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Modelos presidencialistas
El sistema presidencial es una forma de gobierno en la cual el presidente es el jefe ejecutivo y es
elegido directamente por el pueblo. Además el presidente es al mismo tiempo jefe del Estado y
jefe del gobierno.
En este sistema, las tres ramas (ejecutiva, legislativa y judicial) son constitucionalmente
independientes entre sí, y ninguna rama puede destituir o disolver ninguna otra.
El presidente es responsable de hacer cumplir las leyes, el legislativo para hacerlas y los
tribunales para juzgar. A cada uno se le otorgan poderes específicos para controlar y equilibrar a
los demás.
Este sistema fue inventado por los fundadores de Estados Unidos para proporcionar una
alternativa a la forma parlamentaria de gobierno.
En el sistema presidencial existe menos cooperación y relación con el resto de poderes que en el
parlamentario. De hecho, el poder en el sistema presidencial se divide entre muchos, por lo que
ningún individuo o institución puede llegar a ser supremo. Existe lo que se conoce como sistema
de pesos y contrapesos o sistema de “check and balance”.
El presidente de los Estados Unidos es Joe Biden, quien se convirtió en el 46º presidente de los
Estados Unidos en 2021. El presidente de los Estados Unidos goza de un mandato de cuatro años
siendo reelegible únicamente por un segundo mandato más. La vicepresidente de los Estados
Unidos es Kamala Harris, quien además es el presidente del Senado. Ambos, presidente y
vicepresidente son elegidos de manera indirecta por los ciudadanos americanos mediante un
sistema de colegios electorales.
El principal deber del presidente es asegurarse de que las leyes se ejecuten fielmente, y este
deber se realiza a través de un elaborado sistema de agencias ejecutivas que incluye
departamentos a nivel de gabinete.
Los presidentes designan a todos los jefes de gabinete y la mayoría de los funcionarios de alto
rango de la rama ejecutiva del gobierno federal.
También nominan a todos los jueces de la judicatura federal, incluidos los miembros de la Corte
Suprema. Sus nombramientos para puestos ejecutivos y judiciales deben ser aprobados por una
mayoría del Senado (la cámara alta del Congreso). El Senado por lo general confirma estos
nombramientos, aunque ocasionalmente puede rechazar un candidato en el caso de que la
mayoría de los miembros tengan fuertes objeciones.
En el caso del poder legislativo, el parlamento de los Estados Unidos se llama Congreso. El
Congreso de los Estados Unidos está dividido en dos cámaras: la Cámara de los Representantes
o House of the Representatives (la cámara baja) y el Senado o Senate (la cámara alta).
En el caso del sistema judicial de los Estados Unidos: la cúspide del sistema es el Tribunal
Supremo (Supreme Court). Estados Unidos no dispone de un Tribunal Constitucional sino que
presente un sistema de control de la constitucionalidad difuso, es decir, esta labor corresponde a
cada uno de los jueces (frente a los sistemas de control de la constitucionalidad concentrada
como el español donde existe un Tribunal Constitucional con estas funciones de intérprete máximo
de la Constitución y de control de la constitucionalidad.
El presidente es también el comandante en jefe del ejército del país y tiene autoridad ilimitada
para dirigir los movimientos de tierra, mar y aire.
El presidente tiene el poder de hacer tratados con gobiernos extranjeros, aunque el Senado debe
aprobar tales tratados por una mayoría de dos tercios.
Finalmente, el presidente tiene el poder de aprobar o rechazar (vetar) proyectos de ley aprobados
por el Congreso, aunque el Congreso puede anular el veto del presidente si logra una mayoría de
dos tercios a favor de la medida.
Estados Unidos es la federación más antigua del mundo. Es una república constitucional,
democrática y representativa, "en la que el mandato de la mayoría es regulado por los derechos
de las minorías, protegidos por la ley“.
El gobierno está regulado por un sistema de controles y equilibrios (check and balances system),
definidos por la Constitución, que sirve como el documento legal supremo del país. En el sistema
federal estadounidense, los ciudadanos están generalmente sujetos a tres niveles de gobierno:
federal, estatal y local; los deberes del gobierno local comúnmente se dividen entre los gobiernos
de los condados y municipios.
Los EE.UU. a nivel de organización territorial como hemos visto es un Estado federal.
Los gobiernos de los cincuenta estados están estructurados de manera más o menos similar,
aunque Nebraska es el único que tiene un parlamento unicameral.
El gobernador (jefe ejecutivo) de cada estado es elegido por sufragio directo. Algunos jueces de
estado y funcionarios de gabinete son designados por los gobernadores de los respectivos
estados, mientras que otros son elegidos por voto popular.
Cada país latinoamericano presenta sus peculiaridades. Las generalizaciones son casi siempre
imprecisas y se cometen errores graves. Por tanto, a la hora de la explicación vamos a llevar a
cabo generalizaciones para entender las características básicas de cada modelo pero debemos
de entender que cada país tiene su propia historia política también.
Una vez que se logró la independencia, las naciones de Estado no existieron. Por el contrario, nos
encontramos con intereses de grupos oligárquicos, como el de la burguesía agrícola o minera, el
alto clero y el ejército. La sociedad era muy heterogénea y no se encontraba bien definida.
Existía una fuerte inestabilidad política que empeoró debido a guerras externas entre países
provocado en numerosas ocasiones por conflictos fronterizos (por ejemplo: la Guerra del Pacífico
entre Bolivia y Chile o la guerra contra la Triple Alianza entre Paraguay y Argentina, Brasil y
Uruguay); así mismo, surgieron conflictos de índole interna que fueron el resultado de sangrientas
luchas por el poder que a menudo degeneraron en violencia y caos, o intentos separatistas,
invasiones e intervenciones extranjeras.
La inestabilidad económica fue nota predominante junto con la frecuente convulsión política. Las
economías de los países de la región se centraban en unos pocos productos importantes,
generalmente agrícolas, que hacían de estas economías muy vulnerables a las fluctuaciones de
los precios de exportación, especialmente en aquellos países en los que uno, dos o tres productos
constituían su base de exportación y en economías donde no había diversificación de recursos.
En términos generales, las ramas del poder legislativo y judicial, así como los partidos políticos, no
fueron capaces de alcanzar el prestigio o la confianza social necesarios para ir paulatinamente
consolidando democracias estables. En muchos casos, fueron identificados con corrupción y
sufrieron un enorme desprestigio.
Los factores descritos anteriormente llevaron a los presidentes a poseer amplias facultades
legislativas, que los ejecutivos estadounidenses no tienen, y amplias atribuciones para instituir
estados de emergencia, de sitio o de necesidad y para poder tomar medidas en estos procesos.
Esto ha provocado que en la mayoría de los Estados de América Latina nos encontremos con
Estados presidenciales imperfectos donde la división de poderes no es perfecta y se produce una
preeminencia del poder ejecutivo sobre el legislativo.
Además podemos destacar la existencia actual de tres países en América Latina que no pueden
ser calificados de democracias: Cuba, Nicaragua y Venezuela.