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Jessica Benjamin
SUJETOS IGUALES,
OBJETOS DE AMOR
Ensayos sobre el reconocimiento
y la diferencia sexualFinalmente, por su amor, su alegria y su profunda com
prensién, asi como por todo lo que me han enseftado (de cada
uno, segtin su capacidad...), agradezco a mi familia: Jonah,
Jake y Andy.
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INTRODUCCION
Estos ensayos intentan poner de relieve algunas de las
principales ideas expresadas en The Bonds of Love (1988)* y
repensar criticamente otras. Me ha impulsado el desafio de
proporeionar una exposicién mas detallada de las consecuen-
cias de mi modo de ver para la teoria y la préctiea psicoanali-
ticas, y también de reconsiderar ciertos problemas que los
aijos transcurridos han Ilevado al foco.
La posicién desde la que escribo ~una psicoanalista involu-
crada desde el principio con el pensamiento feminista~ no
puede basarse en las sendas trilladas de una disciplina esta-
Dlecida. Mas bien se ubica en el contexto de una tension entre
Jas disciplinas del psicoanslisis y la teoria feminista. Esta re-
lacién se ha caracterizado no sélo por la enemistad histérica
sino también por direcciones divergentes del discurso. No es-
pero sintetizar o conciliar estos discursos distintos, parcial-
mente coincidentes, pero si aspiro a vincularlos en una con-
versacién, no sélo en sentido figurado sino también literal.
Durante agin tiempo ellos han conversado en mi mente, y
gran parte de lo que he escrito es el resultado de ese didlogo.
Puesto que practico y ensefto psicoandlisis (y por lo tanto me
introduzco en él cotidianamente), eseucho a una de las partes,
con mas frecuencia y con voz mas fuerte. Pero el movimiento
* Hay version castellana: Los lazos de amor, Buenos Aires, Paidés, 1996.
ra
35feminista ha dado forma a mi conciencia, puesto que cautiva
mi mente desde hace mas de veinte afios. En estos ensayos se
oye a una psicoanalista que responde a las preocupaciones y
los pensamientos de mis colegas en el psicoandlisis, sin dejar
de hablar a mis compaferas feministas que elaboran la teoria
del movimiento, abordando sus objeciones, criticas e interro-
gantes.
En el contexto psicoanalitico, un factor esencial que ha da-
do forma a mi pensamiento es el sorprendente desarrollo de
una nueva apertura a ideas opuestas y perspectivas pluralis-
tas, el deseo de diferentes grupos de sumarse a la discusién,
de confrontar sus diferencias y considerarlas seriamente. En
10s eirculos psicoanaliticos ha comenzado a emerger un inte-
és mas amplio por las ideas feministas y las discusiones so-
bre el género, y se me ha pedido que presente mi trabajo a
grupos que explicitamente quieren dar cabida a estas ideas
en la préctica clinica. Los ensayos que siguen son en parte
una respuesta a tales requerimientos y a los cambios de at-
mésfera y de contenido de la teoria y la practica psicoanaliti-
cas en Estados Unidos.
La apertura a las ideas feministas est sin duda vineula-
da a un movimiento significativo en el interior del psicoand-
Tisis. En los tltimos quinee afos, el ereciente interés por el
andlisis kleiniano britdnico y la teoria de las relaciones obje-
tales (denominada Escucla del Medio), asf como el desafio de
1a psicologia del sedf o si-mismo, con su foco en el narcisismo
y la vida preedipica, han creado un nuevo contexto para la
discusién. La expresién “perspectiva relacional” ha sido uti-
lizada por algunos autores (Skolnick y Warshaw, 1993; S.
Mitchell, 1993) para denominar un amplio espectro de posi-
ciones posfreudianas que antes se identificaban con la teoria,
de las relaciones objetales.! Estas posiciones subrayen la re-
1. Por una parte, se puede pensar esta expresién en términos muy gene
rales, como corporizacin de miltiples perapectivas; ast lo hace Peychoanaly-
te Dialogues: A Journal of Relational Perspectives, ue la aplica a a teoria
inglesa de las relaciones abjetaes, a psicologia del self, la teori intersubje-
‘iva las tondencias interporsonales. No obstante, el director del perio,
‘Stephen Mitchell (1888), tambin la ha empleado de modo mas estrecho pa
+a designar espeeificamente lo que él denomina *perspectiva relacional del
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sentacién interna de las relaciones, inconscientes y cons-
Pisates, por sobre la concepeiin clisica de los eonflivtos ins-
{intuales, y también sobre la coneepcidn de la psicologia del
go de la pulsidn y Ia defensa, No estoy segura de si Ia expre-
Aion “perspectiva relacional” sirve realmente para definir un
segmento 0 parte especial del especiro psicoanalitico, como a
srenudo se presupone, o bien caracteriza un cambio de pen-
qamiento en el psicoandlisis (norteamericano) como un todo,
{que afecta visiblemente a algunos analistas o grupos mas
que a otras. (No meneiono este problema de la definieién por-
{jue piense que sea muy importante sino porque puede gene-
rar confusién entre los ajenos a Ia disciplina.)
‘Lo que si parece importante es que ahora se estén conside-
rando con seriedad muchos interrogantes que habrian podido
hacerse a un lado, en favor de la conserva
ola identidad . 2
ha afiadido a la teoria de las relaciones objetales la insistencia
cen que se advierta que el psicoandlisis opera en un campo de
ddos personas, ¥ no de una persona, lo cual significa que dos
subjetividades, cada tuna eon su propio conjunto de las relacio-
nes internas, comienzan a crear un nuevo conjunto entre
ellas, En lugar de suscribir una coneepcidn de la psique —lo
‘cual obliga a elegir entre visiones tan distintas de la infancia
como lo son, digamos, las propuestas por la psicologia del self
y la teoria kleiniana~ la perspectiva relacional puede earacte-
Tizarse del mejor modo como una indagacién en torno a las
cuestiones de preocupacién comtin que han pasado al primer
plano como resultado de la adopcién del modelo bipersonal
Por ejemplo, la descripcién clara de la contratransferencia en
la relacién del “aqui y ahora”, y el aprendizaje derivado de esa
descripeién, pueden ser vistos como centrales por psicoanalis-
‘as con ideas totaimente diferentes de ia dindmica sustantiva.
BE] acuerdo sobre la importancia del campo bipersonal puede
resultar més esencial que el desacuerdo acerca de la constitu-
én de} campo unipersonal. En muchos casos, esta coinciden-
cia desplaza a un segundo plano las divergeneias relacionadas
conflicto”, que podria caracterizarse como una mozela de Fairbairn y las co
‘rientes interpersonalescon la metapsicologia elasica: por ejemplo Ia discusidn s
si hay que conservar 0 no la teoria freudiana de los instintos,
que los europeos retienen, aunque sélo sea metaféricamente,
xy que los norteamericanos rechazan estruendosamente.
Estos desarrollos del discurso psicoanalitico han estimula-
do mi esfuerzo por formular la teoria psicoanalitica de modos
que permitan mantener simulténeamente ideas competitivas,
En lugar de ver una oposicién tajante entre el modelo de la
pulsidn y el modelo relacional, rechazando la “mezcla de mo-
delos” (cf. 8. Mitchell, 1988; Greenberg y Mitchell, 1983), Hle-
vo el escepticismo mas lejos que algunos defensores explicitos
de la perspectiva relacional (pero no todos; véase Aron, 1995).
No considero que la teoria de Freud sea algo que haya que
adoptar o desechar. Pienso que criticar y revisar esta teoria,
releerla, y de tal modo cambiarla incluso radicalmente, es
nuestra prerrogativa y también nuestro modo de dejarnos de-
terminar por ella. Como ha dicho Foucault en “What is an
Author”, el psicoandlisis representa un modelo de pensa-
miento distinto del derivado de las ciencias naturales, en el
cual un pensador puede sencillamente demoler el pensamien-
to de otro, Mas bien, como el marxismo, es un campo discursi-
vo, ligado a su origen en ciertas formulaciones de sus creado-
res. “La obra de los iniciadores de la discursividad no esta
situada en el espacio que define la ciencia; es la ciencia, o la
discursividad, la que se remite a esa obra como a puntos pri-
mordiales [coordenadas] de referencia.” Es necesario “ri
nar” a los textos originales porque la distorsion y 1a omisién
son intrinsecas del “acto de iniciacién’”, y estas barreras, tam-
bien generadoras de “obstaculos quo impiden retornar al acto
de iniciacion, s6lo pueden removerse mediante un retorno”
(Foucault, 1977, pags. 135-137).
En otras palabras, es imposible no ser determinado por
esos puntos de referencia o coordenadas primordiales. Pero
para evitar que nos determinen por completo, debemos en pi
mer lugar “retornar” a ellos. Entonces reconocemos plena-
mente la medida en que proporcionan la base para nuestro
pensamiento, incluso cuando los critieamos 0 adoptamos la
posicién opuesta, Cuando uno eree que puede superar senci-
Hamente un cuerpo anterior de pensamientos por medio del
simple rechazo de sus postulados, es precisamente cuando
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mas probable resulia que ese euerpo de pensaunientos en rew
lidad lo determine. El acto de rechazo constituye el punto de
partida, y uno adopta una postura de oposicién que incons-
Fientemente no hace sino invertir las coordenadas originales,
Reconocer y también oponerse a esta determinacién mediante
tun discurso es una forma critica de gratitud: besar y también
norder la mano que nos da de comer. Quizs éste sea un mo-
do de satisfacer la necesidad de ubicarse en la historia, en la
tradicién, sin sentir que uno ha sido simplemente reclutado’
aceptar que uno no se ha creado a si mismo, pero sin quedar
privado de ereatividad.
‘Como con otras oposiciones Ledricas, en general he evitado
rechazar 0 abrazar una de las posturas, y no sélo por estar a
favor de la desconstruceién de tales oposiciones. Muy a menu-
do me he encontrado igualmente atraida por descripeiones
muy divergentes de la psique, derivadas de perspectivas signi-
ficativamente distintas. Por ejemplo, en un determinado pun-
to me convence la idea, proveniente de la observacién, que
describe la capacidad del infante para diferenciar su si-mismo
de su madre; en otro punto me siento persuadida por la con-
cepcién clinica de que las experiencias infantiles de los miedos
agénicos primitivos se producen en un momento en que la pér~
ddida del otro y la pérdida del sf-mismo son indistinguibles. Me
he preguntado si existe algiin modo de permanecer fiel a esa
experiencia de leer teorias opuestas y sentirme atraida por
ambas, a pesar de tener conciencia de que cada una de ellas
excluye algo que a mi me parece plausible o intuitivamente
correcto. Tal vez quienes se comprometen entusiastamente
con una u otra concepeién puedan experimentar una inmer~
sién mucho més profunda en sus respectivas posiciones. En
‘cuanto a mi, he llegado a la conclusién de que la experiencia
de sentirse atraida en més de una direceién a la vez es central
en mi vida psiquica, y quiz4 también en la vida psiquica de
muchas otras personas. En la obra de Michael Eigen he en-
contrado més de una vez una expresién sorprendente de esta
tendencia ambifilica: “El bebé freudiano y el bebé de Winni-
cott no son idénticos. Este cardcter doble sefiala el hecho de
{que ningin bebé humano es un bebé. No sabemos qué hacer
con esta multiplicidad, pero tampoco podemos eludirla” (Ei-
gen, 1993, pag, xxiii)
39Por lo tanto, he tratado de desarrollar explicitamente un
tema que en Los lazos de amor me limité a sugerir (el hecho
de que los modelos psicoanalitico intrapsiquico ¢ intersubjeti-
vo no se exeluyen entre si), y de explicar la necesidad de man-
tener una especie de tensién paradgjica en la teoria (capitulo
4; véanse Modell, 1984; Ghent, 1989). Si aceptamos estos mo-
delos como distintos pero no excluyentes, podemos preservar
ambas concepeiones de la infaneia. En los ensayos que siguen
he tratado de ilustrar de qué modo puede aplicarse esta ten.
sion de la teorfa: por ejemplo, al examinar la tensién entre di
ferentes representaciones de la madre, o al levar al primer
plano distintos aspectos de la transferencia. También he pro-
pugnado la “sobreinclusividad” (véase Fast, 1984), no s6lo co
‘mo una posicién pertinente para reformular la complementa-
riedad de los géneros, sino asimismo para identificar nuestras
ideas centrales,
En sintesis, he tratado de ampliar la concepeién de Wi
cott segiin la cual la mente opera a través de la relacién con
el otro como objeto de identifieacién/proyeccién y también co-
‘mo un sujeto independiente externo. En una de las reformu-
laciones més radicales del pensamiento psicoanalitieo en este
siglo, Winnicott (1969b) aclara que eada si-mismo puede ex-
perimentar al otro como parte de él, y también como un cen-
tro de existencia equivalente pero distinto. La paradoja es
que la relacién con el otro “de adentro” puede anular 0 ser
anulada por la relacién con el otro “de afuera”; no obstante,
sélo cuando he logrado ubicarme entre el “adentro” y el “afue-
ra” me es posible entender estos términos. No puedo pensar
un término sin el otro, aunque quizds insista con estridencia
en que s6lo uno importa. Lo que propongo a lo largo de estos,
ensayos es que son necesarias las dos maneras de estar rela
cionado con el otro; aunque a veces se excluyen entre si, am=
bas pueden entenderse coms compatibles wecuencial si no es-
pacialmente (S. Mitchell, 1993). A veces coexisten, y esta
contencién de la oposicién requiere al mismo tiempo una es-
pecie de postura paraddjica, como cuando yo sé que ta eres
bueno (en la realidad) porque te veo como malo (en la fanta-
sia), 0 més bien porque me permites verte como malo. Para
captar estas dos relaciones y las teorias que las articulan (la
intrapsiquica y la intersubjetiva) también hace falta una es-
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i en ia teoria, que pueda ubarcar
ando tenets eoniensi de gue
dea a rivas competitivas y convincentes se aplican
08 0 ered, A veces es importante pasar por alto aue
al mis fla punto de vista excluye al otro, proponer la con
tradititale Suyetos iguates, objetos de amor fue escogido para
dectuent eats dos cara la intersubjtividad y lo intrapsta
deseo la tension entre la igualdad y la diferenia en las
Correiones entre los énoros. Este titulo tiene la intencién de
reeigrel modo complejo en el que cada sujto tiene que oe
ger attaneamente posicones diferentes o contrastantes. La
ar rua expresion “sujetos iguales” se refiero a la posibfidad
arr ergnocimienioy 1a identficaion, Cuando reconocemos a
de ec externa como un centro separado y equivalonte de su
Ia guidad, ella os un “sujeto igual”. Cuando, por otro lado, nos
Jetivifieamos eomo el otro como representacién interior, 0-
mandolo como el eal en el gus querems cnvertimas am
vin entablecemos una relacién de “sujetos igualos
cqmar identifieatorio", puede verse como la primera relacisn
rere con un olro externo, Pero si bien es mas “externa!
atin relacén de depondencia y euidado temprancs (y, por
tanto, tradicionalmente se traslada al padre), se trata de 1a
ate intrapsiquica eon un ideal, y también de un vinculo
veaavoso real con otro. Desde cierto angulo, a identifiencién
ameibuye a la empatia y a tender un puente entre las dife-
coanias Desde otro Angulo, se opone al reconocimiento del
“tao: el si-mismo comprometido en la identificacién toma al
sere como objeto de la fantasia y no como un centro equivalen-
te de ser. En este sentido, reconocer al otro como un suite
je de espacio transicional
Tas paradojas que surgen eu
Swat 2s lo opuesta a 1a identifioncisn
rel sicmismo To que es el otro. Segiin esta légiea, al amar al
Gere como un “abjoto de amor” ideal, el si-mismo adopta una
Sosicidn totalmente hostil al reeonacimiento intrasubjetive
AiSjbuir le diferencia al otro como objeto sexual, incluso ado-
taro idealizar esa diferencia, no es en absoluto lo mismo que
Tespetar al otro sujeto como un igual (Benjamin, 1994)
Volvamos por un momento al origen de estos eonceptos: en
aus obsorvaciones sobre el narcisismo, Freud (1914) propuso
4que amamos a un otro que es nuestra fuente de euidados y
proteceién, o amamos a alguien que representa alguna parte
Ge nosotros mismos que alguna ver. fuimos, que es como nos
gustaria ser, como quiz sabemos que no podemos ser. Estas
elecciones corresponden, respectivamente, al amor de tipo
anaclitico (de apego), que “se inclina” hacia el instinto del yo,
y el amor de tipo narcisista (identificatorio). En la medida en
‘que el juego y la excitacién parecen ser independientes de tal
‘apego 0 apoyo, ésta es ya una bifureacién problematica. Pero
mas alld de la infaneia, cuando el amor no sélo “se inelins
hacia el sustento material, las cosas se complican atin més. El
amor erdtico, excitante, al objeto externo, refleja de modo cr
ciente algo distinto del apego; puede acercarse al amor a
que pensamos que alguna ver fuimos o que queremos ser.
{Como distinguimos el amor objetal del amor identificatorio si
en un amor objetal deseamos lo que quizas alguna vez quisi-
mos ser (ser como es0), pero reconacemos que es imposible? Y,
para hacer esta distineién atin més dificil, no nos dice Freud
que los deseos nunca desaparecen? {No persistiria la identifi-
cacién prohibida, uniendo de tal modo en el inconsciente los
dos aspectos del amor?
En este punto podriamos decir que el amor identificatorio
y el amor externo son dos hebras entretejidas que se mezelan
en nuestras relaciones. 0 bien, como lo he estado haciendo
con la categoria del “sujeto igual”, podriamos desconstruir las
categorias con las que Freud crea la oposicion entre el amor
objetal y el narcisismo (véase Borch-Jacobsen, 1988), el amor
a otro y el amor a uno mismo. Una vez més, {por qué no am-
bos? Mi estrategia es desconstructiva en la medida en que me
he propuesto una inversién (véase Culler, 1982) de la idea
freudiana de que el amor objetal lleva a la identifieacién, de-
mostrando en cambio que la identificacion -alguna vez carac-
terizada por Freud como “et vineulo mas antiguo con el obje-
to” (Freud, 1921) puede llevar al amor objetal. No obstante,
mi esfuerzo no ha consistido sélo en invertir o derribar esta
oposicién, Al volver a ella espero abrir un espacio adieional
para considerar el amor identificatorio, La estrategia de re-
construir critieamente las oposiciones freudianas, saciindolas
del dualismo de “esto o aquello” y emplazdndolas en la so-
breinclusividad de “esto y aquello”, parece mas capaz de pre-
42
i 1. ¥ de tal modo
iar tn hase experiencial de estas categorias.
see Pome profundidad la teoria en nuestra experien
caraibjetiva, clinica y de otro Lipo. occas
aeietonca de un psicoandlisis “sobreinclusivo” se insp
en desrrlln tories exteros a mundo pasoanaiticn, come
on dessonatreeiony eposestractraliamo, que procura ve
ae oe de reforenla prsnordials, para ree
ver a jeyorfas opuestas, A menudo earacterizadas como pos-
a ate ryas, estas tendencias de Ia filosofa, la teorsa de la
rica iverariay [a teoria politica han sido exenciates en el
esamiento feminista eontemporsneo ¥en su modo de asic
Pejarg desplegar el psicanalisis.”Pienso que Tos psicoanalis
miley cuen mucho que aprender del modo en que ls ertics li-
ta ae, inspirades en particular por la teoria freudiana, se
serenade la libertad de someter los textos psicoanaliticos
DNasicoren particular los de Freud, al mismo escratinio ana-
itieo gue los paiconnalistas ‘zens casos elinicos (véa-
Bee mnatodo de volver a los textos originales y reloerlos trata
eat jeoria no como un todo indisoluble sino como punto de
Gplieacion de vectores diferentes, a veces contraditorins, ave
apinccesitan o no pueden resolvorse en coherencia (segxin el
pe to que los peieoanalistas, incluso Lacan, han persistide du
crates mucho tiempo en darle a Freud: “El realmente quiere
‘ele esto”), La apariencia de cohorencia sélo se obtenia al
eects de exeluiro reprimir lo que quebraba la unidad; ahora
eee abio, se buscan deliberadamente indicios de esta alter-
iad en el texto. 7
sea menos importante es que Ia teoria eritica y el pensa-