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I. TEORIAS DEONTOLOGICAS
KANT
Según Kant, ser moral consiste en hacer lo que se debe precisamente porque este es nuestro
deber. La moralidad está basada en el intelecto y solo porque somos racionales podemos
descubrir las leyes morales que rigen nuestro comportamiento.
Para Kant, lo que determina si un acto es correcto no son sus consecuencias sino ciertas
características intrínsecas del acto o de la regla que el acto representa. Es decir, un acto será
correcto si satisface lo que Kant denomina Imperativo Categórico. Ofrece varias formulaciones
de este concepto, una de ellas es “obra según una máxima que puedas querer, al mismo tiempo,
que se torne ley universal”.
La idea central del Imperativo Categórico es que una máxima es moral si puede ser generalizada
de manera tal que se pueda aplicar a todos los casos del mismo tipo, sin entrar en conflicto. En
otras palabras, uno debe querer que la regla que uno adopta para actuar pueda ser adoptada
por todos aquellos que estén en una posición similar a la de uno sin que se autoanule.
El Imperativo Categórico se expresa en otra formulación que enfatiza la necesidad de tratar a
todos los seres humanos como fines y no como instrumentos, es decir, destaca nuestra
obligación de respetar a las personas. El respeto por el otro debe entenderse en función de la
noción kantiana del valor y dignidad que posee toda criatura racional y, fundamentalmente,
implica el reconocimiento de la autonomía de todo individuo. Una persona es autónoma
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Luna, Salles – Decisiones de vida y muerte: eutanasia, aborto y otros temas de ética médica
ROSS
David Ross comparte la idea kantiana de que una acción es correcta cuando está motivada por
el deber y que tenemos obligaciones a respetar, pero a su vez trata de resolver el conflicto que
se presenta con las obligaciones. Para ello, se basa en la distinción entre obligaciones prima
facie, aquellas que tenemos en principio pero que según circunstancias pueden pasar a segundo
plano, de las obligaciones reales. El juicio sobre qué obligación es más importante depende, en
última instancia, de la percepción de la persona.
II. UTILITARISMO
Las teorías éticas teleológicas, como es el utilitarismo, postulan que el objetivo o propósito de
cada acción es lo que determina si dicha acción es correcta o incorrecta. En su formulación más
simple, el utilitarismo sostiene que la moralidad de las acciones debe ser juzgada por las
consecuencias que dichas acciones conllevan.
Para los utilitaristas, las consecuencias de cada acción se evalúan en función de la felicidad que
causan a las personas. Así, las acciones correctas serán aquellas que produzcan más felicidad
que infelicidad.
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Luna, Salles – Decisiones de vida y muerte: eutanasia, aborto y otros temas de ética médica
La teoría utilitarista resulta, en general, muy atractiva desde el punto de vista práctico. En
general es flexible y el énfasis que pone en “la mayor felicidad para el mayor número” le da un
aire de imparcialidad.
Se ha objetado que el principio de utilidad no puede ser el árbitro final de todas nuestras
decisiones morales. Seguirlo ciegamente muchas veces implica no tomar en consideración las
obligaciones que uno contrae con otras personas. Se ha criticado también por justificar ciertas
injusticias, lo que sugiere que para el utilitarismo la justicia no es intrínsecamente importante.
Estas críticas sugieren que el principio de utilidad por sí solo puede ser insuficiente para
establecer el comportamiento que se debe seguir o para determinar el verdadero valor moral
de una acción.
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Luna, Salles – Decisiones de vida y muerte: eutanasia, aborto y otros temas de ética médica
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Luna, Salles – Decisiones de vida y muerte: eutanasia, aborto y otros temas de ética médica
otros. Se le otorga a los principios un valor prima facie, que son obligatorios y deben ser
respetados excepto cuando entran en conflicto entre sí, en cuyo caso se debe seguir el que tenga
más peso de acuerdo a las circunstancias.
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Luna, Salles – Decisiones de vida y muerte: eutanasia, aborto y otros temas de ética médica
Con respecto al principio de beneficencia, la idea en la que se basa es que uno debe actuar
beneficiando a otros, favoreciendo sus intereses. En el caso del profesional de la salud, el médico
debe restaurar la salud del paciente y volverlo a un estado óptimo si es posible, es decir,
beneficiarlo.
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Por su parte, el relativismo argumenta que no hay una manera objetiva de justificar juicios
morales y que dos juicios opuestos pueden ser igualmente válidos. Según esta postura, los
principios morales son relativos a cada persona (subjetivismo) o cultura (relativismo cultural).
El subjetivismo sostiene que son las preferencias personales las que determinan lo que es
correcto; personas diferentes tienen distintas preferencias y pueden llegar a juicios morales
igualmente válidos. Esta doctrina puede llegar a justificar comportamientos diversos, no
siempre positivos, en tanto sean producto de las preferencias deliberadas del individuo.
El relativismo cultural argumenta que, dado que sociedades diferentes tiene valores y códigos
morales diferentes, no hay juicios morales universales; lo que es correcto o incorrecto depende
de quién lo hace y si la sociedad en la que vive lo aprueba. Es importante notar que no es
necesario caer en un relativismo para aceptar que las prácticas morales varían de sociedad en
sociedad, según la historia, las creencias y las costumbres de cada una. Para muchos pensadores
lo importante es que aun cuando las prácticas morales son diferentes, hay una moralidad básica
que no cambia porque está directamente conectada con la naturaleza del ser humano.
CONCLUSIÓN
Razonar moralmente sobre temas tan actuales es complejo: no hay fórmulas precisas para
resolver problemas morales.
Al concentrarse en la moralidad, la ética teórica intenta clarificar temas, ubicarlos en contexto
apropiado, analizarlos críticamente y proveer una guía de comportamiento, sin pretender que
esta sea suficiente para resolver todos los problemas que puedan surgir en la práctica médica.