EL ANTIGUO Y EL NUEVO ANDAR. (Continuación) 16.-MALICIA. La palabra malicia se puede definir como el deseo de hacer mal a alguien o de actuar en forma mala hacia alguna persona, la palabra griega que se usa para malicia, habla en términos generales de una inclinación hacia mal con énfasis en el engaño y la falsedad. La malicia está asociada con la soberbia, siendo joven David fue mal acusado de parte de su hermano Eliab, al ver que David había sido enviado por su padre para llevar provisiones a sus hermanos y llegó al campo de batalla lo consideró como malicioso con un corazón de soberbia. (1ª. Samuel 17:28) y ciertamente así es la persona maliciosa actúa con soberbia sobre otros. También el siervo de Dios llamado Job fue acusado indebidamente por uno de los que se consideraban sus amigos, Elifaz le dice que su malicia es grande, (Job 22:5) por supuesto esto era una acusación falsa ya que claramente Dios da testimonio de que Job era un hombre recto. La malicia es una fortaleza espiritual de maldad, y tiene relación con la desconfianza es decir que el que tiene malicia prefiere pensar con astucia, tal fue el caso de aquellos hombres religiosos que buscaban a Jesús para encontrar alguna falta, haciéndole preguntas con el aparente interés pero en realidad buscaban encontrar algo para acusarle, Jesús les llamó hipócritas, porque el malicioso así actúa con aparente interés y amistad pero en realidad busca alguna falla para juzgar a otros. (Mateo 22:15-22) el malicioso no es compasivo como Jesús, por el contrario, buscará alguna falta y buscará derribarlo aún más, el corazón del hombre en general es malicioso, así lo dijo el profeta que engañoso es el corazón y perverso. (Jeremías 17:9) y desafortunadamente así vivimos en el pasado en nuestra vida sin Cristo, siguiendo lo malo y actuando maliciosamente. (Tito 3;3) pero no debemos justificarnos sino más bien reconociendo que eso ya quedó en el pasado y por lo tanto como hemos estudiado en nuestras lecciones debemos vivir en un nuevo andar, ya no seguir el andar antiguo. La malicia, así como la maldad son dos palabras que se usan para hablar de una persona carente de bondad, así que se puede considerar malicioso a todo ser humano que no está dispuesto a brindar ayuda a quien lo necesita, ni demuestra compasión por los que sufren especialmente por aquellos que viven sin Cristo. Malicia y maldad van de la mano, así como la sinceridad y verdad van de la mano, esto contrasta notablemente, por lo tanto, somos llamados a celebrar la nueva fiesta, no con los panes de maldad sino de sinceridad y verdad. (1ª. Corintios 5:8) la palabra de Dios insiste que debemos quitar de nuestra vida la malicia, así se nos recuerda también en la carta que se escribió a los creyentes en Colosas, (Colosenses 3:8) para que el creyente pueda crecer espiritualmente se debe desechar toda inmundicia y abundancia de malicia y recibid con mansedumbre la palabra implantada. (Santiago 1:21) La malicia es la tendencia o inclinación apasionada a lo malo o lo contrario a lo virtuoso, habla de la intención oculta y mala con la cual se procede, propensión a hacer mal, habla de una sagacidad para engañar, así como es lo contrario a la equidad o igualdad, a la falta de equilibrio y también a lo que es injusto. Los niños se caracterizan por no ser tan maliciosos, por eso el apóstol Pablo los puso como ejemplo, a los cuales debemos tratar de imitar, “Sed niños en la malicia” (1ª, Corintios 14:20) No solamente el apóstol Pablo nos habla sobre la importancia de desechar la malicia, sino también el apóstol Pedro nos da esta exhortación. (1ª. Pedro 2:1) nuestra vida cristiana va a ser saludable y creciente en la medida que desechemos la malicia y nos llenemos de la palabra de Dios.