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qué cosa mayor tenían para darle?

Al punto, como
manan de una corteza de pino hendida las gotas de re- 660
sina, o como de la densa tierra el viscoso betún, o
como con la llegada del Favonio que sopla suavemen­
te se ablanda con el sol el agua que se condensó por el
frío, así consumida por sus propias lágrimas Biblis, la
descendiente de Febo, se convierte en una fuente que
también ahora tiene en aquellos valles el nombre de su 665
dueña y mana bajo un negro acebo1143.

L ig d o y T eletusa 1144

La fama del nuevo prodigio habría llenado quizás


las cien ciudades de Creta si Creta no hubiese experi­
mentado recientemente una maravilla más cercana
con la metamorfosis de Ifis. En efecto, en otro tiempo
la tierra de Festos, colindante con el reino de Cnosos, 670
había alumbrado a un desconocido de nombre Ligdo,
un hombre de la plebe con derecho de ciudadanía; y
su patrimonio no era mayor en él que su nobleza, pero
su vida y rectitud no tuvieron mácula. Con estas pala­
bras dio él consejos a los oídos de su grávida esposa
cuando ya estaba muy cerca el parto: «Dos son las co- 675
sas que yo deseo: que te aligeres de tu carga con el más
pequeño dolor y que des a luz un varón. Más gravo­
sa1145 es la otra alternativa1146y la fortuna niega las fiier-

1143 En las palabras de Ovidio ve F. Bomer dos metamorfosis distintas,


mientras J.-M. Frécaut (1985) 377 las interpreta como la fluidificación de
un ser humano que se desintegra totalmente a causa del dolor.
1144 Hay un relato paralelo en Ant. Lib. 17, tomado de Nicandro, pero
con otros nombres y muchos menos detalles, como no indicar en qué lu­
gar se desarrolló la leyenda.
1145 Porque sería una carga excesiva para la debilitada economía del ma­
trimonio.
1146 sors entendido aquí como «sexo» según indica F. Bómer, adloe., que
recurre a la interpretación que ThLL da para Met. III 329, texto en el que se
puede mantener, no obstante, la más genérica acepción de «condición», tal
como nosotras hemos traducido.
zas; así pues, si por casualidad, cosa que yo rechazo
con horror, llegas a dar a luz una hembra en tu parto
(te lo pido a mi pesar; perdóname, amor paterno), que
se le dé muerte»*147. Había dicho, y bañaban su rostro 680
con las lágrimas derramadas tanto el que daba las órde­
nes como aquella a la que se le daban las órdenes;
pero, no obstante, reiteradamente Teletusa mega a su
marido con inútiles súplicas que no le coarte sus espe­
ranzas; es firme para Ligdo su decisión. Y ya apenas es- 685
taba ella en disposición de soportar su vientre pesado
por una carga madura, cuando en medio de la noche
bajo la apariencia de un sueño se irguió, o lo pareció,
la Ináquide11471148 delante del lecho acompañada por el
cortejo de sus sacrificios: tenía en su frente los cuernos
de la luna1149 con espigas rubias de oro resplandecien­
te y el omato propio de una reina1150; y junto con ella 690
el ladrador Anubis y la sagrada Bubastis1151 y Apis, que
se distinguía por los variados colores1152, y el que repri-

1147 Refleja una costumbre de la primitiva Grecia, si bien lo más usual


era que las recién nacidas fuera expuestas, con lo que encontraban la
muerte.
1148 Io-Isis, cfr. I 747. En Nicandro, según aparece en Ant. Lib., no ha­
bría tal aparición y la diosa a la que se rogará es Latona. Que Ovidio intro­
duzca a Io-Isis y su cortejo es una prueba de lo vigente que estaba todavía
en época de Ovidio el interés por Egipto, que había alcanzado su máximo
auge con la estancia de Antonio en Egipto y su derrota junto con Cleopa-
tra en Accio.
1149 La identificación de Isis con la Luna (Selene) es propia de los griegos
(así ya en Hecateo de Abdera Jac. 264F1 y 25) y alcanzó auge en época he­
lenística y romana, cfr. F. Bómer adhe..
1150 Lleva espigas, atributo de Deméter, por la identificación que ya des­
de Herod. II 59, 2 se hace de las dos diosas; el omato es la diadema, símbo­
lo en Egipto de la realeza.
1151 Bubastis es una diosa con cabeza de gata (cfr. la nota 551 del libro
V), a la que a veces se identifica con la propia Isis; Anubis, dios con cabe­
za de perro. Para todas las divinidades egipcias que aquí se mencionan cfr.
A. Ruiz de Elvira II 233-234 notas l l O y l l l y F . Bómer ad he.
1152 Se representaba como un toro negro con una mancha blanca en la
frente que le daba aspecto de águila (cff. Herod. III28, 3).

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me la voz y aconseja con los dedos guardar silencio1153;
y estaban los sistros1154, y Osiris, nunca buscado sufi­
cientemente1155, y la serpiente extranjera llena de vene­
nos que producen el sueño1156. Entonces, a la que esta- 695
ba como fuera del sueño y que veía cosas muy cla­
ras1157, le habló así la diosa: «Oh Teletusa, parte de las
mías, abandona tus pesadas cuitas y burla las órdenes
de tu marido; y no dudes, cuando Lucina te aligere de
tu carga con el parto, en criar lo que sea. Soy la diosa
de la ayuda y proporciono auxilio cuando he sido ro- 700
gada, y no te lamentarás de haber rendido culto a una
divinidad desagradecida.» La aconsejó y se alejó de la
habitación.

I fis e Iante

Se levanta alegre del lecho la cretense y , alzando en


actitud de súplica sus castas manos a los astros, mega
que sean válidas sus visiones. Cuando el dolor se acre­
centó y el peso se expulsó a sí mismo hacia los aires y 705
nació una hembra sin que su padre lo supiera, la ma­
dre ordenó que fuese criada fingiendo que era un
niño; y el asunto fue creído, y no existía cómplice del
engaño a no ser la nodriza. El padre cumplió los votos
y le puso el nombre del abuelo; Ifis había sido el abue­
lo, la madre se alegró con el nombre porque podía ser 710
común a los dos sexos y a nadie engañaba con él. Des­

1153 Harpócrates-Horus, representado como un niño con un dedo en la


boca, lo que fue interpretado por los romanos como petición de silencio.
1154 Especies de carracas propias del culto a Isis.
1155 Había sido despedazado por su hermano Set, que había diseminado
sus miembros, y su esposa Isis los buscó infatigablemente y los recompuso,
búsqueda que se recordaba en los sacrificios de Isis.
1156 Sobre esta serpiente «no de Creta» cff. A. Ruiz de Elvira II234 n. 111.
1157 El sueño de Teletusa es un elemento de unión más entre este relato
y el de Biblis.

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de entonces se mantenían ocultas las mentiras inicia­
das bajo un piadoso engaño: el atuendo era de niño, el
rostro de tal clase que, tanto si se lo atribuías a una
niña como a un niño, uno y otro eran hermosos. En­
tretanto habías cumplido el decimotercer año cuando 715
tu padre, Iris, te promete1158 a la rubia Iante, que era la
doncella más alabada entre las de Festos por el don de
su belleza, hija del dicteo Telestes. Tenían la misma
edad, la misma belleza, y recibieron las primeras ense­
ñanzas, los principios básicos propios de su edad, de
los mismos maestros; después el amor tocó el inexper- 720
to corazón de ambas y causó una herida igual a una y
otra, pero las perspectivas eran desiguales: espera Iante
el matrimonio y el momento de la ceremonia conveni­
da, y cree que será su marido el que piensa que es un
hombre; Ifis ama a aquella de la que no espera poder
gozar, y esto mismo aumenta sus ardores y la doncella 725
se abrasa por una doncella y, reteniendo con dificultad
sus lágrimas, dice: «¿Qué salida queda para mí, de
quien se enseñorea una cuita no conocida por nadie,
de quien se enseñorea una cuita monstruosa y de un
amor insólito? ¡Si los dioses me quisieran guardar in­
tacta, debieron guardarme intacta; si no, y quisieran
perderme, al menos hubiesen debido darme una enfer- 730
medad natural y de acuerdo con la costumbre! Ni el
amor de una vaca abrasa a una vaca ni el de las yeguas
a las yeguas; el camero se abrasa por las ovejas, al cier­
vo lo sigue su hembra; también así se unen las aves y
entre todos los animales ninguna hembra es arrebata­
da por el deseo hacia una hembra. ¡Quisiera no ser na- 735
die! Sin embargo, para que Creta no deje de producir
todo tipo de monstruos, la hija del Sol1159 amó a un

1158 Sabemos por Macrobio VII 7, 6 que la edad casadera era para las
muchachas la de doce años, mientras los muchachos lo hacían a partir de
los catorce. Ovidio, pues, juega con la ambigüedad de sexo de Ifis, pues co­
loca la boda en el año intermedio, a los trece, como ya vieran Haupt-Eh-
wald.
1159 Pasífae.

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toro, ciertamente una hembra a un macho; mi amor
es más loco que aquél, si confieso la verdad; con
todo, aquélla siguió la esperanza de un amor, con
todo aquélla por los engaños y bajo la apariencia de
una vaca soportó al bóvido y existía un adúltero que 740
era engañado. Aunque aquí confluya la astucia de
todo el orbe, aunque el propio Dédalo volviese vo­
lando con sus enceradas alas, ¿qué podrá hacer?
¿Acaso con sus sabias técnicas me convertirá de don­
cella en muchacho? ¿Acaso te va a cambiar a ti, Ian-
te? ¿Por qué, Ifis, no refuerzas tu alma y te reconci­ 745
lias contigo misma1160y arrojas esos fuegos faltos de
razón y estúpidos? Contempla qué has nacido, a no
ser que tú misma te engañes a ti, y busca lo que es lí­
cito y ama lo que debes como mujer. Es la esperanza
la que puede conquistar el amor, es la esperanza la
que lo alimenta; la realidad te priva de ella: no te ale­ 750
ja del querido abrazo una guardia ni la inquietud de
un marido precavido ni la dureza de un padre, ni
ella misma se niega a tus peticiones; sin embargo, no
ha de ser obtenida por ti, ni podrías ser feliz aunque
todas las cosas se realizasen, por más que se esforza­
sen los dioses y los hombres. Incluso ahora ninguna 755
parte de mis deseos es inútil y los dioses me han con­
cedido, obsequiosos para conmigo, lo que pudieron,
y lo que yo quiero lo quiere mi padre, lo quiere ella
y mi futuro suegro; pero no lo quiere la naturaleza,
más poderosa que todos ellos, la única que me per­
judica. He aquí que llega el momento deseado y se 760
acerca el día del matrimonio y ya Iante se hará mía.
Y no tendrá contacto conmigo; tendremos sed en
medio de las aguas. ¿Por qué venís, Juno protectora
de las bodas, por qué, Himeneo, a estos sacrificios,
en los que falta el marido, donde las dos somos no­
vias?»
Después de estas palabras guardó silencio y no se 765

1160 Adaptación y homenaje a Cat. 76, 11.

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abrasa más suavemente la otra doncella y te mega, Hi­
meneo, que acudas presuroso. Ella lo pide, Teletusa
con miedo unas veces aplaza el momento, otras veces
con enfermedad fingida gana tiempo, muy a menudo
aduce como excusa presagios y visiones; pero ya había
consumido todo tipo de ficciones y se acercaba el dife­ 770
rido momento del matrimonio, y faltaba un solo día;
y ella quita del cabello a su hija y a sí misma la cinta
del pelo y, abrazando el altar con los cabellos en desor­
den, dice: «¡Isis, que habitas los labrantíos paretonios y
mareóticos1161 y Faro y el Nilo dividido en siete bra­
zos, trae ayuda, te lo suplico, y alivia nuestro temor! A 775
ti, diosa, a ti te vi en otro tiempo y también estas insig­
nias tuyas y todas las reconocí, el sonido de los sistros,
tu cortejo, tus antorchas y tomé nota de tus órdenes en
mi alma que las recuerda. Que ésta vea la luz, que yo
no haya sido castigada, he aquí que es tu consejo y tu 780
don; compadécete de las dos y ayúdame con tu auxi­
lio.» Las lágrimas siguieron a sus palabras. Le pareció
que la diosa había movido sus altares (y los había mo­
vido) y temblaron las puertas del templo y brillaron los
cuernos que imitan a la luna e hizo un chasquido el so­
noro sistro. No libre de preocupación ciertamente, 785
aunque contenta por el favorable presagio, se va del
templo la madre, en su marcha la sigue Ifis como com­
pañera con un paso más largo de lo que acostumbra­
ba; y no permanece la blancura en su rostro y aumen­
tan sus fuerzas, y su expresión es más dura y el tamaño
de sus cabellos sin cortar es menor, y le asiste mayor 790
fortaleza que la que tuvo como mujer. En efecto tú,
que hace un momento eras mujer, eres un joven.
¡Ofrece dones a los templos y alégrate con una con­
fianza no medrosa! Ofrecen dones a los templos, aña­
den también una inscripción, la inscripción tenía un
breve poema:

1161 De Libia.

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Paga unjoven ¡os dones que siendo mujer habíaprometido
[I fis -

El día siguiente había iluminado con sus rayos el an- 795


cho mundo, cuando Venus y Juno y su aliado Hime­
neo se reúnen para los fuegos nupciales y el joven Ifis
hace suya a Iante.

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