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Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Epílogo
Una rápida, divertida y sucia novela M/M.

A veces la vida nos lanza bolas curvas.


Jake Donovan fue mío.
Se suponía que era cosa de una sola vez. Un regalo de cumpleaños sexy para
Willow. No se suponía que él tuviera ese efecto en mí.
Pero lo hizo.
No se suponía que debía consumirme.
Pero lo hizo.
No se suponía que debía tocarme en lugares que ningún otro hombre me había
tocado antes.
Pero lo hizo.
Y quería que lo hiciera de nuevo.
Colt

—Pase largo —grité, lanzando el balón a Tyler en nuestro pseudo campo de


fútbol, también conocido como mi patio trasero. Tyler atrapó la pelota y la agarró
con fuerza en una mano, sujetándola cerca de su cuerpo. Se estaba riendo, así que,
eso retrasó su paso.
—Fue muy largo, idiota.
Entrecerré mis ojos desde una distancia demasiado lejana para que él lo
notara.
Puede que el fuera más deportista que yo, pero lo que me faltaba de
conocimiento del fútbol, lo compensaba en velocidad. Atrapé a Tyler a medio
camino y lo abordé, enviando el balón volando de su mano.
—¿Qué es lo que decías?
Tenía sus brazos clavados debajo de mí, sus respiraciones pesadas soplando
contra mi barbilla. También estaba respirando pesado, pero por una razón diferente.
Tal vez eran los hoyuelos corriendo por sus mejillas, o la forma en que su boca se
curvaba más de un lado. Pero aunque la mayoría de los chicos notaba que Stacy
Kerwin tenía un gran escote, yo notaba el dorado en los profundos ojos marrones de
Tyler.
Se echó a reír.
—De acuerdo, me tienes. Ahora quítate.
Sacudiendo mi trance inducido por Tyler, me alejé de él. Necesitaba
controlarme. Pero con cada día que pasaba, me encontraba pensando en él más y
más. No lo entendía. Las chicas estaban bien y me gustaban. Pero… Tyler y yo, no
lo sé.
—¿Tierra llamando a Colt?
—¿Qué?
—Te pregunté si irás al baile el viernes.
Me encogí de hombros, obligando a mi cerebro a pensar en otra cosa. Pensar
en cualquier otra cosa. Porque sabía que todo lo que estaba pasando conmigo era
solo de mi parte y tendría que permanecer así.
—Realmente no lo había pensado. —No era cierto, pero la verdad era algo
que no estaba dispuesto a enfrentar.
Me golpeó en el brazo.
—Tienes que ir. Invita a alguien. —Su frente se alzó—. Yo iré con Stacy
Kerwin.
Por supuesto que sí.
—Sí, ella es genial —murmuré, caminando hacia donde estaba el balón
enterrado en la hierba y recogiéndolo del suelo.
Un minuto después, apareció a mi lado.
—Su amiga Rianne es agradable, tal vez podrías preguntarle y podríamos ir
los cuatro.
Rianne era linda y peculiar, y me gustaba eso. Pero el problema era que, me
gustaba mucho más lo que estaba parado frente a mí. Y si tenía que ver a Tyler y
Stacy besándose toda la noche… eso no sería divertido.
Presioné el balón contra su pecho.
—Lo voy a pensar.
—No lo pienses mucho. No querrás explotar tu cerebro.
—Divertido.
Tyler lanzó el balón al aire y lo atrapó con una mano.
—Entonces, ¿tú y Nate todavía vienen para jugar videojuegos esta noche o
qué?
—Sí. Estaremos ahí. —Me incliné para levantar mi mochila de la hierba y la
colgué sobre mi hombro. Al llegar al bolsillo delantero, saqué los Doritos y abrí la
bolsa—. Prepárate para que te pateen el trasero —agregó mientras empezaba a
alejarme.
Miré por encima de mi hombro para encontrarlo sonriendo. Quise besar esa
sonrisa torcida de su maldita cara.
Pero sabía que nunca lo haría.
—¿A qué te refieres? ¿Dos hombres? —¿Ella hablaba en serio? ¿Por qué la
idea de eso me hacía sentir tan jodidamente inseguro? ¿Y por qué traía a mi mente a
la única persona que no había sido capaz de sacar de mi mente por años? Esbocé una
sonrisa como si lo que ella dijo no me molestara para nada—. ¿A qué viene esto?
—Colt. —Arrastró su lengua a lo largo de mi mandíbula y mi polla se puso
dura nuevamente—. Solamente se trata de una fantasía. Nunca pude estar con dos
hombres, pero… —Aunque lo que ella y yo teníamos era bastante casual, yo había
usado el término de novia ligeramente, su duda todavía me ponía jodidamente
nervioso—. Tengo que ser honesta y decir que la idea de verte con otro hombre,
bueno, me excita. —Contempló mi expresión sorprendida. Era difícil ocultar la
verdad—. Sabía que estarías sorprendido. —Se encogió de hombros, rodeando mi
pezón con la punta de su dedo—. Pero no puedo decir que no piense en ello. Porque
lo pienso. Y, dado que nuestra relación es bastante abierta —su sonrisa era traviesa—
, lo apoyaría completamente.
Agarré su mano para detener su movimiento.
—Sabes que quiero hacerte feliz. Excepto, que eso no es lo mío, ¿lo sabes?
¿Verdad? —Me incliné hacia delante para atrapar su labio entre mis dientes—. Pero
si lo fuera, lo haría en un instante —susurré contra su boca—, por ti. —La hice rodar
sobre mí, deslizando su coño húmedo a lo largo de mi asta—. Pero en este momento,
me gustaría hacer algo más por ti.
—Ah, ¿sí? —Ella gimió, apretando su centro caliente contra mi polla—. ¿Y
qué será?
—Quiero saborear tu coño dulce. Quiero mi lengua tan dentro de ti que la
única persona en que estés pensando sea yo. La única persona que recuerdes —pasé
mi lengua contra el tenso pezón rosado—, sea yo.
Sus ojos brillaron con su sonrisa.
—Me gusta cómo suena eso.
—Siéntate en mi cara, nena.
Deslizó su coño a través de mi longitud, provocándome, frotando su rolliza
hendidura de arriba hacia abajo sobre mi polla. Su mirada se encontró con la mía,
observando, a medida que comenzaba a bajarse. Estaba tan jodidamente mojada y
eso me hizo marear de necesidad. Impaciente. Muriéndome de hambre por ella.
Doblé un dedo para indicarle que se acercara. Queriendo inhalar su dulzura. Lamerla
hasta que se corriera por toda mi cara.
Se movió con cuidado a lo largo de mi estómago, su excitación resbaladiza
extendiéndose sobre mi abdomen, mi pecho, y finalmente en mi boca. Y entonces,
me estaba sintiendo codicioso. Apreté su trasero y separé más sus piernas, deslizando
mi lengua dentro de su húmedo calor, dejando que el sabor y el aroma de ella
derrocaran nuestra discusión de antes.
—Oh Dios, Colt, eso se siente tan bien —gimoteó, empapando mi barbilla
mientras ella follaba mi cara—. Tu lengua… —No pudo terminar la frase a medida
que mi lengua rodeaba su clítoris, presionándolo de la manera que sabía que le
gustaba. La manera que sabía que haría que se corriera—. Sí…
Su cuerpo se estremeció mientras perdía el control, su cabeza cayendo hacia
atrás, sus ondas castañas cayendo sobre sus delicados hombros. Los pezones rosados
se pusieron más rígidos en apretados picos y rogaban mi atención, llevando mis
manos hacia arriba. Los retorcí a medida que ella montaba la ola de su orgasmo,
pequeños gemidos seguían abandonando su boquita caliente.
Cuando bajó la cabeza, sus brillantes ojos marrones se encontraron con los
míos.
—Eso se sintió muy bien. El mejor hasta ahora.
—No lo creo —bromeé, sonriendo—. El mejor está por venir.
Se rio, el sonido puro y despreocupado. Lo adoraba. Me hacía querer hacer
lo que fuera por ella.
Bueno, casi todo.
—¿Ella dijo qué?
Silencio.
Nate cruzó un tobillo sobre una rodilla, examinándome. Era el tiempo más
largo que había pasado sin decir una palabra. Ojalá pudiera decir algo. Golpeó un
dedo contra su barbilla.
—Estás pensando en hacerlo.
—No, para nada.
—Mierda —replicó él, con la pierna saltando al suelo—. Lo estás haciendo.
Me levanté de la silla, pasando una mano por mis oscuras y rubias ondas.
—Mierda. De acuerdo, tal vez lo esté haciendo. ¿Me he vuelto loco? —
Cuando mis pies casi habían hecho un agujero en la alfombra, agregué—: Es que me
gusta la idea de hacerla feliz, y, ya sabes, excitarla… —Miré hacia la expresión de
satisfacción de Nate—. Parece que le gusta.
Nate hizo un cuadrado con los dedos como si estuviera mirando a través de
una lente.
—Tú con otro tipo. No lo imagino exactamente. De acuerdo, recuerdo que
estabas obsesionado con Tyler Hudson en la secundaria, pero… —Tenía que
mencionarlo, ¿no? Por supuesto que sí. Porque Nate no era solo mi compañero de
cuarto, era mi mejor amigo y me conocía más que nadie—. Sabes lo que esto
significa, ¿verdad? No me malinterpretes, mi cuñado es gay, y si tu barco flota en esa
dirección, está bien. Pero te conozco desde que tenías ocho años y, para ser honesto,
estoy un poco sorprendido que lo estés considerando. —Limpió lo que parecía sudor
de su sien y mis ojos siguieron el camino de sus dedos.
—¿Por qué estás sudando? Yo soy quien contempla hacer esto.
Él sonrió.
—Estoy sudando por ti. —Inclinando la cabeza, me evaluó de nuevo—. Aún
me cuesta mucho entender esto.
—Únete al club. —Resoplé—. Pero, solo sería una vez. Por ella.
—Eso es lo que todos dicen —bromeó, arrojando una almohada a mi cabeza.
—Bueno, necesito tu ayuda. —Intenté adoptar una expresión que no luciera
como si estuviera pidiendo nada. Un pequeño favor.
—Oh, no. —Él movió su cabeza de izquierda a derecha enfáticamente—. No
pongas esos azules claros en mí. De ninguna forma voy hacer eso contigo. Marissa
me mataría.
Lo miré fijamente.
—No tú, idiota. Encontré a alguien en línea. Sus videos eran privados, pero
la conversación fue de primera categoría. Charlamos sin parar porque necesitaba
asegurarme que estuviera de acuerdo. Pero aun así, quería ver si me podías ayudar
llevándome allí. Sabes que me pongo paranoico.
—Ya veo. —Nate se levantó del sofá, frotando una mano por su barbilla
mientras me examinaba—. Así que, pasaste de no pensar en hacer esto… a tener algo
ya preparado. —Él sonrió—. Sí, supongo que puedo hacer eso por ti.
—Gracias, Nate. Te debo una.
Chasqueó la lengua.
—Solo lo añadiré a tu lista actual.

***

Cuando Nate se dirigió al complejo de apartamentos en la ciudad, traté de


ignorar lo que pasaba en mi estómago, optando por mirar mi ropa. Nos mezclábamos
con la noche, los dos llevando chaquetas negras, camisetas negras y vaqueros.
—Siento como si estuviéramos en una especie de misión.
Nate se volvió hacia mí a medida que avanzaba hacia el estacionamiento.
—Sí, estamos en una misión. Una misión para conseguirte una follada —dijo
y rio entre dientes—. Las cosas que hago por ti.
Corrientes de luz se filtraban a través de la ventana, destacando la diversión
en su rostro. Me alegraba que pensara que era tan divertido. Porque tal vez eso es
justo lo que necesitaba.
—Sí, soy consciente de tu lealtad desinteresada —bromeé, saliendo del auto.
Cualquier risa se interrumpió cuando nos dirigimos hacia la entrada del
edificio. Me aseguré de seguir hablando. Era lo único que me impedía dar la vuelta
y salir de aquí. Esto es por Willow, me recordé. La curiosidad no tenía nada que ver
con esto. Los recuerdos de Tyler, su sonrisa torcida y esos grandes ojos marrones
tampoco tenían nada que ver con esto. Era simplemente porque quería hacerla feliz.
Bueno, sí, y excitarla. Además, solo sería esta vez.
Nate se detuvo justo fuera de las puertas de cristal, tratando pero fallando en
poner una expresión seria.
—Estaré en el auto.
—¿En el auto?
Se balanceó sobre sus talones, sonriendo.
—Solo grita si necesitas que vaya a rescatarte. —Golpeó el bolsillo de su
chaqueta donde guardaba su celular—. Estaré allí en un momento.
—Eres chistoso. Aprecio eso.
Nate se alejó y lo miré como si fuera mi última gota de esperanza… hasta
donde sabía lo era. Solo, me quedé allí cuestionando mis acciones. El hecho de
encontrar a alguien en línea era tan atípico para mí. Pero ¿qué más iba a hacer?
¿Entrar abiertamente en un bar y llevarme a un tipo al azar? Así definitivamente
tampoco era yo. Exhalé una respiración temblorosa y me volví hacia el ascensor,
intentando convencerme de que no había razón para estar nervioso. Podía retroceder
en cualquier momento.
Excepto que estaba avanzando.
Dando una última mirada en dirección de Nate, entré en el ascensor. Sin
embargo, la incredulidad se cernió sobre mí como una sombra.
¿En serio iba a hacer esto?
Incluso cuando las puertas se cerraron, permanecí congelado durante varios
segundos antes de presionar el cuatro en el teclado más fuerte de lo necesario. Mi
corazón latía feroz en mi pecho y no podía decir si era de nervios o excitación. Si era
honesto, tal vez era un poco de ambos. Pero entonces el ascensor comenzó a
ascender. Las paredes reflejadas me atraían a mirarlas, pero no quería ver mi reflejo,
temeroso de cambiar de opinión. En lugar de eso, apreté el pedazo de papel en mi
mano y vi subir los números, deseando que ralentizaran.
Cuando el cuatro se iluminó en el panel y las puertas se abrieron, solté mi
ansiedad con un gran suspiro que no ayudó en nada. Un pie delante del otro, me las
arreglé para salir del ascensor aunque mis pies se arrastraban. Eran como de plomo
mientras caminaba por el pasillo, mirando el papel para encontrarme con mi destino.
Me pregunté si la F era intencional.
El sudor se acumuló en mis palmas y las froté contra mis vaqueros. Con una
exhalación rápida, llamé a la puerta a medida que seguía cuestionándome así como
mi presencia aquí. Segundos pasaron, y cuando nadie respondió, resoplé con alivio
y comencé la caminata de vuelta al ascensor.
—Hola.
Una voz profunda me detuvo y me debatí en si debía darme la vuelta o
continuar caminando. Willow ganó y me giré para encarar al sujeto reclinado contra
el marco de la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho.
—Sí, hola.
Sonrió con suficiencia como si tuviera un gran secreto.
—¿Quieres entrar? —No respondí de inmediato, porque estaba demasiado
ocupado notando lo normal que lucía. Cabello castaño, recortado a los lados, largo
adelante. Una camisa negra emparejada con vaqueros azules y Chucks. No estaba
seguro de lo que esperaba, pero él definitivamente no lo era—. Escucha, no tengo
todo el día. Soy un chico ocupado.
Había tantas respuestas a esa afirmación que no estaba seguro por dónde
empezar. Pero lo dejé pasar, especialmente ya que estaba parado aquí como un
idiota.
—Sí.
Otra sonrisita. Sin embargo, él no entró. Esperó a que me acercara más. Sus
ojos estaban encima de mí, recorriendo mi cuerpo como si estuviera pensando en mí
desnudo o algo así. Me puso jodidamente incómodo y me metí las manos en los
bolsillos, manteniendo el contacto visual para que no se diera cuenta lo nervioso que
estaba. Con un metro ochenta y dos y sin carecer de tono muscular, ciertamente
podía defenderme por mi cuenta. Pero la forma en que estaba mirándome
lascivamente me hizo sentir pequeño, aunque ambos parecíamos de la misma altura.
Y esos ojos. Eran de locura. Como jodidamente verdes. Como si pudiera ver a través
de mí.
Entré lentamente en su departamento y, de nuevo, pareció completamente
normal. No lucía como un palacio sexual ni nada así. Solo unos cuantos sofás de
apariencia costosa, una mesita de centro de cristal, y algo de equipo fotográfico.
Tragué duro ante la visión, removiéndome en mis pies.
—No hay razón para estar nervioso —dijo, y mi mirada fue a su cara.
—No lo estoy.
—Sí, de acuerdo. Lo que digas. —Asintió hacia uno de los sofás negros—.
¿Quieres sentarte? —Durante un segundo, vacilé, antes de ceder y hundirme en el
cuero. Él también tomó asiento, relajando los brazos a lo largo del respaldo del sillón
enfrente de mí—. Entonces —sonrió—, me encontraste en línea.
Mis ojos se dispararon a todos los sitios posibles menos su cara.
—Sí, bueno, tenías algunos comentarios buenos sobre tus, eh, videos.
—¿En serio? —La diversión llenaba su voz y me mordí el labio, lo bastante
fuerte para saborear la sangre. ¿En qué estaba pensando? Esto era peor de lo que
creí—. Es bueno oírlo. Supongo que soy bueno en lo que hago.
Mis ojos se dispararon de vuelta a los suyos. De nuevo, su mirada estaba
encima de mí, y ajusté mi posición en el sofá, intentando desmerecer la extraña
incomodidad. Era extraño estar al otro lado de esto, especialmente con un chico.
Cuando su mirada aterrizó en mi entrepierna y se lamió los labios, tuve suficiente.
—¿Sabes qué? Esto fue una mala idea. Tengo que irme. —Salté del sofá, casi
derribando la mesa de cristal en el proceso.
—Espera —llamó, pero de ninguna maldita forma me iba a quedar aquí. No
estaba seguro qué me había hecho pensar que esto sería algo que haría alguna vez.
Claro. ¿Y de cuántas formas más podía mentirme a mí mismo?
—Lamento el malentendido —murmuré a medida que salía por la puerta a la
carrera. Sus pisadas me siguieron, luego amainaron.
—Eso fue rápido —musitó Nate cuando me arrojé al auto.
—Salgamos de una jodida vez de aquí.
Aceleró el motor, luego salió del estacionamiento.
—¿Qué sucedió?
Me recliné contra el reposacabezas.
—No quiero hablar de ello. —El peso de mi melancolía llenó el auto con un
pesado silencio hasta que decidí que estaba listo para romperlo—. Yo solo… no sé lo
que estoy haciendo. Aunque él parecía un chico decente. —Nos detuvimos en una
luz roja y Nate miró en mi dirección. Suspiré y apoyé las botas sobre el tablero—.
Quiero decir, su perfil decía que es un ingeniero eléctrico. Supongo que hace esto
adicionalmente para ganar dinero extra.
—¿Dinero extra? —rio entre dientes—. Un ingeniero eléctrico no necesita
dinero extra.
—De acuerdo, tal vez le gusta. —Agité una mano—. Lo que sea. —La luz se
puso verde y presionó el acelerador—. Pero cambié de opinión, no voy a hacerlo. Le
compraré a Willow algo de porno o algo así y podemos verlo juntos.
—Aunque no es para nada como lo real.
Lo golpeé en el brazo.
—Cierra la jodida boca.
Otra mirada hacia mi reloj. Había estado sentado en este estacionamiento
durante cuarenta minutos, mirando hacia la ventana de Jake. Las luces estaban
prendidas en su departamento así que sabía que estaba ahí. Maldita sea.
Prácticamente pude escuchar la sonrisa de suficiencia en su voz cuando hablé con él
más temprano. Me estaba provocando, casi como si supiera que no tenía otra opción.
Bueno, tenía otra opción. Lo que me llevaba a preguntarme porque estaba aquí.
Pero entonces pensé en Willow… de nuevo. Cómo sus grandes ojos marrones
se llenaron con excitación cuando me dijo lo que quería. Cuánto la excitaba. Lo
entendía hasta cierto punto, porque ver a dos chicas juntas era caliente. Así que dos
chicos… Por supuesto, mi mente regresaba directamente a Tyler. Pero era joven en
ese entonces, y eso era solo un estúpido enamoramiento que nunca fue a ningún lado.
Incluso aunque ese estúpido enamoramiento duró dos años.
Le di vueltas en mi cerebro, tratando de pensar si alguna vez había habido
otra ocasión donde encontrara atractivo a otro chico. ¿Alguna vez lo había hecho?
Aparte de Tyler, no lo creo.
Y, aun así, aquí estaba yo.
¿Estaba tratando de satisfacer mi propia curiosidad? ¿Y Willow era la perfecta
excusa para hacerlo? Mierda, maldije por lo bajo antes de abrir la puerta y salir hacia
la oscuridad. Por fortuna, estaba completamente oscuro. No necesitaba a nadie
reconociéndome y preguntándose qué estaba haciendo aquí. Jesús, ¿qué demonios
estaba mal conmigo? Nadie tenía idea alguna sobre lo que estaba haciendo aquí,
mucho menos yo.
Tomé una tranquilizadora y profunda respiración y entré en el edificio. Fue
la caminata más larga de mi vida, al parecer. El elevador, por otro lado, llegó
demasiado rápido. Mientras entraba y observaba los números pasar, mordí mi
maldita uña, masticándola como si quisiera arrancarla de la piel. La campana sonó
en el cuarto piso y salí a regañadientes, ante la visión del 4F brillando al final del
pasillo.
Casi como si él supiera que estaba ahí, la puerta se abrió y Jake golpeteó sobre
su reloj.
—Llegas tarde —dijo desde el vestíbulo—, y soy un tipo ocupado.
Creo que ya habíamos establecido eso.
Su maldita sonrisa me saludó a medida que me acercaba y por alguna razón,
reí entre dientes. Se lo atribuí a los nervios, porque, ¿qué otra cosa podría ser? Si me
hubieran dicho antes de empezar a salir con Willow hace dos meses, que estaría aquí,
habría dicho, de ninguna maldita manera.
Señaló con una mano hacia mí para que pasara delante de él, y cuando lo
hacía, sentí sus malditos ojos en mí una vez más. Esta vez, mi trasero se sintió como
si estuviera en llamas. Me di la vuelta.
—Escucha, ¿podrías dejar de verme fijamente? Me pone jodidamente
incómodo.
Una vez que la puerta se cerró, se inclinó hacia atrás contra ella con una ceja
levantada.
—Podrías querer acostumbrarte a eso. Voy a estar haciendo mucho más que
solo mirarte fijamente. —Como si sintiera mi intensificada aprehensión, cambió su
tono—. Mira, lo siento. Pero tengo que ser honesto contigo —confesó, su mirada
verde abrasando mi rostro—. Estaba esperando que regresaras. Te encuentro… —
lamió la cresta de su labio superior—, muy atractivo.
Froté una mano sobre la parte de atrás de mi cuello para disipar el calor
acumulándose ahí. Nunca antes había tenido a un chico diciéndome que era atractivo
y no sabía cómo manejarlo.
—Bueno, estoy seguro que esa es tu línea estándar.
Su labio se levantó en las esquinas.
—No, de hecho, no lo es. Me pagan por hacer un trabajo y lo hago bien, pero
de vez en cuando alguien viene y capta mi atención cuando no lo espero.
—Tú tampoco eres lo que esperaba —admití.
—Ah, ¿sí? —Su lengua se empujó contra el interior de su mejilla—.
¿Agradablemente sorprendido, espero?
Sonreí. Esta vez, de una forma real.
—Tal vez.
—Tengo un trabajo real, sabes. Esto es algo que solo hago como extra. Hago
buen dinero y… —Sus ojos se deslizaron por mi cuerpo antes de regresar a mi
rostro—. Lo disfruto. —Se separó de la puerta y se dirigió hacia el sofá, mirando por
encima de su hombro—. Entonces, ¿vas a quedarte un rato esta vez? ¿O vas a salir
corriendo de nuevo? —Lo seguí y tomé asiento en el sofá cuando él hizo un desvío—
. Voy a tomarme una cerveza. ¿Quieres una?
Estuve tentado a preguntar si tenía algún licor más fuerte. Tenía la sensación
que iba a necesitarlo. Pero todo lo que logré decir, fue—: Sí, seguro.
Mis ojos no pudieron evitar mirar hacia donde se dirigió. Evaluando la
situación. Pensado en cuán extraño era esto. Era un tipo regular para mí, y se sentía
como si solo fueran dos chicos pasando el rato. Pero, por supuesto, debajo de la
superficie, esto era mucho más que eso.
Con mis ojos vagando por el departamento, busqué una pista. Algo que
estuviera fuera de lugar, alguna razón para huir. Pero no había nada fuera de lo
ordinario. Lucía como un departamento de soltero típico, excepto que estaba más
limpio y más lujoso de lo que estaba acostumbrado. No había ropa colgando de las
sillas, no había botellas vacías de cerveza en el suelo. No como el departamento que
compartía con Nate.
—Aquí tienes. —Me arrastró fuera de mis pensamientos y me pasó una
cerveza antes de dejarse caer en el otro sofá—. Sé que nos enviamos algunos textos
de ida y vuelta, pero por qué no me cuentas un poco sobre lo que estás buscando
exactamente.
Tomé un largo trago de mi cerveza y dejé que el frío entumeciera mi garganta.
—Mi, eh, novia, mencionó algo sobre, tú sabes, una cosa con dos tipos. —
Froté una temblorosa mano sobre mi muslo—. Su cumpleaños se acerca y pensé
que… bueno, ya sabes. Así que, aquí estoy.
Bebió un trago de su cerveza, mirándome sobre el borde.
—¿Y has hecho esto alguna vez antes?
—No —respondí demasiado rápido—. Nunca.
La esquina de su boca elevó.
—Bien.
—¿Por qué bien? —pregunté, mordiendo mi labio inferior. Sus ojos cayeron
hacia el movimiento y dejé de hacerlo.
—No lo sé. —Se encogió de hombros—. Solo salió. —Se quitó sus zapatos
luego levantó sus piernas hasta el sofá, girando su cuerpo para estar frente a mí—.
Aunque no hay razón para que estés nervioso. Podemos hacer tan poco o tanto como
quieras. Estoy dispuesto a hacer lo que sea que tú quieras.
Me terminé mi cerveza, listo para otra.
—¿Qué significa eso exactamente?
—Bueno… —Puso su botella sobre la mesa a medida que sus ojos empezaban
a moverse de nuevo, pasando por mi torso, mi entrepierna, mis piernas, luego
subiendo lentamente—. Podemos empezar besándonos o solo tocándonos o —una
pausa—, podríamos follar. —Otra pausa para lamer sus labios—. O podría chupar
tu polla. —Aclaró su garganta, ajustándose a sí mismo, y pienso que podría haberme
tragado mi lengua—. Lo que sea que tú quieras.
Santa. Maldita. Mierda.
Me quité mi chaqueta.
—Otra cerveza estaría bien —logré decir y él rio entre dientes.
—Seguro, podemos empezar con eso. —Desapareció en la cocina mientras
intentaba lograr poner bajo control a mi acelerado pulso.
Cuando Jake emergió, tomó asiento cerca de mí y me pasó una cerveza.
—Pero solo para que sepas, tenemos que ponernos cómodos entre nosotros y
practicar un poco antes de hacer el video, así será más fácil cuando finalmente lo
filmemos.
Mi voz fue demasiado alta.
—¿Practicar?
—Sí. —Su expresión era seria—. Unas cuantas veces al menos. —Un
asentimiento hacia mi bebida—. Por qué no terminas eso y entonces podemos… ya
sabes. —Se acercó un poco más, colocando su mano en mi hombro y me encogí—.
Necesitas relajarte, Colt. No muerdo. —Unos hábiles dedos comenzaron a amasar
los músculos en mi hombro y exhalé—. Eso es. Tómalo con calma. —Su mirada
subió hasta mis labios—. Me gusta cuán fuerte te sientes. —Acercándose mucho más,
su respiración golpeó mi cuello—. Tengo una confesión que hacer. He pensado
mucho en ti desde que estuviste aquí la semana pasada. De hecho, he pensado un
poco sobre todo lo demás.
Abrí mi boca para responder, pero no estaba seguro qué mierda decir. En
cambio, tomé más cerveza, el olor de su respiración terriblemente cerca y no sabía
qué hacer con eso.
Su voz bajó.
—Me masturbé unas cuantas veces pensando en ti. —La cerveza casi salió
volando de mi boca y tosí—. Oye, con cuidado. —Golpeó mi espalda, pero entonces
su mano permaneció apoyada contra mi camisa. Podía sentir el calor de sus dedos a
través de la tela de algodón. El sudor se acumuló en mi labio superior y lo limpié—.
Tienes que relajarte. Puede que de hecho disfrutes esto. Soy algo… bueno en lo que
hago. —Su mano se movió por mi espalda, luego subió hasta mi cuello mientras
masajeaba mi piel. Cerré mis ojos y pensé en Willow, pero el toque de él no se sentía
como el de ella. Era sólido y firme, no ligero y tentativo. Era diferente. Pero
suficientemente extraño, no se sentía mal. El cojín se movió cuando lo hizo su
proximidad y mis ojos se ampliaron—. Hueles realmente bien. —Sus palabras
sonaron roncas—. ¿Eso es colonia?
—Yo… no uso colonia.
—Maldición. —Sacó la cerveza de mi mano, mi única red de seguridad, y la
colocó sobre la mesa del café. Empujé mi otra mano bajo mi muslo, presionándola
contra el sofá—. ¿Puedo besarte? Realmente quiero besarte.
—N-nunca antes he besado a un chico. —Pero Jesús, ¿cuántas veces había
querido besar a Tyler? ¿Cuántas veces fantaseé con ello en mi cama adolescente
mientras mi mano pasaba por mi polla?
—¿Y qué? —Acunó mi cuello atrayendo mi cabeza hacia él. Mi mirada cayó
hasta sus labios, carnosos y abiertos. Una parte de mí quería saber cómo se sentirían.
Quería saber cuál sería la diferencia, así que asentí. A centímetros de mi boca, se
detuvo—. Me encantan tus labios. Cuán follables son. Anoche —susurró entones—
, tuve un sueño donde estaban envueltos alrededor de mi polla…
Jesús.
Hablando de estar fuera de mi elemento. Era el primero en hablar sucio. Me
gustaba lo obsceno. Pero ¿estar en el lado receptor de eso, con otro chico? La
intensidad aumentó mi ritmo cardíaco en un mil por ciento.
Su cálido aliento estaba a solo un latido de distancia, mientras se acercaba a
mis labios, finalmente presionando su impaciente boca contra la mía. Y fue firme, sí,
pero también extrañamente suave. Su áspera barba de pocos días se frotó contra mi
piel cuando abrió mis labios, golpeando su lengua contra la mía. Dios, era caliente.
La presión de su boca, el enredo de nuestras lenguas. La cerveza mezclada con una
pizca de algo más en su aliento puso mis sentidos en sobrecarga. Podía sentirme
poniéndome duro y no sabía qué mierda significaba eso.
De cualquier forma, encontré mi mano libre agarrándose al frente de su
camisa y arrastrándolo más cerca. Gimió en mi boca y fue profundo y sexy, y… me
gustó. Debe haber sentido mi sonrisa porque se alejó.
—¿Qué?
Intenté mantener mi rostro apacible, reprimiendo mi sonrisa.
—Nada.
—Como que nada —respondió, mirando a mis labios—. Se siente bien,
¿cierto? Te dije que sé lo que hago.
—No se siente mal —admití, sorprendiéndome a mí mismo. Un rotundo
cumplido, pero lo tomó como una oportunidad y me liberó, empujándose hacia
arriba y pasando una pierna por encima de la mía para sentarse a horcajadas sobre
mis caderas. En lo que pareció como un movimiento no intencional, chocó contra
mi torso y su polla se frotó contra mi estómago. Estaba duro como una roca. Quería
que se frotara contra mi polla para así poder ver cómo se sentía.
¿Qué demonios pasaba conmigo?
Deslizó mi brazo fuera de mi muslo y atrapó mis dos manos, poniéndolas
detrás contra el sofá.
—Puedo sentir cuán duro estás. Te excito. —No era una pregunta y me
molestó que fuera tan engreído. Pero tenía toda la razón. Y no sabía los cómo o los
por qué, pero definitivamente me excitaba—. Está bien admitirlo. Solo estamos
nosotros dos aquí.
—Tengo novia —disparé en respuesta. La palabra novia sintiéndose más como
un escudo que como la verdad. Pero no estaba seguro contra qué me estaba
resguardando, y ciertamente no estaba a punto de ofrecer esa información.
Sonrió como si supiera algo que yo no.
—Lo sé. Es por eso que estás aquí, ¿no?
—Sí. —Traté de enderezar mis hombros más de lo que estaban—. Es la única
razón.
—Bien. Me alegra que tengamos eso aclarado. —Sonrió, liberando mis
manos—. Ahora quítate tú camisa.
—¿Qué?
—Quiero sentirte. Tocar tu piel. —Hizo un gesto hacia mi camisa—.
Quítatela. —Cuando no respondí, añadió—: Por favor.
Mierda. De repente no podía mover mis manos y éstas temblaban. Besar era
una cosa, pero tocar sin ropa era otra. No creí poder hacerlo.
—No…
—Crees que puedas hacer esto.
—Sí. —Dejé salir una respiración irregular—. Pensé que podía. Pero no
puedo.
No me presionó, lo cual no era en absoluto lo que esperaba. Pero me
sorprendió la cantidad de decepción que se registró en su rostro. Lo cubrió
rápidamente.
—Totalmente genial. —Se bajó de mi regazo y cualquier calor entre mis
piernas se evaporó. Traté de levantarme y él colocó una mano sobre mi brazo—.
Espera. ¿Quieres quedarte un rato más?
Su pregunta me agarró fuera de guardia.
—¿Y hacer qué?
—No lo sé. ¿Escuchar música? —Apuntó con un dedo hacia la cocina—. Soy
un cocinero medio decente. Podría hacernos algo de comida.
Para comprarme algo de tiempo, miré alrededor de la habitación. Mi mano
voló a la parte trasera de mi cuello. La huella de sus dedos todavía estaba allí.
—Uh, supongo. Seguro, ¿por qué no?
Sonrió, y fue casi sin esfuerzo. Ahora veía por qué era tan bueno en esto.
Tenía cierto magnetismo, sin mencionar que lucía bastante decente para un chico.
Lo seguí a la cocina, la cual era jodidamente enorme. Un largo banco como
mesa flanqueaba una pared entera, mientras las otras dos estaban alineadas con
gabinetes de vidrio.
—Así que, ¿eres ingeniero eléctrico y cocinero? Parece una combinación
extraña.
Me miró por encima de su hombro a medida que alcanzaba dentro del
refrigerador y sacaba una bolsa de pimientos.
—Ah sí, mi perfil. —Cuando se dio vuelta de nuevo para hacer frente al
mostrador, mi mirada vagó a su ágil forma, la fuerte línea de sus hombros, la flexión
del músculo en sus antebrazos mientras cortaba los vegetales. Se dio la vuelta, con
una sonrisa cómplice en su rostro—. Tengo cierto atractivo, ¿verdad?
Me reí entre dientes.
—Sí. Se llama “jodidamente engreído”.
Sus labios se curvaron.
—Oye, no llegué tan lejos por accidente. Conozco mi propio poder, ¿qué
puedo decir?

***

—Guau, no estabas bromeando. —Coloqué mi servilleta sobre la mesa—. Eso


estuvo bueno.
Una sonrisa se extendió nítidamente a través de su rostro y quise borrarla con
mis labios.
Qué. Carajo.
—Te dije que no soy un mal cocinero. —Su lengua se arrastró lentamente a
través de su boca y mi atención se fijó en ella—. Tengo un montón de dones para
compartir con el mundo. ¿Son mis labios tan distractores como los tuyos? —
preguntó, encontrándome mirando fijamente—. Porque estoy teniendo muchos
problemas manteniendo mis ojos fuera de tu boca.
—Solo piensas en una cosa.
—Sí —acordó, levantándose para apilar los platos y llevarlos al fregadero—.
Y he estado pensando en Colt Alexander durante una semana hasta ahora. Puede
que necesite que me ayudes a conseguir quitarme ese pensamiento. —Enjuagó los
platos y los cargó en el lavavajillas. Entonces se pavoneó hacia la mesa, viniendo a
pararse a mi lado—. Piénsalo de esta manera. Haremos todo lo que tenemos que
hacer por tu novia y luego te desharás de mí. —Su mirada se enfocó en mis labios—
. Quiero besarte otra vez. —Se inclinó más cerca, apoyando un fuerte brazo sobre la
mesa. Su aliento caliente abanicó mi barbilla—. Solo uno.
Debe haber encontrado la respuesta que necesitaba en mis ojos porque se
inclinó, presionando sus firmes labios en los míos. A pesar de que su boca era el único
punto de contacto, él puso todo en este beso. Sus manos se acercaron para agarrar
mis mejillas mientras separaba mis labios y deslizaba su lengua dentro. Y no pude
evitarlo, mis dedos se encerraron en la trabilla de sus pantalones para persuadirlo a
estar más cerca. Él sonrió contra mis labios pero no se detuvo.
Y yo no quería que se detenga.
Quería que continuara. Me gustaba la caliente y húmeda presión de su lengua
contra la mía, la forma en que dominaba mi boca. Muy pronto se alejó, dejándonos
a ambos jadeando.
—Vamos a mi habitación. —Su voz sonó ronca, y mi vacilación por tomar el
siguiente paso debe haberse demostrado todavía—. Podemos ir lento. Lo prometo.
Lo haré fácil para ti. —No había ninguna burla en sus ojos entonces, y me impresionó
lo mucho que me deseaba. Quiero decir, había visto esa mirada en mujeres, pero
nunca en otro hombre. Y tenía curiosidad en cuanto a esto. En cuanto a él. Así que
mientras mi mente estaba diciendo que corriera de una jodida vez en la otra
dirección, mi cuerpo me persuadió para que me levante del asiento y forme una sola
palabra.
—Lento.
Sus ojos verdes perforaron los míos.
—Tienes mi palabra.
Solté su trabilla y lo seguí por un pasillo corto y dentro de un dormitorio. Una
lámpara tenue junto a su cama cubría la sala en una suave luz, permitiéndome
distinguir sus paredes, cubiertas de carteles de bandas ricamente enmarcados.
—Supongo que te gusta la música.
—Siempre me ha gustado —admitió, deteniéndose junto a la cama antes de
alcanzar detrás de él para arrastrar el borde de su camisa hacia arriba y sobre sus
hombros.
Tosí más allá del bulto de nervios en mi garganta, tratando de no mirar
demasiado a las crestas y pendientes de su pecho.
—Pensé que íbamos a ir lento.
—Así es. —Lanzó su camisa a un lado—. Tu turno.
La expectante mirada en su rostro me impulsó a tragar duro. Agarré la base
de mi camisa y la levanté en un movimiento fuerte… como una tirita.
Su mirada recorrió todas las partes de mi pecho, ni siquiera intentando
ocultarlo.
—Jesús. —Sus ojos subieron a mi rostro lentamente a medida que tomaba los
pasos necesarios para alcanzarme. Las ásperas yemas de sus dedos se presionaron en
mi cadera mientras su mirada se quedaba en la mía—. Quiero pasar mi lengua por
cada centímetro de tu cuerpo. Comenzando con tu cuello… y terminando con tu
polla.
Demasiada saliva se agrupó en mi garganta, y traté de tragar otra vez. Él
agachó su cabeza, sus labios rozando la curva de mi hombro.
—Tienes el olor más increíble… —Sus palabras se desvanecieron cuando su
lengua se arrastró más allá de mi pectoral y rozó mi pezón. Estaba perdido en el
sendero húmedo de su boca cuando tomó mi mano, presionándola plenamente
contra su erección. Jesús, él estaba tan duro—. Esto es lo que me haces. —Me guio
de ida y vuelta sobre el contorno de su pene detrás de su cremallera—. Sí. —Dejó
escapar una respiración entrecortada—. Así.
Nunca antes había tocado el pene de otro chico, pero aquí estaba, luchando
para mantener mi propio pene dentro de mis pantalones. Como si fuera un jodido
adolescente en su primera exploración.
Perdido en mis pensamientos, no me di cuenta que mi mano había caído y
que él había caído de rodillas, sus ojos al nivel de mi polla. Sus labios encontraron la
cinturilla de mis pantalones, un dedo abriendo el botón. Abrí mi boca para decirle
que se detuviera, pero todo lo que salió fue silencio. El sonido de él deslizando mi
cremallera retumbó en la silenciosa habitación y mi corazón se aceleró, golpeando
contra mis costillas. Luego un fuerte tirón cuando él empujó mis pantalones más
abajo, el material áspero raspando contra mis piernas.
Me dio un golecito en mis pies, con voz grave.
—Levanta. —Lo hice tal y como pidió, y los deslizó el resto del camino hasta
que me quedé en nada más que mis bóxer negros—. Quiero chuparte hasta que estés
tan duro que el pre-semen gotee de tu punta, y luego quiero lamerlo.
—Jesús —gemí y mi pene tembló.
—¿Colt? —preguntó y me miró, sus ojos perforando los míos con cruda
intensidad—. Quiero, pero no voy a hacerlo. A menos que te escuche decirlo.
Él ya sabía que quería que lo hiciera. Mi pene estaba poniéndose más duro
por minuto y su rostro estaba a escasos centímetros de él.
—Sí.
—¿Sí, qué? —Sonrió.
—Quiero que chupes mi polla. —Como un rayo, se puso de pie y me hizo
girar alrededor, empujándome hacia abajo sobre la cama. Mi espalda golpeó el
colchón—. Guau, pensé que íbamos a ir lento.
—Me acabas de dar luz verde y he estado soñando contigo durante una
semana. Qué se joda lo lento.
Jake tiró de mi bóxer hacia abajo y mi erección saltó libre. Gruñó antes de
separar mis muslos y colocarse entre ellos.
—Cristo, creo que ya soy adicto a tu olor. —La parte plana de su lengua
encontró la parte inferior de mi polla y mi cuerpo se sacudió de la cama—. Tranquilo.
Voy a tomarte lento. Quiero que esto dure. —Me lamió, quemando mi piel con la
caricia ardiente de su lengua. Dios, se sentía tan bien—. Maldición, eres tan suave.
Apreté mis ojos cerrados mientras él deslizaba su lengua desde la raíz a la
cabeza de mi polla. Él sabía lo que estaba haciendo. La forma como ahuecó mis bolas
antes de que su fuerte mano se deslizara hacia delante para acariciarme de arriba
abajo. Su boca, caliente y húmeda, envolvió mi longitud completa, llevándome
profundo a la parte posterior de su garganta. En el peor momento posible, mi mente
se desvió a Willow y una culpa extraña se agitó en mi estómago. Pero esto es por ella.
Aunque no se sentía así ahora mismo. Sentía que esto era por mí. Y maldita sea, no
lo entendía. O tal vez sí y simplemente me negaba a reconocerlo.
El bajo gemido de Jake me trajo de vuelta. Bajé la mirada a la cama para ver
sus pantalones desabrochados, su otra mano trabajando su polla, masturbándose él
mismo. Sus labios se envolvieron alrededor de mi corona y casi hice combustión al
verlo, por la sensación de sus dedos acariciando mi pene, por cuán jodidamente bien
se sentía.
—Jake, yo…
Su agarre se apretó. Una mano se convirtió en dos a medida que me
masturbaba hasta que mi cuerpo se arqueó de la cama y me vine, más fuerte de lo
que creo haberlo hecho antes. Me liberó, limpiando su boca con el dorso de su mano
y deslizándose por mi cuerpo, moliendo su erección en mí contra.
—Sé que es demasiado pronto. Pero no tienes idea de cuánto quiero follarte
ahora mismo. —Sumergió su lengua dentro de mi boca, mi sabor fuerte en sus labios.
Por alguna razón, lo encontré jodidamente erótico. Alejándose de nuevo, agregó—:
Me encanta tu sabor. No puedo esperar para hacerlo de nuevo. —Hizo una leve
pausa y luego me miró—. Entonces, ¿cómo estuvo? Soy el primer chico que chupa
tu polla, ¿cierto?
—Jesús.
—Bueno, es cierto, ¿no? Entonces, ¿cómo estuvo? —Sonrió—. Vamos,
necesito que me suban el ego.
Estaba teniendo dificultad para concentrarme con él meciéndose contra mi
pene, lo que me estaba poniendo duro otra vez.
—Fue… diferente.
—¿Diferente bueno?
—Generalmente no me gusta hablar después de…
—¿Conseguir que chupen tu polla? Bueno, a mí sí. Y fue bastante y
jodidamente impresionante por cierto. Así que ahora quiero una respuesta.
—Sí, fue bueno.
Comenzó a moverse, bajando por mi cuerpo.
—Voy a tener que volver a hacerlo si todo lo que tienes para mí es bueno.
Sujetando su bíceps, tiré de él hacia arriba una vez más.
—No, quiero decir… no ahora.
—Pero quieres que lo haga otra vez, ¿cierto? —Él aclaró su garganta y luego
se explicó—. Ya sabes, para asegurar que lo tenemos todo cubierto antes de empezar
a grabar.
—Sí. —Sonreí—. La práctica hace al maestro, ¿cierto?
La puerta de nuestro departamento se abrió antes de que tuviera la
oportunidad de usar mi llave. El rostro de Nate estaba en blanco cuando golpeó un
dedo contra el marco.
—¿Dónde has estado? Te he dejado como tres mensajes de voz.
—Yo estaba… —traté de imitar su expresión—. Fuera por un rato.
—Bueno, tuve la oportunidad de conseguir dos asientos VIP para el juego de
los Medias Rojas esta noche, pero ahora ya no están.
—Hombre, lo siento.
—¿En serio? Luces como si no lo hicieras. —Me senté en el sofá, poniendo
mis pies en la mesa de café. Nate se acercó y se paró frente a mí—. ¿Vas a hacerme
pedir información, o qué? ¿Dónde estabas? —Saltó a mi lado y mis ojos encontraron
algo interesante en la alfombra—. Oh, mierda. Lo hiciste.
Lo miré, intentando mantener mi expresión neutral. No es que eso importara.
Me conocía demasiado bien.
—¿Hacer qué?
—No juegues conmigo, Colt. Hiciste el video, ¿verdad?
—No.
—Bueno, la palabra SÍ está escrita por todo tu rostro.
Tosí tapando la boca con mi puño y miré por debajo de la mesa de café.
—Hicimos… algo, pero no hicimos eso.
Nate resopló en irritación y sentí cómo el sofá se movió cuando se giró para
enfrentarme. Miré para encontrarme con su mirada.
—De acuerdo, escucha. Sabes que estoy bien con lo que hagas, y te apoyo, así
que… si necesitas hablar de eso, o lo que sea, estoy dispuesto a escuchar.
—Gracias. —Y a pesar de que fuera una situación extraña, Nate era mi amigo
más viejo y la persona con la que más cómodo me sentía hablando del tema. Rodé
mis hombros para aflojar la tensión y dejé que mis pies cayeran sobre la alfombra.
Entonces arrastré mis dedos por el frente de mis vaqueros, trabajando para quitar la
imagen de mi mente de la boca de Jake en mi pene—. Yo… me gustó estar con él.
Es… es… extrañamente adictivo.
Nate se reclinó hacia atrás, con las cejas fruncidas a medida que me estudiaba.
—Tengo que decirlo, diecisiete años conociéndote y estoy sin palabras. No
pensé que pudieras sorprenderme. Y tal vez no debería estar sorprendido dado lo de
Tyler. Pero esto, esto me deja aturdido. —Sonreí y él me golpeó en el hombro—.
Increíble.
Me levanté del sofá y me dirigí a la cocina.
—Necesito un trago.
—¿Estás seguro que es un trago lo que necesitas? —preguntó mientras sacaba
del gabinete una botella de tequila con dos vasos.
—Ja, ja. —Puse los vasos sobre la mesa y vertí el líquido ámbar. Mi teléfono
celular sonó, y dejé la botella en la mesa para sacarlo de mi bolsillo. Cuando vi el
nombre de Jake, mi dedo golpeó ansioso a través de la pantalla.
Jake: No puedo dejar de pensar en ti. La forma en que tu polla se sintió cuando la
tragué.
Mis ojos se agrandaron e incliné la pantalla para que Nate no pudiera verla.
Rápidamente envié un mensaje.
Yo: No puedo hablar en este momento.
Jake: Ven mañana por la noche.
Yo: No puedo.
Jake: Si puedes.
Yo: Me tengo que ir.
Jake: Aun puedo saborearte en mi lengua.
Empujé el teléfono de regreso a mi bolsillo y tomé el trago antes de dejar el
vaso en la mesa.
—¿Quién era?
—Nada importante. —Me serví otro trago y me lo tomé.
—Sí, claro. Por eso tu rostro está rojo. —Se llevó su vaso a la boca y echó la
cabeza hacia atrás—. Está fuerte. ¿Quieres ver el partido?
—Claro.
Nate encendió la televisión y nos acomodamos en el sofá. La pantalla era
como un borrón, mi mente estaba atrapada en el mensaje de Jake, sus labios, la
sensación de su polla frotándose con la mía.
Iba a ser una larga noche.
—Te dije que me voy a tomar un descanso. Así que tendrás que encontrar a
alguien más. —El tono de Jake sonó entrecortado mientras abría la puerta, la
irritación emanando de él en oleadas. Pero su actitud se suavizó instantáneamente
cuando me vio—. No pudiste permanecer lejos, ¿eh? —Sus labios formaron una
sonrisa y mi mente dio vueltas, pensando en ellos deslizándose por mi polla—. Sí, sí,
estoy aquí. Aunque no puedo hablar ahora mismo. Me pondré en contacto contigo
más tarde. —Terminó la llamada y metió el teléfono en su bolsillo, sus ojos nunca
dejaron mi cara—. Entra. —Para el momento en que la puerta se cerró, me enjauló
contra la pared, empujando sus caderas contra las mías—. Me alegra verte.
—¿Sí? No podría decirlo.
Maldita sea si su sonrisa de suficiencia en respuesta no me excitó. Arrastró su
nariz a lo largo de la curva de mi cuello, respirándome.
—He estado pensando en ti —murmuró, chupando la sensible carne debajo
de mi oreja. Mechones de cabello rozaron mi piel, el leve toque de jabón corporal me
hizo inclinarme hacia él—. Quiero tu polla llenando mi boca de nuevo. —Su voz era
susurrante—. Fue tan bueno. —Me mordió el lóbulo, y mi pulso se disparó—. Has
estado pensando en mí, ¿verdad? —susurró—. Quieres más. —Su mano se elevó para
serpentear a través de mi cabello a medida que su lengua se deslizaba a través de mi
mandíbula—. Quiero tus labios en los míos otra vez. —Solté un gemido sin palabras
ante la sensación de su dura polla clavándose en mi ingle. No podía creer lo mucho
que me deseaba. A mí—. ¿Puedo besarte, Colt? —Su mano se deslizó más abajo,
arrastrándose por mi columna y presionando contra mi espalda, la fricción de
nuestros penes frotándose juntos haciendo que mis bolas se tensen en mis vaqueros.
Mierda, se sentía bien.
—Sí.
Sus labios, suaves y húmedos, encontraron los míos, y soltó un gemido. Esa
lengua persistente se empujó dentro de mi boca, explorándome, saboreándome
mientras lo probaba. Le devolví el beso, con fuerza, a medida que la presión de su
mano contra mi columna aumentaba y sus dedos avanzaban lentamente por debajo
de mi camisa. Su toque hizo que mi piel ardiera lo cual no tenía sentido. Era
extremadamente jodido. Nadie había podido hacerme sentir así, ni siquiera Willow.
No sabía de dónde vino eso, pero no pude evitar que mi cerebro lo pensara. Tampoco
podía dejar de pensar en querer que su cuerpo desnudo se envolviera alrededor del
mío. De querer todo lo que él estaba dispuesto a darme.
Ahora era mi turno de gemir. Su lengua estaba por todas partes en mi boca,
como si estuviera intentando algo por primera vez. Sabía que esto no era nada nuevo
para él, pero era totalmente nuevo para mí. Aunque no lo hubieras sabido por la
urgencia de sus labios y sus manos errantes. Estaba haciendo un poco de deambular
por mi cuenta, mis dedos jugueteando con la cintura de sus pantalones, saltando a
través de su piel lisa, muriéndome por tocarlo.
Se apartó del beso, jadeando.
—Mierda. Tu provocación me está volviendo loco. No puedo soportarlo.
Quiero tu mano dentro de mis pantalones. Quiero que toques mi pene. Estoy
jodidamente duro por ti. —Su respiración pesada caía contra mi mejilla—. Estoy tan
excitado ahora que estoy a punto de explotar, y me gustaría que tu mano me
envolviera cuando lo haga… o tus labios. —Mi boca se abrió, pero estaba demasiado
atónito para hablar. Jake tomó mi mano y la metió en la parte delantera de sus
vaqueros—. ¿Sientes eso? Eso es cuán loco me vuelves. —Un suave gemido escapó
de mis labios mientras mi mano maniobraba por el interior de sus vaqueros. Sus ojos
se cerraron y su pene se hinchó cuando mi mano empujó contra su longitud—. Jesús.
Solo tu mano se siente jodidamente increíble.
Impulsado por sus palabras, caí de rodillas delante de él, mis pulmones
golpeando contra mis costillas. No estaba seguro de qué diablos estaba haciendo,
solo que quería hacerlo. Él abrió los ojos y me miró a medida que yo hurgaba,
abriendo el botón de sus pantalones con dedos temblorosos. Pero mis nervios no me
detuvieron. Seguí adelante, empujándolos sobre sus caderas y arrastrando su bóxer
también.
—Mierda —murmuró, mis ojos al nivel de su gran erección. Me lamí los
labios antes de zambullirme y envolver mi boca alrededor de su polla.
—Oh, mierda. —Apoyó un brazo contra la pared—. Mierda, eso se siente
bien. Oh, sí. Chupa mi polla. —Mis labios se deslizaron de arriba hacia abajo por su
eje y giré mi lengua, llevándolo tan profundo como podía manejarlo—. No voy a
durar. Tu boca es… tan jodidamente caliente. —Mi saliva cubría su polla cuando
retrocedí y luego lo cubrí de nuevo. Sus dedos tocaban ligeramente la parte posterior
de mi cabeza pero no me empujaban. Más que nada una guía sobre cómo le
gustaba—. Fóllame con tu boca —gimió, y yo también, el ruido vibrando en mi
pecho y haciendo a mi polla querer estar fuera de mis pantalones. Agarré su culo y
luego lo llevé hasta el fondo, mi boca apoyada contra su ingle—. Oh, mierda. Voy a
correrme. Si no quieres…
Y luego explotó.
En mi boca.
Santa. Maldita. Mierda.
Acabo de tener la polla de otro tipo en mi boca. Acabo de tragar su corrida.
Pero no podía negar que me gustó. La forma en que su cabeza retrocedió y él perdió
completamente el control. Por un segundo, esa actitud arrogante se había ido y él
estaba a mi merced. El sabor de él se demoró en mi boca y no era tan malo como
pensé. En realidad, no estaba mal, en absoluto.
Antes de que tuviera tiempo de pensar más en ello, me puso de pie y estrelló
su boca contra la mía, su lengua forzando su camino más allá de mis labios. Seguía
estando duro, su pene rozándose contra el mío, y en este momento todo en lo que
podía pensar era en él chupándome como lo hizo la otra noche. Pero luego
retrocedió, con las mejillas enrojecidas.
—Te quiero desnudo en mi cama. —Sonrió, esa arrogancia volviendo—. Y
creo que lo quiero ahora mismo. Creo que también quieres eso. —Su frente se alzó,
su mirada penetrando la mía—. ¿Verdad?
Tropecé con las palabras, incapaz de apartar mi mirada aunque lo deseaba
desesperadamente.
—Quiero…
—Dime —susurró, su pulgar presionando mi labio inferior—. Te daré lo que
quieras. Todo lo que tienes que hacer es pedirlo.
—No sé… quiero que… me hagas venirme.
Sus ojos estaban entrecerrados a medida que perforaban los míos.
—Dime cómo.
—Quiero… tu húmeda boca envuelta alrededor de mi polla.
—Maldición, sí. —Se agachó y palmeó mi polla a través de mis vaqueros. Al
instante, necesitaba más—. Quiero tu polla metida en mi boca. Quiero saborear esa
corrida salada mientras se derrama por mi garganta. —Sus ojos cayeron a mi
erección, lo suficientemente dura para ver el contorno a través de mis vaqueros—.
Quítate los pantalones.
No tuvo que pedirlo dos veces. Estaba tan excitado que si no metía mi pene
en su boca pronto iba a colapsar. No podía creer que estos pensamientos estuvieran
propagándose en mi mente, pero sinceramente no me importaba una mierda.
La lengua de Jake se lanzó hacia fuera para mojar su boca y mi urgencia
aumentó. Abrí el botón y arrastré mi cremallera hacia abajo. Para el momento en
que mis vaqueros y bóxer estuvieron alrededor de mis rodillas y mi erección estaba
en libertad, él se hundió en la alfombra. Lamió mi punta con un círculo lento y
atormentador que me hizo desesperarme por estar dentro de su boca. Arqueé mis
caderas hacia él.
—¿Tienes idea de cuántas veces he soñado contigo en los últimos días?
Chupando tu polla, follándote. No puedo sacarte de mis pensamientos. —Otro golpe
de su lengua, esta vez de mis bolas a toda la longitud de mi polla, y no pude
soportarlo.
—Oh, Dios. Chupa mi polla.
La tensión crujió entre nosotros cuando me tomó en su boca. Rodeado por su
calidez, un sonido, que no estaba seguro que perteneciera a mí, abandonó mi
garganta. Era descarnado. Ruidoso. Desinhibido. Luché por mantenerlo dentro de
mi pecho, pero el placer era abrumador. Y cuando capté un vistazo de sus mejillas
ahuecándose mientras me succionaba, con la mano sujetando la base de mi miembro,
bombeándome, apenas pude contenerme. Deseaba correrme endemoniadamente.
—Justo así. Oh, sí. Tu boca… —La ronquera de su gemido vibró a través de
mí y casi me corrí. Estaba intentando hacer que esto durara, pero era imposible. Se
sentía jodidamente bien—. Jake, yo… —Mis caderas se agitaron y un cálido chorro
de corrida se disparó en su boca. Él no soltó mi polla hasta que me dejó seco, su
lengua se deslizó una vez más sobre mí antes de ponerse de pie. Todo el jugueteo
había desaparecido de su expresión y no estaba seguro de qué pensar de ello.
—Quiero follarte. Estoy muriendo por follarte.
Tragué con aspereza. La idea de tener su polla en mi culo me aterrorizaba
hasta la mierda, y no estaba seguro de estar listo. De hecho, sabía que no lo estaba.
—Yo… no creo que esté listo para eso.
—Lo sé —dijo en un suspiro profundo—. Pero quiero tu piel contra la mía.
Así que vayamos a desnudarnos en mi cama. —Sonrió—. ¿Eso funciona para ti?
Su expresión era magnética, tal vez incluso adorable, y no pude evitar
devolverle la sonrisa.
—Sí, eso funciona. —Él asintió, y nos quitamos las camisas, luego nos
sacamos los zapatos de una patada, los vaqueros y calzoncillos antes que él alcanzara
mi mano. Mientras me conducía a su habitación, se me ocurrió un pensamiento—.
¿Qué hay del video? —No sé por qué pregunté porque se me había borrado de la
mente.
Me lanzó una mirada traviesa sobre el hombro, con los ojos brillantes.
—Video. ¿Qué video?
Una vez cruzamos el umbral a su habitación, soltó mi mano y caminó hasta
un pequeño escritorio en la esquina, encendió una luz. Regresó lentamente, con
hambre no solo en los ojos, sino en su andar. Se detuvo frente a mí, sus respiraciones
entrecortadas chocaron sobre mi barbilla.
—No te muevas.
—Mm… de acuerdo.
Se pasó una mano por el cabello desordenado.
—Dios, Colt, me estás matando.
Su repentina frustración era confusa.
—¿Qué quieres decir?
La lengua de Jake salió para humedecerse los labios a medida que sus ojos
recorrían mi cara.
—Usualmente solo tomo lo que deseo. Y —una pausa pesada—, te deseo a ti.
—Apartó la vista un instante, pareciendo ordenar sus pensamientos. Cuando su
mirada regresó a la mía, la determinación chispeaba en sus ojos—. Quiero saber que
deseas esto, que me deseas a mí. —Bajó la vista hacia mi erección. No había nada
para ocultarla—. Aparte de lo obvio.
—Mira, Jake…
—Es Sean —gruñó.
Fruncí las cejas. ¿De qué demonios estaba hablando?
—¿Qué?
—Mi nombre. —Suspiró, con fuerza—. Es Sean Sterling. Jake Donovan es el
nombre que utilizo en línea para poder mantener la privacidad.
Mi cabeza estaba empezando a girar.
—De acuerdo, Sean, como estaba diciendo, soy como un pez fuera del agua
en todo esto. Sé que es una analogía de mierda, pero… —Bufé con frustración,
frotándome la sien con dos dedos—. Estoy en serio confundido ahora mismo. Ni
siquiera estamos haciendo un video… y, aun así, sigo aquí. No sé qué estoy haciendo
aquí. ¿Qué estamos haciendo aquí?
Su expresión decayó, luego se endureció. El jugueteo en sus ojos había
desaparecido, remplazado con algo que no pude descifrar.
—¿Sabes qué? —Se giró para que ya no pudiera ver su cara—. Probablemente
esto es una mala idea. Tal vez sencillamente deberías marcharte.
Mi pecho se apretó con alguna clase de extraño latigazo emocional.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Sí —respondió, evadiendo mis preguntas. Se rascó la parte posterior de la
cabeza—. Solo… no creo que esto vaya a funcionar. —Dándose la vuelta, me miró.
Su mirada estaba vacía—. Si aún quieres hacer un video, puedo recomendarte a
alguien más.
¿Alguien más? ¿Qué demonios acababa de suceder?
Encuadré los hombros, endureciendo mi postura. Por supuesto me sentí como
un imbécil haciéndolo desnudo. Aun así, mantuve una compostura de calma, incluso
si solo era fachada.
—Probablemente tienes razón. —Mi voz sonó casual, cuando estaba
sintiéndome todo menos eso. Me aclaré la garganta—. Lamento desperdiciar tu
tiempo. —Mientras pasaba por su lado, mi brazo chocó contra el suyo e intenté
ignorar el calor en mi piel. En su lugar, me enfoqué en encontrar mis malditos
vaqueros para poder salir de una jodida vez de aquí.
—Colt, espera.
Pero no lo hice.
Sin nada más que una segunda mirada, me apresuré a salir a la sala de estar
para encontrar mi ropa. La levanté de la alfombra, y me la puse lo más rápidamente
posible.
—No, está bien —dije por encima del hombro, metiendo los pies en mis
Chucks—. Te veré por allí. —Con mi atención en la puerta, me dirigí directamente
hacia ella sin mirar atrás.
De todas formas, esta situación estaba completamente jodida.
—Hola, Colt —ronroneó Willow cuando abrió la puerta. Su cabello estaba
empujado hacia atrás, en una dócil coleta resaltando el área suave de su cuello, sus
piernas kilométricas acentuadas por un par de pantalones vaqueros cortados. Y su
camiseta, bueno, no estaba usando una. Sus tetas se derramaban fuera de un
sujetador de encaje rojo.
—Willow —la regañé—, ¿y si no hubiera sido yo en la puerta?
Ella sonrió.
—Entonces, no habría abierto —gruñí con su respuesta antes de agarrarla por
la cintura y atrayéndola más cerca, enterrando mi rostro en su cuello. Mi lengua
deslizándose a lo largo de toda esa suave piel de su nuca, chupando y mordiendo su
carne. De repente, quise dejar una marca. Su respiración se aceleró y gimió—: Mmm.
—Necesito follarte —susurré—. Quiero estar enterrado tan profundo dentro
de tu coño que no pueda recordar mi propio nombre.
O el nombre de alguien más.
La culpa se hizo presente, pesada y dura alrededor de mi pecho, un ancla
jalándome hacia abajo. Necesitaba decirle a Willow sobre Sean, pero no sabía qué
decir. Cómo explicarlo. Especialmente cuando yo mismo no podía darle sentido.
—También quiero eso.
El deseo en su voz me sacó de mis pensamientos y retrocedí, a centímetros de
su rostro.
—¿Estás húmeda para mí?
Ella respondió extendiendo una mano dentro de sus pantalones cortos y
deslizándola debajo de sus bragas. Un segundo más tarde, me mostró su reluciente
dedo antes de chuparlo dentro de su boca, con un travieso brillo en sus ojos.
—Tan húmeda.
—Cristo, Willow —dije con los dientes apretados, la esencia de su coño
amplificando mi necesidad de probarlo.
—Vamos. —Ella tomó mi mano y nos dirigió hacia el dormitorio. Dentro, me
guio gentilmente sobre la cama y me posé sobre el borde del colchón. Su olor me
rodeó y quise perderme en él. Esa no era la única cosa en la que quería perderme
mientras ella se estiraba para desenganchar su sujetador, deslizando la tela roja por
sus brazos hasta que sus tetas llenas quedaron exhibidas. Sus suaves pezones rosados
estaban tensos, rogando por mi lengua.
Continué mirando a medida que ella deslizaba una palma entre la pendiente
de sus pechos, deslizándola sobre su vientre. Sus dedos burlones reposaron más abajo
para golpear el botón en esos calientes pantaloncillos pequeños, música para mis
oídos en el silencio de su habitación. Mientras me inclinaba sobre mis codos, aún mi
mirada fija en cada uno de sus movimientos, ella se meneó en el tejido de mezclilla
y el encaje, bajándolos por sus suaves piernas, saliendo de ellos. Acechó más cerca y
yo respiré, inhalando la esencia de su coño, viendo la humedad ya chorreando en sus
muslos. Al menos, sabía que ella me quería.
Vaya. ¿De dónde demonios salió eso?
Mareado con ese último pensamiento, y deseando apagar mi cerebro, me
estiré por Willow y la jalé sobre mí.
—Estás jodidamente empapada, ¿verdad? Empapada por mí.
—Sí —lloriqueó, frotando su coño contra mi cremallera—. Quiero que me
lamas, y luego me folles. —Empujó su mano entre nosotros, agarrando gentilmente
mi polla a través de los vaqueros.
—Más duro, Willow. —Me encontré diciendo. Su toque era ahora demasiado
suave. No era suficiente—. Presiona más duro, nena.
—¿Así? —preguntó, aplanando su pequeña palma contra la silueta de mi
pene.
—Sí. —Exhalé ásperamente, ese repentino nudo de culpa regresando y
tensando mi estómago. Mi celular vibró en mi bolsillo trasero, alarmándonos a
ambos.
—No lo respondas —susurró, sentándose, con las piernas extendidas a lo
amplio para que yo viera su empapado coño. Amo su coño, pensé para mí, a medida
que mi teléfono vibraba de nuevo.
—Mierda —murmuré, poniendo mis manos sobre sus brazos y
persuadiéndola a bajar de mi regazo—. Solo déjame asegurarme que no sea nada
urgente. —Salté fuera de la cama, arrancando el teléfono de mi bolsillo trasero. A
cierta distancia, deslicé mi dedo a través de la pantalla, un hormigueo disparándose
por mi columna cuando vi el mensaje de Sean.
Lamento haberme molestado tanto. Me gustaría explicarlo. ¿Regresas?
Arrojé una mirada sobre mi hombro. Willow estaba acostada sobre su espalda
ahora, con los dedos jugando con su coño. Me miró con calor en sus ojos.
Maldición.
Mis dedos vagaron sobre el teclado antes de escribir una rápida respuesta.
No puedo.
Casi pasó un minuto mientras esperaba, preguntándome por qué estaba allí
de pie mientras Willow lloriqueaba por mí. Pero luego mi pantalla se iluminó.
Tienes que hacerlo. Mi polla duele jodidamente por ti.
Jesús.
Mi propia polla saltó en mis pantalones. ¿Qué demonios estaba mal conmigo?
Otro texto.
No es solo eso. Yo…
Miré fijamente a esos tres puntos. ¿Qué estaba pensando? ¿Qué quería decir?
Apenas conocía al sujeto, y aun así, había un peso en la boca de mi estómago. Casi
se sentía como… nostalgia. Pero no podía serlo.
¿O sí?
Mis dedos impacientes se retorcieron alrededor del teléfono, apretándolo
demasiado firme en mi mano. Mi barbilla se asomó sobre mi hombro y miré de
regreso a Willow gimiendo mientras se metía los dedos, lista para que la follara. Fue
entonces cuando noté que también estaba dolorido por él.
Entonces, ¿ahora qué?
—Colt —lloriqueó Willow—. Apresúrate. Te necesito dentro de mí. —Ella
sacó un dedo de su coño y lo arrastró a lo largo de su tonificado estómago. Hizo
círculos en su tenso pezón. Incliné mi cabeza hacia atrás y liberé un gemido.
A la mierda.
En una rápida sucesión, apagué mi teléfono y luego procedí a despojarme de
mi ropa. Más sonidos dejaron la boca de Willow a medida que me miraba
desvestirme. Se deslizó más arriba en la cama y esperó que me uniera a ella.
Hubo un momento de duda de mi parte antes de sacar todo, o debería decir a
todos, de mi cabeza, para enfocarme en la hermosa chica frente a mí; toda curvas
suaves y piel cremosa. Dejando salir un suspiro, merodeé tras ella, gateando sobre el
colchón y anclando mis manos sobre sus muslos.
—Dime lo que quieres.
—Quiero —jadeó—, tu lengua en mi coño. Por favor, Colt.
Algo me golpeó directo en el pecho entonces. Quizás fue la vulnerabilidad en
su voz. Quizás fue la constante culpa presionándose sobre mi espalda. Lo que sea
que fuera, supe que no podía hacer esto. Porque, a pesar de la casual naturaleza de
nuestra relación, aún me interesaba ella.

***
—Es mejor que esto sea bueno —siseó Nate cuando saltaba sobre el banquillo
junto a mí—. Marissa y yo estábamos… indispuestos. No estaba feliz porque tuve
que irme.
—No es la única —murmuré en voz baja, mirando a mi cerveza.
—De acuerdo, deja de hablar contigo mismo y dime qué sucede. —Él
golpeteó sobre el mostrador y el cantinero se acercó—. Una Corona, por favor. —El
cantinero se alejó y él volteó hacia mí—. Ahora, escúpelo, Colt.
Aun mirando al frente, murmuré:
—Tengo un problema.
El sarcasmo repicó en su tono.
—Deduje eso. Y el problema es…
Me removí en mi asiento y me encontré con la irritación en su mirada. No es
que pudiera culparlo.
—No sé qué mierda está pasando.
—¿Lo que significa?
Mis respiraciones de repente fueron demasiado pesadas.
—Me encuentro pensando demasiado en… ese sujeto, Ja-Sean.
Él frotó su frente, como si esa fuera la última cosa de la que quisiera hablar
conmigo. Pero luego suspiró, su tono más tolerante.
—Continúa.
—Así que, fui allí… —Hice una pausa por una dosis de valentía líquida,
necesitando algo frío que reemplazara el calor cubriendo mi piel—. Y nosotros
estábamos…
Él levantó una mano, su boca levantándose en una sonrisa.
—No necesito detalles. Ve al punto.
Me reí.
—No lo sé, comenzó a actuar extraño. Dijo que quería asegurarse que lo
quería o alguna mierda como esa. Entonces, me dijo que me fuera. Es jodidamente
confuso —mascullé, tomando otro profundo trago de mi cerveza.
—Oh, mierda.
Miré en su dirección.
—¿Qué?
—Realmente te gusta el sujeto.
Tomé el resto de mi cerveza y luego la puse sobre la barra.
—No dije eso.
—No tienes que hacerlo. —Me palmeó en la espalda—. Esta es la forma en
que te pones cuando estás enganchado de alguien. Todo en ti lo grita. También
comenzaste de esta forma con Willow.
Willow.
Mis hombros se hundieron con la mención de su nombre.
—Pero, apenas conozco al sujeto, y luego está Willow. —El cantinero regresó
con la cerveza de Nate y me dio una muy necesitada pausa. Mi mirada se alejó a
medida que observaba fijamente a las botellas detrás de la barra.
—¿Y qué? —preguntó y apretó mi hombro—. No tienes que conocer bien a
alguien para sentir una atracción. —Dudó un momento, su mirada pesada sobre mi
perfil—. ¿Es el hecho de que él es un chico? ¿Eso es lo que te molesta?
Miré hacia él, la certeza en mi voz sorprendiéndome incluso a mí.
—En realidad, no. Esa parte no me molesta en lo absoluto. Aparte del hecho
de que, cuando estuve con Willow esta noche, estaba pensando en él. No me
malinterpretes. Aún estoy muy enganchado con ella. —Suspiré—. Pero esta noche,
le dije que tenía que irme. Que no estaba de humor para hacer nada, después de que
ella me rogó bastante. Así que, ahora me siento como un imbécil. —Mi risa fue
amarga pero arrepentida—. Especialmente cuando toda esta cosa comenzó como
una forma de hacerla feliz. No creo que ella esté demasiado feliz en este momento,
si supiera lo que estaba pensando.
Nate bebió su cerveza antes de girar su botella sobre el mostrador.
—¿Quieres saber lo que pienso? Solo sé honesto. Háblalo con Sean y luego
dile a Willow. Tú y ella tienen una clase de relación abierta de cualquier forma. —Él
rio, intentando aligerar una situación a la que no parecía encontrarle el humor—.
Esta fue su idea, el comenzar esto, y ahora, creó un monstruo.
Entrecerré mis ojos.
—Muy divertido. —Alguien tosió al final de la barra, haciendo levantar la
vista. Casi caí del banquillo cuando resultó ser Sean—. Oh, mierda.
—¿Qué?
Supe que él me notó porque, incluso desde esta distancia, su atención erizó
los vellos de mi nuca.
—Sean está aquí.
La cabeza de Nate giró.
—¿Dónde?
Lo golpeé en el brazo.
—Mierda, Nate, ¿podrías ser un poco más obvio? —Mis ojos volaron al final
de la barra, pero él se había ido. La decepción supuró en la boca de mi estómago, y
la alejé.
—Colt. —El profundo timbre de la voz de Sean se hundió en mí como un
gancho. Casualmente, miré sobre mi hombro e intenté actuar más inafectado de lo
que me sentía.
—Hola, Sean.
Nate volteó en su asiento, y luego se paró, mirándome con una sutil sonrisa
mientras esperaba una presentación. Cuando él no consiguió una lo suficientemente
rápido, tomó el asunto en sus propias manos. Asintió hacia Sean.
—Hola, hombre. Soy Nate.
—Oh, lo lamento. Sean, este es un buen amigo mío, Nate Tomlinson. Nate,
Sean Sterling.
—Un gusto conocerte —ofreció Sean antes de que su mirada encontrara la
mía, la sinceridad en su expresión haciéndome difícil el alejar la mirada—. ¿Podemos
hablar?
Nate aclaró su garganta, interrumpiendo nuestra conexión visual.
—En realidad, estaba a punto de irme. Marissa está esperándome. Un gusto
conocerte, Sean. Colt —me disparó un guiño—, te veo mañana.
—Hasta luego, Nate.
Sean esperó que Nate se alejara antes de señalar al banquillo de la barra.
—¿Puedo?
Me encogí de hombros.
—Seguro.
Él ordenó dos cervezas más antes de voltear hacia mí.
—Entonces, no respondiste mis mensajes de texto.
—Estaba ocupado.
—¿Con Nate?
No estoy seguro de por qué el sonido de los celos en su tono, diferente a su
engreído tono me complació. Le regresé mi sonrisa.
—No, no en la forma en que piensas. Nate es mi mejor amigo, y también mi
compañero de casa. Así que, no. Antes estaba con mi… chica, Willow.
—Ya veo.
Justo entonces, no podía leerlo en lo absoluto. Mi mente giró, tratando de
descubrirlo.
—De cualquier forma, ¿qué estás haciendo aquí? Nunca antes te he visto por
aquí.
—Eso es porque solo estoy aquí los viernes en la noche, para jugar al billar.
Pero, esta noche —se detuvo durante un segundo—, necesitaba salir. Necesitaba una
distracción. —Alejó la mirada por un momento antes de regresar su atención a mí—
. Estoy feliz de que hayas aparecido aquí, porque quería disculparme. —Él sonrió y
su confianza regresó—. Es algo que no hago a menudo. Así que, disfrútalo.
—Es bueno saberlo. Y te estás disculpando por…
El cantinero llegó con nuestras cervezas. Sean levantó un dedo luego drenó la
mitad de la botella.
—Por alejarte más temprano. Eso no es lo que quería.
—¿No? —respondí con mucha prisa—. ¿Qué quieres decir?
—En realidad, es demasiado simple. —Su mirada, ahora seria, vagó por mis
rasgos, rozando hacia abajo a mi pecho antes de subir a mi cara—. Te… deseo. —
Inclinó su cuerpo más cerca hasta que nuestros hombros se estaban tocando y ese
calor familiar quemó a través de la tela de mi camisa. En una voz susurrada, agregó—
: De hecho, eres básicamente todo lo que deseo justo ahora. Lo cual… es inusual
para mí y no estoy seguro qué hacer con ello. Por lo tanto, eso explica mi
comportamiento de antes.
Regresó a su cerveza y me tomé un minuto para pensar en ello antes de
expresar algo que estaba en mi mente.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Claro, dispara.
Desde un lado, miré el afilado contorno de su perfil.
—¿Eres gay?
La manzana de Adán de su garganta se movió difícilmente antes de que
hablase.
—Gay, no. Bi, sí. —Asentí, digiriendo esa información y preguntándome por
su pasado. El silencio se extendió entre nosotros hasta que sus palabras tranquilas lo
interrumpieron—. Estuve casado… hace años. —Ya que él estaba solamente a la
mitad de sus veintes, eso me confundió. Pasó su dedo pulgar sobre la condensación
de su botella y permanecí quieto, esperando que continuara—. Lily y yo éramos
jóvenes, y estábamos locos de amor. —Dejó salir una risa sin aliento que tenía un
aire de tristeza en ella—. Sabes, el tipo de amor que desafía todas las razones, que
ignora la lógica. Que te hace sentir que puedes flotar, ocasiona que vueles de tu
asiento en tus pantalones. —Mira en mi dirección antes de ver su cerveza—. Ese tipo
—agrega, suspirando—. De cualquier forma, nos casamos cuando cumplimos
dieciocho, mucho para consternación de todos alrededor de nosotros. —Agachó su
cabeza, su garganta pasando otro duro trago—. Ella murió en un accidente de bote
un año después.
Aspiré una inhalación aturdida.
—Jesús, Sean. Lo siento.
—Gracias. Me arruinó muy mal por un rato cuando estaba en la universidad,
pero mi padre me ayudó a regresar al carril… gracias a Dios. —Volteó para
enfrentarme entonces, sus ojos arrugados por el dolor que en ese momento le
agregaron años—. La amaba como loco. Quiero decir, mirando en retrospectiva, no
sé si tuvimos el tipo de amor que hubiera durado toda una vida. Éramos tan jóvenes
y teníamos tanto por vivir… pero, habíamos sido amigos desde que éramos niños.
Era tan alegre y eléctrica, nunca paraba. La extraño… mucho.
Mi mano terminó en su hombro.
—No puedo imaginar lo difícil que fue para ti. Me apena que hayas tenido
que pasar por eso.
Miró mi mano, y luego mi rostro, antes de que una pequeña sonrisa se alzara
de las esquinas de su boca.
—La vida pasa, ¿sabes? Solo tenemos que rodar con ella.
Dejé que mi mano cayera y tomé la etiqueta de mi botella, inseguro de lo que
era, y por qué importaba lo suficiente para preguntarle en primer lugar.
—Sabes, hasta hace poco. —Le lancé una mirada rápida—. Habría dicho que
eras hetero. Pero ahora, no lo sé. Ya no es verdad, supongo. Quiero decir, eres el
segundo chico hacia cual me he sentido atraído, pero el primero con el que he
actuado.
Un hombro se levantó en encogimiento y él sonrió.
—Te dije, tengo ese poder.
Me reí, examinando su rostro antes de aterrizar en sus labios y recordar cómo
se sienten moviéndose contra los míos.
Y queriendo volver a visitar ese recuerdo.
Como si él pudiera leer mis pensamientos, su lengua salió para mojar su labio
inferior.
—Ven a casa conmigo.
A pesar de que todo dentro de mí estaba gritando sí, todo lo que salió fue:
—¿Por qué?
Sean se giró en su asiento hasta que nuestras rodillas estaban tocándose, el
calor disparándose hacia arriba por mi columna vertebral ante esa simple conexión.
—Porque tú también lo quieres.
Mis ojos vagaron desde nuestras piernas a su sonrisa presumida.
—Eso es muy presuntuoso de tu parte.
Él se rascó el rastrojo a lo largo de su barbilla.
—¿Estoy equivocado?
—No.
Su mano descendió bajo la barra y se detuvo.
—Hay una razón más… porque yo quiero que lo hagas. —Agarró mi muslo y
mi pene pulsó contra la cremallera—. Realmente quiero que lo hagas.
Los pensamientos de él arrastrando su lengua a lo largo de mi polla me tenían
atragantándome con mi cerveza y tratando de mantener de alguna forma mi fuerza
de voluntad. No se sentía bien ir a su casa con él después de dejar a Willow como lo
hice. Necesitaba hablar con ella primero. Su boca descansando sobre mi oído me
trajo de vuelta cuando susurró:
—No estaba bromeando antes. Estoy doliendo por ti. Mi polla está dura… —
Sus labios rozaron mi lóbulo y me estremecí—… por ti. —Justo cuando pensé que
estaba a punto de retroceder para poder respirar y adaptarme, susurró—: Quiero
follar tu boca de nuevo.
Jesús.
—Sean —le advertí, pero no tenía ni idea de qué le estaba advirtiendo. ¿Qué
dejara de hablar así antes de venirme en mis malditos pantalones? ¿Antes de que lo
apoyara contra la pared y lo clavara? Ambas sonaban muy bien para mí.
Él se movió entonces, pero no lo suficientemente lejos para que ya no pudiera
oler su aroma amaderado, sentir el calor que irradiaba su cuerpo. Todo lo que le
rodeaba rezumaba ese atractivo sexual y me sorprendió que no tuviera multitudes de
hombres y mujeres persiguiéndolo. Tal vez lo hacían, pero por alguna razón se había
fijado en mí. No es que me quejara.
—¿Te molesta sentirte atraído por mí? —preguntó, sacándome de mi zona.
—¿Molestarme? No. Pero voy a admitir que al principio más que nada me
aturdió. O me tomó por sorpresa, debería decir. —Giré en mi asiento, queriendo
mirarlo completamente—. De hecho, me gustas, lo creas o no. Hay algo en ti… —
Mi voz se desvaneció y él dio una sonrisa en mi dirección—. Ya que estamos en el
tema, ¿cómo es que te involucraste en toda esa cosa del video? Para ser honesto,
cuando vi que eras ingeniero, no puede hacer que concordaran ambos.
El taburete crujió cuando se giró y le ofrecí atención absorta.
—Comenzó como un tipo de broma cuando estaba en la universidad. Un
amigo quería hacer un video para dárselo a alguien y me ofrecí. Era… infeliz, y
necesitaba algo. Una distracción de todo el duelo. Y me hizo sentir bien. De cualquier
forma, disfruté haciéndolo y como que se quedó. —Alzó su cerveza, haciendo un
gesto moviendo su barbilla—. ¿Qué hay de ti? ¿En qué trabajas?
—Soy ilustrador por computadora para una pequeña compañía de
animaciones.
Sus ojos se ampliaron con interés.
—¿Dibujas?
—Sí. —Jugueteé con la servilleta frente a mí—. Desde que era niño. Comencé
dibujando personajes de historietas y evolucioné desde ahí.
Él recargó sus codos sobre la barra y cruzó sus brazos.
—Eso es genial. Hago bosquejos de diagramas técnicos, aunque la mayoría
de las veces uso un programa de ayuda en la computadora. Pero disfruto más el
bosquejo a mano —admitió, y en ese momento miré hacia él.
Su expresión se profundizó.
—¿Tienes que irte?
—No, mirar mi reloj es habitual para mí. Tiendo a estar en reunión tras
reunión durante el día y se ha convertido en una segunda naturaleza.
Sus labios se inclinaron en una media sonrisa.
—Entiendo. —Se volteó para mirar detrás de él y luego de vuelta a mí—. Ya
que no vas a venir a casa conmigo —comenzó y me guiñó—, ¿quieres jugar al billar?
Revisé mi reloj nuevamente. Todavía era bastante temprano y no pensaba
volver con Willow esta noche, así que, ¿por qué no?
—Claro —contesté y él inclinó su cabeza en dirección al salón donde estaban
las mesas de billar—. No te sorprendas cuando te azote el culo.
Su risa en respuesta fue un profundo retumbar.
—Haz tu mejor intento.
Unas pocas personas se alejaban de una mesa cuando nos acercamos, y Sean
agarró dos palos de billar. Me pasó uno, sonriendo.
—Te dejaré quebrar si quieres, tipo duro.
—Nah. —Sonreí en respuesta—. Adelante. Creo que probablemente vas a
necesitar la ventaja.
Pasó por mi lado y procedió a acomodar las bolas antes de inclinarse sobre la
mesa para estabilizarse y tirar. Mis dientes se presionaron en mis labios a medida que
miraba su culo, mi mente divagando con pensamientos de estar dentro de él, lo cual
no podía negar, me aterrorizaba. Pero también me excitaba mucho.
Tres bolas rayadas volaron a través de la mesa y zigzaguearon su camino a las
entroneras. Sean golpeó ligeramente su taco contra el suelo, evaluándome con una
ceja levantada.
—¿Con qué estabas divagando? ¿Con azotar mi culo?
Me acerqué a su lado, golpeando deliberadamente su hombro.
—Tres bolas no hacen un juego —reprendí, inclinándome sobre la mesa y
alineando mi cuerpo con la bola blanca. Mirándola, estaba a punto de tomar el
disparo cuando Sean se acercó detrás de mí, apoyando su cuerpo contra el mío. La
longitud de su polla, ahora dura, presionándose contra mi culo y haciéndome inhalar
de forma entrecortada—. ¿Estás tratando de distraerme?
—Tal vez. —Se restregó contra mí—. ¿Está funcionando?
Mi respiración se aceleró y miré hacia él, manteniendo mi voz baja.
—Me estás poniendo duro.
Él prácticamente gruñó, su peso dejándome mientras se inclinaba para
susurrar en mi oído:
—Quiero hacer cosas a ese culo. Con mis dedos… con mi pene… con mi
lengua.
Traté de empujar las imágenes fuera de mi mente. Fue un reto por decir lo
menos.
—Deja de intentar distraerme. —Sonreí—. Tengo que concentrarme. —Se
enderezó, pero se mantuvo cerca a medida que me preparaba para el disparo—.
Verde en la tronera de la esquina. —La bola cayó con un fuerte sonido y sonreí—.
¿Estabas diciendo?
Mordió el interior de su mejilla mientras sus ojos se alzaban pensando.
Cuando volvió a bajar la mirada, se frotó el dedo índice de un lado a otro sobre su
labio.
—¿Qué tal si hacemos una pequeña apuesta?
—¿Qué clase de apuesta?
Ladeó la cadera contra la mesa, cruzando los brazos sobre su pecho.
—Si gano, vuelves a casa conmigo.
Incliné la cabeza, imitando su postura.
—¿Y si yo gano?
El espacio entre nosotros pulsaba con la tensión sexual.
—Lo que quieras.
El calor viajó hacia el sur, hacia mi pene.
—Acepto.

***

Una conversación tranquila fluyó entre nosotros, y mientras cualquier cosa


que estuviéramos haciendo juntos, encontré un nivel de comodidad con Sean que no
había experimentado en un largo tiempo. Ocho juegos y dos horas después, él colocó
su taco de billar sobre la mesa, levantando sus ojos a los míos.
—No eres malo.
—¿No soy malo? Solo acabo de azotar tu culo en seis de los ocho juegos. Diría
que eso es significativamente mejor que no malo.
Él miró alrededor del salón que ahora estaba casi vacío y luego se acercó mí,
con los ojos llenos de calor. De pie en mi espacio de respiración, su voz sonó en un
áspero susurro:
—¿Qué quieres, Colt? Haré lo que quieras. Te daré lo que quieras.
Su tono embriagador se apoderó de mí, y aunque cada parte de mí estaba
gritando sí con todos mis pulmones, cerré los ojos y reuní la fuerza para hacer lo
correcto.
—Quiero un vale.
Una vez más, esperé que presionara. Pero en lugar de eso, aceptó.
—Lo tienes.
Nos miramos el uno al otro durante varios segundos y traté de ocultar la
cadena de decepción tirando apretado alrededor de mi pecho. Pero era el que
declaraba los términos y ahora necesitaba ser dueño de ellos. Retrocediendo, me
volví hacia la salida y Sean me siguió detrás.
El aire era vigoroso, lo suficientemente frío para refrescar mi piel y eso era
exactamente lo que necesitaba. Sean caminó tranquilamente a mi lado, parecía estar
sumido en sus pensamientos. Al momento en que llegamos a mi auto, finalmente
habló:
—Esto fue… agradable. Realmente disfruté de tu compañía esta noche.
Mi mirada se dirigió a sus ojos evaluadores.
—Pareces sorprendido.
—No me sorprende. —Dio un paso hacia mí—. Simplemente estoy
complacido. —Siguió acercándose más hasta que me apoyé contra mi auto. Pecho
con pecho, apoyó sus brazos a cada lado de mí—. ¿Estás seguro que no cambiarás
de opinión?
—Seguro —respondí, pero mi voz carecía de convicción.
Se aprovechó de mi débil respuesta y me sujetó con las caderas, mostrándome
lo mucho que deseaba mi presencia.
—¿Y no hay nada que pueda hacer para cambiar tu forma de pensar? —
Inclinándose, su boca flotó sobre la mía, su aliento caliente contra mi piel—. Porque
realmente quiero que cambies de opinión.
Antes de que tuviera la oportunidad de reaccionar, sus manos dejaron el auto
y tomó mi mandíbula, sus labios buscando los míos. Dios, se sentía increíble. Los
planos duros de su pecho. Su boca, a medida que me besaba lentamente, tirando de
mi labio inferior entre sus dientes antes de abrirme con su lengua para profundizar.
Mis dedos apretaron su camisa mientras luchaba contra el deseo de ir con él. O rasgar
su ropa en el estacionamiento. No estaba seguro de cuál.
Las callosas puntas de sus dedos recorrieron mi rostro, pasando por mi
cabello. Él inclinó la cabeza cuando hundió su lengua más profunda en mi boca,
frotando su polla contra la mía. Gemí, y probablemente fue lo suficientemente alto
para atraer la atención, pero no pude evitarlo. Su toque, su boca, su erección, todo
era demasiado bueno. El sonido provocó algo en él también, porque presionó sus
labios más duro, más áspero contra los míos hasta que se apartó. Estábamos
jadeando, mis manos completamente apretadas en su camisa, no queriendo dejarlo
ir.
Pero no tuve elección.
Sean retrocedió, abruptamente, y mis brazos cayeron a mis costados. Se pasó
una mano por su cabello unas pocas veces como si intentara estabilizar su
respiración. El pavimento tragó su atención por lo que parecieron interminables
minutos.
—Tú me haces… perderme —otra respiración pesada—… perder el control.
—¿Eso es malo? —pregunté, tratando de calmar mi propia respiración.
Él alzó sus ardientes ojos a los míos.
—No. No lo es. Solo… hace mucho tiempo que no me he sentido así. —
Aclaró su garganta—. Gracias por esta noche.
Congelado en el lugar por su beso, y sus palabras, lo miré marcharse,
preguntándome si él no era el único que perdía el control.
Y preguntándome qué significaba todo esto. Pero sabía que significaba…
Algo.
Me quedé mirando mi taza. El café negro estaba amargo, pero me dio el
impulso que necesitaba. Mientras esperaba por Willow, traté de descifrar mis
pensamientos. Averiguar la mejor manera de abordar esto. No quería lastimarla, pero
también sabía que lo que teníamos no era serio. Ella lo aclaró desde el principio
cuando nos juntamos. No estaba interesada en un compromiso a largo plazo y yo
tampoco.
—Hola —me saludó sin aliento, sacándome de mi cerebro hiperactivo. Se veía
preciosa. Su cabello rojo en cascada sobre sus hombros, sus mejillas teñidas de rosa
por el aire de otoño. Una oleada de culpa burbujeó en mi pecho—. Siento llegar un
poco tarde. Hubo un accidente en la carretera. —Bajó la vista a la mesa, mirando las
donas espolvoreadas y el gran mocha frappuccino—. Guau, ¿qué es todo esto?
—Pensé que podrías tener hambre. —Las palabras salieron de forma casual,
pero una de sus cejas se disparó hacia arriba como si lo supiera mejor.
—Gracias.
—Te ves genial.
Ella se deslizó en la cabina, dejando que su cartera cayera de su hombro.
—Bueno, Colt. ¿Qué está pasando?
¿Quieres decir, aparte del sudor haciendo que mis palmas se sientan
pegajosas? Nada.
—Mierda, Willow. ¿Puedes por lo menos tomar un bocado de tu dona
primero? ¿Tomar algo?
Ella sonrió y sacudió su cabeza. Entonces levantó una dona y la acercó a sus
labios teñidos de rojo, pedazos de polvo cayeron a la mesa. Después de una
dramática mordida, la colocó a un lado.
—Ya está. Ahora ¿me dirás lo que está sucediendo?
Mis dedos estaban ocupados dibujando círculos en una servilleta.
—En primer lugar, quería disculparme por salir corriendo anoche. Tenía
mucho en mi mente y necesitaba algo de espacio para pensar. Gracias por darme eso
y no estar enojada. —Asintió, esperando a que continuara—. Y… necesito hablar
contigo sobre algo. —Su expresión vaciló ante el cambio en mi tono y mordió su
labio. ¿Estaba nerviosa? Me descolocó porque era un rasgo que no estaba
acostumbrado a ver en ella.
Dejé salir una pesada respiración.
—Muy bien, así que conocí a este tipo. Y antes de que digas nada, comenzó
por nuestra conversación en cuanto a ti queriendo ver a dos chicos… bueno, ya sabes
—añadí, haciendo bola la servilleta en mi mano—. De cualquier forma, no lo sé, me
gusta y… bueno, cuando era niño, tenía este amigo… —Me detuve, buscando las
palabras adecuadas. Pero no había palabras adecuadas. Solamente estaba la
verdad—. Maldición, Willow. Soy bisexual.
Le llevó unos segundos para registrar mis palabras antes de que se las arreglara
para hablar.
—¿Eres qué?
—Soy bisexual. También me gustan los chicos, y…
—Sé lo que significa, Colt. —Su respuesta salió áspera pero luego suavizó su
voz—. Lo que quiero saber, es, ¿qué significa para nosotros?
Mis dedos se arrastraron hacia los suyos sobre la mesa.
—Todavía amo estar contigo, Willow. Pero estoy interesado en explorar lo
que sea que esto sea, con este tipo, Sean. Y… ya sabes cómo soy, no soy de los que
ven a dos personas a la vez, simplemente no soy yo. Así que…
—Quieres tomarte un descanso por un tiempo.
—Sí. —Suspiré, aliviado por finalmente dejar salir la verdad—. Y tampoco
quiero hacerte daño. Pero tenía que ser honesto contigo sobre esto.
Me ofreció una sonrisa, pero pareció forzada y eso me sorprendió.
—Me alegro que lo hayas hecho. Eres un buen chico, Colt. Pero… no puedo
decir que no estoy decepcionada. —Levantó su taza hacia su boca, hablando detrás
del borde—. Me gustaba lo que teníamos en proceso. Y quería que continuara. —
Tomó un sorbo de su café, uno que pareció eterno.
Apreté su mano.
—Willow…
—Estoy bien, en serio —dijo, pero no estaba seguro si le creía. Me deslicé
fuera de la cabina y la rodeé para sentarme junto a ella.
—Ven aquí. —Deslizando mi brazo alrededor de su hombro, la metí en mi
costado—. Lo siento. No planeaba que esto pasara.
Ante eso, ella se echó a reír.
—Lo sé. Solamente me tengo a mí para culparme. A mí y a mis grandes ideas.
—Descansé mi mentón contra su cabello y ella suspiró—. Bueno, podemos seguir
siendo amigos, ¿cierto?
—Por supuesto. —Besé su cabeza—. Siempre.
—Y quién sabe, si algo cambia… y todavía estoy disponible —añadió, y
escuché la sonrisa en su voz. El alivio inundó a través de mis venas, y también sonreí.
—Lo prometo. Serás la primera en saberlo.
Mi conversación con Willow se reprodujo en repetición en mi cabeza. No solo
eso, sino que lentamente estaba llegando a un acuerdo con el hecho de que era
bisexual… y lo admitía.
Abrumado por esta revelación, estallé en una furiosa carrera en la cinta de
correr. Mis ojos escanearon la sala, mi mirada patinando desde las mujeres cuyas
tetas estaban derramándose de sus sujetadores deportivos, a los chicos limpiando sus
sudorosos abdominales con sus camisetas. Como si un interruptor hubiera sido
cambiado, mi cerebro trabajaba a toda marcha. Ahora, no sabía dónde mirar
primero.
—Vuelve a la realidad. —La voz de Nate estaba llena de diversión mientras
veía el objeto de mi fija mirada—. Tiene una gran polla, ¿eh?
Me reí.
—Cierra la jodida boca… y llegas tarde.
Colgó una toalla sobre su hombro y caminó hacia la cinta de correr a mi lado,
encendiéndola.
—Marissa y yo nos detuvimos en casa de su madre y su mamá no dejó de
alimentarnos. Es innecesario decir que ahora tú y yo tenemos una nevera llena de
sobras.
—Maravilloso. —Pulsé el botón para activar la cinta a una velocidad más
alta—. Creo que entonces no tendremos que comprar cosas por unos días, bueno,
excepto comprar Doritos.
—Tú y esos maldito Doritos. —Nate me lanzó una mirada de reojo—. Vaya.
¿Intentando escapar de tus pensamientos o qué?
—Algo así.
Él comenzó un trote lento.
—¿Esto es por lo que sucedió después de que dejé el bar? Porque estuviste
bastante serio por eso desde la otra noche.
Mis mejillas se llenaron de aire y dejé escapar un suspiro.
—No pasó mucho. Hablamos, jugamos billar, y eso fue todo.
—Eso fue todo, ¿eh? —La sonrisa en su tono era de un kilómetro de ancho—
. Bueno, si eso fue todo, entonces ¿por qué pareces tan frustrado?
—¿Honestamente?
—No. —Se rio entre dientes—. Quiero que me mientas.
Me quedé mirando fijamente el televisor.
—¿Estoy atraído hacia el tipo? Sí. Pero es más que eso. Realmente me gusta,
y me siento como una mierda. No me malinterpretes. Hablé con Willow y fui sincero
con ella, pero teniendo en cuenta que siempre ha querido dejar las cosas abiertas, su
reacción me sorprendió. No sé —continué—, quiero pasar más tiempo con Sean y
no soy el tipo de persona que puede hacer ambas cosas.
Nate me golpeó con su toalla para llamar mi atención.
—Jesús, sigues siendo el maestro en racionalizar las cosas excesivamente. ¿Te
estás escuchando? Y ¿qué pasa con toda esa culpa? Mierda, no estás casado.
—No, no lo estoy. Pero no estoy jugando en el campo en el que solía jugar.
—Muy bien. —Limpió el sudor de su rostro—. Entonces ya no veas a Sean.
—A continuación sonrió con suficiencia, sacudiendo su cabeza—. Estamos entrando
en territorio extraño aquí. Me siento como el Dr. Phil.
Las únicas palabras que despejaron mis oídos fueron las de no ver a Sean otra
vez. Todo dentro de mí rechazó eso porque no era lo que quería. Además, ya le dije
a Willow que necesitaba un tiempo.
—No es eso, es solo que…
—¿Solo que, qué?
—No he escuchado de Sean desde la noche en el bar así que no sé lo que está
sucediendo.
Colocó su toalla sobre la caminadora.
—Entonces llámalo y averígualo. Ya sabes, con una de esas cosas pasadas de
moda que se llaman teléfonos.
—Realmente divertido.
Subiendo su velocidad, se giró hacia mí y estudió mi rostro.
—Vaya, en serio te gusta este chico.
—Sí.
—Bueno, ya sabes mi lema. —Sonrió—. Solo se vive una vez.
Él tenía razón. ¿Y qué tenía que perder?
Tal vez es eso de lo que estaba asustado.
Mi pulso podría haber estado corriendo, pero la incertidumbre me
atormentaba mientras esperaba delante de la puerta de Sean. Comprobé la hora otra
vez y entonces me desplacé a través de mis correos electrónicos, pensando que le
daría otros pocos minutos. Después de todo, ya había estado esperando veinte
minutos, ¿qué eran otros diez minutos o más?
—¿Qué estás haciendo aquí? —El sonido ronco de su voz atrajo mis ojos hacia
arriba y deslicé mi teléfono de regreso en mi bolsillo. Mi mirada estaba en todas
partes. Desde el pantalón negro que abrazaba su cintura, a la camisa blanca de vestir
abierta en el cuello, luego más arriba a su mandíbula cuadrada oscurecida con barba
de varios días. Era obvio que lo estaba comprobando, pero en vez de su habitual boca
inteligente, sus palabras fueron insípidas—. Pregunté, qué estás haciendo aquí.
—Quería verte.
Evitó mi mirada, jugueteando con la llave en la cerradura.
—Bueno, ya me has visto. Ahora te puedes ir.
—Guau. —Estiré mi mano para colocarla en su brazo y él me rehuyó—.
Pensé que estarías más feliz de verme.
Entonces levantó la vista, su boca una línea apretada.
—Escucha. He tenido un largo día. ¿Podemos hacer esto en otro momento?
La frialdad en su tono escoció pero la sacudí.
—Sí, seguro. Lo que sea. —Me alejé a medida que la puerta hacía clic al abrirse
y el sonido de su maldición murmurada llenó mis oídos.
—Mierda. Colt, espera un segundo. —Me detuve y giré ligeramente a mi
derecha, encontrando su mirada—. ¿Quieres entrar?
Una sonrisa nerviosa tiró de la esquina de mis labios.
—Sí.
Esperó a que yo pasara primero. La distancia entre nosotros todavía parecía
inmensa, pero al menos había pasado la puerta. Quise quitarme mi abrigo, pero
puesto que no sabía durante cuánto tiempo sería bienvenido, decidí dejármelo
puesto.
Sean dejó caer su maletín y su saco en el sofá antes de cruzar a través de la
sala de estar y entrar a la cocina sin otra palabra. Sus hombros estaban rígidos cuando
regresó con dos cervezas, colocándolas sobre la mesa de café.
—¿Tienes hambre? —Miró su reloj—. Aunque es tarde y estoy seguro que ya
has comido. Pero mi día fue tan loco hoy que ni siquiera tuve tiempo para el
almuerzo.
—¿Sean? —Él vaciló un momento antes de levantar la mirada hacia mí—.
¿Qué pasa? —pregunté, y se recargó contra el sofá, una mano metida en su bolsillo,
sus piernas cruzadas en los tobillos.
—¿Qué quieres decir?
—Mira. Puede que no te conozca tan bien, pero te conozco lo suficientemente
bien como para saber que algo pasa. Corrígeme si me equivoco, pero ¿eres el mismo
chico que prácticamente estaba rogándome que viniera a casa con él la semana
pasada? —Un rubor se extendió a través de su cuello mientras trabajaba su
mandíbula de izquierda a derecha—. Me estoy preguntando, ¿dónde está ese chico?
—admití, y su única respuesta fue un suspiro largo y desigual—. Porque —Me encogí
de hombros—, creo que me gusta ese chico.
—Escucha, Colt. —Arrastró una mano por su cabello y ya estaba empezando
a entender que se trataba de un hábito nervioso—. Me gustas. Creo que lo he
demostrado. —Resopló con lo que pareció ser exasperación y entonces pareció
cambiar de dirección—. Sabes, no iba a decirte esto, pero… de un tiempo para acá,
creo que he estado viviendo en piloto automático. Los videos que estuve haciendo,
me dieron una salida. Me permitían no sentir. Y por el tiempo más largo, después de
que Lily murió, no quería sentir. Pero ahora… algo ha cambiado. Y por cualquier
razón, tú has cambiado eso en mí. Pero no puedo hacer esto. —Sus ojos se
endurecieron—. No voy a hacerlo. Porque me di cuenta que esto es una especie de
experimento para ti, como si fuera un brillante juguete nuevo, y eso no es lo que es
esto para mí. Yo ya sé que me siento atraído por los chicos. Específicamente, por ti,
y…
Levanté mi mano para detenerlo.
—Espera un segundo. Muy bien, lo admito, la razón que inicialmente me trajo
aquí fue… por falta de algo mejor, un cierto pretexto. Pero eso no es por lo que estoy
aquí ahora. —Él alejó la mirada, moviendo su cabeza con incredulidad y me detuve,
intentando encontrar las palabras adecuadas—. No eres un experimento para mí. Me
gustas, genuinamente, y quiero pasar más tiempo contigo. Tanto así, que hablé con
Willow de ello —admití, y su mirada voló hacia la mía—. Me gustaría llegar a
conocerte mejor y tener la oportunidad de explorar… lo que sea que es esto.
El escepticismo osciló en sus ojos, pero los primeros indicios de una sonrisa
se evidenciaron en la comisura de sus labios.
—¿Estás hablando en serio?
—Lo estoy. —Di un paso vacilante más cerca, midiendo su lenguaje
corporal—. Y estoy tan sorprendido como tú lo estás.
Él avanzó hacia delante, cerrando sus manos en puños a sus costados.
—¿Sí?
Mis ojos cayeron a sus labios.
—Sí.
Absorbiendo la distancia entre nosotros, se acercó tanto como pudo sin
tocarme. Pero, Dios, quería que me tocara.
Se inclinó, su aroma amaderado llenando mis fosas nasales.
—¿Qué más? —La energía zumbó entre nosotros a medida que sus ojos
viajaban por mi cabello, frente, mandíbula, mis labios… como si quisiera devorarme.
Estaba esperando que lo haga. Un dolor se encendió en mi pecho e hizo su camino
más hacia abajo.
—Extrañé tu boca arrogante.
Levantó y bajó su mirada.
—Lo curioso sobre mi boca —murmuró—, es que no ha tocado la tuya en
exactamente cinco días. ¿Cómo sé eso? Porque he estado pensando en tus labios… y
en ti, sin parar. Parece que no puedo concentrarme en nada más. —Extendió su
pulgar, pasándolo por mi labio—. De hecho, era tan notorio que un colega mío me
dijo que fuera a casa y sacara lo que sea que tuviera de mi sistema. —Su risa fue baja
y profunda—. Pero esa es la cosa. No puedo sacarte de mi cabeza.
—¿Sean?
—¿Sí?
—Deja de hablar y ya bésame de una puta vez.
Esperé que él me sujetara, que estrellara sus labios contra los míos en un
frenesí. Pero no lo hizo. Bajó su boca, lenta y deliberadamente, deslizando sus labios
sobre los míos. Burlándose. Haciéndome desearlo más de lo que ya lo hacía. Mis
dedos se alzaron en una súplica silenciosa, enganchándose sobre su camisa para
arrastrarlo más cerca.
Y él me recompensó.
Sus fuertes manos rodearon mi espalda y se presionaron en mi columna,
dejándome saber lo mucho que me había extrañado. Un gemido se escapó de mi
pecho con la sensación de su dura polla presionándose contra mi cadera, mientras
mi lengua se empujaba en su boca. Besándolo profundamente. Tragando sus
gemidos. Saboreándolo en todas partes.
Retrocedió, su respiración dura.
—Colt.
La emoción estalló detrás de sus ojos y no solo hizo que se agitara mi pene,
sino que me forzó a caer de rodillas. Sus labios se abrieron como si quisiera decir
algo, pero todo lo que dejó su boca fue más de lo mismo. Sus pesadas respiraciones
hacían que su pecho se elevara y caiga bajo la ligera tela de su camiseta. Su mirada
estaba sobre mí, con la clara anticipación en sus ojos. Y no quería decepcionarlo.
Con unos dedos ansiosos alcancé a bajar su cremallera, y metí mis dedos en su
cinturilla deslizando sus pantalones y bóxer abajo por sus piernas. Su polla estaba
palpitando larga y gruesa frente a mí. Una pequeña gota de líquido pre-seminal
brotaba de la suave cabeza.
—Oh, maldición. —Su cabeza cayó hacia atrás mientras arqueaba su cuerpo
hacia mí. Agarré sus caderas, deslizándolo dentro y fuera, usando mi lengua para
lamerlo de arriba hacia abajo por su eje. Me tomó con la guardia baja lo mucho que
me encantó su sabor, su olor. Cuando alcancé abajo para enmarcar sus bolas con mis
dedos, un ruidoso gemido retumbó desde su pecho y apoyó una mano en el sofá—.
Tan bueno, Colt.
Sus palabras me encendieron, y lo succioné más rápido, más fuerte, logrando
follarlo con mi boca en la forma en que él quería, cuán encendido estaba, la manera
en que su polla se hinchaba en mi garganta. Sus gemidos se volvieron febriles y
frecuentes, y podía decir que él estaba cerca. Lamí alrededor de la cabeza de su pene
luego de balancear mi cabeza. Su mano se movió a mi cuello, guiándome suavemente
al ritmo que quería, luego acelerando a medida que su orgasmo se aproximaba.
—Mierda, voy a estallar…
Curvando mis dedos alrededor de su polla, lo bombeé mientras se dejaba ir y
bajó por la parte trasera de mi garganta en un gruñido de placer. Mi boca se llenó con
su semen, tragué varias veces y lo liberé antes de que él tirara de mi chaqueta,
levantándome para encontrarme con sus labios hambrientos. Su lengua se hundió
profundamente en mi boca. Todo sobre su sabor me atrajo, intoxicándome en una
manera enteramente diferente. Hasta que quise estar rodeado por él. Enterrado en él.
Sonrió en nuestro beso antes de darse la vuelta.
—Esto es mejor que mi sueño de anoche.
—¿Soñaste conmigo?
—Oh, no tienes idea. —Dio un paso atrás, se inclinó para ponerse los
pantalones y el bóxer. Fruncí el ceño.
—¿Te estás vistiendo?
—Estoy bastante hambriento. Voy a prepararnos algo para cenar —añadió,
sonriendo de camino a la cocina—. Podrías querer comer ahora. Necesitaras energía.
Allí está él.
Mi polla se levantó con atención en respuesta a su tono demandante, bueno,
tanto como podía estando atrapada por la tela de mezclilla del pantalón. Aplasté mi
mano sobre mi bulto para calmar el dolor.
—No te preocupes. —Sean me lanzó una mirada sobre el hombro mientras
yo me quitaba mi abrigo—. Tengo toda la intención de ocuparme de eso por ti
después de la cena. Y lo prometo, valdrá la pena la espera.
A pesar de que no era mi intención, gemí ruidosamente y él rio.
—Bueno, supongo que te gustó, ¿eh? —comenté, apoyándome contra la mesa,
de modo que pudiera mirarlo moverse alrededor de la cocina.
Sus ojos estaban llenos de promesas cuando se encontraron con los míos.
—Sí.
Me dirigí hacia donde estaba de pie junto al fregadero.
—Solo por curiosidad, ¿cuándo fue la última vez que te involucraste con
alguien más? —Recordando lo que había dicho antes, mi mandíbula se tensó
mientras esperaba su respuesta.
Él hizo una pausa, cerró el grifo y dejó salir un profundo respiro.
—Ha pasado un tiempo.
A medida que él recorría la cocina, me estiré para agarrar dos platos del
gabinete. Un minuto después, sentí su pecho presionado contra mi espalda, su polla
alineada perfectamente con mi culo. Mi único pensamiento coherente: quería que
nuestra ropa se fuera.
—Te lo dije. No he estado disponible, ni encontrando a alguien que realmente
me interesara tanto. —Su boca raspó la parte externa de mi oreja—. Hasta ahora. —
Puso un beso de boca abierta en mi cuello, susurrando—: Hasta ti. —Había algo
extrañamente tierno en su beso y sus palabras, un fuerte contraste con la dura
erección presionándose en mi contra. No tuve mucho tiempo para pensar en eso
antes de que sus labios dejaran otra marca en mi piel y con una voz rasposa añadió—
: No tienes ni idea de todas las cosas que quiero hacerte. Que tengo la intención de
hacerte. —Sujetó mi barbilla, girando mi rostro para plantar un beso en la esquina
de mis labios—. Voy a dejarte sin aliento… y suplicando por más. —Una ráfaga de
aire dejó mis pulmones cuando él estiró su otra mano y ahuecó mi erección—. Si y
cuando estés listo, quiero reclamar tu culo… y luego… quiero que tú reclames el mío.
—Jesús, Sean. —Otro apretón y un escalofrío rodó a través de mí—. Creo…
que necesito comer algo.
Él rio suavemente, removiendo sus manos y arrastrando sus labios por mi
mandíbula.
—Tampoco puedo esperar mucho tiempo —susurró, su aliento calentando mi
barbilla—. Necesito estar dentro de ti. —Mi cuerpo se calentó con sus palabras, y me
hundí contra él.
—Oye, Sean. —Encontré sus ojos sobre mi hombro, nada jovial en mi tono—
. Démonos prisa y comamos.
***

Hablamos un montón en la cena, en su mayoría sobre carreras y la familia.


Aprendí que Sean también creció en Massachusetts y era el menor de cuatro
hermanos. Su familia era cercana, y su afecto por ellos era obvio por la manera en
que hablaba. Él, por otro lado, se sorprendió al descubrir que mi madre biológica me
dio en adopción cuando tenía dos años porque, bueno, no me quería, y mi padre no
le molestó demasiado. La expresión de Sean fue la misma que recibía de todos los
que escuchaban mi historia. Pero no necesitaba simpatía. Mi vida era genial.
—Encuentro interesante que todo el mundo asuma automáticamente que es
una cosa mala. Mis padres adoptivos son increíbles. No necesitas la misma sangre
corriendo por tus venas para ser amado con la misma ferocidad.
—Gran frase. —Asintió con una suave risa—. Y tienes razón —concordó,
clavando una papa con su tenedor—. Entonces, ¿ningún hermano o hermana?
—No. Solo tuyo de verdad.
Él consideró esto a medida que masticaba.
—¿Siempre te has encontrado así de solo?
—No realmente. —Dejé mi cuchillo en la mesa—. Quiero decir, eso fue todo
lo que conocí al principio. Pero, a decir verdad, Nate es como un hermano para mí.
Ciertamente me conoce bastante bien. En realidad no puedo recordar un momento
en el que él no estuviera alrededor.
—Eso es genial. Aunque, ¿puedo decirte una cosa? Tener cuatro hermanos
era una locura. ¿Puedes imaginar a mi pobre madre? Toda esa testosterona en una
casa. Realmente es una mujer fuerte, pero bueno, supongo que tuvo que serlo. —
Hizo un gesto hacia mi plato con su barbilla—. ¿Terminaste?
Sonreí.
—Sí.
—Bien. —Arrojó su servilleta sobre la mesa y se puso de pie, tomando mi
plato para apilarlo sobre el suyo.
Empujándome fuera de la mesa, agarré los vasos y los llevé al mostrador.
—Lavaré los platos ya que tú cocinaste.
—Vamos a dejar los platos. —Sean no se giró para mirarme, pero la
sugerencia en su tono fue suficiente para hacer que mi polla la notara. Puso los platos
en el fregadero y luego se acercó y dobló su mano en la mía. Podía sentir la urgencia
en su agarre mientras caminábamos por el pasillo. Mi piel ardía cuanto más nos
acercábamos a su dormitorio, la anticipación envolviéndose a nuestro alrededor y
cargando el aire.
En el interior, soltó mi mano y me dejó parado en medio de la habitación. Un
escalofrío de nervios se estrelló por mi columna a medida que lo miraba alcanzar
condones más una botella de lubricante del cajón y tirarlos en la cama. Me atrapó
mirando, y quité cualquier aprehensión de mi expresión porque no quería darle
señales cruzadas. Tenía que mostrarle que quería esto.
Que lo deseaba a él.
—¿Estás bien? —preguntó en su camino de vuelta, y asentí. Tiró de la manga
de mi camisa, sus grandes ojos probando—. ¿Estás seguro?
Le disparé una sonrisa fácil.
—Lo estoy.
Su sonrisa en respuesta me quitó el maldito aliento y ni siquiera me había
tocado aún. Se acercó más, rozando su nariz a lo largo de mi cuello. Mordiendo
suavemente la carne de mi oreja. Su cercanía y ese familiar aroma, junto con sus
próximas palabras enviaron un escalofrío por mi piel.
—Finalmente te desvestiré.
Mi aliento se atoró y solté un ahogado:
—Por favor.
—Me encanta cuando ruegas. —Sentí su sonrisa contra mi cuello a medida
que se estiraba por el dobladillo de mi camisa, llevándola hacia arriba y sobre mi
cabeza—. Dios, hueles bien. —Se inclinó, succionando la piel cerca de mi clavícula
y arrastrando un bajo gemido de mi pecho. Cuando se apartó, me observó, midiendo
cada una de mis reacciones mientras pasaba un dedo bajando por mi garganta, luego
más abajo, sobre y alrededor de mis pezones. Mis labios se separaron con otro
gemido. Su toque, era como una droga. Tan. Jodidamente. Bueno.
—Sean…
Las palabras se me escaparon a medida que él se inclinaba hacia delante, su
caliente y húmeda lengua rodeando mi pezón. El placer se disparó directamente
hacia mi pene y quise que me chupara, quise a mi polla dentro de la calidez de su
boca. Mi mente destelló hacia Tyler, a mí, al recuerdo del pequeño niño que estaba
demasiado asustado del mundo para actuar sobre sus sentimientos. Pero ya no estaba
asustado.
El toque de su lengua me trajo de vuelta a medida que él bajaba, mientras las
puntas de sus dedos se arrastraban sobre cada protuberancia y hendidura de mis
músculos. No podía estar de pie inmóvil, zumbando con la necesidad de tener su
boca toda sobre mí. Sean sabía lo que estaba haciendo, sus expertas manos vagando,
su lengua acariciando cada centímetro de mi piel. No debería haber sido así de bueno.
No debería haberse sentido tan fácil. Pero no podía negarlo más.
—Deja de pensar —susurró de nuevo contra mi carne, y sonreí, haciendo
exactamente eso en el momento en que su lengua trazó alrededor de mi ombligo y
luego se sumergió dentro. Apenas pude soportarlo, necesitaba que dejara de burlarse
de mí, arrancar mis vaqueros, y sellar sus labios alrededor de mi polla—. ¿Quieres
que te de una mamada? —Sus palabas fueron más roncas a medida que presionaba
su boca en mi ingle, usando su manos para apretar mi creciente erección. No esperó
por una respuesta cuando dos dedos encontraron mi cremallera y la bajaron. Lo
escuché tomar una respiración irregular por la nariz—. Cristo, estás duro.
Para el momento en que se las arregló para quitar mi pantalón y bóxer, mi
polla estaba palpitando, rogando por su boca, su lengua, su mano… Él se inclinó, el
cálido aliento resoplando contra la punta antes de que chupara mi hinchada cabeza.
Incliné mis caderas, presionando hacia delante, y él abrió más y me tomó más
profundo, haciendo cosas jodidamente increíbles con su lengua que me hicieron
querer venirme por su garganta en ese preciso segundo. Me sentí completamente
caliente cuando él me guio dentro y fuera de su boca, sus dedos clavándose en la piel
de mis muslos. Gimió contra mi polla y gruñí, lanzando mi cabeza hacia atrás,
necesitando que tomara incluso más de mí. Pero luego se adentró en mi hendidura y
el aire frío golpeó mi pene cuando alejó su boca. Se puso de pie y reclamó mis labios
en un brusco beso antes de retroceder.
—Sube a la cama, Colt. —Su voz era ronca y llena de un tipo diferente de
excitación. Un estremecimiento se extendió a través de mí a medida que me
arrastraba rápidamente sobre el colchón, con mi corazón golpeando ferozmente
contra mi caja torácica. No estaba seguro si recordaba estar así de encendido alguna
vez, y el hecho de que era por otro chico todavía se las arreglaba para volar mi mente.
Su cálido aliento golpeó mi espalda cuando se cernió sobre mí, presionando
sus labios en la curva de mi hombro. Su mano viajando más abajo, sus dedos
buscando. Me arqueé, pidiéndole silenciosamente que se acercara adónde más lo
necesitaba y hacia lo que él estaba buscando. Pero cuando sentí su dedo lubricado
haciendo círculos en mi agujero por primera vez, me estremecí.
—Relájate. Te tengo. —Su tono era suave y exhalé una larga y temblorosa
respiración cuando se empujó hacia dentro. Hubo una dura picadura y luego más
presión cuando fue más profundo—. Se pone mejor, lo prometo —susurró, y tenía
razón. Cuando el ardor inicial disminuyó, él deslizó otro dedo dentro, abriéndome.
Me apreté alrededor de sus dedos.
—Santa mierda.
—¿Estás bien? —preguntó, y la preocupación en esas palabras me hizo
sonreír. Sabía que él quería que esto fuera bueno para mí.
—Sí. —Y aunque se sentía extraño, me encontré queriendo más. Gruñendo,
empujé contra sus dedos.
—Eso es, cariño. —Aumentó la presión a medida que balanceaba su mano
hacia atrás de nuevo. Él gruñó bajo en su pecho—. ¿Eso se siente bien?
—Sí —jadeé—, no te detengas.
Pero se detuvo. Sacando sus dedos, rasgó el paquete del condón y tiró de la
tapa de la botella de lubricante. Un momento después, sus caderas se deslizaron entre
mis nalgas, tentando la entrada fruncida de mi culo. Cualquier temor que tuviera
pareció disiparse, quedando remplazado por un feroz deseo corriendo por mis venas.
—Sean, te quiero dentro de mí.
—Dios, quiero estar dentro de ti —murmuró, antes de facilitarse hacia delante
y hacia atrás un par de veces, dejándome acostumbrarme. Él estaba a punto de perder
el control total. Ruidos sin aliento dejaban su pecho y sus dedos se curvaron en mis
caderas a medida que su pene se movía más rápido dentro de mí, empujando más
allá del anillo de músculos. Hubo dolor al principio, lo cual me esperaba, pero lo que
no esperaba fue el placer que vino después. Dejé salir un bajo y profundo gemido,
queriéndolo completamente dentro.
—Oh, Cristo.
—¿Está bien? —preguntó, el sudor de su pecho humedeciendo mi espalda.
—Sí —gemí—. Por favor, solo fóllame ya.
—Quiero follarte lento —susurró—. Quiero que disfrutes cada momento de
mí estando dentro de ti. Quiero que sientas mi polla. Que me sientas. —Sean abrió
su boca contra mi piel, arrastrando lentos y calientes besos a lo largo de mi columna.
Sus dedos se aflojaron en mi cadera y rodeó con su mano mi pecho, jalándome contra
él—. Te sientes tan bien, Colt. Tan jodidamente bien. —Su mano comenzó a vagar,
y yo estaba anhelando que curvara sus largos dedos alrededor de mi pene, para
hacerme venir mientras me follaba por detrás.
Pero no lo hizo.
En cambio, su lengua mantuvo su incesante actividad a medida que su mano
seguía amasando mi piel. Y entonces comenzó a moverse, llevando la cabeza de su
dura polla dentro de mi culo, empujándose dentro y fuera a un ritmo tan
dolorosamente lento que me mareó.
—Cristo, estás apretado.
La sensación de mi culo tomando su polla, la combinación de éxtasis y dolor
sacaron un gemido gutural de mi pecho. Y no podía creer cuán bueno se sentía o lo
mucho que lo deseaba. Lo mucho que lo deseaba a él.
—Mierda, eso es bueno.
—Tan bueno —gruñó. Su voz sonaba tensa y espesa de excitación. Sentí cuán
tenso se estaba tornando su cuerpo, sentí cada centímetro de su polla enterrándose
dentro de mí. Aun así, de alguna manera no era suficiente. Lo quería más profundo,
lo quería en lugares donde nadie había estado antes.
Como si sintiera mi necesidad, comenzó a aumentar el ritmo, golpeando mi
culo con su dura longitud. El lubricante goteaba de mi agujero. Resbaladizo y
húmedo, y fuera de este maldito mundo. Ambos estábamos gimiendo, respirando
fuerte por el esfuerzo, por el insensato placer de todo esto.
Incapaz de mantener mi cabeza elevada por más tiempo, la dejé caer. El sudor
corría por mi piel y lamí el sabor de la sal en mi boca. Todo se estaba construyendo
dentro de mí, retorciéndose, y necesitando alivio. Alcancé mi pene justo cuando la
mordida de los dientes de Sean vino dura sobre mi hombro. Esa pequeña punzada
de dolor me hizo lloriquear y él dejó salir un bajo gruñido, seguido por la presión de
sus cálidos labios para calmar el escozor.
—Dios, sí. Oh… maldición. —Embistió dentro de mí, respirando
erráticamente y exhalando un fuerte gruñido cuando se vino. Todo su cuerpo se
sacudió con una serie de pequeños temblores y lo encontré caliente como el infierno.
Tiré de mi polla, masturbándome hasta que mis bolas se prepararon y un orgasmo se
estrelló contra mí con tanta fuerza que colapsé contra la cama.
—Santa mierda.
Trazó su lengua desde la base de mi cuello a mi oreja, susurrando:
—¿Estás bien? —Su pregunta fue suave, y asentí, tratando de recuperar la
respiración—. Bien —respondió en un bajo retumbar mientras su respiración se
estabilizaba contra mi piel—. ¿Cómo estuvo para ti?
Mi pecho se calentó al saber que estaba pensando en mí. Logré levantar mi
cabeza y mirarlo por encima de mi hombro. Una sonrisa de satisfacción burlándose
en las comisuras de mi boca.
—¿No te diste cuenta?
Él sonrió, cómplice.
—Me alegro. —Besándome duro en la boca, añadió—: Porque no puedo
esperar para hacerlo otra vez… y otra vez. —Otra sonrisa arrogante estalló de sus
labios—. Y otra vez.
Le sonreí de vuelta. Él hacía imposible no hacerlo.
—Porque la práctica hace al maestro, ¿cierto?
Sean

Yo: ¿Cómo estuvo tu cita la semana pasada?


Colt: Increíble.
Yo: Cuéntame sobre este tipo.
Colt: Es caliente como el infierno.
Sonreí.
Yo: ¿Qué tanto?
Colt: Tiene una gran polla.
Mi sonrisa se amplió. Cuando Colt y yo nos conocimos hace unos ocho
meses, todo esto era nuevo para él. Era tímido. Reservado. Incapaz de decir lo que
quería. Todo eso había cambiado.
Yo: Cuéntame más.
Colt: Sabe cómo chupar mi polla.
Yo: ¿Te gusta que te chupen la polla?
Colt: Infiernos, sí.
Mi pene se tensó contra la parte delantera de mi pantalón de vestir. Puse mi
maletín en la alfombra y me apoyé contra la pared.
Colt: Pero, solamente por él.
Yo: Es un tipo afortunado.
Colt: Lo es.
Me reí entre dientes, aflojando mi corbata.
Yo: Sabes, como un ingeniero, todo se trata de los pequeños detalles. Así que dime, ¿qué
tiene de especial la manera en que la chupa?
Colt: Simplemente sabe cómo me gusta. Hace esta cosa con su lengua hasta que estoy
duro y desesperado porque me tome profundo. Y cuando lo hace, solo quiero follar su boca hasta
explotar. ¿Mencioné que tiene una boca maravillosa?
¿Mencioné que estoy a punto de venirme en mis pantalones?
Mis dedos se demoraron sobre el teclado cuando llegó otro mensaje.
Colt: Aunque, no es solo eso. Es un gran tipo. Me hace reír, es considerado. También
cocina para mí ya que no puedo cocinar nada. Y él… no lo sé… recuerda las pequeñas cosas.
Yo: Suena como un buen partido. Entonces, ¿cuándo lo verás de nuevo?
Colt: No estoy seguro. Ha estado fuera durante una semana por negocios. Realmente
lo extraño.
Yo: Tal vez deberías abrir la puerta entonces.
Escuché un fuerte golpe antes que la puerta se abriera. Lo primero que me
golpeó fueron los ojos de Colt. Estaban abiertos con sorpresa, y tan jodidamente
azules. Dios, lo extrañé.
—¿Qué estás…?
Mis labios cayeron sobre los suyos, duro y tomé su cara, haciéndolo girar y
retroceder contra la pared. Tenía una cosa por las paredes, y Colt contra una era la
perfección absoluta. Lo probé con mi lengua hasta que se abrió para mí, tomándome
mi tiempo, con largos y lánguidos embistes que lo tenían gimiendo en mi boca.
Poniéndome duro. Me encantaba escuchar los sonidos que hacía cuando se excitaba.
Me encantaba saber que tenía ese efecto en él. Y otros efectos también. Como la dura
protuberancia en sus pantalones deportivos que estaba presionando contra mi propia
erección, rogando para ser puesta en libertad. Antes que fuésemos más lejos, rompí
el beso, una incontrolable sonrisa estirando mis mejillas.
—Te extrañé.
—¿De verdad? —Sonrió, sin aliento—. No me di cuenta. —Sus brazos se
envolvieron alrededor de mi cintura y besó la esquina de mi boca—. ¿Por qué volviste
antes?
—La conferencia terminó antes de lo que esperaba y quería venir a casa. —
Rocé mi pulgar por su mandíbula—. Te quería a ti.
Levantó una mano para pasar sus dedos por mi cabello que definitivamente
había visto mejores días. Especialmente tras casi catorce horas en un avión.
—Debes estar agotado.
—Un poco. El vuelo fue agotador. —Dándome cuenta que mi maletín todavía
estaba en el pasillo, dejé caer mis manos y retrocedí. Hice un gesto hacia el pasillo y
me giré en esa dirección—. Mis maletas.
—Yo las traeré. Tú ve a relajarte.
—Gracias, cariño. —Excepto que no me moví. En cambio, observé a Colt
agacharse para recoger mi maleta y maletín antes de meter mi equipaje. Era tan
bueno verlo, y a decir verdad, la camiseta ajustada y los pantalones deportivos grises
colgando demasiado bajo en esas estrechas caderas me estaban haciendo difícil que
apartara la mirada. Sin embargo, hablando en serio, Colt era el rayo de luz en mi
vida. Una vida que había estado mayormente llena de trabajo durante largas horas y
pasando demasiado tiempo saliendo con mis hermanos, quienes en este punto
estaban todos casados y comenzando sus propias familias. También quería eso. Y
Colt me hacía feliz. Antes que él apareciera, había olvidado cómo se sentía. No ser
capaz de mantener tus manos fuera de alguien, consumirse por pensamientos de
tocarlo, follarlo. Pero era mucho más que eso. Otras cosas que también extrañé.
Como acostarnos y conversar, abrazados, averiguando los detalles de su día. Sí,
extrañé eso más de lo que creía. Y también sabía mejor que nadie cómo podría
desaparecer en un abrir y cerrar de ojos.
—No te estás relajando. —Caminó más allá de mí y dejó mis maletas cerca
del sofá. Debo haberlo estado mirando con demasiada intensidad porque se miró
antes de encontrarse con mi mirada—. ¿Qué?
Lamí mis labios y di un paso más cerca.
—Te ves muy bien para follar en este momento.
Arqueó una ceja.
—¿Ah, sí?
Otro paso más cerca.
—Hmmm… —Terminé de acercarme hasta que nuestros pechos estaban
tocándose y mis labios descansaban por encima de su oído—. A decir verdad, creo
que voy a tomar una ducha rápida, comer y luego…
Su respiración se enganchó.
—¿Y luego?
—Y luego —murmuré, mi voz baja y dura—, voy a desnudarte, acercar mi
boca a tu polla, y a torturarte con mi lengua. —Él gimió, y yo continué—: Después
de chuparte, voy a follarte, lento, y mostrarte cuánto te he extrañado. —Deslicé una
mano entre nosotros y palpé su polla sobre la delgada tela de su chándal. Gimió de
nuevo.
—Sean.
—Voy a la ducha —susurré, apretando su bulto y plantando un húmedo beso
contra su cuello antes de alejarme—. Oh —llamé sobre mi hombro mientras me
quitaba la corbata y la lanzaba al sofá—, si miras en mi maleta de mano encontrarás
algo que compré para ti.
Sonrió, y fue una mezcla de timidez y gratitud. De vez en cuando esa
expresión aparecería cuando hacía algo inesperado. Esa pizca de vulnerabilidad, otro
destello de su corazón, me hacía querer hacerlo todo el tiempo.
Cerré de golpe la puerta del baño y abrí el grifo del agua caliente, llenando el
aire con vapor húmedo. Viajar siempre me dejaba sintiéndome polvoriento, y no
había manera que fuera a tocar a Colt hasta que me limpiara. Mientras me quitaba
el saco de mi traje, sonreí. Realmente era bueno estar en casa, y ahora que Colt estaba
aquí más a menudo, se sentía como un hogar.
El agotamiento recubrió mis huesos a medida que me quitaba la camisa, la
hacía una bola y la lanzaba en la ropa sucia. La puerta se abrió entonces y Colt se
paró allí, mirando fijamente. Tenía una mirada en su rostro que no podía reconocer.
Una que nunca antes había visto. Creí que conocía todas sus expresiones. Pero esta
no.
Cuando miré hacia abajo, me di cuenta que él estaba sosteniendo la bolsa de
Doritos japoneses. Pero seguía sin decir nada.
—¿Estás bien?
—Creo… que hay una gran posibilidad de que me esté enamorando de ti.
Mi corazón debe haber golpeado unos pesados latidos en mi pecho.
—¿Es porque te traje Doritos?
—Sí. —Sonrió—. Porque me trajiste Doritos. —Y luego se dio la vuelta y se
fue, cerrando la puerta detrás de él.
No pude suprimir la calidez que se propagó por mi pecho. Ni pude detenerme
de agacharme al piso de mosaico y sacar la caja de terciopelo del bolsillo interior de
mi saco. Porque sí, había una gran posibilidad de que también me estuviera
enamorando de él.
Beth Michele es autora de romance contemporáneo M/F y M/M. Escribe
historias con corazón, sobre el amor, la vida y todo lo que está en medio. Es nativa
de Connecticut y le encanta pasar tiempo con su esposo y sus dos hijos. Si no puedes
encontrarla, probablemente se esconda con su computadora portátil o Kindle en
algún lugar tranquilo, preferiblemente un lugar con vista al océano. Le encantan los
dulces de gomitas, y prepara un delicioso chocolate caliente todos los días del año.
Otros libros:
Moderador
Knife

Traductores
Âmenoire
Antonietta
Clau-Clau
Flochi
Genevieve
Knife
Lyla

Corrección, recopilación y revisión


Knife

Diseño
Genevieve
Realizado sin fines de lucro para promover la lectura. Apoyemos a los autores
comprando el original.

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