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CULTURA Y SUBCULTURA

Leer atentamente el siguiente texto:

ESTUDIO DE UNA CULTURA: LOS AMISH


Los 'amish' están de moda, aunque ellos no lo saben. Sus tirantes de
abuelo, espesas barbas solo afeitadas en el bigote, sombreros de paja
y bicicletas sin pedales parecen sacados de la última revista o web de
tendencias cosmopolita. La diferencia es que ellos llevan así siglos. No
leen revistas ni consultan internet, dedican sus días a la oración, la familia y atender sus
granjas. Un paseo por el condado de Lancaster, en Pensilvania, donde vive uno de los
grupos más numerosos de esta comunidad en EEUU muestra una vida lenta que más de
uno envidia y muchos tratan de replicar, también sin saberlo.

Es una vida sencilla y dura. Levantarse al alba y trabajar el campo hasta que cae el sol.
Sin recurrir a tecnologías actuales, electricidad ni motores de combustión. Su lucha
silenciosa contra la vida moderna es especialmente significativa si se tiene en cuenta que
están a apenas una hora de una de las grandes ciudades de EEUU, Filadelfia.

En las carreteras que surcan los hermosos y fértiles valles de Pensilvania, considerada en
los primeros pasos de EEUU como el granero del país, es habitual cruzarse con hombres
y mujeres en patinete, carros tirados por caballos (los tradicionales 'buggies') o
simplemente caminando. La idea es que la velocidad no ayuda a vivir en comunión con la
divinidad.

"Tampoco está permitido volar en avión, pero de eso no hay nada escrito. Simplemente
no se hace porque es considerado demasiado moderno", explica a El Confidencial Ruth
Ann, una 'amish' de 22 años durante un recorrido en carro a caballo por los campos que
rodean a Bird-in-hand, uno de los pequeños pueblos del condado.

Llegaron a estas tierras a finales del siglo XVIII, cuando EEUU todavía era una colonia
británica, escapando de la persecución religiosa en Europa y como parte del éxodo de los
menonitas, una rama del protestantismo que defiende una lectura estricta de la Biblia, una
austera humildad y el aislamiento del mundo exterior. Se asentaron en Lancaster, donde
cerca de 60.000 de ellos siguen más de dos siglos después defendiendo su ancestral
modo de vida.

A su lado, comparten carreteras, paisajes y cosechas con vecinos que llevan la vida
habitual en el seno del capitalismo moderno. Rodeados de coches de todas las
cilindradas, luces, electricidad, tractores, ordenadores, tabletas electrónicas, televisiones
de plasma, twitter y teléfonos inteligentes, ellos miran con calma y esmero hacia otro lado.

Antes de que la sociedad occidental descubriese, en un nuevo requiebro de la economía


de mercado y la posmodernidad, que se puede cobrar precios astronómicos por los
tomates consumidos cerca del lugar del cultivo y los pollos con espacio para revolotear a
los consumidores urbanitas bajo la etiqueta de "orgánico", los 'amish' ya estaban en ello.
De hecho, no saben hacer otra cosa.

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Una de las peculiaridades de los 'amish' es que son anabaptistas, es decir, creen en el
bautismo de los adultos. Afirman, sin que se les pueda echar en falta razón, que los bebés
no pueden tener una opinión formada al respecto. Por ello, los jóvenes de la comunidad
cuentan con el "rumspringa", periodo en su adolescencia, normalmente a los 16 años, en
el que les es permitido conocer el mundo sin restricciones.

"En esa época, como no eres oficialmente 'amish', puedes hacer cosas que habitualmente
no están permitidas. Salir con otros amigos, ir al cine, beber alcohol, fumar. Aunque
siguen acudiendo a misa los domingos", agrega Ruth Ann.

Es tras este periodo de experimentación cuando tienen que elegir entre bautizarse dentro
de la iglesia 'amish' o abandonar la comunidad. Son ellos mismos, así, quienes deciden
qué quieren hacer con su vida. Aunque algunos se toman su tiempo, la mayoría se
bautiza y convierte en miembro pleno de la comunidad. "Es cuando la parte divertida
termina", reconoce Ruth Ann.

Los amish tienen sus propias escuelas, a las que acuden solo hasta los 14 años, porque
consideran que no es necesaria más educación ya que el resto proviene del trabajo en el
campo y las lecturas de la Biblia. Pagan impuestos, pero no prestan la más mínima
atención a las cuestiones políticas, ya que abogan por una separación absoluta respecto
al estado.

Obviamente, el aislacionismo que defienden es más complicado de llevar a cabo hoy que
antaño y caen en las mismas contradicciones que el resto de las personas. Si bien está
prohibido ir en coche, pueden subirse a uno si otra persona conduce. El teléfono no está
permitido para comunicaciones personales, pero sí para cuestiones comerciales por lo
que usualmente los tienen ubicados en graneros y establos.

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Paradójicamente, además, su sencillo estilo de vida ha hecho prosperar una industria que
no constaba en los preceptos de los primeros 'amish' venidos de Suiza y Alemania y que
les garantiza jugosos ingresos: el turismo.

Ruth Ann, que trabaja en el sector, ofrece una última recomendación para disfrutar de la
gastronomía local. "Hay un sitio riquísimo, no muy lejos. Dos cruces a la derecha, y
después de una larga recta, uno a la izquierda, lo veréis al cruzar el puente", explica
mientras arrea al caballo y pone la luz intermitente (con batería) del buggy para girar hacia
el establo. "También”, concluye con una sonrisa pícara, “lo podéis buscar en Google".

1.- ¿Por qué la comunidad Amish vive aislada de la ciudad y sin tecnología moderna?
2.- Después de leer el artículo ¿Cómo crees que es su vida diaria?
3.- ¿Por qué no bautizan a los bebés?
4.- ¿Cómo es que se convierten en amish?
5.- ¿Qué elementos de tu vida moderna consideras imprescindibles y cuáles secundarios?

PARA SABER MÁS


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