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Una historia corta

de la Serie
Royally
Traducido por:
Compartiendo Lecturas (Blog)

La presente traducción tiene como objetivo fomentar la lectura


de autores, cuyas obras no son traducidas al idioma español.

Se concibe sin fines de lucro, ya que los traductores no reciben


erogación alguna por su tarea, sino que son lectores, que al leer la
obra en el idioma original, desean compartir las vivencias y
sentimientos que les transmitió el autor a través de su creación.

Si tienes la posibilidad adquiere sus libros, para apoyar al autor,


incluso si tienes conocimiento que la obra está siendo
comercializada por el autor, en español, no dudes en comunicarte,
para que la misma sea retirada del blog.
-Es increible.

-Es curioso.

-Es fascinante. Mírala.

Mi hermano, Nicholas, gesticula hacia mi hija, Jane, en el extremo más


alejado del dorado y brillante salón de baile.

A los diecinueve años de edad, Jane heredó de Sarah la belleza y la figura,


cabello oscuro en cascada, una cara encantadora, largas y esbeltas
extremidades, brillantes ojos marrones con vetas de mi verde. Ella sonríe y se
mezcla con la prensa, a medida que se desliza hacia el estrado para responder
preguntas sobre el fondo de becas recién creado en honor de mi abuela, la
reina Lenora.

Pero su personalidad y comportamiento son claramente diferentes a los de


Sarah. O mio.

-Es equilibrada, segura de sí misma, incluso dominante, - dice Nicholas


mientras ella sube al estrado, con la espalda recta, la personificación misma de
la realeza en acción. - No es como éramos nosotros a su edad.

-Lo sé - respondo, aturdido. - Cada responsabilidad que le doy, cada deber, lo


absorbe como una esponja. Se enriquece.

-Mmm. - Nicholas gruñe. - Todos tus años de irreflexión, toda la dulzura de


Sarah, y no sé como, ustedes dos lograron dar a luz a ...

-La abuela. - Termino por él.

-Sí.

Es lo más maldito.

-Aunque será una gran reina. - Nicholas ofrece.


-Si. - Asiento, con orgullo. Pero entonces frunzo el ceño. - Es horrible pero
voy a estar muerto para poder verlo.

Mi hermano sonríe. - Puedes retirarte cuando seas un poco mayor. Abdicar.


Vivir tus años dorados lejos de los dolores de cabeza de la capital y de la
política, en una de las haciendas, con tu esposa.

Sacudo la cabeza. - Nah. Habría demasiadas comparaciones. Demasiados


cuestionamientos sobre sus decisiones y las que hubiera tomado yo, en su
lugar. No le haré eso a ella. Cuando Jane tome el trono será suyo y solo suyo.

Cuando Jane comienza a contestar preguntas, volvemos nuestra silenciosa


atención hacia ella. Hasta que mi cuñada se escabulle en la habitación y pasa
al lado de mi hermano. Llevaba un brillante, vestido rojo largo hasta la rodilla
y sandalias de tiras con tacos, su cabello era una masa de rizos salvajes color
negro. Aún al final de los cuarenta años, no podía describirse como algo
menos que un completo bombón.

-Oigan, chicos.

-Luces encantadora, Olive.

Ella me da una sonrisa radiante. -Gracias, Henry. Es noche de citas. Cita de


fin de semana, en realidad. Mueve la mano al brazo de mi hermano
cariñosamente. - Vamos a Cannes y no puedo esperar. - Olivia mira el rostro
de Nicholas y su sonrisa se tambalea. - ¿No lo olvidaste, verdad? Dime que no
lo olvidaste, Nicholas.

Vivieron la primera mitad de su matrimonio en los estados -New York- con


frecuentes y largas visitas a Wessco. Hasta que la abuela se enfermó. Y el día
en que fui coronado Rey, le pedí, le supliqué, a mi hermano que se mudara
con su familia de vuelta a casa, para convertirse en mi primer Consejero
Real. Sabía que era mucho pedir, pero lo necesitaba. Después de discutirlo
con Olivia, él estuvo de acuerdo y aunque tienen su propia finca, viven la
mayoría del año en sus apartamentos, aquí en el Palacio.

Nicholas sonríe maliciosamente y envuelve el brazo alrededor de la cintura de


su esposa, acercándola. - ¿Dos gloriosos días solos con mi estupenda
esposa? Incluso si yo estuviera senil no podría olvidar eso. Lo he estado
esperando durante semanas. Mis maletas ya están en el coche.

La sonrisa de Olivia regresa con toda su fuerza. Luego mira hacia mi hija. -
Janey se ve genial. - Y entonces ríe. - Dios, me recuerda a tu abuela.

Ese parece ser el tema del día.


Nicholas mira su reloj. - Debemos movernos. - Asiente, golpeando mi brazo.
– Henry.

Ninguno de ellos se inclina, ni quiero que lo hagan, eso sería jodidamente


incómodo para nosotros.

-Pasen un buen fin de semana, los dos.

Después que ellos salen discretamente, cruzo mis brazos sobre mi pecho, me
inclino contra la pared y veo a Jane hacer lo que hace tan bien.

Hasta que un reportero comienza una pregunta con - Lady Jane…

Y mi primogénita lo interrumpe, enérgicamente.

-Princesa.

-Lo siento, - dice el reportero

Jane suspira, rápida e impaciente. - Soy la princesa heredera de Wessco, la


heredera natural, lo que significa que cuando te dirijas a mí, deberás hacerlo
como Princesa Jane o Su Alteza Real. Tal vez, un día cuando puedas hacerlo
bien, pueda rebajarme a responder tu pregunta.

Oh chico

Ella vuelve la cabeza hacia el resto de la multitud. - Siguiente.

El mismo reportero levanta la mano tentativamente. - Princesa Jane ...

-Uh-uh, - Jane alza su dedo, como un maestro de escuela con voz aguda
regañando a un alumno travieso. – Sin interrumpir. Silencio. - Lo despide de
nuevo. - Siguiente.

Me asaltan una docena de recuerdos de mi adolescencia llegan, y me


estremezco.

Es completamente espeluznante.
Más tarde, me siento detrás del escritorio de la Oficina Real, una pintura de mi
orgullosa y elegante abuela con su corona y túnica cuelga en la pared detrás
mio. Me consuela su presencia, es como si estuviera aquí conmigo,
sosteniendo mi espalda como siempre lo hizo, a su manera. La justa
valoración de su apoyo y guía, realmente no me impactó hasta que se fue.

Y la echaba tanto de menos ... todavía lo hago.

Alguien golpea la puerta.

-Adelante.

Mi hija mayor mete la cabeza. - ¿Querías verme, papá?

Dejé a un lado el documento que estaba revisando. - Sí, cariño. Siéntate.

Sus pantalones negros de diseñador hacen un sonido chillón mientras se


desliza en la oficina. Ella se sienta en la silla que esta frente a mí, doblando
sus piernas, con su cara serena y sonriente.

-Quería hablar contigo sobre la conferencia de prensa.

-¿Fue fantástica, verdad? - Los ojos de Jane miran al cuadro. - Creo que la
abuelita estaría encantada que hayamoa creado, en su honor, otra causa digna.

Sonrío forzadamente. - Sí, lo estaría. En general, lo hiciste muy bien, Jane ...
estoy orgulloso de ti.

Su bonita cabeza se inclina. - ¿En general?

-Bueno ... hubo esa interacción, con el periodista que te abordó


incorrectamente. Quería discutir eso contigo.

-¿Qué cosa?

-Podrías haberlo dejado pasar.

Ella se encoge de hombros. - Pero yo tenía razón. Él estaba


equivocado. Ahora lo sabe para la próxima vez.

Esto va a ser más difícil de lo que pensaba.

-Mientras que eso es técnicamente cierto, tu respuesta salió más bien como ...-
Me doblo la mano, buscando la palabra correcta. con soberbia.
Su ceja frunce. - Pero yo ... tengo derecho. Ese es el punto, ¿no? Has sucedido
a la bisabuela y yo te sucederé. Tengo derecho a la posición, por nacimiento.
Eso es lo que significa ser la heredera.

Me río. Porque hace que suene tan simple.

-No serías la heredera si tu tío no hubiera abdicado.

-Pero él abdicó, como debía. No lo quería. Mis primos están contentos por
eso. No lo hubieran querido, tampoco. Yo, sí. ¿Por qué no debería actuar así?

-Sólo porque puedes decir algo, no significa que debas hacerlo. Eres la
princesa heredera, tu actitud nos afecta a todos nosotros. Debes comportarte, -
Me ahogo cuando pronuncio la siguiente palabra, - ... correctamente.

Luego miro el techo y me preparo para el rayo que seguramente bajará del
cielo y me golpeará el culo. Por ... la ironía.

Como no viene, continúo.

-Deberías ser humilde, Jane. Mostrar gratitud.

Mi hija se burla. - ¿Por qué un periodista merece mi gratitud?

-Se merece tu respeto. Todos ellos son nuestros súbditos, nuestros ciudadanos.

Rueda los ojos. Insolente, y no de una manera agradable.

-Solía pensar que tampoco necesitaba la prensa, y me equivoqué. Cuando


llegue tu día, esto será mucho más fácil para ti si la prensa y la gente están a tu
lado.

Y ahora ella resopla. Y dobla los brazos tristemente.

Cuando nuestros hijos eran chicos, Sarah y yo nos manifestamos en contra de


los azotes, no era como queríamos educarlos. Ahora estoy pensando que
estuvimos equivocados en el caso de Jane, ella heredó mi irritante terquedad.
Probablemente deberíamos haberle dado alguna palmada, al menos unas
pocas.

-Estás haciendo una gran cosa de la nada, papá.

La señalo. - El hecho de que pienses así es exactamente lo que me preocupa.


-La gente no tendrá otro lado en el que estar, sino del mío. Cuando sea Reina,
les gustará o en lo que a mi respecta, pueden irse al infierno.

Guau. Santa mierda, guau.

Me quedo boquiabierto.

Esto es lo que Obi-Wan debe haber sentido cuando Anakin pasó al maldito
lado oscuro.

-Podría haber protestas contra ti. Luchar para derrocarte.

Ella agita su mano. - Las revoluciones ya no tienen éxito.

Alzo la voz. Con frustración y también preocupación. Por mi querida hija que
piensa que lo sabe todo, cuando en realidad sabe muy poco.

-Con éxito o no, ¿por qué querrías gobernar un pueblo que está abiertamente
sublevado contra ti? ¿Por qué piensas que podrías?

Ella se encoge de hombros de nuevo. -Tendré a los militares conmigo.


Seguirán mis órdenes, y seré lo suficientemente inteligente para detener
cualquier rebelión antes de que comience.

Suena como un hermoso, pequeño monstruo.

-Y eso, querida muchacha, se llama dictadura. Eso nunca termina bien. Para
nadie.

Froto mi mano sobre mi cara y respiro hondo.

-El hecho de que tú eres la única opción de la gente es la razón por la que
debes ver esta posición como un honor. Un servicio. Un deber sagrado, Jane.

Sus rasgos se suavizan, pasando de la terquedad a la reflexión. Y creo que tal


vez, sólo tal vez, lo estoy logrando.

-Hay una confianza entre el gobierno y su gente. Un acuerdo. Los gobernamos


porque nos permiten Y eso depende de que la monarquía ponga el bienestar de
la gente por encima de todo, aún sobre nosotros mismos. El bien del país
siempre debe eatar en primer lugar. El día que olvides eso, será el día que no
merezcas llevar la corona; el derecho no valdrá nada.

A veces, puedo sonar como abuela también.


Jane saca el teléfono de su bolsillo y empieza a escribir rápidamente.

-¿Qué estás haciendo?

-Estoy escribiendo esto. Es un consejo excelente.

La tensión en mis hombros empieza a ceder. Hasta…

-Quiero asegurarme que mi biógrafo lo incluya.

Oh, por el amor de Dios.

-Jane ...

-No, entiendo. Tienes razón. Lo haré mejor. Voy a tomar todo esto en serio,
papá.

- Ella me hace una preciosa, sonrisa encantandora. - Tengo mucha suerte de


que seas tan sabio.

Ahora soy yo quien rueda los ojos. - No me trates con condescendencia. Yo lo


fui con los mejores, antes que tú nacieras.

Ella asiente con dulzura. - Por supuesto que sí. Lo entiendo, - aparta el
teléfono - ¿Algo más? Sasha, Mellie y yo vamos el fin de semana a Mónaco.
No quiero llegar tarde.

-No. - Suspiro. - Supongo que eso es todo por ahora. ¿Quieres que le diga a
seguridad que te acompañe vestidos de civil?

Frunce su ceja. - ¿Por qué?

-Moverte en público será más fácil si no es obvio que eres quien eres.

Jane parece genuinamente confundida. - Pero me gusta ser yo. ¿Por qué
querría fingir ser otra?

Me pellizco el puente de la nariz. - Echa un vistazo a los libros de historia, los


miembros de la familia real que disfrutaron siendo ellos mismos, no son
recordados amablemente. Y hay una razón para eso.

Lentamente ella asiente, jugando a estar de acuerdo conmigo.

Inventé eso también.


-Estoy muy contenta de haber tenido esta charla, papá.

Entonces se levanta, viene alrededor del escritorio y me abraza, besando mi


mejilla. - Te amo.

La abrazo de nuevo, añorando que vuelva a ser una niña, cuando todo era
mucho más fácil.

-Yo también te quiero, Janey. Sé buena y cuídate.

-Lo haré. - Se levanta y me acaricia el hombro. - Hablaremos de nuevo pronto.

Y quiero golpearme la frente en el escritorio.

En cambio, después que la luz de mis ojos, se va alegremente y cierra la


puerta detrás de ella, hago girar en mi silla para mirar el cuadro de la abuela.
Su ceja parece más elevada que antes, su sonrisa más presumida.

-¿Estás disfrutando de esto, no?, - Le pregunto.

Y casi puedo escuchar su respuesta.

No es tan fácil, ¿verdad, muchacho?

-Adelante, riéte. - Levanto mi taza de té, brindando. – Riéte.

La siguiente vez que levanto la vista del trabajo de mi escritorio, está oscuro
afuera, son casi las nueve. La mayoría de los días trato de cenar con Sarah y
nuestros hijos que no están en el internado. Pero cuando no puedo, Sarah me
espera, así podemos cenar juntos.

Me retiro, deseándole a mi secretario personal, el viejo Christopher, una


agradable velada mientras camino junto a su escritorio y voy al encuentro de
mi esposa A esta hora de la noche, no tengo que buscar mucho, sólo hay un
lugar donde estará.

Oigo sus voces antes de llegar a la puerta del cuarto de los niños, y la
comisura de mi boca automáticamente se curva en la mejor sonrisa.
-... y luego James subió de nuevo al pegajoso, super melocotón listo para
visitar lugares más increíbles y ver las cosas más extraordinarias.

Se escucha el eco del chasquido de un libro que se cierra, antes de que una
pequeña voz se oponga.

-¡Espera! No puedes parar ahí, tengo que saber qué pasa.

-Ese es el final del capítulo, Gilly - dice Sarah con su tono suave. -
Descubrirás qué sucede mañana.

Gilbert, el más chico, cumplirá seis en dos semanas. Si Jane era nuestra bebé
de la luna de miel, bien ... un poquito antes de la luna de miel, si soy honesto,
Gil fue nuestra sorpresa. Sara tenía cuarenta y tres años cuando dio a luz,
aunque el médico dijo que tenía el útero de una chica de veintiún años. Jane,
que tenía catorce años y Edward, nuestro segundo hijo, un año más chico que
ella, se mortificaron por la noticia de que otro hermano estaba en camino. Nos
llamaron monstruos de la naturaleza, los ingratos. Mientras sus hermanitas, la
tranquila Margaret y la feliz Isabel, que tenían diez y ocho años,
respectivamente, en aquel momento, no sabían de qué se trataba todo aquello.

Y sí, yo estaba tan orgulloso como un viril pavo real, había noqueado a mi
esposa maravillosamente tan cerca de la mediana edad. Resultó que el último
embarazo fue el más fácil para Sarah, no tenía náuseas matutinas, tenía más
energía, insaciable impulso sexual ... yo estaba jodidamente extasiado en
cuanto a esa parte también.

Espío por la puerta justo a tiempo para ver a mi hijo arrojarse de nuevo sobre
la alfombra blanca dramáticamente, con los brazos extendidos, su cabello
rubio ondulado y salvaje.

-¡Mañana es mucho tiempo! ¡No puedo esperar!

Eso suena familiar.

Gilbert se parece más a mí que cualquiera de los demás, enérgico,


travieso. Pero es una alegría.

Todos lo son.

Cuando no nos están dando migrañas.

-Por favor, mamá. Un capitulo más ... por favooooor.


Cuando Sarah suspira, sé que está a punto de ceder. Y no soy el único que lo
percibe.

-Príncipe Gilbert, no molestes a tu pobre madre. O ruegues, o te quejes. Es


indigno de ti. – La nanny Alice camina desde la habitación contigua, su cara
es severa y tiene un fuerte acento irlandés. - Tienes una lección mañana
temprano. - Aplaude con sus manos, rápidas y agudas.- A la cama, ahora.

Toda la cara entera de Gilbert se frunce en una mueca, y es realmente


adorable.

-¡Nanny! ¡Ella iba a decir que sí! - Él agita su mano, con su pulgar y la punta
del dedo índice, apretados. - Estaba tan cerca y lo arruinaste.

Los labios de Alice se fruncen con amargura. – Eres la debilidad de tu mamá


y por eso me conservan, porque no me agradas para nada.

Gilbert se ríe como si fuera la cosa más tonta que jamás haya escuchado. La
niñera Alice lo adora y él lo sabe, pero, afortunadamente para nosotros, ella no
deja que el más pequeño de todos logre todo lo que quiere.

Mientras Gil sube a su cama, paso a la habitación.

-Su Gracia. - Nanny se inclina rápidamente.

Asiento con la cabeza. - Gracias, Alice.

Ella atenúa las luces antes de salir mientras nos damos las buenas
noches. Deslizo mi mano a lo largo de la espalda de Sarah y avanzamos hacia
la cama.

Parpadeando hacia nosotros, Gilbert bosteza. - ¿Podemos plantar un árbol de


melocotón?

Oigo la sonrisa en la voz de Sarah. – Si, podemos. Sé en que lugar.

-Papi, ¿podemos jugar al rugby mañana? He estado practicando y quiero


mostrarte.

Rozo los dedos a través de su pelo loco. Nuestros pequeños salvajes.

-Haré que Nanny Alice te lleve a mi oficina después de tu lección de la


mañana y saldremos al patio para jugar un poco, entonces.

Bosteza de nuevo, más largo esta vez.


-Realmente me gusta la historia del super melocotón. ¿Crees que yo podría
escribir una historia así?

Sarah se inclina sobre nuestro chico, con voz baja. - Puedes hacer lo que
quieras, cualquier cosa, siempre y cuando seas bueno y honesto y te esfuerces.
– Se abalanza sobre su frente y mejillas dándole besos, rozando su nariz
contra la suya. - Buenas noches, mi pequeño amor.

Y entonces es mi turno.

-Duerme bien, dulce muchacho. Te amamos.

Se aleja de nosotros, de lado, enrollando su almohada en una montañita debajo


de su cabeza.

Y con mi brazo alrededor de los hombros de Sarah, la guío por la puerta, por
el largo e interminable pasillo a nuestras habitaciones.

Es una noche suave por lo que cenamos en el balcón, bajo el cielo negro
manchado con estrellas centelleantes, en una mesa preparada con porcelana
para dos. Esta vez con Sarah sola, es la mejor parte de mi día, de cualquier
día, punto final.

La luz de las velas bailan a través de su cara que hace sombras rosadas y
naranja, suaves y me sorprenden no solo por lo absolutamente bella que sigue
siendo, sino que se mantiene igual, constante. Cómo ha podido conservar su
fuerza silenciosa y la inocencia esperanzadora de siempre a pesar de las
traiciones, del mundo político desagradable en que le tocó vivir.

Después de comer, le cuento mi conversación con Jane, frotando mis sienes


mientras lo relato.

-Ella habló dando vueltas sobre lo mismo, lo juro. Es casi castrante.

Sarah se ríe y me da "la mirada", la que amo. Una pequeña sonrisa, un suave
movimiento de cabeza.
-Ella habla dando rodeos porque se lo permites. Porque en el fondo estás
encantado por lo lista, testaruda, fuerte y rápida que puede ser. Como tu
abuela. Adoras eso de ella.

Inhalo cuando me doy cuenta que estoy siendo desafiado. Luego miro la
servilleta arrugada sobre la mesa.

-Ella está consentida, Sarah. - Confieso en un susurro. - No hasta el punto de


ser una causa perdida, pero ...

Mi esposa asiente y endereza la espalda.

-Jane nació bendecida, hermosa, inteligente. Ha sido criada en el lujo y el


privilegio por una familia que la ama completamente. Nunca ha conocido las
dificultades ni la tragedia. Ella ha sido tratada con deferencia por todo el
mundo a su alrededor, y tiene más poder de lo que cualquier chica de
diecinueve años de edad debería tener. Me sorprendería que no sea una
malcriada.

-¡Pero no estamos criando una hija! Estamos criando una reina. Y todo esto se
me ocurrió hoy, no creo estemos haciendo un trabajo muy bueno, - digo
miserablemente. - No me di cuenta de lo difícil que ... es. Una cuerda floja.

Y tengo un nivel completamente nuevo de respeto a la abuelita porque Dios


sabe que, Nicholas y yo, no se lo hicimos fácil a ella.

Sarah juega con el borde de su copa de vino pensativamente. - No creo que


sea el tipo de tarea que se supone que es fácil. Siempre hemos intentado
protegerlos de las duras realidades de la vida. Jane sabe, lógicamente, que es
más afortunada que casi cualquier otra persona en el mundo. Pero hay una
diferencia entre saber eso, y verlo con sus propios ojos. Comprender
verdaderamente el sufrimiento que otras personas experimentan en el mundo e
incluso en su propio país. Tal vez, la hemos protegido demasiado. Sam y
Elizabeth envían a sus hijos a misiones caritativas cada verano. Han hecho
trabajo en todo tipo de lugares ... tal vez es hora de que hagamos lo mismo
con Jane.

Sacudo la cabeza. - Nuestros hijos son diferentes. Son objetivos, todos lo


somos, aprendimos eso de la manera más difícil, hace años.

-No lo he olvidado.

-No me gusta ponerlos allí, en peligro. Innecesariamente.


Sarah inclina la cabeza, mirándome. - Pero estás bien con ponerte a tí allí.

-No es lo mismo.

-Pero, ahora, es lo mismo. Un día Jane será como tú, ella se sentará donde te
sientas, se enfrentará con los mismos ensayos y opciones que enfrentas. Sería
cruel y peligroso no prepararla para eso. Tenemos suerte que todavía vive aquí
con nosotros, que apenas está en su primer año en la Universidad. Pero el
tiempo pasa rápidamente y en poco, se nos escapará de las manos, Henry. Sus
opiniones serán irrefutables y no podremos influenciarla. Si nosotros tenemos
alguna esperanza de replantear sus puntos de vista, me temo que tiene que ser
ahora ... o nunca.

Me froto la parte de atrás de mi cuello y miro a mi esposa por unos momentos.


-Tienes razón. - Me río, sacudiendo la cabeza. - Por supuesto, tienes razón.
Siempre fuiste la luchadora.

Ella sonríe suavemente. Recordando. - No siempre.

Sarah se acerca a la mesa para tomar mi mano, y se la doy sin dudarlo. - Pero
sostuviste tu promesa. Me mantuviste a salvo para poder ser valiente. Y no
tengo duda de que harás lo mismo por nuestra hija. - Ella me aprieta la
mano. -No tengo dudas de eso, Henry.

No es la primera vez, que veo en la encantadora cara de Sarah, la absoluta,


incondicional confianza en sus oscuros ojos ... y sé, en mi interior, que estaría
jodidamente perdido sin ella. Yo no sería nada. Menos que nada.

Inclinándome hacia adelante, llevo su pequeña mano a mis labios. Entonces la


acunco en las dos. – Mañana voy a llamar a Sam.

-Pero ¿por qué tenemos tantos?


La voz de Henry me llega desde el baño donde acaba de ducharse, continuaba,
más ligeramente, la conversación que empezó en la cena. Usando un camisón
de seda rosa y marfil, me siento en el tocador, me saco las gafas, y froto la
crema hidratante en las mejillas, dando golpecitos debajo de mis ojos.

Mi marido entra, desnudo, en el dormitorio dejando una nube de vapor


flotando detrás de él, se frota una toalla a través de sus anchos hombros y
cabeza húmeda. El personal no entra en nuestras habitaciones sin
anunciarse. Eso fue prohibido durante las primeras semanas de nuestro
matrimonio, cuando el valet de Henry entró en uno de nuestros ...
juguetones... momentos.

Henry pensó que todo era hilarante, pero no pude mirar al pobre hombre a la
cara durante un mes. Asi que, mi marido le dio al personal instrucciones
estrictas de no entrar en nuestras habitaciones sin llamar, en cualquier
momento del día, a menos que el palacio estuviera ardiendo en llamas.

Hay aposentos para la reina cerca de estas habitaciones, pero nunca los hemos
usado. Henry no me permitiría dormir en cualquier lugar que no sea a su lado.
O como si yo, alguna vez, quisiera. A veces, todavía no puedo creer que sea
real, que esta sea mi vida. El más milagroso felices para siempre.

-Quiero decir, ¿por qué pensamos que tener cinco sería de alguna manera una
buena idea? No recuerdo haberlo conversado. ¿Tú si?

Miro por encima de mi hombro, mis ojos se arrastran de sus dedos de los pies
a sus ojos de color verde salvaje. Henry fue coronado a los cuarenta años, un
Rey joven desde todo punto de vista. Él cumplirá cincuenta este verano, y ya
se están planeando las fiestas más grandes para celebrar la ocasión. Pero,
además, de las atractivas pinceladas gris claro que se mezclan con los pelos
rubios de su pecho, él todavía está fuerte y provocador en todas los lugares
correctos.

Soy una chica afortunada y con suerte.

-No creo que conversar tenga nada que ver con eso. - Mi voz baja a un nivel
sensual cuando lo miro. - Fue más ... tú ... siempre me corrompiste
llevándome por el mal camino.

Escucha mi opinión y sus ojos se oscurecen. Tira la toalla a un lado y se


acerca a mí, una sucia sonrisa toma posesión de su boca.

-No es así como lo recuerdo. - Henry se inclina, detrás de mi silla, tirando de


la tira de mi camisón del hombro y besa el lugar ahora descubierto. Luego
puntúa cada palabra con otro pico caliente, subiendo hacia mi cuello. - Creo
que siempre has sido demasiado deliciosa para tu propio bien, amor.

Él arrastra su nariz, encima de mi oreja, provocándome piel de gallina con su


aliento, en mi sien. – Mmm, hueles increíble.

Entonces sus ojos ardientes se encuentran con los míos en el espejo. - Cristo,
mírate.

Gimo y cubro mi cara. - Uh, por favor no. - Dejo caer mis manos y me vuelvo
hacia él en la silla. - ¿Ves esas arrugas que me rodean los ojos cuando me
río? Me di cuenta el otro día, están allí todo el tiempo, ahora. Estoy muy vieja.

Él hace un sonido completamente de disgusto y me saca de la silla. - Esa es


una tontería de primera clase. - Con sus brazos alrededor de mí, se inclina
hacia atrás, mirándome.

-Estás tan hermosa como el día que te vi por primera vez en ese pub. - Él se
ríe entre dientes. - Cuando pegaste tu libro en mi cara y me dijiste que lo
oliera.

Me río, presionando mi frente contra su pecho. - Haces que suene sucio.

Siento sus labios en la parte superior de mi cabeza. - Me gusta pensar que era
sucio. El mejor juego previo. Ciertamente, me hizo entrar.

Henry pasa las manos por mi cabello, inclinándose hacia atrás, mirándome
con adoración. - Pero sabes que, estaba equivocado. No eres tan hermosa
como ese día. Ahora eres más exquisita.

Me besa la punta de la nariz.

-¿Más hermosa que cuando tenía veinticinco años?, - Pregunto dudosa.

-Oh, definitivamente. - Henry suspira, y me tira el pelo hacia atrás. - Eres una
mujer ahora. - Su nudillo acaricia mi mandíbula. - Una madre increíble, una
activista ...

Echo un vistazo, sonrojándome, pero Henry me persigue con su mirada.

-... una reina amada.

Mis ojos regresan a los suyos y sus cariñosos dedos acarician mi rostro.
Su voz es baja, áspera con suave sinceridad. - Ver que te conviertes en quien
eres ha sido el mayor privilegio de toda mi vida, Sarah.

La más dulce ternura llena mi garganta.

-Eres un rey. Estoy seguro de que se supone que ese es el mayor privilegio.

-No. - Henry sacude la cabeza, besando el interior de mi muñeca, donde su


nombre está grabado bajo mi piel. - No. Incluso más que eso.

Y la emoción, el amor profundo y todo lo que siento por este hombre, mi


maravilloso y precioso marido, mi querido Rey asombroso, se expande en mi
alma y mis ojos se inundan de lágrimas.

Me derrito contra él con un suspiro. - Oh, Henry.

Inclina su cabeza y toma mi boca en un beso caliente con pasión y exigencia.


Siento que sus brazos rodean mis caderas, levantándome y acercándome. Mis
manos se deslizan sobre sus hombros y mi cabello cae entre nosotros,
encerrándonos en un mundo mágico que es sólo suyo y mio, y nada más
puede alcanzarnos. Y nos saboreamos profundamente, nos besamos con la
alegría de la primera vez y la urgencia desesperada de la última.

Momentos más tarde, deslizo mis labios sobre su barbilla, acariciándole la


oreja.

Y susurro, - Así es como Gilbert llegó. Te dije que era culpa tuya.

Henry se ríe en mi cuello, diabólico e impenitente como siempre. Y luego me


lleva a la cama.

Fin…por ahora

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