorcándolo: el tiempo que se le escurría de las manos, era saber que
cuando ese beso muriera, sólo le quedaría la memoria del sabor de sus labios, y que debía
grabárselo a fuego porque ya no podría tenerlo jamás.
Era injusto, muy injusto, porque Harry nunca se había sentido tan bien y tan mal al mismo tiempo.
Nunca le había quedado el cuerpo tan chico, ni le había importado tan poco las risitas que se oían
de fondo en la biblioteca.
Harry nunca se había percatado de lo sensibles que eran sus labios, y de lo mucho que podía ver
sin abrir los ojos.
Era tan poco el tiempo, y tantas, tantas, las sensaciones, que por más que Harry quería, por dios,
deseaba seguir, simplemente, no pudo más. Y no porque le dolieran los brazos, o porque tenía
una erección que no sería fácil de disimular, sino porque le aturdía el propio latido de su corazón,
y la boca de Louis era infinita, y le dolía. Mierda, le dolía Louis, y su presencia, y sus besos y
necesitaba que todo se detenga.
Desearía poder dejarlo ir.
Harry rompió el beso alejando la boca, y de ella salieron un centenar de suspiros contenidos, y
luego la respiración agitada. No se alejó mucho, y tampoco lo hizo Louis. Le devolvía suspiros
aún más agitados a los de Harry, haciéndole cosquillas en la frente con su cabello.
Cuando Harry

abrió los ojos, los párpados de Louis aún seguían cerrados. Tenía pestañas largas, y arqueadas,
y muy, muy bonitas, pero en ese momento lo que él quería ver eran sus ojos azules, brillantes;
averiguar si los encontraría con ese color claro y juvenil, o con ese más profundo y oscuro.
Cerraba los ojos con tanta fuerza que le temblaban los párpados, parecía como si estuviera a
punto de llorar. Y cómo no, pensó Harry, después de lo que habían hecho, porque él era el peor,
el peor de todos, porque era el novio de Liam, y acababa de hacer una cosa que juró que jamás,
jamás, haría, pero Louis debía sentirse para la mierda también, porque era su amigo.
Estaba a punto de decirle que lo sentía mucho, que eso había sido sólo su culpa, y a medida que
barajaba las palabras en su mente, ese globo en el estómago empezó a inflarse otra vez, y los
suspiros se transformaron en resoplidos, y toda la ansiedad que aún le caminaba el cuerpo
empezó a sentirse como ganas de llorar.
Estaba a punto de hacer eso todo junto, o salir corriendo, o algo así, cuando los ojos azul
profundo de Louis aparecieron frente a él, y sus pestañas le daban el marco negro más bonito, y
parecían tan brillantes, como una piedra turmalina opaca o como si alguien hubiese congelado un
pedazo de océano y les hubiese encastrado unas pupilas, anchas, temblorosas, fijas en él.
Y Harry realmente no entendía cómo podía sentir ese peso en el estómago y ese vacío en el
pecho al mismo tiempo.
Ni por qué en vez de pedir disculpas, o salir de allí, o razonar, o actuar como una persona
coherente, lo único

que hizo fue mirar los labios ahora rojos de Louis, mordidos y lamidos y succionados hacía
apenas un instante por él, y desear, con todo poro de su piel y aliento de su espíritu poder besarlo
otra vez.
Tampoco entendió porque vio a Louis juntar sus cosas en silencio sin decir nada, ni por qué lo
siguió cuando él se puso de pie y caminó por los pasillos.
Podía oír las risitas de fondo, y adivinaba las miradas curiosas, pero no podía concentrarse en
otra cosa que el andar rápido de Louis unos pasos delante de él.
Pasaron junto a la puerta de entrada, pero Harry no se detuvo a pensar en por qué Louis no había
salido, por qué seguía caminando en la biblioteca y por qué él lo seguía, o a dónde lo estaba
llevando.
Honestamente, apenas si podía levantar la mirada de aquella maravilla en sus pantalones, sus
piernas anchas y firmes y de su trasero grande y perfectamente hermoso.
Y después, aunque vio el cartelito que decía caballeros, tuvo que escuchar el golpe del bolso de
Louis en el suelo para volver a la realidad, para abrir los ojos, en serio, y ver que estaban en el
baño, y que Louis trababa la puerta y lo empujaba contra la pared, y ya ni se molestaba en besar
su boca sino su cuello, y la clavícula.
Su lengua era tibia pero quemaba, y su cabello era suave pero le rasguñaba la piel y sus dedos lo
apretaban fuertemente pero le hacían cosquillas.
Harry le acarició el pelo, cuando las manos de Louis bajaron por los lados de su torso, y al llegar
a su pantalón sintió los dientes hundidos en su cuello, y un suspiro desesperado le quemó la
nuca.
Cuando Louis se agachó y le devolvió la mirada mientras acariciaba su miembro por encima del
pantalón, aunque fue sólo un instante, bastó para que no volviera a dolerle la marca que le
hicieron sus dientes unos segundos atrás y que quedaría grabada en su piel por varias horas.
Era raro porque Louis tenía esa capacidad, con él, la de dejarle marcas que durarían por horas,
por días, por semanas. Su mirada azul, por ejemplo, que no le volvió a dar en ese día y por
muchos más, quedó tan grabada en su recuerdo, como una fotografía, que bastaba que Harry
cerrara los ojos para verla, otra vez, como si la tuviera enfrente.
Y su lengua, y todo lo que su lengua hizo en su miembro ese día, y el calor de su boca, y la
humedad de su saliva, y las uñas clavadas en sus muslos, y hasta el aire que salía de su nariz,
que le hacía cosquillas en el pubis, siguió volviendo a su mente todo el día, y la noche, y el día
siguiente y las noches posteriores, y cada vez que Harry pensaba en algo, hasta en la
programación de la tarde su mente volvía a Louis, y a sus ojos y a su boca y las maravillas que
esa boca podía hacer.
Lo primero que lo envolvía era esa sensación placentera, y luego la ansiedad, que descargaba
con torpes caricias en secreto en algún rincón de su cama, por las noches. Después venía la peor
parte, que era recordar los párpados cerrarse para no mirarlo ya más, y la partida silenciosa y
sorpresiva aquel día, mientras Harry respiraba agitadamente después del orgasmo, reposando
contra la pared del baño, de pie y con los pantalones bajos.

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Capítulo 4: El Admirador Secreto con el Corazón Roto

-¿Te das cuenta de que estás actuando como una colegiala?


Zayn sonrió, sin quitar ni por un segundo la mirada del espejo. Hacía calor para usar una
camiseta con camisa encima, pero Liam siempre decía que le quedaban bonitas, que lo hacían
ver más masculino.
-Te estoy hablando -insistió Louis.
Zayn puso los ojos en blanco antes de buscar la mirada de su amigo en el espejo.
-¿Qué?
Louis se enderezó en la cama, en la que había estado echado leyendo revistas por la última hora
y media.
-Te vas a morir de calor, hacen treinta grados afuera.
-¿Y?
Louis cerró la revista dramáticamente.
-Dudo que a Liam le guste tu olor a sudor contaminando el aula.
Zayn frunció el ceño y volvió a fijarse en él en el cristal.
-Esto no tiene nada que ver con Liam -dijo, pero mientras se acomodaba el cuello de la camisa,
evaluaba si sumaba más puntos el look o el aroma. Es decir, Liam nunca había mencionado si
olía rico o no, pero quizá-. Louis, tú dirías que... Tú sabes, generalmente, en el día a día... ¿Huelo
bonito?
-Oh, Dios -La revista voló en el aire pero no llegó a dar en la cabeza de Zayn. En cambio flotó
apenas medio metro y bajo casi aleteando, de un modo muy poco explosivo. Louis suspiró-.
Prepararé el almuerzo.
Zayn sonrió al ver a su mejor amigo largarse exasperado, y volvió a mirarse en el espejo. Louis
tenía razón: estaba comportándose como una colegiala. Llevaba casi una hora pensando en qué
ponerse, cómo peinarse, qué le diría a Liam cuando lo viera. No debería ser un asunto

tan rebuscado, porque veía a Liam básicamente todos los días, pero es que no podía evitar
sentirse así...Con cosquillas en la panza y ansiedad en la boca. Era tonto y seguramente se veía
infantil, pero era genuino y se sentía real, y Zayn había extrañado sentirse así.
Se sacó la camisa, y uscó una camiseta blanca, porque rebotan el sol y son más frescas -eso le
había enseñado Niall. Se acomodó el cabello como pudo, procurando que no quede pesado y
caído a los costados, y se acarició la barba, corroborando que aún estuviera lo suficientemente
corta. Odiaba cuando le crecía mucho; parecía uno de esos hippies de humanísticas.
Después caminó hacia el escritorio, que usaba más para poner cosas arriba que para estudiar, y
tomó un perfume que su mamá le había regalado en navidad. Volvió a mirarse al espejo, para
asegurarse que todo estuviera en orden, y luego volvió al comedor.
La sonrisa absurda con la que se había despertado se desvaneció de golpe al ver la humareda
negra que salía de su cocina.
-¡¿Qué mierda estás haciendo?! -Retiró a Louis por los hombros y se apresuró a bajar el fuego y
correr la sartén.
Le bastó mirar la escena un segundo para descubrir al menos quince cosas que Louis había
hecho mal, pero cuando miró a Louis este se encogió de hombros.
-Huevos fritos -explicó dando un paso al costado y dejando a su amigo encargarse del almuerzo.
Zayn rodó los ojos nuevamente, y abrió la ventana, mientras Louis le daba la vuelta a la barra y
se sentaba a mirar desde su altísima banqueta al chef por

excelencia. Había una revista abierta en el desayunador, junto a un pedazo de pan mordido, y si
Zayn no lo conociera mejor diría que Louis lo había hecho a propósito. Al fin de cuentas, era fácil
hacerlo cocinar: lo único que Louis tenía que hacer era empezar el trabajo, hacer un desastre y
dejar que él se ocupe de arreglarlo.
-¿Por qué pusiste el fuego tan alto, Lou? -protestó mientras volvía a encender la estufa, esta vez
al mínimo.
Dejó la sartén negra en el lavaplatos (esa era viejísima y sólo la usaba para papas fritas), y sacó
la de siempre -la que estaba literalmente a veinte centímetros del horno y que Louis podría haber
usado si hubiese considerado seriamente cocinar. Aceite, dos huevos nuevos, un poco de sal, y
el ruidito de los salpicones decoraban la cocina mientras continuaba quejándose.
-¿Y pensabas comer huevos fritos solos? ¿Así? -Zayn fue hasta la heladera a buscar algo de
verdura y carne-. Realmente no sé cómo te mantienes en forma.
-No estoy precisamente en forma -respondió, y Zayn reconoció el ruido de sus palmas sobre la
panza-, quizá sea por eso. Gracias a dios te tengo a tí para alimentarme como corresponde de
vez en cuando.
Zayn lo miró de reojo mientras lavaba los tomates.
-No creas que no sé lo que estás haciendo -Louis tenía una sonrisa de oreja a oreja-. Y quiero
que sepas que no eres tú el que me está manipulando sino que hago esto por amor propio y
porque no voy a comer huevos quemados.
-Sé eso -asintió Louis complaciente.
-Iba a cocinar de todas formas,

¿lo sabes? Me lo podrías haber pedido, y ahora no tendría olor a humo en toda la ropa.
-Relájate, ¿cuál es el problema? -dijo Louis mientras hojeaba la revista.
Zayn no dijo nada, porque no iba a darle el gusto -porque ya demasiado se había dejado humillar
por su amigo por ese día-, pero Louis lo conocía y en seguida levantó la mirada.
-Te pusiste perfume -sentenció y se llevó una mano a la frente mientras sonreía y negaba con la
cabeza-. Zaynie, esto se te está yendo de las manos.
Tenía las mejillas rojas como los tomates que pelaba, y se mordió el labio mientras pensaba qué
responder, pero Louis fue más rápido.
-¿Por qué no hablas con él de una vez?
-No es el momento.
Se encogió de hombros. Dio vuelta los bifes en la sarten antes de continuar con la ensalada. Ya
sabía lo que Louis iba a decir, pero se sonrió de todas formas al oírlo.
-Nunca es el momento contigo -Louis apoyó la cabeza en el mentón, y lo observó de ese modo
insistente y perezoso que sólo sabía hacer-. ¿A qué esperas? ¿Cuándo será el momento?
-Cuando rompa con su novio.
No era la primera vez que tenían esa conversación, y Zayn, como siempre, ya sabía lo que Louis
iba a decirlo. Que Liam jamás rompería el corazón de su noviecito de colegio, que si Zayn quería
tener algo con él debía decírselo, plantarle la idea en la cabeza, y darle tiempo para que vea que
quisiera hacer. Que le hiciera el favor -Louis dixit- de sacarlo de ese martirio, porque ningún chico
de universidad quiere salir con un crío,

que Liam sólo estaba por compromiso y que tarde o temprano caería a sus brazos.
Louis no dijo nada esta vez. Estaba con la mirada gacha, rayoneando con las uñas las caras de la
revista. Esto era nuevo; positivo, quizá. Al menos ahora no tendrían las mismas charlas diez
veces por semana.
-Y sé lo que estás pensando -continuó Zayn al dejar la ensaladera sobre el desayunador. Louis se
asustó con el ruido y levantó la mirada de golpe, pero Zayn volvió a los bifes y los huevos-: Que
eso nunca va a pasar, que Liam jamás rompería con nadie.
-¿Pero...?
Zayn se mordió el labio antes de hablar, intentand disimular una sonrisa.
-Soy una horrible persona.
Louis entró a la cocina a buscar unos platos y cubiertos, expectante de una continuación.
-Escúpelo. ¿Qué pasa? -insistió al notar que el silencio percibía, de brazos cruzados y con los
platos contra el pecho.
-Bueno, ayer Liam me dijo que Harry no le habla en dos semanas, que se esconde de él, que no
le responde los llamados, que ya se cansó de ir a la casa y que la madre le inventé las más
estúpidas historias de por qué no está -Zayn dio vuelta los bifes, aunque ya estaban cocidos de
ambos lados. Necesitaba algo con que distraer la mirada, para que Louis no notara la sonrisa que
se le escapaba por la comisura de los labios sin que él pudiera contenerla-. Aunque, ¿quién
sabe? Quizá esté planeando otra estúpida sorpresa, ¿eh?
Dijo lo último con cierta tristeza. Recordaba todavía esa vez que Harry apareció en la facultad.
Era difícil olvidarlo, porque nunca había

visto a Liam tan bonito, cansado y todo, pero con una sonrisa ancha y sincera. Nunca lo había
deseado tanto como al verlo iluminarse así de golpe, y era patético que fuera Harry el que lo
hiciera sentir así; que Zayn estuviera perdidamente enamorado de un tipo que era más feliz
cuando no estaba con él.
-Como el día ese, en la facultad.
-Estaba guapo esa vez; no parecía recién salido de la guardería -comentó Louis mientras volvía al
comedor a servir la mesa.
Sip. Por más que a ambos les gustara burlarse de que Liam estaba saliendo con un crío, y que
Louis siempre lo reconfortara diciéndole que él podría ser un mejor novio, lo cierto es que se
veían bien juntos. Harry quizoá había sido algo raro el día del cumpleaños, tímido, asustado -
¡como un niño!-, pero ese día en la facultad se veía seguro y guapo.
-Ah... -suspiró y apagó la hornalla.
Buscó una plato extra y sirvió en el los bifes y los huevos. Louis había vuelto a la cocina a buscar
agua y condimentos.
-Soy horrible, Lou.
-No eres horrible -lo reconfortó, sacudiéndole amistosamente el cabello-. Hasta diría que eres
atractivo.
-Ja, ja.
Lo siguió hasta el comedor, y dejó la comida en un rincón de la mesa mientras hacía lo que, por
supuesto, Louis todavía no había hecho (correr la pila de apuntes a un costado para poder comer)
-No debería querer que rompan -murmuró, pero la sonrisa seguía culposa pintándole la boca-.
Liam va a ser un estropajo, llorando por los rincones...
-Primero, Zayn -dijo Louis y se sentó en la esquina

de la mesa-: no sabemos si van a romper.


Zayn asintió. Eso era cierto.
-Segundo, si y sólo si rompen -Se sirvió un bife en el plato y manoteó la ensaladera-: tú estarás
allí para hacerlo sentir mejor.
-Ah, calla -protestó, mientras se le teñían las mejillas de rojo. Debía admitir que era lindo
imaginarlo.
Se sirvió su bife, huevo y lo que quedaba de ensalada, y notó el huevo frito que sobraba en el
plato.
-Tu huevo -le recordó.
-No se me apetece hoy.
x
Liam se veía excepcionalmente guapo ese día, pensó Zayn mientras lo observaba desde su
solitario asiento al fondo del salón. Siempre decía que se sentaba allí para estar tranquilo, para
escuchar música cuando se aburría, porque estaba cerca de la puerta o por cualquier otro motivo,
pero en verdad sólo le gustaba estar en un lugar estratégico para mirarlo.
No, no estaba actuando como una colegiala. Estaba actuando como la colegiala, la princesa de
las colegialas, coronada del modo más cursi, hueco y estúpido. Sólo le faltaba escribir Mr. Payne
en los cuadernos, y listo, asumiría el trono.
Siendo justos, Liam tenía ese poder en la gente. Se veía tan dulce, tan tierno, tan ingenuo, que
todo el mundo sentía ese deseo irrefrenable de querer protegerlo. Y si había algo que Zayn
adoraba, era proteger a las personas. Cosa de hermano menor, seguramente, estaba harto de
que todos cuiden de él.
El profesor habló y habló por dos horas seguidas, y después sólo porque una chica de la fila de
adelante dijo que su siguiente clase empezaba en diez

minutos, se dio cuenta de que se había pasado de hora y que la clase debía terminar.
Zayn salió apresurado del curso, haciendo de cuenta que no estaba pendiente de Liam, pero
después caminó por los pasillos despacio, muy despacio, pretendiendo buscar sus cigarros.
Liam lo alcanzó, sí, pero ni siquiera lo miró. Cabizbajo siguió camino, pasando al lado suyo,
dejándolo atónito.
-Eh, Li -lo llamó, incapaz de contenerse.
Liam levantó la mirada del celular que llevaba en la mano, y se volteó un poco confundido. Le
sonrió, y Zayn casi deja caer los cigarrillos al suelo.
-Hola -Guardó el celular en el bolsillo, y se acercó a él.
-¿Aún no responde? -preguntó, fingiendo empatía, y o Liam era muy estúpido para esas cosas, o
Zayn era un actor de la puta madre.
-No. Nada.
Sonrisa oscura, mirada evasiva. Zayn estaba loco por Liam, estaba loco por tenerlo, por besarlo,
por dormir con él; sentía cosquillas cada vez que hablaban, y cuando le llegaba un mensaje suyo
gritaba internamente para desahogar las sensaciones. Lo adoraba cuando estaba feliz y relajado,
y lo adoraba aún cuando estaba triste y con ojos húmedos. Pero esto no era justo, esto no se
sentía bien.
-Vamos afuera, a fumar.
Liam lo siguió, obediente. Se hicieron paso entre la gente hasta un patiecito al lado de la clase de
Economía II y se sentaron en los únicos bancos desocupados.
Zayn encendió el cigarro en silencio, mientras espiaba, como podía a Liam. Era obvio que le
costaba trabajo aguantarse de agarrar el celular, de llamar a Harry en lo que posiblemente sería
algo así como
el veinteavo intento en esa semana solamente.
Liam tomó el cigarro que le ofrecía y dio una pitada honda, con los ojos cerrados. Zayn no pudo
evitar mirar como su pecho se abría, su cuello se acomodaba para dejar pasar el humo. Lo quería
tanto.
Corrió la mirada antes de que abriera nuevamente los ojos.
-Es que en serio, no entiendo por qué -balbuceó Liam. Zayn carraspeó antes de volver a tomar el
cigarrillo-. No pasó nada, no peleamos, ni siquiera en chiste...
-Quizá esté ocupado -intentó reconfortarlo, y fue sincero esa vez. Ni siquiera sentía que mentía.
¿Por qué Harry lo evitaría sino? ¿Por qué cualquier persona elegiría no estar con Liam, pudiendo
hacerlo?
-No... Si sólo estuviera ocupado me devolvería los llamados, me avisaría -explicó. Meditó en
silencio un momento, y luego le arrebató suavemente de los dedos el cigarro a Zayn. Dio una
larga bocanada, y después de varios segundos algo de humo se escurrió por su nariz y su boca
cuando volvió a hablar-: Realmente no entiendo, estaba todo bien en el recital, él se sentía un
poco enfermo, lo lleve a la casa... ¡Hasta...!
Liam se mordió el labio, y Zayn tragó saliva para apagar ese remolino de bronca y envidia en la
boca del estómago. Aunque no había completado la frase, las imágenes del encuentro de Harry y
Liam se le atolondraron en la cabeza. No pudo evitar pensar, indignado, que el pequeño
mentiroso había fingido una fiebre para llevárselo a la cama.
-Bueno, Li... El crío o tiene una muy buena excusa que no conocemos, o es un idiota -dijo, y
agradeció que Liam

haya sonreído mirando al suelo en vez de devolverle la mirada, porque cuando lo hizo no pudo
evitar fijarse en sus labios, y debía verse así de atontado como se sentía. Carraspeó otra vez-. En
cualquier caso, será para mejor.
Liam le dio una nueva pitada al cigarro, la mirada aún clavada en las baldosas, y la sonrisa
desvaneciéndose prontamente como el humo.
-Es sólo que a veces me pregunto... -murmuró; Zayn se sentía como un intruso en un momento
que debía ser solo de Liam, oyendo un secreto que no le pertenecía-. Las cosas han cambiado
tanto entre nosotros...
Zayn echó la cabeza hacia atrás, apoyando lo más que podía la espalda en el respaldar, y se
cubrió la frente y el rostro con las manos, haciendo de cuenta que se quitaba las lagañas. En
verdad, sin embargo, estaba intentando borrarse esa estúpida sonrisa del rostro, porque si había
algo que sabía que no estaba bien, era especular con el corazón roto de la persona que quieres.
x
Zayn estaba en un limbo últimamente. En parte se debía a lo bien que le iba en la facultad, a la
cantidad de cumplidos que había recibido últimamente, a que lo habían promovido a algo así
como "gerente" en el Starbucks en el que trabajaba. Lo que más feliz lo hacía, sin embargo,
aunque era bastante raro sentirse así, era el hecho de que estaba pasando mucho -casi podría
decirse demasiado- tiempo con Liam.
Le había conseguido empleo en el Starbucks. Un poco porque necesitaba el dinero, pero más aún
porque necesitaba algo que lo distraiga. Además, como estaban ocupados la mayor parte del
tiempo que Louis tenía

libre -y era con él con quien debían rendir esa materia- solían estudiar juntos por las noches en el
departamento de Zayn. Louis decía que había planeado todo, que era una mente siniestra y que
no podía creer que haya abandonado así a su mejor amigo.
Zayn no era definitivamente la mejor persona, porque disfrutaba tener para él a Liam, aunque lo
viera tan desinflado últimamente, pero lo cierto es que no había planeado nada. Las cosas sólo
habían sucedido, y él sólo iba a donde la situación lo llevaba. Por lo menos no se había
aprovechado de la situación, como otros lo hubiesen hecho. Como él hubiese hecho, si no se
tratara de Liam.
Porque Liam estaba vulnerable, triste y solo, presa fácil para el tipo de hombre que sólo busca un
poco de sexo. Pero Zayn no quería sólo un poco de sexo
(-Quieres mucho, mucho sexo -se había burlado Louis la última vez que discutió eso con él).
Quería más. Liam era sensible, generoso, divertido. Le ponía la piel de gallina cada vez que lo
tocaba accidentalmente, y cada vez que sonreía Zayn hacía esa mueca rara que definitivamente
no era la sonrisa más sexy, pero no podía evitarla. Nunca había estado de mejor ánimo al ir a
trabajar, y eso era puro mérito de Liam. Tartamudeaba. Zayn. Tenía diecinueve años y
tartamudeaba cuando Liam se masajeaba el cuello y sin quererlo exponía los biceps, o cuando
fumaba y al soltar el humo sus labios se partían suavemente.
No. Zayn tenía una historia de ser un imbécil, pero con Liam era distinto. Tenía el instinto quizá, la
sonrisa cruel, la ansiedad

por verlo soltero y tener una oportunidad. Pero jamás haría nada, no actuaría en algo que podría
llevar a verlo así, y definitivamente no se aprovecharía de ese estado.
Odiaba verlo así. Y no, no quería que vuelva con su ex, aunque eso lo volviera a ese chico un
poco extra y demasiado positivo que había conocido y que lo había enamorado, no quería que
volviera con Harry porque nadie que lo hubiese lastimado tanto lo merecía de nuevo.
Zayn sabía lo que quería. Quería ese limbo. Esos momentos que se sentían íntimos, y
agradables, y tibios. Esas sonrisas al chocarse accidentalmente detrás del mostrador, o los
chistes internos que habían acuñado trabajando juntos. Quería que Liam siguiera contándole
todos sus secretos, aunque en ellos el protagonista siempre fuera otro. Harry.
x
Unas noches más tarde, estaban estudiando. Intentaban, al menos. Zayn intentaba no distraerse
con Liam, y Liam intentaba no distraerse con el celular, y poco a poco avanzaban las hojas y los
conceptos. Pero eran las dos de la mañana, y Zayn volvía del baño, y Liam estaba con el celular
en el aire como si buscara señal. No era justo.
-¿Puedes dejar de revisar tu celular? -dijo, fingiendo hartazgo para camuflar la frustración-: no va
a responder ahora.
Liam lo miró con ojos de cachorrito abandonado en la lluvia, y él se sintió horrible por un
momento. A duras penas mantuvo la mirada firme, pretendiendo que no sentía para nada un
impulso por darle la vuelta a la mesa y abrazar a Liam mientras le pedía disculpas por hacerlo
sentir mal.
-Un chico

puede soñar -respondió burlón, encogiéndose de hombros, y eso a Zayn lo enfadó aún más,
porque...
¿Por qué no podía ser él? El que le dibujara a Liam esa sonrisa tonta, el que pudiera alegrar sus
días con un llamado, el que pudiera caminar con él de la mano y murmurar en su oído y darle el
beso de buenos días después de una noche juntos. Si fuera él, Liam no sería el que era ahora: el
chico triste, colgado del celular, seguramente inventando excusas y explicaciones para todo lo
que estaba pasando. Si Zayn fuera Harry, Liam no estaría estudiando con otro chico en su casa
ahora, al menos no sin la supervisión suya. Lo cuidaría como si fuera su tesoro y le mandaría
mensajes a cada rato si eso lo hiciera feliz.
-Yo creo que deberías soñar un poco más arriba -retrucó entre dientes, al sentarse a su lado.
Liam había vuelto a mirar sus apuntes -porque no podía decirse que estuviera leyéndolos-, pero
entonces levantó la mirada. Sus ojos como avellanas tintinearon con la luz de la lámpara, y Zayn
tuvo que ahogar un suspiro, porque... Puta madre, era tan bonito.
-Te mereces a alguien mejor, Li. Más maduro, más...
-¿Qué? -rió tristemente, con una expresión confundida.
Zayn había dejado el lápiz en la mesa, un poco frustrado por no ser mejor con las palabras.
Realmente creía que llevaba un argumento válido, que si simplemente pudiera ponerlo en las
palabras justas Liam le daría la razón, abriría los ojos y vería que había alguien que haría lo
imposible para hacerlo feliz, y que era Zayn.
-Liam... Tú eres

un chico, tú sabes, guapo y... -cerró los ojos, insultándose por dentro por haber empezado por
ahí-. Y maduro, y como.... Eres responsable, inteligente, y super divertido...¡Eres amable!
Siempre te preocupas por todo el mundo y eres el que me dice cuando bebí suficiente, y me has
traído a casa las veces que no te hice caso y... ¡Te ríes de los chistes de Louis! Y nunca te
ofendes o... Como, le tienes paciencia y lo entiendes a la perfección, hasta cuando es un idiota...
¡Y te esfuerzas por sacar buenas notas en las materias más difíciles y... -¿Qué mierda estaba
diciendo?-. Sólo creo que podrías conseguirte algo mejor que un chico de preparatoria que está
más preocupado por la graduación que por ti.
Guau. Eso había sido duro. No, definitivamente no era eso lo que quería decir, ni eso lo que
quería lograr -los ojos como avellanas habían vuelto a refugiarse en los apuntes, el farol ya no los
iluminaba como antes, haciéndolos brillar, sus dedos se enredaban entre sí, y la sonrisa en sus
labios ya no era ni amigable, ni alegre.
Zayn estuvo a punto de disculparse, o de intentar de decirle lo que realmente quería decir: que
Harry era un imbécil y que era hora de que Liam deje de sufrir por él. Pero Liam se le adelantó.
-No, es que tú no conoces a Harry -dijo, y ugh.... Zayn odiaba escuchar ese nombre-. Es como...
¿Todo es oque dijiste de mi? Eso lo aprendí de él, como, cuando lo conocí era el chico que
prestaba dinero si otro lo necesitaba, aunque se quedara sin; y que recuerda cada cosa que
dices, por pequeñita
que sea, y luego hace esos regalos que ni tú sabes que quieres tanto porque te conoce tan bien -
Liam hablaba y se le iluminaba nuevamente la mirada, pero era quizá culpa de las lágrimas que
asomaban esta vez-. Y por ejemplo, uan vez, una chica lo invitó a salir, porque no sabía que era
gay, y la llevó a tomar un helado después de explicarle para que no se sintiera mal. ¡Y cuando
empezamos a salir! Yo tenía tanto miedo y necesite todo el tiempo del mundo y él nunca pidió
nada de mí, ¿sabes?-Liam sonrió, recordándolo, y en serio, a Zayn le dolía no ser él el que
pudiera hacerlo sonreír así-. Cuando finalmente decidí decírselo a mi familia... Había estado
hablando con él, y él me acompañó a casa después del colegio y me esperó en la esquina y... Yo
estaba tan ocupado hablando con mis padres y tragando todo lo que pasaba, intentando que
paren de llorar, que me olvidé que él estaba afuera y... Era de noche cuando me di cuenta que
llovía y entonces, lo recordé, ¿sabes? Que había dicho que iba a esperarme.
Liam suspiró y apoyó los brazos sobre los apuntes, que honestamente no iba a leer esa noche.
Miró a Zayn y sus ojos estaban inundados de lágrimas que se rehusaban a caer y aunque
apretaba los labios bien fuerte no podía evitar sonreír.
-Iba a irme a dormir, ¿sabes? Porque, ¿qué clase de tipo se queda bajo la lluvia esperando por
algo que podríamos conversar por teléfono? Pero me asomé de todas formas, porque lo conozco,
porque sé que es genial y cuando salí con mi paragüas Harry estaba allí debajo de un árbol,
empapado de pies a cabeza con

los rulos y la capucha goteando y... -Se pasó la mano por el cabello, y resopló una suave risa-
¿Sabes qué me dijo? -Zayn negó con la cabeza-. "¿Cómo te fue?"
La habitación se hundió en un silencio tibio, en el que apenas se oía el tic tac del reloj. Zayn tenía
un montón de cosas por decir, aunque no sabía cuáles eran, pero no podía hacer más que mirar
los labios de Liam expectantes por una resolución. Sabía lo que iba a decir, pero necesitaba oírlo.
-No creo que pueda apuntar más alto que Harry porque... Honestamente... No sé si hay una
persona más dulce, generosa, y buena como él.
x
Zayn no podía quitarse de la cabeza esa última conversación con Liam. No había vuelto a verlo
después del examen más que en el trabajo, pero Liam siempre se escabullía rápidamente al
terminar su turno y se rehusaba a salir con ellos los fines de semana.
No que lo hubiesen invitado mucho, porque Louis tampoco andaba de humor para salir
últimamente -quizá porque le había ido horriblemente mal en el examen- y Zayn no juntaba el
coraje para invitarlo a salir solos.
Y no es que Liam estuviera enojado con él, al contrario, hasta se comportaba más amistosamente
que de costumbre, que no es decir poco. El tema, adivinó Zayn, era Harry: Liam debía realmente
extrañarlo.
Al fin de cuentas, había pasado ya un mes y medio sin noticias de él, y ya no tenía los exámenes
ni nada más para distraerse.
A Zayn le venía bien el recreo, porque no podía quitarse esa charla de la cabeza y tenía una
pregunta que necesitaba responder. Porque, de acuerdo a

lo que Liam contaba, Harry era de hecho un buen chico. Un gran chico. ¿Zayn lo era?
¿Realmente merecía todo lo que quería de Liam para él? Probablemente no. Le encantaba dormir
por ahí con varias personas, disfrutaba un poco demasiado cuando Louis molestaba a Harry y si
fuera tan "bueno" no disfrutaría tanto que el amor de su vida anduviera por ahí con el corazón
roto.
Pero, de nuevo, Zayn no se conocía demasiado. Y sólo había una persona que lo conocía mejor
que nadie más, la única persona a la que podría preguntarle si él era o no un imbécil, y que le
respondería con sinceridad.
Así que Zayn había llamado a Niall esa tarde, y le había pedido que se encuentren después del
trabajo de uno y del ensayo dl otro, en un café donde pudieran comer una torta y tomar un té,
porque necesitaba hablar. Y Niall, por supuesto, le había dicho que sí.
Era raro porque no habían vuelto a hablar sobre ellos desde el rompimiento, y aunque Louis
había hecho un trabajo excelente incluyendo al irlandés el en grupo, era la primera vez en meses
que Zayn y Niall iban a pasar algo de tiempo a solas. Era casi como si fueran a una cita, aunque
por supuesto, no era así. Porque Zayn iba a hablar de Liam y Niall definitivamente se estaba
acostando con el baterista, aunque nadie hablaba de eso.
Aún así, aunque no era una cita, mientras caminaba hacia el café, a Zayn la mente se le llenó de
recuerdos. Era fácil sonreír recordando a Niall, porque era tan sencillo aislar los momentos felices
de los tristes. Era fácil porque Niall había sido un amor de verano

por varios años. O mejor dicho, Niall había sido el verano para Zayn por muchos años. Desde que
estaban en el colegio, siempre en las vacaciones, siempre en la misma época, Niall viajaba a
Inglaterra y aunque nunca lo habían dicho en voz alta, siempre terminaban juntos de nuevo.
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Había sido accidental, al principio. Besos a escondidas en los patios de algún amigo en común,
con las camisetas mojadas de jugar con agua y explorando una curiosidad que ninguno de los
dos había sentido antes. Eran las ansias por conocer el cuerpo del otro, pero también la historia, y
los mundos que parecían tan diferentes, tan imposibles. Era también algo que Zayn veía en los
ojos de Niall cuando lo miraba a él, era sentirse especial para la persona que creía especial, y era
zambullirse en eso de corazón aún sabiendo que dolería cuando se fuera.
Zayn sabía, desde niño, que es mentira que mientras más rápido menos duele. Niall le había
dolido en el pecho desde la primera vez que lo conoció, y fueron sólo dos semanas, y apenas si
se habían dado las manos. Las despedidas dolían como cuchillas también, y eso que nunca
había ido al aeropuerto, porque Niall decía que iban a llorar.
Zayn adoraba sentir. Aunque fuera mucho, aunque fuera feo. Adoraba sentirse rebalsado por
cosas que excedían su control. Adoraba amar así a Liam aunque se sintiera horrible consigo
mismo, aunque nunca pudiera tenerlo para él; y había adorado sentirse con Niall como en una
montaña rusa, como dueño por momentos de algo increíblemente bonito pero fugaz.
En los últimos años

de la escuela, ni siquiera se lo admitía a sí mismo, pero si estaba saliendo con alguien, al llegar
Junio, bam, estaba soltero de vuelta.
Y entonces Niall llegaba con su sonrisa de dientes quebrados y su piel blanca como la nieve, y
quizá era eso, o los ojos cristalinos como el mar, pero era tan fresco. La piel de Niall era como un
manto de agua fresca sobre él, y sus labios rosados eran dulces y livianos y si Zayn cerraba los
ojos, podía recordar el sabor exacto.
Niall era no sólo el recuerdo de su primera vez, y de su primer amor. Era también el recuerdo de
esas vacaciones que parecían interminables, de escabullirse de su habitación los viernes por la
noche, de escuchar música en el garaje de algún vecino y encontrar las manos a escondidas sin
que nadie lo supiera.
Zayn lo había amado locamente, intensamente, le había rogado tantas veces que no se fuera, al
terminar el verano, aun sabiendo que era cruel, y que Niall quería quedarse, y que era muy joven
para tomar esa decisión.
Aun así fantaseaba en voz alta, y le hablaba de la escuela, de que tenían un club de música y que
Niall sería el mejor de todos en él. Le contaba de la feria que abría siempre en invierno y de que
si Niall pudiera quedarse entonces la conocería, y Zayn le compraría algodón de azúcar y se
subiría a todos los juegos con él. Y Niall. Oh, Niall. Él sonreía en silencio y apretaba su mano en
la suya y le explicaba, aunque Zayn lo sabía, que no podía quedarse, que tenía su escuela y su
vida allá.
Zayn se ofendía y como siempre que algo o alguien lo lastimaba,

lo único que atinaba a hacer era lastimarlo más fuerte, y le gritaba y se iba y nunca había un
adiós decente para terminar las vacaciones. Quizá lo hacía a propósito. Quizá un adiós bonito
sería infinitamente más doloroso.
Pasó como tres veces antes de Niall pudiera prometerle que sí, que esta vez se quedaría en
Inglaterra, que iba a hacer la universidad allí. Y Zayn... ¡Puta madre! Le dolían los cachetes de
sonreír por el simple recuerdo, ya no podía ni imaginarse lo feliz que se había sentido en ese
momento.
Los recuerdos que seguían eran más recientes, y más borrosos. Había momentos que se le
venían como flashes, que podía asir tan fácilmente que daba miedo, como si hubiese pasado
ayer: Zayn invitando a Niall a dormir al departamento que sus padres le alquilaron, fines de
semana enteros echados en la cama, y la luz del mediodía que los despertaba, pero Zayn no
cerraba la cortina, porque prefería quedarse allí, contando los lunares en la espalda de su novio,
inventando caminos secretos desde el cuello a la cintura, que dibujaba con el dedo, suavemente.
Esos eran los momentos que podía recordar, esos y los besos, húmedos, y el sexo por la
mañana. Los ojos cristalinos de Niall que nunca le daban respiro a los suyos, su sonrisa rosada,
el modo en que sus clavículas se dibujaban y desdibujaban debido a su respiración agitada,
cuando Zayn estaba encima, y la piel del rostro que se le ponía roja, a veces, y lo fácil que era
dejarle chupones.
Los otros momentos, los momentos tristes, esos casi que no los recordaba. Aunque había habido
cientos de

ellos, lo sabía. Lo sabía porque recordaba uno. Recordaba de memoria la noche que todo se fue
a la mierda, y ahora parecía exagerado pero en ese momento Zayn estaba tan enojado. Tanto
que esa vez ni se molestó en defender a Niall cuando Louis se burló de él.
-El abuelito se va a dormir la siesta -fueron las palabras de Louis, porque Niall otra vez se iba a
dormir temprano, dejándolos a los dos solos en el club. Niall había puesto los ojos en blanco y
había besado a Zayn en los labios, y ese, ahora que lo pensaba, era el último beso que se habían
dado.
Zayn estaba tan molesto que bebía rápido, y que por primera vez hablaba con Louis cosas que
intentaba no hablar con él -porque sabía que se le escaparían a modo de broma algún día, y Niall
se enojaría (justamente). Entre tragos le dijo que siempre se iba temprano, que cuando no estaba
ocupado estaba cansado, que ¡puta madre! Ya ni siquiera hacían el amor. Y en el medio de su
discurso, Louis bromeaba, como si no entendiera nada, ("es una lástima porque apuesto a que
hace buenas mamadas") y Zayn estaba tan enojado que no podía ni interrumpirlo. Estaba tan
enojado y tan ebrio y... Sabía que no era una excusa, pero seguía repitiéndoselo, como si lo
fuera.
Dos chicos guapos, muy guapos, se acercaron a su mesa y les preguntaron si salían y,
-Pfff, ¿yo con él? Estoy fuera de su liga -bromeó Louis, haciendo ojitos y sonriendo de ese modo
que volvía a los chicos locos.
Zayn sentía un cosquilleo en el estómago porque la mirada del otro chico era lasciva y lo hacía
sentir deseado.
Louis

era el mejor compañero de aventuras: nunca tenía miedo, y porque nunca jugaba a ser la voz de
la conciencia de nadie. Pero ese día, Zayn deseaba que se hubiese comportado de otro modo.
Recordaba mirarlo a los ojos, preguntarle en silencio si lo que estaba haciendo estaba bien, y
Louis se encogió de hombros, y se imaginó la misma respuesta que le daba siempre: "no me
preguntes a mí".
Y quizá si Zayn se hubiese detenido a pensarlo mejor, si se hubiese preguntado a sí mismo -eso
era lo que Louis le decía, al fin de cuentas-, hubiese sabido que estaba mal. Que Niall no lo
merecía. Pero estaba tan enojado, y tan lastimado... Y cuando alguien lo lastimaba, lo único que
Zayn sabía hacer, era lastimarlo más fuerte.
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Zayn había invitado a Niall a charlar a ese café para preguntarle algo muy sencillo: si era una
persona horrible. Sin embargo, mientras más se acercaba al café, lo único que sabía cómo decir
era "lo siento". Eso dijo, apenas se sentaron con sus dos porciones de tarta de fruta y el té recién
hecho.
-Oh, dios -protestó Niall-, ¿sigues con eso? Fue hace siglos, Zayn, debes dejar de castigarte.
No había sido hace siglos, apenas poco más de un año.
El irlandés sonreía amablemente desde el otro extremo de la pequeña mesa. El tenedor que
sostenía en la mano bailaba mientras él gesticulaba y migas del pastel se esparcían por todo el
mantel; era casi hipnótico. Lo hubiese sido si Zayn no hubiese estado tan triste ese día.
-Pero fue terrible, Ni. Estauvo mal -explicó sin tocar todavía su porción.

Niall se encogió de hombros.


-Las cosas venían mal de antes, y no voy a decirte que no te odié muchísimo, por mucho tiempo -
dijo y se rio, de cosas que Zayn no entendía del todo-. Pero ya pasó, eres un gran chico, Z. Todos
cometemos errores.
-No soy un gran chico -respondió-. Tú viniste a otro país y tenías que trabajar para soportar tus
gastos, y estudiar, y yo me comporté como un chiquilín demandante, y siempre me ofendía
cuando no tenías tiempo para mí y...
-Okay, okay, okay. Primero -balbuceó Niiall y tuvo que tragar para poder hablar sin escupir migas
por doquier-, no me vine aquí por tí, señor ego. Quería estudiar música, y era la mejor opción y la
más barata. ¡Además quería salir de casa! Era sofocante, lo sabes.
Niall volvió a su té, y a su torta, y Zayn lo miraba comer indignado, porque eso no era suficiente,
porque ¿Qué clase de respuesta era esa? Zayn le había dado varias razones para que Niall le
dijera, '¿sabes qué? tienes razón, eres un idiota' y sin embargo el irlandés seguía allí comiendo,
tan campante como antes.
-¿Y segundo...? -insistió, exasperado.
-Y segundo -respondió entre bocados-: te das cuenta de que estuvo mal. ¿Qué mejor redención
que esa? Aprendiste de tus errores, Zayn, eres una mejor persona ahora.
Por un segundo, la mirada cristalina de Niall y su sonrisa compasiva casi lo convencieron de que
tenía razón. Era una bonita fantasía: Zayn, el tipo que había madurado, la persona decente, el de
buen corazón.
Pero entonces apareció Liam,

con el imbécil de Harry de la mano y, ¡maldición! Zayn no había aprendido nada. Nada. Debería
poder comportarse mejor, ser respetuoso, compañero, amigo. Estar ahí por Liam y respetar su
decisión, concederle el beneficio de la duda, aceptar que él jamás podría hacerlo feliz del mismo
modo. Pero ese chico, Harry, le sacaba de quicio: con su pinta de yo-no-fui y sus hoyuelos en las
mejillas, con ese andar tan campante como si no hubiese hecho nada, como si no hubiese
lastimado tanto a Liam, tanto, que no había forma en que tuviera una excusa.
Y lo escupió todo, allí mismo, y le importaba tan poco que Niall le estuviera pidiendo un poco de
calma, porque eso era lo más calmo que podía estar, en serio. Si se dejaba llevar, el de rulos
tendría un moretón en el rostro la próxima vez que lo viera. Es que no era justo que Zayn quisiera
tanto a alguien que no sentía lo mismo por él. No era justo que tuviera que verlo con otro, y peor
aún, con otro que no lo valoraba.
Pero luego Liam se fue con Harry y Zayn se quedó allí, enojado y con su tarta llenita y rebosante
en el plato, y Niall lo miraba con esa sonrisa compasiva que ahora en vez de calmarlo lo hacía
sentir peor.
Por primera vez, Zayn sentía ganas de llorar. Porque lo habían lastimado mucho, tanto que en
otra ocasión ahí estaría ahora, rompiéndole la cara a puñetazos a Harry, para desahogar algo de
todo el dolor que sentía. Pero esta vez, aunque le había costado, se había aguantado las ganas y
quizá sí, como decía Niall, había aprendido de sus errores. Quizá era una

mejor persona ahora. Aunque el caprichoso siguiera así, con ganas de lanzar un puñetazo,
aunque le costara horrores guardarlo, lo había hecho. Tenía lágrimas en los ojos, y había hecho
algo así como una escena frente a Liam, pero al menos no había arruinado todo.
Ahora tenía dos opciones: una era llorar, que Niall lo consuele, y perder su respeto para siempre.
O ser un imbécil, e intentar llevarse a alguien a la cama -no a Niall: ya se había comportado
demasiado como un idiota con él.
Dejó dinero sobre la mesa, haciendo de cuenta que no veía como Niall ponía los ojos en blanco
antes de llamar al mozo, y se fue a buscar al único que entendía un poco cómo se sentía. El que
lo acompañaría en sus nuevas aventuras, a bares oscuros, con preservativos en los bolsillos, a
encontrarse con la saliva de extraños en su boca y en su miembro, a lo apretones y las fiestas en
casas desconocidas.
Todavía respiraba agatado cuando llegó a los dormitorios del campus. Era casi una burla que
Louis lo recibiera con esa sonrisa estúpida y los ojos rojos.
-¡Hey! -protestó-: compramos eso juntos, deberías fumarlo conmigo.
Louis sólo volvió a reír, encogiéndose de hombros, y se dejó caer ostentosamente sobre el
colchón, junto a la pipa de agua que habían comprado en la feria de artesanías hacía varios
meses.
-¡Esa es nuestra pipa! -insistió Zayn, haciendo oídos sordos a las carcajadas estrepitosas. Cerró
la puerta y se echó en el colchón junto a Louis.
En la notebook sobre la cama una malísima película corría, pero Louis, seguramente,

hacía rato que no miraba la pantalla.


-¿Estás bien? -preguntó Zayn, ahora que el enojo empezaba a escurrirse entre el humo que lo
rodeaba. Algo de la escena le preocupaba, porque la película era muy mala hasta para Louis y
porque él llevaba los pijamas y eran las seis de la tarde y sobretodo porque Louis no fumaba solo,
nunca (por eso le tocaba la tarea de guardar la hierba).
-Sip -respondió sin moverse de su lugar en el colchón, ni aunque su amigo lo empujara con el
trasero, buscándose un espacio-. Lo suficiente, al menos.
Sí, el enojo se desvaneció en seguida -aunque el dolor seguía, allí, en su pecho. Zayn estaba
demasiado ocupado intentando obtener de su amigo una respuesta.
-¿Esto es lo que haces, ahora? ¿Esta es tu onda? ¿Por esto no quieres salir?
-No seas melodramático -dijo frunciendo el seño, y le pasó la pipa-, no es como que me la pasara
encerrado fumando en mi cuarto.
-¿Cómo voy a saberlo? Ya ni sales conmigo -Louis le empujó la pipa con insistencia en las
manos-, además... ¿Qué te pasa? ¿No se supone que trabajas esta noche?
-Por eso empecé a fumar temprano, para disfrutarlo y que se me pase -explicó mirándolo a los
ojos. Rojos, hundidos, cansados. Zayn tomó la pipa que insistentemente le era ofrecida, y fumó
un poco antes de quemarse la punta de los dedos sacando la marihuana del piquito.
-Ve a bañarte, Lou -lo regañó-. Yo ordenaré un poco esto.
Algo debía ocurrirle, porque sólo asintió y sin oponer resistencia se puso de pie. Con pereza y

en silencio, sacó la toalla del montón de ropa sucia y se encerró en el baño. Zayn esperó a oír el
click de la puerta para pensar por dónde empezar. Era tonto quizá, pero sentía que quizá si
pudiera ordenar un poco ese lugar, Louis se sentiría mejor al salir de la ducha.
Abrió las ventanas, sacudió las migas de las sábanas y tiró los paquetes de comida chatarra que
decoraban el suelo y se ocultaban bajo la cama. Ordenó el escritorio, desenchufó la notebook,
acomodó los cds sueltos -y eso que fue trabajoso encontrar la caja para cada uno. Separó la ropa
para lavar y la metió en su mochila (no era mucha, en serio, Louis debía vivir en sus pijamas
últimamente), y guardó en el ropero la ropa limpia que seguía en la misma bolsa que Zayn le
había dado hacía una semana.
Recién cuando fue a buscar la escoba para barrer el piso se dio cuenta de que Louis llevaba un
rato allí, parado en el marco de la puerta, con la toalla atada a la cintura y los ojos rojos mirándolo
intensamente.
-Así que había una habitación debajo de todo mi desorden -bromeó, riendo exageradamente de
un chiste que no era en verdad tan gracioso. Zayn le sonrió, ese sí se sentía como Louis.
-Ni siquiera quiero mirar el baño -suspiró.
Barrió lo suficiente para que Louis se las ingeniara hasta su silla, sin ensuciarse los pies con
migas y tierra.
La mirada azul de su amigo lo seguía a todas partes mientras terminaba de limpiar, pero él estaba
demasiado distraído por lo sencillo que era perderse en sus pensamientos haciendo esas tareas
tan mecánicas.
Quizá no debería, pero

seguía volviendo al recuerod de esa charla hacía unas semanas, con Liam. Tenía la pregunta
zumbando inquieta, qué podría haber pasado, si tan sólo hubiese sido un poco más rápido? Si
hubiese tenido el coraje de hablar con él antes de que volviera con Harry. ¿Qué le hubiese dicho
Liam? Quizá lo hubiese considerado, porque Zayn estaba disponible para él, dispuesto a hacerlo
el chico más feliz, y, en ese entonces, de su novio no tenía ni noticias. Quizá, pensó Zayn, si
hubiese sido valiente, Liam le hubiese dicho que sí.
Pero era demasiado tarde ahora, ¿no? Harry había vuelto a aparecer y qué sentido tiene gastar
saliva en una charla ahora. Si lo había perdonado después de desaparecer por un mes, ¿por qué
lo dejaría ahora? Liam quería a Harry, al parecer, y no importaba lo mucho que Zayn creyera que
él podría hacerlo más feliz.
-¿Vas a hablarme al respecto, o...?
La voz de Louis lo volvió a la realidad de golpe. Se giró un poco sobresaltado, y aunque estuvo a
punto de exigirle que baje esa botella, porque no eran horas de beber, se contuvo y en cambio
dejó la escoba apoyada contra la puerta y se subió a la cama con su amigo.
-¿Un trago? -preguntó Louis.
Zayn asintió. El ron le adormecería un poco la garganta, le calmaría ese deseo de gritar.
Le dio un trago brevísimo, para no empalagarse, pero lo suficientemente largo para que el
escozor en la garganta durara unos segundos. Cuando terminó, la mirada azul todavía lo
buscaba.
Louis aún tenía los ojos rojos y la mirada cansada, aún lucía tan triste y roto como hacía una

hora cuando llegó al departamento, pero Zayn no quería preguntarle al respecto. Sabría lo que
diría: no pasa nada. Porque eso era lo que Louis siempre decía. Y esta vez, se dijo Zayn, quería
ser un poco como Louis.
-¿Hablarte de qué? -preguntó exagerando una sonrisa.
-¿Viste a Liam?
Y, okay. Eso era injusto: Zayn nunca insistía después de que él dejara en claro que no quería
hablar al respecto. No respondió esa pregunta, pero la expresión en su rostro dijo suficiente.
-Sólo quiero salir un poco, divertirme... -comentó, como si ese apagón repentino de hace un
segundo, el modo en que los ojos se cerraron pesados y una sonrisa triste se plantó en su boca,
no hubiesen existido.
-¿...Llevarte alguien a la cama? -continuó Louis y le dio un trago al ron.
No era justo, pensó Zayn de nuevo, porque él siempre le llevaba la corriente, siempre le daba el
gusto aunque sabía que no tenía sentido, que era una pérdida de tiempo, que terminaría
arrepentido de cada uno de esos revolcones. Era lo único que lo haría sonreír, de a ratos al
menos, y Zayn era un buen amigo, y si Louis quería mentirse a sí mismo él siempre lo
acompañaba. Pero Louis lo conocía demasiado, lo suficiente, quizá, para saber que Zayn en serio
sí quería hablar de eso, y solo necesitaba un poco de insistencia.
-Quizá -suspiró, encogiéndose de hombros. Carraspeó e intentó sacar pecho, aunque sabía que
Louis no iba a comprar su actitud desinteresada-. Ya tuve esta obsesión tonta demasaido tiempo.
Un par de camas me harán olvidarlo.
-¡Ah!

El ciclo comienza otra vez -Louis bebió un trago bastante largo y le pasó la botella a su amigo,
que la aceptó gustoso. Aún quedaban algunas gotas en su cuerpo pero la mayoría o se habían
evaporado, o las había absorbido la toalla que aún le cubría las partes íntimas-. Ya estuvimos
aquí, ¿recuerdas? Cuando te enteraste de que Liam tenía novio.
Oh, sí, lo recordaba. Se habían llevado tan bien esas primeras semanas en la facultad, que Zayn
estaba seguro de que, en la situación apropiada, podría invitar a Liam a salir. Y con "la situación
apropiada", se refería a unos tragos de por medio. Así que un fin de semana él y Louis habían
invitado a Liam a un club, pero él se había rehusado amablemente porque "tenía que verse con
su novio" y ugh. Louis se había burlado toda la noche de la expresión en su rostro y de la
inocencia de Liam que no entendía lo que pasó.
Esa misma noche Zayn conquistó a un rubio que no paraba de fumar marlboro y desapareció
temprano del club. Después de ese rubio vinieron dos rubios y un pelirrojo más y eso bastó para
calmar un poco su corazón. Pero no había servido. Lo había distraído, pero sólo eso. Cada lunes
en clase volvía a enamorarse de Liam y había terminado por aceptar que sería una espina con la
que tendría que convivir.
-Es distinto ahora -contestó Zayn, y bebió un trago bastante más largo esta vez, para ver si eso le
quitaba la sensación de vergüenza y arrepentimiento que le crecía cuando recordaba esas camas
y a esos chicos desconocidos.
-¿Por qué?
-Porque es definitivo, porque

ya no sé que tengo una oportunidad con él... -susurró. Cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás,
reposándola en el duro concreto. Hasta la palma se le relajó, y la botella rodó suavemente sobre
el colchón.
Le costó ordenar la frase porque todavía le dolía admitirlo, pero se imaginó que después de
decirlo, por más difícil que fuera, Louis lo abrazaría y lo dejaría llorar un rato. Después saldrían
los dos a bailar, a embriagarse, a intentar quitarse ese escozor horrible y ese hielo del pecho.
Sin embargo ese día las cosas fueron un poco distintas.
-Volvió con él. Los crucé recién en un café -explicó, con los ojos todavía pesadamente cerrados.
Louis, maldijo en voz alta, y también él apoyó la cabeza en la pared y se recostó un poco, para
tocarle el hombro con la oreja. No hubo abrazos, ni consuelos-. Y si le perdonó esto -continuó,sin
importarle lo quebrada que tenía la voz-, ¿Por qué rompería con él?
Era raro porque Zayn nunca se había sentido así después de hablar con Louis. Conocía todas las
reacciones, las burlas, y los abrazos comprensivos, hasta en algunas ocasiones la respuesta
había sido un coscorrón y un comentario adorable. Ese silencio helado era nuevo, y Zayn en vez
de sentirse mejor se sentía peor. No solo, nunca se sentía solo con Louis.
De hecho se sentía más acompañado que otras veces, como si por primera vez Louis entendiera
su dolor, como si no pudiera regalarle promesas de tiempos mejores porque sabía tan bien como
él que esos tiempos mejores no existirían, que esta vez, como había dicho

Zayn, era definitivo. Que Liam estaba ocupado y que pese a lo mucho que había fantaseado, y
analizado cada gesto, cada comentario, no iba a pasar.
Zayn no era estúpido. Sabía que tendría otras oportunidades de enamorarse, y que alguna vez le
corresponderían y estaría en una relación feliz que no arruinaría como lo había hecho antes. Lo
sabía pero al mismo tiempo le parecía imposible, porque Liam le dolía allí en el pecho y ¿Cómo
puede desaparecer un dolor tan fuerte? ¿Puede irse así nomás, de un día para el otro?
Sabía que revolcarse en una decena de camas no resolvería nada, pero quizá probando otros
labios, otros cuerpos... Quizá enredándose en historias, conociendo personas... Quizá todo el
ruido de la noche podía aturdirlo un poco, atontarlo, distraerlo de ese dolor que le helaba y le
sacaba el aliento.
Louis se acomodó a su lado, finalmente le dio el abrazo que Zayn esperaba. Hundió la cabeza en
su cuello, respiró aire hirviendo sobre su piel.
-Me haces cosquillas -rió Zayn entre lágrimas, pero Louis se hundió más fuerte.
Pasaron varios segundos de silencio en la habitación, la respiración de Louis se hacía cada vez
más real en su cuello, y justo cuando Zayn se estaba peguntando qué pasaba, sintió el beso tibio,
la humedad de sus labios justo debajo de la oreja.
-Woah, woah -dijo y se alejó de golpe del abrazo de su amigo.
Louis lo miraba fijamente, con la misma expresión pícara de siempre -la misma con la que le
sonreía a aquel tipo del bar la noche que había engañado a Niall-, con la boca ensanchada

en una sonrisa burlona. Tenía los ojos rojos todavía, pero no parecía culpa del humo.
-Vamos, ¿No dijiste que un par de camas te harían sentir mejor?
Era Louis el que hablaba, pero no parecía él. Eran los gestos, y la sonrisa, y la mirada, y la actitud
de que se vaya todo a la mierda, no me importa, pero no era él, no del todo.
-No quise decir la tuya -retrucó-. Somos amigos.
Louis puso los ojos en blanco y se acomodó en frente suyo, procurando cubrirse con la toalla para
no incomodarlo (como si Zayn no estuviera lo suficientemente incómodo ya).
-Exactamente -explicó, encogiéndose de hombros. Sonaba como Louis, pero no, no era él, se dijo
Zayn-. Así podremos follarnos hasta que se nos acaben las horas, y los dos sabemos que no se
volverá confuso ni... Raro. Y no nos sentiremos tan para la mierda como cuando nos acostamos
con cualquiera, creo. -Zayn le miró la boca, los labios que se contorneaban en una sonrisa que
jamás le había visto dirigida a él-. Además, ¿dónde vas a conseguirte a un hombre tan guapo?
Zayn se rió, pero no dijo nada.
Lo peor es que sabía que ese silencio decía mucho más de lo que él desearía, porque significaba
que lo estaba considerando y Louis sabía muy bien que una vez que lograba hacerlo dudar, lo
tenía ganado. Era su táctica, la que usaba con hombres, con profesores, con jefes, y con Zayn.
Si tan solo pudiera juntar las palabras, escupirlas... Decirle que no, que era una idea estúpida,
que deje de arquear la ceja así o de lucir tan feliz porque él jamás, jamás, se acostaría con él. Si
pudiera decirlo todo terminaría ahí, y Louis no se acercaría a él, ni le besaría la boca, ni lo tocaría
en lugares que él jamás se imaginó que Louis lo tocaría. Pero no había forma de armar la frase.
Las palabras se le escabullían, y mientras Louis se acercaba, con los párpados pesados, y la
boca húmeda y abierta para él, lo único que podía escuchar era un zumbido y el palpitar de su
corazón.
Cuando sus labios se encontraron, podía escuchar la voz de Louis en el fondo de su cabeza,
como si fuera su conciencia: a la mierda todo. Zayn abrió la boca también y acercó su cuerpo en
un abrazo, y mientras lo mordía y lo lamía podía ver, aún con los ojos cerrados, la sonrisa
orgullosa de su amigo.

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Capítulo 5: La Culpa

Así que ese era Harry. Ese chico sentado ahora en el pórtico de su casa era él, ese que mentía,
que miraba a los ojos a Liam cuando le decía que todo estaba bien, que había estado un poco
mal por la escuela, pero que nada pasaba ("en serio, Li").
Ese que había engañado a su novio, aunque siempre creyó que sería incapaz de hacerlo. El que
aún hoy fantaseaba con Louis, con su cuerpo, con su boca. Ese que aunque quería a Liam,
aunque lo adoraba, y sabía que lo que había hecho estaba mal, y que debería decirle la verdad,
se conformaba con abrazarlo y susurrarle al oído "yo también te extrañé".
Mierda. Ese era Harry.
Ese monstruo era Harry, y sin embargo Liam lo miraba aún como si fuera todavía ese chico un
poco ingenuo que quería parecer más maduro haciendo comentarios sarcásticos. Sus ojos
marrones de cachorrito le desnudaban el alma y aunque Harry sentía que cada mentira que había
dicho se derrumbaba con su mirada, Liam seguía allí, intacto, inmune a la culpa y la vergüenza.
Harry sentía que podría estar gritándole todo lo que ocurrió en ese tiempo, todo lo que había
ocurrido desde el cumpleaños de Zayn, y Liam aún le diría que lo amaba, y que le había hecho
falta, y le besaría los labios con ternura haciendo de cuenta que no notaba como Harry evitaba
devolverle el beso.
Y ese, pensó Harry, ese era Liam.
Después de que terminaron de hablar, y cuando el silencio empezó a volverse muy obvio, Liam
invitó a Harry a tomar un café. Se pusieron de pie y se sacudieron los jeans, percudidos de tierra
por llevar horas

sentados en la entrada. Caminaron tomados de las manos, pero a una distancia prudente, como
si sus cuerpos todavía no se adaptaran a esa vuelta a la rutina.
La mano de Liam, pensó Harry, era tibia, grande, firme. La propia, en cambio, se aflojaba cuando
él dejaba de prestar atención, sus dedos se soltaban y era más como si Liam lo estuviera
agarrando a que como si se tomaran de las manos. Era difícil porque o Harry se concentraba en
la mano o se concentraba en la conversación, pero la mayor parte del tiempo se olvidaba de las
dos cosas, y terminaba caminando en silencio, pensando en la horrible persona que era, en que
había engañado a su novio, en que Louis besaba bien y en Louis. Simplemente en Louis.
Cuando recordaba en donde estaba, eso sí, y aunque era difícil volver a la conversación, decía un
par de palabras, apretaba la mano de Liam en la suya y lo acariciaba torpemente con el pulgar, a
modo de caricia y disculpa.
El abrazo de Liam llegó repentino, lo asustó un poco. Estaban en mitad de la vereda, Harry
acababa de apretar su mano después de darse cuenta por décima vez que lo había soltado, y
Liam lo tironeó hasta hundirlo en su abrazo. Habían pasado apenas algo así como un mes, quizá
unas semanas más, pero Harry se sentía un poco más alto, como si ya no cupiera tan
cómodamente en el cuello de su novio. Aún así era lindo, sentir su olor, cerrar sus ojos, sentir los
dedos de Liam acariciando su espalda y su cuello mientras le murmuraba un centenar de
preguntas y promesas.
-¿Estás bien, Haz? -preguntó por vigésima vez.
-Claro, Li -mintió

Harry de nuevo.
Luego la caricia de sus labios en la mejilla, y los dedos navegando entre sus rulos, y Harry que
realmente no quería mirarlo a los ojos pero Liam lo obligaba, alejándolo suavemente por los
hombros, levantándole el rostro con un torpe mimo de frente con frente, y sonriendo así tan
generoso como siempre.
-¿Seguro? -insistió-, sabes que te amo, que puedes decirme cualquier cosa.
Ugh. Otra vez le ardía la garganta y las lágrimas que se agolpaban en los ojos eran como agujas
heladas.
-Claro que lo sé... -asintió. Corrió la cabeza, se soltó de sus brazos, y con un poco de torpeza
volvió a tomar su mano.
-Entonces suéltalo. ¿Por qué no me dices que pasó? No soy -Liam suspiró, frustrado-. Sé que
estás mintiendo, te conozco demasiado.
A Harry le quemaba no sólo la garganta sino la sangre también, y cada vena, y cada latido del
corazón. Le quemaba Liam, su mirada, su sonrisa tan franca, y el modo en que sus dedos no lo
soltaban nunca, no se distraían ni por un segundo.
-Estoy bien -juró.
Los ojos marrones se cerraron, y luego vino un suspiro, y después de eso la sonrisa de siempre y
una conversación distendida, que esta vez le resultó a Harry más fácil de seguir.
Hablaron de la escuela y de la universidad, de los exámenes, del nuevo cd de esa banda que a
los dos les gustaba (la única en la que compartían gustos, honestamente) y como Harry había
logrado finalmente pasar ese nivel tan difícil del juego que jugaban. Liam le contó que tenía un
trabajo de medio tiempo ahora, en un Starbucks del centro,

y Harry le dijo que estaba buscando trabajo también, porque quería tomarse unas vacaciones
después del colegio, antes de empezar la universidad.
Para cuando llegaron al bar ya no caminaban de la mano, pero iban más cerca el uno del otro.
Harry sonreía, aunque se sentía para la mierda, pero no se sentía falso. De hecho era la sonrisa
más genuina en las últimas semanas.
Liam lo invitó a pasar empujándolo suavemente por la cintura, y buscaron una mesa desocupada
al otro lado del gran salón. Estaban yendo por costumbre a la esquina más oculta del lugar: desde
que eran adolescentes, solían ir a los lugares donde menos personas pudieran verlos, por una
cuestión de supervivencia, por así decirlo. Cuando llegaron allí, los recibió el "hola" tímido y
nervioso de Zayn y Niall.
-¡Hey! -saludó Liam, contento, aunque incómodo. A Harry le temblaban las rodillas, como si todos
supieran lo que hubiese ocurrido y estuvieran a punto de contárselo a gritos a Liam.
Pero Niall sonreía francamente, y hasta se puso de pie para darle a Harry un apretón de manos y
unas palmadas en la espalda.
-Que gusto verte, viejo -dijo con su acento irlandés más acentuado que de costumbre.
Zayn no parecía tan contento de verlo, y a Harry no le sorprendió. Era amigo de Louis, muy
cercano a él, y seguramente sabía mucho más que el irlandés. Además, nunca se habían llevado
particularmente bien, como sí con Niall. Algo en la expresión de su rostro le decía que no
aprobaba ese reencuentro, y Harry no podía culparlo.
-Así que recuperaste a tu novio, ¿eh? -bromeó golpeándolo

en el brazo amistosamente. O no tan amistosamente.


-Sí, sí -respondió Liam un poco incómodo, y se rascó el cuello, evitando no sólo la mirada de
Zayn sino la de Harry también.
-Apuesto a que tienes una buena excusa -Mientras más Harry miraba el rostro de Zayn más
notaba su sonrisa tensa, su mirada acusadora. Sabía, tenía que saber-. Desapareciste por un
mes y medio, ¿qué pasó? ¿Apocalipsis zombie? ¿cólera?
-Zayn -El llamado de calma del irlandés no sirvió de mucho. Zayn seguía hablando y a Harry le
temblaban cada vez más las rodillas: si se sacaba de quicio soltaría la verdad allí mismo y.... No
podía pensar en eso, en el rostro decepcionado de Liam, en el "te lo dije" de Niall, en la
vergüenza.
-No, no, ¿qué pasó? Dilo -continuó el moreno-, ¿cuál es tu excusa? ¿te perdiste en la selva?
¿mágicamente no tuviste señal telefónica todo este tiempo?
-Basta, Zayn -Fue Liam quien finalmente lo detuvo. Había puesto la voz firme y sacado pecho, y
la mirada de Zayn titubeó un instante. Después puso los ojos en blanco, y soltó un suspiro.
-Sólo digo que el crío es afortunado de que lo hayas esperado -balbuceó. Niall troneó de su
camiseta, obligándolo a sentarse-. Está bien, está bien.
Hubo por un momento, un silencio incómodo. Después, Harry habló, intentando sonar tan firme
como podía, intentando que el temblor de sus piernas no se tradujera en un temblor de su voz.
-Lo sé, ¿okay? -admitió, sin quitarle los ojos de encima a Zayn. Era la primera vez que no mentía
en lo que iba del

día, al menos de cosas importantes. Era la primera vez que lo que decía salía del fondo de su
corazón, y lo más parecido a una disculpa que podía expresar en palabras-. Sé que me comporté
mal este tiempo y que probablemente no merezco una segunda oportunidad, pero... Es Liam. Y
voy a tomarla, porque... -agachó la mirada y susurró-: Es Liam.
Porque Liam era la única persona que lo hacía sentir un poco mejor cuando todo andaba mal, y
porque le daba las mejores caricias, y los mejores consejos, y porque tenía ese modo de sonreír
que era un poco tonto, pero tierno a la vez, y porque lo extrañaba, en serio lo extrañaba. Y sí, era
egoísta, y sí, no lo merecía, pero ¿cómo podría pedirle alguien, cualquier persona, que se
rehusara a él?
Escuchó el ruido de un golpe seco -la mano de Niall sobre la cabeza de Zayn, aparentemente.
-Bien hecho Zayn -reprochó Liam, y tomó la manga de Harry. Lo arrastró suavemente hasta una
mesa bastante alejada, no tan oculta del local, pero sí de los otos muchachos.
Harry se sentó donde Li le dijo que lo hiciera, y lo miró a los ojos, porque era más fácil ahora.
-Mira, Styles -lo regañó, y Harry sonrió porque se sentía famliar. Sus manos se encontraron arriba
de la mesa y cerró los ojos, disfrutando esa caricia de Liam que era su preferida, ese pellizque
tímido y constante-. No quiero oír que vuelvas a decir algo así, nunca.
Pero es verdad, Li, pensó Harry que debía decirle, soy una persona horrible. Te mentí, te engañé,
te lastimé, te ignoré. Lo peor es que

aún pienso en él, y estoy aquí contigo, haciendo de cuenta que me hiciste falta, y que te deseo
y... Sólo estoy aquí para sentirme un poco mejor, para que quizá tus besos y tus caricias me
distraigan de él y su recuerdo, y a lo mejor con el tiempo pueda olvidarme de esa persona que
soy, aunque siempre pensé que no. A lo mejor quedándome contigo, negándome a ese impulso,
logre convencerme otra vez de que soy un buen chico, de que te merezco a mi lado, de que no
soy una mierda de persona. No dijo nada de todo eso.
Fue Liam quien habló, y sus palabras como bálsamo, aunque lo hicieron llorar, lo calmaron un
poco.
-No sé qué pasa por tu cabeza -dijo-, pero eres un tipo maravilloso, ¿sí? Y te lo digo yo que te
conozco demasiado, que sé cuándo mientes y también cuándo dices la verdad, y Harry, sé sobre
todas las cosas que eres la persona más dulce, más amable, más generosa, que conocí, y lo que
sea que pase por tu mente... Sólo recuerda, todos se equivocan. Eso no te hace una mala
persona.
x
Las cosas definitivamente no iban bien pero cada vez que alguien hacía la pregunta de siempre,
tanto Harry como Liam mentían. Había gente que no les creía del todo, Anne, por ejemplo, que
los escuchaba discutir en el cuarto, y le veía a su hijo los ojos hinchados del llanto a veces
cuando volvía de la escuela. Pero a gente como a Ashley, o Stan, mentirles era un poco más fácil.
Es más, con ellos las cosas no iban sólo bien, iban excelentes -quizá ellos tampoco le creían pero
al menos no tenían argumentos para hacer preguntas más insidiosas.
Siendo

justos, no era todo negativo. Se peleaban más seguido, eso era cierto, y había montones de llanto
innecesario; pero aún se querían, tanto para tragarse las lágrimas y hacer de cuenta que todo iba
de maravillas unos minutos después de la última pelea. Además, las cosas empezaban a mejorar
(se repetía Harry): habían logrado salir juntos un par de veces sin discutir ni una vez, y habían
vuelto a hacer el amor, o algo así.
Esa tarde cuando sonó el teléfono de Liam, no habían peleado ni una vez. Quizá por eso Harry no
fue tan precavido como siempre, y ya que era Niall y sólo él, ¿qué daño podía hacerles que los
dos lo acompañaran al cine?.
-Es una película infantil, van a pensar que soy un pedófilo si voy solo -Liam sonrió mientras
miraba a Harry, con el celular en altavoz en el aire entre ellos.
-Pues, tendremos que parecer pedófilos los tres juntos -respondió y Harry le devolvió la sonrisa.
No se vistieron demasiado, sólo se pusieron algo de ropa limpia y planchada. En el camino al cine
pasaron por la casa de Liam a buscar algo de dinero y mientras esperaban el bus se tomaron de
la mano. Se sintió raro, en el tacto de Harry, como si fuera la primera vez. No estaba mal. No
estaba bien, tampoco.
Llegaron al cine pocos minutos antes de que empezara la película, y Niall los esperaba en la fila
asombrosamente sosteniendo por su cuenta dos baldes de palomitas, una gaseosa y las entradas
para la película.
-Vienen gaseosas con sus entradas también, vayan a buscarlas -explicó.
Liam fue a buscarlas y Harry se quedó

a esperar en la fila con Niall. Tomó un balde de palomitas y empezó a comer demasiado rápido
como para que fuera sólo hambre.
-Woah -dijo Niall conteniendo la sonrisa-, cálmate. Deja algo para la película.
Harry sonrió, con los cachetes llenos de palomitas y agachó la mirada. Después de tragar, habló.
-Lo siento -Enseguida buscó cambiar de tema (cualquier cosa antes de que Niall le preguntara a
qué se debía su ansiedad)-: ¿Cómo estás?
-Muy bien, gracias por preguntar -respondió burlón Niall ante el tono formal de la charla.
Su intento de seguir la corriente a Harry falló. Siendo justos, tenían una breve historia que
involucraba alcohol y bares y música, y eso de la seriedad se sentía fuera de personaje para
ambos.
Rió estruendosamente y le hizo un coscorrón como si eso ayudara a soltarlo un poco. Él también
se metió un puñado de palomitas en la boca.
-¿Cómo estás tú? -preguntó, mientras Harry se acomodaba los rulos.
La pregunta lo tomó por sorpresa, y aunque despegó los labios no supo que decir. Por suerte,
Liam apareció justo en ese momento, con dos gaseosas y una sonrisa inocente en el rostro, y
para alivio de Harry ya no hubo conversaciones que pudieran llegar a lugares incómodos. La
mirada de Niall, igual de confundida como de curiosa, pronto dejó de fijarse en él. Enseguida se
abrieron las puertas de la sala, y entre carcajadas y comentarios -de la película y de la mirada
curiosa de los niños que no entendían que hacían tres adultos allí-, el rubio no volvió a hacerle a
Harry

una pregunta igual de peligrosa.


Además las risas, el ambiente relajado, calmaron un poco a Harry. Lo distrajeron, de los
pensamientos incómodos que últimamente le ocupaban la cabeza. Estaba tan relajado que
estaba seguro de que si alguien le preguntaba cómo estaba ahora, podría decir: "muy bien", sin
sonar sospechoso.
Quizá tenía que ver con que su mano poco a poco se acostumbraba a la de Liam, o con que la
película era de hecho muy buena, y lo hizo reír a carcajadas. Quizá tenía que ver con Niall, que
era tan amistoso y relajado como siempre, con que Harry pudo descartar sin ninguna duda el
tonto temor que tenía de que Louis hubiese contado lo ocurrido a todo el mundo. Quizá se lo
había contado a otras personas, quizá se lo había contado a Zayn, pero Niall no sabía, y Liam
tampoco. Y eso, aunque lo tranquilizaba, lo hacía sentir un poco angustiado. A Harry nunca le
había gustado mentir.
No tuvo tiempo de pensar en esas cosas tristes, en si estaba bien o mal lo que había hecho, en si
debía decirlo, o disculparse, o hacer algo. La película terminó y mientras salían apretados de la
sala, Niall dijo:
-¡Vamos a mi casa! A jugar al PES -y honestamente, eso sonaba mil veces mejor que irse los dos
solos y terminar discutiendo, o llorando.
Niall vivía en un departamento compartido con cuatro chicos más. Había sólo una alcoba con dos
camas cucheta y un colchón en el piso, pero Harry y Liam sólo lo vieron al llegar, durante el
brevísimo recorrido al departamento que se hace cuando llegan visitas nuevas. Después se la
pasaron

en la sala, tomando improvisadísimos cuba libres, y jugando a la play station que seguramente
valía más que el resto de los muebles en esa casa juntos.
De los dueños de casa sólo había dos, Niall y Owen, un chico irlandés de acento muchísimo más
cerrado que Niall, y que mientras más bebía, menos se le entendía. El resto de los chicos habían
salido -y a opinión de los otros dos, era bueno, porque odiaban las visitas y eran un poco
insoportables. Harry no dijo nada, pero pensó que si él viviera en un lugar tan pequeñito, tampoco
le gustaría tener gente en la casa a todas horas.
-¿Tienes algún amigo heterosexual, Ni? -preguntó frustrado Owen, después de que Liam le dijera
"¿Te preparo otro, cariño?" a Harry. Y quizá todos estaban tan ebrios como él, porque
sorprendentemente, le entendieron, pese al oscuro acento-. Realmente le tenía fe a este-protestó.
-¿Le tenías fe? -exclamó indignado Niall-. ¿Recuerdas que yo también soy gay, verdad? Dios
mío, esto es ofensivo -protestó. Harry estalló en carcajadas.
-No soy tan gay -explicó Harry encogiéndose de hombros-, no me gusta la comedia musical ni...
Iba a continuar hablando pero la mirada de reproche de su novio le ganó una sonrisa. Adivinó la
frase justo antes de que la dijera.
-Eso es tan homofóbico.
Harry y Niall se rieron, y hasta Owen que no entendía del todo. Y Harry estaba tan ocupado
recordándole a Liam que ya había tenido esa conversación, y que él no podía ser homofóbico
porque era gay ("No tan gay" se burló Liam en respuesta) que

no prestó atención a que habían golpeado la puerta, y que Niall había ido a abrir.
-Hablando de gay-dijo Owen mirando a la puerta-: ¿Qué hacen maricones? -saludó.
-Puedes llamarme maricón después de que me ganes un partido de PES, Owen -retrucó Louis
mientras se sacaba el saco y lo colgaba en el perchero. Cuando finalmente levantó la mirada para
saludar, se quedó tan paralizado como Zayn, que iba detrás de él.
Fue apenas un segundo, no más que eso. Harry y Louis estaban quietos, no se movían, apenas
para respirar. Sus miradas se habían encontrado y Harry podía adivinar que al menos en ese
momento los dos pensaban exactamente en lo mismo: en esa tarde en la biblioteca, en ese beso,
en ese...
Cuando Harry tragó saliva, el segundo que pareció inexplicablemente largo, terminó. Louis siguió
caminando, saludó a los tres con un apretón de manos, y le hizo un coscorrón a Owen mientras le
decía que si seguía juntándose con gays terminaría cambiándose de equipo.
-Es contagioso, ¿sabes? -explicó fingiendo ser sombrío.
Zayn se quedó hablando un segundo con Niall en la puerta, antes de pasar, pero el irlandés en
seguida lo obligó a quedarse al grito de:
-No pueden irse, recién llegan.
-Sí, quédense -dijo Liam, y miró a Harry. Sabía que buscaba un comentario amable, porque Zayn
probablemente querría irse después de aquel encuentor incómodo en el café, pero no tenía voz
así que solo se conformó con asentir. Liam volvió a mirar a Zayn -: Recién llegan.
Zayn se mordió el labio antes de responder. En otro momento Harry se hubiese

puesto celoso, porque en principio, por qué a su novio le importaba tanto que ese chico esté allí,
después de lo que había ocurrido en el café (aunque Harry hubiese hecho lo mismo en su lugar),
y porque había algo en el modo en que Zayn miraba a Liam que no era simplemente amistoso.
Pero Harry no podía notar eso, estaba demasiado ocupado mirando a Louis por el rabillo del ojo.
-No, es que... Veníamos a invitarlos al bar, pero si ustedes están jugando a los videojuegos... -
intentó disculparse, y Louis (Harry pudo verlo), puso los ojos en blanco, seguramente pensando
que esa era la excusa más tonta que jamás alguien hubiese inventado. Harry estaba de acuerdo.
-En realidad -habló Louis-, veníamos a fumar un poco con Niall y mi amigo Owen, el neanderthal.
Pero hay niños presentes así que supongo que será otra vez.
Harry se acomodó en el sillón, un poco ofendido. No se caracterizaba por ser un mojigato, y ya
habían fumado en frente de él varias veces -hasta Liam fumaba en frente de él ahora que ya
sabía la verdad.
-Pueden fumar en frente mío -protestó-: No tengo doce.
En seguida se arrepintió porque aunque juraba que no era eso, lo juraba, sonaba como si les
estuviera pidiendo por favor que se queden, como si se lo estuviera pidiendo a Louis.
-Trece es todavía muy joven para la hierba -bromeó Louis, tan estruendoso como la primera vez
que lo conoció, igual de empedernido en no mirarlo a los ojos.
A Harry realmente le molestaba eso. Estaba a punto de explicarle que tenía diecisiete, ni doce, ni
trece, cuando

finalmente entendió el porqué del revuelo. Miró a Liam, un tanto confundido. Harry quizá no era
mojigato, pero había sido un poco ingenuo.
Podría habérselo preguntado en voz alta, pero ya sabía la respuesta y además sólo lograría
ganarse más carcajadas y burlas. Estaba un poco sorprendido, eso seguro; quizá un poquitín
decepcionado: no porque su novio fumara marihuana, sino porque la hubiese probado antes que
él. En cierto sentido estaba convencido de que él era el aventurero de la pareja.
-¿Y qué ya no pueden pasar una noche sin fumar? ¿Así de dependientes son? -preguntó Niall
mientras sacaba los almohadones de un viejo sillón en la esquina, salvando a Harry al apuro de
tener que responder-. Son como Sid y Nancy.
-Excepto que nosotros no estamos saliendo -le recordó Zayn y se trepó al sillón que Niall acababa
de preparar para ellos.
-No, sólo se meten las lenguas hasta la garganta, ¿verdad? -retrucó entre risas, y procedió a
llenar a Owen con los detalles de una fiesta hacía unas semanas en donde los descubrieron
besándose, y confirmando finalmente los rumores de que algo pasaba entre ellos últimamente.
-No sólo las lenguas -interrumpió Louis, mientras se acercaba al sillón con una botella de ron por
la mitad y se sentaba al lado de Zayn.
Owen hizo un exagerado ruido de desaprobación, mientras Liam ponía los ojos en blanco y
meneaba la cabeza de lado a lado. Hasta Niall se reía del desagradable humor de Louis, pero a
Harry las risas le llegaban como un eco.
Precisamente, nunca había tenido menos

ganas de reír euqe en ese momento. La sensación era precisamente la opuesta: como si el
cuerpo entero se le comprimiera y un sabor horrible, como de vómito, se le hiciera en la lengua.
Se sentía para la mierda.
Debería estar aprendiendo a controlar sus reacciones, porque aunque él sentía que todos los
colores habían desaparecido de su rostro, Liam no estaba haciendo eso que hacía siempre: ese
"¿estás bien?" con las cejas fruncidas como de cachorrito. Harry le agradeció en silencio por eso.
Prefería que todos se olviden de que estaba allí, que lo ignoren un buen rato, el suficiente para
que el corazón le vuelva al pecho y se le fueran esas ganas de vomitar. De hecho, mejor aún si
dejaban de hablarle en toda la noche, cualquier cosa era mejor que esa situación extraña, que
esa cotidianeidad dolorosa.
Porque lo que más le molestaba a Harry de todo -y eso que la idea de Louis con Zayn le
molestaba demasiado-, era la forma en la que todos hacían de cuenta que nada pasaba. La forma
en la que Liam sonreía ante sus chistes como si hubiese algo risible en toda la situación. Como
Owen le pasaba un joystick a Louis que estaba sentado en la falda de Zayn, como no intentaba
sacarlo de allí porque estaba mal, porque era raro, porque no pertenecía allí.
Sobre todo le molestaba la forma en que Louis lo trataba, como si esa tarde en la biblioteca no
hubiese sucedido, ni esa tarde ni la noche en casa de Stan, ni ese recital de Niall. Preferiría que
no le hablara, preferiría que hubiese odio en su mirada, o el desprecio más repulsivo. Todo
menos esa indiferencia exagerada,

que le hacía dudar si acaso todo lo que él recordaba había pasado, porque no había forma en
que Louis pudiera estar tan campante si ese beso había sido real, si en serio se había arrodillado
a sus pies en el baño de la biblioteca y lo había mamado de un modo obsceno y precioso que
Harry no había podido olvidar jamás.
La escena le generaba tanta ansiedad que tomó el teléfono y se excusó afuera simulando una
llamada de su madre. Mientras se escabullía al pequeñísimo patio escuchó la voz de Louis, alta,
ruidosa:
-¿Está preocupada porque no tomaste tu siesta? -Pero Harry no se detuvo a responder.
Cerró la puerta y se sentó arriba de una mesa un poco vieja, debajo de la cual había montones de
botellas de cerveza, algunas llenas y otras vacías, y algunos artículos de limpieza que estaban
sucios de tierra en las tapas.
Podía escuchar los murmullos del otro lado de la puerta, la gente hablando bajito, para que Harry
no oyera. Quizá estaban hablando de él, quizá Louis estaba contando todo lo que pasó, pero a
Harry no le importaba realmente. Le importaba como Louis se sentaba en la falda de Zayn y como
cada vez que el moreno le murmuraba algo al oído sonreía mordiéndose el labio. Le importaban
los murmullos entre ellos, el "las lenguas y algo más" y la forma en que los ojos de Louis brillaban
mientras hacía a todos reír con ese bocadillo. Le importaba que nadie más que él viera lo mal que
estaba esa escena, lo poco que encajaban el uno con el otro; parecía una herejía, no debían
estar así, tan juntos. No pertenecían juntos, no se mezclaban.

Y realmente necesitaba que alguien se los dijera, porque no podía hacerlo él, porque era
demasiado riesgoso.
Después de algo así como media hora, la puerta del patio volvió abrirse.
-Sabía que no podías seguir hablando por teléfono -dijo Louis con los ojos cansados y la sonrisa
fácil. Se veía lindo. Borracho, pero lindo. Sus ojos brillaban por el alcohol y la luz de la luna
reflejándose en ellos. Eran una de las pocas cosas que Harry podía ver, la luz del patio estaba
apagada, el resto eran sombras y oscuridad-.¿Qué haces aquí afuera?
Harry no respondió a su pregunta. Lo vio caminar alrededor suyo, sacar de debajo de la mesa
packs de cerveza, intentando cargar la mayor cantidad sin tirar ninguno.
-¿Es tu novio? -preguntó Harry. Louis resopló una risa fingida.
-¿Para qué quiero un novio? Lo único que hacen los novios es engañar a sus novios, ¿no es
cierto? -Sonaba un poco más borracho cada vez que hablaba.
-¡¡No soy así! ¡Yo no...! -Harry apretó los dientes con fuerza para no gritar, después se encorvó
sobre la mesa y se acercó un poco a Louis, lo suficiente para que lo oyera mientras murmuraba-.
Me siento para la mierda, ¿sí? Nunca hice algo así antes, yo no...
Louis sonrió, pero parecía triste. Quizá simplemente estaba muy, muy ebrio. Cuando habló,
susurró tan bajito como él.
-¿Quieres decir que si te lo ofreciera no me besarías de nuevo?
Harry lo miraba a los ojos, pero después de escuchar eso en cambio le miró los labios, las
mejillas bonitas, esculpidas como en mármol, le miró la nariz y de vuelta

la boca, cuando se humedeció los labios con la lengua.


-No dije eso -confesó. Louis se alejó de golpe.
-¿Lo ves? Eres un vil tramposo y... -Louis sacudía la cabeza, buscaba la palabra para describirlo-.
Eres un engañador compulsivo y...
Agarró las botellas torpemente, y estas hicieron ruido al chocarse unas con otras. Estaba yéndose
pero Harry se bajó de la mesa de un salto y lo detuvo.
-No te vayas -pidió. Estaban cerca, tan cerca.
Adentro se escuchaba al relator del PES repitiendo las mismas frases hasta el hartazgo. Owen
gritaba mientras le daba una paliza a Zayn y la música cambiaba una y otra vez, como si Niall
estuviera buscando que canción poner. Afuera no había más ruido que la respiración de los dos,
que el grillo molesto en algún rincón del patio, y los gatos en el techo de chapa corriendo
estrepitosamente.
-No hagas esto -rogó Louis. Cerró los ojos, apretó los párpados con fuerza-. No quiero ser este,
no quiero ser esta persona.
Y aunque estaba borracho -¡mierda!-, triste y exageradamente borracho, lo que dijo fue lo más
inteligente que Harry le hubiese escuchado jamás. Lo entendía a la perfección.
-Yo no soy este tampoco -explicó entre murmullos, acercándose aún más a él. Louis le respiraba
ahora aire caliente y con sabor a alcohol en la barbilla, y sus pelos le hacían cosquillas en la nariz
mientras intentaba ocultar la mirada.
Harry lo tomó por el mentón y lo obligó a mirarlo. Parecía tan pequeño cuando lo tenía tan
cerca...De lejos siempre le parecía más alto, más grande,

más peligroso. Aquí parecía frágil, como un niño.


-Pero no puedo dejarte ir, Louis, por favor, entiéndeme -dijo, casi rogando él tambén.
Louis no se fue, porque quizá entendía lo que quería decirle. Quizá lo entendía porque lo sentía
en el cuerpo también, ese magnetismo que lo atraía a Harry, eso que hacía tan difícil darle la
vuelta y meterse en la cocina donde todo ese sin sentido no tendría lugar.
-Será sólo un beso -juró-. No significa nada.
-Sólo un beso -le concedió Louis y sus ojos azules reflejaron la luz de la luna cuando los abrió
para volver a mirar a Harry. Y esa luz duró sólo un instante, porque inmediatamente los ojos de
los dos estuvieron bien cerrados, con los párpados temblando.
El beso en realidad fue una serie de besos, brevísimos, temblorosos. Nada más que labios y
suspiros, húmedos, encontrándose torpemente. A veces cuando los suspiros no alcanzaban para
controlar la ansiedad, había dientes, también, picoteando los labios del otro desesperadamente, o
las manos de Harry le apretaban la mejilla más fuerte, lo hundían más cerca de él.
Las lenguas lograron quedarse afuera del encuentro, aunque esto requirió mucho autocontrol. Los
dos sabían que si se dejaban llevar por ese beso las cosas terminarían mal, como habían
terminado en la biblioteca, y el estallido de las botellas en el suelo llamaría la atención de los
demás. Eso era lo último que querían.
Así que cuando el beso empezaba a írseles de las manos, los dos se detuvieron, chocando frente
contra frente, respirando agitadamente

para ganar compostura. Harry abrió los ojos y, aunque estaba oscuro, pudo ver los labios de
Louis rosados de besos y mordiscones y se sintió orgulloso.
Lo había marcado, le había dejado gusto a él en los labios y ahora cuando lo mirara sentado
encima de Zayn podría ver algo en esa escena horrible que encajaba perfectamente. Podría verle
los labios besados por él hace un instante, podría recordar esos besos tan justos, que se
mezclaban fluidamente. Se imaginó que cuando le vinieran las náuseas y el asco podría recordar
su respiración caliente, su aliento a alcohol y almendras, y se olvidaría de lo demás.
Se sentía más fuerte, ahora.
-Deberíamos ir adentro -dijo Louis y dio un paso atrás. No sonreía, pero no estaba triste tampoco-
. O saldrán ellos por la cerveza.
Harry asintió, y él también se hizo a un lado.
-Déjame ayudarte con eso" -Sacó unas botellas de encima para que Louis no tirara nada. Cuando
lo tocó, accidentalmente, los dos sonrieron-. Lo siento -dijo Harry, pero no lo sentía, no realmente.
Aunque los dos temían lo mismo, después del beso podían jurar que nada de lo que habían
hecho podía estar mal. Por el contrario, se sentía bastante bien, como si estuviera destinado a ser
así.
x
Lo que Harry estaba haciendo no podía estar bien, de ninguna forma.
Cuando estaba solo, pensando, el estómago se le revolvía de vergüenza, miedo y algo que debía
ser arrepentimiento pero se sentía como mariposas. Se sentía cínico y cruel. El villano de la
película. Y sabía que el papel no le

quedaba, pero por algo seguía haciéndolo, ¿no? Seguía jugando con las expectativas de Liam,
seguía haciendo de cuenta que no pasaba nada, y seguía besándose con Louis cada vez que
tenía una oportunidad.
Su cabeza era un desastre últimamente, y para colmo se acercaban los exámenes, y no podía
retener ni un párrafo de sus odiosos libros de texto (¿cómo se suponía que entraría a sociología
el año siguiente si no podía aprobar la preparatoria?). La frutilla del postre era que Ashley se
había peleado con su chico del momento porque lo había descubierto besándose
apasionadamente con una pelirroja, y escuchar cosas como "bastardo", "imbécil" e "hijo de puta"
dirigidas al chico no le tranquilizaban la conciencia.
-¿Crees que lo perdonarás algún día? -preguntó una vez mientras repasaban en casa de ella, y
Ashley lo miró echando fuego por los ojos.
-¿Por qué querría perdonarlo? Es un asco de ser humano, Haz. Dios, estás estúpido últimamente
-escupió ella y continuó balbuceando insultos para su ex. Harry volvió a sus estudios sin volver a
hablar del tema.
Stan era el que mejor sabía cómo manejar la situación de Ashley, alternaba halagos disfrazados
de consuelos -"Te merecías algo mejor de todas formas"-, con helados y chocolates para
calmarla cuando estallaba en llantos (de bronca, ni siquiera de tristeza). A Harry le caía bien el
chico para ella, y apostaba a que quizá a ella le gustaba un poco él también. Es sólo que tenía
una manía por fijarse en cosas poco importantes, en lo glamoroso de una situación más que en
cómo se siente y si es honesta, entonces

buscaba chicos guapos que le prometían el mundo, y se enredaba en historias de amor


imposibles que siempre terminaban mal. Y era tonto, porque ella actuaba como si esas relaciones
fueran lo máximo a lo que podía aspirar, cuando en verdad era menos, mucho menos de lo que
merecía.
La cosa es que cuando Harry se ponía a pensar en eso, no podía evitar pensar en Liam, en lo
leal, generoso, genial que era, y en la poca cosa que era él a su lado. Sabía lo que debía hacer, y
quería hacerlo hace un buen rato, pero cada vez que estaba a punto de hablar con él algo surgía
y... Harry realmente no quería perderlo, en serio. Liam era todo para él.
No podía imaginar perder a Louis, tampoco, aunque no podría decirse que lo tenía en un primer
lugar. No podía imaginarse sin su boca, sin sus manos, pero mucho menos creía poder sobrevivir
sin esos momentos en los que Louis no decía nada y en los que Harry creía que descubría todo
de él.
La última vez que lo había visto, por ejemplo, había sido un viernes por la noche. Liam y los
chicos estaban en la mesa, y Harry había ido al baño -Louis detrás suyo, apenas unos segundos.
Primero vinieron las cosas de siempre, los "esto está mal" murmurados calientes al oído, los
besos tímidos, precediendo el desorden de caricias y saliva. Era casi imposible creer que Harry
era capaz de convencerlo aunque estuvieran en el baño, aunque Zayn y Liam estuvieran afuera,
aunque a Louis le dieran ganas de llorar de la culpa. Que tuviera ese inmenso poder sobre él y
que después de todo eso, una llamada de teléfono pudiera cortarlo por completo.

Un segundo se besaban desesperadamente, y al siguiente Louis miraba el vacío con una sonrisa
tierna en los labios y el teléfono al oído; su voz parecía la de un ángel cuando hablaba con sus
hermanas.
-¿No deberían estar durmiendo? -las había retado apenas levantó la llamada.
Harry escuchó el tintineo de las risas de las niñas por el teléfono. No estaba espiando, pero era
difícil no escuchar cuando estaban los dos tan apretados en un cubículo tan pequeño. No pudo
evitar sonreír también, al oír el tono agudo burlándose al otro lado de la línea ("¿Qué vas a
hacer? No puedes hacernos cosquillas por teléfono, Boo Bear") y cuando Louis sonreía así, tan
francamente, se le arrugaban las esquinas de los ojos y a Harry le daban ganas de abrazarlo.
Cuando colgó el teléfono, y miró a Harry, sus ojos le adelantaron lo que iba a decirle.
-Creo que debería volver -había dicho, encogiéndose de hombros, disculpándose sin decirlo por
no querer besarlo en ese momento. Entendía a la perfección la sensación, esa culpa que era más
grande que todas las otras. Era lo que sentía Harry cuando Ashley lloraba en su hombro,
insultaba al otro chico.
Harry lo entendía pero lo besó de todas formas. No desesperadamente, no hubo ni saliva, ni
roces, ni manos en lugares inapropiados. Fue un beso débil, tímido, tibio y suave en sus labios,
nada más. Después los dos salieron del baño.
Ahora, Harry creía que podía sobrevivir sin la saliva, y la ansiedad y las erecciones que el de ojos
azules tan bien sabía calmar; pero no se imaginaba que todas esas dudas le queden

guardadas, no poder aprender jamás quién era realmente ese chico: el que cuando hablaba con
sus hermanas parecía al borde de la risa y del llanto, al que se le había puesto la piel de gallina
cuando Harry lo besó tiernamente.
Era egoísta, lo sabía, pero no podía evitarlo. Se odiaba a sí mismo por ser así, y más aún por no
querer cambiar. Se odiaba por mentirle a Liam, a sus amigos, a su familia;por querer siempre un
poco más de Louis, aunque realmente no lo merecía y no estaba en lugar para pedírselo.
x
Liam lo esperaba afuera de la escuela el viernes después de clases, con un paquete de snacks y
la cara cansada, pero feliz.
-¿Terminaste tu monografía? -preguntó Harry al verlo finalmente tan relajado, después de varias
semanas de café y mal humor, y de no responder el teléfono porque no podía encontrarlo debajo
de los apuntes.
-La terminé y la entregué -respondió orgulloso mientras lo rodeaba por el hombro. Harry se
acurrucó en su abrazo, tan tibio, tan protector-. Y planeo disfrutar de este fin de semana lo mejor
que pueda antes de amargarme el lunes con la nota -bromeó.
Cuando Harry se volteó a verlo, sonriente, su novio lo sorprendió con un beso en los labios.
-Apuesto que te fue bien -respondió tímidamente, con el beso picándole en la boca todavía.
Quería rascarse, pero no podía. No quedaba bien.
Liam habló de mil cosas que Harry no entendía mientras caminaban a su casa. Citaba autores, y
se reía de errores que su novio no podía siquiera ver. Parecía encantado consigo mismo -como si
hubiese corrido

una maratón, cansado, pero orgulloso. Harry amaba verlo así, Liam merecía ser feliz.
Cuando llegaron a la casa, Gemma entretuvo a Liam con conversaciones interesantes mientras
Harry se bañaba. Lo gracioso es que había mucha más diferencia de edad entre ellos dos que
entre Liam y Harry, pero parecían más acordes el uno al otro. Pensó sobre eso mientras se
bañaba, mientras se miraba al espejo después y se acomodaba los rulos.
Pensó en lo cerca que tenía a Liam y lo lejos que lo sentía, pensó en que esa tarde cuando lo
besó tuvo que contenerse de secarse los labios. Pensó en que lo adoraba, con locura, en serio,
pero que no entendía quién era él ahora.
Cuando salió del cuarto, Gem se había ido a clases y Liam tomaba el té con su mamá en el
comedor.
-Niall me mandó un mensaje, toca esta noche, ¿quieres ir?
x
Era el mismo bar de la otra vez, ese día afiebrado en el que todo se había ido a la mierda. Louis
estaba allí ese día también, por supuesto, y aunque apenas si lo había saludado, tenía una
sonrisa rara dibujada en los labios y Harry podía jurar que sabía por qué sonreía. Zayn estaba a
su lado, charlando animadamente con Liam hasta que empiece la banda, así que Harry se
entretuvo hablando con una morocha que era amiga de Niall al parecer.
Cuando la música empezó, la misma canción de la otra vez sonó. Le trajo recuerdos confusos,
primero de las fantasías de esa noche, de la mirada de Louis, de su mano actuando casi por
voluntad propia. No quiso mirar a Louis, pero podía jurar que por el rabillo del ojo lo veía sonreír,

apenas mordiéndose el labio inferior.


Harry realmente querría que no hubiese nadie más allí, ni Zayn ni Liam. Y se sintió culpable, sí,
pero no tanto: no quería hundirse en Louis, y besarlo y lamerlo; no quería rasguñarlo, o escuchar
esos murmullos sugerentes en el oído; quería simplemente que el brazo que le rodeaba el
hombro fuera el suyo, que pudiera apoyar la cabeza en su cuello, cerrar los ojos, escuchar a Niall.
No podía sentirse culpable por eso, ¿no?
En todo caso se sentía apabullado, asustado, paralizado de terror. Culpable, eso no.
Bebió dos tragos más de los que debería haber bebido, y dijo un poco en voz demasiado alta: "¿A
casa de Zayn? No es justo", cuando Liam le informó que terminarían la noche allí. Intentó
mantenerse alejado de Louis, pero no podía mantener los ojos lejos de él por mucho tiempo.
Hasta Niall lo notaba, y le dedicaba esas miradas que bien podrían llamarse tristes, o
decepcionadas -no estaba seguro, el alcohol le nublaba el juicio.
El sillón estaba del lado opuesto de la sala que la vez pasada que Harry estuvo allí, y la campera
verde de Louis estaba arriba del desayunador cuando llegaron. Eso le molestó a Harry,
demasiado. Tanto que cuando Liam le pasó la lata de cerveza le dio un sorbo tan largo que
despertó de parte suya una mirada curiosa.
Minutos después Niall intentaba entretenerlo (era bastante obvio) para que Harry no hiciera eso
de mirar a Louis como si estuviera hecho de hadas y mariposas, mientras Liam hablaba con Josh.
Zayn se acercó a Louis, le murmuró algo al oído. El castaño

sonrió, alegremente, y Harry suspiró de un modo tan pesado que sintió como si un trozo de
pulmón le subiera por la garganta. Sentía el pecho más vacío, de golpe, al ver a Louis irse lejos
de su vista con Zayn.
-¿Es bueno? El chico, este, Zayn -balbuceó lentamente sin quitar la mirada de la puerta en la que
habían desaparecido.
-¿Cómo es eso de tu incumbencia, Harry? Vamos... -lo regañó Niall, finalmente diciendo en voz
alta algo de todo lo que pensaba-. Esto se te está yendo de las manos, deberías...
Detenerte.
Eso había querido decir Niall, y Harry lo sabía. Como si no lo hubiese intentado. Se llevó las
manos a la cara, y se masajeó el rostro, los párpados, cansado. Estaba a punto de decir algo
tonto, de lo que se arrepentiría -"Es que no puedo, Niall, no sabes lo rica que sabe su boca"-,
cuando la voz de Liam al oído lo distrajo.
-Voy al kiosco, ¿quieres algo?
Harry se quedó quieto un momento, sin decir nada, mirando sus ojos de almendra y su boca de
labios gordos.
-Nada, bebé. Estoy bien -respondió, y Liam lo besó tímidamente antes de irse.
Desapareció por la puerta principal con Josh, que le prometió un millón de chocolates al irlandés
mientras se ponía la chaqueta.
-¡No lo dejes manejar, Liam! -gritó el rubio entre risas al ver a Josh caminando torpemente,
chocándose las cosas. El chico tenía algo así como fobia al escenario, y solía apaciguarla con
tragos fuertes antes de tocar. Eso y las cervezas después, no era una buena combinación.
-¡No lo haré!

No te preocupes -Se oyó la voz divertida de Liam desde el pasillo.


La pequeña reunión continuó como si nada, algunos charlando, otros bailando torpemente al
ritmo de la música, otros encerrados en el dormitorio y otros mirando la puerta ansiosamente,
esperando por verlos salir.
-¿Por qué rompieron tú y Zayn? Nunca me contaste -Cuando Harry insistió con la pregunta, Niall
puso los ojos en blanco y dio un último sorbo a la lata antes de responder.
-Porque no es importante, Harry, en serio, esto es tonto.
-Es que quiero saber, en serio -rogó, y se enderezó en el sillón intentando parecer sobrio (un
intento fallido, obviamente)-. ¿Es un buen chico?
-Un "buen chico" -rio Niall, de algo que Harry no comprendía en absulto-: es un gran chico.
Harry seguía en silencio, esperando una continuación. Quizá el irlandés también había bebido
demasiado, porque no era una buena idea abrirse cobre eso con Harry, darle argumentos para
armar una novela en su cabeza en la que él era el caballero blanco que tenía que rescatar a Louis
de algún escenario decadente.
-Sólo, cometió un tonto error.
-¿Qué error? -insistió Harry.
-Él como que... Uhmm -Se rascó la cabeza-, se acostó con otro chico.
-¿Y tú lo perdonaste? -murmuró Harry, sin quitar la mirada de su regazo.
-Bueno, no volví con él -respondió el rubio, sonaba a la defensiva.
-Pero estás aquí. Son amigos -lo interrumpió-. Lo perdonaste.
Levantó la mirada, y Niall lo miraba con una expresión confundida.
-Pero él

es malo... Hizo algo mal, ¿no lo odias?


El rubio frunció el ceño. Harry no entendía del todo por qué, pero parecía ofendido. Era raro,
porque él sólo quería explicarle que no merecía ser tratado así, que Liam no merecía ser tratado
así, y ¿cómo podría cualquiera de los dos perdonarlos? Niall rodó los ojos y Harry supo que era
ahora o nunca, que si había alguien que podría responder a la pregunta de su conciencia era
Niall, en ese momento.
-¿Por qué?
Lo dijo y la voz le salió apenas quebrada. Sabía que se veía frágil y perdido, porque Niall lo
miraba con cierta ternura ahora, quizá tristeza.
-Porque lo entendí, supongo-explicó-. No estuve de acuerdo, y me dolió hasta la médula, pero
entendí cómo se sentía. Porque me lo dijo.
-¿Te dijo que te engañó? -preguntó Harry, sorprendido-. ¿No tuvo miedo? De perderte...
-Nos habíamos perdido el uno al otro hacía un buen rato -respondió Niall, un tanto triste y
nostálgico-. Simplemente no queríamos admitirlo.
Cuando volvió, Josh le borró la mirada triste al rubio con chocolates, chistes bobos y murmullos
en el oído. Liam le trajo un chupetín a Harry que le pasó a escondidas porque todos se burlarían
si los descubrían (como si no hicieran suficientes chistes sobre la edad de Harry de por sí) y
cuando Harry lo saludó con un beso había gusto a cigarrillo en su aliento.
Eso no fue lo definitivo, pero sí lo que despertó la idea en la cabeza de Harry. Recordaba lo que
había dicho Niall, hacía apenas unos minutos -que él y Zayn no se tenían el uno

al otro hacía un buen rato-, y podía identificarse con eso. Lo entendía porque este Liam no era su
Liam. No era el chico que le daba clases de apoyo de matemática y que siempre podía pasar los
niveles de videojuegos en los que Harry se trababa.
Este chico hablaba de cosas que no entendía, tenía otro sentido del humor, se reunía a fumar con
sus amigos universitarios y cuando iba al kiosco a comprar golosinas volvía y lo besaba con
aliento a cigarrillo. No era mejor, no era peor, pero definitivamente no era suyo. Por primera vez
en muchos meses sintió que quería estar cerca de él. Quería abrazarlo, y besarlo, y tocarlo,
porque muy en el fondo supo que quizá esa sería la última vez que podría hacerlo. Aunque al que
anhelara un poco todavía fuera al otro, aunque este Liam hacía tiempo que era algo así como un
extraño. Tomó su mano, y le balbuceó canciones. Hizo lo imposible para hacerlo reír, y cada vez
que Liam cedía, y le regalaba una sonrisa, Harry intentaba memorizarla, para poder guardarla en
su cajón con todas las notitas con su caligrafía que decían "te amo".
Estaba tan distraído que no se dio cuenta cuando Louis salió del cuarto con Zayn, aunque unos
minutos después cuando sus miradas se encontraron, no pudo evitar sonreírle y dibujar un "hola"
con los labios, que en realidad quería decir un adiós.
Porque Louis no era suyo, tampoco. Sin importar los besos, las miradas, la forma en que le
devolvió el "hola" murmurado, tierna y amablemente. Louis no era suyo, y no le correspondía a
Harry reclamarlo.
Una hora después, cuando

la gente empezó a irse, y ellos decidieron que era hora de partir, Harry le dio un abrazo hondo a
Niall, le besó las mejillas, como si fuera una forma secreta de darle las gracias. Josh protestó y
Liam lo acercó con un coscorrón, desordenándole los rulos, advirtiéndole entre risas que Josh iba
a matarlo si lo besaba así otra vez. Harry sonrió, un poco apenado, pero en seguida se distrajo
porque la remera de Liam olía a jabón de vainilla, porque el abrazo de su novio quizá no era tan
cómodo como antes, pero lo extrañaría de todas formas.
Caminaron varias cuadras antes de que Harry finalmente se detuviera allí, de golpe, en la vereda.
Liam se volteó hacia él un poco sorprendido, al principio sonriendo, pensando que era algo de
borrachos; después un poco preocupado.
-Tenemos que hablar -le dijo Harry con la vista fija en el pavimento.
-Claro -accedió Liam, con su mirada de almendras tierna, como siempre.
Se sentaron en una plaza, cerca de allí. Liam había propuesto hablar mientras tomaban café, en
casa de Harry, pero no parecía apropiado. Estaba un poco frío, sí, pero esto parecía un poco más
justo: aquí Liam podría gritar e insultar todo lo que quisiera.
Al principio, mientras Harry hablaba, Liam sólo guardaba silencio. Jugaba con las mangas de su
chaqueta, nervioso.
Después de un breve silencio, cuando la historia estuvo terminada, finalmente, empezaron las
preguntas. ¿Quién? ¿Cuándo?, sobre todo, ¿Por qué, Haz?
Y ¿qué importa quién fue, Liam?, decía Harry, y: ni yo sé por qué, le explicó,

spero esto ya no se siente bien, ya no siento que seamos nosotros -era sorprendente lo bien que
hilaba las palabras, siendo que su cabeza era un desastre.
Después los insultos, y el llanto, y el ¿Qué se supone que haga ahora?
Liam parecía cada vez más lejos, y Harry lo abrazó, como si eso detuviera que se le fuera de las
manos.
-No quise lastimarte -juró apretándolo con fuerza, mientras Liam temblaba en su abrazo. De enojo
o de tristeza, eso no lo sabía.
-Bueno, pero lo hiciste -sollozó.
El rocío les caía fresco sobre la piel, y empezaron a oírse los autobuses y los primeros autos del
día, rápidos sobre el cemento. Los faroles de la plaza seguían prendidos pero la luz de la mañana
ya los hacía inservibles.
Liam estaba quieto ahora, en el banco; Harry le tomaba la mano inmóvil, cansada de forcejear
para soltarse. Liam parecía más serio, más hombre, de lo que Harry jamás lo había visto.
-Mierda, Harry -protestó, con voz ronca de frío y llanto-. Que manera de arruinarlo todo.
-Lo sé -respondió con una sonrisa triste y avergonzada en los labios.
Después de un rato, Liam volvió a hablar.
-¿Todavía me amas?
Era como si supiera, porque sus ojos almendrados no buscaron los de Harry. Aún así se
humedecieron al oír las palabras.
-Te amo, pero...
No necesitó completar la frase, Liam lo sabía, de todas formas.
Te amo, pero no estoy enamorado de ti.
Liam quitó la mano de la de Harry, le palmeó la rodilla en un gesto exageradamente amistoso.
-Bueno

-dijo y se puso de pie-. Te acompaño a tu casa, tu mamá me mata si te dejo solo así de borracho.
-Puedo ir sólo, Li -dijo Harry, pero se puso de pie de todas formas.
Caminaron en silencio, hombro a hombro y sin tocarse. Harry a veces lo miraba de reojo, veía el
humo blanco que salía de su boca, los ojos hinchados, las cejas fruncidas, serias. Liam miraba el
suelo, o el frente, o la calle, jamás a Harry.
Ni siquiera lo miró cuando se despidió con un torpe adiós en la puerta de su casa, y no aceptó el
abrazo, siquiera la mano que Harry le ofrecía. Recién cuando se perdió en la primera esquina,
Harry entró al pórtico.
Dejó las zapatillas húmedas de barro de la plaza y cada segundo que pasaba el temblor en la
garganta se volvía más fuerte, y para cuando llegó a la cocina, para prepararse un té, ya era un
solo sollozo caminando. No había llorado tanto en siglos, pero se sentía mejor que en mucho
tiempo también.
Después del té y de la docena de galletitas que se comió, para calmar la ansiedad, los nervios, el
latido de su corazón, y cuando pudo controlar un poco las lágrimas, subió lo más silenciosamente
que pudo las escaleras, y se tiró a la cama, hundiendo la cabeza en la almohada.
Miró el cajón donde sabía estaban las letras de Liam, miró la revista que se había olvidado, el cd
que le había prestado hacía un mes, y le dolía, muchísimo, saber que una vez que le devolviera
todo eso ya no le quedaría nada de él. Le dolía en el pecho y en los ojos que otra vez se habían
rendido al llanto. Y de contener las ganas de gritar le dolía la nuca, y la sien, y los dedos que se
mordía, porque no quería que su mamá se enterara, no todavía -aunque consideraba la
posibilidad de irse a su cama a llorar y a que le acaricien la cabeza.
A pesar del dolor, de la tristeza, del miedo, del llanto, y aunque sonaba hipócrita, mentiroso, Harry
se sentía bien.
Al menos no tenía esa pelota en el estómago, y esa cosa en el pecho era dolor y no vacío.
Sobre todo, Liam sabía la verdad ahora, eso era lo importante, porque quizá no ese día, ni el
siguiente, pero con suerte en el futuro, podría perdonarlo.

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Capítulo 6: El Reencuentro

El lado positivo es que había pasado sus exámenes.


Algunos, por lo menos.
Tenía dos reprobados, pero los profesores le habían dado la oportunidad de levantar la nota
presentando unos trabajos, y eso lo mantenía ocupado, distraído.
Trataba de no estar solo, de no estar aburrido. Aburrido significaba que se ponía a pensar cosas,
y "cosas", o era Liam o era Louis, y los dos dolían mucho. Por eso o leía, o veía películas, o
jugaba videojuegos o charlaba con su hermana, y siempre se iba a acostar bien tarde, cuando
tenía mucho sueño -y ya no podía tenerse en pie- para no pasar horas en la cama pensando.
A la mierda con pensar. A la mierda con todo.
Tenía cosas que hacer, de las que ocuparse. Tenía que sacar buenas notas para entrar a una
buena universidad -sobre todo tenía que decidir a qué universidad quería ir y qué quería estudiar.
Tenía que recuperar su vida, esa cosa que existía antes de Louis, de Liam inclusive. Necesitaba
averiguar quién era y no iba a hacerlo tirado en la cama fantaseando con besos y confesiones
trilladas de novela romántica.
Así que Harry estudiaba. Como podía.
Si tenía un rato libre jugaba videojuegos, o algo que lo dejara igual de tonto y adormecido, y los
fines de semana, si su hermana salía, se juntaba con Stan y Ashley.
Estaba sorprendido de cómo ella lo había tomado. Estaba seguro que recibiría la noticia del
rompimiento de él y Liam (o Lirry, como solía decirle inspirada en sus revistas adolescentes) con
un montón de chistes desubicados, pero en cambio se había alegrado y le había

dicho que bien por él, y que ahora tenía alguien con quien compartir las borracheras. Lo decía en
serio.
Stan era siempre el más sereno de los tres, que iba como chaperón para cuidar que no lleven eso
de la autodestrucción demasiado lejos. Harry se preguntaba si no le estaban arruinando la
juventud siendo tan desastrosos, si no le estaban quitando las oportunidades de divertirse
también, para despejarse un poco. Para el segundo trago, en general, esa idea se dispersaba
entre tantas otras.
Además, una noche, después del club, Stan los había llevado a su casa a que vomiten y tomen
agua y no vuelvan a sus casas dando lástima. Harry estaba recostando la cabeza en la mesa,
semi dormido, con los párpados apenas despegados, tercamente negándose al sueño, y
entonces se había dado cuenta, por el modo en que Stan le acomodaba el cabello a Ashley y le
prestaba el hombro para llorar, que él sólo estaba allí para cuidarla a ella. Era tierno, en cierto
sentido. Triste, deprimente, en otro, pero ni Harry era tan cínico para detenerse en eso.
Ese fin de semana, sin embargo, Harry se había rehusado (y le había costado mucho trabajo y
fuerza de voluntad) a salir con sus amigos. Tenía que terminar ese trabajo antes del domingo,
porque era el cumpleaños de su madre e iba a estar demasiado ocupado para terminarlo ese día.
El lunes a primera hora era la entrega, y Harry realmente quería sacarse una buena nota.
No tenía idea de quién era ni antes de Liam ni de Louis, en serio, pero a partir de ahora, no le
molestaría ser el chico con excelentes grados que entra

a una buena universidad y se recibe fácilmente, eso seguro.


Estaba en el comedor con los ojos fijos en "El contrato social" de Rousseau y la mente divagando,
perdiéndose en el recuerdo de tactos y sabores y olores que poco a poco empezaban a
esfumarse de su mente. Su mamá se había ido a dormir hace un buen rato y su hermana le había
dejado una buena dosis del Famoso Especial Styles para Noches de Estudio (también conocido
como un termo lleno de café y dos sánguches de queso y tomate) antes de salir al club con sus
amigas.
Cayó en la cuenta de que estaba solo, otra vez, y de que nadie lo miraría raro si simplemente
hundía la cara en el libro y suspiraba, y murmuraba y sonreía como un tonto recordando cosas
que no se suponía que tendrían que ponerlo así. Maldición. Por eso no se quedaba solo. Porque
cuando estaba sólo en su mente siempre aparecía Louis.
El teléfono sonó sólo una vez. Era Stan.
Ashley y Becca no están en su mejor estado, necesito ayuda para llevarlas a casa.
Harry tuvo que refregarse los ojos un buen rato y releer el mensaje para entender qué estaba
pasando. Recordó entonces que era sábado y que Ashley no iba a dejar de beber como una
desquiciada sólo porque Harry no podía acompañarla otra vez.
Colega, puedes venir? Estamos en el bar de siempre, sé que estás estudiando pero nadie me
responde.
Estoy en camino, respondió.
x
El club era extraño estando sobrio. Probablemente a las doce era un lugar normal, como
cualquier otro, con la excepción de que las chicas llevan las faldas más cortas

y los chicos usan camisa. Pero a las tres de la mañana se parecía más a un escenario decadente,
con personas tumbándose unas a otras, ruidosas risas y luces parpadeando interminables.
Stan estaba sentado en una de las mesas, Ashley abrazada a su cuello, llorando -como siempre-,
y Becca acostada sobre la mesa, completamente dormida. O desmayada, Harry no estaba
seguro.
-¿Qué demonios tomaron? -preguntó asustado, porque eran apenas las tres, ¿cómo podían
haber terminado así? Ashley tenía el delineador corrido por toda la cara y Stan parecía
preocupado.
-Vodka -respondió encogiéndose de hombros. Ashley respondió también, como pudo.
-El idiota de mi ex está aquí con la idiota de su nueva novia -balbuceó pero Harry no pudo oírla
por la música que le golpeaba incesantemente los tímpanos. En cambio le dio la vuelta a la mesa,
despertó torpemente a Becca.
-Hey -la llamó, Becca se movió entre sueños. Los mechones negros le caían sobre el rostro y la
boca, y parecía tan cansada, casi tanto como él.
Finalmente logró despertarla, cargarla sobre los hombros mientras ella balbuceaba que Harry era
un chico muy guapo, que debería volver a su equipo, que ella podría darle las mejores mamadas
del mundo.
-Soy mejor que cualquier chico -prometió entre risas.
Cargaron a las chicas hasta la vereda, se sentaron en el alféizar de la ventana del bar. De golpe,
allí, a Harry se le vinieron recuerdos que parecían lejanos, de otro mundo. ¿Cuántos meses
habían pasado después de todo?
-¿No trajiste tu auto? -le preguntó

Stan al ver que Harry buscaba el celular en el bolsillo. Negó suavemente con la cabeza.
-Déjame llamar a Gem, se lo llevó ella -explicó.
Becca seguía colgada de su brazo, dificultándole eso de tomar el teléfono, y Ashley hablaba,
incesantemente, de su ex, de la pelirroja, de que ¿qué había de malo en ella? En serio, ¿por qué
la había cambiado tan fácilmente? Becca susurraba, o intentaba hacerlo y le decía a Harry que
estaba guapo, que debería darle otra oportunidad a las chicas, que ella se ofrecía como conejillo
de indias, y entonces hubo un sonido que le trajo recuerdos, y el resto de los ruidos, desde la
música del club, los balbuceos de las chicas, las palabras de Stan, o los autos que pasaban por la
calle, se opacaron, se volvieron ecos de un lugar lejano.
-¿Estás bien?
Era Louis, el que hablaba era Louis.
-Recibí tu mensaje, no pude responderte, mi teléfono apesta.
Era Louis, era su voz, igual que siempre.
Becca seguía abrazada a él, prometiéndole las hazañas más asombrosas al oído, y tironeaba de
sus mangas pesadamente, pero Harry estaba quieto -no atinaba ni a apretar el botón de llamar,
con el celular quietito en sus manos.
-Harry, no llames a tu hermana -dijo Stan-. Louis nos llevará.
x
Había intentado escabullirse al asiento trasero del auto, realmente lo había hecho. Mientras
acomodaba a Becca casi que logró sentarse, pero Ashley se había metido y "quiero a Stan,
también" ahuyó entre lágrimas y quejidos y otro tipo de ruidos.
Después había intentado irse, con la excusa de que podía volver caminando,

que no quería molestar, que de hecho, unos amigos lo esperaban y demás. Louis no había
opinado, y Harry no se había preocupado en mirar en su dirección en busca de una respuesta, o
una pista acerca de lo que pensaba. No se atrevió a hacerlo, realmente.
Fue Stan quien le insistió, pidiéndole por favor, porque no podía él solo.
Así que Harry se sentó adelante, se abrochó el cinturón, y comenzó a dibujar sobre el vapor del
vidrio mientras pasaban los minutos. Espiando, de vez en cuando a su derecha -cuando el
escándalo del asiento trasero no lo distraía-, intentando asirse a la última vez que lo había visto,
en casa de Zayn, revivir ese momento en su mente para ver cuánto había crecido su cabello en
tres meses, si estaba más dorado por el sol, ahora que empezaba el calor, si había sido siempre
así de guapo y agradable.
Quería oír su voz, pero no quería hablarle. Quería sentir su piel pero temía tocarlo. Era raro en
verdad, lo mucho que puede escaparse uno de algo que desea tanto.
-Tú siempre estás aquí, ¿Qué haces aquí, Stan? -dijo Ashley y las palabras se estiraban cuando
salía de su boca, arrastrándose. Él le acarició el cabello, torpemente, le quitó el mechón que se le
pegoteaba en los labios. Harry lo miró, por espejo retrovisor, le vio la sonrisa y las palabras
contenidas en la comisura de sus labios, los ojos atontados, las mejillas ruborizadas.
-Te estoy cuidando -respondió, en un murmullo suavecito. Por suerte Becca dormía con la cabeza
sobre la ventanilla, y de la cabina de adelante no salía ni una palabra desde que

habían arrancado, así que los dos curiosos pudieron escuchar.


-Hay tantas cosas que podrías estar haciendo, ¿sabes? Deberías hacerlas, pero... esta vez...
¿Puedes cuidarme esta noche? ¿Puedes cuidarme hasta mañana? -le pidió la rubia.
Harry apretó los labios para no sonreír, dejó de mirar por el espejo retrovisor -se sentía como un
intruso en un momento muy íntimo. Ashley habló otra vez:
-Quiero decirte algo cuando despierte, cuando no apeste a alcohol.
Y después de eso y de la forma en que Stan le prometió, en voz baja, que se quedaría con ella,
¿cómo podría Harry decir que no? ¿Cómo podría buscar una excusa para bajarse del auto en vez
de llevar a Becca a su casa? Que su vida amorosa fuera un asco no quería decir que debía
arruinar la de los demás.
Dejaron a Stan y Ashley en la casa del primero, ella diciéndole a Harry en murmullos un poco
elevados que le mandaría un mensaje al día siguiente, que le contaría cómo le había ido, y Stan
rojo como un tomate intentando llevarla adentro.
Harry se despidió desde el auto, y algo raro que era envidia y alegría al mismo tiempo anidó en su
panza. Era un sentimiento lindo igual, mejor que el de la culpa, la vergüenza, y esas cosas que
por suerte había dejado atrás. O algo así.
Cuando volvió la vista a su derecha, Louis lo miraba, con la expresión más curiosa y expectante
que él le hubiera visto. Se sorprendió, al ser descubierto.
-Hola -le dijo, como si fuera la primera vez que se veían en toda la noche. Lo era, en cierto
sentido.
-Hola.
x
No

estaba seguro de cómo había pasado.


Recordaba los eventos uno a uno, cómo habían llevado a Becca a su casa, cómo Louis había
insistido en llevarlo a la suya, y cómo Harry le había pedido que se quede, un momento, con él.
Recordaba eso, recordaba cada paso que habían dado desde el auto, recordaba las dos o tres
veces que Louis lo había mirado y había sonreído con una ternura y un miedo que no le parecían
propias.
Pero no entendía cómo era posible que eso pase, así, tan de golpe, después de tanto tiempo y de
tantas preguntas.
Louis estaba sentado en el pórtico y el rocío le caía suavemente porque era plena madrugada. Su
piel brillaba, bajo la luna. Sus dedos rompían en pedacitos una hoja de roble, joven,
luminosamente verde, que debió haber caído por el viento, porque el otoño había quedado bien
atrás ya.
-Quería verte -dijo Harry, después de un rato.
Le costó llegar a la conclusión de que eran esas las palabras que quería decir. No las había
pensado antes, ciertamente. Cuando Louis venía a su mente, siempre recordaba los besos, y su
piel, y su mirada, nunca su compañía, aunque fuera distante, como ahora. No había notado
cuánto la extrañaba.
-¿Cómo estás? -preguntó Louis, ignorando el comentario de Harry, pero respondiendo con una
suave sonrisa que decía más de lo que se atrevía a poner en palabras-. Rompiste con Liam.
Harry se aferró a sus rodillas, después de suspirar. El piso estaba helado, el aire húmedo, el rocío
era como nieve, pero se sentía tibio, abrigado. No supo qué decir, así

que simplemente asintió.


-¿Cómo está él?
-No lo veo mucho -dijo Louis y de la hoja en su mano sólo quedaban trozos cada vez más
pequeños-. Todavía me siento culpable...
-Sí... -Harry admitió. Lo entendía, a la perfección.
Era distinto ahora, de todas formas, sentía culpa pero se desdibujaba en un centenar de nuevas
sensaciones, porque había vuelto a sentir otras cosas también, que se había olvidado que podía
sentir. Cosas tontas como reírse tanto que le dolía el estómago, o ese ronroneo agradable en el
pecho cuando leía un libro y lo disfrutaba, porque no estaba distraído.
-No le dije, de ti -explicó después de un rato y de la hojita ahora sólo quedaba un pequeñito
fragmento, temblando en la punta del nervio.
-Lo sé.
Los aspersores de un vecino se encendieron repentinamente, y detrás de ellos otro más. Eran las
seis en punto: Harry había memorizado los horarios en interminables noches de verano junto a
Liam en el pórtico, allí donde ahora estaba con Louis.
Lo sorprendió un poco, de todas formas, porque no podía creer que recordaba eso ni que ya
estaba terminando la primavera (se le había pasado volando). Se sentía tan raro y tan bien al
mismo tiempo, que lo mareaba un poco.
-Louis -dijo Harry e hizo el mayor de los esfuerzos para mirarlo a los ojos-. Louis, nunca fui ese
chico, ¿sabes? El que engaña a su novio, realmente no lo soy, no quiero serlo.
Louis despegó los labios, para balbucear alguna frase comprensiva, pero tenía la garganta muda
de palabras. El silencio incitó al de rulos a seguir

hablando:
-No sé si soy un buen novio, o un mal novio, ni si soy un hijo de puta o una persona muy
confundida -Louis resopló, conteniendo la risa amarga que quería decir que lo entendía, por
completo-, Pero sé que quien quiera que sea realmente me gustas.
Los dedos diminutos de Louis le quitaban el último rastro de hoja, y procedían a destruir el nervio
también, inquietos. La mano de Harry lo detuvo en seco y el palito de la hoja cayó
silenciosamente en las baldosas.
-Sólo quiero conocerte mejor, sólo eso -prometió, intentando distraer a Louis de cualesquiera
fueran los pensamientos que oscurecían su mirada, que lo hacían morderse el labio.
-Eres el ex novio de mi amigo, Harry" -explicó Louis. Parecía triste de admitirlo.
-Lo sé, pero no puedo cambiar eso, no puedo borrarlo, no quiero borrarlo, pero... -Harry tuvo que
agachar la cabeza para seguir rastro de la mirada azul de Louis, y ganó de él una sonrisa-. Pero
tampoco puedo cambiar que...
¿Cómo decirlo? ¿Cómo decirle te quiero sin que suene a te amo? ¿Cómo mentirle un poco -lo
suficiente- para no asustarlo?
-Sentía cosquillas cuando te besaba, Lou. Louis -se corrigió-, y pensé que era algo morboso y...
Retorcido. Pero estás aquí y ¡Mira!
Le mostró los brazos, las muñecas asomándose debajo de la manga, con los pelos erizados, los
poros vueltos montañitas. Louis le acarició suavemente, con la punta de los dedos y fue como
una brisa tibia que le hizo temblar.
-Sólo quiero conocerte -prometió, observando a Louis

que miraba sus manos ahora, sintiendo el calor de sus dedos envolviendo los suyos,
descubriendo el intrépido movimiento de su nuez de adán, que delataba su miedo-. Y quiero que
me conozcas, a este que soy, no a ese... Porque en serio, ese no era yo.
Louis suspiró, y eso sonó como un sí.
Harry sonrió, orgulloso. Acercó la cabeza, chocándole torpemente el oído con la frente, hundiendo
la nariz en su cabello que olía mejor de lo que recordaba. Sintió la sonrisa de Louis contra su
mejilla cuando se acurrucó en su cuello también y sus dedos estaban todos entrelazados en un
solo nudo, pero de algún modo encajaban.
-Puedes ser muy persuasivo, ¿Te lo han dicho? -preguntó Louis.
Oírlo hablar le ganó una nueva sonrisa a Harry, quien negó torpemente con la boca tan cerca de
su cuello que era como si él besara al aire y el aire besara a Louis por él.
-¿Puedo persuadirte a una taza de café? -susurró-, hace frío aquí afuera.
x
Harry entró al comedor con las dos tazas de café humeando y dejando un rastro de indudable
aroma. Se había tomado un tiempo más del necesario en la cocina porque no quería mostrarle la
sonrisa que tan irremediablemente se le dibujaba en el rostro, pero cuando Louis levantó la
mirada llevaba unos lentes ñoños de marcos negros y tuvo que morderse el labio para no sonreír.
-¿Qué? -preguntó frunciendo el ceño, intentando lucir amenazante.
Harry sólo negó con la cabeza, y le dejó la taza a su derecha. Dejó la suya también a un costado,
y se propuso juntar los papeles, apuntes, lápices, desparramados

en la mesa de su noche de estudio. Louis sostuvo el libro de Rousseau en alto mientras Harry
juntaba todo.
-¿Te gustan las ciencias sociales? -preguntó mientras Harry movía el desorden de un lugar a otro,
y dejaba todos los apuntes sobre el sillón.
-No lo sé, quizás -respondió y se sentó en la silla al lado de Louis, tocándolo torpemente con la
rodilla al acomodarse y luego retirándola de golpe. Louis sonrió-. Es para un trabajo de la escuela.
-Escuela... -repitió Louis y sacudió la cabeza de lado a lado-. ¿Ya sabes que es lo que vas a
estudiar?
Harry negó con la cabeza. Dio un sorbo a su café antes de hablar:
-Estaba pensando empezar materias de varias carreras y luego ver cual me gusta más -explicó.
-No me digas que vas a ser uno de esos que estudian mil cosas y nunca terminan ninguna hasta
que un día son demasiado viejos hasta para estudiar y terminan trabajando en una oficina
aburrida -dijo Louis.
-Espero que no... -respondió casi asustado de la perspectiva que le ofrecía y Louis se rió de la
expresión que había logrado dibujarle en el rostro.
-Deberías tomarte un año sabático, juntar dinero, leer mucho, y empezar a estudiar cuando estés
decidido -le recomendó y parecía raro que Louis fuera del tipo organizado y racional, para Harry
al menos.
Resultaba que Louis era también el mayor de cinco hermanos, que había asistido a más
reuniones de padres que su madre, que de hecho adoraba las ciencias sociales pero que había
optado por economía porque "un profesor de sociología no puede

mantener a sus cuatro hermanas" y que su mamá lo llamaba boobear cuando estaba nostálgica.
Resultaba también que Harry tenía un gusto de música decente para un chico de quince,decía
Louis -diecisiete, lo corregía Harry-, que se veía guapo cuando llevaba gorrito porque parecía más
grande y que él debía haberse encogido en esos meses, porque no había forma en que Harry
hubiese crecido tanto.
Resultaba también que quedaban mil cosas por decir y que su mamá se levantaría en cualquier
momento, así que:
-Vamos a mi alcoba, así podemos seguir charlando -sugirió Harry, y Louis lo siguió en puntitas de
pie y con El Contrato Social bajo el brazo.
El escritorio de Harry estaba hasta el techo de apuntes también (por eso había mudado su lugar
de estudios al comedor), y las paredes cubiertas por completo de posters, dibujos y notas de sus
amigos.
-¡Mira! Stan -dijo Louis sorprendido al ver una foto de ellos dos y Ashley encima del interruptor de
la luz.
Harry se sentó en la cama y miró a Louis recorrer la habitación como un detective o un niño
curioso. Parecía el primero cuando se detenía en las marcas de cinta pegajosas en la pared,
donde las fotos de Liam habían estado; y parecía el segundo cuando miraba a Harry señalando
un poster y le decía: "¡Adoro esta banda!", con algo brillando en los ojos y en la sonrisa.
-Eres un chico interesante, Harry -confesó después de terminar su ronda por la habitación. Dejó el
libro de Rousseau en la mesita de luz y se sentó a su lado-. ¿Poemas?

Eso es un poco gay -se burló al encontrar el libro de Rimbaud en la mesita.


-Así que... Interesante y gay -repitió Harry.
Louis sonrió divertido, y lo besó fugazmente en los labios.
-Justo mi tipo -confesó.
Harry lo besó otra vez, y la sonrisa que había ocultado las últimas horas se soltó finalmente
cuando Louis abrió la boca, dejándolo entrar. Las lenguas húmedas se encontraron en un
remolino que era errático y vibrante, pero no desesperado, como otras veces. Las caricias eran
firmes, no temblorosas; las miradas profundas, honestas. Sin miedo, ni culpa.
Harry rodeó a Louis por el cuello y con una de sus manos le acarició el cabello, de la nuca hasta
la coronilla. Louis suspiró sobre su boca, lo aferró por la cintura, sintió el espasmo de Harry, el
movimiento instintivo de sus caderas. Viajó, beso a beso, de la boca a la mejilla, al ángulo de su
mandíbula, al lóbulo también.
-Seguir charlando... -susurró, Harry sintió la sonrisa presionándose contra su mejilla-, dijiste que
suba para que charlemos, ¿recuerdas?
-¿Y me creíste? -Murmuró él también, con la voz ronca de ahogar suspiros. Louis lo mordió
juguetonamente en la oreja, sus manos incursionaron debajo de su playera, y la mano de Harry
que acariciaba su cabello se volvió firme y tirante.
Louis lo empujó sobre el colchón, sus ojos azules brillaban cubiertos en un manto de orgullo, y
deseo. Harry sintió sus mejillas enrojecer ante el simple pensamiento de lo que estaba por pasar.
-¿Cuántas veces has pensado en mi? -preguntó

Louis, una sonrisa que era de todo menos dulce se dibujó desafiante en sus labios-. Aquí, en esta
cama, ¿Cuántas veces pensaste en mi boca, mis manos?
Al decir eso lo acarició firmemente en la entrepierna.
Harry suspiró, echando la cabeza hacia atrás, mirando la puerta y la pared y todo lo que no fuera
Louis.
-¿Cuántas, Harry? -Insistió y Harry estaba tan duro debajo de su mano, que el jean parecía de
tela o de papel o de algo igual de transparente.
-Muchas -respondió. Su voz rasposa le ganó de Louis un beso en el cuello, y ahora no eran sus
manos sino su pelvis la que lo rozaban encima del pantalón.
-¿Pensaste en la biblioteca? -le preguntó al oído.
-Dios -El cuerpo entero tembló ante la voz de Louis caliente sobre su piel-. Sí, siempre, mierda.
-¿Qué hacías? -La voz de Louis era como el ronroneo de un dragón o una bestia semejante, su
aliento era como fuego y su cuerpo como brasas-. Mientras pensabas en eso, en esta cama,
¿qué hacías?
-Mierda, Louis -Harry se mordió el labio, para dejar de hablar, para ahogar un gemido lastimoso.
Louis sonreía, en su cuello, podía sentirlo.
-Vamos, dime -insistió, y su voz sonaba firme, y su lengua dibujaba torbellinos en su cuello.
-¿Qué hacías tú? -retrucó Harry. Tuvo que tragar saliva antes de seguir hablando, las manos de
Louis habían bajado otra vez, forcejeaban torpemente con los botones de su pantalón-, mientras
pensabas en mi.
Louis se reincorporó en el colchón, sonriendo anchamente, mostrando los dientes. Con

el dedo índice acarició la mejilla de Harry.


-¿Qué te hace creer que pensaba en tí, señor vanidoso? -preguntó juguetonamente, tironeando
torpemente del cinturón, pero sin levantarse de su regazo, para dejarlo deslizarse.
-No fui yo quien mencionó la biblioteca -respondió Harry sonriendo también. Louis arqueó la ceja,
se lamió el labio antes de hablar.
-Así que interesante, gay y pícaro -ennumeró Louis. Se acercó a él, arrodillándose para que Harry
pudiera levantar la cadera y le quitara el cinturón. Besó sus labios, mordisqueando suavemente-:
Puede que seas mi alma gemela, Harry -susurró, y besó otra vez la comisura de sus labios, allí
donde nacía su sonrisa.
Se acercó a su oído para quemarle con su aliento tan cerca, y cuando el cinturón salió finalmente
haciendo ruido de látigo, le confesó:
-Me tocaba, pensando en tí, pero no en la biblioteca, tonto, en las cosas que te haría si te tuviera
en una cama, y ¿adivina qué?
Harry no atinó a responder, el aliento de Louis era como fuego, que le hacía hervir la piel.
-Fóllame -le pidió, y cuando Louis le puso un dedo en los labios, en vez de guardar silencio Harry
se lo lamió.
Se desvistieron el uno al otro torpemente, entrelazados en abrazos y besos intensos y
constantes. Louis le hizo jurar que se la chuparía la próxima vez que estén juntos, porque se lo
debía desde la vez en la biblioteca, y había algo extremadamente caliente en la forma en que
Louis hablaba de todo como si nada, en la forma en la que sonreía como si acabara de hacer una
travesura.
Harry

se sentó encima de él, moviéndose suavemente, extendiendo ese placer que parecía agonía,
marcándole las uñas en la espalda, lamiendo su cuello y su sudor que sabían deliciosos.
Louis lo aferró por la cadera, apretándole pero conteniéndose de moverlo a su ritmo.
-Vamos, cariño, puedes ir... -suspiró, hundiendo la cabeza en su pecho-, un poquito... Más rápido,
¿por mí?
Los dedos se le hundían en la piel dejándole huellas blancas y las uñas de Harry dibujaban trazos
rosados en la espalda dorada de Louis.
-Es la cama -explicó entre suspiros-, hace ruido...
Louis lo detuvo, alejó la cabeza un momento, para mirarlo a los ojos.
-¿Es eso? ¿No me mientes? ¿No te duele? -preguntó. Harry se preguntó si él también tendría la
cara tan colorada, si a él también le quedaría tan bonito. Asintió con la cabeza.
-No quiero despertar a nadie -susurró.
Louis se mordió el labio inferior, sus ojos azules escanearon cada centímetro del rostro de Harry,
deteniéndose finalmente en su sonrisa.
Antes de que pudiera decir algo más, Louis lo sacaba de encima, y le besaba el cuello y el pecho
y los pezones y tironeaba suavemente de su mano, invitándolo a bajarse de la cama, con él.
-¿Aquí está bien? -preguntó sentándose en el piso, con la mirada fija en los ojos de Harry, con la
mano invitándolo a acercarse.
Harry se arrodilló, sonriendo, sin saber bien por qué. Louis le besó la mejilla antes de susurrarle al
oído.
-Realmente te quiero, Harry -dijo-, quiero tenerte aunque sea sobre tu helado piso

de madera -confesó.
Harry lo acercó por el cuello, en un abrazo torpe y lento, mientras caían suavemente sobre su
espalda. Lo enredó en sus piernas, le sonrió y cuando Louis estuvo dentro suyo otra vez, y
suspiró, el aire que salía de su boca era como fuego también.
Louis sonreía, a veces mirándolo a los ojos, a veces cerrándolos por placer. Sus mano le
acariciaba la mejilla, los hoyuelos cuando sonreía -y sonreía mucho, porque se sentía tan bien...
Ya era de día afuera, la luz empezaba a entrar como franjas por la persiana. Louis se veía
hermoso, luminoso, sobre él, y cuando acabó, hizo un gesto que lo hizo reír, y Louis le hizo pagar
esa risa con caricias calientes en su miembro y cuando él acabó también, cerró los ojos y esperó
por una carcajada ruidosa que no llegó.
-Eres muy guapo, Harry. Muy lindo -le dijo Louis en cambio.
Le besó los párpados, la boca. Parecía de otro mundo, de otro tiempo, de otra historia que Harry
no conocía, lejana, remota e idéntica a la vez. Louis no podía ser real, era demasiado para este
mundo.
Louis se giró en el suelo, se recostó a su lado, abriendo el brazo, prestándole el lugar a Harry. Él
se acurrucó, aceptando la invitación.
-Deberíamos limpiarnos -balbuceó y su mano encontró nido en el pecho de Louis, y jugueteó con
su pelo.
-Más tarde... -respondió entre bostezos y le acarició el cabello.
Harry estuvo a punto de decirle que quizá debían pasarse a la cama, pero antes de que las
palabras se acomodaran en su lengua, se quedó dormido, hipnotizado

por el movimiento constante del pecho de Louis, abriendo y cerrándose, como armando remolinos
de fuego que otra noche, u otro día, sería aliento hirviendo murmurado en sus oídos.
x
Harry había tenido el sueño más raro de todos esa noche. Primero estaba en un barco y el mar
era espeso, como si fuera de gelatina, pero más oscuro; y un pez quiso atacar el barco, un pez
enorme de aletas filosas, y el capitán -que se parecía muchísimo a su profesor de música de la
primaria, pero no era- lo había atacado y Harry se había escondido en la cocina, y había salido
por la puerta trasera al patio y de golpe y sin pensarlo estaba en un campo muy espacioso y muy
verde y estaba frío, helado, porque Harry no tenía una cobija, pero se acostó en el césped de
todas formas.
Sintió algo pesado sobre su brazo, y al mirar vio a Louis recostado allí, casi sobre su pecho, y el
suelo ya no era pasto verde y vivo sino la madera del piso y con razón tenía frío, si los dos
estaban desnudos...
Se dio cuenta poco a poco, mirándolo, que no se trataba de un sueño. No fue por lo real que se
sentía el suelo bajo su piel, no fue por el frío que le calaba los huesos -¡Y eso que era primavera!-
ni por el olor a sexo tan espeso y palpable, mucho menos por los ruidos en la cocina. Fue porque
mirándolo, se sorprendió descubriendo que aún con los párpados pesados y la boca entreabierta
Louis era más guapo que en sus sueños.
¿Cómo era eso posible? Así de cerca podía ver pequeñas marcas en su piel, podía ver los pelos
mal rasurados en su rostro, podía ver las lagañas y la saliva,

pero era más lindo, más perfecto que ese relámpago azul que solía ver en los sueños.
Y después, cuando finalmente la idea de que eso era real cobraba sentido en su mente, las otras
cosas empezaron a importar. Estaban desnudos, la alcoba olía a sexo, había gente en la cocina.
-¡Louis! -lo despertó susurrando fuerte, intentando que sonara como un grito en su oído pero que
nadie fuera de esas paredes los escuchara-. ¡Despierta! Va a llegar todo el mundo...
-¿Qué?
Cuando Louis despegó los labios, frunciendo el ceño, refregándose los ojos, Harry sintió el aliento
también, real, amargo, pegajoso. ¿Por qué quería besarlo todavía? ¿Por qué con eso y todo se
veía más delicioso que en sus fantasías?
-Es el cumpleaños de mi mamá, toda mi familia viene, tienes que irte -explicó y quitó el brazo tan
de golpe que se oyó un golpe en seco de la cabeza de Louis contra el suelo.
-Ouuch... -protestó, pero Harry lo chistó en seguida.
Se puso de pie y caminó hacia la puerta procurando escuchar si había alguien del otro lado, en el
pasillo. Cuando se giró Louis todavía estaba sentado ahí, desnudo, intentando quitarse las
lagañas.
-¿Qué haces? ¡Vistete! -susurró otra vez y volvió a su tarea de escuchar en los pasillos. Se sonría
mientras escuchaba a Louis balbucear cosas del tipo:
-¿Dónde están los "gracias Louis, por darme el mejor orgasmo de mi vida?" -Y-: ¿Ni siquiera me
va a prestar la ducha?
La tercera vez que se giró para decirle que se apure, Louis ya estaba completamente vestido y de
pie en el medio

de la alcoba. Tenía el cabello despeinado para un costado, delatando eso del dormir sobre su
brazo.
-Buen día -dijo, con tono serio. La sonrisa asomaba a pesar del hastío y el cansancio, y la
expresión de molestia que no se esforzaba en disimular.
-Buen día -saludó Harry y se acercó a él. Se lamió la punta de los dedos e intentó acomodarle el
cabello.
-No tiene arreglo, no te preocupes.
Harry volvió la mirada a los ojos de Louis, cansados pero encendidos como siempre, y cuando él
le sonrió la respuesta fue casi mecánica.
-Perdón por todo esto...
-No, está bien... No debí quedarme dormido -respondió encogiéndose de hombros. Se veía tan
pequeñito y fantasmal como un hada. Así que Harry lo besó, para corroborar que fuera real.
Apenas si fue una torpe caricia seca, veloz; Louis se separó en seguida.
-Mal aliento. Muy temprano -dijo, agachando la mirada.
-¿Muy temprano para usar conectores también? -se burló el de rulos.
Louis soltó una carcajada fresca y ruidosa, pero tímida también.
-Tengo mal aliento y es muy temprano. ¿Así está mejor?
Harry asintió, pero no hizo caso a sus razones y volvió a besarlo, esta vez abriendo apenas la
boca, dejando un sonoro chuick en su labio inferior.
-Realmente quisiera que pudieras quedarte, pero vendrá toda mi familia y... -se disculpó otra vez.
Antes de que Louis atinara a decir algo, la voz de Anne se escuchó por el pasillo:
-¡Levántate Styles, ya van a llegar todos!
Lo que siguió fue una escena tan rápida,

desesperada y torpe que Harry no podía creer que no lo hubiesen atrapado. Entre susurros y
reclamos y suaves empujones, Harry le explicó en menos de dos oraciones, a Louis, como salir
por la ventana -Tienen que ser como tres metros, Harry, podría morir-, colgándose del árbol y
bajando luego a la vereda. Antes de que Anne abriera la puerta Harry salía al pasillo envuelto con
una toalla y excusándose velozmente al baño antes de que cualquier tipo de pregunta fuera
dicha.
Estuvo cerca, pensó Harry, pero, haciendo honor a la verdad, había estado más que cerca:
cuando bajó por la escalera, ya bañado y vestido para recibir a su familia, Gemma tomaba el té
con Louis en la misma mesa en la que la madrugada anterior ellos dos habían compartido un
café.
-Ten unas tostadas, cariño -dijo Anne y dejó el plato cerca del invitado. Louis sonrió, encantador,
como siempre.
-Gracias, señora.
-Llámame Anne -le respondió devolviéndole la sonrisa.
Harry caminó hacia la mesa y se sentó al lado de su hermana, Louis intentaba controlar la sonrisa
pero estaba demasiado nervioso como para lograrlo.
-Oi, Harry, ¿Sabías que Louis aquí conoce al cantante de The Script? -preguntó su hermana
incrédula, pero Harry no tenía palabras así que sólo respondió negando con la cabeza. Mientras
le preparaba el té como le gustaba le contó la misma historia que había dicho Louis, algo de un
amigo en común con su prima y una fiesta en Londres una vez.
Cada vez que Harry buscaba su mirada en busca de una explicación, Louis sólo sonreía y

se encogía de hombros, Gemma seguía hablando y parecía mentira que todo eso estuviera
pasando.
Después de terminado el té y antes de que Gemma hiciera otra pregunta que devendría en una
nueva charla de media hora, Louis dijo que debería irse a su casa. Harry se puso de pie en
seguida, dando entender a su familia que sería él quien lo acompañaría hasta la puerta (Gemma
hasta parecía un poco decepcionada).
Cerró la puerta detrás de él, como si eso sirviera para evitar que su familia oyera (como si no
estuvieran pegadas detrás de la puerta intentando escuchar cada palabra).
-¿Qué-mierda-fue-eso? -dijo y dejó escapar un pesado suspiro.
-No tengo la menor idea -respondió Louis y se río del modo en el que sólo él sabía hacerlo, como
música-. Estaba intentando bajarme de tu estúpido árbol... Me lastimé las manos, dicho sea de
paso -aclaró mostrándole una herida superficial en la palma.
Harry la tomó para verla, pero después sus dedos quedaron entrelazados, mientras Louis seguía
contando su historia.
-Y escucho a tu hermana decir "Hey, ¿estas son tus zapatillas?" (Las había dejado en el pórtico,
¿sabes?). Y te juro que casi muero ahí mismo de vergüenza... -Harry sonrió al ver sus mejillas
tomando color, el mismo recuerdo bastaba para ponerlo nervioso otra vez-. Estaba tan incómodo,
no sabía qué hacer. ¡Lo siento tanto!
Harry apretó un poco más fuerte su mano. Lo sorprendió muchísimo verlo tan nervioso, culposo, y
odio sentirse responsable de ese cambio en él. No es que no le enterneciera. Honestamente
dudaba que hubiera algo que Louis

pudiera hacer y que a él no le encantara de algún modo. Es que Harry no conocía mucho a Louis,
pero lo conocía lo suficiente para saber que cualquier cosa que opacara esa seguridad, esa
actitud, esa valentía, no era algo bueno.
-No te disculpes, en serio; no era por eso que... No es que estuviera escondiéndote. Me encanta
que las hayas conocido, y que les hayas caído bien -se apresuró a decir, pero esto no tuvo el
efecto deseado. Louis sonrió, pero sus ojos denunciaban que estaba, quizá, un poco más
incómodo que antes.
-Mira, Harry... -comenzó a decir, y fue el turno del de rulos de poner expresión incómoda. Ese
tono de voz no anunciaba nada bueno-. No es que... Es que yo... -Louis se rascó la cabeza,
desesperado por no poder encontrar las palabras-. Es que me gustas, pero no soy bueno en esto
de las cosas familiares... -se explicó.
Harry se mordió la lengua para no decir que de hecho era bastante bueno (Gemma lo adoraba y
apenas habían hablado una hora).
-Está bien -le dijo, fingiendo una sonrisa. No estaba triste, la mano de Louis estaba en la suya y el
recuerdo de la noche anterior todavía volvía de a ráfagas, llenándole el cuerpo de cosquillas.
Simplemente tenía miedo, de lo que podría salir de su boca.
-Es que eso de ponerse de novios, y conocer a los padres y... No soy de ese tipo, no sirvo para
eso. Debí decírtelo antes de lo de anoche Harry, pero es que... Me gustas mucho, pero no puedo
ser tu... novio -Louis se sonrojó ante la expresión sorprendida de Harry.
-Woahh, ¿quién dijo algo de

novios?
Louis suspiró tan aliviado que hasta su mano pareció encogerse en los dedos de Harry.
-Me preocupaba que estemos buscando dos cosas distintas...
-Yo no estoy buscando nada" explicó el de rulos. Con la mano libre buscó la otra de Louis, y se
sonrió al ver la expresión altanera del chico (algo así como si sus ojos le dijeran: ¿en serio? No
tenemos cinco)-. Es sólo que a mi también me gustas mucho, ¿si?
Louis asintió antes de sellar esa especie de acuerdo con un beso.
-Sí -Lo besó otra vez.
Soltó sus manos, fingiendo una exagerada disconformidad con eso de estar dándose las manos
en la puerta de su casa. Un poco hipócrita, realmente, la sonrisa pícara confesaba más de lo que
se atrevía a admitir.
Louis bajó la escalinata sin quitarle la mirada de encima; ahora sí se veía lindo, pensó Harry,
ahora sí se parecía a ese Louis que conocía aunque fuera un poco, con la sonrisa pícara y la
mirada desafiante.
-Llamame cuando dejes de estar castigado -bromeó.
-No estoy castigado -respondió Harry confundido, sacando pecho, ofendido por esa tonta
referencia a su edad (uno pensaría que un poco de sexo bastaría para que Louis dejara de
tratarlo como un niño).
-¡Eres tan ingenuo, pequeño Harry! Estás tan castigado... -insistió y se dio media vuelta,
alejándose de la casa.
Harry balbuceó un adiós y luego se quedó allí parado, apretando los labios para no sonreír como
un idiota. Sentía que si aflojaba sus gestos estallaría en una carcajada sincera pero, oh, tan
extraña. No quería darle el gusto a sus vecinos, ya de por sí creían que era raro.
x
¿Y? ¿Qué tan castigado estás?
Muy. No salgo hasta que terminen las clases.
¿Cuándo es eso? ¿Terminaste el trabajo que estabas haciendo anoche? El de Rousseau
En un mes y medio
Lo estoy imprimiendo
Un mes y medio es muuucho tiempo, tu mamá no tiene corazón
Esperarás por mí?? :P
Por supuesto
Todavía me debes una mamada ;)
Pervertido. xx

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Capítulo 7: El Hueco Sin Nombre Sobre su Boca

Zayn se despertó esa mañana con un dolor en la cabeza que se sentía cómo si le estuvieran
atornillando algo al cerebro. Se llevó la mano a la sien, masajeándola inútilmente. La boca le
sabía amarga y áspera, y el estómago borboteaba en ácido y aire. Con resaca y todo, Zayn
sonrió.

Se giró sobre el colchón y sin abrir los ojos palmeó sobre la cama, buscando el cuerpo que más sí
que no acompañaba sus noches últimamente. Liam no estaba en la cama, de vuelta, y la sonrisa
poco a poco empezó a esfumarse de su rostro.

Después de un rato, abrió los ojos. Por el modo en que la luz se filtraba de un tono anaranjado en
lugar de blanca, adivinó que debería ser pasado el mediodía. Se reincorporó en el colchón
bostezando y estirándose a sus anchas y deteniéndose de golpe porque cada movimiento que
hacía era un nuevo dolor y unas renovadas nauseas. Con cara de consternado se sentó contra el
respaldar y se quedó allí unos minutos.

Las imágenes de la noche anterior cobraban forma poco a poco en su memoria. No recordaba
todo, pero sí lo suficiente: lo guapo que se veía Liam con su camisa oscura, lo mucho que se
había reído del chiste que le hizo —risa honesta y genuina, de esa que le achinaban los ojos, y le
ganaban ruidos raros, del tipo que uno no hace conscientemente. Recordaba sobre todo el modo
en que sus manos se habían encontrado cuando estaban en la barra, tímida pero firmemente.

Recordaba también imágenes de los dos caminando por la ciudad, de tumbarse contra las
paredes besarse y de lo rico que sabían los labios de Liam aún con aliento a alcohol tan vacío y
oscuro. Recordaba el olor a coco cuando hundió la cabeza en su cuello, dulzón y blanco y áspero.

Las imágenes se volvían rápidas y difíciles de definir a partir del momento en que abrían la puerta
de la casa. Zayn no recordaba dónde había dejado la llave, ni si había cerrado la puerta, pero
recordaba que el cuerpo de Liam se sentía pesado y real mientras caían sobre el colchón, y que
sus palmas se sentían gruesas y suaves, cuando, abiertas, se estiraban sobre su piel y su
cadera.

Cuando Zayn fue al baño la puerta estaba cerrada y el espejo del baño estaba todavía húmedo,
como si Liam hubiese estado allí dándose un baño apenas hacía unos minutos. Adivinó sin
demasiado trabajo que tendría una excusa en el celular dentro de un rato ("Tenía el cumpleaños
de una tía y tuve que irme, lo siento" o algo por el estilo), pero no le molestaba demasiado.

Es decir, adoraría que fuera distinto, que Liam durmiera con él al menos una vez —no porque
estuviera borracho hasta la médula como el viernes pasado, sino que se quedara simplemente
porque sí—, y que desayunaran juntos en la barra de la cocina, que le halagara los huevos
revueltos que eran su especialidad, que pasaran la tarde mirando películas malísimas o charlando
de la vida. Pero al final del día, mejor poco que nada. ¿No?

Había tenido todo lo otro anteriormente: el dormir juntos y abrazados, el mirar películas porque
había mucha pereza hasta para hacer el amor, el tomarse de las manos caminando por la vereda,
y muchas cursilerías más. Pero estaba dispuesto a renunciar a todo eso con tal de tener a Liam,
porque al fin de cuentas tomarse de las manos en la vereda no le daba tantas cosquillas como
una sutil caricia en un bar, ni el dormir juntos y abrazados lograba hacerlo sonreír tanto como
escuchar a Liam susurrar su nombre en la cama.

Tenía suficiente, por ahora. No quería ser codicioso, no quería arruinarlo.

El mensaje de Liam llegó justo cuando Zayn estaba punto de escribirle.

Perdón por irme sin saludar.

Y nada más. Zayn esperó media hora por una segunda parte del mensaje, por algo más que
siguiera a esas palabras —una excusa o una explicación—, pero no hubo tal cosa. Se sentía raro.
Honesto, por primera vez. Tanto que Zayn no supo cómo responder.

Es que lo que hacía fácil manejar la situación con Liam era que los dos se mentían el uno al otro,
suavizando y puliendo las partes que eran complicadas, logrando que esa cosa que compartían
que a duras penas podían llamar relación fuera sostenible en el tiempo, y no trajera las preguntas
que minarían sus fundamentos.

La cosa iba así, Liam decía que estaba bien, que extrañaba tener sexo con otras personas
además de Harry, que eso era todo, que por eso aprovechaba cada espacio que el moreno le
daba para meterse en su cama. Zayn le decía que era guapo, y que podría enseñarle algunos
trucos que los chicos de secundario no sabían; y sobre todo que eran demasiado jóvenes para
preocuparse por las etiquetas.

Lo cierto es que si llegaban a pensar en las etiquetas, en qué nombre ponerle a eso de acostarse
juntos tres noches a la semana, lo más probable fuera que no llegaran a un acuerdo.

Zayn no era idiota, sabía que Liam no estaba enamorado de él.

Se tomó un analgésico y un antiácido, para calmar el dolor de estómago y de cabeza, y se arregló


como pudo antes de salir a la calle. De golpe el departamento se sentía pequeño y solitario,
incómodo.

Eso era decir mucho, Zayn no era de los que salen sólo porque sí.

Sacó el teléfono del bolsillo para poner música, pero terminó buscando en su lista de contactos un
número de teléfono.

Se sorprendió a si mismo cuando eligió a quien llamar. La opción lógica debería ser Louis, él era
al fin de cuentas su mejor amigo, el único que entendía mejor que nadie lo que sentía por Liam, a
quien no tendría que explicarle lo genial y horrible al mismo tiempo que era esa situación. Pero
Louis estaba distinto últimamente: o estaba ocupado, o estaba distraído, o no estaba en lo
absoluto.

Todo había empezado la tarde en que se enteraron que Harry había cortado con Liam; Zayn
había llegado a casa de Louis con las buenas —no tan buenas— nuevas en busca de alguien que
le permitiera bromear al respecto, distenderse un poco, quitarse la culpa de alegrarse por algo
que ponía a Liam tan triste. Louis sin embargo no había dicho nada ese día, simplemente había
escuchado lo poco que Zayn sabía y después había inventado un montón de excusas idiotas para
disimuladamente echarlo de su cuarto.

Si no fuera porque era Louis, y porque Zayn lo conocía mejor que a nadie, podría haberse
interpretado eso como celos o enojo. La respuesta inmediata a la noticia de que Liam estaba de
vuelta en el mercado y de que él quería enfocarse en conquistarlo había sido carraspear, cambiar
de tema, e inventar una excusa para quedarse solo. Desde entonces, cada vez que se veían,
Louis o estaba enojado o estaba distraído, o algo por el estilo, pero aunque en la universidad
todos bromeaban con que su amigo estaba despechado, Zayn se imaginaba que si Louis
realmente lo quisiera de ese modo no podría actuar tan bien haciendo de cuenta que no le
importaba en lo absoluto.

Zayn hablaba y Louis asentía desinteresado, mirando la pared. No reaccionaba a su tacto con
más que una mirada de reojo y una especie de suspiro y más de una vez lo había descubierto
mirando el vacío y frunciendo el ceño, como si el recuerdo de algo lo pusiera triste. Es decir,
sabía que era importante en su vida, pero no tanto como para ponerlo en ese estado.

Había estado a punto de preocuparse al respecto, porque hacía varios meses ya que se
comportaba de un modo extraño, pero el otro día, la última vez que lo había visto, tenía un brillo
especial en los ojos, una sonrisa rebelde que no se dejaba ocultar, una persona del otro lado de
los mensajes de texto y ese nuevo silencio era mucho más agradable que el de los últimos
meses. Todavía lo molestaba hablar de Liam, pero exceptuando eso podría decirse que Louis
estaba bien. Distinto. Nuevo. Pero bien.

La cuestión es que Zayn necesitaba hablar de Liam ese día, y necesitaba hacerlo con alguien que
lo ayudara a calmar su conciencia y a ordenar sus ideas al mismo tiempo, no con alguien que
pusiera caras de angustia al tratar el tema y que lo hiciera sentir mil veces peor.

El teléfono sonó dos veces antes de que el irlandés atendiera. De fondo se escuchaba ruido
metálico, y susurros.

—Hey Z —lo saludó, y alguien hizo un chiste al que le siguieron unas carcajadas.

—Hey... —Zayn carraspeó antes de seguir hablando. Se detuvo en la calle de golpe,


considerando por primera vez que quizá Niall no tenía tiempo para él y sus problemas en ese
momento—. Lo siento, no imaginé que estarías ensayando.

—No, está bien. ¿Qué pasa?

—Es que... Necesito... Hablar con alguien. ¿Contigo?


—Sí, claro... —Zayn casi que podía imaginarse al irlandés frunciendo el ceño, confundido,
tomándose el tiempo necesario antes de responder—. ¿Por qué no vienes a casa? Trae unas
cervezas.

(—Y comida —gritó alguien en el fondo).

Definitivamente eso no era lo que tenía en mente cuando se propuso charlar con alguien. La mini
sesión de terapia se había convertido en una fiesta VIP con seis invitados uno más ebrio que el
otro. Niall cantaba alguna canción folclórica irlandesa y Josh sonreía mientras hacía la percusión
con los lápices en la mesa. El bajista del que Zayn aún no sabía el nombre imitaba pobremente
con alaridos las notas de su bajo.

El chico de la guitarra eléctrica se besaba con su novia en un sillón y una chica que hacía un
buen rato se había dado por vencida con el moreno ahora hacía un terrible pero divertido intento
de beatboxing acompañando la canción que hablaba de una cultura desconocida para Zayn.

La canción terminó y Josh se puso de pie para aplaudir a Niall solemne y torpemente (casi tiró la
silla al levantarse), y como si el final de la canción lo hiciera darse cuenta de golpe, el bajista
decidió que era hora de irse a casa. Zayn no sabía si estaba demasiado borracho o si eran los
demás, la cuestión es que antes de que entendiera cómo, en la casa sólo quedaba él, y Niall
charlaba con Josh en la puerta besándolo a cada respiro de sus palabras.

Se descubrió mirando la escena intensamente y volvió la mirada al suelo, un poco avergonzado.


Josh era genial, en serio: él jamás dejaría a su novio sólo con su ex estando los dos borrachos.
Pero, otra vez, Niall jamás engañaría a alguien. Era mejor que eso. Era mejor que él.

—Ayúdame a limpiar —pidió el rubio al volver a la sala.

Zayn asintió, todavía mareado y confundido, y un poco triste por las ideas que se cruzaban en su
mente. Abrió una bolsa de residuos y mientras Niall lavaba los platos juntó las latas, botellas,
papeles, que decoraban el suelo.

Sacudió la toalla que estaba sobre una silla, juntó las zapatillas en un rincón cerca de la puerta.
Esa casa estaba igual de desordenada que siempre lo había estado, un misterio que Zayn jamás
descifraría, siendo que Niall era el maniático de la limpieza que sabía que de hecho era.

Terminó de juntar todo y dejó la bolsa de basura afuera, y cuando volvió a entrar Niall estaba
doblando un cubrecama que estaba hecho un bollo a los pies del sillón.

Zayn sonrió al verlo, porque la escena era familiar. Era con la que solía encontrarse cuando
todavía eran novios. En esas épocas Zayn se despertaba cansado y confundido, porque su cama
estaba vacía, pero estaba seguro de que se había acostado con alguien más, y al llegar a la sala
Niall estaba limpiando el desorden que habían dejado la noche anterior, que en general consistía
en bowls con frituras y una frazada en la que se habían envuelto al ver películas.

Lo distinto a esa escena era que nunca pasaban tiempo en casa de Ni por esos días, porque era
chica y estaba llena de gente y no podían dormir juntos ya que el sillón era chico y la habitación
compartida. El que si era el mismo, era el edredón, pesado pero finito, herencia de su abuela.
Niall solía decir que los sintéticos no abrigaban nada, y que si Zayn se negaba a instalar un
sistema de calefacción tenían que cubrirse con algo decente, por lo que cada vez que iba a
dormir a su casa, lo llevaba.

Para cuando terminó el invierno el edredón ya era parte de la casa de Zayn, y Niall había
preferido dejarlo allí porque su casa era pequeña y porque el invierno siguiente volverían a
pasarlo enredados el uno con el otro en el sillón de todas formas. Se equivocaron con eso.

El edredón volvió a casa del irlandés en una caja bastante grande, junto a libros, cds y un par de
mudas de ropa que habían quedado en sus cajones.

—¿Qué? —preguntó Niall al descubrir que Zayn lo miraba desde la puerta, sin moverse.

—Nada... —respondió encogiéndose de hombros—. Recuerdos, eso es todo.


Una sonrisa tímida se dibujó en labios del rubio, mientras terminaba de acomodar el edredón
ahora doblado sobre el brazo del sillón.

—¿Nostalgia, eh? —bromeó, pero no sonó burlón sino compasivo—. ¿De eso querías hablar?

Zayn solamente se negó con la cabeza. Caminó hacia el sillón, y se desplomó en él, cubriéndose
los ojos con ambas palmas.

—Prepararé té —anunció Niall antes de perderse en la cocina—. Quítate las zapatillas si vas a
subir los pies a la mesa.

Zayn ya se había adelantado. No los subió a la mesa, sino al sofá, los escondió debajo del
edredón para abrigarlos un poco.

Solo en la sala no pudo evitar ahogarse otra vez en un torrente de recuerdos y fantasías, las
dudas como olas atontándolo a bofetadas. Niall había dicho otra vez que Zayn era una buena
persona, que había crecido y aprendido de sus errores, pero él todavía no había logrado
convencerse. En cambio, mientras jugueteaba con el edredón siguiendo con los dedos las líneas
que dibujaban los hilos, pensó que seguramente volvería a cometer el mismo error, que si las
cosas volvieran a suceder del mismo modo, volvería a sentirse solo y despechado, volvería a
recurrir a eso de acostarse con extraños para calmar el enojo.

Todavía ganaba una especie de satisfacción de dañar a las personas, todavía le resultaba
agradable pensar que quizá sí Louis se había enamorado de él, que quizá por eso estaba
enojado, que alguien en el mundo lo quería aunque él no lo quisiera del mismo modo. Le gustaba
eso de ser el que recibe de vez en cuando. Le gustaba sentirse especial.

Pero, otra vez, Louis no estaba enamorado de él; no sonreía tontamente al verlo, no se le ponía la
piel de gallina cuando le tomaba la mano ni buscaba excusas tontas para hablarle por teléfono. Y
Zayn se odiaba por estar decepcionado al respecto.

Niall volvió a la sala con las dos tazas humeando y se sonrió cuando vio el edredón
desparramado sobre las piernas del moreno después de que él se había tomado el trabajo de
doblarlo. Zayn recibió la taza y juntó las piernas, haciéndole lugar al rubio.
—Necesitaba hablar con alguien —explicó y bastó que Niall hiciera un gesto afirmativo para que
empezara a contarle (como podía) el desastre que eran su cabeza y su vida en ese momento.

Que tenía lo que siempre quiso y que ahora entendía que no era lo que realmente quería. Que
Liam era guapo y sexy y muy bueno en la cama, pero que eso no era suficiente. Que quería más.
Que quería su atención, sus secretos, que quería ser el primero al que le contara cómo le fue en
un examen y que le mandara textos ridículos todo el tiempo, aunque fueran sobre el clima, o lo
que sea.

Quería ser su amigo pero quería ser también su amante, quería que Liam se enamorara de él y
que se quedara durmiendo hasta el mediodía en su casa y que si se levantara de la cama fuera
para hacer el desayuno. Quería tener a Liam del modo en que tuvo a Niall en su momento, quería
que fuera su novio.

—Bueno, quizá deberías empezar a tratarlo como a uno —dijo el irlandés—. Es decir, ¿por qué
estás hablando conmigo al respecto? ¿Por qué no hablas con él?

—Pero... ¿y si me dice que no?

Niall sonrió antes de responder, compasivamente.

—Es lo que va a decir —explicó.

Zayn sintió que acababan de darle una bofetada, pero Niall siguió hablando:

—Recién sale de una relación, de una traición, sobre todas las cosas... No está listo para
empezar otra vez —dijo Niall y le palmeó las rodillas torpemente, a modo de caricia—. Pero, al fin
de cuentas, ¿qué cambia? Al menos te lo sacarás del pecho.

x
El alcohol no ayudó. Nunca ayuda. El primer trago quiso decirle que lo amaba, al segundo quiso
llevárselo a la cama, al tercero se estaban besando contra la barra y al cuarto le vinieron ganas
de llorar.

Liam estaba más guapo que de costumbre, pero siendo justos, a Zayn siempre le daba esa
sensación (como si sus recuerdos por más cegados y enamorados que fueran no estuvieran a la
altura del Liam de verdad, y ni en su idealizada imagen de él pudiera dibujarlo tan bonito como
realmente era). Se veía bien, con un cigarro de los suyos pegado a sus labios y una barba espesa
pero cortita sumándole unos años —iba a ser muy guapo a los veintimuchos.

Tenía los ojos brillantes por los tragos y el humo y sonreía mucho, como si todo le importara un
carajo.

Cinco tragos y Zayn pensó que debería haber comido algo, porque se sentía mareado y él era
mejor que eso: tomaba desde los quince, sabía llevar el alcohol. No esa noche al parecer, esta
vez el alcohol lo llevaba a él.

Se recostó contra la barra mientras Liam pedía una cerveza. La pista y las luces lo habían dejado
estúpido y mirarla desde afuera lo hacía sentir cansado y confundido. Desde adentro de la pista la
música y el parpadeo le latían a cada paso, salto y tacto, como si la música se moviera a través
de su cuerpo, natural, fluidamente. Desde la barra las personas parecían un montón de idiotas
revolcándose.

Cerró los ojos y la imagen de hace unos minutos volvió a su mente, brillante y confusa, como
sacada de un sueño. Parpadeos del perfil de Liam contra el suyo, su barba haciéndole cosquilllas.
De abrir la boca para decir algo y del beso que lo tomó por sorpresa. De sentir las palmas
húmedas sobre su espalda, de no entender las palabras pero saber lo que significaban los
susurros al oído. Del frenesí y la calentura que se había esfumado de golpe al llegar a la barra,
tan fría y artificial.

—Hey, guapo —llamó Liam. Zayn abrió los ojos de golpe, un poco avergonzado. Liam le sonreía
desde su banqueta, con los labios rosados e hinchados y la botella de cerveza en la mano—.
¿Por qué tan lejos?
Zayn sonrió antes de acercarse a él. Lentamente pero con seguridad —como un gato, hubiese
dicho Louis. Tomó la botella que le era ofrecida y probó un sorbo solamente.

—No hay que mezclar — recordó y le devolvió la botella.

Podría haber pasado como un comentario razonable pero entonces pidió el sexto trago de la
noche aunque sabía muy bien que no podría soportarlo.

La mano de Liam trepó por su espina haciéndole cosquillas y Zayn bebió de un saque el sexto y
otra vez quería llevárselo a la cama y quién quiere hablar de amor de todas formas.

Pero Liam no quería irse, no todavía. Separó las piernas, invitando al moreno a pararse en el
medio, lo abrazó por la cintura y apoyó el mentón en su hombro. Fue eso o el séptimo trago lo
que le recordaron lo de hablar de los sentimientos.

Pero Liam hablaba de Andy, de que debía estar muy borracho porque esos no eran pasos de
baile cool y Andy no era de los que disfrutan haciendo el ridículo. De vez en cuando interrumpía el
relato para comentar lo bien que olía su pelo,

—Como a menta, ¿no? —susurraba, y se preguntaba en voz alta por qué a él no le quedaba el
mismo olor, ni cuando se bañaba en la misma ducha y usaba el mismo champú.

Zayn se sonrió y echó la cabeza hacia atrás. Sentía un zumbido en la nuca, algo así como un
mareo. La barba de Liam sobre su mejilla le hacía cosquillas, y sentirla tan suavecita e inofensiva
le recordó a las primeras conversaciones que había tenido sobre él ("Es como la versión humana
de un golden retriever") y sin quererlo se le escapó una suave carcajada.

—¿Qué es tan gracioso? —preguntó sobre su oído.

Zayn sintió el aliento caliente desenrollándose sobre su piel, húmedo, la voz saltando sobre cada
centímetro de su cuello; pero apenas pudo concentrarse en ello cuando sus palmas lo acariciaban
tan lascivamente en el vientre, jugueteando con la hebilla del cinturón.
No necesitó un octavo trago para cambiar de opinión otra vez, le bastó el beso sobre el cuello, la
forma en que sus manos lo abrazaron contra su cuerpo, recordar que Liam usaba su champú
pero que por más mentolado que fuera siempre olía a coco o almendras, le bastó oír susurradas
las palabras de siempre ("¿Quieres que nos vayamos?") para decidir que simplemente no podía
hacer eso ahora.

Tomaron un taxi afuera del bar y se textearon las cosas más inapropiadas durante el camino a su
casa (todo empezó con un meditativo "si fuéramos chico y chica podríamos estar besándonos
aquí atrás ahora mismo y el taxista no se ofendería" que mandó Zayn). Cuando llegaron, apenas
Zayn cerró la puerta con llave, Liam lo cargó sobre su hombro para llevarlo al dormitorio.

—¡Bájame! —reclamó, aunque en verdad no sonó muy creíble.

No sólo porque no intentaba resistirse (y sería muy sencillo si lo hiciera) sino porque se reía
mientras gritaba, y porque si Liam se distraía y lo echaba demasiado para atrás, aprovechaba la
ocasión para tocarle el trasero.

Lo dejó sobre el colchón y antes de que pudiera reincorporarse Liam estaba encima de él,
acorralándolo con los brazos a su costado, mirándolo tan fijamente que se sentía desnudo aún
con toda la ropa puesta. Sonrió brevemente, y cuando volvió a relajar los labios, Zayn se distrajo
observándolos, el modo en que la gravedad los despegaban apenas un poco de sus dientes, lo
rosados que seguían de ese breve beso en el pórtico.

—Jesús, Zayn...

Las palabras llegaron un segundo después, retrasadas. Le costó al moreno concentrarse en lo


que oía en vez de en el movimiento hipnótico de sus labios al hablar.

—Eres hermoso, ¿te lo han dicho?

Zayn se sonrió, sonrosándose ante el comentario.


—Me lo dijo un chico, el otro día. En la misma cama, ahora que lo pienso —bromeó y ahora Liam
sonreía también, y sus labios seguían rosados y húmedos pero Zayn no quería besarlos todavía.

En cambio acercó su mano, acarició su mejilla, su piel, siguió el rastro de su cuello hasta el oído y
hasta las arrugas que se le hacían en los ojos al sonreír.

—Me haces cosquillas —protestó Liam, pero Zayn no dijo nada.

Siguió el recorrido, sobre sus cejas ahora, cuadradas y tupidas, y cuando se tensaron en un gesto
confuso al sentir su tacto, Zayn dejó ir una incontenible carcajada, tímida, tibia, como el ambiente
en el que estaban.

Es que toda la electricidad, la desesperación, el deseo con el que habían entrado a su casa se
había transformado en un torrente tibio que les trepaba por el cuerpo como si un sol lejano pero
fuerte les quemara la piel y subiera desde los pies lentamente mientras se alzaba en el cielo.

Ahora mismo Zayn podía sentir el rayo de luz sobre la panza, agitando las mariposas.

—Tú eres hermoso también —confesó mientras su dedo bajaba milímetro a milímetro por la línea
de su nariz. Sintió sus mejillas hirviendo de pudor, como si Liam supiera todo lo que estuviera en
su mente, lo mucho que lo quería en modos que jamás se atrevería a confesar, que no
involucraban camas, ni alcohol, ni fiestas—. Casi tan guapo como yo —bromeó, pero la mirada de
Liam decía que no creía en ese camuflaje estúpido que le había echado a su halago.

Quizá debería decir algo más, húmedo y desesperado y caliente, que lo pusiera en el humor de
algo más que mirarse tan de cerca y tan abiertamente; pero cuando el dedo bajó de la nariz,
primero tocó ese huequito sin nombre y después bajó al labio, y mientras el moreno recordaba
una historia que una vez le había contado su mamá, Liam cerró los ojos y besó su labio tan
tiernamente que le vinieron unas incomprensibles ganas de llorar.

Acarició su mejilla antes de acercarlo a él para besarlo, intentando parecer firme aunque estaba
temblando. Liam se recostó sobre sus codos, dejó caer su pelvis sobre la suya, pero no se
refregó, no se movió desesperado, no intentó quitarle la boca. Besó sus labios con una ternura
que se sentía rara en ellos, sin susurros, proposiciones, piropos. Besó sus labios como si
estuvieran hechos de algo dulce y delicioso —de esa cosa de la que estaban hechos los labios de
Liam, pensó el moreno— con paciencia y lentitud.

Era una agonía. Dolía sobre la piel del moreno.

Zayn pensó que si iba decírselo debía hacerlo ahora, que si había un momento pensado para que
le dijera que no había hombre en el mundo que le pusiera la piel así, que fuera tan bonito que le
dieran ganas de llorar, que quería todo de él y un poco más también y que a cambio le daría el
mundo entero y más si se lo pedía, ¡que lo amaba!, mierda, aunque fuera terrorífico admitirlo.

Si había un momento para decir eso era ahora, con los besos tiernos de Liam sobre su boca, con
el calor de ese sol invisible justo en el pecho, con las palabras y las certezas temblándole en la
garganta.

Pero simplemente se sentía tan bien su humedad y su calor, y el relato de su madre había vuelto
a él tan repentino justo en ese momento que... ¿Tenía que significar algo, no?

Bajó torpemente sobre su ropa, sintió sus abdominales sobre la camisa, pero fue más abajo aún,
palpando su miembro sobre la tela del jean, sonriéndose ante la electricidad indisimulable que
había atravesado su cuerpo, hasta su boca, convirtiendo el tierno beso en un suave mordiscón,
seguido de un insulto susurrado, alguna palabra subida de tono que sonaba tan rara en Liam, y
que por algún motivo calentaba de sobremanera a Zayn.

La historia que le habían contado en su infancia seguía taladrándole los oídos desde algún lugar
dentro de su cabeza, y cada golpe era darse cuenta de algo nuevo, era cuestionarse todo lo que
estaba haciendo; así que Zayn trataba de no escucharlo, y honestamente era fácil, porque Liam
besaba su cuello hasta el hueco entre sus clavículas, y con las manos le desabrochaba el
pantalón, y su pelo se escurría cuando el moreno acariciaba su cabeza.

El relato se esfumó rapidísimo después de que se soltara el último botón. Liam lo ayudó a
quitarse la camiseta y ahora que los dos estaban sentados en el colchón Zayn le quitó la camisa a
él también. Todavía era raro, comparado con otras veces, no era tan rápido y ruidoso, pero ya se
sentía un poco más en su elemento, no tan fuera de lugar.
Zayn se bajó de la cama para buscar condones y para quitar la ropa del paso, también, y cuando
se giró otra vez Liam estaba sentado contra el respaldar, con la mirada perdida en algún lugar de
su mente —y de la colcha.

—Puedo escucharte pensando y me está poniendo nervioso, detente —demandó el moreno en


tono burlón y se trepó a la cama.

—¿No tengo permitido pensar? —preguntó, riéndose mientras lo hacía.

—No cuando estamos a punto de hacerlo —le respondió. Liam iba a decir algo estúpido, o serio
(que era lo mismo en esa ocasión) así que Zayn se acercó a él, besó su cuello desde la marca de
nacimiento hasta el rincón debajo de su oído—, Vamos, ¿No puedes pensar mañana? Quiero que
me folles...

Y eso bastó. Liam besó su mejilla y su cuello, y lo mordió suavemente, y cuando estuvo a punto
de tirarlo sobre el colchón, Zayn le dijo que se quede sentado, que él iba a hacer el trabajo
pesado esa noche. Se trepó sobre él, abrazándose a su cuello, hundiendo la nariz en su cabello
con olor a coco, sintiendo las palmas en su espalda, a la altura de la cintura, empujándolo cada
vez más adentro.

Zayn empezó a moverse, lentamente, al principio. Liam susurraba lo bueno que era, lo apretado
que lo sentía, lo mucho que lo deseaba; y lo hacía sonreír, así que le besaba la mejilla, lo mordía
juguetonamente y le murmuraba al oído lo bien que le sentaba la barba, lo rico que olía su
perfume, lo grande que lo sentía dentro suyo.

Liam dejó su cintura para tomar su rostro, para acercarlo a su boca y besarlo, y su lengua se
movía tan rápido que Zayn no pudo controlarse de imitar su movimiento, desesperado como si
quisiera que esa electricidad se diluyera, dispersara, perdiera con su sudor; pero más rápido se
movía y más Liam susurraba entre dientes sobre su boca, y es que sentía demasiado y le daba
una especie de cosquilleo que dolía.

Liam interrumpió el beso para lamer su palma hasta los dedos, envolvió su miembro y empezó a
acariciarlo de arriba abajo, al principio suavemente y después cada vez más rápido, y aunque
chocó frente con Zayn no quiso besarlo; en cambio miró sus gestos, sus expresiones, aunque
desde ese ángulo, con Zayn tímidamente agachando la cabeza, apenas si podía ver sus labios
abriéndose pesadamente, sus dientes presionados intentando contener un gemido.

Minutos después estaban envueltos en sudor, Zayn no sentía las piernas así que era Liam quien
tomándolo por las caderas lo movía a su ritmo, mientras besaba su cuello y susurraba palabras
sueltas, inconexas, desesperadas. Zayn acabó tibio sobre su vientre y eso fue como un estímulo;
Liam respiró aire hirviendo sobre su cuello mientras le daba las últimas embestidas y acababa
también, un instante después.

Zayn se levantó apenas un poco, para que Liam pudiera quitarse el preservativo, acomodarse un
poco en la cama, pero después volvió a dejarse caer encima de él perezosamente. No sentía ni
las piernas, ni la panza, hasta las manos se le hacían extrañas sobre las sábanas.

—Eso estuvo bien... —comentó mientras sonreía.

—Fue perfecto —respondió Liam y besó su cuello, y fue tierno y amable y muy Liam, de todos los
modos posibles, pero no se sintió bien esta vez.

Zayn sentía ganas de llorar pero no por los motivos de siempre. No porque Liam fuera demasiado
para que él lo soportara, no porque había cosas que quería decirle y no sabía cómo o no se
atrevía a hacerlo; quería llorar porque tenía la extraña certeza de que esa era la última vez, que lo
que venía ahora era la despedida.

—Tú eres perfecto —continuó Liam.

—No lo soy... —dijo e intentó sonar serio, pero los besos de Liam le hacían cosquillas, así que lo
dijo entre risas. Ocultó la cabeza en su cuello para disimular la risa y porque una lágrima había
logrado escaparse y no quería mirarle a los ojos.

—Eres tan perfecto, dios... ¿Qué estoy haciendo?

Conocía la sensación, la había sentido antes, esa mezcla entre orgullo y vergüenza, eso de ver al
otro y darse cuenta de lo realmente perfecto que era, de lo poco que lo merecía. Imaginaba lo que
venía, un discurso tonto, demasiado amable, demasiado generoso: diría que Zayn era demasiado
bueno para él, Liam simplemente no podría hacerle eso, tenían que detenerse antes de que
alguno de los dos saliera lastimado; y en un intento desesperado Zayn le confesaría su amor, y
lloraría sobre su hombro y esa despedida sería oscura y mohosa como todas las que él había
conocido.

Zayn fingió su mejor sonrisa antes de echarse atrás un poco, para poder mirar a Liam a los ojos.
Tocó otra vez torpemente el hueco debajo de la nariz, encima de sus labios.

—¿Sabes? Dicen que esa marca te la ponen los ángeles cuando estás todavía en la panza...
Para que te olvides de todo lo que sabías antes de nacer, para que seas ingenuo e inocente.

—¿Por qué estamos hablando de eso? —preguntó Liam, entre confundido y divertido.

—Es que la tienes bien marcada y estaba pensando que tú eres así, sabes, todo inocente e
ingenuo y siento que te estoy corrompiendo, corrompiendo al pequeño Liam Payne —mintió,
sonriendo tan exageradamente que no podía decirse que lo intentaba—. Deberíamos terminar
esto, ¿sabes? Antes de que logre que te vayas al infierno o algo por el estilo.

Liam sonrió amargamente, se tomó un momento antes de contestar. El silencio se sentía pesado
sobre ellos ahora.

Después de un rato levantó la mirada, encontrándose con la del moreno.

—Probablemente tienes razón... —dijo—. Me has enseñado algunas cosas que estoy seguro que
los ángeles no querían que supiera.

Zayn soltó una carcajada y otra lágrima se escapó y no estaba funcionando, pero Liam le seguía
la corriente, hacía de cuenta que no veía, que no se daba cuenta, y era mejor para él,
honestamente.

—Es un poco tarde... —comentó Zayn, no porque quisiera que se fuera realmente, sino porque
las lágrimas eran cada vez más difíciles de controlar y no quería arruinarlo, no más, por lo menos.
—Sí pero... Quizá podría quedarme esta noche... Porque... —Liam se rascó la cabeza, frunció el
ceño, buscando una excusa—, mañana, cerca de aquí, eh, tengo un cumpleaños...

—¿De una tía? —bromeó Zayn, burlándose de los repetidos mensajes aludiendo a tías
inventadas como excusa para escabullirse de su cama por las mañanas (en serio, Liam, ¿cuántas
tías puede tener una persona?) y los dos se rieron.

—Sí. eso mismo...

—¿Cómo es su nombre? —preguntó el moreno entre risas arqueando una ceja, y quizá el hecho
de que pudieran bromear sobre eso quería decir que sobrevivirían, que estarían bien, que su
amistad valía más que eso.

—¿Gertrudis?

—¡Gertrudis! Ese es bueno... —dijo Zayn y levantó la mirada a su perfil, encontrándose con la de
Liam que llevaba en él un buen rato—. Puedes quedarte, supongo. Pero yo te doy la espalda para
no... Corromperte más.

—Sí, está bien —respondió Liam encogiéndose de hombros mientras lo miraba acomodarse,
meterse debajo de las sábanas, mirando a la pared en lugar de a él tan distinto de las otras
veces, cuando se quedaba dormido recostado sobre su pecho.

NOTA DE LA AUTORA: Chiquis, por algún motivo wattpad bloquea el siguiente capítulo, que es
el número 8 y se titula "La Tormenta". Está publicado, pero para poder acceder a él tienen que
seguirme. Pero como el caso no es obligarles a que me sigan, les paso el link para que lo lean
desde ao3: http://archiveofourown.org/works/4499931/chapters/10942172

No se lo salteen porque tiene cosas importantes para la trama!! El resto del fic está normalmente
publicado por acá. Disculpen las molestias. Espero disfruten la historia xx
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Capítulo 9: El Sol, las Nubes Grises y el Trueno,

y la Mano Estrujándole el Pecho.


x
Zayn no sabía si enojarse porque Louis se rehusaba a hablar al respecto o porque el teléfono
simplemente no paraba de sonar. Cada vez que intentaba decir una frase, completar una idea, el
ringtone de Louis repiqueteaba en su bolsillo y era tan molesto verlo con esa cara de "sigue
hablándome, te escucho, no me interesa el teléfono que suena", que siempre, pero siempre,
terminaba con Zayn estallando en un-: Contesta, por dios -antes de darle un nuevo trago a su
bebida.
A pesar del teléfono que los interrumpía todo el tiempo, Zayn estaba contento. Extrañaba a Louis.
En los últimos meses, entre los exámenes, el trabajo y lo extraña que se había vuelto la dinámica
entre ellos (Zayn nunca entendería por qué) simplemente no se veían lo suficiente. Quizá tendría
que ver con el modo sorpresivo en el que terminaron lo encuentros entre ellos, quizá con ese
gesto de morderse la lengua cada vez que Zayn le comentaba sobre cómo iban las cosas con
Liam, pero, honestamente, lo más probable es que fuera lo que fuera que cambiaba sus
dinámicas, tenía que ver con el teléfono que no paraba de sonar y con la sonrisita idiota de su
amigo.
¿Cuándo había sido la última vez que lo había visto así de feliz de todas formas? Así de frágil
pero sobre todo así de relajado. Lo único que se le venía a la mente a Zayn era ese primer
romance cuando todavía estaban en el secundario, esas charlas en el patio trasero de la escuela,
fumando cigarrillos y hablando de este chico mayor que

Louis había conocido, que lo llevaba a conciertos y que le enseñaba tantas cosas. Su nombre era
Lucas y con el tiempo había demostrado ser un completo imbécil. Deberían haberlo sospechado,
con sus excusas y sus encuentros secretos y esa manía de no llevar la relación al siguiente paso.
Pero Zayn y él eran muy jóvenes, muy ingenuos, todavía.
Lucas había sido en la vida de Louis un cachetazo de realidad, y después de él, simplemente, no
había vuelto a enamorarse. Zayn no podía culparlo. Es que simplemente, su amigo no estaba
hecho para llorar, no le quedaba bien, no iba con su personalidad. Mandar mensajes a todo
momento, aunque él otro no respondiera, no encajaba con sus acciones. Mucho menos pasearse
como quien no quiere la cosa por esos lugares en donde sabía que podría encontrárselo.
La relación entera había sido rebuscada, triste, y estúpida, por sobre todas las cosas, y Louis
había prometido una noche poco antes de graduarse del colegio, que nunca nadie jamás volvería
a tomarlo por un imbécil. Zayn recordaba asentir, sonreír, y terminar de un sopetón la botella de
cerveza esa noche, mientras conversaban. Recordaba la espuma haciéndole cosquillas en la
lengua y Louis con la mirada de fuego pero cansada, y recordaba sobre todo pensar que ni
siquiera Louis podría ser tan terco: nadie podía convencerse de no volverse a enamorar.
Al principio, no parecía raro que Louis no volviera al juego. Es decir, desde la ruptura con Lucas a
la graduación pasaron como tres meses, llenos de fiestas, exámenes, planes para el futuro.
Simplemente no había tiempo para pensar

en chicos. Zayn empezó a tomarlo en serio recién cuando se fueron a estudiar. Él y Niall le
habían presentado a tantos tipos y lo habían visto conquistar por su cuenta a otros tantos, que ya
superaba la simple ley de probabilidad. Ya no quedaban excusas. Lucas había quedado atrás,
también sus mensajes y llamadas a mitad de la noche, y hacía meses que no había reencuentros,
siquiera de los meramente carnales. Louis había conocido a tantos chicos que echarle la culpa a
que no hubiese encontrado al indicado simplemente parecía ingenuo.
Niall y él habían sacado la cuenta, una vez: Louis había salido al menos con quince chicos desde
que estaban en la Universidad, y ni uno de ellos había logrado sonrojarlo, o apresurarlo a
responder un mensaje, o hacerlo sonreír sin motivo aparente. Fue hablando de eso, de lo raro
que sería verlo en esa posición, que Zayn recordó esa charla en su dormitorio en la madrugada
cuando aún eran adolescentes, la mirada de fuego de Louis mirando el cigarro en sus manos, y la
boca dibujando las palabras "nunca más" casi como una advertencia más que como una
promesa.
Nunca más nadie lo tomaría por imbécil, nunca más se dejaría lastimar, nunca más sería ese
chico embobado y con mariposas en el estómago. Zayn recordó ese momento y se preguntó,
ingenuamente, si Louis recordaría esa charla también, si quizá debería haberlo tomado en serio,
haberle explicado que hay gente estúpida y gente buena también, que algún día Louis encontraría
a alguien por quien pudiera perder la cabeza confiando en que el otro volvería a ponérsela
encima

del cuello, siempre.


Bueno, algo había pasado desde esos días de fiestas y revolcones a ahora. Algo había pasado
desde ese par de meses de un contrato silencioso de amigos con beneficios, desde que Liam
había cortado con Harry y Zayn se había vuelto algo así como su cuerpo favorito en el que
desahogarse, por un tiempo. Algo, o alguien, que lograba que Louis se apresurara a responder
los mensajes, que lo hacía sonreír sin motivo mientras veían películas, o mientras estaban en
clase, alguien lo había puesto de ese modo, tan... blando, y tibio y rosado.
No es que Louis hubiese dejado de ser sarcástico, o un excelente manipulador que pudiera
subirse las notas cada vez que lo necesitaba, la cuestión es que sus respuestas irónicas siempre
venían varios segundos tarde, y que simplemente ya no necesitaba tanto convencer a los
profesores de subirle las notas porque sacaba buenos resultados en los exámenes en primer
lugar, y ahora cuando veía a un bebé se la pasaba jugando con ellos y haciéndole caras y no
tenía la necesidad de hacer un comentario ácido más tarde, como para no mostrarse débil. Zayn
no sabía quién o qué lo tenía así, pero tampoco creía que fuera apropiado preguntar. Prefería
disfrutar la vista, honestamente. Una confrontación, con Louis, nunca terminaba bien.
Además, Louis no era idiota. Tenía que darse cuenta de lo cursi que se mostraba, sobre todo
porque cada vez que respondía uno de sus mensajes en el celular, Zayn o se atoraba en el vaso
o se mordía el labio para no mostrar una sonrisa demasiado obvia, y cuando Louis preguntaba:
-¿Qué?

Después de responder-: Nada -Zayn estallaba en carcajadas.


A pesar de ello, de lo obvio de la situación, los dos habían optado por seguirse la corriente. Era
mejor, al fin de cuentas, no hablar al respecto.
-Así que... -dijo Louis dejando el celular sobre la mesa, porque ¿qué sentido tenía guardarlo en el
bolsillo si iba a sonar de nuevo en un instante y tendría que sacarlo otra vez?, "¿cómo van las
cosas con Liam?"
Zayn dejó el vaso sobre el mantel verde y roído, y se encogió de hombros. No sabía bien dónde
comenzar a responder esa pregunta, porque las cosas iban "bien" dentro de lo posible, pero lo
posible definitivamente no era suficiente para él. Lo extrañaba, mucho, a pesar de que nunca
realmente lo había tenido. Sentía que si tuviera otra vez la oportunidad de llevárselo a la cama
cada fin de semana, se conformaría con eso, aunque fuera por un tiempo. Era mejor que no
tenerlo para nada, que verlo besarse con otros tipos y aparecer con bufandas en días calurosos
para disimular los chupones.
-¿Cómo está él? -insistió Louis, cambiando la pregunta ante la falta de respuesta. Zayn notó un
movimiento extraño de su nuez de adán al tragar saliva, pero no le prestó demasiada atención.
-Bien, supongo -respondió-. Es decir... No está llorando, ni nada por el estilo -explicó y el alivio en
el rostro de Louis lo hizo sonreír-, creo que está en camino a... Tú sabes. Mejorarse.
-¿En camino?
-Bueno, no puede decirse que esté perfecto. Todavía toma como un desgraciado y fuma mucho
más de lo que le sienta bien

y no estoy seguro de que esto de revolcarse por ahí sea tanto una liberación cómo es un
desahogo...
-¿Desde cuando eres tú un moralista? -preguntó Louis, antes de beber de un tirón medio vaso de
cerveza.
Tenía la sonrisa más rara del mundo en su rostro. Zayn no estaba seguro de que era esa ceniza
en su mirada, o ese temblor en sus labios, o ese gesto incómodo cuando el celular sonó otra vez
y Louis prefirió no responderlo. Como si la ansiedad por responder el mensaje se apoderara de su
cuerpo, Louis estiró la mano para sacar un cigarro de la cajita de marlboro sobre la mesa y lo
encendió prontamente. Miró a su amigo una vez más antes de volver sus ojos azules a la ventana
y los transeúntes afuera.
-Es que estoy preocupado por él... No lo sé -dijo Zayn y se encogió de hombros-. Es decir, sé que
es lógico, después de una relación de tanto tiempo y de todo lo que pasó... Es lógico que le lleve
su tiempo recuperarse pero...
Louis sostuvo el humo enredado en su aliento, mientras miraba la chispa en la punta del cigarro y
el espesor gris trepando hasta el techo. Después soltó el humo y volvió la vista a su amigo.
Zayn lo miraba también, expectante por saber qué eran esos pensamientos con los que hacía
malabares en su cabeza, que era eso en la punta de su lengua que no se atrevía a decir.
-Estará bien -dijo, pero sonó como una pregunta.
-Probablemente -cedió, y luego se encogió de hombros-. No es justo, de todas formas -dijo-: Es
decir, siempre creí que era lo que quería, ¿sabes? Que se pelee con ese

noviecito suyo así podría tenerlo para mí pero... No se siente bien, así. No me gusta verlo así. ¡Y
ni siquiera es porque...!
Levantó la mirada, que se había tildado mirando las cenizas del cigarrillo en el cenicero, se
encontró con los ojos azules de Louis y se ruborizó, y las palabras se le atoraron cuando intentó
explicarse.
-¡No es porque ya no lo tenga! ¿Sabes? Lo extraño, obviamente, pero... Extraño más verlo
relajado, ¿sabes? Como cuando recién lo conocíamos, cuando estaba siempre sonriendo. Aún si
el motivo de su sonrisa fuera ese idiota. Quiero volver a verlo así de... Feliz.
x
Okay. Quizá Zayn no había sido del todo honesto. Quizá lo que extrañaba verlo feliz era casi lo
mismo que extrañaba tenerlo en su cama. ¿Qué tenía eso de malo? Es decir... No debía sentirse
culpable por desear que las dos cosas fueran de la mano, ¿verdad? Podrían estar juntos y que
Liam fuera feliz, podría pasar. No tenía nada de malo soñar con eso.
Quizá no era del todo probable. Quizá Liam simplemente no lo veía de ese modo y quizá una vez
que superara todo lo que había pasado, conocería a otro chico, que no fuera ni Harry, ni Zayn, y
se enamoraría de él; pero eso no había pasado todavía, y Zayn tenía derecho a soñar.
Niall decía que quizá lo más saludable fuera poner un poco de distancia, no salir todos los fines
de semana con él, no sentarse en la barra a verlo bailar con otra persona ni responder a sus
mensajes a cualquier hora, ni ir a su casa con un kilo de helado cada vez que le confesara por
Skype que no se sentía del todo

bien ese día. Pero Zayn realmente no estaba tan preocupado por él mismo como lo estaba por
Liam, y además... Se sentían bien, esos abrazos. Se sentía bien cuando después del helado
venía un porro a la madrugada, en las ramas del gran acebo en el patio trasero de Liam, y las
carcajadas eran continuas y relajadas, y todo sonaba como una promesa murmurada de que las
cosas estarían bien, de que Liam estaría bien. Se sentía bien, sobre todo, sentirse capaz de
alegrarle el día, sentir que quizá Liam no estaba enamorado de él pero era lo suficientemente
importante para distraerlo de pensar en Harry, de pensar en todo lo que había pasado.
Además, a Zayn nunca le importó eso de lo saludable. Le gustaba más la palabra "disfrute" que
"salud". Y definitivamente le gustaba más la frase "charla con Liam a las tres de la mañana" que
"madrugada solitaria en el sillón mirando televisión".
¿Quién le había dado la corona de mejor consejero del universo a Niall de todas formas?
x
Quien quiera que inventara la frase "una noche que empieza con margaritas no puede terminar
mal" seguramente era un sarcástico imbécil o una persona muy, muy equivocada. Pensándolo
dos veces, esa persona era Louis, así que, un poco de los dos. ¿Por qué Zayn lo había tomado
en serio de todas formas? ¿Desde cuándo tenía Louis cualquier tipo de autoridad para hablar del
consumo apropiado de alcohol, o cómo evitar que una noche descarrilara tanto que fuera
imposible volverla normal otra vez? Zayn debería conocerlo mejor a estas alturas.
Al menos debería tener la decencia de recordar que la

misma noche en que esa frase salió de sus labios, fue la misma en la que Louis desapareció del
club dejando su teléfono en el baño y obligando a él y a Niall a estar así de cerca de ir a hacer
una denuncia a la policía al día siguiente por una persona desaparecida. Los días felices.
Debería haber tenido ese recuerdo en mente esa noche en su casa, mientras preparaba los
tragos. Liam se cambiaba la camisa cada quince minutos y oh, ¿era realmente necesario
pasearse con el torso desnudo por la casa? La primera tanda de margaritas desapareció casi en
un segundo de la mesa, dejando nada más que dedos pegoteados y halagos para el barman.
Niall decía que Zayn podría quitarle el trabajo a Louis en cualquier segundo y enseguida el resto
del grupo acotó que seguramente no diría eso si Louis estuviera allí para defenderse, y entre
carcajadas la segunda tanda de tragos desapareció también.
Zayn debería haber tenido al menos la precaución de desacelerar con el ritmo de bebida cuando
se sorprendió observando cada detalle del torso de Liam, o cuando él lo descubrió mirándole con
demasiada atención los bíceps. Pero en vez de acordarse de esa fatídica noche, preparó la
tercera tanda de margaritas y citando a su mejor amigo, el grupo brindó. Liam sonreía sobre la
copa y un granito de sal se le quedó pegado en el labio y Zayn pasó el resto de la previa
preguntándose si todavía le duraría el gusto salado si lo besara.
Así que estaban un poco mareados cuando salieron al club. Zayn estaba un poco más que
mareado, para ser sinceros. Le resultaba difícil controlarse

de sus impulsos, convencerse de que no, no debía quedarse como un idiota mirando el modo en
que la camiseta formaba los pliegues más sexys del mundo en la cintura de Liam, o de que
realmente no era apropiado hacer comentarios de Niall en la cama con su nuevo novio.
Recapitulando, quizá eso último había sido doblemente desafortunado, en principio porque puso
al baterista exageradamente incómodo, pero sobre todo porque lo único que logró fue que él y el
irlandés se perdieran en algún rincón del club alejado de ellos y ¿quién iba a ser la voz de su
conciencia ahora?
Volvió a la conversación aburrida con el bajista, que seguía insinuando lo mente abierta que era y
cómo realmente no creía que podría haber nada malo en tener sexo con un hombre alguna vez,
que hay que probar todo en esta vida, aunque él estaba convencido de que era %100
heterosexual. Zayn seguramente hubiese prestado un poco más de atención si fuera otra noche.
El tipo era guapo y qué mejor para una noche de sexo sin compromiso que alguien que cavaría
un pozo y se enterraría en él antes que admitir que le gustan los hombres, también.
Pero esa noche Liam se había dejado la barba un poquitín larga, otra vez, y las luces le hacían la
piel tan blanca que la marca de nacimiento resaltaba en su cuello invitándolo a lamerla. Además
llevaba una camiseta gris, directamente extraída del cajón de Zayn después de probarse todas
las camisas habidas y por haber, y le quedaba tan bien (no ajustada, como el resto de las suyas)
que era casi tan sexy como la idea misma de ver a Liam en su ropa.
Mientras

el bajista hablaba de la lista de actores y cantantes del género masculino con los que no tendría
problema en acostarse (todos de pelo oscuro y delgaditos, casualmente), Zayn bebía y miraba los
movimientos lentos de Liam en la pista, sus manos en los hombros y en el cuello de su
acompañante, y deseos se cruzaban con recuerdos, y sentía su aliento en la lengua como si lo
estuviera besando allí mismo.
La música se había detenido de golpe, y había sido apenas un instante, un nanosegundo, quizá, y
eso bastó para que lo que fuera que enredaba a Liam a ese extraño en la pista se desvaneciera
súbitamente, y para que después de una sonrisa y un intercambio de números de teléfono, Liam
volviera a la barra, finalmente, obligando a Zayn a cerrar la boca.
-¿Por qué no estás bailando? -preguntó amistosamente apenas llegó con ellos. El bajista
respondió la pregunta por él, y Liam le devolvió la sonrisa más complaciente que Zayn le hubiese
visto jamás. Prácticamente podía oír el "no te pregunté a ti, pero, bueno..."
Carraspeó para ocultar la risa -hasta el bajista se había dado cuenta de lo mucho que sobraba en
ese momento-, pero eso sólo volvió la atención de Liam de vuelta a él. Los ojos de avellana se
mostraron tiernos, y esta vez cuando sonrió nada parecía hostil, sino más bien amable. Zayn
sintió la mano que llevaba aferrada a su corazón, hacía varios meses ya, clavarle las uñas
mientras le estrujaba el pecho. Realmente debería dejar de romantizar todo lo que sentía, no
había nada poético en el modo en que Liam podía llevarlo al borde de las lágrimas

con nada más que un gesto y estaba seguro de que ese constante dolor en el pecho rayaba lo
peligroso -cardiológicamente hablando; pero no podía evitarlo. No podía evitar ser adicto a esa
sensación, ni morderse los labios para no robarle un beso ahí mismo. No podía evitar necesitar
tanto a Liam.
La voz de Niall como un eco le resonó en su cabeza (palabras inconexas como distancia y salud
mental) pero en seguida fue cubierta por la palma de Liam quemándole la espalda, a través de la
camisa, por su aliento caliente sobre el oído cuando le pidió que ordenara unos tragos mientras
iba al baño. Margaritas, por supuesto.
Cuando Liam volvió del baño el bajista se había dado por vencido con Zayn y hablaba con una
chica en el otro lado de la barra. Los margaritas estaban intactos sobre la madera y el asiento al
lado de Zayn seguía tibio de la presencia del chico.
-Gracias -dijo Liam antes de dejarse caer en la banqueta y darle un largo sorbo al trago. La
expresión después no tenía precio, el modo en que cerraba los ojos intentando pasar el tequila
que le quemaba la garganta-. ¿Fuertes, eh?
Zayn asintió, se había dado cuenta de eso apenas llegaron al club, pero tantos vasos después,
prácticamente no sentía la quemazón en la garganta. No tanto como sentía la mirada marrón de
Liam tan vibrante y cálida.
-¿Te aburriste de bailar? -preguntó una vez que su amigo se recuperó del trago.
-Me aburrí del chico, para ser sinceros -confesó encogiéndose de hombros. Estuvo a punto de
beber otro sorbo pero sonrió y dejó el trago sobre la

barra. Todavía le quemaba el último, adivinó Zayn-. A todos nos gusta un poco de coqueteo
subido de tono pero las cosas ya se volvieron directamente desagradables en cierto punto.
-¿Por qué le diste tu teléfono, entonces? -preguntó Zayn y ahora sí bebió un sorbo porque
realmente no debería haber dicho eso.
-¿Me estabas espiando, Malik? -se burló Liam. Otra vez, su sonrisa era de todo menos hostil. No
esperó a una respuesta, tragó saliva y volvió la vista al vaso, mientras con los dedos jugueteaba
con la base de la copa. Zayn no se molestó en responder (tenía la lengua atorada), pero Liam no
esperó por su respuesta tampoco. Simplemente se encogió de hombros y agregó-: Le di un
número al azar, para que deje de molestarme.
¿Por qué se sentía tan bien escuchar esas palabras? ¿Por qué le importaba? No cambiaba nada,
no significaba nada. Sólo significaba que Liam sonreía con amargura mientras jugueteaba con la
base de la copa y que el extraño estaba mandándole un montón de mensajes inapropiados a
algún desconocido en ese momento.
-Le hubieses dado el mío -bromeó Zayn, intentando romper el silencio que se hacía tan denso
entre ellos, como si fuera una especie de mano invisible rodeándolos, como si les impidiera
moverse libremente, como si por su culpa los dedos de Liam recorrieran lentamente los bordes de
la copa y su parpadeo fuera tan lento y pesado-. Me vendría bien un poco de sexo sin
compromiso.
Okay. Así que estaba mintiendo descaradamente, porque si tanto necesitaba sólo sexo entonces
podría haberse esforzado en aprenderse

el nombre del bajista y seguirle su tonta fantasía 100% heterosexual, pero Liam no tenía por qué
saber eso. Aunque, sí, sí sabía. Cuando lo miró, con la misma sonrisa triste pegada en los labios,
y aunque ésta no era hostil, no, en lo absoluto, sí tenía una pizca de lo que fuera que había en la
mirada de Liam esa noche en la que se despidieron de su amistad con beneficios.
-El sexo sin compromisos está sobrevalorado -confesó Liam. Su mirada se encontró con la de
Zayn apenas un momento más antes de volver al barman para pedirle otro margarita y acabar de
un trago lo que quedaba en el vaso-. Lo único que te deja es con un sabor agrio en la boca y un
montón de arrepentimiento.
-Bueno, no tienes que tragar si no quieres -dijo Zayn, aunque definitivamente no era el momento
para hacer chistes. No cuando Liam estaba tan triste.
Pero su risa, inmediatamente después, y el brillo en sus ojos y ese silencioso gracias que
susurraba su mirada, lo tranquilizó. El barman dejó el vaso al lado de Liam, y le preguntó a Zayn
si quería otro, así que él también se terminó el suyo de un sorbo antes de asentir.
-Lo único que digo es que si tuviera alguna especie de poder curativo hubiese funcionado a estas
alturas -continuó Liam, como si Zayn jamás hubiese interrumpido su pequeño discurso-. Y no se
siente así, para nada. No siento que esté mejorando, no siento que esté olvidándolo, ¿sabes? Es
decir, no lo amo, ya no más, no creo, pero...
-¿Pero?
-Todavía pienso en él. Como... Todo el tiempo -confesó.
Sus mejillas estaban

rojas, y aunque intentó cruzar miradas con Zayn pareció arrepentirse en el momento. Como si
supiera lo que ocasionaba en él, como si pudiera ver la palma apretándole el corazón hasta
rebalsarlo de sangre y del vacío en su estómago. Se mordía los labios, la lengua, para contenerse
de hablar, pero la verborragia le comía cada gramo de fuerza de voluntad, y con la mirada fija en
sus manos hablaba, sin parar.
De despertarse en camas extrañas, de sentirse avergonzado de él mismo, de no poder quitarse la
sensación de que era poca cosa, de tener la inconfundible certeza de que nadie jamás lo amaría
como él había amado a Harry (de un modo tan desinteresado, tan sincero), de que quizá no lo
amaba pero lo extrañaba y que aunque sabía que le dolería mucho, tanto, le gustaría saber por
qué.
-Porque es un imbécil, Li, por eso -le explicó Zayn, con los labios rojos de mordérselos para
contener insultos (a Harry, y al universo, por jugar con Liam) y de la sal filosa en el vidrio
raspándoselos.
-Pero es que... No lo es, ¿sabes? -dijo Liam, y no lloraba, no exactamente, pero había algo así
como lágrimas invisibles bailando sobre sus pupilas y en la comisura de sus labios, cuando
sonreía-. Él es un gran chico y yo no sé qué hice para...
Zayn prácticamente podría sentir las uñas de esa mano invisible perforándole las arterias y
desgarrándole el corazón, al mismo tiempo que una ola caliente le trepaba por la espalda y la
nuca y que los nudillos de le ponían blancos cuando sus dedos se aferraban a la barra.
-No hiciste nada, Li. No

puedes culparte por su idiotez, no es justo contigo.


-No es culparme, no lo es -dijo negando con la cabeza. Se secó la nariz con la palma de la mano
y después llenó sus fauces con margaritas como si pudiera tragar con eso las lágrimas. Zayn le
acarició la espalda torpemente, intentando ayudarlo a recuperarse un poco. Liam dejó el vaso
ruidosamente sobre la barra antes de seguir hablando, cuando lo hizo fue controlando un suspiro,
evitando la mirada de Zayn-. Es que simplemente me da curiosidad, ¿sabes? Que eso que no
tengo, por lo que Harry perdió la cabeza y por lo que dejó de amarme y... ¿Y qué si nadie se
enamora de mí jamás? Porque soy aburrido y predecible y...
-No eres... -comenzó a decir Zayn. El pecho se le infló de bronca y tristeza porque no era justo,
que estuviera así, por culpa de un adolescente hormonal que no podía valorar lo que tenía. No
era justo que Liam pensara que era aburrido y predecible cuando en verdad era dulce y amable e
interesante y divertido. No era justo que por culpa de Harry se sintiera tan inseguro y amargado y
recurriera a cosas que le hacían daño, como revolcarse con gente que no conocía y que no lo
valoraba. No era justo que no hubiera modo en que Zayn pudiera decirle todo eso y que Liam le
creyera, no era justo que Harry se hubiese llevado ese gesto ingenuo de su rostro, que le hubiese
borrado durante un amanecer en un parque lo que un ángel con tanto esfuerzo le había marcado
encima de los labios, para mantenerlo inocente y feliz. No era justo.
Pero Liam lo interrumpió, en seco, harto de escuchar por vigésima
vez la misma explicación.
-Mira, ya sé que no soy un mal tipo y seguramente algún día encontraré a alguien que...
Liam seguía hablando, las palabras se sucedían pero no había ni un rastro de convencimiento en
su voz. Zayn sabía todo lo que iba a decir porque lo había escuchado en diez mil comedias
románticas, el discurso del mejor amigo, el que luego se acuesta con la heroína, el "eres genial,
encontrarás al tipo adecuado, él no te merecía, etc."
Liam lo repetía todo, porque lo había escuchado diez mil veces, también, en comedias románticas
y de boca de Zayn y Niall, pero lo hacía más para darle el gusto que porque estuviera realmente
convencido. En el fondo él creía -quizá Harry no se había llevado toda su ingenuidad al fin y al
cabo- que nadie jamás lo amaría, que no tenía la capacidad para mantener a alguien interesado
por el suficiente tiempo, que moriría solo y deprimido y acostándose con hombres desconocidos
después de un par de margaritas. Y Zayn no podía dejarlo creer todo eso. Porque no era justo.
-Pero yo estoy enamorado de ti -le dijo, así, repentinamente. La lengua en seguida se le hizo un
nudo, después de las palabras, se le metió hasta el fondo de la boca y saboreó los margaritas
pegados en las paredes de su garganta.
Debió adivinar que las cosas saldrían mal, porque la mano que se le aferraba al pecho no lo
había soltado ni por un instante y porque Liam parecía más preocupado que agradecido con la
noticia. Ni siquiera cuando pasó los dedos por su cabello y dejaba ir un suspiro tembloroso, Zayn
adivinó

lo que iba a pasar. Una parte de él sabía, seguramente, pero el resto estaba aturdido por las
palabras que acababan de salir de su boca y el sabor del tequila y la voz de Louis muy lejana en
su memoria repitiendo "una noche que empieza con margaritas no puede terminar mal".
x
Le llevó a Zayn tres semanas volver a mandarle mensajes de texto después de la fatídica noche
en que le confesó su amor. Liam había dicho que las cosas no tenían que cambiar entre ellos si él
no quería, pero para ser sinceros, ninguno de los dos se había vuelto a mirar del mismo modo
después, y Zayn estaba convencido de que el repentino cambio en los horarios del café no
podían ser casuales, que alguien había interceptado para que no compartieran más turnos.
Louis le decía que no era el fin del mundo, e intentaba calmar sus penas con marihuana y alcohol.
Zayn no necesitaba eso, necesitaba a Liam, o sexo, en su defecto, pero aparentemente eso no
era algo que su mejor amigo pudiera darle. Estuvo tentado en hacer una escena de celos, una
vez, con el extraño de los mensajes de texto, pero se contuvo.
La estrategia de Niall era un poco más paternal. En vez de marihuana alcohol se aparecía con té
y magdalenas (y marihuana), y un puñado lleno de consejos y palabras de aliento. Las preferidas
de Zayn eran:
-Si nosotros logramos volver a ser amigos, ¿cómo no va a pasar lo mismo con Liam?
Esas funcionaban, la mayor parte del tiempo.
A veces, cuando Zayn en esas etapas de humor ácido y demasiado honesto, se le escapaba de
la boca que amaba ser amigo de Liam, pero que

en verdad quería más o por lo menos dejar de querer más.


Tres semanas repletas de llanto, exámenes y cigarros de humo espeso y pesado después, se
encontró con Niall y Josh en el centro. Llevaban bolsas de compras cargadas hasta el tope. Se
veían casi como un matrimonio, buscando algo para llenar sus alacenas -excepto que las bolsas
estaban llenas de alcohol y comida poco saludable, pero en fin.
Niall le dijo que habían conseguido una van para ir a los festivales la semana siguiente y que
Zayn realmente debería ir, porque después de eso Niall viajaba a Irlanda y ya no se verían por
unos meses.
Zayn recién entonces se dio cuenta de que era de hecho la última semana de exámenes, y que
ya había acordado con su jefe para que le diera un mes de vacaciones (sin paga, obviamente)
para visitar a su familia después del último examen. Era raro porque tenía la fecha marcada en el
calendario pero recién en ese momento se dio cuenta de que ya habían llegado allí. El año se le
había pasado volando.
Definitivamente no se imaginaba que así lo terminaría el septiembre pasado, tan angustiado y
triste y preocupado. Quien diría que tanto puede pasar en diez meses, tanto y tan poco al mismo
tiempo. Por un momento lo tranquilizó saber que si en diez meses ocurrió todo lo que ocurrió, en
diez meses más estaría mejor, y volvería a respirar normalmente y a mirar películas malas sin
llorar en cada escena siquiera relativamente emotiva.
Pero entonces Niall abrió su boca, y...
-Liam viene, quizá sería una buena oportunidad para resolver sus problemas, o lo

que sea -dijo mientras comía un pedazo de pan sacado de la bolsa con mercadería.
Zayn quiso darle mil excusas de por qué no pensaba ir, y que lo último que necesitaba era ver a
Liam y qué mejor si aprovechaba esa semana y se iba antes a su casa, que no tenía dinero para
irse de fiesta por cuatro o cinco días.
Niall le explicó que tenía que ir, que necesitaba hablar con Liam antes de irse a su casa, que en
dos semanas estaría harto de Bradford de todas formas, y que iba a gastar menos dinero en
alcohol de lo que gastaría si se quedara en su casa a rentar películas y comer helado todas las
noches. Touché.
A Zayn le molestaba no haber desarrollado alguna especie de inmunidad a Niall tanto tiempo
después de romper, pero, ¿qué se puede decir? El rubio tenía su encanto, sabía cómo
convencerlo de hacer las cosas, aun las que él no creía ser capaz de hacer.
Esa misma tarde, apenas llegó a su casa, estaba mandándole mensajes de texto a Liam (tres
semanas después del incidente del club) diciéndole del viaje, casualmente, como quien no quiere
la cosa, como quien definitivamente no está hablando del tema para tantear las aguas y ver si su
presencia incomodaría a Liam, no, para nada.
por supuesto que iré!! ¿y tú? sería genial verte también :)
x
Había sido más difícil convencer a Louis que convencerse a sí mismo de ir en el viaje, al final.
Zayn había dejado de inventar pretextos cuando Liam le había dicho que quería verlo, pero aún le
temblaban las rodillas, temeroso de lo que podría encontrarse si iba. Louis en cambio no

se hartaba de inventar excusas, cada una más idiota que la anterior. Zayn tuvo que recurrir a una
carta muy sucia para obligarlo a cerrar el pico y acompañarlo: Louis no podría decir que no al
pedido desesperado de un amigo por ayuda moral para su corazón roto.
x
La cuestión con Harry Styles es que aunque tenía una cara fea y estúpida, sus gestos eran
capaces de encender en Liam una furia que nadie más podía. Y Zayn sabía de furia, de enojo, de
ira, de lo que se oculta detrás de comentarios hirientes, y actitudes hostiles. Lo sabía de memoria.
Era un sentimiento grisáceo camuflado por el rojo y amarillo, una cosa pegajosa y oscura. Era
dolor y angustia y tristeza, era eso debajo del asco en los gestos de Liam, y Zayn no creía poder
soportarlo más.
No era justo.
Así que tomó a Harry por el cuello de su horrible camiseta hipster, mirándolo fijamente y
respirando su aliento a alcohol. Podría sostenerlo en el aire, si quisiera; así de liviano lo sentía.
Es que la otra cuestión con Harry Styles es que aunque fuera de su misma estatura, era mucho
más blando y torpe y débil, tanto que a Zayn ni le dolía la mano después de propinarle el golpe, y
que se sintió un poquitín culpable cuando le vio la sangre en el labio y la nariz. Estaba borracho y
era triste y arrastrado y sucio y lamentable y responsable de cada una de las lágrimas de Liam,
pero también era la razón por la que Zayn no era más que el amigo con el que compartir helados
cuando estás triste y... ¿Por qué...?
¿Por qué ese chico que era de la misma estatura pero más débil y torpe y blando y con cara fea y
estúpida era capaz de movilizar tanto a Liam y por qué Zayn quien de hecho lo quería y de hecho
haría todo en el mundo para hacerlo feliz no podía llegarle ni a los talones?
¿Y por qué Louis...? Entre todas las personas. ¿Por qué él?
-¿Entre todas las personas tú? -le preguntó, casi escupiendo las palabras, con la lengua pegajosa
de sabor amargo.
De la boca de Louis no salía ni una palabra, pero sus ojos hablaban a los gritos. El fulgor y la
vergüenza se desafiaban en sus iris, sus labios temblaban debatiéndose entre un lo siento y un y
qué desafiante.
Zayn sentía tanta bronca que se mezclaba con nauseas. La indignación le temblaba en los labios
mientras buscaba las palabras para explicarle lo tremendamente decepcionado que se sentía
pero también ¿cómo puedes ser tan hijo de puta, Louis? Lo lastimaste.
La amargura le ganó al fuego en la mirada de su amigo y apenas Harry se perdió en la
muchedumbre, Louis parpadeó y al abrir los ojos otra vez estaban húmedos, casi al borde del
llanto. Pero Louis no lloraba, no, no iba con él.
-Lo siento -dijo. Pero Zayn realmente no creía que pudiera perdonarlo.

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Capítulo 10: El Adiós


¿Podemos hablar hoy?
Harry tipeó el mensaje y lo envió por pura costumbre, aunque ya conocía la respuesta. En diez o
quince minutos llegaría un mensaje, seco pero no hostil: Liam le diría que no.
No podía evitar sentirse un poco mal por aprovecharse de ese modo de la amabilidad de Liam. Él,
que lo conocía mejor que nadie, sabía que Li no podía sencillamente ignorar el mensaje, aunque
quisiera hacerlo. Debería tenerlo un mínimo de respeto y darle su espacio, pero también sabía
que si lo dejaba a su suerte entonces jamás volverían a hablar y él necesitaba aclarar las cosas.
Por Louis.
Esperó casi media hora, dando vueltas en la cama. El sueño que había tenido, lleno de Louis por
todos lados, no lo dejaba en paz, así que antes de que le ganaran los impulsos y se rindiera a
enviarle un mensaje, decidió levantarse.
Louis no hablaba con él desde Leeds y Harry no podía culparlo al respecto. Se había comportado
como un imbécil, había arruinado todo y después huyó, dejándolo solo. Estaba preocupado por él,
por cómo habría reaccionado Zayn, su mejor amigo, y por cómo seguirían las cosas entre ellos,
pero si Lou no quería hablarle al respecto, Harry no iba a obligarlo.
Estaba mirando una película con Gemma en el comedor, disfrutando de esos miércoles que se
sentían como domingos cuando estaban de vacaciones, cuando el celular finalmente sonó.
Ok. Despues del almuerzo?
Te paso a buscar, respondió Harry.
x
Liam estaba cortando el césped cuando Harry llegó. Tenía puesta una remera holgada de

los hombres equis y un pantalón de algodón bastante viejo. Estaba distraído, perdido en su propio
mundo, y le llevó un momento darse cuenta de que Harry estaba allí, con las manos en los
bolsillos, en la acera.
-Hey... -lo saludó Harry. Liam estaba tan sorprendido que los gestos de confusión se adueñaron
de su rostro, ocultando el enojo.
-Hey... -le respondió. Apagó la máquina y lo observó un instante sin decir nada, sólo moviéndose
para secarse el sudor de la frente-. ¿Quieres esperar adentro? Casi termino. Mi mamá quería
verte.
Harry asintió y caminando con cierta incomodidad cruzó el caminito de baldosas hasta la puerta.
Golpeó, pero Liam le hizo un gesto para que pase directamente. La mamá de Liam lustraba los
muebles con un pañuelo en la cabeza. Al ver a Harry sonrió tan anchamente que lo contagió y
poquito a poco, preguntas típicas mediante, él se fue soltando.
Cuando Liam terminó con el césped, Harry ya había encontrado una tarea en la que trabajar y
lavaba la vajilla fina, porque al parecer los Payne tenían una cena importante esa noche. Algo que
tenía que ver con el trabajo del papá de Li.
-¡Oh! No deberías... -dijo Liam, rascándose la cabeza. Harry negó apresuradamente mientras
seguía con las copas.
-Yo terminaré aquí, ve a bañarte -le respondió.
Liam dejó la cocina poco después y cuando bajó las escaleras, con el pelo mojado y ropa más
formal, Harry tomaba el té con su madre en el comedor. Hubo una conversación silenciosa entre
ella y su hijo, de esas que se valen sólo de miradas.

Después, Karen terminó de un sorbo su té y luego de una suave caricia en los rulos de Harry, se
disculpó a la cocina.
Liam, de todas formas, insistió en conversar afuera. Karen tenía la manía de espiar ciertas
conversaciones.
Se sentaron en la escalera del pórtico, admirando el césped verde y luminoso recién cortado.
-¿Le contaste? -preguntó Harry, para romper el silencio.
Liam negó suavemente con la cabeza, con la mirada perdida en algún lugar entre las líneas que
separaban las baldosas. Sin mirarlo, respondió.
-Le dije que rompimos.
-¿Pero no le contaste lo que hice?
-No -repitió, sonriendo amargamente-. La hubiese puesto triste, no quise...
-Decepcionarla -completó Harry.
Liam se mordió el labio, las cejas gruesas y pobladas se encontraron en el centro. Su sonrisa
poco a poco cambió de forma, pero permaneció idéntica. El mismo gesto, el mismo ángulo, el
mismo quiebre, pero ahora tenía un poco más de frustración que tristeza.
-¿Qué quieres, Harry?
-Disculparme -mintió. Liam resopló.
-Ya hiciste eso.
-¿Explicarte? -probó decir, sin estar realmente convencido. Es verdad, ¿qué estaba haciendo
allí?- No lo sé, Li... Quería verte, hablar, aclarar las cosas. Estoy preocupado.
-¿Por mí? -preguntó Liam y lo miró a los ojos-, ¿o por Louis?
¿Cuánto tiempo había pasado desde que había visto esa mirada redonda y oscura tan fija en sus
pupilas? Sobrio, al menos.
La pregunta lo dejó por un momento sin palabras, y en ese tiempo no supo qué

hacer más que tragar saliva. Liam volvió la mirada al suelo, soltando una sincera pero opaca risa,
negando con la cabeza. Después se puso serio, tan de golpe que a Harry le dio escalofríos.
-Por los dos -respondió, después de un rato.
-¿Louis, Harry? ¿En serio? -protestó Liam. Se movía nervioso, sin cambiar de lugar pero inquieto,
como si le costara demasiado trabajo contenerse de ponerse de pie y empezar a patear cosas.
-Lo siento.
-¿Lo sientes? Sentirlo no... -Liam se calló de golpe y suspiró pesadamente, antes de seguir
hablando-. Sentirlo no borra lo que hiciste, Harry... ¿Louis? ¿En serio?
Harry quiso decir algo pero tenía la garganta vacía de palabras.
-¿Por qué él?
-¡No lo sé, Li! -respondió irritado-. ¡No es que planeé hacerlo! ¡No iba por la ciudad buscando con
quien...! -Se detuvo en seco, al darse cuenta de que estaba elevando la voz-. No es que intentaba
engañarte.
-¿Ah, no? -dijo sarcástico.
-Sabes lo que quiero decir -lo interrumpió, y tuvo que apresurarse a seguir hablando porque Liam
estaba tomando aire como para soltar un extenso discurso-. No quería lastimarte, Li, ¿por qué
querría? Eres mi mejor amigo...
-¡Qué buen amigo eres! -susurró entre dientes. Harry suspiró, resignado. Liam tenía derecho a
estar enojado, pero eso no iba a ninguna parte.
-Lo que hice fue horrible, no debí hacerlo, no lo merecías. Ni tú, ni lo que tuvimos -dijo. Liam, esta
vez, se ahorró el comentario hiriente (aunque Harry lo veía allí, temblando

en la punta de su lengua)-, Fui un idiota y te lastimé y lo siento tanto, pero quiero que entiendas
que no fue mi intención, que me siento para la mierda por hacerlo. Te quiero, Li, tú lo sabes.
-No se nota, Haz -dijo con la voz temblorosa y secándose la nariz con la mano-, yo te quiero, y no
hubiese hecho eso.
-Bueno, tú siempre fuiste más maduro -le retrucó, y aprovechando el modo en que los gestos de
Liam se habían aliviado después de decir esas palabras, agregó-, me dejabas ganar al monopoly.
Liam agachó la cabeza, para ocultar la sonrisa.
-Ese es un golpe bajo. Acudir a los recuerdos felices -recriminó, sonando ofendido, pero cuando
levantó la mirada, hasta sus ojos sonreían.
Harry sonrió también, tan aliviado de ver ese gesto en Liam.
-Lo siento -repitió.
-Ugh, está bien. Siempre fuiste de acudir a los golpes bajos. Debí verlo venir...
-No, quiero decir... Lo siento.
Liam miró el césped, asintiendo como si las cosas finalmente terminaran de ocupar su justo lugar
en su cabeza. Harry nunca había sido muy observador pero esa vez veía las ideas
acomodándose una a una: que todo había pasado y que no podía volverse el tiempo atrás, que, o
lo perdonaba o lo odiaría para siempre, pero eso tenía que terminar allí.
-Lo sé -dijo finalmente. Palmeó su hombro bruscamente a modo de caricia, distante y compasiva-.
No eres un mal tipo, Harry.
Harry quiso sonreírle. Y lo hizo, pero es que hubo algo: o la mano de Liam en su hombro, o su
mirada tierna, o las palabras que eligió.

Algo de todo eso se hizo lugar entre su sonrisa, y un par de lágrimas tímidas bajaron por sus
mejillas. No mucho más que eso, y apenas se las secó con la manga de su camiseta, no derramó
ni una más. No le correspondía a él llorar.
-Eres un poco idiota, a veces -explicó Liam sacudiéndolo afectuosamente antes de ponerse de
pie y correr la mirada-, pero no un mal tipo.
Se sacudió los jeans, dándole la espalda. A Harry le llevó apenas unos segundos darse cuenta de
lo que eso significaba, que la conversación había terminado allí.
-Li... -dijo.
-No estoy enojado con Louis -explicó, adelantándose a su comentario-, es decir, es raro pero...
No estoy enojado con él. Un poco contigo, pero nada más.
-Él no es así, ¿sabes? Se preocupaba por ti, siempre decía que...
-Sí, umm, Harry -lo interrumpió-. No quiero los detalles, en serio. No estoy enojado con él.
Harry asintió sin decir otra palabra. Liam, como siempre, adivinó sus dudas y se adelantó a ellas.
-Hablaré con él, le diré que estamos bien.
x
Hey :) escribió Harry.
Hey :) contestó Louis.
¿Cómo estás?
Muy bien. Ocupado, en casa de mi madre. Espero que estés bien también! :)
x
Harry no se sentía especialmente maduro el día que comenzó la universidad. Por el contrario, la
situación en general le recordaba exageradamente a su primer día de secundario, desde el
estómago cerrado a la mañana hasta pedirle consejo a su hermana sobre qué ponerse.
La diferencia es que esta vez no

estaba solo, técnicamente, estaba con Stan y Ashley. En realidad, ellos estaban por un lado, y él
por el otro, pero por lo menos tenía gente al lado de la cual pararse a mirar incómodo los
alrededores.
Stan y él compartían una clase de Introducción a las Ciencias Sociales a primera hora de la
mañana, así que se despidieron de Ash en la entrada del campus y buscaron el auditorio del ala
este. El edificio era tan enorme que parecía posible perderse en él -de hecho, estuvieron como
dos minutos en una clase de Introducción a la Psicología antes de darse cuenta de que estaban
en el aula incorrecta.
Sin embargo, la magnitud del edificio pareció reducirse de un minuto al otro cuando, buscando el
baño del segundo piso, Harry se encontró con Louis.
-Hola -lo saludó. Las rodillas le temblaban, muerto de nervios.
Louis estaba con Niall, con un cigarrillo apagado en los dedos y un manojo de apuntes bajo el
brazo. El rubio fue el primero que se acercó a saludarlo, pasando al lado de un Louis casi
paralizado.
-¡Hola Harry! -dijo con una sonrisa tan inquieta que de hecho lograba ponerlo más nervioso-,
¿cómo estás? No te he visto desde...
-Leeds.
-Eh, sí... Umm -titubeó un momento, pero enseguida sus gestos se relajaron y se encogió de
hombros-, me alegra ver que se curó tu nariz -bromeó.
Compartieron una breve e incomodísima risa, que hasta Louis imitó aún incapaz de acercarse a
ellos pero obviamente pendiente de la conversación. Su timbre le recordó a Niall que ese era su
pie para retirarse y después de palmear a Harry en el hombro,

le dijo:
-Yo debería ir a clase -Le hizo un gesto a Louis para que se acerque y continuó-, ustedes tienen
que hablar y eso...
Dicho eso se escabulló por el pasillo, perdiéndose entre la gente. Louis se acercó unos pasos,
mirándolo a veces a los ojos, otras al suelo, o a la pared.
Harry quería decir algo, cualquier cosa, pero más quería oírlo, saber de él: qué había hecho en
esas semanas en que no habían tenido más que breves conversaciones por mensajes de texto,
que siempre terminaban con emoticones exagerados que no hacían más que reafirmar el tono frío
de las palabras.
Sobre todo quería saber cómo estaba, si había hablado con Liam, con Zayn.
Su corazón le golpeaba sin detenerse el pecho, y aunque sabía que era sólo una sensación,
sentía que prácticamente le vibraban las costillas. Quería besarlo también.
-¿Quieres tomar un café? -preguntó esperanzado, cuando pudo articular palabra.
-Tengo clase, Teoría Económica 02 -explicó Louis. Carraspeó y siguió hablando-. Quizá más
tarde. Termino a las cuatro.
Harry asintió, sonriendo aliviado.
-Te esperaré en el banco, donde nos encontramos la última vez.
x
Esa tarde, Louis estaba allí cuando Harry llegó. Conversaba animadamente con un chico que él
no conocía, algo de unas clases optativas, de unos libros que se conseguían a muy buen precio
en una librería. Se veía un poco más cansado que cuando se lo encontró a la mañana, pero más
relajado también.
Al notar que estaba allí su rostro se transformó sutilmente.

Nada drástico, apenas una mueca en la comisura de sus labios, un débil titubeo antes de rendirse
a la sonrisa. En su mirada había algo opaco también, ensuciando el brillo azulado de siempre.
Harry respondió la sonrisa de todas formas, demasiado ansioso y contento para pensar en lo
demás.
Saludó a aquel chico amablemente, pero antes de que se hubiera sentado él ya se había ido,
dejándolos solos. Harry acomodó el morral sobre sus piernas, jugueteó inquieto con la hebilla, sin
quitar ni por un segundo la mirada de Louis. Se lo veía incómodo, molesto. El silencio entre ellos,
esta vez, se sentía hueco y frío; le llenaba a Harry la cabeza de dudas.
Louis parecía tan fuera de lugar cómo él, jugando con el encendedor, abriendo y cerrando la boca
sin decir nada. Las vacaciones le habían sentado bien, pues tenía la piel más bronceada y los
bíceps marcados, pero algo en él parecía fuera de lugar y volvía la imagen entera, aunque bonita,
terriblemente insoportable. Harry querría arrancarle la incomodidad a besos, y aunque realmente
no era el momento no podía evitar repetir recuerdos en su cabeza de tardes apasionadas y besos
húmedos bajo un árbol detrás de la facultad de medicina.
Cuando Louis finalmente se decidió por mirarlo a los ojos, Harry estaba absorto en el largo de sus
pestañas, saboreando el recuerdo de sus besos, repasando la cosquilla de su perfume en su
nariz.
-¿Quieres ir a mi habitación? -preguntó Louis, sin esperar realmente una respuesta antes de
ponerse de pie, como si supiera que él estaba mudo y sin palabras.
No

es que Harry fuera a negarse de todas formas.


Louis se puso de pie y sin más que un gesto de invitación emprendió camino. Cruzaron el campus
a paso rápido, Harry apenas unos centímetros detrás de él, intentando seguirle el ritmo. Era
todavía temprano pero no eran muchos los alumnos con clases a esa hora, y los bancos y árboles
estaban más colmados de gente que la puerta de la facultad. Por todos lados jóvenes yendo y
viniendo, reencontrándose después de mes y medio, poniéndose al día en conversaciones
vacuas sobre cigarrillos y gaseosas. Harry y Louis quizá deberían hacer lo mismo, pero en
cambio buscaban sedientos el camino a los dormitorios, y si no fuera por el mayor no habría la
más mínima conversación mediante.
¡Ah! Es que cuando hay tantas cosas por decir y preguntas por hacer, hablar nimiedades parece
irrespetuoso; sobre todo, Harry nunca había sido bueno en las conversaciones triviales. Louis, sin
embargo, haciendo las preguntas justas lograba despistarlo de a ratos de sus pensamientos,
llenar el silencio con relatos bobos sobre las vacaciones, mientras sus pupilas seguían fijas en el
frente y por ellas navegaban los pensamientos que lo tenían actuando de un modo tan extraño.
Se detuvieron en el bar a comprar café para llevar, y un par de sánguches de jamón.
-No he comido en todo el día -comentó Louis sin mirarlo a los ojos, y enseguida volvió a atosigarlo
con preguntas sin sentido, que si su mamá estaba bien, que si se había divertido en las
vacaciones.
Harry sabía que había algo fuera de lugar, no era estúpido, pero no podía realmente

entender qué. En los días anteriores, cuando pensaba en Louis y en sus mensajes de texto
pasivo-agresivos, esperaba encontrarlo enojado, herido, más sarcástico que de costumbre; pero
después de observarlo, cada mirada y cada gesto, no podría definirlo así. Desde los pasos
rápidos y la mirada esquiva, hasta el cigarrillo que encendió desesperado afuera del café y al cual
apenas pudo darle unas tres o cuatro pitadas en los pocos metros que tuvo para hacerlo; algo en
todo eso anunciaba a gritos que no era enojo lo que lo tenía así.
Sentía tanta anticipación y miedo por descubrir de qué se trataba que en la puerta de los
dormitorios, después de que Louis apagara el cigarrillo sobre el barandal y mientras guardaba la
mitad todavía intacta de nuevo en el paquete, lo tomara por el mentón y le arrancó de los labios
un beso repentino y silencioso.
Dudó un minuto de más antes de abrir los ojos. Cuando lo hizo los párpados de Louis todavía
caían pesados y de sus labios entreabiertos salía un suspiro. Algo en la escena todavía no
sentaba bien y Harry temía que si se quedaba quieto y esperaba, Louis rompería el silencio y le
diría lo que estaba pensando.
Harry esta vez lo tomó por la cintura, lo besó con más ansias y con más decisión, como si pudiera
con eso distraerlo así como Louis había hecho con él por medio de preguntas triviales. Quería
alejarlo de sus pensamientos antes que los dijera, porque fuera cuales fueran, no podían ser
buenos.
Es que, si Louis no estaba enojado, ¿qué le quedaba? Obviamente no estaba feliz de verlo,
obviamente no estaba temblando

en anticipación como él. Lo que quedaba era o la más cruel indiferencia o la lisa y llana
decepción, y Harry no podría soportar ninguna de las dos.
Mordió su labio y besó su lengua, hasta le clavó las uñas en la cintura, esperando algo, una
reacción. Cuando finalmente Louis cedió y le respondió el beso, tan ferviente y húmedo como
Harry lo recordaba, sintió tanto alivio que tuvo que separar los labios para suspirar, o le explotaría
el pecho.
-Vamos adentro -dijo Louis sobre su boca, y antes de que Harry abriera los ojos, se escabulló de
su abrazo y se perdió tras las puertas vidriadas de los dormitorios.
Harry lo siguió en seguida, sin parar de preguntarse cómo podía caminar tan rápido con unas
piernas tan cortas y cómo podía verlo tan lejos cuando estaban en realidad tan cerca que podía
oler todavía el olor del cigarrillo.
Louis abrió la puerta y entró, invitando a Harry con un gesto veloz de las manos. Abrió la ventana
y corrió las cortinas, pero dejó las persianas cerradas. La luz que se filtraba, tenue y escasa,
dejaba la alcoba oscura y escalofriante, y pintaba el rostro de Louis con franjas de colores.
-¿Fumas, Harry? -preguntó Louis, mientras buscaba algo en el bolso.
-No -respondió Harry.
-¿Quieres empezar?
Harry se tomó un minuto antes de contestar, sintiéndose cada segundo que pasaba un poco más
incómodo, como si no le correspondiera realmente estar allí. No era la primera vez que entraba a
esa alcoba, pero parecía así, de a ratos: el piso estaba casi reluciente, a la luz del

techo le faltaba el foco, en las paredes quedaba el rastro de un calendario arrancado y el colchón
estaba cubierto en polvillo.
La ausencia de Louis por tantas semanas se sentía de un modo casi palpable, y llevaría tiempo
para que esa habitación se adapte de nuevo a él y tome su forma, su desorden, su color y aroma.
Por ahora, parecía como si al cruzar la puerta hubiese pasado a otra dimensión y en vez de a su
dormitorio hubiese entrado a su guarida, húmeda y oscura, oculta del mundo.
Ni siquiera Louis parecía él ese día, en ese lugar.
-No hoy -dijo finalmente.
Caminó hacia el escritorio y dejó la bolsa con los dos sánguches allí, al lado de donde Louis había
dejado los cafés.
-¿No tenías hambre? -preguntó tan esperanzado como más temprano ese día le había ofrecido
café. Su recordatorio fue en vano: Louis encontró su pipa y su rostro se iluminó en una sonrisa
tan rápidamente que rayaba lo patético. Harry sintió un retorcijón en el estómago, y no pudo
contenerse de fruncir el ceño, preocupado.
-Comeré después -dijo y se sentó en la cama todavía sin sábanas-. Me desespera ver todo tan
limpio y con olor a lavandina, me deprime -comentó mientras molía con los dedos algo de
marihuana en la pipa-, ¿Estás seguro de que no quieres?
Harry asintió, y se sentó a su lado. Reposó la cabeza contra la pared y observó a Louis, al modo
lento y perezoso con el que parpadeó después de la primer pitada, a como dejó caer su cuerpo a
su lado, como sonrió anchamente al sentir el frío de la pared contra su cabeza.
-Se

debe sentir bien -dijo Harry, pensando en voz alta.


-No todavía -respondió Louis, con los ojos cerrados apuntando al frente. Harry se giró en su lugar,
para verlo mejor-, pero lo necesitaba. Tuve un largo día.
-¿Cómo puede ser largo el primer día de clases?
-Bueno, en principio, no podía parar de pensar en nuestro incómodo encuentro al terminar las
clases.
Harry sonrió imitando el gesto de Louis.
-No fue tan incómodo -dijo, pero Louis arqueó las cejas de un modo tan sarcástico que aún sin
soltar el comentario pícaro, Harry no pudo evitar reírse-. Quizás un poquitín incómodo.
-¿Un poquitín..? -Louis calló repentinamente, sólo para fumar un poco más, y otra vez a Harry se
le enredaron las pupilas observándolo tan absorto-. Me sentía tan incómodo que mis piernas no
se ponían de acuerdo para caminar, Harry.
-No parecías incómodo cuando nos besamos.
-Es distinto -explicó Louis-. Besar, eso si puedo hacerlo, de eso entiendo.
Harry no dijo nada por un buen rato. Louis estaba siendo más honesto que de costumbre y temía
que quizá lo único que faltaba para una charla dolorosa fuera que él hiciera la pregunta
apropiada. Pero, ¿quería hacerla? ¿Quería saber realmente la verdad? No estaba seguro de si
estaría a gusto con ella.
Estuvo a punto de pedirle probar un poco de ese humo, que le daba tanto coraje, pero después
pensó que quizá no era eso lo que le permitía hablar, ya que sostenía la pipa con tanta ligereza
que no parecía importante. El gesto que temblaba

en Louis eran sus párpados cerrados, sus pestañas encontrándose. Así que Harry cerró los ojos,
y habló.
-¿Y de qué no entiendes?
-De hablar -respondió Louis, casi inmediatamente.
-Pero necesitamos hablar -dijo Harry, aunque la afirmación sonó casi como una pregunta.
-Probablemente.
-¿De qué? -preguntó, y: nada, sólo silencio-. ¿De Leeds?
-Probablemente.
Harry abrió los ojos y Louis miraba el humo bailando en el aire. Se lo veía triste allí, un poco solo,
sin nada más a su lado que humo gris y pesado y la piel de los labios reseca. Esta vez, cuando
Harry cerró los ojos, no fue para encontrar coraje sino para olvidar a ese Louis por un momento,
para poder ver al otro al otro, luminoso y tibio que se aparecía en su memoria.
Se tiró sobre el colchón, sintió la picazón de la suciedad en la nuca y la espalda y suspiró ancha y
pesadamente, aferrándose a ese instante como si de ello dependiera su vida. Debía ser el humo,
pensó, algo de los fumadores pasivos, y que se supone que la marihuana te deja tonto y que no
puedes pensar correctamente. Porque así se sentía él, como si sus sentimientos e ideas
estuvieran enredados y pegajosos, como fideos mal cocinados.
Él quería pensar en Louis y en su pipa y pensaba en sus pestañas y en el beso en el barandal y
en que estaban solos en su dormitorio y en que extrañaba mucho su cuerpo; entonces quería
pensar en besarlo y quitarle la remera para ver hasta dónde llegaba la línea de su bronceado pero
se distraía en su tristeza y en que necesitaban hablar, probablemente y todo tenía gusto

amargo, como el humo, y él no atinaba a hacer más que sentir el polvillo impregnarse en su
camiseta e intentar discernir el momento exacto en el que la marihuana cubría el olor de la
lavandina y el dormitorio de Louis volvía a ser suyo.
-¿Has hablado con Zayn? -dijo Harry, con los ojos todavía cerrados e intentando maniobrar el
manojo de pensamientos que era su cabeza y concentrarse en Louis, pero en el otro, el de la
sonrisa y los comentarios sarcásticos.
-Harry...
-Yo hablé con Liam y -Quiso continuar la frase, pero Louis lo interrumpió.
-Podemos hablar ahora o besarnos un poco más primero, ¿qué prefieres? -le dijo.
Y no es que Harry fuera idiota, pero es que todavía ardía en sus labios el beso de hace un rato y
le aturdía el pensamiento de descubrir el color de la piel de Louis en su cintura, allí donde la malla
y el sol seguramente habrían dejado una marca y ¿qué importaba si eso había sido una
advertencia? ¿Qué importaba en ese momento? Si ese iba a ser el último beso Harry no quería
pasarlo pensando en un adiós y en una charla tan gris y opaca como la mirada de Louis
balanceándose en el humo.
No dijo nada, pero Louis entendió. Se escuchó un chstt y Harry abrió los ojos sólo porque quería
ver a Louis lamerse los dedos después de apagar la brasa. Fue un momento fugaz y oscuro,
porque la persiana no dejaba pasar mucha luz y faltaba la lamparita del techo, pero cuando sus
miradas se encontraron Louis sonrió y por un momento la habitación se sintió suya.
Harry se apoyó sobre sus codos para sentarse

en el colchón, vio a Louis acercarse casi en cámara lenta, moviéndose como se mueve un gato
con pesadez y precisión. Cruzó una pierna sobre Harry y se sentó en sus muslos y cuando abrió
la boca Harry le bebió el aliento con dedicación, sin importarle ni lo gris de la tarde, ni la
pigmentación odiosa del faso en su lengua ni el silencio rotundo como recordatorio.
Lo único que se dejaba oír era la humedad de las lenguas, los besos sonoros en el cuello y la
caricia de Louis sobre el algodón de su camiseta. Era distinto a otras veces porque faltaban los
comentarios, el relato constante y caliente de Louis, susurrado en su oído, pero algo de sus besos
permanecía igual, intacto, y eso le dio tranquilidad.
Además estaban sus manos. Seguían sus manos. Todavía sudorosas y todavía firmes, rústicas.
Todavía adentrándose debajo de su ropa, acercándolo y alejándolo y a veces pellizcándolo,
cuando los besos de Harry se rehusaban a seguir su ritmo. No estaban las palabras pero los
besos calientes en el lóbulo eran idénticos a sus susurros y de vez en cuando había risas
inexplicables y breves pero coordinadas como si estuvieran hablando, a su modo, en silencio.
Harry se cansó de esperar y se quitó la camiseta. Louis alzó los brazos y se dejó desvestir
también. Cuando pasó el manto de algodón Louis sonreía satisfecho con los párpados pesados y
el pelo revuelto. Harry lo besó otra vez, dos, tres, cuatro veces y lo tumbó sobre el colchón y
mientras le desabrochaba el pantalón mordisqueó suavemente sus tetillas. De la boca de Louis
escapó un gemido casi como

un rugido, tímido y quebrado pero todavía desafiante. Harry obedeció la orden muda y le quitó el
pantalón de un tirón, y el calzoncillo también.
Quiso bajarse el pantalón también pero no podía con una sola mano y no había forma de
convencer a la otra de dejar de tocar a Louis, pero es que estaba tan hermoso esa tarde, y se
sentía tan bien que con cada caricia sobre su miembro duro y caliente pudiera robarle un suspiro,
pudiera hacer que su espalda se arqueara de aquel modo tan entregado y errático. Finalmente
Louis se hartó de esperar y con las manos casi temblando y una corriente eléctrica subiendo y
bajando por su espina, le quitó el pantalón. Se acercó a su oído y susurró el pedido más
desesperado que Harry le hubiese oído jamás, y no fueron muchas palabras, sólo una, pero
bastaron.
-Fóllame -dijo y Harry no supo más que tumbarlo de vuelta sobre el colchón, acariciarle la lengua
con los dedos a Louis y meterlos con suavidad pero firmeza. Mientras lo hacía, con movimientos
lentos y constantes, besó y mordió el cuello de Louis.
Sentía tanta anticipación que tenía que sacarla afuera de algún modo, y no es que fuera de
hablar, no mucho en esas situaciones, pero Louis no había vuelto a decir nada desde el fóllame y
Harry estaba tan duro, por dios, y verlo contorneándose así bajo su tacto lo estaba volviendo loco.
No podía estarse callado, no podía guardar silencio; sentía que colapsaría allí mismo si no había
alguien que dijera lo putamente sexy que era Louis y lo dorado de su piel y lo mucho que Harry
había

querido estar dentro suyo desde la primera vez que había visto su trasero y sus muslos.
Louis se cubrió la boca con la mano para contener un poco el volumen, pero Harry lo tomó por las
muñecas mientras lo penetraba y tuvo que recurrir a morderse los labios en cambio. Aun así se
oían gemidos camuflados en suspiros, a veces roncos, a veces tan lastimosos que hacían a Harry
apretarle las muñecas con más fuerza todavía y aumentar el ritmo.
No le quitó la mirada de encima ni por un segundo y cuando lo vio despegar los labios y apretar
los párpados con fuerza supo aún antes de ver el latigazo blanco en su vientre que había
acabado. Continuó los movimientos lentos pero intensos un segundo más, pero después,
temiendo que empezara a dolerle, salió y con la ayuda de las manos de Louis acabó sobre su
vientre también.
Sentía las piernas tan cansadas que podría dejarse caer encima de él sin importarle ni un poco el
sudor y la suciedad, pero Louis abrió los brazos invitándolo al recoveco de su hombro y no pudo
contenerse.
Respiraron agitadamente juntos y en silencio por varios minutos, a veces mirándose y a veces
mirando el techo. De a ratos las sonrisas se volvían brevísimas carcajadas, y de a ratos opacos
suspiros, temerosos de lo que estaba por venir.
Después de todo, los dos recordaban lo que Louis había dicho: era besarse antes de hablar, pero
no besarse en vez de hablar, sobre todo cuando había tanto por decir navegando en las orbes
azules de Louis.
Se ducharon juntos y se vistieron. Louis llevó a calentar el café al microondas de la cocina
mientras

Harry tendía las sábanas para poder sentarse a tener una merienda decente, lo cual parecía un
poco hipócrita de algún modo.
El café sabía horrible recalentado y los sándwich fácilmente podrían ser los más horribles que
cualquiera de los dos hubiese probado, pero por un largo rato ninguno de ellos dijo nada.
-Bueno, así que... -dijo Louis finalmente y así como si nada empezó a hablar.
Dijo muchas cosas, algunas inteligentes, otras no tanto. Dijo que Harry era joven todavía, que no
sabía lo que quería, y que él tampoco, siendo justos; que qué sentido tenía revolcarse con alguien
cuando hay tantas complicaciones de por medio, aunque el sexo fuera genial; que Harry no
tendría problema en encontrarse a alguien que no tenga relación alguna con sus amigos o su ex y
que con suerte Louis tampoco la tendría tan difícil. Que así todo sería más fácil y todos felices.
Que no es que la hubiese pasado mal, por el contrario, pero es que había estado con un tipo en
Doncaster y había sido tan sencillo, y no había lastimado a nadie, y nadie estaba decepcionado
de él y prefería eso-: no te lo tomes personal.
¿Pero cómo tomárselo, sino?, pensó Harry, cuando sentía que lo estaban estrangulando aunque
las manos de Louis seguían quietitas sobre la taza y cuando en la lengua le temblaba un reclamo
inútil y vacío, un "pensé que éramos exclusivos" que sonaba estúpido hasta en su cabeza.
Técnicamente no fue un rompimiento. Louis mismo lo dijo:
-No estábamos saliendo, siquiera.
Además nadie habló de no volver a estar juntos jamás. Fue

más bien un pensar en voz alta, un monólogo cruel y absurdo pero sincero que dejó a Harry sin
palabras. Fue una pregunta directa y escalofriante: ¿vale la pena? Pero una pregunta justa, sobre
todo, porque había penas, muchas, cuando se trataba de ellos. A veces suyas y a veces de otros,
sino de Liam, de Zayn; a veces las penas de los otros se volvían suyas de vuelta y era cansador.
Así que valía preguntárselo, no era tirado de los pelos: sobre todo ahora, que todos sabían, sobre
todo cuando habría otros pendientes de todo lo que pasara entre ellos.
¿Valía la pena?
Harry tenía una respuesta para esa pregunta, pero no era importante. Lo de Louis, a fin de
cuentas, era un monólogo, y aunque no era un rompimiento, técnicamente, después de esa tarde
no hubo más mensajes, ni siquiera de esos pasivo-agresivos con demasiados emoticones.
x
No lo estaba siguiendo.
A veces, en la universidad, la gente casualmente se cruza en distintos eventos. Es un mundo
pequeño, al fin de cuentas. Harry no era un acosador. Sólo era un chico disfrutando de su primer
año en la facultad de ciencias sociales y asistir a fiestas de otras carreras era algo típico que
hacían todos. Ashley lo hacía. Stan también. No era intencional, no es que fuera por ahí
buscando encontrarse con Louis. Para nada.
¿Para qué lo seguiría de todas formas? Louis apenas si lo saludaba con una sonrisa un poco
incómoda antes de perderse en la multitud a bailar con tipos que no le llegaban ni a los talones.
Por más que Harry fantaseara al respecto nunca había un reencuentro

de esos de películas, ni charlas profundas en las que se confesaran una especie de amor eterno
y terminaran revolcándose en la cama de Louis.
No es que Harry estuviera enamorado, para nada, pero siempre que se planteaba escenarios en
su mente aunque nadie decía "te amo", los sinónimos iban y venían dándolo a entender.
Pero esos escenarios nunca sucedían ni lo harían en el futuro. Así que eso de Harry siguiendo a
Louis era un poco absurdo. Es decir, suponiendo que considerara hacerlo, ¿para qué? No valía la
pena. Louis nunca le diría que lo extrañaba y él nunca le explicaría cómo a veces recordándolo
sentía cosquillas allí donde sus manos lo habían tocado, ni se besarían desesperadamente contra
el muro del pasillo de los baños.
En cambio, había saludos incómodos, miradas esquivas, y la presencia de terceros y cuartos que
hacían todo un poquito más imposible.
Y donde estaba Louis estaba Zayn, de quien él definitivamente no era la persona favorita, y
muchas otras veces Liam estaba con ellos también. No es que no le gustara ver a Liam, pero
podía ser un poco raro estar los tres en la misma habitación después de todo lo que había
pasado. Para Louis, sobre todo, que aprovechaba la primer excusa para alejarse de ese martirio.
Zayn siempre se quedaba, codo a codo con Liam, dándole un apoyo moral que él ya no
necesitaba. A Harry lo tranquilizaba en parte saber que había alguien allí cuidándolo tanto como
él solía hacerlo. Liam se merecía eso, y más.
Así que no lo estaba siguiendo. Eso sería estúpido.
Esa noche la fiesta la daba

la facultad de bellas artes y Niall tocaba. En la última fiesta en la que se habían encontrado el
rubio le había pedido que vaya, y aunque opuso una sutil -y fingida- resistencia, antes de
despedirse ya le había comprado las anticipadas, una para él y dos para Ash y Stan.
Gemma le había ofrecido el auto, pero Harry iba a emborracharse hasta la médula, como
siempre.
Tuvo que insistir bastante para convencer a los novios de acompañarlo. Ash se había vuelto un
tanto mojigata en el último tiempo y al parecer habían planeado una adorable velada juntos
viendo películas y comiendo fondue -o lo que fuera que hicieran las parejas en esa época (Harry
ya lo había olvidado). Utilizó la tarjeta del corazón roto y de haré-algo-estúpido-si-nadie-me-
acompaña y les prometió (cruzando los dedos) que volverían temprano.
La fiesta al parecer había comenzado temprano, porque aunque llegaron apenas una hora
después del comienzo "oficial", ya había varias personas en un estado decadente. Eso o los
chicos universitarios realmente no sabían controlarse con la bebida.
La gente iba y venía de la barra y el piso ya estaba repleto de vasos plásticos vacíos y
aplastados. En los sillones algunas parejas ya habían comenzado la típica tarea de poner a todo
el mundo incómodo , prácticamente desnudándose mientras se besaban, y la pista estaba repleta
de parejas-prontas-a-ser, mirándose fijamente y marcando, al ritmo de la música electrónica,
patéticos bailes de apareamiento que tenían de seductores lo mismo que un espantapájaros
sacudido por una tormenta. Era triste.
Harry

les prohibió a Ashley y Stan dejarlo sólo, y los llevó a rastras hasta el improvisado escenario
donde Niall terminaba de conectar los cables. El rubio lo saludó alegremente al verlo y dejó por un
momento la tarea de conectar todo para sentarse en un a esquina, con los pies danzando en el
aire mientras hablaba con Harry. Josh se acercó con un cargado vaso de cerveza y se sentó junto
a ellos.
Eran una linda pareja, pensó Harry. No del tipo que exudan sexo, que se anuncian a gritos. A
simple vista quizá podrían parecer un par de amigos, pero al mirarlos con detenimiento había algo
en sus miradas, y en sus sonrisas, y en el modo en el que completaban las frases el uno del otro,
que hablaba de un amor mucho más sincero y profundo que el de esas parejas revolcándose en
los sillones. Un poco le recordaba a lo que él y Liam solían tener, pero realmente esperaba que
ellos tuvieran mejor suerte.
Después de unos minutos, quizá media hora, el bajista se acercó a ellos para pedirles ayuda.
Casi habían terminado de conectar todo pero faltaba el sintetizador y al parecer Josh era el único
que tenía idea al respecto. Cuando se fueron y Harry se giró para buscar a sus amigos y pedirle
que mejor se acomodaran en la barra ahora que había lugar, para poder escuchar la música, se
dio cuenta de que no estaban allí. Y podría haber ido a buscarlos, pero realmente temía en qué
estado los encontraría. No es que fuera celoso ni un santurrón, pero verlos con las lenguas hasta
la garganta del otro le ponía los pelos de punta.
La barra estaba llena de todas formas, así que buscó un lugar en los sillones

(había uno de un sólo asiento desocupado) y con la cerveza a medio beber -cortesía de Josh- se
sentó a esperar.
Lo lindo de las fiestas universitarias es que no necesitas realmente conocer a alguien para
pasarla bien. No llevaba en ese lugar ni 5 minutos cuando uno del grupo a su lado le ofreció un
trago de vodka con jugo (y con ron, coca, cerveza...; al parecer habían mezclado todo lo que
encontraron en un solo vaso). No bebió mucho porque era horrible y no quería mezclar -tan
temprano-, pero les dio el gusto solamente para tener con quién charlar ahora que sus
acompañantes lo habían abandonado para manosearse en algún rincón.
Los chicos eran amigos de la banda, dijeron, pero al final resultaba que eran conocidos de Owen
(uno de los chicos que vivía con Niall). Una pelirroja estaba obsesionada con el irlandés, se lo
había cruzado en su casa una vez, mientras estudiaban, y se había propuesto conquistarlo esa
noche. Harry odiaba ser el que le rompiera el corazón, pero mejor eso que dejarla pasar
vergüenza en frente de Niall, el novio y todos sus amigos. Media hora después ya eran todos
amigos y Harry había entrado en confianza con el trago, que ya casi ni le quemaba la garganta al
pasarlo.
Había un motivo por el que Harry no bebía. No era sociable en principio, pero una vez que el
alcohol se le subía a la cabeza se ponía de más introspectivo y silencioso. Se distraía de las
conversaciones y terminaba pensativo mirando a la gente, sin mucho que decir. Eso y que su
cuerpo no lo tomaba muy bien del todo, así que siempre terminaba vomitando en algún rincón,

sólo para sentirse para la mierda al día siguiente. Por eso, cuando notó que hacía un buen rato
que veía moverse los labios pero no prestaba realmente atención a las palabras, decidió pasar de
la bebida por un momento.
Intentó concentrarse en la conversación, en serio. Pero era aburrida y del otro lado había tantas
cosas sucediendo que no pudo evitar recostarse en el respaldo y simplemente mirar las luces y
los colores de la fiesta. De vez en cuando la chica que estaba sentada en el brazo del sillón le
pasaba el vaso y le acariciaba los rulos, o le hacía alguna pregunta tonta que él respondía
fingiendo interés, mojándose los labios en el trago y devolviéndoselo. Luego regresaba la mirada
a la pista y jugaba a adivinar que ritmo seguía cada bailarín, si el del bajo o el de la batería, y qué
tan drogado estaba ese que alzaba los brazos y giraba en su lugar sin importarle una mierda
nada.
Estaba divirtiéndose, bastante. Hasta que vio a Louis.
Tenía una remera holgada que le marcaba suavemente el vientre, y un pantalón de jean ajustado
en los muslos. Las zapatillas eran las de siempre, esas vans negras, y aunque estaba demasiado
lejos para comprobarlo, sabía que de seguro olería a miel y a sudor y a saliva seca en su cuello.
Movía la cadera con pesadez de lado a lado al ritmo del bajo, con los brazos alrededor del cuello
de un extraño y las pelvis de ambos rozándose lentamente.
Harry sintió como si de golpe le faltara algo bajo las costillas y cuando le pasaron el vaso de
vuelta le dio un larguísimo sorbo que se sintió gordo al pasar por su garganta y que

bajó directamente al estómago, donde se endureció, dejándole el pecho tan vacío como antes.
Las manos del extraño se posaron en su cintura, acercándolo aún más . Le murmuró algo al oído
y Louis sonrió pícaramente, mostrando los dientes antes de morderse el labio para responder.
Debía estar o muy borracho o muy caliente, porque los párpados le caían pesados y el azul de
sus ojos apenas se dejaba ver a través de sus espesas pestañas. Se humedeció los labios y se
acercó a su oído.
Harry imaginó las palabras, las recordó de memoria. La brutalidad directa con la que decía las
cosas más íntimas, haciéndolo sentir desnudo y expuesto y muy caliente. El peso en su estómago
empezó a revolverse violento y rojo de ira. Tragó saliva y apretó los dientes, sintiendo la
mandíbula temblarle para contener las náuseas, preparándose para el momento en que Louis
dijera las palabras que deberían ser para él, al oído de un hombre que parecía demasiado
aburrido y pedante para merecerlas.
Sin embargo, aunque las manos de Louis juguetearon con el cuello de la camisa del tipo, y
algunos dedos se aventuraron a jugar con su cabello, aunque se puso en puntitas (y aquel
extraño seguramente aprovechó para acariciarle el trasero) para llegar mejor a su oído, cuando
despegó los labios sus ojos azules se encontraron con los de Harry, al otro lado de la habitación.
Por un segundo se quedó allí quieto, tan quieto que sus caderas perdieron el ritmo de la música y
que el remolino que dibujaban las yemas de sus dedos en el cuello de aquel extraño se detuvo de
inmediato. Sus labios seguían separados

pero de su boca no salía más que aliento hirviendo y ni un mísero sonido.


El tipo hundió su boca en su cuello, pero Louis no hacía más que mirar a Harry, y Harry no hacía
más que devolverle la mirada.
-¡Buenas noches, todo el mundo! -La voz de Niall en el micrófono ganó un montón de gritos y
festejos de la audiencia. Logró distraerlos por un segundo, lo suficiente para correr la mirada,
para que Louis apoyara de vuelta los talones en el suelo y le sonriera al tipo coquetamente, le
dijera palabras que Harry sabía que no merecía-. No queremos aburrirlos a muerte, así que nada
de acústicos esta noche, no hasta que se hayan hartado de bailar, por lo menos.
La audiencia aplaudió y hubo algunos gritos de festejo. Niall anunció la canción y la chica sentada
en el brazo del sillón sacudió el cabello de Harry otra vez. Le hizo algún cometario amistoso de la
fiesta y Harry sólo asintió y tomó el vaso que le pasaban. Sintió el líquido raspándole la garganta,
llevándose consigo algo de aquella cosa amarga y pegajosa que no terminaba de tragar.
Cuando volvió a mirar a la pista Louis todavía bailaba con el tipo, lenta y sensualmente, con los
dedos en su nuca y su frente en su hombro. El extraño aventuró sus manos en los bolsillos
traseros del jean ajustado de Louis y Harry tuvo que recordarse veinte veces que no era el novio
de Louis para controlarse de ir allí y arrancarle los brazos, o algo así.
Los celos eran horribles pero lo distraían de la angustia, por lo menos. Estar enojado con aquel
hombre era más fácil que estar enojado consigo

mismo por no ser lo suficientemente bueno para conservar a Louis, por no ser tan interesante
para que valiera la pena, para que no importara si era difícil, si Harry era el ex de su amigo, si
Zayn se enojaba un poco con la situación. Al fin de cuentas, ese era el problema.
Para Harry también era difícil, a él tampoco le gustaba la mirada decepcionada de Liam ni tener
que soportar lo horrible que se sentía cuando Zayn lo miraba como si fuera el pedazo de mierda
más desagradable sobre la faz de la tierra. Mucho menos le gustaba ser responsable por la
distancia entre Louis y Zayn -que por suerte ya habían empezado a superar. Él no estaba cómodo
con su relación con Louis, pero para él valía la pena.
Ese era el quid de la cuestión. Louis era gracioso, inteligente, divertido. Era interesante, por sobre
todas las cosas. Siempre decía algo que Harry no había escuchado en su vida y tenía una
habilidad innata para hacer el comentario justo en el momento justo, lo cual era por lo menos
admirable para un chico de rulos que encontraba las respuestas a las discusiones dos horas
después de la reconciliación. Era la mezcla perfecta de tierno, adorable y el sexo personificado.
Era guapo y físico y desafiante. Era todo lo que Harry podría entender como el hombre perfecto
más un montón de cualidades que ni siquiera se le habrían ocurrido (como la habilidad de verse
atractivo detrás de marcos oscuros, o de ser lo suficientemente terco como para insistir en
correrse el flequillo soplando aunque la experiencia había demostrado varias veces que
simplemente no le salía).
Cuando

lo ponía en la balanza, el hecho de que hubiese personas fuera de ellos dos a los que no les
gustara su relación, simplemente no importaba. Era fácil dejarlo de lado, cuando Louis lo miraba
fijamente a los ojos y le hablaba de cualquiera fuera la cosa del momento con la que estuviera
obsesionado. Pero lamentablemente, el sentimiento no era mutuo.
Para Louis, en cambio, Harry no valía la pena. No era ni tan gracioso, ni tan inteligente, ni tan
divertido. No era interesante, no era guapo y definitivamente no era el sexo personificado. Harry
era simplemente un chico recién graduado de secundaria con el que tenía buen sexo y que a
veces lo hacía reír, y no podía culparlo por eso, no podía enojarse con él. Así que se enojaba
consigo mismo.
Claro, hasta que aparecía un extraño con una pedante camisa y con manos que se aventuraban a
lugares a donde no pertenecían.
Quizá Harry no era lo suficientemente bueno para Louis, pero definitivamente ese tipo tampoco.
Tenía una ropa horrible, lo manoseaba en el medio de una multitud llena de gente y, sobre todo,
era tosco y torpe para moverse (igual de patético que el resto de la pista al bailar). El resto,
excepto Louis. Donde Louis quebraba las caderas, con firmeza y ritmo, el tipo hacía un
movimiento torpe que interrumpía la suavidad con la que fluía. Donde Louis acercaba la pelvis
sutilmente, el tipo le refregaba el bulto sin disimulo. No había coherencia entre ellos, ningún tipo
de conexión.
En cambio, por encima de su hombro, la mirada de Louis se cruzaba con la de Harry. Era como si
el salón entero estuviera a

merced de ellos dos, como si los bailarines coordinadamente dejaran el lugar vacío entre ellos, un
camino abierto para sus miradas.
No era continuo, de vez en cuando Louis parpadeaba como si acabara de recordar que no valía la
pena, que si se dejaba llevar terminaría en la cama con Harry otra vez y eso sólo traería
problemas. A él lo hacía sentir al menos orgulloso saber que podía hacerlo dudar, considerar por
un momento dejarse llevar. Es que los ojos azules de Louis siempre volvían a él, tarde o
temprano, para que sus labios se despegaran como si quisiera decirle algo, que obviamente
Harry no podría oír a tantos metros de distancia. Después agachaba la mirada otra vez,
acariciaba la nuca del tipo y volvía al baile tan lento y pegajoso como miel.
Harry bebía y observaba, sin la más mínima intención de ser disimulado. Si le hablaban
respondía, pero en general sólo se concentraba en la pista. Poco a poco, trago a trago, fue
olvidando que había un tipo ahí. No era difícil, porque si él bailaba no parecía hacerlo con Louis,
no había entre ellos el más mínimo rastro de cualquier tipo de conexión. Era como si fueran de
dos mundos distintos, como si el tipo fuera de carne y hueso y Louis de magia, sexo y noche.
Sus miradas se encontraron otra vez. Esta vez Louis no despegó los labios, simplemente se los
relamió suavemente. A Harry le llevó un segundo entender el por qué de ese cambio, porque
mientras bailaba lentamente Louis sólo lo miraba a él, sin el menor rastro de disimulo.
Después lo escuchó, los acordes que conocía de memoria, que cada vez

que escuchaba le recordaban a esa noche en el bar, a encontrar su mirada con la de Louis en la
oscuridad más mohosa, a sentir su cuerpo rogándole por tenerlo, a tener que conformarse con su
mano y con su soledad.
Cuando lo recordó tuvo que cerrar los ojos y dejar ir un suspiro lastimoso, resignado. El cuerpo le
temblaba de deseo y Louis estaba allí, frente suyo, mirándolo fijamente con los labios rosados y
humedecidos mientras bailaba para él. Qué importaba el tipo del que no sabía ni el nombre, o la
multitud de gente, o Niall en la guitarra, o Ash y Stan manoseándose en algún rincón, o Liam y
Zayn que seguramente estaban allí.
Louis seguía moviendo las caderas de lado a lado, para él, y cuando abrió los ojos su mirada azul
lo esperaba tan intensa como siempre, reventándole las pupilas. Este lugar era demasiado
luminoso, había demasiada gente, no tenía la intimidad que tenía ese bar viejo meses atrás; pero
a Harry le costó contener el instinto de todas formas.
Su cuerpo demandaba a Louis y él ni siquiera podía consolarse con sus manos. Frente a él un
tipo le lamía el cuello a Louis, quien bailaba sobre su cuerpo para su espectador predilecto. Ni los
boxers ni los jeans ajustados hicieron mucho para contener la erección de Harry. Peor aún, el
roce firme sólo logró excitarlo más.
Pronto descubrió que si era difícil pedirle a sus manos que no actúen, pedirles control a sus
caderas era sencillamente imposible, cuando con un movimiento sutil podía sentir la firmeza del
cinto sobre la cabecita de su miembro dándole una corriente de electricidad tan

lenta e intensa como el baile de Louis.


Por su mente iban y venían escenarios de fantasía, de camas, y baños, y la lengua de Louis
haciéndole maravillas, pero no se concentró en ellos porque la realidad era sencillamente más
excitante. No necesitaba imaginarse su cuerpo tocándolo, ni sus gemidos susurrados al oído,
porque tenía todo lo que quería, su mirada y su ritmo, su atención fija en él y en nada más.
Lo único que quedaba de sus fantasías eran las palabras.
Las palabras siempre habían entorpecido su relación. Por culpa de ellas se habían resistido tanto
a estar juntos, por culpa de ellas Harry se había enamorado tan perdidamente (excepto que Harry
no estaba enamorado, para nada), y por culpa de ellas habían dejado de estar juntos. Porque
existen palabras como deseo, placer, destino, extrañar, pero también existen palabras como bien,
y mal, y complicado.
Y, sin embargo, aunque Harry odiara las palabras, mientras miraba a Louis bailar para él sin
quitarle la mirada de encima lo único en lo que podía pensar era en que no hubiese nadie más
que ellos allí para poder decirle, explicarle, lo mucho que necesitaba su cuerpo y que sin
embargo, si tuviera que resignarlo tan sólo por uno de sus estúpidos mensajes pasivo-agresivos
lo haría sin dudarlo. Que extrañaba sus gemidos y su sudor y su tacto pero sobre todo, su voz y
su risa cuando encontraba sus chistes divertidos.
Podía tolerar compartir su cuerpo, podía tolerar perderlo para siempre y no volver a besarlo,
tocarlo, lamerlo (aunque le dolía, puta madre). Pero no podía siquiera imaginar

esa risa siendo de otro, de ese extraño con mal gusto para vestirse y demasiado rudo para
merecerlo. No podía soportar la idea de que mandara mensajes cada diez minutos a otra
persona, de que pudiera pasar con alguien más tardes enteras bajo la sombra de un árbol,
hablando de nada y de todo, y de quién inventó la perspectiva. Simplemente no podía .
Se levantó a duras penas, con el cuerpo revuelto de asco, bronca, tristeza y alcohol. Agachó la
mirada, para no cruzarse con la de Louis, y se hizo paso hacia afuera chocándose con la gente.
Tenía un mal presentimiento. La última vez que había estado tan ebrio todo se había ido al carajo,
y esta vez no iba a ser mejor. Lo sabía.
Llegó hasta el pórtico de la casa y bajó los escalones torpemente, pateando vasos plásticos y
latas a su paso. Sentía un sudor helado y ganas de llorar, pero en cambio, caminó hacia un auto
estacionado y apoyó las palmas sobre el capó para mantenerse en pie, mientras el cuerpo le
temblaba en suspiros.
-¡Harry! -gritó Louis.
Tenía los oídos aturdidos de la música y sus pasos acercándose se oían como eco. Miró sus
propias manos y la forma en que sus yemas se adherían al rojo del auto, se concentró en eso
para contener el instinto de mirar a Louis. Estaba tan cerca que podía oír su respiración. Cuando
habló otra vez, su voz estaba cerca de su oído y un segundo después sintió su palma sobre su
hombro.
-¿Estás bien? ¿Por qué te fuiste? -preguntó.
Dios, su tacto le quemaba. Era injusto.
-Adivina -retrucó escondiendo la tristeza de su voz con una capa de enojo-.

¿Querías que me quede? ¿Era divertido para ti ?


Louis no dijo nada, pero su mano seguía sobre su hombro quemándole la piel a través de la
camiseta. Harry suspiró y agachó aún más la cabeza, tanto que le tiraban las vértebras allí donde
comienza el cuello, que sentía la espalda arqueársele y los rulos cayéndole pesadamente y luego
bailando frente a sus ojos.
-¿No deberías volver? -insistió. Louis, otra vez, no dijo nada. Su mano apenas tembló allí en el
mismo lugar-, ¿No estabas manoseándote con alguien ahí adentro?
-Con quien baile o me manosee no es problema tuyo, Harry -respondió Louis, con la voz rasposa
como si acabara de gritar o de contener un grito.
-¡No, no lo es! Entonces ve y sigue con lo tuyo nadie te pidió que estés aquí, mierda...
La gente iba y venía alrededor de ellos. Harry no necesitaba levantar la vista para adivinar las
miradas curiosas, ni los comentarios susurrados. Esos últimos prácticamente podría oírlos, si no
fuera por la música que sonaba lejana desde adentro de la casona. Si dependiera de él y Louis, el
mundo estaría en silencio. Ni siquiera se oían sus respiraciones, ni siquiera sus suspiros. Sólo
palabras sin decir, selladas detrás de los labios, y una mano firme pero asustada sobre el hombro
de Harry.
Y después, de golpe, un sollozo contenido. Fue menos de un segundo, como una imagen veloz
que se pierde de vista si parpadeas en el momento justo. Apenas un ruido, y luego el temblor de
la mano que bastó para que Harry levantara la mirada y viera a Louis con los ojos húmedos y el
azul de siempre

apagado y espeso.
-Dios... -susurró Harry y se enderezó. Separó las manos del auto y Louis, como si adivinara su
gesto, lo soltó para secarse las mejillas y luego cruzarse de brazos, hermético y cerrado sobre sí
mismo.
A Harry le temblaban las manos cuando lo tomó por los hombros.
-Lo siento -le dijo. Louis sólo negó con la cabeza y dejó ir un suspiro demasiado ruidoso. Luego
carraspeó y se mordió el labio mientras intentaba con demasiada dificultad tragar las palabras.
Insultos, seguramente, adivinó Harry.
Le acarició el hombro sobre la camiseta. Tenía el cuerpo tan húmedo de sudor que se le pegaba
a la piel y era casi como si estuvieran en sus sábanas otra vez, como si estuvieran desnudos.
Louis miraba el suelo, pero Harry necesitaba su mirada, algo que le garantizara que estaba bien.
Intentó levantarle el rostro por el mentón, pero Louis sólo sacudió la cabeza, alejándose. Aún así,
en ese gesto desafiante, sus miradas se cruzaron un segundo. Harry dibujó un segundo "lo
siento" con sus labios, pero no dijo nada.
Louis sonrió, aunque parecía triste.
-Es que... Intento, ¿sabes? -dijo con la voz tan diminuta que Harry apenas podía oírla-. Intento
irme, pero no puedo.
Cuando levantó la mirada otra vez, tenía la nariz colorada pero los ojos secos. De las lágrimas y
la humedad no quedaba nada, sólo el gesto desafiante de siempre, quizá algo de temblor en los
labios. Harry le acarició la mejilla con el pulgar suavemente. Su piel seguía tan suave como
siempre, pero sus ojos estaban cansados. Había algo en ellos que

era distinto.
-Es decir, sé que debo irme -explicó, ganando fuerza a medida que soltaba las palabras-, porque
dijimos que sería más fácil.
Harry soltó un suspiro mezclado con una carcajada, pero se contuvo de explicar que nunca
dijeron nada, los dos. Que Louis había soltado un montón de explicaciones y que Harry
simplemente supo que la decisión estaba tomada, que no había más nada por hacer.
-Pero hoy te vi y eres tan lindo, Harry, y yo... -se interrumpió de golpe. Harry acarició con la otra
mano su cuello, allí donde el tipo de la pista de baile le había dejado una marca violeta y rosada.
Frunció el ceño, un tanto molesto, pero lo acarició suavemente intentando descubrir si podía
sentir con la yema de los dedos algún cambio en la textura de su piel. Por más que recordaba al
tipo de camisa horrible e imaginaba su boca en su cuello, no podía pensar ni en sus dientes, ni en
su saliva, sino simplemente en la piel de Louis, tan suave como siempre. En el color dorado
interrumpido por el moretón y en que quería besarle justo allí, no para tapar la marca que Louis se
había dejado hacer, sino para curarla suavemente.
-Y es que no puedo, cuando estás aquí todo el tiempo, ¿Sabes? -explicó-, no puedo porque te
veo todo el tiempo y cómo se supone que.. -Se detuvo en seco otra vez.
Harry se agachó suavemente y besó su cuello. Fue un beso sin más humedad que la de los
labios, y tan breve como el latido de su corazón. Después lo miró a los ojos, descubrió otra vez su
mirada cansada, pero igual de intensa.
-No puedo irme

si continúas siguiéndome, Harry -explicó.


Harry tragó saliva.
-No estoy siguiéndote -mintió. Louis cerró los ojos y dejó escapar un suspiro lento y pesado.
Cuando volvió a mirarlo, Harry finalmente descubrió que era eso en sus ojos. No era sólo
cansancio: era hartazgo, era un "por favor" susurrado, era Louis rogándole un respiro.
-Es que no puedo hacer esto solo -dijo Louis. Fruncía el ceño como si intentara convencerlo con
eso de que estaba enojado, de que iba en serio esta vez-, necesito que me ayudes. Que dejes de
buscarme.
Harry despegó los labios. Consideró decirlo por un minuto. Pero estoy enamorado de ti. Aunque
era mentira, porque Harry no estaba enamorado. Claro que no.
Sólo quería decir algo lo suficientemente dramático para mantenerlo a su lado, para convencerlo
de que no se vaya.
Pero era estúpido porque, como la última vez que hablaron, la decisión estaba tomada. Harry
podía comportarse como el chiquilín recién graduado del colegio que se aferra a alguien que le
pidió que se vaya, o podía ser el adulto, por una vez en la vida, y cederle a Louis el respeto
suficiente para admitir que había tomado una decisión, que sólo le pedía que la respete.
Pero me quiere. Intenta irse y no puede, le repetía una vocecita. Harry abrió la boca para
decírselo, eso o algo, cualquier cosa. Si no un "te amo", un "te extraño", o al menos "¡Un último
revolcón! En honor a los viejos tiempos..."
En cambio no dijo nada, porque eso amargo en su mirada era un "por favor" y a Louis no le
sentaba bien eso de andar rogando. Mucho menos esas lágrimas de antes, esa ira o lo que fuera
que lo hacía parecer tan débil.
-¿Quieres que me vaya? -preguntó.
No debió hacerlo porque sabía la respuesta y no iba a ser lindo oírla de sus labios. Por un
momento pensó que iba a decirle que no, porque Louis otra vez se tomó un tiempo extra para
responder. Porque las palabras le temblaron en la boca antes de decirlas.
-Necesito que te vayas -dijo, finalmente.
Y la mano de Harry que seguía firme en su mejilla cayó tan de golpe y tan pesadamente que por
un momento creyó que iba a soltársele del brazo también. Asintió en silencio, sonriendo tanto que
cualquier persona creería que estaba de hecho feliz. Nada más alejado de la realidad.
Simplemente intentaba no llorar.
-Okay -dijo, encogiéndose de hombros-. Lo siento si te hace pasar un mal rato, yo... -Louis
despegó los labios, pero otra vez no dijo nada-. Lo siento, en serio....
Y después de decir eso, todavía ebrio y todavía triste, dio media vuelta y caminó calle abajo hacia
su casa, hacia cualquier parte del mundo en donde no estuviera Louis.

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Capítulo 11: de Como Louis se Había Enamorado y Liam Estaba Enamorándose

Después del incómodo viaje de vuelta de Leeds, del silencio helado y los cuerpos tensos en la
van, Zayn se despidió de Louis con apenas un gesto seco. Si abría la boca no creía poder
controlarse de decirle todo lo que pensaba, no iba a tener las fuerzas por decir "Adiós" y nada
más. A esas alturas le daba lo mismo lo que Louis pudiera sentir, pero no quería hacerles pasar
un mal rato a Niall y su banda que estaban en la camioneta también. Sobre todo no quería ser él
quien le recordara a Liam los eventos de la noche anterior.
Nadie había vuelto a hablar del tema, y él no iba a ser el primero.
No terminaba de abrir la puerta de su departamento cuando le llegó el primer mensaje. Puso los
ojos en blanco aunque no había nadie para verlo, y mientras se quitaba las zapatillas cubiertas de
barro, buscó el celular en el bolsillo.
En ese momento podía jurar que sabría las palabras exactas y hasta el número de besos (xxxx)
que le escribiría Louis. Estaba, de hecho, preparando la respuesta más hiriente, el modo de
decirle en el menor número posible de caracteres, todo lo que quería decirle desde la noche
anterior sino fuera porque Liam y los demás estaban allí.
El mensaje, sin embargo, no era de Louis.
(Zayn estuvo a punto de ponerse las zapatillas así, con barro y todo, y salir disparado al auxilio de
Liam, pero se contuvo)
Z disculpa encerio si estoy fuera d lugar y no hay problemas si no quieres hacerlo pero te gustaria
venir a casa en un rato? Despues de bañarme y eso es que no me ciento del todo bien y no
quiero estar solo
Tuvo

que re-leerlo dos o tres veces para asegurarse de entender bien lo que quería decirle.
Finalmente, cuando estuvo a punto de responderle, llegó un segundo mensaje, y un tercero.
Se que es egoista pero no se que aser y si termino llendo a su casa???
Entiendo si no quieres venir z se que deve ser incomodo para ti. Encerio no hay problema, no va
a pasarme nada. Mi mama esta en casa.
No seas tonto, Li, respondió, Me baño y voy para alla.
Cuando llegó a la casa de Liam, Karen lo recibió con una sorprendida sonrisa. En esos últimos
meses él se había convertido en casi un miembro más de la familia, gracias a todo el tiempo que
pasaba con ellos. Ya fuera porque estaban cansados del trabajo o como premio después de un
arduo día de estudios, Liam siempre encontraba una excusa para invitarlo a cenar.
Las cosas habían cambiado desde aquella desafortunada confesión de amor hacía poco menos
de un mes. Karen, conociéndola, no se atrevió a preguntar qué pasaba, pero debió haber
imaginado algunas explicaciones horribles, ya que al ver a Zayn golpeando a su puerta, no pudo
contener un suspiro de alivio.
Liam estaba en su habitación, escuchando música con unos enormes auriculares y entreteniendo
las manos rompiendo en pedacitos un papel. Al principio no notó la presencia de Zayn, así de
concentrado estaba en la tarea manual. Cuando finalmente lo saludó, estaba tan aislado del
mundo que la voz le salió fuerte, como un grito.
-Hola -dijo. Sus labios esbozaron una incómoda sonrisa, mientras se

quitaba los auriculares.


Zayn titubeó un momento antes de finalmente rendirse y apresurarse a sentarse a su lado.
-Escucha, Li, quizá no me creas pero yo en serio no sabía nada.
-Lo sé -lo interrumpió.
-No sé qué decirte. No puedo creer que Louis fuera capaz de...
-Lo sé, lo sé -dijo Liam, alzando la voz nuevamente como si con eso quisiera decirle que por favor
guarde silencio. Zayn pareció captar la indirecta-, no quiero hablar del tema, en serio...
La mano de Zayn tembló en el aire, sin atreverse a tocar a Liam. La habitación parecía una
fotografía silenciosa y trágica, y la luz de la tarde que se filtraba por la ventana le daba hasta un
tono sepia al escenario. Todo parecía quieto. Todo excepto la mano de Zayn temblando en el
aire, a un centímetro de distancia de la piel de Liam.
Cuando finalmente lo tocó, los cuerpos se acomodaron en el espacio. Liam encorvado, dejando
escapar un suspiro. Zayn recorriendo su espalda y sus hombros con la misma mano temblorosa,
susurrando palabras de aliento que venían quién sabe de donde, pero que se sentían honestas.
-No quiero hablar de eso, Zayn -insistió Liam. Esta vez su amigo optó por escucharlo.
-Pero me dijiste que venga, pensé...
Liam negó con la cabeza. Sus uñas jugaban con un hilo suelto en la colcha, y la mirada estaba
fija en ese movimiento. Cada segundo que pasaba Zayn debía tragar con más dificultad las
palabras por decir, y la impotencia se le mezclaba en la nuca con la ira y las ganas de llorar.
Estaba a punto de volver a sus discursos, a sus explicaciones

tantas veces dadas respecto a que Liam era el mejor ser humano del mundo y que Harry (y
también Louis, ahora) era un imbécil, pero lo interrumpió.
-Sólo quería que estés aquí -confesó, sin mirarle a los ojos-. No quería estar solo y tú eres la
única persona con la que no me siento así, ¿sabes?
Liam levantó la mirada. Cansada, hinchada, roja. Sincera y redonda como siempre, también.
-Eres él único con el que no me siento solo -susurró. Zayn quiso decirle algo pero la voz se le
perdió en un nudo en la garganta, y lo único que supo hacer fue acercarlo a él en un abrazo y
escucharlo respirar lágrimas contenidas contra el cuello de su camiseta.
x
El verano no se sentía verano sin Louis. Las fiestas no eran igual de divertidas y las reuniones
familiares parecían eternas cuando no tienes planeado encontrarte en el parque con tu mejor
amigo más tarde. Sobre todo era rara esa sensación en el pecho cada vez que sonaba el teléfono
fijo en la cocina, esa mezcla de deseo y resignación.
Era raro cuando su mamá le preguntaba por Lou y él mentía porque eran demasiadas
explicaciones, pero sobre todo porque ya sabía lo que ella le diría. Se imaginaba la escena,
bastante seguido, de hecho. Necesitaba hablar con alguien de todo lo que había pasado, y Niall
estaba en Irlanda y Liam era la última persona que querría recordar la noche en Leeds y jugar a
intentar reconstruir los últimos meses con esta nueva información. Como no tenía con quien
hablar, se imaginaba interrumpiendo la noche familiar frente a la tele y contarle a su madre

y desahogarse un poco, pero sabía de antemano qué le diría: que Louis era su mejor amigo, que
era tonto tirar todo a la borda por algo así. Hasta podía visualizar a su padre suspirando y
meneando la cabeza de lado a lado, indignado con el dramatismo que quién sabe de dónde había
heredado su hijo.
Zayn sabía que tenían razón, pero era más fácil sentirse así, enojado. Porque debajo de eso
había decepción y algo nauseabundo trepándole por el pecho, porque si no lo odiaba entonces
sentía lástima por él y eso era peor.
Para él, Louis siempre había sido la mejor persona. Siempre había agradecido en silencio que no
le gustaran los mismos tipos, porque Louis terminaría quedándose con todos. Zayn lo conocía
desde que iban al colegio, con él había aprendido a soltarse un poco, él le había conseguido su
primera cita y siempre fue su modelo a seguir. No con las relaciones, porque a Louis le gustaba
revolcarse y Zayn prefería tomarse las manos y mirar las estrellas, pero en todo lo demás. Le
gustaría ser igual de valiente, despreocupado, divertido. Le gustaría poder ser tan cautivante y
aventurero.
La relación entre ellos siempre había sido un tire y afloje, en el que por supuesto Louis ganaba.
Zayn quería quedarse a ver películas y Louis lo sacaba a las rastras a algún bar, y cuando él se
enamoraba de tipos que había visto dos veces en su vida, Louis comenzaba su tarea de armar
una lista exhaustiva con sus defectos para abrirle los ojos, y cuando Zayn se ponía en moralista
Louis le preparaba un trago y le convidaba una seca y hablaban de lo subjetivo

de las reglas sociales hasta entrada la madrugada. Ahora Louis no estaba, así que de Zayn sólo
quedaba lo otro, la masa uniforme que él era cuando no tenía quien lo lleve a vivir un poco. Se
quedaba solo en su casa, durmiendo hasta tarde, pensando en lo mal que había estado lo que
hizo su mejor amigo y a pesar de eso todavía extrañándolo. Era patético.
Llevaba poco más de una semana en su casa cuando por primera vez le sonó el celular.
Últimamente con Liam hablaban por skype, y Niall debía estar ocupado en Irlanda con su familia,
así que tenía que ser Louis. Lo conocía mejor que nadie, y el mensaje de texto con las disculpas
estaba tardando demasiado. En algún momento debería juntar coraje y escribirle, aunque fuera
sólo para pelearse un poco. Al fin de cuentas, lo conocía tan bien como él, sabía que Zayn jamás
daría el brazo a torcer con este tema.
Estuvo un poquitín decepcionado, sin embargo, cuando descubrió que no era suyo, sino de Niall.
Llama a Louis y hablen, me está volviendo loco.
por qué no me llama él??? no fui yo el que hizo algo estúpido :/ respondió.
Porque tiene miedo Zayn, qué se yo... Sólo llámalo.
no.. es él quien tiene que disculparse !
Sí, pero no contigo Z. Para alguien que engañó también eres bastante moralista.
Quiero decir que todos se equivocan, Zayn, y tú deberías saberlo. Sólo llámalo, y hablen, me está
volviendo loco.
No quise sonar tan cruel, lo siento.
Sabes?

Tendría que ser yo el enojado aquí. Tú me engañaste y yo te perdoné, tengo derecho a


recordártelo de vez en cuando.
Si quieres estar enojado bien por tí, yo tengo cosas que hacer.
Me quedan pocas vacaciones y quiero disfrutarlas en vez de intentar contener a la distancia las
crisis emocionales de mis amigos.
No voy a gastar todo mi crédito disculpándome, Zayn.
Ok!! Lo siento, ¿sí? Puedes dejarlo ahora?? Eres un gran chico y sabes que no estoy enojado,
sólo quería abrirte los ojos.
Sólo... llámalo. Me voy a cenar.
Zayn leyó los últimos mensajes después de colgar el teléfono, y se apresuró a explicar:
no estoy enojado!!! estaba hablando por teléfono xx
Asumo que con Louis porque él tampoco me respondía los mensajes, respondió Niall. Hablen y
resuélvanlo y dile que no me llame más porque Josh está empezando a ponerse celoso.
le diré! gracias por todo ni, siempre dando los mejores consejos! disfruta tus vacaciones, te
dejaremos en paz ha :p xx
x
Para tratarse de alguien que había logrado permanecer serio e inmutable en el teléfono,
escuchando a Louis y sus disculpas exageradas sin decir poco más que mmm y ahá para
indicarle que continúe, Zayn estaba bastante entusiasmado con la idea de verlo.
Se bañó, se vistió, planificó su mirada seria en el espejo y todas las cosas que le quería decir y
casualmente dejó caer el cd de su banda preferida que había comprado la semana pasada para
mostrárselo

a Louis si se presentaba la oportunidad. Lo cierto es que lo extrañaba, aunque odiara admitirlo, y


estuvo listo 20 minutos antes de lo previsto para ir a verlo. Se subió y bajó del auto veinte veces:
sabía que Louis llegaría tarde y después de todo lo que había pasado no podía ser él el que
esperara. De hecho, mientras más tardara en llegar, más Louis se torturaría pensando que él no
iría y se lo merecía. Finalmente, resolvió hacerlo esperar 45 minutos.
Pero sin quererlo fue a las escalinatas del colegio apenas 2 minutos después de pasadas las 12.
Louis, sorprendentemente, ya estaba allí.
Recién en ese momento comprendió del todo lo mal que se sentía, y las piezas empezaron a
encajar una a una. Debió haberlo notado, por lo imprevisible que ese nuevo Louis le resultaba;
porque Zayn lo conocía mejor que nadie y sin embargo siempre que sonaba un teléfono en el
momento justo en que esperaba su llamada, no era él; porque cuando hablaron cada vez que
Zayn lo llamaba un idiota no discutía; porque su mirada tenía algo gris y turbio el día de Leeds,
pero todavía desafiante; porque esa noche le temblaban las rodillas de vergüenza pero así y todo
había defendido a Harry; porque no tenía el coraje ni para pedir perdón. Porque por una vez en su
vida había llegado temprano.
Louis estaba triste, avergonzado, arrepentido, pero también decepcionado, otra vez.
-Dios, Lou... -balbuceó Zayn al verlo allí fumando en silencio y con los ojos hinchados. Se sentía
doblemente estúpido, porque, cómo no lo supo, cómo no entendió de las sonrisitas y los
mensajes de texto,

cómo no sumó dos y dos y se dio cuenta de que Louis se había ilusionado-. ¿Estás bien?
-Lo siento tanto, colega -le dijo, incapaz de devolverle la mirada. El cigarro le temblaba en los
dedos y cuando se le resbaló Louis casi se larga a llorar de vuelta, de pura impotencia-. Lo siento
tanto, fui tan estúpido...
Zayn se detuvo en seco y lo miró detenidamente por lo que se sintió como una hora.
Sí, había sido estúpido, y sí, había lastimado a una de sus personas favoritas. Pero Louis era
importante para él también y estar enojado era fácil y se sentía bien, pero tenía otras personas
con las que estar enojado. Louis ya había sufrido suficiente.
Pisó el cigarro para apagarlo mientras se acomodaba al lado de Louis y alzaba el brazo invitarlo a
hundirse allí.
-Está bien, ven -le dijo. Louis sólo negó con la cabeza-. Estás andando en hielo muy delgado,
Lou; si quieres que te perdone... -le amenazó en tono de broma, manteniendo el brazo elevado en
aire.
Louis sonrió levemente. Tenía los párpados pesados y temblaron un poco cuando sintió el tacto
de Zayn en su hombro, acercándole en un abrazo firme y tibio. Después, cuando Zayn le besó la
frente, ya no pudo contener un ruidoso sollozo.
-Fui un imbécil...
-Sí -admitió Zayn.
-No debí hacer eso -continuó Louis-, a Liam, por Dios santo...
-No, no debiste...
-Me siento para la mierda, me doy...
-Bronca -completó la frase Zayn, recordando esas noches sacudidas de emociones después de
que arruinó todo con Niall. Le zamarreó el brazo a modo de torpe

caricia, intentando prometerle que todo estaría bien. Si él y Ni eran amigos, ¿cómo no iba a poder
arreglar Louis las cosas con Liam? Al fin de cuentas, no era él su novio.
Louis negó en silencio. Luego suspiró suavemente, para contener el llanto.
-Vergüenza.
x
No volvieron a hablar mucho del tema después de esa noche. Apenas si hubo algunas brevísimas
explicaciones mientras escuchaban música en el auto de Jay y manejaban a las afueras dela
ciudad. Louis seguía allí, debajo del llanto y la tristeza. La amistad que compartían seguía firme,
aunque debilitada, y Zayn no quería darle el sacudón que la rompa, que lo aleje para siempre.
Ya sabía las respuestas de todas formas. No necesitaba oírlas de sus labios. Se imaginaba que
para Louis sería humillante admitirlo, y era de por sí difícil ver el estropajo que era su amigo
cuando no le quedaba nada de orgullo ni actitud. Zayn temía que si hablaban del tema se largaría
a llorar otra vez.
Sabía que esa cosa con Harry venía desde los primeros exámenes del semestre, y que habían
seguido viéndose después de que él y Liam cortaran. No sabía mucho más, pero se lo imaginaba.
Que Harry era el chico de los mensajes, quien lo había puesto de buen humor, quien le había
apagado el cinismo, quien había bajado sus barreras sólo para lastimarlo otra vez. Esa era la
palabra para describir su estado: Lastimado.
Se sentía culpable, y triste y avergonzado, pero era sobre todo lo otro: que se había vuelto tan
vulnerable que se había dejado herir, otra vez.
¿Por qué Louis tenía que elegir siempre a los imbéciles?
Cuando

estaban en la ruta, fumando marihuana y recostados en el capó, Zayn tuvo un deja vú.
-Nunca más -susurró Louis, sonriendo con amargura.
Zayn lo miró y pensó en decirle lo que debió haberle dicho la primera vez que le rompieron el
corazón. Que encontraría a alguien que valiera la pena, que no tenía que cerrarse o esconderse,
porque merecía ser feliz.
Pero apenas logró despegar los labios.
Louis tenía de vuelta ese fulgor en los ojos, rojo y desafiante. Sacaba pecho y se tragaba las
lágrimas y Zayn supuso que estaría bien por ahora, que podrían tener esa charla más adelante,
cuando no significara hacerlo llorar.
x
Volvieron juntos a Manchester, en el mismo tren y con las mismas ojeras después de una noche
de fiesta. Debajo de los asientos habían amontonado los bolsos, compartidos, y antes de
quedarse dormidos el uno contra el hombro del otro, hablaban de que la primera parada debía ser
la casa de Zayn, para separar el contenido de las valijas.
(Se habían visto tanto los últimos días que las ropas de uno y el otro estaban confundidas de
casa y habitaciones, y cada uno llevaba cosas del otro mezcladas con las propias.)
El viaje era corto, pero los dos se durmieron profundamente. Cuando Zayn se despertó con la luz
que entraba por la ventana del vagón dándole de lleno en el ojo, Louis miraba la pantalla del
celular y tragaba saliva.
-¿Es él? -le preguntó de lleno, probablemente influenciado por el sueño y la resaca. Louis
parpadeó sorprendido al oírlo.
Zayn pudo ver su rostro contándole una historia: fingiendo sorpresa al

principio, confusión (casi que podía oír las palabras exageradamente casuales: "¿Él, quién?"),
pero luego cansancio y resignación. Ni para eso tenía energías, no después de una noche de
tragos.
-Si -murmuró.
-¿Vas a responderle? -Su voz sonó inquisidora, pero no era la intención. Niall había dicho que
Louis debía resolver qué hacer por su cuenta y que él comportándose moralista y resentido no iba
a ayudarlo a tomar la decisión correcta.
¿Cuál era la decisión correcta? Eso ni Niall ni él lo sabían.
Louis cerró el mensaje y bloqueó el celular antes de responderle.
-No... -dijo, con firmeza en la mirada pero duda en la voz-. Sería estúpido, ¿no?
Zayn se encogió de hombros y el movimiento del cuerpo le despertó unas tremendas ganas de
bostezar. Si se dio cuenta de que la pregunta no era retórica, hizo de cuenta que sí. Se estiró en
el asiento, ganando miradas curiosas de los demás pasajeros, y luego volvió a buscar el hueco en
el hombro de Louis, para dormir. Louis suspiró y se relajó a su lado.
Zayn pensó en ese momento, al sentirlo tan relajado y cansado, que debería decirle lo que
pensaba. No respecto a Harry, eso estaba fuera de los límites (decía Niall), sino respecto a Louis
y a su manía de evitar el silencio, las preguntas, los pensamientos.
Quería decirle que estaba bien si quería llorar, que no lo hacía ni débil, ni estúpido. Que si quería,
hasta podrían hacerlo en silencio en la alcoba de Zayn, y él lo abrazaría y le prepararía un rico
almuerzo, y jamás se lo contarían a nadie. Que el corazón es el músculo más resistente

del cuerpo, que se rompe mil veces pero siempre sana, él lo sabía a ciencia cierta, y que valía la
pena el dolor insoportable una y mil veces si a cambio existía una posibilidad, aunque fuera en un
millón, de dar un beso enamorado. Que entendía que dolía, mejor que nadie, pero que Louis era
mejor que eso, que era fuerte, que podía hacerlo: abrirse un poco, dejar de esconderse. Él estaría
allí para atraparlo si caía, como Louis siempre lo había hecho.
Quiso decirle todo eso, pero el sol entraba de lleno por la ventana, calentándole la panza y
enrojeciéndole las mejillas, y antes de poder encontrar las palabras, se quedó dormido.
x
Zayn se había propuesto superar a Liam una vez que volviera a clases, concentrarse en pensar
en que era hora de avanzar y mirar a otros chicos, meterse en otras camas. De algún modo, y
aunque Louis insistió todas las vacaciones en que sería bueno para el espíritu, la idea de
revolcarse por ahí parecía un extraordinario gasto de energía para algo que no sería
remotamente tan placentero como hablar con Liam por Skype.
Además, cuando estaba frente a la cámara, ya fuera en su cama o en el sofá del comedor, Liam
siempre lograba distraerlo de cualquier pensamiento conflictivo, y le gustaba eso de sentirse en
paz, por una vez en su vida. No se había dado cuenta de lo mucho que lo necesitaba.
Le alegraba saber que lo habían logrado. Habían superado el momento embarazoso de la
confesión de amor de Zayn y habían vuelto a ser amigos. A veces, por las noches, cuando veía
películas románticas y escuchaba a su mamá hablar

de la boda de su hermana, Zayn pensaba que no le bastaba con eso, que quería más. Que quería
escuchar de Liam un te amo, un te deseo, caminar con él de la mano por el parque y darse besos
calientes al final de una cita. Pero ya estaba acostumbrado a que así era la cosa con Liam:
siempre lo dejaba hambriento.
Por suerte estaba de vuelta en Manchester, y allí no tenía películas románticas ni charlas cursis
con su mamá. Volvería a ver a Liam casi todos los días y todo se apagaría poco a poco, sin
charlas por Skype antes de dormir que lo dejaran fantaseando sobre universos alternos. Con
suerte, para cuando empezara el semestre, su corazón estaría abierto y funcionando, y podría
enamorarse de otro chico que jamás lo querría del mismo modo.
Pero Liam se las ingeniaba siempre de algún modo para dejarlo cautivado. Verlo diariamente no
mejoraba nada, y ni siquiera después de compartir turno en el café, acompañarlo a su casa y
cenar con su familia, Zayn creía tener suficiente. Apenas se despedía de él en el pórtico ya
empezaba a extrañarlo, aunque todavía estaba a metros de distancia (aunque si se diera vuelta
podría verlo con los codos reposados en el barandal, sonriéndole tontamente).
A veces le enojaba un poco eso de no poder dejarlo atrás. Ya habían pasado muchos meses, ya
había probado su cuerpo, ya había descubierto sus defectos (lástima que todos fueran tan
jodidamente adorables), ¿qué faltaba? ¿qué necesitaba para que su corazón se diera por
enterado y siguiera con su vida? Se había prometido que cuando empezara el segundo semestre
tendría objetivo

nuevo, alguien a quien intentar conquistar...


Otras veces, cuando Liam le mandaba un mensaje a mitad de camino para pedirle que le avise
cuando llegue a su casa; o cuando lo invitaba a tomar helado y fumar en la terraza, aunque ya no
fuera para hablar de su corazón roto; o cuando alguien olvidaba el cambio y él en vez de
guardarlo lo ponía en el jarrón de las propinas; o cuando se reía de los chistes de Louis, aún de
los más tontos, como si supiera que eso era mil veces más efectivo que el "estamos bien, Lou, sin
resentimientos" de la tarde en que se reencontraron; o cuando le devolvía las camisetas lavadas
y planchadas después de usarlas sólo una vez; o cuando dibujaba con los labios los diálogos de
sus películas favoritas, mientras las miraban juntos en el sillón; o cuando todavía lloraba en las
mismas escenas que antes, y hacía ese gesto extremadamente varonil de tragarse las lágrimas
con nada más que un parpadeo y un suspiro ronco; o cuando perdonaba a todos genuinamente; o
cuando exageraba la sonrisa con Harry sino para convencerlo de que estaban bien, de que
estaba intentando; o cuando si Zayn había tenido un mal día le acariciaba la espalda y le decía
que todo estaría bien, y aunque no sabía ni qué era lo que le pasaba, lo decía de corazón,
convencido... Esas veces Zayn se encogía de hombros y pensaba que si alguien iba a tener su
corazón para siempre, aunque fuera hecho trizas, quién mejor que Liam.
x
Cuidar a Louis era una tarea que requería el 100% de su atención últimamente. Tenía que ver si
bebía, y cuánto, tenía que asegurarse que

no se meta a ninguna alcoba con algún desconocido peligroso y que no tome pastillas cuando se
las ofrecían, que era lamentablemente bastante seguido. La cosa con Louis, cuando le rompen el
corazón, es que se convierte en este animal fiestero que es puro drogas, sexo y rocanrol, con la
única diferencia que al día siguiente se transforma en un gatito asustado que se la pasa
retorciéndose en su propia culpa y vergüenza y comiendo papas fritas en su sillón mientras se
queja de que está engordando.
Zayn nunca había sido moralista, no tanto como Louis decía, al menos, pero siendo justos, sus
hábitos autodestructivos nunca habían de hecho empezado a destruirlo.
Habían pasado meses ya, ese comportamiento no era normal. Desde que todo había explotado
pero también desde que Louis había cortado con Harry. Zayn lo sabía porque le había mandado
un mensaje esa noche, diciéndole que estaba libre de drama y planeando buscarse alguien nuevo
con quién recostarse, que si por favor lo podría acompañar.
Más tarde en el bar, por primera vez Zayn había intentado tener "la charla" con él, pero cada vez
que se aproximaba a decirle algo, Louis le cantaba "aburrido" y pedía otra ronda de tragos. Niall
decía que había que darle su espacio, pero era fácil para él decirlo, que no tenía que verlo hecho
un estropajo el día después de las fiestas, revisando el celular insistentemente esperando un
mensaje que, Zayn podría jurar, él mismo había pedido que no le manden.
La cuestión es que si requería un 100% de su atención normalmente, cuando Harry estaba cerca,
se volvía

un 125%. Zayn había considerado conseguirse una orden de restricción, o acordar un boceto y
dividirse las fiestas universitarias: a estas vas tú, a estas vamos nosotros; y así Louis podría
superar su corazón roto con el mínimo nivel de vergüenza y aberración propia posible. Pero había
algo en el modo en que los ojos verdes buscaban los de Louis, insistentemente,
desesperadamente, que hacía que Zayn supiera sin dudas que no había nada que él pudiera
hacer o decir para ponerle un freno a la situación.
Al fin de cuentas, Niall quizá tenía razón y era cuestión de tiempo, dejar que las cosas se
acomoden, que Louis resuelva qué quería hacer y que lo hiciera. Probablemente los dos tenían
ideas muy distintas acerca de qué debía pasar. ¡Probablemente ni Louis estaba seguro! Pero por
ahora todo se resumía a esperar.
La noche del recital, Zayn debió imaginar que algo había pasado cuando se cruzó a Stan y su
novia en el pasillo, cuando Louis bailaba en la pista un segundo y al siguiente no estaba más,
cuando volvió a su lado y pasó el brazo sobre su hombro y reía exageradamente pero sus ojos
estaban tristes.
Debió imaginarlo, pero no lo hizo. Se alegró por dentro de que su amigo por una vez no estuviera
con cualquier desconocido en la pista, se conformó con tenerlo para él. Llegó a convencerse de
que quizá todo había terminado, que estaba curado, que ya no tendría que ser su niñera, que
todavía estaba a tiempo de levantar las notas del semestre, que podría dormir tranquilo y volver a
dedicarle al menos el 75% de su atención a Liam, como adoraba hacerlo.

Mientras brindaban los tres y Niall cantaba en el escenario, fue tan ingenuo que pensó que quizá
finalmente todo había vuelto a ser como antes.
Más tarde, en su casa, cuando tirados en el sofá miraban en la tele a la chica que hacía yoga y se
preguntaban en voz alta qué tantos solitarios hombres estarían rindiéndole homenaje en ese
mismo momento, Zayn pensó que si iba a tener "la charla" con Louis, sería ahora o nunca.
Llegó a decir su nombre, a pedirle atención con un "Louis" suplicante. Luego vio su mirada azul y
desafiante, helada pero turbulenta debajo, como un río cubierto por una delgadísima capa de
hielo, apenas empezado el invierno, como si cualquier cosa pudiera quebrarla y hacerlo llorar. Lo
vio tan cansado, tan triste que pensó que nunca era mejor que ese ahora, que las cosas
finalmente empezaban a encajar de vuelta y que Zayn no podía verlo llorar, no de vuelta.
x
Una semana después, estaban estudiando en la biblioteca. Niall repasaba las teorías económicas
del siglo XIX con Louis, ayudándolo a prepararse para el examen oral que debía exponer si no
quería perder la materia. Liam y él trabajaban en algunas fórmulas, pero en general estaban allí
para brindarle apoyo moral a Niall, ya que mantener al Tommo concentrado en la biblioteca no
era tarea de una sola persona.
Llevaban tantas horas allí adentro, sin embargo, que Louis ya no tenía ni ganas de rebelarse al
estudio, simplemente le miraba los labios a Niall mientras hablaba y si lo interrumpía era
solamente para quejarse en voz alta de lo mal que iba a irle en ese examen. Ya

ni los chistes sobre otros tipos de exámenes orales que Louis podía hacer para aprobar eran
graciosos, ni siquiera cuando los hacía Liam. Bueno, quizá un poco. Y quizá sólo para Zayn.
-¡Li! -Se oyó una voz femenina. Zayn primero vio a Liam buscando la voz, luego una tierna
sonrisa y luego siguió su mirada hacia la joven, bonita y de largo cabello aclarado que le extendía
las manos esperando un abrazo. Liam lo respondió sin dudarlo, fuertemente. Sólo Zayn podía
entender lo que la chica decía, cubierta en su abrazo y oculta en su hombro-. ¡Ha sido tanto
tiempo! Te extraño...
-Yo también las extraño -respondió Liam soltándose levemente del abrazo-. Deberíamos tomar un
café algún día, tienes mi número.
-¿Bromeas? Mamá me mataría. Tienes que venir a casa. Podemos echar a Harry si es muy
incómodo.
Harry. Zayn comprendió recién en ese momento quién era esa mujer. Mirándolo detenidamente,
era parecida, los mismos labios anchos y ojos pesados.
-No, estamos bien, creo que puedo soportar una tarde de té.
Zayn se giró para ver a Louis. Tenía las mejillas pálidas y se concentraba tanto en los apuntes
que era demasiado obvio que intentaba esconderse en ellos. No entendía por qué estaba tan
asustado. Había sobrevivido a varias menciones de Harry con muchos menos nerviosismos.
Lo entendió un minuto después.
-¿Louis? -dijo la chica, y la voz se le mezclaba entre sorprendida e incómoda.
Louis tragó saliva antes de levantar la mirada.
-¡Oh! Hola, Gem -la saludó. En seguida carraspeó- -ma. Gemma.
-Hola

¡Hacía mucho que no te..! Es decir...


Por un momento no hubo más que silencio y miradas yendo y viniendo sobre la mesa. Liam se
sentía tan incómodo que sonreía y Louis parecía recién sumergido en una bolsa de harina, de lo
pálido que estaba. La chica, Gemma, fruncía el ceño avergonzada y movía las manos al costado
de su cuerpo, desahogando el nerviosismo. Zayn la entendía, él estaba torciendo el lápiz tanto
que casi lo rompía.
-¡En fin! Qué incómodo, ¿eh? -dijo y se rió. Liam rió también y entonces todo se distendió un
poco. A Louis le volvió el color a las mejillas, todo junto y de golpe.
La muchacha se despidió incómodamente de la mesa disculpándose entre risitas, y luego de
abrazarse con Liam y sonreírle a Louis, se escabulló por los pasillos de la biblioteca. El silencio
volvió a la mesa y por supuesto fue Niall el encargado de romperlo.
-Así que... Supongo que esa es la hermana de Harry -dijo. Louis hundió la cabeza en el libro.
Liam empezó a reír, un poco por los nervios sí, pero otro poco porque era divertida, la situación,
una vez pasado el trago amargo.
-Es linda -agregó Zayn con la voz tímida y sólo para decir algo, para que no les ganara el silencio.
-Sí, bastante. Qué lástima que ninguno de los dos es heterosexual, podrían habérselos repartido -
bromeó el irlandés, y Liam se cubría el rostro para reírse y Louis soltaba un quejido lastimoso y se
ponía otros apuntes de sombrero-. No hubiese habido tanto drama.
Zayn quería tirarle algo al rubio, obligarlo a que se calle. Era muy pronto para esos

chistes. Quizá en doscientos años Louis estuviera listo. Doscientos cincuenta.


Liam, en cambio, no paraba de reírse. No era cruel, no intentaba serlo por lo menos, no parecía
intentar probar nada. Ya ni nerviosismo había en su risa, casi.
-¿Podemos volver a estudiar? -protestaba Louis, pero levantaba la mirada sonrosado y Niall hacía
otro chiste, y todos estallaban en carcajadas (Zayn también, aunque él disimulaba). Llegó a un
punto que hasta él sonreía un poco.
Para la tercera vez que pasó eso, cuando Louis levantó la mirada, Niall no hizo un chiste. Miraba
a Liam, que parecía meditativo, aunque todavía sonriente.
Louis buscó su mirada, ahora que no tenía nadie interrumpiéndolo para burlarse.
-Lo siento mucho, Li -dijo, con la voz arrastrada y la cara cubierta en pudor. Liam parpadeó, casi
tomado por sorpresa por las palabras de Louis, aunque debía ser al menos la vigésima vez que
las oía, contando esas charlas de ebrios al terminar las fiestas.
-Está bien, Lou. En serio. Ya pasó.
Por un segundo, sólo eso, hubo silencio. Zayn estaba tan distraído apreciando el rostro de Liam
que vio cada gesto cruzándose, que vio el titubeo y supo de antemano que algo importante venía.
-Estoy un poco sorprendido, eso es todo. No pensé que habías conocido a su familia, no pensé
que fuera serio.
-¡No lo fue! Lo juro -se apresuró a decir Louis. Liam lo interrumpió.
-Lou, está bien, en serio.
-Nosotros no... Fue un accidente, sólo hablé con ellas una vez.
-Bueno, pareciste agradarle

-comentó Liam encogiéndose de hombros. Louis estaba todavía colorado y las manos le
temblaban sobre el libro.
Zayn y Niall sólo observaban, sin saber bien qué correspondía hacer. Se sentían intrusos
presenciando esa charla pendiente de tanto tiempo, pero también sabían que eran de algún modo
necesarios, que no podían irse y dejarlos solos.
-Me quedé dormido en su casa, su hermana me vio cuando intentaba escabullirme por el árbol
frente a su cuarto. Hablamos esa vez, y nunca más. No fue... No me presentó... No fue nada
serio.
Liam asintió en silencio, y su mirada antes fija en la de Louis, bajó hasta un punto inexacto sobre
la mesa.
-Oh -dijo y tragó saliva. Quiso decirlo, pero no lo hizo, que hubiese sido mejor si se tratara de algo
serio, que quizá no lo hubiese hecho sentir tan poco importante, que al menos no dolería tanto si
significara algo, quizá. De algún modo Zayn lo entendió de todas formas, por el gesto
decepcionado de su voz.
Y Louis debió entenderlo también.
-¿Te haría sentir mejor si te dijera -titubeó, con la voz ronca- que me enamoré de él? ¿Me
perdonarías si supieras que él no sintió nunca lo mismo?
Liam levantó la mirada y buscó la azul que temblaba conteniendo el llanto. Ese llanto que no iba
con él y que sin embargo lo acompañaba tan seguido últimamente.
Louis carraspeó y volvió a mirar su libro.
-¿Te dolería menos si te dijera que... que para él siempre fuiste tú primero? Hasta esa noche en
Leeds, siempre pensó primero en ti.
-Dios, Lou -murmuró Liam y se tomó

el cabello con las manos.


-No creo que lo merezca porque fui un imbécil, pero esto duele tanto que... ¿podrías perdonarme,
Li? ¿Por favor?
Zayn buscó la mano de Louis sobre la mesa y la acarició torpemente. Le preocupó un poco que la
dejara allí, que no atinara a quitarla. Podría significar que estaba mejorando, o que estaba más
roto que de costumbre.
-Te perdoné hace mucho, Louis. Esto no fue tu culpa -dijo y se notaba tanto que le quedaban
tantas cosas por decir que aunque no habló por un minuto entero, nadie se atrevió a interrumpir
su silencio-. Pero creo que estás equivocado.
La mano de Louis tembló bajo la de Zayn.
-Creo que él se enamoró también.
x
No sucedió mucho más ese día. Louis buscó una tonta excusa para escaparse de la biblioteca y
ni siquiera Niall tuvo el coraje de preguntarle a Liam qué mierda acababa de ocurrir.
Zayn, sin embargo, fue reconstruyendo el resto de la historia de a pedazos. Liam le contó, a su
ritmo, a su modo, lo poco que sabía: que Harry no estaba enamorado al final de su relación, y que
cuando quiso volver a verlo no fue sólo para disculparse, sino para excusar a Louis. En su
momento no había pensado mucho al respecto, Harry era así, siempre lo había sido: el chico que
admite las culpas y pone siempre la otra mejilla.
Pero pasados los meses, sumando los pequeños detalles, la insistencia en aparecer en todos
lados donde Louis pudiera estar, el modo en que titubeaba al verlo, tragándose las palabras y esa
amargura en la que estaba hundido que ya no era culpa sino llanamente

tristeza, había empezado a comprender. O a suponer, por lo menos.


El encuentro con Gemma, la confusión de Louis, había sido la confirmación.
Zayn nunca opinaba demasiado. Lo que quería decirle ni él lo sabía. Se debatía entre el enojo, la
frustración, pero por sobre todo algo tibio en los labios, asemejándose a una sonrisa: unas ganas
terribles de decirle que era increíble, sinceramente. Sólo a Liam se le ocurriría jugar de
casamentera con su ex y su amante.
No hablaba con Louis de todo el asunto. Apenas si pasaban tiempo a solas, últimamente. Era
como si su amigo le escapara a cualquier pizca de intimidad como si esta le quemara la piel. A
veces, cuando estaban en clase haciendo algún trabajo y se miraban de ese modo en el que sólo
los amigos pueden hacerlo -abiertamente y sin tapujos- Zayn creía adivinar que el temor en su
mirada era descubrirlo enojado, decepcionado, asqueado, como aquella noche en Leeds.
Zayn, sin embargo, apenas podía sentir por él los sentimientos más buenos y piadosos. Un te
quiero, un lo siento, un todo estará bien. Sobre todo, un no te rindas, ve a buscarlo, incluso
cuando él odiaba a Harry, lo despreciaba intensamente. Si Liam era lo suficientemente maduro
para perdonarlos y desearles lo mejor, también debería serlo él.
Pero Niall decía que Louis tenía que darse cuenta solo (Zayn a veces se preguntaba cómo y
desde cuándo lo sabía el irlandés) y las palabras no le salían de los labios, aunque intentara.
Pensaba en eso casi todo el tiempo. Casi tanto como pensaba en Liam.
Casi. Porque Liam actuaba distinto últimamente,

nervioso, inquieto, y él creía saber por qué. Quizá lo estresaba no saber el desenlace de esa
historia, quizá cada vez que veía a Louis quería preguntarle qué haría, si tenía que prepararse
emocionalmente para verlos juntos o no. O, quizá, aunque era jodidamente perfecto y jugaba a
repararle el corazón a las personas que se lo habían roto, debajo de todo eso todavía le dolía.
x
Era una buena semana. Con la excusa de los exámenes y de los turnos coincidentes en el
trabajo, habían vuelto a estudiar juntos y se veían al menos día de por medio. A Zayn le gustaba
no sólo porque ver a Liam era de por sí una de sus actividades favoritas, sino porque además
cuando estaban juntos siempre habían risas, chistes, charlas de horas enteras y sentimientos
agradables en la panza y casuales caricias breves pero tibias. Era lindo también tener la
tranquilidad de que por lo menos cuando estaba con él, lograba distraerlo. A veces lo angustiaba
un poco tener que irse, porque entrando la noche, después de la cena, cuando la hora de la
inevitable despedida se acercaba, Liam siempre empezaba a mostrarse nervioso, amargado. Si
fuera por Zayn, él se quedaría la noche entera a hacerlo reír, pero las cosas habían cambiado, y
esos tiempos habían quedado atrás.
Ese viernes, después del café, y aunque en la casa de Zayn no era ni tan grande ni tan luminosa
como la de Liam, decidieron encontrarse allí a estudiar, por una vez. Karen empezaba a
sospechar al escuchar las risas que no estaban realmente concentrados en sus apuntes, y Liam
quizá era demasiado grande para tener que soportar escenas

de su madre, pero prefería ahorrárselas antes que gastar saliva explicándole.


Pasaron por el mercado, camino al departamento, a surtir la alacena con toda la comida chatarra
posible, a la que el cuerpo de Zayn parecía ser inmune. Compraron papel higiénico, dentífrico y
galletitas de avena porque a Liam le gustaban esas, para acompañar el té. Cuando llegaron a la
verdulería, compraron los tomates más pasados y empezaron a planear hacer una pizza.
Zayn tuvo por primera vez en semanas la tan conocida sensación de impotencia, al ver a Liam
allí, recordándole qué cosas le hacían falta, llevando un canasto de supermercado y luciendo
extremadamente guapo con esa gorra cruzada. Se preguntó si las personas al verlos pensaban si
eran pareja. Luego, se preguntó qué tan patético era estar pensando en eso.
La charla tan liviana y fluida como siempre, lo aturdió después de un rato, y la impotencia y la
vergüenza quedaron ocultas bajo una avalancha de otras sensaciones, más comunes
últimamente, más familiares. Las cosquillas en la panza, la sonrisa siempre presente en los
labios.
No estudiaron mucho al llegar a la casa, demasiado ocupados ordenando los víveres, y luego
lavando los platos, y luego Liam arreglando la mesa porque no podía estudiar así, con ese
rechinar insoportable de las patas. Después empezaba el noticiero de la tarde y un economista
tiene que saber qué está pasando en el mundo, y después ya era hora de empezar a hacer la
masa porque tenía que leudar e iba a ser difícil porque ese era el día más helado del otoño hasta
el momento.

Más tarde faltaba tan poco para que la cena esté lista que mejor empezar después de comer, y
después estaban llenos y empezaba el x factor, y sus cuerpos estaban tan cómodos el uno al
lado del otro, aplastados en el sofá, que podía esperar un ratito más la hora del estudio.
Liam llamó a su mamá para explicarle que se quedaría en casa de Zayn esa noche. Ella pasó
veinte minutos diciéndole lo rica que estaba la tarta que había cocinado esa noche, que les había
dejado porciones para el día siguiente en el trabajo y que deberían pasar a buscarlas después de
clase. Zayn bromeó con ella en el teléfono (¿cuándo había empezado eso de hablar los dos?) de
lo rica que estaba su pizza, que la había amasado él mismo y que se prepare porque algún día le
robaría el puesto de mejor cocinera. Trató de no pensar demasiado cuando ella le dijo que le
alegraba saber que Liam se había encontrado a alguien que le pudiera cocinar, hizo de cuenta
que no entendía lo que decía.
-Ya sabe cómo es -le dijo, en cambio-, logra que todos sus amigos lo malcríen. Es la cara de
cachorrito, ya le digo.
Quizá se sentían un poco culpables después de hablar con ella, y de oírla desearles suerte para
el examen en dos días. Debía ser eso porque apenas terminado el X Factor dijeron que era hora
de estudiar, y pasaron 20 minutos más limpiando el comedor porque sería imposible concentrarse
en ese desorden.
Se sentaron en la mesa con sus libros, apuntes y cuadernos, pero no habían terminado de leer la
primer página cuando volvieron a distraerse hablando de Niall y Josh y de que los

habían visto leyendo un periódico juntos en el bar de la facultad, que de seguro estaban
buscando un lugar para mudarse juntos.
-Nos va a ir terrible en este examen -admitió Liam, derrotado, después de distraerse por novena
vez esa madrugada para preguntarle a Zayn si se había enterado que Becca renunciaba la
semana siguiente.
Él sólo respondió riéndose, tragándose el resto de los rumores, esos de que en verdad la habían
echado por cobrar de más y quedarse con el excedente. Eran rumores a fin de cuentas y en ese
momento parecía más importante reírse con Liam, verlo con los ojos bien chiquitos y los labios
húmedos de mordérselos, indignado.
-Alguien necesita acompañar a Louis el semestre que viene cuando recurse esta materia -
bromeó-. Si alguien pregunta sólo estamos siendo buenos amigos.
-¡Oh, sí! Tienes razón.
Después la charla se perdió hablando de Louis y de lo mal que le había ido en su examen oral -y
todos los chistes correspondientes-, de que había decidido darse por vencido con esa asignatura
para concentrarse en las demás, que todavía estaba a tiempo de aprobar.
Esta vez después del silencio al agotarse la charla, ni siquiera se molestaron con decir que era
hora de ponerse a estudiar. Zayn dibujaba figuras abstractas en su cuaderno y Liam reposaba la
mano en el mentón y observaba el movimiento de sus dedos
-¿Cómo está él? -preguntó Liam después de un rato.
-Bien, supongo -dijo, encogiéndose de hombros-. No lo sé, no me habla mucho.
-¿Estás preocupado?
-No. Sí. Un poco. Se

lo ve mejor de todas formas, no está embriagándose todos los días y volvió a estudiar -explicó-,
más que nosotros, por lo menos.
De vuelta rieron y de vuelta silencio. Era agradable, de algún modo. Quizá porque Liam lo miraba
y sus ojos le alumbraban luz tibia sobre las manos.
-¿No sabes si habló con Harry?
Zayn quiso responderle con palabras, pero apenas le bastaron las energías para negar con la
cabeza. La mayoría estaban concentradas en no decir lo que quería decirle, desde hacía tanto
tiempo. Que se merecía estar enojado, que se merecía odiarlo un poco, que sería más saludable
si dejara de intentar ser tan fuerte, que nadie esperaba de él eso, que era demasiado bueno hasta
para él. No se suponía que era su tarea remendar los corazones rotos de otras personas, mucho
menos de otras que lo hubiesen lastimado tanto.
-Debería hacerlo -comentó Liam, ignorando el torrencial de pensamientos que sacudían a Zayn.
-Sólo desearía que se hubiese enamorado de alguien menos imbécil -suspiró irritado.
-Es un buen chico, ¿sabes? -lo interrumpió, tan sonriente como antes.
-¡Dios, Liam! ¿Puedes dejar de hacer eso? -estalló. Sintió las palabras atorándosele en la
garganta, algunas demasiado hirientes, tanto que aún en esa circunstancia y con la sangre
hirviéndole en las venas, pudo contenerse de decirle-. Puedes odiarlo, ¿sabes? Yo puedo, yo lo
odio.
-Lo odias porque te quitó a tu mejor amigo -bromeó Liam, inmune a su enojo.
-Lo odio porque lastimó a mi mejor amigo -lo corrigió- y te lastimó

a ti, Li.
-Bueno sí, pero ya no duele, no sigo lastimado, ¿sabes? -intentó calmarlo. Zayn desahogó las
ganas que tenía de gritar rayando el dibujo hasta el hartazgo y cuando levantó la mirada, Liam
parecía casi decepcionado.
-¿Crees que soy tonto Li? -Realmente no debería sonar tan dolido, realmente no debería sentirse
tan mal, realmente no debería estar gritando. No se trataba de hacerlo sentir culpable, de
humillarlo y demostrarle que sabía que dolía, todavía. Pero estaba cansado de verlo así, tan
pendiente de los demás, tan complaciente-. ¿Crees que no sé que todavía duele?
-Es que no duele -quiso explicarle.
-¿Crees que no veo cómo estás siempre nervioso? ¿Crees que no me doy cuenta de que a veces
estás a punto de decirme lo que realmente piensas pero te contienes? -Liam sonreía y a Zayn lo
irritaba todavía un poco más- Deberías hablarlo, Li, deberías decir lo mucho que los odias y gritar
y romper cosas. No deberías estar ahí sonriendo y haciendo de cuenta que todo está bien. No
está bien. Lo que hicieron no estuvo bien.
-Puedes ser tan estúpido a veces, Zayn -suspiró Liam y se cubrió la sonrisa con las manos, quizá
para no irritarlo de más-, y te lo digo yo que no soy particularmente maduro.
Zayn chasqueó la lengua, dándose por vencido. Si Liam quería hacer de cuenta que todo estaba
bien, allá con él. La gente necesita sus tiempos, decía Niall, y aunque Zayn estaba harto de sus
consejos despreocupados, de su las cosas por algo pasan, del encogerse de hombros al ver
drama e intentar

solucionar todo con helado, quizá tenía razón. Quizá Liam hablaría cuando estuviera listo.
-Lo que tú digas, colega -respondió tragándose el enojo-, sólo desearía que confiaras en mí.
-¡No es que no confíe..! -Liam se interrumpió de golpe, y por un rato largo no dijo más nada, abría
y cerraba la boca, y las palabras se le atoraban con quejidos, y a veces estaba a punto de hablar
pero terminaba acariciándose el cabello, balbuceando protestas inaudibles.
No era justo que fuera tan guapo. Era difícil quedarse enojado con él.
-Me gustas, idiota -confesó Liam finalmente. Habían pasado cinco minutos desde la última vez
que había dicho algo.
Zayn parpadeó un par de veces y lo observó detenidamente, preguntándose si realmente había
oído lo que quería oír.
-Eso es lo que... Cuando me ves nervioso, lo que quiero decirte -Las mejillas se le veían rojas aún
ocultas detrás de su mano, por más que intentara cubrirse mirando la mesa, los libros, los lápices.
Se hundió sobre sí mismo, con los codos sobre la mesa y las manos acariciándole la propia
nunca, jugando con la etiqueta de su camiseta-. Me gustas de hace tiempo pero no sabía si...
Decirlo.
>>Tú me dijiste cosas muy serias y en ese momento yo no supe qué responder. No podía amarte
del mismo modo entonces. No puedo todavía. Y fui un hijo de puta, lo sé, porque lo veía, Z: sabía
que te estabas involucrando más. Debí irme, pero no lo hice. Quizá no te amaba, no del mismo
modo, pero me gustabas tanto, tanto, que era difícil dejarte ir. Es una excusa

estúpida, lo sé, pero...


Zayn tragó saliva para decir algo, pero no supo qué. Preguntas, solamente, era todo en lo que
podía pensar.
-Cuando dejamos de... Vernos, pensé que sería bueno para ti. Que quizá esa distancia sería
buena, que tú podrías olvidar. Que yo podría ordenar mi cabeza. Pero no sucedió eso -Liam
levantó la mirada. Tenía hasta la nariz colorada y a él también le temblaba la garganta cuando
tragaba las palabras que sobraban, intentando encontrar qué era realmente lo que quería decir-:
Todavía me gustas y no puedo decirte que te amo porque sería mentira y no quiero mentirte, pero
creo que podría enamorarme de ti. Creo que estoy enamorándome de ti.
-Dios, Li -fue todo lo que Zayn pudo decir. Todavía no entendía del todo lo que acababa de pasar,
sólo podía pensar en el calor de la panza que escalaba suavemente hasta su pecho, llenando
finalmente ese hueco que hacía tanto tiempo tenía adentro. Mientras tanto, Liam lo miraba
expectante de una respuesta.
-Mira, que yo me sienta así no significa... -carraspeó-. Quiero decir, no sé cómo te sientes tú
ahora. Probablemente es tonto pensar que todavía te interese, pero, si tú quisieras, si no es...
Incómodo... -Se enderezó en la silla y suspiró. Luego tragó saliva, puso las manos sobre la mesa
y asintió para sí mismo buscando coraje antes de finalmente hacerle la pregunta-: ¿Querrías salir
conmigo?
Zayn abrió la boca, buscó las palabras, y no encontró ninguna.
Liam seguía en silencio, temblando en su lugar en el asiento, mordiéndose el labio

y esperando una respuesta. Sus ojos lo miraban tan fijamente que era un poco intimidante, y el
color rosado de sus mejillas parecía no querer abandonarlo, sin importar cuántos minutos
pasaran.
La abrió de nuevo, de vuelta nada.
Lo curioso es que sabía qué decir, por supuesto. Había fantaseado con ese momento tantas
veces que prácticamente tenía planeado un discurso. Pero ahora estaba allí, con la boca
abriéndose y cerrándose indefinidamente, con un sí saltando en la punta de su lengua y sin una
gota de voz que le dé el último empujón.
¿Podía ser posible? ¿Que el momento que tanto había esperado pasara de largo porque su voz
había decidido jugar a las escondidas, metérsele en el pecho y no salir de su guarida? Sería el
colmo, que Liam se diera por vencido, cerrara los apuntes y se fuera, disculpándose y convencido
de que Zayn no lo quería del mismo modo. Sería tan estúpido, tan injusto, tan idiota, que
probablemente sucedería.
Zayn podría llorar en ese momento, de pura impotencia, pero en cambio sonrió, y cuando lo hizo
un suspiro cayó a pedazos por su boca.
-Sí, Li, por supuesto que sí -dijo, las palabras atropellándose unas a otras ahora que la voz le
había vuelto al cuerpo, que escalaba por su garganta como una llamarada viva-, claro que quiero
salir contigo.
Liam sonrió también y se dejó caer abatido de cabeza sobre los libros, riendo en silencio y
dejando suspiros sobre las hojas.
-Jesús, me asusté -balbuceó. A Zayn le dolían las mejillas de tanto sonreír-. Por un momento
pensé que... -tragó saliva y levantó

la mirada, buscó con sus ojos el marrón de los de Zayn y al verlo sonriendo decidió que cualquier
cosa que pudiera decir en ese momento no era realmente importante-. Quiero besarte, Zayn,
¿puedo besarte?
-Sí, por favor -respondió. Antes de terminar la segunda palabra, los dos estaban de pie y Liam
cruzaba los pasos que los separaban, lo tomaba por la cintura y lo besaba.
Cuando Zayn pensaba en ese momento, cuando imaginaba los reencuentros y las declaraciones,
nunca los imaginó así. No había flores ni grandes gestos románticos, ni luz de las velas. No
estaban en un parque, ni en un museo, ni sonaba música romántica en el ambiente. Estaban en
su casa, de música tenían el murmullo del televisor, en vez de promesas de amor eterno había
una confesión rota y a medias, pero sincera como todo en Liam. En la mesa tazas de té frías ya, y
apuntes sin leer, y el cuaderno de Zayn cubierto con rayones desquiciados.
El beso, sobre todo, fue distinto. No fue húmedo, ni brutal. No hubo ropa volando por la
habitación, ni la voz ronca de Liam susurrada sobre su cuello.
Fue tímido, breve, interrumpido por una sonrisa. Fue el pulgar de Liam acariciándole la cintura
antes de rodearlo con los brazos y abrazarlo contra su pecho. Fue después un montón de besos
breves, en la mejilla, el pelo, la frente.
Fue buscar la espalda con sus manos y acariciarlo con torpeza, hundir la nariz en su cuello y
dejarse enredar con el aroma de su perfume.
Fue quedarse allí varios minutos, disfrutando del contacto. Desahogar la ansiedad con sonrisas y
dejar que el calor de las panzas que había trepado hasta el pecho anide allí, finalmente,
encontrando paz. Fue mirarse a los ojos, besarse de vuelta, tomarse las manos y decirse en
silencio lo mucho que habían esperado por ese momento.
Después de ese primer beso, que fueron muchos, que duró un instante, o un milenio, o las dos
cosas, decidieron que iba a irles horrible en el examen de todas formas, y que nadie podía
culparlos por darse por vencidos.
Si alguien preguntaba, lo hacían por un amigo, desaprobaban a propósito, todo sea para
acompañarlo el siguiente semestre. Definitivamente no tenía ninguna relación con que durmieran
juntos esa noche, sin hacer más que besarse y acariciarse torpemente los cuerpos desnudos que
hervían aunque por la ventana entraba una corriente helada.
Que hubiesen faltado a clases al día siguiente, para dormir hasta el mediodía abrazados y
desayunar en la cama, que llegaran juntos esa tarde al trabajo y que no pararan de sonreírse ni
por un segundo, eso, era pura casualidad.

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Capítulo 12: La Excusa

A veces Harry dudaba. Quizá, inconscientemente, todavía buscaba a Louis. Lo seguía, como
hacía antes de la fatídica noche del recital de Niall. Estaba seguro de que no era intencional,
porque tomaba toda precaución en sus manos para evitarlo, como él se lo había pedido.
No iba a las fiestas de los de economía, aunque sus nuevos amigos de la facultad a veces le
rogaban para que los acompañe. Había negado al menos una decena de invitaciones de Niall a
sus tocadas y shows, excepto esa vez que estaba seguro de que Louis trabajaba y no podría ir.
Hasta sacrificaba los primeros minutos de la clase de Modernidad cada martes (aunque la
adoraba), sólo porque tomaba un desvío para esquivar la facultad de Louis.
A pesar de eso, seguía encontrándose con él en cada respiro que le brindaba su ajetreada vida
adulta. Parecía casi como si el mundo complotara contra ellos. Cada vez que se veían lo
saludaba cortésmente y aunque no decía las palabras, en silencio se disculpaba por faltar a su
promesa de desaparecer de su vida. Louis siempre le sonreía nervioso y titubeaba para decir
algo, pero al final guardaba silencio y luego de un poco de intrascendente conversación, se iba.
Se lo cruzaba en el súper con su madre, en los bares los fines de semana y en el campus en los
recesos -aunque procuraba mantenerse alejado, alejadísimo, de la facultad de Louis. Una vez
hasta se vieron en un café, cuando Harry conversaba con un chico de su clase y casi se atora con
el panecillo intentando explicarle que no era lo que parecía, incluso si a Louis, en verdad, ya no le
interesaba.
Esa

era la peor parte, que esa distancia que Louis había pedido, aunque no le había sido del todo
dada porque el mundo seguía cruzándolos aunque ellos no lo buscaran, ciertamente funcionaba.
Ya no le interesaba. Harry lo sabía por el modo en que lo miraba.
Es que Louis siempre había tenido para él dos modos de mirarlo. Al principio era con desprecio o
con simpatía -recordaba de memoria la primera vez que Louis lo miró con ojos tiernos y una
especie de sonrisa cruzándole el rostro: estaban en el campus, y Harry todavía salía con Liam.
Después vino el deseo y la burla, sucediéndose tantas veces que en una misma noche Louis y él
podían pasar de besarse a escondidas en el cubículo de un baño a hacerse comentarios hirientes
en la mesa frente a los demás chicos. Las últimas veces Louis o lo miraba esperanzado o
rayando la más terrible decepción.
Ahora, era distinto. De a ratos parecía indiferencia pero a veces había algo borboteando en sus
pupilas: un temblor inquieto como el movimiento de los labios antes de la sonrisa, una luz tenue y
anaranjada que se traslucía por el iris azulado de Louis. Harry creía que, con un poco de suerte,
eso significaba que pronto podrían ser amigos.
Él estaría gustoso de aceptarlo. Siendo sinceros, preferiría otra cosa; pero tenerlo un poco era
mejor que no tenerlo en lo absoluto.
Daría el mundo y algo más por otra tarde bajo un árbol conversando de todo y de nada a la vez.
Extrañaba eso, tanto que le costaba horrores no faltar a su promesa, no aparecérsele en la puerta
del dormitorio con café y sándwiches (pese a los tristes recuerdos que

estos traían) y prometerle permanecer a metros, sin una pizca de contacto físico, con tal de que
Louis lo mire y le hable del mundo, de sus clases, y de las anécdotas de sus hermanitas
pequeñas que parecían adorables cuándo él hablaba de ellas.
No es que no ansiara su cuerpo. Dios, ¡Si lo extrañaba! Lo que sucedía es que recordaba de
memoria cada centímetro de su piel, hasta la montañita bajo el ombligo y el orden de sus lunares,
y sí, había cosas que le quedaban por descubrir -como qué había sido del tatuaje en su pecho del
que no habían tenido ni tiempo de hablar, si el rojo se había aclarado y la tinta hundido en su piel
(sobre todo si se había puesto la crema tantas veces como el tipo de la tienda seguramente le
había exigido que lo hiciera), o cómo era tomarle la mano, o qué vueltas daría en la cama si
dormían juntos toda la noche- pero en general de su cuerpo había tenido casi todo.
Extrañar duele, claro que sí, pero había algo cruel y desesperante que le invadía las venas y le
carcomía las articulaciones, y que en las noches lo hacía envolverse sobre sí mismo y rogar por
un encuentro más, uno solo, no para saborear su cuerpo y revivir las sensaciones, sino para
averiguar todo lo que le quedaba por ver.
Para escuchar los nombres de sus hermanas y la historia de cómo se habían conocido con Zayn
y cuándo había dado su primer beso. Para entender mejor por qué era que le costaba tener
ciertas charlas, como esa vez que discutieron en el baño de su dormitorio, el motivo de cada
tatuaje y quizá llevarlo a cenar para ver cómo era su comportamiento

en los restaurants, si era de pedir cosas nuevas o siempre lo mismo (aunque creía saberlo) y si
dejaba propina del diez, quince o veinte por ciento.
Lo que lo mataba era la curiosidad, las preguntas sin respuesta, los relatos minuciosos sobre
cada detalle de su vida que necesitaba como necesitaba el agua, o el aire.
Le dolía tanto que pensándolo nuevamente, sería simplemente ridículo que fuera él quien
estuviera buscando a Louis, porque verlo lo dejaba siempre pensando y sintiendo cosas
demasiado angustiantes para un chico que recién cumplió los 18.
Dolía tanto, que últimamente ni siquiera lo buscaba en sus fantasías. Lograba controlarse hasta
por las noches, cuando no podía dormir, y aunque pensar en Louis parecía lo único que le haría
sentir un poco de paz. Hasta cuando traerlo del recuerdo se le hacía tan fácil y tan necesario
lograba -de a ratos, al menos- quitarlo de su mente, pensando en las clases, su familia, o hasta el
chico de Filosofía que había conocido en una fiesta y lo había invitado a salir (debería haberle
dicho que sí en vez de mirarlo con una incómoda mueca, paralizado de miedo y dudas).
Harry no sabía demasiado de psicología, pero estaba seguro de que ni su inconsciente, así de
masoquista como era, lo obligaría a seguir pensando en Louis cuando él sabía, estaba
convencido, de que tenía que terminar. No podía pasar su primer año de Universidad sufriendo
por un chico.
Las cosas empezaban a mejorar con Liam, su carrera avanzaba lentamente, chicos nuevos
aparecían en su vida y quizá Louis tenía razón, quizá era mejor

así.
Quizá no valía la pena.
x
La cuestión es que si Harry no estaba buscando a Louis, y si Louis no estaba buscando a Harry -
obviamente-, era el destino el que los buscaba juntos todo el tiempo, y pensar en eso no lograba
despistarlo de las ansias que sentía por tenerlo de nuevo.
x
Una tarde, después de su clase de Historia Mundial Contemporánea, cuando todavía su mente
estaba sacudida por los nuevos modelos de producción, por qué fortuito era todo lo que se daba
por natural y por el trabajo que tendría que empezar a diseñar ese fin de semana si no quería
atrasarse como con los otros, giró por el pasillo en una esquina y se dio de lleno con un cuerpo
que de extraño no tenía nada.
Supo al principio que era él porque aunque apenas había visto, de refilón, un pantallazo, bastaba
eso para reconocerlo. Además olía a todo lo que olía Louis, a esa pizca entre dulce y cítrico y a
esa noche en su cuarto cuando despertaron abrazados en el suelo.
Louis parpadeó sorprendido al verlo y sus labios temblaron como si fuera a decir algo, pero no lo
hizo. Harry tragó saliva y al hacerlo se dio cuenta de que todavía estaba demasiado cerca de él, y
alejarse unos centímetros le costó tanto como le costaba últimamente despertarse por las
mañanas.
-Hey -lo saludó tímidamente. Apretó fuerte los labios al notar su voz pasearse de los agudos a los
graves y la sonrisa de Louis lo hizo sonrosar suavemente. Carraspeó, intentando encontrar su
tono natural-, ¿Cómo estás? -le preguntó.
-Bien, yo... Muy bien -respondió Louis sin

quitarle la mirada de encima ni por un segundo-, bien, bien -repitió casi en un susurro. Agachó la
mirada, quizá para observar sus propios dedos que no dejaban de bailar tocando cada yema
inquietamente-. ¿Cómo estás tú? ¿Cómo está yendo tu primer...? Tu primer año.
Harry tardó un momento en responder, distraído, como siempre, por el movimiento de sus labios.
El ángulo con el que los veía, ahora que él agachaba la mirada y le podía ver hasta los dientes y
la lengua (apenas), lo hacía pensar en tardes sudorosas que parecían infinitas, o en bares
ajetreados de gente con rincones oscuros y solitarios, en los que él acariciaba a Louis por debajo
del pantalón y ni siquiera lo besaba, pues no podía quitarle la mirada de encima al color de sus
mejillas, al temblor de sus párpados y a su boca entreabierta que exhalaba suspiros.
Louis levantó la mirada, demandando una respuesta, o algo, cualquier cosa, que rompiera ese
silencio.
-Yo -titubeó Harry-, estoy bien. Es decir. Me está yendo bien. Muy bien -carraspeó otra vez. Ya no
estaba en edad para que le tiemble la voz así, y sin embargo no lograba mantenerla en un tono
decente-. Me encanta la carrera. Es muy linda.
-Que bien -comentó Louis-, eso es... Genial.
-Sí...
Louis agachó la mirada otra vez y Harry volvió a descubrir el movimiento de sus dedos que al
parecer nunca se había detenido. Parecía casi un chiste que las cosas siguieran sucediendo, que
la gente pasara por los pasillos, el planeta girara sobre su propio eje y los dedos bailaran todavía
inquietos unos sobre otros, cuando los ojos

azules de Louis se fijaban en los suyos. Para él se sentía como si todo se detuviera, como si
hasta al aire le cambiara la textura y el sol, el universo entero, se paralizara sobre, debajo,
alrededor de ellos y contuviera el aliento.
Después, cuando Louis miraba otra vez al suelo, Harry notaba que no era así. Que el mundo
seguía, que el tiempo pasaba, que a él lo esperaba una clase y seguramente a Louis lo esperaba
otra.
-Bueno -dijo, y tuvo que hacer mucha fuerza para no invitarle en cambio un café, y eso que las
chances de que Louis dijera que sí eran seguramente de una en un millón-, creo que... Umm...
Debes tener clases, yo no quiero...
-No. Sí. Es decir, claro... -Louis entrelazó los dedos y levantó la mirada otra vez, pero esta vez no
se cruzó con los ojos de Harry-. Yo tengo clases también y...
-Sí...
-Espero que... Tú sabes... Tus cosas. Que estés bien. Que sigas bien.
Harry asintió, incapaz de encontrar las palabras para decir nada. Louis asintió también,
posiblemente en un gesto para sí mismo y luego frunció el ceño. Se agachó y tomó la mochila del
suelo, sin perder el gesto y le saludó con la cabeza a Harry y una mueca que parecía una sonrisa.
Él le sonrió también y lo vio dar los primeros pasos alejándose. Notó entonces que tenía el pelo
más largo y despeinado, y al parpadear vio en su mente el recuerdo de su rostro y finalmente
pudo detenerse en algunos detalles, como el flequillo ahora inexistente, la barba de tres días o la
camiseta nueva que nunca antes había visto en su vida. Le causó en la panza y el cuerpo

entero sensaciones confusas.


Louis se veía mejor que nunca pero distinto también, y cada una de esas diferencias eran marcas
de que el tiempo había pasado, que todos esos días no habían sido un sueño, que habían sido
meses desde el último beso tímido y borracho en el cuello de Louis, donde otro tipo le había
dejado una marca violácea.
Se preguntó si tendría otras ahora. Si debajo de esa camiseta nueva habría rastros de besos. Si
habría ahora alguien en el mundo que tuviera las respuestas a todas las preguntas que Harry
todavía se hacía, si ese alguien había logrado descubrir sus secretos, si había entrelazado sus
dedos con los suyos y detenido el temblor inquieto aunque fuera por unos segundos, si había
dormido una noche entera con él, y si Louis se quedaría hasta el amanecer enredado en el hueco
de su hombro, y si eran felices juntos, sobre todo.
Por un momento la ansiedad fue tan fuerte que casi corre los pocos metros que los separaban
todavía para preguntárselo, y quitarse la duda de una vez por todas. Cerrar ese capítulo de su
vida que lo carcomía por dentro.
Pero la ansiedad se cruzó con el miedo, y Louis era intimidante hasta de espaldas perdiéndose
en el pasillo. Además estaba llegando tarde a su próxima clase.
x
No fue ni la primera ni la última vez que se cruzó con Louis ese año, y sin embargo, inclusive
decenas de encuentros después (inclusive cuando las últimas semanas el cambio de salones los
cruzaba día por medio) todavía pensaba en ese día, y en la mirada de Louis, inseguro y
titubeante.
A veces cuando intentaba dormir

y la angustia se le anudaba en el cuello como una serpiente que no le dejaba ni tragar saliva, se
preguntaba qué métodos habría a su alcance para guardar esa tarde en su memoria para
siempre.
Había leído en una revista recientemente que a los recuerdos mientras más los piensas, más los
dañas. Que las cosas que recuerdas a la perfección son aquellas en las que no piensas nunca.
Él pensaba en Louis todo el tiempo, en la música de su voz y en el ángulo de sus pestañas. Su
recuerdo era lo último que le quedaba, pero iba destruyéndolo de a poco cada noche que no
podía dormir, con cada caricia húmeda bajo las sábanas y con cada sonrisa arrebatada en el
ómnibus camino a casa.
De Louis, lo que tenía a estas alturas, era un monigote sobrio, un centenar de encuentros fortuitos
y una tarde que se sintió distinta a las demás -como si esa tarde podría haber sido la que cambie
todo para siempre.
Harry no entendía del todo por qué. Intentaba no torturarse al respecto. Intentaba olvidar (a la
tarde, y a Louis), pero con cada nuevo encuentro, tan meticulosamente frío, no podía evitar volver
en el recuerdo e intentar entender por qué aquella vez se había sentido distinto.
Según la revista, mientras más pensaba en eso más se alejaba de la posibilidad de descubrirlo, y
era devastadoramente triste tener algo tan valioso en el recuerdo y sencillamente no poder asirlo
con sus manos.
Se sentía casi como tener un puñado de arena envuelto con los dedos, escurriéndose
lentamente. En la palma quedaban apenas los últimos granos, filosos y dorados como Louis
mismo, y por más que él se

aferrara a ellos, no era suficiente.


Cada vez que pensaba en él para extrañarlo un poco menos, lo perdía un poco más.
x
Unas semanas después, el chico de Filosofía lo había invitado por quinta vez a tomar algo y Harry
finalmente había accedido.
Ni siquiera él estaba seguro de por qué lo había hecho. Nick era decentemente guapo, tenía un
humor macabro, y muchas cosas interesantes por decir, pero Harry no tenía ningún interés en él.
Le parecía un gran tipo al que podría llegar a llamar "mejor amigo", pero Nick no estaba buscando
amigos y Harry no estaba dispuesto a darle nada más.
Quizá había aceptado por insistencia, o por aburrimiento, o porque la alternativa era pasar la
tarde viendo capítulos repetidos de series en la televisión. Quizá estaba empezando a
convencerse de que era hora de dejar de buscar excusas, de seguir con su vida.
Además, era sólo un café.
Harry procuró mantenerse alejado de zonas peligrosas, de cualquier posibilidad de Louis o alguno
de sus amigos. Hasta disimuló un desvío bastante exagerado de la biblioteca municipal con la
excusa de tomar un helado, por si acaso los exámenes de Louis todavía no hubiesen terminado.
La conversación era agradable. Nick era un chico de mundo, que había viajado a todos lados,
escuchado a cada banda y leído cada libro. Siempre sabía qué decir y conocía detalles curiosos
de cada cosa que a Harry se le cruzara por la mente.
Era un chico genial. Respetuoso, sobre todo.
Además parecía interesado. Un par de veces sus manos se habían tocado accidentalmente y al
retirar la suya velozmente,

Harry había percibido que la de Nick se había quedado.


Se sentía mal rechazándolo. Un poco idiota, también, pero simplemente no lo sentía, no le hacía
cosquillas en la panza y no se preguntaba más allá de lo inmediato. Nick era fantástico, pero
estaba allí todo, abierto para él. No tenía misterio.
Llevaban un buen rato, conversando en el parque, cuando Harry decidió que era hora de irse a
casa. Estuvo a punto de decirlo, pero Nick lo interrumpió con una última propuesta: una amiga
suya abría una librería y hacía algo así como una fiesta. Nada descontrolado, sólo pizza, cerveza
y libros a mitad de precio. Harry, contra todos sus instintos, accedió.
La librería era pequeñita pero estaba llena de gente. Los estantes no estaban catalogados por
género sino por tema, o por ánimo. Harry se entretuvo un rato largo divirtiéndose con la selección
de "libros para cuestionar a la humanidad", y después anotó mentalmente algunos títulos de la
sección "libros que debes leer antes de llegar a los 20".
Nick se había excusado hacía un buen rato, y Harry miró sobre su hombro para comprobar que
seguía allí. Sus amigas lo habían obligado a sentarse con la artista de maquillaje, al parecer,
porque ahora le estaban pintando un exagerado dibujo en los párpados. Probablemente le hacía
cosquillas, porque no paraba de reírse.
Harry volvió a su tarea de revisar los estantes, paseándose por "libros para enamorarte de los
personajes" y el de "libros para abrir los ojos si tienes problemas con la bebida" atestado con
tomos de cuentos de Bukowski. Finalmente llegó

al módulo de la esquina derecha, que hasta hace unos minutos estaba repleto de personas.
Ahora la mayoría había pasado a otras secciones, y sólo quedaba allí un muchacho hojeando un
libro.
No lo reconoció al principio, seguramente porque tenía los ojos y las mejillas de ese perfil
pintados como un miembro de Kiss. Notó que tenía un cuerpo muy bonito, obviamente, pero le
llamó más la atención la estantería titulada desafiantemente "libros para leer con el corazón roto".
Soltó un suspiro lento y tragó saliva antes de aventurarse en busca de algo que pudiera comprar
con las 20 libras que le quedaban de la cita.
-Hola -dijo Louis, distrayéndolo repentinamente. A Harry casi le temblaban las manos frente al
tomo del libro que había estado a punto de empezar a hojear. Quizá no había podido reconocerlo
con el maquillaje, pero su voz la sabía de memoria.
-Hola -respondió con timidez, luego de girarse a verlo, y llevó la mano a su bolsillo, alejándola
finalmente de la estantería.
Louis cerró el libro y lo escondió entre sus brazos al cruzarlos sobre su cuerpo. Era un poco tonto
porque Harry no podía correrse de su mirada de todas formas y en ese momento no tenía
demasiado interés en el diminuto tomo de tapa dura.
-¿Cómo estás?
-Bien -mintió Harry, como de costumbre. Se preguntó si Louis no podía verle el nerviosismo en la
piel, cuando él lo sentía tan insistente-. ¿Tú?
-Bien -dijo Louis. Después de un momento de incómodo silencio, volvió a hablar-. Parece que
tenemos muchos amigos en común. Stan. Ahora Hannah.
-¿Hannah?

-A Harry le llevó un minuto entender de qué hablaba Louis-. ¡Oh! No conozco a la dueña. Vine
con un amigo.
-Oh...
Harry estuvo así de cerca de explicarle que eran sólo eso, amigos, pero a Louis seguramente no
le interesaba mucho la explicación y ya suficiente humillación tenía con esa sonrisa incómoda y el
rubor en sus mejillas.
-Aprovecho para buscar algo que leer en el receso -comentó como quién no quiere la cosa, pero
al señalar la estantería vio de vuelta el rótulo de "libros para leer con el corazón roto", y enrojeció
todavía más.
Louis sonrió con la boca pero los ojos permanecieron inmunes, cansados.
-¿Todavía lidiando con la ruptura? -preguntó.
Otra vez, estuvo al borde de explicarle todo, con lujo de detalles, desde las noches sin dormir
hasta el artículo de la revista, pero era inútil.
-No -respondió, fingiendo desinterés y encogiéndose de hombros-, veo todos los estantes. De
hecho, estoy pensando en comprar uno de "libros para lucir en reuniones intelectuales".
Louis sonrió esta vez del todo, con labios, mejillas y pestañas también.
-¿Esas son las cosas que se necesitan para encajar en humanísticas?
-Hey, no todos tenemos tanto carisma que logramos que un profesor nos suba un punto
veinticinco -le retrucó Harry y Louis soltó una carcajada cantarina que le despertó unas terribles
ganas de abrazarlo.
-¿Cómo sabes tú eso? -le preguntó después de reír, frunciendo el ceño.
-Me lo contó un pajarito -mintió. No era capaz de explicarle que ya desde
esa tarde en que fue a buscar a Liam a la facultad, no podía evitar coleccionar cada trozo de
Louis que estuviera a su disposición, como si fueran preciadas piezas de rompecabezas.
-Apuesto a que fue Liam -murmuró fingiendo estar indignado, pero de golpe su rostro se
transformó al recordar algo y se mordió el labio.
-¿Qué? -le preguntó curioso.
-No... Nada. Es que... -Louis se rascó la mejilla con una mano mientras con la otra todavía
sostenía el libro contra su cuerpo. Tardó un rato más en finalmente decidirse a hablar-. No sé si te
enteraste... Quizá es mejor que te enteres por mí.
-¿De qué?
-De Liam. Y Zayn.
-No. ¿Qué pasó? -preguntó y bastó la mirada de Louis para que entendiera a qué se refería-, ¡Oh!
¿En serio? ¡Bien por Liam! Zayn es guapo -comentó, exagerando su agrado. Es que
racionalmente le ponía feliz, pero en el fondo Liam había sido su novio por años y parecía raro
que estuviera con otra persona-. No me lo hubiese imaginado.
Louis arqueó las cejas otra vez. Cada vez que lo hacía Harry recordaba al pedante chico que
conoció en el cumpleaños de Zayn y que se burlaba porque todavía estaba en el colegio y por
algún motivo eso lo llenaba de pensamientos inapropiados.
-Bromeas, ¿verdad? -Harry negó con la cabeza-. Zayn ha querido estar con Liam desde que entró
a la facultad.
-¿En serio? -preguntó sorprendido. Tantas veces había especulado pretendientes para Liam y la
primera vez que realmente tenía un admirador secreto, él no se había dado cuenta-. ¡Por eso me
odiaba

tanto!
Louis se rió otra vez, probablemente de su ingenuidad.
-Todo este tiempo yo aquí, pensando que no era lo suficientemente cool...
-No lo eres -acotó Louis.
-...Y simplemente era que estaba con el chico de sus sueños. ¡Espero que tu plan de seducción
no haya sido para hacernos romper!
-¿Mi plan de seducción? -lo regañó Louis.
-¿Intentas decirme que yo te seduje a ti?-Esta vez fue Harry quien arqueó las cejas, e intentó
sonar seguro y desafiante aunque de puros nervios le temblaba en los labios una sonrisa.
-¡Pues, sí!
-¿Quién lo diría? El gran Louis Tomlinson seducido por un chico que no tenía edad para beber.
Louis puso los ojos en blanco, pero sonreía. Harry, al observar ese gesto altanero pero juguetón
no pudo evitar sentir algo parecido a nostalgia y rendirse también a su propia sonrisa.
Esa charla era tan sincera y esperanzadora que por primera vez en mucho tiempo Harry no
estaba comparando ese momento con el de aquella tarde después de Historia Mundial
Contemporánea. Finalmente volvía a sentirlo cerca.
Justo cuando iba a decírselo, lo mucho que extrañaba eso, esas charlas y esos gestos, las
bromas tontas y los comentarios punzantes, alguien tomó su hombro obligándolo a voltearse: A
Nick le habían pintado de blanco y naranja el rostro simulando el pelaje de un tigre. Harry lo miró
un segundo y la sonrisa sincera se le desvaneció de golpe, para volver cortes y amable un
instante después.
Mientras los presentaba cordialmente, y observaba los gestos de Louis apagarse de a poco, sintió

un deja vú molesto y amargo, y aunque esta vez no estaba engañando a nadie (porque no salía
con Nick y porque con Louis apenas estaban conversando), se sentía parecido. Culpable,
abatido, pesado.
Louis parecía tan incómodo y avergonzado como en los viejos tiempos también, y eso
sencillamente lo hacía sentir peor.
x
Cuando Harry se disculpaba más tarde esa noche con Nick, en la misma plaza en la que una
madrugada había cortado con Liam, no pudo evitar sentir el mismo cosquilleo esperanzador en la
panza cuando le dijo:
-Lo que sea que haya pasado entre ustedes dos, todavía está ahí, Harry. Deberías hacer algo al
respecto.
x
Últimamente tenía tantas cosas en las que pensar de Louis, que cada vez le preocupaba menos
eso de gastar tanto los recuerdos hasta desfigurarlos. Tenía la noche en el recital de Niall, y la
tarde en la habitación del campus-con los sándwiches y el café-, pero también el pasillo después
de la clase de Historia Mundial Contemporánea, la tienda de libros con la estantería de "libros
para leer con el corazón roto" y la charla más tarde con Nick.
Eso último siempre lo dejaba escribiendo y borrando mensajes de texto que nunca enviaba, o
llamando y cortando al segundo timbre con el bloqueador de rastreo activado, lo cual no lo hacía
sentir del todo maduro.
Después se daba cuenta de que era tan estúpido, infantil y cobarde que no había forma en que
Nick tuviera razón -¿qué sabía él de todas formas si ni siquiera conocía a Louis?- y que había
sido doblemente estúpido al creerle.
x
La primera nevada

ese año llegó muy poco antes de navidad, y aunque Harry había ansiado nieve desde la entrada
a diciembre, ese día la aborreció profundamente. Sobre todo porque lo tomó por sorpresa, y
aunque se despertó a la hora de siempre, esa vez no bastó para llegar a horario. El transporte
público y la nieve no se llevan bien y el cacharro que tenía su hermana por auto no lograba
calentar lo suficiente para arrancar. El día por el que había trabajado tan arduamente los últimos
meses, podía ser arruinado por una blanca navidad y ni siquiera el espíritu festivo de Harry podía
quitarle las ganas que tenía de buscar a Santa y darle un puñetazo.
Llegó tarde a su reunión con el jefe de cátedra, y tenía los dedos tan helados que la pantalla táctil
no respondía cuando él intentaba pasar las diapositivas. Además el clima lo había dejado
resfriado y cuando hablaba sentía los mocos bajándole sobre el labio. El profesor no parecía
notar nada de todo esto, pero cuando terminó su exposición Harry no se sentía seguro de los
resultados.
Sabía que no era el fin del mundo. Tenía muchos años de carrera por delante para ser ayudante
de cátedra y Teoría Política I definitivamente no era una de sus materias preferidas, pero aun así
no podía dejar de sentir un poco para la mierda. Quizá era la acumulación de todo lo que venía
pasando, lo útil que le había resultado esa cátedra para distraerse y cuántas expectativas había
depositado en ella. Ahora, todo se había ido por el caño por culpa de una nevada. De la navidad.
De Santa. Y del idiota del profesor que había decidido pactar el concurso

para el 23 de diciembre.
Él y sus competidores debían ser los únicos que pisaban la facultad desde que las clases habían
terminado el viernes pasado. Algunos profesores caminaban por los pasillos como si fueran
dueños del lugar, y lo impecable del edificio delataba que los empleados de limpieza seguían
yendo a trabajar, pero a excepción de eso, todo estaba desierto.
Harry decidió que la inexistente cola en la cafetería le permitiría probar -quizá por única vez en
toda su carrera- la famosa torta de chocolate y nueces, y todavía tenía 20 libras que sobrevivían
de su cita la semana anterior.
Curiosamente el billete de 20 le recordó a la estantería, y eso a Louis, y eso a la charla con Nick y
a la esperanza burbujeante y a la certeza de que debía ser valiente y hablar con él cuando lo
viera el próximo semestre. Entonces abrió las puertas de madera, y hecho un ovillo, con un suéter
de lana encima de otro y las manos pequeñitas alzando el libro frente a sus gafas oscuras, estaba
Louis, desafiándolo a convertir en hechos el palabrerío de su cabeza.
Al principio, Louis no lo notó, tan cautivado estaba en su lectura, y Harry no se atrevió a
interrumpirlo (tan cautivado él en su belleza). Después desde la barra la mesera le preguntó si
necesitaba algo, y c cuando Louis levantó la mirada, Harry no supo qué hacer: si responder,
saludarlo o salir corriendo.
Se decidió por hacerle un gesto silencioso a Louis -quien todavía lo miraba pasmado y con los
labios entreabiertos- y caminar hacia la barra a pedirse un café y una porción de la bendita torta.
-Llegaste

justo a tiempo -le dijo ella, después de que él le contara cómo quería probarla desde siempre pero
nunca llegaba antes de que se acabe-, entre los profesores con horas libre y nuestra mascota
glotona en la mesa 5, casi no queda nada.
-No soy la mascota del lugar -se defendió Louis sin levantar la mirada del libro. Harry lo miró y
notó que tenía las mejillas y la nariz enrojecidas, aunque probablemente era a causa del frío.
-Sí lo eres -dijo ella mientras rebanaba una porción de torta-, eres nuestro Boobear personal.
Esta vez Louis levantó la vista del libro para dedicarle una mirada amenazante que sólo la hizo
reír. Y quizá su mirada lo era, pero el resto era inofensivo. Se veía tan pequeño allí temblando de
frío y envuelto en capas y capas de pulóveres de lana. Quizá por eso Harry esa vez sintió coraje:
-¿Quieres un café, boobear? -le preguntó. No se detuvo a esperar su mirada enojada, y en
seguida se volvió a la mesera-, ¿o tiene café gratis por ser la mascota?
-Lamentablemente la economía no nos permite malcriarlo tanto. Pero te puedo hacer descuento
de profesores si no le cuentas a nadie.
-¡Genial!
La chica le guiñó un ojo mientras sacaba una nueva taza, y le dijo, en un susurro-: Y con Louis es
té, bien cargado.
Harry logró ingeniárselas hasta la mesa balanceando las dos tazas y la porción de torta sin
valerse de bandeja, y dejó la de Louis cautelosamente bien cerca de él. Era casi como acercarse
a un animal salvaje, lentamente y en silencio, para no ahuyentarlo. Louis disimuló pobremente la
sonrisa

mientras husmeaba la taza para verificar que fuera té en vez de café, y recién entonces cerró el
libro y lo guardó junto a la pila de apuntes en el morral sobre la mesa.
-Hola -dijo Harry.
Tuvo que felicitarse mentalmente por lograr que la voz le saliera estable, y sobre todo por no
derretirse cuando Louis que se había apresurado a beber el té le respondió con una sonrisa sobre
la taza humeante, y con las manos apenas asomándose de las pesadas mangas del suéter.
-Hola -respondió Louis después de pasar el primer sorbo.
Después del primer momento incómodo de silencio, que se había vuelto clásico en sus
encuentros, la conversación se dio fluida. Quizá era el ambiente descontracturado, o la ofrenda
del té, o la torta de chocolate y nueces que compartieron mientras hablaban. Tal vez fue que
cuando se quedaban callados los acompañaba la suave música de fondo del bar, una muy buena
radio que siempre los obligaba a volver a hablar, de música, de festivales, de bandas. Hablaron
de la librería, de los exámenes, y de los ridículos motivos que los tenían un 23 de diciembre en la
universidad. Harry le contó de su concurso para ayudante de cátedra y Louis que su jefe le había
dado un ultimátum y ahora le tocaba trabajar la noche de navidad si no quería empezar el año
siguiente desempleado.
Hablaron hasta de Liam y Zayn que pasarían navidad en casa del último, porque ya querían
presentarse a las familias. Harry aprovechó para preguntarle casualmente por el recital de Niall la
segunda semana de enero, tanteando con disimulo si sería muy horrible para él si asistía.

Louis crípticamente le dijo que a Niall le vendría bien vender más entradas, y eso bastó como
respuesta.
Había algo de distancia, y a veces cuando Harry se acercaba al centro de la mesa, o
accidentalmente lo tocaba, Louis se retiraba de inmediato, recordándole de la barrera entre ellos.
Pero con eso y todo se sentía tan natural que Harry consideraba seriamente tener finalmente la
charla. Quizá no decirle lo mucho que lo extrañaba o todo lo que pensaba en él, pero sí lo bien
que se sentía eso, ellos dos, pasando tiempo juntos. La falta que le hacía tenerlo en su vida,
aunque fuera como amigo.
Pero las cosas iban demasiado bien, y no quería arruinarlo. Además en un rato Louis tenía que
irse a bañar y no quería pasar los últimos minutos con él incómodo y en silencio. Prefería mil
veces oírlo hablar de Stashley, la pareja del momento, y de lo geniales que eran las fiestas de
Zayn de año nuevo, aunque hacía años que no iba a una.
x
Estaba pensando... ¿Con quién pasarás las fiestas si no vas a tu casa? le escribió más tarde ese
día, porque no podía contenerse y porque quería averiguar si Louis respondería un mensaje suyo
entonces.
Lo hizo.
Con Stan y su familia!! No te preocupes :)
x
Si no fuera porque de hecho estaba extremadamente feliz por estar de nuevo en nivel de amigos
con derecho a textearse, Harry podría haberse sentido un poco decepcionado que el primer
mensaje de Louis en tanto tiempo había sido una mentira.
No lo supo de inmediato, sino recién al día siguiente cuando Ash pasó a dejar los regalos de

navidad y ayudarlo a terminar de preparar la decoración para la cena de esa noche.


Harry había procurado no hablar de Louis, porque lo último que necesitaba era a alguien
alimentando su excitación al respecto, pero no había logrado contenerse de decirle lo de Liam y
Zayn, y de que pasarían las fiestas juntos.
-¡Debe ser un gran paso para Karen! -comentó mientras pasaba las servilletas al secador, y
Ashley lustraba las copas-, dejar irse de viaje a su pequeño bebé.
-Mi mamá seguramente me ayudaría a armar el bolso -bromeó, y luego hizo la mejor imitación de
ella que pudo-:"¿Sólo una semana? Quédate un mes, no hay apuro" -Luego estalló en carcajadas
que contagiaron a su mejor amigo. Llevó la copa a la mesa y volvió a sentarse junto a él un
segundo más tarde, con una copa nueva cubierta de polvo-. ¡Hasta te diría que está
decepcionada de que no pase la navidad con Stan! Me ha estado echando indirectas toda la
semana -refunfuñó-, ¿Qué pretende que haga? No voy a ir a conocer a sus abuelos, apenas
llevamos meses.
-¿Ir a dónde? -preguntó Harry confundido.
-No lo sé, algún pueblo pequeño en el norte. Se fueron ayer -explicó encogiéndose de hombros.
Harry prefirió no contarle de Louis y de su mentira por mensajes de texto. Quizá en algún otro
momento lo hubiese hecho, para que lo ayude a averiguar a qué se debía.
Al principio llegó a creer que quizá lo había hecho de un modo evasivo, quizá tenía planes
secretos de los que no quería hablarle. A decir verdad, no lo conocía demasiado y gran parte de
él todavía

permanecía un misterio, pero si había algo -una cosa- que Harry sabía de él era que al hablar con
sus hermanas se le iluminaba el rostro, y que nada debía deprimirle más que tener que pasar las
fiestas lejos de ellas.
Así que mientras Ashley divagaba sobre lo distintos que eran ella y Stan de Zayn y Liam, Harry
iba convenciéndose poco a poco de que no podía quedarse de brazos cruzados, y en silencio
empezó a buscar las palabras con las que le pediría a Louis que pase la navidad en su casa.
x
Si la facultad parecía una casa fantasma los últimos días, los pasillos de los dormitorios estaban
tan vacíos y relucientes que era casi como si el edificio jamás hubiese sido inaugurado. Harry
sabía que esto no era cierto, por supuesto. Había estado allí con los pasillos llenos de gente y el
murmullo casi como música de fondo.
Si no fuera porque estaba demasiado nervioso, hasta se sentiría bien estar parado allí, esa tarde.
La calefacción general o no andaba, o no estaba prendida, y el frescor del invierno le pellizcaba
las mejillas y causaba que sus pies bailaran a gusto bajo sus apretados borceguíes. Por primera
vez podría simplemente abrirse de brazos y esperar quietecito allí sin que nadie lo tumbara o le
pidiera que se corra. Olía a limpio, a invierno, a su propio perfume (quizá se había puesto mucho).
Pero él no pensaba en eso.
No pensaba en nada, realmente. O quizá pensaba en tantas cosas que se aturdía a sí mismo,
que no atinaba a más que pararse frente a la puerta que aunque había visto pocas veces conocía
de memoria, y esperar.
No a Louis.

No había golpeado, siquiera.


Esperaba que su cuerpo se decidiera, que el coraje que lo había empujado hasta allí volviera y
llamara su nombre. Tenía los argumentos, la razón de su lado. ¿Qué estaba esperando? De
Louis le faltaba todo, ¿qué importaba otro "no"? Ya no tenía qué perder.
Las luces del pasillo se prendieron todas juntas y de golpe, automáticamente. Harry miró el
celular, para asegurarse la hora.
Ya eran las 6, en un rato sus familiares empezarían a llegar y él le había prometido a Gem que
estaría allí para no dejarla a solas con las conversaciones incómodas. Debía llevar al menos
media hora inmóvil frente a la puerta. El tiempo se le acababa y el auto se le iba a quedar sin
batería, pues seguía encendido en el estacionamiento. Tenía que hacerlo.
Golpeó la puerta dos veces, y antes de que tuviera tiempo de tomar aire, esta se abrió de golpe, a
sus anchas.
Louis tenía una toalla en los hombros, encima de la camiseta, y el pelo, bastante largo, le goteaba
por las mejillas.
-Hola -le dijo, casi a modo de pregunta.
Harry dibujó un hola con los labios, pero no dijo nada. Se había vuelto para él algo así como un
acto reflejo: Louis aparecía frente a sus ojos y él se quedaba sin voz. Era un poco embarazoso.
-¿Qué haces aquí? -insistió Louis.
Se tomó un momento para responder porque, en serio, ¿qué tan guapa puede ser una persona?
Cuando ahogó un suspiro, a Louis se le dibujaron las clavículas y una gota que había caído por
su cuello se sostuvo en aquel hueco por un instante que se sintió como una

vida entera.
Harry tragó saliva y finalmente le dijo-: ¿Puedo pasar?
Louis dudó un instante, antes de correrse de la puerta, haciéndole lugar.
La cama era lo único que permanecía igual que siempre. Encima del colchón, la notebook,
enchufada y funcionando, y el resto de sus cosas, Harry supuso, amontonadas en esas valijas
hasta el tope cerca del baño.
Louis se trepó a la cama y escondió los pies descalzos bajo sí mismo; -Dame un segundo -repetía
mientras daba fin a lo que tuviera en su portátil.
Habían pasado muchos meses desde la última vez que los dos habían estado allí solos, se
notaba porque Louis lucía distinto, porque hacía un frío que calaba los huesos -el calefactor
eléctrico no cambiaba mucho la situación-, porque sus cosas estaban amontonadas junto a la
puerta. Sobre todo porque no estaban todavía amontonados los dos sobre el colchón, porque
aunque había tensión entre ellos, ahora era distinto. Porque Louis estaba incómodo pero no era
ansiedad por quitarle la ropa, era simplemente por la pregunta que le había hecho al abrirle la
puerta: "¿Qué haces aquí?"
¿Qué estaba haciendo allí, de todas formas?
Harry optó por dejar de lado la pregunta, pues no tenía realmente una respuesta para ella. No una
que le bastara por lo menos, que no lo hiciera sentir como si se estuviera mintiendo a sí mismo.
Estuvo a punto de quitarse el saco, para hacer algo, para alejar los pensamientos extraños,
cuando recordó que no tenía mucho tiempo para eso.
-Lo siento, estaba hablando con Zayn -explicó Louis después

de bajar la tapa y correr a un lado el aparato. Levantó la mirada y al verlo quiso hablar, pero
tartamudeó algo sin sentido. Tenía las mejillas rojas y los labios resecos. -¿Qué..? -comenzó
Louis. Le llevó casi un minuto completar la frase-: ¿Que te trae por aquí?
La pregunta, otra vez.
-Stan -respondió Harry. La mirada expectante de Louis le dio a entender que su explicación no
era suficiente-. Él está con sus abuelos.
Louis lo miró fijo, y en silencio. Después, al darse cuenta de que eso era todo lo que Harry
planeaba decir, frunció el ceño.
-¿Y?
-Y me dijiste que pasarías las fiestas con él.
-Oh. ¡Oh! Sí, hubo un cambio de planes.
-¿Con quién vas a pasarlas? -preguntó Harry. La voz empezaba a funcionarle, y eso era una
buena señal, aunque todavía quedaba lo más difícil: convencerlo.
-Con... una amiga -mintió. Harry agachó la mirada.
-Claro... -le dijo. Luego suspiró, juntó coraje, y volvió a mirarlo-. ¿Por qué me mientes?
-No estoy mintiendo -respondió apurado, pero enseguida supo que Harry no le creía. Aflojó el
cuerpo y se dejó caer suavemente hacia atrás, todavía mirándolo a los ojos, todavía luciendo
endemoniadamente hermoso con las gotas bajando por su cuello y la toalla enredada en sus
hombros-. Ok. Estoy mintiendo. No es tu problema, Harry.
Esa frase le trajo recuerdos, pero prefirió no hacerles caso. Esto no era acerca de ellos como lo
que fuera que hayan sido hace unos meses. Esto era sobre ellos como amigos. Sobre todo, esto
era sobre Louis.
Sí. Quizá esa

era la respuesta a la pregunta: sólo quería ser un buen amigo. Y si la respuesta era vaga y
técnicamente no cierta del todo, ¿cómo podría saberlo Louis?
-No quiero que pases la navidad solo, Lou -dijo-, -is. Louis -se corrigió.
Desde su trono en el colchón, Louis lo estudió en silencio. Harry sentía su mirada azul pintándole
la piel en cada centímetro en que se detenía, encegueciéndolo cada vez que se posaba en sus
ojos. Finalmente sonrió, y Harry sintió un poquitín menos de pánico.
-No eres mi madre -le explicó con una voz tan reseca como sus labios.
-Soy tu amigo -retrucó Harry-. Quiero serlo, al menos.
Louis despegó los labios pero optó por no decir nada. Suspiró y echó la cabeza atrás, hasta
reposarla sobre la pared.
Allí, con el cuello tan expuesto, y sus diminutas manos golpeteando sus piernas, era tentador
treparse al colchón, sentarse a su lado y susurrarle al oído todas las verdades y certezas que
Harry tenía. No eran muchas, apenas un par, pero se le retorcía de ganas por decirlas.
Que ni él creía lo que acababa de decirle. Que no quería ser su amigo, que quería más. ¿Estaba
mal? ¿Lo hacía una mala persona? Verlo allí, y estar a un paso de sacrificar la posibilidad de
convencerlo, de darle una noche buena que lo rescate de la soledad, por un capricho y nada más.
Debería bastarle su amistad, ¿qué más se puede pedir de alguien?
Debería ser fiel a sus propios pensamientos cuando juraba que con tal de averiguar cada secreto
de Louis, resignaría todo lo demás. Pero ahora, viéndolo allí,

no era suficiente. Quería su cuerpo. Quería sus secretos también. Quería todo.
Si se trepaba al colchón en ese momento, terminaría por pedírselo. Louis, ¿me darías de ti todo lo
que tengas?
Pero sabía lo que pasaría si lo hacía. Louis no le daría todo. No le daría nada. No más que una
mirada de reproche, un gesto altanero, y un millón de excusas para quedarse solo.
Harry era egoísta y estaba tentado a arriesgarlo todo, pero también tenía una vocecita dentro
suyo que le recordaba que era navidad, y que dependía de él que Louis no la pase solo. Tenía,
sobre todo, el recuerdo de Louis sonriendo cuando había algo en él además de culpa y reproche
al mirarlo a los ojos, y deseaba tanto más verlo reír de vuelta, que logró controlarse.
No se subió a la cama, pero se puso en cuclillas frente al colchón y tomo aire antes de sacudirle
las rodillas suavemente.
-¿No podemos dejar todo atrás? -preguntó y la garganta se le retorcía de repulsión ante las
mentiras, pero la voz le salía intacta-, eres un tipo genial, no quiero tener que evitarte por
tonterías del pasado. No quiero que pases la noche buena solo, y sinceramente creo que es
estúpido que lo hagas cuando puedes pasarla con nosotros.
Louis finalmente volvió la mirada, notablemente confundido.
-Espera, ¿Qué? -Harry soltó una breve carcajada ante aquel gesto sorprendido y eso lo ayudó a
distraerse de los nervios-, ¿Me estás pidiendo que pase navidad en tu casa? ¿En serio?
Por un momento hubo silencio. Harry estaba demasiado ocupado intentando contener la sonrisa
como

para responder, pero finalmente, luego de asentir y ante la mirada expectante de Louis,
respondió.
-A mi hermana le agradas -comentó como quien no quiere la cosa y tuvo que apresurarse porque
Louis juntaba aire para retrucarle-. ¡Mira! No niego que sea un poco raro...
-"Un poco" dice... -murmuró Louis entre risas. Harry carraspeó.
-Pero en algún momento las cosas tienen que volver a... O empezar a ser... -Harry agachó la
mirada y volvió a reír, divertido, pues ni él mismo sabía qué intentaba decir.
Louis lo miraba como si cada palabra que saliera de su boca fuera tonta, pero no era tan malo,
porque al menos lo miraba con socarronería pero no con desprecio, y definitivamente no con
indiferencia.
-Realmente no quiero que pases las fiestas solo. Eso es deprimente.
-Harry, tengo que trabajar en unas horas, no voy a tener tiempo para deprimirme.
-Si son solo unas horas, ¿por qué no vienes a casa y cenas con nosotros? Irás a trabajar con la
panza llena y habremos dado el primer paso para volver a ser amigos.
Louis sonrió resignado, mientras asentía lentamente. Corrió la mano de Harry de su rodilla, se
estiró suavemente el pantalón. Harry no sabía bien qué era, si el modo lento en que parpadeó o el
modo en que cedieron sus labios. Algo le había anunciado su respuesta final aún antes de que la
diga, un gesto invisible, un "me doy por vencido" que no se sentía tan bien como debería. Harry
sonreía mientras lo miraba expectante.
-Digamos que voy... -sugirió Louis después de un momento.
Seguramente quiso agregar algún pero, o una aclaración, pero enseguida Harry estaba de pie,
con una sonrisa ancha de oreja a oreja, ofreciéndole la mano para ayudarlo a levantarse. Louis
intentaba oponer resistencia, pero en el medio de su monólogo y constantes objeciones al plan,
Harry buscaba sus zapatillas y le recordaba que el auto estaba en marcha.

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Capítulo 13: El Muérdago

Las cosas salieron bien. Demasiado. Al menos teniendo en cuenta la reticencia de Louis y el paso
lento y esquivo con el que caminó hacia el auto cuando salieron de los dormitorios. Por suerte,
por cada duda de Louis había un guiño del universo, pequeños favores invisibles pero que Harry
no podía creer que fueran casualidad.
Una calle casi sin autos, los semáforos siempre en verde, la canción en la radio que era de las
preferidas de Louis y que hizo el viaje ligero, distrayéndolo de la nube de pensamientos en su
cabeza. Sobre todo, cuando llegaron a la casa, el tío Douglas acababa de estacionar el auto y al
verlos les pidió ayuda para bajar las cosas. Si Louis planeaba echarse atrás ahora era tarde y
cuando entraron todos estaban demasiado ocupados ordenando turrones, dulces, bebidas como
para prestarle atención al chico nuevo que estaba parado allí, sin saber bien que hacer,
observando a su alrededor intentando distraerse con algo o con todo, quizá con sus llamativos
pulóveres navideños o quizá con la comida que tenía muy buen aspecto.
-Ponte cómodo, Lou -dijo Harry y aprovechó que su madre acababa de meterse adentro de la
cocina con un bowl enorme de la ensalada de pollo de su cuñada y el ceño fruncido, para tener la
conversación que seguramente le estaba pidiendo en silencio.
Al entrar, Anne se giró a verlo y estiró el cuello, viendo si había alguien detrás de él.
-Pudiste haberme avisado, sabes... -lo regañó. Harry se acercó rápidamente a ayudarla a hacer
lugar en la heladera para guardar todo.
-No sabía si iba a decir que

sí -le explicó, con voz bajita-. Es que me enteré que no pudo viajar a ver a su familia y me pareció
que no era justo y...
-No me refería a eso... Es decir, sí, debes avisar cuando traes visitas, pero -Anne dudó un
momento antes de continuar. Apoyó la ensalada en el mesón y suspiró-. Me hubiese gustado
saber que estabas saliendo con alguien.
- ¡No estoy...! -Harry carraspeó al darse cuenta que había elevado la voz, y volvió a acercarse a
su madre, bajando el tono-, no es eso. No somos...
- ¡Tu novio se ve guapo con esa camiseta ajustada! -dijo Gemma entre risitas al entrar a la
cocina, interrumpiendo la conversación entre madre e hijo. Anne sonrió, pero Harry se llevó el
dedo a los labios y la chistó con tanta fuerza que si no hubiera gente hablando a los gritos en el
salón seguramente lo hubiesen oído.
-¡No es mi novio! -susurró-. Miren, de eso quería hablarles, ¿sí? Estoy intentando ser amigo de él
y no voy a lograrlo si toda la familia lo trata como mi novio, no quiero que se asuste y piense que
soy un psicópata o algo así.
Anne terminó de guardar la ensalada con una misteriosa sonrisa en los labios y Gemma cerraba
bien fuerte los suyos mientras oía hablar a su hermano. Lo hacían sentir un poco tonto, con esas
sonrisas arrogantes, con esas caras de «no pensaste muy bien esto, ¿verdad?». No es que no
hubiese tenido en cuenta los riesgos, en eso pensó todo el camino a la universidad: su familia no
era precisamente normal, la rama de Anne era definitivamente la menos ruidosa y la más sensata
y eso dice mucho de por sí. Si

no quería ahuyentar a Louis tendría que haber optado por llevarlo a un lugar en donde no hubiera
cinco mujeres solteronas planeando la boda de Harry desde que él tenía cinco.
-No quiero entrar en detalles pero las cosas no terminaron del todo bien y no quiero que quede
así. Lo quiero en mi vida, él es... -agachó la mirada porque verlas disimulando la sonrisa y así
hacía que sus mejillas se pusieran rojas como las guirnaldas en el árbol de la sala-. Él realmente
es genial y gracioso y sólo quiero... Que no me odie, ¿saben? Si podemos pasar esta noche sin
problemas seguramente podremos volver a ser amigos.
-Si... Bueno, entonces quizá quieras ir a la sala porque la tía Joan insiste en llamarlo Liam y creo
que lo incomoda -dijo Gemma mientras se arqueaban sus labios y se le dibujaban los típicos
hoyuelos de familia.
- ¡¿Qué?! -susurró Harry y se hizo paso hasta la sala, intentando ignorar el hecho de que su
madre y hermana se habían acercado a cuchichear entre ellas apenas él se alejó un pie de la
heladera.
Louis estaba de espaldas a él pero su sola postura bastaba para saber que estaba incómodo: la
espalda recta, los brazos tensos. Su voz, además, se oía titubeante y se detenía cada dos
palabras para toser un poco, o beber agua.
Joan, Mary Ann y la hija del tío Doug lo acosaban con preguntas, y ni siquiera Harry que estaba
entrenado en eso de hablar con las tres al mismo tiempo podía entender del todo a cada una de
ellas, pues se tapaban unas a otras. Escuchó a una, sin embargo.
-Entonces, ¿tú eres su nuevo novio?
(De

fondo las otras dos susurraban:


- ¡Qué lástima! Liam era un chico genial.
-Sí... Pero este es guapo igual.)
Louis se atoró intentando pasar el trago de agua y terminó golpeándose el pecho intentando
volver a respirar. El tío Doug no ayudaba palmeándole la espalda.
- ¿Qué equipo apoyas, Liam? -le preguntó. Louis tardó un momento en parar de toser, y cuando
lo hizo tenía las mejillas rojas.
-Es Louis -aclaró, con la voz todavía ronca- y soy fan del Manchester.
Al tío Doug se le iluminó la cara en una sonrisa y volvió a palmearle la espalda aunque ya no era
estrictamente necesario.
- ¡Tienes mi apoyo entonces! El novio anterior no sabía nada de fútbol.
-No soy su...
-No es mi novio -dijo Harry interrumpiendo finalmente la charla. Su tío, tías y prima levantaron la
vista a verlo pero Harry se quedó enredado con la mirada agradecida de Louis y el silencioso
"gracias" que dibujaban sus labios-. Lamento interrumpir su charla pero, ¿me ayudarías con...?
No fue necesario inventar una excusa, porque Louis captó la indirecta e inmediatamente se puso
de pie, para seguirlo a cualquier lugar en el que no hubiese familiares molestos haciendo
comentarios fuera de lugar. Mientras se alejaban hacia la cocina se escuchó la voz del tío Doug
(¡Manchester United! Ese sí es un equipo. Harry se consiguió uno bueno) y Harry tuvo que
apretar los labios muy fuerte para no sonreír al ver el rostro angustiado de Louis.
-Lo siento, en serio -juró, aunque la sonrisa que le temblaba en los labios no lo hacía

ver demasiado convencido. Louis tomó aire, preparándose para recriminarle el invitarlo allí, pero
al abrir la puerta de la cocina, Anne casi se choca con ellos. Llevaba en una bandeja una jarra
con ponche y unos vasos.
-Cuidado -dijo y dio unos pasos atrás-. Justo iba a buscarlos. Louis, necesitarás un trago si
quieres sobrevivir a nuestras cenas navideñas.
La expresión de Louis pronto pasó de sorpresa a agradecimiento. Se veía como si le viniera bien
un trago, y honestamente, a Harry también, teniendo en cuenta la noche que les esperaba. Anne
dejó el ponche en el mesón y después de acomodarle el cabello a Harry se despidió para ir a
vestirse para la cena.
- ¡Y luego te toca a ti! No creas que te salvarás sólo porque tienes invitados -le advirtió a su hijo
con una sonrisa antes de dejarlos solos.
Apenas la puerta se cerró detrás de Anne, Harry y Louis compartieron un suspiro, de esos
nerviosos que los dejaban atorados, un segundo después, en carcajadas. Harry creyó, al verlo
reír, que todo saldría bien esa noche al fin de cuentas. El pequeño incidente en la sala con las
tías había sido aislado al fin de cuentas y un poco más de esa risa genuina y tintineante quizá
bastaría para olvidarlo.
Quizá.
Lo que no podría olvidar era cómo Louis reía apretando bien fuerte los párpados, y el modo en
que sus pestañas temblaban cristalinas, majestuosas, como copos de nieve intentando hacerle
cosquillas al aire. Era tan bonito... ¿Cómo podía ser que Harry terminara siempre pensando lo
mismo? Después de tanto tiempo, cada vez que Louis

estaba frente suyo -sobre todo cada vez que reía de ese modo tan sincero y tibio- Harry no
atinaba a hacer más que mirarlo y sentirse jodidamente privilegiado de tenerlo frente a sus ojos.
Pensándolo dos veces, quizá las cosas no terminarían tan bien después de todo. Parecía difícil
eso de intentar ser amigos cuando los labios resecos de Louis parecían tan apetitosos y ver sus
manos jugar con la fábrica de su camiseta oscura le hacía picar las propias por contenerse de
tomarlas y quedarse con ellas para siempre.
Harry sacudió la cabeza antes de que las ideas extrañas de siempre volvieran a adueñarse de su
mente. Era bastante tonto, hasta gracioso, podría decirse, que fantaseara tanto con mirar a Louis
a los ojos, tomar sus manos y soltar uno de esos discursos de película, cursis y trillados. Era
francamente ridículo, porque esos discursos estaban llenos de confesiones dramáticas, de
sentimientos que él estaba seguro que no eran suyos. Harry no amaba a Louis, obviamente,
simplemente veía demasiadas comedias románticas con su hermana (o esa era su excusa, por lo
menos).
Y sin embargo allí estaba, conteniéndose a duras penas de tomar a Louis y envolverlo en sus
brazos.
Siendo justos, Louis era malditamente adorable, con su sonrisa abierta y filosa, el cabello largo
sugiriendo un flequillo y la barba que se veía suave y acolchonada, aunque Harry podría jurar que
en su recuerdo le raspaba la piel cuando se besaban en su dormitorio -de los labios y las mejillas
pero del cuello también. Inclusive recordaba mirarse al espejo y verse las marcas coloradas, no
de besos sino de fricción

y poder sentir al pasar los dedos suavemente el fantasma de la boca de Louis rascándole la piel.
- ¿Cómo dejo que me convenzas de estas cosas? -preguntó Louis, interrumpiendo sus
pensamientos. Afortunadamente fue retórico, porque Harry no pudo sacar la voz de puros nervios
(es que los recuerdos de los besos en el dormitorio de Lou de golpe se habían vuelto reales) -.
¡Te dije que iba a ser raro!
Louis lo miró a los ojos y Harry recurrió a la vieja estrategia de distraerse haciendo algo, porque
su mirada azul y suplicante no ayudaba mucho cuando él intentaba contra todos sus instintos NO
imaginarlo desnudo.
-Nunca dije que no lo sería -aclaró del modo más relajado que pudo, mientras servía el ponche
que Anne tan amablemente les había preparado-. Simplemente creo que es mejor esto a que
estés solo bebiendo vodka en tu dormitorio.
La sonrisa de Louis no se hizo esperar, altanera, como de costumbre. Tomó el vaso que Harry le
ofrecía y dio un largo sorbo antes de dejarlo en el mesón y responder, con la voz rasposa, pues el
ponche estaba más fuerte de lo esperado.
-Wiski -confesó.
- ¿Qué?
-Wiski. Había comprado wiski en vez de vodka. Se sentía más navideño.
x
Contra toda especulación, las cosas si terminaron acomodándose después de la breve
conversación en la cocina. Quizá fue el ponche o la habilidad de Louis para escabullirse de
cualquier conversación remotamente complicada; cual fuera el motivo, Harry todavía no había
hecho nada estúpido y eso era bastante meritorio de por sí.
Cuando Anne

se asomó a la cocina para pedirles que lleven las ensaladas a la mesa, y aunque mientras las
acomodaban entre los comensales pasaron al menos 18 segundos bajo el muérdago (Harry los
contó), se contuvo de besarlo o de hacer un comentario bromista siquiera.
Lo raro de toda la situación es cómo podía ser que si ya conocía la respuesta, su cuerpo parecía
tan inclinado a llevarle la contra, casi como si encontrara divertido eso de hacerlo pasar
vergüenza. Nunca dejaría de sorprenderle cómo, aunque llevaba mirando a Louis veinte minutos,
de a ratos algo en su cabeza hacía un clic y pensaba, otra vez: Louis Tomlinson está en mi casa,
siendo adorable con su barba que no tuvo tiempo de afeitar y su sonrisa que le achina los ojos.
Era como si entre su cabeza y su cuerpo hubiese una desconexión, porque Harry sabía que era
estúpido, pero aun así no podía evitar sentirse incómodo estando cerca de Louis sin poder
tocarlo. ¡Llegaba al punto de dejar los brazos suavemente apoyados contra los de Louis, por unos
segundos de más, solamente para sentir su calor! Era francamente patético.
Louis parecía más cómodo también, ya fuera por el ponche (y el ron que el tío Doug desempolvó)
o porque sencillamente había entrado en confianza. Ahora retrucaba a las preguntas fuera de
lugar y hasta había inventado un juego titulado "el que me dice Liam otra vez hace fondo blanco"
que pronto se volvió popular en el rincón de la mesa donde estaban sentados. ¡Hasta la tía Ingrid,
usualmente amargada, se reía y bebía gustosa cada vez que se equivocaba de nombre!
Harry no sabía bien

por qué -si no entendía su cuerpo, mucho menos su cabeza, a veces- pero en un momento,
después de que Louis terminara de mostrarle a su prima como hacer una grulla con una servilleta,
y dejara la mano reposando allí al lado del plato, él considero seriamente tomarla entre las suyas,
y acariciarle con el pulgar el borde de los dedos. Por suerte logró recuperar la compostura a
tiempo, y corrió la mirada, aunque con las mejillas rojas. Su hermana lo miraba desde el asiento
frente al suyo, y sonreía pícaramente, casi como si disfrutara la tortura por la que estaba
pasando.
Antes de que Gemma hiciera un comentario fuera de lugar, otra vez (realmente había sido
ingenuo al pensar que colaboraría con su plan de no incomodar al invitado) la abuela lo llamó
desde la otra esquina de la mesa.
-Harry... -le dijo, y, primero se sintió aliviado por la distracción, pero después adivinó lo que ella
iba a decirle y la tranquilidad se le fue de golpe-, ¿por qué no llevas el pulóver que te tejí? ¿No te
gusta?
En seguida la mesa estalló en comentarios de indignación: que cómo podía ser, que cómo nadie
lo había notado, que cómo se atrevía a romper así una tradición familiar.
-La abuela pasó meses trabajando en los pulóveres de los nietos -le recriminó en un susurro
malicioso la tía Ingrid. Las primas sonreían orgullosas ante la escena, probablemente
regocijándose en una especie de "Si yo caigo, tú caes conmigo".
- ¡Cálmense! Lo olvide, ¿sí? Iré a cambiarme -refunfuñó Harry. Antes de irse, miró otra vez a su
abuela-, lo amé nana, es en serio muy bonito.
Louis

lo miraba debatiéndose entre divertido y confundido, pero Harry no tenía tiempo de explicarle las
tontas tradiciones navideñas de su extraña familia. Por cada segundo que permanecía allí debía
soportar otro comentario acerca de lo desagradecida que es la juventud, o ver otra vez la sonrisa
altanera de sus primas (casi podía oírlas relamiéndose ante la prenda ridícula con la que iba a
bajar las escaleras en unos minutos).
Además la explicación sería larga, pues aunque relativamente reciente, llevaban varios años con
esa tradición.
Después de que el abuelo muriera, Nana había pasado todo el otoño aprendiendo a tejer,
practicando con una revista de pulóveres con motivo navideño, y se había entusiasmado tanto
que había hecho uno para cada hijo y nieto ese año. Esa navidad la pasaron en su casa y se
sacaron una ridícula foto frente al hogar encendido, y ¡pum! Nueva tradición. El año siguiente,
cuando la abuela llamó para pedir medidas actualizadas de sus nietos -los niños crecen-, todos
se las concedieron piadosos, porque seguramente todavía seguía haciendo duelo, pero ya habían
pasado 11 años y Harry estaba convencido de que a esta altura lo hacía por la pura diversión de
ridiculizarlos. No podía culparla, él haría lo mismo si tuviera 87 años.
Subió las escaleras a los brincos y abrió la puerta de su dormitorio que su madre había cerrado
para ocultar el desorden. Encima de la mesa (y de la pila de apuntes que Harry había estado
revisando en busca de nuevos errores que hubiese pasado por alto en su exposición), había un
enorme paquete envuelvo con papel navideño.

Se preguntó si combinaría con el de Gemma, como otros años. El de ella tenía muérdago y eso
no era tan embarazoso como el del 2008 con el ridículo Santa y su trineo.
Tomó el paquete y se sentó en la cama a abrirlo, pero entonces notó que le temblaban las manos.
Se insultó por dentro por ser tan idiota, por dejar que eso lo afecte tanto, que ese día con Louis lo
enterneciera tanto. Soltó un suspiro y cuando lo hizo ya no pudo parar de sonreír.
¿Por qué Louis hacía todo tan difícil? ¿Por qué no podía ser odioso o aburrido? ¿Por qué no
podía toda su familia odiarlo y por qué no podía verse mal, por una vez en su vida? En cambio
era guapo, simpático, divertido, inteligente (Harry había notado las conversaciones ñoñas con su
hermana); sobre todo, tenía un corazón tan grande, una sonrisa tan franca, que la familia entera
se había enamorado de él. ¡Hasta a la tía Ingrid le parecía gracioso! Y si a ella le agradaba, ¿qué
le quedaba a él?
¿Podía realmente culparse por ser un manojo de nervios, incapaz de contener la sonrisa? ¿Podía
odiarse por intentar distraer la ansiedad aferrándose al regalo de su abuela, hecho todo un niño
en su cama? ¿Podía ser algo menos que compasivo consigo mismo por tener el perfume pegado
en su nariz, por desear tocarlo tanto que le picaban las palmas de las manos? ¿Podía hacer algo
más que estar perdidamente enamorado de él? ¿Tenía realmente opción?
-Dios... -susurró entre dientes, insultándose por dentro, y se enderezó en el colchón intentando
recuperar la compostura. Se mordía los labios, pero aun

así no podía evitar sonreírse mientras abría el paquete.


La lana blanca y peluda fue lo primero que vio, con el cuello redondo y detalle verde. Lo extendió
en el aire para observar el motivo, y suspiró aliviado al confirmar que sus sospechas estaban en
lo correcto, y que quizá se vería un tanto ridículo vestido igual que su hermana (aunque siendo
justo, le usaba los jeans al menos dos veces por semana) pero era mejor que tener ese sweater
de duende del año pasado.
Estaba a punto de ponérselo cuando alguien golpeó la puerta.
- ¡Ya va! ¡Ya va! -protestó pensando que era su madre.
-Soy yo -le respondió del otro lado la voz de Louis. Harry se quedó quieto por un segundo, con el
pulóver a medio poner, antes de responder.
-Oh... Pasa.
Louis tenía los brazos cruzados y una media sonrisa pintándole el rostro.
-No quiero ser el raro que se ve distinto... -explicó-, tu mamá dijo que podrías tener otro pulóver.
- ¡Sí! Claro -logró responder velozmente, sorprendiéndose a sí mismo. Terminó de ponerse el
pulóver y evitando su mirada fue hasta su placar. Empujando bolsas y papeles logró sacar una
caja del fondo ante la mirada escrutiñadora y divertida de Louis. Trató, lo más que pudo, de no
dejar que sus ojos azules lo hicieran tartamudear cuando le extendió una pila de pulóveres
verdes, rojos y blancos.
- ¿Es como un fetiche tuyo? - bromeó Louis mientras tomaba la pila- ¡Debes tener como 20 ahí!
-No, no. Es... Una tradición... -observó a Louis cruzar el dormitorio hasta la cama y sentarse

en ella a observar sus opciones. Necesitó toser para aclarar la garganta-. Es un poco tonto
realmente.
-Bromeaba, Harry -lo interrumpió-, tu mamá me contó la historia. No es tonto. Es bastante tierno,
de hecho, que hagan esto por tu abuela.
Louis agachó la mirada, observando los pulóveres de motivo navideño frente a él. Harry se
preguntó si se lo estaba imaginando con ese extremadamente estruendoso de los trenecitos de
hace dos años, y no pudo evitar sonrojarse.
-Probablemente te queden chicos -dijo, sobre todo para interrumpir el silencio y hacer algo más
que mirarlo con ojos embobados-, pero ese... Umm. El verde. Es del año pasado, quizá te vaya.
Louis lo observó cuidadosamente, sonriendo al principio. Después, de golpe, frunció el ceño.
- ¿Qué quieres decir, del año pasado?
-Las navidades pasadas.
-Tenías 18 las navidades pasadas -le dijo Louis.
-¿Y?
-Y yo tengo 22. No va a quedarme.
-Tienes 21 -lo corrigió Harry. Louis sólo sonrió divertido-, ¡Y me conociste con 18! Sabes que va a
quedarte...
-No, sé que a ti va a quedarte -retrucó-, tú deberías usarlo. Y yo debería usar ese -agregó,
señalando con la cabeza a Harry y su decente pulóver con motivo de muérdago.
- ¡Estás siendo ridículo! Sabes que va a irte grande.
- ¡Ah! -Louis hizo el más exagerado gesto de indignación- ¡Dices que eres más alto que yo!
-Todos son más altos que tú, Lou.
La expresión de Louis después de eso logró hacerlo estallar en carcajadas, el

gesto dramático con la mano en el pecho, la expresión desdichada.


-No puedo creerlo. Me invitas a tu casa, me llamas petiso...
-No dije que fueras "petiso" -explicó Harry. Louis le arqueó las cejas y no pudo evitar reír-, es sólo
que no eres tan alto como el resto de las personas.
x
Cuando bajaron las escaleras, por supuesto, Harry llevaba el pulóver del año pasado y Louis, el
del motivo de muérdago y una estúpida sonrisa satisfecha. Harry, por algún motivo, sonreía
también.
x
Creyó que podría aferrarse al tonto enojo que sentía para sobrevivir el resto de la noche sin
querer besar a Louis, que si continuaba repitiéndose que Louis era terco e infantil olvidaría que
también era adorable, pícaro y comprador.
Sin embargo, apenas entraron al comedor, Louis prácticamente cubierto por una mata de lana
que le quedaba enorme y Harry ajustado debajo de un pulóver que era al menos dos talles más
pequeños, la abuela hizo algo que hundió a la mesa entera en silencio.
-El año que viene puedo hacerte uno si quieres, Liam -le dijo, al verlo tan entusiasmado con la
tradición familiar. Anne estaba paralizada de nervios, pero Gemma y el resto de aquel rincón de la
mesa, se hundían en expectativas.
Harry por un momento se sintió incómodo, por él y por Louis (y por el verdadero Liam al que
nunca le habían ofrecido un pulóver de la abuela), ni se le cruzó por la cabeza el tonto juego de
Louis.
-Me gustaría hacer una excepción porque es usted una mujer mayor pero lamentablemente no
invento las reglas...
(-Si

es él el que inventa las reglas... -comentó alguna de las tías.)


-pero dijo mi nombre mal, y tiene que hacer fondo blanco.
Harry se quedó quieto, parado en el marco de la puerta mientras Louis le servía tres cuartos de
un vaso de jugo y le hacía comentarios demasiado bajitos para que él pueda oír. Veía, sin
embargo, a Anne contener la carcajada, así que lo que fuera que decía era seguramente
gracioso.
No pudo contener la sonrisa mientras su abuela bebía ante el insistente canto del resto de sus
familiares, ni pudo correr la mirada de Louis con su pulóver que le quedaba enorme y de la
sonrisa orgullosa con la que felicitó a la abuela una vez que terminó el vaso. Los segundos
parecían pasar lentos y pegajosos y con cada uno se acentuaba el calor en su panza, las
cosquillas en los labios, el temblor en las rodillas.
Hubo un pequeño instante en el que Louis miró hacia donde él estaba y le sonrió, y Harry tuvo
que esforzarse demasiado para no caminar hacia él y sencillamente besarlo. Para marcarlo de
algún modo con el que pudiera quedárselo para siempre, porque Louis estaba lleno de secretos y
eran apenas un par las cosas que Harry podría jurar sobre él, pero esa noche descubrió una
nueva, y es que en su vida hubo siempre un hueco con su nombre, aunque él no lo viera; que
pertenecía allí, a ridículas reuniones familiares, a su casa; sobre todo, a ese pulóver y a tantos
otros que le quedarían enormes si se los pusiera.
Iba a decírselo, allí mismo, lo bien que se sentía eso, ellos, lo justo que encajaban y lo imposible
que sería dejarlo ir, pero cuando

Louis salió del lado de su abuela y lo tironeó suavemente de la manga para llevarlo al rincón de la
larga mesa donde estaban sentados, cuando le susurró entre carcajadas disimuladas queno
podía creer lo que acababa de hacer y que su abuela era una rockstar en potencia, y ¿viste el
modo en que bebió el vaso entero?, su sonrisa y su voz se sintió tan tibia dedicada a él que Harry
no creyó ser capaz de arriesgarse a perderla.
x
El resto de la cena la pasó casi en silencio, apenas respondiendo cuando le preguntaban algo y
observando cada vez con menos disimulo el perfil de Louis mientras hablaba con otra persona.
La ceniza azulada de sus ojos, la sonrisa asomándose en las comisuras, sus labios húmedos
después de cada trago y sus dedos diminutos recorriéndole la barba mientras se rascaba.
Más bebía Harry y más difícil se le hacía dejar de elaborar escenarios en los que esa noche
pudieran repetirse, una, dos, mil veces.
Quizá sin tanta gente, sólo ellos dos, con mamá y Gemma; una sencilla cena los cuatro en donde
fuera más sencillo observar con calma qué era eso que tenía Louis, que le robaba a todo el
mundo el aliento, a él, sobre todo. Quizá después de la cena podría hacer té y mirarían series en
la tele, acurrucados en el sillón, con las piernas entrelazadas, y quizá cuando Gemma se fuera a
dormir podrían tomarse las manos y reírse entre susurros para no despertar a nadie, y si Louis
tenía frío podría bajarle un sweater de los suyos para que le abrigue, aunque le fuera tan grande
que tuviera que arremangarle los puños y aunque la cintura casi

le llegara a los muslos.


Harry sabía lo patético que era eso. También sabía que no podía dejar de hacerlo, porque la
alternativa era besar a Louis, abrazarlo por la cintura, hundirla nariz en su cabello y morderle
suavemente las mejillas, hasta sentirlo sonreír sobre su boca, con la esperanza de poder
memorizar eso también.
x
Estuvieron sentados un largo rato bajo el muérdago mientras esperaban el taxi. Él había estado
encargado de las decoraciones y estaba seguro de que no había puesto uno allí en la escalinata
del pórtico, así que debía ser obra de Gem. Eso explicaba la expresión socarrona con la que
había entrado a la sala, después de llamar el taxi y desaparecer por veinte minutos.
Estaba un poquitín mareado -lo suficiente para no poder llevar a Louis en auto al trabajo al
menos- así que prefirió resistirse a sus instintos de señalarle el yuyo colgando sobre ellos, para
pedirle un beso.
Podía ser autocontrol, precaución, cobardía, todo eso junto o quizá el simple hecho de que Louis
hablaba sin parar, y que su voz era casi hipnótica, dulce y pegajosa. Harry amaba su acento,
amaba la forma en que sus labios se contorneaban para pronunciar algunas palabras y como a
veces dejaba la boca entreabierta y las vocales se escapaban, y su voz, su pronunciación, le
hacía querer morderle hasta la lengua. Louis tenía ese efecto en él, le causaba un dolor
indescifrable, un retorcijón en la barriga y tensión en las mejillas, y la garganta se le prendía fuego
y se mordía la lengua tan fuerte que sentía el gusto metálico de la sangre. Louis

le hacía sentir al borde del llanto, a un instante de tomarlo por los hombros y confesarle todo,
cada una de las muchas sensaciones que le despertaba, en un intento desesperado por
quitárselas de encima, recuperar suficiente espacio en el pecho para respirar con normalidad.
Pero Louis hablaba, y era tan cautivante, que no quería interrumpirlo.
Ni para decirle que sus mejillas rosadas del frio le recordaban cosas inapropiadas, ni que sus ojos
le hacían cosquillas cuando lo miraban directamente, ni que se había olvidado de devolverle el
pulóver ni que estaba honesta, loca y profundamente enamorado de él.
Cuando el taxi llegó, lo besó en la mejilla y si por un momento tuvo el coraje y lo tomó por las
muñecas para decírselo, cuando Louis se volteó hacia él, con sus mejillas rosadas, su sonrisa
húmeda y sus ojos como faroles, le robó el aliento y Harry sólo supo decirle-: Feliz navidad.
x
Harry llevaba casi 5 minutos parado allí, a unos metros de la barra, viendo a Louis ir y venir con
un mezclador y un montón de botellas. Pensar en qué decir -o descifrar qué estaba haciendo allí-
era bastante difícil cuando a Louis le bajaban por el cuello gotas de sudor y tenía el flequillo
pegado a la frente, cuando sonreía abiertamente y cuando desde donde estaba parado podía
verle el trasero respingón al ponerse en puntitas para ver mejor el escenario.
La banda de turno terminó una canción y Louis soltó un grito de festejo y empezó aplaudir. Era
contagioso, Harry estaría aplaudiendo si su cuerpo respondiera a sus órdenes en ese momento.
Louis

se giró, seguramente para corroborar que todos aplaudieran a la banda que acababa de hacer
una excelente versión punk de All I want for Christmas is you, hasta que se fijó en Harry. Por un
momento pareció sorprendido, sus labios se separaron para soltar un suspiro, y sus cejas le
dieron un marco redondo a su iris azulado, pero después sonrió apenas mordiéndose el labio
inferior y se acercó a ese rincón de la barra.
-¡Mira lo que nos trajo la corriente! -lo saludó-, ¿ya me extrañabas?
Sí, Harry quiso responder pero no pudo. En cambio carraspeó y se acercó más a la barra,
ocupando una de las bancas que parecían de adorno, pues todos bailaban.
-Quedé en encontrarme con Ashley en su casa.
-Bueno, esta no es su casa -respondió Louis, todavía sonriendo.
-No... supongo que no.
Harry se fijó en sus ojos primero, pero después en su boca y en sus mejillas rosadas, de vuelta.
Cuando no era el frío escozor del invierno el que enrojecía su rostro, era el alcohol o el calor del
club, pero Louis se había visto exageradamente besable, desnudable, tocable, ese día. Era
particularmente difícil para Harry resistirse a hacer algo estúpido, sobre todo teniendo en cuenta
todo el alcohol que había bebido.
Alguien llamó a Louis del otro lado de la barra, alejándolo de él por un momento. Se agachó para
sacar una botella de vodka de naranja del fondo del mueble y el pulóver gigante se le subió unos
centímetros, justo encima de su trasero. Se lo bajó con un veloz movimiento de sus manos y
Harry tuvo que cubrirse la boca con las manos para disimular

la sonrisa.
Era tan lindo, tan estúpidamente lindo, y Harry estaba tan inevitablemente enamorado de él. Lo
hacía sentir débil e inseguro, no era justo.
Quizá debería decírselo, quizá entonces Louis sería lo suficientemente compasivo como para no
mirarlo directamente de un modo tan azul y tan tibio, quizá dejaría de pararse en puntitas para
parecer más alto o de cubrirse el trasero -hermoso trasero, dicho sea de paso- con un suéter
enorme. Con su suéter. Quizá Louis dejaría de hacer cosas que lo enamoraran más, de
arrastrarlo cada vez más cerca de él, tironeando de esa cadena invisible que iba directamente al
pecho, a aquel rincón vacío entre sus pulmones.
O quizá Louis le diría que lo amaba también y podrían pasar las navidades del año que viene
juntos; quizá la abuela podría tejerle el pulóver prometido -Harry le pasaría las medidas un poco
exageradas, para que le quede tan bien como este, así de grande- y cuando tuviera el instinto de
tomar su mano encima de la mesa, podría hacerlo, así sin más.
Nada podía salir mal, porque no tenía qué perder.
-Louis -lo llamó, y él se acercó intentando soplarse el flequillo pegoteado de la frente.
-¿Qué? -le preguntó, apoyando los codos en la barra, con sus dientes blancos asomándose por
su sonrisa.
Tenía los labios resecos y Harry quería morderle la piel pellizcada. Se mordió los suyos propios
en cambio, y volvió la vista a sus ojos. El hueco en el pecho era cada vez más grande, y al
corazón lo sentía tan apretado que el latir rápido e insistente parecía un

intento desesperado por no explotar.


Louis intentó soplarse el flequillo otra vez y Harry no pudo, simplemente no pudo, decirle nada. Le
corrió el flequillo con el pulgar, sintió la piel húmeda bajo el dedo y el hueco en el pecho se le
encendió en llamas.
-¿Me servirías algo para beber? -le dijo en cambio, resignado.
Louis se quedó quieto un rato, mirándolo, con la boca entreabierta y el ceño fruncido.
Finalmente también él tragó saliva, y se reincorporó, alejándose un poco.
-Puedo traerte un cuba libre virgen.
-Eso es sólo coca cola -protestó Harry.
-Y hielo. No te olvides del hielo. Pareces un poco borracho, Harry, tu mamá me mataría si te doy
más alcohol -bromeó y al dar un paso atrás le pegó un involuntario codazo al mueble de las
copas.
Jesucristo. Era lindo hasta con esa expresión nerviosa de casi-rompo-algo-que-vale-mi-salario-
mensual. Harry soltó una suave carcajada.
-Cuba libre virgen, entonces.
Louis asintió y buscó la botella en la heladera. Harry aprovechó la distracción y hundió la cabeza
entre sus brazos y la barra. Allí oculto podía sonreír a sus anchas, hasta que le dolieran las
mejillas, besar el pulgar con el que había tocado a Louis, soltar un suspiro tembloroso para
distraerse de las ganas de llorar y ohLouis tenía razón, había bebido demasiado: no poder besar
a alguien no debía hacerle llorar. Ya no estaba en la primaria.
Sintió el eco del vaso retumbar sobre la madera, tan fuerte que tapó el ruido de la música
(¿Estaban cantando Mistletoe de Justin Bieber?). Levantó la mirada sorprendido, olvidándose

de que tenía los ojos rojos e hinchados.


- ¿Estás bien? Dios, estás muy borracho.
-Puede que me haya robado la botella de wiski para santa y que tenga lo que quedó debajo mi
chaqueta -confesó.
Louis extendió la mano hacia él y Harry sacó de su chaqueta una botella con unos pocos
centímetros de brebaje color caramelo.
-Oh, por Dios -lo regañó y se la quitó de un sopetón.
Harry quiso contarle la verdad, que no había bebido todo lo que faltaba, que un poco del brebaje
lo había usado para escribir Louis y Yo sobre la nieve en el parque, que después de un par de
sorbos sintió ganas de vomitar, porque nunca había sido buen bebedor, pero al menos ahora
tenía una excusa para sus ojos hinchados y eso era menos humillante.
- ¿Por qué no duermes un poco? -le preguntó Louis palmeándole el hombro-, hay un sofá en el
fondo, la música no se escucha tan fuerte. Te despertaré cuando cerremos y te acompaño a tu
casa.
-Es navidad, Louis -protestó-, no son ni las 2.
-No. Es navidad, no son ni las dos, y estás tan ebrio que das lástima -Louis le dio la vuelta a la
barra y ayudó a Harry a levantarse-, hazlo por mí, ¿sí? Considéralo un regalo de navidad.
Harry se encogió de hombros. Sí, estaba un poco borracho, y tenía sueño, y era lindo cuando
Louis lo tomaba por los hombros y lo paseaba por los pasillos del lugar.
Se dejó tirar sobre el sillón y cubrir con un camperón de alguno de los empleados del lugar, y
cuando Louis le acomodó el cuello del saco, para cubrirle la nuca le besó el brazo con torpeza.
-Feliz

navidad -le dijo otra vez.


-Feliz navidad -le susurró Louis y le besó la mejilla.
x
-Arriba, borrachín -le dijo Louis. Harry despegó los párpados con pereza y le llevó un buen rato
descubrir que esos dos luceros bellísimos eran los ojos azulados de Louis.
Sonrió y volvió a cerrar los ojos, satisfecho. Quiso cubrirse pero se dio cuenta de que el camperón
que lo había abrigado toda la noche ya no estaba y protesto con un quejido arrastrado. Louis rio
suavemente y Harry tuvo que abrir los ojos para verlo.
-Michael se fue y se llevó la chaqueta -le explicó-. Casi la deja porque te veías adorable
durmiendo con ella -carraspeó-, es decir, él dijo eso. Pero está nevando, así que...
Harry asintió y se sentó lentamente en el sillón, refregándose los ojos. Louis aprovechó el lugar y
se dejó caer en él suspirando cansado.
-Estoy muerto.
-¿Una noche larga?
-Larguísima.
Harry estaba demasiado cansado para resistirse a sus instintos así que estiró el brazo rodeando a
Louis y lo abrazó a él. Quiso hablar pero soltó un extenso bostezo.
-Quizá deberíamos pedir un taxi, yo pago.
-Ya llame uno -dijo Louis. Harry estaba también demasiado cansado para preguntarse por qué
seguían abrazados, porque Louis no había intentado alejarse-. Te dije que te acompañaría a tu
casa, ¿recuerdas?
x
El jefe de Louis se había ido sin ofrecerles un aventón porque lo acompañaba una rubia muy
bonita. Se había llevado las llaves también, porque Louis se iba por casi un mes y no tenían
muchos juegos,

así que tuvieron que esperar el taxi afuera sin reparo más que el de la canaleta, que no hacía
mucho por impedirle a la nieve que los moje tímidamente.
A Harry no le molestaba mucho, tenía su pulóver y su saco, y el frío lo despertaba un poco, pero
Louis tiritaba bajo su camperón al no tener más debajo que su camiseta. El ridículo pulóver con
diseño navideño estaba en una bolsa plástica en sus manos, y la bufanda que le rodeaba el
cuello no parecía muy abrigada.
Un copito volvió a enredarse en las pestañas de Louis y él se refregó los ojos y la nariz que le
picaban.
-Maldito invierno -susurró entre dientes-, malditos taxis.
- ¿Debería llamar otra vez? -preguntó Harry. Louis negó con la cabeza y lo miró a los ojos.
-Llamaste hace 5 minutos, deberíamos esperar un rato más-dijo y mientras hablaba la sonrisa se
le hacía cada vez más obvia. Finalmente soltó una carcajada-, estas tan dormido que es tierno.
Tienes como cinco centímetros de nieve intacta sobre el saco.
Louis sonreía mientras con los dedos recubiertos de guante le quitaba la nieve de los hombros, y
le sacudía el cabello.
-Menos mal que me tienes aquí, estarías cubierto si no...
Harry sonrió y antes de hablar tuvo que bostezar otra vez.
- ¿Por qué no te pones el pulóver? Tienes frio.
-No porque va a mojarse y vas a quedarte dormido sin colgarlo a secar y se te va a arruinar -le
explicó por tercera vez-, además no hace tanto frio.
Dijo eso, pero empezó a dar tontos brinquitos intentando recuperar algo de temperatura. Harry
rio otra vez.
Su saco era grande y casi cabrían los dos si Louis lo abrazaba y se dejaba abrazar, y Harry
estaba demasiado cansado como para tener miedo de ofrecérselo, pero estaba también
demasiado distraído viéndolo brincar por ahí. Además de golpe vino una ventisca y la nieve
empezó a caer fuerte y picante casi como granizo, haciendo olvidar a Harry de su saco con extra
espacio.
-Mierda -protestó Louis y sacó finalmente el pulóver de la bolsa-, ven aquí -le dijo a Harry.
Él obedeció sin entender del todo. Louis se trepó encima de un ladrillo, para quedar un poco más
alto que Harry y cubrió su cabeza y la de él con el pulóver, protegiéndolos de la ventisca.
-Sólo... recuerda ponerla a secar o va a quedar con olor feo. Ya demasiado tiene con el humo del
cigarrillo.
Harry asintió sonriendo y se acercó un poco más a él.
Louis reaccionó con un respingón al contacto con Harry, pero después se relajó y apoyados brazo
con brazo y cubiertos en la cabeza por un mismo pulóver, esperaron el taxi. No mucho había
cambiado, pero de golpe se sentían más abrigados.
Por un momento ninguno de los dos habló, y cuando Harry finalmente lo hizo ya no necesitó
bostezar antes porque estaba de golpe despabilado.
- ¿Sabes? Deberías besarme -dijo y se giró para mirar a Louis y su nariz colorada de frio-
estamos debajo del muérdago.
Louis sonrió, pero los ojos no se le achinaron esta vez.
-No es cierto, y estás borracho.
-Sí es cierto y ya se me pasó -protestó Harry.
Louis suspiró exasperado y le quitó el

pulóver de la cabeza, señalándole arriba.


- ¿Ves? No hay muérdago.
Harry volvió a cubrirse con su parte del pulóver otra vez y le sonrió, señalando el diseño navideño
que había tejido la abuela: una gigante rama de muérdago.
-Ahora si -dijo.
Louis miró el diseño y parpadeó un par de veces, apretando los labios para disimular la sonrisa.
-Eso... no vale.
- ¡Oh! Vamos... -protestó Harry-. Es la tercera vez que estamos bajo un muérdago en la noche,
¡es sólo un beso!
-No, no es... No es sólo un beso y lo sabes -respondió Louis con cansancio. Cruzó los brazos con
fuerza, fijó la mirada en la esquina donde se suponía vendría un taxi-. Nunca queda en un beso,
dijiste eso aquella vez, en la casa de Niall, ¿recuerdas? Y mira dónde estamos... Mira lo que...
Louis suspiró extendiendo los brazos en el aire y chocando torpemente los de Harry con ellos.
Después los dejó colgando, y agachó la mirada mientras esperaba por una respuesta que no
llegaba.
-Dijiste que sería como amigos...
-Lo sé.
-Y ahora quieres besarme...
-Lo sé -insistió Harry-. Lo siento.
Louis resopló indignado.
-Te rogué, Harry, te pedí por favor que me dejes de buscar porque no puedo, yo sólo... No
puedo... Decirte que no.
Harry se odio un poco por tomar la mano de Louis entre las suyas, por no darle lo poco que le
pedía -espacio- y sobre todo por no decirle nada, guardar silencio como un cobarde, aunque
tuviera tantas cosas por decir. Se veía como si le viniera bien una interrupción,

cualquiera, aunque fuera otro hipócrita pedido de disculpas. Louis miraba el suelo y cuando
hablaba un humo blanco trepaba al cielo como espuma liviana y dispersa.
-Y es que yo ya no entiendo, ya no sé qué esperar, ya no sé qué es lo que quieres.
-Quiero besarte -habló Harry finalmente. No era mentira. No era tampoco toda la verdad-. Un
último beso, ver a donde lleva.
Louis sonrió, otra vez, sin que se le achinaran los ojos. Harry se aferró más fuerte a su mano,
aunque no pudiera sentir más que la lana de sus guantes, rogando que algo en ese gesto hiciera
a Louis sonreír en serio.
-No puedes culparme por querer besarte, ¿te has visto al espejo? -dijo con los ojos tan rojos
como su nariz, y se preguntó si Louis notaría que no estaban así por el sueño-. Eres tan lindo
Louis, tan maravilloso... logré sobrevivir al primer muérdago porque estabas nervioso, y al
segundo porque estabas yendo a trabajar, pero ahora ya no queda nada, la noche se acabó y
estamos los dos solos, no hay nadie más, nadie tiene que saberlo. Sólo un beso, sin
consecuencias.
Louis suspiró de nuevo y se volteó a verlo, el orbe azul de sus ojos recorrió el rostro de Harry,
hasta posarse en sus labios.
-Siempre hay consecuencias -le advirtió-, quizá no para ti pero...
-No se lo diré a nadie -insistió Harry, y casi parecía que estaba rogando. Se acercó más a Louis y
lo tomó por la cintura-. No tiene que pasar de esta noche. Puede ser un secreto.
-Eres injusto conmigo, Harry -le dijo mientras le tomaba el rostro helado por las mejillas y

se acercaba lentamente-, ¿cómo te dejo convencerme de estas cosas?


Harry sonrió, sabiéndose victorioso, aunque quizá el beso que estaba por dar se volvería luego
otra piedra en el estómago, otro hueco en el pecho.
-Me han dicho que puedo ser muy persuasivo -bromeó. Louis sonrió, recordando también aquella
charla en el pórtico de la casa de Harry hacía muchos meses. Harry se fijó y vio otra vez los
párpados intactos, la mirada azulada fija en él y ni una arruga achinándole os ojos, así que apretó
fuertemente los párpados e intentó pensar en otras cosas. Intentó imaginar que cuando Louis lo
besaba a él también la panza se le llenaba de mariposas, que no podía evitar sonreír de un modo
genuino, ni amargo ni opaco. Harry pocas veces se sentía tan bien y una de esas veces era
cuando tenía los labios de Louis entre los suyos.
Y sin embargo, esa madrugada, cuando sus labios se encontraron, las mariposas en la panza de
Harry revolotearon tan inquietas que quiso llorar, y la boca de Louis sabía tan bien que no podía
soportarlo. Con eso y todo quería seguir besándolo, por horas si podía, tocando su cintura,
subiendo por su espalda, sintiendo las cosquillas de su barba y su aliento a ponche. Quería seguir
saboreando su lengua, húmeda, inquieta, y abrir los ojos para encontrarse con las pestañas
filosas de Louis sacudidas por la nieve, aunque le quemaba la piel y le inundaba los ojos de
lágrimas.
Louis lo lastimaba y lo curaba al mismo tiempo, y Harry era adicto a ese dolor y placer constante.
Separaron sus labios para respirar un momento.

Harry sentía ya la boca hinchada picada por la barba de Louis, y fue incapaz de evitar la sonrisa
al escucharlo respirar agitadamente. Quiso decirle que lo amaba, porque las mariposas en la
panza se lo pedían a gritos, pero le había prometido a Louis que sólo sería un beso, así que
volvió a encontrar sus labios, secos y veloces. Louis sonrió al sentir el fugaz beso, y esta vez sí
se le achinaron los ojos. Harry tuvo que besarlo otra vez porque las palabras le trepaban por la
garganta y él había hecho una promesa.
x
Los besos de Louis se sentían igual que cómo los recordaba. Ásperos, filosos, desesperados.
Quizá, siendo justos, hasta un poco mejor. Harry respondía lo mejor que podía, controlando a
duras penas el deseo de morderlo, de clavarle las uñas en la cintura y desnudarlo allí mismo, en
el pasillo de los dormitorios.
Llevaban, al menos, diez minutos allí afuera rodeados de frío, silencio, soledad. Louis había dicho
en un momento que esperen a entrar porque aunque no había nadie, sí había cámaras de
seguridad, y prefería mantener todo privado, pero apenas se había volteado a intentar abrir la
puerta Harry lo tomó por la cintura y se acercó a besarle el cuello, y al apoyarse sobre su trasero,
Louis no pudo contenerse de girarse y besarlo también, recorriendo su cuerpo abriendo las
diminutas manos tanto como podía, bajando por el torso hasta llegar al pantalón.
Harry estaba tan duro que podría llorar, podía sentir el duro metal de los botones del jean y cada
caricia de Louis era un gramo más de tortura que le ardía en la piel, pero se sentía intenso, real,
tan

diferente de sus sueños y recuerdos (aunque igual, en cierto sentido), que se quedaba allí, que se
dejaba hacer y deshacer a su antojo, que le daba tanta lengua, y caricia y saliva como le pedían y
que disfrutaba cada segundo aunque se le pasaran del modo más lento.
-Te gusta esto, ¿verdad? -susurró Louis muy cerca de su oreja, mientras con su mano bajaba la
de Harry hasta hacerlo sentir su erección. Le mordió la mejilla arrastrando de labios de Harry un
gemido, y luego sonrió-; Te encanta saber que no puedo decirte que no...
Cuando Harry quiso responderle, la lengua ancha de Louis empezó a jugar con su lóbulo y oh, se
sentía tan bien, ¿qué importaba lo demás? Ahora por lo menos; cualquier cosa que quisiera
decirle, cualquier ironía que quisiera señalarle, podía esperar. Harry acarició como pudo el bulto
de Louis encima del pantalón, hasta robarle de sus labios un quejido gutural.
-Mierda -susurró Louis, con una sonrisa en los labios mientras se encorvaba, alejándose de la
palma de Harry.
Giró el rostro, buscando su mirada, y volvió a acercarse, acorralándolo contra la puerta. Lo tocó
otra vez, esta vez con más firmeza, moviéndose constantemente. Louis suspiró lentamente, y las
caderas le temblaban mientras él se mordía el labio. Los párpados caían con pesadez y sus
pestañas largas y tupidas reflejaban la luz pálida del amanecer que se asomaba por las ventanas
del pasillo.
Sus dientes finalmente soltaron su labio, rojo e hinchado, con una gotita de sangre -había tenido
los labios lastimados toda la noche- y Louis abrió con lentitud

los ojos. Su cadera todavía temblaba yendo y viniendo al ritmo de las caricias de Harry, casi como
si intentara huir de ellas, pero su mirada era firme y oscura.
Fue apenas un segundo, pero se sintió como años. En seguida Harry se dio cuenta de que el
modo en que lo estaba mirando decía más de lo que podía afrontar en ese momento, que tenía la
boca abierta, la mirada recorriéndolo con admiración: Louis era hermoso y Harry quería que lo
supiera. Quería decírselo, explicárselo de principio a fin aunque necesitara hacerlo con
diapositivas, pero no ahora. Ahora era demasiado pronto. Ahora tenía suspiros saliendo de sus
labios y temblores en sus caderas y Harry quería eso, quería tener todo esa noche, para
memorizarlo y guardarlo en algún lugar de su memoria en donde jamás lo perdiera. Así que
parpadeó, muchas veces, agachó la mirada. Volvió a acercarse a su boca y lo besó allí con
ternura, encima de la herida, y cuando Louis abrió la boca le lamió la lengua y dejó de acariciarlo
inapropiadamente por un momento sólo para envolverlo por la cintura y acercarlo más a él.
Las manos de Louis rodeaban su cuello y jugaban con su cabello, haciéndolo sonreír primero,
después tironeando firmemente hasta distraerlo de pensamientos melosos y llenarlos de otros
más húmedos, de su boca en el miembro de Louis y sus manos marcándole el ritmo justo.
-Deberíamos entrar -propuso Harry con la voz ronca. Louis sonrió sobre su beso y se soltó de su
cabello y su abrazo para buscar la llave caída en el suelo. Harry necesitó mucho autocontrol para
no tocarlo otra vez,

para no acariciarse sobre su trasero mientras él intentaba abrir la puerta.


El dormitorio estaba más frío que el pasillo, si era posible. Louis había olvidado la ventana abierta
en el apuro y el marco estaba cubierto por una delgada capa de nieve (el escritorio también, pero
los sacos de los dos la cubrieron en seguida). Él se apresuró a cerrarla, mientras Harry caminaba
hacia la cama y se sentaba allí.
-Déjame buscar el adaptador -dijo mientras se refregaba las manos-, así prendo la estufa...
-No te preocupes, puedo calentarte -lo interrumpió Harry, tomándolo por la cintura cuando pasó
delante suyo, tumbándolo a la cama y soltando una carcajada al ver a Louis sonreír con los ojos
cerrados y los labios rosados de tanto besar.
-Al menos trae una frazada, están en ese mueble -dijo, empujando de la cama con los pies a
Harry-, y los condones están en el bolsillo de la valija.
-¿Condones? Yo sugería abrazos -bromeó Harry. Louis se rio otra vez, y aún en la oscuridad más
absoluta (el amanecer todavía no se había asomado por esa ventana), se lo podía ver brillando.
-Seguro que sí.
Harry sacudió el acolchado y se lo montó encima de la cabeza, sosteniendo los preservativos y
los sobrecitos de lubricante que había encontrado con los labios. Se trepó al colchón junto a Louis
cubriéndolos a los dos, y, por un instante, se quedaron simplemente quietos, mirándose con
sonrisas pícaras y ojos brillantes.
Louis finalmente le quitó los sobrecitos de la boca y se acercó a darle un beso. Fue más calmado
que los anteriores,

breve, húmedo; dulce. Louis había cerrado los ojos torpemente al acercarse y cuando lo beso
sorpresivamente sus párpados temblaron mientras él se aferraba más y más al beso. Se sintió
lindo. Tanto que Harry cerró los ojos y pudo soñar, por una vez, en que quizá esa noche podría
conseguir todo lo que siempre había querido.
Fue lento y largo y cuando finalmente se separaron, Louis lo miraba con la expresión más
graciosa, casi arrepentido. Después, sonrió.
- ¿Vas a follarme o no? -le dijo.
Así que Harry sonrió también.
Esta vez él se acercó a besarlo, con un poco más de frenesí, empujándolo poco a poco sobre el
colchón. Acarició sus mejillas, su cuello, su pelo. Harry saboreaba la boca de Louis registrando
cada detalle, la pista de dentífrico de hacía horas, cubierta por el ponche y el cigarrillo, y el sabor
metálico de la herida ya casi sana. Harry le mordió el labio, haciéndolo sangrar otra vez, pero no
pareció molestarle.
Se sentó sobre su regazo, levantando apenas el acolchado y aprovechando la poca luz para verlo
mejor. Le secó con el pulgar la sangre del labio y le corrió el cabello que se le pegaba a los
párpados. Louis se las ingeniaba para verse increíblemente delicado aún con la barba filosa y la
mirada desafiante, pero Harry ya estaba acostumbrado a eso.
Sintió las manos jugando con la hebilla de su cinturón y notó la mirada volverse cada vez más y
más colorada. Y Harry quería follarlo, Dios, por supuesto que quería, pero quería admirarlo la
noche entera también.
-Demasiada ropa -dijo Louis-,

¿realmente no vas a follarme?


-Sí -respondió Harry, con la voz hecha un nudo diminuto en el fondo de su garganta. Louis se rio
y él se mordió el labio-, sí, sí voy a hacerlo.
Se quitó las manos de Louis antes de que se las ingeniaran hasta su bóxer y le arruinaran el plan,
y empezó a aflojarle el suyo, sin esmerarse demasiado con los botones, y tironeando hacia abajo
el jean que finalmente cedió por sus caderas.
Se encorvó para besarle el ombligo, levantando el pulóver con la punta de la nariz. Louis se
estremeció, casi como si estuviera esperando el beso en otro lugar.
-Voy a follarte lentamente -le dijo, y sus palmas treparon por sus piernas, sus rodillas, sus muslos,
rodeando su miembro hasta encontrarse en su vientre también. Harry volvió a besarle esta vez un
poco más abajo, en la panza, en el hueco que le dibujaron sus manos.
Le acarició los costados, subió hasta las costillas y bajó de nuevo a su cintura, hundiéndole los
dedos hasta dejarles marcas blancas sobre la piel rosada del frío.
-Te voy a follar lentamente con los dedos hasta que me ruegues por algo más -confesó y Louis
finalmente hizo un ruido. Una risa suave, nerviosa, que obligó a Harry a levantar la mirada. Louis
parecía gigante visto desde la perspectiva de su ombligo.
-Yo no ruego -le dijo finalmente, después de carraspear para recuperar la voz. Harry sonrió.
- ¿Quieres apostar?
Bajó un poco más hasta que el beso estuvo justo en la cabecita de su miembro. Fue casi
inesperado, tanto que Louis tembló bajo la yema de sus dedos.

Lo besó otra vez, esta vez con la boca más abierta, con la lengua más dispuesta.
- ¿Qué ganaría?
-Follarme. Lo que quieras.
-Puedo follarte si quiero.
-Lo que quieras, Lou.
Lo besó otra vez, con delicadeza. Luego, con la lengua recorrió desde la base hasta la punta, y
luego el beso húmedo en la cabecita y Louis se contorneó en su lugar, tanto que Harry tuvo que
sostenerlo bien fuerte por la cintura.
- ¿Y si tú ganas? -preguntó después de un rato, cuando pudo hablar sin que los besos de Harry le
robaran la voz.
-No voy a ganar -dijo Harry divertido, encogiéndose de hombros-. Tú no ruegas, ¿recuerdas?
x
Debían llevar media ahora así. La luz entraba por la ventana y brillaba reflejando sobre la lana
blanca del pulóver arremangado casi hasta el cuello. El frío calaba los huesos y Louis tenía los
pezones firmes y rosados. Harry quería lamerlos, pero estaba arrodillado a los pies de la cama,
con los pies de Louis en sus hombros y dos dedos casi cruzados entrando y saliendo cada vez a
un ritmo un poco más rápido.
El ruido húmedo y pegajoso del lubricante se oía fuerte, vulgar, cuando Louis dejaba de gemir,
aunque fuera de a ratos, para morderse los labios y abrirse las mismas heridas. Esta vez se
habría lastimado tan fuerte que hizo un gesto de dolor, que detuvo a Harry.
- ¿Estás bien? -le susurró, acercándose un poco más a él y elevando un poco más piernas de
Louis sin querer al hacerlo.
-Dios santo... -ronroneó Louis, arqueando aún más la espalda ante el placentero tacto de las

manos de Harry en esa posición. Abrió los ojos, fijándose en Harry. Sus labios, rosados,
mordidos, su pecho abriéndose y cerrándose agitadamente, todo aullaba sexo, pero Harry apenas
podía fijarse en otra cosa que su iris azulado y sus muchísimas pestañas-. Sí, estoy... Mierda...
Estoy bien.
Harry sonrió al oír el tono de su voz, y volvió entonces a mover sus dedos dentro de él. Volvió al
ritmo lento del principio, prometiéndose controlarse para extender esa vista el mayor tiempo
posible. Agachó la mirada un segundo, para ver el frenético movimiento de sus caderas, ese
intento desesperado por aumentar la intensidad, la velocidad, pero se detuvo mirando su miembro
hinchado, casi latiendo de placer y deseo.
Le sorprendía que Louis no hubiese intentado tocárselo todavía, cuando estaba casi goteando
líquido pre seminal, pero habían sido partes de las reglas de la apuesta, algo que Louis había
murmurado sobre la almohada cuando Harry le había recién tocado con la humedad fría del
lubricante, algo acerca de la competencia desleal o por el estilo, que al final, le había jugado en
contra. Harry casi quería sacarlo de su miseria, quería volver a besarlo ahí, probar el sabor de su
miel y verlo acabar temblando sobre sí mismo.
-Ha... rry... -lo llamó Louis. Tenía las mejillas rojas y el cabello aplastado de sudor-, ¿un dedo
más?
- ¿Estás listo para rogar? -bromeó, acercándose lo suficiente a su miembro para respirarle aire
caliente. Casi le roba un "sí", estuvo así de cerca, pero no pudo aguantar una carcajada ante el
quejido de Louis y eso no hizo

más que volver a despertar su lado competitivo.


-No, pero... -carraspeó. Trató de decir algo. Protestar, seguramente. Harry al menos vio sus labios
abrirse buscando las palabras, pero transformarse en un gemido ante el tercer dedo que entraba
obedeciendo su pedido, firme, lentamente-. Jesús, Harry -dijo Louis cuando recuperó el aliento-,
finalmente tus gigantes manos tienen una utilidad -bromeó.
Por supuesto, quien más que Louis para hacer un chiste en esa situación. Así que Harry se
encorvó y le besó la cintura, mientras su cuerpo se acomodaba, relajándose suavemente. Podía
sentir en sus dedos la presión aflojando de a poco, escasos temblores acompañando las nuevas
sensaciones, sus manos aferrándose al colchón cuando los besos de Harry le provocaban
escalofríos, y cuando finalmente lo sintió relajado, empezó a moverse dentro suyo de vuelta.
Louis gemía, insultaba, murmuraba, ronroneaba. El cuerpo se le contorneaba como recorrido por
electricidad y la cadera casi bailaba al ritmo de su respiración agitada, acelerando un poco el de
Harry. Era imposible no perderse simplemente mirándolo, es que Louis era pequeñito pero era
tanto, el mundo le cabía en los ojos y cuando lo miraba detrás de su cortina de pestañas, Harry
sentía que quería darle todo lo que había dentro suyo. Desde el manojo de mariposas (casi
pesadas como pájaros) en su panza hasta las palabras atoradas en su garganta.
Se arqueo tan fuerte y tan de golpe que Louis ya no pudo mirarle los ojos. Estaba temblando.
-No, no, mírame -protestó Harry después de humedecerse los labios. Se acercó

más a él, lo suficiente para besarle los pezones y al hacerlo pudo entrar más profundo y de la
boca de Louis salió un gemido ronco, desgarrado, chisporroteante como brasas-. Mierda, Lou -le
susurró sobre el pecho-, ¿te gusta?
-Te odio -respondió con voz casi inaudible-, sólo... Sólo fóllame, Harry.
Le besó los pezones otra vez, mordisqueando suavemente la piel dura y helada, y sonrió otra vez
al sentirlo temblar.
-Por favor.
Harry trepó hasta su boca sosteniendo las piernas de Louis mientras el movimiento de sus dedos
continuaba tan lento que era imposible. Al pasar por su cuello sintió su sudor y al besar sus labios
descubrió que no había rastro del ponche en su aliento, cubierto ahora por algo más húmedo y
oscuro. Sabía bien, rodaba por su lengua y le enrojecía los labios, y Harry podría haberse
quedado todo el día allí, besándolo.
-Vamos, ya rogué -pidió Louis después de un rato de lentos besos-, ¿qué más quieres? Sólo...
-Dame un segundo, Lou -le susurró sobre la boca. Sus labios resecos le hicieron cosquillas,
recordándole que estaban allí para ser besados, así que eso hizo-. Eres tan hermoso.
Quería follarlo, en serio quería. Sentía el vientre duro de ansiedad y el miembro duro casi
lastimándose contra los botones del jean. Quería volver a estar dentro de él, una última vez
aunque sea, pero también quería seguir así hasta el mediodía, escuchándolo gemir suavemente,
logrando mantener la calma y la compostura para darle todo lo que su cuerpo necesitaba. Lo
besó otra vez, y Louis le mordió.
Harry

fue un poco más rápido entonces y Louis volvió a temblar torciendo el cuello, escondiéndose de
su mirada. Tuvo que tomarlo suavemente por el mentón, obligarlo a enfrentarlo, acariciándole los
labios con el pulgar mientras encontraba su mirada azul y de fuego. Louis primero le lamió el
dedo y después se lo mordió, y Harry entendió que eso le pedía que fuera más fuerte.
-Por favor, Harry -lloró Louis-, fóllame, quiero correrme.
Tardó un poco en responder, incapaz de correr la mirada de sus párpados oscilando tan rápido
que parecían desaparecer.
-Tan hermoso -insistió. Luego se acercó y lo besó otra vez, ahora por tantos minutos o segundos
que se sintió una eternidad-. Puedes correrte Lou. Deberías hacerlo -le susurró-, quiero verte.
Y fueron casi las palabras mágicas, porque aunque Louis quiso balbucear un no, un ¿y tú qué?,
apenas abrió la boca, cualquier palabra que hubo en su garganta salió arrastrándose en un solo
gemido, rústico y violento y vulnerable.
Harry lo besó otra vez, no para callarlo sino para sentirle la voz acariciándole los labios, tan aguda
y tan rota.
x
Un minuto después, el cuerpo de Louis había dejado de temblar. Harry estaba recostado a su
lado, apoyando la cabeza en la almohada y acariciándole el cabello mojado de sudor. Sonrió
cuando Louis soltó un pesado suspiro, porque pudo verle la panza moverse velozmente, y el
líquido húmedo, todavía tibio, moverse con ella.
-Sólo... Dame un segundo -le dijo Louis con la respiración agitada. Harry volvió a mirarlo, y su
sonrisa sólo se intensificó

al verle la expresión tan relajada, dorada y casi brillando como si la luz que entrara por la ventana
fuera de verano-. Dame un segundo que recupere mis piernas... Y mi cuerpo... Te haré... Lo que
quieras... Y te cobras la apuesta...
Lo beso otra vez, ahora sí para hacerlo callar. Louis le respondió el beso con pereza y humedad,
pero la lengua todavía hervía como una brasa.
-Solamente quiero dormir -confesó Harry. El gesto sorprendido en respuesta se vio en cambio
como un despertar lento y entre dormido.
- ¿Qué? No... -protestó Louis-, todavía ni te has desvestido -Lo tocó con la pierna, sintiendo su
erección y Harry tuvo que echar la cadera hacia atrás porque la sensación era demasiado.
-Estás cansado, quieres dormir. Yo quiero dormir.
-Pero estás duro... Te va a doler...
-Nunca me mató antes -respondió Harry, encogiéndose de hombros.
Louis no dijo nada por un momento, sus labios dibujaron una ancha sonrisa, mientras maniobraba
la posibilidad de simplemente hundirse en el colchón y dormir lo más que pudiera. Harry no podía
culparlo, había tenido una larga noche a fin de cuentas y acaba de tener un orgasmo largo, lento:
el cuerpo todavía se estremecía a veces, por acto reflejo.
O el frío, quizá. Harry no era tan bueno.
-No, no -insistió-, no sería justo.
-Bueno, yo gané la apuesta, ¿no? -lo calló en seguida, empujándolo de vuelta sobre el colchón al
ver que intentaba reincorporarse-. Así es como quiero cobrarla.
- ¿Durmiendo?
-Sí -respondió, con una gota de

voz apenas-, durmiendo contigo.


Louis suspiró pero la sonrisa ancha y perezosa volvió a su boca. Se lo veía tan satisfecho que era
contagioso.
-Okay -dijo Louis-, ven aquí -Y abrió los brazos ofreciéndole un hueco a Harry para que se
esconda en él.
-Estaba pensando en hacer cucharita -sugirió.
-Yo también.
Y Harry realmente podría haber gastado saliva, explicándole que Louis era más petiso y que era
incómodo, que además tenía la panza manchada y el cuerpo traspirado, y que se le iba a
congelar la espalda si lo abrazaba estando desnudo, pero eran muchas palabras y había tantas
revoloteando en su boca que podría confundirse, decirle lo que no era.
Así que se quitó el pantalón y el pulóver (al menos no quería manchar eso) y le ofreció la espalda
a Louis, y sintió los brazos pesados, relajados, envolverlo por la cintura. Era incómodo, tenía
razón. No sólo Louis era más petiso sino que además más chiquito en todo sentido, y cuando
quería cruzar la pierna sobre su cadera, Harry podía adivinar que no era la mejor posición para él.
Así que se giró, disimuladamente, cruzando los brazos y el torso en las posiciones más
imposibles, quedando casi boca abajo sobre el colchón, acariciándole el vello del muslo con la
yema de sus dedos, y Louis se tiró sobre él, acomodándose lentamente.
Era todavía incómodo. Estaba helado en ese dormitorio, y sus pies se sentían helados allí abajo
sin compañía de los de Louis, y por la posición sabía que a la mañana siguiente estaría
contracturado; pero tenía el aliento de Louis

en el cuello y las puntitas de sus dedos acariciando su mano suavemente, y eso era todo lo que él
podía pedir.
x
No estaba seguro de si había sido el horrible de ringtone que lo había despertado, esas
canciones clásicas remixadas hasta quitarles la magia, que los celulares insistían en poner en los
nuevos aparatos. Pudo haber sido eso porque el horrible sonido le rechinaba en los tímpanos,
pero quizá había sido la corriente helada en la espalda, también, cuando Louis se levantó
bruscamente.
Harry se volteó lentamente, refregándose los ojos.
(Tenía razón, cuando hace unas horas pensó que se levantaría con una contractura)
Louis estaba sentado con los codos en las rodillas y el rostro oculto tras sus palmas. El pelo era
un revuelto desordenado, y parecía que en las pocas horas de sueño le había crecido aún más la
barba. Cuando terminó de quitarse las lagañas y se reincorporó suavemente, bostezó a sus
anchas y cuando volvió a abrir los ojos, todavía pesados y cansados, Harry tuvo que hablar para
no quedarse allí, acostado como un tonto, admirándolo.
-Buen día.
Louis se giró, un poco sorprendido. Había algo oscuro en sus ojos, algo tibio también.
-Buen día -le sonrió. Ni una arruga en sus ojos, otra vez. A Harry no le gustaba cuando era así-.
Me quedé dormido -explicó, y empezó a refregarse los brazos porque más se desperezaba y más
frío volvía a sentir -perdí el tren de las nueve.
-Mierda... ¿Tienes otro? Debe haber otro.
-Sí -Se encogió de hombros-, pero sale a las 11 y media y quería estar allí para el almuerzo.
Harry

le acarició la espalda en silencio, por un momento. Sabía cuánto quería eso Louis, y sabía lo
mucho que le dolía. Apostaba que ahora mismo estaba arrepintiéndose de todo, de llevar a Harry
a su casa, de hacer esa tonta apuesta, de dejarlo quedarse a dormir.
-Lo siento.
Louis sólo negó con la cabeza.
-Está bien. No es tu culpa.
-Quizá pueda ir a comprar café
-No, está bien.
-Puedo ir a la cafetería de la Facultad, mientras te bañas. Podrías desayunar antes de irte.
-Es navidad, Harry -lo interrumpió Louis con hartazgo-, no hay nadie en la Universidad. Además...
Harry no quería oírlo, así que lo interrumpió otra vez.
-Hay una estación de servicio a la salida del campus. Estaría aquí apenas termines de bañarte.
-No, Harry -Y él adoraba cuando lo escuchaba decir su nombre, pero ese día se sentía distinto-,
¿no lo entiendes? Dije no.
-Quería ser amable, eso es todo -balbuceó suavemente.
Louis sonrió indignado.
-Bueno, no lo hagas, ¿si? No te pedí que seas amable, ¿por qué no puedes...? -se interrumpió y
tragó saliva antes de continuar-, ¿Por qué no puedes follarme e irte como una persona normal?
- ¡Sólo quiero ayudar!
Louis lo miró como si fuera a matarlo. Harry tenía un discurso planeado, alguna excusa tonta,
algo de que tenían que volver a ser amigos, pero Louis lo miró así y se quedó mudo.
-Bueno, no está ayudándome -confesó Louis con la voz más bajita de lo que Harry esperaba.
Agachó la mirada, otra vez con esa sonrisa que parecía

una mueca nauseabunda. Juntó las manos entre las rodillas, haciendo música suave con los
dedos-, no me ayuda para nada. Te dije que me ayudaría, pero, ¿me hiciste caso? No.
Estaba inquieto y molesto, se movía sin parar. Esta vez cuando se mordía el labio le dolía, y no
había placer ni deseo que lo distrajera de la sensación molesta. Se llevó la mano a la frente, pasó
los dedos entre su cabello, y suspiró suavemente antes de seguir hablando.
-Te dije que me dieras espacio, pero a ti te encanta esto, ¿verdad? Te encanta poder hacerme lo
que quieras -protestó-, te encanta torturarme porque sabes que voy a dejarte, cada vez, y
simplemente... No es justo.
-No me encanta... No... No intento torturarte, Louis.
-Bueno, pero lo haces -dijo, levantando la voz, y estaba tan enojado que lo miró de vuelta y Harry
pudo ver sus ojos rojos y la expresión de enojo y tristeza mezclándose en sus labios-, yo no
quiero esto, no quiero ser tu amigo, no te quiero en mi vida. Sobre todo no te quiero jugando a ser
el puto caballero blanco que viene a rescatarme, a traerme café caliente por las mañanas y a
pedirme dormir conmigo, ¿Cuál es tu problema? ¿No puedes ver lo jodidamente cruel que es?
No, no podía. No entendía de lo que Louis le hablaba. Sí, podía ver que dolía, porque Louis tenía
los ojos secos pero parecía al borde del llanto, tanto que Harry se acercaría a abrazarlo si no
fuera porque temía que eso sólo lo lastimara más. Parecía que todo lo que él hiciera, aunque
fuera con las mejores intenciones, siempre saldría mal.
Harry

pensó, por un momento, que quizá tendría que explicarle lo mucho que lo amaba, aunque sólo
fuera para que Louis no lo odie. Decirle que no intentaba lastimarlo, aunque no entendía cómo lo
hacía, que si le ofrecía café es porque quería ayudar, en serio, porque no sabía mucho de él pero
sabía que adoraba a su familia, y ya se sentía demasiado culpable por hacerlo quedarse dormido.
Que no había planeado eso cuando lo invitó a su casa, que sencillamente quería que no esté
solo, porque Louis no se merecía eso. Se merecía cada cosa buena en el mundo, se merecía
sonreír a todas horas, siempre, de esas sonrisas sinceras y no esa opaca que tenía ahora, que
mostraba enojo y cansancio y ni una pizca de alegría. Quería decirle que era tan hermoso en un
modo tan difícil de describir, que no tenía que ver ni con su cuerpo ni sus facciones, sino con sus
gestos, su voz, su mente, que él no podía evitar estar enamorado de él, que no podía realmente
culparlo, que hacía lo que podía con el revoltijo de sensaciones que se le mezclaban al verlo,
pero que jamás, jamás había querido lastimarlo.
Pensó decirle todo eso pero no le dijo nada. Abrió la boca un par de veces, buscando las
palabras, pero nada. Ya no le quedaba ni una excusa, ¿qué ganaría guardando silencio? Louis ya
estaba ahuyentado, ya no había nada que pudiera hacer para conservarlo y sin embargo no
encontraba fuerzas para decirle lo mucho que lo amaba. No sabía si temía el rechazo, la
vergüenza; no sabía que era pero todas las palabras que estuvieron en su lengua brincando
desesperadas la noche anterior

ahora desaparecían y él sólo atinaba a mirarlo con enormes ojos y rogar en silencio por un poco
de perdón.
-Me gustas, ¿lo entiendes ahora? -preguntó Louis y ahora sí eran lágrimas en sus ojos-, no me
gustas para acostarme contigo, me gustas-gustas, para caminar por el parque y tomar helado y
dormir juntos y esas estupideces que hacen las parejas, ¿no entiendes cuánto duele cuando me
das todo el tiempo de probar cómo podría ser?, ¿no ves lo cruel que es? Ya me humillaste lo
suficiente, y realmente necesito que te detengas porque estoy enamorado, enamorándome de ti y
esto duele de un modo en el que no lo podrías imaginar.
Harry tenía muchas cosas para decir. El corazón se le había detenido por un segundo y ahora
que volvía a latir las palabras vibraban de vuelta valientes, pero Louis lloraba -o algo así- y él
tenía que hacer algo.
-No llores -le pidió, acariciando de vuelta hasta acercarlo con fuerza sobre su hombro. Louis
balbuceó algún insulto, pero se dejó llevar, sollozando contra su camiseta de algodón.
-Y sigues haciéndolo, Dios -protestó.
Harry lo envolvió con fuerza en un abrazo, sonriendo y sintiéndose terriblemente culpable por
hacerlo. Louis estaba llorando, al fin de cuentas.
- ¿Por qué no me lo dijiste?
- ¿Para qué? ¿Para qué pudieras enorgullecerte de mi corazón roto antes? -le dijo, aferrándose a
su camiseta y hundiendo sus mejillas hirviendo contra sus clavículas.
-No, idiota -rió Harry y lo besó en la coronilla. Sabía que debía decirlo ahora, que debía hacer
algo

para que Louis deje de llorar, la verdad, sólo eso, que él también estaba enamorado, que a él
también le gustaba-gustaba, con todo lo que eso implicaba (citas, y andar de la mano en el
parque, pero también desayunos y películas en familia y ver fotos de cuando era pequeño), pero
seguía sintiendo miedo, y cuando le besó el cabello, Louis le pellizcó la cintura en respuesta,
haciéndolo reír de vuelta, todavía más.
-Y sigues haciéndolo, eres un imbécil -rió entre sollozos, avergonzado.
-No estoy haciéndolo. No estoy siendo cruel, Louis -explicó Harry-, estoy haciendo un gesto
amoroso porque me gustas también. Me gustas-gustas -le dijo y por un momento dudó-, yo
también te amo.
Louis todavía sollozaba, cada vez de un modo más pausado, sobre su cuello. Harry sabía que no
tenía por qué temer, y, sin embargo, el silencio se le hacía eterno y filoso y pesado. Por suerte el
olor de su cabello lo distraía, y cuando tenía miedo y frío podía abrazarse a Louis más fuerte
hasta tenerlo tan cerca que le dolieran los músculos.
Después de un rato, Louis finalmente dejó de llorar. Cuando habló, aunque contuvo la risa, Harry
supo que sonreía, porque la voz le salió bien dorada y dulzona, como caramelo.
-Nunca dije "te amo"...
x
Louis estaba sentado en el banco de la terminal, con dos enormes valijas y la cara de sueño más
adorable que Harry hubiese visto en su vida jamás. Sabía que las copas de café iban a enfriarse
por más térmico que fuera el envase de Starbucks si se quedaba 15 minutos mirándolo, pero era
difícil acercarse.
Se

imaginaba la cara con la que lo miraría al verlo volver con la misma sonrisa inquieta de cuando se
fue, y que ante aquella mirada acusadora no haría más que sonreír más hasta que le dolieran las
mejillas y Louis era adorable cuando lo molestaba, le concedía eso, pero ya demasiada
vergüenza había pasado en un día.
Entonces Louis suspiró, creyéndose no ser visto, y sonrió lentamente - ¡los ojos achinados y
todo!- y Oh, Harry quería besarlo otra vez.
Se acercó con las dos tazas y dos bolsas, una de ellas con galletitas, mientras con la otra mano
texteaba a su hermana explicándole que estaría en casa en una hora. Se preguntaba si Louis se
daría cuenta de lo mucho que estaba intentando parecer cool.
-Otra magnífica utilidad para tus manos gigantes -bromeó.
Habían optado por desayunar en la terminal porque si se quedaban en el dormitorio terminarían
haciéndolo de vuelta y realmente no había tiempo para eso. Así que se ducharon juntos,
apurados, supuestamente, aunque con suficientes descansos para besarse, y abrazarse, y reír
bajo la lluvia caliente de la ducha. Harry le había pedido acompañarlo a la terminal, para
desayunar juntos, antes de que se fuera por un mes.
No podrían haber elegido un peor momento para la confesión dramática del siglo.
Louis tomó una de las tazas, pero Harry no la soltó hasta que le dio a cambio un beso.
-Raro -lo llamó Louis mientras hacía un lastimoso intento por disimular la sonrisa. Bebió un sorbo
del café, y miró las bolsas que Harry tenía en su regazo-, ¿Qué tienes ahí?
-Galletitas

-carraspeó nervioso, sacando un paquete de una de las bolsas-, no quiero que viajes con el
estómago vacío.
Louis sonrió.
-En la otra, Harry -le explicó.
Harry apretó fuertemente los labios, haciendo su mejor intento por parecer seguro y relajado al
hablar.
-Oh... Sólo unas cosas... Tonterías... Umm, para tus hermanas.
Louis parpadeó lentamente sin correrle la mirada de encima. Harry tuvo que seguir hablando,
para disimular los nervios.
-No sé bien que edades tienen así que les compré dulces, supuse que era algo universal -Y metió
las manos en las bolsas y empezó a mostrarle de todo, desde chupetines hasta bastoncitos
navideños, pasando por chocolates y confites.
-La más grande tiene quince, no le llevas dulces a una chica de quince -le explicó frunciendo el
ceño-, además... ¿Qué?
-Es como un regalo de navidad, o algo así -explicó sonrosado, arqueando las cejas y fingiendo
que no se daba cuenta qué había de raro en todo eso.
-No. Sí, lo entiendo. Eres perfecto y adorable y quieres darle regalos a mis hermanitas, es genial,
pero... ¿Qué? ¿Qué se supone que les diga?
-No lo sé... Que tu novio les manda algo en una señal de paz y...
-Novio -repitió Louis, y estaba tan nervioso que casi hiperventilaba. Harry sonrió, ahora sí un poco
más tranquilo. Le gustaba cuando no era él el que estaba al borde de un ataque de pánico.
-Sí, novio -le dijo-. Te prohíbo seguir haciéndote el indiferente, nos dijimos que nos amamos, eres
mi novio ahora, no tienes opción.
-
¿Ah no?
-No -dijo, y sacó la bolsa, atándola suavemente- y le vas a llevar esto a tus hermanas y les vas a
decir que lamento mucho no comprarles algo más lindo pero que no tuve mucho tiempo porque tú
eres un idiota que hace confesiones de amor veinte minutos antes de irse a la otra punta del
mundo.
Louis fingía desgano pero las comisuras de sus labios dibujaban una sonrisa.
- a) Nunca dije que te amo -comenzó y cuando Harry lo miró así, no pudo controlarse y rió bien
fuerte, una de esas carcajadas lindas, como campanillas, y sonrió de un modo tan genuino que
Harry lo hubiese besado si no fuera porque estaban discutiendo (o algo así) -; b) -agregó
levantando la voz-, el viaje es de apenas 40 minutos, difícilmente sea la otra parte del mundo. c)
tú también podrías haber confesado tu amor si era tan fácil.
-Lo hubiese hecho si alguien no hubiese insistido en que desaparezca de su vida.
-No te hubiese dicho que desaparezcas de mi vida si me lo hubieses dicho -lo interrumpió-. Y d)
No pienso llevarles estas cosas a mis hermanas, Harry, ¿estás loco? Antes de que me dé cuenta,
estarás proponiéndome matrimonio.
Harry iba a decirle que estaba siendo dramático y exagerado, pero cuando lo miró descubrió en
sus expresiones que estaba genuinamente asustado, y quizá él era el más joven, pero en algunas
cosas, era el más maduro también.
-Prometo que no te propondré matrimonio si le llevas estos dulces a tus hermanas -le ofreció.
-No prometas cosas que no puedas cumplir, apuesto a que ya estuviste viendo

anillos -bromeó-. Te advierto que no pienso usar nada afeminado así que nada de diamantes.
-Okay, prometo no proponerte matrimonio por dos años, ¿me crees ahora? -respondió entre risas.
Louis le sonrió y después fingió una lenta meditación.
-Quizá...
- ¿Puedes llevarles los dulces a tus hermanas, entonces?
-Quizá. Pero si hacen muchas preguntas te las pongo al teléfono y tú les explicas.
-Okay.
-Y está prohibido decirles que nos casaremos en dos años o lo que sea que esté pasando por tu
cabecita ruluda -lo regañó-, puedes pedírmelo pero no dije que fuera a decir que sí.
-Okay.
-Oh, Dios, ¿vas a ponerte algo así como un recordatorio? ¿Lo vas a anotar en tu diario íntimo?
"Proponerle matrimonio a Louis la navidad del 2015".
-No tengo un diario íntimo.
-Por supuesto que tienes uno, Harry. Eres... Harry.
-No es un diario íntimo. Es un cuaderno.
Louis rió bien fuerte y tuvo que cubrirse la boca disimuladamente con la taza porque algunas
personas curiosas se habían girado al oírlo. Bebió un largo sorbo, intentando contener la risa.
-Un cuaderno -repitió divertido, mientras Harry se acomodaba más a su lado, envolviéndolo con
sus brazos (sus desproporcionadamente largos brazos, diría Louis).
Se quedaron un instante allí, en silencio. Bebiendo el café, comiendo galletitas, mirando la gente
ir y venir por la terminal y temiendo el momento en el que el tren llegue, anunciando la partida de
Louis. Tenía razón, eran apenas 40 minutos, pero Harry sabía que Louis estaría ocupado

por su familia y que lo más probables que no se vieran, al menos por unas semanas.
Se concentró en disfrutar de lo que tenía ahora, el tacto tibio de Louis a su lado y su cabello
haciéndole cosquillas en el cuello.
x

Casi estaban quedándose dormidos cuando el tren llegó. Fue el bocinazo rechinante el que los
trajo de vuelta al mundo, a ese mundo en el que había cientos de personas, y no sólo ellos dos.

El hueco en el pecho de Harry que había desaparecido esa mañana volvió a hacerse sentir, pero
pequeño y redondo, casi haciéndole cosquillas. Al menos ahora Harry sabía que Louis volvería a
él, tarde o temprano, que una parte de él era suya.
Se puso de pie y lo acompañó hasta el andén caminando lentamente, estirando los segundos. La
gente se arremolinaba, porque era navidad, al fin de cuentas, y Louis no debía ser el único que
ansiaba volver con su familia.
Louis se giró para decirle algo, pero aunque buscó las palabras no encontró muchas, al parecer, y
en cambio lo abrazó bien fuerte, aferrándose a su cintura. Harry le respondió, hundiendo la
cabeza en su oído y acariciándole la espalda, intentando memorizar el tacto, el perfume, el ruido
de sus sonrisas silenciosas. Era más fácil hacerlo cuando no lo perseguía el fantasma de su
ausencia, cuando sabía que aún si los recuerdos no eran perfectos, siempre tendría a Louis.
Se separaron lentamente, y Harry le besó los labios, y cuando Louis le respondió el beso, dos,
tres, cuatro breves veces, sonreía.
-Te extrañaré.
-Apuesto a que sí -respondió Louis, todavía

sonriendo-, yo también te extrañaré -confesó y se sintió como si le costara soltar las palabras,
como si las tuviera atadas a las cuerdas vocales. Harry lo besó, otra vez, porque podía.
-Mándale saludos a tu madre por mí -le dijo, ofreciéndole el huequito justo para que Louis pusiera
su broma preferida y pueda irse sin esa sensación incómoda de sentirse vulnerable.
-Jesús, ¿no prefieres que le diga que te llame y pueden empezar a hablar de los nombres de los
nietos?
Harry se rió y le besó la mejilla, y la nariz, y los labios de vuelta hasta sentir a Louis sonreír sobre
su boca, con aliento fresco a dentífrico.
-No, eso puede esperar.
El tren ya estaba prácticamente saliendo, y Louis realmente tenía que irse. Le dio un último beso,
de todas formas.

- ¿Vendrás para mi cumpleaños? Es el primero de febrero -le dijo Harry, elevando la voz mientras
lo veía irse.
- ¡Es lo que corresponde! -respondió riendo y se giró para hablarle, lejos del alcance de sus besos
y sus brazos por un ridículo molinete que separaba a los viajeros de los acompañantes-. Tú
estuviste conmigo para el mío.
-¿Qué?
-Fue mi cumpleaños ayer -le explicó divertido, sonriendo cada vez más anchamente al ver las
expresiones de Harry cambiar-, ¡tengo veintidós! Te cantaría la canción de Taylor Swift, pero... -
señaló el tren detrás suyo-, se me hace tarde.
- ¿Cómo no me lo dijiste hasta ahora? -Protestó Harry ofendido-, somos novios, nos amamos,
tienes que decirme estas cosas...
Louis parecía orgulloso de sí mismo, parado allí lejos de los brazos y los besos y las quejas de
Harry. Se encogió de hombros.
-Nunca dije que te amaba.
-Dijiste que estabas enamorado, gran diferencia -le recriminó, pero el encargado del andén le tocó
el hombro a Louis, le señaló el tren y Harry sintió el huequito en el pecho hacérsele gigante de
golpe.
Pensó que Louis iba a bromear, decirle algo tonto, reírse y salir corriendo. Probablemente
acusarlo de romántico empedernido, o llamarlo raro, o tonto, o repetir por novena vez que nunca
le había dicho que lo amaba (como si hubiera una diferencia, en serio, Louis). En cambio le sonrió
con cierta tristeza, se acercó, y lo besó.
- ¡Te llamaré! -lo saludó, y antes de que el beso desapareciera de sus labios, Louis entró al tren y
Harry lo vio partir.
x
El teléfono de Harry vibró apenas dos minutos después de que el tren dejara la estación.
Sí te amo, ¿sabes?
Lo sé, idiota. Yo también te amo.

¿Esto quiere decir que recupero mis privilegios de mensajes cada 20 minutos?
Querido Harry, después de todo lo que pasó, propongo que sean 10.

/FIN.

=================

Epílogo: La Promesa

Louis frunció el ceño al leer la notificación del celular. Un E-mail de "HSRRY STELS", quien
quiera que él fuera. Había recibido un mensaje de Harry más temprano ese día pero no lo había
leído porque, como, era Navidad, y no tenía tiempo, ni energías, para desperdiciar ese día
pensando en su ex. Tampoco creía tener la fuerza de voluntad para leerlo y no responder, y una
vez que lo hiciera, sólo quedaban: o explicar por qué realmente había cortado con él —lo cual:
qué vergüenza—, o discutir hasta el hartazgo por la cosa más tonta y Louis estaba cansado.

Estaba cansado de ser tan lastimoso cuando se trataba de Harry.

Lo que sea, nuevo año, nueva vida, nuevo novio con suerte. Podía hacer eso.

Pero entonces llegó el e-mail y, quizás era importante, ¿sabes? Como, un e-mail, ¿Quién siquiera
mandaba e-mails? ¡Era el 2015!

Quizá Louis era débil.

>>delivery@tarjetasonline.com

>LOUSI <3<3<3<3 , Has recibido una tarjeta de HSRRY STELS. Cliquea [aquí] para verla.

Cuando cliqueó en la pantalla del celular, de golpe una estruendosa musiquita navideña sonó y
Louis tuvo que hacerse a un lado de la sala donde las mellizas todavía atacaban su torta de
cumpleaños. Doris lo seguía así que la alzó en brazos antes de perderse por el pasillo hasta su
dormitorio.

Se recostó en su cama y sentó a Doris entre él y la pared, y una vez que estuvo entretenida
jugando con el cierre de una campera tirada allí desde más temprano, desbloqueó el celular y
puso play. Esta vez bajó un poco el volumen.

Era un video, rústico. Estaba obviamente hecho automáticamente, a juzgar por los genéricos
copos de nieve flotando en el fondo rojo y la musiquita infernal. Entonces, palabras empezaron a
aparecer girando en la pantalla, sucediéndose oración a oración (algunas demasiado largas, para
un chico universitario —pon un punto de vez en cuando, Styles; es gratis). Louis tenía que leer
rápido para seguirle el paso, porque pausar y volver atrás sería demasiado desesperado.
Esto era super casual. Sólo chequeando el mail, lo que sea. No es como si le importara realmente
lo que "Hsrry" tuviera para decir.

>sabias q hay una jodida pagina en la q puedes enviar una tarjeta por
adelantado??????????????? oprque hoy estaba leyendo mensajes viejos y llegue a ese dia en q
nos dijimos que nos amamos por pirmer vez y recorde la estacion de tresnes y como te prometi q
no iba a pedirte matrimonio por dos años y mirame??????????????????? no han sido ni seis
meses y ya qyieuro casarme con tiog

>pero hice una promesa y voy a guardarla asi q encontre esto y puedo mandartela ahora yt que la
recibas entonces y todos gfanamos

>feliz cumpleaños louis. feliz cumpleaños feliz navidad y te casarias conmigo???

>y es raro porque falta mas de un año para esa navidad y quien sabe q pueda pasar en ese
momento??? quiza no me aguante quiza ya te pedi qeu te cases conmigo en todo caos

>culpalo en un crio dramatico y cursi o como sea q me digas en el futuro (ahora???? esto es tan
raro jajajajaj) como

>si se ve raro si arruina nuestra relacion o algo porque te asusta o lo que sea como piensa que no
te lo escribe el harry dl futuro sino el harry del 2014 qeu recien lelga a casa despues de una fiesta
ocntigo y los chicos

>y que no puede parar de pensar en lo mucho qeu te ama y en que eres genial???????????????
y es como que

>cuando estabamos separados

>se que te lo dije mil veces pero dejamelo decirlo otra vez porque no se si loo entiendES? cuando
estabamos separados moria de angustia lou porqeu me mtas de curisodad?
>todo lo qeu haces todo lo que piensas uqiero saber todos tus secretos y se que no me va a
alcanzar l a vida para conocerlos porqeu pasan los meses y siempre hay algo nuevo contigo sigo
encontrando bordes q no

>como cosas, que no sabia y entiendo cada vez mejor y al mismo tiempo me doy cuenta de que
nunca voy a conocerte del todo

>y se q es imposible pero no creo q podria sobrevivir sin intentarlo

>aunque este toda lasvida haciesnodlo?????

>si me dejas

>si te casas conmigo

>y nucna me sentí asi y no es q no ahaya amado porque liam uanqeu no debería mencionarlo
mientras te propongo matrimonio pero como quiero que entiendas que noe essolo lo mucho q te
amo

>que es asi

>te amo mucho

>soero también como eres tan genial?????????????? Y nadie nunca me hizo sentir asi antes
nunca me sentí tan capturado por ti , comiendo de tu mano como un pajarito te amol OUSI

>te amo mas de lo que nunca ame anadeoi pero también tu eres como mejor que todo el
mundo?¿??? como una obra de arte y como no amarte como no voy a amarte si eres tan genial

>si cuando entras a una habitación es q omc que se ilumina no lo se como que se hace de dia
donde pisas y se nota en momento s como hoy que era raro porque era de noche y nial lhabia
puesto pounk??? Por cual se a el motivo quizá porque rompió con josh quien sabe (¿??ovlieron a
estar untos en el futuro??? Eran lindos)) no se pero era feo porque como punk???? En esta
época y era de noche y había vodka y entonces yo había fumado y me sentía raor

>no debería poner eso cubrelocuando le muestres esto a nuestrso hijos y nietos y a nuestro perro
bi lly

>no quiero que sepan q me drogo eso esta MAL!!!!!!!!!!!!!!! Niños no se no hagand eso

>la cosa es q me sentía raro y oscuro entonces tu reíste????? Zayn te hizo reir lo que sea no
quiero pensar en eso (¿??es el padirno de nuestros hijos????????? Debería ser mas
diplimatico?)))))

>no se pero te reirste y y os olo

>se siente raro estar triste cuando tu existes

>teamotemaotemoat tanto tanto tnaot

>te mao lous siempre me levantas del sueo te amo y quiero estar el riesto de mi vida contigo
viendote fumar hierba ((NO MIRES BILY) y hacer anillos de humo como antes y quiero poder
cerra los ojso y recordarte como se te arrugan cuando ries???????? queiro memorizarte entero y
quiero casarme contigo

>casateocnmigo te amo

>y como quizá ni este recibido n tengo el cerebro para saca r las cuentas ahora pero si no lo
estoy y no tengo trabajo y no puedo rentar una casa y ser tus espos lo que sea como al mmeons
proemteme q te quedaras ocnmigo por siempre

>no creo que pueda perderet de nuevo no voy a pder aguantr


X

No vio el video una cuarta vez porque dejaría de ser "casual" y porque Doris estaba inquieta.
Guardó el celular en el bolsillo, movió la boca un par de veces, haciendo muecas ridículas para
que se le aflojen las mejillas y dejara de sonreír (casual) y alzó a su hermana antes de bajar otra
vez a la sala.

—¿Harry? —preguntó Lottie al verlo entrar, mientras modelaba unas botas que su mamá le había
regalado.

—Oh, ¿te llamó? —preguntó su mamá—, ¿arreglaron las cosas? ¿Cuándo viene?

—Nunca, rompimos, ¿se acuerdan? —protestó. Su mamá rodó los ojos y tomó a Doris de sus
brazos (¿qué haces despierta todavía? tendrías que estar durmiendo con tu hermano
—susurraba mientras la llevaba a la cocina)—, además, no hablaba con nadie, sólo chequeaba el
mail.

—No mientas, Louis —dijo Fizzy—, tienes tu cara de Harry.

Su cara de Harry. Joder con Harry y su manía de dejarle marcas en todos lados. Esa cosa que
hacía de transformarlo por completo, esa cosa que le había dado que ahora hacía que lo extrañe
—a él (locamente) y a todo: a sentirse querido, a caminar de la mano, a hablar del futuro.

Extrañaba a Harry y extrañaba a su novio y extrañaba a Harry siendo su novio.

—¿Por qué rompieron de todas formas? —preguntó Lottie y seguía en el celular.

—Porque es estúpido, por eso —respondió—, y ustedes no lo entenderían, tienen como doce.

X
Más tarde esa noche, cuando todos dormían, Louis bajó a la cocina a comer torta y tomar leche y
quizá llamar a Harry sin que el resto de la casa se entere. Iba a hacerlo porque quizá era tonto
siquiera decirle por qué habían cortado —o mentirle que era por una tontería, que era lo mismo.

Quizá Harry merecía saber que habían cosas que no estaban bien entre ellos y que para Louis
era más fácil lidiar con una ruptura que con ellas. Que prefería romper él a averiguar por qué ya
no follaban como antes, y por qué se reía así cuando estaba con Liam y por qué no quería que lo
fuera a visitar al trabajo.

Quizá Harry se merecía también saber que Louis era tan vulnerable como ese crío que en el 2014
no podía creer su suerte, que amaba tanto a alguien que le pedía matrimonio por adelantado.
Que Louis también quería pasar el resto de su vida con Harry, o lo que sea.

Pero al desbloquear el celular, recordó el mensaje sin leer y...

Si recibes un e-mail mío hoy, hazme el favor de no leerlo y tres emojis rezando y una equis. Ni
siquiera un emoji de beso. A la mierda Harry y su "oh, mírame, ya no tengo 19 años", a la mierda
con él.

¿Por qué el perro se llama Billy? preguntó para torturarlo un poco y quizá estaba arqueándole las
cejas al celular y quizá eran las cuatro de la mañana pero, como, lo que sea. Louis era cool. Louis
tenía esto.

¿Qué? Y en seguida, antes de que Louis pudiera avergonzarse/enojarse del todo: OMG Lo
leíste??? Por qué Louuuu

Porque eres mi novio y te extrañaba, idiota. Ex novio. Lo que sea. Louis no respondió y en cambio
guardó el celular en el bolsillo. Se comió los últimos bocados de torta y subió a su dormitorio a
dormir porque no se merecía eso. Era su cumpleaños.

Harry ni siquiera le había dicho feliz cumpleaños. Es decir, el Harry de 21 años no lo había hecho.
Su celular vibró otra vez.

Bill era mi Power Ranger favorito cuando era chico.

Louis se metió en la cama y se cubrió hasta la coronilla y bajo las sábanas respondió el mensaje.

Literalmente, el peor Power Ranger.

Heey. Era dulce, e inteligente le reprochó Harry.

Es un power ranger, no un novio. Zayn amaba a Kimberly, estaba como realmente enamorado de
ella, cuando todavía creía que era heterosexual.

¿Cuál te gustaba a tí?

Zack, creo. Cuando llegó el verde me gustó ese.

Harry no respondió esta vez, y Louis creyó que se había quedado dormido. Lo cual no era justo,
porque era su cumpleaños, y Harry no lo había saludado y se merecía al menos ese trozo de
dignidad: ser el que deja esperando al otro. Al menos se merecía un "Buenas noches".

Mi abuela te hizo un suéter. Es lindo, tiene palomas.

¿Es pequeño?

Tan pequeño... Iba a usarlo, por costumbre, ya sabes. Pero me iba a ver ridículo sin una excusa.

Louis sonrió. El año anterior la abuela le había hecho uno rojo y verde, bien tradicional, y era
bonito pero era tanto más pequeño que el de Harry que Louis lo obligó a cambiar durante la cena
sólo para sentirse como el mayor de los dos.

Por eso y nostalgia, quizá. Porque le recordaba a las navidades anteriores que habían sido tan
bonitas, y porque Harry crecía tan rápido —se le escapaba de las manos— y Louis quería
aferrarse a eso mientras podía. A su suéter y a la sonrisa ridícula con la que lo miraba cada vez
que estaban bajo un muérdago.

Hizo el mío más pequeño, de todas formas. Se ve que creyó que me gustaban así, ajustados.

¿¿Tan ajustado??

No como el tuyo, no tan chico respondió Harry, todavía tendrías que arremangarte las mangas un
poco si te lo pones. Todavía cubriría la parte alta de tu trasero.

¿Cómo lo sabes? Ya no salimos, por lo que sabes puedo estar alto y musculoso ahora.

Louis, han sido dos semanas. Quince días, pero cerca. Y te extraño, dicho sea de paso. Odié que
no estar contigo esta noche.

¿Ah, sí? ¿Qué extrañaste?

Todo, Lou. ¿Por qué estamos haciendo esto de todas formas? Louis iba a responder. Iba a
escribir, "porque eres un idiota, porque no quiero que me duelas como me doliste antes y tengo
miedo porque siento que voy a perderte". Iba a hacerlo pero el celular sonó otra vez: ¿Cómo
puede ser que siempre seas tú el que rompe conmigo y siempre yo el que de alguna manera
termina disculpándose? Y otra vez: Te extraño y te amo y ya no sé si me quedan palabras bonitas
para volver a conquistarte.

Y otra vez: ¿Siquiera me sigues queriendo?

Por supuesto que lo hago. No dudó al enviar eso. Es sólo que antes nunca te quedabas sin
palabras bonitas, ¿sabes? Siguió escribiendo: Antes hubieses venido a verme, no te importaría
que hubiésemos roto.

¿Es eso lo que quieres? ¿Quieres que vaya a verte? Porque te extraño y tengo el auto de Gem,
Lou, puedo ir ya.

No quiero eso tipeó, y lo envió pero siguió escribiendo porque las palabras le brotaban tan
naturalmente como las ganas de llorar: quiero que lo hagas sin preguntarme. Quiero que me
ames como me amabas cuando te ofendías porque no te haya dicho que era mi cumpleaños o
cuando me felicitabas antes que nadie, en el primer segundo después de las doce.

Harry ni siquiera respondió.

Ni siquiera me has dicho feliz cumpleaños todavía.

Louis miró la pantalla por minutos enteros, pulsándola cada vez que la luz amagaba a apagarse.
Miró el "Raro está escribiendo" en la pantalla y cada vez que se detenía, cada vez que el texto
parpadeaba y Louis sentía que Harry se arrepentía de todo —de lo que iba a decir, de escribirle
siquiera, de Louis—, las ganas de llorar le volvían.

Era gracioso porque Louis nunca pensó que esa sería la vez que romperían en serio.

Harry se decidió casi diez minutos más tarde. Escribió: Feliz cumpleaños, y nada más, y después
de un momento se desconectó y Louis tenía veinticuatro años, pero lloró de todas formas.

—Lou.

Las manos de Haryr se sentían bonitas, acariciándole la frente y corriéndole el cabello. Hacía frío,
y la cama era el paraíso, y aún así lo más rico era el modo en que los dedos le recorrían la piel.
—Bebé, despierta —insistió.

Louis abrió los ojos, lentamente. El suéter de Harry tenía palomas blancas, así que debía estar
usando el suyo. Louis extendió la mano y acarició la lana y era triste pero bonito que la abuela le
haya tejido ese sólo para él. No era tan pequeño.

Harry se acercó a besarlo. Suave y dulce, en los labios. Louis lo había extrañado tanto.

—Feliz cumpleaños —susurró y Louis lo envolvió por el cuello y lo abrazó tan fuerte que lo tiró
sobre el colchón.

Harry metió las manos bajo la frazada y lo abrazó por la cintura y se apretó fuerte a él, mientras
hundía la nariz en su cuello le besaba la clavícula.

—Te amo tanto, nunca dudes eso —dijo.

—Te amo más —le susurró de vuelta Louis con los ojos cerrados y el perfume de Harry y sus
dedos recorriendo sus rulos.

Desayunaron con la familia de Louis y miraron a los más pequeños abrir los regalos. Había
algunas cajas, pequeñas, que no estaban allí la noche anterior; regalos de Harry, que había
comprado probablemente en Junio, conociéndolo.

Phoebs estaba colgada del brazo de Harry, agradeciéndole por el diario íntimo y Ernest estaba a
upa de Louis, jugando con el regalo que le había hecho, y Louis sonreía pero por dentro tenía
ganas de llorar.

Harry lo amaba, sí, pero no había regalo para él bajo el árbol y no le había dicho feliz
cumpleaños, y la noche anterior no le importó dejarlo quedarse dormido llorando, aunque sabía
—y Louis sabía que sabía, porque lo conocía de memoria, al punto en que era patético. Harry lo
amaba pero estaba enojado, o frustrado, o lo que sea y Louis sabía que no había vuelta atrás de
la noche anterior, por más que Harry hubiese viajado a desayunar con él.

Estaban en la casa de Zayn, más tarde ese día. Le había mandado un mensaje diciéndole que le
había hecho brownies de cumpleaños, y Louis había comido demasiado chocolate en los últimos
días, pero podía aprovechar la hierba.

Harry se había desparramado en el sillón más grande, y Louis se había echado encima de él, y
jugaba con las cadenitas en su cuello. Zayn estaba con el tocadiscos que había comprado en e-
bay, intentando hacerlo andar para probar el vinilo de Led Zeppelin que Niall le había regalado
cuando eran novios (y que nunca había podido oír).

Hablaban de películas, o algo. Louis sólo pensaba en lo cómodo que era estar sobre Harry, y en
lo mucho que iba a extrañarlo, y en qué iba a hacer con todos esos huecos que Harry iba a
dejarle.

—Es lindo que se hayan arreglado para su cumpleaños —dijo Zayn, y Louis no sabía por qué
hablaban de él de golpe—, hubiese estado hecho un estropajo, llorando mientras se atestaba de
brownies.

Harry sonreía. Louis no lo veía pero podía adivinarlo, así que se reincorporó y le desdibujó la
sonrisa a la fuerza, con los dedos. Ahora él sonreía —y Harry también—, pero se miraban y era
bonito.

—¿Siquiera les quedan motivos para pelearse? —continuó Zayn—. La pregunta es por qué tema
no han roto a estas alturas.

—¿Qué era esta vez? —dijo Harry.

—Ni siquiera lo recuerdas —protestó Louis, y fingió la expresión más dolida que sólo logró que
tanto Zayn como Harry rodaran los ojos—. Que soy un novio olvidado, eso.
—Ah, sí —dijo Harry—. Claro. Lo del cine.

Lo del cine. Harry lo decía casualmente pero era más complejo que eso. Quizá Louis no se lo
había explicado, pero, lo que sea, Harry debía saber. Si es que tanto le importaba conocer sus
secretos o algo así.

—Oh sí —dijo Zayn—, ese jueves.

Zayn no dijo nada, ni Harry, ni Louis. El último intentaba recordar cuando le había contado a Zayn
de todo el asunto, si su estrategia cuando rompía con Harry era fingir estar dolido para que no se
notara que lo estaba realmente y comportarse como un crío.

Entonces, Zayn empezó a reír. Con los ojos achinados y la sonrisa más ancha y era ofensivo,
realmente.

—Te debes sentir medio tonto, ahora —dijo.

—¿Por qué?

—No le dije todavía —dijo Harry y Louis volvió a mirarlo.

Era raro porque sonreía pero se veía triste.

—Ups. Bueno, lo siento —Zayn fingió cerrarse la boca con una llave, y luego volvió a sonreír—,
mis labios están sellados.

Era de noche y Harry debía irse pronto. Trabajaba al día siguiente y ya se había quedado en
Doncaster mucho más de lo que planeaba hacerlo, pero estaba lindo, para un día de invierno, y el
río se veía bonito.

Bebían café en la orilla y Louis tenía el trasero húmedo por el rocío pero le importaba muy poco.
Harry estaba tibio, a su lado, de todas formas.

No estaban hablando, pero no se sentía mal. Es decir, el día entero se había sentido raro, pero
ese momento era lindo. Harry lo abrazaba por los hombros y canturreaba la música que llegaba
desde el auto y de vez en cuando besaba a Louis y se sentía cotidiano.

No iban a romper en ese momento, eso era seguro. Había sido tonto que siquiera lo hubiese
pensado, porque era su cumpleaños y Harry no haría eso. Es decir, el miedo seguía allí; Harry
estaba raro y había cosas sin decir, pero no iba a ser ese día, y ese día, Louis quería disfrutarlo.

—¿Estamos bien, Lou? —dijo Harry. Aparentemente él tenía otros planes.

—Por supuesto —mintió.

—Pero, es decir. Rompiste conmigo, porque no pude ir al cine.

—Habías ido con Liam y Niall la semana anterior —murmuró Louis—, me sentía poco especial.

—Sí, pero... No eres justo conmigo —lo regañó—, porque si me lo dijeras yo podría explicarte que
eres el más especial de todos para mí. Pero en cambio haces esas cosas y tiras una escena y me
dejas y... —Harry tragó saliva—, no sé si crees que no duele o qué, pero sí. Sí duele. Cada vez
un poco más. Y lo que dijiste anoche...

Aquí venía.

—¿Lo haces por eso? ¿Porque te gusta verme arrastrarme de vuelta a ti?
—No es así, no es que... —titubeó—. Sólo me gusta saber que te importo.

—¡Pero Louis! —exclamó frustrado y sus ojos verdes estaban encendidos con una mezcla entre
enojo y ternura—, eres lo que más me importa, ¿cómo puedes dudarlo?

—No lo sé, Haz. Cosas —se encogió de hombros—, ¿cuándo fue la última vez que follamos,
recuerdas? O, como, pasas todo este tiempo con Liam, de golpe —Harry rodó los ojos: okay,
quizá "todo este tiempo" había sido una salida al cine con él y Niall, pero igual—, y como no
quieres que vaya a tu trabajo, no me dices feliz cumpleaños...

—Vine hasta aquí para decirte feliz cumpleaños.

—Luego de que te lo dije —dijo—. Y lo entiendo, como entiendo si esto se está perdiendo para ti
pero ayer cuando recibí ese bendito mail, sólo... —Y por supuesto, lloraba. Era por eso por lo que
no decía esas cosas, por lo que las guardaba—: Me duele que no me ames como me amabas
antes porque yo todavía te amo así.

—Lou...

Harry lo apretó bien fuerte hasta que casi cayó sobre su regazo.

Le besó el hombro y el cuello y la mejilla y la nariz, la pera, la boca y el cabello también.

—Y ni siquiera querías que lo leyera —sollozó—, qué tan patético es eso.

—Por supuesto no quería que lo leyeras, raro —lo regañó—, ¿realmente crees que me gustaría
proponerte matrimonio así? Ebrio y con una tarjeta fea de la cual ni siquiera recuerdo la mitad de
lo que dice...

—Fue lindo, cuando la leí —protestó—, realmente raro de a ratos porque estabas drogado, pero
fue lindo.
Harry se rió.

—Louis te amo más de lo que te amaba antes, si es posible, ¿sí? ¿Y que si no follamos todas las
noches? Es jodidamente perfecto cada vez que lo hacemos. Y mis compañeros de trabajo, bebé,
soy el hazmerreír de la oficina por lo mucho que te quiero, como, es jodidamente ridículo... Estos
últimos meses, con todo el asunto de...

Silencio.

—¿De qué?

Harry negó suavemente con la cabeza.

—Louis, me juras que vas a dejar de hacer estas cosas, como que vas a hablar conmigo, si algo
te molesta y que vas a creerme cuando te digo que te quiero.

—Lo juro.

—Porque lo digo en serio, Lou. Realmente te quiero. Te adoro.

—Lo sé. Lo siento —murmuró—, todavía soy nuevo en esto de...

—No, no, no. Ya deja de usar la tarjeta de que soy tu primer novio, han sido dos años —lo regañó
y Louis rió: quizá tenía razón—. Prométeme que vas a cuidarme y yo te juro que voy a cuidar de ti
y que veremos la bendita película cuando estemos allá.

—Ya la ví, era estúpida —explicó. Harry lo miraba con la expresión más graciosa del mundo,
como cansado y ansioso al mismo tiempo—, lo juro por Billy.

Harry rió y al hacerlo cerró los ojos y era lindo porque era un gesto nuevo, no lo tenía cuando
empezaron a estar juntos. Como no tenía esas camisas coloridas ni el pelo tan largo ni el torso
tan muscular, y todas esas cosas a veces a Louis lo asustaban un poco, lo asustaba lo rápido que
el tiempo pasaba. Pero esa risa se sentía segura, como cuando Harry lo abrazaba.

Se acercó a besarlo y Harry respondió y era... La primera vez que se besaban, así. Desde que se
habían visto. Era la primera vez que se besaban así en meses. Louis se hubiese desnudado allí
mismo, en el crudo invierno junto al río, sólo porque Harry se sentía tan suyo en ese momento...

—Bebé, bebé —Harry lo detuvo—, tengo tu regalo de cumpleaños.

—Puede esperar —sonrió sobre su boca y le mordió el labio pero a Harry no parecía dolerle.

—No puede, no puede —insistió alejándolo suavemente. Sacó las llaves del bolsillo y se las dio a
Louis—. Está en el baúl.

Louis hubiese protestado por tener que ir a buscar su bendito regalo si no fuera porque su regalo
lo esperaba. Harry no le había dicho feliz cumpleaños a las doce pero le había comprado un
regalo y eso quería decir que había pensado en él, aunque habían roto hacía dos semanas.

Harry lo siguió hasta la ruta y cuando Louis finalmente pudo abrir la puerta del baúl, ya estaba a
su lado con una mano en su cintura. Era un paquete bastante grande, pero blandito cuando lo
tocó. Se llevó el paquete a su pecho y empezó a romperlo, y al ver la lana se dio cuenta.

—Heeey, este no es tuyo —protestó—, es de Nana.

—Sólo póntelo —Le dio un coscorrón.

Louis terminó de abrirlo y entonces notó... Era igual al de Harry. Más pequeño, pero con el mismo
diseño. Las bobas palomas blancas.

—Pensé que estabas usando el mío... —susurró.


—Creo que a esta altura eres su nieto preferido —bromeó Harry.

Louis rió y lo sacó del paquete para ponérselo, y entonces, al sacudirlo, algo pequeñito y negro
voló en el baúl.

Era una cajita.

—Por la puta virgen —dijo y Harry estalló en carcajadas.

—Ahora, si me hubieses hecho caso y no hubieses leído la bendita tarjeta —explicó mientras
Louis la tomaba entre sus manos—, y si no hubiésemos tenido esta conversación, podría sólo
dejarte reaccionar pero se siente raro ahora —dijo—: no es un anillo.

—¿No lo es? —frunció el ceño, mientras observaba la cajita con miedo a abrirla.

Harry negó con la cabeza.

—Era la cosa, cuando empecé a planearlo. Se suponía que iba a pasar estas últimas semanas
recordándote de esa conversación en la estación de trenes y que luego iba a ponerme de rodillas
dramáticamente y darte la cajita, así —dijo y la tomó de sus manos y se arrodilló frente a él—: iba
a ponerme así y mirarte a los ojos y decirte que eres la persona más jodidamente fascinante que
conocí en mi vida y que nunca podría aburrirme de ti y que quiero pasar el resto de mi vida
contigo.

—Sería un sentido del humor bastante macabro —protestó.

—No, ¿ves? Porque, lo digo en serio. Quiero casarme contigo, locamente. Desde ese día en la
estación. Joder, desde el día en que te conocí en el cumpleaños de Zayn y no podía parar de
pensar qué era eso que tenías que me volvía loco —Tragó saliva—. Quiero casarme contigo y
quiero que te cases conmigo, pero este año ha sido raro, para los dos.
Louis asintió.

—Las cosas no están en su mejor momento y siempre pensé que cuando te propusiera
matrimonio tenía que ser perfecto, ¿sabes? En París, o algo así, en una noche de primavera, con
las estrellas y las luces y con una casa a la que volver y nuestras vidas encaminadas. Y eso no es
ahora, todavía.

—Lo sé —cedió Louis, pero Harry seguía de rodillas.

—Pero quiero llegar allí. Quiero casarme contigo algún día y ahora no puedo darte París ni
primavera, pero puedo darte esto —abrió la caja, y la luna brilló sobre algo metálico y parecía un
anillo, en todo sentido (por el reflejo y por la caja y porque significaba eso, de todas formas) —:
Lou, ¿Te mudarías conmigo?

—Eres un idiota —rió tomando la llave y observándola a la luz de los reflectores en la ruta—,
¿qué llave es esta?

—Del departamento que alquilé —explicó Harry poniéndose de pie, y recién entonces Louis lo
entendió, hasta el momento creía que estaba sólo hablando o algo.

—Dios...

—Esa es la de la puerta del departamento, la del edificio es más grande y no entraba en la cajita.

—No puedo creerlo.

—No tiene muchas cosas, todavía. Sólo un par de muebles y mi cama de sillón y un colchón de
dos plazas y la heladera que me dio mi tía, pero pensé que si decías que sí podrías traer tu cosa,
y, tú sabes... Empezar.

—Sí... —dijo. Seguía inspeccionando la llave—, sí, claro, sí. Me mudaré contigo.
Harry le sonreía bien ancho y bien bonito y cuando Louis lo besó, sabía a nubes y a París y a
primavera. Lo abrazó por los hombros, y Harry por la cintura, y lo alzó en el aire apretándolo bien
fuerte. Cuando volvió a pisar el suelo, pensó que seguía flotando, pero estaba acostumbrado a
eso.

—Me siento como un idiota.

—No lo hagas —dijo y lo besó otra vez—: feliz cumpleaños.

—Gracias.

—Y feliz navidad.

—Igualmente —rió.

—Y feliz aniversario —continuó.

—Realmente deberíamos repartir mejor estas fechas importantes —sonrió y se puso en puntitas
para besarlo otra vez—. Feliz aniversario.

Harry lo acercó por los hombros y lo abrazó también. Le acarició el cabello y le besó la frente
mientras Louis veía la llave que lucía tan bonita. Se la puso a modo de broma sobre el dedo
anular e hizo el gesto que hacen las chicas cuando muestran el anillo, y cuando Harry reía Louis
se sentía el hombre más afortunado del mundo.

Y entonces, Harry respiró hondo.

—La cosa es, Lou —suspiró otra vez—, que sí viste el e-mail. Y que peleamos anoche y que...

Louis frunció el ceño.


—Ya me pediste, no puedes des-pedirme que me mude contigo —protestó.

—No es eso, raro —rió—, la cosa es que me asustaste, realmente lo hiciste. Pensé que te me
ibas de las manos y no sabía qué decir para que entiendas lo mucho que te amo, lo mucho que te
necesito.

Carraspeó.

—Y, sabes, esa caja... Tenía un anillo cuando la compré, cuando compré el anillo, mejor dicho
—Sus mejillas se ponían cada vez más rojas y cuando se mordió el labio parpadeó pesadamente
y se veía asustado y jodidamente hermoso—, y había decidido guardar el anillo para otro
momento, para París, o lo que sea.

—O lo que sea —repitió Louis incrédulo, y luego Harry volvió a ponerse de rodillas y metió la
mano en el bolsillo del camperón y:

—Pero supuse que es París para mí cuando estoy contigo y espero que lo sea para ti también y...

Louis le cubrió la boca con los dedos. Los ojos de Harry parpadearon suavemente, mientras lo
veían arrodillarse a su lado.

—Harry, no tienes que... Te amo, locamente, y te diría que sí si quisieras preguntarme pero,
como... No podemos tener todas nuestras fechas en el mismo día —Harry rió, y a Louis se le
iluminaron los ojos mientras continuaba hablando—, puedo esperar, a más adelante. No a París,
necesariamene, no necesito eso. Pero a terminar la carrera y encontrar a Billy. Puedo esperar.

Harry le besó los dedos, con ojos cerrados y una sonrisa ancha. Guardó el anillo, y tomó sus
manos, y las besó también. Lo abrazó por la cintura y besó sus labios y lo abrazó tan fuerte que
Louis sintió... Se sintió en casa.

No conocía el departamento, todavía, pero se sentía allí. En un lugar que fuera sólo de ellos, con
una cama que compartirían juntos y con un perro que llamarían Billy, y que sería una promesa de
que se amarían por siempre. Se sentía allí mismo como si la intemperie y el invierno se
disfrazaran de alcoba, y el río era el viento murmurante que movía las cortinas.

—No me digas que vamos a casarnos, no lleves el anillo —dijo Harry—, pero ¿puedes
prometerme que estarás conmigo para siempre, Lou?

El asintió y hundió la cabeza en su hombro y estaba llorando, y Harry probablmente no recordaba


por qué. No recordaba que le había dicho esas mismas palabras ese día, y hace más de un año,
y que se sentía un poco tonto por siquiera dudar que lo amaba distinto ahora.

—Quédate conmigo porque cada vez que me dejas es como si me arrancaras algo.

—Lo prometo.

=================

Drabble No. 1

De cómo Louis ama a Harry, pero va a seguir diciéndole que no lo hace, para pelear.
Este drabble se ubica un día después de cuando Harry y Louis se despiden en la estación de
trenes (entre el capítulo 13 y el Epílogo)
xxx
Se trataba de una escena pintoresca. El vapor del té empañaba sus cristales, pero literalmente no
podía importarle menos, ni que se había dejado los contactos en Manchester, ni que apenas
podía ver a través de la nebulosa en sus lentes. Le bastaba escuchar a las mellizas riendo, la
caricia de su mamá en la rodilla, la tibieza de la manta con la que se cubría los pies y el recuerdo
de esa mañana para hacerlo sonreír.
El teléfono sonó, el simple beep de un mensaje, y Louis se levantó repentinamente arrastrando
consigo la manta que cubría a él y su mamá. Lottie apretaba los labios y Fizzy arqueaba las cejas
y el nombre de Harry brillaba en la pantalla del celular.
Acabo de despertarme y ahora no sé qué parte fue sueño y qué realidad !!
El teléfono sonó otra vez, antes de que Louis pudiera siquiera decidirse por una respuesta.
Realmente espero que sea cierta la parte en la que me decías que me amabas :p
¡Esas palabras nunca dejaron mis labios! ;P, bromeó y sonreía tanto que le dolían las mejillas.
Como, en serio le dolían. Estaba así de cerca de tirarse un músculo.
Fizzy entró a la cocina a buscar una manzana y a juzgarlo. Debió haberse escondido en su

habitación a responderle, donde pudiera cerrarle la puerta en la cara a la entrometida de su


hermana.
¿Qué? le dijo sacando pecho y tragándose la sonrisa. El teléfono vibró en su mano.
Nada respondió ella encogiéndose de hombros, y le dio un mordisco a la fruta, sólo
alimentándome. Comiendo una manzana.
¿Puedes comerla en otro lado?
Oh, lo siento, olvidé que la cocina era lugar exclusivo textearte.
Lottie se rió detrás de él y entonces al girarse la vio junto a su mamá en el marco de la puerta,
sonriendo sin disimulo y observándolo como si fuera un espectáculo.
El celular vibró otra vez y las tres guardaron silencio, para simplemente mirarlo. Tenía el rostro
rojo, lo sabía: podía sentir el calor en la piel y el sudor en las manos.
Carraspeó y miró la pantalla como quien no quiere la cosa. No importaba qué tanto pudieran
suponer, él no iba a darles el gusto de confirmar lo que estaban pensando. No es que estuviera
avergonzado, de hecho estaba bastante contento: Harry era genial y su mamá iba a adorarlo, y
quería hablar de todo con alguien (que no podía ser Zayn, por ahora), pero en ese momento, con
las sonrisitas y las miradas acusadoras, era una competencia, y Louis no iba a perder.
El primer mensaje lo hizo sonreír de vuelta, y el segundo, morderse los labios.
¡Esa broma ya es vieja y no me gusta! No seas malo y dime que me quieres.
Yo te quiero.
Después le temblaban los labios y por más que intentara contenerse no podía parar de sonreír.
Qué niñita.
¿Quién es? preguntó

Jay divertida.
Zayn mintió en seguida y se rascó la barba, que realmente no le picaba para hacer algo.
El teléfono empezó a sonar, y la foto de Harry con la copa de starbucks de esa mañana
parpadeaba en la pantalla.
Ese no es Zayn dijo Fizzy que había aprendido a deslizarse silenciosamente en danza, o algo así
(no se explicaba cómo había llegado a su lado si hace un instante estaba junto a la heladera).
Louis atendió el teléfono para que al menos la foto desapareciera de la pantalla, pero antes de
que pudiera decir algo, cualquier cosa, antes de que se le ocurriera una excusa para escaparse
de la cocina, Harry habló y su voz grave sonó clara en el silencio expectante de su familia.
Eres el peor novio del mundo.
Entonces, el escándalo.
Fizzy soltando uno de esos chillidos de alta frecuencia propios de los adolescentes, Jay riendo y
Lottie murmurando-: ¿dijo novio?
Un instante después las mellizas estaban en la cocina y Fizzy le pasaba el celular a su hermana
(en serio, se había convertido en un hada desde que hacía ballet: ¿cómo se lo había quitado?) y
su mamá soltaba el discurso que tenía preparado desde hacía al menos dos décadas y dos años:
que estaba muy feliz por él, que le encantaría conocer a ¿cómo se llama?
Louis estaba paralizado y las mejillas se le habían prendido fuego.
Daisy caminó a su lado y le tironeó la mano mientras las dos hermanas más grandes peleaban
por su celular.
¿Qué pasa? -preguntó. Louis se encogió de hombros.
No

tenía la más puta idea.


x
Jay terminó de hablar con Harry media hora después. La cocina continuaba atestada de gente
pero al menos todos estaban callados ahora.
Ven cuando quieras, Harry, siempre estás invitado decía y era en serio, Louis podía verlo en el
modo en que sonreía.
Lottie y Fizzy cuchicheaban, cosas bonitas por lo que podía oír, y las mellizas comían las
golosinas que Harry había dicho les mandó. No es que Louis las estuviera escondiendo -no es
que le molestara la situación, realmente-, es que era difícil renunciar a eso de tener a Harry para
él. Le bastaba con que fuera un secreto por el momento. Era demasiado en sí, más de lo que
acostumbraba sentir.
Louis no era un tipo amargado, sabía reír, y se sentía bien la mayor parte del tiempo. La
amargura no le sentaba bien y aunque llorara con cada película, estaba más acostumbrado a que
le doliera la panza de reír que el pecho de llorar (a excepción de los últimos meses, pero eso era
otro tema).
La cosa es que ahora era todo junto, todo el tiempo: era Harry en su recuerdo y Harry en su futuro
y en el celular mandando mensajes, y en una bolsa de golosinas, y en un beso de hasta luego.
Ahora era alegría y ansiedad y paz y era tan difícil conciliar las tres cosas dentro suyo, que la
simple idea de hablar del tema se volvía confusa.
No estaba escondiéndolo, no. No le molestaba que toda su familia estuviera hablando con él se
sentía como un alivio de hecho, como la manta en sus piernas hacía un rato en el sillón.
Pero es que una hora atrás Harry

era sólo suyo y ahora tenía que compartirlo con todo el mundo, y ¿cómo -honestamente- se
suponía que se calme? Si podía de hecho hablar del tema, si ahora podía contarle al mundo
como Harry lo había acompañado a la terminal y le había invitado el desayuno, y que era alto y
bonito y súper inteligente, y que hacía chistes tontos y que una vez habían pasado una tarde
entera bajo un árbol mientras Harry le acariciaba el cabello. Y que le había dicho que lo amaba.
Que le gustaba-gustaba.
¿Cómo se suponía que Louis hablara de otra cosa que no fuera que a Harry le gustaba-gustaba?
¿Cómo se iba a sentir decirlo si apenas pensar en eso le hacía cosquillas en la panza?
Louis tenía cara de susto cuando Jay le pasó el teléfono. Lo tomó sin decir nada y se escabulló
escaleras arriba, y no se lo llevó al oído hasta cerrar la puerta detrás de él y treparse a la cama.
Hey -dijo. La voz le salió retorcida y fea. Quiso enterrarse en el colchón y morir.
¡Louis! ¿Estás bien? ¿Estás vivo? ¿Vas a romper conmigo?
¡¿Qué?! ¡No! ¿Por qué? ¿Vas a hacerlo tú?
¡No! se apresuró a interrumpirlo Harry, es que... ¡Lo siento! No pensé que tu hermana atendería...
No quise... ¡Lo siento! Sé que tienes tu ritmo para estas cosas y...
Está bien... dijo. El latido en su corazón se calmó de a poco, y se acomodó en la cama
abrigándose la espalda con los almohadones, iba a decírselos pero no sabía cómo.
Harry tardó un momento en contestar.
Bueno, te ahorré ese

trabajo bromeó y después rió.


Louis se mordió el labio pero no pudo contener la risa por mucho tiempo.
Eres un tonto dijo y se rió más fuerte todavía, sin saber siquiera por qué. Es que escuchar a Harry
hablar y escuchar a Harry reír tenía un efecto sobre las mariposas en su panza... Se
descontrolaban, salvajes, le sacudían el pecho, y la electricidad llegaba hasta la punta de los pies
y subía hasta su garganta como un verso suave y brillante.
teamoharryteamoharryteamoharry.
Louis quería verlo ahora. De golpe lo que hacía un instante era demasiado (Harry en el teléfono,
riendo) ahora era poco y quería más.
teamoharry.
Te extraño dijo y se pellizcó el cachete para ver si así paraba de sonreír. Quería callarse pero no
podía: y realmente te amo, es cierto.
Lo sé, te amo también.
Y voy a seguir diciéndote que no lo hago, para pelear.
Harry rió del otro lado del teléfono y otra vez las mariposas revolotearon locas y Louis quería
llorar.
Lo sé, y está bien.
Louis no dijo nada por un momento, intentando domar su corazón y la tormenta de colores en su
panza. Se tocó el pecho que latía fuerte, pero se calmaba una pizca al oír el silencio de Harry del
otro lado.
¿Era raro que le guste oírlo respirar? ¿Era él raro?
A quién le importa, se sentía bien saber que Harry estaba ahí, del otro lado.
También te extraño dijo Harry, con la voz aún más grave de lo que la recordaba, quiero besarte.
¡Dímelo a mí! respondió hundiéndose

en su propia vergüenza.
Era tan cursi, demasiado para su gusto. Y eso que a Louis le fascinaban las escenas románticas
en las películas y siempre que se embriagaba terminaba por confesar que moría por un tipo que
lo llame para decirle que lo quería. Es sólo que nunca pensó qué de hecho le tocaría, nunca
pensó que lo diría él.
He tenido ganas de besarte desde que te besé admitió.
Esa es la cosa más cursi que jamás me han dicho.
Hey, apuesto a que no es tan cursi como las cosas que escribes en tu diario retrucó Louis
mientras reía y era tan fácil, esto.
Era fácil estar juntos -mucho más fácil de lo que había sido estar separados.
Era cursi, incómodo, desesperado, torpe, pero fácil y se sentía bien cómo encajaban sin
problema, como hace un minuto Louis quería morir de vergüenza y ahora se tomaban el pelo
mutuamente, y cómo pasaba el tiempo suavemente entre ellos como brisa y cómo podía sentirse
tan cerca y tan lejos y cómo cada vez que Harry reía sonaba como una canción.
Harry ya le había contado a Gemma obviamente, y ahora que la familia de Louis sabía parecía
justo contarle a su mamá. Hablaron de eso, un momento, del día hipotético en el que estarían en
Doncaster y en todos los lugares que Louis le llevaría a conocer. De lo bonita que se oía Phoebes
en el teléfono y de qué buena jugada había sido mandar un montón de golosinas, y después
cuando se calmaron un poco, hablaron también de la tarde en que Louis se cruzó a su hermana
en la biblioteca y de cuándo supo por primera vez que lo amaba.
Eran tres momentos, le explicó, una tarde bajo un árbol, un mensaje de texto y después una
noche triste en la que no podía parar de llorar. Harry se disculpó por ser estúpido, y juró:
Si vale de algo jamás volverá a pasar, estás siempre primero para mí.
Y Louis no iba a admitirlo pero valía, mucho.
El caso de Harry fue distinto. Él siempre supo que lo amaba, pero no lograba encontrarle un
nombre. Era difícil hablar de eso porque significaba mencionar a Liam, y no lo merecía, pero
Harry intentaba decirle que había olvidado que el amor era eso, esa llama en el pecho, ese dolor
tan bonito, no una calma costumbre con sabor a nada.
Lo asustó un poco. Pensar que en muchos años, quizá, con ellos pasaría lo mismo. La parte de
muchos años, sin embargo, no asustaba tanto como un futuro sin Harry.
Quiso preguntarle si era normal estar pensando en diez años adelante cuando no llevaban ni 24
horas juntos (literalmente), pero no lo hizo, porque iba a asustarse cuando Harry le contara los
planes que anotaba en su diario (es un cuaderno, Louis).
A las seis, Harry dijo que tenía que bañarse. Iban a cenar de vuelta con la familia, las sobras de la
noche anterior.
Louis parpadeó sorprendido al caer en la cuenta. Era un sentimiento raro cómo con Harry el
tiempo volaba y se detenía al mismo tiempo, dejándolo mareado y confundido: la cena de navidad
se sentía como hacía seis meses aunque si se esforzaba todavía podía recordar el gusto del
ponche.
¡Oh! ¿Colgaste el sweater? preguntó, porque era menos humillante que rogarle que le hable al
menos diez minutos más y hablaron hasta las siete porque Harry no estaba sucio de todas
formas.

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Drabble No. 2

De cómo Louis dejaba marcas en Harry


Este drabble se ubica en algún momento durante la breve época en la que Harry y Louis son
"amantes", y cuando Zayn y Louis son esa especie de amigos con beneficios que todos
confunden con pareja (Capítulo 5)
xxx
Louis sabía que no debería haber ido. Primero, porque tenía que estudiar para un examen la
semana próxima, y, okay, esa nunca era una excusa en su vocabulario, pero debería haberle
bastado esa noche. Segundo, porque tenía que ponerle un final a todo ese asunto y ya que
carecía de la fuerza de voluntad para ser un hombre y hablar del tema con Harry, la única opción
que le quedaba era evitarlo.
Fue ingenuo pensar que podría hacerlo, porque cada vez que había una reunión a la que Harry
estaba invitado, Zayn insistía el doble o el triple en que quería que lo acompañe. Era una especie
de callejón sin salida en el que siempre terminaba siendo una persona horrible: cuando no lo era
con Zayn y le brindaba el apoyo emocional que necesitaba, terminaba haciendo cosas que no
debía con un chico de secundario de ojos verdes y brillantes y manos que siempre se
aventuraban debajo de su pantalón.
Quizá podría hacerlo, si se esforzaba lo suficiente. Quizá podría estar una noche en el mismo
lugar que Harry y no terminar buscando excusas estúpidas para besarse con él en algún rincón,
pero en el fondo...
No quería pensar en eso.
x
Zayn lo había esperado en un parque cerca de la casa de Niall, en el árbol de siempre

y con un regordete faso echando humo. Louis llevaba un pantalón de jean y un montón de
mentiras en la punta de la lengua.
-No puedo ir hoy, tengo que estudiar -dijo mientras se trepaba al árbol y se acomodaba entre las
ramas más anchas que formaban una "v" y que él mismo había denominado El Trono en una de
sus visitas anteriores al mismo lugar.
Zayn le pasó el cigarro y arqueó las cejas conteniendo el humo un buen rato antes de finalmente
dejarlo ir.
-Claro. Tenemos que pasar a comprar alcohol porque Ni dijo que sólo tiene ron y yo quiero vodka.
-No puedo ir -insistió-. Necesito aprobar este examen.
-Louis. Si realmente te preocupara no estarías fumando -le retrucó y en un brote de dramatismo le
quitó el cigarro de los dedos. Dio una brevísima pitada y después siguió hablando-: No seas
horrible. Liam va a estar allí con el crío ese que tiene de novio.
Le brotó una incontenible risa nerviosa que difícilmente podría adjudicársele a la marihuana, pero
Zayn no pareció notarla.
-No puedo manejarlo solo.
Esta vez fue Louis quien le quitó el cigarro y dio una honda pitada, Zayn lo miraba con ojos de
cachorrito mojado.
-Entonces no vayas.
-No puedo no ir. Liam estará allí.
Negó suavemente con la cabeza, debatiéndose entre enojado y enternecido. No dijo nada, pero
Zayn dejó de insistir, sabiendo que lo había convencido.
Se quedaron allí un buen rato, fumando y mirando entre las hojas las estrellas.
Después, cuando bajaron de vuelta al mundo, Louis se subió el cierre de su abrigo porque

había refrescado, y cuando Zayn le recordó que tenían que pasar a comprar vodka antes de ir de
su amigo, soltó un suspiro helado y ya no pudo contenerse.
-¿Sabes? Para un no-novio eres bastante demandante.
x
Harry llevaba una camiseta blanca de Liam que le iba más grande y por eso le calzaba el doble
mejor. Caía floja sobre sus hombros y cuando se apoyaba con los codos sobre la mesa se le
veían las clavículas y los pectorales.
¿Desde cuándo tenía ese cuerpo? Louis podría jurar que cuando lo conoció era un crío genérico
con más hoyuelos que músculos, y ahora...
Estaban jugando a las cartas, Zayn y Niall contra Harry y Liam. O las reglas eran muy difíciles o
Louis había bebido demasiado. Un poco de las dos cosas, probablemente, y otro poco era
simplemente Harry.
Josh lo había invitado a jugar con los demás al PES, pero la hierba lo había dejado tan relajado y
tibiecito como un muffin y no podía despegarse de su silla junto a Zayn. Su amigo lo apreciaba: le
gustaba acariciarle el cuello y el cabello para estudiar la reacción de Liam (angustiosamente
indiferente) y a Louis le gustaba espiar de a segundos como Harry se acomodaba en su asiento,
incapaz de dejar de mirarlos por el rabillo del ojo.
Lo hacía sentir poderoso, lo cual era gracioso, irónico y sencillamente triste.
Minutos después, cuando Zayn se levantó a buscar un trago, y él tuvo que sentarse bien -
aparentemente llevaba básicamente echado la última media hora-, Harry buscó su pie bajo la
mesa. Un golpe tonto, en seco.
Era ridículo, honestamente. Exigente y estúpido.

Una especie de "hey, mírame a mí" que lo sacaba de quicio.


Louis podría haber gritado, pero en vez de hacer eso, cuando Zayn volvió a la mesa, con un
rebosante vaso lleno de hielo, vodka y jugo de limón, le agradeció con una sonrisa y mientras le
hablaba de algún sinsentido, sacó el pie de sus vans y acarició torpemente el tobillo de Harry.
Harry sonrió por un momento, antes de morderse los labios y volver a las cartas.
x
-Se va a olvidar de mis chocolates -murmuró Louis que ya había perdido todo lo que le restaba de
dignidad, apenas Harry cerró la puerta
-Mándale un mensaje -dijo Liam sin prestar mucha atención, entretenido con la partida contra
Niall.
-No los traerá. Me odia.
-Él no te odia... ¡Tú lo odias! -lo corrigió, pero en seguida-: Heyyyy, ¿le pagaste al referí o qué?
Eso es foul...
-Esto es lo que pasa cuando mandas críos a hacer mandados...
-Es el único que no bebió, nadie más puede manejar -explicó Zayn, como si él no lo supiera.
-No bebió porque es un crío -insistió.
-Ese es mi novio del que hablan -les recordó Liam, justo antes de que Niall le hiciera un gol-.
Mierda.
Niall estaba haciendo un ridículo baile de la victoria así que Louis tuvo que hablar bien fuerte para
que alguien le preste atención.
-En serio necesito mis chocolates.
-Jesucristo, Lou. Ve con él y listo -lo calló Zayn. Finalmente.
-¡Bien! -dijo exagerando y tomando de un manotazo la chaqueta de su amigo que estaba sobre el
respaldo del sillón.
-¡No

lo pelees! -gritó Liam y cuando él ya estaba llegando a la puerta pudo oírlo decir-: apresúrate
antes de que salga.
Era algo así como gracioso excepto que en verdad era morboso. El auto de Harry seguía en la
misma esquina, con las luces prendidas pero sin intención de salir hasta que él se subiera.
x
Manejaron unas cuantas cuadras hasta finalmente estacionarse detrás de un parque. Los
celulares estaban cuidadosamente sobre la guantera del auto, donde podrían escucharlos si
sonaban pero no harían la estupidez de atenderlos sin querer.
Harry había tirado el asiento lo más atrás posible y Louis estaba sentado en su regazo besándolo
como si su vida dependiera de ello. Le gustaba chuponearle el labio hasta dejárselo rosado y
escucharlo gemir, le gustaba lograr que le apretara bien fuerte las caderas, dejándole la marca de
sus dedos sobre su piel dorada.
Le gustaba sobre todo sentirlo duro en el pantalón, que cuando él se alejaba unos centímetros
Harry se acercara siguiendo el rastro de sus besos. Era mentira, obviamente, pero lo hacía
sentirse en control.
Nunca tenían momentos así, con el tiempo y el lugar para saborearse tan bien el aliento. En
general eran breves escapadas, espaciadas a lo largo de la noche: primero unos besos, luego
una discusión, luego encuentros clandestinos en el baño que duraban poco pero se sentían
eternos y que muchas veces no servían siquiera para desahogarse. Louis volvía duro a la mesa y
después se sentía bastante culpable cuando esa noche terminaba haciéndolo con Zayn sin poder
evitar pensar en

cómo se sentiría hacerlo con Harry.


Sabía que no iban a hacerlo esa noche. No se le ocurriría siquiera sugerirlo. Pero se sentía bien
fantasear al respecto, y era fácil hacerlo porque Harry gemía sobre su boca, desesperadamente,
y sus manos finalmente habían dejado eso de bajar y subir por su espalda y estaban en su
trasero y eran tan grandes. Harry era tan grande.
Louis dejó de jugar con sus rulos un momento para bajar hasta su cinturón, y cuando llegó Harry
le mordió con fuerza el labio.
-Ouch -protestó y Harry se rió antes de besar su cuello, tan delicadamente que no parecía cierto,
que en ese descontrol hubiese encontrado la fuerza de voluntad para recordar que no podía
dejarle marcas.
Después, cuando Louis finalmente empezó a acariciarlo, con la mano húmeda de su propia
saliva, Harry se resignó a hundir la nariz en su cuello y respirar agitadamente mientras se mordía
los labios.
Quería verlo. Debía verse adorable, con las mejillas rosadas y los rulos pegoteados a la frente.
Así que lo empujó sin dejar de masturbarlo, echando su cabeza un poco hacia atrás, hasta darla
contra el respaldo del asiento. No había nada de luz en aquel recóndito rincón del parque, y los
vidrios estaban cubiertos de su propia respiración, pero algo de claridad se filtraba y Louis podía
ver el brillo desafiante en los verdes ojos de Harry.
Sonrió al verlo lamerse el también la mano, pero no pensó que...
Louis había hecho prácticamente todo en su vida. Había sido activo, pasivo, había hecho sexo
oral y lo había recibido, en más lugares

de los que admitiría, y en un lugar de su mente al que no volvía muy seguido había un trío del que
no estaba del todo orgulloso. Nunca en su vida, sin embargo, había tenido a un chico de rizos y
labios hinchados masturbarlo así, sosteniendo al mismo tiempo su miembro y sintiendo la piel y la
humedad y la conexión de los dos juntos acercarse el clímax.
Se sentía íntimo de algún modo, pero eso era probablemente porque estaban en algún rincón
perdido de la ciudad y porque era de noche y porque estar con Harry era un poco eso: salirse de
su mundo y de su piel por un segundo, entregarse a algo que lo perdía completamente y que por
más que intentara no podría llegar a entender.
-Te odio -le susurró al oído y le mordió el cuello. En seguida recordó a Liam y se alejó, y volvió a
besarlo, en los labios esta vez, porque Harry había empezado a hablar y no se suponía que
hicieran eso.
Cuando empezó a sentirse demasiado y ya no podía besarlo y respirar al mismo tiempo, apoyó la
frente sobre la suya y entrelazó su mirada con la de él. Era muy brillante, muy bonita, y Louis
estaba a punto de acabar.
Harry era bueno con sus manos. Muy bueno.
-Voy a... -Louis se mordió el labio bien fuerte, y Harry lo besó antes de susurrarle que pusiera las
manos, que él iba a acabar también.
x
Estuvieron un buen rato sentados en el mismo lugar, Harry con la cabeza echada hacia atrás y
Louis sin poder encontrar las fuerzas para quitar la frente de su hombro.
De a ratos se reían, sin razón, uno empezaba y el otro lo imitaba, y Louis no

entendía de qué se reía Harry, pero él variaba de pura vergüenza, a ese mágico rollo de papel
higiénico que por algún motivo estaba en el auto y que le había sacado del apuro de no tener con
qué limpiarse las manos.
Cuando Harry se reía su cuerpo entero vibraba y a Louis le daban ganas de echarse a dormir
encima de él. Estaba calentito, y sus hombros eran anchos.
Pero entonces sonó el teléfono. Un ringtone odioso que definitivamente no era de Louis. A Harry
le tomó un momento reaccionar, y entonces su cara palideció.
No necesitó mirar la pantalla para saber que era Liam.
Louis tiró el papel por la ventanilla y atendió el teléfono.
-Tu novio no puede hablar porque está manejando -dijo-, es decir, si puedes llamar a esto
manejar.
-Dios. Me preocuparon cuando me di cuenta de la hora. Pensé que se habían matado, pasaron
40 minutos.
-No lo he matado todavía -continuó mirando por la ventana para evitar los ojos de Harry. Ahora,
en ese mismísimo momento, le daba una mezcla de bronca y asco. No sabía si por Harry o por lo
claramente que se veía reflejado en ellos-. Pero puede que lo haga si no encontramos una tienda
abierta en los próximos 10 minutos.
-No encuentran tienda abierta -dijo Liam para la gente a su alrededor. Louis pudo escuchar la voz
de Niall claramente pero Liam lo repitió de todas formas-: Dice que por qué no van a una estación
de servicio.
-Porque son jodidamente caras -explicó. Titubeó un minuto y después continuó-: miren, estamos
cerca de la facultad, me fijo si está abierto el lugar al

que voy siempre y si no pasamos por una estación de servicio.


-Okay.
-Okay.
Clic.
x
Cuando Louis salió del baño, Harry recién salía de la estación de servicio.
-Marlboro y chocolates -dijo extendiéndole lo dos paquetes, pero evitando su mirada. Esto era
ridículo.
Sacó un chicle mentolado y le ofreció.
-No, gracias -Louis agradeció llevar la chaqueta de Zayn, porque tenía un excelente encendedor
en el bolsillo, y se prendió apresurado un cigarro.
Harry empezó a mascar un chicle demasiado rápido como para que no se note que sólo estaba
intentando limpiarse el sabor de Louis de la boca.
Se quedaron un rato allí, reposados en la pared de la estación y mirando los autos pasar por la
avenida.
-¿Crees que se darán cuenta? -dijo Harry. Louis puso los ojos en blanco.
-No, si tú no eres estúpido al respecto.
Harry sonrió y continuó mascando chicle.
-Sí, tienes razón. No es como que nos hayamos dejado marcas ni nada.
Louis asintió y siguió fumando y por un largo rato ninguno de los dos dijo nada. Pero después, el
cigarrillo se estaba acabando y Louis sintió, por algún motivo, que con eso se acababa su tiempo
para hacer algo. Como si una vez que lo dejara caer al suelo, la suerte estaría echada y no habría
vuelta atrás.
Lo que quedaba después era la vuelta a casa de Niall, un viaje corto en el que poco a poco todo
volvería a la normalidad y allí nunca había lugar para decir estas cosas.
-Realmente creo que deberíamos parar -dijo. Harry asintió.
-Yo también -Después se acercó torpemente unos pasos, hasta tocar su brazo con el suyo. Louis
sabía que venía un pero-: ¿pero quieres?
Negó torpemente con la cabeza, sin encontrar su mirada, y se hundió en un abrazo que Harry no
le había ofrecido del todo pero que lo estaba esperando.
x
Eran casi las seis de la mañana cuando Louis recordó esa charla. No la última parte, sino aquel
comentario al pasar que había hecho Harry: No es como que nos hayamos dejado marcas ni
nada.
Estaban mirando tele y Harry estaba sentado en el sillón junto a Liam, y él le acariciaba el hombro
mientras le decía quién sabe qué cosa al oído. Y entonces pasó.
Louis no recordaba siquiera hacerlo, arremangarle las mangas de la camiseta hasta los hombros,
pero sabía que había sido él. Lo sabía porque desde que lo había visto esa noche había pensado
que la camiseta le quedaría mucho mejor así, mostrando los brazos que Harry debería lucir más
de todos modos ahora que tenía músculos.
Pero mientras Liam lo acariciaba con la brusquedad que le era propia, el repliegue de tela que ya
estaba bastante suelto terminó de caer sobre su brazo y Louis sintió por algún motivo que eso era
terriblemente injusto y tuvo que convencerse de no treparse al sillón con ellos para
arremangárselas de vuelta.
Se conformó con saber que tendría más momentos, en que podría estar con Harry y ponerle la
camiseta como a él le gustaba y después se sintió tan horrible por siquiera pensar eso, que
hundió la cabeza en el hombro de Zayn y se quedó dormido.

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Drabble No. 3

De cómo el segundo novio de Louis sí lo amaba


Este drabble se ubica unos días después del día en que Harry llamó y las hermanas de Louis
cogieron el teléfono. (Entre el Drabble No. 1 y el Epílogo)

xxx

El primer novio de Louis no había sido realmente un novio.

Era alto y delgado, pero de hombros anchos. Parpadeaba lentamente, como si el mismísimo
tiempo tuviera que detenerse y esperar por él. Su nombre era Lucas y tocaba la guitarra y el
bajo. Solía llevarlo a bares universitarios y garabateaba poemas en las servilletas del café que
juraba eran para él pero siempre guardaba en sus bolsillos. Tenía tantas historias por contar, que
Louis apenas recordaba abrir la boca para otra cosa que besarlo, durante esos meses que
estuvieron juntos.

Le había costado unos cuantos meses aprender a dejarlo ir, ignorar sus mensajes y resistir sus
encantos cada vez que se lo cruzaba. Lo gracioso era que años después, Louis descubría que
había miles de rastros de él todavía pegoteados en su vida: una camiseta desteñida que usaba
para dormir, una bandana a cuadros y un gusto snob por las bandas de los setenta. Eso y un
montón de problemas emocionales, filosos y molestos e imposibles de tirar a la basura.

Quizá el primer novio de Louis no había sido realmente un novio, pero lo había amado. Así, como
amaba a Harry ahora: desesperada y torpemente. Lo amaba cada mañana al despertar y cada
noche antes de dormir, y cada vez que pestañeaba con pereza mientras el mundo los circundaba.
Lucas era el sol alrededor del cual el resto giraba como planetas, y Louis lo había amado tanto
que de mirarlo se había quedado ciego.

Hasta hacía meses atrás, bromeaba con Zayn que para él sería físicamente imposible tener un
novio, porque ya no le cabía otro par de cuernos en la cabeza. Lo decía y reía, pero la verdad es
que todavía dolía un poco. Sino los celos —porque el amor es como la gripe: con tiempo y cama
se cura—, la humillación de no haberse dado cuenta antes.

Louis se había jurado que no volvería a ser tan idiota, que nunca más alguien jugaría con él de
ese modo. Sabía que Harry no era así, y eso lo tranquilizaba. Lo adoraba hasta la médula: se lo
decía constantemente y él le creía.
Pero la cuestión es que... Lucas se lo decía también. Se lo murmuraba mientras lo follaba en la
parte de atrás de su auto y cuando se encontraban en la esquina de su casa y Louis le pedía que
le convidara un cigarro.

—Te amo, Louis, ¿lo sabes? —Había borrado de su recuerdo la parte en la que le decía que él lo
amaba también—. Tú no eres como los chicos de tu edad. Y definitivamente eres más interesante
que los de mi edad.

Louis reía y fumaba y después lo besaba hasta sacarse el gusto del cigarro de la lengua, y volvía
a su casa sintiéndose un gigante. Sintiéndose una puta maravilla.

Lucas solía jurarle que lo amaba y él solía creerle, así que, ¿qué significaba realmente que Harry
le dijera lo mismo?

¿Sigues despierto?

Sí, lo siento. Fumaba en la ventana, tipeó velozmente una verdad a medias para no preocuparlo.

¿Por qué en la ventana? ¿Tu mamá no sabe que fumas?

¡No! ¿Estás loco? Me mataría.

El siguiente mensaje tardó un minuto en llegar, y cuando Louis lo leyó pudo imaginar la sonrisa
satisfecha en el rostro de Harry.

Nunca pensé que serías del tipo que le temen a su mamá.

¡No conoces a mi mamá! La tuya te dio ponche en navidad y la mía todavía me mira raro si tomo
café después de las diez.

Bueno... Eres tan pequeño, probablemente todavía crea que tienes quince.

Louis sonrió antes el comentario.

¡Mírate...! Todo sarcástico y valiente cuando estoy demasiado lejos para hacértelo pagar.

¿Quieres pelear? No tengo miedo... Tomaré el auto de mi hermana y estoy allí en media hora.

Estoy bastante seguro de que la palabra que buscas no es precisamente "pelear" :p

Nuevamente, la respuesta de Harry se hizo esperar. Louis estaba tentado a prender otro cigarrillo,
pero afuera hacía frío así que en lugar de eso cerró la ventana y se sentó sobre el colchón,
envuelto en frazadas. Miró la pantalla del celular por minutos que se hicieron eternos, y justo
cuando estuvo a punto de prender la laptop para no sentirse tan patético esperando un mensaje,
sonó.

Lamento tanto no haberte dicho antes lo que sentía. No sólo por el tiempo perdido que podríamos
haber pasado juntos, sino porque te extraño tanto... Te necesito tanto ahora mismo. En seguida
llegó otro mensaje. No se siente justo que después de tantas idas y vueltas y de sufrir
innecesariamente no podamos vernos, ¿sabes?

Louis sabía. Entendía perfectamente lo que quería decir, porque sentía lo mismo; esa comezón
en la panza y las manos inquietas. Lo extrañaba tanto. Era ridículo pensar que habían pasado
apenas cuatro días.

Sentirse de ese modo era tan inevitable como estúpido, porque sabía que ese tipo de
dependencia no podía llevar a nada bueno —para él. Pero es que tenía a Harry astillado en los
huesos. Tenía su ausencia grabada en los brazos y dolía... Físicamente, dolía, quererlo tanto.

¿Estás despierto?
Louis sonrió al leer el mensaje. Chequeó el reloj: eran las tres de la mañana. Si despertaba a las
mellizas después de lo que había costado que se duerman, su madre iba a matarlo. Debería irse
a dormir de todas formas, todavía no había acomodado sus horarios de sueño desde la navidad
y todos en la casa empezaban a sospechar que dormía hasta tarde para no ayudar con las
tareas.

Pero quizá, si hablaba bajito... Serían apenas unos minutos.

Harry atendió el teléfono con la voz murmurada y más grave que de costumbre.

—Heey —dijo.

Louis se hundió todavía más en su cueva de frazadas.

—Hey...

Guardaron silencio por un momento.

—Yo también te extraño —confesó finalmente.

—Me estás llamando a las 3 de la mañana, puedo verlo —bromeó.

Louis frunció el ceño.

—¿Desde cuándo eres tan... Impertinente?

—¿Impertinente?
—Estuve leyendo las novelas de época de mi mamá.

—Ohh, ¿llegaste a la parte del sexo sobre el heno ya?

—¿Qué clase de libros crees que lee mi mamá? —protestó.

Del otro lado de la línea, Harry rió.

—Tu voz sale súper aguda cuando te enojas y estás murmurando.

Chistó, indignadísimo (no tanto).

—Me gustaba más cuando yo era el que te molestaba.

—A mí también, pero tú eres el que está serio y misterioso últimamente.

—No es cierto —(lo era).

—¿Estoy siendo muy molesto? ¿Te estoy texteando muy seguido?

—¿Qué? No, Harry... Jesús.

Tragó saliva y se dejó caer cada vez más en el fondo de su trono de frazadas. El polyester le
picaba en los talones y los muslos, pero hacía tanto frío... No quería salir de allí.

—Es sólo que todo esto se siente raro —Harry no dijo nada del otro lado, y Louis se imaginó lo
que estaba pensando. Nada más alejado de la realidad—. La otra vez estaba pensando en volver
el primero por la tarde, inventar alguna excusa. Así de mucho quiero verte y no estoy seguro de
que sea normal, ¿sabes? Adoro a mis hermanas con el alma y las extraño tanto cuando estoy allí
y ahora no puedo jugar con las mellizas por media hora sin chequear mi celular... Es bastante
patético.

Louis volvió a tragar saliva, esta vez sin saber ya qué decir. Harry no decía nada y lo estaba
volviendo loco. Se mordió el labio tan fuerte que se cortó la piel ya reseca del frío. Dios,
necesitaba otro cigarro.

—Deberías quedarte con ellas, aprovechar el tiempo. No las verás por meses...

Ouch.

—No, lo sé. Es una idea que cruzó mi mente, no iba a hacerlo realmente —lo interrumpió—,
puede que sea patético pero no estúpido. Es probablemente mejor de todas formas. Si no
podemos estar unas semanas sin vernos terminaremos como esas parejas melosas que se
sientan juntas en la silla y se besa en todos lados.

—Heeyyy... Quiero compartir silla contigo —protestó Harry— y besarte en todos los lugares del
mundo.

—Eso suena como una tarea larga —rió, un poco aliviado.

—Y quiero verte. Como, ahora. Todo el tiempo —explicó. Adentro de Louis había un globo
gigante de ansiedad que se escapó a suspiros cuando escuchó esas palabras—. Es sólo que no
quiero que te arrepientas luego por mi culpa.

—Tienes razón —murmuró.

Pasó un buen rato en el que nadie habló. La casa entera estaba en silencio salvo el eventual
crujido del a madera y el viento silbando entre los árboles.

Cuando Harry iba a decir algo, Louis se apresuró a taparlo. No necesitaba escucharlo ser tan
sensato de nuevo. Le preocupaba saber que podía permanecer lógico mientras él estaba en su
casa comiéndose las uñas y preguntándose cuánto podría Harry durar sin aburrirse de él. Le
recordaba a Lucas.

¿Estaba ciego otra vez?

—De todas formas, lamento haberte llamado tan tarde.

—Está bien. Estaba despierto. No puedo dormir mucho últimamente.

—¿Por qué?

—Pienso en ti cuando estoy solo. Usualmente te mando mensajes hasta que dejas de responder
y luego...

-¿Y luego qué? —preguntó curioso.

—Pienso en ti...

—¿Cómo puede pensar en alguien no dejarte dorm... Oooh.

Louis tuvo que esforzarse para no copiar la risa del otro lado.

—Piensas en mí.

—Mmhm.

El silencio esta vez era más pesado esta vez, más húmedo. Louis se relamió y tragó saliva antes
de seguir hablando.

—¿Qué cosas piensas de mí?


—Tú sabes qué cosas —protestó Harry. Podía imaginarle la expresión vergonzosa: mejillas
rosadas y una sonrisa disimulada.

—Dímelo —susurró—, ¿qué cosas?

Harry se tomó un momento antes de responder.

—La última vez que estuvimos juntos —Su voz sonaba incluso más baja que antes y Louis tuvo
que acercar el teléfono a su oído para escucharlo bien—, más que nada pienso en eso.

—Pienso en eso también a veces.

—¿Sí?

—Mmhm —Carraspeó, porque la voz le había salido quebrada y débil y le daba un poco de
vergüenza.

—¿Te gustó? Quiero hacértelo de nuevo, mil veces —Louis quiso responder pero no supo qué
decir. La voz de Harry era pesada y pegajosa como miel, y era casi imposible hacer otra cosa
más que oírlo—. Quiero verte acabar de vuelta... Dios, es todo en lo que pienso. En tu rostro
cuando te corriste y la forma en que tus labios temblaron y tus ojos... En cómo te retorcías cuando
puse el tercer dedo y...

—Dios —protestó Louis. Juntó sus rodillas y sintió el miembro endurecérsele contra los muslos, y
no pudo evitar pensar que quizá Harry estaba igual, enredado en sus sábanas y con la mano en
sus boxers.

Harry respiraba agitado del otro lado de la línea y era demasiado. Puso la palma sobre la tela del
bóxer, todavía inseguro de hacer algo más.
—¿Eso significa que ya no vas a follarme? —susurró—, ¿es todo dedos de ahora en más?
—Harry soltó un quejido lastimoso que lo obligó a rozarse un poco más rápido—. Porque si quiero
que me folles...

—Jesús, Lou —protestó—, te follaré, no te preocupes. Haré lo que me pidas.

—¿En serio? —Harry le respondió con un gemido gutural—. Porque quiero tanto que me... Sigo
pensando en eso, porque esa noche fue genial y se sintió... Pero extraño tenerte adentro, extraño
la forma en que me agarrabas las muñecas sobre mi cabeza, y quiero que...

—Espera —lo interrumpió—, dios, espera... ¿Puedo...? ¿Está bien si...? Me toco...

—¿No lo estás haciendo?

—¡Quiero! Pero se sentía rudo no pedir permiso.

Se sentía rudo no pedir permiso. Louis estaba a punto de correrse en sus bóxers.

—Puedes, Haz... Quiero que lo hagas.

—Bien —suspiró pesadamente y Louis se mordió el labio y sonrió.

—¿Estás duro?

—Tan duro. Te necesito tanto. Quiero follarte de cualquier modo en que me lo pidas. Sólo pídelo
y yo...

Se lo oía temblar del otro lado. Louis hacía un esfuerzo gigante para no tocarse, porque sabía
que se correría al momento en que lo hiciera.
—¿Serás obediente? ¿Harás lo que te pida? —le preguntó clavándose las uñas en las rodillas
para controlarse—, ¿Pedirás permiso?

—Mmhm —gimió.

—No te oí, lo siento.

—Sí, sí... Jesús, Lou... Me estás torturando.

—Tú eres el que dijo que no quería ser rudo —se burló amorosamente y adivinó que en su casa
en Manchester Harry se retorcía sobre el colchón—, yo sólo te señalo como hacerlo bien.
Correrse sin pedir permiso, por ejemplo... Eso es rudo.

Harry protestó del otro lado palabras ininteligibles. Después suspiró pesadamente hasta que la
respiración se le tranquilizó un poco y cuando recuperó la compostura volvió a hablar.

—Bien, bien —murmuró y luego con un tono juguetón y sarcástico—: estoy a tus órdenes.

—Así me gusta... —sonrió— Puedes tocarte, sólo no empieces a gemir sobre el colchón porque
no vas a oír cuando te diga como quiero que me folles.

—Dios... —Louis sonrió otra vez al oír su frustración.

—¿Estoy yendo muy lejos?

—No, Jesús, lo estoy amando.

Los dos rieron torpemente y por un instante estuvieron callados. Louis estaba demasiado duro
para dejar el momento pasar.
—Cuando nos veamos de nuevo... Cuando me folles —susurró— quiero que me prepares
primero, con los dedos. Lentamente como lo hiciste la última vez, porque tus manos son... Tus
manos son perfectas.

—Mmhm, puedo hacer eso. Y quizá pueda dejar las manos quietas y verte follarte solo.

—Puta madre —murmuró entre dientes.

—Ver cómo te empujas hacia atrás hasta sentir mis nudillos —continuó Harry.

—Dios, sí... Tres dedos, porque eres gigante, y luego... —carraspeó y al hacerlo volvió a bajar la
voz—, quiero que me pongas en cuatro, con la cabeza sobre el colchón

—Mmmhm— gimió Harry del otro lado, y Louis tuvo que lamerse la palma y acariciarse con ella la
cabeza para sentir un poco más.

Soltó un suspiro antes de continuar.

—Quiero que me tomes las muñecas y las tengas sobre mi cintura mientras me...

—Follo —completó ansioso con la voz grave y temblando—, mientras te follo.

—Sí... —le concedió—. Lento al principio para que me acostumbre pero luego fuerte y profundo...
Quiero sentir... Dios. Quiero sentir la sábana quemándome el rostro y tu pelvis sobre mi culo y
oírte... —como si lo estuviera convocando, Harry soltó un sonido gutural y gravísimo, seguido por
el ruido húmedo del relamerse los labios—. Gruñir. Quiero oírte gruñir.

—Bebé, no puedo aguantar mucho más —murmuró del otro lado, la voz resquebrajada todavía el
gruñido que le había cruzado la garganta—, ¿Está bien si...?

Louis asintió, y le llevó un momento darse cuenta que del otro lado del teléfono, Harry no podía
verlo.

—Sí, cuando estés listo —dijo—. Pero cuando me folles no tienes que pedir permiso. Quiero
que... ¿Recuerdas en mi dormitorio aquella vez, cuando te cobraste aquella apuesta?

—Sí...

—Cuando me folles quiero que lo hagas fuerte y rápido hasta que estés llegando y luego que me
tires sobre mi espalda de nuevo y...

—Dios...

—Y acabes en mi cara —confesó. Sintió su miembro latir bajo su mano y la movió más rápido
porque estaba llegando y porque oía los gemidos de Harry y sabía que él estaba llegando
también—. Porque... sé que... te gusta... y yo... a mí me... gustó...

También.

Sintió el calor bajar y presionó el miembro sobre su vientre, hasta sentir el líquido tibio sobre su
piel. Se mordió bien fuerte los labios para tragar todos los ruidos que morían por salir de su
garganta, y el teléfono le dolía en la mano de apretarlo así.

Unos segundos después pudo abrir los ojos de vuelta, y se quitó la frazada para asegurarse de
no haber ensuciado nada.

Tenía semen en el ombligo y el pecho y la mano pegajosa de corrida y saliva. Se sentía como si
tuviera dieciséis de vuelta. Aguardó en silencio hasta confirmar que no hubiese ningún ruido en la
casa, y volvió a llevarse el teléfono al oído.

Harry estaba hablando.


—...creer que me prestes atención porque en serio eres magnífico y yo aquí un simple pervertido
perdidamente enamorado de ti y... Quiero hacer todo contigo y quiero follarte así porque suena
jodidamente caliente pero también quiero hacerlo lentamente y mirándote a los ojos y yo... Sólo
quiero tenerte conmigo, te extraño locamente y...

—Te extraño también —susurró con la cabeza contra la pared, y luego se quedó callado
escuchándolo, porque él definitivamente no era tan articulado después de un orgasmo.

—Lamento tanto haber perdido tanto tiempo, haber sido tan estúpido. Y haberte lastimado, fui un
idiota. Pero ya no será así, nunca voy a tragarme nada y voy a cuidarte y siempre serás el único
para mí porque no puedo concebir un mundo sin ti, ahora que te tengo y que puedo oírte decirme
que me amas y que me extrañas, jamás lo sacrificaría por nada. Y hasta esto, este momento, de
nosotros dos siendo unos pervertidos por el teléfono, Louis, parte de mí quería interrumpirte a
cada segundo para decirte que te amo, porque te amo, te amo tanto, ¿sabes? Y sé que te gusta
torturarme y decirme que no lo haces pero sé que lo haces y no sabes lo bien que se siente saber
que me quieres, saber que soy especial para ti. Porque todos estos meses estuve torturándome
intentando descubrir cómo hacer para que el recuerdo durara para siempre, porque me dolía
saber que no iba a tenerte y ahora que sé que me quieres del mismo modo yo simplemente no
puedo evitar sentir lástima por el yo de hace unas semanas porque ningún recuerdo se acerca
remotamente a esto, Louis, a poder decirte que te amo y poder escucharte decirlo también.
Porque te amo, Louis. ¿Y tú me amas, verdad?

No puedo creer que te quedaste dormido en medio de mi discurso romántico. El peor. Novio. Del
mundo.

Louis sonrió al leer el mensaje, y luego confirmó la hora. Eran las cuatro y media, no podía
responderle ahora. En cambio dejó el celular sobre el colchón y se levantó de la cama pegajoso y
muerto de frío. Se limpió torpemente con unas servilletas antes de escabullirse al baño a lavarse
mejor, y luego se metió en la cama, con las frazadas hasta la nariz y una sonrisa de oreja a oreja.

Antes de dormir, puso una alarma a las 9: iba a despertarse antes que Harry para mandarle unas
disculpas y un buen día, antes de desayunar con sus hermanas y continuar con el castillo de
nieve que estaban armando en el patio trasero.
x

¡Buenos días! Creo que hice algo estúpido. Llámame cuando te despiertes xx

Maldita sea con Harry Styles y su manía de interrumpir cualquier gesto romántico que pudiera
tener. El bip del mensaje había sonado dos minutos antes de la alarma. ¿No podía simplemente
esperar a que se despierte para dejarlo decir los buenos días por una vez?

Parte de él quería hacerlo esperar sólo para torturarlo un poco, pero ya se había quedado
dormido la noche anterior y no parecía justo. Desactivó la alarma y marcó su número.

—¿Sabes? Quería mandar yo el mensaje de los buenos días por una vez. Había puesto una
alarma y todo.

—¡Te quedaste dormido anoche! —protestó Harry.

—Lo sé, lo siento —dijo mientras se refregaba los ojos. Luego, murmuró—: acababa de tener un
jodido orgasmo, mi mente era un pudín.

—No, lo entiendo. Pero es que te dije que te amaba y me moría por oírte decirlo...

—Bueno, quizá esté dormido y por eso no tenga energías para pelear, pero te amo.

Louis bostezó y Harry siguió hablando del otro lado de la línea.

—Lo sé pero es que quería oírlo.

—Bueno, ya te lo dije...
—No, pero, como... —carraspeó—, como de verdad, no en el teléfono.

Iba a bostezar otra vez, pero entonces el aire se salió de golpe. Parpadeó en silencio unos
segundos, pero justo cuando iba a hacer la pregunta, Harry siguió hablando.

—No podía dormir anoche y mi hermana llegó de una fiesta a las 6 con el auto... y quizá se lo
pedí prestado.

—Dios, Harry —suspiró.

—¡Lo sé! Lo siento, soy un psicópata, no volverá a suceder. Saldré de vuelta por la autopista y...

—¡No! —lo interrumpió—, es decir, no te vayas... ¿Dónde estás? ¿Tienes un GPS?

—En el municipio, hay una gran plaza con una escultura —explicó—. Y has visto el auto de mi
hermana, por supuesto que no tengo GPS.

—Sí, claro. Bueno, ven a mi casa, trae algo para mis hermanas porque funcionan con sobornos.

—Resuelto. Había una panadería en la que solía trabajar abierta cuando salí y compré una torta
de naranja —Louis no dijo nada—. Soy un psicópata, lo sé. Lo siento.

—¿Sabes qué? Quizá lo seas, porque no sé qué tan del todo normal sea no pedir permiso para
venir a otra ciudad de visita pero sí hacerlo para... Tú sabes. Pero eres mi psicópata y realmente
te extraño, así que ven a casa.

Mientras le daba las instrucciones por teléfono, bajó rápido a la cocina y le explicó a su madre
que tenían visitas. Las mellizas, que ya estaban despiertas, hicieron un escándalo que Harry oyó
del otro lado y tuvo que contarles de la torta de naranja para calmarlas un poco.

Ya se estaba arrepintiendo un poco de no haberlo ido a buscar, porque se imaginó que iba a ser
toda una osadía encontrar un tiempo a solas para al menos darle el beso de los buenos días,
pero Harry ya estaba en camino y él ni siquiera se había lavado los dientes.

Lo retrasó un poco haciéndolo tomar las calles más transitadas, con la excusa de que era el único
camino que conocía, pero apenas tuvo tiempo de ponerse un jean antes de tener el auto
estacionado frente a su casa.

—Esta es —explicó por el teléfono—, mira arriba.

Harry se asomó por la ventanilla hasta encontrarlo saludando desde la ventana de su cuarto, y su
sonrisa fue tan bonita y tan ancha que Louis no pudo evitar una risilla demasiado ñoña para su
dignidad.

Se encontraron en el frente de la casa, más cerca del auto que de la puerta para evitar oídos
curiosos del otro lado de la madera. Louis tenía puesto un jean y una remera de mangas cortas, y
estaba descalzo en las pantuflas de peluche que no abrigaban ni la mitad de lo que prometían,
así que Harry lo envolvió con el saco mientras lo abrazaba bien fuerte contra su pecho.

Louis se paró en puntitas para acercarse a su oído.

—Te amo —le prometió colgado de su cuello, y Harry sonrió sobre su hombro, tibio y brillante.

—No sabes cuánto necesitaba oírlo —rió y lo levantó del suelo en un dramático abrazo que
terminó con Louis perdiendo una pantufla.

Su risa era dorada y burbujeante y Louis no veía un rastro de maldad ni miseria en ella. Harry
parecía ser todo lo que prometía, un buen tipo que a veces se equivocaba pero que sobre todo
adoraba a Louis con locura, y quizá era tan estúpido como inevitable, pero Louis no podía evitar
creerle.

Quizá su primer novio no había sido realmente un novio, aunque él lo había amado así de intenso
y así de real como amaba a Harry. Pero su segundo novio sí lo era, y esta vez él lo amaba
también.

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