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Historia del libro y de las Bibliotecas FaHCE, UNLP.

Apunte de cátedra

Las Casas de la Vida

Aunque la existencia de la institución conocida como "Casa de la Vida" (Per Anj) esta atestiguada ya desde
las primeras dinastías egipcias, siendo citada con bastante frecuencia en multitud de escritos que van desde
relieves de templos hasta los rollos de papiros, aun no ha sido posible identificar con total precisión y
claridad en que consistía realmente, ya que por las heterogéneas noticias que tenemos de ella.
Probablemente debía englobar un amplio abanico de actividades, funcionando como centro de enseñanza
superior, (a modo de las actuales universidades), biblioteca, (en la que se custodiaban los manuscritos que
contenían el saber y el conocimiento de todas las épocas), taller en el que se copiaban, restauraban o
adaptaban a nuevas exigencias tratados antiguos, (con temas que podían englobar tanto lo teológico como
lo científico), o archivo centralizado en el que se depositaban variados documentos privados, (como
aquellos en los que eran inscritos los niños al poco de haber sido dados a luz, o en los que se establecía el
patrimonio que recibiría por ejemplo una mujer en caso de un posible divorcio o fallecimiento del marido,
etc). Complementando a lo anterior, la "Casa de la Vida" era también el lugar donde se desarrollaban
actividades de otra naturaleza, como establecer los detalles litúrgicos que debían formar parte del culto a los
dioses, elaborar desde normas éticas hasta rituales funerarios, estipular los cánones por los que debían
regirse diferentes artes como la escultura, la pintura o la arquitectura, prefijar los diferentes nombres o
títulos que adoptaba cada nuevo faraón cuando ascendía al trono, confeccionar los calendarios con los que
controlar la adecuada marcha de la sociedad, o celebrar determinados ritos religiosos especiales con un alto
componente de naturaleza "mistérica" e iniciática, y en los que la magia adquiría especial relevancia. De
hecho, (y con relación a esto último), hay constancia de que, por ejemplo, el mismo faraón pasaba una
noche en sus dependencias con ocasión de celebrar una de las más importantes ceremonias: la de
regeneración solar del monarca. Dependientes de los templos principales y protegidas por deidades
próximas al círculo heliopolitano, a la hora de impartir enseñanzas no todas las "Casas de la Vida"
otorgaban los mismos conocimientos. Según el lugar de ubicación, cada una se distinguía por estar
especializada en un área o tema, aunque no por ello dejasen de lado el resto de los otros múltiples aspectos
del saber. Así, aquellos médicos que deseasen alcanzar el máximo grado de maestría en su profesión,
acudían principalmente a Bubastis, Abidos o Sais, mientras que los arquitectos, lo hacían a la de
Heliópolis. Al margen de las citadas, también gozaron de alto prestigio las ubicadas en Menfis, Karnak, Edfú
y Esna. Formadas por múltiples y variadas dependencias, estaban a cargo de un selecto personal
compuesto por los sacerdotes (maestros en todo tipo de conocimientos, desde religión, farmacopea,
medicina o magia, hasta matemáticas, astronomía, arquitectura, geometría, geografía, leyes, literatura o
historia), un personal que a veces adoptaba curiosos títulos o nombres como los de "Director de los Dos
Asientos en la Casa de la Vida", o "Sacrificador de la Casa de la Vida", y entre los que se encontraban
asimismo un amplio número de escribas altamente cualificados a los que se aplicaba los apelativos de
"Seguidores de Ra", o "El Personal de Ra". Entre sus paredes, los documentos almacenados (rollos de
papiros), fueran del tipo que fuesen, se custodiaban cuidadosamente protegidos en jarras o cajas, las
cuales se ubicaban en unos nichos habilitados a tal fin para así evitar su deterioro, documentos cuyo acceso
si bien estaba como es lógico un tanto restringido, podían desde luego ser consultados por un buen número
de cualificados profesionales, tales como sacerdotes, médicos, arquitectos o escultores. De hecho, se sabe
por ejemplo que un extenso número de sabios de la antigüedad (Tales de Mileto, Solón, Pitágoras, Platón,
Diodoro de Sicilia o Plutarco), ampliaron su ya de por sí extensa formación en estas instituciones. Por
supuesto, el personal con mayor y mejor formación del país, (y el que alcanzaba por tanto los mas altos
puestos en el escalafón social), era precisamente el que había sido instruido en tales lugares.
El Libro de los Muertos

El llamado “Libro de los Muertos”, (conocido por los egipcios como “Fórmulas para Salir al Día”), es una

heterogénea colección de conjuros funerarios e invocaciones, plegarias, recitaciones, prácticas mágicas,

ceremonias purificadoras, y especulaciones teológicas, cuya funcionalidad estaba por un lado, en ayudar al

difunto en su tránsito de la vida a la muerte, (lo que implicaba una correcta toma de posesión de su nuevo

estado: neutralizar multitud de peligros o asechanzas malignas, paliar las necesidades que pudieran surgirle

en el camino, y lograr los poderes necesarios para efectuar con plena garantía de éxito el proceso), y por otro

en dotar al espíritu de la posibilidad de “salir durante el día” de la tumba para seguir disfrutando en la medida

de lo posible de los bienes ofrecidos por el mundo exterior. 1

Las fórmulas que lo componen, (en muchos casos independientes entre sí y sin que tengan establecidas un

especial ordenamiento lógico), no son producto de un momento dado o de un personaje concreto, (aunque se

suele atribuir su autoría al dios Thot), sino que fueron recopiladas por los sacerdotes en épocas muy diversas,

teniendo al parecer como origen los mismos hechizos que en tiempos pretéritos habrían sido usados durante

el supuesto proceso de momificación de Osiris. No obstante, durante la dinastía XXVI se las dotó de una

importante estructura general, lo que llevó a que tanto la forma como el contenido se mantuvieran en gran

medida fijas e invariables. Su estructura completa está compuesta por cuatro elementos: el título

introductorio en el que se expresa su objeto (describen los efectos que se van a obtener tras pronunciar la

fórmula que le sigue), el cuerpo textual del conjuro en el que se desarrolla el contenido, la rúbrica en la que

se consignan las prescripciones rituales para la ejecución del conjuro (son indicaciones de tipo técnico,

necesarias para el correcto uso de la fórmula en cuestión) y la ilustración que acompaña el texto escrito.

Igualmente algunos de los elementos pueden no estar presentes en los diferentes manuscritos. Sobre los

capítulos en sí, al margen de su diversidad cabe destacar que todos poseen un sentido mágico.

Cap.1-16: Salir al día (oración); marcha hacia la necrópolis, himnos al Sol y a Osiris.

Cap.17-63: Salir al día (regeneración); triunfo y alegría; impotencia de los enemigos; poder sobre los

elementos.

Cap. 64-129: Salir al día (transfiguración); manifestación bajo diversas formas, utilización de la barca solar y

conocimiento de algunos misterios. Regreso a la tumba; juicio ante el tribunal de Osiris.

Cap.125: Fórmula para entrar en la sala de las dos Maat. Presentación ante el tribunal de Osiris; pesaje de

corazón. Confesiones negativas (declaración de inocencia del difunto ante los dioses del tribunal y

justificación de acciones)

Cap. 130-162: Glorificación del muerto (lectura en días festivos, para el culto funerario); servicio de ofrendas.

1 La idea de salida asumía el sentido de emerger desde el inframundo transponiendo el umbral que puede ser evocado
por la puerta de la tumba o portal del cielo. Remite a la idea de viaje, en la que el difunto acompaña al sol en su
renovado amanecer, y sintetiza la idea de la luz que vitaliza la tierra al elevase desde el horizonte
Preservación de la momia por los amuletos.

Cap.163-190: Complemento de lo anterior, con fórmulas de alabanza a Osiris.

Transmitidos originariamente de manera exclusivamente verbal por los sacerdotes, no se empezó a reflejarlos

por escrito hasta la mitad del Reino Antiguo, cuando comenzaron a grabarse de manera permanente sobre las

paredes interiores de las pirámides de diversos regentes de las dinastías V y VI (Unas, Teti, Pepy I y II,

Merenra), si bien se han encontrado textos complementarios y adicionales a ellos en los enterramientos de las

reinas (Apuit, Neit, Udyebten). Por tal motivo, fueron conocidos inicialmente como “Textos de las Pirámides”

A partir de la VII dinastía hasta el Reino Medio, se produjeron dos importantes innovaciones: la primera, que

su escritura cambió de soporte, grabándose desde entonces sobre los ataúdes donde reposaban los cuerpos

momificados; y la segunda, que su uso, además de emplearlos para los reyes y reinas, se hizo extensivo

también a los nobles y funcionarios de alto rango, al tiempo que los contenidos sufrían determinadas

modificaciones y alteraciones respecto a los originales. Por ello fueron llamados “Textos de los Sarcófagos”.

Los faraones dispusieron de estas fórmulas en

transcripciones sobre los sudarios.

Finalmente, (y con el fin de extender su empleo al


máximo), terminaron por ser copiados sobre papiros
lienzos de lino o cueros, los cuales una vez
enrollados eran depositados lo más cerca posible de
los cadáveres, fuera o dentro del sarcófago
(generalmente entre las piernas del propio difunto,
sobre el pecho de la momia, pero también en el
interior de cofres y estatuillas huecas de Osiris).
El nombre “Libro de los Muertos”, para algunos no
Fragmento del Papiro de Hunefer. Sacerdote frente a la momia es otra cosa que la traducción de las palabras
y el sepulcro. XIX Dinastía. Museo Británico
árabes Kitâb al-Mayyitûn (que era como los nativos egipcios denominaban a los rollos encontrados por los
saqueadores en las tumbas). Los conjuros se copiaron asimismo en diversos objetos apotropaicos
(escarabajos y pequeñas esculturas funerarias). Es de destacar que los “Libros de los Muertos” formaron
parte regular del equipo mortuorio de los funcionarios desde comienzos del Reino Nuevo, aunque su uso no
fue privativo de ellos.
En cuanto al tipo de notación empleado en la confección de los textos, si bien en un principio se usó de forma
exclusiva la escritura jeroglífica, posteriormente esta fue alternándose también con el empleo de otra más
sencilla y fácil de plasmar: la hierática. Un rasgo característico de los papiros funerarios (que los diferencia de
otros textos como los literarios), fue la orientación invertida (de derecha a izquierda) de los jeroglíficos en las
columnas, cuya dirección de lectura es regularmente de izquierda a derecha. Otra singularidad es el empleo
de tinta negra para la transcripción jeroglífica del conjuro y de tinta roja para los títulos, lo que implica un
principio de segmentación sistemática del texto. La tinta roja sirvió también para diferenciar las instrucciones
del texto propiamente dicho del conjuro, aunque el uso estuvo condicionado por el adicional crácter mágico
que se le atribuyera al color
Como característica destacable anotar que de los aproximadamente 190 capítulos que componen la totalidad
de la obra, no todos fueron invariablemente transcritos sobre los citados papiros, sino que dependiendo de la
importancia del personaje al que estuviera destinado (y por ende de las posibilidades económicas de este), se
les daba una mayor o menor extensión. De hecho, todos los ejemplares encontrados hasta hoy muestran
diferente número, naturaleza y ordenación de los capítulos, por lo que cabe pensar que quizás cada persona
escogía en cierto modo el contenido que deseaba integrar en la obra con la que quería ser enterrado.
Respecto a los ejemplares actualmente conocidos, anotar que son muy variados, ya que tienen longitudes
que van desde los 25 cm de texto puro y simple en el mas escueto de los casos, hasta los 58 m y toda clase
de ilustraciones multicolores en el más completo. Entre los más famosos cabe citar por su extensión el Papiro
de Ani, (de 24 m, propiedad del Museo Británico), y el Papiro de Yeufanj, (de algo más de 19 m, ubicado en el
Museo de Turín). En cuanto a su antigüedad destacan el Papiro de Yeuya, (localizable en el Museo de El
Cairo), el Papiro Ja, (también del Museo de Turín), y el Papiro Nu, (igualmente del Museo Británico).

BIBLIOGRAFÍA

BARGUET, Paul. El Libro de los Muertos de los Antiguos Egipcios. Bilbao, Desclée de Brouwer, 2000.
CASTEL RONDA, Elisa. Los Sacerdotes en el Antiguo Egipto. Madrid, Alderabán, 1998.
LARA PEINADO, Federico. Libro de los Muertos. Madrid, Tecnos, 1993.
PEREYRA, M. Violeta (dir.) El libro para salir al día y después volver a entrar (en la tumba). Buenos Aires,
Dunken, 2011.
PERNIGOTTI, Sergio. "Libros, lectores y bibliotecas en el Antiguo Egipto". En: Arqueo Nº 9, 2002.
SHAW, Ian y NICHOLSON, Paul. Diccionario del Antiguo Egipto. Madrid, Akal, 2004.

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