¿De verdad tenemos esa libertad de expresión que tanto
necesitamos? Ansias de juzgar y criticar todo lo que gira a nuestro alrededor. Síntomas de una sociedad miedosa, insegura y acomplejada. Vivimos en una competición, una competición entre perfiles. Llena de falsos moralistas dispuestos a sentenciar errores ajenos con crueldad y prepotencia. De una chispa se forma una catástrofe. Parece que nos cuesta entender que no todo es blanco o negro, nos obligamos a posicionarnos de forma vehemente y apresurada. Y en medio de este drama sin sentido que retroalimentamos día a día sin darnos cuenta, como robotizados, la salud mental y la autoestima decaen desconsoladamente. No seré yo quien venga a salvar el mundo, pero buscaré la verdad con pasión, y aportare mi granito de arena, sembrando humor entre tanta crispación.