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MÓDULO 4: INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA EN VIOLENCIA BASADA EN

GÉNERO

1. MODELO TERAPEUTICO SENSIBLE AL GÉNERO

Dentro del marco teórico de la psicoterapia, coexisten varios modelos terapéuticos. Podemos definir
un modelo como una estructura conceptual que contiene elementos teóricos y técnicos que
proporcionan instrumentos para abordar dichos elementos teóricos con el objetivo de procesar un
cambio. Epistemológicamente se pueden identificar en cada modelo niveles distintos:

• Nivel 1: Fundamentos y cosmovisión. La teoría género-sensitiva hace énfasis en que más


allá de las técnicas, lo importante es su filosofía

La orientación género sensitiva, se enfoca en la experiencia de la mujer que vive en situación de


violencia y considera la violencia como una consecuencia lógica de la condición de la mujer en la
sociedad. Por su parte, quien abusa es considerado responsable por sus acciones sin tomar en
cuenta el comportamiento de los demás miembros de la familia.

Ante esto, la orientación filosófica de la o el terapeuta es vital para generar las actitudes, valores y
posición frente al tratamiento. (Batres, 2009). Esta categoría, además, permite sacar del terreno
biológico lo que determina la diferencia entre los sexos y colocarlo en el terreno simbólico. La teoría
género-sensitiva también hace énfasis en que más allá de las técnicas, lo importante es su filosofía.
Para ello:

a) Se deben examinar en terapia las contradicciones inherentes al intento individual para


resolver conflictos, mientras se vive en un ambiente social que enseña los usos inapropiados
del poder y limita el acceso a los recursos basándose en el género.
b) Analiza los roles sexuales tradicionales y los roles de poder en las relaciones.
c) Apoya el análisis de la experiencia de discriminación, en los procesos dirigidos al cambio.
d) Afirma que los factores socioculturales basados en el género son la fuente de muchas
perturbaciones emocionales.
e) Que la desigualdad es una de las causas centrales de la violencia contra las mujeres.
f) Que la violencia cotidiana contra las mujeres es una estrategia de poder para someterlas

• Nivel 2: Las técnicas. Instrumentos que proporcionan e introducen los cambios


terapéuticos

Una actitud unidimensional en el abordaje del abuso sexual suele dejar lagunas, especialmente en
la comprensión de la etiología social de su ocurrencia que es la dificultad más frecuente entre
quienes se han formado en aspectos psicodinámicos puros, o viceversa. En todo caso, se corre el
riesgo de no responder a las necesidades de la persona sino a las exigencias de los terapeutas para
incrustarlas en su marco teórico.

Por lo tanto, en la terapia género – sensitiva se utilizan técnicas provenientes de diferentes modelos.
Particularmente, han demostrado ser útiles las cognitivo-conductuales, las cuales han sido
empleadas con éxito en tratamientos de personas traumatizadas. La labor puede realizarse de forma
individual y grupal, sin embargo, el tratamiento grupal estructurado facilita un proceso con alto nivel
de organización y de dirección, cuya ventaja radica en focalizar el tratamiento hacia las secuelas del
abuso (Batres, 2009).

1.2. La terapia género-sensitiva

La terapia género-sensitiva tiene valores y principios inherentes que la distinguen de otro tipo de
terapia, entre ellos es que, en la etiología de los trastornos clínicos, la subordinación de la mujer en
la sociedad se considera un factor relevante y el hecho de vivir en una sociedad discriminadora de
las mujeres, en la cual se tiene menos poder político, económico y social que los hombres, determina
en gran parte la salud de las mujeres. Otro valor es que impulsa el humanismo y la igualdad, proviene
de diferentes corrientes e integra los aspectos más benéficos de las mismas.

Otro de sus principios es la desmitificación del proceso terapéutico, lo cual puede hacerse invitando
a la víctima para que pregunte sobre su proceso, buscando conjuntamente, terapeuta-cliente/a, las
metas adecuadas del tratamiento, y los objetivos del proceso. Al inicio muchas mujeres se sienten
desconcertadas sobre todo quienes han estado acostumbradas a que otra persona tome las riendas
de su vida, o esperan que la/el terapeuta les salve con alguna fórmula mágica.

La inclusión de la reflexión alrededor de su posición en la sociedad y en la familia, le proporciona


una explicación más rica del origen de sus dificultades. Este análisis se ha llamado el “contexto
político de la terapia”. En esta forma de terapia, es importante la discusión de los dilemas femeninos,
sin embargo, esta es una impronta presente en todos los aspectos desarrollados durante el proceso,
es por ello que la socialización de las mujeres debe ser analizada en todos los enfoques terapéuticos.

Muchos dilemas en la vida de las mujeres, explican la interacción entre socialización femenina y las
respuestas específicas de las mujeres a su victimización. En efecto, alrededor de la sexualidad
femenina existen una serie de estereotipos y códigos sexuales que han sido adscritos como
femeninos en forma histórica, de la misma manera ha sucedido con los hombres, mediante sus
procesos de socialización.

Las mujeres, aún antes de nacer, ya tienen asignado en la sociedad lo prohibido y lo aceptado para
su género, empezando desde el color rosado hasta el matrimonio y la maternidad como destino.
Una serie de imperativos sociales ambivalentes recorren toda su formación. En las familias, los
mensajes ambivalentes son parte cotidiana, esto se ha descrito en familias con disfunciones, y se le
conoce como el “doble vínculo”. Concepto similar al de las paradojas de la lógica formal, p. ej. Ser
mujeres autosuficientes y al mismo tiempo el mensaje oculto ser incompleta o no exitosa si no se
ha formado una familia.

El placer femenino está ligado a la evaluación de otros/as, a las mujeres se le vigila el cuerpo y la
heterosexualidad a la norma de lo sano. Existen para los/as demás y como son frecuentemente
agraviadas sexualmente por conocidos/as y extraños/as, estos ultrajes darán como resultado una
lesión de la identidad femenina, pues es básico en la conformación de nuestra identidad el cómo se
experimenta el cuerpo. Esta dicotomía, entre lo que el cuerpo quisiera y lo que se le permite; esa
negación sistemática de sus necesidades y la presión de las demandas sociales, nos lleva a cargar un
cuerpo alienado, colonizado por los deseos masculinos. El cuerpo se convierte más en un enemigo
que en un aliado o en parte de una misma situación que se agrava en las mujeres victimizadas
sexualmente.
Los síndromes depresivos han sido reconocidos desde Hipócrates, pero el identificar que las mujeres
lo sufren en mayor medida es más reciente. Estudios demuestran que las depresiones afectan
principalmente a las mujeres y una razón por la cual éstas se deprimen más que los hombres, es por
tener menos fuentes de satisfacción, ser discriminadas.

Tal como se señalaba anteriormente, la socialización femenina se enfoca en el futuro papel de madre
y esposa, misma que también afirma que cuando adultas debemos ser parte y soporte de una
familia, cuidar a otros/as, limitándonos así en la definición y realización de nuestras aspiraciones y
autonomía, cuya transgresión provoca intensos sentimientos de culpa. La experiencia del enojo tan
prohibida para las mujeres es transformada en depresión o en síntoma. En las sobrevivientes de
abuso sexual e incesto, el enojo se disocia con frecuencia y aparece en estallidos interpretados como
inadecuados.

Otro dilema de las mujeres es la dependencia psicológica, la cual no puede desligarse de la


dependencia económica. La separación de una pareja donde el padre maltrata o es un padre
abusador de la/el hija/o, es para las mujeres un proceso difícil, amén de doloroso, significa a veces
la miseria. La pobreza por su parte, no nos libera de la violencia por el contrario es el caldo de cultivo
donde la posibilidad de victimización crece.

La dependencia femenina, tanto económica como psicológica, no es más que el resultado de la


socialización y la discriminación. A las mujeres se les asigna el papel de cuidadoras de nuestras/os
hijas/os y de soporte de los valores morales de la familia. Luego se les pide salir de los hogares
violentos a un mundo no conocido, totalmente desposeídas y vulnerables, a un mercado de trabajo
mal remunerado. Esta ideología afirmadora de que deben encargarse de las niñas y los niños, sin
importar el estado psicológico o económico, no brinda las facilidades necesarias para el cuidado de
las/os mismas/os y no permite que mujeres tengan acceso a su propia autonomía.

El fenómeno económico no es suficiente explicación en el caso de mujeres con profesión o dinero,


que se quedan en casa cuando son agredidas. Psicológicamente las mujeres han estado sujetas a
valorar la autoestima en relación con la clase de pareja escogida, quien se vuelve vital para
desarrollar desde la dependencia su propio ser.

Todas estas condiciones, definen también la participación en puestos de poder. Este espacio les es
limitado, aunque se llegue a ellos, sólo es posible practicar algunas de las acciones garantizadoras
del avance de la sociedad hacia la igualdad. A pesar de estas limitantes la lucha ya está planteada
para que sean en algún momento, sujetas del desarrollo y no objeto del mismo.

Los sistemas teóricos disponibles proveen interpretaciones parciales de la vida de las mujeres y a
menudo están muy lejos de proporcionar una mejor comprensión. La práctica terapéutica debe
devolverles el poder a las mujeres. Empoderar a las mujeres para que replanteen sus
comportamientos.

Culpar a las mujeres que viven en situación de violencia y amoldarlas a la subordinación, a través de
modelos funcionalistas y estructuralistas, vendiéndoles la idea de que disfrutarán sus ventajas, ha
sido una triste labor de la psiquiatría y la psicología. La terapia género-sensitiva con mujeres coloca
el comportamiento de la mujer en el contexto de la sociedad sexista y las diferencias de poder en la
familia y la sociedad. Sin embargo, la mujer siempre enfrentará en terapia un gran dilema, “un doble
vínculo”, ya que debe luchar por sus necesidades y al mismo tiempo por lo que le pide la sociedad.
El enojo estará entonces, inscrito en los sentimientos como resultado de estos dobles mensajes.
(Batres, 1997). La terapia género-sensitiva tiene como tema central el reconocimiento de que, para
las mujeres, vivir en una sociedad sexista, ha tenido un costo en su salud mental. Que la opresión
que ha vivido, basada en el género, la clase y la etnia, han generado grandes problemas en su
autoestima y en la falta de poder y autonomía.

Por lo tanto, esta terapia explica los roles exigidos a las mujeres, así como la relación con el sistema
socioeconómico en el que se insertan las mismas, en contraparte con otros enfoques que se centran
en el conflicto individual. Evita el uso de etiquetas de diagnóstico. El foco de la terapia es la opresión
genérica.

En este enfoque, se apoya la exploración de los recursos internos de las mujeres y su capacidad para
cuidarse. Explora varios estilos de vida y acepta las distintas orientaciones sexuales. Estimula la
adquisición de destrezas para una vida independiente. Analiza las diferencias de poder ejercidas
sobre ellas para ayudar a las mujeres a diferenciar las fuentes externas de opresión, de las internas.
Reconceptualiza los padecimientos para que las mujeres dejen de culparse a sí mismas o de aceptar
la violencia.

Sin embargo, es necesario y ético que las/os terapeutas géneros sensitivos examinen su estilo de
vida y sus propios estereotipos sexistas. Deben estar inmersos/as en un proceso continuo de
concientización y comprometerse con los esfuerzos sociales para lograr la equidad. El gran reto de
las mujeres en terapia es el cómo se convierten en personas en esta sociedad sexista. El gran reto
de las terapeutas es ayudarlas en la obtención de sus legítimos derechos, en esta sociedad misógina.

Muchos paradigmas deben ser modificados para evidenciar las desigualdades de género en el
estudio y práctica de la psicoterapia. Las modificaciones dependerán de la dinámica de la sociedad;
su avance en la eliminación de las inequidades de género y la toma de conciencia de que la
desigualdad conduce a la violencia.

1.3. El papel del/la terapeuta

Algunas características deseables para el perfil de un (una) terapeuta en el tema de la violencia de


género, son:

a) Haber recibido entrenamiento en la perspectiva de género y dinámica del ciclo de la


violencia.
b) Haber trabajado el tema del poder.
c) Saber lidiar con su dolor.
d) Conocer los límites y reglas que protegen a las mujeres durante la relación grupal o
individual.
e) Aceptar que el incesto y el abuso sexual contra las niñas y los niños, la violencia contra las
mujeres son delitos.
f) Admitir la validez del trabajo en grupo.
g) Sentir comodidad al tratar aspectos de la socialización y discriminación.
h) Promover un cambio en la relación terapeuta-cliente, que desmitifique la imagen de
experta/o que aumenta la asimetría de poder.
Además, debe ser responsable por explorar sus propios valores y reconocerse como persona
socializada en un mundo sexista, cuya transformación es indispensable. Es necesaria también una
gran sensibilidad hacia la discriminación experimentada por las niñas y niños, personas adultas
mayores, personas con discapacidad, personas en situación de pobreza, poblaciones indígenas y por
las personas con diversa orientación sexual e identidad de género. (Batres, 2000).

Este proceso terapéutico debe estar basado en un compromiso por la igualdad entre mujeres y
hombres, y en una relación lo más simétrica posible entre terapeuta y persona. Para ello, se debe
estar dispuesto (a) a adquirir el compromiso personal y profesional de luchar por el cambio de la
sociedad.

2. TRABAJO TERAPÉUTICO CON VÍCTIMAS DE VIOLENCIA BASADA EN GÉNERO

Diversas investigaciones en el ámbito internacional han dado cuenta de las implicaciones


psicológicas derivadas de la violencia de género. Uno de ellos es el estudio realizado por la OMS
donde se advierte la gravedad de la violencia psicológica en las mujeres. En esta investigación se
reconoce que las mujeres –a menudo– consideran la violencia psicológica más devastadora que la
violencia física. En los países donde se aplicó el estudio, entre 20% y 75% de las mujeres había
experimentado algún tipo de violencia psicológica, como ser insultada, ser humillada delante de los
demás, ser intimidada o asustada a propósito, ser amenazada con daños físicos de forma directa o
indirecta.

A consecuencia de este fenómeno traumático, las mujeres violentadas entran en crisis psicológica
que desborda excesivamente la capacidad para manejarse de forma usual. No todas las mujeres
reaccionan de manera igual ante un acto de violencia de género; ello complica la posibilidad de
predicción. Sin embargo, algunos especialistas mencionan algunos eventos que precipitan una crisis;
dentro de esos eventos está la violencia de género. Como resultado del ejercicio de la violencia de
género, algunas víctimas entran en un desorden de carácter psiquiátrico, llamado “desorden de
estrés agudo”, el cual se caracteriza por sentimientos de intenso miedo, impotencia y horror.

En otros casos, las víctimas suelen mostrar ausencia total de emociones, de sensibilidad emocional,
sentimientos de desconexión, reducción de reconocimientos de ambientes, sentidos de irrealidad o
amnesia. Las mujeres que sufren un desorden de estrés agudo pueden sentirse ansiosas, excitables,
agitadas, desesperadas, irritables o desesperanzadas. Estas personas pueden re-experimentar el
evento.

Cuando la víctima es tratada rápidamente, los síntomas de estrés agudo, en general, disminuyen o
desaparecen por completo en los siguientes 30 días. En algunos casos (sobre todo cuando no hay
tratamiento), este desorden puede persistir. Si su duración es de uno a tres meses, se le llama
“Desorden de estrés post traumático”. Cuando los síntomas duran más de tres meses, lo llamamos
“Desorden de stress post traumático crónico” (DSM-IV, 1994).

2.1. Intervención de urgencia

En la intervención de urgencia se pueden distinguir varios momentos. El primero está orientado a


Dar respuesta inmediata y adecuada a las necesidades de la víctima para poder parar los actos de
violencia. Un aspecto central en este primer momento es garantizar la seguridad física de la víctima.
En este primer momento hay que explorar la posibilidad que hijas e hijos sean también víctimas
directas o indirectas de la violencia y poder canalizarlos al área de juego o ludoteca. La seguridad
física de la víctima es indispensable para poder dar el siguiente paso, que tiene que ver con la
intervención en crisis. Para ello, es indispensable la entrevista como técnica de trabajo. La entrevista
persigue dos finalidades: la primera se orienta a trabajar la vivencia de crisis y, la segunda, sobre la
decisión que ha de adoptar la mujer víctima de violencia.

• Primera fase de la intervención en crisis

La situación en crisis puede ubicarse como un estado transitorio de dificultad por resolver una
situación. Una de sus características principales es el bloqueo emocional, que en el caso concreto
que nos ocupa es producido por la violencia de género. La crisis en la que se ubica la mujer víctima
de violencia de género es transitoria y puede superarse satisfactoriamente, siempre y cuando se le
dé la atención adecuada.

Los síntomas que pueden advertirse en una situación de crisis son los siguientes:

o Físicos. Cansancio, agotamiento, dolor de cabeza, náuseas, sequedad de boca.


o Cognitivos. Confusión de pensamientos, impotencia (ilusión o creencia que nada se
puede hacer para salir de la situación).
o Psicológicos. Ansiedad, falta de concentración, afectación emocional, tanto por
exceso como por defecto; sugestionabilidad.
o Conductuales. Desorganización de actividades laborales, familiares, sociales.

• Intervención en crisis

Cuando una mujer llega a un espacio de ayuda por causa de la violencia de género y su estado
emocional está alterado, la trabajadora social deberá remitir a esta persona al área psicológica para
que se realice una “intervención en crisis”. Esta intervención sólo está indicada en la etapa inicial; su
objetivo fundamental es restablecer la capacidad de las mujeres para afrontar la situación de
violencia en la que se encuentran y puedan reordenar y reorganizar su mundo social destruido.

Los principios en los que se basa la intervención en crisis son tres fundamentales:

1) Oportunidad: Se refiere a la inmediatez de la atención sobre la persona en crisis, debido al


riesgo en el que se encuentra la mujer violentada. Cuando se habla de inmediatez se
requiere que la ayuda esté disponible en cualquier momento y que el lugar donde se ofrece
sea accesible y seguro. Accesibilidad, prontitud y seguridad son elementos centrales para
que la mujer víctima de violencia se atreva a buscar un planteamiento de enfrentamiento a
las circunstancias de la vida.
2) Metas: La intervención en crisis debe centrarse en la ayuda a la persona para superar el
momento crítico y pueda empezar a encontrar caminos de solución.
3) Valoración: Requiere una evaluación de los recursos disponibles para que la persona pueda
hacer frente a la crisis. Implica el conocimiento de fortalezas y debilidades de cada uno de
los componentes implicados en la crisis. Un elemento que puede ser muy útil en esta parte
es el perfil conductual, afectiva, somática, interpersonal y cognitiva.
Todo profesional en psicología en casos de violencia de género debe tomar en cuenta los cinco
componentes del proceso de intervención:

a) Contacto psicológico: Se refiere a la empatía, el raport o sincronización del especialista con


la persona en crisis. En este primer contacto es importante escuchar a la persona, que
visualice su situación, hay que oír cómo la persona percibe el hecho y su reacción ante el
acontecimiento. Hay varios objetivos en este primer contacto. Uno es que la persona sienta
que la escuchan, que la comprenden y apoyan. Este acto puede ser de mucha utilidad, pues
la persona disminuye la intensidad del pesar, la ansiedad. En este primer contacto, y en la
medida de lo posible, hay que indagar sobre la persona en crisis: nombre, situación actual.
No se trata de una indagatoria exhaustiva ni que ponga en situación difícil a la persona, sino
que sirva de pretexto para el contacto inicial. Es necesario recalcar que la idea central en
este primer momento es que, quien intervenga, sea más oyente que parlante. Sin embargo,
es importante que se tenga la habilidad para intervenir en el momento adecuado que
permita clarificar, tranquilizar y educar. Además, debe hacer una valoración sobre la
canalización al área médica, en caso necesario.
b) Indagación del problema: Es importante conocer acerca de tres dimensiones, el pasado
inmediato, presente y futuro inmediato. El pasado inmediato alude a la situación que
condujo a la situación en crisis. Respecto al presente, es importante ubicar quién está
implicado en el fenómeno de la violencia, cuál es su participación, qué pasó, cuándo pasó.
El futuro inmediato se debe centrar en las eventuales dificultades para ella.
c) Búsqueda de soluciones: Implica trabajar con la persona en crisis para poder generar
alternativas de solución, tanto en el plano inmediato como para un plano mediato; en la
medida de lo posible, se puede avanzar en la construcción de un plan de acción para poder
lograr lo planteado. Hay que tomar en cuenta que en medio de la crisis las víctimas pierden
perspectiva, se ven llenas de pensamientos y sentimientos contradictorios que dificultan
poner en orden las cosas que permita establecer prioridades y dar solución a los problemas.
En ese sentido reside la importancia de plantearse metas a corto y mediano plazo. Las metas
a corto plazo implican que la víctima de violencia de género intente manejar su miedo.
Hablar de lo sucedido, asegurar su integridad física, asegurar su alimentación y la de sus
hijas e hijos (si hubiera). Por su parte, las metas de mediano plazo implican búsqueda de
trabajo (si no lo tuviera), un proceso terapéutico, toma de decisiones de carácter jurídico.
d) Asistencia en la ejecución: Se refiere a la asistencia que se presta en acciones concretas,
aunque también la situación es concreta. Significa ejecutar la mejor alternativa dada la
situación.
e) Seguimiento: El especialista debe construir un procedimiento que permita verificar el
progreso de las acciones realizadas. Este seguimiento puede ser a través de encuentros
cara-cara, por teléfono, por correo electrónico o de forma virtual.

2.2. Orientaciones técnicas finales en un proceso de intervención en crisis

Es pertinente apoyarse en las siguientes cuestiones para culminar bien el proceso:


• El especialista debe ser muy insistente en la búsqueda de medidas de autoprotección.
• Se debe estimular la construcción de la autonomía de las mujeres a través del desarrollo de
los modelos de competencia personal y social, que incluyen una serie de variables, como
o El autoconcepto
o La autoestima
o El autocontrol
o La sociabilidad
o La empatía
o La asertividad
o El estilo atribucional
• Facilitar condiciones para la expresión de sentimientos y emociones
• Mantener la noción de intervención temprana, permanentemente.
• Utilizar el reencuadre de normalización.
• Facilitar la toma de decisiones sobre su vida a través del dominio de estrategias para
solucionar problemas y habilidades sociales.

3. INTERVENCIÓN CON AGRESORES: PROGRAMAS DE TRATAMIENTO Y REHABILITACIÓN

Los programas de tratamiento para hombres violentos están diseñados para abordar patrones de
comportamiento violento y agresivo, con el objetivo de reducir la violencia y prevenir la reincidencia.
Estos programas suelen estar dirigidos a hombres que han sido condenados por violencia doméstica,
abuso de pareja, agresión física u otros comportamientos violentos. Aquí hay algunas estrategias y
enfoques comunes utilizados en programas de tratamiento para hombres violentos:

1) Terapia de control de la ira: Estos programas se centran en ayudar a los individuos a


reconocer las señales de advertencia de la ira y desarrollar estrategias para manejarla de
manera más efectiva. Se les enseña a identificar patrones de pensamiento distorsionados y
a utilizar técnicas de relajación y comunicación asertiva.
2) Terapia cognitivo-conductual (TCC): La TCC se utiliza para abordar los patrones de
pensamiento y creencias negativas que contribuyen a comportamientos violentos. Los
participantes aprenden a cuestionar y cambiar estos patrones, desarrollando habilidades
para resolver problemas y manejar situaciones desafiantes de manera más constructiva.
3) Terapia de habilidades de comunicación: A menudo, la violencia surge de la incapacidad
para comunicarse de manera efectiva. Los programas de tratamiento se enfocan en mejorar
las habilidades de comunicación, lo que ayuda a los participantes a expresar sus necesidades
y deseos de manera saludable y sin recurrir a la violencia.
4) Empatía y responsabilidad: Los participantes aprenden a desarrollar empatía al comprender
cómo sus acciones impactan a las víctimas y a otros. Se les alienta a asumir la
responsabilidad de sus acciones y a trabajar hacia la reparación y el cambio.
5) Manejo del estrés y resolución de conflictos: Los programas pueden enseñar técnicas para
manejar el estrés de manera constructiva y resolver conflictos de manera pacífica. Esto
ayuda a los participantes a evitar respuestas violentas ante situaciones desafiantes.
6) Educación sobre género y roles de género: Algunos programas incluyen educación sobre
roles de género y la influencia de las normas culturales en el comportamiento violento. Esto
puede ayudar a los hombres a cuestionar creencias tradicionales y a desarrollar una
comprensión más equitativa de las relaciones.
7) Terapia de pareja o familiar: Si la violencia está relacionada con problemas en las relaciones
de pareja o familiares, la terapia de pareja o familiar puede ser parte integral del
tratamiento. Estas sesiones pueden ayudar a mejorar la comunicación y la dinámica
relacional.
8) Supervisión y seguimiento: Es importante que los programas de tratamiento incluyan
seguimiento y monitoreo a largo plazo para evaluar el progreso y prevenir recaídas.
Los programas de tratamiento para hombres violentos generalmente se llevan a cabo en entornos
grupales o individuales, y se adaptan a las necesidades y circunstancias de cada participante. La
efectividad de estos programas varía y puede depender de diversos factores, como la motivación del
individuo para el cambio, la gravedad de los comportamientos violentos y la calidad del programa
en sí.

4. INTERVENCIÓN EN EL ÁMBITO COMUNITARIO Y PREVENCIÓN PRIMARIA

La intervención en el ámbito comunitario y la prevención primaria de la violencia son enfoques clave


para abordar y reducir los niveles de violencia en una sociedad. Estos enfoques se centran en la
prevención y la promoción del bienestar en lugar de simplemente responder a los incidentes
violentos una vez que ya han ocurrido. A continuación, se presenta una descripción general de estos
conceptos:

4.1. Intervención en el Ámbito Comunitario

La intervención en el ámbito comunitario se refiere a estrategias y acciones que se implementan a


nivel local para abordar los factores subyacentes que contribuyen a la violencia. Estas estrategias
involucran a las comunidades en su conjunto y buscan crear un entorno más seguro y saludable.
Algunos ejemplos de intervención en el ámbito comunitario son:

a) Participación Comunitaria: Involucrar a los miembros de la comunidad en la identificación


de problemas de violencia y en la planificación de soluciones.
b) Programas de Educación: Ofrecer programas de educación sobre la resolución de conflictos,
la comunicación efectiva y la promoción del respeto mutuo.
c) Desarrollo de Habilidades: Proporcionar a las personas habilidades para la vida, como la
gestión del estrés, la toma de decisiones y la empatía, que pueden ayudar a prevenir
situaciones violentas.
d) Creación de Redes de Apoyo: Establecer redes de apoyo social y emocional que puedan
ayudar a las personas a superar situaciones difíciles sin recurrir a la violencia.
e) Mejora del entorno físico: Crear espacios públicos seguros y bien mantenidos que fomenten
la interacción positiva y desalienten el comportamiento violento.

4.2. Prevención Primaria de la Violencia

La prevención primaria de la violencia se enfoca en evitar que la violencia ocurra en primer lugar,
abordando las causas subyacentes y los factores de riesgo que pueden llevar a comportamientos
violentos. Algunas estrategias de prevención primaria incluyen:

1) Educación y Concienciación: Sensibilizar a la comunidad sobre los efectos perjudiciales de


la violencia y promover la importancia de relaciones saludables y respetuosas.
2) Promoción de la Igualdad de Género: Abordar las desigualdades de género y promover
relaciones equitativas entre hombres y mujeres.
3) Intervención Temprana: Identificar y abordar señales tempranas de conflicto o agresión,
brindando apoyo y recursos a las personas antes de que la violencia se intensifique.
4) Apoyo a Familias: Proporcionar recursos y orientación a las familias para mejorar la crianza
de los niños en un entorno libre de violencia.
5) Enfoque en la Juventud: Ofrecer oportunidades positivas de participación y desarrollo para
los jóvenes, reduciendo su vulnerabilidad a la influencia de pandillas y entornos violentos.
6) Políticas y Legislación: Promulgar y hacer cumplir leyes que desalienten la violencia y que
proporcionen protección a las víctimas.

La intervención en el ámbito comunitario y la prevención primaria de la violencia son enfoques


interconectados que requieren la colaboración de gobiernos, organizaciones comunitarias,
instituciones educativas y otros actores clave. La idea subyacente es crear entornos en los que la
violencia sea menos probable debido a la promoción de relaciones saludables, la mejora del
bienestar social y emocional, y la reducción de los factores de riesgo.

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