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- Sharpe, Jim.

“Historia desde abajo” en Burke, Peter; Formas de


hacer historia. Madrid: Alianza, 1993. (Fragmentos seleccionados)

[...] Durante las dos décadas pasadas, varios historiadores que trabajan sobre una gran
diversidad de períodos, países y tipos de historia se dieron cuenta de la posibilidad de
explorar las nuevas perspectivas del pasado que les ofrecían fuentes como la
correspondencia del soldado Wheeler con su esposa y se han sentido atraídos por la idea
de indagar la historia desde el punto de vista, por así decirlo, del soldado raso y no del gran
comandante en jefe. Del clasicismo en adelante, la historia se ha contemplado
tradicionalmente como un relato de los hechos de las grandes personalidades. En el siglo
XIX se desarrolló cierto interés por una historia social y económica de mayor alcance, pero
el principal problema de la historia sigue siendo la exposición de la política de las elites.
Hubo por supuesto cierto número de individuos descontentos con esta situación y ya en
1936, Bertolt Brecht con su poema “preguntas de un trabajador que lee”, declaraba
probablemente de la manera más directa hasta el día de hoy, la necesidad de una
perspectiva distinta de lo que podría calificarse de “historia de las personas principales”.
Pero quizá sea justo decir que la afirmación sería de la posibilidad de convertir en realidad
esta opción no llegó hasta 1966, cuando Edward Thompson publicó en the times literary
suplement, un artículo sobre “La historia desde abajo”. A partir de ese momento el concepto
de historia desde abajo se introdujo en la jerga común de los historiadores. [...]

Dicha perspectiva ha resultado de inmediato atrayente para los historiadores ansiosos para
ampliar los límites de su disciplina, abrir nuevas áreas de investigación y, sobre todo,
explorar las experiencias históricas de las personas cuya existencia tan a menudo se
ignora, se da por supuesta o se menciona de pasada en la corriente principal de la historia
[...]

La perspectiva de escribir la historia desde abajo, de rescatar las experiencias pasadas de


la mayoría del olvido total por parte de los historiadores o de lo que Thompson denominaba
“el aire de enorme condescendencia de la posteridad” es, pues, muy atractiva. Pero como
ya he insinuado el intento de estudiar la historia de esta manera implica ciertas dificultades.
La primera se refiere a las pruebas. Basta con leer el estudio de Thomson sobre los años de
formación de la clase trabajadora inglesa para darse cuenta de que, al margen de las
críticas que se pueden plantear para su interpretación del tema, no hay muchas dudas de
que el material en el que se basa constituye un cuerpo de de fuentes masivamente amplio y
rico. Sin embargo, por lo general, cuanto más atrás se remontan los historiadores en la
reconstrucción de la experiencia de las clases bajas, tanto más se reducirá el ámbito de las
fuentes disponibles (...) En segundo lugar, existen varios problemas de conceptualización.
¿Dónde se sitúan exactamente ese “abajo'' y que habría que hacer con la historia desde
abajo, una vez escrita? [...]

Las complicaciones inherentes a la cuestión de quiénes son aquellos cuya historia se hace
desde abajo queda claramente ilustrada en uno de los terrenos de crecimiento de la historia
social en los últimos años: el estudio de la cultura Popular en la Europa de la Edad
Moderna. (...) La razón fundamental de ello es que “el pueblo”, incluso remontándonos al
siglo XVI, era algo más bien variado, dividido por la estratificacion económica, la cultura de
sus ocupaciones y el sexo. Tales consideraciones invalidan cualquier noción simplista de lo
que podría querer decir “abajo” en la mayoría de las circunstancias históricas. [...]

De hecho, los historiadores económicos y sociales se han ido acostumbrando


progresivamente a servirse de tipos de documentación, cuya verdadera utilidad como
prueba histórica reside en el hecho de que sus compiladores no la registraban para la
posteridad de forma deliberada y consciente. Imaginamos que muchos de estos
compiladores se habrán sentido sorprendidos y, quizás, inquietos ante el uso por los
historiadores recientes de casos judiciales, registros parroquiales, testamentos y
compraventa de fincas rústicas registradas por ellos. Esta clase de pruebas puede ser el
medio apropiado para indagar acciones e ideas explícitas o suposiciones implícitas para
suministrar un fondo cuantitativo a las experiencias del pasado [...]

En el fondo de nuestro análisis acecha una cuestión fundamental: ¿Es la historia desde
abajo un enfoque de la historia o es un tipo diferente de historia? El asunto puede explicarse
desde ambas direcciones. En cuanto enfoque, la historia desde abajo cumple,
probablemente dos importantes funciones. La primera es la de servir de correctivo a la
historia de las personas relevantes, mostrar que la batalla de Waterloo comprometió tanto al
soldado Wheeler como al Duque de Wellington, o que el desarrollo económico del Gran
Bretaña que en 1815 se hallaba en pleno apogeo, intervino lo que Thompson ha llamado “la
pobre y sangrante Infantería de la Revolución Industrial, sin cuyo esfuerzo y capacidad no
habría pasado de ser un hipótesis no comprobada”. La segunda es que, al ofrecer este
enfoque diverso, la historia desde abajo abre al entendimiento histórico la posibilidad de una
síntesis más rica, de una fusión de la historia de la experiencia cotidiana del pueblo con los
temas de los tipos de historia más tradicionales. Por otra parte podría defenderse que los
temas de la historia desde abajo, los problemas de su documentación y, posiblemente, la
orientación política de muchos de quienes la practican, hacen de ella un tipo de historia
diferente. En cierto sentido es difícil, por supuesto, trazar una división neta entre un tipo de
historia y la manera de abordar la disciplina en general: la historia económica, historia
intelectual, la historia política, la historia militar, etc., son mínimamente eficaces cuando se
confinan en cajas herméticamente selladas. Cualquier tipo historia se beneficia de la
amplitud del pensamiento del historiador que la escribe. [...]

(...) El término “historia desde abajo” implica de hecho que hay por encima algo a lo que
referirse. Esta hipótesis supone, a su vez, que, precisamente al tener en cuenta aspectos
explícitamente políticos de su experiencia pasada, la historia de la “gente corriente” no
puede divorciarse de la consideración más amplia de la estructura y el poder social. Esta
conclusión nos lleva, por una parte, al problema de cómo se ha de encajar la historia desde
abajo en las concepciones más amplias de la historia. Ignorar este punto al tratar la historia
desde abajo o cualquier otro tipo de historia social equivale a correr el riesgo de una
intensa fragmentación de la historiografía e incluso, quizá, de cierto tipo de anticuarismo de
última hora. [...]

Está claro, al menos, que cierto número de historiadores han conseguido superar los
considerables obstáculos que obstaculizan la práctica de la historia desde abajo. Más en
concreto, algunos estudiosos han reconocido la necesidad de dar un salto conceptual a fin
de ampliar su comprensión de las clases inferiores en sociedades del pasado y han logrado
a continuación realizar con éxito esa hazaña de gimnasia intelectual. Edward Thompson,
Carlos Ginzburg, Emmanuel le Roy Ladurie y otros, arrancando de diferentes puntos de
partida y apuntando objetivos históricos diversos, han sido capaces de demostrar cómo la
imaginación puede colaborar con la práctica académica en ampliar nuestra visión del
pasado. Por otra parte, la obra de estos y otros historiadores han demostrado que la
imaginación histórica puede aplicarse no sólo a la formación de nuevas concepciones de los
temas de la historia sino, también, a plantear preguntas nuevas a los nuevos a los
documentos y realizar con ellos cosas diferentes (....) La utilización imaginativa del material
de las fuentes puede iluminar muchas zonas de la historia que, de lo contrario, podrían
haberse visto condenadas a permanecer en la oscuridad.

Sin embargo, el significado de la historia desde abajo es una profundidad mayor que la de
proporcionar simplemente a los historiadores una oportunidad de demostrar su capacidad
imaginativa innovadora. Ofrece también el medio de restituir a ciertos grupos sociales una
historia que podría haberse dado por pérdida o de cuya existencia no eran conscientes. (...)
Los propósitos de la historia son variados, pero uno de ellos consiste en proporcionar a
quienes la escriben o leen un sentimiento de identidad, una idea de procedencia. (...) La
historia desde abajo puede desempeñar una función importante en este proceso
recordándonos que nuestra identidad no ha sido formada simplemente por Monarcas,
primeros ministros y generales.(...) La mayoría de quienes han escrito historia desde abajo
aceptarían, en términos generales, la idea de que uno de los resultados de haber abordado
las cuestiones de este modo ha sido demostrar que los miembros de las clases inferiores
fueron agentes cuyas acciones afectaron al mundo, a veces limitado, en que vivieron. [...]

Nuestra observación final, habrá de ser, por lo tanto, que, por valiosa que pueda ser la
historia desde abajo para ayudar a determinar la identidad de las clases inferiores, debería
salir en el gueto (o de la aldea rural, la de clase trabajadora, del tugurio o el bloque de
viviendas) y ser utilizada para criticar, redefinir y robustecer la corriente principal de la
historia. Quienes escriben la historia desde abajo no sólo nos han brindado un conjunto de
obras que nos permite conocer más del pasado sino que han dejado claro que en ese
mismo lugar hoy hay muchas cosas que podrían llegarte a conocer y que gran parte de sus
secretos está agazapada en pruebas aún no exploradoras. Así, la historia desde abajo
conserva su obra de subversión. (...)

La historia desde abajo nos ayuda a quienes no hemos nacido con una cuchara de plata en
la boca a convencernos de que tenemos un pasado, de que venimos de alguna parte.”

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