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Jóvenes adultos

¿Está el temor interponiéndose en tu relación con


Dios?
Por Jamie Kathryn LeSueur
Revistas de la Iglesia

¿Cómo puedo cerrar la brecha que a veces siento entre mi Padre Celestial y yo?

¿Qué sucedería si tu relación con Dios fuera tan segura que pudieras confiar en Él al ciento por
ciento? Tal vez tendrías la fe para mover montañas (véase Mateo 17:20) o para decir a los ríos:
“Conviértete en tierra” (véase 1 Nefi 17:50).

Creo que ese tipo de relación con Dios es posible, pero siempre me he preguntado ¿es posible
para mí?

Atesoro mi relación con el Padre Celestial. Le dedico tiempo, esfuerzo y amor todos los días. Sin
embargo, a veces todavía siento que una enorme brecha me impide sentirme más cerca de Él. Es
una brecha que, hasta hace poco, no sabía cómo cerrar.

El temor daña las relaciones


He pasado la mayor parte de mi vida emocionalmente distanciada de las personas a las que amo.
Me gusta hacer amigos, pero nunca he sabido cómo dejar que las personas en verdad formen
parte de mi vida; aquello requiere exponerse y tener una relación más estrecha de lo que a mí me
resulta cómodo.

A lo largo de los años, me he sentido herida por relaciones frágiles, rotas o fallidas, así que el
riesgo de bajar la guardia para conectarme con las personas siempre me ha parecido peligroso.
Tardé mucho en admitirlo, pero uno de mis mayores temores es no bastarles a quienes sean
importante para mí, y que me abandonen.

Hace poco me di cuenta de que, en mi relación con Dios, a veces siento el mismo temor al
abandono.

Cuando leo en las Escrituras que se puede confiar en Dios, lo creo; sin embargo, en el momento
en que necesito confiar en Él, persiste algo de temor y me impide hacerlo por completo. El
presidente Thomas S. Monson (1927–2018) ilustra ese sentimiento: “Tal vez haya ocasiones en las
que se sientan separad[os], o incluso aislad[os] del Dador de toda buena dádiva; les preocupará
que caminan sol[os], y el temor reemplazará la fe”.
Al estudiar la forma en que el temor afecta mis relaciones, he descubierto algunas verdades que
me han ayudado a responder mejor ante el temor para poder tener esperanza y fortalecer
continuamente mi relación con Él y con los demás.

La importancia de confiar
En esta vida, todos deseamos relaciones seguras y confiables, especialmente, con el Padre
Celestial. Sin embargo, en ocasiones, el temor puede impedir que nos abramos a posibles
amistades, compañeros eternos e incluso al Padre Celestial. Podemos sentirnos amenazados por
todo tipo de cosas pero, la mayoría de las veces, el mayor temor proviene de la percepción de
que otras personas se apartan de nosotros, o de que lo harán en el futuro.

En mi caso, he notado que me torno obsesiva cuando espero que alguien que me gusta responda
mis mensajes de texto. Reviso constantemente el teléfono con la esperanza de que haya
respondido, ¡y siento ansiedad si no lo ha hecho! Otras veces, decido de modo irracional que
una determinada relación de noviazgo no vale el riesgo emocional de que salga herida o
desilusionada, así que la termino. Ambas reacciones corresponden a algo mucho más basado en
el temor que en la confianza.

Teniendo esto en cuenta, es lógico que reaccione de manera similar ante Dios cuando no pongo
toda mi confianza en Él, y dejo que el temor y la duda determinen mis actos. Sin embargo, como
aprendemos en Proverbios, siempre podemos “conf[iar] en Jehová con todo [nuestro] corazón, y
no apoy[arnos] en [nuestra] propia prudencia” (véase Proverbios 3:5).

Establecer expectativas saludables


Todos podemos entablar relaciones más seguras y saludables, y algo que me ayuda a hacerlo es
establecer expectativas realistas. Cuando ambas partes de una relación tienen expectativas
realistas y sinceras, es menos probable que sientan que las acciones (o inacciones) de la otra
persona ponen en peligro la relación.

A veces tenemos expectativas equivocadas en cuanto al modo en que Dios obrará en nuestra
vida, y dichas expectativas a menudo son la razón por la que sentimos que no podemos confiar
en Él, porque no se manifiesta de la forma que esperamos o queremos que lo haga. Tal vez
comencemos a sentirnos frustrados, inseguros o temerosos de que Él no esté para ayudarnos, de
que no nos ame o de que no cumpla Sus promesas.

Tal vez reaccionemos con ansiedad, o empecemos a basar nuestra fe en el cumplimiento de las
bendiciones que creemos que merecemos o en los resultados que consideramos mejores para
nosotros. O quizás actuemos de manera huidiza: dejamos de leer las Escrituras o de orar para
pedir Su guía pues preferimos confiar en nuestra propia fuerza.

Todas estas actitudes son barreras que nos impiden sentir verdaderamente el perfecto amor del
Padre Celestial y corresponderlo.
En estos casos, somos nosotros los que tenemos que reevaluar nuestras expectativas y nuestro
comportamiento. En lugar de decirle a Dios cómo se supone que debe ayudarnos, es mejor
aprender cómo obra Él. Tal como enseñó el élder D. Todd Christofferson, del Cuórum de los
Doce Apóstoles: “Es realmente una insensatez que nosotros, con nuestra miopía terrenal,
supongamos que podemos juzgar a Dios, al pensar, por ejemplo: ‘No soy feliz, así que Dios debe
estar haciendo algo mal’”.

Los convenios edifican la confianza


Para desarrollar la confianza en nuestra relación con el Padre Celestial, podemos volvernos a
nuestros convenios. Los convenios explican claramente lo que Él espera de nosotros y, al
esforzarnos con diligencia por cumplir nuestras promesas, hacemos nuestra parte para generar
confianza en esta relación divina.

Los convenios son evidencia de que Dios nos ama y está comprometido con nosotros; de que
nada puede separarnos de Él ni de Su amor (véase Romanos 8:38–39) a medida que
continuemos buscándolo y nos arrepintamos cada día. Al ver por nosotros mismos que Él
cumple Sus promesas cuando nosotros cumplimos las que le hicimos, recibimos la tranquilidad
de que podemos confiar plenamente en Él.

Reconocer que Dios cumple Sus convenios requiere observancia, reflexión y fe. Si tienes
dificultades para verlo en tu vida, considera las siguientes maneras en las que Él ha prometido
bendecirte conforme tú hagas y guardes convenios:

Alivio de los fracasos, el pesar y el remordimiento.

“Mayor conocimiento sobre los propósitos y enseñanzas del Señor”.

Fortaleza contra las tentaciones.

“Mayor esperanza, consuelo y paz”.

Una relación más estrecha y poderosa con el Salvador.

Fortaleza para alcanzar todo nuestro potencial.

Gozo e impresiones espirituales.

“Inspiración y motivación ilimitadas”.

Al procurar con toda intención esas bendiciones, me he dado cuenta de que Dios siempre me
guía y cumple Sus promesas, tal como siempre ha prometido, y eso me ayuda a confiar con
seguridad en que Él sí me acompañará cuando yo lo necesite. “Porque él cumplirá todas las
promesas que te haga, pues ha cumplido sus promesas que él ha hecho a nuestros padres” (Alma
37:17).

En mi vida, no todas las relaciones han funcionado, y las relaciones fallidas me han hecho temer
volver a intentarlo, pero creo que todos podemos superar nuestros temores al practicar cómo
edificar la confianza y esforzarnos por comprender el poder espiritual que proviene de nuestra
relación por convenio con Dios.
Tengo esperanzas de encontrar algún día un compañero eterno y de seguir edificando
maravillosas relaciones con los demás gracias a lo que estoy aprendiendo acerca de guardar los
convenios que he hecho con Él. Tal como enseño el élder Christofferson: “En definitiva, lo que
buscamos es la bendición de una relación estrecha y duradera con el Padre y el Hijo; esto marca
la diferencia por completo y el costo merece la pena por toda la eternidad […].
[I]ndependientemente de lo que pueda conllevar nuestra experiencia terrenal, podemos confiar
en Dios y hallar gozo en Él”.

Al aferrarnos continuamente a nuestros convenios, podemos sentir la seguridad habilitadora de


la confianza mutua y del amor perfecto en nuestra relación con el Padre Celestial.

¿Cómo es tu relación con Dios?


Prueba con esta autoevaluación. Califica cada enunciado en una escala del 1 al 5 (1 = nunca y 5 = casi siempre).

Confío en que Dios me ama y desea lo mejor para mí, incluso cuando atravieso pruebas.

Tengo fe en que Dios ha contestado y continuará contestando mis oraciones.

No guardo resentimientos hacia Dios por mis sueños y metas que no se han cumplido.

Acepto que, a veces, la voluntad de Dios es diferente a la mía, por lo que recibir una respuesta que no sea la que
yo quiero no significa que se pierda la confianza.

Creo que Dios honrará todas las promesas de mi bendición patriarcal.

Permanezco cerca de Dios aun cuando no entiendo todos Sus caminos y enseñanzas.

Acudo a Dios en busca de fortaleza cuando soy débil, en lugar de tratar de hacer las cosas por mí mismo.

Sé que Dios me ayudará en mis momentos de necesidad.

Si sientes que tu relación con Él podría ser más fuerte, trata de dedicar más tiempo a entender Su naturaleza y Sus
promesas, y a guardar tus convenios. Pregunta al Padre Celestial qué puedes hacer para cumplir mejor tus
convenios, y dedica tiempo a ver las maneras en las que Él te bendice por ello.

Jamie Kathryn LeSueur ha sido pasante de la publicación semanal para jóvenes adultos. Como escritora, le encanta
valerse del bolígrafo y el papel para examinar sus propios pensamientos. También le encanta practicar yoga y
actualmente entrena para su primer maratón. Cada día agradece el milagro de tener un cuerpo físico y se siente
bendecida por haber sido creada a la imagen de Dios.

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