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Zósimo San Román Cortés

Dr. en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte


Master Universitario en Psicología del Deporte, Entrenador N. III de Fútbol

abfutbol
EL JUGAR BIEN AL FÚTBOL COMO MEDIDA DE
PREVENCIÓN DE LESIONES

Jugar bien al fútbol es la forma con la que más fácilmente se va a alcanzar un buen rendi-
miento y, por lo tanto, resultados. Además, puede ser una eficaz medida para prevenir las
lesiones. Consideramos que algunos errores “futbolísticos” son un importante factor de riesgo
en lesiones originadas por “entradas” y “colisiones”. A lo largo de esta exposición empleamos
el término “futbolístico” entendiéndolo desde una realidad en la que no se puede separar lo
físico, lo técnico, lo táctico y lo psicológico, (solamente a nivel teórico y en algunos casos puede
resultar válido). La interacción y la interdependencia de estos aspectos los hace inseparables.

No entraremos a valorar el modelo o estilo de juego a seguir para jugar bien, nos limitare-
mos a exponer algunas ideas con objeto de propiciar la reflexión, en un intento de disminuir
las consecuencias de las lesiones en el fútbol. Esas consecuencias (económicas y deportivas)
de las lesiones hacen que su prevención tenga una gran relevancia.

Los trabajos de Van Mechelen (1992) con su “Secuencia de la Prevención de Lesiones” y el


Modelo Multifactorial de Riesgos (Meeuwise tomado de Barh y Krosshauh 2005), nos han faci-
litado a los preparadores físicos un camino a seguir en cuanto a identificar los factores de ries-
go y los mecanismos que ocasionan las lesiones, para implementar medidas y programas de
prevención que aminoren el problema (San Román 2005).

Se viene trabajando básicamente en la prevención de las lesiones cuyos mecanismos son de


“no contacto” por considerar que se puede incidir en ellas de una manera más controlable,
aspecto sin duda cierto.

En cuanto a las lesiones musculares, tomando medidas, sobre todo respecto a factores de
riesgo como descompensaciones musculares entre grupos agonistas y antagonistas, flexibili-
dad, dinámica de las cargas de entrenamiento, etc.. Respecto a las lesiones articulares, el tra-
bajo con objetivos propioceptivos tiene un lugar de privilegio como medida preventiva.

Sin embargo, las lesiones que son ocasionadas por algo tan habitual en el fútbol como son
los mecanismos de “contacto”: entradas y colisiones, en muchas ocasiones ocupan un lugar
más importante en número, incidencia (nº de lesiones por 1.000 horas de exposición) y con-
secuencias en días de baja deportiva (días de baja médica + días de baja forma deportiva deri-
vada de la lesión).

1.- COMPARACIONES SOBRE LA MAGNITUD DEL PROBLEMA DE LAS LESIONES ORI-


GINADAS POR LOS MECANISMOS DE “CONTACTO” Y “NO CONTACTO”

Del trabajo de Hawkins y cols. (2001) en 2 temporadas con 91 clubes profesionales ingle-
ses, se puede extraer que el 38 % de la totalidad de las lesiones son producidas por
"Contacto", el 37% son lesiones musculares sin él, correspondiendo el 25% a otro tipo de
lesiones. En 3 plantillas de 2ª Div. A y 4 de 1ª Div. en las que hemos trabajado, el % mayor
sobre el total de días de baja deportiva se corresponde con las lesiones de "Contacto", un 35,5
%. El 31 % correspondería a las lesiones musculares y el 33,5 al resto de las lesiones
(San Román 2003).
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La investigación de Junge y cols. (2004) sobre las lesiones que se ocasionan durante 64
partidos del "Mundial de 2002", aporta la suficiente información para poder extraer los datos
de la tabla 1 que muestran cómo las lesiones de "Contacto" son más numerosas y, lo que es
más relevante, conllevan más días de baja que las de "no contacto".
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Tabla 1.- Comparación de las lesiones y su severidad según sean los mecanismos de
"Contacto" o de "No Contacto" en el Mundial 2002. Modificada de Junge y cols. (2004),
al estar sólo incluidas las lesiones que conllevaron días de baja.

Una de sus conclusiones es que la incidencia de lesiones durante el Mundial 2002 era simi-
lar a las divulgadas para los mundiales de 1994 y de 1998. La deducción para nosotros es
clara: no se ha progresado mucho en aminorar el problema.

Los datos de estas 3 investigaciones confirman que las lesiones por mecanismos de "con-
tacto" determinadas por las entradas o colisiones resultan ser más numerosas que las demás
y, en los dos estudios en que aportamos datos sobre sus consecuencias en días de baja, tam-
bién.

2.- IDENTIFICACIÓN DE LOS FACTORES DE RIESGO (F.R.) Y MECANISMOS (M.)


QUE HACEN QUE SE ORIGINEN LAS LESIONES POR “CONTACTO”

Siempre se ha dicho que el fútbol es un deporte de contacto, asumiéndose dentro de la


normalidad por todos los colectivos profesionales implicados en él, por lo habituales que son
determinados acontecimientos que, según el reglamento de juego, no debían serlo. Esta
puede ser una de las razones por las que no se dan muchos avances en la prevención de
esta clase de lesiones.

Jugar de forma eficaz entraña una gran dificultad al desarrollarse a una alta velocidad de
juego (Vales 2002). Las propias características del fútbol hacen que exista un gran riesgo de
lesiones, de hecho hay lesiones "inevitables", al margen de que en muchas ocasiones, desde
la perspectiva futbolística, puede ser idóneo buscar el contacto del oponente para provocar
"faltas", "penaltis" o sanciones disciplinarias (tarjetas), con lo que ello pueda conllevar.
Incluso desde el análisis del rendimiento, se considera positivo infringir las reglas, normal-
mente implicando "contacto" con el oponente, dependiendo del lugar del terreno de juego y
del momento del partido ("faltas tácticas").

De esta forma se infringe el reglamento de forma rutinaria con peligro de lesión para el
oponente, con escasas o nulas sanciones, por lo que la relación beneficio – coste está clara-
mente a favor del infractor. Además, el conocimiento de esta realidad propicia que se sigan
favoreciendo estas conductas.

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En 11 equipos que disputan la “Uefa Champions Leage” en la temporada 2001 – 02 en
torno a 1/4 de las lesiones ocasionadas durante los partidos (el 23%; 83 de 360) eran debi-
das a infracciones de las reglas del juego, y casi una de cada cuatro de las lesiones con más
de 28 días de ausencia se producía por esta misma causa (Waldén y cols. 2005).

Varios investigadores, Andersen y cols. (2004) y Fuller y cols. (2004 a,b y c) han estudia-

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do con profundidad esta problemática. Estos últimos en competiciones organizadas por la
F.I.F.A. (en 64 partidos del “Mundial de 1998”, 32 del Mundial Sub -17, y 32 partidos de los
JJOO de 2000). Contabilizaron un total de 318 lesiones, de las que 148 (46 %) son lesio-
nes por “contacto”, estudiándose 138 posibles decisiones de “falta o no falta”.

Los árbitros de los partidos sancionaron como faltas sólo 66 incidentes (el 47%).
Asimismo, un grupo de árbitros internacionales, viendo vídeos de esos partidos, consideran
equivocadas las decisiones arbitrales durante los partidos, un 30% (42 de un total de 138)
de los casos en que esas acciones son causa de lesión. En 36 ocasiones (el 37,5 %), sobre
un total de 96 acciones, el grupo de árbitros internacionales, observando los vídeos, consi-
deró que en el partido los árbitros deberían haber sancionado las acciones con falta cuando
estos no lo hicieron.

Algunos de sus resultados “indicaron que las reglas actuales del fútbol no distinguían sufi-
cientemente entre las entradas potencialmente peligrosas y las que no lo son y, por lo tanto,
no suponían para los jugadores un nivel adecuado de protección contra la lesión”. Afirmando
lo mismo cuando se refieren “al juego aéreo”.

Ante estos resultados, la F.I.F.A. pone en marcha campañas formativas (de potenciación
del “fair – play”), trata de mejorar el arbitraje e intenta reprimir con sanciones disciplinarias
las infracciones de la Regla 12: Faltas e Incorrecciones. Probablemente de estas investiga-
ciones salgan las recomendaciones a los árbitros para sancionar conductas peligrosas (entra-
das por detrás y laterales y utilización de los brazos en las disputas aéreas).

Puede resultar discutible si el reglamento de juego protege suficientemente a los futbolis-


tas, pero parece haber unanimidad en que la dificultad de su aplicación potencia los riesgos
de este tipo de lesiones. Por otra parte, creemos que el que no se sancionen, con posterio-
ridad, las acciones violentas (o agresiones) que el árbitro o sus auxiliares no ven durante el
partido, tampoco facilita que dejen de producirse.

Estas son las condiciones de trabajo existentes y estas hacen que debamos intentar bus-
car soluciones desde el entrenamiento específico para reducir el problema.

En el estudio de Hawkins (2001) al que hacíamos referencia con anterioridad, el 61,5%


de la lesiones las padece el futbolista que recibe la entrada y el 38,5 % el futbolista que las
realiza. Aun siendo conscientes de las peculiaridades del fútbol inglés, ¿puede esto signifi-
car errores por deficiencias “futbolísticas” en la acción concreta o en el jugador que realiza
la entrada?

En este sentido, Fuller y cols. (2004b) se plantean la incidencia del error del futbolista en
las entradas partiendo del planteamiento psicológico (Reason 1995 cit. por Fuller y cols.
2004b) de distinguir entre diversas clases de comportamiento intencional en base a una
secuencia de acciones. Basándonos en este planteamiento, hemos desarrollado la Figura 1,
donde se esquematiza la gran cantidad de errores involuntarios (i), tal vez por deficiencias
“futbolísticas”, que suponen riesgo de lesión, además del riesgo que supone el tener la
intención de golpear al contrario. Parece claro que la gran dificultad de este tipo de acciones
en el proceso Percepción – Decisión – Ejecución favorece que se origine algún error dentro
de ese proceso.

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Figura 1.- Proceso de la entra-
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da, y su dificultad, partiendo del


objetivo - intención del futbolis-
ta relacionándolo con la posibili-
dad de ocasionar una lesión.

1) Con la voluntad de ir al balón,


cuando se provoca una falta y/o
lesión, bien propia o al contrario,
es debido a un error involuntario
(i).

2 a) Con la intención de ir al rival


simplemente para intimidarlo,
cada vez que se le golpee incu-
rriendo en falta, será debido a
un error involuntario (i) con el
consiguiente riesgo de lesión.

2 b) Cuando el objetivo es el oponente y existe voluntad de golpearlo, el grado de fuerza y la forma


con que se emplee pueden implicar no poder prever las consecuencias y depender del azar el daño
que puede causar. También en este caso hay error involuntario cuando se causa más daño del previs-
to.

3) Cada vez que en cualquiera de las situaciones anteriores se cometa una infracción de las reglas de
forma involuntaria, se produce un error. (San Román 2005).

3.- INTRODUCIR MEDIDAS PARA AMINORAR LOS RIESGOS Y


SEVERIDAD DE LAS LESIONES POR “ENTRADAS Y COLISIONES”

Hay que partir de que cualquier tarea y planteamiento en el entrenamiento específico tiene
como objetivo principal el mantenimiento o la mejora del rendimiento. Veremos cómo, ade-
más de esto, el jugar bien previene lesiones. Debido a las características del fútbol, en
muchísimas situaciones durante el juego habrá que asumir riesgos en las acciones que pue-
den facilitar el que se ocasionen lesiones. De hecho, la asunción de los mismos puede ser
considerada, también en numerosos casos como apropiada en esos momentos debido a la
situación del balón, la situación propia y la del oponente u oponentes con los que se va a dis-
putar la posesión del balón y la del resto de los compañeros y oponentes, además de la zona
del campo en que se está.

“El futbolista más veloz no es el que corre más rápido, sino el que llega antes”, tanto en
ataque como en defensa. La importancia dentro del fútbol de la velocidad cognitiva [“capa-
cidad de un jugador para, en beneficio propio y del equipo, analizar rápidamente una situa-
ción de juego y, en consecuencia, tomar decisiones actualizadas/oportunas” (Vales y Areces
2002)], va a facilitar enormemente el llegar con suficiente tiempo a un lugar o al balón, anti-
cipándose al oponente, con lo que además de actuar correctamente en lo futbolístico, se evi-
tarán situaciones potencialmente peligrosas de lesión por contacto.

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Dentro de los fundamentos del fútbol, el "mirar" puede ser considerado el más importan-
te, por ser el primero que se realiza en un orden temporal. Sin él no se es capaz de perci-
bir. "Serían innumerables las acciones en las que los jugadores, en lugar de estar recibiendo
información válida para la realización de acciones positivas, reciben la inadecuada, debido a
una mala orientación o falta de hábito de trabajar debidamente el órgano de la vista" (Echarri
1998). Hay que enseñar y perfeccionar el "mirar" en todas las direcciones (adelante, late-

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ralmente y atrás) para poder percibir cuáles son los estímulos relevantes en cada momento.
En definitiva "ver antes lo relevante" (Figura 2).

Figura 2.- Esquema del comienzo de las acciones y ejemplos de posibles


acontecimientos posteriores (San Román 2007).

El primer proceso de Percepción - Decisión - Ejecución (P-D-E) está relacionado con la colo-
cación, en cuanto a la orientación que adopta el futbolista ante el juego para poder mirar y
en cuanto a la situación en el terreno de juego. Si es correcta, es seguro que la distancia a
recorrer será menor que si es incorrecta, con lo que habrá más posibilidades de "llegar antes"
y, sin duda, "llegar antes" (anticiparse) es jugar bien.

Dependiendo del momento en que un atacante llegue al balón, tiene más o menos posibi-
lidades de recibir una entrada por parte del oponente y, por lo tanto de ser golpeado. En el
caso de que sea el defensa el que llega antes, su objetivo siempre será el balón, con lo que
evitará la entrada. Si ninguno de los dos llega claramente antes: "balón dividido" y riesgo,
sin que esto signifique que, en esas ocasiones, haya que evitar la entrada o el "choque". Eso
sí, habrá que ejecutarlo bien para disminuir el riesgo.

Claros ejemplos de lo que significa jugar bien y evitar lesiones serían:

- Un buen pase al compañero, facilitándole ventaja respecto al oponente, evita el


"balón dividido" y, por lo tanto, un duelo con riesgo.
- Un buen control orientado puede evitar la entrada del rival; uno malo puede pro-
vocarla.
- Fintar un cambio de dirección en un desmarque de apoyo o de ruptura puede dar la
ventaja necesaria al atacante para que el defensa no llegue a contactar con él.
- Una conducción de una longitud idónea pasando a un compañero en el momento
correcto anula la posibilidad de que el defensa, llegando a su altura, le entre. Si la
conducción, dependiendo del momento de desarrollo del juego, requiriese continuar
con el balón, jugar bien es no plantearse tan siquiera que hay que asumir ese
riesgo.

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Figura 3 .- Ejemplos
de situaciones simplifi-
cadas de lanzamientos
de una "falta" lateral.

En un marcaje al hom-
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bre, el defensa "B", ade-


más de estar mal orien-
tado, en el caso de que
vaya hacia atrás, el ir de
espaldas le va a impedir
ver al oponente, con lo
que el riesgo de colisión
es mayor. En un marca-
je en zona, si el lanzador
"B" saca entre medias 3 Mts.
del defensa y su compa-
ñero atacante, ambos 6 Mts.
3 Mts.
recorrerán 3 metros,
pudiéndose encontrar
ambos en un salto tras
una carrera de esa distancia, con un riesgo de colisión para ambos. En el caso "A" si lanza sobre la posi-
ción del defensa, su compañero disputará el balón al contrario con ventaja tras una carrera a un defen-
sa parado, con mayor riesgo de lesión en la disputa para este último.

Al margen de los errores involuntarios en los mecanismos de P-D-E, también hay que men-
cionar los errores en la percepción del riesgo más futbolístico que de lesión, aunque aquel
pueda ocasionar este. Tanto en ataque como en defensa, serían riesgos inaceptables aque-
llos derivados de acciones en las que el futbolista realiza la acción sin ninguna posibilidad de
éxito, por ejemplo una entrada carente de, esa posibilidad, teniendo presente que el objeti-
vo en la acción no tiene por qué ser interceptar el balón, sino simplemente dificultar la acción
ofensiva del contrario. Otro análisis se tendría que hacer para saber si en ese caso la entra-
da era la mejor opción a ejecutar. Otro ejemplo de "riesgo inaceptable", además de futbolís-
tico, de lesión sería cometer cualquier "falta innecesaria" y, si fuera yendo al suelo, mucho
más por el riesgo que supone la falta de control en muchas de estas entradas.

Como tantos otros, creemos en el "como se entrena se juega", pero sabemos que no es
fácil ponerlo en práctica. Parece ser que existe un consenso generalizado en que la intensi-
dad con la que se juega un partido de competición es mayor a la intensidad con la que se
entrena. También se considera que es debido a que variables psicológicas como la motiva-
ción, activación y atención están a un nivel más bajo en los entrenamientos, ya que lo que
condiciona la competición es difícil que lo condicione el entrenamiento (Figura 2).

Esa intensidad tiene su mayor manifestación en la velocidad. Elegimos la definición de Vales


y Areces (2002) por expresar lo que entendemos que está mejor relacionado con lo que expo-
nemos: "capacidad de un equipo y/o jugador para resolver eficazmente y con un alto
ritmo/cadencia de intervención, las tareas/objetivos consustanciales a las distintas fases y
subfases del juego". A esa velocidad que se manifiesta en la competición, los futbolistas
habrán de poner en práctica los mecanismos de Percepción - Decisión - Ejecución. Además,
la alternancia súbita de distintos ritmos de juego va a propiciar que la velocidad máxima favo-
rezca el sorprender al oponente, con lo que el proceso de P-D-E habrá que entrenarlo con la
mencionada alternancia, con la dificultad que esto puede implicar por las modificaciones que
se han de dar en la focalización de la atención.

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Figura 4.-
Posibilidades
de actuación
del Entrenador
para conseguir
reproducir las
condiciones de

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intensidad de
la competición
en los entrena-
mientos.

*Cuando em-
pleamos el tér-
mino "técnico-
táctico", es
consecuencia
de que es una
manifestación
mucho más
fácilmente
observable relacionándola con los mecanismos de lesión que estamos exponiendo. Es difícil poder ase-
gurar que se "llega tarde" (Fig.2) por un factor "físico", como por ejemplo la fatiga, y/o por un factor
relacionado con las variables psicológicas a las que hacemos referencia en esta figura. (San Román
2007).

Además de que las tareas de entrenamiento pueden facilitar por sí solas la intensidad, el
entrenador, sobre todo en etapas de perfeccionamiento y de rendimiento, ha de convencer a
los futbolistas, en el caso de que no lo estén, de entrenar con la intensidad que se va a dar
en la competición. La motivación y la activación han de ser las idóneas para que la atención
permita que P-D-E se realicen a la velocidad que requerirá la competición. En la medida en
que en el entrenamiento se reproduzcan las condiciones de los partidos, mejor entrenado se
estará para solventar los problemas que se plantearán a la velocidad de competición. Como
expusimos con anterioridad el "percibir pronto", y el "decidir bien" puede llevar consigo el
"llegar antes" (y esto entre otras muchas cosas es jugar bien), anulando numerosas posibi-
lidades de que se den " balones divididos", de recibir o realizar entradas y de que colisionen
las cabezas. Nuestra hipótesis es que una orientación específica en el entrenamiento, des-
arrollada con la intensidad que se da en la competición, probablemente conlleve más lesio-
nes (y sus consecuencias en días de baja deportiva) en los entrenamientos, pero se origina-
rán menos lesiones durante los partidos y en total.

Los datos que hemos venido registrando (San Román 2003) van en esta línea, si bien es
verdad que la gran cantidad de variables y la interacción entre ellas impiden aislar unas de
otras para que las comprobaciones puedan tener la categoría de científicas.

En muchísimas ocasiones durante el juego hay que asumir determi-


nados riesgos (y esto también es jugar bien). Hay acciones futbolísti-
camente idóneas que van a ocasionar entradas del oponente, colisio-
nes en el juego aéreo e incluso ser objeto de agresiones que con la
"coartada" de la disputa del balón no se consideran como tales.

Al observar y analizar las acciones que potencialmente pueden oca-


sionar lesiones por entradas y colisiones, y aun teniendo en cuenta la
dificultad que conlleva este tipo de acciones, sorprende cómo los erro-
res tanto en ataque como en defensa, en el proceso P-D-E ("técnico-
tácticos") de los futbolistas, tienen una gran influencia en que se ori-
ginen situaciones que pueden facilitar esta clase de lesiones.

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Debemos intentar disminuir los errores futbolísticos relacionados con
las lesiones de "contacto", a través del aprendizaje de los fundamentos
"técnico-tácticos", y de la mejora de la eficacia "futbolística" con entre-
namientos específicos con una intensidad igual a la de la competición
(siguiendo una correcta "dinámica de las cargas"). Cuanto más cerca se
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esté de lo que sucede en la competición, más preparado se estará para


solucionar lo que ocurra en ella (en cualquier aspecto).

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