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Las relaciones entre esas actividades de mirar hacia afueras mirar hacia adentros han cambiado de
un periodo a otro de la historia intelectual, y desde los comienzos mismos de la especulación
racional esta dualidad ha sido fuente de oportunidades y de perplejidades. Ha habido épocas
incluso algunos de los más fructíferos periodos del pensamiento humano en que se contemplaban
esas des actividades como íntimamente relacionadas entre al y en que los filósofos de la
naturaleza consideraban como tarea propia dilatar las fronteras de nuestra comprensión
y, simultáneamente
Esta relación entre nuestro conocimiento de la naturaleza y el de nosotros mismos siempre ha sido
de descripción y discusión engañosas. Las metáforas espaciales implícitas en términos como
introspección y el mundo externo deben ser manejadas con sumo cuidado: si las tomamos con
demasiada literalidad es fácil concebir erróneamente la relación entre el contenido de nuestro
conocimiento y nuestra conciencia de él. El reconocimiento por los hombres de su propia
condición de sujetos cognoscentes, por consiguiente, siempre ha tendido a conducirlos a cierta
embarazosa auto- conciencia. El precio que pagamos por articular nuestra experiencia del bien y el
mal morales fue captado hace tiempo en el mito del Edén; y a través de toda la filosofía corremos
el riesgo permanente de vernos atrapados en una sala intelectual de espejos, cuyas múltiples
reflexiones destruyen la confianza en nuestra posición y nuestras capacidades.
Si mucho de la epistemologia del siglo xx carece de conexión orgánica con las ciencias naturales y
humanas, esto no es un signo de emancipación de presuposiciones empíricas. La verdad es más
curiosa. Si recordamos brevemente cómo la teoría filosófica del conocimiento llegó a divorciarse
en primer lugar de las máximas de la práctica intelectual, apreciaremos la real ironia de la
situación actual y nos libraremos las manos para abordar los problemas con siguientes. Las
cuestiones de la epistemología del siglo xx aún reposan en presuposiciones cientificas e históricas.
Sólo que estas presuposiciones son anticuadas en unos 'trescientos años. Las ideas filosóficas
actuales sobre la comprensión humana están moldeadas tácitamente por axiomas de los debates
del siglo XVII en las ciencias y la historia.
Para la mayoría de los pensadores del siglo XVII estos tres axiomas presentaban una forma común
y hasta eran de sentido común y, en particular, los partidarios de la nueva filosofía mecánicas los
consideraban fuera de duda. Por la época, los pocos hombres que los ponían en tela de juicio no
podían aducir argumentos contrarios suficientemente concluyentes como para arrojar sobre ellos
serias dudas, y menos aún para inspirar convicción. Y antes de que sus dudas se hicieran serias y
activas, la epistemología se lanzó por el camino principal que ha seguido hasta nuestro siglo. Hoy
su armazón original de presuposiciones históricas, científicas y matemáticas quizá se haya
desintegrado hace tiempo. Sin embargo, las cuestiones que están en el centro del debate
epistemológica, aún hoy, son demasiado a menudo descendientes directas de las que Descartes y
Locke pusieron en circulación en un contexto intelectual en un todo diferente y olvidado
Permítaseme resumir las tareas que nos esperan en las siguientes indagaciones. El objetivo
general es elaborar un nuevo autorretrato epistémicos: esto es, una nueva explicación de las
capacidades, procesos y actividades, en virtud de las cuales el Hombre adquiere comprensión de la
Naturaleza, y ésta a su vez se hace inteligible para el Hombre. Esta explicación debe ubicarse tan
confortablemente junto a las cuestiones, concepciones y lugares comunes del pensamiento del
siglo xx como el viejo cuadro epistémico de Descartes y Locke junto a las ideas del siglo XVII. Por
consiguiente, debe ser convincente más allá de las fronteras de la filosofía formal, en todas
aquellas otras disciplinas que se ocupan de la percepción y el proceso del conocer, del
conocimiento y las ideas. Esto 'debe ser así por dos razones. Trabajaremos en un ámbito en el cual
las consideraciones empíricas sólo pueden, a lo sumo, sugerir direcciones por las que podrían
tratar de moverse la ciencia y la filosofía, y nunca podemos desenredar totalmente los aspectos
científicos de la comprensión humana de los aspectos filosóficos.
PARTE PRIMERA