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EL EJEMPLO RELOJERO DE
SAN FRANCISCO DE SALES
Novedades del sector
Staff de esRevistas
Editado por:
esRevistas.com
Faith Perkins
producción
Bia Namaran
dirección
Nicole Brown
redacción
Noelia Casarrubia
Mateo Salazar
reporteros
"El punto capital de estos ejercicios consiste en reconocer de verdad su importancia. Nuestra
humana naturaleza decae fácilmente de sus buenos afectos, a causa de la fragilidad y de la mala
inclinación de nuestra carne, que gravita sobre nuestra alma y siempre la arrastra hacia abajo, si
ella no se eleva con frecuencia, a fuerza de resolución; de la misma manera que las aves caen
continuamente, si no multiplican el ímpetu y el aleteo para mantenerse en el aire. Por esta causa,
amada Filotea, tienes necesidad de renovar y repetir con mucha frecuencia los buenos propósitos
que has hecho de servir a Dios pues, de no hacerlo, corres el peligro de caer en el primitivo estado o
en otro peor; porque las caídas espirituales son de tal naturaleza, que siempre nos precipitan más
abajo del estado desde el cual nos habíamos elevado hacia la devoción.
No hay reloj, por bueno que sea, al que no tengamos que dar cuerda dos veces al día, por la
mañana y por la noche; además, es menester, a lo menos una vez al año, desmontar todas sus
piezas, para sacar el óxido que en ellas se haya formado, enderezar las torcidas y reparar las ya
gastadas. Así, el que tiene verdadero cuidado de su corazón, ha de elevarlo hacia Dios por la
mañana y por la noche, con los ejercicios más arriba indicados y, aparte de esto, ha de considerar
muchas veces su estado, enderezarlo y arreglarlo. Finalmente, a lo menos una vez al año, ha de
desmontar y examinar, una por una, todas las piezas, es decir, todos sus afectos y pasiones, para
reparar todas las faltas que en ellos pudiera haber. Y, así como el relojero unta con algún aceite
refinado las ruedas y los resortes de su reloj, para que los movimientos se produzcan con más
suavidad y la máquina esté menos expuesta al orín, así la persona devota, después de la práctica de
este examen de su corazón, debe untarlo, para renovarlo cual conviene, con los sacramentos de la
confesión y de la eucaristía.
Este ejercicio reparará tus fuerzas abatidas por el tiempo, enfervorizará tu corazón, hará que
reverdezcan los buenos propósitos y que florezcan de nuevo las virtudes de tu espíritu".
El mantenimiento de los relojes en el siglo XVI
Del extracto del libro que acabamos de transcribir de este gran santo podemos deducir:
Segundo, San Francisco de Sales nos dejó una muestra más que evidente sobre lo que
suponía mantener un reloj en aquella época. Esto implicaba llevarlo anualmente a un
relojero, el cual lo desarmaba totalmente, limpiaba y reconstruía los engranajes
(habilidad que era común a los relojeros, es decir, eran capaces de restaurar dientes
rotos de los engranajes o, en su caso, replicar la pieza entera haciendo lo más
parecido a una ingeniería inversa..., pero en mecánica), y luego aceitaba las partes.
Manufactura IWC
Aceitar los relojes hace tiempo que dejó de ser un arte: hoy lo hacen las máquinas.
El gran santo San Francisco de Sales nos ofrece en su ejemplo de los relojes un
aspecto de lo que, en sus tiempos, suponía la profesión de relojero. Con semejante
necesidad de reparaciones, mantenimiento y aceitado, es lógico pensar que en las
grandes ciudades hubiera un relojero "en cada esquina", algo difícil de imaginar
hoy día, en donde los relojeros y maestros reparadores están en claro retroceso, y
son cada vez más difíciles de encontrar.
Por último, no está de más traer a colación un detalle importante, para ponernos
en el contexto de la época. Y es que no debemos de olvidar que, hasta entrado el
siglo XX y con él la llegada de las espléndidas maquinarias de relojería Roskopf, la
tecnología y avances relojeros tuvieron una evolución enormemente lenta. La
revolución industrial, la miniaturización y la aparición de sistemas robotizados ya
entrado el siglo XX propiciaron esos grandes avances de la relojería mecánica que
vemos hoy pero, hasta entonces, los relojes eran instrumentos de precisión caros,
raros, elitistas, difíciles de mantener y muy frágiles y, además, al alcance de solo
unas pocas personas, la mayoría de clases altas. Los más humildes tenían que
conformarse, hasta no hace tanto, con tener un único reloj por familia..., y eso con
suerte.
¿Qué es "el segundero muerto"?
Cuando la muerte del segundo marcaba la vida
Uno de los grandes e históricos retos de la relojería mecánica moderna, fue
siempre el de lograr el llamado "segundero muerto". Por la simple concepción de
los engranajes mecánicos de movimiento continuo, el hacer que éstos se detengan
(fuera del inapreciable paso entre diente y diente de engranaje) y volvieran a
reiniciar su marcha fue uno de los quebraderos de cabeza de la relojería mecánica
de los últimos tiempos. Y es que el dilema no era sencillo: ¿cómo hacer que el
segundero se detuviera, sin detener a la vez al mismo reloj?
Claro que, antes de meternos en harina, conviene empezar por el principio: ¿para
qué íbamos a necesitar un segundero "a saltos", lo que en el argot lleva el curioso
nombre de "segundero muerto", "seconde morte" o "deat beat second"? Hay
quienes creen que la intención de las manufacturas relojeras al lograr este hito
mecánico es el meramente estético, casi como el de un tourbillon (con los debidos
respeto al tourbillon, por supuesto). En suma: conseguir que el reloj mecánico
imite el movimiento de un reloj de cuarzo. Así, tendríamos un reloj que, a ojos del
neófito, llevaría dentro una pila (o una batería), cuando en realidad lleva
engranajes y cuerda y, en algunos casos, rotor con su masa oscilante.
En la imagen, el F. P. Journe
Tourbillon Souverain Calibre
1403 con complicación
"seconde morte".
¿Qué es "el segundero muerto"?
Pero esas personas se equivocarían. De hecho, para encontrar los primeros indicios
del segundero muerto hay que irse muy atrás en el tiempo, y por supuesto más
lejos que el surgimiento de la relojería de cuarzo. Hay que irse al siglo XVIII, que
es cuando se logró semejante hazaña, para encontrar un reloj con este mecanismo.
Y su función era, por raro que pueda parecer, muy lejos de la estética, todo lo
contrario: era de suma importancia. Este tipo de segunderos eran muy apreciados
por el personal sanitario, ya que con ellos por fin podían controlar el pulso de sus
pacientes con precisión. En unos tiempos en donde la medicina carecía de aparatos
fiables y de dispositivos precisos, el contar con un reloj con el segundero muerto
era todo un privilegio. No hay que olvidar que los relojes con cronógrafo aún
tardarían siglos en aparecer, de manera que no había un sistema fácil y rápido para
hacer una cuenta de segundos. El segundero muerto podía hacer las veces de
cronógrafo - expeditivo, pero funcional al fin y al cabo - perfectamente.
El primer calibre con esa función tan valiosa llegaría en el año 1754, de la mano de
Jean Romilly. Este experto relojero genovés nacido el 27 de junio de 1714, y
fallecido el 16 de febrero de 1796, además de hábil en relojería era bibliotecario y
reportero. No solo tuvo la audacia de enfrentarse al reto del segundero muerto,
sino que inventó un reloj capaz de funcionar un año entero sin necesidad de volver
a darle cuerda. Romilly, de origen francés, se vio obligado junto con su familia a
huir hacia Ginebra debido al Edicto de Nantes contra los protestantes. En 1776, el
relojero Jean-Moise Rouzait, también de Ginebra en Suiza, logró avanzar un paso
más con el segundero muerto independiente, gracias a un tren de ruedas adicional
que estaba arrastrado por un barrilete extra.
Aún hoy el segundero muerto sigue siendo una "rara avis" en relojería, tal es así
que los modelos que lo poseen hacen alarde de una gran ingeniería. A ellos
pertenecen creaciones tan recientes como la de Arnold & Son de 2012 con el TB88
(de "true beat"), donde se nos muestra un movimiento invertido, con fondo
transparente, para que su propietario pueda disfrutar de toda la espectacularidad
de este tipo de complicaciones. Más asombroso es aún cuando rizamos el rizo
incorporando segundero muerto y tourbillon, este es el caso del F. P. Journe con el
Souverain, el cual con su calibre 1403 de remonte manual y rueda de escape de 15
dientes lleva a la relojería a un nuevo nivel.
Antes de nada, vamos a desmitificar algunos principios que se suelen dar por
sentados: un calendario perpetuo no es perpetuo. No existe un reloj, mecánico o
de cuarzo, con calendario perpetuo. Todos los relojes tienen que tener un mínimo
ajuste. Es cierto que los mejores relojes mecánicos con calendario perpetuo casi no
se ajustan en la práctica, pero si el reloj lo heredan generaciones y generaciones,
alguna de ellas acabará teniendo que ajustarlo. Esto "lo tienen que agradecer" los
maestros relojeros al Papa Gregorio XIII, que estableció el calendario gregoriano
(el que usamos en la actualidad, para mejorar el anterior calendario juliano) y que
desde 1582 sentó el principio de que también habría años bisiestos. El fin era
solventar un fallo de precisión del calendario juliano, que se retrasaba 0,0078 días
por cada año. Así, en su bula Inter Gravissimas, este Papa propuso suprimir un año
bisiesto cada cien años.
Y esto es una gran complicación para un movimiento mecánico, ya que hay que
suprimir uno de esos años bisiestos cada cien años, excepto cuando ese año sea
secular múltiplo de 400. Por ejemplo, el año 2000 y el 2400 son años bisiestos,
pero el 2100, 2200 y 2300 no. Así, un reloj mecánico con calendario perpetuo
tendrá que corregirse tres veces en cinco siglos. Es una corrección irrisoria, pero
una corrección al fin y al cabo, que hace que ese calendario no sea "completamente
perpetuo".
¿Qué complicación hay en tener algo así en un reloj digital, o analógico, pero de
movimiento de cuarzo? Bueno, la verdad es que hay relojes de cuarzo de
calendario perpetuo. El Tissot G15 por ejemplo es una buena muestra de ello.
Tissot ha utilizado un procedimiento diferente para obtener el calendario: según su
divisibilidad. Es decir: los años bisiestos son los divisibles entre 4 y 400, pero no
entre 100. Aún así nos queda el mismo problema de los siglos, por lo que habrá
que corregir también ese calendario según hemos mencionado al principio cuando
hablamos del calendario gregoriano. Y otro problema añadido es lo enormemente
engorroso de configurar un calendario así.
Otros fabricantes adoptan soluciones más drásticas: directamente todos los años
son bisiestos. Otros, como en los calendarios automatizados de Casio, si es bisiesto
tendrás que confirmárselo tú, y el resto ya realiza el propio reloj todos los cálculos.
Puede parecer una manera más superficial de solucionar el problema, pero es una
de las mejores y más cómodas formas de tener un reloj con un calendario lo más
parecido a uno perpetuo, porque no tiene límite, y podemos modificarle día y año
según queramos. Al menos te evitas el engorro de la inicialización de un "perpetual
calendar" de los cuarzo, o de un calendario perpetuo mecánico (porque si la
configuración de inicio es errónea, todos los cálculos automáticos los realizará mal
y no te servirá de nada tener un reloj con calendario perpetuo). También te evitas
otro de los problemas que trae de cabeza a muchos de los amantes de relojes
vintage de Casio: que cuando caduca su calendario tienen que ir amoldándolo a
fechas pasadas (lo que se conoce como "fecha concordante"). De un plumazo,
todos estos inconvenientes (la engorrosa configuración de un calendario perpetuo,
o la no menos engorrosa tarea de buscar un año anterior que coincida con el
actual) los dejas de lado usando el calendario automatizado (y no confundir con el
pre-programado) de los relojes más sencillos de Casio, como los asequibles F-91 p
W-59.
También se podría argumentar que con los más actuales relojes radio-receptores,
Bluetooth y GPS, esto no es un gran problema. Pero no hay que olvidar que incluso
esos relojes tienen un calendario pre-programado que "caduca". Y suele hacerlo
también a fin de siglo.
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