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Los cuatro principios fundamentales/modernizaciones fueron objetivos establecidos por Zhou Enlai (1963)

y promulgados por Deng Xiaoping (1978) para fortalecer la agricultura (aumentando la producción junto a
una parte privada), industria (libertad de salarios y precios, creación de empresas privadas), defensa
nacional (aumento del ejército y la milicia perdió su independencia) y ciencia/tecnología (inversión en
educación de calidad).

China tomo un camino diferente al de la Unión Soviética en cuanto a la situación de atraso. Esta última,
llevo a cabo un reforma política antes que la económica con Gorbachov (con la consecuencia de que
acelero su caída y no su crecimiento), China tomo el camino inverso, realizo reformas económicas con la
esperanza en que el crecimiento y prosperidad eviten las demandas de reforma política (y evitar el
cuestionamiento del autoritarismo) que acelero su proceso de modernización aumentando el volumen de
comercio exterior abriendo sus mercados, adquiriendo maquinaria de Japón y el mundo occidental.

China se diferenció de la URSS porque su modernización a una economía moderna con alta tecnología, a
través de la producción de bienes de consumo y capital, logrando ser competitivos en el mundo, cuestión
que la URSS no pudo lograr ya que su economía dependió casi totalmente de la extracción y venta de
materias primas.

China tiene la ventaja de ver lo que le sucedió a la Unión Soviética y trata de tomar medidas para evitarlo,
es por ello que en el año 1992 Deng Xiaoping propuso que el Partido debía insistir en la línea de “Un
centro, dos puntos básicos” sin modificarla en cien años. Con esa expresión hacía referencia a tomar la
construcción económica como el centro, y en relación a los dos puntos básicos persistir en la reforma y la
apertura y en los cuatro principios cardinales (insistir en el camino socialista, persistir en la dictadura
democrática popular, mantener el liderazgo correcto del PCCh y tener fe en el marxismo, el leninismo y el
maoísmo).

El socialismo con características chinas, significó que China seguirá su propio camino construyendo el
socialismo a partir de las realidades del país.

Durante la Revolución Cultural, Lin Biao y la “banda de los cuatro” sumergieron a China en un caos. A
pesar de ello, en 1978, Deng Xiaoping tomó el poder y lanzó la política de las cuatro
modernizaciones (industria, agricultura, ciencia y defensa) con el fin de unir a todo el Partido, el ejército y
el pueblo de todas las nacionalidades del país. De esta manera, logró cierta estabilidad y unidad política,
condiciones indispensables en la modernización socialista, la cual se estructura sobre la base de
los cuatro principios fundamentales.

El primero de ellos apunta a persistir en el camino socialista. Esto evitaría un retorno hacia la sociedad
semifeudal y semicolonial, además de acortar la distancia, en cuanto al desarrollo económico, con los
países capitalistas avanzados. El segundo principio propone continuar con la dictadura del proletariado. En
otras palabras, cuanto más se desarrolle el socialismo, mayor será la democracia y esto llevará a una
ampliación de las bases democráticas, tanto en el Partido como en el pueblo. Por tal motivo, el líder
comunista consideraba necesario oponerse a toda extralimitación de la lucha de clases, ejerciendo la
dictadura sobre todos los elementos antisocialistas.

En tercer lugar, la dirección del Partido Comunista debía orientarse hacia una mayor centralización. Sin
la dirección del PC no sería posible la organización de la economía, la política, los asuntos militares y la
cultura socialista; como tampoco, las cuatro modernizaciones. A pesar de que es imposible que el Partido
esté exento de todo error, debilitar o descartar su papel solo conduciría al anarquismo y a la
desintegración y ruina de la causa socialista.

Por último, en lo referente al rumbo ideológico y político, llevar adelante la modernización socialista
significaría permanecer en los fundamentos del marxismo-leninismo y mantener en alto la bandera del
pensamiento de Mao Zedong, para luchar contra las corrientes ideológicas antisocialistas. En conclusión,
el Comité Central consideraba necesario persistir en estos principios y evitar cualquier vacilación; a fin de
evitar el derrumbe de la causa socialista y de la modernización en general, como también, el
desbordamiento del ultrademocratismo y del anarquismo.

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