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Índice

Portadilla
Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Epílogo
Este es tu regalo
Lazos
del pasado
S. K. Wallace
Sinopsis

Lazos del pasado


Un apasionante viaje al
pasado en las Highlands
Eva, una historiadora del presente cuyo destino da un giro
inesperado cuando una tormenta la transporta al corazón
del mundo medieval de los Highlanders. En este nuevo y
desconocido entorno, su camino se cruza con Ian, un
carismático líder de clan, y entre ellos nace un amor intenso
y prohibido.

Eva se encuentra atrapada entre dos mundos: uno donde su


presencia puede alterar el curso de la historia y otro donde
late un amor inolvidable. En su búsqueda de respuestas,
descubre secretos que enlazan profundamente su destino
con el de Ian y con eventos históricos de gran envergadura.
Ante ella se despliega un dilema: permanecer en un pasado
lleno de pasión o regresar a la vida que siempre conoció.

Lazos del Pasado es una historia que invita a los lectores a


explorar la profundidad del amor y las elecciones que
definen nuestras vidas. Acompaña a Eva en su
extraordinaria travesía a través de las eras y descubre si el
amor puede realmente trascender el tiempo.
Prólogo
Eva siempre había sentido que su vida estaba
entrelazada con hilos de otra época, una sensación que la
acompañaba incluso en sus momentos más ordinarios.
Mientras se preparaba para su viaje a Escocia, no podía
evitar sentir una emoción que trascendía el mero
entusiasmo turístico. En su pequeño apartamento en
Madrid, rodeada de libros y recuerdos de sus viajes
anteriores, se sentía como si estuviera a punto de
embarcarse en una aventura que cambiaría su vida para
siempre.
—Eva, ¿estás segura de que no quieres que te
acompañe? —le preguntó su mejor amiga, Lucía, a través
del teléfono.
—No te preocupes, Lucía. Necesito hacer este viaje sola.
Es algo... personal —respondió Eva, mientras revisaba su
lista de cosas por llevar.
Eva había soñado con Escocia desde que era una niña.
No solo por sus verdes paisajes o sus castillos milenarios,
sino por un sueño recurrente que la visitaba desde hacía
años. En él, se veía a sí misma en un brumoso campo de
batalla, observando a un guerrero escocés de imponente
presencia. Era un sueño tan vívido que a veces despertaba
con la sensación de haber estado realmente allí, en otra
época, en otro lugar.
—Bueno, al menos envíame fotos y cuéntame todo —dijo
Lucía con un tono de resignación.
—Claro, te lo prometo —respondió Eva con una sonrisa.
Colgó el teléfono y se dirigió a su escritorio, donde un
montón de libros sobre la historia escocesa y los clanes
antiguos la esperaban. Pasó las páginas de un libro sobre los
Highlanders, deteniéndose en una ilustración que siempre le
había llamado la atención: un guerrero con una mirada
intensa y una postura desafiante. Era él, el hombre de sus
sueños.
Eva sacudió la cabeza, intentando deshacerse de la
extraña sensación de déjà vu. "Solo son sueños", se dijo a sí
misma, aunque en el fondo sabía que había algo más, algo
inexplicable que la atraía hacia esos paisajes lejanos.
La mañana de su partida, el aeropuerto de Barajas
estaba lleno de gente apresurada y anuncios en múltiples
idiomas. Eva, con su mochila y una pequeña maleta, se
sentía como una exploradora en busca de un tesoro
desconocido. Mientras esperaba en la puerta de embarque,
cerró los ojos y se permitió soñar despierta con los castillos
y las leyendas que pronto descubriría.
El vuelo transcurrió sin incidentes, y Eva se encontró
pronto en Edimburgo, donde las calles empedradas y los
edificios antiguos parecían susurrar historias del pasado.
Alquiló un coche y condujo hacia las Tierras Altas, sintiendo
cómo su corazón latía al ritmo de una antigua canción
escocesa que escuchaba en la radio.
Su primer destino fue el Castillo de Eilean Donan, un
lugar que siempre había querido visitar. Mientras caminaba
por sus salones y pasillos, podía casi escuchar los ecos de
las batallas y los amores perdidos que las antiguas piedras
habían presenciado. Se asomó a una de las ventanas,
mirando el lago que se extendía majestuosamente a sus
pies. Fue entonces cuando lo sintió: un escalofrío recorrió su
espalda, y una voz en su interior le susurró que estaba en el
camino correcto.
Pasó los siguientes días recorriendo las Tierras Altas,
visitando lugares históricos y sumergiéndose en la rica
cultura escocesa. Cada noche, en su habitación de hotel o
en pequeñas posadas, escribía en su diario sobre sus
experiencias y las emociones que estos lugares despertaban
en ella.
Una tarde, mientras exploraba las ruinas de un antiguo
campo de batalla, el cielo comenzó a oscurecerse y una
tormenta se avecinaba. Eva decidió seguir su camino, a
pesar del viento que empezaba a arreciar. "Solo un poco
más", se decía, mientras su curiosidad la
empujaba adelante.
De repente, una ráfaga de viento le arrancó el mapa de
las manos y la lluvia comenzó a caer con fuerza. Buscando
refugio, Eva corrió hacia una cueva que había visto en su
mapa. Al entrar, la oscuridad la envolvió y el sonido de la
tormenta se convirtió en un murmullo distante.
Dentro de la cueva, Eva sacó su linterna y se adentró
más. Las paredes estaban cubiertas de antiguas
inscripciones y dibujos que hablaban de batallas y leyendas.
Fascinada, se detuvo a estudiarlos, perdiendo la noción del
tiempo.
Cuando finalmente decidió volver, un extraño zumbido
llenó la cueva. Eva se giró, buscando el origen del sonido,
pero solo vio un resplandor que crecía a su alrededor. Antes
de que pudiera reaccionar, una fuerza invisible la envolvió, y
el mundo a su alrededor giró vertiginosamente.
Cuando la luz se disipó y Eva abrió los ojos, se encontró
en un lugar completamente diferente. La cueva había
desaparecido, y en su lugar había un vasto campo verde
bajo un cielo azul claro. Confundida y atónita, se puso de
pie, mirando a su alrededor.
—¿Dónde estoy? —murmuró para sí misma, sintiendo una
mezcla de miedo y asombro.
Eva no lo sabía aún, pero había cruzado el umbral de una
aventura que la llevaría más allá de los límites del tiempo y
el espacio, una aventura que cambiaría su vida para
siempre. Y en algún lugar de ese vasto paisaje, el guerrero
de sus sueños la esperaba, uniendo su destino al de ella de
una manera que ni siquiera en sus sueños más salvajes
podría haber imaginado.
Capítulo 1

Eva se bajó del avión con una mezcla de emoción y


ansiedad. El aeropuerto de Edimburgo, con su bullicio de
viajeros y anuncios, era el primer capítulo de su aventura.
Mientras recogía su equipaje, no podía dejar de pensar en
todo lo que había planeado para su viaje.
—Por fin en Escocia —susurró para sí misma, una sonrisa
iluminando su rostro.
El aire frío la golpeó al salir del aeropuerto, pero no le
importó. Se envolvió en su abrigo y se dirigió a la parada de
taxis. Mientras el taxi se deslizaba por las calles de
Edimburgo, Eva se quedó pegada a la ventana, maravillada
por la arquitectura gótica y los edificios de piedra que daban
a la ciudad un aire mágico.
—¿Primera vez en Escocia? —preguntó el taxista,
mirándola a través del espejo retrovisor.
—Sí, y estoy encantada —respondió Eva, su entusiasmo
evidente en su voz.
El taxista sonrió y comenzó a contarle sobre la historia de
la ciudad, señalando lugares de interés. Eva escuchaba
fascinada, absorbiendo cada palabra.
Al llegar a su hotel, un edificio encantador con vistas al
Castillo de Edimburgo, Eva se apresuró a dejar sus cosas en
su habitación antes de salir a explorar. Caminó por la Royal
Mile, sintiendo como si cada piedra y cada rincón contara
una historia. Visitó la Catedral de St. Giles, donde la
majestuosidad de su interior la dejó sin aliento.
—Es increíble pensar en todas las personas que han
pasado por aquí a lo largo de los siglos —murmuró, tocando
suavemente uno de los fríos pilares de piedra.
Más tarde, mientras se sentaba en un pequeño café,
observando a la gente pasar, sacó su diario y comenzó a
escribir. Quería capturar cada detalle, cada emoción que
este lugar le inspiraba.
—Disculpe, ¿le importa si me siento aquí? —preguntó una
voz con un marcado acento escocés.
Eva levantó la vista y se encontró con un hombre de
mediana edad, sonriendo amablemente.
—Por supuesto, adelante —respondió, cerrando su diario.
El hombre, llamado Angus, resultó ser un historiador
local. Compartieron una agradable conversación sobre la
historia de Edimburgo, y Eva se encontró fascinada por sus
conocimientos y su pasión por la ciudad.
—Tienes que visitar el Castillo de Edimburgo —dijo
Angus, entusiasmado—. Es un lugar lleno de historias y
leyendas.
—Está en mi lista —respondió Eva, sonriendo.
Después de despedirse de Angus, Eva continuó su
exploración, dirigiéndose al castillo. Mientras caminaba por
sus antiguos pasillos y salones, se sentía como una viajera
en el tiempo, conectando con las historias de reyes, reinas y
guerreros que una vez habitaron esos lugares.
Al atardecer, se dirigió a Arthur's Seat, una colina desde
donde se podía apreciar una vista impresionante de la
ciudad. Mientras el sol se ponía, tiñendo el cielo de naranja
y rosa, Eva se sintió abrumada por la belleza del lugar.
—Escocia, finalmente estás revelando tus secretos —dijo
en voz alta, una sonrisa en sus labios.
Esa noche, en su habitación de hotel, Eva no podía dejar
de pensar en todo lo que había visto y experimentado.
Edimburgo había capturado su corazón con su mezcla de
historia, misterio y belleza. Pero sabía que esto era solo el
comienzo. Las Tierras Altas la esperaban, y con ellas, la
promesa de más aventuras y descubrimientos.
Antes de dormir, Eva miró la ilustración del guerrero
escocés que llevaba en su diario. Por un momento, le
pareció que sus ojos se encontraban con los de él, uniendo
el pasado con el presente.
—Mañana será otro día —susurró, cerr
ando su diario y apagando la luz.
Mientras se adormecía, el eco de gaitas y la imagen de
verdes colinas llenaban sus sueños, anticipando lo que
estaba por venir. Eva no sabía aún que su viaje a Escocia
sería mucho más que una simple escapada turística. Estaba
a punto de embarcarse en un viaje que desafiaría su
comprensión del tiempo y del destino, un viaje que la
llevaría a encontrarse cara a cara con el hombre que había
habitado sus sueños durante años.
La noche envolvió a Edimburgo en su abrazo, y Eva, en
su habitación de hotel, se sumergió en un sueño profundo,
sin saber que al día siguiente, su vida tomaría un giro
inesperado y mágico, llevándola a un destino que nunca
habría imaginado.
Capítulo 2

La mañana amaneció clara y fresca, con un cielo azul que


prometía un día perfecto para la aventura. Eva se había
propuesto explorar las colinas cercanas a Edimburgo,
armada con su cámara y una botella de agua, deseosa de
perderse en la naturaleza escocesa.
—Hoy es un día perfecto para una caminata —pensó,
mientras ataba firmemente las botas de senderismo.
Siguiendo un sendero bien marcado, Eva comenzó su
caminata, disfrutando del aire fresco y de los sonidos del
bosque que la rodeaba. Se detenía de vez en cuando para
tomar fotos, maravillada por la belleza del paisaje.
Sin embargo, al mediodía, el cielo comenzó a oscurecerse
sorpresivamente. Una tormenta se estaba formando
rápidamente, y Eva se encontró inesperadamente en medio
de un aguacero.
—¡Diantres! —exclamó, buscando algún lugar donde
refugiarse.
A lo lejos, divisó lo que parecía ser una cueva entre las
rocas. Acelerando el paso, se dirigió hacia allí, esperando
encontrar un refugio temporal de la lluvia.
Al entrar en la cueva, Eva sintió una extraña sensación
de déjà vu. La oscuridad la envolvía, pero algo en el aire le
resultaba extrañamente familiar. Sacó su linterna y comenzó
a explorar el interior.
—Esto parece sacado de una novela —murmuró para sí
misma, mientras su luz revelaba antiguas pinturas en las
paredes de la cueva.
La cueva era más grande de lo que había imaginado, con
pasajes que se extendían en varias direcciones. Eva sintió
una mezcla de temor y curiosidad. Decidió seguir uno de los
pasajes, guiada por un impulso inexplicable.
Mientras avanzaba, la cueva se estrechaba y las paredes
parecían contar historias de tiempos antiguos. Eva no podía
dejar de sentir que estaba siguiendo los pasos de alguien
más, como si una presencia invisible la guiara.
—¿Quién habrá caminado por aquí antes que yo? —se
preguntó, tocando suavemente las frías paredes.
De repente, un ruido la sobresaltó. Era el sonido de voces
distantes, como un eco del pasado. Eva se detuvo,
escuchando atentamente, pero el sonido desapareció tan
rápido como había llegado.
—Debe ser mi imaginación —se dijo, aunque en su
corazón sabía que no era así.
Continuó avanzando hasta que el pasaje se abrió en una
cámara más grande. Allí, en medio de la habitación, había
una formación rocosa que parecía un altar. Sobre él, había
objetos que parecían pertenecer a otra época: un viejo cáliz
de metal, una daga oxidada y un libro desgastado.
Eva se acercó lentamente, una mezcla de asombro y
reverencia llenando su ser. Con manos temblorosas, abrió el
libro. Las páginas estaban llenas de escritura antigua y
dibujos de guerreros y batallas.
—Es como si alguien hubiera dejado esto aquí para mí —
susurró, sintiendo una conexión profunda con los objetos.
De repente, la cueva se iluminó con una luz extraña. Eva
levantó la vista y vio que las pinturas en las paredes
parecían cobrar vida, mostrando escenas de batallas y de
un guerrero escocés que le resultaba familiar.
—¡Es él! —exclamó Eva, reconociendo al guerrero de sus
sueños.
En ese momento, un trueno retumbó, sacudiendo la
cueva. Eva se sobresaltó y dejó caer el libro. La luz
desapareció y la cueva volvió a sumirse en la oscuridad.
—Necesito salir de aquí —pensó, sintiendo un súbito
impulso de huir.
Se apresuró a regresar por el pasaje por el que había
venido, pero la sensación de que algo había cambiado era
ineludible. Al salir de la cueva, la tormenta había cesado, y
un sol dorado iluminaba el cielo.
Eva se detuvo un momento, mirando a su alrededor. El
paisaje parecía el mismo, pero había algo en el aire que se
sentía diferente, como si hubiera cruzado un umbral
invisible.
—¿Qué acaba de pasar? —se preguntó, confundida y
emocionada a la vez.
Con el corazón latiendo fuertemente en su pecho, Eva
tomó la decisión de regresar al hotel. Necesitaba tiempo
para procesar lo que había experimentado.
Mientras caminaba de regreso, no podía dejar de pensar
en el guerrero de las pinturas y en la extraña conexión que
sentía con él. ¿Era posible que su sueño y lo que había
encontrado en la cueva estuvieran de alguna manera
relacionados?
Esa noche, Eva se acostó en su cama, el sueño lejos de
sus ojos. Las imágenes de la cueva y del guerrero danzaban
en su mente, uniéndose en un misterio que sentía la
necesidad de resolver.
—Mañana buscaré respuestas —se prometió, mientras el
cansancio finalmente la vencía y la llevaba a un sueño
profundo, lleno de ecos de un pasado que parecía llamarla.
Capítulo 3

Eva abrió los ojos lentamente, sintiendo el suelo duro y


frío bajo ella. Parpadeó varias veces, intentando enfocar su
vista en el entorno que la rodeaba. No estaba en la cueva.
En su lugar, se encontraba en un campo abierto, con colinas
verdes extendiéndose a lo lejos y un cielo azul claro sobre
ella. Se levantó con dificultad, todavía desorientada.
—¿Dónde estoy? —murmuró para sí misma, mirando a su
alrededor.
Su ropa estaba sucia y húmeda, y su cabeza palpitaba
con una leve molestia. Intentó recordar cómo había llegado
hasta allí, pero los últimos recuerdos eran confusos: la
tormenta, la cueva, las extrañas inscripciones en las
paredes...
Comenzó a caminar, buscando algún indicio de
civilización. A lo lejos, divisó lo que parecía ser un pequeño
pueblo. Con cada paso, la confusión de Eva crecía. Las
casas parecían sacadas de un libro de historia, con techos
de paja y paredes de piedra. No había señales de la
modernidad a la que estaba acostumbrada.
—Esto no puede ser real —pensó, sintiendo un nudo en el
estómago.
Al acercarse al pueblo, la gente comenzó a notar su
presencia. Miradas de curiosidad y sorpresa se dirigían hacia
ella. Eva se dio cuenta de que su ropa y su aspecto general
debían parecer extraños para ellos.
—Disculpe —dijo, acercándose a una mujer que llevaba
un canasto de verduras—. ¿Podría decirme dónde estoy?
La mujer la miró de arriba abajo antes de responder con
cautela.
—Estás en las Tierras Altas de Escocia, joven. ¿De dónde
has venido con esas ropas?
Eva sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. Las
Tierras Altas de Escocia. Las palabras resonaban en su
mente con una mezcla de incredulidad y asombro. Miró a su
alrededor, observando los detalles de la aldea, la ropa de la
gente, la ausencia total de cualquier cosa moderna.
—¿En qué año estamos? —preguntó, su voz apenas un
susurro.
La mujer la miró con extrañeza, frunciendo el ceño.
—Estamos en el año del Señor de 1465 —respondió,
claramente confundida por la pregunta.
Eva sintió que el mundo giraba a su alrededor. 1465.
Había viajado en el tiempo. De alguna manera, increíble e
imposible, había retrocedido más de 500 años en la historia.
Se alejó rápidamente, sintiendo la mirada de la mujer en
su espalda. Caminó sin rumbo, intentando procesar lo que
estaba sucediendo. Su mente racional luchaba por
encontrar una explicación lógica, pero todo indicaba que
había ocurrido lo impensable.
—Necesito encontrar un lugar para pensar —se dijo,
buscando algún sitio donde poder sentarse y calmarse.
Encontró un pequeño bosque en las afueras del pueblo y
se adentró entre los árboles. Allí, aislada del mundo, se
permitió finalmente absorber la magnitud de su situación.
Estaba sola, en una época desconocida, sin saber cómo
volver a su propio tiempo.
Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas, fruto
del miedo y la frustración. Pero después de unos minutos, se
secó las lágrimas y respiró hondo.
—No puedo rendirme —se dijo con determinación—. Debo
encontrar una manera de volver.
Se levantó, decidida a enfrentar lo que viniera. Sabía que
su conocimiento de la historia podría ser útil, pero también
era consciente de que debía tener cuidado para no llamar
demasiado la atención.
Regresó al pueblo, esta vez con más confianza. Observó
a la gente, tratando de entender su forma de vida. Los
hombres trabajaban en los campos o en pequeños talleres,
mientras que las mujeres se ocupaban de los quehaceres
domésticos y el cuidado de los niños.
—Necesito encontrar aliados, alguien
que pueda ayudarme —pensó Eva.
Mientras caminaba por el pueblo, se cruzó con un grupo
de hombres a caballo. Eran guerreros, eso era evidente por
sus armaduras y espadas. Uno de ellos, un hombre de
aspecto imponente con el cabello largo recogido hacia atrás,
la miró con una intensidad que la hizo detenerse. Era Ian, el
líder del clan Highlander.
En ese momento, Eva supo que su destino estaba, de
alguna manera, entrelazado con el de ese hombre. Algo en
su mirada le decía que él podría ser la clave para entender
lo que le había sucedido y, tal vez, para encontrar el camino
de regreso a su propio tiempo.
—Hola —dijo, acercándose a él con cautela—. Me llamo
Eva.
Ian la observó con una mezcla de curiosidad y cautela.
—Soy Ian, líder de este clan. ¿Qué te trae por estas
tierras, Eva? —preguntó con una voz que denotaba
autoridad y fuerza.
Eva sabía que debía ser cuidadosa con sus palabras.
Decir la verdad podría ponerla en peligro, pero también
sentía una extraña confianza en este hombre.
—Me he perdido —respondió, optando por una semi-
verdad—. Busco ayuda para encontrar mi camino.
Ian la examinó detenidamente, como si tratara de
descifrar un misterio.
—Ven conmigo —dijo finalmente—. Te ofreceremos
refugio y veremos cómo podemos ayudarte.
Eva asintió, sintiendo que, de alguna manera, había dado
el primer paso en un largo y desconocido camino. Siguió a
Ian, preguntándose qué le depararía el destino en esta
extraña y antigua tierra.
Capítulo 4

Eva caminaba por el espeso bosque, todavía


desorientada por el extraño suceso en la cueva. El sol
comenzaba a declinar, tiñendo el cielo de tonos anaranjados
y rojizos. Su corazón latía con fuerza, mezcla de temor y
asombro por la inesperada aventura en la que se había
embarcado.
De repente, escuchó voces y el sonido de caballos. Se
ocultó detrás de un árbol, asomando con cautela. Lo que vio
le robó el aliento: un grupo de hombres montados, vestidos
con ropas que parecían sacadas de otro tiempo, avanzaban
por el sendero. En cabeza, iba un hombre que destacaba
por su porte y autoridad. Llevaba el cabello largo, recogido
hacia atrás, y una barba que le daba un aspecto feroz pero
noble. Era Ian, líder del clan Highlander.
—Deteneos —ordenó Ian con voz potente, desmontando
de su caballo. Los hombres obedecieron al instante.
Eva se mantuvo inmóvil, intentando procesar lo que
estaba viendo. "¿He viajado en el tiempo?", se preguntó,
mientras observaba a los hombres hablar entre ellos.
De pronto, Ian se giró y la miró directamente. Sus ojos se
encontraron, y una corriente eléctrica pareció recorrer el
espacio entre ellos. Eva sintió su corazón latir más rápido,
una mezcla de miedo y fascinación inundándola.
—¿Quién eres y qué haces aquí? —preguntó Ian,
acercándose con paso decidido.
Eva salió de su escondite, intentando mantener la
compostura.
—Me llamo Eva. Me perdí en el bosque —respondió, su
voz temblorosa.
Ian la examinó con una mirada intensa, como si tratara
de leer su alma.
—No pareces de por aquí. ¿De dónde vienes? —preguntó
con curiosidad.
Eva dudó. ¿Cómo explicar que venía del futuro? Optó por
la vaguedad.
—Vengo de lejos —dijo evasivamente.
Ian frunció el ceño, pero antes de que pudiera
interrogarla más, uno de sus hombres lo llamó.
—Debemos continuar, mi lord. El sol se está poniendo —
dijo el hombre, mirando a Eva con suspicacia.
Ian asintió, pero antes de marcharse, volvió a mirar a
Eva.
—Ven con nosotros. No es seguro que una mujer viaje
sola por estos bosques —dijo, ofreciéndole su mano.
Eva dudó un instante, pero algo en la mirada de Ian la
convenció. Tomó su mano, sintiendo un escalofrío al
contacto. Subió detrás de él en el caballo, y juntos se
unieron al grupo.
El viaje fue silencioso, pero la tensión entre Eva e Ian era
palpable. Ella no podía dejar de estar consciente de su
cercanía, del calor de su cuerpo, del olor a bosque y cuero
que emanaba de él.
Al llegar al asentamiento del clan, Eva se vio rodeada de
miradas curiosas. Mujeres, niños y hombres la observaban
con interés y recelo. Ian la guió hasta una gran casa de
piedra, donde fue recibido por una mujer mayor con una
mirada amable.
—Esta es Moira, mi madre —dijo Ian, presentándola.
—Bienvenida, joven. Ven, te prepararé algo caliente —
dijo Moira, llevándola al interior.
Mientras Moira preparaba una infusión, Ian le hizo
preguntas sobre su origen y su viaje. Eva respondió con
evasivas, aún incrédula de su situación.
—No entiendo cómo llegué aquí. Estaba explorando una
cueva y... —Eva se detuvo, temiendo sonar loca.
Ian la observaba atentamente, como si intentara
desentrañar un enigma.
—Hay viejas leyendas sobre cuevas mágicas en estas
tierras. Quizás hayas encontrado una de ellas —dijo, su voz
seria.
Eva lo miró, sorprendida por su respuesta.
—¿Crees en esas leyendas? —preguntó.
—En las Tierras Altas, aprendemos a no descartar lo
inexplicable —respondió Ian, con un destello en sus ojos
que intrigó a Eva.
La conversación fue interrumpida por Moira, quien les
sirvió la infusión. Eva agradeció el gesto, sintiendo el calor
del líquido aliviar su cuerpo y espíritu.
Esa noche, le asignaron una pequeña habitación en la
casa. Eva se acostó, pero le fue difícil conciliar el sueño. Su
mente repasaba una y otra vez los eventos del día, y
especialmente el encuentro con Ian. Había algo en él que la
atraía de manera desconcertante, una fuerza que iba más
allá de su apariencia imponente.
—¿Qué me está pasando? —se preguntó, mientras la
imagen de Ian invadía sus pensamientos.
Afuera, el viento soplaba entre los árboles, llevando
consigo susurros de un pasado lejano y de un destino que
empezaba a tejerse en las sombras de la noche. Eva, a
pesar de su confusión y su temor, sintió una extraña
sensación de estar exactamente donde debía estar. Y en lo
más profundo de su ser, sabía que Ian era una pieza clave
en el misterio que estaba viviendo.
Capítulo 5
r que se filtraba por la ventana de su pequeña
habitación. Por un momento, olvidó dónde estaba, hasta
que los eventos del día anterior volvieron a su memoria.
Estaba en las Tierras Altas de Escocia, pero no en su época.
Había viajado en el tiempo, a una era de clanes y guerreros,
y ahora estaba en la casa de Ian, el líder del clan
Highlander.
Se levantó y se vistió con la ropa que Moira le había
proporcionado: un sencillo vestido de lana y un chal. Se miró
en el espejo, sintiéndose parte de una historia que siempre
había amado desde la distancia.
Al salir de la habitación, se encontró con Ian, quien ya
estaba despierto y parecía ocupado con los asuntos del
clan.
—Buenos días, Eva. ¿Dormiste bien? —preguntó Ian, con
una cortesía que le sorprendió.
—Sí, gracias —respondió Eva, aún intentando
acostumbrarse a su presencia imponente.
—Ven, te mostraré el lugar —dijo Ian, señalando hacia la
puerta.
Mientras caminaban por el asentamiento, Ian le explicó
sobre las costumbres y la organización del clan. Eva
escuchaba atentamente, tratando de relacionar lo que veía
con su conocimiento de la historia.
—Es fascinante ver cómo la historia cobra vida —
comentó Eva, observando a las mujeres que tejían y a los
hombres que trabajaban en la herrería.
—¿Eres una estudiosa de la historia? —preguntó Ian,
mirándola con curiosidad.
—Sí, es mi pasión —respondió Eva, sintiéndose un poco
más confiada al hablar de un tema familiar.
Ian asintió, como si eso explicara muchas cosas sobre
ella.
—Tu conocimiento podría ser útil aquí. No muchos tienen
la oportunidad de aprender sobre el pasado —dijo, con un
tono de respeto en su voz.
Eva se sintió halagada, pero también consciente de que
debía tener cuidado con lo que decía. No quería alterar el
curso de la historia con su conocimiento del futuro.
Pasaron el día recorriendo el asentamiento y hablando
con los miembros del clan. Eva se sorprendió por la calidez
y la fortaleza de esas personas, que vivían en una época tan
dura y llena de conflictos. Sin embargo, no pudo evitar
sentirse como una extraña, una intrusa en un mundo que no
le pertenecía.
Por la noche, se reunieron en la gran sala para cenar. Eva
se sentó junto a Ian y Moira, intentando seguir las
conversaciones en gaélico. Aunque no entendía el idioma, el
tono de las voces y las risas le daban una idea del ambiente
cálido y familiar.
—Debes pensar que nuestras costumbres son muy
diferentes a las tuyas —dijo Ian, observándola con interés.
—Son diferentes, pero también hay muchas cosas que
son universalmente humanas —respondió Eva, pensando en
su propia época.
La cena transcurrió entre risas y anécdotas. Eva se sintió
cada vez más cómoda, incluso comenzó a participar en las
conversaciones con su limitado gaélico, lo que provocó
sonrisas y palabras de aliento por parte de los demás.
Después de la cena, Ian la llevó a un lugar apartado,
donde podían ver las estrellas brillando en el cielo nocturno.
—Este lugar siempre me ha traído paz —dijo Ian, su voz
suave en la oscuridad.
Eva lo miró, viendo en sus ojos un reflejo de las estrellas.
Había algo en él, una profundidad y una fuerza que la
atraían irresistiblemente.
—Es hermoso —respondió, su corazón latiendo con
fuerza.
Se quedaron en silencio, compartiendo el momento. Eva
sabía que estaba en un punto de inflexión en su vida. Había
viajado en el tiempo, se había encontrado con un hombre
que parecía sacado de sus sueños, y ahora estaba viviendo
una realidad que nunca había imaginado.
—No sé qué me depara el futuro, pero estoy agradecida
por este momento —dijo finalmente, volviendo su mirada
hacia Ian.
—El futuro es incierto para todos nosotros —respondió él,
acercándose ligeramente—. Pero estoy contento de que tus
pasos te hayan llevado aquí, Eva.
Ella levantó la mirada hacia él, sintiendo una conexión
que iba más allá del tiempo y del espacio. En ese instante,
supo que su vida había cambiado para siempre y que, de
alguna manera, Ian era una parte esencial de su nuevo
mundo.
Capítulo 6

Los días en el asentamiento del clan Highlander pasaron,


y con ellos, la relación entre Eva e Ian comenzó a
profundizarse. No era solo la atracción física lo que los unía,
sino una conexión emocional que ambos luchaban por
comprender y, a la vez, no podían ignorar.
Una tarde, mientras caminaban por los límites del
bosque, Ian rompió el silencio que se había instalado entre
ellos.
—Eva, has estado aquí por varios días, y aún sé muy
poco sobre ti —dijo, mirándola directamente a los ojos.
Eva se detuvo, sabiendo que había llegado el momento
de compartir más sobre sí misma. Pero ¿cómo explicar su
verdadero origen sin sonar loca?
—Vengo de un lugar muy diferente a este —empezó con
cautela—. Un lugar con costumbres y tiempos distintos.
Ian asintió, animándola a continuar.
—En mi mundo, la vida es... más rápida, más ruidosa.
Hay máquinas que hacen gran parte del trabajo y formas de
comunicarse instantáneamente a grandes distancias —
explicó, observando su reacción.
Ian la escuchaba con una mezcla de incredulidad y
fascinación.
—Suena como un mundo de leyendas y magia —
comentó.
Eva sonrió ligeramente.
—A veces lo es, y a veces es simplemente... complicado.
Hubo un momento de silencio entre ellos, lleno de
pensamientos no expresados y preguntas no formuladas.
—Cuéntame sobre tu mundo, Ian —pidió Eva, cambiando
el enfoque de la conversación.
Ian compartió historias de su infancia, de cómo había
aprendido a ser un líder y de las responsabilidades que eso
conllevaba. Habló de las batallas que había librado, no solo
en el campo de batalla, sino también en las decisiones
diarias para proteger a su gente.
—Cada día es una lucha por la supervivencia, por
mantener a mi clan seguro y próspero —dijo con una voz
que revelaba el peso de sus responsabilidades.
Eva lo escuchaba, admirando su fuerza y su compromiso.
A medida que compartían sus historias, sentía cómo crecía
la conexión entre ellos, un lazo que iba más allá de la
atracción física.
Una noche, mientras se sentaban juntos frente al fuego
en la gran sala, Ian tomó la mano de Eva. El contacto fue
eléctrico, cargado de emociones no expresadas.
—Eva, desde que llegaste, has traído algo a mi vida que
no puedo explicar —dijo Ian, sus ojos reflejando el fuego.
Eva lo miró, su corazón latiendo con fuerza.
—Ian, yo también siento algo que nunca había
experimentado —respondió, su voz apenas un susurro.
En ese momento, mientras el fuego chisporroteaba y las
sombras danzaban en las paredes, se inclinaron el uno hacia
el otro, compartiendo un beso que selló su conexión. Era un
beso lleno de promesas y misterios, un reconocimiento de la
atracción que había entre ellos y de algo más profundo y
significativo que estaba naciendo.
A partir de esa noche, su relación se transformó.
Compartían largas caminatas, conversaciones al amanecer
y momentos íntimos bajo las estrellas. Eva empezó a sentir
que, a pesar de la extrañeza de su situación, había
encontrado un lugar donde pertenecía.
Ian, por su parte, veía en Eva una mujer fuerte y valiente,
alguien que desafiaba su mundo y sus propias creencias.
Ella le enseñó a ver las cosas desde una perspectiva
diferente, a cuestionar lo que siempre había dado por
sentado.
Pero con la creciente cercanía, también llegaban las
dudas y los miedos. Eva sabía que su tiempo en el pasado
podría no ser permanente, y temía lo que su partida podría
significar para ambos. Ian, consciente de la naturaleza
enigmática de Eva, temía perderla en cualquier momento.
Una tarde, mientras observaban el atardecer, Eva se
armó de valor para expresar sus temores.
—Ian, no sé cuánto tiempo podré quedarme aquí. Mi
llegada a tu tiempo... fue un accidente, y no sé si podré
volver a mi mundo algún día —confes
ó, su voz temblorosa.
Ian la miró, su expresión seria y pensativa.
—Eva, no sé qué nos depara el futuro, pero mientras
estés aquí, estarás bajo mi protección y cuidado. Eres parte
de mi vida ahora, y haré todo lo que esté en mi poder para
mantenerte a salvo —dijo con determinación.
Eva se acercó a él, agradecida por su apoyo y su
comprensión. Se abrazaron, sintiendo en ese abrazo una
promesa silenciosa de estar juntos en cualquier
circunstancia que la vida les presentara.
Mientras la noche caía sobre las Tierras Altas, Eva y Ian
permanecían juntos, unidos por una conexión que había
desafiado el tiempo y el espacio, un lazo que se fortalecía
con cada día que pasaban juntos.
Capítulo 7

La mañana en el asentamiento del clan Highlander


comenzó con la misma rutina de siempre, pero para Eva,
todo cambió con un simple descubrimiento.
Mientras ayudaba a Moira en la cocina, una de las
mujeres del clan entró apresuradamente, hablando con
entusiasmo sobre un cambio reciente en las alianzas entre
clanes vecinos. Eva escuchó atentamente, un sentimiento
de inquietud creciendo dentro de ella. Las palabras de la
mujer resonaban con información que Eva recordaba de sus
estudios de historia: un evento menor que llevaba a una
importante batalla en los años venideros.
—¿Estás bien, Eva? Pareces preocupada —preguntó
Moira, notando su expresión.
Eva asintió, forzando una sonrisa.
—Sí, solo pensando —respondió, su mente trabajando a
toda velocidad.
Después de terminar sus tareas, Eva se dirigió a un lugar
apartado donde podía pensar sin ser molestada. Se sentó
bajo un árbol, su mente atormentada por el dilema moral
que enfrentaba. Si lo que había escuchado era cierto, su
presencia en el pasado ya estaba alterando el curso de los
eventos históricos. ¿Qué otras consecuencias inesperadas
podrían surgir de su estancia en esta época?
Perdida en sus pensamientos, no notó la llegada de Ian
hasta que él se sentó a su lado.
—¿Qué te preocupa? —preguntó, su voz llena de
preocupación.
Eva lo miró, debatiéndose entre la necesidad de
compartir sus temores y el miedo de cómo reaccionaría.
—Ian, creo que mi presencia aquí... podría estar
cambiando la historia —confesó finalmente.
Ian frunció el ceño, tratando de entender.
—¿Cambiar la historia? ¿Cómo es eso posible?
Eva le explicó lo que había escuchado en la cocina y
cómo coincidía con lo que sabía del futuro.
—Si es cierto, incluso el más pequeño de mis actos
podría tener repercusiones a lo largo del tiempo —dijo con
voz temblorosa.
Ian la escuchó en silencio, su expresión seria.
—Eso es mucho peso para llevar, Eva. Pero ¿estás segura
de que estas... coincidencias no son solo eso? Coincidencias
—preguntó, intentando ofrecer otra perspectiva.
Eva negó con la cabeza.
—No lo sé, Ian. Pero el miedo de causar un daño
irreparable a tu tiempo es abrumador —confesó, la angustia
clara en su voz.
Ian tomó sus manos, ofreciéndole consuelo.
—Eva, no puedes cargar con la responsabilidad de todo lo
que sucede a tu alrededor. Estás aquí ahora, y eso es lo que
importa. Juntos, enfrentaremos cualquier desafío que venga
—dijo con firmeza.
Las palabras de Ian ofrecieron algo de consuelo a Eva,
pero el dilema moral seguía pesando en su corazón. ¿Debía
intentar regresar a su tiempo para evitar más cambios en la
historia? ¿O debería quedarse, corriendo el riesgo de alterar
aún más el curso de los eventos?
Esa noche, Eva se acostó con una sensación de
inquietud. Su mente estaba llena de preguntas sin
respuesta y de temores sobre el impacto de su presencia en
este mundo antiguo.
Al día siguiente, mientras caminaba por el asentamiento,
se encontró con un anciano del clan, conocido por su
sabiduría y su conocimiento de las leyendas locales. Sin
revelar demasiado, Eva le preguntó sobre historias de
viajeros en el tiempo y las consecuencias de tales eventos.
El anciano la miró con ojos astutos y sonrió.
—Las leyendas hablan de viajeros que cruzan desde
tiempos lejanos. Algunos dicen que vienen a cambiar
nuestro destino, para bien o para mal. Pero al final, el
tiempo es un río que fluye hacia su destino, con o sin ellos
—dijo con voz enigmática.
Las palabras del anciano dieron a Eva mucho en qué
pensar. Tal vez su presencia aquí era parte de un diseño
más grande, uno que no podía comprender completamente.
O tal vez, como él sugería, el tiempo encontraría su camino,
con o sin su intervención.
Esa noche, mientras se reunía con Ian bajo las estrellas,
compartió con él lo que el anciano había dicho.
—Ian, quizás no tengo tanto control sobre el futuro como
temo. Quizás mi presencia aquí es simplemente una pieza
más en un rompecabezas más grande —dijo, mirando hacia
el cielo nocturno.
Ian la abrazó, su presencia ofreciéndole un consuelo y
una seguridad que no había sentido en mucho tiempo.
—Sea cual sea el motivo por el que estás aquí, Eva, estoy
agradecido por ello. Juntos, forjaremos nuestro propio
destino —dijo, besándola suavemente en la frente.
Eva se acurrucó en sus brazos, permitiéndose, por
primera vez desde su llegada, soltar parte de la carga que
había estado llevando. Tal vez no tenía todas las respuestas,
pero con Ian a su lado, se sentía lista para enfrentar lo que
el futuro les deparara.
Capítulo 8

El sol se levantaba sobre las Tierras Altas, bañando el


asentamiento del clan Highlander en una luz dorada. Pero
para Eva, el amanecer traía consigo una lucha interna que
oscurecía su espíritu. Estaba atrapada entre su creciente
amor por Ian y la Tierras Altas, y el temor a alterar
irrevocablemente el curso de la historia.
Decidida a encontrar respuestas, Eva se aventuró a
hablar con los ancianos del clan, buscando leyendas o
historias sobre viajes en el tiempo. Encontró a Aileen, una
anciana conocida por su sabiduría y conocimiento de las
antiguas tradiciones.
—Aileen, ¿hay alguna historia en nuestras tierras sobre
personas que cruzan de otros tiempos? —preguntó Eva,
sentándose junto a la anciana frente a la chimenea.
Aileen la miró con ojos perspicaces y asintió lentamente.
—Sí, joven Eva. Hay historias antiguas, cuentos de hadas
y leyendas sobre portales entre mundos y tiempos. Se dice
que estos portales aparecen en lugares sagrados, bajo
ciertas alineaciones celestiales —explicó con una voz que
resonaba con el peso de los años.
—¿Y estas personas, pueden volver a su tiempo? —
preguntó Eva, su corazón latiendo con esperanza.
—Algunas leyendas dicen que sí, pero a menudo a un
gran costo. El viaje a través del tiempo no es natural, y
puede tener consecuencias imprevistas —respondió Aileen,
su tono sombrío.
Eva se quedó pensativa. Las palabras de Aileen
confirmaban sus temores, pero también ofrecían un atisbo
de esperanza. Tal vez había una manera de regresar a su
tiempo sin causar más daños.
Después de su conversación con Aileen, Eva comenzó a
investigar más sobre los lugares sagrados mencionados en
las leyendas. Ian, notando su nueva obsesión, se ofreció a
ayudarla.
—¿Por qué este interés repentino en las viejas historias,
Eva? —preguntó Ian una tarde mientras caminaban por un
antiguo bosque mencionado en una de las leyendas.
Eva se detuvo, mirándolo directamente.
—Ian, necesito entender lo que me pasó. Necesito saber
si hay una forma de regresar a mi tiempo —confesó, la
sinceridad en su voz.
Ian se quedó quieto, la comprensión cruzando su rostro.
—Yo... entiendo. Pero la idea de perderte es algo que no
puedo soportar —dijo, su voz teñida de tristeza.
Eva se acercó a él, tomando sus manos.
—Ian, lo que siento por ti es real y profundo. Pero
también temo las consecuencias de mi presencia aquí. Si
hay una forma de volver, debo encontrarla —explicó, las
lágrimas asomando en sus ojos.
Ian la abrazó, su propio corazón luchando con la idea de
perderla.
—Entonces lo haremos juntos. Buscaremos la manera,
Eva. No importa lo que pase, te apoyaré —prometió,
besándola en la frente.
Con el apoyo de Ian, Eva se sumergió aún más en su
búsqueda. Juntos, exploraron antiguos sitios, leyeron
pergaminos desgastados y hablaron con los más sabios del
clan. Cada pista, cada historia, los llevaba un paso más
cerca de la respuesta, pero también los unía más,
fortaleciendo el vínculo que había crecido entre ellos.
Una noche, mientras revisaban un antiguo pergamino en
la biblioteca del clan, Ian señaló un símbolo que aparecía
repetidamente.
—Mira, este símbolo. Lo he visto en otros lugares. ¿Crees
que podría ser la clave? —preguntó, señalando un intrincado
diseño que representaba un círculo entrelazado con líneas
que parecían simbolizar el flujo del tiempo.
Eva lo examinó, una chispa de esperanza encendiéndose
en su interior.
—Podría ser. Tal vez este símbolo marque los lugares
donde los portales pueden aparecer —dijo, su mente
trabajando rápidamente.
Decidieron investigar más sobre
el símbolo, viajando a los lugares donde había sido
encontrado. Cada viaje era una mezcla de emoción y temor,
de descubrimiento y despedida. Eva sabía que, si
encontraban la forma de abrir el portal, tendría que tomar la
decisión más difícil de su vida.
Una tarde, mientras se encontraban en un antiguo círculo
de piedras donde el símbolo era particularmente
prominente, Eva sintió una extraña sensación, como si el
aire a su alrededor vibrara con energía.
—Ian, siento algo. Como una... llamada —dijo, su voz
temblorosa.
Ian la miró con preocupación, sintiendo también una leve
vibración en el aire.
—Eva, ¿qué vamos a hacer si...? —comenzó a preguntar,
pero no pudo terminar la frase.
Eva lo miró, su amor por él chocando con su necesidad
de encontrar respuestas.
—Ian, no sé qué decisión tomaré. Pero sea cual sea,
siempre te llevaré en mi corazón —dijo, las lágrimas
corriendo por sus mejillas.
Ian la abrazó fuertemente, como si quisiera protegerla de
cualquier decisión que pudiera separarlos.
—Te amo, Eva. No importa el tiempo o el lugar, eso nunca
cambiará —confesó, besándola apasionadamente.
En ese momento, en el antiguo círculo de piedras, con el
símbolo del tiempo a sus pies, Eva e Ian se enfrentaban a un
futuro incierto. Pero una cosa era segura: su amor había
trascendido el tiempo, y eso era algo que nadie podía
cambiar.
Capítulo 9

Eva despertó con la primera luz del alba, su mente fija en


una única misión: encontrar una manera de regresar a su
tiempo. A pesar del amor que sentía por Ian y el vínculo que
habían formado, la necesidad de resolver el misterio de su
viaje en el tiempo era abrumadora.
—Hoy podría ser el día —se dijo a sí misma, llenándose
de determinación.
Después de un rápido desayuno, Eva se encontró con Ian
en el exterior de la casa. Él la miró con una mezcla de
preocupación y admiración.
—Estás decidida a continuar con esto, ¿verdad? —
preguntó, su voz teñida de tristeza.
Eva asintió, su corazón apretado por la decisión que
estaba tomando.
—Ian, necesito hacer esto. Necesito saber si hay una
forma de volver, o al menos entender por qué estoy aquí —
explicó, su voz firme a pesar del dolor que sentía.
Ian la tomó de la mano, entrelazando sus dedos con los
de ella.
—Entonces estaré a tu lado, en cada paso del camino —
dijo, ofreciéndole una sonrisa reconfortante.
Juntos, se dirigieron hacia el círculo de piedras donde
habían sentido la extraña energía días antes. Según las
leyendas y los antiguos pergaminos, ese lugar era un punto
clave en la red de portales del tiempo.
Al llegar, se detuvieron en el centro del círculo, rodeados
por las imponentes piedras que parecían guardianes de
secretos ancestrales. Eva cerró los ojos, intentando
sintonizar con la energía del lugar.
De repente, un grito distante rompió la calma. Ian
reaccionó al instante, desenvainando su espada.
—¡Debemos ir! —exclamó, tirando de Eva.
Corrieron hacia el origen del grito y se encontraron con
un grupo de hombres del clan vecino, liderados por un
hombre llamado Malcolm, conocido por su actitud hostil
hacia el clan de Ian.
—¡Ian! —gritó Malcolm, su espada en mano—. ¡Hoy
resolveremos nuestras diferencias!
Ian se posicionó frente a Eva, protegiéndola.
—Malcolm, esto no es necesario. Podemos hablar —
respondió Ian, tratando de calmar la situación.
Pero Malcolm estaba decidido a luchar, y pronto ambos
hombres estaban enfrascados en un combate. Eva
observaba, aterrorizada, consciente de que cualquier error
podría ser fatal.
Mientras la lucha se intensificaba, Eva notó un brillo en el
suelo cerca de donde estaban peleando. Se acercó
discretamente y vio que era un pequeño amuleto con el
mismo símbolo que habían visto en los pergaminos. Lo
recogió, sintiendo una oleada de energía a su alrededor.
—¡Ian, mira esto! —gritó Eva, sosteniendo el amuleto.
Ian lanzó una rápida mirada hacia Eva y, en un
movimiento rápido, desarmó a Malcolm, poniendo fin al
combate.
—¿Qué has encontrado? —preguntó, acercándose a ella.
Eva le mostró el amuleto, explicando su hallazgo.
—Este símbolo... es el mismo de los pergaminos. Tal vez
sea una clave —dijo, su voz llena de esperanza.
Ian examinó el amuleto, su rostro reflejando su conflicto
interno. Por un lado, quería que Eva encontrara lo que
buscaba, pero por otro, temía perderla.
—Debemos investigar más sobre esto —dijo finalmente,
tomando la decisión de apoyarla en su búsqueda.
Regresaron al asentamiento, donde Aileen los esperaba.
Al ver el amuleto, sus ojos se iluminaron con
reconocimiento.
—Este es un antiguo símbolo de los guardianes del
tiempo, los que vigilan los portales entre mundos —explicó
Aileen, su voz temblorosa por la emoción.
Eva y Ian intercambiaron una mirada llena de preguntas
sin respuesta.
—¿Guardianes del tiempo? ¿Quiénes son? —preguntó
Eva, su curiosidad despertada.
—Son seres de leyenda, custodios de los secretos del
tiempo. Se dice que pueden abrir y cerrar los portales a
voluntad —respondió Aileen.
Eva sintió un rayo de esperanza. Si pudiera encontrar a
estos guardianes, tal vez pudiera encontrar una manera de
regresar a su tiempo.
—Ian, debemos buscar a estos guardianes —dijo Eva, su
determinación renovada.
Ian asintió, sabiendo que no podía detenerla.
—Lo haremos juntos, Eva. Dondequiera que te lleve esta
búsqueda, estaré a tu lado —prometió, tomando su mano
con firmeza.
Con el amuleto como su única pista, Eva e Ian
emprendieron un viaje a través de las Tierras Altas,
buscando a los misteriosos guardianes del tiempo. Cada día
que pasaban juntos fortalecía su vínculo, pero también
acercaba el momento en que Eva tendría que tomar la
decisión más difícil de su vida.
La búsqueda los llevó a través de bosques oscuros, sobre
montañas escarpadas y a través de valles ocultos. En cada
lugar, preguntaban sobre las leyendas y buscaban signos de
los guardianes.
Una noche, mientras acampaban bajo las estrellas, Eva
miró a Ian, su corazón lleno de amor y dolor.
—Ian, no sé lo que encontraremos al final de esta
búsqueda, pero quiero que sepas que... te amo —confesó,
las lágrimas brillando en sus ojos.
Ian la abrazó, besando su frente con ternura.
—Y yo a ti, Eva. Pase lo que pase, siempre serás parte de
mi corazón —respondió, su voz llena de emoción.
Juntos, enfrentaron cada desafío, cada peligro y cada
descubrimiento, unidos por un amor que había trascendido
el tiempo. Y mientras continuaban su búsqueda, sabían que,
independientemente del resultado, lo que habían
compartido cambiaría sus vidas para siempre.
Capítulo 10

En su incansable búsqueda de respuestas, Eva e Ian


llegaron a un antiguo monasterio en ruinas, escondido entre
las densas arboledas de un valle remoto. Según Aileen, este
lugar guardaba secretos ancestrales, posiblemente
vinculados a los guardianes del tiempo y al amuleto que Eva
había encontrado.
Mientras exploraban las ruinas, Eva sintió una conexión
intensa con el lugar, como si las piedras susurraran historias
del pasado. Caminaron entre arcos desmoronados y muros
cubiertos de musgo, hasta llegar a una cámara oculta bajo
tierra.
—Mira esto, Ian —dijo Eva, señalando unos símbolos
grabados en la pared que parecían contar una historia.
Ian se acercó, examinando los grabados con curiosidad.
Los símbolos eran similares al amuleto, entrelazando el
pasado, el presente y el futuro en un ciclo sin fin.
—Esto podría ser la clave para entender tu conexión con
el tiempo —murmuró Ian, su voz llena de asombro.
Eva tocó los grabados, y de repente, imágenes del
pasado inundaron su mente. Vio a una mujer, muy parecida
a ella, en el mismo monasterio, hablando con un hombre
que llevaba el símbolo del amuleto. La mujer era una viajera
del tiempo, como ella, y el hombre, un guardián.
—Ian, creo que no soy la primera —susurró Eva, su voz
temblorosa por la revelación—. Hubo otra antes que yo, y
ella conoció a uno de los guardianes.
Ian la miró, sorprendido por la revelación.
—¿Crees que tu destino está conectado con el de esa
mujer? —preguntó.
Eva asintió, aún procesando la información.
—Sí, y hay más —dijo, tomando una respiración profunda
—. El guardián... Creo que era uno de tus ancestros.
Ian se quedó sin palabras, la magnitud de la revelación
golpeándolo como un rayo. Si eso era cierto, significaba que
su destino y el de Eva estaban entrelazados desde hace
siglos.
—Eso explicaría por qué me siento tan conectado contigo
—dijo finalmente, su voz llena de emoción.
Continuaron explorando el monasterio, buscando más
pistas. En una cámara secreta, encontraron un pergamino
antiguo que contenía la historia de la mujer viajera y su
encuentro con el guardián. Según el pergamino, la mujer
había cambiado el curso de la historia con su presencia,
pero con la ayuda del guardián, había encontrado una
manera de regresar a su tiempo, asegurando así que el flujo
natural de los eventos continuara.
—Esto es increíble —dijo Eva, su mente abrumada por las
implicaciones—. Significa que podría haber una manera de
volver a mi tiempo sin alterar el curso de la historia.
Ian la abrazó, su corazón dividido entre la alegría por ella
y la tristeza por la idea de perderla.
—Entonces debemos encontrar a ese guardián o a sus
descendientes. Ellos podrían ayudarte a volver —dijo,
aunque cada palabra le pesaba.
Eva se aferró a Ian, las lágrimas corriendo por sus
mejillas.
—Ian, te amo. No importa lo que pase, eso nunca
cambiará —confesó, su voz ahogada por la emoción.
Ian la besó, sellando su amor con una promesa silenciosa
de estar juntos, sin importar lo que el destino les deparara.
Armados con la información del pergamino, Eva e Ian se
embarcaron en una nueva búsqueda, esta vez para
encontrar a los descendientes del guardián. Viajaron por las
Tierras Altas, siguiendo pistas y leyendas, cada paso
acercándolos a la verdad.
Una noche, en una posada aislada, se encontraron con un
anciano que llevaba el símbolo del amuleto en un colgante.
Al hablar con él, descubrieron que era el último
descendiente del guardián y que conocía los secretos de los
portales del tiempo.
—Mi familia ha custodiado estos secretos durante
generaciones —explicó el anciano—. Pero eres tú, Eva, la
que
debe tomar la decisión final. Puedo mostrarte cómo
regresar a tu tiempo, pero una vez que cruces el portal, no
podrás volver.
Eva miró a Ian, su corazón desgarrado por la decisión que
debía tomar. Por un lado, el deseo de volver a su tiempo y
asegurarse de que la historia siguiera su curso; por otro, el
amor que sentía por Ian y el mundo que había llegado a
considerar su hogar.
—Ian, no sé qué hacer —susurró, las lágrimas asomando
de nuevo en sus ojos.
Ian tomó su rostro entre sus manos, mirándola con todo
el amor que sentía por ella.
—Eva, mi amor por ti es eterno, pero debes hacer lo que
sea mejor para ti. Estaré aquí, amándote, sin importar
dónde estés o en qué tiempo te encuentres —dijo, su voz
firme y llena de amor.
Eva lo abrazó, sabiendo que la decisión que tomara
cambiaría sus vidas para siempre. En ese momento, en los
brazos de Ian, comprendió que su viaje en el tiempo no solo
había sido un accidente, sino una oportunidad para
descubrir un amor que trascendía el tiempo y el espacio.
Ahora, debía decidir si ese amor era suficiente para
mantenerla en un tiempo que no era el suyo, o si el llamado
de su propio tiempo era demasiado fuerte para ignorarlo.
Capítulo 11

El cielo estaba teñido de los colores del amanecer cuando


Eva se encontró de pie en el borde del acantilado, mirando
hacia el mar embravecido. A su lado, Ian la observaba con
una mezcla de amor y dolor, consciente de la tormenta
interna que ella enfrentaba.
—Eva, has estado callada todo el amanecer. ¿Has tomado
una decisión? —preguntó Ian, su voz ronca por la emoción.
Eva se volvió hacia él, sus ojos reflejando la lucha interna
que había consumido su alma desde que descubrieron la
verdad sobre su viaje en el tiempo.
—Ian, he pensado en esto toda la noche. En lo que
significa quedarme aquí contigo o regresar a mi tiempo —
dijo, su voz temblorosa.
Ian la tomó de las manos, entrelazando sus dedos con los
de ella.
—Cualquiera que sea tu decisión, la apoyaré. Te amo,
Eva, más de lo que las palabras pueden expresar —confesó,
sus ojos brillando con lágrimas no derramadas.
Eva asintió, agradecida por su amor y apoyo.
—Ian, te amo. Eso nunca cambiará, no importa dónde
esté. Pero he venido a darme cuenta de que mi presencia
aquí... podría cambiar demasiado. La historia, nuestro
futuro... podría no ser lo mismo si me quedo —explicó, la
angustia clara en su voz.
Ian cerró los ojos, asimilando sus palabras.
—Entiendo —dijo finalmente—. Entiendo y respeto tu
decisión, aunque me rompa el corazón.
Eva se acercó a él, abrazándolo con fuerza.
—Irme será lo más difícil que haya hecho. Pero creo que
es lo correcto. Tengo que asegurarme de que la historia siga
su curso. Y tengo que encontrar mi propio camino en mi
tiempo —susurró, las lágrimas corriendo por sus mejillas.
Ian la sostuvo, su propio corazón desgarrado por la idea
de perderla.
—Siempre estarás en mi corazón, Eva. Siempre —dijo,
besándola suavemente.
Pasaron el día juntos, compartiendo momentos y creando
recuerdos que ambos sabían que tendrían que atesorar por
el resto de sus vidas. Hablaron, rieron y lloraron,
aferrándose a cada segundo como si fuera el último.
Al caer la noche, se dirigieron al círculo de piedras, donde
el anciano los esperaba. Llevaba consigo el amuleto y un
antiguo libro que contenía los rituales necesarios para abrir
el portal del tiempo.
—Estás lista, Eva —dijo el anciano, su voz solemne.
Eva asintió, tomando el amuleto en sus manos. Miró a Ian
una última vez, grabando su rostro en su memoria.
—Ian, te amo. Y eso nunca cambiará, no importa dónde
me encuentre —dijo, su voz firme a pesar de las lágrimas.
Ian la abrazó, besándola con una pasión que era a la vez
una despedida y una promesa eterna.
—Te amo, Eva. Siempre te amaré —respondió, su voz
quebrándose.
El anciano comenzó el ritual, recitando palabras antiguas
que resonaban con el poder del tiempo. El amuleto comenzó
a brillar, y una luz comenzó a formarse en el centro del
círculo de piedras.
Eva se apartó de Ian, dando un paso hacia la luz.
—Adiós, Ian —susurró, antes de dar otro paso y
desaparecer en el resplandor.
Ian se quedó allí, observando cómo la mujer que amaba
se desvanecía en la luz del portal. Una parte de su alma se
fue con ella, pero sabía que su amor viviría para siempre, un
amor que había trascendido el tiempo y el espacio.
La luz se desvaneció, y el anciano cerró el libro con
solemnidad. Ian se quedó allí, mirando las estrellas,
sabiendo que, aunque Eva ya no estaba con él, el amor que
compartieron nunca moriría.
En algún lugar, en su propio tiempo, Eva apareció, el
amuleto todavía en su mano. Miró a su alred
edor, reconociendo su mundo pero sintiéndolo extraño al
mismo tiempo. Había tomado su decisión, había regresado a
su tiempo, pero una parte de ella siempre permanecería en
las Tierras Altas, con Ian.
Con el amuleto en su mano y el amor en su corazón, Eva
comenzó a caminar hacia su futuro, un futuro que ahora era
suyo para forjar, llevando consigo las lecciones y el amor
que había encontrado en un tiempo que ya no era el suyo.
Capítulo 12

El aire en las Tierras Altas parecía cargado con una


tensión palpable, como si el mismo tiempo estuviera
conteniendo la respiración. Eva, de pie frente al antiguo
círculo de piedras, sentía el peso de su decisión presionando
sobre su pecho.
Ian, a su lado, la miraba con una mezcla de amor y
resignación, sabiendo que el momento de la verdad había
llegado.
—Eva, sea cual sea tu decisión, quiero que sepas que te
apoyo —dijo Ian, su voz temblorosa.
Eva asintió, las lágrimas brillando en sus ojos.
—Ian, lo que he encontrado contigo... es algo que nunca
imaginé posible. Pero siento que debo regresar a mi tiempo
—confesó, su voz quebrándose.
El anciano guardián del tiempo se acercó, sosteniendo el
amuleto que había sido la clave para desentrañar el misterio
del viaje de Eva en el tiempo.
—Estás lista, Eva. Este amuleto te llevará de vuelta a tu
tiempo. Pero una vez que cruces, no podrás regresar —
explicó el anciano, su voz llena de antigua sabiduría.
Eva tomó el amuleto, sintiendo su energía vibrar en sus
manos. Miró a Ian, deseando poder grabar cada detalle de
su rostro en su memoria.
—Ian, te amo. Siempre te amaré —dijo, las lágrimas
corriendo libremente por sus mejillas.
Ian la abrazó fuertemente, como si tratara de grabar su
esencia en su alma.
—Y yo a ti, Eva. Siempre serás parte de mí, sin importar
dónde estés —respondió, su voz ahogada por la emoción.
El guardián comenzó a recitar un antiguo hechizo, y el
amuleto comenzó a brillar con una luz intensa. Eva sintió la
energía del amuleto tirando de ella, llamándola a su propio
tiempo.
Miró a Ian una última vez, grabando su imagen en su
corazón.
—Adiós, Ian —susurró, antes de dar un paso hacia la luz
brillante que se había formado en el centro del círculo.
Ian extendió su mano hacia ella en un gesto de
desesperación, pero ya era demasiado tarde. Eva
desapareció en la luz, dejando atrás el mundo de las Tierras
Altas y a Ian.
La luz se desvaneció, y con ella, la presencia de Eva. Ian
se quedó de pie, mirando el lugar donde ella había estado,
su corazón roto por la pérdida.
—Te amaré por siempre, Eva —murmuró al viento, sus
palabras llevadas lejos por el susurro de las hojas.
En su propio tiempo, Eva apareció en medio de una calle
moderna, desorientada y abrumada. El amuleto en su mano
era el único vínculo con el mundo que acababa de dejar.
Miró a su alrededor, viendo la vida moderna continuar
como si nada hubiera pasado. Pero para ella, todo había
cambiado.
Se sentó en la acera, sintiendo el peso de su decisión y la
pérdida de Ian. Había elegido regresar a su tiempo por el
bien del flujo natural de la historia, pero su corazón
permanecía en las Tierras Altas, con el hombre que amaba.
Con el tiempo, Eva comenzó a adaptarse de nuevo a su
vida en el presente. Pero siempre había un espacio en su
corazón que pertenecía a Ian y a las Tierras Altas.
A menudo, se encontraba mirando el amuleto,
recordando el amor que había encontrado y perdido. A
través de su experiencia, había aprendido sobre la fuerza
del amor y el sacrificio, y aunque su decisión había sido
dolorosa, sabía que había sido la correcta.
En las Tierras Altas, Ian continuaba su vida, pero siempre
con un sentimiento de pérdida. Eva había cambiado su
mundo, mostrándole un amor que trascendía el tiempo y el
espacio. Y aunque sabía que nunca volvería a verla, siempre
la llevaría en su corazón.
Eva, en su propio tiempo, decidió contar su historia,
escribiendo un libro sobre su increíble viaje en el tiempo y el
amor que había encontrado. Aunque el mundo viera su
historia como una obra de ficción, para ella era un
testimonio del amor verdadero que había vivido.
Y así, a través de las páginas de su libro, Eva e Ian
permanecieron unidos, su amor inmortalizado en palabras,
un amor que había demostrado ser más fuerte que el propio
tiempo.
Capítulo 13

El regreso de Eva a su tiempo original fue un mosaico de


emociones contradictorias. Aunque las calles de su ciudad
natal seguían siendo las mismas, su percepción del mundo
había cambiado irrevocablemente. Cada paso que daba en
la modernidad estaba impregnado de recuerdos de un
pasado lejano, de un amor intenso y de decisiones que
habían alterado el curso de su vida.
Eva retomó su trabajo como historiadora, pero ahora, con
una perspectiva única que solo un viaje a través del tiempo
podía proporcionar. Sus colegas notaron un cambio en ella;
una mezcla de melancolía y sabiduría se reflejaba en sus
ojos. Cuando hablaba de la historia, lo hacía con una pasión
y una precisión que dejaban a todos asombrados.
—Eva, tu enfoque en la historia de las Tierras Altas es
impresionante. Parece como si hubieras vivido allí —
comentó un día su colega Martín, mientras revisaban unos
documentos antiguos.
Eva sonrió, una sonrisa que escondía un mar de secretos
y recuerdos.
—Digamos que tengo una conexión especial con ese
lugar —respondió, su mente viajando a los verdes paisajes y
a los ojos azules de Ian.
Pero no todo era nostalgia y melancolía en la vida de Eva.
Su experiencia en las Tierras Altas le había enseñado el
valor del amor, de la resiliencia y de la determinación.
Decidió usar estos aprendizajes para mejorar su vida y la de
los que la rodeaban. Comenzó a involucrarse en proyectos
de historia local, transmitiendo su pasión por el pasado a las
nuevas generaciones.
Un día, mientras daba una conferencia sobre la
importancia de la historia en la comprensión de nuestra
identidad, un joven se le acercó, claramente emocionado.
—Profesora, su charla fue increíble. Me ha hecho ver la
historia de una manera totalmente nueva —dijo el joven,
sus ojos brillando con entusiasmo.
Eva sonrió, sintiéndose gratificada por poder inspirar a
otros.
—Me alegra oír eso. La historia no es solo un conjunto de
fechas y eventos; es la historia de nosotros, de cómo
llegamos a ser quienes somos —respondió, recordando
cómo su propio viaje a través del tiempo había reforzado
esa creencia.
Mientras tanto, en las Tierras Altas, la ausencia de Eva
dejó un vacío en la vida de Ian. Pero, al igual que Eva, él
también había aprendido y crecido a partir de su
experiencia. Su amor por Eva le había enseñado la
profundidad de la pasión y la amplitud de la compasión.
Estas lecciones las aplicó en su liderazgo, convirtiéndose en
un líder aún más justo y comprensivo.
El clan, que había visto el amor entre Ian y Eva, también
se vio afectado por su partida. Aunque al principio hubo
tristeza, con el tiempo, la historia de Eva se convirtió en una
leyenda dentro del clan, una historia de amor que
trascendía el tiempo y el espacio. Ian a menudo se
encontraba contando historias sobre la valiente mujer de
otro tiempo, inspirando a su gente a creer en lo imposible.
Un día, mientras caminaba por el bosque, Ian se detuvo
en el círculo de piedras donde se había despedido de Eva.
Cerró los ojos, recordando su última mirada, su último beso.
A pesar del dolor de su pérdida, se sentía agradecido por
cada momento que habían compartido.
—Siempre te amaré, Eva. Dondequiera que estés —
susurró al viento, sintiendo una paz interior al aceptar su
ausencia.
De vuelta en su tiempo, Eva decidió plasmar su
extraordinaria experiencia en un libro. Noche tras noche,
escribía la historia de su viaje en el tiempo, de su amor por
Ian y de las lecciones aprendidas. Cuando el libro fue
publicado, rápidamente se convirtió en un éxito de ventas,
cautivando a lectores de todo el mundo con su mezcla de
romance histórico y aventura.
En una sesión de firma de libros, una mujer mayor se
acercó a Eva, su rostro arrugado por una sonrisa amable.
—Su libro es maravilloso. Me recuerda a mi propia
historia de amor cuando era joven —dijo la mujer,
sosteniendo el libro firmado contra su pecho.
Eva le sonrió, emocionada por poder tocar los corazones
de sus lectores de una manera tan personal.
—Gracias. Me alegra saber que mi historia resuena con la
suya —respondió, sintiendo una conexión con la mujer y su
desconocida historia de amor.
Aunque Eva nunca regresó a las Tierras Altas ni volvió a
ver a Ian, su amor por él permaneció vivo en su corazón y
en sus escritos. Había aprendido que el amor verdadero no
conoce límites de tiempo ni de espacio, y esa lección la
llevó consigo en cada aspecto de su vida.
La historia de Eva y Ian se convirtió en un testimonio de
que, a veces, el amor más grande es aquel que sacrifica el
presente por el bien del futuro. Y mientras Eva continuaba
su vida en su propio tiempo, siempre llevaba consigo un
pedazo de las Tierras Altas, un pedazo de Ian y un pedazo
de la historia que juntos habían forjado, un amor que, a su
manera, había trascendido la barrera del tiempo.
Capítulo 14

El regreso de Eva a su propio tiempo marcó el inicio de


una nueva etapa en su vida, una etapa definida tanto por la
nostalgia como por el renacimiento personal. Cada día, al
despertar, sentía un vacío por la ausencia de Ian, una
añoranza por las Tierras Altas que había dejado atrás. Pero
con esa añoranza venía también una nueva fortaleza,
forjada por la experiencia y el amor que había vivido.
Eva retomó su trabajo como historiadora con un nuevo
fervor, dedicándose a investigar y enseñar con la pasión
que había adquirido en su viaje a través del tiempo. Sin
embargo, había momentos en los que se perdía en sus
recuerdos, momentos en los que la realidad de su presente
chocaba dolorosamente con los ecos de su pasado.
—Eva, ¿estás bien? —le preguntó una tarde su colega
Laura, después de notarla ensimismada frente a un antiguo
mapa de Escocia.
Eva miró a Laura y forzó una sonrisa.
—Sí, solo recordando un viaje que hice hace tiempo —
respondió, cerrando el libro que tenía delante.
Laura asintió, aunque con una mirada de preocupación
que no pasó desapercibida para Eva.
Eva sabía que tenía que encontrar una manera de
reconciliarse con su presente. Comenzó a canalizar sus
emociones y recuerdos en la escritura, vertiendo en las
páginas no solo la historia de su amor con Ian, sino también
sus reflexiones sobre la vida, el amor y el destino. Escribir
se convirtió en su terapia, en su conexión con Ian y las
Tierras Altas.
Con el tiempo, Eva decidió compartir su historia. Publicó
un libro titulado "El Lazo del Destino", que narraba su
increíble viaje en el tiempo y su romance con Ian. El libro
fue un éxito inmediato, tocando los corazones de miles de
lectores con su relato de amor eterno y sacrificio.
—Tu libro es una obra de arte, Eva. ¿Es realmente una
historia verdadera? —preguntó un periodista durante una
entrevista.
Eva sonrió, una sonrisa que ocultaba un mundo de
secretos.
—Cada autor pone un poco de su verdad en lo que
escribe —respondió evasivamente, dejando la pregunta
abierta a la interpretación del lector.
A medida que el libro ganaba popularidad, Eva se
convirtió en una figura reconocida. Daba charlas y
conferencias, compartiendo no solo su conocimiento de la
historia, sino también fomentando la creencia en el amor y
en las segundas oportunidades. Sin embargo, en la
intimidad de su hogar, Eva mantenía una conexión personal
con su pasado. Conservaba el amuleto que había sido su
llave para viajar en el tiempo, y a menudo lo tomaba en sus
manos, recordando a Ian y los momentos que compartieron.
Una tarde, mientras caminaba por el parque, se encontró
con una pareja de ancianos sentados en una banca,
claramente enamorados después de muchos años juntos. Al
observarlos, Eva sintió una mezcla de felicidad y tristeza.
—Eso es amor verdadero, ¿verdad? —dijo una voz a su
lado.
Eva se giró para ver a un hombre mayor que había
estado observando a la misma pareja.
—Sí, lo es —respondió Eva, su corazón apretado por la
emoción.
—Así es como me sentía con mi esposa. El amor nunca
muere, joven. Permanece en nosotros, siempre —dijo el
hombre, con un brillo nostálgico en sus ojos.
Eva asintió, sintiéndose reconfortada por sus palabras. El
amor que había compartido con Ian seguía vivo en su
corazón, una llama eterna que nunca se extinguiría.
Mientras el tiempo pasaba, Eva aprendió a vivir con su
decisión y sus consecuencias. Se dio cuenta de que su
experiencia había sido un regalo, una oportunidad para
conocer un amor tan profundo y verdadero que había
trascendido las barreras del tiempo. Y aunque a veces la
melancolía la embargaba, sabía que había tomado la
decisión correcta.
En las Tierras Altas, Ian también continuaba su vida,
guiando a su clan con sabiduría y compasión. La historia de
su
amor con Eva se convirtió en una leyenda, una historia
que se contaba alrededor de las hogueras, inspirando a
generaciones futuras a creer en el poder del amor.
Eva y Ian, separados por el tiempo y el espacio,
permanecían unidos por el lazo del destino, un lazo que
había demostrado ser más fuerte que cualquier distancia o
época. Y así, a través de sus recuerdos y su amor, Eva vivió
el resto de sus días, sabiendo que en algún lugar, en alguna
época, Ian la amaba tanto como ella a él.
Epílogo

Años después de su extraordinario viaje a través del


tiempo, Eva se encontraba sentada en su estudio, rodeada
de libros y recuerdos de una vida llena de aventuras y
descubrimientos. Aunque había envejecido, sus ojos
mantenían la misma intensidad y sabiduría que había
adquirido durante su estancia en las Tierras Altas.
En la pared, colgaba un mapa antiguo de Escocia, un
recordatorio constante de su amor perdido y de las
lecciones aprendidas. En su escritorio, el amuleto que había
sido su llave a otro tiempo y lugar ocupaba un lugar de
honor, brillando bajo la luz del atardecer.
—Abuela, cuéntame otra vez la historia de cómo viajaste
en el tiempo —pidió una joven voz detrás de ella.
Eva se giró para ver a su nieta, Sarah, parada en la
puerta con ojos llenos de curiosidad y asombro. Sarah había
crecido escuchando las historias de su abuela, fascinada por
la idea de viajes en el tiempo y romances en tierras lejanas.
—Ven aquí, querida —dijo Eva, señalando el espacio a su
lado.
Sarah se acercó y se sentó junto a su abuela, mirando el
amuleto con fascinación.
—Fue hace muchos años, en una época muy diferente a
la nuestra —comenzó Eva, su voz teñida de nostalgia—.
Viajé a un tiempo que no era el mío y allí encontré un amor
que cambió mi vida para siempre.
Mientras Eva narraba su historia, las palabras y los
recuerdos fluían como un río tranquilo, llevándola de vuelta
a los días en las Tierras Altas, a los momentos compartidos
con Ian, a las batallas, los bailes y los besos robados bajo
las estrellas.
—¿Y todavía lo amas, abuela? —preguntó Sarah, su voz
suave y llena de empatía.
Eva asintió, una lágrima solitaria deslizándose por su
mejilla.
—El amor como el que tuve con Ian nunca muere,
querida. Vive en nosotros, en cada latido de nuestro
corazón, en cada suspiro del viento —respondió, su corazón
aún lleno de amor por el hombre que había dejado atrás.
Sarah tomó la mano de su abuela, apretándola con
ternura.
—Es la historia de amor más hermosa que he escuchado
—dijo, su voz llena de admiración.
Eva sonrió, agradecida por la comprensión y el amor de
su nieta.
—Es una historia que me enseñó mucho. Sobre el valor,
sobre la fortaleza y, sobre todo, sobre el poder del amor —
dijo, mirando hacia el horizonte, donde el cielo se
encontraba con el mar.
En ese momento, el amuleto en el escritorio brilló con
una luz suave, como si respondiera a las emociones y
recuerdos de Eva. Ella lo miró, preguntándose qué habría
sido de Ian, qué habría sido de su vida si hubiera tomado
una decisión diferente.
Pero en su corazón, Eva sabía que su viaje, su amor y su
elección habían sido parte de un destino mayor, un legado
que trascendía el tiempo y que había moldeado no solo su
vida, sino también las vidas de aquellos que la rodeaban.
—Abuela, ¿crees que hay otros como tú, que han viajado
en el tiempo? —preguntó Sarah, su curiosidad despertada
por la historia.
Eva contempló la pregunta por un momento, luego
respondió con una sonrisa misteriosa.
—Quién sabe, querida. El mundo está lleno de misterios y
maravillas. Tal vez haya otros que hayan vivido aventuras
similares, que hayan cruzado el umbral del tiempo y
encontrado amores que desafían las épocas —dijo, instando
a su nieta a creer en lo imposible.
Mientras el sol se ponía, llenando el estudio de Eva con
un resplandor dorado, la historia de su viaje en el tiempo y
su amor por Ian continuaba viva, inspirando a nuevas
generaciones a soñar, a amar y a creer en el legado del
destino. Y aunque Eva había regresado a su tiempo
, una parte de ella siempre permanecería en las Tierras
Altas, en un pasado lejano donde había encontrado su
verdadero corazón.
Este es tu regalo
Si has disfrutado con esta historia, te animo a que
empieces a leer otro título de esta misma serie, que se
titula: Promesas del pasado ¡Feliz lectura!

Prólogo

El viento soplaba con furia a través de las Highlands


escocesas, llevando consigo el eco de antiguas leyendas y
el susurro de promesas no cumplidas. Entre esas colinas,
envuelto en la oscuridad de una noche sin luna, se
encontraba Clyde, un guerrero de mirada fiera y corazón
indomable, de pie ante un altar de piedras ancestrales.
—Esta noche, bajo el testigo de las estrellas y el eterno
cielo, hago una promesa —dijo Clyde, su voz resonando con
una mezcla de determinación y un atisbo de incertidumbre.
A su alrededor, los miembros de su clan observaban en
silencio, sus rostros iluminados por la tenue luz de las
antorchas. El ritual que estaban a punto de presenciar era
antiguo, tan antiguo como las mismas tierras en las que se
encontraban.
Clyde sostuvo entre sus manos un amuleto, una pieza
intrincadamente tallada que parecía absorber la luz de las
llamas. Era un objeto místico, heredado de generaciones de
guerreros, cada uno añadiendo su propia historia y poder a
la pieza.
—Por el honor de mi clan y el legado de mis ancestros —
continuó Clyde, cerrando los ojos y elevando el amuleto—,
me comprometo a encontrar a mi verdadero amor, sin
importar las barreras del tiempo y el espacio.
Una ráfaga de viento azotó el lugar, haciendo que las
llamas danzaran y las capas de los presentes ondearan
como banderas en una batalla invisible. Clyde abrió los ojos,
su mirada fija en el horizonte, donde las montañas se
encontraban con el cielo.
—¿Y si tu amor verdadero no pertenece a esta época,
Clyde? —preguntó una voz desde la multitud. Era Alastair,
su mejor amigo y compañero de batallas.
Clyde se giró hacia él, una sonrisa desafiante en sus
labios.
—Entonces el destino deberá tejer su magia —respondió
—. Porque ninguna barrera, ni siquiera el tiempo, puede
detener un corazón decidido.
El sacerdote del clan, un hombre de edad avanzada con
ojos que habían visto muchas lunas, se acercó al guerrero.
En sus manos llevaba un cuenco con un líquido oscuro,
humeante.
—Con este brebaje, sellarás tu destino, Clyde —dijo el
sacerdote—. Pero debes saber que toda promesa tiene su
precio.
Clyde asintió, consciente del peso de sus palabras. Tomó
el cuenco entre sus manos y bebió el contenido de un solo
trago. El líquido era amargo y caliente, descendiendo por su
garganta como un río de fuego.
El mundo pareció girar a su alrededor, las estrellas
danzando en un cielo que de repente se sentía demasiado
cercano. Sintió como si cada parte de su ser estuviera
siendo arrastrada hacia algo desconocido, algo que
esperaba por él en algún lugar más allá de su comprensión.
—Que los antiguos te guíen, Clyde —dijo el sacerdote,
mientras el guerrero cerraba los ojos, entregándose a la
magia del momento.
La noche continuó su curso, las estrellas girando en su
danza celestial, y los miembros del clan se dispersaron,
dejando a Clyde solo ante el altar. El viento había cesado,
dejando un silencio profundo, roto solo por el latido
constante del corazón de un guerrero que había hecho una
promesa más allá del tiempo.

Capítulo 1

Las calles empedradas de la ciudad resonaban bajo los


pasos decididos de Lea, una joven moderna que se movía
entre la multitud con una facilidad que desmentía su mente
a menudo perdida en épocas pasadas. Rodeada de
rascacielos y el bullicio de la vida urbana, su corazón latía al
ritmo de una era diferente, una donde los caballeros y
damas protagonizaban historias que ella solo podía soñar.
—¡Lea! ¿Te has perdido en tus pensamientos otra vez? —
la voz de Clara, su amiga, interrumpió su ensimismamiento.
Lea sonrió y aceleró el paso para alcanzar a Clara, quien
ya estaba entrando en su café favorito.
—Estaba pensando en la exposición del museo. Hoy
inauguran una sobre la Escocia medieval —explicó Lea, sus
ojos iluminándose con anticipación.
—Siempre con la cabeza en los Highlanders, ¿eh? —
bromeó Clara, mientras ambas se acomodaban en una
mesa.
El café, con su ambiente cálido y acogedor, era un
refugio contra el ajetreo de la ciudad. Clara, siempre
conectada al presente, revisaba su teléfono, mientras Lea
se perdía en la vista de las calles, imaginando cómo serían
en otro tiempo.
—A veces, siento que pertenezco a otra época —confesó
Lea, mirando por la ventana.
—Tú y tus sueños de viajar en el tiempo. Yo prefiero el wifi
y el café moderno —respondió Clara, riendo.
Después de despedirse de Clara, Lea se dirigió al museo.
Los sonidos de la ciudad se mezclaban en su cabeza con
ecos de un pasado que siempre había sentido cercano. La
historia, con sus batallas y pasiones, era una llamada que
no podía ignorar.
La exposición sobre la Escocia medieval era un laberinto
de artefactos y relatos. Cada pieza contaba una historia, y
Lea se sumergía en ellas, dejando que su imaginación
volara. Pero entre todas, una pieza captó su atención por
completo: un amuleto similar al que había encontrado en el
ático de su abuela.
—Es una réplica de un talismán del siglo XVIII —explicó el
curador del museo, acercándose a ella—. Se dice que
estaba destinado a unir a su portador con su amor
verdadero, más allá de las barreras del tiempo.
Las palabras del curador resonaron en Lea. La idea de un
amor capaz de trascender el tiempo era algo que tocaba
una cuerda profunda en su corazón.
De vuelta en su apartamento, Lea sacó el amuleto del
ático. Lo sostuvo, cerrando los ojos, y por un momento se
permitió soñar. ¿Y si pudiera encontrarse con ese guerrero
escocés?
En ese instante, una luz cegadora llenó la habitación. Lea
sintió el mundo girar a su alrededor, y un torbellino de
colores la envolvió. Cuando la luz se disipó, se encontró en
un lugar desconocido, un paisaje de colinas verdes y un
cielo de un azul inmenso.
—¿Dónde estoy? —susurró, asombrada y confundida.
En la distancia, el sonido de cascos de caballo se
acercaba. Lea se volvió y vio a un guerrero a caballo, su
figura recortándose contra el cielo. Era un Highlander,
imponente, con una mirada que hablaba de batallas y
leyendas. Era él, el guerrero del amuleto, y estaba a punto
de cambiar su vida para siempre.
El destino había tejido su magia, uniendo a dos corazones
separados por siglos, pero unidos por una promesa del
pasado.
Capítulo 2

Lea se despertó esa mañana con una sensación de


anticipación. Había soñado con castillos y brumas, con
sonidos de gaitas en la distancia. Aquel día tenía un
propósito especial: limpiar el ático de la casa de su abuela,
un lugar lleno de recuerdos y tesoros olvidados.
—Hoy es el día, abuela —dijo Lea, mientras preparaba
una taza de té para ambas—. Voy a desempolvar tu ático.
—Ten cuidado, querida. Hay muchas cosas viejas allí
arriba —respondió su abuela, una mujer de mirada cálida y
sonrisa fácil.
Lea asintió, emocionada por la aventura que tenía por
delante. Siempre le había fascinado la historia de su familia,
y aquel ático era como una cápsula del tiempo esperando
ser explorada.
Subió las escaleras crujientes, abrió la pequeña puerta y
se adentró en el ático. El aire estaba cargado de polvo y
recuerdos. Cajas apiladas, muebles antiguos y libros
desgastados llenaban el espacio. Lea se puso manos a la
obra, abriendo cajas y examinando cada objeto con
curiosidad.
Fue entonces cuando lo encontró. En una caja llena de
viejas cartas y fotografías, había un relicario. Era de plata,
con intrincados grabados celtas y una piedra verde en el
centro. Lea lo sostuvo en su mano, sintiendo una vibración
extraña, como si el objeto estuviera cargado de energía.
—¿Qué eres tú? —murmuró, examinando el relicario con
detenimiento.
Lea abrió el relicario con cuidado. Dentro, había una
pequeña inscripción que parecía una especie de hechizo o
bendición en un idioma antiguo. Intrigada, decidió llevar el
relicario al museo para saber más sobre él.
—Abuela, encontré algo increíble —dijo Lea, bajando las
escaleras con el relicario en la mano.
—Oh, déjame ver —pidió su abuela, extendiendo las
manos.
Lea le mostró el relicario, y su abuela lo examinó con una
mezcla de sorpresa y nostalgia.
—Este era de tu bisabuela. Ella decía que tenía una
historia especial, pero nunca supe cuál era —explicó su
abuela, devolviéndoselo.
Con el relicario en su bolsillo, Lea se dirigió al museo.
Necesitaba respuestas, y sabía que el único lugar donde
podría encontrarlas era entre los muros de ese edificio lleno
de historia.
Al llegar, buscó al curador, un hombre mayor con un
vasto conocimiento de la historia escocesa.
—Buenas tardes, señor MacDougal. Encontré esto en el
ático de mi abuela y me preguntaba si podría decirme algo
sobre él —dijo Lea, mostrándole el relicario.
El señor MacDougal tomó el objeto con manos
temblorosas, sus ojos brillando con una mezcla de asombro
y reconocimiento.
—Es un relicario escocés del siglo XVIII. Los grabados son
típicos de la época, y esta piedra... —dijo, señalando la
gema verde— es una serpentina, muy valorada en aquel
tiempo.
Lea escuchaba atentamente, fascinada.
—¿Y la inscripción? —preguntó.
El curador la examinó de cerca, frunciendo el ceño.
—Es un antiguo gaélico escocés. Habla de un viaje a
través del tiempo, un encuentro entre dos almas destinadas
—tradujo.
Lea sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. ¿Un
viaje a través del tiempo? ¿Dos almas destinadas? Era como
si el relicario estuviera hablando directamente a su corazón,
a sus sueños más secretos.
—Gracias, señor MacDougal —dijo Lea, guardando el
relicario de nuevo en su bolsillo—. Esto significa mucho para
mí.
De regreso a casa, Lea no podía dejar de pensar en las
palabras del curador. Un encuentro entre dos almas
destinadas. ¿Sería posible que aquel relicario fuera una llave
a otro tiempo, a otra vida?
Esa noche, en la soledad de su habitación, Lea sacó el
relicario y lo sostuvo en sus manos. Cerró los ojos y deseó,
con todo su corazón, ser parte de esa historia, de ese viaje a
través del tiempo.
Y entonces, como si el destino estuviera escuchando, una
luz brillante la envolvió. El suelo bajo sus pies pareció
desaparecer, y un torbellino de colores y sonidos la rodeó.
Cuando la luz se disipó, Lea se encontró en un lugar
completamente diferente. Las colinas verdes se extendían
ante ella, el cielo era de un azul intenso, y el aire olía a
libertad y aventuras.
—No puede ser... —susurró Lea, mirando a su alrededor.
Había viajado en el tiempo, llevada por el poder del
relicario. Estaba en la Escocia del siglo XVIII, en un mundo
de leyendas y guerreros.
En la distancia, el sonido de cascos se acercaba. Lea se
giró, su corazón latiendo con fuerza. Un guerrero a caballo
se acercaba, su figura imponente recortándose contra el
cielo.

Capítulo 3

La luz se disipó lentamente, dejando a Lea en medio de


un paisaje que parecía sacado de un cuento de hadas.
Colinas verdes, un cielo límpido y el aire puro de la
naturaleza la rodeaban. Por un momento, se quedó inmóvil,
tratando de asimilar lo que acababa de suceder. ¿Había
viajado realmente en el tiempo?
—Esto debe ser un sueño —murmuró, mirando a su
alrededor.
Pero el sonido de los cascos de caballo se acercaba,
haciéndola volver a la realidad. Lea se giró y vio a un
hombre montado en un majestuoso caballo negro,
acercándose a ella. Su presencia era imponente, y en su
mirada se leía la fuerza de un guerrero. Era el hombre del
amuleto, no había duda.
El guerrero se detuvo frente a ella, observándola con
curiosidad y cautela. Lea se quedó sin aliento ante su
presencia. Era como si todas las historias que había leído
cobraran vida ante sus ojos.
—¿Quién eres y qué haces en mis tierras? —preguntó el
guerrero con voz firme, su acento escocés marcando cada
palabra.
Lea tragó saliva, intentando encontrar su voz.
—Mi nombre es Lea. No sé cómo llegué aquí... —empezó
a explicar, pero su voz se apagó al ver la expresión de
incredulidad en el rostro del hombre.
—¿Lea? Ese no es un nombre de estas tierras. ¿Eres una
espía? —inquirió él, desmontando de su caballo con
agilidad.
—No, no soy una espía. Vine de muy lejos... —Lea se
detuvo, dándose cuenta de lo absurdo que sonaría decir que
venía del futuro.
—Hablas de una manera extraña. Ven conmigo,
necesitarás explicar esto mejor —dijo él, extendiendo su
mano.
Lea dudó por un instante, pero algo en su mirada le
inspiró confianza. Tomó su mano y subió al caballo detrás
del guerrero. Mientras cabalgaban, Lea observaba el
paisaje, maravillada por su belleza y autenticidad.
—¿Cómo te llamas? —preguntó finalmente, su voz
apenas audible por encima del sonido del viento.
—Clyde —respondió él, sin mirarla.
Clyde. El nombre resonó en la mente de Lea. Era el
destino entrelazando sus vidas de una manera que ella
nunca habría imaginado.
Llegaron a una aldea donde las casas de piedra y los
techos de paja parecían sacados de una página de historia.
La gente se detenía para mirarla, susurros y miradas
curiosas acompañaban su paso. Lea se sentía como una
intrusa en un mundo que no le pertenecía.
Clyde la llevó a una casa más grande que las demás, con
un aire de autoridad que no pasaba desapercibido.
—Espera aquí —dijo antes de entrar.
Lea se quedó de pie, nerviosa y expectante. No tardó en
salir una mujer de cabello rojo y ojos vivaces.
—¿Eres tú la joven que encontró Clyde? —preguntó la
mujer, examinándola de arriba abajo.
—Sí, mi nombre es Lea —respondió, intentando una
sonrisa.
—Soy Moira, la hermana de Clyde. Ven, te prepararé algo
de comer —dijo Moira, llevándola al interior de la casa.
La casa era acogedora y cálida, con un fuego ardiendo en
la chimenea y muebles rústicos. Moira le sirvió un caldo
humeante y pan fresco, alimentos sencillos pero
reconfortantes.
—Gracias, esto es muy amable de tu parte —dijo Lea,
tomando el cuenco entre sus manos.
—Cuéntame, ¿de dónde vienes realmente? —preguntó
Moira con una mirada astuta.
Lea dudó, pero algo en la forma en que Moira la miraba le
hizo sentir que podía confiar en ella.
—Vengo del futuro —confesó final
mente, susurrando las palabras como si temiera que al
decirlas en voz alta, desaparecerían.
Moira la miró fijamente, su expresión pasando de la
sorpresa a una especie de comprensión.
—Siempre supe que había algo especial en mi hermano.
Si él te trajo aquí, debe ser por una razón —dijo Moira, más
para sí misma que para Lea.
En ese momento, Clyde entró en la habitación. Su mirada
se posó en Lea, llena de preguntas.
—Hemos de hablar, Lea del futuro —dijo, con un tono que
mezclaba la incredulidad con una curiosidad palpable.
Lea asintió, dejando su cuenco a un lado. Estaba a punto
de embarcarse en la historia más increíble de su vida, y
todo había comenzado con un antiguo relicario y un
guerrero de las Highlands llamado Clyde.

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