Está en la página 1de 3

Manifiesto de un delirio.

Vengan conmigo a soñar por un ratito…


casas enormes, carros lujosos, vidas exitosas, familias numerosas y felices, amores de
verano, añoranzas de otoño… nos fuimos muy profundo.

Vengan, los invito a delirar


tecnología último modelo, dinero, recursos ilimitados, industria, mercado, empleos
abundantes, vivir del… arte? Caímos en la trampa

Vamos, los invito a escuchar…


una vida digna, luchar por un sueño, construir una casa, conseguir un trabajo, conocer
nuevos lugares, ven a Colombia, viaja por ella, conoce a gente, contágiate de alegría…
escuchamos mal.

Quédense, los invito a existir.


Revolución, inconformidad, hambre, pobreza, violencia, miseria, peligro, pesimismo,
corrupción… Que alguien nos explique por qué esto se siente tan normal.

Es curioso notar que otros ven nuestros ideales de dignidad como algo totalmente
garantizado en sus vidas, desde ese punto soñar y representar una realidad alegre,
deseable y privilegiada se hace mucho más imaginable, ya que para recrearla no hace
falta ignorar una potente desgracia.

¿Qué le debemos entonces a nuestro entorno para afirmar que somos parte de él? ¿En
dónde debemos buscar eso que nos hace y hace a nuestro arte latino?
Es fácil caer en cuenta de la cruda realidad latinoamericana viendo su cine, abundan
exponentes cargados de tragedias ya sean reales o representadas, vistas bajo
diferentes géneros y contadas con diversos métodos, es difícil escapar de una miseria
tan abundante y notoria, ¿acaso eso nos hace latinos? Existen tragedias en todo el
mundo, pero hacer de ellas cine y en masa es algo representativo de nuestro
continente, tal vez esta necesidad obedezca a que como seres humanos solemos darle
prioridad a contar aquello que queremos y necesitamos cambiar más
desesperadamente, pocos pueden sentirse cómodos dejando de lado una problemática
tan grande. Es justo aquí donde debemos preguntarnos y respondernos si la miseria es
la única realidad que vivimos como latinoamericanos.

Festivales, paisajes, fauna, flora, fiestas, riqueza cultural, todo esto también hace parte
de nuestro entorno, ¿pero cómo lo representamos? Comedia y publicidad suelen ser
los métodos más abundantes, convertimos nuestras virtudes en entretenimiento y
promoción y a la vez hacemos de nuestras tragedias una gran pantalla de exposición
que en la mayoría de casos solo se queda atrapada en la representación, en el grito de
auxilio, en el pesimismo de aceptar que así somos y es normal vivir de esta forma.
Contamos entonces con una identidad que nos permite mostrar que somos riqueza y
pobreza, bienestar y miseria, violencia y bondad, lo que le debemos a nuestro entorno,
entonces no consiste en hablar más de un tema que de otro, sino más bien en como
hablamos de él. Si regresamos al delirio nos encontramos con una motivación casi
completamente monetaria, perseguimos el ideal de un modelo de cine industrial que
obedece a ser consumido en masa y que amenaza métodos de producción
independientes que pueden ser muy útiles para salir del miserabilismo y la burla.
La soñada industria hollywoodense nos aleja de la humanidad que hay detrás no
exclusivamente del producto final, sino de todo el proceso de producción
cinematográfica, haciendo caso a este modelo se han descartado historias que “no son
tan dramáticas” y se ha narrado la belleza de nuestro entorno de una forma burlona y
exagerada que “llama más la atención”
la magia y asertividad de nuestro cine más allá de lo que digamos o contemos se
encuentra en el método recursivo al que debemos acudir para crear, un método que
representa silenciosamente la realidad del creador y el representado, una realidad
carente de grandes lujos, llena de efectos prácticos, actuaciones naturales, ficciones
que parecen quedarse cortas ante la realidad, adaptación y mestizaje de géneros.
Tenemos todo el potencial para contar con un lenguaje fresco, hablando de personal,
presupuestos y equipos, no necesitamos maquinarias tan grandes como las
acostumbradas en la industria, no es ni siquiera efectivo llegar y pretender que una
víctima te cuente su historia su está intimidada por el tamaño de la producción, se logra
captar de manera más íntima un paisaje o una comunidad cuando se interviene de
forma pausada y sin llamar la atención. No debemos subestimar nuestros métodos
aunque provengan de la austeridad, ya que estos hacen parte fundamental de nuestro
estilo.

Lo que le debemos a nuestro entorno para proclamar que somos parte de él es


escuchar de verdad, lejos de la comunidad cinematográfica se encuentra un extenso
mundo lleno de potencial, el cine no necesita únicamente de experiencia y
profesionalismo, el cine necesita ser enriquecido por cualquiera que se atreva contar o
expresar y si lo queremos nuestro deber consiste en ser ese puente entre el cine y el
mundo que nos rodea junto con sus habitantes.

Mariana Perez Mejia.

También podría gustarte