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La Locura de Carlota
La Locura de Carlota
LA LOCURA DE CARLOTA
Marco A. Almazán
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-Carlota, cherie –dijo Maximiliano mientras se quitaba los calcetines-: esa noche volví a
advertir que le hiciste ascos a los tacos de carnitas en casa de los Almonte…
-Y hace un mes, en Puebla ya viste cómo le entré al mole de guajolote. Es cierto que
estuve quince días en cama, pero me eché a los poblanos en el bolsillo. En cambio el
Maximiliano acomodó los brazos sobre la almohada y entrelazó las manos tras la
nuca.
-¡Si tan sólo pudiera yo entrevistarme con Juárez! Estoy seguro de que alrededor de
un buen plato de chilaquiles podríamos llegar a un acuerdo…A mí me revienta el
mezcal con sal de gusanos de maguey, pero estaría dispuesto a consumir toda la
producción de Oaxaca con la de ganarme a don Benito. Dicen que a él le encantan los
tamales de olla…
Carlota se incorporó de su taburete y pasó al cuarto de baño para lavarse los dientes.
Maximiliano aprovechó la ocasión para tomarse rápidamente un alka-seltzer.
Decididamente era el chicharrón lo que se le había parado de manos. ¿O serían las
garnachas que sirvieron de botana con los primeros tequilas?
-Mañana mismo –continuó en voz alta, apretándose la tripa bajo las sábanas-
mañana mismo expido un decreto obligando a los zuavos a desayunarse con
enchiladas. Jamás podremos dominar a este país mientras no nos habituemos a sus
costumbres. Cortés, que se las sabía de todas, hizo la conquista gracias a que la
Malinche le echaba sus gordas y le daba nopalitos de postre…
-Lo primero que hacían los virreyes al desembarcar en Veracruz –siguió Maximiliano-
era coger una indigestión en público a base de mondongo. Pero gracias a ello los
aclamaban en todo el trayecto hasta llegar a México. En Jalapa se atiborraban de
chiles en conserva. En Perote cenaban rabo de mestiza con hartas rajas. En Tlaxcala se
empulcaban. Y al llegar a San Cristóbal Ecatepec usaban pergaminos para hacer
mixiote de barbacoa. Así pudieron dominar este explosivo país durante trescientos
años.
-Por eso insisto, cherie –continuó Maximiliano con su exasperante sonsonete-, en que
deberías entrarle a las flautas de maciza sin remilgos y sin hacer tanto dengue…
-¡Max, Max! –gritó histérica- ¡entre tú, Napoleón III y los dichosos antojitos, me van
a volver loca! ¡Loca, loca loca, lo…!
Texto tomado con fines didácticos de: Episodios Nacionales en Salsa Verde, (México, 1980) Marco A.
Almazán.