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San Agustín argumenta que (1) la crudeza en la destrucción de Roma fue producto de la tradición bélica, mientras que (2) la clemencia de los bárbaros se debió a la fuerza del nombre de Cristo, ya que (3) protegieron las basílicas y dieron libertad a los cautivos debido a la influencia del cristianismo.
San Agustín argumenta que (1) la crudeza en la destrucción de Roma fue producto de la tradición bélica, mientras que (2) la clemencia de los bárbaros se debió a la fuerza del nombre de Cristo, ya que (3) protegieron las basílicas y dieron libertad a los cautivos debido a la influencia del cristianismo.
San Agustín argumenta que (1) la crudeza en la destrucción de Roma fue producto de la tradición bélica, mientras que (2) la clemencia de los bárbaros se debió a la fuerza del nombre de Cristo, ya que (3) protegieron las basílicas y dieron libertad a los cautivos debido a la influencia del cristianismo.
LA CRUDEZA EN LA DESTRUCCIÓN DE ROMA FUE PRODUCTO DE LA TRADICIÓN BÉLICA.
LA CLEMENCIA VINO DE LA FUERZA DEL NOMBRE DE CRISTO
SAN AGUSTIN
“Por consiguiente, cuantas ruinas, degüellos, pillajes, incendios, tormentos se cometieron en
la reciente catástrofe de Roma, producto fueron del estilo de las guerras. En cambio, lo insólito allí ocurrido, el que, cambiando su rumbo los acontecimientos de una manera insospechada, el salvajismo de los bárbaros se haya mostrado blando hasta el punto de dejar establecidas, por elección, las basílicas más capaces para que el público las llenase y evitaran la condena, se lo debemos al nombre de Cristo: allí a nadie se atacaba; de allí nadie podía ser llevado preso; a sus recintos los enemigos conducían por compasión a muchos para darles la libertad; allí ni la crueldad de los enemigos sacaría cautivo a uno solo. Todo esto, repito, se lo debemos al nombre cristiano, esto se lo debemos a la é poca de cristianismo. Quien esto no vea está ciego. Quien lo vea y no lo alabe es un ingrato. ¡No quiera Dios que un hombre en sus cabales atribuya estos datos a la fiereza de los bárbaros! Él fue quien a los pechos feroces y sanguinarios los llenó de terror, les fue poniendo freno y los ablandó milagrosamente, cuando mucho tiempo antes había dicho por el profeta: Castigaré con vara sus pecados, y a latigazos sus culpas; pero no les retiraré mi favor6.”