Está en la página 1de 1

¡Chocolate! Una taza de sueños.

Febrero: Tanto tiempo sin estudiar, y preciso me pasa eso con la profe de inglés: tengo que
aprenderme este vocabulario y escuchar esos videos que ella me dio, ¿Para qué me servirá
aprender inglés? Más adelante lo veré … Ponerme a llorar en frente de esa muchacha; ella
muy amable, tan bonita, que sí quería escuchar una canción para relajarme. Marzo: En parte
mi esposo, Raúl, tiene razón: yo con 45 años, dos hijos, debería estar más pendiente de ellos;
yo ya tan vieja ¿para qué estudio? Pero es que ellos ya tienen su vida; yo me siento excluida,
ya no me necesitan tanto como cuando eran niños; no quiero ser una carga o un estorbo para
sus proyectos. Además, Raúl tiene razón en enojarse; se me hace tarde para hacer el almuerzo
y he descuidado los oficios de la finca. Abril: ¿Qué hago? Lo que la profe dice es cierto:
mis sueños también son importantes; Raúl Andrés, mi hijo, es Zootecnista; la producción
ganadera aumentó considerablemente después de que él se puso al frente y modernizó la
finca. Mi esposo hizo cursos de inseminación y tiene una buena entrada económica; yo
también quiero mi independencia financiera. Un día voy a pasar de depender de mi esposo a
depender de mi hijo.

Segundo año: Me levanté a las 3 a.m. Dejé hecho almuerzo y empaqué para llevar. Tengo
práctica en un cultivo de cacao. Mi esposo no me habla desde hace una semana; completé lo
del pasaje con huevos y aromáticas que vendí. Martha no quiso hacer el almuerzo porque
todos, incluidos los hombres de la casa, pueden cocinar. Horas más tarde: El olor del cacao
me enamoró; cansada, pero decidida a replicar esto en mi finca. Solo me dejan un pedazo de
loma que nadie ha podido cultivar porque toca arar a mano.

Quinto año: Han pasado tres años desde que comencé con el cultivo de cacao. Estos tres
meses hemos empezado a exportar a algunos sitios de Francia; he viajado para supervisar la
exportación tres veces. Busqué a la profe de inglés para practicar en los talleres y
matricularme a francés. A la UNAD y a su gente le debo no solamente este título. De hecho,
no son fabricantes de títulos, son fabricantes de oportunidades; gracias UNAD por ayudarme
a cumplir y vivir de mis sueños. Hoy con 48 años no me siento parte del inmobiliario de mi
casa, no tengo miedo a envejecer y no me siento vieja. Fue difícil pero siempre tuve una
mano amiga. La UNAD me enseñó que en cada taza de chocolate, el mundo toma mis sueños.
Felicidades graduandos, Más UNAD MÁS EQUIDAD.

También podría gustarte