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Ma hew era tan sólo un niño en aquella época, pero hasta él pudo
notar la tensión entre sus padres. Lady Rosa había ignorado a la Sociedad
para casarse con un plebeyo, y estaba furiosa y humillada por sus acciones.
Cada uno fue herido por la desconfianza del otro y habían llegado
incluso al borde del divorcio, escandalizando a todo Londres durante
meses. Después de ser tema de historias condenatorias en diarios y
caricaturizados en dibujos, se re raron al campo, por el bien de la familia, y
cancelaron los trámites del divorcio. En vista de ello, muchos pensaron
que habían salvado su matrimonio, pero Ma hew y sus hermanas
sabían que todo era una fachada. Los Lelands amaban a sus hijos, pero no
se amaban entre ellos.
Y Ma hew se sin ó de alguna manera culpable; incluso cuando era un
niño, había luchado contra sus inclinaciones naturales para hacer lo que
quisiera. Pero, con la ayuda de sus primos, Christopher y Daniel, los
problemas parecían encontrarlo. Ma hew con nuó resis éndose a su
propia naturaleza, incapaz de olvidar el crudo dolor en el rostro de
Lady Rosa siempre que recordaba el escándalo de su casi divorcio. El
matrimonio le parecía algo doloroso, porque aunque sus padres trataron
de seguir las reglas y reparar su relación, nunca fueron los mismos. Para él,
tanto dolor no merecía la pena.
Como adulto, había encontrado cada vez más di cil ser el hijo
adecuado. Su primo Christopher había renunciado a sus maneras salvajes
cuando asumió la responsabilidad de su tulo a los dieciocho años,
decidido a salvar a la familia siendo el duque perfecto. Daniel había sido al
revés, invocando un escándalo tras otro, y haciendo lo que quería.
Así que, cuatro años atrás, había comprado una comisión en el Ejército
de Su Majestad la Reina. Sus padres se sorprendieron, pero no protestaron.
Después de todo, no era como si él fuera a heredar un tulo y vastas
propiedades, junto con todas las responsabilidades administra vas.
Ma hew nunca había mostrado interés en las inversiones que el
Profesor Leland había realizado. Y el Ejército era una opción perfectamente
respetable para un caballero.
–Sé que es una sorpresa, pero sí, soy yo, de regreso de entre los
muertos. Excepto que, en realidad nunca he muerto.
–Me encargaré de ello después de que les lleve con Lady Rosa y el
Profesor Leland.
Él corrió hacia adelante. –Sí, madre, soy yo, pero por favor no te
desmayes. Se come ó un terrible error, y cuando descubrí que os habían
enviado la no cia de mi muerte me apresuré a regresar a casa lo más
rápido que pude.
Su curiosidad era tal que casi no podía recordar sobre qué había
estado hablando. Se giró para hablar con Lady Rosa. –Después de que me
recuperé y trasladé a otro regimiento, de alguna manera en mi primer
des no pensaron que había muerto por mis heridas. Me enteré demasiado
tarde de que os habían enviado una carta de condolencias.
“¿Amada Emily?”
–Ma hew– Dijo Lady Rosa con voz de reproche. –¿No enes nada que
decir a tu esposa?
Ma hew sabía que muy bien podría tratarse de una conspiración aún
mayor; después de todo, esa mujer podría estar estafando a su familia.
Pero el Profesor Leland no era tonto, y aunque pudiera parecer
concentrado en sus inves gaciones, habría sabido si estaba llevando a
cabo un robo. Y además, había habido amor en la voz de Lady Rosa, algo
que esa mujer no podía haber ganado con demasiada facilidad.
–¿Ma hew?– Lady Rosa dijo vacilante, mirándolos a los dos con
confusión.
Capítulo 2
–Estaba enferma cuando llegó el año pasado– con nuó Lady Rosa, –
justo después de que nos enteráramos de tu muerte. Pobrecita. Ella misma
no había escuchado las no cias, porque había salido en un barco anterior.
–No importa, hijo– dijo el Profesor Leland con voz ronca. –Dios mío, tu
salud es más importante que cualquier otra cosa. Has perdido partes de tu
memoria. ¿Mandamos por un médico de inmediato? La punzada de
culpabilidad fue muy fácilmente ignorada. –El Ejército se encargó de
todo, padre. Y nada se puede hacer salvo esperar que con el empo
recupere mi memoria. No sufro ningún po de dolor o moles a.
El Profesor pareció obligarse a sí mismo a relajarse, su mirada cayendo
sobre Emily, todavía inconsciente en los brazos de Ma hew. –¿No es
pesada, hijo? Puedes dejarla en el sofá. Estoy seguro de que se reanimará
enseguida.
–Esto debe ser un shock también para , hijo.– Dijo en voz baja el
Profesor Leland. –Los recuerdos son todo lo que tenemos del pasado,
y perderlos, especialmente uno tan importante…– Su voz se apagó por un
momento, luego se fortaleció. –Pero esto es algo de menor importancia,
algo que mejorará con el empo. Lo más importante es que estás en casa
con nosotros, y que estás vivo. Podemos hacer juntos nuevos recuerdos.
–No, nos detuvimos para comer hace varias horas. Sólo agradecería
dormir.
Sus padres se dieron la vuelta y en ese instante repararon en Reggie,
quien juntó sus tacones y se inclinó ante ellos.
–No, Milady– El otro hombre contestó con pron tud. –Pero supongo
que voy a llegar a conocerla muy bien junto con Ma hew.
Pero hasta su nombre tocó una fibra sensible dentro de él. ¿La había
conocido antes? ¿Era ese el mo vo de que hubiese elegido a su familia?
Por fin, se inclinó hacia atrás para mirar hacia él, sonriendo con
felicidad, forzando a las lágrimas a brillar en sus ojos. –¡Ma hew!– ella
repi ó su nombre con alegría y placer.
Estaba sonriendo hacia ella, lo que la hizo sen rse aliviada, sin
embargo, estudiaba su rostro de cerca. ¿Debería darle un beso, distraerle
de pensar tan profundamente? Estaba totalmente preparada para hacer lo
que fuera necesario, pero… algo la detuvo.
Ella sonrió mientras sus manos acariciaban sus hombros hacia abajo. –
Yo era Emily Grey, pero tú me hiciste una Leland! Dejó que su sonrisa se
desvaneciera. –Pero ahora no sé qué hacer. Quiero mostrar mi felicidad por
tu regreso a casa a salvo, y llorar al mismo empo. ¿De verdad no
recuerdas nada?
Él negó con la cabeza. –Un regreso a casa bueno para una mujer que
no se había permi do a sí misma la esperanza de que regresaría.
Sus manos se deslizaron por su espalda lentamente, llegando a
descansar en su cintura. Ella quería distraerle, pero extrañamente, con sólo
su toque estaba distrayéndose ella. Y sabía que no podía permi rse tal
distracción en su mente.
Se inclinó aún más cerca, su boca justo por encima de la de ella. Sin ó
su aliento, y experimentó un dolor intenso que no pudo iden ficar. Para su
sorpresa, en el úl mo segundo, volvió la cabeza y presionó sus cálidos
labios en su mejilla. La soltó tan rápido que ella se tambaleó hacia atrás
contra la cama.
–No nos hemos visto en más de un año– con nuó, sin éndose más
tranquila, más fuerte. –Me encuentro mirando cómo has cambiado,
preguntándome qué has visto y hecho mientras estabas en el Ejército.
Él la soltó y dio un paso atrás. –Mis padres me dijeron que pasaste seis
meses conmigo en la India.
–Está fechada sólo dos días antes de irme a la India. Recuerdo algunos
de los prepara vos en Londres, el viaje en tren a Southampton, pero no el
empo que pasé allí.
–Dos semanas. Es el lugar dónde nos conocimos. Soy de un pueblo
cercano, donde mi padre era un terrateniente.
Incluso ahora los recuerdos del viento elevándose, las olas chocando
contra la proa, la perseguían, distrayéndola. En sus pesadillas aún podía ver
a su hermano mayor barrido por la borda, desapareciendo de la vista. No
había tenido que simular esas emociones; éstas oprimían su estómago con
tanto pesar que había sido incapaz de inventar una men ra para la familia
de Ma hew.
Ella arriesgó una rápida mirada hacia él, pero aún la miraba intensamente.
–Nadie cercano. Mi madre murió cuando era niña. Pensaba que mis
hermanos cuidarían de mí sin importar lo que pasase.
–¿Cuántos años tenías?
–Veinte.
Con voz suave, ella agregó –Durante el empo que pasamos juntos,
llegué a ver la clase de hombre que eras, tan cercano a tu familia, y
sin embargo, esperando servir a tu país. Admiré eso.
–¿Y nos casamos tan rápido que ni siquiera tuve a mi familia con
nosotros?
Pero no, cada palabra era una men ra, porque su historia le hizo
recordar el accidente del barco. Las autoridades locales de Southampthon
habían rogado por cualquier soldado dispuesto a navegar en la tormenta
para aumentar la ayuda en el rescate.
–¿Ma hew?
Ella asin ó
Ella negó con la cabeza, luego suspiró –Pero cómo deseé uno cuando
te creí muerto.
Pero, ¿se rendiría con gusto, mientras otra parte retrocedía dentro de
ella?
Él le deseó lo mismo.
Capítulo 3
–Cómo consigues mantener la cara impasible está más allá de mí– dijo
Reggie, sus hombros todavía sacudiéndose. –Fue bueno que nadie me
estuviera mirando, porque probablemente lo hubiera desvelado todo.
Ma hew rodó los ojos y tomó otro sorbo de brandy. –Por supuesto
que estaba despierta. Pero no sería correcto presionar.
–Y luego ella debe haber decidido u lizarme, una vez que mi nombre
apareció en la lista de víc mas. Gran parte de los datos son reales, por
supuesto, su descripción del accidente, y la forma en que pasé el
empo con ella, eran correctos… hasta cierto punto.
–Y tú te involucraste.
–Tienes razón, por supuesto– Ma hew dijo, sacudiendo su cabeza. –Si ella
hubiera fantaseado sobre el matrimonio, habría ido a mi familia
inmediatamente. En cambio, pasaron seis meses… y alguien había
falsificado una licencia de matrimonio para ella. Tendré que estudiarla
de nuevo, y ver el nombre del hombre que supuestamente llevó a cabo
la ceremonia.
–Ahora eso no es importante– dijo Reggie. –¿No crees que hizo la
falsificación ella misma?
–¿Y no es para diver rse? Tengo una bella mujer haciendo su mejor
esfuerzo por complacerme.
La tenue luz de luna entraba por las ventanas, iluminando todo lo que
tocaba, y profundizando las sombras dónde no. A pesar de que habían
pasado varios años, conocía muy bien la habitación, fue capaz de rodear la
silla del escritorio y el baúl a los pies de la cama.
***
Emily Grey había tratado de decirle que ella se había casado con el
po antes de que él se fuera a la India. ¿Ella, una chica de campo, casada
son un miembro de la familia de un duque? No lo había creído, sabía que
ella sólo había estado u lizando al hombre muerto.
Así que durante los úl mos años, Lady Rosa había concentrado todos
sus esfuerzos matrimoniales en Rebecca, quien tenía diecinueve años,
y era una belleza, con cabello marrón oscuro y ojos color avellana.
Después de una niñez debilitada por muchas enfermedades, Rebecca había
madurado hacia una belleza encantadora que sorprendía a Ma hew,
quien pensaba que por rebeldía ella podría terminar siendo la salvaje de
la familia.
Pero por supuesto él no estaba informado sobre todo lo que ella había
hecho desde que él se había ido. Esperaba ansioso descubrirlo. Hubo
un empo, mientras él se estaba recuperando, en el que pensó que quizás
nunca vería a su familia de nuevo, de tanto empo como le había llevado
recuperarse.
–Hubo una explosión. Y fui herido por una bayoneta– dijo sin
darle importancia. Cuando ellas jadearon al mismo empo, las abrazó
contra él. –Pero estoy recuperado desde principios de año. No enen que
tratarme como a un frágil inválido.
Ma hew miró a Emily, ahora de pie al lado de sus padres, su cara llena
de dulce preocupación por él. Ella usaba un ves do amarillo claro, tan
brillante como el sol. ¿Se habría preguntado… y preocupado, si dormir le
habría traído de regreso sus recuerdos? Sus padres probablemente habían
deseado lo mismo, pero sin preocupación.
–No hay nada que pueda hacer por mi mente– dijo. –Los recuerdos
volverán o no.
Él se encontró estudiando a Emily, preguntándose como provocarla,
hacerla equivocarse para que revelara más sobre sí misma. Tuvo una
repen na e increíble idea. Él había sostenido “tener lagunas en su
memoria”… Entonces, ¿por qué no llevarlo más lejos, recrearse en su
pérdida de memoria? Tal debilidad le permi ría permanecer cerca de ella,
aprender todo lo que pudiera sobre ella. Si él no podía recordar cómo
hacer algunas de las cosas básicas de la vida, entonces como su esposa,
Emily tendría que enseñarle.
–Es la cosa más extraña– dijo en voz baja, para los oídos de ella
solamente. –No puedo recordar cómo me gustan las tostadas.
–¡Pero sabía que ellos habían estado aquí toda la vida!– Él se permi ó
mostrar algo de frustración. –¡Y tú eres mi esposa! Como pude…
–¿Y si no lo hace?
Emily le dirigió una trémula sonrisa. Ella podía hasta temblar cuando
quería, pensó, escondiendo su diversión.
De repente, vio a Reggie mirándolo fijamente, ocultando apenas
su expectación por el próximo acto en esta obra. Y entonces, Ma hew se
dió cuenta que debería guardar su persuasión más ín ma a Emily para
cuando ellos estuvieran solos.
¿Se estaba su amigo dando cuenta qué di cil iba a ser men rle a su
familia? Ya que Ma hew había pasado su vida entera pretendiendo,
tratando de ser la persona que sus padres esperaban, estaba
acostumbrado a men r, al menos sobre sí mismo.
Lady Rosa finalmente habló. –¿Si estuviste allí durante varios meses,
por qué no nos escribiste?
–Mi nuevo regimiento era mucho más remoto, lejos de los puestos
fronterizos ingleses. Sabía que cualquier carta que escribiera tendría que
llevarla conmigo, por lo tanto esperé demasiado.
Capítulo 4
Respiró hondo para calmarse. No había nada que pudiera hacer ahora.
Sólo esperaba que Emily Leland no fuera relacionada con Emily Grey
Miró al Teniente Lawton, el amigo de Ma hew, con su cabello negro
rizado y su sonrisa de liber no. Su presencia complicaba todo. Al principio,
pensando que él la denunciaría, casi había entrado en pánico, luego se dio
cuenta que la noche anterior no lo había hecho. Si Ma hew
verdaderamente estaba casado con otra mujer, entonces el Teniente
Lawton parecía no conocerla. Qué confuso misterio.
Ella le preguntó –¿No era también di cil escribir una carta cuando no
podías recordar todo? Me imagino que no querías revelar tu problema.
Ma hew miró a Emily con una ceja arqueada por la sorpresa. –Sí, era
di cil–dijo suavemente.
No, pensó Emily, una mujer que pasara empo analizando todo lo que
ella decía o hacía lo entendería.
–Como mencioné– con nuó Ma hew, –me tuvieron que contar sobre
mis deberes en mi primer regimiento. Me preocupaba que hubiera otras
cosas, cosas más importantes que no pudiera recordar. Y por supuesto que
las había– dijo él, echándole un vistazo a Emily. –No sabía qué escribir, y no
quería preocuparos si sonaba… mal.
–Por supuesto, hijo– dijo el Profesor. –¿Qué son las cartas, cuando
ahora tenemos lo real? El resto de la familia estará conten sima.
–Por supuesto que lo es– Ma hew estuvo de acuerdo –lo que significa
que necesitas diversión ocasional para relajarte.
Su madre dijo –Randolph, desearía que aclararas a tu hija que ser vista
en Sociedad sólo puede ayudarla.
***
–Quizás no.
–Entonces para la cena
–Oh muy bien, si voy a conversar con chicas bonitas, entonces debo.–
Reggie sonrió, mientras le dirigía a Ma hew una mirada especula va. –
¿Cercarás a Emily con palabras hoy?
***
–Y luego escuchaste que estaba muerto. Debe haber sido… muy di cil
para y para mi familia.
¿Halagos de nuevo? ¿Era una buena tác ca para usar con un hombre?
Todos estábamos consumidos por la pena– ella con nuó. –Son una
familia maravillosa, y ellos me ayudaron a recuperarme de maneras que
nunca olvidaré.
Un mes, pensó… y luego se dio cuenta. La duración del ciclo de una mujer.
–¿Ellos pensaron que podrías estar embarazada? Pregunto él, esforzándose
en gran medida por esconder su diversión.
–Yo no lo creía, debido a los seis meses que duró mi viaje, pero tu
madre estaba tan llena de esperanzas.
Ella rió fuerte, y era la primera vez que la escuchaba reír. Él había leído
una vez sobre la risa de una mujer siendo comparada con el dulce
repique de campanas, y él se había burlado de ello. Pero ya no.
–¿Y entonces eso quiere decir que ella está haciendo lo correcto?
Los ojos de ella sostenían los suyos con mucha seriedad, mientras se
detenía en el sendero para enfrentarlo. –Ahora mismo, la vida de Susanna
es como ella quiere que sea– dijo Emily. –Pero algún día tus padres no
estarán, y ella se encontrará sola o dependiendo de un familiar. Todos
tendrán hijos y estarán viviendo sus vidas, y ella se sen rá apartada.
Él también creía que la única manera en que Susanna podría ser feliz
era encontrando una compañía entre la sociedad elegante, con la cual
pasara el resto de su vida. –Muy bien, entonces. Juntos la lanzaremos
nuevamente en sociedad, empezando con los eventos sociales aquí en el
campo. Le haremos ver que con un poco de esfuerzo por su parte, puede
hacer más amigos y ser una persona más feliz. Una persona feliz atrae a los
hombres fácilmente.
–Me encanta esta vista– dijo en voz baja. –Las ruinas son tan
román cas.
Agarró su brazo suavemente, luego deslizó sus manos hasta coger las
de ella. –En endo más de lo que podrías darte cuenta. Yo también tengo
que censurar mucho de lo que digo, por el bien de mi familia.– Y el tuyo,
pesó queriendo sonreír.
–Lo noté en el desayuno– admi ó ella.
Ella sonrió. –Es una imagen interesante. Por supuesto que estaré
encantada de cabalgar con go hasta que te familiarices con el parque.
Ella permaneció dentro del círculo de sus brazos, mirándole, con una
sonrisa tan amplia que sus ojos brillaban. –Estaba planeando ir a la villa,
pero eso fue antes de tu regreso.
–Claro, Ma hew.
Sería interesante ver qué pensaba Ma hew que debería hacerse para
ayudar a su hermana, y como superaría las objeciones de Susanna.
Susanna rodó los ojos. –No tuve oportunidad que hablar con go esta
mañana, pero pensé que con el retorno de Ma hew, estarías mucho más
feliz.
–Yo todavía creo que deberías mostrarle la vida que has construido
para .
–Lo haré, te lo prometo. Pero por ahora, creo que permaneceré aquí.
Capítulo 5
–Sí, podría, pero lo mantenía todo dentro de mí, sin endo como si
fuera a reventar por la presión. Ahora me siento preparado para hacer lo
que deseo. Y estas nuevas inversiones, estas nuevas industrias, me
entusiasman.
–Sé que esto es diferente para mí– dijo, mirando al Profesor Leland
por su aprobación.
El profesor sólo asin ó. –Con núa. Estoy muy animado por tu interés
en nuestro futuro.
–Solía estar tan preocupado por el presente, siendo tan cuidadoso,
haciendo siempre lo que la sociedad esperaba de mí.
–¿Y qué hay de malo en eso?– Preguntó Lady Rosa con voz perpleja.
–Sobre Susanna– comenzó. –Hay una cena esta noche, y ella rehúsa
asis r ¿Es eso normal? –No suele ser así– dijo firmemente Lady Rosa, –
pero supongo que no eres la única persona que quiere hacer lo que desea.
Él sonrió. –Ella es de firmes convicciones Pero Emily está preocupada
por ella.
–No estoy preparado para hacer eso. ¿Ha ocurrido algo en par cular
que la haya hecho volverse más solitaria?
–No todo– dijo el Profesor Leland. Aún eres el mismo hombre bueno
que cuando te fuiste.
–Debe ser di cil para – dijo finalmente Lady Rosa, es rándose para
tocar su brazo.
–¿Te refieres a Emily?– preguntó Ma hew, dirigiendo su mirada fuera
de la ventana.
–Al final la tomó– dijo Lady Rosa –pero sé que principalmente la usa
para sus causas en el pueblo.
Allí terminaban sus sospechas de que Emily tuviera un mo vo
monetario, pensó Ma hew con sorpresa. –¿Causas?
–Oh, ella no los hace– dijo Susanna con franqueza. –Ella estudia.
–Pero seguro que deseará estar aquí, Sr. Derby– dijo Emily. –¿No vio el
Times de hoy?
¿Podrían ser?
Capítulo 6
Emily miró del Sr. Derby a Ma hew. Ella sabía que habían crecido
juntos, habían sido amigos durante muchos años, pero ahora las cosas
eran… diferentes. Ella había estado tratando cortésmente de disuadir el
interés del Sr. Derby por ella desde el principio de salir del luto, pero él
siempre suponía saber qué era lo mejor para ella. Hombre impaciente,
arrogante. Él había pasado de reclamar dos bailes en cada fiesta, a
encontrarla “accidentalmente” en el camino campestre, y
recientemente a pasar a visitarla… para el sorprendido placer de la familia
Leland.
–¿Ma hew?– dijo el Sr. Derby, con los ojos desorbitados en su pálida
cara.
Ella alzó su barbilla. –Era una viuda salida del luto, él era persistente.
Yo no lo alenté.
–¿Así que no estarás llorando por la relación que sea que tuviste con
Peter?
Ella sonrió y bajó su voz. –Él trató de hacer de eso más de lo que era,
pero yo no sen a nada.– Miró por encima de su hombro hacia la entrada
del comedor. –Parece ser que con nuaremos viéndolo bastante.
–Yo asumí que pensábamos igual, que ella necesitaba probar a tener la
ru na co diana que una mujer.
Él puso las manos sobre sus caderas mientras la miraba desde arriba,
sin decir nada.
–Ya veo. ¿Qué movería a Susanna a renunciar a algo que ama, por un
futuro que podría no suceder?
Emily lamió suavemente sus labios resecos, su pecho tan ancho ante
ella. –¿Nuestro matrimonio feliz que incluso no puedes recordar?
Él sonrió. –Mis padres están muy encariñados con go. Pero escuché
que ellos no estaban del todo sorprendidos cuando tú apareciste en su
puerta. Dijeron que habían recibido una carta del vicario de la parroquia
an cipando tu llegada el año pasado.
–Fue él.– Ella quiso salir por la ventana, tratar de encontrar algo de aire
para respirar, pero no se animó a dar evidencia de su huida. –El Sr. Tillman.
Él está muerto ahora– dijo impasible, pero lo vio en su mente como si una
almohada estuviera sobre su cara. No pudo controlar un estremecimiento.
–Lamento recordarte tan tristes no cias– dijo Ma hew, poniendo una
mano sobre su hombro.
El falso dolor en su voz hizo que ella lo mirara de nuevo. –No, esto no
es algo que hayas olvidado. Él murió justo antes de que llegara aquí.
***
No fue muy buena en ocultar la mirada que dirigió a cada una de sus
hijas. Ambas sonrieron educadamente.
–Esto es muy cortés de su parte, Lady Rosa– dijo Peter, con los ojos
brillantes. –Ma hew, yo disfrutaría de escuchar todo sobre tu empo en la
India.
–Tengo algo que hablar con go– la dijo, ignorando la reacción de ella
por Peter… por el momento. –¿Reggie, que harás hoy?– le preguntó a su
amigo mientras éste se alejaba.
–¿Sola? Pero si los tengo a todos ustedes, mis os, y mis primos.
¿Cómo podría estar sola?
–Emily pensaba que tenía una gran familia para protegerla, y todos
ellos le fueron arrebatados en un trágico momento.– Él levantó ambas
manos. –Sé que enes una gran familia, y semejante tragedia es altamente
poco probable, pero ambos estamos preocupados porque termines
sin éndote sola, cuando cada uno de ellos tenga su propia familia sin .
–Quizás. Pero por mucho que odiemos considerar esto, algún día
nuestros padres se habrán ido, y Rebecca y yo tendremos nuestra propia
familia. No creo que tu dote sea suficiente para que vivas sola muy
cómodamente.
–Pero, ¿te será fácil de ver, sabiendo que tú nunca tendrás uno
propio?
Susanna tragó, sin decir nada por un momento. –Tendré mi vida como
Dios parece haberla considerado mejor para mí.
–No, esconder no– dijo gen lmente. –Pero te pediré que te abstengas
de ellas por un empo. No se trata de apaciguar a Madre… esto es para
que te asegures de que no hay un hombre ahí afuera al que tú puedas
amar, uno que te acepte de todas las formas, si le das la oportunidad.
–¿Cuándo te volviste tan román co? Le preguntó son sospecha, pero
su voz fue suave.
***
Emily no se dirigió a las habitaciones de Ma hew… él, ciertamente,
podría encontrarla leyendo la carta, y no podía arriesgarse a ello. Entonces
se encaminó a la biblioteca y cerró la puerta detrás de ella.
Mi queridísima Emily,
Estuve tan conmovido al leer sobre el regreso del Capitán Leland. ¿Le
has dicho que tú no eres su esposa? ¿Él sabe las otras cosas que has
hecho? Permítenos hablar sobre tus planes. Ya he llegado cerca, y
estaremos en contacto pronto.
S.
Había sido di cil salir sin ser visto por Ma hew, por toda la familia
Leland, y por los sirvientes, pero él se las había arreglado. Ahora estaba
escondido detrás de la exuberante vegetación del helecho tropical en el
invernadero, mirando a Emily Leland a través de las puertas abiertas de la
biblioteca.
Capítulo 7
Él rió. –Entonces, empecemos esta noche. Así ella verá que no ene
por qué estar sola.
–Puede ser algo terrible– dijo, con una sombra cruzando su mirada.
Ella forzó una risa. –Pero tenemos toda la tarde para conversar.
***
–Ellos pensaban que estabas muerto– dijo el chico más grande, John,
al que le faltaban varios dientes.
–Fue una terrible no cia para mi familia. Estoy seguro que todos
ustedes hicieron lo mejor para ayudarlos en esos momentos di ciles.
–Ahora la Señora Leland está feliz– afirmó John. –Algunas veces ella
parecía muy triste.
–Es una cosa triste cuando una esposa piensa que su esposo está
muerto– dijo Ma hew, sin apartar sus ojos de ella. –¿Viene ella a visitar los
establos a menudo, chicos?
Se sen a incómoda, insegura de su propósito. ¿Por qué no le
preguntaba directamente a ella cuán a menudo le gustaba montar?
Ella le habló al oído. –Sube la colina. Nos llevará fuera del parque hacia
los campos.
Cabalgaron durante varias horas por caminos del campo mientras ella
hacía de guía, mostrándole todos los lugares donde él había vagado de
niño, algo que aparentemente había aprendido de su familia. Le causó
gracia la forma en que recitaba el nombre de cada vecino cuando se
avistaba su casa, agregando más detalles si ellos iban a asis r a la cena de
esa noche. La dejó pensar lo que quisiera sobre su pérdida de memoria,
admirando su animación y su conocimiento. Después de todo, él
había pasado dos años lejos; debería conocer todos los chismes locales.
En alguna ocasión la gente los saludó con la mano, y aunque Ma hew
devolvía el saludo, no cabalgaban lo suficientemente cerca de ellos para
conversar.
–Tú sólo me dijiste que estabas buscando aventura– con nuó. –Pero
mientras iba asumiendo mi lugar como tu esposa y llegaba a conocerte
mejor, no creía que esa fuera toda la verdad. Un hombre rico puede
encontrar aventura viajando por el con nente.
–Si, yo quería ver mundo, porque sabía que podría hacer lo que
quisiera lejos de Inglaterra, ser el hombre que pensaba que siempre había
querido ser.
–¿Estabas escondiéndote hasta ese punto?
Ella era demasiado inteligente, pero tenía que serlo, para haber
triunfado en esta tetra.
–¿Y aquellas eran las cosas tras las cuales escondías la verdad?
Bajó más la voz, mirando su boca. –Quería hacer lo que fuera que
deseara, ser insensato y vivir la vida plenamente.
–No, eso hubiera sido cruel. Y yo no lo soy. Pero tomo lo que quiero y
hago lo que deseo.
Él se preguntó si algo de esto era verdad. Ella había dicho que Tillman
ya estaba muerto. Pero seguramente habría otros que pudieran confirmar
o negar su historia
Sus labios tocaron los suyos, tan delicados como una mariposa,
pero sin dudar. Luego ella inclinó la cabeza hacia el otro lado para probar
más de él. La ráfaga de deseo a par r de un casto beso era tan excitante,
tan absoluta, que él apenas pudo contenerse para aplastarla contra él, de
tumbarla encima de él.
–No creo que alguna vez haya llevado a una mujer a las lágrimas con
mis besos– meditó.
Capítulo 8
Emily sabía que Ma hew la miraba con demasiada atención. ¿Qué
emociones se traslucían en su rostro, cuando estaba tratando de
ocultarlas?
–Mi padre vivió ahí antes de que yo naciera– dijo de repente Ma hew.
Ella lo miró asombrada. –Quieres decir ¿antes de que se casara?– Ella
siempre había asumido que no se la había dado a nadie debido a que el
duque quería su privacidad.
Ella le hizo una mueca en simpa a. –¿No fue tu abuelo quién causó el
primer escándalo de los Cabot?
–Sí, pero nunca pudo perdonarse por haber vendido una gran can dad
de erras No era un secreto el hecho de que él escogió la belleza y la dote
sobre lo idóneo cuando se casó.
Con una sonrisa, ella dijo –Así que fue en esta casa de campo, dónde
un simple profesor de Universidad conoció a la infeliz hija de un duque…
–¿Y las cosas no han mejorado mucho en el empo en que te has ido?
–Ellos lo están.
–Pero están mucho mejor. Y tengo que agradecerte por ello.– Él inclinó
su cabeza, sonriendo.
Él enarcó una ceja hacia ella. Ella dejó escapar un gran suspiro y puso
una sonrisa que mostraba todos sus dientes.
–Así es.– La luz se reflejaba en sus cristales cuando ella le dirigió una
mirada casi insolente.
Con otro suspiro, ella se los quitó y los me ó dentro del bolso que
colgaba de su muñeca.
–Oh, por favor– ella rodó los ojos. –No trates de hacerme creer que
sufres ante tu deber como hermano. Lo estás disfrutando.
–Siempre disfruto de mí mismo… actualmente.
Y era cierto. Cada joven dama con la que solía bailar sólo fue por un
apropiado cortejo y matrimonio, algo bastante aburrido. Todo lo que
él quería era escandalizarlas con la lasciva dirección de sus
pensamientos, pero se había contenido. Ahora él tenía a su esposa para
seducir, y el resto de ellas palidecían en su memoria cual fantasmas de un
pasado olvidado.
–Si hay un baile, entonces debes bailar.– Dijo Ma hew. –Es parte de
nuestro acuerdo.
***
Notó que Emily se quedaba junto a su familia y no con las otras damas,
pero recordó, que sus padres le habían adver do que sus amigas más
cercanas eran sus hermanas.
Cuando Reggie le trajo un clarete, Ma hew fue capaz de dar un paso
atrás hacia la pared.
Se tomó un saludable trago. –Está muy cerrado aquí, bien podría ser
verano.
–Porque, sí, tal vez ahí había un factor que contribuía a su calor. Pero,
¿dónde estaba Susanna?– Entonces la vió apoyada contra la pared, en
medio de las señoras mayores y las damas de compañía. Gimió. –
Demasiado para nuestro acuerdo.
–El problema es que ella no es una muchacha, sino una mujer, una
mujer ya no tan joven.
Reggie alzó los hombros. –Dale empo. Ésta sólo es la primera noche
de su acuerdo. En cambio, cuéntame sobre tu día con Emily.
–Sigues diciendo eso con admiración. ¿El botón aún está fuera de la
rosa?
Ma hew se rió entre dientes. –Me encuentro cada vez más intrigado. Sin
embargo, siempre soy realista. ¿Recuerdas al Sr. Tillman, el vicario de cerca
de Southampton?
–Mi madre se desesperó conmigo al tratar de hacerme un
feligrés– dijo Reggie, tomando un saludable sorbo a su Clarete.
–Eso es, exactamente. Hoy me enteré que ella cabalgaba a diario hasta
el pueblo. La próxima vez voy buscar por ese lado.
–Alguien se acerca.– Advir ó Reggie.
Los dos se fijaron en Peter Derby, avanzando entre varios invitados,
mientras miraba de reojo hacia dónde se encontraba Emily junto con el
resto de la familia Leland.
–¿Es acaso pesar lo que veo en los ojos del Sr. Derby?– Preguntó
Reggie.
–Ma hew– dijo Peter. –Vaya mul tud esta noche. Estoy sorprendido
que incluso tengas un momento para mismo.
Entonces, ¿por qué, de nuevo, se sen a cada vez más molesto ante
el pensamiento de ella con otros hombres?
La sonrisa de Peter desapareció. –Pero realmente, Mathew, regresar
de la muerte parece que te resulta conveniente.
Todos rieron.
–Pero, ¿no es ese Albert Evans?– dijo arrastrando las palabras, aliviado
de ver a un viejo amigo.
Albert suspiró y miró hacia otro lado. –Me siento… extraño sobre eso, viejo
amigo.
–Oh, por favor, no lo esté Sr. Evans– dijo Emily suavemente, su rostro
bañado en rubor.
–Mi madre quiere hacer matrimonios con todos– dijo Ma hew mostrando
una sonrisa torcida.
–Todas las madres lo hacen. Pero la señora Leland no parecía querer la
misma cosa. No conozco a un hombre que le haya ganado un baile, ni
mucho menos dos.
–Bueno, sí.– Admi ó Albert. –Tu esposa era educada, pero poco
interesada en cualquiera de nosotros.
–Por favor, Sr. Evans– murmuró Emily. –Usted no ene por qué
defenderme. Mi esposo es un hombre muy comprensivo.
–¿Ma hew?
Ella le miraba con los ojos muy abiertos, pero también llenos de
excitación, y se lo hizo saber. Con los hombros hacía atrás contra la pared, y
su pecho hacia adelante, él la miraba extasiado, mientras la tenue luz de la
luna iluminaba el espacio entre los dos.
Él la besó otra vez, luego dio un paso atrás. –Mi deseo por hace que
me olvide de todas mis promesas sobre ayudar a mi hermana.
Ella sonrió –No creo que aún sea tarde. ¿Deberíamos regresar?
Él asin ó, sin devolverle la sonrisa y dijo. –Sí, pero tengo una gran
dificultad para concentrarme en otra cosa que no seas tú, Emily.
Ella movió su cabeza hacia otro lado e hizo que le siguiera adentro.
***
Emily se encontró durante la cena sentada al lado de Ma hew, y él
tomó ventaja de ello, rozando su codo con el de ella, dejando que
sus manos “accidentalmente” se tocaran, inclinándose para hablarle
suavemente. Había estado preocupada porque se enojara al descubrir a
sus dos pretendientes, pero milagrosamente, su deseo se había inflamado
por el desa o.
Ella podía estar ganándoselo, pensó, tratando de no sen rse tan
aliviada y emocionada.
–Un buen ejemplo que les has dado– murmuró. –Ciertamente ellas
vieron la manera en que me arrastraste afuera. Tal vez piensen que fue tan
román co que les permi rán a sus pretendientes hacer lo mismo.
Él la dirigió una mirada engreída. –Así que tengo algo que esperar con
interés.
***
–Yo…– Dirigió a Emily una mirada en busca de ayuda. –No es eso– dijo
–Todo es tan tonto, en realidad. Pensarás que soy una tonta. Es sólo… que
es más sencillo pasar inadver da, para hacer lo que quiero con mi vida.
–Muy bien, enes mi promesa, así que deberías con nuar– respondió,
con voz fría.
Ella negó con la cabeza. –En endo que el Sr. Derby, siendo el hijo más
joven, no ene la libertad para hacer lo que desea, como tú.
Emily parpadeó hacia él. Ella había cambiado, pensó, y no para mejor.
Tiempo atrás nunca pensó que sería capaz de men rles tan fácilmente a
personas tan buenas.
–No diré que estabas en lo cierto sobre ninguna cosa– susurró –No
estoy segura de que lo estés. Pero de alguna forma Susanna necesita
superar su midez.
Ma hew tomó su mano entre las de él. –Yo puedo hacer milagros.
Capítulo 9
Esa noche, más tarde, Emily se sorprendió cuando al abrir la puerta vio
a Ma hew sentado en su escritorio – su escritorio – escribiendo.
Él sólo asin ó, y luego siguió con lo que sea que estaba escribiendo.
Había movido todos sus libros, apartándolos a un lado, y se preguntó qué
pensaría él sobre sus temas de lectura, biología, historia y matemá cas.
Pero no la cues onó sobre ello.
Cuando vio que con nuaba con la cabeza inclinada, ella fue hacia el
ves dor y allí encontró sentados tanto a su doncella como al ayuda de
cámara, que hablaban en voz baja mientras esperaban. Cuando la vieron se
pusieron de pie y el ayuda de cámara inclinó su cabeza y se re ró a la
habitación de Ma hew.
María, baja y morena, miró por encima de ella para ver si podía ver
dentro de la otra habitación. Le guiño un ojo a Emily, sonriendo.
Al final deslizó una mano bajo del agua y agarró uno de sus senos. Ella
gimió en su boca. Su carne estaba cálida por el agua. Encajaba bien en su
palma, y el roce de su enardecido pezón le hizo concentrar sus
esfuerzos en él. Ella se estremeció mientras jugaba con ella, se burlaba
de ella.
–Podríamos hablar…
–Olvidé las toallas. ¿Podrías traérmelas? Ella rodó sus ojos mientras
me a la carta en su propio guardarropa, debajo de sus ves dos. Después
de coger la pila más pequeña de toallas, tocó suavemente en la puerta del
baño.
Su voz sonaba diver da –Emily, ¿debo asumir que eres tú?
Como su esposa, se suponía que ella debía de haber vivido todo esto
antes. Así pues decidió actuar como lo haría una sirvienta, poniendo
las toallas, sonriéndole, mientras él se recostaba en la bañera. Observó su
oscuro cabello echado hacia atrás por el agua, con los destellos rojos
ocultos por la humedad.
–No, oh no, por supuesto que no son feas. Son cicatrices de tu valor.
–Pero fue valiente por tu parte viajar al otro lado del mundo.– Dijo ella
–De exponerte al peligro por tu país. Y sufriste terriblemente por ello.
Debió llevarte mucho empo ponerte bien otra vez. ¿Dices que te
recuperaste en la Misión? ¿Eran misioneros ingleses?– ella estaba tratando
de descubrir algo, cualquier cosa, sobre su difunta esposa.
Él asin ó con la cabeza. –La Misión era para conver r a los “paganos”,
aunque no es que ellos quisieran conver rse. Pero algunos estaban
agradecidos por la ayuda, por la comida, por las ropas y por las raras
medicinas.
Ya era empo de hacerle creer que había tenido éxito… por ahora.
Una leve sonrisa curvó las comisuras de la amplia y elegante boca. Tal
vez perder a su esposa lo hizo cínico.
***
Se detuvo en medio del oscuro ves dor, confundida, e insegura.
En realidad ella había huido; así que, ¿de qué otra forma hubiera
podido ser más evidente?
¿Persistente enfermedad?
¿Ma hew la había cuidado en sus úl mos días, viendo a la mujer que
amaba consumirse con su sufrimiento? Ella no quería pensar en esa pobre
mujer, no cuando la estaba reemplazando. No podía permi rse sen r culpa
o simpa a. La vida le había enseñado eso.
Capítulo 10
Ma hew caminaba de un lado a otro en su nuevo dormitorio, sin ser
capaz de dormir. Le dolía la frustración sexual. Incluso había llegado
hasta el ves dor, contemplando la puerta de ella – su puerta – decidido a
reclamar sus “derechos maritales”.
Se movió con cautela y vio que tenía los ojos cerrados, pero que
grandes lágrimas corrían por debajo de sus pestañas.
Pensó en lo que debió haber sido ver a toda su familia morir, pensar
que estaba a punto de morir junto con ellos, para luego ser rescatada.
–¡Papá!
Ella apretó sus brazos, aún más fuerte, apoyando la cabeza sobre su
hombro.
Su piel estaba humedecida por sus lágrimas, pero al menos ahora lloraba
menos. Su expresión se veía aliviada, y su cuerpo parecía relajado por el
agotamiento.
***
–¿Ma hew?
Él cerró sus ojos por un momento, antes de preguntar con voz áspera
por el sueño.
Ella asin ó
¡Oh Dios!, pensó, rígida y con gran consternación. ¿Qué había hecho, que
había dicho?
Como si estuviera respondiendo a sus preguntas no dichas, él dijo –
Estabas llamando a tu padre, y no te tranquilizaste hasta que pusiste tus
brazos sobre mí.
–¿Temor a qué?
Ella asin ó.
***
Pero no las molestó. Quería ver lo que haría Emily con su día.
–Haremos poner unos caballetes en las ruinas del cas llo, y entonces
tú podrías darnos clases de arte a todos.
–¿Darles clases?
–Ellos verán lo talentosa que eres, lo generosa que eres con tu empo,
lo paciente…
–Eres tan dulce conmigo. Estoy tan contenta de tenerte en casa con
nosotros.
–¿Mostrarme el qué?
Capítulo 11
Cuando Ma hew llegó a los establos, cues onó al mozo, sólo para
descubrir que Emily no había pedido ni un caballo, ni un carruaje.
–¿Si?
Una mujer llevando un sombrero muy pequeño y un inmenso chal
sobre sí, estaba saludándole mientras le gritaba.
–Fue buena fortuna para todos nosotros. Sólo lamento que hayan
tenido que sufrir pensando que había muerto.
Ella parpadeó con perplejidad, luego rió como si pensara que él era tonto.
–Lo fue, Sra. Winston. Extrañé tanto a mi Emily que, siento que no
puedo estar lejos de ella. Y sé que hoy vino al pueblo. ¿La ha visto?
–Bueno, no. Pero ella con frecuencia está en la posada, por supuesto.
Dio un paso atrás en la taberna antes de que ella reparara en él; luego
ella miró al pasillo de nuevo mientras regresaba a la habitación privada,
dejando la puerta abierta.
Intrigado, sin saber que pensar, Ma hew cruzó el pasillo, se inclinó cerca
de la puerta como si perteneciera a ese lugar, y miró dentro. Había varias
mesas y sillas dispersas, y se dio cuenta que era un comedor privado,
generalmente reservado para los invitados de clase alta.
Y entonces vio a Emily sentada en una mesa con un desconocido.
Dio un paso hacia atrás antes de que pudieran verlo. Se apoyó contra
la pared, cruzando los brazos sobre su pecho con ac tud aburrida,
como si estuviera esperando a alguien.
Emily dijo –Pero Sr. Smythe, no habría dicho ni una palabra hasta que
el hombre llegue de Londres. Pero sería bueno que usted pudiera ocupar
mi lugar en estos días, aunque estoy segura que podremos con nuar como
antes.
Ma hew se dio cuenta que ella había pensado que no podría recordar
el nombre del hombre.
Al final la mul tud desapareció y Emily le tomó del brazo para guiarlo
de regreso al salón comedor.
–Y ¿qué hace usted aquí Sr. Smythe, aparte de reunirse con mi esposa?
–Tenías tanto con qué lidiar cuando llegaste a casa– dijo en voz baja –
que no quise abrumarte con cosas que no eran importantes.
–Sólo hasta que pueda convencer a los jueces del pueblo que hay
suficiente interés para tener nuestra propia escuela aquí en Comberton.
Muchos más niños podrían asis r. Hoy vinieron pocos porque pensaron
que estaría muy ocupada en Madingley Court por tu regreso a casa. Pero
yo ya había solicitado al Sr. Smythe que me ayudara a enseñarles si yo no
podía venir.
Ella deslizó su mano por el hueco de su codo. –No es una cosa tan
importante como defender a tu país– dijo, sonriendo. –Pensé que podría
esperar.
–Estaré afuera, Sra. Leland. Cuándo sepa algo sobre el nuevo maestro
de la escuela, se lo haré saber.
Cuando él se hubo ido, Emily le dijo a Ma hew –El pueblo está por
contratar a un profesor. Lo decidieron después de entrevistarlo. Y la
próxima vez voy a convencerlos de encontrar un lugar permanente como
escuela.
Así que ella y el Sr. Smythe estuvieron discu endo sobre el nuevo
profesor, mientras que él los espiaba como un tonto celoso.
Ahora que el cura se había ido, Emily recogió una pila de libros de la
mesa, mirándolo por encima de su hombro, sin decir nada.
–El dueño puede vigilar tus libros. Hoy es Día de Mercado. Mucha
gente del pueblo estará por allí. Como comprobaste antes, no puedo
recordar ninguno de sus nombres. ¿Te gustaría caminar conmigo y
volvérmelos a presentar?
–¡Me encantaría!
¿Por qué era tan feliz en este pequeño pueblo, enseñando a los
niños, acompañando a su amnésico marido? Era algo que no tenía sen do.
***
Después vagaron por los puestos del mercado; compró para cada uno
una empanada y se sentaron a comérsela en un banco cerca del pozo
cubierto.
–Las dos semanas cuando estuviste de luto por tu familia– añadió él.
Después se arrepin ó de sus palabras, no queriendo regresar su atención a
sus sospechas.
Todavía no, pero ella quería tener hijos. Pero por ahora no podía dejar
de pensar en la amenaza para el idílico matrimonio que ella planeaba darle
a él.
¡Oh, Dios!, sus ojos escocían de nuevo. ¿Qué estaba mal en ella? ¡Esto
es lo que quería!
–Ma hew, supongo que no te hablé sobre mi trabajo con los niños
porque estaba preocupada de que tal vez lo desaprobaras.– Alzó su mano
antes de que él hablara. –La mayoría de los hombres no ven con buenos
ojos que sus mujeres trabajen, incluso aunque yo no esté ganando un
salario. Estoy haciendo algo que la Sociedad podría no querer ver en una
dama. Después de todo, tenemos las normas de un ducado a las que
ceñirnos. Tú y yo nunca discu mos tales cosas al principio de nuestro
matrimonio. Sin embargo, hoy aceptaste mi trabajo, incluso me ofreciste
ayuda. Gracias.
La vida que quería estaba a su alcance, cada vez más cerca. Ma hew
estaba creyendo en su matrimonio, incluso dispuesto a aceptarlo.
Capítulo 12
Cuando Emily acomodó los libros de la escuela en su escritorio, vio
una carta sellada debajo del frasco de nta. Frunció el ceño, recordando
que Ma hew había estado escribiendo cartas justo esa mañana. Pero en
ella no había escrita ninguna dirección, y el lacre era una mancha hecha sin
un sello adecuado – justo como la que había recibido el día anterior.
Mi queridísima Emily,
¿Has estado buscándome? Te he estado observando, esperando el
momento perfecto para nuestra pequeña charla. Primero los alumnos se
interpusieron en mi camino, y luego el Capitán Leland. Ellos no podrán
protegerte de mí por mucho empo más.
S.
¡Oh, Dios!, Stanwood le había escrito otra vez, pero esta vez no había
usado el correo. Alguien la había dejado en su escritorio, y no hacía mucho
empo de ello. Si hubiera sido entregada en mano en la puerta, por lo
menos su nombre estaría escrito, pero ahí no había nada.
***
La miró, con el pañuelo en la mano. Una lenta sonrisa iluminó sus ojos,
distrayéndola de sus problemas, haciéndola sen rse cálida en todo su
recorrido hasta los dedos de sus pies.
–Te vi montando con el Profesor Leland.– Dijo, sorprendida de
estar sin aliento. –¿Lo disfrutaste?
Ella le dirigió una sonrisa irónica. –No sé… ¿Los hombres hablan sobre
sus esposas con sus padres? Oh, no contestes a eso. He estado con tu
madre esta tarde, y también, está contenta de que ustedes dos pasen
empo juntos.
–Él hace empo que la perdonó por su falta de fe en él– dijo Ma hew.
–Aún ahora se sigue sin endo culpable de que estuvieran tan cerca del
divorcio. Pero la mejora en su relación ha sido de gran alivio para él. Dijo
que un cien fico no era buen marido para la hija de un duque.
–Permíteme ayudarte.
–No, pero no habría tenido que preocuparme por tales cosas. Tengo
primos con los cuales hubiera podido vivir. Habría estado a salvo con ellos.
–Pero te enamoraste de mí.
–Y yo me hice cargo de .
–¿Lo hiciste?
–Sé que ahora me estás cuidando.– Prosiguió él, antes de que ella
pudiera responder. –Soy un hombre bastante indefenso, mi memoria está
llena de vacíos. Pero, ¿cómo me cuidabas al principio cuando nos
casamos?
Él rió.
–Parece que compar mos una pasión intensa el uno por el otro. ¿Te
llevé a la cama antes de casarnos?
–¡No!– ella rió, su sorpresa era claramente falsa. –No tuviste que
casarte conmigo por honor. Sólo porque quisiste.
Él sonrió, mientras sus ojos la recorrían ferozmente. Su mano, que
mantenía su rodilla levantada, se deslizó por debajo de su falda,
recorriendo su piel desnuda, su sensible piel debajo de la rodilla. Sus
miradas conectadas entre sí, resplandeciendo con calor, y sólo pudo jadear
cuando su mano se movió más arriba, deslizándose por debajo de sus
calzones. Su palma debajo del muslo, y sus dedos perdiéndose en su
interior. Su respiración se hizo cada vez más y más rápida, sus ojos color
avellana ardían sobre ella, y en esos momentos, en lo único en lo que pudo
pensar era en que él podía tocarla… dónde quisiera, y ella no se lo negaría.
Sus dedos tocaron el borde de su hendidura entre su ropa interior. Un
gemido de necesidad se escapó de ella. Deseaba que la tocara. Cuando la
punta de sus dedos rozó ese lugar desnudo al final de sus muslos, ella
tembló tan fuerte que él se vio obligado a sostenerla. Su cabeza cayó
contra la pared. Se inclinó sobre ella, que le miraba con los ojos medio
cerrados, mientras su lengua recorría su escote, y sus dedos delineaban la
cálida y húmeda hendidura de su cuerpo.
Explotar.
Capítulo 13
Asombro.
Él pensó que vacilaría, pero ella fue audaz al levantar sus temblorosas
manos para recorrer su pecho. Para su sorpresa, se detuvo en sus pezones,
frotándolos suavemente sobre la tela. Él contuvo el aliento. Y entonces, se
inclinó hacia él, presionando la boca en su cuello, dándole besos suaves
antes de lamer la zona detrás de su oreja.
Ahora lo tenía estremeciéndose… Esta mujer que nunca antes
había experimentado el placer.
Pero ahora no sería el único que sufriría si tomaba una mala decisión
respecto a Emily Grey.
Podría haber resoplado ante eso. Lo que era “correcto” no tenía nada
que ver con Emily y él.
***
Si él se lo permi a.
–En sí, yo rara vez iba al puerto del pueblo.– Dijo con tranquilidad. –
Soy de Millbrook. ¿Ha visitado el pueblo?
–No, Madame.
Las dos mujeres rieron, pero Emily se sin ó incómoda mientras miraba
al Sr. Derby. No era muy amable por su parte recordarle que ya no tenía la
oportunidad de cortejar a una viuda. Incluso podría hacerlo enojar.
Él acaba de salir del ves dor, donde había estado escuchando a través
de la puerta del baño, imaginando qué provocaba cada sonido del agua.
Quería su confianza.
–La reconozco – dijo. –Es una flor de loto. Crecen en el estanque del
jardín del invernadero.
–La India.
–Siéntate, Emily.
–Las flores en la India eran como ninguna otra que yo haya visto.–
Murmuró.
Con nuó acariciándola a lo largo de su oreja, luego más abajo, a través
de su cabello. Su trenza había caído hacia adelante por encima de su
hombro, y él soltó la cinta, luego enroscó sus dedos en las grandes
ondas de su cabello. Era demasiado placentero, sus manos cerca de
sus senos. Ella perversamente las quería en ellos, ya ansiaba las
sensaciones que le había dado hacía unas horas.
–¿Les cuentas a tus estudiantes sobre la India?
A par r de sus estudios y por los dibujos en los libros, prác camente
podía verlo en su mente, casi como si ella hubiera estado ahí.
–Las garzas blancas que vuelan a baja altura sobre los campos de
arroz, la sorpresa de un templo mirando de vez en cuando a través de las
arboledas de mangos. Les hablo de las conchas trituradas que recubren los
senderos del jardín para mantener lejos a las serpientes. Era todo tan
extraño para mí, tan hermoso.
A pesar de que estaba contenta por lo bien preparada que estaba para
su farsa, se sen a incómoda contando tales men ras. ¿Por qué se le hacía
cada vez más di cil men rle? Tenía que ignorar eso.
–Me imagino que pronto voy a empezar a recordar ciertas cosas– dijo
en voz baja, –porque tengo la intención de pasar mis noches en esta cama
de ahora en adelante con go.
Él sonrió
–Todavía hay una parte del correcto caballero en mí, que siente
que el compar r la cama con go, incluso inocentemente, es como seducir
a una virgen.
Hizo una mueca, pensando que había hablado con demasiada firmeza.
–Cómo eres mi esposa, sin duda debería asumir que no eres inocente.
Capítulo 14
–La dije que lo llevara debido a la lluvia. Hoy de nuevo está dando
clases.
Ma hew sonrió –No creo que antes haya conocido el placer como
mujer. Y sé que todo lo que puedo decir es que ningún hombre se tomó su
empo con ella.–Hizo una pausa mirando hacia el exterior al húmedo
parque, sin éndose incómodo, pero necesitando hablar. –Creo que me
está atrapando, Reg. Pensé que perseguirla y llevarla a la cama sería
diver do. Después de todo ¿no lo está pidiendo por estar aquí, por men r?
Pero…
Reggie suspiró. –No es una decisión fácil, lo admito. ¿No estás listo
para enfrentarte a ella?
–No. No hasta que escuche al inves gador. Hay una parte de mí…– Se
pasó una mano por el pelo, sin éndose como un tonto. –Qué Dios me
ayude, hay una parte de mí que casi quiere que fuera real.
–Solía ser muy bueno en eso, pensar demasiado todo. Lo dejé atrás en
la India, y luego volví a casa para esto. – Sonrió sin realmente quererlo. –
Así que ¿cuáles son tus planes para hoy? ¿Vendrás a nuestro picnic?
–¡Por supuesto! Más damas casaderas. Esta visita está siendo entretenida.
***
***
Peter Derby le dijo a Susanna –¿No has pintado o dibujado esta vista
cien veces?
Ella levantó su nariz con suficiencia. –Cada día es diferente, cada cielo
es diferente, e incluso mi talento es diferente cada año. Y nunca me canso
de tanta belleza e historia.
–Por supuesto que no. Mis manos son demasiado torpes para ello.– Él
sonrío, pero su sonrisa se desvaneció mientras estudiaba a su hermana.
–No dejes que el tomar una siesta te haga pensar lo peor de ella.–
Dijo.
–Pero ella es fuerte, fue capaz de recuperarse– dijo Emily con voz
suave.
La dejó pensar que estaba hablado de su servicio en el Ejército. Ella era una
oyente comprensiva, ahora frente a él, con los ojos azules espejos de
entendimiento y solemnidad. Para su sorpresa, ella se acercó y tomó su
cara entre sus manos. Su toque trajo a la vida el deseo latente de ella que
nunca parecía desaparecer.
–No pienses en lo que tenías que hacer– dijo en voz baja, su cara muy
cerca de él. –Las circunstancias pueden cambiar, pero no ene que ser para
siempre.
Ella era cálida y dulce, y se inclinó para besarla, disfrutando del doble
calor de sus manos en su rostro. La tomó entre sus brazos para poder
sen r todo de ella, la suavidad de sus senos y su vientre contra su
cuerpo, la exuberancia de sus caderas, mientras pasaba sus manos sobre
ellas para mantenerla cerca. El beso se hizo más y más urgente, más
profundo, codicioso, y se dejó llevar por el crudo deseo que sen a por ella.
–Sabes que pronto te haré el amor– dijo contra sus labios, respirando
con dificultad.
–Lo sé, pero ¿me amas Ma hew?– Susurró entre los besos
suaves que presionaban sus labios.
–Sé los signos de los besos de un hombre– con nuó, con ojos
brillantes.
Ella negó con la cabeza. –No, por supuesto que no. Si una parte
importante de mi memoria hubiera sólo… desapareciera, creo que yo lo
hubiera asumido mucho peor. Valoro cada precioso recuerdo, tal vez
porque no tengo muchos, como le ocurre a la gente con una vida común.
Ella negó con la cabeza y levantó sus manos. –Oh, no, pensé que era
todo muy román co.
Román co, de nuevo una men ra, pensó cerrando sus ojos para
protegerse del sol. Él ni siquiera necesitaría ser román co para llevarse a
Emily a la cama.
***
Apoyada contra una pared de piedra, Emily disfrutaba del calor del sol,
viendo a Susanna esbozar sus ideas para una pintura más elaborada desde
el punto más alto del cas llo. Sus estudiantes se habían dispersado por las
ruinas, pero el Sr. Derby aún permanecía cerca. Al final, Susanna pareció
notar su interés, y su expresión de volvió amable, pero ilegible. Cerró su
cuaderno y comenzó a dirigirse de regreso hacia las carpas del picnic.
Emily la agarró del brazo. –Oh, no regreses aún– le dijo
impulsivamente. –A todos nos gusta verte trabajar.
Susanna suspiró, sus ojos mirando al Sr. Derby. –Emily, has pasado un año
viéndome trabajar, por lo que eso no puede ser toda la verdad.– Ella bajó
su voz. –Me siento… incómoda con el Sr. Derby a mi alrededor. Sé que él no
fue quién dijo esas cosas crueles sobre mí, pero…
Emily la dejó ir, y Susanna con una breve sonrisa para ella e incluso un
gesto agradable hacia el Sr. Derby, regresó a través de las ruinas.
–Usted no era el único hombre, no puede cerrar los ojos ante eso.
Había varios hombres que expresaban un su l interés, pero había algo
dentro de mí que sabía...– Hizo una pausa, la mano en su corazón, y luego
con nuó en voz baja. –Sólo sé que no estaba preparada.
Pero él pareció no creerla, porque con nuó con frialdad. –Sé que no
tengo la suerte de la riqueza que la nieta de un duque podría desear, pero
sus orígenes no son mejores que los míos. Sin embargo, ¿usted piensa de sí
misma que es una esposa adecuada para el Capitán Leland?
Capítulo 15
¿No acababa de decir ella esas mismas palabras al Sr. Derby?, pensó
con exasperación. –Por supuesto, Teniente.
Ella arqueó una ceja y fríamente dijo –Y ¿yo no sabría eso de mi propio
marido?
Emily le había dicho que tenía primos con quienes ir, pero el
inves gador informaba que el primo que heredó las erras de Squire Grey
no había querido a Emily, e incluso afirmó que no tenía un lugar para ella.
–Es di cil para una mujer casarse bien en esa situación.– Dijo
Ma hew deliberadamente.
–Bueno, tenía al Sr. Tillman, el vicario que envió la carta a mis padres
para informarles de nuestro matrimonio antes de la llegada de Emily.
Reggie miró a Ma hew con duda. –Pensé que creías que Tillman era
un personaje oscuro.
Ma hew asin ó. –Estaba preparado para escuchar que era un hombre
bien versado en persuadir a sus feligreses para donar su dinero, un hombre
que había inclinado las órdenes de Dios a su antojo. Pero el inves gador
dice que Tillman era de edad avanzada, y que vivía de una pequeña renta
para su re ro en un cuarto alquilado en el momento de la tragedia de la
familia Grey.
–Di cilmente podría haber acogido allí a Emily.
Ma hew mostró el papel que Reggie aún no había leído. –Ella alquiló
una habitación a una solterona amargada, que disfrutó contándole al
inves gador que Emily a veces tenía problemas para pagar el alquiler, y que
lo que ganaba con su costura rara vez le llegaba incluso para una vida
pobre.
–La casera sospecha que Emily había encontrado otra forma de ganar
un poco de dinero, pero no sabía lo que era.– Ma hew puso los ojos en
blanco. –Como Emily no tenía visitantes, la casera insiste que no quiso
entrometerse.
–Entonces, ¿por qué no decir la verdad una vez que llegó aquí?–
dijo Ma hew, con sus codos sobre las rodillas mientras hablaba con
seriedad a su amigo. –Mi familia la habría ayudado en todo lo que hubiera
podido. En cambio, sólo dijo que era mi esposa.
–Tillman lo afirmó primero.
***
–¿Les desearías buenas noches a tus padres por nosotros?– dijo Emily,
y luego se llevó a Ma hew por otro corredor.
Uno al lado del otro subieron las escaleras hasta el salón de baile en el
siguiente piso. En ese momento de la noche la habitación estaba a oscuras,
de un negro cavernoso, pero Emily trajo una lámpara del pasillo y la puso
sobre una pequeña mesa. Sólo iluminaba con un poco de luz sobre ella,
dejando todo lo demás en la oscuridad.
Ma hew disfrutaba mirándola. Llevaba un ves do azul pálido que
apenas si escondía la parte superior de sus senos, pero que mostraba su
delgada cintura y la curva de sus caderas. Se veía etérea en la casi
oscuridad, un resplandor de belleza que lo atraía a volar cerca y arriesgarse
a quemarse.
Después de varios intentos fallidos, y sin otras parejas para bailar con
ellos, fueron capaces de completar una cuadrilla sin errores.
Se las arregló para decir sin aliento –Cuando una pareja casada está
bailando en público, deben comportarse correctamente como todos los
demás.
–Rosa,– dijo el Profesor –tal vez los jóvenes desean estar solos.
Lady Rosa suspiró y susurró –Creo que tal vez tengamos que cargarla.
–Lo has hecho– dijo, con solemnidad –Y aprecio todos los problemas
que vas a tener.
***
Capítulo 16
Cada gancho del que raba le creaba una profunda ansía dentro de él.
Cuando encontró su corsé al separar su ves do, desató los cordones,
dejando que sus dedos rozaran su espalda sobre su camisa. Al aflojar el
corsé pensó que ella podría respirar mejor. Sin embargo su respiración
seguía igual, con la misma cadencia.
Deslizó sus manos por sus piernas para quitarle las ligas y rodar sus
medias hacia abajo. En cada roce de su piel sus dedos parecían arder.
Quería que abriera los ojos y llegará a él, para empujarlo hacia ella.
¿Por qué le importaba si le daba lo que ella quería… cuando él quería? Era
él quien tenía el control después de todo, el único que con una palabra
podría terminar con toda esta farsa.
***
La tarde siguiente, con Emily a su lado, Ma hew se situó en el
pór co principal de Madingley Court y vio llegar la comi va de carruajes y
carros de equipaje que avanzaba lentamente por el largo viaje. Todos sus
parientes estaban llegando al fin. Habían pasado dos años desde que había
visto por úl ma vez a los dos hombres que eran más que primos para él,
eran como hermanos, con edades que se diferenciaban pocos años entre
ellos. Habían sido criados juntos, y juntos fueron a la escuela, hasta su
separación antes de Cambridge. Daniel y Ma hew fueron a la Universidad,
pero el padre de Christopher había muerto, haciéndole duque a los
dieciocho años, y cargándole con demasiadas responsabilidades y deberes
para poder ir a Cambridge.
–¿Sí?
–Me he estado deba endo todo el día si debía hablar con go.–
Dijo suavemente –Y finalmente decidí que tengo que contarte algo.
–No, adelante– dijo él, mirando hacia los carruajes que paraban. –
Obviamente sientes que es importante.
Daniel agregó –Siempre enes que hacer toda una entrada, ¿no?
–¡Ma hew!
Ma hew hizo un gesto hacia las escaleras del pór co, donde el
mayordomo y muchos sirvientes de la planta baja ya estaban alineados
para saludar al duque. –Vayamos dentro, ¿de acuerdo? Todos necesitan
descansar y prepararse para la cena.– Miró a Christopher. –Si es que a su
Gracia no le molesta que hable por él.
***
–Él es más que un hombre agradable. – Dijo Emily con una ferviente
voz baja, –Es un buen hombre, que ha visto demasiada tristeza. Ha sido
di cil para él, pero lo estamos haciendo bien.
Abigail intercambió una mirada con Grace, como si fuera a decir algo
más, pero al final se limitó a decir: –Entonces, estamos felices por . Si no
te importa un pequeño consejo, sé paciente con él. Nuestros esposos
vienen de linaje obs nado.
***
Cuando todo el mundo se reunió en el salón después de la cena,
Ma hew disfrutó del animado murmullo de las conversaciones y de las
risas. Se quedó un momento en la puerta, mirando a su familia, sin éndose
lleno de felicidad y sa sfacción. Daniel, Christopher y sus esposas estaban
hablando con Emily. Más temprano en el día, había decidido contarles
todo a sus primos, pero ahora, viendo lo amables que sus esposas eran con
Emily, cambio de opinión. Ella había sido una parte de su familia durante su
ausencia. ¿Cómo iba a decirles a sus primos la verdad, cuando podrían
confiárselo a sus esposas?
Daniel puso sus ojos en blanco. –¿Por qué tu esposa siente que ene
que ayudarte a jugar a las cartas?
–¿Creen?
Ma hew tomó un sorbo de brandy, luego miró hacia las puertas vacías
y bajo la voz. –Porque… era eso o decir la verdad: que yo había conocido a
Emily sólo una vez, que nunca me casé con ella antes de irme, y que
ella había estado min éndoles acerca de ser mi esposa todo este empo.
–En endo el por qué– dijo Daniel, brindando con su copa hacia
Ma hew. –Es por el escándalo, querido primo, y por tratar de evitarlo a
toda costa.
–¿En serio?– dijo Christopher, con la boca abierta. –¿Dejas que una
criminal triunfe con sus men ras, al pretender que están casados, todo
para evitar un escándalo?
Daniel sonrió. –Al conocer a Emily yo también me habría ido junto con
la pretensión. ¿Ella comparte su cama con go?
–Cómo hizo ella para… oh, ahora me acuerdo.– Dijo Ma hew. –Envié
una carta a casa mencionándolo. Buen Dios, preparé a mi familia para la
farsa de Emily.
–Y ¿tu otra mujer?– Pinchó Christopher.
–Lo sé. Quiero saber de ella la verdad, de buena gana. Creo que casi
está ahí. Ella ama a mis padres y a mis hermanas.
Daniel entrecerró los ojos. –¿Cómo lo sabes?
–Sólo lo sé.
–Sé muy cuidadoso, Ma hew– con nuó Daniel. –Ella engañó a toda la
familia, a tus padres, quienes estuvieron con ella todo el empo. Es muy
buena actriz.–Pero en ese momento debía estar demasiado ebrio,
porque añadió: –Pero también Chris podría darte algunos consejos sobre
eso. Su esposa hizo un muy buen trabajo engañándolo. Fingió ser una
invitada a la fiesta en casa, a la vez que lo inves gaba para el periódico de
su padre.
–Audaz ella.
–¿A medianoche? –Esas son las más importantes.– Reggie tocó el ala
de su sombrero, pasó a su lado y salió de la habitación. Ma hew lo siguió,
cerrando la puerta, observando a su amigo alejarse caminando
apresuradamente. ¿Qué estaba haciendo Reggie a altas horas de la noche?
Seguramente una mujer estaba involucrada.
En su habitación, Ma hew se tambaleó y se agarró al poste de la
cama, mientras observaba a su propia mujer, a su dormida “esposa”.
Los niños le dieron una gran alegría. Por primera vez en muchos años
tenía un propósito: la construcción y dirección de la pequeña escuela
comunitaria del pueblo. Incluso después de que se contrató a un nuevo
maestro para la escuela, planeaba permanecer involucrada.
–Hola, Emily.
–Bueno, ahora no eres tan valiente.– Dijo en voz baja. –Siéntate, Emily.
Ella asin ó.
–O tal vez– con nuó Stanwood con una exagerada seriedad –El
Capitán Leland no quiera avergonzar a su familia. Cualquiera que sea la
razón, me temó que te ha hecho muy vulnerable, mi niña. Y con la familia
tan encantadora que él ene… –Deje a su familia en paz, deje a sus amigos
y a sus sirvientes en paz. No sé a quién está obligando para ayudarle a
invadir la casa, pero quiero que se detenga.
–¿Obligando? ¿De qué estás hablando, Emily?
–No crea que puede hacerme creer que está actuando solo. No ene
esa clase de poder.
–Pero, yo no…
Ella palideció como si le hubiera dicho que los niños eran su obje vo.
–Te veré pronto por aquí, Emily.
Abrazándose a sí misma, quería reír por lo tonta que había sido una
vez, al pensar que podría dejar atrás su pasado, para sen r que estaba a
salvo con los Leland.
***
Como esposa de men ra, debería estar feliz, pero en cambio, ella lo
estaba estudiando muy de cerca.
–Mi padre no se está haciendo más joven. Me gustaría que fuera capaz
de concentrarse en sus inves gaciones, mientras yo me ocupo de
nuestras inversiones. Incluso Chris pidió mi ayuda con sus vastas
propiedades. Y además, ¿por qué querría dejarte?
Por un momento hubo desolación en su mirada, pero su sonrisa la
limpió. ¿Por qué estaba revelándole lo que solía ser tan buena ocultando?
–¿Está aquí tu doncella?– Preguntó, mirando hacia el cuarto de baño
abierto.
Emily negó con la cabeza. –Estará aquí pronto. Es tan buena
arreglando mi cabello que se la preste a Grace y Abigail.
Capítulo 18
–Ella es como una mariposa entre ellos.– Con nuó Emily en voz baja,
una sonrisa cariñosa en sus labios.
–Tu padre rara vez acompaña a tu madre cuando ella habla con la
gente.– Dijo Emily, con la cabeza inclinada mientras los estudiaba.
–Lo sé.
Era una noche de otoño y las puertas de cristal estaban abiertas de par
en par para que el aire bañara a los que bailaban. Muchas otras parejas
paseaban por la oscuridad iluminada por antorchas. La música se
desvaneció un poco, y llegaba más suavemente a sus oídos. Ma hew la
llevó hasta la balaustrada, desde donde podían ver la extensión de los
jardines. Estaban iluminados por lámparas de globo colgadas de los árboles
a lo largo de los senderos, pero no vieron a muchas personas que se
aprovecharan de la privacidad, lo que encajaba bien con sus planes.
Cuando trató de rar de Emily hacia las escaleras, ella se resis ó. –
¿Por qué no podemos quedarnos aquí?
Ella apretó sus manos. –Es sólo que… esta noche es para , y si nos
vamos por ahí a la oscuridad, volveré despeinada. No quiero avergonzar a
tu familia.
La espera estaba resultando ser de lo más di cil, pero al final tuvo que
llevarla de vuelta adentro. Emily se detuvo delante de él tan de repente,
que se topó con su espalda.
–¿Ocurre algo malo?
Era di cil para él pensar en nadie más que en Emily, pero al final su
mente se aclaró y se acordó de su hermana y sus esfuerzos para ayudarla a
encontrar la felicidad. Sin éndose culpable, siguió la mirada de Emily,
y vio a Susanna, atendiendo a varios caballeros.
–¿Cómo puede ser abrumador para una muchacha de vein séis años
de edad que nació en la casa de un duque? Emily no dijo nada, y
con nuaron observando. Dos de los caballeros se fueron, dejando a
Peter Derby que hablaba con Susanna, su rostro todo compuesto y
serio. Otro hombre se acercó, y Peter le dirigió una breve mirada de
impaciencia antes de sonreír cortésmente. Susanna con núo dirigiendo
miradas a Peter mientras hablaba con el recién llegado.
Luego sólo quedaron Peter y Susanna, y juntos abandonaron el salón
de baile.
–¿Se supone que debemos estar felices con este resultado?– Preguntó
Emily dudosa.
–Vamos.
Emily tocó otra vez su brazo, susurrando rápidamente. –No han estado
solos por mucho empo.
Ella gimió y miró hacia otro lado. –No pasó nada– le espetó –Y ese es
el problema.
–Y no olvides lo ciego que un hombre puede ser– dijo Emily, con voz
suave.
Emily asin ó. –Tal vez no. Pero es la verdad. ¿Cómo vas a saber si
puedes encontrar la felicidad a menos que corras todos los riesgos?
Susanna miró entre ellos, y lo que vio le hizo tomar una profunda
respiración, incluso aunque sus hombros se hundían. –Muy bien, voy a
seguir tratando de encontrar a alguien que me intrigue.
–Bien.– Dijo Ma hew con firmeza. –El hombre adecuado está por ahí.
Ella dio una leve sonrisa. –Si tú pudiste encontrar a la mujer
adecuada, entonces hay esperanza para mí.
Emily se rió entre dientes, mientras Ma hew fingió farfullar una protesta.
Estaba llevando a las dos mujeres al salón de baile justo cuando en ese
momento se anunció la cena. Las condujo al comedor y a las salas
con guas, donde las mesas rebosaban de comida, la vajilla de oro brillaba
en ostentosa demostración, y la gente estaba de pie mientras comían y
hablaban. Susanna, recompuesta una vez más, los dejó para unirse a varias
damas con las que había pintado en el picnic.
Él sólo la miró por encima del hombro y sus ojos se agrandaron, y ella
se quedó en silencio.
Emily caminó deprisa por toda la casa con Ma hew, dejando atrás a
los invitados, todo porque sus ojos la habían mirado con un hambre tan
oscura que había perdido toda su propia voluntad. Su ves menta negra de
noche debería haberlo hecho parecer rígido y formal, pero en cambio la
hizo pensar en el hombre sensual que había debajo y en la in midad que
estaba a punto de compar r con ella. Bailar en sus brazos había sido como
un maravilloso sueño. Él la había mirado con tanta atención, incluso
cuando conversaba con sus amigos y la familia, tanto que ella había estado
sin aliento, consciente de él toda la noche.
Y la puerta se cerró.
Ella apretó los puños, tan tensa con la expecta va que quiso gritar
para que se diera prisa.
Su sexo estaba erecto por su deseo por ella… ella le había causado
eso; de hecho la deseaba tanto que había dejado una fiesta en su honor,
abandonando a su familia, todo para estar a solas con ella.
–No resultó.
Una vez más sus manos se movían por detrás, y ella se deba a entre el
rón en los lazos de su corsé y las sensaciones de su boca arrastrándose
por su hombro. Cuando el corsé se soltó, hizo una profunda respiración,
estremeciéndose. La estaba mirando por encima de su hombro, y sabía
que sus pechos crecían con cada inhalación. Quería que la tocara como lo
había hecho antes, pero en lugar de eso, bajó el corsé por su cuerpo y ella
salió de él. Quería que viera por delante el corte bajo de su delicada
camisola de encaje, pero él ya no la estaba mirando de reojo por encima de
su hombro.
Sin ó sus manos en sus piernas y sus labios se abrieron con sorpresa.
Así lo hizo, y él ró de ella hacia atrás para quitarle las medias y las
zapa llas. Estaba tan inestable que puso una mano sobre su hombro antes
de caer por el puro vér go de la abrumadora pasión. ¿Cómo se sen ría
cuando la tocara más ín mamente?
Pero ella quería ver su cara cuando viera la transparencia del encaje de
su camisola, tan atrevida que era casi vergonzoso mirarse en un espejo.
Entonces sin ó sus manos levantar el dobladillo de su camisola.
Una sensación inestable de calor la invadió. Sus dedos acariciaron un
tobillo, pero… algo estaba mal. Se sen a… húmeda.
–Date la vuelta.
–Hermosa.– Murmuró.
Sin ó sus caderas situándose entre sus muslos, sin éndole tantear,
incluso mientras su boca se movía para atormentar su otro pecho.
Entonces, él se levantó con sus brazos por encima de ella, la miró a los
ojos, y empujó profundamente dentro de ella.
Su sonrisa era débil. La estudiaba con tanta seriedad que en ella creció
el miedo por haber hecho algo mal.
Capítulo 19
La miró a la cara y casi hizo una mueca. Se había puesto casi blanca,
sus labios sin sangre por el miedo. No quería que se sin era así con
respecto a él.
Pero antes de que pudiera hablar, ella dijo con pesar. –Sabía que
estaba cerca de mi menstruación. Siento mucho haber arruinado una
noche tan maravillosa.
–Ma hew, ¿de qué estás hablando? Ha pasado más de un año desde
la úl ma vez que estuvimos juntos. No estoy acostumbrada a…
–Di algo, Emily– suplicó, buscando su rostro. –Te ves muy pálida.
Sabía que era una criminal. Había estado bajo sospecha desde el
momento en que regresó a su casa. Había sabido de sus men ras, la había
manipulado de la misma forma en que ella había tratado de manipularlo.
Con asombro, lo estudió; ella nunca hubiera adivinado la verdad.
Pero como siempre, estaba sola; sólo podía confiar en sí misma para
resolver sus problemas… y eso incluía a Stanwood.
Quería que Ma hew se pusiera la ropa. No quería ver su cuerpo, que
la recordaba cómo se había enamorado de él… y que todavía iba a
seguir min éndole. No podía negar parte de la verdad, ni podía
permanecer en silencio.
–Debes de haber pensado que era una tonta cuando me quejé de que
él me estaba siguiendo.
–¿De qué serviría? No le tenía siguiéndote. Quería guardarte toda para mí.
–Cuanto más te conocía– dijo, con una expresión suave, –más sabía
que sólo podías haber hecho esto por desesperación. Al principio pensé
que podrías haber intentado hacer pasar un bastardo como mío.
La tomó de la mano.
–Ellos te hubieran ayudado sin todas estas men ras– dijo en voz baja.
Con una voz llena de incredulidad, dijo –¿Tu vicario te dijo que
fingieras ser mi esposa?
Ella asin ó con solemnidad. –Te juro que me negué. Sé que no me vas
a creer, únicamente tenía la intención de pedir un poco de ayuda, sólo un
poco, y hubiera seguido mi camino.
–Pero Tillman envió una carta a mis padres diciéndoles que eras mi
esposa.
–Emily.
Cuando ella quiso seguir hablando, él cubrió su boca con los dedos.
Sabía que él había estado pensando en todo esto desde que llegó a
casa. ¿Y aún no se había decidido? Al menos había conseguido distraerlo,
pensó con alivio.
***
Pero esta mañana ella estaba desnuda, y hacía que todo fuera mucho
mejor. Sus suaves pechos estaban presionados contra su costado, y
podía sen r la humedad cálida entre sus muslos contra su cadera.
Bajó la vista hacia su rostro, tan dulce en reposo. Por mucho que ella
le hubiera traído infinitos problemas, él realmente estaba de vuelta de
entre los muertos. Todas las men ras se habían revelado. ¿Por qué no
podían empezar de nuevo, disfrutar el uno del otro, y ver qué pasaba?
–No veo ningún problema en que con nuemos como estamos por
ahora–dijo, presionando besos a lo largo de su mejilla y bajando por su
cuello. Sin ó su rigidez, pero no se detuvo.
No dijo nada de momento, pero ¿de qué otra manera esperaba ser
tratada después de todo lo que había puesto en marcha?
–Ahora tú– dijo, levantándose sobre sus codos hasta que sus labios apenas
le rozaron el pezón.
Ella gritó su nombre y empujó su pecho contra él, pero dejó caer la
cabeza hacia atrás.
Ella asin ó con la cabeza, su expresión más solemne que la suya, pero
él entendió. Ella sería la que soportaría la carga, no él. Pero a pesar de que
no le creería, nunca la dejaría afrontarlo sola.
Ella frunció el ceño con confusión, pero levantó la sábana y puso sus
pies por primera vez en el suelo.
–No queremos que la doncella vea la evidencia de tu virginidad– dijo.
–Pero, tus primos…– dijo con demasiada rapidez. –Ellos sólo estarán
aquí por poco empo.
Era una burla juguetona, sin embargo, ella palideció de nuevo, y giró
su delicioso cuerpo lejos de él, encogiéndose dentro de su bata.
Rápidamente él la rodeó con sus brazos por detrás, y luego ahuecó sus
pechos antes de que pudiera cubrirlos.
Puso sus manos sobre las de él, manteniéndolas aún contra ella. –Ésta
es mi vida, Ma hew. Es todo lo que tengo, y he tenido que hacer cosas
terribles para protegerla. No es fácil saber que mis pecados se han
conver do en una diversión para .
Pero nunca antes había conocido a un hombre del que quisiera saber
más de él.
Gracias a Dios que era sábado y no tenía que poner excusas del por
qué no dejaba la finca para ir a dar clases en la escuela. Stanwood tendría
que esperar para llegar a ella a solas.
Cuando salió del ves dor después de despedir a María, Ma hew la
estaba esperando en su habitación, ves do para el día.
Recorrió con la mirada todo su cuerpo, sonriendo. –Hoy te ves
hermosa.
Ella rió. –No lo harán. Nada ha cambiado, por lo que a ellos respecta, y
tengo la intención de mostrarles eso.
Cuando oyeron risitas, Ma hew no dejo ver su pesar cuando notó que
se ponía rígida, sus manos presionando sobre su pecho mientras ambos se
miraban. Sus hermanas los saludaron y entraron en la sala de desayunos,
dejándolos solos.
Emily suspiró. –Lo has hecho a propósito, como para demostrarme
que la gente se daría cuenta. Ni siquiera me das la oportunidad de
comportarme como siempre lo hago.
Él dio un paso atrás y levantó sus manos para besar la parte posterior
de ambas. –No voy a dejar que nada malo te suceda, querida.
No voy a dejar que nada malo te suceda. Aunque pensó que para él
todo era un juego. Era su nuevo juguete favorito que podía sacar y
jugar. Tenía que asegurarse que no pudiera estar sin ella. Así ella tendría el
control de su des no.
Apenas si pudo evitar poner los ojos en blanco. Lady Rosa y el Profesor
intercambiaron una complacida mirada. Aunque todos sonrieron, Emily
estaba bastante segura de que Daniel y Christopher se miraron con
un silencioso entendimiento, que la confundió.
Daniel sacó una silla y dijo. –Ma hew, será mejor que hayas
descansado bien y guardes tus energías, si es que eres tan frágil.
Emily se rio junto con todos los demás, interpretando su papel. Había
pasado mucho empo habitando el disfraz de Emily “la esposa”. Y ahora
eso le encajaba como un guante.
–Si estás tan débil, Ma hew– dijo ella –tal vez debería traerte un plato
del aparador.
Elizabeth hizo un gracioso mohín. –Te has ido demasiado empo. Soy
mucho mejor ahora. Pregúntale a Abigail, mi maestra.
Con todo mundo discu endo la idea, Emily en lo único que podía
pensar era en estar afuera, justo en el exterior, donde Stanwood podría
espiarlos a todos.
***
Eso causó que Ma hew hiciera una pausa, pero sacudió la extraña
sensación. –Los dos estamos agradecidos.
Ma hew dijo –Nunca me dijiste que eras una experta en esto, Emily.
–Nunca surgió.
Eso fue un error, porque el sol atrapaba los reflejos rojos de su cabello
castaño rojizo, y su sonrisa era alegre y malvada. Ella sabía que
seguía ruborizándose, porque cada vez que lo miraba, pensaba en él
desnudo, y recordaba las cosas que le había hecho con la boca. Cielos,
¿cómo la gente casada se acostumbraba alguna vez a ello?
–La esgrima es el deporte de los hombres– dijo Ma hew con fingida
solemnidad.
–Vas a tener que enseñarle, Emily– dijo Susanna, dándole un codazo. –
Es una vergüenza que un hermano pueda ser superado por las damas.
–Creo que es apropiado que nosotras les podamos ganar– dijo Emily.
Ella lo miró a los ojos. –No sería justo sen rme enojada, así que no lo
estaré.
Ella no pudo dejar de notar que el Sr. Derby observaba a Susanna, con
una expresión inusualmente sombría. Susanna le miraba de vez en cuando,
y parecía vacilante, incluso arrepen da, pero nunca fue hacia él. Emily
no interfirió, sabiendo que ya había hecho lo suficiente, por lo menos en
lo que concernía al Sr. Derby.
–Emily.
***
–Eso es obvio– dijo con diversión. –Pareces muy feliz de estar en casa
con Emily. No es de extrañar que te hayas enamorado de tan dulce chica de
nuevo. Tal vez incluso fortaleció tu matrimonio.
Ella le miró a los ojos con rapidez. –¿Escapar de quién? –No lo sé.–
Puso su brazo alrededor de ella. –No hay razón para que te sientas culpable
o para que evites a los demás. Nuestros secretos son sólo nuestros.
Ella asin ó con la cabeza, con los labios apretados. –Voy a tratar de
hacerlo mejor, Ma hew– dijo en voz baja.
Capítulo 21
–Bueno… primero yo la dije que no tenía amnesia, y que sabía que ella
no era mi esposa.
–Pero ella todavía pensaba que tú creías que ella era tu esposa.–
Dijo Christopher con un toque de ira. –¿Qué se suponía que tenía que
hacer?
–Puede ser una sensación engañosa– añadió Daniel. –No te dejes engañar.
***
Después de tomar juntos el desayuno y asis r a la iglesia como una
gran familia, Daniel, Christopher y sus familias se marcharon a Londres.
Ma hew se quedó en la entrada, con el brazo levantado dando un úl mo
adiós de despedida. Uno a uno los demás fueron entrando, hasta que sólo
Emily permaneció junto a él.
–Los vas a extrañar– dijo. –Tal vez deberías haber ido a Londres con
ellos. Estoy tan ocupada aquí, que no me hubiera importado.
–No.
Con una sonrisa pesarosa, dijo –Les prome a tus hermanas que
pintaría hoy con ellas en el invernadero.
¿Dejarle? Eso sería una tontería por su parte, cuando estaba segura y
cómoda aquí. Él la había prome do que la cuidaría. Seguramente estaba
malinterpretando la situación; ella no había tenido empo, ya que todo
había cambiado entre ellos, para desempaquetar esta bolsa de muestras.
–Ella hace eso con regularidad– dijo Susanna con una risa. –Es su viaje
de compras favorito, para ver los nuevos es los, y hablar con cada modista.
Cuando estamos en la ciudad, es un acontecimiento semanal. Querido
hermano, ¿no me digas que deseas tomar mi lugar en esos viajes? Esa sería
una devoción por encima y más allá del deber de un esposo.
Ma hew se rió, dejándola para prepararse para la cena, pero su
diversión se desvaneció mientras caminaba de regreso a su habitación.
¿Podría Emily estar planeando dejarle? Y ¿cómo podía culparla? Él la había
tomado como su amante, sin la seguridad de un compromiso. Y ella no
había tenido ni voz ni voto en ello, creyendo que sus men ras la
condenarían al final.
No quería que se sin ese mal con él. Se dio cuenta que su dolor le
importaba. Quería que fuese feliz, que estuviera contenta.
Sólo saber que estaba en algún lugar de la casa, sen a deseos de estar
con ella. Disfrutó de la manera animada en que habló de nuevo con
él, con la consideración hacia su familia por el dolor que podrían
causarles. Y saber que iba a estar con ella por la noche, haciendo el amor,
había hecho su día mucho mejor.
Al siguiente día, Emily envió una nota al Sr. Smythe, el cura del pueblo,
preguntando si le importaría enseñar a los niños durante la siguiente
semana. No podía arriesgarse a salir de la finca, no cuando sospechaba que
Arthur Stanwood la había estado acechando en el bosque. Casi la había
atrapado; había oído su respiración jadeante mientras corría detrás de
ella, con las ramas crujiendo. Cuando sin ó un rón en un mechón de su
cabello que se había soltado, había atacado detrás de ella con la flecha, sin
perder el paso. Había golpeado algo, pero no había vuelto la cabeza para
ver si lo había herido.
–Yo sólo entregué una carga de carbón para la cocina– dijo, ignorando
su segunda pregunta. –Hay tantos suministros necesarios para una finca
de este tamaño.
Apretó los puños, su cuerpo tenso por la ira y el miedo. Pero tenía que
aferrarse a su propósito y disuadirlo.
–No estaba segura de que hablar era todo lo que quería de mí– dijo.
Así que él era quién la había perseguido.
Ma hew se inclinó para susurrarle al oído a Lady Rosa. –Es una pena
que no hayan dado mayor publicidad al evento.– Había esperado ver lo
muy respetado que era el trabajo del Profesor.
Ma hew se sentó hacia atrás y vio a Emily mirándolo, con una pequeña
sonrisa.
El Profesor habló sobre el tema, que a Ma hew a menudo le sonó
como de otro idioma, pero su evidente entusiasmo le hacía un buen
orador. Varios estudiantes hicieron preguntas, y la discusión se
prolongó durante bastante empo.
¿No a Susanna? Pensó Ma hew con sorpresa. Pero claro, Susanna era
quién apreciaría más la conferencia, y tal vez Emily era mejor enfermera.
Emily ya sostenía el brazo de Rebecca, susurrándole suavemente. Rebecca
asin ó, lanzó una débil sonrisa a Ma hew, y permi ó que las dos mujeres
la ayudaran a salir de la sala.
–Yo tampoco noté nada. Estoy seguro de que va a estar bien.– Dijo con
voz tranquilizadora. –Padre estará aquí pronto, y podremos regresar con él.
La mirada del Profesor estaba centrada en la puerta por la que su
hija, ayudada, acababa de salir. Si estaba distraído mientras con nuó
respondiendo preguntas, hizo un trabajo decente tratando de fingir lo
contrario. Una media hora más tarde puso fin a la noche; recogió sus libros
y papeles, y caminó rápidamente, con su bata académica aleteando detrás
de él, para reunirse con Ma hew y Susanna en el fondo de la sala.
–Espero que no– dijo Emily solemnemente. –Iré a ver si Lady Rosa
necesita agua fresca.
Cuando el médico llegó y se fue, alegando que había poco que hacer
salvo esperar a que la fiebre bajara, Ma hew persuadió a Lady Rosa para
que se sentara con él en una esquina y comiera un poco de la bandeja con
comida que había traído una criada. Emily se llevó a una angus ada
Susanna fuera de la habitación por un rato.
Juntos, Ma hew y su madre comieron en silencio, mirando al Profesor
hablar con calma a una inconsciente Rebecca, mientras refrescaba sus
brazos y su cara con un paño húmedo.
–Madre…
–No, no hay nada que necesites decir. El pasado está muerto desde
hace muchos años a la vista de todos, pero no a la mía. Nunca más.
–¡Fue sólo un poco de fiebre!– con nuó. –Todos enen alguna de vez
en cuando. Parte de un simple resfriado. Están exagerando.
Y tal vez ella tenía razón, pensó Ma hew, pero ¿cómo podía
culparlos después de su historia? Pero mantuvo ese pensamiento para sí
mismo para que ella no se volviera contra él.
La única cosa de valor que ella poseía estaba en una pequeña caja en
su tocador. Se sentó ante al espejo y la abrió para mirar el hermoso collar
que le habían regalado los Leland en la Navidad del año anterior. Estaba
hecho con pequeñas perlas, así que estaba segura que tenía algún valor,
pero di cilmente podría valer diez mil libras.
***
En su camino al desayuno – que tuvo prioridad sobre el sueño –
Ma hew se detuvo en el ves bulo de entrada para recoger el correo.
Había varias cartas para él, la mayoría con florida escritura que significaba
otra invitación para celebrar su regreso.
Capitán Leland,
Sé la verdad sobre usted y Emily Grey. Ya no con o en ella para
conseguir el dinero que se le ha ordenado, así que está en usted. Exijo diez
mil libras o revelaré su falso matrimonio. Déselo a Emily. Ella pronto sabrá
dónde encontrarme.
***
–Gracias a Dios– Puso una mano en su pecho y cerró los ojos. Pero
cuando Ma hew no dijo nada más, ella por fin le miró –¿Qué sucede? Sólo
dímelo.
Cerró los ojos por un momento. –Sí. Él vino a mí con sus amenazas
hace varios días, y traté de encontrar una manera de burlarle. Pero no hay
nada que pueda hacer, porque él ene de su lado la verdad de mis
men ras. Quería protegerte, tenía la esperanza…– Se interrumpió. –Crees
lo peor de mí, ¿no es así? Crees que está diciendo la verdad. Que seguí
min éndote, y eso es imperdonable.
Cuando la agarró del brazo, estaba lista para su condena. Su familia era
lo único importante para él, y ella había traído un asesino sobre ellos.
–Ma hew, lo único que yo quería era un matrimonio con go, incluso
si no era de verdad. Pero estaba equivocada. Las personas casadas no
deben men rse el uno al otro como lo hicimos nosotros.
Él asin ó con la cabeza. –Y eso es culpa mía, que te hice sen r que
tenías que mantener eso conmigo.
Capítulo 23
–Me dijo que había sido bau zada como anglicana, lo cual era
importante para un matrimonio legal. Ninguno de nosotros pensó que
viviría mucho empo, y yo sólo quería que tuviera un poco de paz.
Sorprendentemente, se recuperó, e incluso se mudó conmigo a mi
siguiente des no. Eso fue cuando envié la carta tan vaga a mis padres
diciéndoles que me había casado, así tendrían empo para acostumbrarse
a la idea antes de que yo me presentara con una novia na va.
Ella hizo una mueca. –Tu familia pensó que esa carta los estaba
preparando para mí.
Le apretó las manos con más fuerza. –He disfrutado de cada momento
de nuestro juego. Y no me has traicionado. Sé que no estás involucrada en
las tretas de Stanwood. Te han atrapado las circunstancias y has estado
impotente contra ellas, y eso me ha hecho darme cuenta de que Rahema,
también. No puedo perdonar lo que hizo, pero ahora en endo que estaba
tratando de sobrevivir de la única forma que sabía.– Sus ojos se tornaron
aún más tristes. –Y ella no creyó que podía confiar en mí lo suficiente como
para decirme la verdad. No debe haber pensado que podía ayudarla.
–No sabes lo que es no tener a nadie– dijo ella en voz baja. –Eso… te
cambia. Tú siempre has tenido a tu familia.
***
Esa noche, Emily no podía dormir. Sabía que Ma hew pensaba que la
noche había sido un éxito. Le había dicho a su familia que se iban de luna
de miel a Escocia, y todo el mundo estaba feliz de que pasaran un empo a
solas. Trató de relajarse, diciéndose a sí misma que estaba recibiendo todo
lo que quería: un marido, un protector, seguridad.
–¿Emily?
Trató de pensar en una men ra, ella siempre era muy buena en eso.
Pero nada podía excusar este comportamiento. Pensó en todo lo que
Susanna había pasado, en lo cercana que se había conver do su amistad…
y ella no podía seguir
min endo.
–¿Me has oído?– siseó Emily. –¡No soy su esposa, así que enes que
dejarme ir!
–¿Cómo puedo ser más clara?– Gimió Emily y cerró los ojos por un
momento, sorprendida de lo di cil que era decir la verdad. –Nunca fui su
esposa. Todo era una men ra. Pensé que había muerto, así que u licé su
nombre para salvarme.
–Pero… pero… – Susanna tan sólo con nuó parpadeando ante ella
como una lechuza.
Emily esperaba que jadeara, que gritara, o que llorara. Ella misma
quería llorar, nunca imaginó lo doloroso que sería tener esta maravillosa
familia y que supieran la verdad sobre ella.
–Él piensa que… piensa que si se casa conmigo de verdad, todo saldrá
bien.– A pesar de que se esforzó por no revelar sus emociones, sus ojos
comenzaron a arder, y tuvo que limpiárselos con el dorso de la mano.
–Bueno, por supuesto que él quiere casarse con go– dijo Susanna.
–¿Y ahora vas a salir corriendo para protegerle? ¿Qué hay acerca de
asumir riesgos, como me dijiste?
–Yo no conozco todos los detalles, pero nunca habrías hecho algo
como esto sin una buena razón.
–Qué disparate. Por supuesto que te conozco. Eres como una hermana
para mí. Has ayudado a educar a los niños del pueblo. Y amas a mi
hermano.
–¡Por supuesto!
–Has sido más atrevida que cualquier mujer que conozca. Y ahora
estás tratando de proteger a Ma hew, en lugar de dejar que él haga lo
mismo por . Déjale correr el riesgo ahora, Emily. Puedo decirte que él te
ama. Me gustaría saber todo lo que ha pasado – y debes prometerme que
me lo contarás – pero por ahora, sólo diré que éste debe de ser el amor
verdadero, ya que ambos están tratando de protegerse el uno al otro.
–Pero Susanna, hay cosas que desconoce todavía, cosas que podrían
hacerle daño. ¿Cómo puedo decirle eso…?
–Vuelve ahí y habla con él. Y no te preocupes por lo que me has dicho.
Te prometo que nunca voy a repe r nada de ello a menos que tú me lo
pidas.
Susanna sorbió por la nariz incluso mientras sonreía. –Ve con él.
***
Ma hew despertó en la oscuridad y se quedó inmóvil,
escuchando la respiración de Emily. Tendría que haber estado feliz; iban a
burlar a Stanwood. Pero en cambio, su intranquilidad había crecido a
medida que la noche avanzaba. Se había dicho a sí mismo que estaba
preocupado, que serían capaces de regresar a empo para cumplir con
Stanwood y demostrarle que estaban casados. Dejaría que Stanwood
amenazara con contarle a todo el mundo su historia; Emily ya no podría ser
las mada. Para los oídos de la Sociedad, Ma hew podría conver r todo el
asunto en una román ca escapada con un final feliz, si tenía que hacerlo.
Emily siempre estaría a su lado. Y se aseguraría de que ella supiera que
estaba a salvo y era amada.
–No, no lo haré.
Eso lo detuvo.
–Emily…
Ella puso los ojos en blanco. –¡Mis men ras fueron peores! Pero esto
no es un desa o sobre qué men ras están por encima de otras.–
Suspiró. –Creo que alguien dentro de la casa está trabajando para
Stanwood.
Ma hew negó con la cabeza. –Él no ene ninguna razón para ir detrás
de a mis espaldas y ayudar a Stanwood.
–Esos son mo vos válidos– dijo en voz baja. –Pero si Stanwood está
siendo ayudado, bien podría ser cualquiera de las decenas de
sirvientes. Nos mantendremos vigilantes, te lo prometo.
Ella asin ó con la cabeza, pero él la vio retorcer sus manos, y sus ojos
se precipitaron hacia la puerta.
–No te voy a dejar.– Dijo sobre sus labios. –Me haces sen r segura,
Ma hew. Por favor, hazme olvidar.
Con alegría la atrajo bajo las sábanas y entre sus brazos. Ella apoyó la
cabeza en su hombro, su brazo sobre su pecho. Después de besar la parte
superior de su cabeza, murmuró. –Duerme.
***
–Lo siento, amor– dijo entre dientes, forzando una sonrisa. –¿Así que
ellos se van?
Capítulo 24
Ella sonrió. –Hemos estado viajando durante dos días. Ya sólo tenemos
que tomar el tren del mediodía. Ahora puedes relajarte.
Ella gimió cuando se apoyó en él. Después de cada parada, los chicos
de postas llevaban los caballos alquilados a la posada anterior,
mientras que el carruaje era equipado con nuevos caballos… y nuevos
chicos de postas.
Ella casi vomita, pero estaba aún más asustada por la mirada de pánico
que él tenía. Su tranquila confianza había desaparecido, y eso le hacía
incluso más peligroso. La dejó ponerse sus zapatos, luego la agarró por el
brazo y la arrastró hacia la puerta.
Lejos de Ma hew.
Él gimió con fuerza, soltándola tan de repente que esta vez chocó
contra el suelo. Pero un momento después ella estaba corriendo. Se
arriesgó a mirar por encima del hombro y vio que Stanwood no estaba
lejos detrás de ella.
Y estaba entre ella y la posada.
***
Él la había dicho que esperara aquí. Estos dos úl mos días no habían
hecho ningún movimiento sin consultar al otro. Un aterrador
presen miento oprimió su pecho.
–¿Peter?
–Podrías haber venido a mí– dijo Ma hew con gravedad, sus ojos
sondeando el pa o.
–Él sólo se la llevó. No puede estar lejos. Espera aquí, Peter.– Habló
con tanta fuerza como lo haría con un soldado bajo su mando.
***
Al otro lado del río se podían ver cabañas situadas detrás del camino.
Si pudiera cruzar el puente y llegar hasta ellas…
Sus piernas palpitaban por los golpes de la grava que nivelaba el
camino. Arriesgó una mirada por encima de su hombro… y Stanwood
estaba allí, justo bajando por la pendiente, cojeando, pero fortalecido
cuando comenzó a acortar distancia con ella.
–Que Dios me ayude, pero no. Fui allí con la intención de obtener la
verdad de él, y en lugar de eso, me hizo ver el hazmerreír en que estabas
convir endo a una familia noble, que te merecías pagar por lo que habías
hecho.
–Él puede hacer que las personas crean y hagan cualquier cosa.
–Se ve peor de lo que está– dijo. –Me merezco lo que tengo por ser lo
suficientemente tonto para pensar que debía manejar todo por mi cuenta,
que yo sabría hacerlo mejor que tú, Ma hew. Pido tu perdón, aunque lo
entenderé si no puedes otorgármelo.
–Por supuesto que ene nuestro perdón– dijo Emily antes de que
Ma hew pudiera hablar.
–En endo– dijo Ma hew. –Has hecho una mala elección, Peter. Pero,
¿qué pasa con tus opciones par r de ahora?
El Sr. Derby cerró los ojos por un momento, apoyando su cabeza
contra la pared. –No lo sé. Me he hecho un lío de propósitos.
El Sr. Derby asin ó y suspiró –Es buena tu oferta, Ma hew. Tengo que
pensar en lo que he hecho… en lo que quiero hacer. Prometo jamás revelar
tus secretos.
***
Su rostro se oscureció. –Él te las mó. Dios mío, si sólo hubiera llegado
antes…
–Ma hew, por favor.– Ella tomó su mano y la sostuvo contra su cara. –
Has dicho eso diez veces. Todo está bien.
–La desesperación puede hacerle eso a una persona– dijo con ironía.
Ella le miró a sus cálidos ojos castaños, tan cambiantes, que ya no eran
ilegibles para ella. Se encontró con la lengua trabada, indecisa, sin saber lo
que él pensaba, ahora que ya no necesitaba casarse con ella. ¿Tendrían un
matrimonio que valía la pena salvar, o él querría decir simplemente que la
dejaba irse?
–Ma hew, hasta ahora he sido un reto para . ¿Qué sucederá cuando
me veas día a día? Sabrás todo sobre mí. Puedes lamentar estar atado a mí
por toda la eternidad.
–Eso es tan román co– dijo, riendo, incluso mientras se limpiaba las
lágrimas de sus mejillas. –Me has hecho sen r tan segura, Ma hew, y ha
pasado mucho empo desde que me he sen do de esa manera. E incluso
la culpa se ha ido, porque después de todo, si no me hubiera conver do en
tu esposa, casándome con un extraño, ¡nunca nos hubiéramos encontrado
el uno al otro!
Epílogo
Se quedó sin aliento. Toda su familia había llegado sin ella ni siquiera
saberlo. Los Leland, los Cabot y los Throckmorten estaban todos allí
reunidos, sonriéndose unos a otros y a ella. Peter Derby se había ido a
Londres, pero el Teniente Lawton estaba allí, escoltando a Lady Hollybush,
la viuda a la que había estado cortejando en secreto porque le preocupaba
el que ella estuviera muy por encima de él. Por la expresión de adoración
de la dama, Emily no creía que el Teniente tuviera nada de qué
preocuparse.
–Sin protestas– dijo. –Eres especial para mí, Emily. Quiero que todos
los que hay aquí lo sepan. No recuerdo haberme enamorado de la
primera vez...
–Pero debió de ser algo mágico, o cosa del des no, porque sucedió de
nuevo. Las bodas se hacen también con la familia, creando una nueva
familia dentro de las otras ya establecidas. Quiero que sepas que siempre
me tendrás, y también a toda mi familia. Ahora somos tuyos.
Las lágrimas nublaban sus ojos y caían por sus mejillas. –Oh,
Ma hew–Susurró. –Te quiero tanto.
Puso sus brazos alrededor de ella –Bien, porque el vicario está aquí. –
Y bajando la voz, dijo: –Cásate conmigo, Emily, y no sólo porque quieras
hacer las cosas bien. Cásate conmigo.
–Lo haré… Lo voy a hacer. ¡Oh Ma hew!– Ella se lanzó a sus brazos, su
fuerte cuerpo era su refugio. Era tan dichosa. Y había sido tan bendecida.
¡¿Cuántas mujeres podían casarse con el hombre que amaban… varias
veces?!
FIN