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Consignas:
Jenes ungeheure Gebälk und Bretterwerk der Begriffe, an das sich klammernd der
bedürftige Mensch sich durch das Leben rettet, ist dem freigewordnen Intellekt nur
ein Gerüst und ein Spielzeug für seine verwegensten Kunststücke: und wenn er es
zerschlägt, durcheinanderwirft, ironisch wieder zusammensetzt, das Fremdeste
paarend und das Nächste trennend, so offenbart er, daß er jene Notbehelfe der
Bedürftigkeit nicht braucht und daß er jetzt nicht von Begriffen, sondern von
Intuitionen geleitet wird.
- ¿Qué concepción del lenguaje y del pensamiento se critica? ¿Qué uso del lenguaje
prefigura y cuál es su fundamento, cuál es su condición de posibilidad, qué lo hace
posible, en qué se sostiene?
Il y a sans doute dans notre société, et j'imagine dans toutes les autres, mais selon
un profil et des scansions différentes, une profonde logophobie, une sorte de crainte
sourde contre ces événements, contre cette masse de choses dites, contre le
surgissement de tous ces énoncés, contre tout ce qu'il peut y avoir là de violent, de
discontinu, de batailleur, de désordre aussi et de périlleux, contre ce grand
bourdonnement incessant et désordonné du discours.
Foucault comienza su conferencia diciendo: “más que tomar la palabra, hubiera preferido
verme envuelto por ella y transportado más allá de todo posible inicio” (p.3). En lugar de
proferir una parte del discurso desde ese lugar en el Collége de France, siendo el autor
Michel Foucault, doctor en Filosofía, hubiera preferido que la voz sin nombre lo llevara, que
el desorden elemental del lenguaje simplemente hable a través de él. Sin embargo, esto iría en
contra del orden del discurso; la logofilia de éste esconde una logofobia, un miedo
recalcitrante contra esa masa caótica del lenguaje sin procedimientos internos y externos que
delimiten lo que es posible decir, quiénes pueden decirlo. Ese “sordo temor” a los
acontecimientos del lenguaje tiene por objeto la posibilidad de que el lenguaje prolifere todo
el tiempo y todas partes, desencadenando, al parecer, violencia y lucha entre las voces que
hablan y los cuerpos dueños de esas voces.
Ese desorden elemental del lenguaje, esa masa informe que amenaza con fagocitar las
instituciones, tiene la característica de ser azaroso, impredecible. Su carácter de
acontecimiento impide que pueda ser ordenado en una cadena causal histórica, no sigue las
leyes que la sociedad pretende imponerle y por ello no puede ser comprendido; promete
constantemente develar un fondo negro en lo humano. Por ser azaroso, es también
discontinuo y, podemos inferir por lo mismo, ahistórico; no responde a una cadena histórica
de sucesos ni a un conjunto de instituciones históricamente conformadas para nuclear y
encauzar el discurso. Puede por ello ser también incoherente, ya que carece de método, hecho
que hiere nuestra tan querida voluntad de verdad. Manifiesta solamente caos, prolifera como
un virus si es dejado a su arbitrio, avanzaría exponencialmente hasta que los humanos
interpretaran que hay algo roto dentro de ellos, un fondo violento y oscuro, hasta que las
palabras dichas sean todas las posibles de decir y ya nada pueda escucharse. Vale decir que se
presiente un aspecto que podríamos llamar positivo en ese desorden elemental: los sujetos no
están sujetados, la palabra se parece más a una palabra libre. Resta pensar si esa palabra
podría ser dicha sin estar en el cauce del discurso, sin aprender primero cómo utilizar las
palabras.
Existe también, ante esta logofobia, una aparente logofilia, que se encarga de enmascarar
aquella masa informe del lenguaje y de pavimentar la vía por la cual avance el discurso.
Además de los procedimientos internos y externos que se aplican sobre el discurso (como la
prohibición, la figura del autor, el campo disciplinar, entre otros), Foucault sostiene un
conjunto de procedimientos cuyo objetivo es determinar las condiciones de utilización de
discurso y las reglas según las cuales debe realizarse, restringiendo así el acceso a un
conjunto de individuos cualificados que conocen esas reglas y condiciones y se convierten en
voces validadas para continuar con el discurso. “La forma más superficial y más visible de
estos sistemas de restricción la constituye lo que se puede agrupar bajo el nombre de ritual”
(p.24); a través de éste, se definen los gestos, las palabras, los conceptos, los momentos y
genera así un sistema de enunciación desde el cual la logofilia permite hablar.
En lo que respecta a la Filosofía propiamente dicha, desde ella también han existido sistemas
de enunciación que pretenden ordenar el caos latente del lenguaje, a través de limitaciones y
exclusiones. Podemos citar el ejemplo de Descartes, ejemplo paradigmático sin duda de lo
que Foucault presenta como filosofía del sujeto fundador. La filosofía del meditador
metafísico proporciona un ideal de verdad afín al orden que el discurso impone, entrelazado
asimismo con una concepción ética de la racionalidad, como deseo más valioso, que se
defiende del caos latente sin nombrarlo, presentando a la razón como espada más filosa y al
método como camino seguro para alcanzar la verdad. Es cierto que el sujeto fundador
atraviesa las cosas y llena con su conocimiento las formas vacías del mundo, sin necesidad de
pasar por la instancia singular del discurso (p.29), pero, sino al principio, al final, termina por
ordenar la masa informe del lenguaje en un sistema matemático-físico por donde caminar
tranquilo, sin un genio maligno que lo espere a cada vuelta de la esquina.
3. ¿Por qué Voloshinov considera necesaria pero insuficiente la concepción del lenguaje
como reflejo de la base económica de la sociedad?
A partir de esta concepción del lenguaje, ¿cómo se resignifica el acto de la escritura
para Voloshinov?