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Testigos de Jehová

Biblioteca  Revistas  ¡Despertad! | Marzo de 2007

¿Es la humildad un defecto, o una virtud?


El punto de vista bíblico 20

¿Es la humildad un defecto, o una virtud?

LA SOCIEDAD en que vivimos presenta como modelo a las personas orgullosas y


autosuficientes, mientras que a las mansas y humildes las considera débiles, apocadas o
serviles. ¿Será la verdadera humildad un defecto? ¿Será el orgullo una virtud? ¿Qué dicen las
Santas Escrituras?

En primer lugar, la Biblia señala que el orgullo no siempre es malo. Por ejemplo, menciona
que los cristianos deben sentirse orgullosos de que Jehová sea su Dios y de que él los
conozca (Salmo 47:4; Jeremías 9:24; 2 Tesalonicenses 1:3, 4). Igualmente, muestra que los
padres pueden enorgullecerse cuando sus hijos son ejemplares y defienden la religión
verdadera (Proverbios 27:11). Pero el orgullo también tiene su lado negativo.

El orgullo y la humildad

Cabe definir el orgullo como exceso de estimación propia por la que uno se cree superior a
los demás, quizás debido a la belleza, la raza, la riqueza, el rango o el talento (Santiago 4:13-
16). Según la Biblia, los hombres pueden estar “hinchados de orgullo”, o sea, tener una
opinión injustificadamente alta acerca de su persona (2 Timoteo 3:4).

La humildad, por el contrario, exige ser honrado y objetivo con uno mismo. Los humildes
reconocen sus imperfecciones y su insignificancia ante Dios (1 Pedro 5:6). Es más, se alegran
al ver que otros los superan en alguna cualidad (Filipenses 2:3). De ahí que no les corroa la
envidia ni los celos (Gálatas 5:26). Como es lógico, la verdadera humildad promueve las
buenas relaciones y la estabilidad y seguridad emocional.

Pensemos en Jesús. En el cielo fue un ángel poderoso, y en la Tierra, un hombre perfecto, sin
pecado alguno (Juan 17:5; 1 Pedro 2:21, 22). Su capacidad, inteligencia y conocimientos eran
inigualables; aun así, nunca alardeó de ello (Filipenses 2:6). Tanta era su humildad que se
interesó de verdad por los niños y hasta llegó a lavarles los pies a sus discípulos (Lucas
18:15, 16; Juan 13:4, 5). En una ocasión, tomando a un pequeñín, dijo: “Cualquiera que se
humille como este niñito, es el mayor en el reino de los cielos” (Mateo 18:2-4). Como vemos, a
los ojos de Jesús y de su Padre, la verdadera grandeza nace de la humildad, no del orgullo
(Santiago 4:10).

La humildad es una virtud

Aunque dio un ejemplo perfecto de humildad, Jesús no fue ni servil ni débil. Habló la 21

verdad con valor y nunca se acobardó (Mateo 23:1-33; Juan 8:13, 44-47; 19:10, 11). De ahí que
hasta se ganara el respeto de algunos enemigos suyos (Marcos 12:13, 17; 15:5). Por otro lado,
jamás fue opresivo, sino humilde, amable y amoroso, y conquistó los corazones como ningún
orgulloso sería capaz (Mateo 11:28-30; Juan 13:1; 2 Corintios 5:14, 15). Aun hoy, millones de
personas se someten humildes a Cristo movidas por el gran amor y respeto que él les merece
(Revelación [Apocalipsis] 7:9, 10).

La Palabra de Dios anima a las personas a cultivar la humildad, pues así se dejarán aconsejar
y dará gusto enseñarles (Lucas 10:21; Colosenses 3:10, 12). Además, como Apolos, cristiano
primitivo famoso por sus dotes para la oratoria y la enseñanza, no dudarán en modificar sus
opiniones cuando se les presente información más exacta (Hechos 18:24-26). Tampoco
tendrán miedo de admitir su ignorancia y preguntar lo que no sepan, algo que no hacen por
lo general los orgullosos.

Veamos cómo reaccionó un eunuco etíope del siglo primero que no entendía cierto pasaje
bíblico. Cuando Felipe el evangelizador le preguntó: “¿Verdaderamente sabes lo que estás
leyendo?”, respondió: “¿Realmente, cómo podría hacerlo, a menos que alguien me guiara?”.
Este hombre demostró una humildad extraordinaria, y más si tenemos en cuenta el prestigio
del que al parecer gozaba en su país. Como recompensa, vio bendecida su buena disposición
con una mejor comprensión de las Escrituras (Hechos 8:26-38).

En marcado contraste con la actitud del etíope, estaban los escribas y fariseos, que se
consideraban la élite del judaísmo de su tiempo (Mateo 23:5-7). En vez de escuchar con
humildad a Jesús y sus discípulos, los desprestigiaban y criticaban. Así, su orgullo no los dejó
salir de la oscuridad espiritual en que estaban inmersos (Juan 7:32, 47-49; Hechos 5:29-33).

¿Somos barro blando, o duro?

La Biblia compara a Jehová con un alfarero, y a los hombres, con el barro (Isaías 64:8).
En manos de Dios, los humildes son como arcilla blanda, con la que puede moldearse bellas
vasijas; en cambio, los altivos son como barro reseco y duro, que acaba hecho añicos. Entre
estos últimos sobresale el Faraón de Egipto que se opuso a Jehová y pagó por ello con su vida
(Éxodo 5:2; 9:17; Salmo 136:15). La muerte de aquel soberbio gobernante demuestra lo
atinado que es el siguiente proverbio: “El orgullo está antes de un ruidoso estrellarse; y un
espíritu altivo, antes del tropiezo” (Proverbios 16:18).
Claro está, esto no quiere decir que los siervos de Dios no tengan que luchar contra el
orgullo. Sin ir más lejos, los apóstoles de Jesús discutieron muchas veces sobre quién era el
más importante (Lucas 22:24-27). Pero, aun así, no dejaron que los dominara el orgullo, sino
que escucharon los consejos de Jesús y terminaron cambiando de actitud.

“El resultado de la humildad y del temor de Jehová es riquezas y gloria y vida”, escribió
Salomón (Proverbios 22:4). ¿Verdad que contamos con muy buenas razones para cultivar esta
poderosa cualidad? En efecto, no solo contribuirá a que obtengamos el favor de la gente, sino
también el de Dios, quien nos recompensará con vida eterna (2 Samuel 22:28; Santiago 4:10).

¿SE HA PREGUNTADO...

▪ ... si el orgullo es siempre malo? (2 Tesalonicenses 1:3, 4.)

▪ ... cómo nos ayuda la humildad a aprender? (Hechos 8:26-38.)

▪ ... si deben los siervos de Dios cultivar la humildad? (Lucas 22:24-27.)

▪ ... qué futuro aguarda a los humildes? (Proverbios 22:4.)

[Ilustración de las páginas 20 y 21]

Los niños se acercaban a Jesús porque era humilde

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