Está en la página 1de 3

A diferencia del Seminario anterior, sobre su ponencia “Creer es

razonable: el diálogo fe-cultura”, donde expuse algunos comentarios


siempre de la mano de sus estimables apuntes (y los propios expresados en
lápiz) hoy cambio el grafito por el ordenador, lo cual me agradecerá y
procuraré, en este tema también apasionante, centrar y fundamentar mi
opinión como si me hubiera pedido un pequeño artículo sobre alguna
cuestión tocada por Jutta Burggraf…

Teoría Queer o la nueva esclavitud sexual.

Según al artículo de Jutta Burggraf “Varón y mujer: ¿naturaleza o cultura?”,


la denominada Teoría Queer se fundamenta en la ideología de género
(gender), en la que “la masculinidad y la feminidad no estarían
determinadas fundamentalmente por la biología, sino más bien por la
cultura.”
Podríamos establecer una elemental correlación entre sexo-naturaleza y
entre género-lingüística, para intentar aproximarnos a esta nueva realidad,
es decir, la naturaleza llevaría a lo sexual y la lingüística determinaría el
género.
Ésta y otras ideologías sobre el género, como realidades surgidas en el
siglo XX, pueden sorprendernos desde cualquier punto de vista, pero mi
reflexión se quiere centrar en los principios cristianos que, considero, se
cuestionan y de qué manera estas teorías suponen una nueva y ampliada
visión de “esclavitud sexual”.
Estas visiones de la realidad ponen en tela de juicio valores cristianos
donde se fundan las doctrinas sobre los derechos humanos y la “dignidad
de la persona”. Así en la Instrucción “Dignitas Personae”i podemos leer: “La
Iglesia tiene la convicción de que la fe no sólo acoge y respeta lo que es
humano, sino que también lo purifica, lo eleva y lo perfecciona. Dios,
después de haber creado al hombre a su imagen y semejanza (cf. Gn 1,26),
ha calificado su criatura como «muy buena» (Gn 1,31), para más tarde
asumirla en el Hijo (cf. Jn 1,14). El Hijo de Dios, en el misterio de la
Encarnación, confirmó la dignidad del cuerpo y del alma que constituyen el
ser humano.”
Desde esta fundamental convicción, estas teorías y nuevas doctrinas de
género de alguna forma anulan el misterio de la caridad, sobre el que se
asienta la creación del varón y la mujer “a imagen y semejanza”.
La Cáritas, es decir el Amor de caridad que nos tiene el Padre, se refleja en
nuestra creación, y así resuena en las palabras de la carta a los Efesios 1,4;
“Él (Dios Padre) nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para
que fuésemos santos e intachables ante Él por la caridad.” Maravillosa
elocuencia del apóstol Pablo para indicar cual fue el “modelo creativo del
Padre”, del hombre (entendido como varón y mujer) que es Cristo.
Por tanto el desconocimiento de la dignidad de la persona es el
desconocimiento de Cristo y de su Cuerpo místico (al igual que para San
Jerónimo el desconocimiento de las Sagradas Escrituras suponía ignorar a
Cristo) porque también San Pablo fue más que adelantado al “asunto del
género”, para hacernos trascender de la esclavitud de la carne y nos
asombra al leer en Gálatas 3, 27-28 que “ya no hay… hombre ni mujer”
para hacernos comprender la integración del ser humano por la fe en el
Cristo¨; la realidad de un solo cuerpo, de una sola realidad espiritual por la
caridad, generando el misterio del Cuerpo místico de Cristo (comunión de
los santos).
Por tanto, creo que estas ideologías, al contrario que liberar, esclavizan al
hombre (varón-mujer), separándolo de sus hermanos, y estableciendo como
único vínculo entre ellos la sexualidad. Anulando también en el hombre
(varón-mujer) la necesidad de amarse a sí mismo para poder llegar al
prójimo, de tal forma que esta desvinculación con el amor al prójimo le cierra
toda posibilidad de llegar al Creador, toda vez que las dificultades de
aceptación de uno mismo, nos impiden liberarnos para llegar al prójimo, y
de ahí dar el salto al Amor que somos convocados y llamados.
La autora del artículo concluye que “cada persona está llamada a hacer algo
grande de su vida y sólo lo conseguirá si cumple una tarea previa: vivir en
paz con la propia naturaleza”. Es decir, vivir en armonía con la verdad
inimaginable de su propia creación.

Mari Carmen Benítez Jiménez.


Antropología Teológica.
i
Instrucción “Dignitas Personae”, 2008 de la Congregación para la doctrina de la fe.

También podría gustarte