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Bac - Biblia Comentada - Tomo II - Libros Historicos
Bac - Biblia Comentada - Tomo II - Libros Historicos
Luis Arnaldich
Biblia comentada
TOMO II
Libros Históricos
del Antiguo Testamento
BAC
Biblioteca de Autores Cristianos
m
Morgan e-books
Trinidad & Tobago
Contenido:
José.
Introducción. 1. Conquista de la Tierra Prometida (1-12).
Sujeción de los Cananeos (9-12). 2. Distribución de la
Tierra de Canaán (c.13-22). Segunda Distribución en Silo
(c.18-19).
Apéndices.
Jueces.
Introducción. 1. Introducción Histórica (1:1-2:5). Parte 2.
Historia Anecdótica. Campaña de Gedeón en Palestina
(7:1; 8:4). Campaña de Gedeón en Transjordania (8:5-28).
Corto Reinado de Abimeleg (c.9). Judicatura de Jefté (10:6;
12:7).
Jueces menores.
Historia de Sansón (c.13-16). 3. Apéndices. I. Origen del
Santuario de Dan. 2. La Guerra contra Benjamín (c.19-21).
Rut.
Introduccion.
Samuel.
Introducción.
I Samuel.
1. Samuel, Juez de Israel (1:1-7, 27). 2. Institución de la
Monarquía (c.8-10). 3. Saúl y David (c.16-31).
II Samuel.
1. David en Hebron (c.1-4). 2. David, Rey de Juda y de
Israel (c.5-20). Apéndices (c.21-24). Los Héroes de David
(23:8-39).
Reyes.
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Introducción.
I Macabeos.
II Mácabeos.
Abreviaturas.
José.
Introducción.
Título.
En el texto masorético lleva el título de Yehoshua, que la
versión de los LXX conserva, adoptando, sin embargo, la forma
nominal más reciente de Yesua (Neh 8:17). San Jerónimo repro-
duce el encabezamiento hebraico y griego del libro al escribir:
“Josué Bennun, id est lesus Nave.”
En el canon judío el libro de Josué ocupa el primer lugar
entre los de la segunda clase, llamada “Profetas anteriores,” e
inicia en el canon eclesiástico la serie de los libros históricos del
Antiguo Testamento. Este lugar destacado en el canon se ha
mantenido constantemente a través de los siglos y en todos los
manuscritos por razón del prestigio que alcanzó Josué entre los
hebreos por estar íntimamente unido a Moisés, del cual fue
asiduo colaborador y fiel ministro (mesharet) envida (Ex 17:8-
16; 24:13; 33:11; Núm 14:30-38) e inmediato sucesor suyo al
morir sobre el monte Nebo, en los umbrales de la tierra prometi-
da.
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Argumento y División.
El argumento desarrollado en el libro de Josué es claro y
directo. Antes de morir transmite Moisés toda su autoridad a Jo-
sué (Núm 27:18-23), Que pasa a ser el caudillo indiscutible de
Israel en la empresa de la conquista de la tierra prometida y de
su distribución entre las doce tribus. Estaba lleno del espíritu de
sabiduría, pues había puesto Moisés sus manos sobre él (Deut
34:9). Moisés le confió la misión de velar por la estricta obser-
vancia de la Ley, conducir al pueblo en la conquista de Canaán
y distribuir su territorio entre las tribus.
El libro se divide en dos grandes partes: conquista de la
tierra de Canaán (c.1-12) y distribución de la misma entre las
tribus (c. 13-21). Siguen al final del libro (c.22-24) algunos
apéndices.
Texto.
El libro de Josué fue escrito originariamente en hebreo.
Al cotejar el texto hebraico con el texto griego de los LXX se
encuentran diferencias sensibles. De ahí que haya surgido en-
tre los críticos cierta discrepancia tocante a la valoración de am-
bos textos. Unos se declaran abiertamente en favor del texto
griego (Humme-lauer, Clamer, Schulz), otros por el hebraico
(Noth, Dillmann, Cales). La posición más aceptable es la de
aquellos que rehuyen los apasionamientos y proceden en cada
caso de un modo ecléctico, de conformidad con las reglas de
crítica textual, interna y externa. El texto griego está muy lejos
de presentarse uniforme, y las variantes se acentúan a propósito
de los nombres geográficos. Es tanta a veces la diferencia entre
los diversos códices que A. Rahlfs2 ha publicado en un cuadro
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Autor.
El título del libro y el texto de Eccli 46:1 “Josué, hijo de
Nun, sucesor de Moisés en la dignidad profética” dieron ocasión
de atribuir a Josué el libro que lleva su nombre. Sin embargo, el
título se refiere al contenido del mismo, no a su autor. El
mencionado texto de Eccli 46:1 dice solamente que Josué suce-
dió a Moisés en la misión profética (Ex 24:13; 33:11; Núm
11:28; Jos 1:1). Una antigua tradición talmúdica (Baba Bathra
140), según la cual “Josué escribió su libro y los últimos ocho
versos de la Ley,” tuvo poco eco en la tradición cristiana primi-
tiva, rechazándola Teodoreto 4, el seudo Atanasio5, y San
Jerónimo6. La sentencia de que Josué escribió su libro es recha-
zada unánimemente por los autores modernos, y los argumentos
aducidos en su favor carecen de sólido fundamento 7.
A falta de argumentos externos que decidan la cuestión
de autor, vale la pena recurrir a argumentos de índole interna.
Del examen del libro aparece que en su redacción actual se re-
fieren hechos sucedidos después de la muerte de Josué (15:13-
19; 19:47; 13:30). La observación de 4:14: Y éstos (los israeli-
tas) le respetaron como habían respetado a Moisés todos los
días de su vida, y la frase tantas veces repetida: hasta el día de
hoy, sugieren que hubo un intervalo de tiempo entre los hechos
que se refieren y su redacción por escrito. Decisivo es el si-
guiente testimonio de 24:31: Israel sirvió a Yahvé durante toda
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cia se la daré, le dice Dios; te la hago ver con tus ojos, pero no
entrarás en ella. Moisés, el siervo de Dios, murió allí, en la tierra
de Moab, conforme a la voluntad de Yahvé (Deut 34:4-5). Su
muerte dejaba un vacío que debía llenarse para que la muche-
dumbre de Yahvé no fuera como un rebaño de ovejas sin pastor
(Núm 27:18). Por voluntad divina fue elegido Josué, hombre
sobre quien residía el espíritu (Núm 27-18), y sobre el cual
había Moisés impuesto sus manos en señal de que le retrans-
mitía el liderazgo del pueblo (Núm 27:15-23; Deut 34:9). Desde
su juventud había sido colaborador íntimo de Moisés (Ex 34:11;
Núm 11:28), quien le cambió el nombre de Oseas por el de Jo-
sué = salud de Yahvé (Núm 13:17), nombrándole su lugarte-
niente en las empresas bélicas (Ex 17:9).
La misión confiada a Josué era ardua y peligrosa, por es-
tar ocupado el territorio por pueblos de raza mixta que se habían
establecido desde hacía tiempo en el país. Todos ellos gozaban
de un grado de civilización y técnica superiores a las de los he-
breos. Los exploradores que en otros tiempos habían recorrido la
tierra pudieron comprobar que el territorio que iban a expugnar
estaba habitado por pueblos fuertes, con ciudades muy grandes y
amuralladas (Núm 13:29) y con guarniciones bien provistas de
armas y carros de combate. En cambio, el pueblo de Israel, que
sólo disponía de armas rudimentarias, experto en la técnica de
las guerrillas, de la razzia y golpes de mano, era humanamente
incapaz de medir sus fuerzas con un enemigo aguerrido y atrin-
cherado detrás de las murallas de sus ciudades. Para el autor sa-
grado, la toma de Canaán no es un suceso profano, sino un
acontecimiento teológico.
Se señalan los límites ideales de la Tierra Prometida, que
se trazan conforme a Deut 11:24-25. El Líbano se encuentra al
norte (Deut 1:7; 3:25); el gran río es el Eufrates (Gen 15:19).
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San Pablo alaba su fe (Hebr 11:31); Santiago afirma que sus ob-
ras la justificaron al recibir a los espías y enviarles por otro ca-
mino (Sant 2:25). La Iglesia primitiva la coloca en el grupo de
los pecadores arrepentidos 3.
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Quiere Josué que se conserve una memoria del paso del Jordán,
como en Ex 12:26; 13:9.14; Deut 6:20. El texto del v.9 puede
interpretarse en el sentido de que fueron dos los monumentos
levantados en recuerdo del hecho, uno en Caígala y otro en el
lecho del río. Así lo creen Hummelauer, Ubach y Fernández. En
favor de la unidad se pronuncian Wiesmann y Alfrink, por no
citar más que autores católicos. Según Wiesmann, en el v.9 se
dice que se colocaron doce piedras en el cauce del río para im-
pedir que los pies de los sacerdotes se hundieran en el lodo del
río. Tales piedras más tarde fueron sacadas del Jordán y coloca-
das en Caígala, donde permanecen hasta el día de hoy. Con esta
interpretación, dice Baldi, se quita la posibilidad de un monu-
mento en medio del Jordán, que, salvo en tiempos de mucha se-
quía, no sería visible, no sirviendo, por lo mismo, para el fin al
que se le destinaba.
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La circuncisión (5:2-9).
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Entonces dijo Yahvé a Josué: “Hazte cuchillos de
piedra y circuncida a los hijos de Israel. 3Hízose Jo-
sué cuchillos de piedra y circuncidó a los hijos de
Israel en el collado de Aralot (collado de los Prepu-
cios). 4He aquí por qué los circuncidó Josué: Todos
los salidos de Egipto, los varones, todos los hombres
de guerra, habían muerto en el desierto, durante el
camino, después de la salida de Egipto. 5El pueblo
que salió estaba circuncidado; pero los nacidos en el
desierto durante el camino después de la salida de
Egipto no habían sido circuncidados; 6pues los hijos
de Israel anduvieron durante cuarenta años por el
desierto, hasta que perecieron todos los hombres de
guerra salidos de Egipto, por no haber escuchado la
voz de Yahvé. Yahvé les había jurado que no les de-
jaría ver la tierra que conjuramento había prometido
a sus padres darles, la tierra que mana leche y miel.
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Los hijos de aquéllos les sucedieron en su lugar; y
éstos son los que circuncidó Josué, porque estaban sin
circuncidar, pues no habían sido circuncidados du-
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La Pascua (5:10-12).
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Los hijos de Israel acamparon en Caígala; y allí, el
día catorce del mes, celebraron la Pascua, a la tarde,
en los llanos de Jericó. 11Comieron de los frutos de la
tierra, desde el día después de la Pascua, panes áci-
mos y trigo tostado ya aquel mismo día; 12y el día si-
guiente de comer de los frutos de la tierra, no tuvie-
ron ya el maná, y comieron ya aquel año de los frutos
de la tierra de Canaán.
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Por miedo a los hijos de Israel, la ciudad de Jericó tenía las pu-
ertas cerradas; pero Yahvé prometió ponerla en manos de Josué
(Núm 21:34; Deut 2:24; 3:2). Era Jericó una plaza fuerte cana-
nea edificada sobre un altozano elíptico de 307 por 161 metros,
dominando la llanura de su nombre. La descripción del ataque
de la ciudad por los israelitas es bien conocida. Pero, como he-
mos apuntado más arriba, cabe distinguir entre el relato primiti-
vo y las adiciones posteriores de carácter religioso referentes a
los sacerdotes, arca de la alianza y trompetas sagradas. Los sol-
dados de Josué combatieron contra Jericó y la tomaron. En cier-
tos ambientes pareció que el relato primitivo era demasiado pa-
gano, por darse excesiva importancia a las causas puramente
humanas que contribuyeron a la conquista de la ciudad, por lo
cual se le añadieron elementos procedentes de ambientes sacer-
dotales. El relato primitivo, según Noth, era más o menos el si-
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Josué dijo: “¿Por qué nos has puesto en perturba-
ción? Pertúrbete a ti hoy Yahvé.” Y todo Israel le la-
pidó. Después de lapidado, fue quemado en el fuego,
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y echaron sobre Acán un gran montón de piedras,
que todavía hoy subsiste. Yahvé aplacó el ardor de su
cólera. Por eso se llamó a aquel lugar valle de Acor,
hasta el día de hoy.
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vientes hacíase cada día más difícil por privarse a los soldados
del botín de guerra. Por este motivo se introdujo paulatinamente
cierta mitigación de las leyes del herem. Los israelitas se en-
sañaron con los habitantes de Hai, como hicieron antes con los
de Jericó. Tanto los que habían salido de la ciudad como los que
habían quedado en ella fueron devorados por la espada. Dios
permitía estos excesos, muy propios, como dejamos anotado
más arriba, de todos los otros pueblos antiguos del Próximo
Oriente, para impedir que sus habitantes contagiaran a los israe-
litas con sus ritos idolátricos.
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jeciones que contra este pasaje han amontonado los críticos in-
dependientes, creyendo abrir una brecha en la absoluta inerran-
cia de los autores sagrados. El autor de nuestro pasaje se ha limi-
tado a registrar en su libro una versión popular y poética de la
victoria, sin comprometer su propio juicio acerca de los porme-
nores de la misma. Como todos sus contemporáneos, creía el
autor sagrado en la inmovilidad de la tierra y admitía que el sol
daba vueltas alrededor de la misma; pero en este caso concreto
no era su intención dar lecciones de orden astronómico, sino
simplemente referir una antigua versión épica de la batalla de
Gabaón.
Conocido de todos es el incidente de Galileo Galilei
(1564-1643) con las congregaciones romanas referentes a este
pasaje del libro de Josué, que se produjo por un falso plantea-
miento del problema de la inerrancia bíblica y por haberse en-
trometido Galileo en cuestiones teológicas y bíblicas en vez de
mantenerse en el terreno científico. En las discusiones con los
teólogos romanos declararon éstos que el sistema de Galileo era
falso y absurdo en filosofía y formalmente herético, por contra-
decir a textos bíblicos según su sentido propio y la interpreta-
ción unánime de los Padres y doctores de la iglesia. Por el decre-
to del Santo Oficio de 5 de marzo de 1633 se juzga a Galileo
sospechoso de herejía “por creer y retener una doctrina falsa y
contraria a las Sagradas Escrituras.” Este decreto no tenía
carácter doctrinal, sino disciplinar; no se dictó con el fin de
proponer una doctrina, sino como documento en el proceso
criminal contra una persona4.
En el caso concreto de Josué no existe ninguna dificultad
contra la total inmunidad de error del autor sagrado, quien, co-
mo hemos hecho notar, se limita a reproducir, copiar, citar y re-
transmitir a los lectores la manera como poetas y vulgo repre-
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(Is 1:10; Jue 11:6-11), que pusieran su pie sobre el cuello de los
reyes derrotados como símbolo de dominio absoluto sobre ellos
y en señal de desprecio (Sal 110:1; Is 51:23; Sal 66:12). Al po-
nerse el sol debía darse sepultura a los cadáveres, conforme al
Deuteronomio (21:22-23). Las piedras que obturaron la caverna
donde fueron arrojados los cinco reyes eran visibles todavía en
los tiempos en que se escribió este relato.
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Sumario (11:16-20).
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Así se apoderó Josué de todo este territorio, de la
montaña, de todo el mediodía, de todo el distrito de
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2) De Cisjordania (12:7-24).
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Reyes de la tierra que batió Josué y los hijos de
Israel de este lado del Jordán, a occidente, desde Baal
Gad, en el valle del Líbano, hasta la montaña desnu-
da que se alza hacia Seír, cuyos territorios dio Josué
en heredad a las tribus de Israel, según sus familias,
8
en la montaña, en la llanura, en el Araba, en las ver-
tientes, en el desierto, en el Negueb; de los jéteos, de
los amorreos, de los cananeos, de los fereceos, de los
jeveos y de los jebuseos; 9el rey de Jericó, el rey de
Hai, cerca de Betel; 10 el rey de Jerusalén, el rey de
Hebrón, 11 el rey de Jerimot, el rey de Laquis, 12el rey
de Eglón, el rey de Guezer, 13el rey de Dabir, el rey de
Gueder, 14el rey de Jorma, el rey de Arad, 15el rey de
Libna, el rey de Odulam, 16el rey de Maceda, el rey de
Betel, 17el rey de Tafuaj, el rey de Ofer, 18el rey de
Afeg, el rey de Lasaron; 19el rey de Madón, el rey de
Jasor, 20el rey de Simerón, el rey de Acsaf, 21el rey de
Tanac, el rey de Mageddo, 22el rey de Cades, el rey de
Janeam, en el Carmelo; 23el rey de Dor, en las alturas
de Dor; el rey de Goyim, junto a Guilgal; 24 el rey de
Tirsa. En todo, treinta y un reyes.
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de Tafuaj iba a occidente al torrente de Cana, para
morir en el mar. Esta era la heredad de los hijos de
Efraím según sus familias. 9Los hijos de Efraím tu-
vieron también ciudades separadas en medio de la
heredad de los hijos de Manases. 10No expulsaron a
los cananeos que habitaban en Gazer, y los cananeos
han habitado hasta hoy en medio de Efraím, pero
sometidos a tributo.
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Este hijo de Jacob (Gen 30:19) sentía afición por los negocios
(Deut 33:18-19). Su padre habíale dicho que habitaría la costa
del mar; pero, a pesar de sus aficiones marítimas, debían sus
descendientes desenvolverse en las vertientes meridionales del
macizo galilaico, impidiéndole Aser el acceso al mar Medi-
terráneo. La posesión de la baja Galilea le permitía explotar su
suelo fértil y exportar sus productos.
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volvía hacia occidente a Azonot Tabor, y de allí se-
guía a Jucoca; tocaba a la de Zabulón, al mediodía; a
la de Aser, a occidente, y al Jordán, a oriente. 35Las
ciudades fuertes eran: Asedim, Ser, Jamat, Recat,
Queneret Edema, 36Arama, Jasor, 37Cades, Edraí, En
Jasor, 38Jerón, Migdael, Joren, Bet Anat y Bet Sames;
diecinueve ciudades con sus pueblos. 39Esta fue la he-
redad de la tribu de los hijos de Neftalí según sus fa-
milias; sus ciudades y sus pueblos.
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El territorio de los hijos de Dan se extendió más allá
de sus límites, pues los hijos de Dan subieron a com-
batir contra Lesem, se apoderaron de ella y la pasa-
ron a filo de espada; posesionándose de ella, se estab-
lecieron allí y la llamaron Dan, del nombre de su pa-
dre. 48Esta fue la heredad de la tribu de los hijos de
Dan según sus familias; sus ciudades y sus pueblos.
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Terminada la distribución de la tierra, según sus
límites, los hijos de Israel dieron a Josué, hijo de Nun,
una heredad en medio de ellos.
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Apéndices.
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El texto masorético del v.22 dice: “El Dios de los dioses, Yahvé;
el Dios de los dioses, Yahvé, sabe bien, y lo sabe también
Israel.” La expresión “Dios de los dioses” se halla en Deut
10:17; Sal 136:2; Dan 2:47. Los LXX y la Vulgata consideran el
Dios delante de Elo-him como independiente del complemento,
de donde la traducción de la Vulgata: Fortissimus Deus Domi-
nus. El superlativo Dios de los dioses puede designar al Dios
supremo (Dhorme). El altar construido quería ser un monumen-
to conmemorativo que recordara a la posteridad la unidad religi-
osa y nacional existente entre los hijos de Israel de una y otra
parte del Jordán. Unos y otros reconocían la obligatoriedad de
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loso, que no admite competidor (Ex 20:5; 34:14; Deut 4:24; 5:9;
6:15) y que castiga duramente el pecado de idolatría.
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Jueces.
Introducción.
Lugar en el canon.
En las Biblias hebraicas va entre el libro de Josué y el
primero de Samuel, ocupando el segundo lugar en la colección
conocida por el nombre de profetas anteriores. En el canon ale-
jandrino y en la Vulgata, el libro se coloca entre los libros
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Texto.
Fue escrito originariamente en hebreo y se ha conserva-
do en buen estado, excepto en el cántico de Débora. Burney, que
lo ha investigado a fondo, lo cree superior al texto de los libros
de Samuel y comparable con el de las partes narrativas de los
libros de Josué y Reyes 2. Se encuentra en él cierta confusión y
transposición de letras y palabras, ditografías y glosas. El texto
griego de los LXX se ha conservado bajo distintas formas. Des-
pués de los estudios de Pretzl 3, se admiten comúnmente tres
recensiones del mismo. El texto de la antigua koiné fue revisado
por Orígenes, cuya recensión se conserva en sirohexaplar, cód.
A y B, este último con terminología propia4. Luciano utilizó esta
revisión con elementos propios, que difieren del texto masoréti-
co y que provienen de otro original griego. La recensión de Lu-
ciano se encuentra en Ka, en muchos minúsculos y en el códice
Lugdunensis de la Vetus Latina. Hesiquio trató de ajustar la re-
censión de Orígenes al texto masorético, utilizando palabras que
figuraban en la antigua koiné. Así, pues, según Pretzl, se dispone
de dos fuentes para la crítica textual del texto masorético: las
lecciones de la antigua koiné y la recensión de Luciano. La Vul-
gata sigue, en general, el texto hebreo, con adición de algunas
glosas aclaratorias.
Argumento y División.
El libro de los Jueces trata de la historia del pueblo judío
a partir de la muerte de Josué hasta la institución de la monar-
quía o, en el estado actual del mismo, hasta el advenimiento de
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Cananeos.
Pueblo abierto a las más dispares influencias, asimiló
elementos de las diversas culturas. Como todos los otros pueb-
los, fueron politeístas, siendo Baal su dios principal, unido a
las divinidades femeninas de Anat, Asnera, Astarté, Qadesh. El
culto de la fecundidad y fertilidad era el centro de la religión
cananea. Características del mismo son los sacrificios humanos
(Jer 7:31; Ez 15:21; 1 Re 16:34) y la prostitución sagrada de
hombres y mujeres. Todas las facultades productoras de vida
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Filisteos.
De la avalancha de los “pueblos del mar” formaban parte
los filisteos, procedentes de Licia y Caria, o de Caftor (Deut
2:23; Jer 47:4), que, a través del Asia Menor, pretendieron ganar
las tierras fértiles de Egipto. A principios del siglo XII a. Q,
Ramsés III resistió en Siria a los nuevos invasores no semitas
(incircuncisos los llama la Biblia); pero los filisteos fueron des-
cendiendo por la costa mediterránea, estableciéndose a fines del
segundo milenio en la región marítima comprendida entre Gaza
y Jaifa, con una profundidad hacia el interior que oscilaba entre
los veinte y sesenta kilómetros. Agrupábanse en torno a cinco
grandes centros, a los que se da el nombre de pentápolis filistea:
Gaza, Ascalón, Azoto, Acarón y Gat. Las cinco ciudades tenían
un régimen autónomo, aunque en casos extraordinarios se unían
para salvar a la nación. Al frente de cada distrito había los lla-
mados seranim (tiranos), con autoridad civil y militar, ocupando
el mando supremo del ejército unido los sarim (1 Sam 18:30).
Su organización era superior a la de los israelitas, lo mismo que
su cultura, industria, agricultura, comercio, economía, etc. Los
filisteos fueron un constante peligro para los israelitas, a quienes
oprimían empujándoles hacia el macizo central6.
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(J): “Estuvo en paz la tierra durante diez años” (3:11, 30; 5:32;
8:28).
En función a esta idea central se han escogido las narra-
ciones que el autor o los autores han insertado en el libro. Entre
aquéllas y las frases redaccionales se han revelado diferencias
ideográficas y de estilo, que se explican por el hecho de que los
autores no han elaborado los relatos históricos, sino que se han
limitado a seleccionarlos y agruparlos de conformidad con las
exigencias del tema central. Al autor no le interesa el hecho
histórico por sí mismo, sino desde el punto de vista religioso.
Por lo mismo, se cree autorizado a reproducir simplemente los
fragmentos, yuxtaponerlos en un plan preconcebido, cercenar-
los, resumirlos y amplificarlos, glosarlos y aun modificarlos li-
geramente. De este modo, los hechos históricos incorporados en
el libro ofrecen garantía de veracidad. La historia del libro de los
Jueces es religiosa,
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Enseñanza religiosa.
De misterioso se ha calificado al período de los jueces 9.
Y lo es de verdad. Empezamos por no saber cuándo comenzó y
cuándo acabó ni a qué período preciso de la historia universal
pertenece. En el libro encontramos una cronología imprecisa,
una historia fragmentaria, anecdótica, engarzada solamente por
el pensamiento religioso dominante del autor. Pero del análisis
del libro se deduce que nos hallamos en una época de transición
en la historia de Israel. Las tribus habían atravesado el Jordán, y
durante muchos años dedicábanse a la penosa tarea de conquis-
tar paulatinamente la tierra prometida. En contacto con la reli-
gión y cultos cananeos, tan halagadores a los sentidos, fue en-
friándose el entusiasmo de los israelitas por Yahvé, ol-
vidándose de sus preceptos y abandonando el camino que
“su Dios” les había trazado. Ante las tentativas de sincretismo
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Los quinitas (Gen 4:1; Ex 3:1; c.1S; Núm 10:29; 24:22; Jue
4:11) habitaban en una región inhóspita al sur de Tell Arad.
Subieron de Tamar, “ciudad de las Palmeras” (Deut 34:3), y se
establecieron en la región de Arad, a treinta kilómetros al sur de
Hebrón, cohabitando con los amalecitas (Núm 24:21-22; 1 Sam
15:6; Jue 3:13). Judá mantiene su promesa de ayudar a Simeón
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2. Historia Anecdótica.
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Sambar (3:31).
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Después de Aod, Samgar, hijo de Anat, derrotó a
seis-cientos filisteos con una aijada de bueyes, liber-
tando también él a Israel.
Escenario de la batalla.
Los cananeos mantenían sólidamente su dominio sobre
la fértil planicie de Esdrelón, que defendían con sus carros de
combate, ante los cuales se inutilizaban las armas rudimentarias
de Israel. Una red de ciudades fortificadas defendían sus acce-
sos. Por el sur, Tanac, Meguiddo, Yeblam y Yoqnam cerraban el
paso a la tribu de Efraím; Betsán era un fuerte baluarte contra
las tribus transjor-dánicas; Quetrom y Nalol la protegían de las
incursiones del norte, y Acre Dor y Jaroset se oponían a un pos-
ible ataque por mar. Desde las montañas de Galilea, Zabulón y
Neftalí contemplaban aquellas tierras de pan llevar, lo que hacía
también Efraím desde la exlidad del macizo central. Aquellas
tierras rompían la continuidad territorial entre las tribus del norte
y del centro de Palestina. Ρor mucho tiempo, las tribus israelíti-
cas que tenían derechos sobre la llanura se resignaron a manten-
er buenas relaciones con los habitantes de la misma. Los israeli-
tas bajaban de las montañas y ofrecian sus servicios como agri-
cultores; empleábanse como conductos de caravanas e iban a las
ciudades cananeas a vender e intercambiar sus productos. Este
contacto amigable con los paganos tuvo consecuencias desastro-
sas desde el punto de vista religioso y moral, debilitando en el-
los el recuerdo de la alianza con Yahvé. En consecuencia, cuan-
do los cananeos, alarmados por la pujanza de los israelitas en su
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Gedeón quiso ver con sus propios ojos las posibilidades del
enemigo antes de decidirse a atacarlo. En realidad temió al ver
aquella muchedumbre y, por lo mismo, quiso antes explorar la
situación. Para poder oír lo que los soldados madianitas habla-
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ban entre sí, era necesario que se acercara mucho a sus tiendas.
Para los antiguos, Dios manifestaba su voluntad o descubría
el futuro por medio de los sueños (Gen 28:10-22; 1 Re 3:5ss).
El sueño que había tenido un soldado madianita era significati-
vo. La tienda era el símbolo de la vida nómada; el pan de cebada
simbolizaba la vida pobre de los pueblos sedentarios, como eran
los israelitas. El compañero a quien confió el sueño sacó la con-
secuencia de que los israelitas, pueblo sedentario, destruirían al
pueblo nómada, los madianitas.
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Jueces menores.
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La acción del héroe no fue del todo eficaz ni tuvo grandes reso-
nancias nacionales, pero preanunciaba el golpe decisivo que más
tarde debían sufrir los filisteos en tiempos de Samuel y David.
Por sus pecados Israel fue entregado por Dios en manos de los
filisteos. Dios promete a la mujer de Manué un hijo que “empe-
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Humillados por los malos tratos que les había infligido Sansón,
los filisteos tomaron represalias con una incursión en Leji (2
Sam 23:11), lugar todavía no identificado y perteneciente a la
tribu de Judá. Los de Judá, acaso por no sentirse solidarizados
con los danitas, a cuya tribu pertenecía Sansón, o por deseos de
vivir en paz, se comprometieron con los filisteos a entregárselo.
Sansón se dejó atar por sus con nacionales después de haber ar-
rancado de ellos la promesa de que no le matarían, porque con-
fiaba que con ello tendría una nueva ocasión para castigar a sus
enemigos los filisteos.
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3. Apéndices.
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Hallaron entre los habitantes de Jabes Galaad cua-
trocientas jóvenes vírgenes que no habían conocido
varón compartiendo su lecho y las llevaron al campo
de Silo, en la tierra de Canaán. 13Mandó entonces to-
da la asamblea mensajeros que hablaran a los hijos
de Benjamín que estaban en la roca de Rimón, y les
ofrecieron la paz. 14Volvieron los de Benjamín en-
tonces, y se les dieron por mujeres las que habían so-
brevivido de las mujeres de Jabes Galaad, pero no
hubo bastantes. 15El pueblo se compadecía de Ben-
jamín, porque había abierto Yahvé una brecha en las
tribus de Israel; 16y los ancianos de la asamblea se
preguntaron: “¿Cómo haremos para procurar mu-
jeres a los de Benjamín, puesto que sus mujeres han
sido muertas?” 17Y decían: “Quede en Benjamín la
heredad de los que han escapado, para que no desa-
parezca una de las tribus de Israel; 18pero nosotros no
podemos darles por mujeres nuestras hijas, porque
los hijos de Israel han jurado diciendo: Maldito quien
dé a los de Benjamín su hija por mujer.”
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Fuéronse entonces los hijos de Israel cada uno a su
tribu, a su familia, volviendo todos a su heredad. 25No
había entonces rey en Israel, y hacía cada uno lo que
bien le parecía.
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Rut.
Introduccion.
Canon.
El diminuto libro de Rut, llamado así por razón de su
protagonista, figura en el canon judío entre los libros de la co-
lección Ketubim, o hagiógrafos, y ocupa el segundo lugar entre
los Megillot, o rollos, después del Cantar de los Cantares. Se leía
el libro en la fiesta de Pentecostés, por hacerse mención en él de
la siega de la cebada. En el canon alejandrino y en la Vulgata
sigue inmediatamente al libro de los Jueces y sirve como de in-
troducción a la historia de David. Las razones que motivaron su
desplazamiento a este último lugar son: a) las palabras que en-
cabezan el libro: “Al tiempo en que gobernaban los jueces,” y b)
la genealogía de David (4:22).
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Texto.
Fue escrito en hebreo, muy afín al tipo clásico que se en-
cuentra en los relatos del Pentateuco y en el libro de los Reyes
Qouon). Contiene algunos neologismos y aramaísmos (1:13;
4:7; 1:20; 2:14). Los espíritus sensibles al argumento lingüístico
tienden a admitir que el lenguaje de Rut es posterior al libro de
Jeremías y Reyes. El griego de los LXX es una versión literal
del hebreo, que contrasta con la traducción bastante libre y ele-
gante de la Vulgata 1.
Enseñanza religiosa.
Dios, en sus inescrutables designios, permite grandes
males para purificar en el crisol de la prueba a las almas. Dolo-
rosa fue la tragedia de la familia de Elimelec, numerosas las
desgracias familiares, pero Dios recompensó copiosamente la
piedad y devoción de Noemí. El Dios de Israel no limita su pro-
tección a los israelitas que viven dentro de los límites de la tierra
prometida, sino que acompaña a sus fieles servidores adonde-
quiera que vayan, y toma bajo su protección a los extranjeros
que se confían a El y se refugian bajo sus alas (2:12). En Dios
no hay acepción de personas.
Aunque el libro de Rut sea uno de los más cortos del ca-
non del Antiguo Testamento, se recomienda su lectura a todos
por las lecciones religiosas y morales que encierra.
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El amor que profesaba Rut a su suegra pudo más en ella que las
ventajas que podía esperar si regresaba a su pueblo. Noemí in-
siste, pero ella porfía en acompañarla. Mira, le dice, tu cuñada
se ha vuelto a su pueblo y a su dios. En estas palabras encon-
tramos la idea antigua — que cada pueblo tenía sus dioses, que
ejercían sobre el mismo poder absoluto. No solamente el pueblo
bajo de Israel, sino todos los Que no estaban en contacto íntimo
con los medios estrictamente monoteístas, admitían la existencia
r eal de los dioses extranjeros. Sin duda, Yahvé era el Dios de
los padres, más poderoso que todos los dioses juntos de los pue-
blos vecinos, que aun en tierra extranjera defendía a los suyos;
pero se creía que los dioses extranjeros estaban en su derecho de
ejercer un poder incontestable sobre sus propios territorios l. A
esta creencia alude Jeremías (2:10). Rut, al acompañar a Noemí
a su tierra, se obliga a trocar sus dioses por el Dios de Israel y a
refugiarse bajo sus alas (2:12). Tu pueblo, dice a Noemí, será mi
pueblo y tu Dios sera mi Dios (1:16; 2:12). Incorporándose a la
familia de Noemí tiene derecho a ser sepultada en el sepulcro de
los que desde ahora considera como sus padres (1:17). Rut ru-
brica con un juramento imprecatorio su incorporación a la fami-
lia de Noemí, con todos sus derechos y obligaciones: Que Yahvé
me castigue con dureza si algo, fuera de la muerte, me separa
de ti (1:17). Cf. 1 Sam 3:17; 14:44; 25:22; 2 Sam 3:9.
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Samuel.
Introducción.
En las Biblias hebraicas modernas, los dos libros de Samuel (a
y b) siguen al de los Jueces. En un principio formaban ambos un
solo libro, como lo demuestra la nota masorética final y la que
figura en 1 Sam 28:23, con la advertencia de que dicho pasaje
está en la mitad del libro. Su división en dos se generalizó a par-
tir de la edición de Daniel Bomberg (Venecia 1517). De la uni-
dad primitiva dan testimonio Orígenes (PG 20,581), San Jeró-
nimo (PL 28, 598) y otros. En la versión de los LXX, los libros
son llamados “Primero y Segundo de los Reinos,” cuya califica-
ción final rechaza San Jerónimo, diciendo: “Non enim multarum
gentium regna de-scribit, sed unius israelitici populi” (Lc., 599).
El santo Doctor prefiere que se diga libro de los Reyes, no de los
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Texto.
Los dos libros fueron escritos originariamente en hebreo,
cuyo texto ha llegado defectuosamente hasta nosotros. Las na-
rraciones paralelas con el libro de las Crónicas, a partir de 1 Sam
c.31, y la confrontación del texto de 2 Sam c.22 con el Sal 18
ponen en evidencia que el texto no ha sido corrompido sustan-
cialmente 1.
Versión Griega.
El texto griego de Samuel se ha conservado en los códi-
ces Vaticano (B) y Alejandrino (A), corregido este último con-
forme al texto original hebraico. Luciano revisó el texto, cuyo
trabajo publicó Lagarde en 1883. En el presente estado de cosas,
la confrontación del texto hebraico con el griego es necesaria
para llegar, en lo posible a restablecer el texto primitivo. A ve-
ces la versión de Luciano permite la reconstrucción de un texto
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Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
Vulgata.
Los libros de Samuel fueron de los primeros que San
Jerónimo tradujo del hebreo. Tiene algunas lecciones propias (1
Sam 15:4; 17:18; 30:20; 2 Sam 2:6, etc.), que deben tenerse en
cuenta para la crítica textual. El texto consonantico y la escritura
defectuosa del manuscrito hebraico empleado hicieron que no
siempre lograra San Jerónimo una traducción feliz.
Contenido
En el contenido de los libros de Samuel caben distinguir
cuatro secciones o partes. En la primera (c.1-v) se fija la aten-
ción en la figura de Samuel.
Dos personajes resaltan en la segunda sección (c.8-1s):
Samuel y Saúl. El primero había envejecido, y sus hijos no segu-
ían los caminos del padre, por lo que Israel pidió a Samuel un
rey “para que nos juzgue, como todos los pueblos” (8:5). El pro-
feta se resiste en un principio; pero, ante la indicación de Yahvé,
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Composición Literaria.
Una lectura superficial del libro o libros de Samuel no
revela las anomalías de composición que ofrece. Fijando la
atención, se observa entre unos textos y otros algunas divergen-
cias notables (1 Sam 16:14-23 y 17:55-58). Unos son favorables
a la monarquía (1 Sam 0:9; 10:1-16; c.11) y otros contrarios (1
Samc.8; 10:17-24; c.12). Los primeros representan la tradición
de Guilgal o Caígala, y los segundos la de Masfa. Las narracio-
nes dobles son varias: dos veces entra David en palacio (1 Sam
16:14-23 y 1 Sam 17:1-18); dos veces huye de la corte (1 Sam
19:12 y 21:1); dos veces le intenta matar Saúl (1 Sam 18:10-11
y 19:9-11); dos veces interviene Jonatán en favor de David
(19:1-17 y 20:8-10; 18-39); dos veces es traicionado David por
aquellos a quienes protege (1 Sam 23:1-13 y 23:19-28); dos ve-
ces se dice que Dios reprobó a Saúl (1 Sam 13:8-15 y 1 Sam
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Fuentes.
Conforme a la costumbre antigua oriental, los autores
semitas utilizaban diversos documentos o aducían diversas tra-
diciones anteriores sin mencionarlas explícitamente. Una sola
vez cita el autor el libro de Jaser (2 Sam 1:18), citado también
por el autor de Jos 10:12, de donde copió el autor el canto fúne-
bre que pronunció David en honor de Saúl y Jonatán. En el li-
bro, pues, se plantea el problema de las citas implícitas.
El autor sagrado ha manejado en su composición un am-
plio material, escrito y oral, a veces heterogéneo, llevado por el
ideal de poner de relieve más bien los caminos que siguió Dios
para llevar a término sus designios que de avalar siempre con su
autoridad cada uno de los pormenores que aparecían en las fuen-
tes que utilizaba.
La existencia de los diversos materiales utilizados apare-
ce del estudio desapasionado de las siguientes secciones: 1)
Crónica de la sucesión (2 Sann c.9-20), de la que dice E. de
Meyer que es “una historia verdadera” 9; 2) Historia de Samuel
(1 Sam c.1-1); 3) Orígenes de la realeza (1 Sam c.8-15); 4) No-
ticiario sobre Saúl (1 Sam 13:16-14:46); 5) David en la corte de
Saúl (1 Sam 16:14-17:58); 6) Luchas entre Saúl y David (1 Sam
18:1; 31:25); 7) David rey (2 Sam 1:1; 8:18) 10.
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entre las tribus C0n una autoridad central que las aunara. Por lo
mismo, el pueblo pidió a Samuel un rey que saliera al frente de
ellos para combatir sus combates (1 Sam 8:20).
Al lograrse la unificación de Judá y de Israel en la perso-
na de David, alcanzó Israel un poderío militar que bien pronto
debían experimentar los enemigos fronterizos. Los filisteos fue-
ron rechazados y sus ciudades puestas bajo el control de David;
algunos mercenarios filisteos formaron parte de la guardia real.
En el interior acabó con los islotes cananeos. Los árameos,
amonitas, moabitas y edomitas le fueron tributarios. Con Tiro
mantuvo David relaciones comerciales, pero no es posible seña-
lar cuándo se produjeron estos puntos de contacto, porque no
ocupaba todavía Hiram el trono de Tiro en los primeros años del
reinado de David sobre Israel.
Esta falta de contacto con los pueblos e imperios de los
alrededores dificulta la fijación cronológica de algunos puntos
álgidos de esta historia. A falta de datos concretos, se procede a
base de conjeturas. Hacia el año 1030, Saúl fue proclamado rey;
entre los años 1010 y 970 reinó David. La arqueología no se
opone a estas fechas, antes bien las confirma en líneas generales.
Esta despreocupación por la cronología es un rasgo peculiar de
la antigua historiografía semita.
Contenido doctrinal.
No para halagar a los historiadores han entrado los libros
de Samuel en el canon bíblico. Encierran ellos un mensaje re-
ligioso, destinado en primer lugar a los israelitas, y después a
sus herederos espirituales, los cristianos. Los libros anuncian
las condiciones y las dificultades del establecimiento del reino
de Dios sobre la tierra13. Yahvé es el Dios de Israel y su único
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I Samuel.
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10
Ella, amargada el alma, oraba a Yahvé, llorando
muchas lágrimas, 11e hizo un voto diciendo: “¡Oh
Yahvé Sebaot! si te dignas reparar en la angustia de
tu esclava, y te acuerdas de mí y no te olvidas de tu
esclava, y das a tu esclava hijo varón, yo lo consa-
graré a Yahvé por todos los días de su vida, y no to-
cará la navaja a su cabeza.” 12Mientras así oraba re-
iteradamente a Yahvé, Helí le estaba mirando la cara.
13
Ana hablaba para sí, moviendo los labios, pero sin
que se oyera su voz, y Helí la tomó por ebria, 14 y le
dijo: “¿Hasta cuándo te va a durar la embriaguez?;
anda a que se te pase el vino.” 15Ana contestó: “No,
mi señor; soy una mujer que tiene el corazón afligido.
No he bebido vino ni otro ningún licor inebriante; es
que estaba derramando mi alma ante Yahvé, 16 No
tomes a tu sierva como una mujer cualquiera. Lo
grande de mi dolor y mi aflicción exponía yo de ese
modo.” “Díjole entonces Helí: “Vete en paz y que el
Dios de Israel te otorgue lo que tanto le has pedido,”
17
“Que halle gracia a tus ojos tu sierva.” Fuese, y
comió y bebió con su marido, y no hizo ya la cara de
antes. “Levantáronse de mañana, y después de pos-
trarse ante Yahvé se marcharon, volviendo a su casa,
a Rama. Elcana conoció a Ana, su mujer, y Yahvé se
acordó de ella.
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conservación del ajuar del santuario (Ex 35:25; 38:8). Los críti-
cos independientes o bien cancelan las palabras que hacen refe-
rencia a estas relaciones ilícitas, por creerlas una glosa redaccio-
nal, o las interpretan de la prostitución sagrada cabe al santuario,
a imitación de los cultos licenciosos de los cananeos. Tal prosti-
tución era severamente prohibida en la Ley (Deut 23:17-18),
pero sabemos que se practicó en épocas de decadencia religiosa
(Os 4:14; 1 Re 14:24; 15:12; 2 Re 23:7). Algunos autores católi-
cos (Dhorme, De Vaux) suprimen el inciso. Helí reprende a sus
hijos echándoles en cara la mala fama que se han granjeado ante
el público. No han pecado contra los hombres, sino contra Dios.
En el primer caso, la cuestión se lleva a las autoridades, que en
nombre de Dios dictan justicia. Pero, en caso de pecar contra
Dios mismo, nadie puede intervenir, por no disponer de los me-
dios de propiciación que la misericordia de Dios puso a nuestro
alcance. Pero, por faltarle ya las fuerzas, pues Helí era ya muy
viejo, no los castigó. Tampoco a ellos les fue concedida la gracia
de escuchar las amonestaciones de su padre y cambiar de vida,
pues quería Yahvé matarlos. Endureció Dios su corazón, como
hizo en otro tiempo con Faraón y los pueblos de Canaán (Ex
4:21; Jos 11:20). Niega Dios las gracias eficaces para la conver-
sión a los que las rechazan y no cooperan con las mismas.
Mientras Helí caminaba a marchas forzadas hacia el se-
pulcro y sus hijos se adentraban por los caminos de la perdición,
Samuel, como un astro que se levanta en el firmamento, crecía
en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres, como
se dice también de Jesús (Lc 2:52).
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El mensaje (3:11-18).
11
Y dijo Yahvé a Samuel: “Voy a hacer en Israel una
cosa que a cuantos la oigan les retiñirán ambos oídos.
12
Entonces cumpliré cuanto a Helí le he dicho, todo
lo que de su casa le he dicho; comenzaré y acabaré. 13
Yo le he dicho que iba a castigar a su casa para siem-
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nes lentas, algo fatalista (3:18). Pero aun en este aspecto no cabe
recargar las tintas y presentarlo como un reprobo. En primer lu-
gar, su labor como juez — de hecho, no de derecho — y pontífi-
ce le absorbían el tiempo que debía dedicar al control de sus
hijos. El hecho de que Helí aparezca a menudo (1:9; 4:13) sen-
tado en una silla o acostado (3:2), puede sugerir la sospecha de
que era hidrópico, entrado en años — tenía al morir noventa y
ocho-, lo que disminuye su responsabilidad moral ante la con-
ducta de sus hijos, ya mayores de edad. Acaso no fue así en sus
años en los que era joven.
Helí desaparece del escenario de la historia de Israel de-
jando en el corazón del lector un sentimiento de conmiseración
y de simpatía a la vez. Cuarenta años, cifra simbólica en la his-
toria de los jueces (Que 3:11; 13:1), había estado al frente de la
nación israelita, no como juez propiamente dicho, sino en cali-
dad de sumo pontífice, a quien acudía el pueblo para dirimir sus
cuestiones.
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Parecía que Yahvé había sido vencido por Dagón; Israel queda-
ba sin Dios ni jefe que les guiara en las guerras. En señal de
sumisión, el arca, símbolo de la presencia de Yahvé, es colo-
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Con gran sorpresa vieron los filisteos que las vacas bisoñas mar-
chaban directamente hacia la tierra de Israel, como si un ser in-
visible las arrastrara. Cinco representantes de la pentápolis filis-
tea acompañaron el arca hasta entregarla a los betsemitas, que
segaban el trigo en el valle llamado hoy es-Serar. La ciudad se
hallaba en el sitio conocido hoy por Tell er-Rumele, a veinticin-
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Dice el texto griego que cometió Saúl aquel día una gran im-
prudencia al impedir con su voto coronar más gloriosamente la
gran empresa de deshacer al ejército enemigo. Creyó, sin em-
bargo, Saúl que él y su pueblo debían corresponder al favor de
haber sembrado Yahvé el pánico en el campo enemigo, decre-
tando en su honor el ayuno de un día. La maldición de Saúl
quiere ser una oración a Dios pidiéndole la aniquilación del
enemigo. Los soldados mostraron gran fuerza de voluntad al di-
visar en el bosque la miel que se derramaba por el suelo, no
atreviéndose a tocarla por temor del juramento hecho. Con este
y otros ejemplos da Saúl la sensación de ser un hombre impe-
tuoso, irreflexivo, que se dejaba llevar por el primer impulso.
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Tenía Saúl sus defectos, que con el correr de los años se acen-
tuaron. Oficialmente había roto con Samuel y se encontraba
abandonado de la mano de Dios. No obstante sus defectos, Sa-
muel seguía amándole y rogando por él. Pero Dios le hizo
comprender que no revocaría la sentencia lanzada contra
Saúl; al contrario, le comunica que ha llegado la hora de ungir a
su rival. De esta unción de David por Samuel no se habla ya más
en el curso de la historia, ni parece que tuviera eficacia para el
porvenir. David será ungido rey en Hebrón por las gentes de
Judá (2 Sam 2:4) y más tarde por los ancianos de Israel (2 Sam
5:3). Según el texto, toda la familia asiste a la ceremonia, lo que
parece contradecir a 17:28, en donde su hermano mayor de-
muestra no saber nada.
Obedeciendo las órdenes de Dios, tomó Samuel el
cuerno de óleo (1 Re 1:39) y marchó a Belén. La visita inespe-
rada de Samuel sembró el pánico en la pequeña ciudad, que tem-
ía el anuncio de algún castigo; por eso preguntan los ancianos:
¿Tu llegada es para bien? o lo que es lo mismo: ¿Es pacífica tu
llegada? ¿Aludían los ancianos al conflicto latente entre Belén y
Gueba a consecuencia del atentado contra la concubina origina-
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10
Al otro día se apoderó de Saúl el mal espíritu, y
desvariaba en su casa. David tocaba el arpa, como
otras veces. Tenía Saúl en la mano su lanza, 11 y,
blandiéndola, la lanzó contra David, diciendo: “Voy a
clavar a David en la pared.” Pero David esquivó el
golpe por dos veces.12 Comenzó Saúl a temer a David,
pues veía que estaba Yahvé con éste, mientras que de
él se había apartado. 13Alejóle de sí, haciéndole jefe
de millar, y David entraba y salía a la vista de todo el
pueblo; 14 en todas sus empresas se mostró acertado,
porque Yahvé estaba con él. 15 Vio, pues, Saúl que era
muy precavido, y le temía. 16 Todo Israel y todo Judá
amaba a David, que a su vista entraba y salía.
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Hay motivos para pensar que los hechos que se refieren en esta
historia están fuera de lugar. En primer término, los v.8-10 repi-
ten 1o que se dijo en 18:10-11 sobre David músico (16:14) y
sobre la lanza de Saúl, de que tanto se habla en el texto (20:33;
22:5; 26:13). Al decir el texto que David huyó de las iras de
Saúl, es probable que marchara a un lugar fuera del palacio y de
su casa (v.12 y 18). En fin, el episodio pudo tener lugar la mis-
ma noche que siguió al matrimonio de David con Micol. Una
nueva crisis asaltó a Saúl, durante la cual intentó matar a David
al despuntar el día. Por considerarse el sueño como cosa sagra-
da, era costumbre esperar la llegada de la aurora para ejecutar a
los sentenciados a muerte. Con el fin de retrasar la acción de su
padre contra David, Micol acudió a una estratagema. Guardaba
en su casa unos ídolos llamados terafim (Gen 31:19; 34-35; Jue
17:5; 18:14), de los cuales puso uno en la cama, con una piel de
cabra en lugar de la cabeza, echando sobre ella una cubierta. Por
lo que dice el texto, estos ídolos tenían forma humana, habién-
dolos de todos los tamaños (Gen 31:34). Un verdadero adorador
de Yahvé rechazaba el culto de tales ídolos (1 Sam 15”23); su
presencia en la casa de David puede obedecer al sincretismo
religioso de Micol o a que era supersticiosa.
David marchó a Rama, donde vivía Samuel, al cual
contó todas sus peripecias. Los dos fuéronse a habitar en el lugar
donde los nabis tenían su campamento, en los alrededores de
Rama.
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La impresión que causó la ciudad fue tal, que algunos de los par-
tidarios de David hablaron de apedrearlo, acusándolo de impre-
visión al abandonar la ciudad y no dejar en ella guarnición algu-
na. David reaccionó inmediatamente, decidiendo vengar la
afrenta; pero antes quiso conocer la voluntad de Yahvé por me-
dio del efod, que tenía el sacerdote Abiatar. Doscientos soldados
no se sintieron con ánimo para continuar, quedando apostados
en las cercanías del torrente, no identificado, de Besor. Dejamos
dicho que Negueb es la región meridional de Palestina. Los que-
retianos estaban emparentados con los filisteos, eligiendo David
de entre ellos parte de su guardia personal (2 Sam 8:18; 15:18).
Llamense queretianos por ser originarios de Creta. Su Negueb se
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Por vez primera, los dos reinos entraban en colisión; los jefes
del estado mayor del ejército de Israel y de Judá eran, respecti-
vamente, Abner y Joab. Era este último hijo de Sarvia, hermana
de David (1 Crón 2:16; 1 Sam 26:6), generalísimo del ejército
de David, con gran influencia en la corte, de la que no pocas ve-
ces fue víctima el propio rey. Salió Abner de Majanaím y pasó
el Jordán, acampando en el poblado de Gabaón, el actual El-Gib,
a unos nueve kilómetros al norte de Jerusalén y en el límite me-
ridional de la tribu de Benjamín. Quizá fue éste un intento de
someter a la tribu de Judá, que permanecía fiel a David, o un
despliegue y alarde de fuerzas para atemorizar a éste. A uno y
otro lado de un estanque que había en Gabaón se situaron los
dos ejércitos, prontos a batirse. Se convino en que combatieran
doce jóvenes — o guerreros escogidos — de cada parte; la lucha
fue salvaje, cayendo todos a una, atravesados de parte a parte
por la espada del enemigo de enfrente. En Gabaón hay un sitio
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David estableció su residencia en la fortaleza, y la
llamó la ciudad de David y edificó en derredor, desde
el terraplén para adentro. 10David iba creciendo en
poder cada vez más, y Yahvé, Dios Sebaot, estaba con
él. 11 Hiram, rey de Tiro, envió a David una embajada
y maderas de cedro, carpinteros y canteros, que edifi-
caron la casa de David. 12 Conoció David que Yahvé
le había confirmado rey de Israel y que realzaba su
reino por amor de Israel, su pueblo. 13Tomó David
más concubinas y mujeres en Jerusalén después de
venir de Hebrón, y le nacieron hijos e hijas. 14He aquí
los nombres de los que le nacieron en Jerusalén:
Samúa, Sobab, Natán, Salomón, 15Jibjar, Eliua, Ne-
feg, Jafia, 16 Elisama, Elijada y Elifelet.
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Los exegetas son de parecer que este episodio debe seguir inme-
diatamente a la noticia sobre la unción de David por rey de Isra-
el (v.3), como se desprende de 1 Crón 14:8. Al mismo hecho se
refiere el pasaje de 2 Sam 23:13-17. Practicaban los filisteos la
política del “divide y vencerás” con relación a Palestina.
Después del desastre de Gelboé quedaron ellos dueños
del territorio palestinense, controlando prácticamente todas sus
actividades. Pero el genio militar de Abner fue rechazándolos de
un sitio y de otro hasta libertar los territorios del norte del yugo
filisteo. En el sur, éstos controlaban el territorio de Judá, en
donde, según creyeron en un principio, reinaba un aliado suyo, a
quien trataron de apoyar y aupar a fin de que estorbara la acción
de sus rivales del norte y mantuviera a la nación dividida en dos
bandos. Por lo mismo, llevaron muy a mal el que ciñera David
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Tres meses estuvo el arca de Yahvé en casa de Obe-
dedom de Gat, y Yahvé le bendijo a él y a toda su ca-
sa. 12Dijéronle a David: “Yahvé ha bendecido a la ca-
sa de Obededom y a cuanto tiene con él por causa del
arca de Dios”; y poniéndose David en camino, subió
el arca de Dios de la casa de Obededom a la ciudad de
David, con un jubiloso cortejo. 13Como los que lleva-
ban el arca de Yahvé hubieron andado seis pasos, sa-
crificaba un buey y un carnero cebado. 14David dan-
zaba con toda su fuerza delante de Yahvé y vestía un
efod de lino. 15Así subieron David y toda la casa de
Israel, entre gritos de júbilo y sonar de trompetas.
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A los dos años del incesto de Amnón llegó su castigo. Tenía Ab-
salón, hermano de Tamar, una gran propiedad en Baljasor, hoy
Gebel el-Asur, punto culminante de las montañas de Judá, a
unos veintitrés kilómetros al norte de Jerusalén y cerca de
Efraím. Como gran hacendado, además de tierras, poseía nume-
rosos rebaños de ganado menor, ovejas y cabras. Todos los años,
con ocasión del esquileo, se organizaban grandes fiestas (1 Sam
25:255; Gen 38:12), en las que tomaban parte gran número de
invitados. Quiso Absalón que asistiera el rey y todos sus hijos,
haciendo hincapié en Amnón, por ser el primogénito y represen-
tar al padre.
El banquete fue espléndido, “como banquete de rey” (1
Sam 25:36). Pero algo trágico aleteaba en el ambiente que sólo
conocían Absalón y algunos de sus criados. Cuando los invita-
dos estaban bajo los efectos del vino (1 Sam 25:36), se abalan-
zaron los criados sobre Amnón y le mataron, huyendo en desor-
denada confusión todos los demás invitados.
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A las palabras del cusita turbóse David, que fue a ocultar su de-
bilidad en la estancia superior de la fortaleza Que 3:20-25; 1 Re
17:18-23). Un día y otro lloró David al hijo que le buscaba para
matarle. Todo el mundo se enteró del estado de ánimo del rey,
asociándose al dolor de un padre por la pérdida del hijo. Can-
celóse el programa de festejos, marchándose cada uno a su casa,
apesarados y contrariados a la vez. ¿Es que habían cometido un
crimen venciendo a los insurrectos y matando a su cabecilla?
¿Quiénes son los amigos del rey, su hijo o los guerreros que le
han salvado la vida y el trono? Como le hizo saber Joab, ¿no
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Mefisal (19:25-31).
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También bajó a recibir al rey Mefibaal, hijo de
Saúl; no se había hecho el aseo de sus pies, de sus
manos y de su bigote, ni había lavado sus vestidos
desde el día en que el rey salió de Jerusalén hasta el
día en que volvió en paz. 26Vino de Jerusalén a recibir
al rey, y éste le dijo: “Mefibaal, ¿por qué no viniste
conmigo?” 27Y él respondió: “Mi señor y rey, mi sier-
vo me engañó, porque tu servidor le había dicho:
Aparéjame la pollina y montaré en ella para ir con el
rey — pues que tu siervo está rengo —, 28y él ha ca-
lumniado a tu siervo ante mi señor el rey; pero mi se-
ñor el rey, que es como un ángel de Dios, hará lo que
bien le parezca; 29pues todos los de la casa de mi pa-
dre no podían esperar de mi señor el rey otra cosa
que la muerte, y” sin embargo, tú has puesto a tu
siervo entre los que comen a tu mesa. ¿Qué derecho
tengo yo a pedir nada al rey? 30El rey dijo: “¿Para
qué tantas palabras? Ya lo he dicho: Tú y Siba os re-
partiréis las tierras.” 31Y Mefibaal dijo al rey: “Que
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quiera que nada tenían que ver con un rey que los de Judá hab-
ían robado (ganab, 19:42).
La comitiva real se puso en marcha hacia Jerusalén es-
coltada por los de Judá, que, por reacción por el alejamiento de
los de Israel, se adhirieron fuertemente a David. No fue triunfal
la entrada en Jerusalén; había huido David bajo el signo de
la división y entraba de nuevo con un reino resquebrajado.
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Apéndices (c.21-24).
Como conclusion del libro, el autor, o un redactor posterior ins-
pirado, reunió en los cuatro capítulos últimos seis fragmentos,
de los cuales dos tienen aspecto de relato (21:1-14; 24:1-7);
otros dos se han conservado en forma poética (22:1-51; 23:1-7),
y, finalmente, dos en estilo anecdótico (21:15-22; 23:9-39). Es-
tos fragmentos interrumpen el hilo de la historia del capítulo an-
terior con el primero del libro de los Reyes. La estructura de es-
tos apéndices es artificial, Al c.21, sobre el sacrificio de Gabaón,
corresponde el 24, que habla del sacrificio en la era de Orna.
Ambos son de inspiración deuteronómica 1. Se desconoce la
razón por la cual han sido agrupados al final del libro. Arranca-
dos de su marco histórico, no es fácil determinar a qué época de
la vida de David corresponden. Aunque no sean obra del mismo
autor del libro y tengan el carácter de “suplemento,” tienen, sin
embargo, a Dios por autor.
* Nehv Str. 352-353 * Los designados para ser muertos fueron los dos hijos
de Risfa (3:7), concubina de Saúl y amante de Abner, Armoni y Mefibaal.
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Entre los treinta cita a los tres que deshicieron el plan de los fi-
listeos de apoderarse de David para impedir que reinara so-
bre Israel. El jefe de los treinta era Abisaí (16:9; 19:22); de él
se recuerda una proeza. Banayas, jefe de los cereteos y feleteos
(8:18; 20:23), era de Cabsel, quizá el actual Jirbet Hora, a once
kilómetros al norte de Bersabé.
A partir del v.24 se da la lista de treinta y siete gibborim,
suma que se obtiene adicionando a la lista de v.24-38 los tres de
v.8-12 y los tres de que se habla en los v. 18-20, contando,
además, a Joab y Urías del v.39. En el lugar paralelo de 1 Crón
11:26-47 se dan Cuarenta y nueve nombres. El número de los
gibborim no excedía — treinta; pero es posible que el autor cite
el nombre de los que reemplazaban a los que morían.
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La peste (24:15-17).
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David escogió para sí la peste. Eran los días de la
mies del trigo cuando la peste comenzó en el pueblo, y
murieron, desde Dan a Bersabé, setenta mil hombres
del pueblo. 16 El ángel de Yahvé tendía ya su mano
sobre Jerusalén para destruirla pero se arrepintió
Yahvé del mal y dijo al ángel que hacía perecer al
pueblo: “Basta; retira ya tu mano.” El ángel de
Yahvé estaba cerca de la era de Areuna el jebuseo. 17
A la vista del ángel que hería al pueblo, dijo David a
Yahvé: “Yo he pecado; pero éstos, las ovejas, ¿qué
han hecho? Caiga tu mano sobre mí y sobre la casa
de mi padre.”
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Reyes.
Introducción.
Título.
La historia de Israel desde los últimos años de David
hasta la cautividad de Babilonia, unos cuatro siglos, se narra en
los libros que la Biblia hebraica llama 1 y 2 de los Reyes, que
corresponden a 3 y 4 de los Reinos (LXX) o de los Reyes (Vul-
gata). En los comienzos, los mencionados libros formaban uno
solo, de lo que dan fe Orígenes (PG 12:1084), Eusebio (PL
20,581) y San Jerónimo (PL 28,558-559). La división en dos
partes iguales aproximadamente empezó con D. Bomberg (Ve-
necia 1517). Esta división es artificial.
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Texto.
El texto original hebraico del libro se ha conservado me-
dianamente bien. A los textos masoréticos cabe añadir ahora el
de los fragmentos de Jirbet Qumrán, que facilitarán la labor de
crítica textual. Con el texto masorético andan de acuerdo la ver-
sión siríaca Peshitta y la Vulgata.
Versiones griegas.
De la versión de los LXX existe un texto prehexaplar,
representado por el códice B, y otro posterior a Orígenes, que se
halla en A. Los textos de Jirbet Qumrán son más afines al texto
griego que al masorético, presentando lecciones propias, omi-
siones y trasposiciones. Es digno de mención el texto griego de
Luciano, que a veces se aparta del texto masorético. Con él con-
cuerda la Vetus Latina. En las ediciones críticas de Sweete,
Rahlfs y en la de Broo-ke-McLean-Thackeray se da preferencia
a los textos Β y A.
Contenido.
El libro (o libros) de los Reyes puede dividirse en tres
partes: i) Últimos años de David y reinado de Salomón (c.1-11).
2) Existencia de los reinos de Israel y de Judá (1 Re c.12-2 Re
c.1y). 3) El reino de Judá desde la caída de Samaría hasta la des-
trucción de Jerusalén (2 Re c. 18-25). En el período de existen-
cia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel cabe distinguir: i)
el período de hostilidades, que en Israel empieza con Jeroboam
(1 Re c. 12-14:30) y termina con Omrí (1 Re 16:23-28); 2) per-
íodo de amistad: Asa-Omrí; Josafat-Ajab; Joram-Ocozías; Jo-
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Fecha de composición.
Para fijarla se dispone de criterios internos. Del texto se
entresacan indicios que sugieren la composición del libro antes
del exilio (1 Re 8:8; 9:21; 12:19; 2 Re 8:22; 16:6). La insistencia
con que los profetas anuncian que no faltará nunca una lámpara
en el trono de David se comprende mejor en tiempos anteriores
al exilio (1 Re 11:26; 15:4; 2 Re 8:19). Por otra parte, otros tex-
tos suponen un origen posterior a la cautividad (2 Re c.24-25; 1
Re 4:24, etc.).
Una antigua tradición hebraica (Baba Bathra 14b) atri-
buía el libro a Jeremías a causa de las afinidades literarias e ide-
ológicas del libro con la profecía de Jeremías. A esto se opone
que el profeta inauguró su ministerio el año 13 de Josías (627),
de lo que se infiere que hacia el año 561 contaba con una edad
que oscilaba entre los noventa y los cien años. Además, la pre-
tendida afinidad existe preferentemente en los capítulos 24-25
del segundo libro, que no formaban parte del texto primitivo.
Según De Vaux, la composición hízose por etapas. Una primera
redacción tuvo lugar entre el año 621 (2 Re 22:8ss) y el primer
sitio de Jerusalén en 598. Su autor residía en Jerusalén; era
probablemente sacerdote y entusiasta decidido de la reforma
religiosa. Del libro hízose una segunda edición durante el exilio,
o bien después del año 562, si se le atribuye 2 Re 25:22-30, o
algo antes, en el caso de que el libro terminase con 2 Re 25:21.
En esta segunda redacción el autor añadió la historia hasta el
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Fuentes de información.
El autor último inspirado echó mano de algunas fuentes
históricas preexistentes para componer su libro. A veces las cita
explícitamente, otras las utiliza sin que dé testimonio de ello.
Las fuentes que cita son: 1) Libro de los hechos de Salomón (1
Re 11:41); 2) Libro de las Crónicas de los reyes de Judá (1 Re
14:29, etc.); 3) Libro de las Crónicas de los reyes de Israel (1
Re 14:19, etc.). Estos libros, o bien eran crónicas oficiales de los
mencionados reinos 1, o escritos de algún sacerdote o profeta
que consultó los archivos reales.
En cuanto a las fuentes implícitas, es difícil precisar su
número e importancia en el escrito. Se distinguen comúnmente:
1) Historia de la familia de David (1 Re c.1-2); 2) Escrito sa-
cerdotal (1 Re c.6-7); 3) Historia de Elías, de la que existen dos
o más versiones; 4) Historia de Elíseo, menos homogénea todav-
ía que la de Elías; 5) Escritos de origen pro/ético; 6) otras fuen-
tes de procedencia indeterminada; 7) el archivo real, de donde,
por ejemplo, procede la lista de ministros y prefectos de Sa-
lomón (1 Re 4:2-19).
Puede discutirse sobre el número de fuentes históricas
que consultó el autor sagrado y sobre el grado en que las utilizó,
modo en que lo hizo, si eran o no escritas; pero todos convienen
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Esquematismo histórico.
La historia sincrónica de los reyes de Judá y de Israel se
dispone conforme al esquematismo siguiente: 1) nombre del
nuevo rey, de sus padres y el año correspondiente al soberano
contemporáneo de Israel o de Judá (1 Re 22:41, etc.); 2) edad
del nuevo monarca y años que reinó (1 Re 22:42); 3) mención
de algún hecho notable, remitiendo para un informe más amplio
a determinadas fuentes (1 Re 16:8-14, etc.); 4) dictamen sobre el
comportamiento religioso y cultual del rey; 5) noticia sobre la
muerte y sepultura del rey y nombre del sucesor. Un esquema
parecido se sigue para los monarcas de Judá desde la caída de
Samaría hasta la cautividad. Dentro de los límites del rígido es-
quematismo, habla de la única dinastía reinante en Judá y de las
nueve que se sucedieron en Israel: 1) Jeroboam-Nadab (931-
909); 2) Baasa-Ela (909-885); 3) Zimbri (885); 4) Omrí-Ajab-
Ócozías-Joram (885-841); 5) Jehú-Joacaz-Joás-Jeroboam II-
Zacarías (841-743); 6) Selum (743); 7) Menajem-Pe-cajya (743-
737); 8) Pecaj (737-732); 9) Oseas (732-724).
Historia religiosa.
Este compendio histórico tiene un acentuado carácter re-
ligioso, peí reinado de Salomón pone de relieve su sabiduría y
prosperidad económica, por considerar todo ello como premio y
bendición de Dios por la conducta religiosa y cultual del monar-
ca. Esta prosperidad es efecto del temor de Dios: “Rico serás si
temes a Dios y te apartas de todo pecado y haces lo que le es
grato” (Tob 4:21).
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Cronología.
Es un punto difícil de resolver; San Jerónimo renunció a
solucionar este problema. Modernamente son muchos los auto-
res que se dedican a esta tarea, habiendo logrado alentadores
resultados, aunque no hayan logrado conclusiones definitivas.
Las dificultades que engendran los datos cronológicos proceden
de múltiples causas; a veces las fuentes utilizadas traían datos
inexactos; otras veces se han interpretado mal ciertos datos; al-
gunas corregencias han provocado la adición de cifras que sólo
corresponden en parte al monarca contemporáneo. Algunos da-
tos cronológicos de Asiría dan luz sobre la cronología del libro
de los Reyes:
Doctrina religiosa.
Hemos hecho notar el carácter religioso de la historia
que se narra en nuestro libro. Su autor tiene puesta su mirada en
el templo de Jerusalén, el santuario donde tiene su asiento
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Reyes.
Historia del Reinado de Salomón (c.1-11).
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Joab temió correr la misma suerte que los otros jefes de la con-
juración y trató de salvar su vida buscando asilo en los cuernos
del altar del tabernáculo de Yahvé. Pero, conforme a la Ley (Ex
21:14), debía morir. A sangre fría, y por temor a que le suplanta-
ra, no temió matar a Abner (2 Sam 3:27), aduciendo las leyes de
la venganza de sangre por la muerte de su hermano Azael (2
Sam 2:22). Mientras besaba a Amasa, le introdujo la espada en
sus entrañas, desplomándose (2 Sam 20:9). Tanta sangre inocen-
te derramada en tiempo de paz (v.5) debía ser vengada. Por los
favores que hizo a su padre, David, se autorizó fuera sepultado
en el mausoleo familiar, que se encontraba en las afueras de
Belén, al descampado, donde estaba también sepultado su her-
mano Azael (2 Sam 2:32). Banayas le sustituyó en la jefatura del
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duría toda del Egipto. 31(11) Fue más sabio que hom-
bre alguno; más que Etán el ezraíta; más que Ernán,
Calcol y Dorda, hijos de Majol, y su fama se extendió
por todos los pueblos en derredor. 32(12) Profirió tres
mil parábolas, y sus cantos fueron mil cinco; 33(13) di-
sertó acerca de los árboles, desde el cedro del Líbano
hasta el hisopo que nace en el muro, y acerca de los
animales, de las aves, de los reptiles y los peces. 34(14)
De todos los pueblos venían para oír la sabiduría de
Salomón, de parte de todo los reyes de la tierra, a los
que había llegado la fama de su sabiduría.
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18; 29; 21; 20b; 22; 30; 23ª; 26; 23b; 24-25; 27; 28; 31-36; 11-
14; 37-38.
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Las dos columnas de bronce estaban delante del pórtico (v. 15-
22; 2 Re 25:17; 2 Crón 3:15-17; 4:12-13; Jer 52:17-23), a ejem-
plo de los obeliscos que se levantaban delante de los templos
egipcios y de Fenicia (Korsabad, Tiro, Hierápolis). Se les ha
equiparado a dos gigantescos candelabros 2 o dos indicadores
permanentes para el cálculo de los equinoccios 3. Otros les dan
un significado simbólico: dos columnas entre las cuales el sol se
levanta al este; “árboles de vida”; columnas de nube y de fue-
go, que acompañaron a los israelitas por el desierto.
A la de la derecha se llamó Yakin; a la de la izquierda,
Boaz, Apalabras que significan, respectivamente, “que asegure”
y “por él la fuerza.” Según B. Y. Scott4, las dos palabras hebreas
son los dos vocablos con los que empiezan los oráculos dinásti-
cos inscritos en las columnas, significando que “Yahvé estable-
cerá su trono perpetuamente en la fuerza de Yahvé; que el rey se
alegre.” En 586 fueron reducidas a pedazos y llevadas a Babilo-
nia (Jer 52:17-20).
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1 Juges p.XXXIV.
2 L. H. Vincent: RB 48 (1939) 282 nota.
3 P. Dhorme-h. Vincent, Les Cherubins: RB 35 (1926) 328-258;
481-495; J. Trin-Íuet Kerub, Kerubim: DBS 161-186. Sobre el
arca: H. Gressmann, Die Lade Yahves und Allerheiligste des Sa-
lomonischen Tempels (1920); G. H. may, The Arfe. A Miniature
e; “The American Jouraal of Semitic Languages and Literatu-
res,” 52 (1936) 215-234
4 Sobre el templo: L. H. Vincent, La description du temple de Sa-
lomón: RB 16 (1907) 515-542; G. Contenau, Manueld'Archéolo-
gieOriéntaleIII (París 1931) 1379-1383; A. G. BAR-ROIS, Manuel
d'Archéologie biblique II (París 1953) 436-443; A. Parrot, Le
Temple de Jérusalem (Neuchátel-París 1954); G. E. WRIGHT, So-
lomon's Temple Resurrected: BA 4 (1941) Ι7-3Π Ídem, The
Temple of Salomón: BA 7 (1944) 73-77”
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que separaba la colina del Ofel del monte Moría, donde estaba la
era que Areuna cedió a David para levantar allí un altar a Yahvé
(2 Sam 24:21-25), y en donde más tarde alzó Salomón el tem-
plo.
De la conquista de Guezer por el faraón Psusenne II
hemos hablado en 3:1. De norte a sur del reino construyó algu-
nas plazas fuertes, tales como Jasor (Jos 11:110-13; 12:19), Me-
giddo (4:12), Bet-Horón (Jos 16:3; 18:13) y Guezer Que 1:29).
Dos fortalezas se levantaron en el sur, Balaat y Tamar, en el de-
sierto (Ez 47:19; Gen 14:7), hacia el sudeste de la punta meri-
dional del mar Muerto, que protegían el camino del bronce. En
todo el territorio estableció ciudades de almacén (Ex 1:110), al
frente de las cuales puso un prefecto, construyendo asimismo
otras que guardaban los carros de guerra y las caballerías
(10:26). El peso de todos los trabajos recayó sobre los extranje-
ros que los judíos no habían aniquilado en la conquista de Ca-
naán (Deut 7:1-2; 20:17-18), y que existían en gran cantidad en
el país. Los trabajadores estaban divididos en escuadrones man-
dados por jefes, al frente de los cuales figuraba Adoniram (4:6).
Pero llegó un tiempo en que la mano de obra extranjera no al-
canzaba, empleándose entonces a obreros israelitas (5:27-28)
como leñadores en el Líbano o en las canteras de Palestina
(11:26-40).
Una fuente de riquezas para Salomón eran las minas del
Araba, al sur del mar Muerto, como han puesto al descubierto
las excavaciones practicadas en tell-el-Heleifeh, la antigua
Asiongaber, en el golfo de Aqaba, junto al actual puerto de Alat
o Eilat. En Asiongaber construyóse una fundición de hierro y
bronce, minerales que se extraían de las minas vecinas, cuyas
instalaciones se protegieron contra los posibles ataques de
Hadad, rey de Edom. Es ésta la más vasta y grandiosa instala-
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Jeroboam (11:26-43).
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También Jeroboam, siervo de Salomón, se alzó con-
tra el rey. Era hijo de Nabat, efrateo, de Sereda, sier-
vo de Salomón, y tenía por madre a una viuda llama-
da Sarva. 27 He aquí la ocasión de alzarse contra el
rey: estaba Salomón construyendo el terraplén para
rellenar la depresión que había en la ciudad de Da-
vid, su padre. 28 Jeroboam era hombre muy capaz y
fuerte, y, habiéndole visto Salomón a la obra, dio al
joven el mando de todas las gentes de trabajo de la
casa de José. 29 Por aquel tiempo salió Jeroboam de
Jerusalén y le halló en el camino el profeta Ajías, de
Silo. Iba éste cubierto con un manto nuevo y estaban
los dos solos en el campo. 30 Ajías cogió el manto nue-
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Segunda Parte.
Historia Sincrónica de los Reyes hasta
Ajab y Josafat (c.12-22).
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La sequía fue de tres años o de tres años y medio (Lc 4:25; Sant
5:17), según la distinta manera de contar, al término de los cua-
les fue palabra de Dios (17:2-24) a Elías para que se presentara a
Ajab. Tenía éste un mayordomo que, a pesar de vivir en un am-
biente idolátrico, conservóse fiel a la religión de sus padres.
Abdías se encontró con Elías, que le mandó fuera a anunciar a
Ajab su presencia. Con estilo propio de los orientales, el mayor-
domo se excusa exponiendo al profeta los temores que le asalta-
ban. La última de las razones que aduce para justificar sus temo-
res es que, conociendo Abdías que el espíritu de Yahvé se pre-
senta de improviso sobre Elías y sobre los profetas, trasladándo-
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En una cueva muy conocida (Ex 33:21) busca refugio Elías para
descansar y resguardarse después del largo viaje por el desierto.
Dios le sacó de la misma revelándosele, como hizo cinco siglos
antes con Moisés (Ex 19:16-21; 33:2135). Por orden de Yahvé
sale fuera de la caverna; Dios se le manifiesta, no en el viento
fuerte y poderoso ni en el terremoto, sino “en el ligero y blando
susurro.” Cuando creyó Elías que Yahvé estaba presente, por
respeto (Ex 3:6) o por creer que nadie puede sobrevivir después
de ver a Dios Que 6:22-23), cubrióse su rostro con el manto.
¿Cuál es el significado de esta visión? Según algunos, quiso
Dios condenar el celo excesivo desplegado por el profeta al ex-
terminar a los videntes de Baal, dándole a entender la conve-
niencia de emplear métodos más humanos y mitigados. Otros
creen que la manera suave y misteriosa con que se hace sentir la
presencia de Yahvé representa la espiritualidad de Dios. Los
más potentes elementos materiales: vientos, relámpagos, terre-
motos, anuncian la visita, pero no constituyen la misma. La pre-
sencia divina es algo imperceptible (Vac-Cari).
Tres son los mensajes que el profeta recibe de Dios: un-
ción de Jazael por rey de Siria, de Jehú por rey de Israel y
de Elíseo para que sea profeta en su lugar. Estos tres persona-
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jes serán los que vengarán el honor de Dios y del profeta. Como
deja entrever el texto, se encuentra Elías al fin de su carrera
mortal; empezó él la campaña contra la idolatría; otros que él ha
preparado para el combate conseguirán la victoria. En contra de
lo dicho en v. 15-16, nada se dice en los textos que siguen del
cumplimiento de esta triple misión por parte de Elías. Jazael
ocupó el trono de Siria aupado por Elíseo (2 Re 8:7). Jehú es
ungido por un discípulo de Elíseo (2 Re 9:1). En lo que se refie-
re a Elíseo, Elías le llama a su servicio (v. 19-21), entregándole
más tarde como herencia su espíritu (2 Re 2:9). Estas anomalías
del texto se explican por la composíción literaria de toda la sec-
ción referente al ciclo de Elías. Como veremos más tarde (2 Re
8:7-15), Jazael sucedió a Ben Hadad en el trono de Siria 1.
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del sol. Fue entonces cuando la voz del heraldo repitió las pala-
bras de Miqueas: “Cada uno a su ciudad, cada uno a su tierra; el
rey ha muerto.” A esta noticia se dispersó el ejército. Ajab fue
llevado a Samaría y enterrado. Al lavarse el carro real, los perros
lamieron la sangre de Ajab, conforme a las palabras de Elías
(21:19-29). Los LXX añaden que lo hicieron también los cerdos,
que también eran animales impuros, noticia que añadió un escri-
ba poco simpatizante con Ajab. A este mismo origen se debe el
informe de que las rameras se lavaron en la sangre del rey. La
mención de las rameras es asociada a la de los perros, ya que se
daba este nombre a los hombres que se prostituían (Deut 23:19;
Apoc 22:15). Debe relegarse al fondo folklórico la creencia de
que la sangre era tenida como precioso cosmético. Dotado Ajab
de grandes cualidades, pudo llegar a ser un gran monarca y un
émulo de David y de Salomón. Prisionero en manos de una mu-
jer cuyo fanatismo religioso y pasión de mando eran capaces de
cometer los mayores crímenes, atrajo sobre sí la maldición de
Dios, dejando para la posteridad el recuerdo de haber sido uno
de los más detestables reyes de Israel (Mediebelle).
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1 R. De Vaux, Les livres des Rois τ i; Elle le prophéte sehm les Ecri-
tures et les traditions chrétiennes (París 1956) 53.
2 Géographie II 486.
3 Ant. lucí. 8:13:2
4 De Vaux, Elie 56.
1 Véase B. N. Wambacq, L'Epithéte divine Yahvé-Sebaot (Bruges
1047). En un tiempo era considerada el arca como un palladium
militar, al cual se recurría e/i los momentos difíciles ; sobre ella
“se invoca el nombre de Yahvé Sebaot, que tiene su trono entre
los querubines” (2 Sam 6:2).
2 A. Guillaume, Prophecy and Divination among the Hebrews and
ather Semites (lon dres 1938); A. Haldar, Associations o/ Cult
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Reyes De Juda.
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II Reyes.
1. Historia Sincrónica de los Reyes (c.1-
17).
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y las aguas quedaron saneadas hasta el día de hoy,
como lo había dicho Elíseo. 23 De allí subió a Betel, y,
según iba por la pendiente, salieron de la ciudad unos
muchachos y se burlaban de él, diciéndole: “¡Sube,
calvo! ¡Sube, calvo!” 24 Volvióse él a mirarlos y los
maldijo en nombre de Yahvé; y saliendo del bosque
dos osos, destrozaron a cuarenta y dos de los mucha-
chos. 25 De allí subió al monte Carmel, desde donde se
volvió a Samaría.
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Los tres reyes emprendieron la marcha por los arenales al sur del
mar Muerto, avanzando hacia el nordeste. Era primavera; no
contaron los inexpertos monarcas con el agua, tan importante en
el desierto para proveer a todo un ejército. Los dos reyes, de Is-
rael y de Judá, conocían la existencia de Elíseo, que comenzó
por ser el servidor de Elías, siendo una de sus misiones derramar
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El Monolito de Mesa.
La situación política de Moab nos es conocida princi-
palmente, por la famosa inscripción del rey Mesa encontrada en
Dibón, al noroeste del mar Muerto, el año 1868. Mide 1:13 por
0,70 metros; consta de treinta y cuatro líneas, de las cuales las
últimas se han conservado en mal estado. Probablemente el mo-
nolito remonta al año 842 antes de Cristo, siendo por consi-
guiente, contemporáneo del rey Mesa, por cuyo mandato se
llevó a cabo la famosa inscripción, que reproducimos en caste-
llano:
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Reconoció el rey que el mal venía del cielo. Ahora bien, si Dios
no remedia la situación, “¿tendré yo todavía que esperar más de
Yahvé?” (6:33). Elíseo, al ver logrado su intento, profetiza gran
abundancia para la mañana siguiente. Algo más de trece litros
(Gen 18:6; 1 Sam 25:18; 1 Re 18.32) de flor de harina se adqui-
rirán por un siclo de plata, y dos seas, es decir, veintiséis litros
de harina de cebada, valdrán un siclo. El mercado tenía lugar
junto a las puertas de la ciudad. El oficial que acompañaba al rey
burlóse de las palabras del profeta, diciéndole que su oráculo se
cumpliría “cuando Yahvé abra ventanas en los cielos,” refirién-
dose a las ventanas o compuertas de los cielos por donde cae el
agua sobre la tierra en forma de lluvia (Gen 7:11; 8:2; Is 24:28;
Mal 3:10). O acaso el incrédulo escudero (shalish) quiso decir
que sucedería esto cuando de las ventanas del cielo lloviera tri-
go, como en otro tiempo maná. Según la profecía de Elíseo, al
día siguiente murió el oficial burlón pisoteado por el pueblo
(7:17-19).
Cuatro leprosos fueron los primeros en comprobar que
los sirios habían abandonado el cerco. Obligados por su enfer-
medad a permanecer alejados de la sociedad (Lev 13:28-46;
Núm 5:1-4), se refugiaron a la puerta de Samaría, confiando en
la caridad de los transeúntes. Como las puertas permanecieran
cerradas por razón del cerco y nadie transitara por ellas, llegaron
los leprosos a una penuria extrema. En un trance desesperado,
tramaron un proyecto audaz. Era inútil entrar en la ciudad ham-
brienta en busca de alimentos; quedarse en su lugar equivalía a
condenarse a muerte. Quizá entre los sirios hallarían algo. Si la
hazaña les salía bien, seguirían viviendo; si los matan, mala
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De los tiempos de Ben Hadad III nos conduce el autor a los pri-
meros años del ministerio de Elíseo, reinando en Siria Ben
Hadad II, y en vísperas de que le sucediera su favorito y asesino
Jazael (1 Re 19:15-17). Quizá marchó Elíseo a Damasco para
cumplir la orden que se le había dado de ir allá y ungir a Jazael
por rey de Damasco (1 Re 19:15). Enteróse Ben Hadad de su
llegada y le mandó a Jazael para que le preguntara por la marcha
y éxito de su enfermedad. Jazael salió al encuentro del profeta
con gran cantidad de camellos — el número cuarenta es una ci-
fra redonda que denota abundancia — cargados de dones. No
debía tener Ben Hadad mucha confianza en las profecías de los
nabis de Baal, por lo que pide que se consulte a Elíseo, por saber
que le habla Yahvé (3:11; Re 22:7). No dice el texto si aceptó o
no Elíseo los presentes que le hacía el rey, pero es lógico que,
como en otra ocasión (5:16), los rehusara.
Jazael habló a Elíseo en nombre del rey, que, por senti-
mientos de veneración, se declara hijo (6:21) sumiso del profeta.
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las del rey de Israel, que se alzan contra mí” (16:7). No fue sor-
do el monarca asirio a la llamada del rey aliado. Con el fin de
sujetar a Egipto en sus fronteras, el ejército de Teglatfalasar
ocupó toda la costa mediterránea al sur del Carmelo, obligando
al rey de Gaza, Hanno, a huir a Egipto. Al enterarse de este su-
ceso los reyes de Siria y de Israel, que sitiaban la ciudad de Je-
rusalén, levantaron el cerco y marcharon precipitadamente a sus
respectivas capitales de Damasco y Samaría. Teglatfalasar
mandó al momento el ejército contra el rey de Israel, al que, de
paso para el sur, había usurpado la ciudad fronteriza de Abel Bet
Maaca (1 Re 15:20), al oeste de Dan. Pero quiso el rey asirio
atacar en primer lugar, o contemporáneamente, al principal ins-
tigador de la liga antiasiria: Damasco. Rasín defendióse valien-
temente, pero sucumbió ante las fuerzas atacantes el año 732,
siendo ajusticiado. Las tropas asirías devastaron el territorio si-
rio; centenares de ciudades y aldeas fueron incendiadas y arra-
sadas, y la población deportada a Elarn. Desde aquel tiempo,
Siria convirtióse en una provincia de Asiría.
Después de esta acción, o contemporáneamente, los sol-
dados asirios invadieron el territorio de Israel, que no opuso ma-
yor resistencia. De la corona de Pecaj fueron arrebatados los te-
rritorios de Galilea y TransJordania. Se apoderó Teglatfalasar de
Iyyón y Abel Bet Maaca (1 Re 15:20), de Janoaj (quizá Yanuk,
a diez kilómetros al este de Tiro), de Quedes, o sea, de Cades de
Neftalí (Jos 12:22; 20:7), de Hasor (1 Re 9:15). Las tribus de
Neftalí y de TransJordania fueron deportadas a Asiría (1 Crón
5:26; Is 8:21-9-6). Del reino de Israel quedó solamente el tron-
co; a saber, el macizo central en torno a Samaría. La derrota creó
el malestar interno; cierto Oseas conspiró contra Pecaj, hijo de
Romelía, dándole muerte. Era el partido filoasirio el que se im-
puso esta vez, eligiendo a Oseas, cuya elección confirmó Teglat-
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2. Reyes de Juda
Hasta el Cautiverio de Babilonia (c. 18-25).
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rompió los cipos, derribó las asheras. Entre los objetos de culto
figura el Nehushtan, palabra compuesta de nahas, serpiente, y
nehosheth, bronce, o sea, la serpiente de bronce, que, según se
decía, era la misma que había Moisés levantado en el desierto
como profilaxis contra las mordeduras de las serpientes (Núm
21:8-9;). Su conducta religiosa fue ejemplar a pesar de haber
tratado con demasiada suavidad a los enviados de Merodacba-
ladán (20:17-19). Adoctrinado por los profetas Isaías y Miqueas,
comprendió que para salvar a Judá era necesario deshacerse po-
co a poco de sus compromisos con Asiría, encerrarse en la espi-
ritualidad propia en torno a Yahvé. Entregarse en manos de Asi-
na o de Egipto significaba renunciar a las leyes supremas sobre
las que descansaba la monarquía hebraica. La caída del reino del
Norte era un aviso serio. Dios estuvo con Ezequías.
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“Sube a Helcías, sumo sacerdote, y que reúna el di-
nero que haya en la casa de Yahvé y que han recau-
dado del pueblo los guardias de la puerta, 5 y lo en-
tregue a los encargados de hacer las obras en la casa
de Yahvé, empleándolo en pagar a los que trabajan
en las obras de reparación de la casa de Yahvé, 6 a los
carpinteros, a los maestros y albañiles, y en pagar la
madera y las piedras talladas para la reparación de la
casa. 7 Pero que no se les exijan cuentas del dinero
que se les entregue, por ser gente de probidad.”
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En julio del año 612, Nínive fue conquistada por asalto; sus
habitantes, pasados a filo de espada, y “la ciudad, reducida a un
montón de ruinas,” como dice la crónica de Gadd 1. Su último
rey, As-suruballit (611-609), reinó en Harrán, esperando la ayu-
da de su aliado, Egipto. El año 610, Umman-Manda, al mando
de escitas y babilonios, barrió esta sombra de poderío. El ejérci-
to egipcio, acaudillado por Necao II (609-594), llega con retraso
en ayuda del rey asirio, tratando de recuperar Harrán. La tardan-
za en llegar debióse a que a su paso por Palestina salióle al en-
cuentro Josías con la intención de cerrarle el paso, presentándole
batalla. Ignoramos el porqué Josías se opuso al ejército egipcio,
cuando anteriormente autorizó el de Psamético. Necao marchaba
hacia el Eufrates para enfrentarse contra Nabopolasar, rey de
Babilonia. Quizá por esto le salió al paso Josías, tratando de
congraciarse con el nuevo imperio triunfante de Babilonia.
Atravesando Josías todo el territorio de Samaría aprovechando
la debilidad y decadencia de Asiría, llegó a Megiddo, en donde
esperó a Necao, al que atacó. Al poco de empezar el combate,
Josías cayó herido por una flecha disparada por arqueros egip-
cios. Necao II siguió su marcha hacia el Eufrates, en cuyas ori-
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Del rey Joaquín (598) dice el texto que “hizo el mal a los ojos de
Yahvé, enteramente como lo había hecho su padre.” Semejante
proceder iba a desencadenar las iras de Dios contra su pueblo
infiel. La conducta de Joaquim, siempre recalcitrante en cumplir
las cláusulas que le impuso el rey de Babilonia, exasperaron a
éste, que se presentó en Palestina con un gran ejército. Pero el
culpable había muerto y ocupaba su puesto Joaquín, llamado
también Jeconías (Jer 28,455) y Yekonyahu (Jer 24:1). Su nom-
bre figura en las cartas de Laquis 1. El nuevo monarca era débil,
tanto que incluso Jeremías habla despectivamente de él
(22:24-30). Al poco tiempo de subir al trono, las tropas de Na-
bucodonosor sitiaron la ciudad de Jerusalén. A los tres meses de
cerco abrió el rey las puertas de la ciudad y se entregó al monar-
ca babilónico. Este entró en el templo, que saqueó. Llevó pre-
sos al rey, a toda la casa real, a los notables (sarim), a los obre-
ros especializados, artesanos, no dejando en el país más que la
gente pobre de bienes y de espíritu. Tocaba a su fin el año 598.
Al llegar a Babilonia, Joaquín, su familia y nobles fueron ence-
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del Jordán (Jer 52:7; 39:2-4; Deut 1:1-7). Los soldados sitiado-
res alcanzaron a los fugitivos en las estepas de Jericó (Jos 4:13).
A Sedecías condujéronle cautivo a Ribla (23:33), en donde, des-
pués de haber presenciado el asesinato de sus hijos, el mismo
Nabucodonosor, en castigo de sus traiciones, le arrancó los ojos
(Jer 39:6-7; 52:10-11). Después, cargado de cadenas de bronce,
mandó Nabucodonosor que fuera llevado a Babilonia a fin de
que muriera en un rincón de alguna cárcel de la capital. Era el
mes de agosto del año 587.
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Crónicas.
Introducción.
Los libros de las Crónicas formaban en un principio un solo
volumen, que los LXX, al igual que hicieron con los de Samuel
y Reyes, dividieron en dos. En el hebreo llevan el título Dibre
hayyamim (palabras, cosas de los días), expresión que equivale
a anales, crónicas. Esta última denominación empleó San Jeró-
nimo al considerar el libro como “Chronicon totius divinae his-
toriae” (PL 28,554) o “Instrumenti veteris epitomen” (PL
22:548). Lutero adoptó y generalizó el título jeronimiano de
Crónicas. Los LXX dieron a la obra el título de 1 y 2 libro de los
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Lugar en el canon.
En las Biblias hebraicas actuales las Crónicas van al fi-
nal, lugar que ocupaban ya en tiempos de Jesucristo (Mt 23:35;
2 Crón 24:20ss). En las ediciones del texto griego y latino, las
Crónicas siguen a los libros de los Reyes y preceden a los de
Esdras y Nehemías. Hemos dicho que éstos originariamente
formaban un todo con los de las Crónicas, con los cuales se pa-
recen en cuanto al estilo, vocabulario, composición, ideas fun-
damentales, predilección por las genealogías, interés por el cul-
to, relieve concedido al sacerdocio, levitas, cantores y porteros.
A estos argumentos debe añadirse que los dos últimos versos de
las Crónicas (36:22-23) se reproducen exactamente en Esd 1:1-
4. Cuando el libro de las Crónicas se desgajó del de Esdras,
quedaron en aquél los primeros renglones con que empezaba
éste.
la segunda mitad del siglo ni a.C. Hemos dicho antes que el au-
tor procede de los círculos de los levitas; se complace en dar sus
genealogías, señalar el cometido de las clases levíticas inferio-
res, tales como músicos, cantores y porteros. Tiene frases nada
halagadoras para los sacerdotes (2 Crón 5:11; 29:34).
Contenido.
La obra del cronista puede dividirse en dos partes: i) In-
troducción (c.1-9). 2) Historia de los reyes de Judá (1 Crón 10:1-
2 Crón c.36). Alude el autor a las vicisitudes del establecimiento
del reino de Yahvé en Israel, y para ello parte del primer hom-
bre, Adán, llegando por vía de exclusión hasta David. Hace hin-
capié en las genealogías de la tribu de Judá y de Leví; a la fami-
lia de David se le concede un trato de favor. Si las genealogías
sirven de introducción al reinado de David y si éste es conside-
rado como jefe ideal del reino teocrático, es porque el cronista
se propone enfocar la historia de su pueblo desde un ángulo par-
ticular: el de la teocracia, fundada sobre las promesas hechas
por Yahvé a la dinastía davídica (2 Crón 6:4-11; 42; 21:7). En
semejante perspectiva es natural que el reino de Judá atraiga su
atención 2.
En la segunda parte se extiende largamente en los reina-
dos de David (1 Crón c.10-29) y de Salomón (2 Crón c.1-9). Al
primero prometió Dios una descendencia perpetua en el trono de
Judá. David, del cual se callan todas las debilidades capaces de
empañar su figura, correspondió a la liberalidad divina promo-
viendo y preparando eficazmente la construcción del templo y
asegurando el esplendor de su culto. Salomón fue el que realizó
el ideal de su padre David. Deja de lado a los reyes del reino
del Norte, separados de la comunidad de Israel por el cisma
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Fuentes de información.
El autor sagrado utilizó fuentes canónicas y extrabíbli-
cas; unas veces las cita explícitamente, otras no. Incorpora en su
libro textos del Génesis, Éxodo, Números, Josué, 1 y 2 de Sa-
muel, 1 y 2 de los Reyes. Sin embargo, nunca menciona explíci-
tamente estas fuentes canónicas, a pesar de citarlas a partir de 1
Crón c.10 de manera masiva 3.
Las principales fuentes extrabíblicas, históricas y profé-
ticas, son: A) Históricas: 1) Crónica del rey David (1 Crón
27:24); 2) Libro de los reyes de Israel (1 Crón 9:1; 2 Crón
20:34); 3) Actas de los reyes de Israel (2 Crón 33:18); 4) Libro
de los reyes de Israel y de Judá (2 Crón 27:7; 35:27; 36:8); 5)
Libro de los reyes de Judá y de Israel (2 Crón 16:11; 25:26;
28:26; 32:32); 6) Midrash del libro de los reyes (2 Crón 24:27).
Es parecer de muchos exegetas que los libros de los números 2,
3, 4 y 5 son una misma obra, que se cita diversamente por no
tener todavía un título reconocido oficialmente. ¿Lo es también
el Midrash del libro de los reyes? A juzgar por su género litera-
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Valor histórico.
En las Crónicas aparece un género literario característico
del tiempo: el midrash, que consiste en examinar los textos anti-
guos con vistas a una explicación conforme a los tiempos pre-
sentes. En realidad es un género edificante y explicativo ligado
íntimamente a la Escritura, en el cual la parte amplificada es re-
al, pero secundaria y subordinada siempre al fin religioso esen-
cial, que es poner de manifiesto la obra de Dios, la palabra
de Dios. En los libros históricos, escribe Lusseau, las fuentes,
sean canónicas o no se utilizan con el designio bien definido de
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Doctrina religiosa.
Se propone el autor inducir a sus lectores a mantenerse
fieles al pacto de la alianza concluido entre Dios y David. Co-
mo condición indispensable para pertenecer a esta comunidad
davídica se requiere fidelidad a Yahvé. Dios mantendrá en pie
todas las promesas a condición de que su pueblo se someta a
sus preceptos y mandamientos, tal como están escritos en la Ley
de Moisés. A Dios se le debe un culto digno en el santuario de
Jerusalén; alejarse del templo equivale a apostatar de Dios.
Canonicidad.
El libro fue admitido en el canon judío, quizá después
del concilio de Jamnia (hacia el año 95 d. C.), cuando los sadu-
ceos habían perdido su hegemonía, que les arrebataron los fari-
seos. La secta de Jirbet Qumrán se inspira en el espíritu del cro-
nista: “el mismo ideal comunitario, idénticas exigencias mora-
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I. Crónicas.
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8
Hijos de Cam: Cus, Misraím, Put y Canaán.9 Hijos
de Cus: Saba, Javila, Sabta, Regma, Sabteca. Hijos de
Regma: Seba y Dadán.10 Cus engendró a Nimrod;
éste comenzó a ser potente sobre la tierra” 11 Misraím
engendró a los Ludim, los Anamim, los Leabim, los
Naftujim, 12 los Patrusim y los Caslujim, de los que
salieron los Pelistim y los Caftorim.13 Canaán en-
gendró a Sidón, su primogénito, 14 y a Jet, a los jebu-
seos, los amorreos, los guergueseos, 15 los jeveos, los
arqueos, los sineos, l6 los ar-vadeos, los semareos y los
jámateos.
30
Misma, Duma, Masa, Jadad, Tema, Jetur, Nafis y
Quedma. Estos son los hijos de Ismael. 31 Hijos de
Quetura, concubina de Abraham: tuvo a Zimram, a
Jocsam, a Medán, a Madián, a Jisbac y a Suaj. 32
Hijos de Jocsam: Seba y Daban. 33 Hijos de Madián:
Efa, Efer, Janoc, Abida y Elda. Estos soii todos los
hijos de Quetura.
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30(15)
hijo; Simea, su hijo; Jaguiya, su hijo; Asuya, su
hijo.
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(33)
Sus hermanos los levitas fueron puestos a todo el
ministerio del tabernáculo de la casa de Dios.
Organizó David el canto una vez que “el arca de la alianza tuvo
un lugar de reposo.” Los cantores levitas de la familia de Caat
estaban en el lugar central ante el tabernáculo; los de la familia
de Gersón, a los que dirigía Asaf, estaban a su derecha; los de
Merarí colocáronse a la izquierda (v.44).
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3
Hijo de Uzi: Jizrayá. Hijos de Jizrayá: Micael, Abd-
ías, Joel, Jisyá; en todo, cinco jefes. 4Tenían, según
sus generaciones, según las casas de sus padres, trein-
ta y seis mil hombres armados para la guerra, pues
eran muchas sus mujeres e hijos. 5Sus hermanos de
todas las familias de Isacar hombres valerosos, hac-
ían un total de ochenta y siete mil, registrados en las
genealogías.
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14
Hijos de Manases: Asriel, que le dio su concubina
siria, que parió también a Maquir, padre de Galaad.
15
Maquir tomó una mujer de los Jupim y Supim. La
hermana se llamaba Maaca. El nombre de su segundo
hijo fue Selofjad. Selofjad tuvo hijas. 16 Maaca, mujer
de Maquir, parió un hijo y le llamó Peres; su herma-
no se llamó Seres, 17 y fueron sus hijos Ulam y Re-
quem. Hijo de Ulam: Bedán. Estos son los hijos de
Galaad, hijo de Maquir, hijo de Manases. 18 Su her-
mana, Hamo-lequet, parió a Isjod, a Abiezer y a Ma-
jla. 19 Los hijos de Semida fueron: Ajiam, Siquem,
Liqji y Aniam.
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40
Hijo de Jonatán: Meribaal; Meribaal engendró a
Mica. 41Hijos de Mica: Pitón, Melec, Taz-rea y Ajaz.
42
Ajaz engendró a Jaera; Jaera engendró a Alemet,
Azmevet y Zimri; Zimri engendró a Mosa; 43Mosa
engendró a Binoa, Rafaya, su hijo; Eleazar, su hijo;
Asel, su hijo, 44Asel tuvo seis hijos, cuyos nombres
son: Azricam, Bocru, Ismael, Searía, Abdías y Janán.
Estos son los hijos de Asel.
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En 2 Sam c.24 se habla del censo del pueblo hecho por David; el
que reproduce nuestro texto está calcado en Núm c.1-3; c.26, y
es propio del cronista.
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El autor pasa por alto el castigo que infligió David a los moabi-
tas (2 Sam 8:2). Por una confusión de letras, el texto masorético
lleva Hadarezer por Hadadezer (v.3). El v.8 es propio del cro-
nista; en el 12 es Sarvia quien batió a Edom (2 Sam 8:13; 1 Re
11:15-16).
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De los hijos de David (v.17) escribe el texto que “eran los pri-
meros al lado del rey”; en Samuel dícese que “los hijos de David
eran sacerdotes”; para el cronista, los sacerdotes eran de raza
levita y no de Judá, distinguiendo entre poder político y reli-
gioso.
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Pasa por alto el autor lo que hizo David con Mefibaal (2 Sam
c.9); de Aram Naharaím (v.6, texto masorético) habla Gen
24:10. El número de treinta y dos mil carros es una exageración
evidente; quizá un amanuense escribió carros en vez de hombres
(2 Sam 10:6).
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11
El octavo, para el octavo mes, era Sibcaí, de Jusat,
del linaje de Zarjí, que tenía bajo él veinticuatro mil
hombres. 12El noveno, para el noveno mes, era Abie-
zer, de Anatot, de los hijos de Benjamín, que manda-
ba veinticuatro mil hombres. 13El décimo, para el
décimo mes, era Maraí, de Netofat, descendiente de
Zarjí, y tenía bajo sí veinticuatro mil hombres. 14El
undécimo, para el undécimo mes, era Banayas, de
Faratón, de la tribu de Efraim; su tropa era de vein-
ticuatro mil hombres. 15El duodécimo, para el duodé-
cimo mes, era Joldaí, de Netofat, descendiente de
Otoniel, y su tropa era de veinticuatro mil hombres.
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I Crónicas.
1. Historia del Reinado de Salomón (c.1-9).
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que se dan en el llano. Traíanle los caballos de
Egipto y de todas partes.
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Durante los tres años que reyes y pueblos siguieron por el cami-
no de David y de Salomón (v.17), prosperaron las cosas de Judá.
La perspectiva del autor se fija en Judá, cuyos reyes serán
llamados “reyes de Israel” (21:2; 28:19); el pueblo es desig-
nado por Israel (12:1; 15:17); los jefes de familia son los jefes
de Israel (12:6; 15:17).
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17
Así se fortaleció el reino de Judá y afirmaron a Ro-
boam, hijo de Salomón, en el reino por tres años, pues
tres años siguieron por el camino de David y Sa-
lomón.
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Esdras-Nehemias.
Introducción.
Título.
Llámanse así por razón de que los protagonistas de los
mencionados libros son Esdras y Nehemías. En el antiguo canon
judío formaban un solo libro, que llevaba el título de Esdras; la
misma unidad existía en los antiguos códices griegos (BSA) de
los LXX, en los que ocupa el primer puesto el libro de Esdras A,
que corresponde al III de Esdras, apócrifo, seguido de Esdras Β,
ο sea de los libros canónicos de Esdras-Nehemías. Los Santos
Padres dividieron el libro en dos, atendiendo a su argumento. Al
primero llamaron Esdras, y Nehemías al segundo, por razón de
las palabras de Neh 1:1. Esta división entró en el texto hebraico
a partir de la edición de D. Bomberg (Venecia 1917). En la Vul-
gata se les llama 1 y 2 de Esdras.
Texto.
El libro fue escrito originariamente en hebreo en su ma-
yor parte” bien conservado en general, pero deficiente en cuanto
a la transcripción de los nombres propios y números. En general,
la lengua hebraica es decadente en cuanto a la gramática y sin-
taxis, principalmente en las partes que son propias del autor;
menudean los aramaísmos. Dos pasajes están escritos en lengua
aramaica, Esd 4:8-6:18; 7:12-26, sobre cuya índole disputan los
autores. La versión griega se ha conservado en los códices BSA;
1153
Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
Argumento y división.
Tres son los temas principales que se desarrollan en el
libro: i) Reconstrucción del templo (Esd c.1-6, menos 4:6-23).
2) Reparación de los muros de Jerusalén y repoblación de la
misma (Esd 4:6-23; Neh c.1-13). 3) Bases jurídicas del judaismo
(Esd c.7-19). A la restauración material, moral y religiosa de la
comunidad hebraica se dedicaron los sionistas a partir del decre-
to de Ciro (538 a.C.)· Podríamos dividir el libro de Esdras en
dos partes: i) Vuelta de los primeros cautivos bajo el caudillaje
de Zorobabel (c.1-6), y 2) Caravana de repatriados conducidos
por Esdras y reforma de costumbres (c.7-10). También el libro
de Nehemías presenta una dob división: i) Nehemías llega a Je-
rusalén (c.1-7). 2) Reforma llevada a cabo por Esdras.
Autor.
Cada día toma más auge la sentencia de los que defien-
den que al principio los libros de Esdras y Nehemías formaban
parte integrante de las Crónicas, siendo uno mismo el autor de
unos y otros. Los que admiten esta unidad de autor insisten en
las analogías; pero, si bien es verdad que entre estos libros es
idéntico el espíritu de redacción, existen diferencia en cuanto al
método empleado. La época de la redacción final es la de Ale-
jandro Magno.
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Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
Documentos.
En la primera parte del libro de Esdras (1:1-6:22) halla-
mos una sección en hebreo y otra en aramaico (4:6-6:18). En la
hebraica cabe distinguir dos documentos: i) edicto de Ciro (1:1-
4), Que se reproduce en 6:3-5, y 2) elenco de repatriados (2:1-
70), que, con ligeras variantes, se halla en la segunda (4:6-6:22),
donde se incluyen los siguientes documentos: a) carta de los
samaritanos a Artajerjes (4:7-16); b) respuesta del rey (4:17-22);
c) carta de Tatnaí y Setar-Boznaí a Darío I (5:6-17), y a) contes-
tación del monarca (6:3-12). El autor sagrado ha añadido a las
mencionadas fuentes algunas indicaciones (4:7), las ha encua-
drado en su contexto histórico (4:24-5:5), ha puesto una conclu-
sión de índole histórica (6:13-18), terminando con una noticia
sobre la celebración de la pascua (6:19-22). A las fuentes men-
cionadas cabe añadir, según algunos autores, otra, de origen
hebraico en los dos primeros capítulos, visible, según dicen, en
Esd 1:2-4; 8-11.
En la última parte del libro (c.7-10) aparecen las Memo-
rias de Esdras. Según Lusseau, este documento representa la re-
lación global de su memorial destinado a las autoridades persas
(7:1-10:44). Es importante este documento por los datos cro-
nológicos que encierra. En estas memorias se incluye una carta,
en arameo, del rey Artajerjes a Esdras, sacerdote y escriba (7:11;
26).
Las Memorias de Nehemías abarcan desde Neh 1:1 hasta
12, 27-13-3; con la inserción de otros documentos contemporá-
neos (Neh 3:1-32; 11:4-19) y otro de origen más antiguo (7:6-
72). El autor no siempre reproduce íntegramente las fuentes de
que se sirve; algunas veces ha suprimido aquello que no intere-
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Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
¿Esdras-Nehemías, o a la inversa?
La lectura del libro supone que los acontecimientos se
sucedie-°n según el orden cronológico actual de Esdras-
Nehemías.
Este orden tradicional es puesto en tela de juicio por mu-
chos autores recientes, católicos e independientes, siguiendo a
Van Hoonacker, quienes proponen el siguiente curso de los
acontecimientos·1) reconstrucción del templo por los repatriados
con ocasión del edicto de Ciro (año 538; Esd 1:1-6:22); 2) en el
año veinte de Artajerjes I Longimano (445-44) se dirige Nehem-
ías a Jerusalén, emprendiendo el trabajo de reconstrucción de las
murallas (comienzo de las 70 semanas del profeta Daniel, Dan
9:24-27); 3) al año séptimo del reinado de Artajerjes II Mnemo-
ne (404-358), es decir, el 398, llegó Esdras a Jerusalén para
acometer la reforma religiosa (Esd 7:1-10:44). Sus argumentos
tienen importancia, lo que explica el gran favor que ha encon-
trado esta inversión entre los autores católicos (Touzard, Renie,
Ricciotti, Vandervost, Pelaia, Le-Maire-Baldi, etc.) e indepen-
dientes. Pero no son decisivos. Es difícil, escribe Dhorme, pro-
nunciarse sobre esta cuestión, que obligaría a reconsiderar toda
la historia de la restauración hecha por Esdras y Nehemías.
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Renovación religiosa.
Fue el exilio una dura prueba para Israel (Jer 31:15).
Corría peligro de que al contacto con los pueblos paganos per-
diera su peculiaridad religiosa, su sentimiento de pertenencia a
Yahvé y de que Denegara de un Dios que, en concepto de algu-
nos, no fue capaz de liberarlo de manos de Nabucodonosor. Pero
la actividad de los profetas, sobre todo Jeremías y Ezequiel,
salvó al pueblo en esta Coyuntura trágica. Israel supo reaccionar
favorablemente. Ezequiel fue el promotor de las grandes co-
rrientes religiosas existentes despues del exilio: separación total
del mundo pagano, estudio de 1 Ley. Las almas encontraban
asimismo una literatura tonificante en el oráculo de Is c.40-55,
que, a causa de sus predicciones mesiánicas, excitaban también
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Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
Doctrina religiosa.
Los judíos que habitaban en Babilonia no se desenten-
dieron de sus hermanos que en Judea ponían las bases del nuevo
Estado de Israel. Zorobabel, Esdras y Nehemías fueron hombres
providenciales, instrumentos de que se sirvió Dios para desper-
tar la conciencia de su pueblo escogido. Sometido Israel al do-
minio persa, no trató de sacudir su yugo, proclamar su indepen-
dencia nacional, sino que centró todas sus actividades en torno
al templo y a la sombra de los muros de la ciudad santa. La Ley
será su norma de fe y costumbres; de su meditación y estudio
surgirán diversas leyes encaminadas a separar, segregar al pue-
blo escogido de las gentes del país y obligarle a un comporta-
miento escrupuloso de las leyes de la teocracia. Quienes se ne-
gaban a acatarlas eran separados de la comunidad. Israel se
agrupa en torno a un solo Dios, a un único templo servido
por sacerdotes y levitas. En las sinagogas empezó a leerse la
Ley y los Profetas, con lo que se recuerda constantemente al
pueblo sus deberes religiosos. Un cuerpo de escribas se entrega
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1 RB 63 (1956) 423-427.
2 G. Cardascia, Les Archives de Murashu (París 1951).
Esdras.
Empieza el libro por señalar la fecha del decreto real que abría a
los judíos la esperanza de volver a su patria. Su autor pone de
relieve que este edicto se publicó “para que se cumpliese la pa-
labra de Yahvé por boca de Jeremías profeta,” e indica en líneas
generales su contenido.
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Profecía de Jeremías.
Desde el año 605 había anunciado Jeremías: “Que (Dios)
hacía desaparecer de Israel los cantos de alegría, las voces de
gozo, el canto del esposo y el canto de la esposa, el ruido de la
muela y el resplandor de las antorchas. Toda esta tierra será de-
sierto y desolación y servirán entre los pueblos setenta años”
(25:10-11). Al cabo de los mismos pedirá Dios cuentas al rey de
Babilonia. Entonces, al cumplirse el plazo señalado, “yo os visi-
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Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
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El Decreto de Ciro.
Refiere Flavio Josefo 4 que los judíos mostraron a Ciro el
texto de la profecía de Isaías en la cual aparecía su nombre,
quedando él tan impresionado que promulgó inmediatamen-
te el decreto de libertad. Sea lo que fuere de esta noticia, el
proceder de Ciro para con los judíos concuerda perfectamente
con sus métodos de gobierno. El edicto real, más que obra de
Ciro, debe considerarse como una prueba de que Dios mueve,
“despierta” y “excita” el corazón de los reyes de manera que
hagan siempre su voluntad (1 Crón 5:26; 2 Crón 21:16; 36:22;
Jer 55:11). El decreto se formuló de viva voz y por escrito.
Disponían los persas de un servicio de correo bien orga-
nizado a base de cursores (aggaroi), que corrían velozmente a
pie o montados en ágiles corceles todo el imperio, proclamando
las órdenes reales o también entregando a los funcionarios
públicos y a los particulares cartas, paquetes, etc. Según se des-
prende de 6:2-5, una copia del decreto fue depositada en los ar-
chivos reales de Ecbatana. Por una hipérbole muy propia de los
orientales, se dice que el decreto fue pregonado “por todo su re-
ino,” cuando, en realidad, se dirigía únicamente a las autorida-
des y poblaciones del antiguo reino de Babilonia, en donde radi-
caban las colonias judías.
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1 RB 63 (1956) 423-427-
2 G. Cardascia, Les Archives de Murashu (París 1951).
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Lista de Repatriados.
En el elenco de los que regresaron del exilio se observa
un orden riguroso. Se mencionan en primer término los laicos
(2:2-35), siguen los sacerdotes (v.36-39), los levitas (v.4o), can-
tores (v.41-42), porteros (v.42), netineos (v.43-54), hijos de los
siervos de Salomón (v.55-58), los de origen israelita dudoso
(v.59-63), suma total (v.64-67).
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36
Sacerdotes: Hijos de Jedaya, de la casa de Jesúa,
novecientos setenta y tres. 37 Hijos de Immer, mil cin-
cuenta y dos. 38 jos de Pasjur, mil doscientos cuarenta
y siete. 39 Hijos de Jarim” mil diecisiete.
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ron en desuso; sin embargo, del texto cabe inferir que existía la
esperanza de que entrarían de nuevo en acción una vez re-
construido el templo. Según el Talmud (Yoma 21:2), faltaron
cinco cosas al nuevo templo: el arca de la alianza, el fuego ce-
lestial, los urim y tummim, la shekinah o presencia divina y el
aceite santo.
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Los Samaritanos.
Llámanse así los descendientes de la mezcla o fusíon de
los indígenas de Samaría con los colonos procedentes de Babi-
lonia, de Cuta, de Ava, de Jamat y de Sefarvaím que mandó el
rey asirio para que se estableciesen en las tierras de Samaría en
lugar de los hijos de Israel (2 Re 17:24-41). Más tarde, Asaradón
y Asnapar (¿Asurbanipal?) mandaron nuevos colonos (Esd 4:2-
10). Con el emplazamiento de estos extranjeros en tierras de Ca-
naán cayó el país en un caos religioso. Los mismos israelitas,
adoradores de Yahvé, dejáronse seducir por los dioses de los
advenedizos, de tal manera que, sin abandonar sus creencias
yahvistas, servían simultáneamente a sus dioses (2 Re 17:33-
41). Junto a esta híbrida niezcolanza de razas, escribe Ricciotti,
sobrevino un hecho muy lógico según la antigua mentalidad
oriental. Partiendo del principio de que cada región tenía su dios
local, como si fuera el numen loci, los pueblos extranjeros y
alienígenas acabaron por venerar al Dios de Samaría, Yahvé.
A este fin se les envió un sacerdote que había sido deportado
para que les enseñara el culto del Dios de la region (2 Re
17:27). Los samaritanos habían adquirido ciertos privilegios en
la región a costa de los israelitas deportados a Babilonia. Al vol-
ver éstos y reivindicar el derecho sobre sus casas, sus campos,
sus haciendas, e intentar reedificar el templo como punto agluti-
nante de su nueva personalidad, hirieron la susceptibilidad de
los samaritanos.
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6
En el reinado de Asuero, al comienzo de él, escribie-
ron una acusación contra los moradores de Judá y de
Jerusalén.
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Durante los ocho días que duraba la pascua, el reposo era obli-
gatorio los días primero y último, y se comía el pan ácimo (Ex
12:15-2). La ceremonia principal consistía en la inmolación del
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sus dos hijos Eleazar e Itamar, más del primero que del segundo
(1 Crón 24:3-6). Es de notar que el texto original no contiene
ningún verbo hasta el v.6; tanta es la atención y admiración del
autor por su personaje, que incluso olvida las reglas de la gramá-
tica, llevado por el afán de poner de relieve la ascendencia sa-
cerdotal de Esdras. En el v.1 se habla de que la llegada de Es-
dras fue “reinando Artajerjes.” Ahora bien, como diremos más
tarde, tres son los monarcas persas con este nombre: Artajerjes I
Longímano (464-424), Artajerjes II Mnemone (405-358), Arta-
jerjes III Oco (358-337). Desde el año 515 (6:19) hasta el sépti-
mo de Artajerjes (458) existe un espacio de cincuenta y ocho
años.
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siguiente: Esd c.1-6; Neh 1-7 y 10-13; Esd 7-10 y Neh 8-9. En el
supuesto de que la misión de Esdras precedió a la de Nehemías,
¿cómo se explica que este último silencie completamente la obra
del sacerdote escriba? Además, al llegar Esdras a Jerusalén,
halló que la ciudad había sido reconstruida, lo que supone la ac-
ción anterior de Nehemías. Por estas y otras razones considera
Van Hoonacker que la llegada de Esdras es posterior a la de Ne-
hemías.
El autor del libro, dicen, ha sacrificado el orden cronoló-
gico de los hechos al respeto que sentía por Esdras sacerdote,
que ostentaba una dignidad superior a la del laico Nehemías.
Una y otra hipótesis presentan soluciones aceptables y dificulta-
des.
Con Esdras llegaron sacerdotes, levitas, cantores, porte-
ros y netineos (2:36-63). Esta noticia está relacionada con lo di-
cho en el capítulo anterior acerca de la dedicación del templo.
La caravana partió de Babilonia el día primero del mes de Nisán
(marzo-abril) y, tras un viaje de ciento ocho días, llegó a Jeru-
salén el primero del mes de Ab (julio-agosto). El día primero del
primer mes los expedicionarios concentráronse en las orillas del
río Ahavá (8:15; 21; 31). Allí esperó Esdras la concentración de
nuevos levitas (8:15-20). Túvose un día de oración y ayuno
(8:21-23), partiendo definitivamente hacia el día 12 del primer
mes (8:31). Dios protegió a la caravana de enemigos y bandole-
ros, llegando felizmente a su destino (8:31).
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Carta de Artajerjes.
Encabezamiento (7:11-12).
11
He aquí la copia de la carta entregada por el rey
Artajerjes a Esdras, sacerdote y escriba, versado en
los mandamientos y las leyes de Yahvé a Israel: “Ar-
tajerjes, rey de reyes, a Esdras, sacerdote y escriba,
versado en la ley del Dios de los cielos, etc.,”
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11
de los hijos de Bebaí, Zacarías, hijo de Bebaí, y con
él veintiocho varones. 12 de los hijos de Azgad, Jo-
janán, hijo de Acatan, y con él ciento diez varones; 13
de los hijos de Adonicam, los últimos; he aquí los
nombres: Elifelet, Jeuel, Semeyas, y con ellos sesenta
varones; 14 de los hijos de Bigvaí, Utaí y Zabub, y con
ellos sesenta varones.
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blo de Yahvé. Si los escogidos, el resto (Is 11:11; 28:5; Jer 31:7;
50:20); si los que han sido salvados (peleta; 9:8; 13-15) delin-
quen, no quejará ni resto ni escape. Al término de la oración po-
ne Esdras de relieve la justicia de Dios, que equivale a su volun-
tad salvífica y que le inclina a la misericordia, como demostró al
reservarse el resto “En la salvación de unos pocos pueden consi-
derarse dos aspectos misericordioso, en cuanto que éstos fueron
realmente salvados justiciero, en cuanto que sólo éstos se salva-
ron, mientras que todos los otros perecieron” (Fernández). No
quiere Dios que Israel, a pesar de sus graves pecados, desapa-
rezca de la faz de la tierra. Pero exige que el pueblo pecador se
arrepienta y confiese sus pecados, abandonando las sendas del
mal para andar por los caminos que señalan los mandamientos
de Yahvé. Esdras se incluye entre los pecadores por formar parte
del pueblo judío, aunque individualmente llevara una vida per-
fecta.
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11; 22-23, era hijo del sumo sacerdote Joyada y nieto de Elíasib,
que ejerció el pontificado en Jerusalén el año 410, como consta
del testimonio de un papiro de Elefantina 1. Fernández anota que
Esdras fuese a la cámara de Jojanán y que allí no comió pan ni
bebió agua. “Si en dicho aposento se hallaba el mismo Jojanán,
y Esdras fue allá para tratar con él del asunto de los matrimo-
nios, ¿es posible que el autor sagrado, ni entonces ni después,
dijera una palabra del sumo sacerdote? Cierto, tal proceder no
deja de ser extraño. Tal dificultad se desvanece por completo si
Jojanán indica no la presencia del sumo pontífice, sino única-
mente el aposento que de él había tomado el nombre” (211). “El
aposento mencionado en Esdr 10:6 era conocido con el nombre
de Jojanán, hijo de Elíasib, y por este nombre lo designa el au-
tor, que escribía bastante tiempo después de Esdras” (ibid., 209).
Los partidarios del orden Nehemías-Esdras identifican a
este Jpjanán con el sumo sacerdote, hijo de Joyada. Según Neh
3:1, en tiempo de la primera misión de Nehemías (año 445 a.C.)
era sumo ;acerdote Elíasib. A él sucedió Joyada, que ejerció el
cargo del año 432 hasta 415. De este año empiezan las funciones
de Jojanán como sumo sacerdote. Los partidarios de esta tesis
hacen coincidir la actividad de Jojanán con la de Esdras, que
ellos suponen empezó el año 398, el séptimo de Artajerjes II.
Aprovechando el entusiasmo del momento, convocó Es-
dras una asamblea general para plantear el problema de los ma-
trimonios mixtos. El poder de que gozaba y su reconocido celo
sacerdotal eran garantía del éxito de la convocatoria. A los rea-
cios se les confiscaban los bienes en favor del templo (Lev
27:28; Núm 18:14; Ez 44:29) y se les borraba de la comunidad
de Israel, con todas sus consecuencias (Ex 12:15; Jn 9:22; 12:42;
16:2). Siendo muy reducida el área geográfica de la nueva co-
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Nehemías.
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5:1; 8:20; Deut 32:15; Jer 3:19; 31:20); los israelitas son siervos
suyos, que redimió con gran poder y mano fuerte (Deut 9:29).
Al final del v.11 alude Nehemías al rey Artajerjes con las
palabras “este hombre.” Ruega a Dios que cambie el corazón del
rey en el sentido de que se le conceda autorización para levantar
los muros de Jerusalén, revocando la orden contraria dada ante-
riormente (Esd 4:23).
Se preguntan muchos intérpretes: ¿Es auténtica esta ora-
ción de Nehemías? Todos confiesan que su forma es estereoti-
pada; que tiene muchas semejanzas con otras muchas (Esd 9:6-
15; Neh 9:6-37; Dan 94:-19; Est 13:8-17; 14:3-19; Ecl 36.1-6);
que presenta un colorido deuteronómico muy marcado (Deut
7:9-21; 9:29; 30:1-4)· Por lo mismo, piensan muchos que fue
compuesta por el autor del libro. La verdad parece estar en un
término medio. No cabe suponer que el cronista reprodujera tex-
tualmente una oración que Nehemías hizo en determinada oca-
sión; se limita a transcribir las ideas maestras de la misma.
Nehemías era copero del rey, cargo honorífico en la cor-
te persa 2; los funcionarios reales solían ser eunucos (Est 1:10;
Jdt 12:11)· ¿Lo era Nehemías? Se discute; para los judíos ser
eunuco era una deshonra, salvo excepción (Deut 23:2; Sal 127;
en contra Is 56:3-5).
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el lugar donde Flavio Josefo (Ant. lud. c.8:7-3) coloca los jardi-
nes de Salomón (Ag 1:8), o en los montes de Juda (1 Crón
27:28). Supone Abel que pardes designaba los bosques del
Líbano, de los cuales el rey se reservaba la explotación (Schnei-
der). Pedía Nehemías maderas para las puertas de la ciudadela,
construida acaso en el lugar que ocuparon más tarde las fortale-
zas de Baris y Antonia; para las murallas de la ciudad y para su
propia casa. La ciudadela era un edificio cuya finalidad era pro-
teger el templo contra las gentes del país.
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Elíasib (Esd 2:2; Neh 12:10), con sus hermanos los sacerdotes,
construyó la puerta de las Ovejas; su ejemplo arrastró a otros,
hasta el punto de que la obra se terminó en cincuenta y dos días
(Neh 6:15). Además, la decisión de Elíasib era tanto más merito-
ria cuanto que mantuvo relaciones con los samaritanos (Neh 13-
4)· la puerta de las Ovejas, o Probática, estaba en el sector norte,
cerca del ángulo nordeste (3:32; 12:39; Jn 5:2), recibiendo este
nombre por entrar por ella el ganado destinado a los sacrificios.
Dice texto que “la consagraron” (qiddeshuhu), lo que se dice
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Fue Dios el que desbarató los planes del enemigo. Pero, si bien
éste había desistido por el momento, convenía tomar precaucio-
nes. De ahí que, al mismo tiempo que mandó continuar la obra,
estableció una vigilancia permanente. Parte de sus servidores
(jóvenes, dice el texto original), que formaban su escolta perso-
nal (5:10; 13; 19), trabajaban, y otra parte empuñaba las armas
para proteger a sus hermanos. El autor señala en bloque el ar-
mamento de que disponía la guardia de Nehemías. Dice el texto
que los jefes estaban detrás cuidando de que todo estuviera en
orden. Michaéli suprime el término jefes (sarim), que considera
como glosa, y traduce: “Detrás toda la casa de Judá.” Según esta
versión, todo Judá apoyaba estas medidas tomadas por Nehem-
ías. No se explica fácilmente cómo alhamíes y transportistas pu-
dieran manejar simultáneamente las herramientas de trabajo y
las armas. Entiéndese el texto en el sentido que los albañiles,
que necesitaban ambas manos para trabajar, llevaban una espada
ceñida a los lomos; los que acarreaban materiales, que tenían
una mano libre, utilizaban la otra para llevar jabalinas y otras
armas. Sin embargo, el texto más bien debe entenderse en el
sentido de que todos tenían a mano armas para repeler el ataque
en caso de que los enemigos les acometieran.
El encargado de dar la señal de alarma con la trompeta
estaba constantemente al lado de Nehemías. Las obras prosegu-
ían a lo largo de toda la muralla, de manera que entre unos y
otros mediaba gran distancia. La única manera de retransmitir
órdenes urgentes era el toque de trompeta. A los jefes y magis-
trados dio las órdenes de reunir a todos tan pronto como el toque
convenido llegue a sus oídos. Habrá llegado la hora del comba-
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En la brecha (4:16-17).
16
Al mismo tiempo dije también al pueblo: “Que ca-
da uno con su criado pase la noche en Jerusalén,
haciendo así de noche centinela y trabajando de día
en la obra,” 17 Ni yo, ni mis hermanos, ni mis mozos,
ni la gente de guardia que me seguía, nos desnudá-
bamos, si no era para bañarnos. Cada uno tenía su
arma en la mano derecha.
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Una vez puestas las hojas de las puertas, los porteros hiciéronse
cargo de las mismas. A primera vista choca la mención de can-
tores y levitas cabe a la de los porteros. Muchos autores (Batten,
Bertho-Let, Rehm, Gelin, Michaeli, etc.) los eliminan del texto,
y explican su presencia en él por tratarse de una lista de nombres
casi mecánica y de una lamentable confusión entre los porteros
del templo y los de la ciudad. Un amanuense, acostumbrado a
leer las tres palabras juntas (Esd 2:70; 7:7; Neh 7:72; 10:29;
13:5) las repitió mecánicamente aquí. Los pocos exegetas que
siguen el texto aducen las circunstancias extraordinarias por las
que atravesaba la ciudad, en régimen de excepción. En tiempos
normales eran solamente los porteros los que vigilaban las puer-
tas; pero en un ambiente de hostilidad, interna y externa, “no es
de maravillar que Nehemías tomara medidas extraordinarias y,
no juzgando suficiente el número de los porteros, echara mano
de otros que tenían una posición oficial y de cuya probada fide-
lidad podía fiarse” (Fernández).
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34
Hijos de la otra Elam, mil doscientos cincuenta y
cuatro. 35Hijos de Jarim, trescientos veinte. 36Varones
de Jericó, trescientos cuarenta y cinco. 37Varones de
Lod, de Jadid y Ono, setecientos veintiuno. 38 Hijos de
Senaa, tres mil novecientos treinta. 39 Sacerdotes:
Hijos de Idayas, de la casa de Josué, novecientos se-
tenta y tres. 40 Hijos de Immer, mil cincuenta y dos. 41
Hijos de Pasjur, mil doscientos cuarenta y siete. 42
Hijos de Jarim, mil diecisiete. 43 Levitas: Hijos de
Jesúa, de Cadmiel, de Baní, de Ode vías, setenta y
cuatro. 44 Cantores: Hijos de Asaf, ciento cuarenta y
ocho. 45 Porteros: Hijos de Salum, hijos de Ater, hijos
de Taiman, hijos de Acub, hijos de Jatita, hijos de
Sobai, ciento treinta y ocho. 46 Netineos: Hijos de Sija,
hijos de Jasufa, hijos de Tabaot, 47 hijos de Queros,
hijos de Sia, hijos de Padón, 48 hijos de Lebana, hijos
de Jegaba, hijos de Acub, hijos de Jabag, hijos de
Salmeí, 49 hijos de Janón, hijos de Guedel, hijos de
Gajar; 50 hijos de Rehaya, hijos de Rasín, hijos de
Necada, 51 hijos de Gasam, hijos de Uza, hijos de Fa-
sea, 52 hijos de Besaí, hijos de Asna, hijos de Mehu-
nim, hijos de Nefisim, 53 hijos de Bacbuc, hijos de Ja-
cufa, hijos de Jar-jur, 54 hijos de Basut, hijos de Me-
jidas, hijos de Jarsa, 55hijos de Barcos, hijos de Sise-
ra, hijos de Temaj, 56 hijos de Nesiaj, hijos de Jatifa.
57
Hijos de los siervos de Salomón: hijos de Sotai,
hijos de Hasoforet, hijos de Perida, 58 hijos de Jaala,
hijos de Darcón, hijos de Guidel, 39hijos de Sefatías,
hijos de Jatil, hijos de Poqueret-Asebasim, hijos de
Amón. 60Todos los netineos e hijos de los siervos de
Salomón, trescientos noventa y dos. 61 Estos son los
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apartó en este punto de las memorias y las sustituyó por una na-
rración propia, fundada en dichas memorias y otros documentos.
Estos son los argumentos que esgrimen los partidarios
del orden actual. Para éstos, el séptimo mes tiene relación con el
mandato de Nehemías. Las murallas se acabaron el 25 del mes
Elul; la asamblea se reunió al mes siguiente del año 445. En
contra no puede aducirse el hecho de haberse celebrado entre las
dos fechas otra asamblea (7:5), porque ésta congregó únicamen-
te a los grandes y magistrados.
La asamblea se congregó en la puerta de las Aguas
(3:26), al nordeste del Ofel, lugar donde Esdras reunió al pueblo
(10:9), y que llama plaza del templo. En ella tomaron parte
hombres y mujeres, todos los que “escuchando podían compren-
der” (texto hebreo). Esdras aparece aquí por vez primera en el
libro de Nehemías, dándosele los títulos de escriba (Esdr 7:6) y
sacerdote (Esdr 7:5-11). El tercer libro de Esdras le llama “sumo
sacerdote” (9:39; 40-49)· Por el título se relaciona con aquellos
doctores cuya misión consistía en interpretar auténticamente la
Ley y asegurar su fiel transmisión a la posteridad. Pelaia, que
admite el orden Nehemías-Esdras, y para el cual la misión de
este último tuvo lugar el año 398, reinando Artajerjes II Mne-
mone (405-358), escribe que Esdras, siendo joven (unos treinta
años), asistió a la asamblea convocada por Nehemías (444 a.C.)
por invitación de éste. Aunque joven, era apreciado universal-
mente por el conocimiento profundo que tenía de la Ley. Por lo
mismo le llamó Nehemías para que le asesorara en unos mo-
mentos en que tenía necesidad de un sacerdote que completara,
con la reconstrucción moral y religiosa, los trabajos materiales
que había llevado a cabo. Accediendo a la invitación de Nehem-
ías, sigue diciendo Pelaia, abandonó Esdras Babilonia para cola-
borar con el. Terminada su misión, regresó de nuevo a Babilo-
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En el v.9 dícese que Joel era prefecto. ¿De quiénes? De los ben-
jaminitas, según unos; de todos los habitantes de la ciudad,
según otros autores. Ningún jefe de los de Judá se menciona en
el texto.
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15
Levitas: Semeyas, hijo de Jasub, hijo de Azricam,
hijo de Jasabías, hijo de Buiíí; 16 Sabtaí y Jozabad, de
los príncipes entre los levitas, sobrestantes de la obra
exterior de la casa de Dios; 17 Matamas, hijo de Mica,
hijo de Zabdí, hijo de Asaf el primero, el que dirigía
las alabanzas y la acción de gracias al tiempo de la
oración; Bacbuquías, el segundo de entre sus herma-
nos; y Abda, hijo de Samúa, hijo de Galaad, hijo de
Jedutún. 18 Todos los levitas en la ciudad santa fueron
doscientos ochenta y cuatro. 19 Porteros: Acub, Tai-
man y sus hermanos, guardas de las puertas, ciento
setenta y dos. 20 El resto de Israel, de los sacerdotes y
de los levitas, en todas las ciudades de Judá, cada uno
en su heredad.
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diga (Núm 22:5-11; Deut 2:9). Todo el que no tenía pura sangre
judía era excluido de la comunidad judaica.
1354
Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
culpable fue hijo Joyada, que fue sumo sacerdote desde 432 has-
ta 415. El local cedido a Tobías quizá le servía de sucursal de la
banca, cuya central radicaba en Amón, y como punto clave des-
de donde influía económicamente sobre Israel. El local fue puri-
ficado por haber sido destinado a usos profanos.
1355
Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
14
Acuérdate de mí, ¡oh Dios! por todo esto, y no olvi-
des el bien que hice a la casa de mi Dios y en orden a
la observancia. 15 Por aquellos días vi en Judá que al-
gunos pisaban en sus lagares el sábado y acarreaban
haces, cargaban asnos con vino, con uvas, con higos y
toda suerte de cargas, y los traían a Jerusalén en día
de sábado. Los advertí acerca del día en que vendían
sus mercancías. 16 Había también tirios que traían el
pescado y toda clase de mercancías, vendiéndolas a
los hijos de Judá en Jerusalén el día del sábado. 17
Reprendí a los magistrados de Judá y les dije: “¿Qué
es esto tan malo que hacéis, profanando así el día de
sábado? 18 ¿No es eso lo que hicieron vuestros padres,
y por eso trajo nuestro Dios sobre nosotros y sobre
esta ciudad tantos males? ¿Y vosotros acumuláis ira
contra Israel profanando el sábado?”
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Conclusión (13:30-31).
30
Por eso los limpié de todo lo extranjero y puse a sa-
cerdotes y levitas por clases, cada uno a su obra, 31 y
para la ofrenda de la leña en los tiempos señalados y
para las primicias. ¡Acuérdate de mí, Dios mío, para
bien!
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Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
Τοbit.
Introducción.
Texto original.
No se admite ya que el libro fuera originariamente escri-
to en griego. Su autor utilizó una de las dos lenguas, hebraica o
aramaica. Los muchos semitismos que esmaltan el libro, tienden
a probarlo hasta la saciedad. El texto hebreo no fue conocido por
Orígenes l ni por San Jerónimo 2, pero se hallaron tres fragmen-
tos de él en la gruta cuarta de Qumrán, dos en arameo y uno en
hebreo 3. Estos hallazgos no resuelven definitivamente la cues-
tión de si la lengua original del libro fue la aramaica o la hebrea.
Traducciones griegas.
Se presentan bajo tres formas:
1) Representada por los códices Β y A. Los dos reprodu-
cen el mismo tipo de texto, pero el último es una revisión del
primero. Este texto es llamado también vulgar, y se encuentra en
todos los manuscritos de la misma familia. Se caracteriza por su
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Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
Vulgata.
A instancia de Cromacio de Aquileya y de Heliodoro de
Altino tradujo San Jerónimo, en una noche, el libro de Tobit,
que le dictaba en hebreo un rabino que tenía ante su vista un tex-
1361
Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
Textos semíticos.
Se perdió el original aramaico traducido por San Jeróni-
mo, conservándose, en cambio, otros más recientes, entre los
cuales citamos el ArN, descubierto y publicado por Neubauer5,
que se cita en el comentario con las siglas ArN. Es un texto más
amplio que el de B; carece de los capítulos 13-14; en los prime-
ros, al igual que la Vulgata, usa la tercera persona en vez de la
primera. Afín a éste cabe mencionar el texto de Münster=HM,
publicado por Sebastián Münster (Basilea 1542). Tampoco tiene
los dos últimos capítulos. Otros textos hebraicos, el de P. Fagius
y M. Gaster (traducciones de un ejemplar griego), no tienen gran
importancia. Cabe mencionar, en cambio, la versión siríaca pu-
blicada por LAGARDE 6, notable en la primera parte del libro.
Autor.
No existe una tradición judío-cristiana acerca del autor
del libro, ni en el texto se encuentran indicios suficientes para
individualizarlo. Se hace hincapié en las secciones del libro en
que se usa la primera persona en la narración (1:1-6), y en el tes-
timonio de 12:20, para decir que Tobit y su hijo escribieron su
historia. Pero a ello cabe responder que se ignora cuál fue la
forma literaria original de los primeros capítulos de la obra, y en
segundo lugar, que no manda el ángel a padre e hijo que escri-
ban toda la historia, sino que divulguen lo que él ha hecho con
ellos. La forma actual del libro se debe a un judío que vivió des-
pués de la cautividad.
1362
Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
Fecha de composición.
El autor escribe después de la cautividad. Considera co-
mo un o antiguo la destrucción de Nínive (14:6-16); los capítu-
los 13-14 Suponen la destrucción de Judá, de Jerusalén y de su
templo. A estas razones cabe añadir su parecido con la literatura
sapiencial: estilo didáctico y parenético, fórmulas de oración y
terminólos que aparecen en los libros de la Sabiduría y Eclesiás-
tico. La do * trina sobre la retribución revela un avance sobre la
retribución puramente material. Por otra parte, su composición
no puede rebajarse hasta el último período de los Macabeos, por
no aparecer en sus páginas ninguna de las preocupaciones políti-
co-religiosas de entonces, ya internas, ya externas. Pudo escribir
el libro un judío de la diáspora, quizá de Egipto, hacia los siglos
IV-III o un poco más tarde. Caldos admite que los últimos reto-
ques se hicieron en el siglo II antes de Cristo; según Schumpp,
fue compuesto el libro entre los siglos III-II; antes del siglo II,
dice Clamer; antes de la rebelión macabaica, añade Lods.
1363
Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
La “Leyenda de Ahikar.”
Se ha relacionado el libro con diversas piezas literarias
de la antigüedad: La esposa desgraciada 10, El muerto agrade-
cido 11, El justo que sufre 12; pero, sobre todo, tiene el libro ana-
logías con la Leyenda de Ahikar.
La Leyenda de Ahikar es muy antigua; un fragmento ha
sido encontrado entre los papiros árameos de Elefantina, siglo ν
antes de Cristo. Bajo diversas formas, se ha conservado en siría-
co, armenio, árabe (adaptación en Las mil y una noches) y en
griego (en la Vida de Esopo). Los autores se dividieron desde el
principio en dos bandos: los que negaban a la leyenda todo fun-
damento histórico y los que lo defendían. La no historicidad de
la leyenda no prueba la no historicidad de Tobit, y viceversa. La
1364
Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
Doctrina religiosa.
Como hemos dicho, el libro tiene una finalidad preferen-
temente didáctica. En el libro se contienen doctrinas preciosas
acerca de Dios, de los ángeles y demonología. Enseña además
cómo debe vivir el justo para agradar a Dios.
El fin religioso primario del libro es poner de manifiesto
la providencia de Dios para los que le sirven. Pueden los justos
experimentar temporalmente grandes calamidades, psíquicas y
materiales; pero Dios les devolverá, tarde o temprano, el bienes-
tar, ya que las desgracias son solamente pruebas que les manda
Dios para acrisolar su virtud. La providencia de Dios se mani-
fiesta sobre Tobit, el varón que “caminó por las sendas de la
verdad y de la justicia todos los días de su vida” (1:3), sobre su
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Canonicidad.
Falta el libro en el canon judío de Palestina. Las dudas
existentes en el judaismo contra la inspiración del mismo deter-
minaron el poco respeto de los traductores por el texto original,
de donde se ha originado gran variedad en la tradición textual.
San Jerónimo, influido por ambientes rabínicos, lo consideró
como un libro edificante (PL 29:23-24). En la literatura patrísti-
ca se encuentran infinidad de citas y alusiones al libro de Tobit
(Priero, Clamer).
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22
Ahikar me alcanzó el perdón y pude volver a Níni-
ve. Era Ahikar, mi sobrino, copero, guardasellos,
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El demonio asmodeo.
En el v.8 se atribuye la muerte de los varios maridos de
Sara a la acción del demonio Asmodeo. Únicamente en este lu-
gar y en 3:17 se especifica el nombre de este ser diabólico que
concurrió, involuntariamente, a la realización de los designios
de Dios. En las diversas redaciones este demonio es llamado “el
perveso”; “el rey de los demonios”; (HM), “demonio de la im-
pureza” (akázarton). Muchos autores creen que Asmodeo, tanto
por el como por su naturaleza y actividad, corresponde al
1385
Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
Fue tan sensible Sara a los ultrajes de las sirvientas, que quería
ahorcarse. Únicamente la reflexión sobre su condición de hija
única, y por respeto a su anciano padre, no llevó a efecto su alo-
cada idea.
11
Y oraba puesta a la ventana, y decía: “Bendito eres,
Señor Dios mío, y bendito tu nombre, santo y excelso
por los siglos. Bendígante todas tus obras para siem-
pre. 12 Y ahora, Señor, en ti pongo mis ojos y mi ros-
tro. 13 Llévame de la tierra y que no oiga ya más ul-
trajes. 14 Tú sabes, Señor, que yo estoy limpia de todo
pecado con hombre 15 y que no he manchado mi
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Continencia (4:12).
12
Guárdate, hijo, de toda fornicación, y ante todo
toma esposa del linaje de tus padres; no tomes mujer
extranjera que no sea del linaje de tu padre, que hijos
somos de profetas, Noé Abraham, Isaac y Jacob,
nuestros antiguos padres. Recuerda, hijo, que éstos
tomaron mujeres de entre sus hermanos, y fueron
bendecidos en hijos, y heredó su descendencia la tie-
rra.
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Justicia.
14
Y no te ensoberbezcas en tu corazón ni desprecies a
los hijos e hijas de tu pueblo, rehusando tomar de
ellas mujer, porque en el orgullo está la perdición y el
desorden, y en la ruindad la penuria y el hambre,
pues la madre del hambre es la ruindad. No retengas
una noche el salario de un obrero que trabajare para
ti; entrégaselo luego. Si sirvieres a Dios, El te recom-
pensará. Atiende, hijo, a todas tus obras y muéstrate
prudente en tu conversación.
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Moderación (4:15).
15
Lo que no quieras para ti no lo hagas a nadie. No
bebas vino hasta embriagarte, no vaya contigo la em-
briaguez.
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Prudencia (4:18-20).
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Dice el texto B que los dos (acompañados del perro, según Sin.
y Vet. Lat.) llegaron al atardecer a la ribera del Tigris, donde
decidieron pasar la noche. En ningún texto se lee que los dos
viajeros lo atravesaran. Tampoco se indica el punto de partida,
aunque toda la narración da a entender que ambos salieron de
Nínive ciudad o de alguna localidad vecina. No deja de extrañar
la afirmación de que, saliendo ellos de Nínive, edificada junto al
Tigris, llegaron, al cabo de una jornada de viaje, a las orillas del
mismo. La explicación más común entre los autores es suponer
que los viajeros siguieron un camino que corría a lo largo de la
orilla izquierda del río, en dirección sudeste, y que al atardecer
pernoctaron allí, antes de atravesar el Zab superior, más al este,
sobre Sulemanije, para alcanzar Ecbatana.
1400
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2
Bajó el muchacho a bañarse y salió del río un pez
que quería devorarle. 3 Pero el ángel le dijo: “ Toma-
lo.” Lo tomo el joven y lo sacó a tierra.” 4 Díjole el
ángel: “Descuartiza el pez y separa el corazón, el
hígado con la hiél, y ponlos aparte.” 5 Hizo el mucha-
cho lo que el ángel le decía, y, asando el pez, comie-
ron. Continuaron su camino y llegaron cerca de Ec-
batana.
Cansado por el largo viaje, el joven Tobías bajó al río para lavar
sus pies, “y salió del río un pez que quería devorarle.” Con el fin
de explicar convenientemente la voracidad de este pez, han in-
troducido los diversos textos algunas particularidades en la na-
rración. Unos (Vet. Lat.) dicen que se trataba de un pez de mar
(piséis maris); de “un pez grande” (megas, Sin.; magnus, Vet.
Lat.), de proporciones desmesuradas (immanis, Vulg.). Según B,
el pez quena devorar a Tobías, o morderle en el pie (poda, Sin.),
o ambas cosas (circumplexus est pedes eius et pene puerum de-
voraverat, Vet. Lat., r., g.). Según la Vulgata, el pez salió del
agua ad devorandum eum. Más modestas eran las pretensiones
del animal según Hmar, al decir que “quería comer el pan del
joven.” Según muchos, la lección original es quizá la del texto
B: “el pez quería devorar al joven Tobías,” lo que debe enten-
derse de conformidad con el carácter bastante libre de la narra-
ción (Miller, Clamer). El ángel, que esperaba esta escena,
tranquilizó inmediatamente al joven, dándole instrucciones,
sobre el modo de conducirse con el pez. Por el hecho de que
Tobías agarrara el pez y lo arrojara a la orilla, cabe deducir que
no era un piscis immanis. Según indicaciones del ángel, descuar-
tizó Tobías el pez, separó del mismo el corazón y el hígado con
la hiel, que puso cuidadosamente aparte; tiró sus entrañas, y,
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tos sobre las veces que debía repetirse este exorcismo, ni con-
vienen en señalar qué partes debían quemarse, el hígado y el co-
razón, o sólo éste 2. Quizá nuestro pasaje se refiere a cierto rito
religioso casero, consistente en quemar incienso en ciertas horas
del día. En este supuesto, el uso del corazón podría explicarse
como un concepto religioso relacionado con la oración que re-
comienda el ángel.
A los perfumes debe acompañar la oración de ambos. El
matrimonio iniciado con la bendición de Dios y santificado por
la oración dará sus frutos. Sobre ellos tuvo poder el diablo, pero
nada puede contra los que se acercan a este matrimonio con re-
cta intención. Una vez solucionadas las dificultades de Tobías
tocantes a su matrimonio con Sara, sintió gran afecto hacia ella
y se le apegó fuertemente su corazón. En esto llegaron a Ecbata-
na.
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19
Hízoles la fiesta de bodas por espacio de catorce
días, 20 pues antes ya le había instado a que no partie-
ran hasta terminar los catorce días de la boda. 21 Pa-
sados, le daría la mitad de su hacienda y le dejaría ir-
se en paz a su padre, y el resto lo recibiría cuando
muriese él y su mujer.
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A las palabras con las cuales asegura Rafael a Tobías que reco-
brará la vista su padre, que abrirá (anoixe1) los ojos para ver,
añade una breve instrucción sobre el empleo y efectos de la apli-
cación de la hiel sobre la parte enferma. “Aplica, le dice, la hiel
a sus ojos, y, al sentir el escozor, se frotará (tu padre) repetida-
mente, o de una a otra parte (diatriba), y lanzará de sí las man-
chas blancas y te verá” (texto de B). En el texto Sin. dice el
ángel: “Extiende la hiel del pez sobre sus ojos, y el remedio hará
contraer y despegar las manchas blancas (leukómata), y de esta
manera tu padre recobrará la vista y verá la luz.”
Antes del encuentro de Tobías con sus padres, señala la
Vulgata el detalle pintoresco del perro. Este detalle, que el car-
denal Newmann clasificaba entre los “obiter dicta,” y que tanto
preocupó en su tiempo a teólogos y exegetas, es considerado
hoy como un pormenor pintoresco y ornamental, muy conforme
con el estilo y finalidad del libro. Caldos cree que este fragmen-
to faltaba en el texto primitivo y que fue introducido, o bien por
San Jerónimo, consciente o inconscientemente, bajo la influen-
cia de los clásicos, especialmente de Ov. (17:301), o anterior-
mente, por algún redactor de la versión aramaica l.
1418
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9
Ana, corriendo, se arrojó al cuello de su hijo, di-
ciéndole: “¡Te veo, hijo mío! ¡Ahora ya puedo mo-
rir!” Y ambos lloraban. 10 Salió Tobit a la puerta tro-
pezó; pero el hijo corrió a él, 11 y, tomandole, de-
rramó la hiél sobre sus ojos, diciendo: “¡Animo, pa-
dre!” 12 En cuanto le escocieron los ojos, se frotó, 13 y
se desprendieron las escamas. Al ver a su hijo, se
arrojó a su cuello 14 y, llorando, dijo: “Bendito tú, ¡oh
Dios! y bendito sea tu nombre por los siglos, y bendi-
tos también todos tus santos ángeles, 15 porque des-
pués de azotarme has tenido misericordia de mí, y
veo a Tobías, mi hijo!” Entró su hijo contento, y refi-
rió a su padre todas las maravillas que le habían su-
cedido en Media.
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Una vez en casa, Tobías refirió a sus padres las maravillas que le
habían sucedido en el viaje. La presencia de Sara y de la carava-
na que iba con ella despertó la curiosidad de todos, especialmen-
te de los judíos que moraban en Nínive. Entre los concurrentes
mencionan los textos a Ahikar y Nadab. El nombre de este últi-
mo aparece con algunas variantes: Nabad (Sin.), Nadab (Sin.
14:10), Nasbas (texto B), Aman (B 14:10), falsa corrección de
Adam, que, según Ñau, es la verdadera, que tiene relación con el
Nadan de la historia de Ahikar 2. Nadab era sobrino de Tobit
(texto B); según Sin. y Vet. Lat., lo eran ambos, a saber, Ahikar
y Nadab.
A la descripción sombría que hizo el autor sagrado en la
primera parte del libro, contrapone ahora, con vivos colores, la
profusión de beneficios con que regala el Señor a Tobit como
premio de su fidelidad en el sufrimiento.
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1 plinio, Hist. Nat. 32:24; galeno, Fac, simpl. med. 10,2-13: Tableta
K. 11095, que atestigua, según Stummer, esta creencia entre los
asirios.
2 Según Doller, Die Reinheits und Speisegesetze des A. T. (Mün-
chen 1917) 74, muchos pueblos antiguos consideraban peligroso
el primer coito por temor a que el demonio entrara en la joven.
De ahí que en muchos lugares diferían los jóvenes esposos por
algunos días el uso matrimonial con el fin de despistarlo. Se em-
pleaban muchas y variadas estratagemas para engañar al demo-
nio. La costumbre de asistir nombres armados al cortejo nupcial
disparando tiros y cohetes se fundaba en la creencia de que debía
alejarse al demonio, que acechaba de una manera especial a la
novia. En la Iglesia primitiva, hasta la Edad Media, existía tam-
bién la creencia de la acción funesta del diablo, enemigo del ma-
trimonio. Para contrarrestarle se acudía a la oración, exorcismos,
agua bendita y bendición del tálamo nupcial, etc.
1 Galdos, l.c., 11.323.
2 Ñau, Histoire de la Sagesse d'Ahikar 52 not.z.
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Características Generales.
El cántico de Tobit se divide en dos partes: 1) Tobit ala-
ba a Dios por los beneficios concedidos a él y a su pueblo en el
destierro (v.1-10a); 2) perspectivas de salvación y grandeza de
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11
Jerusalén, la ciudad del Santo. Por las obras de tus
hijos te azotará, pero de nuevo se compadecerá de los
hijos de los justos. 12 Confiesa dignamente al Señor y
bendice al rey de los siglos para que de nuevo sea en
ti edificado su tabernáculo con alegría, para que ale-
gre en ti a los cautivos y muestre en ti su amor hacia
los desdichados por todas las generaciones y genera-
ciones. 13 Pueblos numerosos vendrán de lejos al
nombre del Señor, nuestro Dios, trayendo ofrendas
en sus manos, ofrendas para el Rey del cielo. Las ge-
neraciones de las generaciones exultarán en ti. 14
Malditos todos los que te aborrecen y benditos para
siempre todos los que te aman. 15 Alégrate y salta de
gozo por los hijos de los justos, que serán congrega-
dos, y al Señor de los justos bendecirán. 16 Dichosos
los que te aman; en tu paz se alegrarán. Dichosos
cuantos se entristecieron por tus azotes, pues en ti se
alegrarán contemplando toda tu gloria, y se regoci-
jarán para siempre. 17 Bendice, alma mía, a Dios, Rey
grande, porque Jerusalén con zafiros y esmeraldas
será reedificada, con piedras preciosas sus muros y
con oro puro sus torres y sus almenas. 18 Y las plazas
de Jerusalén serán pavimentadas de berilo y rubí y
piedra de Ofir, y todas sus calles dirán: ¡Aleluya,
bendito sea Dios, que te ensalzó, por todos los siglos!”
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soberbia ciudad para enseñar una vez más que Dios castiga a
sus enemigos y da su gracia a los justos. Con esta conducta se
pone de manifiesto su justicia, tanto sobre los individuos como
sobre las naciones (Is 10:5; 14:24; Nah 1:3). Dios premió aún
después de su muerte a sus fieles servidores Tobit y su hijo, co-
mo lo declara la Vulgata al terminar el libro con las palabras:
“Toda su parentela y todos sus descendientes llevaron una vida
santa y practicaron buenas obras, por lo cual fueron aceptos
tanto a Dios como a los hombres y a todos los habitantes del
país.”
Judit.
Introducción.
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Canonicidad.
Se clasifica entre los siete libros deuterocanónicos del
Antiguo Testamento. Según Orígenes 14 y San Jerónimo 15, los
judíos leían el libro. Muchos Padres de los siglos n y ni conside-
ran el libro como parte integrante de la Biblia 16. Por dudar de su
canonicidad, San Jerónimo no puso mucho esmero en su traduc-
ción o revisión de un texto aramaico. Pero el mismo santo Doc-
tor cambió de parecer (Epist. 65: PL 12:623; 25:1394) al verse
libre de los prejuicios rabínicos. Afirma San Jerónimo que el
concilio de Nicea “in numero sanctarum scripturarum computas-
se” al libro de Judit (PL 39,39) 17·
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9
y conduciré sus cautivos hasta los extremos confines
de la tierra. 10 Empezarás por ocupar todo su territo-
rio, y si no se te rinden, me los reservas para el día del
castigo. 11 Mas para los rebeldes no haya perdón; se-
an entregados a la muerte y al saqueo toda su tierra.
12
Por mi vida y por la fuerza de mi imperio, que
cuanto dije lo ejecutaré por mi mano. 13 No dejes de
cumplir ni una palabra de tu señor, antes las ejecu-
tarás exactamente según te lo ordeno y sin dilación.”
“El gran rey” es una expresión que usaban los reyes de Asiría (2
Re 18:19; Is 36:4) y de Persia (Est 13:1; 16:1). Yahvé es el úni-
co que puede ostentar el título de “rey de toda la tierra” (Miq
4:13; Zac 4:14; Sal 47:3; Jer 32:27). Los reyes de Asiría se lla-
maban a sí mismos “reyes de las cuatro regiones.” El autor sa-
grado ha puesto en boca del monarca una oratoria más ambicio-
sa con el fin de poner de relieve su soberbia, que le llevó a
arrogarse un título propio de la divinidad. Al paso de Holo-
fernes y de su ejército seguirá la visita real, que acabará por ani-
quilar a los pueblos que no se rindieron. La frase “preparar la
tierra y el agua” se halla en los documentos persas4 para signifi-
car que las naciones, en señal de sumisión, debían poner a dis-
posición del vencedor todo cuanto necesitara para el traslado y
mantenimiento de las tropas durante su permanencia en ellas. La
orden es formal: “que tu ojo no perdone a ninguno” (Deut 7:16;
Ez 20:17). En confirmación de sus palabras jura Nabucodonosor
por su vida y por su imperio (1 Re 17:12; 18:10; 2 Re 2:2-4-6; Is
49:18) que ejecutará cuanto dijo. En opinión de Scholz, sólo
Dios emplea esta fórmula de juramento (Núm 14:21-28); los
hombres juran por Dios vivo (Jue 8:19). De ello se infiere que
Nabucodonosor se atribuye un poder sobrehumano.
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1 Crón 1:8; Jer 46:9; Ez 27:10; 30:5; 38,5; Neh 3:9); Lut puede
ser, o bien Lidia (Gen 10,22), o un pueblo norteafricano (Gen
10:13;1 Grón 1:11, etc.). En Is 66:19, los dos nombres se aso-
cian a Javán, Tarsis y a “las islas lejanas, que no han oído hablar
nunca de mi nombre (Yahvé),” de lo cual se infiere que su loca-
lización debe buscarse en el extremo occidental del Asia Menor.
Sin embargo, la predilección del autor por la antigüedad hace
sospechar que al mencionar Put y Lut tuvo en la mente los tex-
tos de Gen 10:6-13-22.
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13
Secó su Dios el mar Rojo delante de ellos 14 y los en-
caminó al Sinaí y a Cadesbarne; y, arrojando a todos
los que moraban en el desierto, 15a habitaron en la tie-
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Conclusión (5:20-21).
“20 Ahora, pues, dueño y señor: ¿Hay escándalo en es-
te pueblo? Si hay en él alguna culpa o pecado contra
su Dios, entonces subamos, que los derrotaremos. 21
Pero si no hubiese en ellos iniquidad, pase de largo mi
señor, porque su Dios los protegerá y será con ellos, y
vendremos a ser objeto de oprobio ante toda la tie-
rra.”
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Por las palabras del texto se deduce que no existía un frente con-
tinuo, sino focos aislados de resistencia. De ahí que los siervos
de Holofernes penetraran en territorio israelita y se acercaran a
Betulia. Al divisarlos los hombres de la ciudad, en vez de salir a
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1 Chroru 2: PG 19:486.
2 Solino, 35:4-
3 Pliió, Hist. Natur. 13:41: Eία vocant spadones, qui apud eos etiam
regnaverg.
4 Ηerόdοtο,6:48-49·
1 T. Chary, Les prophétes et le cuite a partir de l'exil (París 1955)
200-201,
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mujer de carne y hueso? Era una viuda ideal, tal como la conci-
biera más tarde San Pablo (1 Tim 5:5). En Betulia era la única
persona que confiaba ciegamente en Dios. Su mismo nombre es
revelador: Judit, Yehudith, femenino de Yehudi, significa la jud-
ía, nombre que llevó una mujer de Esaú, de origen jeteo (Gen
26:34). Las dudas acerca de la existencia real de la heroína se
fundan en el nombre que lleva, Yehudith, y en su propio testi-
monio. En efecto, el término Yehudith puede ser gentilicio y
simbolizar la nación judía en su ideal de vida religiosa. En el
cántico que siguió a la victoria, Judit misma se identifica con el
pueblo judío (15:4-6). No existen razones poderosas para dudar
de la existencia real de Judit, pero tampoco se dan argumentos
ciertos que obliguen a admitirla. Lo primero que debe hacerse
para resolver esta cuestión es examinar el género literario em-
pleado por el autor en este libro. El carácter inspirado del mismo
es indiferente a esta cuestión 1.
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No dice que se purificara esta noche Judit en las aguas del to-
rrente ni que se acercara a ellas. En 11:17 y 12-6 alega Judit que
debía salir a “orar a mi Dios”; en 12:7 se dice que salía cada no-
che “para bañarse en el agua de la fuente.” La alegría que produ-
jo su llegada a Betulia fue indescriptible. A pesar de la hora in-
tempestiva, todos, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, grandes
y pequeños, corrieron a las puertas de la ciudad. La presencia de
los ancianos era necesaria tanto para dar la orden de abrir las
puertas como para ser testigos del triunfo de Judit. En contra de
lo que dice el texto, debían todos esperar la vuelta de Judit, tanto
más cuanto que expiraban las horas concedidas para entregar la
ciudad.
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La Liberación (14:I-16-25).
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sus cabellos bajo el turbante (Is 3:2), se adorna con toda suerte
de collares y brazaletes y calza las sandalias que debían arreba-
tar los ojos del impúdico asirio (Cant 7:2). Todos estos sober-
bios atavíos no tenían más finalidad que servir de armas para
acabar con la vida de Holofernes, No podía concebirse mayor
humillación que perecer en manos de una mujer viuda.
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Ester.
Nombre y Texto.
El libro de Ester ha ido errante de un lugar a otro en el
catálogo de libros sagrados, dándosele a veces un carácter poéti-
co, otras considerándolo como profetico y no pocas colocándolo
al final de la lista de los libros históricos. En el canon judío ocu-
pa un lugar entre los libros de la tercera colección (Ketubim),
asignándosele el quinto puesto en la subdivisión conocida con el
nombre de megilloth = rollos. En un tiempo gozó el libro de tan-
ta estima entre los judíos, que se le llamaba la megillah por ex-
celencia. Corrientemente es conocido por megillath Ester, rollo
de Ester, que se leía en la fiesta de Purim.
Gran parte del libro se ha conservado en hebreo (1:1-
10:4), y otra en griego (10:5-16:24). Estas dos partes reciben el
nombre de proto y deuterocanónicas respectivamente.
A) Texto Hebreo. — Se ha conservado en buen estado y
en él se reflejan las modalidades propias del hebreo posterior a
la cautividad, con influencias aramaicas. A este texto se le lla-
ma también masorético. Una edición del mismo, al alcance de
todos, es la de R. Kittel, Biblia Hebraica (Stuttgart 1949).
B) Texto Griego De Las Adiciones. — Damos este nom-
bre a las secciones griegas que siguen al texto hebraico a partir
de 10:4. No es el texto una traducción de algún original hebrai-
co, como lo demuestra su estilo depurado helenista. Los pocos
semitismos con que se tropieza en la lectura provienen del alma
judía del autor, probablemente judío helenista. Este texto griego
se conserva en dos formas, una abreviada y otra amplia,
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Versiones.
A) Griegas. — La traducción griega del texto original
hebraico se ha conservado en tres formas: 1) Texto común, que
se encuentra en los códices unciales Β S A y en otros menos im-
portantes de la misma familia. Hizo esta versión Lisímaco, hijo
de Tolomeo, que moraba en Jerusalén. En tiempos de Tolomeo
y Cleopatra, cierto Dositeo, que se decía sacerdote y levita, y su
hijo Tolomeo, la introdujeron en Egipto (v.1). Se reproduce en
las principales ediciones griegas del Antiguo Testamento, tales
como Tischendorf (1850-55), Vigouroux (1902), Swete (1887-
1894), Rahlfs (Septuaginta I, Stuttgart 1935). Es el texto breve.
2) Texto amplio: Es una revisión de Luciano conservada en los
códices 19, 93, 108. La publicó O. F. Fritzche 1. 3) Un tercer
texto, del que nació la Vetus Latina, es acaso el más antiguo de
todos. Schildenberger lo llama Ea.
B) Latinas. — 1) Vetus Latina. — Es la que mejor re-
transmite el texto griego original. Cree Schildenberger, siguien-
do las huellas de D. de Bruyne, que es el testimonio más carac-
terizado del texto griego primitivo. Esta hipótesis, añade Lefévre
2
, aunque no resuelva todas las dificultades, parece, sin embargo,
la más probable.
2) Vulgata. — San Jerónimo tradujo el texto hebraico
cuidadosamente, “verbum e verbo” (Praef. in libr. ludt: PL
28:1433). Como apéndice de esta versión coloca las partes adi-
cionales, que dice haber encontrado en la edición vulgata de la
Biblia griega, reuniéndolas al final del libro y anotándolas con
un obelo (l.c.). No puso en su traducción el mismo esmero que
en la del texto hebraico.
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Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
Cuestiones textuales.
No es fácil determinar la interdependencia existente en-
tre los textos que acabamos de mencionar. ¿Cómo se explican
las diferencias existentes entre los mismos? ¿Cuál es el origen
del texto de las adiciones? El concilio de Trento decretó que el
libro era sagrado y canónico en sus partes proto y deuterocanó-
nicas. Sobre la cuestión textual se han propuesto las siguientes y
principales hipótesis:
1) En un principio existieron dos textos hebraicos: uno
corto, que corresponde al masorético actual, y otro más amplio,
que utilizó Lisímaco en su traducción griega. Las partes deutero-
canónicas no figuraban en el texto breve, pero sí en el segundo,
que, al igual que las partes proto-canónicas, fueron traducidas al
griego.
2) El texto masorético reproduce exactamente el original
hebraico primitivo. autor sagrado compuso su libro sirviéndose
de las memorias de Mardoqueo y Ester (9:20-23) y de los anales
de los reyes de Persia (2:23; 6:1). El traductor griego, que tuvo a
su disposición las mismas fuentes de consulta, quiso completar
lo que le parecía manco y dar al libro un carácter religioso más
palmario. De ahí el origen de las famosas adiciones griegas 3.
3) El texto griego de las partes proto y deutero-canónicas
es una versión del texto original hebraico o aramaico. Más tarde,
por motivos de la lectura del libro en la fiesta de Purim, se hizo
una edición abreviada, que se ajusta al actual texto masorético.
Dado que la fiesta había degenerado de su pureza primitiva,
convirtiéndose en una bacanal, por respeto al nombre de Dios se
suprimieron aquellas partes del libro de carácter religioso más
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Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
Partes deuterocanónicas.
Hemos dicho que San Jerónimo las puso como apéndice
de su traducción del original hebraico. En las ediciones moder-
nas se intercalan en el texto de la obra. Esta última costumbre ha
puesto más al descubierto que su contenido no encaja perfecta-
mente con lo que se dice en la primera parte o proto-canónica
(3:2-6 y 12:6; 2:9 y 11:3; 6:3 y 12:5; 9:20-28 y 16:22). En las
partes proto-canónicas no se menciona a Dios; en las otras, sí.
A pesar de las aparentes contradicciones, no hay incon-
veniente mayor en intercalar en el texto las partes que San Jeró-
nimo reunió al final. Sus autores no tuvieron la intención de es-
cribir una historia objetiva en todos sus pormenores, sino más
bien componer, a base de una amplia libertad, un relato cuya
finalidad primaria era didáctica. De las partes deutero-canónicas
decía San Jerónimo que eran improvisaciones del autor, al igual
que se hace en un ejercicio escolar, con el fin de manifestar los
sentimientos del que sufre una injusticia o del que la infiere a
otro (PL 28:1433). Con estas adiciones se facilitaba la lectura
del libro en los ambientes helenistas; se humanizaba la obra con
la supresión de pasajes demasiado hostiles a los paganos (9:5-
19) y se daba al conjunto un carácter más religioso. El autor que
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Canonicidad.
La Mishna y el Talmud de Jerusalén dan instrucciones
para la lectura de Judit en la fiesta de Purim. El libro y la men-
cionada solemnidad eran conocidos antes de los tiempos neotes-
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Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
Contenido doctrinal.
En conjunto, la obra quiere hacer ver que los judíos pre-
valecen siempre y en todas partes de sus enemigos. Otra de las
finalidades es explicar los orígenes de la fiesta de Purim, que
debe ser un día de alegría y acción de gracias por haberles sal-
vado Dios del exterminio. La doctrina de la providencia divina
para con su pueblo aparece en todo el libro. Lo que el autor no
declara, no sabemos por qué exigencias literarias o ambientales,
lo proclaman a los cuatro vientos las secciones propias del texto
griego. La doctrina de la alianza es menos visible en Ester que
en Judit, pero no está ausente del texto.
Por otra parte, hallamos en el libro pasajes que recuerdan
la imperfección de la moral antigua en comparación con la del
Evangelio (Mt 5:44). El espíritu de venganza de los judíos y la
complacencia de la joven reina en la matanza de los enemigos
de su pueblo no reza con la doctrina del amor a los enemigos y
el perdón de los que nos persiguen y calumnian. Pero estas y
otras circunstancias han sido introducidas en el texto por el autor
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La fiesta de Purim.
Flavio Josefo 8 habla de la fiesta que se celebraba duran-
te los días 14 y 15 de Adar (febrero-marzo) para conmemorar la
salvación de sus hermanos de Persia en tiempos de Mardoqueo.
El 2 Mac 15:37 conmemora la fiesta de Nicanor, que se celebra-
ba el día 13 de Adar, “un día antes del día de Mardoqueo.” El
ceremonial de la festividad es indicado en el tratado Megillah
del Talmud de Jerusalén. La fiesta tenía un doble aspecto, pro-
fano y religioso. Cabe a las manifestaciones ruidosas de regoci-
jo, al estilo de nuestros carnavales, vistiéndose las mujeres con
trajes de hombre y éstos con vestidos de mujeres, suculentos
banquetes y excesos en las bebidas, intercambios de presentes
entre parientes y amigos, se leía el libro de Ester. Modernamente
prevalece la opinión de que la fiesta de Purim en parte es copia
de una fiesta de primavera que se celebraba en Persia y Babilo-
nia. Hacia el mes de marzo celebraban los persas la festividad
llamada nauroz, con carácter de fiesta de primavera, durante la
cual se intercambiaban presentes y se distribuían limosnas a los
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la descripción que los profetas hacen del juicio (Is 22:5; Jer
30:5). Según interpretación del mismo Mardoqueo, los dos dra-
gones simbolizaban a él y a Aman (10:7).
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Quiso Asuero que todas las clases sociales de sus dominios to-
maran parte en los festejos organizados con motivo de su conso-
lidación en el trono persiano después de la victoria sobre Egipto.
Invitó al festín a los grandes (v.1-4), al pueblo (v.5-8) y a las
mujeres (V.9), que lo celebraron aparte, presidiéndolo la reina.
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Banquete popular.
Los habitantes de la ciudadela tomaron parte en este
banquete de siete días de duración, en un recinto contiguo al pa-
lacio real. Recostados sobre divanes (Am 6:4), con incrustacio-
nes de oro y plata, comía el pueblo de los manjares reales y
alegrábase con sendos vasos de vino. Entraba en el protocolo de
los persas la costumbre de que los invitados debían vaciar un
determinado número de copas; pero esta vez, con el fin de evitar
abusos l, había dado el rey un decreto por el cual cada uno era
libre de ingerir la cantidad de vino que le pluguiera. Esta des-
cripción de la munificencia de la corte persa concuerda con los
datos retransmitidos por Heródoto (IX 80-82) y Jenofonte 2.
El convite de la reina.
No prohibían las leyes persas la presencia de mujeres en
los banquetes públicos 3; muchas veces los invitados acudían a
los mismos acompañados de sus esposas o concubinas. Por el
libro aparece natural que la reina convocara en un salón aparte a
las mujeres de los grandes del reino. El texto hebraico dice “que
organizó el banquete la reina Vasti” (v.5:1 1:16-17). En cambio,
Heródoto (7:61; 9:108-113) no menciona otra reina y esposa de
Jerjes que Amestris, hija de O tañes.
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1 heródoto, 1:33.
2 Cyrop. VIII 8:18.
3 Heródoto, 5:18; 29:110.
4 Heródoto, 1:8-12.
5 Coniugalia praecepta 16.
1 Heródoto, 3:69.
2 Heróüoto, 3:159; Est 4:43; 5J4! 6:4; 7:9-10; 8,7; 9:13.14-25; Esdr
6,TI.
3 Heródoto, 7:100; 8:85.
1 A. Βεα, De origine vocis “pur”; Β Q (1930) 198-199.
2 Herodoto, 8:98; Jenofonte, Cyr. 8,6.17.
1 Heródoto, 3:72.77.84-
2 Heródoto, 7:61.114.
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Plegaria de Ester.
En esta larga oración podemos distinguir los siguientes
elementos: 1) exordio (v.3-4); 2) pasado y presente de Israel
(v.5-7); 3) designios de los enemigos (v.8-10); 4) peticiones:
castigar a los enemigos (v.11); salvar al pueblo (v. 13-14), ale-
gando sus buenas intenciones (v.15-18); conclusión (V.19).
Exordio (14:3-4).
3
Y oró al Señor, Dios de Israel, diciendo: “Señor mío,
tú, que eres nuestro único Rey, socórreme a mí, deso-
lada, que no tengo ayuda sino en ti, 4 porque se acerca
el peligro.
Peticiones (14:11-19).
11
No entregues, Señor, tu cetro a los que nada son, ni
se rían de nuestra caída; antes bien, haz que sus con-
sejos se vuelvan contra ellos; haz para todos escar-
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Se dice que tres días después presentóse Ester ante el rey. El día
tercero tiene un valor simbólico en la Biblia (Gen 22:4; Ex
19:16; Jos 1:11; Os 6:2). La reina avanzó majestuosa hacia el
atrio interior, desde donde se divisaba el trono, deteniéndose an-
te el departamento real. Del texto puede deducirse que Ester,
desde allí, pidió audiencia a Asuero, que se la concedió. La peti-
ción de Ester podía parecer al rey de escasa trascendencia e in-
terpretarla como un capricho de la soberana, pero, en realidad,
tenía un alcance capaz de cambiar totalmente la escena. Así lo
comprendió la sagacidad del rey, como aparece por 5:6, intu-
yendo que la proposición de Ester ocultaba algo que rebasaba el
significado de sus palabras.
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El rey invita a Ester a que abra su corazón. Espera que con oca-
sión del festín abra Ester su boca y vacíe todo cuanto le acongo-
ja. Dice el texto hebraico que preguntó Asuero a la reina “en el
festín del vino,” a saber, hacia finales del banquete, en que el
vino alegraba a los invitados y soltaba su lengua 1. La respuesta
de Ester está encaminada a diferir el desenlace del drama. En el
caso de denunciar a Aman, en esta ocasión no tendría lugar el
encubrimiento de Mardoqueo y la humillación de Aman.
Salía Aman del banquete alegre y con buen humor (tob leb, 1
Sam 25:36), cuando divisó a Mardoqueo ocupando de nuevo su
puesto junto a la puerta real (2:19-21; 3:2; 5:13; 6:10-12). Tam-
bién él había acabado los días de penitencia y, como tenía de
costumbre, no se levantó ni se movió al pasar el primer ministro
(3:1-5). Zeres y los consejeros recomiendan a Aman cuelgue de
una horca (2:23; 6:4; 7:9; 8:7; 9:13) a Mardoqueo. Parece exage-
rada la altura de cincuenta codos, que corresponde a veinticinco
metros. Una muerte inminente amenaza a Mardoqueo, por cuan-
to puede Aman pedir al rey que se anticipe la fecha señalada pa-
ra la ejecución de Mardoqueo, reservando para el día y mes se-
ñalado por la suerte el exterminio del pueblo judío. El término
Zeres es de origen iraniano, y significa la dorada, la de los cabe-
llos de oro 2.
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Destinatarios (16:1).
1
La copia de la carta es como sigue: “Artajerjes, rey
grande,, a los gobernadores de las regiones de las
ciento veintisiete satrapías desde la India hasta la
Etiopía, y cuantos entiendan en nuestros negocios, sa-
lud.
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1 Heródoto, 3:65.
2 Heródoto, 9:109.
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Los términos del texto sugieren claramente que había algo más
que una defensa. Todos los que se habían mostrado contrarios a
los judíos eran víctimas de los mismos. Aquellos que les resis-
tieron fueron objeto de malos tratos: “trataron como quisieron a
los que les eran hostiles.” ¿Hubo víctimas de parte de los judíos?
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Colofón (10:1-4).
1
El rey Asuero impuso un tributo a la tierra y a las
islas del mar. 2 Todos los hechos concernientes a su
poderío y sus hazañas y los pormenores de la grande-
za a que elevó a Mardoqueo, ¿no están escritos en el
libro de las crónicas de los reyes de los medos y de los
persas? 3 Pues el judío Mardoqueo era el primero
después del rey Asuero, muy considerado entre los
judíos y amado de la muchedumbre de sus hermanos;
4
buscó el bien de su pueblo y habló para el bien de su
raza.
1613
Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
Macabeos.
Introducción.
En las épocas asmonea y herodiana vieron la luz pública cuatro
libros que llevan el título que encabeza estas líneas. El primero y
1614
Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
Macabeos.
La palabra se encuentra en los manuscritos más antiguos.
El título Makkabaion se lee en los códices Sinaítico y Alejandri-
no. En el primero aparece la forma antigua de Makkabaikón.
Desde fines del siglo II y en el ni, los autores eclesiásticos grie-
gos designaban los dos primeros libros con el título de t a mak-
kabaika. Entre los escritores latinos suelen citarse: Líber primus,
o líber secundus Maćeha-baeorum. Por vez primera este nombre
se da a Judas (1 Mac 2:4-16; 2 Mac 8:5-16; 10:1-16), pasando
luego, por extensión, a sus hermanos y sucesores.
No es fácil determinar qué significa este término. Des-
cartada la interpretación cabalística y la que propuso S. I. Cur-
tiss 3, recogemos las dos que hoy están más en boga. Unos (Per-
les, Grand-Claudon, etc.) derivan el vocablo del hebreo maqqe-
beth Que 4:21; Jer 10:4) o de la palabra aramaica maqqaba, con
el significado de martillo, por haber machacado ellos duramente
a los enemigos o por tener Judas la cabeza en forma de martillo.
Zeitlin, Bevan, Abel y Penna creen que macabeo viene de la raíz
1615
Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
I Macabeos.
Autor.
Se ignora su nombre. Por el libro puede colegirse que fue
un judío de Palestina conocedor de la topografía del país, ver-
sadísimo en la lengua bíblica, admirador ferviente de la familia
asmonea, desde el padre hasta el último miembro de la familia
que el autor conoció. Por razón de la minuciosidad histórica de
que hace gala, se cree que fue testigo ocular de la mayoría de los
hechos que refiere y que siguió de cerca y con entusiasmo todos
los esfuerzos de los Macabeos para el triunfo de la causa del ju-
daismo ortodoxo. Nada se sabe de su condición; unos suponen
que pertenecía a la casta sacerdotal, otros lo niegan. También los
críticos andan divididos al querer adivinar su ideología. Para
unos fue de ideas y tendencias saduceas (Üesterley, Geiger,
Abel); para otros, un filofariseo. Lo cierto es que no oculta sus
simpatías por la dinastía asmonea. Según él, nadie puede suplan-
tarles en la dirección de la guerra.
1616
Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
Fecha de composición.
En esta cuestión procedemos también por conjeturas. Del
autor hemos dicho que fue un ferviente admirador de la familia
de los asmoneos; la meticulosidad de los hechos que narra reve-
la que fue testigo ocular de los mismos. Ahora bien, pudo él re-
cordar perfectamente los hechos que se desarrollaron en Palesti-
na desde la muerte de Antíoco IV Epifanes (año 175 a.C.) hasta
el reinado de Juan Hircano (135-104 a.C.). No es posible señalar
el término a quo de la composición. Pudo empezarlo en tiempos
de Simón, o también antes, y terminarlo en los días del reinado
de Juan Hircano (16:23), cuyo texto se aduce para probar que la
obra fue acabada después de la muerte de Juan Hircano (año 104
a.C.). A este texto se acogen muchos exegetas y críticos para
señalar la fecha de la composición del libro: Oesterley la fija
entre el 90-70; Abel Bentzen, Schürer, Kautzch, 100-90; Lods,
100-60; Grimm, 105-64. Pero se puede dudar de la autenticidad
literaria de los dos últimos versículos del libro, que pueden ser
una adición post scriptum del editor, del traductor o de cualquier
otro. Más posibilidades caben para señalar el término ad quera.
Los sucesores de Aristóbulo y Alejandro empañaron la gloria de
sus antepasados. Si el autor hubiera sido testigo de su conducta,
hubiera frenado sus entusiasmos por la dinastía asmonea. Una
fecha tope es el año 63 a.C., en que Pompeyo el Grande profanó
brutalmente el templo de Jerusalén, granjeándose con ello el
odio de los judíos. Este hecho es incompatible con la simpatía
que el autor siente por los romanos (8:1-32; 12:1; 14:40). En
definitiva, la fecha de la composición del libro va desde el año
140 (Torrey, Oesterley) hasta el 63 antes de Cristo (Loos).
1617
Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
Fuentes.
En contra de las tentativas de J. von Destinon 7 y Lods 8,
no puede ponerse en duda la homogeneidad del libro I de los
Macabeos 9. A lo más, podríamos considerar como adición pos-
terior los v.23-24 del c.16. En todas las páginas anteriores existe
trabazón perfecta y una idea rectora, que procede de un mismo
autor. Hasta qué punto cada uno de los hechos que se narran
proceden de la información ocular o de un testimonio oral o
escrito, es imposible determinarlo. Acaso haya en 9:22 una alu-
sión a un texto que refería la historia de Judas Macabeo, que el
autor tuvo entre manos.
A la información personal, oral o escrita, se añade la
consulta de los archivos oficiales, de los cuales transcribió el
autor algunos documentos que se insertan. Pudo copiarlos tex-
tualmente, traducirlos a veces del texto original (hebraico o lati-
no), abreviarlos, simplificarlos, amplificarlos, con el empleo
masivo de la retórica, resumirlos libremente o limitarse a extrac-
tar uno u otro punto para colocarlo en un contexto no del todo
homogéneo. Del hecho de transcribir un documento no se infiere
que el autor apruebe su contenido en todos sus pormenores. Los
documentos que se intercalan en el texto son: 1) carta de los is-
raelitas de Galaad (5:10-13); 2) carta de los romanos a Judas
(8:1-32); 3) carta de Alejandro Balas a Jonatán (10:18-20); 4)
carta de Demetrio I a Jonatán (10:25-45); 5) carta de Demetrio II
a Jonatán (11:30-37); 6) carta de Antíoco VI a Jonatán (11:57);
?) carta de Jonatán a los de Esparta (12:6-18); 8) carta de Ario a
Onías (12:20-23); 9) carta de Demetrio II a Simón (13:36-40);
10) carta de los espartanos a Simón (14:20-23); n) carta de Ant-
1618
Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
Carácter histórico.
No se han puesto objeciones graves contra el valor histó-
rico del libro considerado en su conjunto. Puede discutirse este o
aquel detalle (1:6; 8:1-32); poner en tela de juicio la autenticidad
plena de este o aquel documento (12:5-23), pero todos están
acordes en admitir un fondo histórico firme y real. Aún más, por
ser el autor contemporáneo de los sucesos que narra, se concede
mucha importancia a algunos detalles históricos, a las noticias
interesantes y concretas sobre topografía macabaica, al enfoque
general de su historia y a las noticias sobre el carácter y tempe-
ramento de sus héroes. A ello, como hemos dicho, se añade el
uso de documentos de primera mano.
1619
Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
Género literario.
No se puede juzgar la historia antigua según los cánones
de la crítica histórica moderna. Nuestro autor es hijo de su tiem-
po, y de conformidad a los gustos de sus lectores escogió los
modos de decir y narrar que emplea. Para él Israel es el centro
hacia donde convergen todas las miradas del universo. Dos
mundos se enfrentan en su libro: el paganismo y el judaismo.
Aquél contaba con fuerzas militares formidables (3:38; 4:28;
15:13, etc.), en contraste con el diminuto ejército israelita. Sin
embargo, a veces el número de soldados judíos se exagera noto-
riamente (4:34; 12:41) 12. El fenómeno es propio de la literatura
patética, y, en general, de toda la historiografía antigua (Heródo-
to). Las cifras que llaman nuestra atención no creaban ninguna
dificultad a los lectores inmediatos del libro. A menudo el autor
no da a una determinada cifra un valor absoluto. En hebreo se
emplea la palabra rebaba, muchedumbre, para expresar el
número diez mil, que en plural o dual puede significar el doble.
Otra característica de la historiografía antigua son los
discursos que se ponen en boca de los héroes y personajes que
entran en escena. Es propio de la historia semítica antigua atri-
buir a los personajes aquellas ideas o reacciones de ánimo que
brotan o se experimentan en determinadas circunstancias bajo
los efectos de una impresión especial. Sistemáticamente se
muestra parcial al ocultar los reveses de los judíos y poner de
relieve las derrotas, defectos y designios malos de los enemigos
de Israel. Pero, como señala certeramente Abel, su parcialidad
no llega al extremo de convertir en victoria lo que fue humillan-
te derrota (2 Mac 13:9-24, que parece contradecir a 1 Mac 6:28-
63). En sus páginas hallan eco palabras y frases de la antigua
1620
Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
Cronología.
La cronología y geografía, llamadas los ojos de la histo-
ria, ocupan un lugar de honor en nuestro libro. Multitud de fe-
chas y datos concretos se encuentran en él. El autor utiliza el
calendario seléucida y enumera los meses según la costumbre
judía. Sabido es que la era seléucida empieza el año 312 con la
conquista de Babilonia por Seleuco. Pero el cómputo difiere
según que el año empiece en primavera o en otoño. En Siria y
Occidente empezaba el año con el mes de Tishri (septiembre-
octubre), es decir, el año 312. En Babilonia comenzaba el mes
de Nisán (marzo-abril) del año 311. De ahí que, según los luga-
res, haya en el cómputo una diferencia de un año.
¿Qué cómputo siguen los libros de los Macabeos? Unos
admiten el mismo cómputo en ambos libros (Kugler, Meyer,
Lagrange, Grandclaudon) a partir del año 312; otros distinguen
un cómputo a partir del año 312 para los asuntos profanos y del
311 para noticias de carácter religioso (Vaggar1). Gibert, Kolbe,
Unger, Bickermann y Abel sostienen que, para el autor del libro
I de los Macabeos, el primer año de los seléucidas empieza el
311; para el del segundo, el año 312. Ninguno de los dos
cómputos puede resolver todas las dificultades cronológicas que
surgen de la confrontación de las fechas de nuestros libros con
otros documentos paganos. Nos atenemos al cómputo de Abel.
1621
Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
Doctrina religiosa.
En ninguna parte del libro se menciona de manera explí-
cita el santo nombre de Dios, que es sistemáticamente sustituido
por otras expresiones, tales como cielo (3:50-60; 4:10-40; 9:46;
12:15; 16:2). Esta ausencia de los nombres que se emplean en la
literatura bíblica para designar a Dios se suple en las versiones.
Este mismo fenómeno hemos encontrado en el libro de Ester.
Pero tanto en éste como en el i de los Macabeos, aunque se ex-
cluya el nombre de Dios en sus páginas, su presencia se adivina
en cada una de ellas. Era tal el respeto que se tenía por estos
nombres venerables, que nadie se atrevía a pronunciarlos, re-
servándose su uso exclusivamente a los sacerdotes durante el
ejercicio del culto. Toda la historia de los Macabeos es eminen-
temente religiosa, y la idea de Dios domina en todos los renglo-
nes del libro. Siente el autor gran simpatía y celo por la Ley y
las antiguas instituciones (1:15; 3:21; 14:14), por el templo y la
Ciudad Santa (1:21; 2:7; 4:38.59; 7:37.42; 9:54·)·Conoce mara-
villosamente los libros sagrados, a los cuales tiene gran devo-
ción (3:48; 12:9) y cita diversas veces (2:52-60; 7:17). Las cosas
indecisas y difíciles de resolver se reservan al juicio del profeta
que ha de venir (4:46; 9:27; 14:41).
Canonicidad.
No sabemos si en algún tiempo formó parte del canon
judío palestinense. Se encuentra en la versión de los LXX, que
refleja el canon judío alejandrino. En la tradición cristiana in-
fluyó el recelo y la animosidad de los judíos contra él. Lo en-
contramos en los antiguos catálogos mommseniano y claramon-
tano (s.III). El concilio Florentino (1442) lo incluyó en el canon
1622
Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
Texto.
El texto original hebraico se ha perdido. La versión grie-
ga se ha conservado en los códices unciales: Sinaítico, Alejan-
drino y Véneto, y en muchos minúsculos. El texto más antiguo
parece ser el de los códices Sinaítico y Véneto. De esta versión
existe la edición crítica preparada por A. Rahlfs 13, que se basa
en el Sin. y tiene en cuenta las antiguas traducciones latinas (De
Bruyne). Otra versión crítica del texto griego se debe a Werner
Kappler 14. La versión latina fue publicada por D. de Bruyne y
Sodar 15. Según De Bruyne, la antigua traducción latina repro-
duce un texto anterior y mejor que el retransmitido por los anti-
guos unciales griegos.
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Introducción (1:1-66).
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A los dos años del saqueo del templo, a saber, en el año 145 de
la era seléucida y 167 antes de Cristo, otro infortunio debía pro-
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Firmes en la fe (1:61-66).
61
Por estar ellos en el poder, procedían de esta mane-
ra en las ciudades, un mes y otro mes, contra los is-
raelitas que eran descubiertos. 62 El veinticinco del
mes ofrecían sacrificios sobre el altar construido so-
bre el antiguo de los holocaustos. 63 Las mujeres que
circuncidaban a sus hijos eran muertas, según el de-
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Uno de los presentes, halagado acaso por las promesas que los
enviados del rey hacían a Matatías, se adelantó en presencia de
todos y se disponía a quemar incienso en el altar. Una oleada de
indignación se apoderó de la persona de Matatías. Dice el texto
que se le estremecieron los ríñones (kai etrómesan oi nefro1).
Según la mentalidad semítica antigua, eran los ríñones la sede
de las pasiones (Sal 73:21; Nah 2:10; Ez 29:7). El texto original
añade que “dejó subir una justa cólera” (Proν 15:1), expresión
semítica que se basa en la experiencia de sentir subir como una
ola hasta manifestarse por la nariz con el soplo o resoplido. La
cólera de Matatías está conforme al derecho, por cuanto el Deu-
teronomio (13:7-12; 17:2-7) prescribía que se matara a los idóla-
tras y a los que inducían a otros a cometer tan horrendo crimen.
Junto con el judío cayó muerto el enviado del rey (ton andra tou
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labrar, tal como prescribía la Ley (Ex 20:25; Deut 27:5-6). Pues-
to que en el recinto del templo tuvieron lugar orgías y bacanales,
se procedió a purificar incluso el pavimento (2 Mac 6:4).
El día 25 del mes de Casleu del año 167 antes de Jesucristo sa-
crificaron los gentiles la primera víctima, probablemente un cer-
do, sobre el altar asentado sobre el antiguo de los holocaustos; el
mismo día del año 164 se ofreció el sacrificio prescrito por la
Ley en el nuevo altar. Al rayar el alba, los sacerdotes ofrecieron
un cordero de un año, recogiendo su sangre y rociando con ella
el altar (Núm 28:3). Por ser el primer sacrificio en el nuevo al-
tar, la ceremonia revistió gran solemnidad, con acompañamiento
de instrumentos músicos (1 Crón 7:4; 16:42). Las fiestas dura-
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5
En Persia le alcanzó un correo, que le dio a saber
cómo los ejércitos enviados a tierra de Judea habían
sido derrotados; que Lisias había ido contra ella 6 con
un ejército fuerte si los hay y había huido ante los
judíos, que se habían hecho muy fuertes en armas y
soldados con el botín grande que habían cogido a los
ejércitos por ellos vencidos; 7 que habían destruido la
abominación levantada por él sobre el altar de Jeru-
salén y habían cercado de altos muros el santuario,
como antes estaba, y la ciudad de Betsur.
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narlos. En 2 Mac 13:3 se dice que entre los judíos que se entre-
vistaron con el rey estaba Menelao.
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Tan pronto como Demetrio quedó dueño del país, una comisión
de judíos helenizantes, capitaneados por Alcimo, se presentó en
Antioquía, culpando a Judas y a sus hermanos de dar muerte a
los amigos del rey. Como consecuencia del pacto firmado entre
Lisias y Judas, tuvieron los Macabeos libertad para ajustar sus
cuentas con los judíos apóstatas, que eran perseguidos, vejados y
constreñidos a abandonar las tierras de Palestina. Alcimo, nom-
bre helenizado, del hebraico laqim (1 Crón 8:19), pertenecía a la
estirpe sacerdotal (v.14), pero no era de la familia del sumo sa-
cerdote Onías 2.
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1 Polibio, 31:12:12.
2 Flavio Josefo, Ant. lud. 20:10:3.
3 Polibio, 31:14.
4 Flavio Josefo, Bell, lud. 1:45.
5 Flavio Josefo, Contra Ap. 2:77.
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cluyeron los Macabeos que Roma veía con malos ojos la política
sectaria de los seléucidas. Los romanos eran poderosos, invenci-
bles, metódicos, prudentes, tenaces, simples en el porte externo,
fieles a sus palabras y con los pueblos amigos, aliados incondi-
cionales de las naciones que se acogían a su protección. A ello
se añade que ninguno entre ellos lleva diadema ni viste púrpura,
no teniendo, por lo mismo, ocasión de engreírse. En vez de con-
fiar el gobierno a un dictador despótico, disponen de un senado
que mira por el bien del pueblo y por su buen gobierno. La fama
fácilmente hermoseaba y alteraba cuanto concernía a un pueblo
conocido desde Palestina únicamente por el eco de sus estrepito-
sas victorias. Todo el elogio ditirámbico a favor de los romanos
puede interpretarse como una sátira velada contra los griegos,
cuya dominación y cultura combatían los Macabeos (Penna,
Vaccari).
La idea de recabar la ayuda de los romanos se venía in-
cubando desde tiempo. Que Judas se dirigiera al senado poco
antes del advenimiento de Demetrio, puede inferirse de la carta
de recomendación de Cayo Fanio, cónsul en 161 antes de Cristo,
cuya finalidad era facilitar el paso de embajadores judíos a
través del territorio de Cos de vuelta de su misión en Roma 2.
La fama de que gozaban los romanos iba respaldada por
hechos concretos. Los romanos se cubrieron de gloria comba-
tiendo contra tois galatais 3. Cartagineses y romanos se disputa-
ron el dominio de España para apoderarse de sus minas 4. Los
reyes de los confines de la tierra son acaso Aníbal, Asdrúbal,
que a través de las columnas de Hércules, situadas al fin del
mundo, llegaron a España.
Los romanos fueron también poderosos en Oriente. Fili-
po V fue derrotado por los romanos en Cinocéfale (197 a.C.); la
misma suerte corrió Perseo en Pidna, el año 168, por obra de
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Quisieron los griegos medir sus fuerzas con Roma, como hicie-
ron antes con Persia; pero fueron vencidos. En un principio, los
romanos se comportaron suavemente en la guerra contra la Liga
Etolia, que se había aliado con Antíoco (190 a.C.). Más tarde
mostráronse duros con ellos en la guerra, que acabó con la des-
trucción de Corinto por el cónsul Lucio Mummio y la anexión
de Grecia a Roma, formando la provincia romana “de Acaya.
Como puede observarse, el autor sagrado incluye en el cuadro
trazado acontecimientos posteriores a los rumores que llegaron a
oídos de Judas. Lo mismo hace al aludir a las islas de Chipre y
Creta (ν. 11). Con los aliados son los romanos buenos amigos.
La situación apurada en que se encontraban los judíos ortodoxos
les impedía ver el interés egoísta y el tacto diplomático que im-
peraba en las relaciones de Roma con los pueblos aliados.
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1 Polibio, 32:7:13.
2 Flavio Josefo, Ant. lud. 14:10:15; NIESE, Festschrift für Noídefee
II 81733.
3 Hállase muy difundida la opinión de los que relacionan la mencio-
nada palabra griega con los habitantes.de la Galia y no de Gala-
cia. Después de los estudios de Mommsen, escribe Bévenot, está
fuera de duda que el término griego tois galatais no se refiere a
los gálatas, que se establecieron en Asia Menor el año 240 antes
de Cristo, sometidos por Manlio Vulso el 189 (Τίτο LIVIO,
38:17:37), sino a los galos del norte de Italia, que apoyaron a
Aníbal en la segunda guerra púnica (218-201), siendo vencidos
definitivamente en el año 190 antes de Cristo.
4 Plinio, Nat. Hist. 33:4:6; Estrabón, 3:3.
5 Praep. Evang. 30:34·
6 Schürer, III 474-477; Bellet, l.c., 309-
7 Véase su texto en Bévenot y en CIG, n.248s.
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Los apóstatas judíos diéronse cuenta de que los años de paz eran
aprovechados por Jonatán y los suyos para emprender una nueva
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cia una corona de oro al general que ganara una batalla. Más
tarde, cada año se enviaba lo equivalente en dinero (aurum co-
ronarium) 3. Debían los judíos pagar al rey el tercio de las cose-
chas y la mitad de la de los árboles frutales. A todo ello renuncia
ahora Demetrio con tal de que los judíos pacten con él. La exen-
ción se extiende a Judea, Samaría. Los tres distritos de que habla
el v.30 eran Aferema, Lida y Ramata (11:34).
Demetrio promete la inmunidad de franquicia en las fies-
tas judías, tales como Pascua, Pentecostés, fiesta de los Ta-
bernáculos, días en que cada israelita adulto tenía la obligación
de ir al templo (Ex 23:14-17). Serán también conceptuados co-
mo festivos los tres días que se calculaban como necesarios para
el viaje de ida y vuelta.
Para subvencionar los gastos del templo les entregará
Demetrio la ciudad de Tolemaida y distrito, con sus derechos
aduaneros, además de una suma de quince mil siclos de plata, o
sea unas trescientas mil pesetas. Reconoce el rey el derecho de
asilo en el templo, en sentido más amplio del que entendía la
Ley (Ex 21:13-14; Núm 35:9-28). En un exceso de liberalidad
sospechosa, llega incluso a conceder al pueblo judío el derecho
de reedificar los muros de Jerusalén, las fortificaciones de su
recinto y las murallas deterioradas de las ciudades fuertes de Ju-
dea con el dinero del rey.
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A los sirios del Acra llegó también su hora. Trifón no pudo ayu-
darles; su situación hacíase cada día más precaria. Muchos pere-
cieron de hambre. Reducidos a optar por el dilema perecer o
pactar, siguieron el ejemplo de los de Gazer, acudiendo a Simón
en demanda de paz, que se les concedió. El templo fue también
objeto de sus desvelos; fortificó sus muros y estableció la resi-
dencia en la Barís, a la que sucederá la torre Antonia en tiempos
de Heredes.
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II Mácabeos.
Autor.
Con esta palabra designamos al que puso por escrito al
llamado segundo libro de los Macabeos tal como aparece en
nuestras Biblias. Los dos libros de los Macabeos son dos obras
totalmente distintas, independientes y completas en sí mismas.
El segundo libro no es continuación del primero. Es algo com-
pleja la cuestión del autor de nuestro libro por haber intervenido
dos manos en su composición: Jasón de Cirene, que escribió
cinco volúmenes sobre estas historias, y un epitomador, que los
ha resumido en uno. Los cinco volúmenes constituían un rollo
en el cual podíase grabar una obra con una extensión equivalen-
te a los cuatro evangelios y Actos de los Apóstoles; el compila-
dor lo ha reducido a uno, de la extensión del evangelio de San
Marcos. El autor mismo da testimonio de que su obra es un epí-
tome (2:26-28).
De Jasón de Girene no tenemos más noticias de las que
nos ofrece nuestro autor. Algunos exegetas l lo identifican con el
personaje llamado Jasón que envió Judas Macabeo a Roma jun-
tamente con Eupolemo (1 Mac 8:17). Fue un judío procedente
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Lengua.
Unánimemente se admite que el libro fue escrito en grie-
go, como lo consignó San Jerónimo, diciendo: “Secundus grae-
cus est, quod ex ipsa quoque phrasi probari potest.” En el cuerpo
del libro, prescindiendo de las cartas que preceden al prólogo
(1:1-2:19), pocos hebraísmos se vislumbran; en cambio, abun-
dan las frases, expresiones y giros auténticamente griegos.
En cuanto a la tradición manuscrita, el libro no ha tenido
suerte. Como el I de los Macabeos, tampoco éste se halla en el
códice Vaticano (B) ni en el códice Sinaítico. Aparece en el Ale-
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jandrino (s.V) y el Véneto (s.VIII). Hanhart cree que los dos un-
ciales A y Véneto son los que mejor retransmiten la forma pri-
mitiva del texto, que las versiones latina y armenia suelen con-
firmar4.
De las versiones antiguas descuellan por su importancia
la armenia y la latina, por basarse en un arquetipo griego, que se
ha perdido, según Bévenot5. Al hablar de versiones latinas nos
referimos a los varios textos derivados de una traducción latina
antigua. Sabido es que San Jerónimo no tradujo nuestro libro.
No existe más que una traducción latina primitiva, de la que se
han hecho recensiones diversas 6.
Fecha de composición.
Dos cuestiones van incluidas en el enunciado: una, rela-
cionada con la fecha de la composición del libro por Jasón de
Cirene; la otra, con el tiempo en que se hizo el resumen. Para
solucionar ambas cuestiones únicamente disponemos de crite-
rios internos. Basados en que el último hecho referido es de los
tiempos de Antíoco Eupator, se admite que Jasón escribió su
obra poco después del año 16o antes de Cristo. La carta que abre
el libro (1:1-9) fue escrita el año 188 de la era de los seléucidas,
es decir, el 124 antes de Cristo. Parece que esta carta movió al
autor a escribir su epítome (Niese, Knabenbauer). Al lado de
esta sentencia tradicional se han propuesto muchas otras. Jasón,
según los diversos pareceres, escribió el año 150 (Abel), 130
(Moffat), 130-125 (Üesterley), ιοο (Penna). El epitomador acabó
su obra en 100-50 (LoDs), 70 (Abel, Moffat), 63 (Grim, Béve-
not), 50 (Keil), etc. Grimm, Bévenot y Lods creen que lo único
seguro y cierto sobre esta cuestión es que el Epitome fue redac-
tado en el período entre la obra de Jasón y la ruina de Jerusalén
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pleaba para reseñar hechos profanos, que partía del año 312, y el
usado para señalar los hechos pertenecientes al judaismo, par-
tiendo del año 311. Según el P. Abel, los documentos del c.n de
nuestro libro están fechados según la época del 1.° de octubre de
312, que va desde el 1.° de octubre del año 165 al 30 de sep-
tiembre de 164. La campaña de Lisias Eupator (13:155) debe
colocarse en el verano de 163, un año antes de la fecha verdade-
ra, porque el epitomador fijó la muerte de Antíoco el año 148,
que coincide con el advenimiento de su hijo. Por lo mismo redu-
ce a dos años (10:3) los tres que separan esta fecha de la profa-
nación del templo. Demetrio llegó a Siria el año 151 seléucida,
que va desde octubre de 162 hasta septiembre del 161 (l.c., 19).
Seguimos el cómputo establecido por Abel.
Antes de hablar de errores en el texto conviene determi-
nar exactamente qué sistema cronológico utilizó el autor sagra-
do. Podemos todavía preguntar: ¿Entraba en la mente del autor
sagrado la preocupación cronológica de los hechos que refería?
¿Tenía el mismo concepto de la historia que el autor del primer
libro? Ateniéndonos a su propio testimonio (2:20-33), no entra
en sus designios la investigación histórica, de cuya labor hace
responsable a Jasón de Cirene. Cree que éste es un historiador,
prestándole su confianza y tomándose la enojosa tarea de resu-
mirlo. Los hechos narrados de manera patética por Jasón son
para nuestro autor sus-tancialmente históricos. Pero no pudo el
hagiógrafo reproducir en su epítome todo lo que escribió Jasón.
De la inmensa selva de datos escogió algunos, que desgajó de su
contexto y colocó en otro nuevo, poniéndolo todo al servicio de
sus puntos de vista personales. Ahora bien, este desplazamiento
puede dar la impresión de que el libro es menos histórico en pa-
rangón con el I de los Macabeos. Las mismas indicaciones tem-
porales: “tres años después,” “en la misma época,” etc., pueden
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Plan de la obra.
La idea del templo determina la estructura del libro, que
puede dividirse en dos grandes partes: 1.a Hechos acaecidos an-
tes de la restauración del santuario (3:1-10,9). 2.a Acontecimien-
tos posteriores a esta fecha (10:10-15:37).
Introducción (1:1-2:19). A la obra preceden dos cartas de
los judíos de Jerusalén a los de Egipto. En la primera (1:1-9; 18-
2:18) les invitan a celebrar la fiesta de la Dedicación. Se extien-
den a continuación en consideraciones sobre el origen de la
misma, santidad del fuego empleado en los sacrificios del tem-
plo (1:18-36), destino del arca de la alianza (2:1-12), biblioteca
de Nehemías y de Judas (2:13-15). En otra, más corta, se refie-
ren los rumores que circulaban sobre la muerte de Antíoco Epi-
fanes (1:10-17).
Prólogo del autor (2:20-33), en el que se dan noticias so-
bre el contenido y naturaleza del libro de Jasón y de las finalida-
des y método de trabajo que ha seguido el autor al resumirlo.
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Luis Arnaldich BIBLIA COMENTADA Tomo II
Doctrina religiosa.
Basta hojear las páginas del libro para convencerse de su
carácter eminentemente religioso. Al revés del libro I de los Ma-
cabeos, éste nombra muchas veces y de manera explícita el san-
to nombre de Dios. Yahvé es el Dios de Israel; el Dios que en
un tiempo estableció un pacto con su pueblo predilecto. En el
libro se repite la idea de que Dios es creador de todo cuanto
existe (7:23). El pasaje 7:28 es el texto viejo-testamentario en el
que con mayor fuerza y claridad se preconiza la verdad religiosa
de que Dios creó lo que existe de lo que antes no era (ouk ek
ónton epóiesen táuta o theós). Ya en el primer verso de la Biblia
se encuentra en germen esta verdad. Por un momento concede-
mos beligerancia a la hipótesis que interpreta el primer versículo
de la Biblia en el sentido de que allí se habla explícitamente de
la creación segunda, y sólo de manera implícita de la creación
primera, o sea, de la nada. Supongamos que el texto pueda in-
terpretarse de la siguiente manera: “Al principio de la creación
por Dios de los cielos y de la tierra, y (cuando) en la tierra rein-
aba la confusión y el desorden, y que las tinieblas cubrían la su-
perficie del océano primordial., dijo entonces Dios: “Que sea la
luz.” Aun en este supuesto, con la introducción en el texto de la
trascendental palabra bereshit, en el principio, cubre el autor sa-
grado la infranqueable zanja existente entre la eternidad de Dios
y la temporalidad “de los cielos y de la tierra.” El autor sagrado
ha reconocido el “existir eterno” como nota esencial exclusiva
de Dios, y, por lo mismo, lo ha enfrentado clara e impresionan-
temente a todo otro ser que fue creado por Dios “en el princi-
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Angeles.
Tiene Dios a su servicio agentes que ejecutan sus órde-
nes. Cuando Heliodoro estaba para perpetrar su crimen, se le
apareció un jinete terrible, armado de armadura de oro. Otros
dos jóvenes fuertes y misteriosos completaron la obra que había
empezado aquél (3:25-26). En 2:21 dice el autor que en la obra
de Jasón se hablaba de apariciones celestiales, o sea, de persona-
jes misteriosos que combatían por el triunfo del judaismo. A ve-
ces eran visibles al enemigo (10:29), como en el caso de “los
cinco varones resplandecientes, montados en caballos con frenos
de oro” (10:29), Que protegían a Judas Macabeo, lanzando fle-
chas y rayos contra los enemigos. Dos veces se dice que estos
jóvenes guerreros eran ángeles buenos (11:6; 15:23) que Dios
mandaba a su voluntad por tenerlos a su servicio. Bastaba un
reducido número de ellos para inutilizar a valientes guerreros y
derrotar a ejércitos bien pertrechados. La naturaleza de estos
ángeles no aparece bien definida en nuestro libro. A la luz de
otros documentos, las ideas que aquí solamente se apuntan co-
bran un relieve singular 12.
Vida futura.
La doctrina sobre el más allá caracteriza a este libro. El
ser humano muere, Dios jamás. En este mundo toda la huma-
nidad está sometida al juicio del Creador. Cuando un indivi-
duo traspasa el dintel de la eternidad, sea bueno o malo, se en-
cuentra de nuevo ante un Dios que le juzga según sus actos.
Antíoco, que ahora se ensaña con los Macabeos, no quedará im-
pune (7:19). Eleazar pudo simular que come carne; puede enga-
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ñar a los hombres, y salvar así su vida terrena; pero de las manos
del Omnipotente no escapará ni en vida ni en muerte (6:26).
La doctrina de la resurrección es el leit motiv de las res-
puestas de los siete hermanos Macabeos en el momento de mo-
rir. “El rey del universo resucitará a los que morimos por sus
leyes a una vida eterna” (7:9); “del cielo tenemos estos miem-
bros, que por amor de sus leyes yo desdeño, esperando recibirlos
otra vez de El” (7:11); el cuarto espera ser resucitado por Dios
(7:14). Enjuiciando el autor la colecta de Judas para ofrecer un
sacrificio expiatorio por los caídos, dice: “obra digna y laudable,
inspirada en la esperanza de la resurrección” (14:43). Racias
arranca sus entrañas con las dos manos y las arroja contra la tro-
pa, “invocando al Señor de la vida y del espíritu, que de nuevo
se los devolviera” (14:46).
Los fieles ciertamente resucitarán “para la vida”
(7:14). Pero ¿cuál será la suerte de los impíos? “Tú, dice el cuar-
to hermano Macabeo a Antíoco, no resucitarás para la vida.” ¿Es
la resurrección un privilegio reservado para los justos? El texto
es ambiguo, pero puede entenderse que, mientras a los justos les
espera una nueva vida, mejor de la que han perdido, a los impíos
les está reservada en el más allá una vida de sufrimientos. La
madre de los Macabeos espera que en el día de la misericordia,
que seguirá a la muerte, le sean devueltos sus hijos (7:29). To-
dos los mártires “beberán el agua de la vida eterna”; pero “tú,
dice el más pequeño a Antíoco, pagarás en el juicio divino las
justas penas de tu soberbia” (7:36). Parece que la recompensa y
el castigo que recibirán, respectivamente, justos y pecadores, se
colocan en el más allá, una vez se deja el mundo para entrar en
la eternidad. Con términos claros se habla en nuestro libro de la
suerte reservada a los justos en el otro mundo. Más oscura apa-
rece la suerte de los reprobos.
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Compilador y autor.
A título de introducción, el compilador ha transcrito en
el pórtico de su obra unos documentos, o cartas, que no figura-
ban en la obra de Jasón, por juzgar que su contenido encajaba
perfectamente en el volumen y confirmaba a las mil maravillas
la tesis que se proponía probar. Este proceder demuestra que,
cabe al papel preponderante de compilador de la voluminosa
obra de Jasón, ha aportado algo original, proveniente de otras
fuentes de información.
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Numero de cartas.
No convienen los autores en determinar el número de
cartas de la sección (1:1-2:18). Según una hipótesis de Penna, a
la cual nos adherimos, dos cartas se distinguen en el texto: 1.a,
1:1-9:18, escrita el año 188 (124 a.C.); 2.a, 1:10-17, del año 148
(164 a.C.). Cualquiera que lea las dos cartas en este orden adver-
tirá que se procede con lógica. Solamente en esta hipótesis se
logran dos escritos orgánicos y bien definidos en sus fines.
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Introducción (1:1-2:19).
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Jerusalén.
La expresión en to nomo (en la Ley) se emplea, según
Ruperto de Deutz 2, para expresar veladamente que los judíos de
Egipto, que se jactaban de observar la Ley, no se ajustaban a las
prescripciones de la misma tocante a la unidad del santuario. Su
culpa es más grave en los momentos actuales, en que el templo
de Jerusalén ha sido purificado de toda impureza. La desgracia
visitó a los judíos de Egipto en tiempos de Tolomeo Evergetes II
Fiscón (145-116); pero es posible que la persecución fuera un
castigo de Dios por haber transgredido ellos la ley de la unidad
del templo 3. Los judíos de Palestina han vivido también mo-
mentos muy difíciles. Esta situación anormal fue creada, más
que por los reyes de Siria, por la conducta de Jasón, hermano de
Onías, que se pasó al partido de Antíoco y compró la dignidad
de sumo sacerdote (4:7-13).
Como colofón, se invita a los judíos de Egipto a asociar-
se a sus hermanos de Palestina en la fiesta de acción de gracias
para celebrar la terminación de los males que les aquejaban.
Llámase esta fiesta de los Tabernáculos o de las Encenias, del
mes de Casleu. No habla de esta fiesta nuestro texto, sino de la
que instituyó Judas Macabeo (1 Mac 4:59), y que, por celebrarse
a la manera de la antigua solemnidad de los Tabernáculos, recib-
ía también el nombre de fiesta de las Encenias, del mes de Cas-
leu. La carta lleva la fecha del 188, o sea 124 antes de Cristo. Es
muy probable que esta indicación cronológica fue desplazada a
este lugar con el fin de poner de relieve la fiesta del mes de Cas-
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De Onías III hace un gran elogio el autor de Eci 5:1. Fue sobrino
de Onías II, contemporáneo de Tolomeo IV Filopator y Antíoco
IV Epifanes. Yahvista hasta los tuétanos (15:12), se opuso a las
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quizá a que con aquel dinero se engalanara una de las naves sur-
tas en el mismo.
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las siete iglesias, etc. En 4 Mac 14:7 se dice: “¡Oh santo número
de los siete hermanos tan unidos entre sí! Porque de la misma
manera que los días de la creación del mundo forman un círculo
piadoso, de la misma manera lo hacen en torno al número siete
los jóvenes que han vencido el temor a los suplicios.” No se sa-
be cuándo los hermanos Macabeos fueron martirizados; no pue-
de solucionar la cuestión el hecho de que se hable del rey. Todos
los autores convienen en considerar el relato como obra maestra.
Desde el principio al fin crecen de intensidad los tonos de la
conmoción; aumenta la tensión por razón de las circunstancias,
de las palabras de los mártires, de las amenazas del tirano. La
antigüedad cristiana celebró la fiesta de su martirio, que, según
una antigua tradición, tuvo lugar en Antioquía. Llámanse Ma-
cabeos por hablar de ellos el libro que lleva este nombre.
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2 Syriaca 66,
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1 Polibio, 20:10,
2 Macabeüs 10
2 Sobre la muerte de Antíoco: M. Halleux, La mort d'Antioche IV
Epiphanes: “Revue des Etudes Anciennes,” 18 (1916) 77-102;
M. Zerwíck, Respondetur interroganti: Quomodo in concordiam
redigantur quae de morte Antiochi IV Epiphanis in libros Mac.
triplici modo nar-rantur: VD 19 (1939) 308-314; M. Dagut, /
Mac. and the Death of Antiochus IV Epiphanes; Jbl 72 (1953)
I49-IS7.
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tos puede lograr que los pecados que cometieron les sean total-
mente perdonados. Los soldados combatieron animosamente por
su Dios y por su patria, pero tuvieron la debilidad de encandi-
larse por objetos impuros. Con terminología actual, cabe decir
que Judas no veía en ello un pecado mortal, sino más bien una
falta propia de niños irreflexivos. El robo de los objetos no era
indicio de un acto de culto con los ídolos. Ellos, acogiéndose al
derecho de guerra, se dejaron arrastrar por la avaricia, cometien-
do con ello un pecado que no trasciende de las esferas de un pe-
cado venial4. Esta impureza, en la mente de Judas, podía ser
causa de que los difuntos no llegaran a la consecución del
magnífico galardón a que tenían derecho por no haber sido to-
talmente perdonado su pecado. Los que están en vida, en estado
todavía de merecer, pueden, con sus sufragios, lograr que este
leve obstáculo sea removido. Por el carácter del relato puede
conjeturarse que el autor sagrado polemiza contra los negado-
res de la creencia en la resurrección de que habló en 7:9. En
este texto encontramos esbozada la doctrina de la Iglesia sobre
el purgatorio y la práctica de los sufragios por los difuntos, ut a
peccatis solvantur.
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¡Qué actitud tan dispar toman los dos ejércitos al iniciar el com-
bate! El de los gentiles avanza al son de las trompetas y de can-
tos guerreros; el de Judas, con las armas en la mano, el amor de
Dios en el corazón y la oración a flor de labios. La victoria de
Judas fue aplastante; muchos soldados enemigos cayeron al filo
de la espada. Nicanor quedó entre los muertos. Mandó Judas que
le cortaran el brazo hasta el hombro, la lengua y la cabeza, que,
como trofeos, debían llevar a Jerusalén. De la decapitación de
cadáveres se habla en la Biblia (Jue 7:25; 1 Sam 17:54; 31:9) Jdt
12:8; 14:1). Los de la ciudadela contemplaron con pavor la ca-
beza de su jefe. Su lengua, fue picada y reducida a trozos dimi-
nutos y arrojada para ser pasto de las aves del cielo. El brazo de
Nicanor se colocó en un lugar cercano al templo, visible desde
su recinto. Probablemente fue puesto sobre un palo levantado ex
profeso o adosado a los muros de la ciudadela.
El 13 del mes de Adar fue declarado fiesta nacional (1
Mac 7:45-50). En el Talmud (Taanit 2:12) se alude a esta fiesta.
Era la víspera de la fiesta de Purim. En atención a esta solemni-
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Epílogo (15:38-40).
38
Tal fue la historia de Nicanor. Y como desde aque-
llos días la ciudad ha estado en posesión de los hebre-
os, daré aquí fin a mi narración. 39 Si está bien y co-
mo conviene a la narración histórica, es lo que desea-
ba yo; pero si es imperfecta y mediocre, es todo lo que
he sabido hacer. 40 Como el beber vino puro o sola
agua no es grato, mientras que el vino mezclado con
el agua es agradable y gustoso, así también la disposi-
ción del relato siempre uniforme no agrada a los oí-
dos del lector. Y con esto damos fin a la obra.
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Abreviaturas.
Libros de la Biblia.
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