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La Sotana, Ropa de Trabajo
La Sotana, Ropa de Trabajo
uniforme de gala
Llevarla podría y debería ser una forma de oración en sí, pero no se
convierte en eso únicamente con abrocharla
La sotana es la vestimenta de trabajo de los clérigos y de los que se preparan para ser sacerdotes.
Una sotana. Hoy es para tus ojos más hermosa que el vestido de una novia. Tu felicidad al llevarla es
apropiada y juiciosa; después de todo, llevas esperándolo desde que entraste en el seminario.
Solo me queda esperar que tu felicidad sea la misma cuando se convierta en lo que su color implica,
esto es, un sudario mortal y un uniforme agonizante. Hoy es un vestido de novia que despierta tu
entusiasmo y el de tus familiares y amigos. Mantén ese mismo entusiasmo cuando empiece a ser tu
jaula, tu confinamiento solitario y tu horno, donde Dios te derretirá y te purificará, una incómoda
ermita.
Este vestido de novia, cuando sea necesario, será tu armadura, siempre que te cuides de recordarlo y
de utilizarlo así. Llevar una sotana podría y debería ser una forma de oración en sí, pero no se
convierte en eso únicamente con abrocharla.
Bolsillos. Los profundos están para almacenar todas las cosas que compartirás con los demás. Ten
siempre algo para darlo a los necesitados y a los niños. Recuerda que hay quienes apreciarán unas
monedas, una sonrisa y una palabra de consuelo más que tu voz impecable al cantar himnos. Es
porque las personas necesitan primero y ante todo escuchar que son amadas, y mucho más sentir
que es cierto.
Las mangas se pueden arremangar mejor que estas simbólicas esposas. De hecho, los puños
esposados a tus muñecas están para recordarte que una sotana no es un uniforme de gala, sino
auténtica ropa de trabajo. Sin embargo, súbete las mangas cuando tengas que hacer el trabajo que Él
quiere que hagas, nunca para avanzar en tu agenda personal.
Te deseo sinceramente que en tu sotana aparezcan manchas blancas de sal: las de la espalda serán
indicios de tu sudor, las de tu pecho serán marcas de lágrimas, tanto tuyas como las de aquellos que
te abrazaron porque te confiaron sus cientos de preocupaciones, grandes y pequeñas, serias o
absolutamente alocadas. Deseo que estas manchas blancas de sal se muestren antes que las
primeras mechas grises en tu pelo.
No temas arrugar y manchar tu sotana cuando vayas al rescate del necesitado y el herido. No temas
desgarrarla si hay que vendar alguna herida humana. Recuerda que, de ser necesario, puede
convertirse en una capa o una tienda de campaña.
Ojalá muestre rápido señales de gastado y rasgado en las rodillas y hombros, que indicarán tu
oración y tu carga de las preocupaciones de los demás. Ojalá no muestre esas señales en la espalda
y los codos, indicios de que habrás estado mucho tiempo sentado y te habrás abierto paso entre la
multitud a codazos.
Ama a tu sotana, pero no te ames a ti llevándola. Primero y ante todo, ama a la Iglesia que te la ha
concedido. Y ama infinitamente más a Jesús, que te ha ofrecido la Iglesia y que te ha ofrecido a ti a la
Iglesia, algo por lo que yo mismo Le estoy profundamente agradecido.
P.D. Recuerda que todos los pasajeros en un autobús o en el metro creen que tienen más derecho a
ocupar un asiento que un sacerdote. Para ser sinceros, es irrelevante si tienen razón o no. Lo
importante es que cuando la gente te odie, no deben odiar a Dios. Cada vez te mirará más gente;
después de todo, tu sotana te da mucha visibilidad. También intimida y cada vez habrá menos
personas lo bastante valientes como para criticarte. Sin embargo, esto no significa que no les falten
motivos. Recuerda que tu sotana no es el embalaje de un producto perfecto. El Señor te ha vestido
con ella para esconder misericordiosamente tus incompetencias y deficiencias. “Ustedes serán
felices si, sabiendo estas cosas, las practican” (Juan 13,17).
Víctor Hugo González Mendoza