Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
ISBN: 978-956-406-104-7
Autora: Angélica Ortiz Carrasco
@talleremociones
@ange_ortizc
www.talleremociones.cl
2022, Santiago de Chile
Editorial Trayecto Comunicaciones
Dr. Sótero del Río 326, of 1003, Santiago de Chile
www.trayecto.cl
@Trayectoeditorial
Trayectoeditorial
Trayecto_Comunicaciones
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en todo ni en parte ni registrada o
transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningun medio sea mecanismo
fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro sin el permiso previo escrito por el
autor e ilustrador.
Mi
tortuga
y yo
Un cuento para trabajar la ansiedad
en todas las etapas de la vida
3
Un día, creo que un domingo, me di cuenta de que me sentía muy
cansada y que a mi cuerpo le pasaba algo.
Mi corazón latía a mil por hora, muy muy rápido. Y lo más increíble es
que, al darme cuenta de esto, también me di cuenta de que no era la
primera vez que me sentía así. Creo que hace mucho tiempo me sien-
to como si corriera con mi cuerpo y, además, con mis pensamientos.
4
5
6
Estaba pensando en todo esto cuando de pronto sentí que de verdad
algo dentro de mí iba a hacer explosión, que esta fuente de energía
crecía cada vez más y más, y que debía moverme para no sentir tanto.
Así fue como salí de mi casa y comencé a correr (esta vez de verdad).
7
Corrí tanto que no recuerdo qué caminos tomé; corrí tanto que no
recuerdo qué personas vi, quizás alguien me habló, quizás alguien me
saludó, quizás pasé por lugares hermosos, pero… pero no vi nada por
la prisa que tenía.
8
9
10
Lo que sí recuerdo es que llegué hasta lo más alto de una montaña,
y justo debajo de un gran árbol, adivinen… sí, me quedé profunda-
mente dormida.
11
No sé cuánto tiempo pasó, quizás fueron días, semanas, o minutos.
Pero cuando desperté y abrí los ojos, había algo a mi lado. Creo que
ya saben qué era (por el nombre del cuento) Pues sí, a mi lado había
una tortuga.
12
13
14
Luego de abrir más los ojos, para comprobar que no seguía dormida,
me propuse responder su pregunta.
15
–Primero debes saber que lo que sientes es normal. Querer ir rápido
por la vida no es algo malo, pero puede traer algunas dificultades.
Cuando vas demasiado rápido, no ves el paisaje. No logras escuchar
los sonidos de tu entorno con atención. La naturaleza, la ciudad, los
pajaritos. Cuando vas de prisa, tu mente viaja tan veloz que tus pen-
samientos van y vienen y todo a tu alrededor pasa y pasa. Y a veces,
sin darnos cuenta, pasa la vida también.
–¿Hay algo que yo pueda hacer para sentirme mejor, para no sentir
que voy corriendo todo el tiempo?
16
17
18
–Hay muchas tortugas como yo, pero pocos nos ven. La mayoría de la
gente pasa por nuestro lado sin vernos, sin percibirnos, sin sentirnos
porque las personas van rápido, y las tortugas caminamos lento. Las
tortugas llevamos nuestra casa junto a nosotras, es nuestro caparazón.
Y en esa casita nos refugiamos, pensamos, reflexionamos, y por sobre
todo, respiramos profundo para sentirnos en calma. Como es nuestro
hogar, es cómoda y abrigadita. Es nuestro lugar seguro y confortable.
19
La miré, y escuchando sus palabras le dije:
20
21
22
–Creo que entiendo, gracias por contarme tu secreto; lo guardaré
como un tesoro en mi corazón –le dije a la tortuga.
Y cada vez que sienta ganas de correr con mis pensamientos, cada
vez que se me acelere el corazón, cada vez que quiera salir corriendo,
recordaré a aquella tortuga, mi tortuga, que me abraza y me recuerda
ir lento, respirando y refugiándome dentro de mí, como si cantara
una canción.
23
A mi madre, por mostrarme con su voz y
ternura la magia de los cuentos.