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1. Necesidades y expectativas del paciente.
Los pacientes esperan y piden mejoras en los aspectos técnicos de la atención sanitaria
(diagnósticos y tratamientos rápidos y correctos), en los servicios de hostelería (salas
de espera cómodas, habitaciones individuales y confortables, limpieza, poco ruido
ambiental, mejor comida), en la atención a los acompañantes (cama de acompañante,
posibilidad de comer en el centro), más amabilidad e interés de los profesionales y
humanización de la asistencia.
Esta evolución en la percepción de lo que debe ser la asistencia sanitaria hace que en
la actualidad se tienda a considerar al paciente además como un cliente, ya que paga y
pide un nivel de calidad en los servicios.
Un servicio sanitario es pues susceptible de ser gestionado con las normas de calidad
aplicables a cualquier otro tipo de servicio, pero presenta una peculiaridad fundamental:
se atiende a la salud de las personas y éste es un bien muy apreciado para el individuo
y la sociedad, lo que obliga a todos los profesionales sanitarios a mantener unos niveles
de ética profesional, que no se esperan de otros prestadores de servicios,
conjuntamente con unos niveles de calidad satisfactorios.
Los motivos para la mejora de la calidad en la atención sanitaria suelen responder a tres
órdenes de estímulos:
• Demandas de pacientes.
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➢ Expectativas: son complementos añadidos a la prestación del servicio y que
marcan su nivel de calidad.
Por ejemplo, el paciente que acude a un Servicio de Urgencias necesita que atiendan
su problema de salud, pero además sus expectativas giran en torno a que no tenga
que esperar mucho, que el personal sea amable, que la sala de espera sea cómoda,
etc.
Cubierto ese nivel esencial, cuanto mejor se satisfagan las expectativas del paciente
más complacido se encuentra y se establece o refuerza su fidelidad como cliente.
El inconveniente principal es que, por lo general, los pacientes pocas veces indican
espontáneamente sus deseos, sólo es posible conocerlos cuando expresan sus quejas.
Esta situación ocasiona dos tipos de perjuicios para el profesional, la incomodidad,
rechazo y eventual pérdida del paciente y la oportunidad de conocer el motivo de su
insatisfacción.
Se puede recurrir a diferentes métodos para conocer las expectativas de los pacientes,
las dos más habituales son:
• Los productos son bienes tangibles a los que se puede atribuir un valor
económico.
• Los servicios son bienes en forma de acciones destinadas a cuidar los intereses
o satisfacer ciertas necesidades del receptor de los mismos.
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PRODUCTO SERVICIO
• No siempre afecta a aspectos • Con frecuencia afecta a aspectos
importantes de la vida del cliente esenciales en la vida de las personas
• Es relativamente fácil concretar sus • Es difícil concretar sus
especificaciones, muchas veces el especificaciones
propio cliente las proporciona
• Se fabrica antes de su consumo • Se presta en el momento de ser
utilizado
• Pueden almacenarse sus excedentes • No hay posibilidad de
almacenamiento
• Se puede verificar su calidad antes • Las valoraciones sólo se pueden
de comercializarlo realizar después de prestado el
servicio
• Se puede modificar si las • Una vez brindado no puede
valoraciones de calidad demuestran mejorarse si se detectan deficiencias
que no cumple las especificaciones
• Suministrador y cliente no tiene por • Servidor y cliente suelen estar
qué coincidir en espacio y tiempo próximos
• La relación personal entre productor • La relación entre prestador y cliente
y cliente suele ser escasa o nula suele ser muy próxima
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La definición de calidad usada en el mundo industrial es: “Calidad es la capacidad de
que un producto consiga el objetivo deseado al coste más bajo posible”
Es difícil extrapolar esta definición al ámbito de la asistencia sanitaria, por ello un grupo
de estudio de la OMS sugirió que la calidad de los servicios sanitarios debe dividirse en
tres componentes: adecuación, efectividad y calidad científico-técnica.
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Según ellas, el diseño debe incluir los siguientes aspectos:
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• Los sistemas de garantía de calidad: es el conjunto de actividades planificadas
y sistematizadas que se ponen en marcha para dar a la organización la confianza
de que un determinado servicio cumple los requisitos de calidad previstos.
De ellas, la que más interesa aquí es la norma ISO 9004-2, que es una guía de
aplicación de los requisitos de calidad de la familia ISO 9000 al sector servicios. En ella
se establece cómo implantar la calidad en este tipo de organizaciones.
Estos modelos de calidad total o búsqueda de la excelencia son sistemas que tienen en
común tres objetivos: máxima satisfacción del paciente, máxima satisfacción de los
profesionales de la organización y los mejores resultados económicos.
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Resultado de la asistencia: es el indicador más sencillo de comprender y valorar, se
refiere a prevención de la enfermedad, curación, contención de su progresión,
restablecimiento de capacidades, alivio del dolor, etc.
Para ello debe establecerse un proceso claro para resolución de problemas en la mejora
de la calidad basado en las siguientes fases o etapas:
Los profesionales del centro, que están en relación directa con los procesos y con los
pacientes, constituyen una fuente de información muy valiosa sobre qué se hace, cómo
se hace y por qué se hace.
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o Equipos de mejora: pueden ser grupos más grandes que los anteriores, pero
siempre determinados por la dirección y en los que pueden participar mandos y
profesionales de diferentes departamentos.
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El profesional debe hacer comprender al paciente/cliente que es mucho lo que puede
hacer por restablecer su salud cuando la pierda, como también es mucho lo que puede
hacer para prevenir la aparición de otras enfermedades o conseguir los objetivos
previstos.
Sólo si el pacto establecido es firme y la “alianza educativa” queda bien establecida será
posible la educación sanitaria y el consejo dietético efectivo.
Uno de los primeros pasos que debe realizar el profesional, previo al anterior o de forma
simultánea, es materializar el diagnóstico, cuando se trate de una patología, o las
necesidades y expectativas del cliente en términos de intervención dietética.
Además, hay que valorar y validar (comprobar que son correctos) los conocimientos y
prácticas que tiene el interesado sobre una necesidad básica o en relación con su
enfermedad, e investigar sobre sus estilos de vida y conductas de salud.
Es importante que el paciente/cliente participe ya en esta fase, de tal forma que sus
necesidades y preferencias, y sobre todo su propia evaluación de la importancia relativa
que tienen sus conductas sobre su salud, contribuyan a la elección de la conducta que
debe ser abordada en primer lugar.
Es aconsejable empezar por los hábitos de más fácil modificación y dejar los más
difíciles para más adelante. El éxito alcanzado en estos primeros objetivos animará a
intentar la modificación de otros hábitos.
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D) Diseñar el plan de cuidados.
El plan debe diseñarse teniendo en cuenta que el consejo educativo debe ir orientado a
lo que los pacientes han de hacer y no sólo a lo que han de saber.
• El lenguaje utilizado, verbal y escrito, debe estar adaptado a la edad, sexo y nivel
de instrucción del paciente/cliente. A ser posible, el profesional debe expresarse
en términos sencillos y fácilmente comprensibles.
Para lograr este nivel de motivación se pueden seguir una serie de recomendaciones:
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o Describir concretamente la conducta clave que se quiere modificar o conseguir
en esa etapa. "Es preciso disminuir el contenido en grasas de su dieta".
o Explicar claramente el problema a evitar y cómo le afecta. "El colesterol está muy
elevado y esto puede repercutir en su circulación arterial"
o Pedir el cambio. Para ello es fundamental que la meta propuesta sea asequible,
lo que implica conocer las habilidades y posibilidades reales del interesado.
"¿Qué podemos hacer para...?”
Conforme se vayan consiguiendo los objetivos planteados, las fechas de revisión se irán
distanciando con intervalos cada vez más largos, transfiriendo progresivamente la
responsabilidad del mantenimiento del nuevo estilo de vida al propio paciente/cliente.
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Es importante hacer notar que dentro del secreto médico se incluye no solamente lo
que se haya confiado explícitamente al médico, sino también todo lo que éste haya
visto, oído o comprendido con ocasión de sus servicios profesionales.
Desde el punto de vista de la prescripción de una dieta, es evidente que cuanto más
próximos se encuentren los alimentos que la componen a los hábitos culinarios y
alimenticios del paciente, mayor aceptación y adhesión tendrá. La tecnología alimentaria
actual y la variedad de productos disponibles en el mercado permiten al profesional
aproximarse bastante en sus prescripciones dietéticas a estos hábitos.
Así, a un paciente procedente del ámbito cultural de Extremo Oriente le resultará más
apetecible que se sustituyan, si ello es posible, las raciones de hidratos de carbono
calculadas como pan, por arroz. De igual forma, resulta más habitual para un paciente
proveniente de Oriente Medio o de algunas regiones de África, consumir tortas de pan
sin levadura que nuestro pan blanco con miga.
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Para pacientes de religión judía, los alimentos deberán ser “kosher”, que significa
“obtenidos o conservados adecuadamente”. Para que un alimento de origen animal sea
kosher debe haber sido sacrificado ritualmente, de forma rápida y con el menor dolor
posible y supervisado por un rabino.
Para pacientes de religión islámica, los alimentos deben ser “halal”, término que se
aplica especialmente a los alimentos cárnicos y que tiene una significación muy próxima
a la del concepto kosher, hasta tal punto que un creyente islámico consumirá con toda
confianza un producto certificado como kosher.
Entre los alimentos prohibidos se encuentra el cerdo, bajo todas sus formas y derivados,
y el alcohol, de forma directa o como vehículo de obtención de otro producto (por
ejemplo, el extracto de vainilla).
Para los mormones las prohibiciones son para el alcohol y bebidas que contengan
cafeína.
Los cristianos tienen restricción para el consumo de alimentos cárnicos ciertos días del
año, siendo este precepto más estricto y más amplio para los ortodoxos.
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