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María y Marta
Sentadas a los pies de Jesús
por la anciana Michelle Christy
La historia bíblica de María y Marta nos muestra dos enfoques distintos con
respecto a seguir a Jesús. En Lucas 10?38-42 vemos que Marta labora
arduamente para recibir a Jesús en su hogar. Su hermana, María de Betania,
sencillamente se sienta a los pies de él y le escucha. Tanto María como Marta
sirven, pero María entiende la prioridad y la necesidad de escoger estar con
Cristo.Sentarse a los pies de Jesús evita que el servicio de María se vuelva
distraído e insalubre.
Oración
Jesucristo, tú nos llamas a buscar tu presencia y servir al mundo en tu nombre.
Enséñanos a buscarte de todo corazón y servirte sin distracciones ni santurronería.
Llénanos de tu amor para que podamos llevarlo a un mundo quebrantado y herido.
Amén.
Escritura clave
Lucas 10:38-42, Juan 11y Juan 12:1-7
«Mientras iba de camino con sus discípulos, Jesús entró en una aldea, y una mujer
llamada Marta lo recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María que,
sentada a los pies del Señor, escuchaba lo que él decía. Marta, por su parte, se
sentía abrumada porque tenía mucho que hacer. Así que se acercó a él y le dijo:—
Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sirviendo sola? ¡Dile que me
ayude!—Marta, Marta —le contestó Jesús—, estás inquieta y preocupada por
muchas cosas, pero solo una es necesaria. María ha escogido la mejor, y nadie se la
quitará» (Lucas 10:38-42).
Mientras María se encontraba sentada a los pies de Jesús, Marta «se sentía
abrumada porque tenía mucho que hacer» (Lucas 10:40). Así que, consumida por la
ansiedad, Marta exige que Jesús le diga a María que la ayude. Marta siente que tiene
la razón, pero recibe una contestación inesperada: Jesús elogia a María por estar
sentada a sus pies, e invita a Marta a considerar la manera en la cual sirve.
María, «sentada a los pies del Señor, escuchaba lo que él decía» (Lucas 10:39). Si no
conocemos el contexto cultural, podríamos perder de vista la profundidad de la
postura de María. En la tradición judía, «estar sentado a los pies [de alguien]» era lo
que hacía un discípulo. En Hechos 22:3, el apóstol Pablo nos dice que fue instruido
«a los pies de Gamaliel». Gamaliel, un rabino muy estimado en Israel, fue quien
instruyó a Pablo, el cual habría de describirse luego como un «fariseo de fariseos»
(Hechos 23:6; cf. Filipenses 3:5).
María está sentada a los pies de su rabí, Jesús. Ya que esta era la postura asumida
por un discípulo, podemos deducir seguramente que María es una discípula de
Jesús. María, siendo una mujer en un mundo dominado por hombres, es
comoquiera una discípula. ¡Esto es ciertamente escandaloso y profundo! La
afirmación de Jesús respecto a la postura de María revela su aceptación de María
como una discípula legítima. Jesús recibe a las mujeres que quieran sentarse a sus
pies para aprender.
A primera vista, se podría suponer que esta historia nos invita a ser una María o una
Marta. Nos preguntamos: «¿Qué hace un discípulo, sentarse a los pies de Jesús o
servir?». Aunque esa pregunta parezca ser el punto principal del pasaje, es posible
que la clave de un significado más profundo consista en una pequeña palabra del
versículo 39 —que se omite a menudo en las traducciones—: el vocablo griego
«kai», que se traduce al español por el adverbio «además», el adverbio «también» y
la conjunción copulativa «y». Una traducción más literal del versículo diría lo
siguiente: «Y tenía una hermana llamada María, la cual también sentada a los pies
del Señor, escuchaba sus palabras».
¿A qué se refiere el vocablo ‘también’ en este pasaje? Podríamos considerar que
significa que María también servía. O tal vez signifique que Marta ‘también’ se
sentaba a los pies de Jesús (así como su hermana María). Esto puede significar —en
términos generales— que ambas se sentaban a los pies de Jesús cuando venía a
visitarles, pero que en esta ocasión fuese solamente María. Sea cual fuere la teoría
correcta, Jesús no condena a Marta, ni tampoco hace que las hermanas se peleen
entre sí. Jesús aprovecha ese momento para dar una enseñanza sobre el
discipulado.
Cristo no llama a sus discípulos a escoger una cosa (sentarse) o la otra (servir). Más
bien, los llama a hacer ambos cosas (sentarse y servir).
¿Acaso fue este estado de distracción la manera particular en que Marta rendía su
servicio? Es posible que sí, dada la contestación conmovedora de Jesús a su
demanda. La palabra «distraer» significa ‘apartar’, ‘quitar la atención’, ‘estar
sumamente ocupado’. Muy literalmente, significa que tiren de nosotros en
múltiples direcciones. La distracción de Marta la lleva a experimentar un sentido de
soledad, de santurronería y de autoenfoque; y también la lleva a cuestionar el amor
de Jesús.
Poco después de visitar a María y Marta, Jesús usa la vid como metáfora didáctica
(Juan 15). Mientras camina entre los viñedos junto al arroyo de Cedrón, Jesús alaba
enfáticamente una decisión como la de María. Da instrucción a los discípulos sobre
cómo vivir sin su presencia física. La clave —dice Jesús— consiste en permanecer
en él y permitir que sus palabras permanezcan en ellos, porque separados de él no
podrán hacer nada que tenga valor para el reino. El que ellos lleven fruto es para la
gloria del Padre. María es el ejemplo de que el fruto no puede surgir a menos que
uno permanezca en Jesús.
Pero comoquiera, cada uno de nosotros tiene que ser una María y también una
Marta. Como discípulos, se nos llama a sentarnos y también a servir. Estamos
llamados a permanecer y también a llevar fruto. Nos sentamos y escuchamos las
palabras de Jesús. Nos postramos ante sus pies en la adoración. Nos arrodillamos
delante de él en la oración. En todas estas maneras, imitamos el ejemplo de María a
los pies de Jesús. Allí es donde encontramos el discernimiento, la claridad, la
sabiduría, la fuerza y la valentía para traer la presencia amorosa de Cristo al mundo.
Cada uno de nosotros tiene una expresión particular en el cuerpo de Cristo. Si todo,
tratamos de hacerlo todo,terminaremos distraídos. En vez de eso, permanecemos
en Jesucristo al sentarnos a sus pies. Recibimos y absorbemos su amor.
Escuchamos las palabras de Jesús, y estas palabras permanecen en nosotros.
Porque fuera de él, nada podemos hacer (Juan 15:5).
Conclusión
Hermanos, ¿en qué manera decidirán ustedes servir? Muchos de nosotros nos
encontramos mayormente como Marta. Podemos aprender de María. A veces la
distracción es el resultado de una ‘sobrecarga’. La sobrecarga tiene que ver con
estorbos, y excesos de responsabilidad. ¿De qué maneras pueden nuestras vidas ser
un estorbo para el fruto eterno que Cristo desea producir en y a través de
nosotros? ¿Cómo podríamos permanecer a los pies de Jesús y aceptar su invitación
a despojarnosdel peso de la responsabilidad autoimpuesta, la ansiedad y el control?
Jesús le dice: «Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les
daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y
humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es
suave y mi carga es liviana» (Mateo 11:28-30).
¡Cuán apropiadas son estas palabras! La persona que se sienta a los pies del rabí es
la que aprende a llevar el yugo del rabí. El yugo del rabí es una manera de ser y de
vivir en el mundo. El yugo de Jesús es suave y liviano. Con el yugo de Jesús, hay
trabajo y también hay descanso. Jesús le invita: «Ven conmigo, y recobrarás la vida.
Te mostraré cómo hacerlo… Camina y trabaja conmigo; mira la manera en que yo lo
hago. Aprende los ritmos naturales de la gracia» (traducción libre de Mateo 11:28-
30, según la versión inglesa The Message).).
Referencias
[1]
Ben Witherington, Women and the Genesis of Christianity (Cambridge University
Press: Cambridge, 1990), 99.