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Los casos de corrupción son conocidos por jueces que tienen competencia sobre muchos
otros delitos: homicidios, extorsiones, secuestros, lavado de activos, estafas que superan
cierta cuantía y demás. Esto genera demoras significativas en el trámite de los casos de
corrupción. Es común ver casos prescribir por el paso de los años, lo cual genera
desconfianza en la integridad de nuestros jueces. Además impide la especialización en el
conocimiento necesario para que puedan resolver con solvencia los casos puestos bajo su
conocimiento.
Para enfrentar ese desafío, Colombia podría crear juzgados y tribunales especializados
anticorrupción, constituidos a través de procesos especiales de selección que garanticen su
funcionamiento como auténticos oasis de integridad, que incrementen la confianza en el
sistema judicial y que aseguren un mayor nivel de conocimiento técnico de ese tipo de
fraudes por parte de los jueces. La selección de los jueces anticorrupción podría contar con
la participación de expertos internacionales independientes y de organizaciones de la
sociedad civil con un recorrido comprobable en lucha en contra de la corrupción.
Esta medida, que aplicaría sólo hacia el futuro, podría derivar en la selección de jueces
idóneos, que cuenten con la confianza plena de la sociedad, y que puedan resolver los
casos más importantes de corrupción en corto tiempo.
El impacto fiscal de la medida tendría que revisarse con detalle, pero consideramos que el
impacto positivo para el país sería muy significativo toda vez que aumentaría la confianza
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en nuestras instituciones y en el Estado de Derecho, y debido a que el nuevo sistema
contribuiría a evitar la pérdida del patrimonio público.
Los Fiscales Especializados Anticorrupción y los Fiscales Delegados ante la Corte Suprema
de Justicia son elegidos por el Fiscal General de la Nación. Lastimosamente, desde la
creación de la Fiscalía General de la Nación en 1991, muchos de ellos han sido duramente
cuestionados. Si bien muchos son personas competentes y con una integridad intachable,
también es cierto que otros han sido puestos ahí por consideraciones turbias y para hacer
mandados políticos, los cuales responden, en algunos casos, a intereses directos del Fiscal
General de turno.
Las empresas que operan en Colombia se enfrentan a exigencias cada vez mayores por
parte del regulador de contar con sistemas de cumplimiento y prevención de la corrupción
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efectivos, así como de denunciar los actos de corrupción que conozcan oportunamente.
Pero algunas de las normas adoptadas por el Estado están generando el efecto contrario al
deseado. Debido a que las sanciones que puede imponer el Estado son cada vez mayores,
y en consideración a la dificultad que tienen las empresas para cumplir las condiciones que
en la actualidad les exige la ley para que puedan beneficiarse del desistimiento de la
investigación, dichas organizaciones tienen un incentivo para guardar silencio y no
denunciar. ¿Por qué habrían de denunciar, si las consecuencias les traerán un nivel de
afectación similar?
¿Por qué sería útil para Colombia? Porque Colombia tiene una muy baja capacidad de
detección de los actos de corrupción. Y porque su capacidad de investigación y acusación
de casos de corrupción también es muy limitada. Contar con la cooperación de las
empresas en este tipo de investigaciones puede ser muy útil y a veces es indispensable.
Una reforma como la que acá proponemos, convertiría a las empresas en auténticas aliadas
en la lucha contra la corrupción, fortaleciendo sus sistemas de cumplimiento y de
prevención del fraude. Y además, ayudaría a reducir el desgaste de la Superintendencia de
Sociedades y de la Fiscalía en investigaciones muy largas, que a veces no logran éxito
debido a la debilidad del material probatorio.
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Para esto, es indispensable priorizar el Proyecto de Ley 'Jorge Pizano' radicado el pasado 8
de noviembre, mediante el cual se adoptan medidas de protección para quienes denuncian
o reportan actos de presunta corrupción. Asimismo, es necesario que en este Proyecto de
Ley se incorporen mecanismos de incentivos económicos a quienes denuncien la
corrupción, como el pago de recompensas, tal como el Instituto Anticorrupción lo ha
propuesto a lo largo de estos últimos años.
Estos mecanismos de pago, permitirían darle mayor celeridad a los procesos con un acervo
probatorio más robusto y judicializar eficazmente a los perpetradores de este tipo de delitos.
El Instituto Anticorrupción considera que el pago que se realizaría por las recompensas no
debería provenir del erario público, sino de las multas que se impongan a los particulares o
empresas responsables de los actos de corrupción denunciados.
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