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Mi tortuga y yo

ISBN: 978-956-406-104-7
Autora: Angélica Ortiz Carrasco
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www.talleremociones.cl
2022, Santiago de Chile
Editorial Trayecto Comunicaciones
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autor e ilustrador.
Mi
tortuga
y yo
Un cuento para trabajar la ansiedad
en todas las etapas de la vida

Angélica Ortiz Carrasco


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Esta historia que les vengo a contar sucedió hace un tiempo, pero
pudo haber pasado en cualquier momento y a cualquiera. A mí, a ti,
al que sienta con el corazón, y al que en el camino de la vida haya
escogido correr. Correr con los pies para alcanzar algo, a alguien; para
no llegar tarde, para llegar a algún lugar. Pero también para quienes
tienen pensamientos que corren, pensamientos e ideas que van tan
rápido que ni siquiera te das cuenta y ya han pasado, dejando una
sensación extraña, como si nos vinieran persiguiendo, y lo sientes con
la mente, el cuerpo y, a veces, con el corazón.

Hola, olvidaba presentarme. Yo me llamo Alma, y esta es mi historia.

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Un día, creo que un domingo, me di cuenta de que me sentía muy
cansada y que a mi cuerpo le pasaba algo.

Mi corazón latía a mil por hora, muy muy rápido. Y lo más increíble es
que, al darme cuenta de esto, también me di cuenta de que no era la
primera vez que me sentía así. Creo que hace mucho tiempo me sien-
to como si corriera con mi cuerpo y, además, con mis pensamientos.

Se siente como un calor en el pecho, como una descarga de energía,


una explosión de electricidad cerca del corazón que recorre todo el
cuerpo y hace que sienta mil mariposas en mi estómago revoloteando
sin parar.

Pareciera que hubiera corrido muy rápido en una maratón. Pero no


es así. Soy solo Alma un día domingo antes de irme, al día siguiente,
al colegio.

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Estaba pensando en todo esto cuando de pronto sentí que de verdad
algo dentro de mí iba a hacer explosión, que esta fuente de energía
crecía cada vez más y más, y que debía moverme para no sentir tanto.

Así fue como salí de mi casa y comencé a correr (esta vez de verdad).

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Corrí tanto que no recuerdo qué caminos tomé; corrí tanto que no
recuerdo qué personas vi, quizás alguien me habló, quizás alguien me
saludó, quizás pasé por lugares hermosos, pero… pero no vi nada por
la prisa que tenía.

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Lo que sí recuerdo es que llegué hasta lo más alto de una montaña,
y justo debajo de un gran árbol, adivinen… sí, me quedé profunda-
mente dormida.

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No sé cuánto tiempo pasó, quizás fueron días, semanas, o minutos.
Pero cuando desperté y abrí los ojos, había algo a mi lado. Creo que
ya saben qué era (por el nombre del cuento) Pues sí, a mi lado había
una tortuga.

La miré, me miró, nos miramos.

Hubo un silencio y de pronto… la tortuga habló.

–Hola, pequeña –me dijo.

–¿De verdad eres una tortuga y me estás hablando a mí? –respondí.

–Me presento. Soy la tortuga que viene a visitar a quienes necesitan


un respiro, a quienes corren por la vida, a quienes tienen pensamien-
tos que viajan muy rápido y a quienes el corazón les late muy fuerte
y veloz. Por casualidad, ¿te pasa eso a ti?

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Luego de abrir más los ojos, para comprobar que no seguía dormida,
me propuse responder su pregunta.

–Hola, yo me llamo Alma, y la verdad es que sí. Mis pensamientos van


muy rápido y mi cuerpo se agita, sobre todo cuando estoy nerviosa,
cuando tengo que enfrentar alguna situación nueva o cuando estoy
emocionada.

La tortuga me escuchó y dijo:

–Mmmmm… Me parece que me has llamado con tu corazón.

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–Primero debes saber que lo que sientes es normal. Querer ir rápido
por la vida no es algo malo, pero puede traer algunas dificultades.
Cuando vas demasiado rápido, no ves el paisaje. No logras escuchar
los sonidos de tu entorno con atención. La naturaleza, la ciudad, los
pajaritos. Cuando vas de prisa, tu mente viaja tan veloz que tus pen-
samientos van y vienen y todo a tu alrededor pasa y pasa. Y a veces,
sin darnos cuenta, pasa la vida también.

Escuché tan atentamente lo que me contaba, que quise preguntarle:

–¿Hay algo que yo pueda hacer para sentirme mejor, para no sentir
que voy corriendo todo el tiempo?

–Tengo un secreto que va a ayudarte cuando te sientas así. Escucha


con atención –me dijo la tortuga.

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–Hay muchas tortugas como yo, pero pocos nos ven. La mayoría de la
gente pasa por nuestro lado sin vernos, sin percibirnos, sin sentirnos
porque las personas van rápido, y las tortugas caminamos lento. Las
tortugas llevamos nuestra casa junto a nosotras, es nuestro caparazón.
Y en esa casita nos refugiamos, pensamos, reflexionamos, y por sobre
todo, respiramos profundo para sentirnos en calma. Como es nuestro
hogar, es cómoda y abrigadita. Es nuestro lugar seguro y confortable.

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La miré, y escuchando sus palabras le dije:

–Creo que estoy entendiendo, pero yo no tengo caparazón, ¿cómo


puedo ser como una tortuga y dejar de ir rápido?

La tortuga me miró, sonrió, y tiernamente me dijo:

–No necesitas ser tortuga para ir lento, no necesitas tener capara-


zón para refugiarte. Tu corazón es tu casa, tu refugio. Sólo debes ir
lento para poder escucharlo, para poder escuchar tus pensamientos.
Aunque el mundo vaya rápido, tú ve lento. Observa los detalles que
te rodean, camina contemplando el paisaje, los sonidos. Sé parte de
tu entorno con todos tus sentidos atentos. Participa de la vida po-
niendo atención. Y cuando sientas que el corazón te late fuerte y te
sientas asustada, entra a tu casita. Refúgiate y respira, respira como
si cantaras una canción. Escucharás los pajaritos, sentirás la brisa, las
voces de las personas que te rodean. Y lo más importante, podrás, de
a poquito, volver a escuchar tu voz.

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–Creo que entiendo, gracias por contarme tu secreto; lo guardaré
como un tesoro en mi corazón –le dije a la tortuga.

Ella me miró, yo la miré, le sonreí y nos despedimos. Cada una debía


ir por su camino.

Yo debía irme a casa, mañana lunes voy al colegio.

Esta vez no iría corriendo, sino que observando, oliendo, escuchando,


disfrutando del paisaje.

Y cada vez que sienta ganas de correr con mis pensamientos, cada
vez que se me acelere el corazón, cada vez que quiera salir corriendo,
recordaré a aquella tortuga, mi tortuga, que me abraza y me recuerda
ir lento, respirando y refugiándome dentro de mí, como si cantara
una canción.

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A mi madre, por mostrarme con su voz y
ternura la magia de los cuentos.

A mi compañero, a mi gata Luna, a mi


familia y amigos por alentarme a volar.

Al camino recorrido, a la vida.

A Ma Verónica Lefebre Lever por su


inspiración de vida y por ser luz en
momentos de oscuridad.
“Creo en la magia de crear puentes entre el mundo infantil
y el de los adultos a través de cuentos, y en el tesoro que
éstos representan para el trabajo con las emociones.
Hoy decido aventurarme en el viaje de escribir e ilustrar mis
propios cuentos; de contar historias que inviten a explorar
los universos internos que todos llevamos y que pocos
visitamos; de crear mundos de letras y personajes que se
parezcan a ti, a mí, a todos”.

Educadora de Párvulos, Licenciada en Educación en la


Universidad de Playa Ancha, Magíster en Educación Inicial
con mención en Didáctica de las Matemáticas y el Lenguaje
en la Universidad Andrés Bello, Diplomada en Mediación
en Escuelas Libres y Felices Métodos Lefebre Lever, y
Diplomada en Yoga y Meditación Libre y Feliz.
Estudios y capacitaciones en Teoría de Apego en el Aula,
“Cuentos Metáforas y Juegos”, Yoga y Mindfulness infantil.

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