Está en la página 1de 4

PEDAGÓGICA DE LA NATURALEZA

TRABAJO FINAL REALIZADO EN LA CÁTEDRA DE “PEDAGOGÍA GENERAL”

IMPARTIDA POR LA DOCTORA PATRICIA ZENDEJAS

DOCTORADO EN METODOLOGÍA DE LA ENSEÑANZA

DOCTORANTE VÍCTOR MANUEL MONTES RODRÍGUEZ

Marzo de 2007
La gnosis, es la comprensión de la naturaleza divina del ser. Hablar de
gnoseología pedagógica, es insistir en verificar esa aproximación a la parte
“divina” que tiene la pedagogía.

Es divino todo lo que es excelente y extraordinariamente primoroso. Hay en


lo natural, elementos inexorables que tienen una basta pedagogía, que al
observarlos, mirarlos, vivirlos, problematizarlos y apropiarse, permite a
quien lo discierne, aprender sin limitación el conocimiento del “ti mismo”.

Si se anhela enseñar la equidad a un niño, a un alumno, a un discente en la


carrera de derecho, se le puede pedir que observe un árbol y lo relacione
con ella. Al realizar este ejercicio, se puede observar que el árbol, ofrece la
más grande enseñanza sobre la equidad, entendida esta como la forma
proporcional, perfecta y exacta de distribuir y solidarizarse a la vez en la
consecución de su fin en sí mismo. Se mira, que no todas las hojas reciben
la luz del sol, sin embargo, todas tienen tamaños, formas, colores y texturas
parecidos; de igual forma, sólo la raíz toma de la tierra sus nutrientes y el
agua que transforma en sabia y la distribuye siempre de forma proporcional,
sin limitación o condición –y eso lo hace en todo momento- para ser
equitativo con sus hojas.

Es el árbol un instrumento pedagógico para todo aquel que desee saber que
es la equidad, eso es así, porque siempre está radiante para captar la luz y
calor del sol, del aire, lo que le hace hacer al fotosíntesis, de la tierra, los
nutrientes y el agua que transforma en sabia para mantenerse firme,
erguido, buscando acercarse más al sol, elevando sus ramas como tratando
de alcanzarlos.

Si se sigue con esa reflexión de la pedagogía de la naturaleza y


continuamos con el propio árbol. Éste siempre está adherido al lugar en que
fue puesto o germinó su semilla, nunca se traslada de un lugar a otro y
siempre se alimenta del mismo sol, tierra, aire y agua. ¿Cómo es posible
que muchos de nosotros no sabemos que rumbo tomamos en la vida?
¿Cómo es posible que muchos de nosotros nos sentimos prisioneros y
atados y no volteamos a mirar al árbol? ¿Cómo es posible que el árbol
transforme esas esencias que toma de la tierra, el sol, el agua y el aire y los
convierte en excelentes y suculentos frutos? ¿Será acaso que el hombre
también lleva en sí la naturaleza de transformar esas esencias en
verdaderos y excelentes frutos, exquisitos a sus hermanos?

Si analizamos más seria y profundamente la cuestión del árbol, se tendría


que opinar en el sentido que éste, tiene un tronco que le mantiene, unas
ramas que extienden su alcance y establecen sus límites, hojas que reciben
y dan, flores que le embellecen y lo fecundan y por último, frutos que
concentran el poder del todo en que no sólo le permite alimentarse,
también compartirse con el ser viviente. Es ahí, en el fruto donde lleva la
semilla que al caer en tierra fértil, fecunda y crece con gran paciencia,
sabiendo el germen que un día tendrá un parecido y una semejanza con su
“padre” árbol, y, que el ciclo de la vida y de toda esa pedagogía de la
naturaleza y de la vida, continuará.

Es de notar que es el árbol, un instrumento de grandes enseñanzas, no sólo


porque es ejemplo de resistencia, también de prudencia, de equidad, de
entregarse, de evolucionar y de transformar su medio en frutos de los que
se gozan.

Si el ser humano busca una respuesta de quien es, sin duda la tiene al
manifestar que es “fruta, es animal, es legumbre, es grano, es agua, es sol,
es aire, es tierra”, porque es todo éste cúmulo de alimentos que satisfacen y
dignifican su condición de humano racional y, le permite identificarse a
plenitud con lo “natural”.

Ahora bien, ¿Qué hará o tendrá el árbol para transformar la energía del sol,
la tierra, el agua y el aire que le permite dar esos suculentos frutos? ¿Qué
lleva la semilla que le hace germinar, crecer para parecerse y asemejarse al
árbol “padre”? ¿Tiene una “conexión” la semilla con el árbol “padre”?
¿Cuándo como un fruto de una planta, comeré el fruto o comeré la planta?
¿Acaso comeré un bocado de sol, tierra, aire o agua evolucionado? ¿Será
posible que el ser humano lleve en sí lo que la semilla? ¿Hacia quien
evolucionamos para asemejarnos o parecernos? ¿Acaso habrá un “padre”
ser a quien evolucionar? ¿Estamos conectados de alguna forma como la
semilla lo está con el árbol? ¿Somos semillas o “padres” seres?

Si quien enseña y tiene bajo su sombra a un número considerable de


manos, cerebros, inteligencias o seres, a quienes les puede fortalecer como
la raíz, el tronco, las ramas o las hojas del árbol y, también los lleve a dar
excelentes frutos, para crear teoría y práctica científica a partir de una
pedagogía de la naturaleza ¿Logrará fortalecer esa parte del “ti mismo” que
se ha perdido? ¿Logrará unificar la conciencia individual con la conciencia de
la naturaleza? ¿El ser humano “recuperará” su conciencia que lo unifica con
la naturaleza? ¿Será acaso una forma de relacionar al ser humano con su
naturaleza intrínseca? ¿Fomentará la inquietud por averiguar en la
“esencia” propia?

Lo que se expone, tiene el sólo acto de mirar la naturaleza y llevarla a una


comprensión de la práctica de la vida, encausada esta en términos de la
dignificación humana y reivindicación del derecho a la educación, no sólo
del exterior, también del interior.

¿Qué mejor forma pedagógica tiene la tierra para aprender de ella los
principios de la democracia? Como se aprecia, en cada uno de los
elementos de lo que es natural, encontramos una pedagogía de la
naturaleza que facilita a quien enseña, contextualizar e intimar con la
gnosis.

También podría gustarte