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70 AÑOS DE EL LLANO EN LLAMAS

Un libro es siempre una búsqueda, acaso de la verdad. No lo creo. Es


más bien la intención de encontrar la identidad del autor no sólo con
su idioma sino con sus raíces culturales.
El caso de Juan Rulfo es harto difícil de precisar. Pero a la vez
sencillo. Difícil porque en su vida literaria apenas publicó un par de
obras: El volumen de cuentos El llano en llamas y la novela Pedro
Páramo, y en ellas se vació por completo e inauguró un mundo
compacto y poderoso en interpretaciones. Y, la vez, es sencillo,
porque justamente ese mundo está en correspondencia con el México
real.
A 70 años de su primera impresión, El llano en llamas sigue
diciéndonos cosas, continúa abriendo ventanas hacia la geografía de
las alegorías y metáforas porque el país que describe Rulfo en sus
cuentos pareciera que no ha cambiado mucho.
Al leer a un autor como Rulfo estamos mirando, desde la estética y los
abismos del lenguaje, un mundo donde la resignación, el abandono, el
deseo y la injusticia danzan al ritmo del olvido, del pasado y
corresponde a nosotros, lectores de este siglo, abrirle espacio para
que siga recordándonos que en la ficción habita, de una manera u
otra, la realidad de este mundo.

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