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Luna, Salles – Decisiones de vida y muerte: eutanasia, aborto y otros temas de ética médica

ÉTICA TEÓRICA Y BIOÉTICA


En las últimas décadas se han impuesto un interés creciente por los complejos problemas
peticos que se planteas en la práctica de la medicina. Pero los dilemas en esa área no son nuevos;
la dimensión moral y humana de la práctica médica ha sido reconocida desde el siglo V a.C.
cuando un grupo de médicos, bajo el liderazgo de Hipócrates, formuló y adoptó un conjunto de
reglas de comportamiento profesional que se conoce con el nombre de Juramento Hipocrático.
Tanto el corpus hipocrático como los distintos códigos de conducta del personal de salud
desarrollados posteriormente tienen como objetivo guiarlos en la toma de decisiones y señalar
sus obligaciones morales con respecto a sus pacientes.
Sin embargo, tales códigos son a veces inadecuados para resolver de manera satisfactoria las
situaciones que surgen en el ámbito de la medicina. De ahí la importancia de la bioética, que
podemos definir como la reflexión filosófica sobre los problemas éticos que se plantean en el
contexto de la medicina y las ciencias biológicas.

TEORÍAS Y ENFOQUES ÉTICOS


A lo largo de nuestra vida cada uno de nosotros toma decisiones morales, actúa de acuerdo a
ellas y evalúa o juzga las decisiones morales de otros. Pero ¿sobre qué base tomamos decisiones
y evaluamos a otros? ¿qué nos permite determinar qué es lo correcto o lo incorrecto? Las teorías
éticas intentan contestar estas preguntas, dando una explicación de la moralidad y una
justificación de las consideraciones básicas en las cuales uno se debe apoyar para tomar
decisiones o evaluar el status moral de las acciones (propias y ajenas).

I. TEORIAS DEONTOLOGICAS
KANT
Según Kant, ser moral consiste en hacer lo que se debe precisamente porque este es nuestro
deber. La moralidad está basada en el intelecto y solo porque somos racionales podemos
descubrir las leyes morales que rigen nuestro comportamiento.
Para Kant, lo que determina si un acto es correcto no son sus consecuencias sino ciertas
características intrínsecas del acto o de la regla que el acto representa. Es decir, un acto será
correcto si satisface lo que Kant denomina Imperativo Categórico. Ofrece varias formulaciones
de este concepto, una de ellas es “obra según una máxima que puedas querer, al mismo tiempo,
que se torne ley universal”.
La idea central del Imperativo Categórico es que una máxima es moral si puede ser generalizada
de manera tal que se pueda aplicar a todos los casos del mismo tipo, sin entrar en conflicto. En
otras palabras, uno debe querer que la regla que uno adopta para actuar pueda ser adoptada
por todos aquellos que estén en una posición similar a la de uno sin que se autoanule.
El Imperativo Categórico se expresa en otra formulación que enfatiza la necesidad de tratar a
todos los seres humanos como fines y no como instrumentos, es decir, destaca nuestra
obligación de respetar a las personas. El respeto por el otro debe entenderse en función de la
noción kantiana del valor y dignidad que posee toda criatura racional y, fundamentalmente,
implica el reconocimiento de la autonomía de todo individuo. Una persona es autónoma

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cuando su comportamiento es producto de sus decisiones conscientes y dichas decisiones son,


a su vez, producto de una evaluación cuidadosa de diferentes alternativas y razones.
La ética kantiana ha sido sometida a algunas objeciones. Se ha argumentado, en primer lugar,
que no provee indicaciones precisas de cómo actuar cuando hay obligaciones morales en
conflicto. En segundo lugar, el papel que se le da a la decisión autónoma no toma en cuenta el
aspecto social de todo ser humano, lo cual hace que su análisis sea poco realista.

ROSS
David Ross comparte la idea kantiana de que una acción es correcta cuando está motivada por
el deber y que tenemos obligaciones a respetar, pero a su vez trata de resolver el conflicto que
se presenta con las obligaciones. Para ello, se basa en la distinción entre obligaciones prima
facie, aquellas que tenemos en principio pero que según circunstancias pueden pasar a segundo
plano, de las obligaciones reales. El juicio sobre qué obligación es más importante depende, en
última instancia, de la percepción de la persona.

II. UTILITARISMO
Las teorías éticas teleológicas, como es el utilitarismo, postulan que el objetivo o propósito de
cada acción es lo que determina si dicha acción es correcta o incorrecta. En su formulación más
simple, el utilitarismo sostiene que la moralidad de las acciones debe ser juzgada por las
consecuencias que dichas acciones conllevan.
Para los utilitaristas, las consecuencias de cada acción se evalúan en función de la felicidad que
causan a las personas. Así, las acciones correctas serán aquellas que produzcan más felicidad
que infelicidad.

UTILITARISMO DE ACTO Y DE REGLA


Todos los utilitaristas aceptan el principio de utilidad – mayor felicidad para mayor número –
como guía de comportamiento. No hay acuerdo, sin embargo, en cuanto a la aplicación de dicho
principio. ¿Se debe aplicar a actos particulares o a reglas?
El utilitarismo de acto afirma que el principio de utilidad debe aplicarse a actos particulares en
circunstancias particulares. Es decir, cada vez que actuamos debemos preguntarnos cuales de
las opciones que tenemos producirá mayor felicidad o proporcionará un resultado más positivo,
actuando de acuerdo a esa estimación. De todos modos, es imposible hacer este tipo de análisis
cada vez que uno va a actuar, especialmente en situaciones en las que no hay tiempo para
meditar sobre las diferentes alternativas. Por este motivo es que el utilitarismo de acto no
siempre es el más práctico.
En contraste, el utilitarista de regla mantiene que el principio de utilidad debe aplicarse a reglas
que se deben luego usar para decidir el status moral de actos particulares. La moralidad de
nuestras acciones depende de la medida en que reflejan la obediencia a reglas cuya práctica ha
causado buenas consecuencias a lo largo de los años, es decir, reglas que han sido convalidadas
por el principio de utilidad y por ello constituyen el código moral que se debe seguir.
Para el utilitarista de acto, la situación misma toma mucha relevancia. Para el utilitarista de regla,
son las reglas las que juegan un papel central en la evaluación de la moralidad de las acciones.

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La teoría utilitarista resulta, en general, muy atractiva desde el punto de vista práctico. En
general es flexible y el énfasis que pone en “la mayor felicidad para el mayor número” le da un
aire de imparcialidad.
Se ha objetado que el principio de utilidad no puede ser el árbitro final de todas nuestras
decisiones morales. Seguirlo ciegamente muchas veces implica no tomar en consideración las
obligaciones que uno contrae con otras personas. Se ha criticado también por justificar ciertas
injusticias, lo que sugiere que para el utilitarismo la justicia no es intrínsecamente importante.
Estas críticas sugieren que el principio de utilidad por sí solo puede ser insuficiente para
establecer el comportamiento que se debe seguir o para determinar el verdadero valor moral
de una acción.

TEORÍA DE LA LEY NATURAL


La idea básica de la teoría de la ley natural es que lo que uno debe hacer está determinado por
lo que es natural y no por la sociedad en la que uno vive o las preferencias personales. Las leyes
naturales son las que determinan cómo debemos actuar; son objetivas y pueden ser
descubiertas únicamente por la razón.
Una noción antigua de esta teoría es que el universo está organizado de mantera tal que cada
cosa tiene su propio propósito. Para entender la moralidad, entonces, es necesario entender
que Dios ha creado al universo de acuerdo a un plan racional. Además, ha creado seres humanos
racionales a su imagen y es por esa racionalidad que tienen la capacidad de comprender el plan
divino. La razón o el intelecto permiten descubrir el orden racional del universo, y saber cuáles
son los objetivos humanos y cómo lograrlos; por ello se identifica con la ley moral.
(no entiendo mucho cuál es su aporte fuera de lo que ya sabemos, sólo propone una mirada
teológica pero no es muy relevante)

III. ÉTICA DE LA VIRTUD


Muchos filósofos defienden un enfoque alternativo a los ya mencionados, con raíces en la
filosofía moral de Aristóteles, que ve la moralidad como más propiamente vinculadas con el
carácter y la educación moral de la persona que con acciones guiadas por principios. De acuerdo
a esta perspectiva, el logro de la virtud es central en la moralidad.
Para la teoría de la virtud la pregunta fundamental es “¿qué tipo de persona debo ser?” y la
mayor preocupación es cómo vivir para lograr un carácter virtuoso. Se supone que la persona
virtuosa hará lo correcto; en tanto se posea un carácter virtuoso, la moralidad de las acciones
propias se puede presumir. Según esta teoría, actuar correctamente es importante pero
secundario desde el punto de vista moral.
¿Qué es la virtud? Es un rasgo de carácter valioso que contribuye al bien de la persona y de los
demás. Las virtudes se manifiestan en las acciones, emociones, deseos, actitudes y modos de
razonamiento de un individuo. Se supone que el médico virtuoso tiene la capacidad intelectual
para discernir qué es lo correcto en circunstancias particulares, y exhibe compasión por el
paciente que sufre, honestidad intelectual, justicia, integridad profesional y coraje.
Los eticistas de la virtud señalan que en bioética este enfoque es fundamental para
complementar las teorías principistas.

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IV. ALTERNATIVA FEMINISTA A LOS ENFOQUES ÉTICOS TRADICIONALES


Probablemente la corriente que ha presentado un desafío más dramático a las teorías éticas
tradicionales es la feminista. Los filósofos feministas destacan que su objetivo es repensar la
ética para corregir los prejuicios que la caracterizan y ofrecer una concepción de la moralidad
que no deje de lado la contribución femenina.
Si bien quienes trabajan en ética feminista comparten un mismo objetivo, existen divergencias
con respecto a cómo lograrlo. Por ello, la orientación feminista se caracteriza por la diversidad
de perspectivas que ponen énfasis a diferentes factores.
Nos ocupamos del interés feminista en la ética del cuidado, que afirma que la moralidad debe
basarse no en reglas, obligaciones o intereses personales, sino en compasión, cooperación y
atención al contexto. Este tipo de perspectiva feminista se ha visto fuertemente influenciada
por la obra de Carol Gilligan, quien sostiene que las mujeres y niñas analizan los problemas
morales de manera personalizada, poniendo especial atención a detalles contextuales. A
diferencia de los hombres, parecen estar menos interesadas en reglas fijas y principios
abstractos.
Los pensadores feministas sostienen que el análisis de la filosofía moral tradicional muestra que
la misma ha dejado de lado, y muchas veces negado, el valor de los sentimientos tales como la
compasión, el cariño y la empatía. Estos sentimientos generalmente se asocian con la mujer que,
probablemente por su función tradicional de cuidar a otros, tiene una tendencia a verse
“conectada” a los demás y a confiar más en sus sentimientos como guía para actuar. La filosofía
moral feminista intenta validar el papel de las emociones en la vida moral, argumentando que
tienen la importante misión de ayudarnos no sólo a responder de manera apropiada a los
demás, sino también a percibir la dimensión moral de las situaciones con las que nos
enfrentamos.
La contribución de esta perspectiva al discurso ético contemporáneo se hace evidente en su afán
de ampliar el espectro de lo que es moralmente importante en la resolución de casos,
enfatizando la necesidad de tomar en cuenta detalles contextuales concretos y la red de
relaciones en que todo ser humano se ve envuelto. Este mismo aspecto es el que la hace
vulnerable a críticas serias, entre las que se afirma que su énfasis en la persona y las
circunstancias particulares llevan a una especie de relativismo subjetivista.

V. LOS PRINCIPIOS ÉTICOS EN LA BIOÉTICA


Tradicionalmente la bioética se ha basado en principios y reglas morales para la resolución de
casos. Los principios pueden ser derivados de teorías éticas importantes o de intuiciones que
son generalmente aceptadas.
Beauchamp y Childress desarrollaron lo que se conoce como enfoque de los cuatro principios,
actualmente clásico en la bioética. Los autores hacen una distinción entre principios y reglas,
afirmando que la diferencia entre ellos yace en el nivel de especificación y justificación que cada
uno provee.
Los principios que proponen Beauchamp y Childress para su uso en el ámbito de la medicina
son: respeto por la autonomía, beneficencia, no maleficencia y justicia. Cada uno de ellos
provee pautas para actuar y señala las obligaciones que todo ser humano tiene con respecto a

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otros. Se le otorga a los principios un valor prima facie, que son obligatorios y deben ser
respetados excepto cuando entran en conflicto entre sí, en cuyo caso se debe seguir el que tenga
más peso de acuerdo a las circunstancias.

PRINCIPIO DE RESPETO POR LA AUTONOMÍA


Este principio se encuentra íntimamente ligado al reconocimiento de la autonomía del
individuo, es decir, al reconocimiento de que es sueño de sus propias acciones y decisiones y
que por ellos no los debemos “usar”.
Dado que los seres humanos tienen la capacidad de elegir racionalmente y actuar de acuerdo a
sus deliberaciones, poseen valor en sí mismos. Este valor debe ser respetado y ese respeto se
manifiesta cuando uno toma en cuenta las opiniones y decisiones de las personas autónomas, y
se abstiene de interferir en sus elecciones, siempre que no perjudiquen a otros seres humanos.
En general se considera que hay tres requisitos que deben ser satisfechos para que uno pueda
hablar de autonomía. En primer lugar, una acción autónoma no debe ser forzada; el agente
decide por sí mismo qué hacer. En segundo lugar, la noción de autonomía supone la posesión
de opciones reales para decidir libremente. Finalmente, para que la acción resultante sea
efectivamente autónoma, es necesario que el individuo posea toda la información relevante;
uno ejerce autonomía en un sentido completo cuando toma decisiones informadas.
En el ámbito de la bioética, se destaca el valor de la autonomía del paciente. El principio de
autonomía es la base moral del consentimiento y rechazo informado. También es el
fundamento de las reglas de condifencialidad y veracidad que son relevantes al momento de
decidir.

RESTRICCIÓN DE LA LIBERTAD DE LAS PERSONAS: PATERNALISMO


Razones especiales hacen que a veces la libertad individual se restrinja. Un principio importante
que se utiliza para justificar esta restricción es el de paternalismo.
La versión más débil y más fácil de justificar el paternalismo afirma que la restricción de la
libertad es justificable cuando su conducta no es verdaderamente deliberada debido a factores
tales como enfermedad, depresión o drogas. Se supone que este tipo de intervención está
justificada porque la persona carece de la capacidad cognitiva y emocional necesaria para tomar
decisiones racionales. Este tipo de paternalismo no implica propiamente la violación de la
autonomía, en tanto se presume que dicha autonomía de por sí está disminuida.
Una versión más controvertida del principio afirma que la restricción de la libertad de una
persona competente es justificable si la beneficia. Tal sería el caso de un médico que,
anticipando una posible depresión de su paciente si este se enterara de su condición terminal,
decide ocultar la verdad.

PRINCIPIOS DE NO MALEFICENCIA Y BENEFICENCIA


El principio de no maleficencia recuerda un aspecto de la ética médica tradicional que se
remonta al corpus hipocrático: el famoso “primun non nocere” (ante todo no hacer daño). Entre
los deberes que el principio de no maleficencia impone al médico se encuentra, no sólo no
perjudicar al paciente intencionalmente, sino también el de no exponerlo a riesgos innecesarios
más allá de su intención.

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Con respecto al principio de beneficencia, la idea en la que se basa es que uno debe actuar
beneficiando a otros, favoreciendo sus intereses. En el caso del profesional de la salud, el médico
debe restaurar la salud del paciente y volverlo a un estado óptimo si es posible, es decir,
beneficiarlo.

PRINCIPIO DE DOBLE EFECTO


Aplicada de manera variada en temas de bioética, esta doctrina se utiliza para justificar acciones
que, se anticipa, tendrán buenos y malos efectos. Afirma que dichas acciones pueden ser
ejecutadas sólo si se intenta lograr el buen efecto, y el mal efecto es simplemente una
consecuencia indirecta de la acción.
Son cuatro las condiciones que se deben satisfacer para que un acto del que se siguen buenas y
malas consecuencias sea justificado: 1) el acto mismo debe ser moralmente bueno o indiferente;
2) el agente no debe tener la intención de que se produzca el efecto negativo; 3) el efecto
positivo debe ser producido por la acción y no por el efecto negativo; 4) el efecto positivo debe
ser lo suficientemente bueno para compensar el efecto negativo.
Por ejemplo, consideremos el caso de una mujer embarazada a quien se le descubre cáncer de
útero. La única manera de salvar su vida es extirpando el útero enfermo, pero esta acción va a
causar también la muerte del feto. El principio de doble efecto permite la acción de extraer el
útero en tanto el objetivo de dicha acción no sea matar al feto sino salvar a la mujer, y se salva
a la mujer no por matar al feto sino porque se extirpa el útero.

PRINCIPIO DE JUSTICIA DISTRIBUTIVA


Con el principio de justicia se entra en el campo de la filosofía social y política; se trata de regular
la distribución o la asignación de los recursos limitados, insuficientes para la satisfacción de
todas las necesidades y solicitudes. En otras palabras, este principio se encarga de la distribución
adecuada de cargas y beneficios sociales.
En contexto medico alude a la distribución de beneficios tales como el acceso a la atención
médica. Este principio requiere que todo individuo tenga las mismas oportunidades de obtener
la atención médica que necesite, aunque en la actualidad se realizan distinciones (edad,
experiencia, competencia, condición física, etc.) que a veces se utilizan para justificar diferencias
en el trato.

VI. RELATIVISMO Y OBJETIVISMO ÉTICO


Los debates éticos sobre el aborto, la eutanasia y otros temas, ponen de manifiesto la falta de
acuerdo existente en estas áreas. Esa falta de consenso resulta aún más evidente cuando se
compara la ética con otras disciplinas donde se ve una cierta uniformidad de perspectivas.
A partir de esto, la posición objetivista sostiene que los juicios morales pueden ser
objetivamente justificados, por lo cual busca fundamentarlos en hechos morales o en la
“naturaleza de las cosas”. Además, existe una forma de objetivismo que es universalista o
absolutista, que afirma que todo problema moral tiene una respuesta correcta, universalmente
válida. Para esta postura no puede haber dos verdades sobre un tema y la existencia de
desacuerdo moral simplemente muestra que aún no se ha logrado descubrir la verdad en
cuestión.

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Por su parte, el relativismo argumenta que no hay una manera objetiva de justificar juicios
morales y que dos juicios opuestos pueden ser igualmente válidos. Según esta postura, los
principios morales son relativos a cada persona (subjetivismo) o cultura (relativismo cultural).
El subjetivismo sostiene que son las preferencias personales las que determinan lo que es
correcto; personas diferentes tienen distintas preferencias y pueden llegar a juicios morales
igualmente válidos. Esta doctrina puede llegar a justificar comportamientos diversos, no
siempre positivos, en tanto sean producto de las preferencias deliberadas del individuo.
El relativismo cultural argumenta que, dado que sociedades diferentes tiene valores y códigos
morales diferentes, no hay juicios morales universales; lo que es correcto o incorrecto depende
de quién lo hace y si la sociedad en la que vive lo aprueba. Es importante notar que no es
necesario caer en un relativismo para aceptar que las prácticas morales varían de sociedad en
sociedad, según la historia, las creencias y las costumbres de cada una. Para muchos pensadores
lo importante es que aun cuando las prácticas morales son diferentes, hay una moralidad básica
que no cambia porque está directamente conectada con la naturaleza del ser humano.

CONCLUSIÓN
Razonar moralmente sobre temas tan actuales es complejo: no hay fórmulas precisas para
resolver problemas morales.
Al concentrarse en la moralidad, la ética teórica intenta clarificar temas, ubicarlos en contexto
apropiado, analizarlos críticamente y proveer una guía de comportamiento, sin pretender que
esta sea suficiente para resolver todos los problemas que puedan surgir en la práctica médica.

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