Está en la página 1de 1

ACTIVIDAD 2

Los muslos tenían su sitio fijo en la cuadra, cada una con su propio pesebre que se
llenaba de paja o de avena u otros cereales cuando todavía estaban verdes.
El pesebre de Cariñosa era el más cercano a la puerta de la cuadra que daba a
nuestra cocina-comedor. Aquella puerta, en su parte inferior tenía un roto, un agujero
irregular de cinco o seis centímetros de diámetro.
Cuando jugaba con los insectos caseros o con las huellas impresas de manos en el
cemento del suelo, a veces asomaba un ojo por aquel agujero de la puerta y miraba a
Cariñosa, que estaba allí siempre de pie, cansada, aburrida o comiendo del pesebre.
La curiosidad era recíproca, pues ella movía sus ojos hacia donde estaba el mío y
luego me acerba su hocico.
Cariñosa era una mula muy particular, curiosa, no mue sociable y un poco rebelde a la
que no le gustaba estar encerrada, pero fuerte y obediente cuando tenía que trabajar
en el campo o llevamos en su grupa hasta el pueblo o a algún cortijo vecino.

También podría gustarte